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Crecimiento profesional y competitividad diferenciada. Una
fundamentación antropológica.
Pilar Conesa García,
[email protected]
Profesora Universidad Politécnica de Valencia
Pilar Ferrer Rodríguez
Profesora Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir
[email protected]
0
Abstract
En nuestro trabajo partiremos del papel de la mujer en la empresa en la actualidad poniendo
de relieve su diferencia en relación al varón; pondremos de manifiesto la dificultad de hablar
solo de género y la necesidad de hacer una fundamentación antropológica de la
complementariedad.
El propósito de este estudio es ofrecer una base antropológica que pueda orientar un modelo
de auténtica promoción de la mujer en el contexto social actual. De la complementariedad en
el ser deriva también una complementariedad en la acción en todos los ámbitos en que se
desarrolla la vida de hombres y mujeres, y por tanto se trata de llegar a unos principios útiles
para la conciliación trabajo-familia.
En cuanto a la metodología partimos de datos sociológicos apoyados en distintos autores, para
llegar a una fundamentación antropológica de la diferencia desde el personalismo.
1
“Si el siglo XXI funciona, será porque la mujer tendrá una participación cada vez
mayor en la organización de la sociedad, que
está en un estado deplorable, mal pensada, y cargando con las consecuencias de
un racionalismo decadente y absurdo. Pero
esta misión será sólo aceptada por las mujeres si no lleva a su deshumanización, si
no pierden su feminidad, porque la mujer es
el núcleo de la familia, y ésta, la base de la sociedad“ 1.
Prof. Dr. Juan Antonio Pérez López (1995)
Introducción
El entorno empresarial es cada día más complejo y cambiante, por lo que solo la empresa
innovadora podrá sobrevivir. En las últimas décadas se observa un cambio radical en la
cultura de la empresa que prima la flexibilidad, el trabajo en equipo y la colaboración. Se trata
de una empresa que busca compatibilizar la satisfacción de distintos stakeholders
(trabajadores, proveedores, clientes, sociedad...) y se le demanda que asuma su
responsabilidad con el medio ambiente y con el progreso de la sociedad.
Se necesitan equipos directivos creativos, que lideren la innovación y puedan comprender las
necesidades de un mercado cada día más femenino, e incluso anticiparse a las mismas,
ofreciendo constantemente nuevos productos y servicios.
En esta nueva empresa los talentos atribuidos típicamente a las mujeres, como son la
flexibilidad y la capacidad de escucha y comunicación adquieren un papel protagonista. Las
empresas valoran “la competitividad, la cooperación y la resolución” pero no desean “que se
dejen llevar por las emociones ni el afán de manipular” (Traves, Brockbanck y Tomlinson,
1997). Y se produce un reequilibrio hacia nuevos valores antes considerados femeninos, y
hacia la diversidad en sentido amplio (Claes, 1999).
Como parte de la adaptación al cambio que se requiere para la empresa en el futuro, es
necesario equilibrar los sistemas racional e intuitivo en la dirección de empresas. Las mujeres
poseen desde la infancia una tendencia innata a la comunicación interpersonal, y en líneas
generales, de un modo más acusado que en los hombres, su atención especial hacia la persona,
como hecho derivado de su condición física y psíquica orientada a la maternidad. “Por otra
parte, las mujeres tienden a actuar según un proceso mental más integral. Les es más difícil
separar sus sentimientos de su trabajo, lo que significa que toman decisiones que implican
toda su personalidad. Para expresarlo llanamente, ellas siguen siendo más humanas que los
hombres, precisamente porque no están tan divididas en su forma de pensar” 1.
1
Cfr. Chinhilla, Nuria y otros, El papel de la mujer en la empresa,2004
2
Consideramos de relevancia destacar el informe titulado “La mujer directiva” dirigido por la
Dra M. Moragas Freixa2 incidiendo en la complementariedad entre directivos y directivas.
