Segundo imperio francés

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TEMA 13. EL SEGUNDO IMPERIO FRANCÃ S (1852-1870)
El destronamiento de Luis Felipe de Orleáns por la revolución de 1848 llevó consigo la instauración de
la II República francesa. Luis Napoleón Bonaparte, presidente de la República en 1849 y tras un golpe de
estado el 2 de diciembre de 1851 que le permitió ser reelegido presidente de la República, se proclama
emperador al cabo de un año (2 de diciembre de 1852), bajo el nombre de Napoleón III.
Su gobierno se caracterizó por la contradicción entre su polÃ−tica exterior, al servicio de ideales
revolucionarios (lucha contra la obra de la Santa Alianza, apoyo a los movimientos nacionalistas), y su
polÃ−tica interior, claramente reaccionaria (restricción de las libertades en beneficio de su acumulación de
poder).
• PolÃ−tica interior:
Desde su proclamación como emperador, Napoleón III gobernó con poder personal sin restricciones.
Promulgó una Constitución (1852) pero era sólo para facilitar su gobierno personal y disimular los
excesos de su camarilla. Mantuvo una sombra de Asamblea elegida por sufragio universal, pero el gobierno
proponÃ−a candidatos oficiales recomendando a los prefectos y alcaldes que favorecieran su elección. La
Asamblea estaba compuesta por tres cámaras: Consejo de Estado (formado por 50 miembros nombrados y
revocables por el emperador) que fiscalizaba las leyes que salÃ−an del Cuerpo Legislativo; el Cuerpo
Legislativo (sus miembros eran elegidos por sufragio universal, pero no tenÃ−an derecho a interpelar al
gobierno ni replicar el mensaje del emperador) y el Senado (sus miembros eran elegidos por el emperador y
velaban por la constitucionalidad de las leyes. La validez de sus decisiones dependÃ−a del refrendo imperial).
La Constitución de 1852 no hace más que confirmar la concentración de todos los poderes en un solo
hombre: Napoleón III.
Esta primera etapa de su mandato (â conocida como `Imperio Autoritario', 1852-1860) ha de afianzarse
mediante medidas de fuerza. AsÃ−, Napoleón III decide controlar la vida polÃ−tica del paÃ−s reprimiendo
a la oposición: orleanistas, legitimistas y, sobre todo, a los republicanos; censurando la prensa y degradando
la práctica del sufragio universal masculino al controlar las candidaturas oficiales (â el emperador
gobernaba con un ministerio de parientes y amigos: el duque de Morny, hermano bastardo de Napoleón III;
el conde Walewski, hijo de Napoleón I y Maria Walewska...).
Muy lentamente el panorama polÃ−tico irá cambiando hacia el reforzamiento del liberalismo y el viraje del
régimen, dando asÃ− lugar al nacimiento de la segunda etapa denominada el `Imperio Liberal'
(1860-1870). Las causas del cambio pueden encontrarse en: el fracaso de la polÃ−tica social y la
imposibilidad de llevar a la práctica las reformas educativa y militar; el ascenso de los republicanos en las
convocatorias electorales; el descontento de los industriales ante las medidas librecambistas en materia
económica; la hostilidad de los católicos (inquietos por el futuro del Estado Pontificio) ante la polÃ−tica
seguida por el emperador en Italia; el fracaso de la expedición a México; las nuevas corrientes de
pensamiento (positivismo)...
El Imperio Liberal tendrá como caracterÃ−stica primordial la reforma de la Constitución en 1869 y la
apertura del régimen en cuestiones tan importantes como educación (enseñanza primaria pública y una
enseñanza secundaria estatal, quizá para buscar una compensación en la pequeña burguesÃ−a y en la
clase obrera, lo que perjudicará a la Iglesia, ya que en la anterior etapa del régimen se favorecÃ−a a las
escuelas religiosas). Con respecto a la Iglesia, la gran favorecida de la etapa anterior, el Ministro de Cultos
Rouland, de tendencia galicana, obtiene del emperador el poder aplicar contra ella una polÃ−tica severa
suspendiendo periódicos como `L'Universel' y sometiendo a censura las cartas pastorales de los obispos.
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En 1864 se concede a los obreros el derecho de huelga y se abole del Código el delito de asociación,
pudiendo de esta forma el proletariado francés participar en la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT). Las concesiones dadas a la prensa favorecen las crÃ−ticas al régimen y refuerzan las corrientes de
opinión de la oposición y la reforma de la Constitución de 1869 hace que el Cuerpo Legislativo reciba
nuevos derechos (de recurso, de interpelación y de iniciativa), la discusión para cada ministerio de los
presupuestos (de ingresos y gastos) sin posibilidad de transferencia de los mismos a otros menesteres.
