El proceso expropiatorio en los modelos de gestión industrial Leticia

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El proceso expropiatorio en los modelos de gestión industrial
Leticia Barrios Graziani *
RESUMEN: En este ensayo se analizan las evidencias de continuidad del control patronal y de
expropiación del trabajo en los modelos de gestión industrial diseñados en los últimos años. Para
tal efecto se recurre a las teorías de Karl Marx y Harry Braverman, ambas argumentan acerca de
la inevitabilidad de la explotación y expropiación del trabajo en la sociedad capitalista.
PALABRAS CLAVE: control patronal, expropiación, gestión industrial, explotación.
ABSTRACT: The evidences of continuity of the employer control and expropriation of the
work in the models of industrial administration designed in the last years are analyzed in this
essay. For such an effect it is apepealed Marx and Braveman's theories, both argues about the
inevitability of the explotation and expropiation of work in the capitalist society.
KEY WORDS: employer control, expropiation, industrial management, explotation.
Introducción
A partir de la década de los ochenta se ha puesto en boga la caracterización neoclásica del
trabajo como una "libre opción", aunado al enfoque organizacional que postula una amplia
variedad de modelos laborales y las ingenuas simplificaciones de la teoría del capital humano
que resaltan el lado humanizante y liberador del trabajo. Todos estos enfoques y teorías dan por
desterrada la contradicción capital-trabajo y proclaman el fin de la lucha de clases y la muerte
teórica de las visiones marxistas en torno al trabajo.
* Politólogo, egresada de UCV.
Frente a ello surge la inquietud de si aún persiste y sobrevive el proceso expropiatorio en la
actividad laboral y si las predicciones marxistas y las teorías bravermanianas del "control
patronal" tienen o no vigencia en el mundo del trabajo contemporáneo. Todo esto nos lleva a
plantearnos un conjunto de interrogantes:
¿Se pueden explicar las transformaciones de la gestión industrial de las últimas décadas con la
teoría del control patronal?
¿Cómo interpretar la diversificación, la intelectualización y la dualización del trabajo a la luz de
un enfoque marxista?
¿Existe expropiación en aquellas actividades que requieren mayor comprensión de la labor
realizada por los trabajadores?
¿Cómo entender los dos procesos conjuntos hacia la intelectualización de ciertas tareas y hacia la
degradación de las restantes (mayor taylorización del trabajo flexibilizado y mayor
intelectualización del trabajo complejo)?
¿A qué lógica obedece el hecho de que los capitalistas requieran por un lado más cooperación,
iniciativa personal y creatividad y, por el otro, más disciplina, cumplimiento y ciega
subordinación a la empresa?
¿Tienen validez las modernas teorías de recursos humanos que niegan la existencia de relaciones
de explotación bajo el capitalismo? ¿Especialmente aquellas afines al pensamiento económico
neoclásico que estiman que el trabajador elige dónde y cómo trabajar, renuncia al ocio cuando el
salario prometido satisface sus aspiraciones, obtiene ingresos equivalentes a su productividad y
transmite sus conocimientos a la empresa cumpliendo con un contrato libremente acordado con
sus empleadores?
¿La armonía laboral prevalece siempre que el mercado oriente las decisiones que optimizan las
conveniencias de los empresarios y de los asalariados, impidiendo que uno se aproveche del
otro?
¿El cambio tecnológico, el aumento del nivel educativo de la mano de obra, las modalidades de
mayor involucramiento y comprensión de las tareas realizadas han logrado liberar al trabajador
de la explotación patronal?
Estas son algunas de las interrogantes que intentaremos dilucidar a la luz de dos enfoques: los
planteamientos de Marx plasmados en El Capital y la teoría del control patronal de Harry
Braverman. Esclareciendo al mismo tiempo los alcances y limitaciones de estos enfoques, así
como las continuidades que han tenido el pensamiento de ambos. Igualmente resulta interesante
explorar a grandes rasgos las principales corrientes que debaten en torno al trabajo contemporáneo y el futuro del mismo.
1.- El debate
Haciendo una arbitraria clasificación, y a riesgo de dejar fuera de mención otros enfoques, se
podrían considerar los siguientes como los más conocidos y debatidos en la actualidad:
Los modelos neoliberales
Las corrientes neoliberales en torno al trabajo enfatizan los rasgos "racionalizadores" del trabajo
y omiten todo lo concerniente a lo expropiatorio. Apegados a una suerte de optimismo
tecnológico, consideran que el trabajo avanza hacia un nivel creciente de calificación, porque las
nuevas tecnologías exigen mayor formación de los asalariados, contradiciendo así las tesis
marxistas de la degradación del trabajador. Esto los lleva a identificar los rasgos del trabajo postfordista con el incremento de las calificaciones. La expresión más clara de estas posturas es la
teoría del capital humano que atribuye cualquier aumento de la productividad al aporte creciente
y consciente del factor trabajo y a la mayor incidencia del insumo educativo. Igualmente señalan
a partir de ello un proceso "humanizante" del trabajo.