Directivos y directivas se complementan con sus distintos estilos de dirección. Son diferentes
en la forma de comunicar, resolver conflictos, tomar decisiones, plantear unas estrategias y
llevar a cabo un plan de acción. El hombre genera alternativas, fija objetivos y es racional.
Puede tomar decisiones más fácilmente. La mujer evalúa más alternativas y determina las
políticas. En los equipos mixtos emerge más la creatividad y la emprendeduría que llevan a la
innovación y al crecimiento económico.
Directivos y directivas aprenden unos de otros y aportan opiniones a veces distintas. De la
misma manera que las directivas han aprendido estilos de dirección masculinos ampliando así
su forma de dirigir, los directivos aprenden también de ellas en la medida en que su presencia
es más numerosa en los órganos directivos.
El estilo directivo masculino está marcado porque es más competitivo. Los hombres tienden a
dirigir solos y a no delegar. Son menos comunicativos y más agresivos, menos empáticos y
sensibles para establecer relaciones interpersonales. Importa lo que puede ser medido y
contado. El beneficio económico es lo más importante. Son competentes anticipando
consecuencias de las alternativas de acción.
Es preciso pasar de la visión que contempla al hombre y a la mujer luchando por el poder o al
de una igualdad utópica, al que valora su complementariedad. La mujer es pionera en
humanización, porque su potencial de ser madre pesa en su toma de decisiones: trata de
escuchar, entender al otro, anticipar sus necesidades y valorarlas. Pero, la construcción de un
nuevo paradigma debe ser obra de los dos.
Hombre y mujer son dos modos de “ser persona”, iguales a nivel antropológico. Pero tienen
diferencias biológicas y psicológicas como el modo de percibir y conocer la realidad. No son
uniformes en todo, sino distintos y complementarios. La diferencia entre hombres y mujeres
proviene ya de su distinto cerebro, que les lleva a percibir y enfocar las cosas de manera
distinta. (Estudios procedentes de la neurociencia señalan que los seres humanos tienen un
cerebro que es plástico y se moldea a medida que pasa el tiempo, incorporando su vida a él. El
cerebro es masculino o femenino ya en estado embrionario. En él tienen gran importancia las
hormonas. Los dos hemisferios cerebrales funcionan de forma diferente, pero coordinados.
Hombre y mujer no usan las mismas áreas del encéfalo para resolver tareas. Usan distintas
estrategias para la solución de un problema, pudiendo lograr el mismo rendimiento. El
cerebro masculino tiene una mayor orientación espacial, con áreas concretas lateralizadas,
como la geometría y las matemáticas. Está más predispuesto a la sistematización. Su lenguaje
son los datos, los números y la información. El cerebro femenino es capaz de captar la
realidad sin razonamiento. Posee mayor fluidez verbal (más conexiones entre lóbulo izquierdo
y derecho) y usa más áreas del cerebro).
2
http://www.catdem.org/cat/downloads2/20.-020_informe_moragas_es.pdf
3
Según el estudio basado en un cuestionario contestado por 145 directivas 3 y que se realizó en
marzo de 2003 en el Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE;
- El ámbito sobre el que la mujer ha ejercido tradicionalmente su influencia, la
familia, es un foco de equilibrio y de satisfacción. Reconocen que la vida familiar equilibra su
vida en general, incluido el enfoque que le dan al trabajo, a pesar de que las obligaciones
derivadas de la familia le hagan vivir con la sensación permanente de doble jornada. Estos
resultados se confirman en estudios tan distanciados en el tiempo como el realizado por la
Universidad de Michigan en el año 1982 y el elaborado en el IESE en el 2002. En el primero
se concluye que la multiplicidad de roles fortalece la salud, da seguridad, recursos y
autoestima al individuo. Todo ello incide directamente en su competencia profesional. En el
segundo estudio se adelanta que no son los factores externos los generadores de mayor
conflicto, ni las políticas o ayudas (aunque contribuyan y alivien) las que solucionan el
problema, sino el modo peculiar de conciliar trabajo-familia. Las mujeres con doble jornada, a
pesar de sentir la sobrecarga no por ello confiesan una mayor insatisfacción en su vida.