Todas estas medidas acentuaron cada vez más la ruptura con los católicos y la gran burguesÃ−a de
negocios. Empero, estas medidas liberalizadoras (combatidas por la emperatriz Eugenia y por el ministro de
Estado Rouher, y defendidas por el duque de Morny) serán insuficientes para atraerse a la opinión
republicana y a las clases urbanas (que no podÃ−an borrar de su recuerdo el golpe de estado, la represión de
1852 y los aspectos policÃ−acos del Régimen), y en las elecciones de 1869 superaron a los incondicionales
del Imperio. El Senado consulto de septiembre de 1869 amplió los poderes del Cuerpo Legislativo. Los
ministros pasan a ser responsables ante la Asamblea, aunque siguen siendo elegidos por el emperador. En
medio de insuperables dificultades y de la reanudación de la agitación social, el republicano Emile Ollivier
es llamado para aplicar este ambiguo programa. El emperador se inclina ya decididamente por apoyar la
polÃ−tica de reformas, pero al mismo tiempo necesita reforzar su autoridad. Para ello, convoca un plebiscito
en demanda de apoyo popular a las reformas consiguiendo un éxito indiscutible que animó al emperador a
establecer un régimen autoritario. El bonapartismo parlamentario habÃ−a fracasado, antes incluso de la
declaración de guerra de Francia a Prusia, que después de la derrota de Sedán significarÃ−a el fin del
Segundo Imperio (septiembre de 1870).
• PolÃ−tica exterior:
Napoleón III intenta plasmar en polÃ−tica exterior su idea de elevar a Francia a gran potencia mundial con
el fin de restaurar el viejo imperio napoleónico oponiéndose, por tanto, a los tratados firmados en 1815.
Para lograr este fin realizará una polÃ−tica exterior intervencionista, tanto en Europa como en el resto del
mundo.
Sus intervenciones exteriores son de dos tipos:
• Coloniales.- Su deseo de grandeza impulsa expediciones coloniales en Ôfrica, en Extremo Oriente y en
México.
En Argelia, Francia continúa la campaña iniciada en 1830 para frenar la piraterÃ−a y la afrenta a los
franceses, a los que se exigÃ−a una importante contribución como derechos de pesquerÃ−a y aterraje. La
conquista fue larga y difÃ−cil, pero los franceses se adueñaron de importantes tierras, construyeron el
ferrocarril e impulsaron un desarrollo económico que acentuó el conflicto entre colonos y nativos,
provocado por la ocupación.
En Ôfrica occidental, fundará Dakar -capital de Senegal-, expandiéndose por este territorio hasta
terminar su colonización.
En Ôfrica oriental, Napoleón III lleva a cabo la construcción del Canal de Suez, obra de F. Lesseps
(1859-69) y conquista Somalia.
En Extremo Oriente se inicia la penetración, junto con otras potencias, en China y el Sudeste asiático. Con
el pretexto de defender a los misioneros católicos amenazados, los marinos franceses ocupan Saigón y
después toda la Conchinchina; posteriormente ponen bajo la protección de Francia Camboya y exploran
Laos, con vistas a penetrar en el inmenso mercado chino.
En México realiza una expedición con el fin de instalar a Maximiliano de Austria como emperador de los
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mejicanos. Esta intervención americana responde al deseo de comparecencia en los asuntos mundiales, pero
también a motivaciones económicas ante la eventualidad de la construcción de un nuevo canal
interoceánico.
• Apoyo a los movimientos nacionalistas y lucha contra la obra de la Santa Alianza.- En Europa intervino en
la Guerra de Crimea (1854-56), en la que Francia e Inglaterra (primera cooperación militar de Francia e
Inglaterra después de Waterloo) y también el Piamonte, en auxilio de TurquÃ−a, se enfrentaron a
Rusia en su proyecto de avanzar hasta los Dardanelos, y que finaliza con la Paz de ParÃ−s (1856). Para
Francia, el más importante resultado de la Guerra de Crimea fue que se echaron las bases de una
“inteligencia” entre Francia e Inglaterra. Estas relaciones, empezadas con un fin polÃ−tico, acabaron con
un tratado de comercio, el primer tratado puramente comercial efectuado entre naciones de la época
moderna (1860).
Apoyando el nacionalismo italiano, luchará contra Austria en 1859 (quizá en compensación por la ayuda
prestada por el Piamonte en la Guerra de Crimea). AsÃ−, Napoleón III y VÃ−ctor Manuel II (rey del
Piamonte, hijo de Carlos Alberto) derrotaron a los austrÃ−acos en Magenta y Solferino. Por el tratado de
Zurich (armisticio de Francia con Austria), Austria cedÃ−a a Francia -la cual a su vez la cedÃ−a al Piamontela Lombardia. Todo lo demás de Italia quedaba igual (Venecia continuaba siendo dominio austriaco).
