Crecimiento profesional y competitividad diferenciada. Una fundamentación antropológica. Pilar Conesa García, [email protected] Profesora Universidad Politécnica de Valencia Pilar Ferrer Rodríguez Profesora Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir [email protected] 0 Abstract En nuestro trabajo partiremos del papel de la mujer en la empresa en la actualidad poniendo de relieve su diferencia en relación al varón; pondremos de manifiesto la dificultad de hablar solo de género y la necesidad de hacer una fundamentación antropológica de la complementariedad. El propósito de este estudio es ofrecer una base antropológica que pueda orientar un modelo de auténtica promoción de la mujer en el contexto social actual. De la complementariedad en el ser deriva también una complementariedad en la acción en todos los ámbitos en que se desarrolla la vida de hombres y mujeres, y por tanto se trata de llegar a unos principios útiles para la conciliación trabajo-familia. En cuanto a la metodología partimos de datos sociológicos apoyados en distintos autores, para llegar a una fundamentación antropológica de la diferencia desde el personalismo. 1 “Si el siglo XXI funciona, será porque la mujer tendrá una participación cada vez mayor en la organización de la sociedad, que está en un estado deplorable, mal pensada, y cargando con las consecuencias de un racionalismo decadente y absurdo. Pero esta misión será sólo aceptada por las mujeres si no lleva a su deshumanización, si no pierden su feminidad, porque la mujer es el núcleo de la familia, y ésta, la base de la sociedad“ 1. Prof. Dr. Juan Antonio Pérez López (1995) Introducción El entorno empresarial es cada día más complejo y cambiante, por lo que solo la empresa innovadora podrá sobrevivir. En las últimas décadas se observa un cambio radical en la cultura de la empresa que prima la flexibilidad, el trabajo en equipo y la colaboración. Se trata de una empresa que busca compatibilizar la satisfacción de distintos stakeholders (trabajadores, proveedores, clientes, sociedad...) y se le demanda que asuma su responsabilidad con el medio ambiente y con el progreso de la sociedad. Se necesitan equipos directivos creativos, que lideren la innovación y puedan comprender las necesidades de un mercado cada día más femenino, e incluso anticiparse a las mismas, ofreciendo constantemente nuevos productos y servicios. En esta nueva empresa los talentos atribuidos típicamente a las mujeres, como son la flexibilidad y la capacidad de escucha y comunicación adquieren un papel protagonista. Las empresas valoran “la competitividad, la cooperación y la resolución” pero no desean “que se dejen llevar por las emociones ni el afán de manipular” (Traves, Brockbanck y Tomlinson, 1997). Y se produce un reequilibrio hacia nuevos valores antes considerados femeninos, y hacia la diversidad en sentido amplio (Claes, 1999). Como parte de la adaptación al cambio que se requiere para la empresa en el futuro, es necesario equilibrar los sistemas racional e intuitivo en la dirección de empresas. Las mujeres poseen desde la infancia una tendencia innata a la comunicación interpersonal, y en líneas generales, de un modo más acusado que en los hombres, su atención especial hacia la persona, como hecho derivado de su condición física y psíquica orientada a la maternidad. “Por otra parte, las mujeres tienden a actuar según un proceso mental más integral. Les es más difícil separar sus sentimientos de su trabajo, lo que significa que toman decisiones que implican toda su personalidad. Para expresarlo llanamente, ellas siguen siendo más humanas que los hombres, precisamente porque no están tan divididas en su forma de pensar” 1. 1 Cfr. Chinhilla, Nuria y otros, El papel de la mujer en la empresa,2004 2 Consideramos de relevancia destacar el informe titulado “La mujer directiva” dirigido por la Dra M. Moragas Freixa2 incidiendo en la complementariedad entre directivos y directivas. Directivos y directivas se complementan con sus distintos estilos de dirección. Son diferentes en la forma de comunicar, resolver conflictos, tomar decisiones, plantear unas estrategias y llevar a cabo un plan de acción. El hombre genera alternativas, fija objetivos y es racional. Puede tomar decisiones más fácilmente. La mujer evalúa más alternativas y determina las políticas. En los equipos mixtos emerge más la creatividad y la emprendeduría que llevan a la innovación y al crecimiento económico. Directivos y directivas aprenden unos de otros y aportan opiniones a