- Las competencias de desarrollo personal, tan necesarias en la actualidad cuando la
empresa atraviesa una crisis de confianza, no se obtienen de un modo similar a las
competencias técnicas o profesionales. Provienen del mundo personal de valores y se
desarrollan especialmente en un ámbito de relaciones desinteresado como es la familia. - Las
mujeres en general sienten que dan más de lo que reciben en el mundo profesional.
- No hay falta de ambición (rara vez se abandona el ejercicio profesional), ni de
seguridad (el éxito se atribuye fundamentalmente al esfuerzo personal), pero sí un cierto
reproche implícito a la ausencia de ayudas por parte de la empresa, el Estado y los mentores
profesionales.
Son creativas a la hora de resolver el conflicto cuando lo hay. Aunque el 60%
reorienta su carrera profesional en otra empresa, destaca un 27% que crea su propia empresa y
un 12% que se establece como autónoma.
- La mayor humanización que pueden aportar al mundo laboral, a su puesto de trabajo
y a la tarea de dirección es precisamente demostrar que el trabajo es un valor compartido en
su vida con otros intereses, fundamentalmente la vida familiar. La conciliación trabajofamilia, aunque recae también en el varón, adopta en ella unas especiales características
derivadas de la maternidad. En este sentido la mujer puede desempeñar una cierta función
educativa con los varones y crear una cultura laboral eficiente y productiva, pero alejada de la
adicción al trabajo, evitando así algunos de los vicios modernos de la entrega al trabajo por
encima de todo.
- Tal como demuestran las sinergias entre trabajo y familia en el ámbito de las
competencias directivas, el resultado es beneficioso principalmente en las competencias más
difíciles de “aprender” técnicamente o de implantar por cauces “formales” como son las de
3
Cfr. El papel de la mujer en la Empresa 2004.
4
desarrollo personal y las intratégicas.
Estos datos sociológicos evidencian la necesidad de una fundamentación antropológica que
intentaremos poner de relieve a lo largo de este escrito.
¿Hablar de género o de complementariedad?
El término género se ha instalado en el discurso antropológico, social, político y legal
contemporáneo, según ha puesto de manifiesto la profesora Aparisi 4. Se ha integrado en el
lenguaje académico, en las normas jurídicas y, fundamentalmente, desde 1995, en muchos
documentos y programas de Naciones Unidas. Se trata de un vocablo polisémico que, desde
antiguo, ha designado la diferencia biológica de los sexos. Asimismo, ha sido empleado en
lógica, en filosofía y en lingüística (distinguía palabras masculinas, femeninas o neutras).
También se ha utilizado para referirse a la humanidad (género humano) o, en general, para
apelar a una categoría conceptual que agrupa individuos o cosas con similares características
relevantes. A partir de los años sesenta del siglo pasado fue usado, con resultados positivos,
en la lucha contra la discriminación de la mujer. En este ámbito resultó muy útil para explicar
que, en los distintos roles femenino y masculino, existen algunos elementos propios de la
realidad biológica humana y otros construidos histórica y socialmente. En esta línea, con la
expresión género se quiso significar que el ser humano supera la biología, en el sentido de
que, en la conformación y desarrollo de la identidad sexual, poseen, asimismo, mucha
importancia la educación, la cultura y la libertad.
Sin embargo, desde hace algunos años, el término género ha evolucionado, en su uso
antropológico, hacia posiciones mucho más radicales y ambiguas. Ello se advierte, de una
manera muy clara, en las teorías de género elaboradas en algunos de los programas
especialmente en el ámbito anglosajón. Como ya se ha indicado, la palabra género
presuponía, inicialmente, la base biológica de la diferencia sexuada. Por el contrario, dichos
estudios han tendido a suplantar dicha biología, hasta llegar a ignorarla o abolirla. Llegamos
así a la denominada teoría postfeminista de género o “ideología de género”. Su característica
más importante será la disociación radical entre las categorías de sexo (biología) y género
(cultura, libertad). Desde esta perspectiva, el género se caracteriza, fundamentalmente, por su
radical autonomía con respecto al dato biológico, por su elaboración al margen de todo
presupuesto empírico o natural.