Según el acuerdo franco-italiano, con Toscana y los ducados de Italia central, se tenÃ−a que formar un reino
para un primo de Napoleón, aunque finalmente (por la presión de los toscanos que querÃ−an anexionarse al
Piamonte) y como compensación a Napoleón III por no haberse formado en la Italia central el reino para su
primo, VÃ−ctor Manuel II tuvo que cederle Niza y Saboya.
En cambio, mantiene su neutralidad en la Guerra de los Ducados que enfrenta a Prusia y Dinamarca (1864)
(â el rey de Dinamarca deseaba incorporar a su corona los tres ducados daneses que, desde 1815, se le
habÃ−an confiado para administrarlos).
En 1870 estalla la guerra entre Francia y Prusia. El motivo ocasional pretextado para la declaración de guerra
fue la posibilidad de que un Hohenzollern (dinastÃ−a alemana, pariente lejano del rey de Prusia) ocupara el
trono de España, vacante tras el destronamiento de Isabel II. Napoleón III logró que esta candidatura
fuera desechada, pero pretendió que Guillermo I de Prusia se comprometiera a no presentar a ningún otro
candidato alemán (â La instalación de un prÃ−ncipe prusiano en el trono de España no podÃ−a
agradar a los franceses. VolverÃ−an a encontrarse, como en tiempos de Carlos V, con un enemigo alemán
por el este y por el sur). Tal petición enojó a Guillermo I (pero no hasta el punto de hacerle pensar en la
guerra), que telegrafió la noticia a Bismarck (canciller alemán). à ste, adulterando el telegrama, lo entrega
a la prensa, haciendo aparecer como que Francia era objeto de un desaire por parte de Guillermo I. El
“telegrama” exacerbó el ánimo de los franceses y el Cuerpo Legislativo procedió, tal como querÃ−a
Bismarck, a declarar la guerra. La guerra fue corta, desarrollándose justo de 1870 a febrero de 1871; la
derrota final se produjo en Sedán y en Frankfurt se firma la paz en 1871, muy dura para Francia pues pierde
Alsacia y Lorena y tiene que pagar una indemnización de 5.000 millones de francos; el triunfo del ejército
prusiano fue la demostración de su superioridad militar.
Esta derrota significó la caÃ−da del II Imperio francés, instaurándose en Francia, después de un
movimiento revolucionario organizado por la Comuna de ParÃ−s (*), la III República.
(â La polÃ−tica intervencionista de Napoleón III le acarreó la enemistad de las potencias europeas: con
Inglaterra y España por su intervención de México; con Rusia en la Guerra de Crimea; con Austria en su
guerra del 59; con los italianos, incluso, porque tras apoyarles les habÃ−a abandonado; con los paÃ−ses
nórdicos porque no intervino en favor de Dinamarca. Por todo ello, en la guerra contra Prusia, Francia no
obtiene ningún apoyo.)
(*) La guerra franco-prusiana, iniciada en 1870, terminó con una humillante derrota francesa, provocando la
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caÃ−da del Imperio de Napoleón III. Aprovechando el vacÃ−o de poder creado al abandonar ParÃ−s el
gobierno, que se refugió en Versalles, el pueblo de la capital se alzó en armas y ocupó el poder (marzo de
1871), con un programa polÃ−tico revolucionario: supresión del ejército, elegibilidad de los funcionarios
públicos, gestión comunal de las fábricas, abolición del trabajo nocturno, separación de la Iglesia y el
Estado... Se trató de una revolución tÃ−picamente decimonónica, siguiendo los pasos de la de 1789. Por
primera vez, sin embargo, se habÃ−a creado un gobierno de la clase obrera, y los dirigentes de la
Internacional participaron en el movimiento. El gobierno francés reaccionó con energÃ−a, y en abril
atacó ParÃ−s, que sucumbió después de una desesperada resistencia. A los `communards' se les hizo
objeto de una feroz represión: centenares de ellos fueron ejecutados. La idea de lo que pudo haber
representado el triunfo de la Comuna indujo a las autoridades a frenar la expansión del movimiento obrero
no sólo en Francia, sino también en otros paÃ−ses europeos como España, Dinamarca, Austria y
Alemania.