veces distintas. De la misma manera que las directivas han aprendido estilos de dirección masculinos ampliando así su forma de dirigir, los directivos aprenden también de ellas en la medida en que su presencia es más numerosa en los órganos directivos. El estilo directivo masculino está marcado porque es más competitivo. Los hombres tienden a dirigir solos y a no delegar. Son menos comunicativos y más agresivos, menos empáticos y sensibles para establecer relaciones interpersonales. Importa lo que puede ser medido y contado. El beneficio económico es lo más importante. Son competentes anticipando consecuencias de las alternativas de acción. Es preciso pasar de la visión que contempla al hombre y a la mujer luchando por el poder o al de una igualdad utópica, al que valora su complementariedad. La mujer es pionera en humanización, porque su potencial de ser madre pesa en su toma de decisiones: trata de escuchar, entender al otro, anticipar sus necesidades y valorarlas. Pero, la construcción de un nuevo paradigma debe ser obra de los dos. Hombre y mujer son dos modos de “ser persona”, iguales a nivel antropológico. Pero tienen diferencias biológicas y psicológicas como el modo de percibir y conocer la realidad. No son uniformes en todo, sino distintos y complementarios. La diferencia entre hombres y mujeres proviene ya de su distinto cerebro, que les lleva a percibir y enfocar las cosas de manera distinta. (Estudios procedentes de la neurociencia señalan que los seres humanos tienen un cerebro que es plástico y se moldea a medida que pasa el tiempo, incorporando su vida a él. El cerebro es masculino o femenino ya en estado embrionario. En él tienen gran importancia las hormonas. Los dos hemisferios cerebrales funcionan de forma diferente, pero coordinados. Hombre y mujer no usan las mismas áreas del encéfalo para resolver tareas. Usan distintas estrategias para la solución de un problema, pudiendo lograr el mismo rendimiento. El cerebro masculino tiene una mayor orientación espacial, con áreas concretas lateralizadas, como la geometría y las matemáticas. Está más predispuesto a la sistematización. Su lenguaje son los datos, los números y la información. El cerebro femenino es capaz de captar la realidad sin razonamiento. Posee mayor fluidez verbal (más conexiones entre lóbulo izquierdo y derecho) y usa más áreas del cerebro). 2 http://www.catdem.org/cat/downloads2/20.-020_informe_moragas_es.pdf 3 Según el estudio basado en un cuestionario contestado por 145 directivas 3 y que se realizó en marzo de 2003 en el Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE; - El ámbito sobre el que la mujer ha ejercido tradicionalmente su influencia, la familia, es un foco de equilibrio y de satisfacción. Reconocen que la vida familiar equilibra su vida en general, incluido el enfoque que le dan al trabajo, a pesar de que las obligaciones derivadas de la familia le hagan vivir con la sensación permanente de doble jornada. Estos resultados se confirman en estudios tan distanciados en el tiempo como el realizado por la Universidad de Michigan en el año 1982 y el elaborado en el IESE en el 2002. En el primero se concluye que la multiplicidad de roles fortalece la salud, da seguridad, recursos y autoestima al individuo. Todo ello incide directamente en su competencia profesional. En el segundo estudio se adelanta que no son los factores externos los generadores de mayor conflicto, ni las políticas o ayudas (aunque contribuyan y alivien) las que solucionan el problema, sino el modo peculiar de conciliar trabajo-familia. Las mujeres con doble jornada, a pesar de sentir la sobrecarga no por ello confiesan una mayor insatisfacción en su vida. - Las competencias de desarrollo personal, tan necesarias en la actualidad cuando la empresa atraviesa una crisis de confianza, no se obtienen de un modo similar a las competencias técnicas o profesionales. Provienen del mundo personal de valores y se desarrollan especialmente en un ámbito de relaciones desinteresado como es la familia. - Las mujeres en general sienten que dan más de lo que reciben en el mundo profesional. - No hay falta de ambición (rara vez se abandona el ejercicio profesional), ni de seguridad (el éxito se atribuye fundamentalmente al esfuerzo personal), pero sí un cierto reproche implícito a la ausencia de ayudas por parte de la empresa, el Estado y los mentores profesionales. Son creativas a la hora de resolver el conflicto cuando lo hay. Aunque el 60% reorienta su carrera profesional en otra empresa, destaca un 