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S E M A N A R I O I L U S T R A D O E N C I C L O P É D I C O Y DE B U E N H U M O R
AÑO I V - N Ú M . 163
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DIPUTACIÓN, MI. BARCELONA
- VALVERDE, 30 y 31. MADRID "
11 DE JUNIO DE 1932
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NAPOLEÓN, ANTE L A TALTA D E
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48 páginas entre periódico y folletines
REDACCIÓN Y
ADMINISTRACIÓN:
Diputación, 2 1 1 . — B a r c e l o n a .
SE PUBLICA LOS S Á B A D O S
ALGO
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E * p a n a : Tras meses
Ejemplar s u e l t o : 50 c é n t i m o s
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Coocurso o; 34 de ALGO, coo seis relojes de premio
Cada uno de estos veinticuatro dibujos repfesenta una acción que debe
expresarse en una sola palabra, en gerundio, y la solución del concurso consiste en acertar las palabras exacU» que constan escritas en un plieeo bajo
sobre sellado y lacrado
que está siempre en nuestra Administración a disposición de los señores
concursantes que quieran
hacer en él una seftal que
les garantice que el sobre
no se abre ni se cambia.
Estas palabras pueden
escribirse en un papel
aparte, poniendo al lado
de cada una de ellas el
número del dibujo a que
corresponden. Debajo del
primer dibujo damos la
palabra
entera,
como
ejemplo: Debajo de los
demás, damos sólo la Inicial.
Con cada solución debe
remitirse el cupón que
Insertamos al final de la
primera columna de esta
página.
áncora de quince rubíes, en plaqué oro laminado y garantizados por diez
años, que se distribuirán del modo siguiente: Si los que aciertan la solución
exacta son seis, se entregará un reloj a cada uno. Si son más de seis, se sortearán los relojes entre
ello» de modo que ningún concursante pueda
obtei^er más de un reloj,
si son menos de seis los
que atiertan, se entregará a cada uno de ellos
un reloj y los sobrantes
se repartirán entre loa que
más se acerquen a la solución exacta, por orden
riguroso de aproximación.
También en este caso, si
el número de solucionistas premiados por aproximación es mayor que
el de relojes sobrantes, se
sortearán éstos entre ellos.
En el caso de que nadie
acierte la solución exacta, los relojes corresponderán a los que más se
acerquen, siguiendo la
-y.\
norma indicada.—4.' Cada lector puede mandar
cuantas soluciones quiera,
teniendo en cuenta que »
r\
cada solución debe acom1
un cupón y un ae{>añar
lo de quince céntimos.
Los que no encuentren culi!
«i
a
pones suficientes, deben
remitir, en vez de un sello de quince céntimos,
uno de veinticinco céntimos par cada cupón que
omitan. Las soluciones que
vengan sin los sellos co
rrespondientes se darán
por no recibidas.—R.« No
entablaremos correspondencia acerca de las incidencias de este concurso. — 6.* AI pie de la solución debe figurar la firma y
seibas del concursante. — 7.» En ningún caso un mismo concursante tendrá
derecho a más de un premio ni a más de una papeleta en los sorteos. —
8.* Las soluciones deben remitirlas a nuestra cata de Barcelona (Diputación,
núm. 211), antes del último dia del mes de Julio.
Es muy conveniente poner en el sobre que contensa las soluciones: «Concurso núm. 34 de ALGO.'
11
1
i
cada coBcorMiite
Mie«e mandar lat wlacMaM qne qnlera
A cada solución debe
acompafiar, además del
cupón correspondiente, un
sello 4 e correos de quince
céntimos. Los que quieran mandar varias soluciones / no encuentren
cupones suficientes, deben
remitir, e n vez de un
I
sello de quince céntimas, uno de
veinUclnco
por eada
cupón
que o m i t a n .
REGLAS. — 1 . ' Las soluciones incompletas o Ininteligibles no entrarán
en concurso. — 2.* Cada solución será juzgada por si sola, es decir, que no
se tendrá en cuenta el número de aciertos que pueda haber en varias soluciones del mismo concursante, sino en cada una de ellas por separado, como
si fuera única. — 3 . ' El premio consiste en seis relojes marca «Laminor», con
A LOS COLECCIONISTAS
DE LA
^HISTORIA DE GRECIA*
CONCURSO N." 33 OE "ALGO"
SORTEO
DEL
PREMIO
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El dia 28 de m a y o , a las diez de la mafiana, conforme estaba anunciado, se celebró
este sorteo en nuestra redacción, en presencia del solucionista d o n Francisco S a l a s .
R e s u l t ó agraciada
D o ñ a S A L V A D O R A ALBIÑANA.
de Barcelona
quien tiene a su d i s p o s i c i ó n en la a d m i n i s tración de A L G O el premio que le corresp o n d e . Para recogerlo le bastará la presentación de una carta cuya firma y señas
coincida con las de la s o l u c i ó n enviada al
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EL
440
HISTORIA
UNIVERSO
433
NATURAL
problema el ver caer al suelo una manzana desde lo alto de un árbol. Siguiendo
el curso del pensamiento y estudiando los movimientos de la Luna, llegó a la
conclusión de que un cuerpo, aun situado tan lejos como nuestro satélite, sería
arrastrado del mismo modo hacia la Tierra. Siendo así, es natural preguntar
por qué no cae la Luna sobre la Tierra. A esto debe contestarse que la Luna
gira alrededor de la Tierra con una cierta y muy grande velocidad, y que esta
misma grande velocidad es la que le impide caer hacia nosotros. Cualquiera puede
comprobar por sí mismo tan sencillísimo hecho. Si se ata una piedra al extremo
de un cordel y se la hace dar vueltas y más vueltas con suficiente rapidez, se
notará que la piedra tira fuertemente hacia fuera, y el cordel permanecerá tirante
durante todo el tiempo que se haga rodar la piedra. Pero, si se disminuye gradualmente la velocidad con la cual se hace girar la piedra, llegará un momento
en que se aflojará el cordel y la piedra caerá entonces hacia la mano que la
hacía circular.
Parece, pues, que hay dos causas que mantienen la piedra a una distancia
regular durante todo el tiempo que se la hace girar. Una de ellas es la continua
atracción que ejerce la mano por mediación del cordel; la otra es el continuo
impulso hacia fuera, determinado por la velocidad con que gira la piedra. Cuando la velocidad de revolución de la piedra está regulada de tal modo que ambas
fuerzas se equilibran exactamente, la piedra gira dando vueltas y más vueltas y
no manifiesta tendencia ninguna ni a caer en el sentido de la mano ni a romper
el cordel y escaparse por el aire. Esto es precisamente lo que ocurre con la
Luna. La continua atracción de la gravitación terrestre hace las veces del cordel.
Si la Luna diera vueltas más despacio que las da, tendería a caer hacia la Tierra;
en cambio, si corriera más de prisa, tendería a escaparse por el espacio.
Esta misma clase de atracción que ejerce la Tierra sobre los objetos situados
en su superficie y sobre su satélite, la Luna, existe, por lo que sabemos, a través
del espacio todo. Vemos que cada partícula de materia del Universo atrae a
todas las demás partículas. La Luna, por ejemplo, atrae también a la Tierra;
pero la fuerza reguladora reside naturalmente en la masa mucho mayor de esta
liltima. Esta fuerza de la gravedad o atracción de la gravitación, como también
se la llama, actúa de una manera perfectamente regular. Su potencia depende
en primer lugar exactamente de la masa del cuerpo que la ejerce. La atracción
del Sol, por ejemplo, alcanza a una distancia enorme, regulando acaso en sus
cursos planetas no vistos todavía, que circulan más allá de la órbita de Neptuno.
Además, la fuerza con que actúa la gravedad es inversamente proporcional a la
distancia. Así, por ejemplo, cuanto más próximo de la Tierra se halla un objeto,
tanto más fuerte es la atracción de la gravedad que ésta ejerce sobre él; cuanto
más lejos se halla el objeto, más débil es la atracción ejercida. Por consiguiente,
si la Luna se aproximara a la Tierra, la fuerza atractiva que nuestro planeta ejercería sobre ella sería tan considerable, que el movimiento de revolución de la Luna
tendría que aumentar en la proporción debida para prevenir que nuestro satélite
Con estos datos no parece posible llegar a ninguna generalización, como no
sea a señalar que hay un aumento continuo en magnitud desde Mercurio hasta
la Tierra y una disminución parecida desde Júpiter en adelante. Si Marte fuera
más grande que la Tierra, entonces podría decirse que había un aumento hasta
Júpiter y después una disminución continuada. Pero la extensa zona de pequeños planetas y la pequenez relativa de Marte hacen imposible toda tentativa
por considerar las dimensiones de los planetas según un orden consecutivo.
( F o t . Techno-Photogaph. ArchiT.)
F I O . 3 2 3 . — Sala del Museo Astronómico de Treptow^' (Berlín), en la quePpueden verse cuadros con
los tamaños comparados de los planetas.
Por lo que se refiere a las distancias relativas de los planetas al Sol, diremos
que Venus circula casi dos veces más lejos de él que Mercurio; la Tierra casi
tres veces más lejos y Marte cerca de cuatro veces. Después, del mismo modo
que encontramos un considerable aumento en tamaño, observamos un atunento
también considerable en las distancias. Júpiter, por ejemplo, está unas trece veces
más lejos que Mercurio; Saturno, unas veinticinco veces; Urano, como cuarenta
y nueve veces; Neptuno, unas setenta y siete, y Plutón a mayor distancia todavía (fig. 324).
Ahora se comprenderá lo mucho que se extendieron los límites del sistema
solar con el descubrimiento de los planetas más lejanos. Con el descubrimiento
de Urano, casi se duplicó su amplitud; y el descubrimiento de Neptuno lo ensanchó nuevamente en más de la mitad. Para hacerse cargo de la importancia de
HISTORIA WATUBAL, 11.