Encontraremos otros enfoques que representan una suerte de mixtura con los puntos de partida
neoliberales y otros que se les oponen radicalmente.
El catastrofismo tecnológico
Son aquellos que anuncian el "fin del trabajo" en virtud principalmente de los efectos de la
tecnología y las innovaciones en el mundo del trabajo. Consideran asimismo que la racionalidad
capitalista se ha impuesto de manera definitiva y que hay que buscar la combinación de esta
racionalidad con la individual. Significa, por otra parte, renunciar a la creencia de que existe la
lucha de clases y una oposición entre el trabajo y el capital. Es también el fin de la clase obrera
como adversaria potencial a la sociedad del capital y portadora de proyectos colectivos
alternativos. Así, André Gorz sostiene:
"La condición del hombre post-marxista es que el sentido que Marx leía en el desarrollo histórico
sigue siendo para nosotros el único sentido que el desarrollo puede tener, pero que tenemos que
perseguir este independientemente de la existencia de una clase social capaz de hacerlo realidad.
Dicho de otra manera, los únicos fines no económicos, post-económicos, susceptibles de dar
sentido y valor a las economías de trabajo y de tiempo, son fines que los individuos tienen que
encontrar en sí mismos. " (Gorz, 1982).
Esta corriente ha sido desarrollada además de Gorz, por Alain Touraine, Claus Offe y una
perspectiva menos rigurosa representada por J. Rifkin.
Offe plantea el problema de la fragmentación de los trabajadores y la derrota del sindicalismo. A
su modo de ver la identificación trabajo-empresa, clave del éxito en las empresas toyotistas, ha
significado la ruptura con el proyecto colectivo de los trabajadores como clase social, los ha
individualizado y fragmentado y no permite la existencia de la contradicciones entre el capital y
el trabajo. Esto tiene lugar en el terreno de las subjetividades e identidades del trabajador, pues
en la realidad las contradicciones capital-trabajo resultan cada vez más agudas, pero no se
plasman en una respuesta de los trabajadores, sino que estos se involucran cada vez más con los
fines de la empresa: la productividad y la calidad. Offe denomina este fenómeno como "la
mutación estructural de la clase obrera".
El antisujeto
Siguiendo un poco esta línea de debate, se ubican los antiguos "obreristas" como Antonio Negri,
asumiendo ahora una orientación afín con las teorías postmodernas, consideran que:
"La clase obrera pierde su centralidad para transformarse en sujeto social de producción, para
identificarse con todo el trabajo... el trabajo se aleja aún más de la fábrica, no la considera ya
como lugar específico de consolidación de la actividad laboral y de su transformación en valor.
El trabajo abandona la fábrica para hallar en lo social el lugar adecuado a las funciones de
consolidación y de transformación de la actividad laboral en valor". (Negri, 1976:102).
Negri abandona toda idea de la misión histórica de los trabajadores frente al capitalismo y, por
supuesto, abandona la posibilidad de la existencia de contradicciones entre el capital y el trabajo.
El segmentacionismo
En esta corriente se ubican los entusiastas de la especialización flexible, los encadenamientos
productivos y las experiencias de las PYME. Consideran posible la pequeña producción
competitiva frente a la gran empresa, la emergencia de un nuevo artesanado en las pequeñas
empresas; relaciones de solidaridad y apoyo social e institucional, enmarcadas dentro de un
contexto cultural específico. Formulan la teoría del "capital social" y consideran que se asoman
tendencias positivas en el trabajo, basadas en el surgimiento de un empresariado emergente y una
lógica del capital más equilibrada y justa. En esta corriente los más conocidos son M. Piore y Ch.
Sabel.
El neotaylorismo
Otros enfoques de tendencia marxista resaltan la continuidad del taylorismo en las últimas
décadas. Desde esta perspectiva, las nuevas formas de gestión solamente enmascaran el aumento
de la explotación. En experiencias como los círculos de calidad persiste la jerarquía disciplinada
y se refuerza el control gerencial. Métodos como el "just in time" evidencian la continuidad del
gerencialismo científico; la polivalencia equivale a jornadas más agotadoras y los métodos
flexibles conducen al aumento de la sumisión del trabajador al capital. Consideran que la
contradicción capital-trabajo sigue vigente y que pretende maquillarse con el recurso del
conocimiento y la calificación del trabajo. También encontramos dentro de esta amplia corriente
los estudiosos de los "nuevos fenómenos" del trabajo que apuntan hacia la tesis marxistabravemariana de la degradación del trabajo, estos fenómenos están relacionados con la
precarización, tercerización, o brasileñización del trabajo. En esta línea están los trabajos de
Ulrich Beck, Ricardo Antunes, lzvánt Mészáros, Ernest Mandel y muchos otros.