27% que crea su propia empresa y un 12% que se establece como autónoma. - La mayor humanización que pueden aportar al mundo laboral, a su puesto de trabajo y a la tarea de dirección es precisamente demostrar que el trabajo es un valor compartido en su vida con otros intereses, fundamentalmente la vida familiar. La conciliación trabajofamilia, aunque recae también en el varón, adopta en ella unas especiales características derivadas de la maternidad. En este sentido la mujer puede desempeñar una cierta función educativa con los varones y crear una cultura laboral eficiente y productiva, pero alejada de la adicción al trabajo, evitando así algunos de los vicios modernos de la entrega al trabajo por encima de todo. - Tal como demuestran las sinergias entre trabajo y familia en el ámbito de las competencias directivas, el resultado es beneficioso principalmente en las competencias más difíciles de “aprender” técnicamente o de implantar por cauces “formales” como son las de 3 Cfr. El papel de la mujer en la Empresa 2004. 4 desarrollo personal y las intratégicas. Estos datos sociológicos evidencian la necesidad de una fundamentación antropológica que intentaremos poner de relieve a lo largo de este escrito. ¿Hablar de género o de complementariedad? El término género se ha instalado en el discurso antropológico, social, político y legal contemporáneo, según ha puesto de manifiesto la profesora Aparisi 4. Se ha integrado en el lenguaje académico, en las normas jurídicas y, fundamentalmente, desde 1995, en muchos documentos y programas de Naciones Unidas. Se trata de un vocablo polisémico que, desde antiguo, ha designado la diferencia biológica de los sexos. Asimismo, ha sido empleado en lógica, en filosofía y en lingüística (distinguía palabras masculinas, femeninas o neutras). También se ha utilizado para referirse a la humanidad (género humano) o, en general, para apelar a una categoría conceptual que agrupa individuos o cosas con similares características relevantes. A partir de los años sesenta del siglo pasado fue usado, con resultados positivos, en la lucha contra la discriminación de la mujer. En este ámbito resultó muy útil para explicar que, en los distintos roles femenino y masculino, existen algunos elementos propios de la realidad biológica humana y otros construidos histórica y socialmente. En esta línea, con la expresión género se quiso significar que el ser humano supera la biología, en el sentido de que, en la conformación y desarrollo de la identidad sexual, poseen, asimismo, mucha importancia la educación, la cultura y la libertad. Sin embargo, desde hace algunos años, el término género ha evolucionado, en su uso antropológico, hacia posiciones mucho más radicales y ambiguas. Ello se advierte, de una manera muy clara, en las teorías de género elaboradas en algunos de los programas especialmente en el ámbito anglosajón. Como ya se ha indicado, la palabra género presuponía, inicialmente, la base biológica de la diferencia sexuada. Por el contrario, dichos estudios han tendido a suplantar dicha biología, hasta llegar a ignorarla o abolirla. Llegamos así a la denominada teoría postfeminista de género o “ideología de género”. Su característica más importante será la disociación radical entre las categorías de sexo (biología) y género (cultura, libertad). Desde esta perspectiva, el género se caracteriza, fundamentalmente, por su radical autonomía con respecto al dato biológico, por su elaboración al margen de todo presupuesto empírico o natural. Existen varios modelos de relación sexo-género, que se han sucedido a lo largo de la historia, y que coexisten en la actualidad. En consecuencia, la acepción postmoderna de género, surgida en el seno del modelo igualitarista, -y que posteriormente se desarrollo y enriqueció con variadas aportaciones-, no sería la única, ni la primera acepción de este término. 