31
434
HISTORIA
NATURAL
EL
estos dos grandes descubrimientos, nada mejor que tomar un compás y trazar
aproximadamente los cursos más arriba indicados, en una serie de círculos concéntricos, sobre una hoja grande de papel, y considerar después que el curso de
Saturno formaba el límite supuesto de nuestro sistema solar antes del año 1781.
Ya hemos visto que la forma de los cuerpos celestes es la esférica. ¿De qué
forma son sus cursos u órbitas? Al primer impulso uno diría que deben de ser
circulares; pero no es así. Son óvalos, o, para decirlo en términos técnicos, elipses.
(Fut. B o y e )
F I G . 324. — Primitivo planetario de Vuilly de Candolle, para el estudio de las distancias relativas de
los planetas y de los satélites de;,éslos.
según descubrió hace muchos años el célebre astrónomo alemán Kepler o Keplero
(fig. 325). Sin embargo, su forma ovalada o elíptica no ofrece ni con mucho el
mismo grado de curvatura en todos los casos. Algunas órbitas, por ejemplo la
de la Tierra, se diferencian apenas de un círculo; mientras que otras, como las
de Marte y Mercurio, son marcadamente elípticas. La órbita del pequeño planeta
Eros es, no obstante, y con mucho, la más elíptica de todas, como veremos al
tratar con más detalle de este reducido planeta.
Ya hemos dicho que el Sol y los planetas se hallan en continuo movimiento
de rotación. Sin embargo, las distintas velocidades a que giran se apreciarán
mejor comparándolas con la velocidad del movimiento de rotación de la Tierra misma.
UNIVERSO
439
como si estuviera compuesta enteramente de agua. Sigue Venus, después Marte,
y luego Mercurio. Los cuerpos restantes, en cambio, son de materiales relativamente ligeros. Saturno es el menos denso de todos, menos aún que el agua. La
densidad del Sol es sólo un poco mayor que la del agua.
Este método de cálculo o apreciación merece, no obstante, ser aclarado. Debe
tenerse en c u e n t a
que al d e c i r , por
ejemplo, que el Sol
es sólo un poco más
denso que el agua,
lo consideramos tomado en conjunto, o
sea partiendo de la
base de un término
medio. En realidad,
algunas partes del
Sol son mucho más
densas que el agua;
son las partes situadas en el centro.
Otras, por ejemplo
las exteriores, son
mucho menos densas. Se comprenderá
fácilmente que en
estos cuerpos la porción más densa o
compacta debe hallarse hacia el centro, mientras que las
partes próximas al
exterior, como están
( i o t . Boyer)
6 4 2 - 1 7 2 7 ) , descubridor de la ley de la gravimenos comprimidas, F I G . ' 3 2 6 . — Isaac Newton ( 1tación
universal.
son menos densas.
Llegamos ahora a un punto muy importante: el de la gravitación. La gror
vitación, o la gravedad, que es como se la llama muchas veces, es la fuerza atractiva que determina, por ejemplo, que los cuerpos caigan hacia la Tierra. Parece
algo raro decir que las cosas caen hacia la Tierra obligadas por una fuerza determinada. Nos parece que todos los cuerpos caen, como si dijéramos, por su propia
voluntad, como si fuera algo absolut'amente natural, o, mejor dicho, como si
fuera algo inexplicable que no cayeran.
Dícese que movió al ilustre sir Isaac Newton (fig. 326) a considerar este
456
HISTORIA
NATURAL
£1
daderas dimensiones, para que presente este tamaño a la distancia a que se encuentra. Del mismo modo podemos determinar las verdaderas dimensiones del
Sol. Parece, a primera vista, que ha de haber dificultad en calcular las distancias
de los planetas, que se nos representan como unos puntos luminosos, pero, con la
ayuda del telescopio, podemos aproximarnos, por decirlo así, hasta una distancia
tal que pueda observarse su superficie. Sin embargo, este método fracasa por lo
que se refiere a las estrellas, ya que éstas se hallan a tan gran distancia y apa-
(Pot.
Techno-Phofodraph.
Ari-hiv.)
FiG. 337. — Observatorio astronómico instalado en la Jungfrau (Suiza).
recen como puntos de luz tan pequeños, que ni aun nuestros telescopios más
potentes pueden agrandarlas lo suficiente para que muestren ni el menor asomo
de superficie.
En vez de decir de estos cuerpos celestes que aparentan tener el ancho de
tantos centímetros o decímetros, afirmación que en realidad no significaría nada,
los astrónomos dicen de ellos que miden un cierto ángulo. Estos ángulos se miden
por lo que se llama "grados de arco"; cada grado está dividido en sesenta minutos, y cada minuto, a su vez, en sesenta segundos. A simple vista, el Sol y
la Luna aparentan tener aproximadamente el mismo tamaño, o, como dirían
los astrónomos, miden poco más o menos el mismo ángulo. Este ángulo es apro-
UNIVERSO
4411
se arrojara sobre la Tierra. Finalmente, diremos que el punto de un cuerpo desde
el cual actúa la atracción de la gravedad no es necesariamente el centro geométrico de aquel cuerpo, sino el que se denomina su centro de gravedad, es decir,
el punto medio de toda la materia que contiene el cuerpo.
Debe advertirse también que la Luna no gira precisamente alrededor del
centro de gravedad de la Tierra. Lo que en realidad ocurre es que ambos cuerpos giran alrededor de su centro común de gravedad, que es un punto situado^
F I O . 327. — Edificio en el que está instalado el planetario Zeiss, de Hamburgo, cuya cúpula de cobre
tienefmás de 20 metros de diámetro.
dentro del cuerpo de la Tierra, a unos cinco mil kilómetros de su centro. Del
mismo modo los planetas y el Sol giran alrededor del centro de gravedad del
sistema solar, que es un punto situado dentro del cuerpo del Sol.
Estos movimientos tan concertados de los planetas alrededor del Sol y de los
satélites alrededor de sus planetas respectivos, se ve, pues, que resultan de un
perfecto equilibrio entre la fuerza de la gravitación y la velocidad del movimiento.
Se ha establecido que la masa de la Tierra es unas ochenta veces mayor
que la de la Luna. Venimos en conocimiento de la masa de un planeta comparando las revoluciones de sus satélites o de su satélite alrededor de él con la de
la Luna en torno de la Tierra. De este modo podemos deducir lo que seria la
HISTORIA NATURAL, I I .
32
442
HISTORIA
EL
NATURAL
masa del planeta comparada con la de la Tierra; es decir, que el estudio, por
ejemplo, del sistema de satélites de Júpiter, nos demuestra que éste ha de tener
una masa cerca de trescientas diez y ocho veces mayor que la de la Tierra. Del
mismo modo, podemos deducir la masa del Sol por los movimientos de los planetas y de otros cuerpos del sistema alrededor de él. No obstante, por lo que se
refiere a Venus y a Mercurio, el problema no es, ni con mucho, tan fácil, por
carecer estos cuerpos de satélites. En estos casos, hemos de basar nuestros cálcu-
(Fot. Tectmo-Photoffrapfa. Archlr.)
F I G . 328. — Aspecto exterior del planetario de Estocolmo, de 25 m. de diámetro, erigido en 1930.
los en datos tan inseguros como son, por ejemplo, las pequeñas perturbaciones que
determinan estos planetas en el movimiento de la Tierra cuando pasan lo más
cerca de nosotros, o bien los efectos observados sobre los movimientos de los
cometas que aciertan a pasar próximos a ellos.
La masa y el peso, aunque suele hablarse de ellos como si fueran una sola
y misma cosa, no lo son ni mucho menos. La masa, como ya hemos visto, significa solamente la cantidad de materia que contiene un cuerpo. El peso de un
cuerpo, en cambio, depende por completo de la fuerza atractiva a la que está
sometido. Por ejemplo, la fuerza de la gravedad en la superficie de la Tierra
es unas seis veces mayor que en la superficie de la Luna. Por consiguiente, todos
los cuerpos pesan en la Tierra como seis veces más de lo que pesarían en nuestro
UNIVERSO!,
4.53
Esto nos permite comprender en qué condiciones tan desfavorables estaban
los antiguos. Los instrumentos de medición de que disponían eran completamente inadecuados para revelar tan pequeñas alteraciones. Estaba reservado al telescopio revelarlas; y
aun así, se requieren
los grandes telescopios modernísimos
para observar los pequeños cambios en
la posición de las estrellas más próximas, cambios determinados por la situación de la Tierra
una vez en un extremo de su órbita, y
en el otro extremo
seis meses más tarde, puntos de vista
s e p a r a d o s por la
enorme distancia de
unos trescientos millones de kilómetros
(figs. 333 a 337).
Una vez determinada así la verdadera distancia de los
cuerpos celestes, no
presenta gran dificultad la determinación del verdadero
tamaño de los que
pueden medirse. La
{Fot. Tpchno Photopraph. Archiv.>
Montaje del tubo para el tele=copÍJ instalado en Lembang
experiencia de todos Fio. 336. —
(Java), en 1929 y cuyo peso total es de 14 toneladas.
los días nos dice que
el tamaño aparente de un objeto depende con toda exactitud de la distancia a que
de nosotros se halla. Cuanto más lejano está, tanto más pequeño parece, y cua-nto
más próximo, tanto mayor. Así, pues, si un objeto que se halla a una distancia conocida aparece de tal o cual tamaño, podemos conocer naturalmente sus verdaderas dimensiones. Tomemos, por ejemplo, la Luna. Como ya hemos visto, podemos
determinar su distancia. También observamos que aparenta un tamaño determinado. Es, pues, sólo una cuestión de cálculo el hallar cuáles han de ser sus ver-
454
HISTORIA
NATURAL
cados muy próximos a la línea, parecen pasar como volando en dirección contraria a la nuestra; los árboles, las casas y otros objetos más lejanos, también se
van quedando atrás, pero no tan de prisa; los objetos que se hallan a distancias
bastante mayores se van corriendo lentamente; mientras que algún campanario u
otra prominencia cualquiera muy lejana, permanecen como fijos durante un tiempo relativamente largo.
