El 12 de junio se conmemora el Día mundial contra el trabajo infantil con la intención de promover la toma de conciencia y la acción respecto a la lucha contra esta problemática. En la actualidad, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) cerca de 215 millones de niños trabajan en el mundo, muchos a tiempo completo, y en nuestro país la cifra asciende a 1.097.295 de niños de entre 5 y 17 años (1). Es por eso que buscamos hacer visible esta problemática que por argumentos culturales o económicos está naturalizada. La Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA), realizada en forma conjunta por el Ministerio de Desarrollo Social, el Ministerio de Trabajo y el INDEC, estimó que 421.518 niños/as y adolescentes realizan actividades laborales para la generación de bienes y servicios con valor económico en el mercado, 305.918 se encuentran involucrados en tareas productivas para el auto-consumo y 369.859 realizan tareas domesticas intensas. Las causas por las que existe el trabajo infantil son múltiples: pobreza, violencia intrafamiliar, patrones culturales, permisividad social, falta de oportunidades, falta de cobertura, calidad y cumplimiento de la obligatoriedad de la educación y lagunas y contradicciones normativas. En este sentido, el niño que trabaja, en general, no asiste a la escuela o tiene bajo rendimiento con dificultades de aprendizaje. También, al estar ocupado en otras tareas, no disfruta de momentos de juego y recreación y puede sufrir problemas de salud a causa de una continua exposición a riesgos físicos. La vida laboral suma responsabilidades no acordes a la edad y resta tiempo para “hacer cosas de chicos”. Por eso es importante que las iniciativas busquen fortalecer los sectores vulnerables, promoviendo su condición de ciudadanos y trabajar junto al Estado y al sector privado para generar cambios a largo plazo. Todas las acciones parten de un diagnóstico de la realidad local, poniendo en el centro las causas y consecuencias del trabajo infantil, y las potencialidades de las personas e instituciones para superarlo. Además de propiciar su reinserción a la escuela, se busca fortalecer la autoestima de los chicos y se proporcionan ámbitos de juego y recreación. Las consecuencias del trabajo infantil se dan en todos los niveles. En primer lugar, sociales y morales ya que profundiza la desigualdad, viola los derechos humanos fundamentales de la infancia y la adolescencia e impide o limita el adecuado proceso educativo. En segunda instancia se encuentran las físicas y psíquicas: generan enfermedades crónicas, retraso en el crecimiento, abusos físicos y psíquicos y dolores en las articulaciones y deformaciones óseas, sólo por nombrar algunos. Por último, entre las consecuencias económicas se encuentran la pérdida promedio de 2 años de escolaridad a largo plazo - 20% menos de salario durante toda su vida adulta-, pérdida de poder adquisitivo del mercado nacional, pérdida de años de educación que se traduce en una calidad inferior del capital humano disponible e incidencia negativa en el PIB. El trabajo infantil no es únicamente lo que se ve en la ciudad, sino que el mayor porcentaje se desarrolla en el ámbito rural. En esas áreas no hay solamente una justificación económica, sino también cultural. Los chicos que son trabajadores, generalmente, son hijos de padres que también fueron trabajadores infantiles. En el trabajo infantil rural se suma que el trabajo en la cosecha es una situación cotidiana y como se trata de trabajo a destajo (remuneración por rendimiento), lo importante es sumar más manos para producir en cantidad. Algunos avances: ley de trabajo infantil Es necesario instalar la problemática en agenda como una práctica que dificulta el normal desarrollo de los niños y tiende a perpetuar situaciones de violación de derechos, pobreza, inequidad y exclusión social. A fines de marzo de 2013 se aprobó la ley que contribuye al avance en materia de prevención y erradicación del trabajo infantil. El proyecto modifica el Código Penal al agregar el artículo 148 bis, estableciendo que "será reprimido con prisión de uno a cuatro años el que aprovechare económicamente el trabajo de un niño o niña en violación de las normas nacionales que prohíben el trabajo infantil, siempre que el hecho no importare un delito más grave… No será punible el padre, madre, tutor o guardador del niño o niña que incurriere en la conducta descripta. ". Se sigue trabajando en desterrar este flagelo, pero todavía queda mucho por hacer. Necesitamos, entre todos, cambiar la mirada y hacer visible lo invisible. Los chicos son chicos, tienen que ir a la escuela y jugar. Un niño que trabaja, NO ESTUDIA. Un niño que trabaja, NO JUEGA. Un niño que trabaja, pone en riesgo su SALUD. Ser adultos comprometidos, esa es nuestra tarea.