La Comuna de ParÃ−s fue un movimiento improvisado, sin una dirección organizada, con una ideologÃ−a
indefinida, en la que las concepciones socialistas se mezclaban con ideales republicanos y sentimientos de
oposición a los alemanes. A pesar de todo, su importancia radica en el hecho de ser la primera tentativa de
llevar a cabo un programa de gobierno proletario. Por ello, la Comuna alcanzó una dimensión mÃ−tica,
despertando recelos en la burguesÃ−a y esperanzas en el proletariado (â Los sucesos de la Comuna
tuvieron un fuerte impacto sobre la opinión pública mundial y en muchos paÃ−ses tuvieron lugar
movimientos de apoyo a los `communards').
La polÃ−tica económica llevada a cabo por Napoleón III es el aspecto más positivo a resaltar de su
reinado. Con el Segundo Imperio la economÃ−a francesa se transforma en una economÃ−a moderna, con un
mercado de ámbito nacional; favorecida, ciertamente, por un cambio de la coyuntura económica causado
por la puesta en circulación de una enorme masa monetaria tras los descubrimientos de las minas de oro de
California y Australia (en 20 años, la producción de oro en el mundo casi iguala a la cantidad acumulada
desde el descubrimiento de América), y que provocará un alza de precios que durará casi un cuarto de
siglo. Esta economÃ−a se basará en cuatro factores fundamentales: librecambismo, puesto en vigor a partir
de 1860; grandes avances en el desarrollo de los transportes (se rehabilitaron los ferrocarriles con
subvenciones y alargando el plazo de reversión), con la construcción de vÃ−as férreas (18.000 km. de
lÃ−neas en 1870), mejora de canales y creación de grandes compañÃ−as de navegación; desarrollo de las
obras públicas con el embellecimiento urbanÃ−stico de ParÃ−s y del resto de las ciudades francesas (â La
reforma de ParÃ−s la llevó a cabo un prefecto con poderes dictatoriales llamado Haussmann. Construyó
espaciosos bulevares que, además de un anillo de vÃ−as a propósito para la circulación, comunicaban
fácilmente las varias estaciones de ferrocarril. Se terminó el Louvre, se construyó la Opera y los grandes
mercados. El ParÃ−s actual es todavÃ−a el ParÃ−s del Segundo Imperio).
También la industria alcanzó un gran desarrollo en esta época. Innumerables empresas de orden
industrial o económico fueron sostenidas o patrocinadas por el gobierno. Toda iniciativa que a la larga
pudiera producir riqueza, aunque representara un privilegio escandaloso disfrazado de interés público,
estaba segura de encontrar el apoyo oficial.
Se fundaban compañÃ−as por acciones para toda clase de empresas, que muchas veces sólo resultaban
provechosas por su carácter de monopolio. De todas éstas, la más importante es la del Canal de Suez,
realizado con capital francés en su mayor parte.
Todo ello constituyó para los financieros sin duda una coyuntura óptima, con peticiones de empréstitos
por parte del gobierno, posibilidad de invertir en la industria y los ferrocarriles y, sobre todo, con una
ilimitada demanda de capitales en el exterior. El crédito se convierte en una “industria motriz”. La idea
clave es la de movilizar los ahorros que crecen con la prosperidad del paÃ−s y que hasta entonces
permanecÃ−an estériles o se empleaban improductivamente, proporcionado a las empresas que empiezan.
Este sistema dio un gran impulso a los más varios negocios industriales y mercantiles. La revolución de la
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Banca francesa permite movilizar el crédito que hará posible la transformación económica de Francia.
ParÃ−s será considerado, después de Londres, como el gran mercado financiero del mundo, lo que
explica la atracción de los paÃ−ses extranjeros hacia las inversiones francesas.
Sin embargo, se puede resumir que la prosperidad económica favoreció especialmente a una minorÃ−a de
hombres de empresa que se orientaron tempranamente hacia actividades especulativas, y sólo en una fase
tardÃ−a se ocuparon de la producción industrial. Es la era de la gran burguesÃ−a, clase social constituida
por personas: 1º) que trabajan, no manualmente, pero sÃ− ejerciendo funciones directoras; 2º) que se
hallan comprometidas en actividades particularmente remuneradas; 3º) que disponen de enormes ingresos.
Los dos primeros elementos separan a la gran burguesÃ−a de la antigua aristocracia terrateniente; el tercero la
separa de las demás burguesÃ−as: pequeña (tenderos y pequeños funcionarios) y mediana
(comerciantes, funcionarios medios, profesionales libres), ya que son sólo diferencias de riqueza las que
trazan la frontera entre ellas.
Si el Segundo Imperio fue un perÃ−odo de prepotencia de la gran burguesÃ−a, al mismo tiempo permitió la
recuperación social de los sectores de la nobleza capaces de apoyar al régimen y aceptar los valores que
imponÃ−a una economÃ−a en expansión.
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