Se ve, pues, que nuestro cambio de posición va acompañado invariablemente
de un cambio de posición aparente de los objetos que nos rodean, y este cambio
aparente de posición como resultado de nuestro cambio de posición verdadero,
se denomina paralaje. L,a relación entre ambos es matemáticamente exacta,
tanto, que si conocemos la cantidad de nuestro cambio de lugar y observamos
la cantidad del cambio consiguiente de un objeto cualquiera, podemos calcular la
distancia precisa a que éste se halla de nosotros. Esto nos permite medir las
distancias sin necesidad de recorrerlas; y, gracias a estos medios, hallamos, por
ejemplo, la anchura de un río o la distancia a que se halla un buque mar adentro.
Aplicando este principio al campo de observación mucho más amplio que
nos proporciona el firmamento, hemos podido calcular las distancias de los cuerpos celestes. Hemos observado que se requiere un cambio de lugar considerable
por nuestra parte para que varíe la posición de algún objeto situado a mucha
distancia. A dos personas situadas a pocos cientos de metros una de otra, un
buque que se halla en el horizonte les parecerá colocado casi en el mismo punto ; ambos observadores tendrían que estar en realidad mucho más apartados uno
de otro para que el cambio aparente fuera .suficiente y se pudiera calcular la
distancia a que se hallaba el barco. Lo mismo ocurre con la Luna: dos observadores situados en distintos puntos de la Tierra pendran que estar a varios miles
de kilómetros uno de otro para que la posición de nuestro satélite se presente
lo suficientemente alterada respecto al fondo del cielo para proporcionarles datos
suficientes sobre los cuales basar sus cálculos.
El cambio de posición que permite a un tiempo un lado de la superficie
terrestre, no es suficiente, sin embargo, para observar alteraciones sino en los
cuerpos celestes más próximos. Para la medición de mayores distancias es preciso buscar el cambio de lugar mucho mayor que nos proporciona el movimiento
de la Tierra alrededor del Sol. Las observaciones tomadas con algunos días de
diferencia nos muestran el efecto del cambio de lugar de la Tierra, en este
tiempo, sobre las posiciones de los demás cuerpos de nuestro sistema. Mas cuando deseamos sondear la profundidad del espacio más lejano y llegar a medir la
distancia de la estrella más próxima, nos vemos obligados a recurrir al mayor
cambio de lugar que nos sea permitido; y es el que nos proporciona el largo
viaje de muchos millones de kilómetros que verifica la Tierra alrededor del Sol
en el curso de cada año. Pero aun este cambio de lugar, por muy grande que ,
parezca comparado con las medidas terrestres, apenas si basta para mostrar pequeñísimas alteraciones o movimientos paralácticos en un número reducido de
estrellas.
EL
UNIVERSO:
443í
satélite; o, mejor dicho, un cuerpo transportado a la superficie de la Luna pesaría
solamente una sexta parte de su peso en la superficie terrestre. Se ve, pues, que
si colocáramos sucesivamente en los diversos planetas un cuerpo de masa determinada, su peso iría variando según la fuerza de gravedad ejercida por cada uno
de los planetas en su
superficie.
- . , _
• •
i s.
1
La gravitación
" ,\
"
*
es verdaderamente
uno de los grandes
misterios de la naturaleza. Lo que sea,
los medios como actúa, la razón misma
de su existencia, son
cuestiones para las
que no hemos encontrado hasta ahora ni el menor asomo de respuesta. Su
acción a través del
espacio es sensiblemente instantánea.
En términos matemáticos se dice que
la intensidad de la
gravitación es "inversamente proporcional al cuadrado
de la distancia". Esto significa que a
una distancia doble
la atracción será solamente de un cuarto, y no de la mitad,
como podría supo( F o t Techno Photograph. Archiv.)
F I G . 329. — Aparato de proyección del planetario Zeiss.
nerse. A una distancia cuatro veces mayor, por consiguiente, será un dieciseisavo. En la superficie
de la Tierra un cuerpo es atraído por la gravitación terrestre, o "cae", como
solemos decir, a razón de unos cinco metros en el primer segundo de tiempo;
mientras que a la distartcia a que se halla la Luna la atracción de la Tierra está
tan debilitada, que un cuerpo emplearía nada menos que un minuto para caer
recorriendo este mismo espacio.
4441
HISTORIA
NATURAL
Newton demostró con sus investigaciones que si se colocara un cuerpo en
reposo en el espacio, apartado completamente de la atracción de otro cuerpo
cualquiera, permanecería para siempre inmóvil, ya que no tendría motivo para
moverse en una dirección más bien que en otra. Y del mismo modo, si se lanzara un cuerpo en
una cierta dirección
y a una velocidad
determinada, correría siempre en la
misma dirección y
con la misma veloci-
atractiva de o t r o
iuerpo.
Mucho antes de
los tiempos de Newton, los astrónomos
concibieron ya la posibilidad de una acción recíproca entre
las órbitas celestes;
por ejemplo, en el siglo I X el árabe Musa-ben-Shakir, Camillus Agrippa en
1553, y Kepler, que
sospechó su existencia con la observación de las mareas.
También Horrox escribía, en 1635, que
la Luna era movida
(Fot. Techno-Photograph. Archiv.)
por una emanación
F I G . 330.— Detalle del aparato de proyección del planetario.
p r o c e d e n t e de la
Tierra. Pero nadie antes que Mewton trató de examinar esta cuestión desde un
punto de vista matemático.
A pesar de la verdad reconocida y del alcance considerable de la ley de la
gravitación—ya que hallamos ejemplos de sus efectos en cualquier parte del Universo—, hay, sin embargo, algunos pequeños movimientos que nadie acierta a
explicar. Por ejemplo, existen pequeñas irregularidades en el movimiento de Mercurio que no pueden explicarse por la influencia de posibles planetas intramer-
EL
UNIVERSO',
453,
pequeños de lo que son; y deduciendo de ello que estaban relativamente cerca, \
atribuíales una continua relación con los asuntos terrestres. Así nacieron las
creencias falsas y artificiosas de la Astrologia, segiin las cuales los sucesos que
ocurrían sobre la
Tierra se consideraban como d e p e n dientes de la posición en que se hallaban, por ejemplo, de
vez en cuando los
planetas.
Debe reconocerse, no obstante, que
el estudio de la Astrologia, p o r muy
e q u i v o c a d a s que
fueran sus conclusiones, proporcionó
indirectamente grandes servicios a la
Astronomía, gracias
a las detenidas observaciones y al diligente estudio a que
fueron sometidas las
estrellas.
Veamos a h o r a
cómo se ha llegado
al conocimiento de
las distancias y los
tamaños de los or( F o t . Teclmo.Photograph. Archiv.)
bes celestes.
F I O . 335. — Extremo del tubo para el telescopio construido
por la casa Zeiss.
Hay dos métodos distintas p a r a
hallar a qué distancia de nosotros se encuentra un objeto cualquiera. Uno consiste
en la verdadera medición de la distancia; el otro, en moverse el observador un
poco hacia la derecha o hacia la izquierda y ver si la posición del objeto distante
ofrece alguna alteración debida al cambio consiguiente de lugar.
Uno de los mejores ejemplos de este cambio relativo en la posición de los
objetos como resultado de nuestro propio cambio de lugar, nos lo proporciona
la observación del paisaje desde la ventanilla de un tren en marcha. A medida
que pasamos a toda velocidad, vemos que los postes telegráficos, que están colo-
Para amenizar
más csla seccii'm. leeremos todos los chistes, anécdotas y rasgos de ingenio que se nos remitan y publicaremos
los que nos
parezcan
mejores y menos sobarlos. Entre los que publiquemos
en rada número distribuiremos
tres premios: uno de lilEZ
PESETAS
al chiste, anécdota o
rasifo (Ir ingenio
que nos parezca
más original
tt menos
conocido, y dos de CISCO
PESETAS
a los que creamos
que le siguen
en
mérito.
Los colaboradores
premiados
driten escribir siempre reclamando
el premio y dimdo sil dirección,
aun cuando la hayan dado ya al mandar
el rasgo
de ingenio
premiado.
Como medio de idcntijicación,
es muy conveniente
que esta caria venga escrita con la misma
letra y con la misma
firma
que el original que
mandaron.
Cuando D i o s a n d a b a por el uiundo,
fueron a verlo l o s curas. I.ies preguntó:—
¿Oué queréis"'— ¡Dinero! dijeron.—
B u e n o . lyo tendréis.
De.spués Uegaron los frailes y también
les p r e g u n t ó : — ¿Qué queréis? — Dinero,
Señor. — Llegáis tarde, p u e s y a .se lo llevaron los curas. — ¡Qué se le ha d e hacer!
¡Tendremos p a c i e n c i a ! — Paciencia t e n dréis.
L u e g o \ i n i e r o n l o s escribanos. — ¿Qué
queréis? — ¡Dinero! — N o p u e d e ser, y a
se l o llevaron los curas. — P u e s . . . pacien
cia. — I.^ llevaron los frailes.— ¡Vaya
UU enredo! — E s o tendréis, enredos.
lín seguida se pre.seutaron los g i t a n o s .
— ¿Qué q u e r é i s ' — díjoles X u e s t r o Señor.
—r- Q u e r e m o s d i n e r o . •— Hs tarde, '^e lo
llevaron los curas. — P a c i e n c i a . — La
llevaron los frailes. — ¡Es buen enredo
e s t e ! — Los e n r e d o s .se los di a los escrib a n o s . — ¡Vaya un robo! — P u e s . . . d e e s o
viviréis.