El dualismo
Otra tendencia acepta la existencia de dos realidades en el mundo del trabajo: la del trabajo
degradado y la del trabajo calificado, son dos realidades que se oponen, pero que conviven.
Consideran que se mantienen los patrones tayloristas en el trabajo no calificado, pero al mismo
tiempo existe un trabajo intelectualizado, o "informacional", entre uno y otro se plantean
relaciones capital-trabajo muy distintas. En esta corriente se puede ubicar a Manuel Castells,
entre los más destacados.
Los términos del debate
En esta clasificación se pueden observar posturas polares en torno al trabajo: las catastróficas y
optimistas, las que admiten la contradicción capital-trabajo y las que no lo admiten; y las que
asignan una centralidad a los trabajadores y las que lo anulan o disuelven. Asimismo, entre un
polo y otro es fácil encontrar posturas mixtas o intermedias.
2.- La visión de Marx
Para los años en que Marx elaborara su monumental obra, había tenido la visión de lo que
ocurriría en el trabajo en la futura sociedad capitalista. Sus predicciones están a la orden del día y
son justamente los fenómenos del trabajo contemporáneo. Hoy, pese a los innumerables estudios
acerca de la explicación y causa de los nuevos fenómenos del trabajo, será difícil encontrar una
explicación más coherente que la elaborada por el ingenio marxista.
Las conclusiones a las que llegara Marx y que se retoman en los fenómenos contemporáneos
acaecidos en el mundo del trabajo son:
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La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia
La internacionalización del modo de producción capitalista
La creciente inestabilidad del capitalismo y el auge del capital financiero
La creciente miseria del proletariado
a) La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (LTDTG)
Marx formula en El Capital una importante teoría económica relativa a la inevitabilidad de la
degeneración final del capitalismo, la cual se manifiesta en dos claras tendencias: a) el incesante
cambio tecnológico y b) las cuotas de beneficio descendente.
Marx señala que la incesante búsqueda de cuotas de beneficios más altas por parte de los
capitalistas se satisface mediante la innovación tecnológica, pero que estas cuotas de beneficio
tienden a descender en virtud de los incrementos de las composiciones orgánicas del capital y la
permanencia constante de la cuota de plusvalía. En el tomo 3 de El Capital, explica esta relación:
"En la medida en que el desarrollo de la fuerza productiva reduce la porción pagada de trabajo
empleado, eleva la plusvalía, porque eleva su cuota; pero, en la medida en que reduce la masa
total de trabajo empleado por un determinado capital, reduce el factor de números por el que se
multiplica la cuota de plusvalía para calcular su masa... "
"...Dos obreros, trabajando cada uno doce horas diarias, no pueden producir la misma masa de
plusvalía que veinticuatro obreros, cada uno de los cuales trabajase sólo dos horas... "
"...A este respecto, pues, la compensación de la reducción en el número de obreros mediante una
intensificación de la explotación tiene ciertos límites insuperables. Por esta razón puede frenar el
descenso de la cuota de beneficio, pero puede evitarlo totalmente... " (Marx, 1973:320).
Aunque Marx establece la LTDTG como una tendencia, reconoce la posibilidad de que se
produzcan aumentos temporales en la cuota de beneficio. Y es en estos estudios de Marx, en que
su análisis adquiere una importancia relevante para la comprensión de los fenómenos
contemporáneos del trabajo y es, precisamente, la que se refiere a las fuerzas neutralizadoras que
frenan el descenso de la cuota de beneficio. Al respecto, Marx enumera seis fuerzas
neutralizadoras que tienden a influir sobre la cuota de beneficio:
I- Aumento de la intensidad de la explotación
II- Depresión de los salarios por debajo de su valor
III- Abaratamiento de los factores del capital constante
IV- Superpoblación relativa
V- Comercio exterior
VI- Aumento del capital accionario
Estas fuerzas neutralizadoras la observamos en el trabajo contemporáneo. Tenemos así que el
aumento de la intensidad de la explotación se traduce en la prolongación de las jornadas de
trabajo, así como el aumento de la intensidad de la fuerza de trabajo empleada. La depresión de
los salarios se expresa en el descenso en el valor de la fuerza de trabajo en el capitalismo
contemporáneo. El abaratamiento de los factores del capital constante se refleja en los
incrementos de productividad del trabajo. La superpoblación relativa se refiere a la creciente
oferta de trabajo que propicia las bases para una creciente producción suntuaria. El comercio
exterior, el cual tiende a elevar la cuota de beneficio, en particular las extensiones del mercado
de mercancías a áreas caracterizadas por más bajas composiciones del capital permitiendo a los
capitalistas vender las mercancías a precios más altos que los valores nacionales, aumentando
con ello la tasa de ganancia. Y el aumento del capital accionario, en virtud de los grandes
dividendos que genera como actividad lucrativa fácil y de corto plazo.