4 Aparisi, A., (2012) - -mujer, en http://dikaion.unisabana.edu.co/index.php/dikaion/article/view/2896/3116 5 Frente a dicha concepción se propone, como alternativa, el modelo de la complementariedad y corresponsabilidad varón-mujer. Dicho modelo pretende hacer compatibles las categorías de la igualdad y la diferencia entre varón y mujer, sin que ninguna de ellas lesione a la otra. Por ello, en este contexto se puede justificar una noción de género en la que se intenten integrar, armónicamente, en la identidad sexual del ser humano, aspectos biológicos y culturales, sin oposición entre ellos5. Por una Fundamentación antropológica El siglo XX ha sido testigo de grandes esfuerzos llevados a cabo por otorgar a la mujer un puesto reconocido en la sociedad. Desde los primeros intentos por proporcionar a la mujer la oportunidad de participar en la vida social hasta las actuales teorías de reivindicación de los llamados “derechos femeninos” se han ido gestando diversos modos de comprensión del ser humano y de entender la igualdad de los sexos. No todos ellos, sin embargo, han logrado su objetivo, esto es, la promoción de la mujer en cuanto persona en el contexto social. No es nuestro interés ahondar en los distintos modelos propuestos ni en los motivos de su adecuación o fracaso. El propósito de este trabajo es ofrecer una base antropológica que pudiera orientar un modelo de auténtica promoción de la mujer en el contexto social actual. En los últimos veinticinco años, la presencia y participación de la mujer en la vida social, económica, cultural y política han aumentado gradualmente en todo el mundo. Pero al mismo tiempo hemos asistido al crecimiento de una grave crisis antropológica mundial, que ha mostrado cómo los hombres de nuestro tiempo padecen un “extraño odio de sí mismos”, que se traduce en las múltiples expresiones de malestar que están a la vista de todos. Desde la óptica personalista, a partir de la cual desarrollaremos nuestra visión del ser humano, se comprende que hombre y mujer son iguales en dignidad aunque son evidentes ciertas diferencias. Se entiende que el ser humano es plenamente completo sólo en el hombre y en la mujer, considerados estos conjuntamente. Se habla así de la persona como ser sexuado; varón y mujer son dos modos diversos de ser persona 6. Consideramos que en este marco teórico pueden fundamentarse las razones de la igualdad ontológica entre hombres y mujeres así como de sus innegables diferencias biológicas y psicológicas sin lo cual sería vano todo esfuerzo por conciliar la igualdad entre hombre y mujer. La complementariedad implica la inadecuación de imponer un modelo, ya sea masculino o femenino, de actuación. Varones y mujeres tenemos un modo distinto de construir la sociedad. De lo que se trata, como indica Castilla, "es de que cada sexo no imite, sino que aprenda del otro, encarnando, las virtudes, en definitiva, lo que éste tiene de positivo". Cada persona, ya sea masculina o femenina, debe "abrirse" a la contemplación del bien en los demás y desarrollarlo en su propia existencia. Para ello, puede tomarse como referente la actitud más genuinamente humana: la capacidad de servicio a los otros. 5 6 Cfr. Idem Burgos, J.M. (2009). Reconstruir la persona. Ensayos personalistas. Madrid: Palabra. 6 Sólo partiendo de las bases antropológicas adecuadas, es posible captar la profundidad de la dignidad y misión de las mujeres. En efecto, únicamente yendo a la raíz del ser personal del hombre y la mujer, lo cual implica identidad y diferencia, es posible considerar a la mujer como un ser que es “otro” y no puramente “otra cosa” 7. Uno de los aspectos prioritarios de la antropología integral contenida en la enseñanza de Juan Pablo II está constituido por su reflexión sobre la relación entre el hombre y la mujer. El Papa comienza con una serie de consideraciones sobre las dos descripciones de la creación del Génesis (Gen 1, 27 y Gen 2, 18-25), las cuales convergen en la afirmación según la cual es hombre está hecho “a imagen y semejanza de Dios”, afirmación que llama “la base de la antropología” (MD, 6). Mulieris dignitatem sostiene que “el hombre no puede existir ‘solo’ (Gen 2, 18); únicamente puede existir solo como ‘unidad de los dos’ y por consiguiente en relación con otra persona humana... Por lo tanto ser persona a imagen y semejanza de Dios implica asimismo existir en una relación, en relación con el otro ‘yo’” (MD, 7). La pareja hombre-mujer se manifiesta de este modo como expresión del principio ontológico de la unidad dual, de acuerdo con el cual la unidad siempre se presenta en una realidad contingente dentro de una polaridad intrínseca (esto también es válido para el alma y el cuerpo y para el individuo y la comunidad) 8. Las políticas contemporáneas sobre el papel del hombre y la mujer a menudo tratan a ambos del mismo modo, y a esto se le llama igualdad. Estas políticas han llevado a la mujer a lograr muchos progresos en el mundo del trabajo, pero no se ha tomado en cuenta la diferencia. Consideramos que en este marco teórico pueden fundamentarse las razones de la igualdad ontológica entre hombres y mujeres así como de sus innegables diferencias biológicas