V de.sde e n t o n c e s , el dinero e s de los
curas, la paciencia d e los frailes, los e s c r i b a n o s v i v e n d e los e n r e d o s y los git a n o s d e l robo.
R e m i t e n t e : Ftorindu .\iell;.
I
I
t
f
I
del número anterior |
D e 10 pe.setas: W rasgo de i n g e n i o e n v i a d o por D . F. T., Iriín.
De .5 pesetas: . \ los r e m i t i d o s por
Frasquito, La Coruña, y J. ReLses.
|
I
*
|
Vor.TAiRK
H e m i t e n t e : ..Aitlonif, (liiinilit, Madrid.
m
E l q u e u n a v e z fué ca.sado
y otra .se v u e l v e a casar,
ése v u e l v e a n a v e g a r ,
de.spués d e haber naufragado.
JUAN
R i i n i l i n l i : ./.
D E TRIARTE
I'rre: ii l'ieez. I'norto la I.uz.
lt.iri'eIona.
JARDIIÍI,
PONCEI-A
:f:
>Si orgullo.so te e n v a n e c e s
d e i n g e n i o o n o m b r e preclaros,
m á s que a reprimir tu orgullo
a.spira a justificarlo.
JAVIER
TCARTE
•*
— ¿En q u é se parece un par d e z a p a t o s
que aprieta a l a s carteras?
— Ivn que l a s - t i m a n .
lioniitonle:
l'criini:.
1 nrees
.{Ir'irrz.
Ilij/.a.
+•'
m
La tínica diferencia entre un capricho
y una pasión eterna, e s que el capricho
p u e d e durar.
Wir^DE
m
El que muere,
parece q u e e s t á
si e s hombre sin
si e s liombre d e
ENRIQUIÍ
lleniiltMite: ./.
Sevilla.
OSCAR
m
L a s c a s a s d e los d e n t i s t a s y los t e a t r o s
d e variedades .se parecen en que l a s e s trellas se ven al final.
Kn el t e a t r o O..., d e s p u é s d e oír a la
tiple F . C :
— ¡Qué v o z tan d e s a g r a d a b l e tiene esa
arti.sta!
— N o : lo q u e sucede e s que tiene una
voz singular.
— ¡Suerte d e e.so, porque .si la llega
a tener plural!...
¿Qué le d u e l e a u s t e d ?
Toda la d e n t a d u r a .
—- V o y a ir a ca.sa d e l médico. E n c u e n tro que tni mujer n o e s t á bien.
— P u e s v o y c o n t i g o . . . Y o n o he e n c o n t r a d o n u n c a bien a la mía t a m p o c o .
Arls,
Remitente: /'.7 q i u b , i l i j o .
El amor e s un c a ñ a m a z o d a d o por la
nattiraleza v bordado por la i m a g i n a c i ó n .
.«
Remitente: Damián
— H o m b r e , y a podía u s t e d poner e
su v e n t a n a u n o s vi.sillos m á s t u p i d o s .
Anoche le vi a usted besando a su mujer.
— Caramba, n o bromee u.sted..., que
a n o c h e n o e.staba yo en mi c a s a .
con s u s ojos
diciendo:
fe: \Hasta nuncal
fe: \Hasta lue gol
VlCNTURA R u i Z .\GUIT.ERA
—• ¡Pero si n o tiene usted m á s que un
diente!
— Por e.so le d i g o que m e duele toda.
Hemitente: F. líaenu, lladajo/..
m
El comerciante J. F . da i n s t r u c c i o n e s
a un joven comisionista a quien a c a b j . d e
oolocar e n su c a s a :
— T o m a u.sted el tren a laír seis d e la
m a ñ a n a ; llega a l a s n u e v e ; t o m a café
con leche en la m i s m a estación y, .sin d e t e -
H e i n e dijo d e cierta .señora:
«Se parece en m u c l i a s cosas a la Venus
de Afilo. Como ella, e s e x t r a o r d i n a r i a m e n t e
vieja, n o tiene d i e n t e s y ])resenta a l g u n a s
m a n c h a s blancfis en la amarillenta s u perficie d e su cuerpo.»
Remitente:
T. ('.. e n c u e n t r a en la calle a un cal)a
llero que le d e t i e n e , saludándole cordialmente.
— ¿Es posible que n o m e reconozca
u.sted?... Pero n o tiene nada d e particular,
porque hace v e i n t i c i n c o años ([ue uo nos
h e m o s v i s t o . Y o soy aquel con (luien t u v o
usted un desafío a pistola por una liailarina.
— - ¡Es verdad! H a b í a o l v i d a d o por comp l e t o e.sa a v e n t u r a .
Y o n o , porque pa.sé e n t o n c e s un
m i e d o terrible. Oí pasar la bala d e usted
silbando por j u n t o a mi oreja.
— ¡Cómo mi bala! ¿Pero l a s pistolas
e s t a b a n cargadas?
— ¡Naturalmente!
— ¡Infames padrinos! V m e habían ju-
Hetnisor.
Del c a t e d r á t i c o J . S. d e T. se c u e n t a
que, d e b i e n d o llegar d e viaje, .su mujer,
que le esperaba, recibió el si,guiente telegrama:
«Perdido tren. .Saldré m a ñ a n a a la m i s ma hora. Pepe.»
V la e.sposa, que n o e s catedrática, .se
apresuró a contestarle:
«>Si sales a la m i s m a hora, volverás a
perder tren.
.Margarita.»
R e m i t e n t e : Centrdo
nerse, va a laca.sa «Hernández Hermanos».
Cualquier cosa que le ocurra, telegrafíe.
.\l día siguiente recibe el comerciante
e.ste t e l e g r a m a :
«En la e s t a c i ó n n o h a y leche. ¿Qué
hago?*
Remitente: F.l Ih.eU.e
Cellishi,
— ¿Tiene u.sted perras, d o n Procopio?
— La itltima que tenía se m e murió el
mes pasado.
D i g o que si tiene u s t e d cuartos.
- E l líltimo lo alquilé a y e r .
- ¡No quiero decir e s o ! '
— ¡Ni y o lo otro!
Pemitente: J. M. fl.
ALBO.—163
Asensio,
Itarai-aldo.
Ciego eres, .Amor, y n o
porque l o s ojos te f a l t a n ,
s i n o porque a t o d o s c u e s t a s ,
hov, los ojos de la c a r a .
rado que n o tenían m á s que pólvora. ¿De
m a n e r a q u e pu<le morir?...
V cae desmayado.
lícinitente: l'.leile i:e¡,unlo.
OtlíVEDO
lU'niitt'ntrs: ./. I',, y .!. I\
M; i i i n . i i l a
.
— Mi padre está m u y d i s g u s t a d o , porque el día d e su s a n t o le regalaron tin
reloj y n o lo puede llevar. ¡Y eso que vale
m á s d e c i n c u e n t a duros!
•— ¿ Y por q u é n o lo puede llevar?
— P u e s hombre, n o puede porque e s
un reloj d e p a r e d .
R e m i t e n t e : Tn servidor,
Rarii-lona.
Cuando d e c i m o s : ¡Qué a n t i p á t i c o es F u lano! casi siempre será m á s a c e r t a d o d e cir: ¡Qué a n t i p á t i c o s le somos!
JACINTO
BENAVENTE
La vida e s c o m o un c a b a l l o
al que se embrida y se enfrena;
sin el freno y sin la brida,
se d e s b o c a y n o s estrella.
J.
ORUIÍTE
VERNE
Hl r i n n c r r o n l c y ul nnn son ( \ , L í e n l e s iimisios. S iemi'i-e .nuliui ,innto« por l.i
rtorniir.
riintulo lie»;;) la hol'a d •1 (l.'sranso noi'tiinio. se P C I K I I I . ¡ l l n l o ^ ,i
\ o ' \ : ^ ^ l a s iriol.i'ias de Hios t i e n e n pareciVed a e s l a e r l a do ¡nimn d u r m i c m i o :
asi. con cslii i l i i l / i i r a . dviermen los n i ñ o s .
l - n 1.1 ii¡l.n..
dos
ÍMSos|.,Tl„„l»-.
i \,
Ouy el terrible
El tablero magnético
N el a ñ o 1600 se preparó en Inglaterra
un a t e n t a d o contra el gobierno de
a c o b o primero. E l cabecilla del complot,
iuy Pawkes, hizo colocar treinta barri-
q u e m a de m u ñ e c o s que representan a
G u y Pawkes. Los niños se divierten e x traordinariamente. Ved en la foto un
grupo d e ellos que y a tiene preparado su
W e s d e pólvora bajo el edificio prcsidecial. B1 a t e n t a d o n o llegó a realizarse porque se descubrió a t i e m p o . Ocurrió e.sto
el día 5 de n o v i e m b r e de dicho a ñ o y,
d e s d e entonces, se celebra a n u a l m e n t e en
Inglaterra una fiesta consistente en la
m u ñ e c o para este año. Como se ve, la
fiesta tiene semejanza con las fallas valencianas, n o sólo porque al fin la figura
se q u e m a con gran algazara de los espectadores, sino porque, así como lo de Valencia e s falla, el complot de G u y falló.
El árbol mayor del mundo
para el desarrollo perfecto de l a s p l a n t a s .
Para subsanar esta deficiencia, el propietario n o tiene m á s que colocar una p l a n cha de hojalata o de madera pintada con
pintura de esmalte de m o d o que los r a y o s
del sol se proyecten, por reflejo, en los lugares que n o los reciben. A u n q u e n o s
E
Í
X ingeniero londinense ha i n v e n t a d o
J
el tablero de ajedrez m a g n é t i c o . T a n to el tablero c o m o las piezas están i m a n tados, d e m o d o que n o h a y m i e d o d e que
éstas pierdan la estabilidad. Para los ajedrecistas irascibles, el tablero m a g n é t i c o
es la gran cosa. Si, al ver perdida la partida n o pueden reprimirse y descargan en
la mesa un p u ñ e t a z o , las piezas n o c a e rán y se confundirán como ocurría a n t e s .