A partir de la LTDTG se explican un conjunto de fenómenos tales como: el aumento de la
productividad del trabajo en las economías capitalistas de los últimos años; el descenso de la
fuerza de trabajo; el aumento de la movilidad laboral; la sustitución del trabajo masculino por el
femenino y el infantil; la prolongación de la jornada de trabajo; el descenso de los precios de las
materias primas, entre otros.
b) La internacionalización del modo de producción capitalista
Marx y Engels describen el curso del capitalismo en el Manifiesto Comunista de la siguiente
manera:
"La necesidad de un mercado en constante expansión para sus productos aguijonea a la burguesía
por toda la superficie del globo. Tiene que anidar en todas partes, arraigar en todas partes,
establecer relaciones en todas partes... La burguesía, con el rápido perfeccionamiento de todos
los medios de producción, con las inmensas facilidades de los medios de comunicación, arrastra
a todas las naciones, incluso a las más bárbaras, a la civilización capitalista. " (Marx y Engels,
1972:45).
Así mismo, Marx enfatizaba acerca de la polarización del mundo en economías industriales y
economías proveedoras de materias primas. En el Tomo I de El Capital señala:
"Una nueva e internacional división del trabajo, una división adecuada a las necesidades de los
principales centros de la industria moderna, surge y convierte una parte del globo en un campo
de producción principalmente agrícola, para abastecer a la otra parte, que sigue siendo un campo
principalmente industrial." (Marx, Ob. cit.:232).
Esta visión de Marx es el panorama que hoy nos ofrece la globalización. La dominación de todas
las economías por la competencia internacional destruye la producción industrial en las áreas
coloniales y la polarización internacional de la producción se desarrolla.
c) La creciente inestabilidad de la economía capitalista y el auge del capital financiero
En las teorías acerca de la acumulación y circulación del capital se desprende que el capital
derivaría en su concentración en la mano de unos pocos y la importancia cada vez mayor del
capital financiero. Estrechamente relacionado con esto Marx plantea la existencia del ciclo
industrial en el capitalismo y su creciente inestabilidad.
La inestabilidad económica se explica por la existencia del ciclo industrial. Marx en el Tomo I de
El Capital define el ciclo industrial como "una serie de períodos de actividad moderada, de
prosperidad, de superproducción, de crisis y estancamiento".
Aunque Marx describe el ciclo industrial en términos de estos cinco períodos, su análisis de la
inestabilidad económica se limita a dos períodos: el de la superproducción y el de la crisis.
Igualmente le atribuye propiedades a estos ciclos: 1) multideterminado; 2) endógeno; 3)
recurrente; 4) y de intensidad creciente. Las fluctuaciones cíclicas son propias del sistema y se
hacen cada vez más graves, con la aplicación de composiciones de capital más altas. Así mismo,
las economías en las que predomina la producción de materias primas son susceptibles no solo
de fluctuaciones internas, sino de fluctuaciones provocadas por las economías industriales
dominantes.
De estos análisis de Marx se desprenden las siguientes tendencias, presentes en los ciclos
capitalistas contemporáneos.
a) los ciclos se hacen más violentos
b) los ciclos se hacen más frecuentes
c) los ciclos se hacen más violentos en las economías productoras de materias primas que en las
economías industriales
d) los ciclos generan ciclos sucesivos
d) La creciente miseria del proletariado
e) los ciclos son internacionales
d) La creciente miseria del proletariado
Marx advierte que la aplicación de formas de tecnologías más altas bajo el capitalismo
desplazará crónicamente al trabajo de la producción. Este desplazamiento aumenta las filas de
los desempleados, lo que reduce las cuotas del salario de subsistencia. Como la subsistencia es
flexible en su descenso, el incremento de la miseria es inevitable.