Existen varios modelos de relación sexo-género, que se han sucedido a lo largo de la historia,
y que coexisten en la actualidad. En consecuencia, la acepción postmoderna de género,
surgida en el seno del modelo igualitarista, -y que posteriormente se desarrollo y enriqueció
con variadas aportaciones-, no sería la única, ni la primera acepción de este término.
4
Aparisi, A., (2012)
-
-mujer, en
http://dikaion.unisabana.edu.co/index.php/dikaion/article/view/2896/3116
5
Frente a dicha concepción se propone, como alternativa, el modelo de la complementariedad y
corresponsabilidad varón-mujer. Dicho modelo pretende hacer compatibles las categorías de
la igualdad y la diferencia entre varón y mujer, sin que ninguna de ellas lesione a la otra. Por
ello, en este contexto se puede justificar una noción de género en la que se intenten integrar,
armónicamente, en la identidad sexual del ser humano, aspectos biológicos y culturales, sin
oposición entre ellos5.
Por una Fundamentación antropológica
El siglo XX ha sido testigo de grandes esfuerzos llevados a cabo por otorgar a la mujer un
puesto reconocido en la sociedad. Desde los primeros intentos por proporcionar a la mujer la
oportunidad de participar en la vida social hasta las actuales teorías de reivindicación de los
llamados “derechos femeninos” se han ido gestando diversos modos de comprensión del ser
humano y de entender la igualdad de los sexos. No todos ellos, sin embargo, han logrado su
objetivo, esto es, la promoción de la mujer en cuanto persona en el contexto social. No es
nuestro interés ahondar en los distintos modelos propuestos ni en los motivos de su
adecuación o fracaso. El propósito de este trabajo es ofrecer una base antropológica que
pudiera orientar un modelo de auténtica promoción de la mujer en el contexto social actual.
En los últimos veinticinco años, la presencia y participación de la mujer en la vida social,
económica, cultural y política han aumentado gradualmente en todo el mundo. Pero al mismo
tiempo hemos asistido al crecimiento de una grave crisis antropológica mundial, que ha
mostrado cómo los hombres de nuestro tiempo padecen un “extraño odio de sí mismos”, que
se traduce en las múltiples expresiones de malestar que están a la vista de todos.
Desde la óptica personalista, a partir de la cual desarrollaremos nuestra visión del ser humano,
se comprende que hombre y mujer son iguales en dignidad aunque son evidentes ciertas
diferencias. Se entiende que el ser humano es plenamente completo sólo en el hombre y en la
mujer, considerados estos conjuntamente. Se habla así de la persona como ser sexuado; varón
y mujer son dos modos diversos de ser persona 6. Consideramos que en este marco teórico
pueden fundamentarse las razones de la igualdad ontológica entre hombres y mujeres así
como de sus innegables diferencias biológicas y psicológicas sin lo cual sería vano todo
esfuerzo por conciliar la igualdad entre hombre y mujer.
La complementariedad implica la inadecuación de imponer un modelo, ya sea masculino o
femenino, de actuación. Varones y mujeres tenemos un modo distinto de construir la
sociedad. De lo que se trata, como indica Castilla, "es de que cada sexo no imite, sino que
aprenda del otro, encarnando, las virtudes, en definitiva, lo que éste tiene de positivo". Cada
persona, ya sea masculina o femenina, debe "abrirse" a la contemplación del bien en los
demás y desarrollarlo en su propia existencia. Para ello, puede tomarse como referente la
actitud más genuinamente humana: la capacidad de servicio a los otros.