Aunque, bien mirado, precisamente lo que
le conviene a u n o c u a n d o sabe que v a a
perder es provocar u n lío irreparable.
Contra la verborrea
E
N el Sequoia National Park, de los E s t a d o s Unidos, está creciendo desde
h a c e algunos cientos de años este árbol
N O de los fakires que más i m p r e s i o U
nan a los públicos europeos ante los
cuales se e x h i b e a c t u a l m e n t e , es éste del
grabado, el cual, sin trampa ni cartón, se
atraviesa la lengua con un c l a v o de grandes d i m e n s i o n e s sin acusar la menor molestia. (Lástima que nuestra portera n o
se sienta fakir! ¡Con lo bien que estaría
su lengxia clavada en el quicio de una
puerta I
colosal, c u y o tronco es tan grueso que
v e i n t e hombres con l a s m a n o s enlazadas
no bastan para abrazarlo. Brindamos esta
f o t o a los a m a n t e s de las maravillas del
m u n d o vegetal, ya que de otro m o d o les
v a a ser difícil conocer a este prodigio de
corpulencia,' a m e n o s que hagan un viaje
a los E s t a d o s U n i d o s . Porque sería una
locura pretender plantar uno igual en las
m a c e t a s del balcón.
El sol e s vida
E
N casi t o d o s los jardines h a y rincones
a los que n o llegan los r a y o s del s o l ,
que, c o m o es sabido, son imprescindibles
parece que la explicación está tan clara
c o m o el sol, el lector n o pierde nada con
dirigir una mirada al g r a b a d o .
Pigmeos
El hombre p u e r c o espin
Stanley, el famoso explorador de África,
fué el primero en afirmar que liabia visto
una raza d e enanos, dando un
m e n t í ; a los que
creían que tales
pueblos sólo e x i s tían en la fantasía de algunos
hombres. Más
tarde otro explorador,
Thornliecke, e n c o n t r ó
cerca del Camervin un pueblo de
pigmeos que n o
medían m á s d e
1.40 metro d é e s tatura, y, en las
proximidades d e
N u e v a Guinea, otra tribu de enanos m á s
pequeños aún, puesto que .sólo alcanzaban
1.2
metro de estatura.
Hace ocho o
diez años, .-Vdler encontró pigmeos todavía m á s d i m i n u t o s en las selváticas profundidades d e l Congo.
listos pigmeos son extremadamente n ó m a d a s y u o viven nunca m á s de una semana en el mismo sitio. Más que hombres
parecen gorilas o chimpancés humanizados.
Sólo cuando encuentran un paraje rico
en frutos o en caza mayor se detienen y
levantan una especie de primitivo c a m p a m e n t o . E l doctor WoUaston encontró
otra raza de enanos en las inmediaciones
del Lago .Mberto. E s t o s .seres viven d e
un modo completamente primitivo. Desconocen el trabajo y están casi a l nivel
de las fieras c u y a caza e s su único medio
de vida. La región donde residen e s m u y
rica en miel y d e olla se alimentan. Sólo
cuando é.sta escasea recurren a la caza.
V auu existen otros pueblos d e pigmeos
que prueban la existencia d e l a s razas d e
enanos, considerada durante m u c h o tiempo como fabulosa.
La emoción de la caza mayor atrae a
los e.spíritus aventureros. Pero otros, m á s
prácticos y menos deportistas, han procurado pract'car esta distracción evitando
sus peligros. Hace a'gunos años uu n a t u ral'sta se internó en .\frica, h.iriendo
transportar con su equipaje una gran
jaula de sólidos barrotes, encerrado en la
cual, disparó contra los leones,
leopardos y otras
fieras que a c u dían al lado de
la jaula al olor
de la presa. Más
^ tarde e l a m e r i c a ^ n o Stanley Carison e m p l e ó otro
sistema m á s c u rioso y práctico
aún. Se hizo construir un traje de
cuero m u y grueso, protegido por
púas de acero de
tres centímetros
d e longitud. E n la cabeza .se puso un
casco del mismo material v con idénticas
p ú a s y d o s gruesos cristales a la altura
de los ojos. Vestido así y provisto de
vui hacha, Carlston se dirigió a las llanuras del Canadá, donde obtuvo gran n ú mero de ricas pieles. Se instalaba eu el
centro d e ima llanura y esperaba a que
lobos, zorros y demás animales de a q u e llas regiones acudieran al olor de la presa.
Entonces, el cazador se abalanzaba, sobre
ellos y los m a t a b a a hachazos sin que
IOS dientes de l a s fieras, con las cuales
entablaba generalmente encarnizadas lu
chas, 'ograran atravesar .su grueso t a j e
• guarnecido d e púas.
La c a z a dei h i p o p ó t a m o
La caza del hipopótamo se ha descrito
m u c h a s veces como una empresa peligrosísima, y se achaca a e.ste animal la facultad de comer.se a tina per.sona con la
misma facilidad con q u e no.sotros n o s com e m o s un pastel. Nada m á s falso. Toda
la dificultad de esta caza está en que el
cazador acierte a hacer blanco con su
rifle en la frente o en el oído del hipop ó t a m o . También es nuiy difícil encontrarlo. Este animal acostumbra a vivir en
las aguas tranquilas de los rios,
cerca de alguna
isleta. 1,0 mejor
para acercarse a
él sin ahuyentarlo, es revestir una
barcaza de m a leza de modo que
semeje una p e queña isla. Puede
dar.se el ca.so de
que, al ver sitcumbir a un h i popótamo, el resto de la manada
se enfurezca y
a t a q u e a la barcaza que quedaría destrozada irremisiblemente. Pero esto n o suele ocurrir. Los hipopótamos, al oír el disparo, desaparecen
debajo d e l agua. y . d e s p u é s , atraídos por
la curiosidad, vuelven a salir a flote- y se
acercan a la barcaza, ofreciendo nuevos y
magníficos blaticos al cazador.
El Invento de la semana
•
Vocabulario de palabras que, siendo perfectamente castellanas, por desconocerlas, no
usa casi nadie.
(
Continitacíán)
Saltabanco y Saltabancos, m. Saltimbanqui.
Salvamano. «A salvamano», m o d o
adverbial. A m a n s a l v a .
Sanfrancia, f. Pendencia, trifulca.
Saquilada, f. Cantidad que cabe o
se lleva e n u n s a c o n o lleno.
Sarrillo, m. Estertor del moribundo.
Sativo, va, a d j . Que se c u l t i v a . E n
oposición a lo silvestre y n o
cultivado.
Sáxeo, a, a d j . D e piedra.
Secatón, na, a d j . S i n gracia, s o s o .
Seceso, m.. Deposición de vientre.
Selenosis, f. Mentira,
manchita
blanca e n l a s u ñ a s .
Sepancuantos, m . Castigo, reprensión, zurra.
Sergas, f. pl. Proezas, h a z a ñ a s .
Sírico, ca, a d j . D e seda.
Serraduras, f. pl. Serrín.
Servilla, f. Zapatilla.
Sesear. Pronunciar la c c o m o s.
Sialismo, m . S a l i v a c i ó n .
Sicofante, m. Impostor, calumniador.
Sieteñal, a d j . Que tiene s i e t e a ñ o s .
Sifosis, f. Corcova, joroba.
Silabo, m . í n d i c e , c a t á l o g o .
(Confínuará)
LA CABINA
tpi-
IRROMPIBLE
ingeniero francés Andrés Sauvant ha
inventado, después de largos y tenaces estudios, una cabina de 'seguridad para aviones. En caso de accidente, los viajeros y
tripu'antes no sufrirán grave daño, debido
a que la cabina resiste, sin romperse, los
choques más violentos. La cabina de seguridad va encerrada en otra, de la cual la
separa una gran cantidad de parachoques
llenos de aceite que atenúan los efectos del
encontronazo para los que están dentro. El
inventor ha hecho las pruebas
arrojándose
desde una altura de 120 metros en un avión
dotado de su cabina de seguridad.
Todo el avión quedó destrozado menos la
cabina, de la cual salió Andrés Sauvant sin la menor
rozadura.
•t5-2
HISTORIA
SATURAL
estrella desapareciera de pronto del Universo, continuaríamos viéndola en su
lugar del cielo durante cuatro años más, después de su desaparición repentina.
Los rayos que ya hubieran emprendido su viaje hacia nuestra Tierra seguirían
naturalmente recorriendo el espacio y nos alcanzarían uno tras otro, hasta el
último.
Nos hemos referido a la estrella alfa del Centauro por ser la más próxima
a nosotros. La mayoría de las demás está muchísimo más lejos. De muchas de
ellas sólo podemos conjeturar el tiempo que emplea su luz para llegar hasta nuestro globo. Suponed, por ejemplo, que observamos un cambio súbito en el brillo
de alguna de estas remotas estrellas. Nos preguntamos cuándo debió de ocurrir
en realidad el cambio: si fué en tiempo de Felipe II o durante la Reconquista,
o bien si fué cuando Roma se hallaba en el apogeo de su gloria o acaso antes
de que se construyeran las pirámides de Egipto. Ni siquiera la última de estas
suposiciones puede tratarse a la ligera; en reaHdad, desconocemos a qué distancia
de nosotros se hallan esas estrellas que nuestros telescopios gigantes han sacado
a la luz de lo profundo de los espacios celestes.
En estos últimos años se ha generalizado el empleo de otra medida celeste,
el pafsec, contracción de paralaje-segundo, que equivale a ^'26 años de luz o
31 billones de kilómetros.