Las verdaderas razones de la desocupación estructural hay que buscarlas en que desde fines de
los 60 a principios de los 70, el sistema capitalista mundial ha entrado en una suerte de crisis
capitalista de acumulación. A las dificultades del proceso de valorización del capital provocadas
por la combinación de factores económicos, como el aumento de la composición orgánica del
capital y la consecuente caída de la tasa de ganancia, con factores políticos como una intensificación de la lucha de clases (ascenso 68-76) o la declinación relativa de la hegemonía
norteamericana ante el surgimiento de imperialismos competidores.
Entre 1950 y 1970, en el período del boom, la economía mundial creció a una tasa promedio del
5% anual, desde entonces no logra superar el 2,5%. Como consecuencia de esto, el número de
desocupados se ha duplicado o triplicado en los países desarrollados. La generalizada caída y el
fracaso a largo plazo en recuperar la tasa de rentabilidad en la manufactura, y en la economía
privada de conjunto, en el mundo capitalista avanzado, es la causa básica de la mayor caída
paralela de la tasa de crecimiento de la inversión, y con ella del crecimiento del producto,
especialmente en la manufactura, en el mismo período. La declinación aguda en la tasa de
crecimiento de la inversión es la fuente primaria de la declinación de la tasa de crecimiento de la
productividad, así como también el mayor determinante del crecimiento del desempleo.
Desde ese entonces, los capitalistas han puesto el acento en la recuperación de la tasa de
ganancia, a través de la liquidación del stock de capital mediante las bancarrotas de las firmas y
el cierre de fábricas con el consecuente despido de trabajadores; la caída del salario como
producto del ascenso de la desocupación y la ofensiva contra las conquistas de los trabajadores;
la introducción de innovaciones tecnológicas en forma desigual y no uniforme como forma de
aumentar la plusvalía relativa; y por último una mayor intensificación del trabajo. Esta política
ha sido llevada adelante en distinto grado en los diferentes países imperialistas y semicoloniales.
Se trata de una verdadera guerra de clases contra la clase obrera, donde la caída de la tasa de
ganancia exacerba la competencia y donde cada capitalista individual, en una búsqueda
desenfrenada para mantener la "competitividad", busca reducir el valor de la fuerza de trabajo o,
en otras palabras, el costo laboral.
Sin embargo, se pensaba que la ola de desempleo que azotaba a los países desarrollados sería
breve o coyuntural, pero ya van dos décadas en que el problema del desempleo sigue siendo una
constante en las economías desarrolladas y peor aún en las subdesarrolladas. Recientemente
grandes empresas anunciaron numerosos despidos, la Xerox, la General Motor, empresas de
Internet, Polaroid, líneas de aviación y otras grandes empresas se preparan en distintos puntos del
mundo para la reducción de su plantel de empleados y miles de trabajadores son despedidos.
Igualmente surge el problema de la absorción de la mano de obra, la economía mundial se
enfrenta a una incapacidad para satisfacer la demanda de trabajo de millones de seres humanos,
lo cual lleva al deterioro del trabajo, bien en la condición de informalidad o bien bajo la
existencia y proliferación de empleos precarios o, como ha sido denominada por algunos, de " la
subproletarización intensificada".
Es interesante destacar que el "ejército de reserva" del trabajo no representó una amenaza
fundamental para el capitalismo, mientras el sistema capitalista garantizaba el mantenimiento de
su dinámica expansionista y acumulativa, un nivel de desempleo era algo "saludable" dentro del
sistema. Pero esto ha cambiado radicalmente. Uno de los estudiosos de este proceso es
precisamente Mészáros, quien explica el proceso de la siguiente manera:
"La situación del desempleo cambia radicalmente una vez que la dinámica del desplazamiento
expansionista y la acumulación de capital libre de problemas sufre una perturbación
considerablemente devastadora. La violenta realineación de la relación de fuerzas a través de dos
guerras mundiales entre las potencias capitalistas dominantes en el curso del siglo XX demostró
a las claras la magnitud de los riesgos en ese respecto. Así, cuando las contradicciones del
sistema que se iban acumulando ya no pudieron seguir siendo exportadas mediante una
confrontación militar masiva, como la experimentada en dos guerras mundiales, ni tampoco
pudieron ser disipadas internamente gracias a la movilización de los recursos naturales y
humanos de la sociedad, en preparación de una próxima guerra, hasta que la carga cada vez
mayor de los continuados armamentos empezó a volverse prohibitiva aún para los países más
poderosos económicamente, entonces el desempleo en masa comienza a arrojar una sombra
verdaderamente amenazadora no solo sobre la vida socioeconómica de un país a otro, sino del
sistema del capital en su conjunto...
La guerra era en el pasado no solo un constituyente necesario sino también una válvula de escape
del sistema del capital. Porque ayudaba a realinear la relación de fuerzas y a crear las
condiciones bajo las cuales la dinámica expansionista del sistema podía ser renovada por un
período determinado, si bien limitado...