5
6
Cfr. Idem
Burgos, J.M. (2009). Reconstruir la persona. Ensayos personalistas. Madrid: Palabra.
6
Sólo partiendo de las bases antropológicas adecuadas, es posible captar la profundidad de la
dignidad y misión de las mujeres. En efecto, únicamente yendo a la raíz del ser personal del
hombre y la mujer, lo cual implica identidad y diferencia, es posible considerar a la mujer
como un ser que es “otro” y no puramente “otra cosa” 7.
Uno de los aspectos prioritarios de la antropología integral contenida en la enseñanza de Juan
Pablo II está constituido por su reflexión sobre la relación entre el hombre y la mujer. El Papa
comienza con una serie de consideraciones sobre las dos descripciones de la creación del
Génesis (Gen 1, 27 y Gen 2, 18-25), las cuales convergen en la afirmación según la cual es
hombre está hecho “a imagen y semejanza de Dios”, afirmación que llama “la base de la
antropología” (MD, 6). Mulieris dignitatem sostiene que “el hombre no puede existir ‘solo’
(Gen 2, 18); únicamente puede existir solo como ‘unidad de los dos’ y por consiguiente en
relación con otra persona humana... Por lo tanto ser persona a imagen y semejanza de Dios
implica asimismo existir en una relación, en relación con el otro ‘yo’” (MD, 7). La pareja
hombre-mujer se manifiesta de este modo como expresión del principio ontológico de la
unidad dual, de acuerdo con el cual la unidad siempre se presenta en una realidad contingente
dentro de una polaridad intrínseca (esto también es válido para el alma y el cuerpo y para el
individuo y la comunidad) 8.
Las políticas contemporáneas sobre el papel del hombre y la mujer a menudo tratan a ambos
del mismo modo, y a esto se le llama igualdad. Estas políticas han llevado a la mujer a lograr
muchos progresos en el mundo del trabajo, pero no se ha tomado en cuenta la diferencia.
Consideramos que en este marco teórico pueden fundamentarse las razones de la igualdad
ontológica entre hombres y mujeres así como de sus innegables diferencias biológicas y
psicológicas sin lo cual sería vano todo esfuerzo por conciliar la igualdad entre hombre y
mujer.
El hombre existe siempre y únicamente como ser masculino o femenino. No existe hombre
alguno (ni mujer) que pueda ser solo por sí mismo la totalidad del hombre. Siempre tiene ante
sí la otra forma de ser humano, inaccesible para él. De este modo, descubrimos en la relación
entre el hombre y la mujer el carácter contingente de la criatura humana: el “yo” necesita al
otro y depende de aquel para su realización. Así, la dualidad de “género” masculino y
femenino se presenta a la vez como una realidad interna y externa del “yo”; o más bien dicho,
el “yo” registra dentro de sí mismo una carencia que lo abre a un ser “fuera de sí mismo”. Es
en este contexto donde surge la reflexión sobre el principio de un compañero (entendido no en
forma unilateral, sino recíproca). Esta contingencia no sólo identifica los límites del hombre,
sino también su capacidad de autotrascendencia en el descubrimiento del otro fuera de sí
mismo como positivo para él mismo. En este sentido, la contingencia revela que el hombre, al
igual que toda criatura, es una señal: no es puramente un individuo (identidad), sino también
una persona (relación/diferencia) 9.
7
Scola, A. La dignidad y misión de las mujeres, en Revista Humanitas, nº 46.
Cfr. Idem.
9
Cfr. Idem.
8
7
Esta comprensión personalista del ser humano hunde sus raíces en la llamada antropología
adecuada, de K Wojtyla-Juan Pablo II10 (que está presente en la Biblia)11 y “busca
comprender e interpretar al hombre en lo que es esencialmente humano” 12 la cual “se apoya
sobre la experiencia esencialmente humana oponiéndose al reduccionismo de tipo
naturalista”13. Siguiendo su planteamiento y sintetizando la aportación que ofrece, esta visión
explica al ser humano en su realidad integral considerando que la naturaleza humana es la
unidad compleja de sus dimensiones somática, psíquica y espiritual. Lo verdaderamente
humano no es la suma de ellas sino la integración de ambas.