y psicológicas sin lo cual sería vano todo esfuerzo por conciliar la igualdad entre hombre y mujer. El hombre existe siempre y únicamente como ser masculino o femenino. No existe hombre alguno (ni mujer) que pueda ser solo por sí mismo la totalidad del hombre. Siempre tiene ante sí la otra forma de ser humano, inaccesible para él. De este modo, descubrimos en la relación entre el hombre y la mujer el carácter contingente de la criatura humana: el “yo” necesita al otro y depende de aquel para su realización. Así, la dualidad de “género” masculino y femenino se presenta a la vez como una realidad interna y externa del “yo”; o más bien dicho, el “yo” registra dentro de sí mismo una carencia que lo abre a un ser “fuera de sí mismo”. Es en este contexto donde surge la reflexión sobre el principio de un compañero (entendido no en forma unilateral, sino recíproca). Esta contingencia no sólo identifica los límites del hombre, sino también su capacidad de autotrascendencia en el descubrimiento del otro fuera de sí mismo como positivo para él mismo. En este sentido, la contingencia revela que el hombre, al igual que toda criatura, es una señal: no es puramente un individuo (identidad), sino también una persona (relación/diferencia) 9. 7 Scola, A. La dignidad y misión de las mujeres, en Revista Humanitas, nº 46. Cfr. Idem. 9 Cfr. Idem. 8 7 Esta comprensión personalista del ser humano hunde sus raíces en la llamada antropología adecuada, de K Wojtyla-Juan Pablo II10 (que está presente en la Biblia)11 y “busca comprender e interpretar al hombre en lo que es esencialmente humano” 12 la cual “se apoya sobre la experiencia esencialmente humana oponiéndose al reduccionismo de tipo naturalista”13. Siguiendo su planteamiento y sintetizando la aportación que ofrece, esta visión explica al ser humano en su realidad integral considerando que la naturaleza humana es la unidad compleja de sus dimensiones somática, psíquica y espiritual. Lo verdaderamente humano no es la suma de ellas sino la integración de ambas. En cuanto a la igualdad esencial entre varón y mujer, ambos son del mismo modo humanos, comparten la misma naturaleza humana, imagen y semejanza de Dios 14. La dignidad de todos los seres humanos se explica por tener el mismo origen y participar misma naturaleza. Junto a la evidencia de la igualdad, sobreviene la de la diversidad hombre y mujer15. seres igual de la entre El planteamiento ofrecido por la antropología adecuada se corresponde con las evidencias aportadas por las ciencias experimentales16 las cuales muestran los dos elementos que constituyen la determinación radical presente en el ser humano. Por una parte, la necesaria vinculación de cada existencia personal con la pareja humana (varón y mujer) y, por otro, la diferenciación sexual, la cual está presente desde el origen del ser y se muestra en todas las células de su organismo constituyendo el punto de arranque de todo su particular desarrollo. La diferenciación sexual, por todo ello supone un dato originario y totalmente original de la persona humana. 10 Desde el comienzo Juan Pablo II despliega las bases antropológicas y teológicas de la dignidad y misión de las mujeres. Dos documentos muy importantes han sido dedicados específicamente a una reflexión sobre las mujeres –Mulieris dignitatem (=MD) (1988) y Carta a las mujeres (1995)–. En la carta apostólica Mulieris dignitatem, encontramos la expresión más orgánica del pensamiento del Papa sobre este tema. Por consiguiente, constituye el principal punto de referencia. A su vez, Mulieris dignitatem debe leerse en el contexto de la famosa Catequesis del Miércoles sobre la teología del cuerpo, ya que separada de dicho contexto, no se manifestaría plenamente la riqueza de la carta. 11 Juan Pablo II Audiencias de los miércoles, Relatos del Génesis acerca de la creación del hombre. 12 Juan Pablo II (2000). Hombre y mujer los creó. Madrid: Cristiandad. p. 116 13 Ídem, nota a pie 14 Gen 1,27: “Creó pues Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó”. 15 Gen, 2,18-24: “Y el Señor Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea […] Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada”. 16 Diversos estudios científicos sobre la identidad y diversidad sexual, entre otros: Kimura, D. (1992). Cerebro de varón y cerebro de mujer. En Investigación y Ciencia, 194; Castilla, B. (1996). La complementariedad varón-mujer. Nuevas hipótesis. En Documentos del Instituto de Ciencias para la Familia, 13. Madrid: Rialp; Giménez, J.M. (2008). Cerebro y diferencias sexuales mujer-varón. En Mujer y varón, ¿misterio o autoconstrucción? Madrid: Madrid, Universidad Francisco de Vittoria, CEU, Universidad Católica San Antonio, 199-235. 