Lo que acarrea graves implicaciones en este respecto a la viabilidad del sistema del capital no es
solo la total insostenibilidad de seguir empleando la válvula de escape de la colisiones militares
extremas, en vista de la amenaza que ellas representan para la supervivencia de la humanidad".
(Mészáros, 2001:84).
En buena medida, esto explica el auge y caída del Keynesianismo, las políticas keynesianas
estuvieron directamente relacionadas con el papel que tenía que asumir el estado capitalista en
relación con su complejo militar industrial. Es por ello que el brusco cambio del orden mundial
convirtió estas políticas en absolutamente innecesarias para el sistema capitalista.
Sin embargo, hoy no hay posibilidad de conflagración entre potencias. y ello obedece a la
dinámica misma del capital globalizado, las viejas rivalidades intercapitalistas se han diluido en
el proceso de globalización y con la intensificación de la transnacionalización del capital.
La situación del desempleo se agrava porque además de la ausencia de guerras, el capitalismo
globalizado gracias a su elevado desarrollo tecnológico tiende a reducir el "tiempo de trabajo
necesario" o "costo laboral de la producción" a un mínimo rentable, con lo que a su vez conduce
inevitablemente a transformar a los trabajadores en una fuerza de trabajo cada vez más superflua,
y esta fue una notable predicción de Marx.
El desempleo crónico está poniendo en juego las contradicciones del capitalismo globalizado.
Pero al mismo tiempo, todas las medidas que se conciben para palear el carácter estructural del
desempleo están agravando el problema en lugar de solucionarlo.
El remedio que se busca para el desempleo está orientado en los términos de disciplina del
trabajo incrementada y mayor eficiencia, que deviene en una depresión de los niveles salariales y
en una creciente ocasionalidad de la fuerza laboral, aún en los países capitalistas más avanzados.
Lo cual está haciendo que el desempleo se convierta en un círculo vicioso en todo el mundo
globalizado. Al respecto concluye Mészáros lo siguiente:
Esto significa que en nuestra "economía globalizada" el círculo vicioso del desempleo crónico ya
se cerró del todo, relegando a todos los celebrados "modelos" de desarrollo del siglo XX -desde
el "modelo sueco" de socialdemocracia al "capitalismo avanzado", así como los modelos rivales
chino y soviético de asegurar la "modernización" y resolver las contradicciones del subdesarrollo
crónico y del desempleo igualmente crónico- al pasado totalmente en descrédito". (Mészáros,
Ob. cit.:92).
Aún cuando Marx consideraba la mecanización como una condición necesaria y suficiente para
la expansión del ejército de reserva industrial, él incorporaba al análisis factores distintos de la
mecanización. Estos factores incluyen la centralización de la producción, los cambios en la
proporción trabajo-población y los cambios en los ingresos de las clases que perciben la
plusvalía. Por otra parte, señala que el obrero moderno, en lugar de elevarse con el progreso de la
industria, desciende cada vez más, por debajo de las condiciones de existencia de su propia clase.
En el Tomo 1 de El Capital, Marx plantea lo siguiente:
"Cuanto mayor es el ejército de reserva en relación con el ejército de trabajo activo, mayor es la
masa de un permanente exceso de población. En fin, cuanto mayores son las capas de mendigos
de la clase trabajadora y el ejército de reserva industrial, mayor es el pauperismo. Esta es la ley
general absoluta de la acumulación capitalista... Establece una acumulación de miseria,
correspondiente a la acumulación de capital". (Marx. Op. Cit.:204).
La base teórica en la pauperización del trabajo la encontramos en las formulaciones marxistas
sobre el empleo y el salario. En El Capital, Marx destaca que el salario de subsistencia varía en
proporción inversa al progreso de la tecnología. Los salarios en el mercado dependen de las
condiciones de la demanda y de la oferta en el mercado competitivo de trabajo. En este mercado
se manifiestan dos consecuencias a medida que se aplican a la producción nuevas tecnologías.