A no ser por la invención del telescopio, nuestros conocimientos astronómicos serían muy reducidos.
Todo lo que los hombres conocían del cielo estrellado antes del año 1610,
en que Galileo apuntó por primera vez hacia lo alto el instrumento recién inventado, debíase a la observación a simple vista, sin la intervención de ningún
medio artificial. Para hacer observaciones en esta forma estaban en situación
sumamente desventajosa. En su opinión, el Sol y la Luna eran sin duda los
cuerpos más grandes de los cielos, por el sencillo motivo de que lo parecían. Las
enormes manifestaciones solares, que nosotros consideramos tan corrientes, ellos
ni las soñaban siquiera. La Luna presentaba una superficie manchada, y esto era
todo; sus cráteres y sus circos montañosos eran sorpresas que se le reservaban
al hombre. Naturalmente que nada se conocía acerca de la superficie de los planetas. Estos objetos no presentaban en verdad caracteres particulares que los
distinguieran de la multitud de estrellas, excepto que su posición en el cielo
cambiaba continuamente, mientras que las otras permanecían inmóviles. Las mismas estrellas se consideraban como fijas e inalterables sobre la bóveda celeste.
El Sol, la Luna y los planetas se movían en apariencia en el espacio intermedio,
sostenidos en su carrera por raros y sorprendentes artificios. La existencia de
los satélites era completamente desconocida. Los cometas se consideraban como
maravillas celestes, y los aerolitos como pequeñas conflagraciones que se verificaban en las regiones superiores de la atmósfera.
Como el hombre no tenía el menor conocimiento de los verdaderos tamaños
y distancias de los distintos cuerpos celestes, considerábalos naturalmente más,
EL
446
UNIVERSO
curiales, y del mismo modo, observamos desviaciones inexplicables en los movimientos de nuestra vecina, la Luna.
Al tratar del mecanismo celeste no es posible pasar por alto el ingenioso
dispositivo ideado por el alemán doctor Banersfeld y construido por la casa
Zeiss, de Jena, para proyectar sobre la parte interior de una gran bóveda que
representa el firmamento, imágenes del Sol, de la Luna, de los planetas, de las
estrellas, de las nebulosas, etc., los cuales hacen en pocos minutos, para ense-
(Fot.
Boyer)
F I G . 3 3 1 . — S e s i ó n a s t r o n ó m i c a e n el A u d i t o r i í J m de M u n i c h .
ñanza del público, recorridos en los que los astros de verdad emplean a veces 1
millares de años.
i
Varias ciudades de Alemania y de otros países progresivos poseen ya mag- j
níficos "planetarios", nombre con que se designa a esos "teatros de los astros", j
cuyo elemento principal es el maravilloso aparato en el que se reúnen nada me- j
nos que ciento veinte aparatos de proyección (figs. 327 a 331).
i
Gracias a los planetarios los habitantes del hemisferio septentrional pueden s
admirar el firmamento del hemisferio sur tal como lo ven sus antípodas. Dentro^
de la espaciosa sala circular el tiempo vuela verdaderamente y el espectador se i
convierte en un ser excepcional cuyos segundos equivalen a veces a un año, a]
veces a un siglo, y ante el cual repiten dócilmente los astros sus complicados':
movimientos v sus misteriosos recorridos.
í
EL
DISTANCIAS Y MEDIDAS CELESTES
Hasta aquí hemos considerado solamente una vista general del sistema solar,
una vista de pájaro, como si dijéramos, tomada desde el espacio.
En el curso de nuestras explicaciones hemos mencionado aproximadamente
las distancias relativas a que se mueven los distintos planetas alrededor del Sol.
Pero no hemos establecido todavía lo que son en realidad estas distancias, por
lo que bueno será ahora que consagremos nuestra atención a tan importante
materia.
Todos sabemos lo que es un kilómetro. Es, por ejemplo, el camino que se
recorre en diez minutos de buena marcha; también sabemos que tal población o
edificio se halla a tantos o cuantos kilómetros de distancia.
Las medidas que hemos dado hasta ahora de los diámetros de los varios
cuerpos del sistema solar nos parecen muy grandes si tenemos en cuenta el
cansancio que nos ocasiona el recorrido de algunos kilómetros; pero no son nada
en comparación con las distancias a que circulan los planetas en sus órbitas
alrededor del Sol.
La lista que damos a continuación expresa tales distancias en números redondos. Estas medidas son lo que se llaman distancias "medias"; porque, como
las órbitas son elípticas, la distancia de los planetas al Sol es variable, y, por
consiguiente, nos vemos obligados en cada caso a calcular una especie de término medio.
Mercurio.
Venus,
La Tierra.
Marte,
Júpiter,
Saturno.
Urano,
Neptuno.
unos
57.924.000 kilómetros
108.125.000
149.476.000
227.673.000
777.630.000
r425-574-000
2.867.077.000
4.491.684.000
Se ve por estas cifras que hemos entrado a considerar distancias mucho
mayores que las que encontramos al tratar de los diámetros de los varios cuer-
UNIVERSO
4SÍ\
tas y más vueltas, como una ardilla en su jaula giratoria. Disponemos, sin embargo, de una ilustración muy útil, que es la que suelen emplear los astrónomos
al tratar de las distancias de las estrellas. Está tomada de la velocidad de la luz.
La luz corre a
la velocidad enorme
de unos 300.000 kilómetros por segundo. Emplea, p u e s ,
solamente como un
segundo y cuarto p a ra llegar hasta nosotros desde la Luna.
R e c o r r e en u n o s
ocho m i n u t o s los
149.000.000 de kilómetros que nos separan del Sol; y va
desde el Sol hasta
Neptuno en u n a s
cuatro horas, lo que
significa que recorrería de p a r t e a
parte del sistema solar en ocho horas,
i Sin embargo, para
recorrer la distancia
que nos separa de la
estrella alfa del Centauro, emplea nada
menos que unos cuatro años y cuarto!
Así, pues, 1 o s
i P o t . TeoJmo-Photogniph. ArchiT.)
astrónomos convieF i F . 3 3 4 . — Mo^taje del objetivo para el telescopio de Lembang.
nen en . estimar las
distancias de las estrellas considerando el tiempo que emplea la luz en llegar desde
ellas hasta nosotros. La distancia que la luz recorre en un año la denomina un
año de luz y equivale a 9*5 billones de kilómetros. Según esto, se dice que la
estrella alfa de! Centauro dista de nosotros cuatro años y cuarto de luz.
Ahora bien: como los rayos de luz procedentes de aquella estrella se siguen
incesantemente unos a otros a través del espacio, y como cada rayo sale de la
estrella unos cuatro años antes de llegar a nosotros, nuestra visión de la estrella,
por consiguiente, estará siempre en un retraso de más de cuatro años. Si aquell.i
4S0
HISTORIA
NATURAL
sobre el fondo del firmamento. En realidad, no existe tal fondo. Estos cuerpos
brillantes están por todo el espacio alrededor de nosotros, y cada uno de ellos
a distancias distintas de nosotros y de cada uno de los demás; y podemos ver
entre ellos toda la negrura del vacío, que tal vez continúe extendiéndose incesantemente hasta mucho más allá de los límites extremos del universo estelar.
¿Lanzaremos, pues, una vez más por el espacio nuestro expreso imaginario
y le enviaremos hacia la estrella más próxima? Sería inútil; nuestro método
de medir el espacio con la velocidad de un expreso fracasaría miserablemente,
si intentásemos de este modo hacernos cargo del abismo inmenso frente al cual
nos hallamos ahora. Hagamos alto por un momento y recapitulemos los órdenes
de distancias de que hemos hablado hasta lo presente. En primer lugar, tratamos
con miles de kilómetros. Comprendimos después la insignificancia de estas medidas cuando entramos a considerar las que se cuentan por millones. Vimos, en
efecto, que nuestro tren, corriendo sin cesar a cien kilómetros por hora, emplearía un tiempo casi igual a los tiempos históricos en un viaje desde el Sol hasta
Neptuno.
En los espacios situados más allá del sistema solar nos encontramos con
un nuevo orden de distancias. Las que median entre el Sol y los planetas se
miden por millones de kilómetros; pero las que separan un sol de otro sol, únimil veces mil. ; Y qué es un billón? Es un millón de millones. Consideremos esto
significa? Mucho me temo que no; porque la palabra "billón" se pronuncia tan
fácilmente como "millón", y ambas son tan difíciles de concebir, que apenas si
nos hacemos cargo de la verdadera diferencia que entre ellas existe.
Hagamos, no obstante, una comparación detenida. ¿Qué es un millón? Es
mil veces mil. ¿Y qué es un billón. Es un millón de millones. Consideremos esto
bien: un millón de millones. Esto significa un millón cuyas unidades son a su vez
millones; o sea que cada uno de los " i " que componen este millón es también
un millón. He aquí una manera de probar de hacerse cargo de esta cifra gigantesca. Un millón de segundos no hace más que once días y medio; pero un billón
de segundos hace en realidad ¡ más de treinta mil años!
Esto sentado, veamos de emplear nuestro tren expreso para medir, si es
posible, el abismo que se extiende ante nosotros. A la velocidad ya conocida,
tardaría casi un año y cuarto en recorrer un millón de kilómetros. Para cubrir
un billón de kilómetros, es decir, una distancia un millón de veces mayor, emplearía naturalmente como un millón doscientos mil años. La estrella alfa del
Centauro, que es de las estrellas perceptibles a simple vista la más próxima a la i
Tierra, dista de nosotros unos cuarenta billones de kilómetros. ¡ Nuestro tren expreso emplearía, pues, unos cuarenta millones de años para llegar hasta ella!