8 La postura adoptada que guiará las posteriores reflexiones acerca de la mujer y su papel en la sociedad será, pues, la de “una radical reivindicación de la igualdad con el hombre unida a una similar reivindicación de su diversidad”17. Diversidad entendida como aquellas particulares características enraizadas en la naturaleza que marcan un modo propio de estar en el mundo y de construir su personal proyecto de realización humana. Consideramos que el punto de partida de toda propuesta de promoción de la mujer ha de asentarse sobre la evidencia de la intrínseca diversidad en la igualdad. La solidaridad entre marido y mujer en la familia, entre hombre y mujer en la sociedad, es esencial para que su colaboración sea fecunda. Una lucha interminable entre ellos no llevará a la liberación de la mujer. Una antropología que ignore las diferencias entre los sexos, deja a la mujer en la no envidiable situación de tratar de imitar la conducta masculina o de gastar sus energías en el vano intento de transformar al hombre en pseudo-mujer18. Una mujer que comprenda y acepte las diferencias entre los sexos es libre de colaborar con el hombre, sin poner en peligro su originalidad personal19. El hombre (varón y mujer) como persona y don Cada persona es única e irrepetible. Su naturaleza incluye la facultad de autodeterminación basada en la reflexión, facultad que se manifiesta en el hecho de que actuando el hombre elige lo que quiere hacer –es libre–. El hombre por estar dotado de libertad es también dueño de sí mismo –es incomunicable e inalienable–20.La persona además tiene otra importante característica su apertura hacia los demás 21. Esta característica significa que la persona es radicalmente un ser para otro. Un ser que no puede ser él mismo sin los demás. Y un ser que no puede ser él mismo sino para los demás, necesita encontrarse frente a otro para captar plenamente la propia naturaleza e identidad. Precisamente porque en la confrontación con el otro consigue captar con mayor hondura lo igual y lo desemejante, lo común y lo singular. Puedo entender plenamente mi yo, no frente al cosmos, sino frente a otro a quien puedo reconocer como otro yo. Necesito del otro para reconocerme, y también para desarrollar capacidades que no podría desplegar por mí mismo; para aumentar mis posibilidades de acción con su conocimiento, con su ejemplo y con su contraste. Pero sobre todo necesito del otro porque necesito reconocer en él ese algo absoluto que reclamo para mi propia dignidad. Burgos, J.M. (2013). El “genio” femenino según Karol Wojtyla/Juan Pablo II. En L. Jiménez (coord.) El hombre, ¿fruto o producto? XIV Curso de Antropología filosófica. Seminario de Pensamiento “Ángel González Álvarez”. Madrid: Fundación Universitaria Española. 18 Cfr. Janne Haaland Matláry, El tiempo de las mujeres: notas para un nuevo feminismo, Rialp, 2000 19 O’Leary, D., Corrientes de pensamiento que impiden la promoción de la mujer, L’Osservatore Romano, nº 47, el 19 de noviembre de 2004. 20 Ver sobre todo: Amore e responsabilitá (1960) Persona e atto (1969), Trascendenza della persona nell’agire e autoteleologia dell’uomo (1976), Il problema del costituirsi della cultura attraverso la “praxis” umana (1977). 21 Cavalotti, R., y Ferrer, P., Trabajo-familia: un enfoque diferente, Presentado a la 16ª Conferencia Anual de Ética, Economía y Dirección (EBEN-España), Madrid, 24-25 de octubre de 2008. 17 9 Por su dignidad, en las relaciones humanas la persona debe ser tratada siempre y sólo como «fin» y nunca como «medio». La comunión interpersonal fundada ontológicamente está significada originariamente por la sexualidad humana, por el hecho de que la persona humana es varón o mujer. Ser varón o mujer no es algo convencional, sino un hecho físico-biológico que es portador de una realidad personal. Es un hecho que dice precisamente con su lenguaje una verdad esencial de la persona. La persona, unidad sustancial de alma y cuerpo, es la “existencia creada para ser don”. El cuerpo humano, con su masculinidad y feminidad, manifiesta la comunión de personas. Los estudios sobre la diferencia, la reciprocidad, la complementariedad y comunión ontológicas de varón y mujer son todavía escasos. Edith Stein (1891-1942)22 y Karol Wojtyła (1920-2005) fueron pioneros en su afirmación23. Según él entre varón y mujer hay una «unidualidad