En cuanto a la igualdad esencial entre varón y mujer, ambos son del mismo modo
humanos, comparten la misma naturaleza humana, imagen y semejanza de Dios 14. La
dignidad de todos los seres humanos se explica por tener el mismo origen y participar
misma naturaleza. Junto a la evidencia de la igualdad, sobreviene la de la diversidad
hombre y mujer15.
seres
igual
de la
entre
El planteamiento ofrecido por la antropología adecuada se corresponde con las evidencias
aportadas por las ciencias experimentales16 las cuales muestran los dos elementos que
constituyen la determinación radical presente en el ser humano. Por una parte, la necesaria
vinculación de cada existencia personal con la pareja humana (varón y mujer) y, por otro, la
diferenciación sexual, la cual está presente desde el origen del ser y se muestra en todas las
células de su organismo constituyendo el punto de arranque de todo su particular desarrollo.
La diferenciación sexual, por todo ello supone un dato originario y totalmente original de la
persona humana.
10
Desde el comienzo Juan Pablo II despliega las bases antropológicas y teológicas de la dignidad y
misión de las mujeres. Dos documentos muy importantes han sido dedicados específicamente a una
reflexión sobre las mujeres –Mulieris dignitatem (=MD) (1988) y Carta a las mujeres (1995)–. En la
carta apostólica Mulieris dignitatem, encontramos la expresión más orgánica del pensamiento del Papa
sobre este tema. Por consiguiente, constituye el principal punto de referencia. A su vez, Mulieris
dignitatem debe leerse en el contexto de la famosa Catequesis del Miércoles sobre la teología del
cuerpo, ya que separada de dicho contexto, no se manifestaría plenamente la riqueza de la carta.
11
Juan Pablo II Audiencias de los miércoles, Relatos del Génesis acerca de la creación del hombre.
12
Juan Pablo II (2000). Hombre y mujer los creó. Madrid: Cristiandad. p. 116
13
Ídem, nota a pie
14
Gen 1,27: “Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y
hembra los creó”.
15
Gen, 2,18-24: “Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda
idónea […] Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al
hombre. Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada
mujer, porque del hombre fue tomada”.
16
Diversos estudios científicos sobre la identidad y diversidad sexual, entre otros: Kimura, D. (1992).
Cerebro de varón y cerebro de mujer. En Investigación y Ciencia, 194; Castilla, B. (1996). La
complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis. En Documentos del Instituto de Ciencias para la
Familia, 13. Madrid: Rialp; Giménez, J.M. (2008). Cerebro y diferencias sexuales mujer-varón. En
Mujer y varón, ¿misterio o autoconstrucción? Madrid: Madrid, Universidad Francisco de Vittoria,
CEU, Universidad Católica San Antonio, 199-235.
8
La postura adoptada que guiará las posteriores reflexiones acerca de la mujer y su papel en la
sociedad será, pues, la de “una radical reivindicación de la igualdad con el hombre unida a
una similar reivindicación de su diversidad”17. Diversidad entendida como aquellas
particulares características enraizadas en la naturaleza que marcan un modo propio de estar en
el mundo y de construir su personal proyecto de realización humana. Consideramos que el
punto de partida de toda propuesta de promoción de la mujer ha de asentarse sobre la
evidencia de la intrínseca diversidad en la igualdad.
La solidaridad entre marido y mujer en la familia, entre hombre y mujer en la sociedad, es
esencial para que su colaboración sea fecunda. Una lucha interminable entre ellos no llevará a
la liberación de la mujer. Una antropología que ignore las diferencias entre los sexos, deja a la
mujer en la no envidiable situación de tratar de imitar la conducta masculina o de gastar sus
energías en el vano intento de transformar al hombre en pseudo-mujer18. Una mujer que
comprenda y acepte las diferencias entre los sexos es libre de colaborar con el hombre, sin
poner en peligro su originalidad personal19.