Esto demuestra que nuestro sistema de medida, que parecía apropiado páralos espacios interplanetarios, resulta completamente inútil cuando lo aplicamos
a los espacios interestelares. No hace sino darnos millones en vez de billones
con lo que nuestra inteligencia, vuelta sobre sí misma, no hace más que dar .vu?l-
EL
UNIVERSO
447
pos del sistema. En aquel caso se limitaban las distancias a millares de kilómetros,
y en éste se trata de millones.
¿ Cómo podremos formarnos una idea de tales distancias, cuando aquellas a
que estamos acostumbrados—un paseo de algunos kilómetros, la pequeña faja
de tierra o de mar que nos rodea—son tan insignificantes comparadas con ellas?
La verdad es que el hombre, aun cuando crea que puede representarse distancias tan enormes, es el caso que no puede concebirlas. En estas cuestiones empleamos inconscientemente algún convencionalismo y calculamos que una cosa
AVtfJfA/O
F I G . ,3.32.'*— Tieiui
tren imaginario ^en recorrer las dístaní
de algunos astros.
que nos separan
es dos, o tres, o más veces mayor que otra; pero no podemos hacer más. Por
ejemplo, nuestra experiencia ordinaria de lo que es un kilómetro nos permite
juzgar en cierto modo una extensión de varios kilómetros, que es lo que se puede
abarcar con una mirada; pero al apreciar mil kilómetros, y aun ciento, tenemos
que recurrir, por decirlo así, a un escamoteo mental.
En nuestros esfuerzos por concebir distancias tan inmensas como las que
se dan en el sistema solar, nos vemos obligados a recurrir a comparaciones con
otros hechos más sencillos, aunque con esto no hacemos más que engañarnos a
nosotros mismos. La comparación que parece más indicada para el caso, y la
que más emplean los escritores, es la tomada de la velocidad con que corre un
tren expreso.
Imaginemos, por ejemplo, un expreso que pueda correr en cualquier direc-
448
HISTORIA
NATURAL
ción, que no se pare nunca, que no necesite hacer carbón y vaya siempre a razón
de unos lOO kilómetros por hora. Supongamos que empezamos empleándolo para
medir el tamaño de nuestro planeta, y que le hacemos correr por el Ecuador,
cuya longitud es de unos 40.000 kilómetros., A razón de 100 kilómetros por hora,
emplearía en el viaje cerca de diez y siete días. Enviémosle después de la Tierra
a la Luna. Como la distancia es de unos 384.000 kilómetros, o sea cerca de diez
veces mayor que la anterior, empleará naturalmente cerca de diez veces más
en el recorrido, es decir, sobre ciento sesenta días; algo más de cinco meses. Enviémosle ahora aun más allá, hasta el Sol, por ejemplo. Este viaje ya no puede
medirse por miles de kilómetros, sino por millones. La distancia de la Tierra al
Sol, como ya vimos en la tabla anterior, es de algo más de 149.000.000 de kilómetros; nuestro tren expreso emplearía, pues, unos ciento setenta y siete años
en salvar tan enorme distancia.
Una vez llegado al Sol, supongamos que nuestro expreso dé la vuelta alrededor de aquel astro: emplearía en ello más de cinco años.
Supongamos, finalmente, que el tren partiendo del Sol, marchara en línea
recta hasta el límite conocido del sistema solar, es decir, hasta alcanzar la órbita
de Neptuno: emplearía más de cinco mil años para recorrer esta distancia (figura 332).
Los que hayan visto pasar un expreso a toda velocidad desde una pequeña
estación o en campo raso, reconocerán que cien kilómetros por hora es una velocidad considerable. ¿ No es, pues, algo abrumador el contemplar la inmensidad
del espacio, cuando se considera que un cuerpo, corriendo sin cesar a una velocidad tan respetable, emplearía nada menos que diez mil años para recorrer
solamente nuestro sistema solar de un extremo a otro ? 1 Diez mil años! Intentad
imaginaros este espacio de tiempo. Hace solamente algo más de la mitad de este
tiempo que se construyeron las pirámides, hecho que señala para nosotros en
cierto modo el principio de la historia. Y, desde entonces, ¡cuántos imperios poderosos se han fundado y han desaparecido!
Terminada nuestra ojeada a la apariencia y las dimensiones del sistema solar,
veamos ahora de averiguar su posición y su tamaño, en relación con lo que llamamos el Universo.
Una simple mirada al cielo de la noche, cuando está limpio de nubes, nos
muestra que hay estrellas en todas direcciones; y lo mismo ocurre en cualquier
parte del globo. En realidad, las estrellas están en el cielo lo mismo de día que
de noche, sólo que durante el día no podemos verlas, porque su luz queda eclipsada o anulada por la mucho más deslumbradora del Sol.
Así, llegamos a la conclusión de que nuestra Tierra, y de hecho todo nuestro sistema solar, está sumergida entre una confusión enorme de estrellas. ¿Qué
posición ocupamos, pues, en esta aglomeración? ¿Estamos situados en el centro,
o cerca del centro, o en qué otra parte ?
Está suficientemente demostrado por las observaciones astronómicas que
EL
UNIVERSO
449
las estrellas son cuerpos dotados de luz propia, lo mismo que nuestro Sol; en
realidad, son otros tantos soles, y el nuestro es solamente uno de ellos, acaso uno
de los miembros menos importantes de este gran universo de estrellas. Cada
una de dichas estrellas o soles, puede
ser a su vez el centro de un sistema
análogo al que llamamos nuestro sistema s o l a r , comprendiendo planetas
y satélites, cometas
y meteoritos; o acaso, también, alguna
otra v a r i e d a d de
cuerpos secundarios
de la que no existe
ejemplo en nuestro
pequeño rincón de
espacio. Sin embargo, no tenemos hasta a h o r a ninguna
prueba de que semejante conjetura sea
cierta. Ningún telescopio nos ha mostrado aún n i n g ú n
planeta que circule
alrededor de alguno
de estos soles distantes; p o r q u e t a l e s
cuerpos, aun si existen en realidad, es(Fot. Tedmo-Photograph. Archlv.1
t á n completamente F I G . 333. — Doble retractómetro de 6 0 cms. para el observatorio de Lembang (Java) en la sala de pruebas de la casa Zeiss, de Jena.
fuera del alcance de
nuestros más potentes instrumentos. ¿En qué nos fundamos, pues, para hacer
tal suposición? Únicamente en la analogía; en la deducción, casi de sentido común, de que si los caracteres esenciales de las estrellas son análogos a los de
nuestra estrella propia, que es el Sol, parece que sería muy raro que éste fuera
el único de semejantes cuerpos rodeado de un sistema planetario.
Las "estrellas", para emplear esta expresión en su sentido más general, no
se encuentran a una distancia determinada de nosotros, distribuidas aquí y allá
438
HISTORIA
NATURAL
rior a la de Mercurio. La mayor corresponde al que lleva el número 944, y que
es de 43°Como ya hemos dicho, los sistemas de satélites que giran alrededor de sus
primarios respectivos son en realidad reproducciones en miniatura del sistema
solar; del mismo modo, las consideraciones hasta aquí mencionadas, que regulan
la conducta de los planetas en sus relaciones con el Sol, deberán aplicarse necesariamente a los satélites. No obstante, un sistema de satélites se diferencia de
un sistema de planetas en que el cuerpo central alrededor del cual giran éstos
tiene luz propia, mientras que el cuerpo planetario en torno del cual circulan los
satélites no la tiene. Cierto es que los planetas brillan, y aun con mucho resplandor, como, por ejemplo. Venus y Júpiter. Pero no irradian su propia luz, como
hace el Sol, sino que se limitan a reflejar la luz que del Sol reciben. Esto aparte,
es notable la analogía que presentan el sistema planetario y un sistema de satélites. Los satélites son de forma esférica y de tamaños muy distintos; giran sobre
sí mismos, por lo que hasta ahora sabemos, en tiempos variados; circulan alrededor de sus planetas respectivos según órbitas que no son circulares, sino elípticas; y, además, estas órbitas no están necesariamente en un mismo plano. Por
último, los satélites giran alrededor de sus primarios con velocidades que pueden
compararse directamente con las de los planetas que giran alrededor del Sol,
ya que se cumple con toda exactitud la regla de que, cuanto más próximo se
halla un satélite de su primario, tanto más rápidamente circula.
Al comparar detenidamente la condición verdadera de los varios miembros
que componen el sistema solar, nos llama en seguida la atención el que estos
cuerpos pueden considerarse desde dos puntos de vista completamente distintos.
Podemos apreciarlos tanto por lo que respecta a su volumen, es decir, el espacio
que ocupan, como por lo que respecta a su masa, o sea la cantidad de materia
que contienen.
Imaginemos dos globos de igual volumen; en otras palabras: que ocupen
el mismo espacio. Uno de estos globos, sin embargo, puede estar compuesto de
material mucho más compacto que el otro, o, como se dice, puede tener mayor
densidad. Diremos de este globo que es el que tiene más masa de los dos. Si
pudieran pesarse ambos globos en una balanza, colocando uno de ellos en cada
platillo, veríamos al momento, por su mayor peso, cuál de los dos se compone
de materiales más compactos; y, en términos astronómicos, podríamos decir de
él que tiene una masa mayor.
Siendo la palabra "volumen" un simple sinónimo de tamaño, el orden de los
miembros del sistema solar, por lo que a sus volúmenes se refiere, es como sigue,
empezando por el mayor; el Sol, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, la Tierra,
Venus, Marte y Mercurio.
En lo que concierne a la masa, da la casualidad que ocupan el mismo orden.
Sin embargo, las densidades de estos cuerpos son muy distintas. El más denso
o compacto de todos es la Tierra, que es unas cinco veces y media tan densa
EL
UNIVERSO
435
Pero, en primer lugar, veamos qué motivos tenemos, si es que los hay, para
asegurar que la Tierra está dotada de un movimiento de rotación.