Por una parte, se reduce la necesidad de trabajo, creándose un exceso de oferta de trabajo
(ejército de reserva industrial). Por otra parte, el nivel de salarios, como consecuencia de lo
anterior, tiene que descender; y como la subsistencia es flexible en sentido descendente, no se
conoce un límite inferior para los salarios en el mercado. Este proceso es, según Marx, lo que
hace inevitable la creciente miseria del proletariado.
e) El trabajo dual
Con respecto al trabajo calificado y la introducción de la capacitación en el trabajo, Marx señala
una doble dirección, paralelamente a la reducción cuantitativa del proletariado industrial se da
una alteración cualitativa en la forma de ser del trabajo, que por una parte impulsa hacia una
mayor calificación del trabajo y, por otra, hacia una mayor descalificación. Marx lo plantea en
los términos de una sustitución del trabajo vivo por el trabajo muerto. Resulta clarificadora esta
reflexión de Marx, que vale la pena reproducirla en su totalidad:
"El intercambio de trabajo vivo por trabajo objetivado es el último desarrollo de la relación de
valor y de la producción basada en el valor. El supuesto de esta producción es, y sigue siendo, la
magnitud del tiempo inmediato de trabajo y de la cantidad de trabajo empleado como factor
determinante en la producción de la riqueza. Sin embargo, al mismo tiempo que la gran industria
se desarrolla, la creación de la riqueza efectiva se vuelve menos dependiente del tiempo de
trabajo y de la cantidad de trabajo empleado, que frente a los agentes puestos en movimiento
durante el tiempo de trabajo, a su vez, no guarda relación alguna con el tiempo de trabajo
inmediato que cuesta su producción, sino que depende más del estado general de la ciencia y del
progreso de la tecnología, o de la aplicación de esta ciencia a la producción. La riqueza efectiva
se manifiesta mejor en la enorme desproporción entre el tiempo de trabajo empleado y su
producto, así como en la desproporción cualitativa entre trabajo, reducido a una pura abstracción,
y el poderío del progreso de la producción fiscalizado por aquel. El trabajo ya no aparece como
si estuviera encerrado en el proceso de producción, sino que, mejor, el hombre se porta como
supervisor y regulador respecto del mismo proceso de producción. " (Marx. Op. Cit.:320).
Marx puntualiza que mientras permanezca el modo de producción capitalista no puede
concretarse la eliminación del trabajo como fuente creadora de valor, sino un cambio en el
interior del proceso de trabajo, que se deriva de la introducción de la ciencia y la tecnología y
que se caracteriza por la dimensión más calificada del trabajo o la intelectualización del trabajo
social. Al respecto plantea Marx:
"Con el desarrollo de la subsunción real del trabajo al capital o del modo de producción
específicamente capitalista, no es el obrero industrial, sino una creciente capacidad de trabajo
socialmente combinada que se convierte en el agente real del proceso de trabajo total, y como las
diversas capacidades de trabajo que colaboran y forman la máquina productiva total participan
de manera muy distinta en el proceso inmediato de la formación de mercancías, o mejor dicho,
de los productos -este trabaja más con las manos, aquel trabaja más con la cabeza, uno como
director (manager), ingeniero (engineer), técnico, etc, otro, como capataz (overloocker), otro
como obrero manual directo, o incluso como simple ayudante- tenemos que más y más funciones
de capacidad de trabajo se incluyen en el concepto inmediato de trabajo productivo, y sus
agentes en el concepto de trabajadores productivos, directamente explotados por el capital y
subordinados en general a su proceso de valorización y producción " (Marx, Idem).
3.- La visión de Braverman
El otro punto de partida teórico se refiere a la tesis del "Control Patronal" de Harry Braverman.
La teoría se basa en que los empresarios para apropiarse de la plusvalía necesitan controlar
directamente -o a través de sus gerentes- el proceso de trabajo. Braverman estudia las formas en
que se ejerce este dominio, porque considera que el control patronal es la llave maestra de todo el
proceso de valorización. Para obtener ganancias, los capitalistas no solo deben contratar
trabajadores, sino también disponer cómo se utiliza la capacidad muscular y cerebral de los
operarios.
El hito central de este proceso fue la generalización del taylorismo durante las primeras décadas
del siglo XX, porque impuso una norma general de administración bajo el principio del control
patronal. Con la organización científica del trabajo se afianzó la utilización de la cadena de
montaje, la parcialización y el cronometraje de las tareas y la meticulosa adaptación del esfuerzo
de los trabajadores a los ritmos de la producción.
La organización científica del trabajo predominó en toda una etapa del capitalismo (denominado
"organizado", "monopolista", de "acumulación extensiva"). Su momento de apogeo coincidió
con los momentos de mayores aumentos de la productividad del período. Pero, por otra parte, el
taylorismo introdujo también mecanismos de control patronal que sobrevivieron al agotamiento
de esta etapa. Si bien el "gerenciamiento científico" nunca pudo imponer por completo la
disciplina del cronómetro y la confiscación organizada de los conocimientos instauró
modalidades perdurables de administración empresarial.
Hoy, la teoría del control patronal contribuye a explicar muchos rasgos de la ofensiva
"neoliberal" de las últimas dos décadas. Las políticas neoliberales incluyen el objetivo capitalista
de recuperar el dominio pleno del proceso de trabajo, desafiado por las grandes rebeliones
obreras de los años 60 y 70. La política de "flexibilización laboral" es una respuesta a la
movilización sindical y a la radicalización política de ese período.