El hombre (varón y mujer) como persona y don
Cada persona es única e irrepetible. Su naturaleza incluye la facultad de autodeterminación
basada en la reflexión, facultad que se manifiesta en el hecho de que actuando el hombre elige
lo que quiere hacer –es libre–. El hombre por estar dotado de libertad es también dueño de sí
mismo –es incomunicable e inalienable–20.La persona además tiene otra importante
característica su apertura hacia los demás 21. Esta característica significa que la persona es
radicalmente un ser para otro. Un ser que no puede ser él mismo sin los demás. Y un ser que
no puede ser él mismo sino para los demás, necesita encontrarse frente a otro para captar
plenamente la propia naturaleza e identidad. Precisamente porque en la confrontación con el
otro consigue captar con mayor hondura lo igual y lo desemejante, lo común y lo singular.
Puedo entender plenamente mi yo, no frente al cosmos, sino frente a otro a quien puedo
reconocer como otro yo. Necesito del otro para reconocerme, y también para desarrollar
capacidades que no podría desplegar por mí mismo; para aumentar mis posibilidades de
acción con su conocimiento, con su ejemplo y con su contraste. Pero sobre todo necesito del
otro porque necesito reconocer en él ese algo absoluto que reclamo para mi propia dignidad.
Burgos, J.M. (2013). El “genio” femenino según Karol Wojtyla/Juan Pablo II. En L. Jiménez
(coord.) El hombre, ¿fruto o producto? XIV Curso de Antropología filosófica. Seminario de
Pensamiento “Ángel González Álvarez”. Madrid: Fundación Universitaria Española.
18
Cfr. Janne Haaland Matláry, El tiempo de las mujeres: notas para un nuevo feminismo, Rialp, 2000
19
O’Leary, D., Corrientes de pensamiento que impiden la promoción de la mujer, L’Osservatore
Romano, nº 47, el 19 de noviembre de 2004.
20
Ver sobre todo: Amore e responsabilitá (1960) Persona e atto (1969), Trascendenza della persona
nell’agire e autoteleologia dell’uomo (1976), Il problema del costituirsi della cultura attraverso la
“praxis” umana (1977).
21
Cavalotti, R., y Ferrer, P., Trabajo-familia: un enfoque diferente, Presentado a la 16ª Conferencia
Anual de Ética, Economía y Dirección (EBEN-España), Madrid, 24-25 de octubre de 2008.
17
9
Por su dignidad, en las relaciones humanas la persona debe ser tratada siempre y sólo como
«fin» y nunca como «medio».
La comunión interpersonal fundada ontológicamente está significada originariamente por la
sexualidad humana, por el hecho de que la persona humana es varón o mujer. Ser varón o
mujer no es algo convencional, sino un hecho físico-biológico que es portador de una realidad
personal. Es un hecho que dice precisamente con su lenguaje una verdad esencial de la
persona. La persona, unidad sustancial de alma y cuerpo, es la “existencia creada para ser
don”. El cuerpo humano, con su masculinidad y feminidad, manifiesta la comunión de
personas.
Los estudios sobre la diferencia, la reciprocidad, la complementariedad y comunión
ontológicas de varón y mujer son todavía escasos. Edith Stein (1891-1942)22 y Karol Wojtyła
(1920-2005) fueron pioneros en su afirmación23. Según él entre varón y mujer hay una
«unidualidad relacional». Éstas son sus palabras:
«En su reciprocidad, en su común tarea de dominar y someter la tierra, la mujer y el hombre
no reflejan una igualdad estática y uniforme, y ni siquiera una diferencia abismal e
inexorablemente conflictiva: su relación más natural, de acuerdo con el designio de Dios, es la
“unidad de los dos”, o sea una “unidualidad” relacional, que permite a cada uno sentir la
relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizador» 24 .