Si examinamos atentamente el cielo, observaremos que su fondo, con todos
los objetos que en él brillan, parece girar en torno de nosotros en el espacio de
unas v e i n t i c u a t r o
horas, y que el eje
alrededor del cual se
verifica este movimiento está situado
muy próximo a la
que designamos con
el nombre de estrella
Polar. Este fué uno
de los primeros fenómenos que se observaron en el firmamento; y, p a r a
los hombres de la
antigüedad, era como si los cielos y todo lo que en ellos se
encuentra estuvieran
girando c o n t i n u a mente alrededor de
la Tierra. Era natural que así pensaran,
ya que no tenían la
menor idea de las inmensas distancias a
que se hallan los
cuerpos celestes, e,
i g n o r á n d o l o , sen^ycirntum,
faxie» ctauj
in. ccrc
mixatz
tíanse naturalmente
inclinados a imagi(Fot. Boyer)
narlos relativamente
próximos. N o fué F I O . 325.—Juan Kepler ( 1 6 7 1 - 1 6 3 0 ) , que descubrió el mecanismo celeste.
hasta transcurridos muchos siglos cuando el hombre comprendió al fin el enorme
abismo que le separa aún de los objetos más próximos en el firmamento, y entonces empezó a formarse una opinión más razonable. Vióse a la sazón que este movimiento de revolución de los cielos alrededor de la Tierra podía explicarse más
satisfactoriamente con sólo suponer que la Tierra giraba alrededor de un eje fijo
apuntando en la dirección de la estrella Polar. La probabilidad de que la Tierra
436
HISTORIA
NATURAL
estuviera dotada de un movimiento de rotación quedó confirmada por las observaciones hechas con el telescopio. Cuando se estudió detenidamente la superficie del Sol y de los planetas, se vio que también ellos giraban. Siendo así, no
había para qué dejar de suponer que la Tierra hiciera lo mismo; mayormente
cuando de este modo se explica de una manera tan sencilla el movimiento diario
de los cielos y puede dejarse a un lado la creencia completamente absurda de
que toda la inmensa bóveda celeste gire alrededor de nosotros en veinticuatro
horas solamente.
Observando metódicamente el Sol con un telescopio, se desprende poco a
poco del lento movimiento de sus manchas por su superficie, de su desaparición
por un borde y de su nueva aparición por el otro, que el Sol gira alrededor de
un eje en el período de unos veintiséis días. También el movimiento de algunas
señales muy conocidas sobre las superficies de los planetas Marte, Júpiter y
Saturno, nos demuestra que estos cuerpos giran sobre sí mismos en períodos que
son de unas veinticuatro horas para el primero y de unas diez horas para cada
uno de los otros dos. En cuanto a Urano y a Neptuno, reina mucha más inseguridad, pues estos planetas se hallan a tan gran distancia, que aun los mejores
telescopios no nos proporcionan sino una visión muy confusa de las manchas
que aquéllos ostentan; no obstante, se considera también que giran sobre sí mismos en unas diez a doce horas. Además, el resplandor constante del Sol en la
proximidad de Mercurio y de Venus dificulta igualmente las observaciones de
los astrónomos en este sentido. Los antiguos observadores consideraban que el
período de rotación de estos dos planetas era poco más o menos igual al de la
Tierra; pero recientemente va ganando terreno la opinión de que giran alrededor
de sus ejes exactamente en el mismo tiempo que emplean para circular alrededor
del Sol. Pero esta es una cuestión muy dudosa, y volveremos sobre ella más
adelante; sin embargo, axmque la dejemos de lado, se ve, por lo que llevamos
dicho, que los períodos de rotación de los otros planetas de nuestro sistema suelen ser de unas veinticuatro horas o menos. El hecho de que el período de rotación del Sol alcance varios días no parecerá extraordinario si se considera su
enorme tamaño.
Otro punto que debemos considerar es el tiempo que emplean los varios
planetas en girar alrededor del Sol. Aquí también será conveniente tomar como
punto de partida el período de revolución de la Tierra y ver el tiempo que emplean los otros planetas, comparándolo con aquél.
Emplea la Tierra unos trescientos sesenta y cinco días y cuarto para dar
la vuelta en tomo del Sol. Este espacio es lo que llamamos un "año". La lista
siguiente muestra en días y años los períodos aproximados que emplea cada uno
de los otros planetas en dar una vuelta completa alrededor del Sol.
EL UNIVERSO
Mercurio
Venus
Marte
Júpiter
Saturno
Urano
Neptuno
487
1
II
84
29
164
año
"
"
"
"
y
y
y
y
y
88 días
226
321 "
313 "
7 "
167 "
284 "
De la comparación de estos períodos se desprende un hecho importante, y
es que, cuanto más cerca del Sol está un planeta, tanto más de prisa circula.
En comparación con uno de nuestros años, i qué largo parece el año de Urano o de Neptuno!
Por ejemplo, si hubiese empezado un año en Neptuno al nacer Napoleón
(1769), este año estaría ahora tocando a su fin; pues aquel planeta está próximo
a volverse a encontrar respecto del Sol en la posición que entonces ocupaba. Tampoco Urano ha completado dos de sus años desde que lo descubrió Herschel.
Una vez admitido que los planetas giran alrededor del Sol, el punto que
conviene ahora averiguar es cuál sea la posición de sus órbitas o cursos unos
respecto de otros.
Supongamos, por ejemplo, que representamos las órbitas de los distintos
planetas por varios círculos metálicos de diferentes tamaños, colocados unos dentro de otros, y que representamos el Sol por una pelota pequeña colocada en el
centro. ¿En qué posición tendrían que colocarse estos círculos para imitar con
la mayor exactitud posible la verdadera condición de las cosas?
En primer lugar, supongamos que todo junto, pelota y círculos, están, por
decirlo así, a un mismo nivel. Esto se consigue fácilmente imaginando que los
círculos flotan unos dentro de otros, con la pelota en medio, sobre la superficie
de un estanque tranquilo. Esta distribución se diría, en términos astronómicos,
que se halla situada en el mismo plano. Supongamos ahora que alguno ck dichos
círculos flotantes está inclinado con respecto a los demás, de modo que la mitad
del círculo se levanta sobre el agua y la otra mitad, en consecuencia, está bajo
la superficie. Esto es lo que ocurre en realidad con las órbitas de los planetas;
no están situadas todas ellas en un mismo plano. Cada una ocupa una posición
ligeramente oblicua o inclinada respecto del plano de la órbita de la Tierra, llamado eclíptica, que los astrónomos, para su conveniencia, consideran como el
nivel del sistema solar. La mayor oblicuidad o "inclinación" en las órbitas de los
grandes planetas corresponde a la de Mercurio; la menor, a la de Urano. La
órbita de Mercurio forma con la de la Tierra un ángulo de unos 7°; la de Venus,
un poco más de 3°; la de Saturno, 2'$"; en las de Marte, Neptuno y Júpiter, la
inclinación respecto de la eclíptica es menor de 2». Pero la mayor es la inclinación de la órbita del pequeño planeta Eros, que se aproxima a los ii". Casi la
mitad de los asteroides conocidos presentan en sus órbitas una inclinación supe-
UNA M A G N I F I C A
NOVELA
B E R T A
POR
R U C K
(Autora de «La muchacha que se declaró»)
ALGUNOS TÍTULOS DE LOS CAPÍTULOS DE
ESTA GRAN NOVELA
Un v o l u m e n
lujosamente
ancuadernaclo
5'BO p t a s .
<E1 joven de nuestroa tiempos ¿es dlitiio de la
muchacha modema?>.
«Cómo nace una novela en el tren».
Los g r a o J e s
éxitos J e
BEBTA
RlItU
593
HOGAR», EN tela
H 22
363
«La que toda mn)er desea».
NOVIA OFICIAL «NUEVA HOGAR», en TELA . . . 5'50
LA DONCELLA DE MISS MILLION «OBRAS
3'90
MAESTRAS», EN TELA
MAESTRAS», EN TELA
^211
«OBRAS
188
BOLerlM
3'90
LA JAULA DORADA «ROSA EXTRAORDINARIA» . . . 2 ' A TERRIZAfE fORZOSO «ROSA EXTRAORDINARIA» . . 2' CORAZOmS QUE NO SE ENCUENTRAN «ROSA
EXTRAORDINARIA»
2' —
LAS DUDAS DE MILLICEN «ROSA EXTRAORDINARIA»
179
«Por la via aérea».
OFERTA DE MATRIMONIO
números
LA NOVIA QUE SE ESCAPÓ «LA NOVELA ROSA. . 1'50
LA ENFERMERA «LA NOVELA ROSA»
1'50
I
T
O
R
I
A
L
J
U
D
I
B A R C E L O N A
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V
E
N
T
U
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A P A R T A D O
3
|
I
p las novelas señaladas con loa \
2' —
I
D
DE PEDIDO
Le ruego me remita la obra de '
Berta Ruck
I
I
El importe total de ptas
lo remito por
deseo pagarlo a
Nombre
E
t
3'90
LA MUCHACHA QUE SE DECLARÓ
3505
E 227
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««Después...» el club noctnmo».
EN BUSCA DE LA MÁS HERMOSA «OBRAS
365
E 248
«En el salón de bellesa».
i
«Hay dos maneras de mirar y llevar loa^
nuevos vestidos».
|
5*50
MAESTRAS», EN TELA
E 251
í
LA JOVEN VENUS «NUEVA HOGAR», EN tela 5'50
LA MUCHACHA DESAPARECIDA «NUEVA
528
\
Señas
Fecha
reembolso.
SeCICCAD CENCPAL DECR/VNDES AVENTIRAS
Episodio X X X I i . - L O S C A Z A D O R E S DE CABELLERAS
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