Mediante la reducción salarial, la precarización del empleo y la masificación del ejército de
desocupados se han colocado a los trabajadores a la defensiva y bajo la cobertura ideológica de
un imperativo técnico o de una exigencia de modernización económica, se aplican medidas para
incrementar la dominación patronal. Este objetivo es un componente central de la desregulación
laboral en curso en todo el mundo.
Con los nuevos métodos de gestión se ponen en práctica novedosas modalidades tales como la
"rotación de tareas" y se ensayan formas de manejo gerencial de los tiempos y de los
movimientos de los operarios, con la "polivalencia" se multiplican las tareas y con los "círculos
de calidad" se extiende la responsabilidad en el cumplimiento de las metas de producción a todo
un colectivo de trabajadores. Entre los "grupos autónomos" este auto-disciplinamiento incorpora
el cuidado de la calidad y la resolución de los desperfectos.
Además, con el trabajo flexibilizado aumenta la presión por disminuir los tiempos muertos y
reducir al mínimo las existencias y con el "just in time" reaparece la antigua obsesión taylorista
de acelerar el proceso de fabricación. Combinando la reorganización de tareas, con el aumento
de la subcontratación y el empleo de tiempo parcial se intenta aprovechar al máximo la
capacidad muscular y cerebral de los trabajadores.
En las naciones periféricas la degradación del trabajo es dramática. Modalidades esclavizantes en
las "maquiladoras", sobreexplotación permanente en las lineas de producción del sudeste
asiático, formas inhumanas de fabricación en los enclaves industriales exportadores de Asia,
África y Latinoamérica. En todas estas regiones se ha impuesto un "taylorismo sanguinario", que
asegura alta productividad y bajos precios de los productos a costa del tormento laboral de
millones de trabajadores. Las grandes corporaciones localizan geográficamente sus plantas en
función de la baratura de la fuerza de trabajo y amenazan trasladar sus fábricas a la periferia para
disuadir las protestas sociales en los países desarrollados.
La intensificación del trabajo en el centro y en la periferia revela la subsistencia del taylorismo,
tanto en la acepción superficial del término de trabajo rutinario, como en su interpretación
bravermaniana de control patronal.
El control patronal continúa siendo una obsesión de la clase capitalista. Ha cambiado el lenguaje
de los gerentes, pero no sus objetivos. Aunque hablen de "conocimiento" y "comunicación"
perdura la esencia disciplinaria del "gerenciamiento científico" y por eso sus tradicionales
exponentes continúan resaltando la importancia de la jerarquía y la autoridad en la empresa.
El taylorismo persiste como instrumento patronal de ruptura de las relaciones que informalmente
establecen los trabajadores, para reducir los márgenes de presión gerencial. Incluso las nuevas
tecnologías de la información son utilizadas como herramienta de disciplinamiento y vigilancia
de los trabajadores.
Ahora bien, los viejos criterios tayloristas ya no predominan por completo, sino que tienden a ser
mixturados con nuevas técnicas de administración. La línea de montaje tradicional y las tareas
prefijadas por la gerencia son combinadas con cierta delegación del poder de decisión por parte
de la gerencia. El taylorismo ya no representa la última palabra del "management". En los
sectores que sólo requieren velocidad de fabricación, producción estandarizada y puro gasto
muscular prevalece la tiranía del cronómetro, pero en las actividades que exigen mayor calidad y
especialización se refuerza el papel de las nuevos procedimientos gerenciales. En estos casos la
teoría del control patronal también es aplicable, porque aunque se refuerce la autoridad gerencial,
la división de competencias y la separación de tarea y la necesidad de involucrar al trabajador
con su tarea y potenciar la atención y comprensión de su labor, hay, evidentemente, una
extracción de las capacidades plenas del trabajador y también un proceso de expropiación. En
suma, los nuevos modelos y la incorporación sostenida de nuevas tecnologías racionalizadoras
de trabajo y de normas flexibles de contratación laboral han traído como consecuencia: la
extensión de la jornada de trabajo con una adición al plusvalor general por la extracción de
plusvalía absoluta; un aumento incesante de la productividad del trabajo y una disminución del
valor de las mercancías-salarios y del correspondiente valor de la fuerza de trabajo mostrando un
claro aumento del plusvalor relativo y la expulsión de trabajadores, aumentando el ejército de
desempleados y presionando a la baja los salarios. Todo ello, evidencia la vigencia de las teorías
marxistas y bravermarianas en el mundo del trabajo contemporáneo.
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