Esta “unidualidad” de la que procede la familia tiene también consecuencias en el mundo
laboral y cultural. Así lo afirma Juan Pablo II en el mismo lugar: «A esta “unidad de los dos”
confía Dios no sólo la obra de la procreación y la vida de la familia, sino la construcción
misma de la historia. (...) Es una aportación, ante todo, de naturaleza espiritual y cultural, pero
también socio-política y económica» .
En conclusión podemos decir que de esa complementariedad en el ser deriva también una
complementariedad en la acción en todos los ámbitos en el que se desarrolla la vida de
hombres y mujeres, especialmente para lo que nos interesa: en la familia, en el trabajo y en las
instituciones.
«En todos los ámbitos, varón y mujer están llamados a aceptarse mutuamente y a construir
juntos un mundo habitable. Este mundo llegará a su plenitud en el momento en que ambos
sexos le entreguen armónicamente su contribución específica. Ésta es una meta muy bella,
pero no es fácil alcanzarla»25 .
22
Edith Stein, nació en Breslau (ahora Wroclaw), en 1891, de padres judíos. Fue la última de once
hijos. A los 21 años entró en la Universidad de Gottingen y se doctoró en Filosofía con Edmund
Husserl (fundador de la Fenomenología), del cual fue asistente. En el 1922 se bautizó católica e
ingresó al Carmelo en 1934. Escribió mucho de filosofía y teología, nuca dejó de ser fenomenologista.
Murió en 1942 en el campo de concentración de Auschwitz.
23
Cfr.: Amor y responsabilidad, Varón y mujer, Carta a las mujeres y Mulieris dignitatem.
24
JUAN PABLO II, Cartas a las mujeres, 8.
25
Burggraf, J., La mujer en la sociedad, cit.
10
En esta aproximación a la realidad de la persona según el personalismo ya hemos encontrado
unos principios útiles para la conciliación trabajo-familia.
Desde la comprensión adecuada de las diferencias enraizadas en la propia dignidad del ser
humano se puede vislumbrar el sentido y la necesidad de su cooperación y
complementariedad en los diversos ámbitos de desarrollo humano, tanto el socio-laboral
como el familiar y educativo. La propuesta de feminismo de la complementariedad26 puede
servir para orientar la pretendida conciliación de hombres y mujeres en la época actual. En
esta línea podemos encontrar abundantes estudios27.
El carácter de unicidad e irrepetibilidad unido al de apertura/entrega de cada persona nos dice
que cada hombre está llamado a ocupar un lugar propio en el mundo, tanto en el mundo
familiar como en el profesional. Cada persona está llamada a plenificar su ser, en una
donación que le lleva a darse en ese espacio propio que le está reservado, y lo reclama, porque
lo necesita. Es de capital importancia para sí y para los demás descubrir el propio don y el
propio “espacio ontológico”. A este descubrimiento se llega a través de la reflexión y
teniendo en cuenta la relación con los demás.
En la plenificación del propio ser entra en juego la libertad de la persona, y por tanto un punto
de inflexión de partida sería ¿puede la mujer elegir? De los datos sociológicos tratados en esta
investigación se demuestra que el “techo de cristal” no es un razonamiento absoluto. La escala
de prioridades entre el crecimiento personal y profesional la mujer tiende a priorizar el
crecimiento personal y familiar respecto al profesional.
26
Aparisi, A. y Ballesteros, J. Por un feminismo de la complementariedad: nuevas perspectivas para la
familia y el trabajo. Navarra: EUNSA, 2002.
27
euil, Paris 1974. O’Leary, D., El
feminismo de género. Corrientes de pensamiento que impiden la promoción de la mujer.
L’Osservatore Romano, nº 47, el 19 de noviembre de 2004. Janne Haaland Matlary El hombre y la
mujer en la familia, en la sociedad y en la política L’Osservatore Romano, nº 53, el 31 de diciembre
de 2004.
11
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