relacional». Éstas son sus palabras: «En su reciprocidad, en su común tarea de dominar y someter la tierra, la mujer y el hombre no reflejan una igualdad estática y uniforme, y ni siquiera una diferencia abismal e inexorablemente conflictiva: su relación más natural, de acuerdo con el designio de Dios, es la “unidad de los dos”, o sea una “unidualidad” relacional, que permite a cada uno sentir la relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y responsabilizador» 24 . Esta “unidualidad” de la que procede la familia tiene también consecuencias en el mundo laboral y cultural. Así lo afirma Juan Pablo II en el mismo lugar: «A esta “unidad de los dos” confía Dios no sólo la obra de la procreación y la vida de la familia, sino la construcción misma de la historia. (...) Es una aportación, ante todo, de naturaleza espiritual y cultural, pero también socio-política y económica» . En conclusión podemos decir que de esa complementariedad en el ser deriva también una complementariedad en la acción en todos los ámbitos en el que se desarrolla la vida de hombres y mujeres, especialmente para lo que nos interesa: en la familia, en el trabajo y en las instituciones. «En todos los ámbitos, varón y mujer están llamados a aceptarse mutuamente y a construir juntos un mundo habitable. Este mundo llegará a su plenitud en el momento en que ambos sexos le entreguen armónicamente su contribución específica. Ésta es una meta muy bella, pero no es fácil alcanzarla»25 . 22 Edith Stein, nació en Breslau (ahora Wroclaw), en 1891, de padres judíos. Fue la última de once hijos. A los 21 años entró en la Universidad de Gottingen y se doctoró en Filosofía con Edmund Husserl (fundador de la Fenomenología), del cual fue asistente. En el 1922 se bautizó católica e ingresó al Carmelo en 1934. Escribió mucho de filosofía y teología, nuca dejó de ser fenomenologista. Murió en 1942 en el campo de concentración de Auschwitz. 23 Cfr.: Amor y responsabilidad, Varón y mujer, Carta a las mujeres y Mulieris dignitatem. 24 JUAN PABLO II, Cartas a las mujeres, 8. 25 Burggraf, J., La mujer en la sociedad, cit. 10 En esta aproximación a la realidad de la persona según el personalismo ya hemos encontrado unos principios útiles para la conciliación trabajo-familia. Desde la comprensión adecuada de las diferencias enraizadas en la propia dignidad del ser humano se puede vislumbrar el sentido y la necesidad de su cooperación y complementariedad en los diversos ámbitos de desarrollo humano, tanto el socio-laboral como el familiar y educativo. La propuesta de feminismo de la complementariedad26 puede servir para orientar la pretendida conciliación de hombres y mujeres en la época actual. En esta línea podemos encontrar abundantes estudios27. El carácter de unicidad e irrepetibilidad unido al de apertura/entrega de cada persona nos dice que cada hombre está llamado a ocupar un lugar propio en el mundo, tanto en el mundo familiar como en el profesional. Cada persona está llamada a plenificar su ser, en una donación que le lleva a darse en ese espacio propio que le está reservado, y lo reclama, porque lo necesita. Es de capital importancia para sí y para los demás descubrir el propio don y el propio “espacio ontológico”. A este descubrimiento se llega a través de la reflexión y teniendo en cuenta la relación con los demás. En la plenificación del propio ser entra en juego la libertad de la persona, y por tanto un punto de inflexión de partida sería ¿puede la mujer elegir? De los datos sociológicos tratados en esta investigación se demuestra que el “techo de cristal” no es un razonamiento absoluto. La escala de prioridades entre el crecimiento personal y profesional la mujer tiende a priorizar el crecimiento personal y familiar respecto al profesional. 26 Aparisi, A. y Ballesteros, J. Por un feminismo de la complementariedad: nuevas perspectivas para la familia y el trabajo. Navarra: EUNSA, 2002. 27 euil, Paris 1974. O’Leary, D., El feminismo de género. Corrientes de pensamiento que impiden la promoción de la mujer. L’Osservatore Romano, nº 47, el 19 de noviembre de 2004. Janne Haaland Matlary El hombre y la mujer en la familia, en la sociedad y en la política L’Osservatore Romano, nº 53, el 31 de diciembre de 2004. 11 Bibliografía BURGGRAF, JUTTA., Varón y mujer: ¿naturaleza o cultura?, en El tratamiento del género en la escuela. I Congreso Internacional sobre Educación Diferenciada, EASSE European Associatión Single-Sex Educación, Barcelona 2007. 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