Carlos Fonseca, el coronel ya tiene quien le escriba

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LATERCERA Lunes 3 de agosto de 2015
Coronel Lágrimas
Sociedad
Cultura
[CARLOS FONSECA]
Anagrama, 2015.
175 págs.
$22.550 (En librería Antártica).
RR En Coronel Lágrimas,
Carlos Fonseca hace un
recorrido por la historia
europea del siglo XX.
FOTO: AGENCIA UNO
Carlos Fonseca, el coronel
ya tiene quien le escriba
R Con su primera novela, Coronel
Lágrimas, el autor nacido en Costa
Rica ha recibido grandes elogios.
Patricio Tapia
Después de pasar los primeros dos tercios de su vida en
el templado Caribe —de padre costarricense y madre
puertorriqueña—, Carlos
Fonseca (1987) se trasladó a
los fríos rigores de la academia estadounidense. A los
18 años partió a estudiar Literatura Comparada en la
Universidad de Stanford
para luego seguir con un
doctorado en la de Princeton, donde fue alumno destacado de Ricardo Piglia.
Para no alejarse del frío,
ahora vive en Londres, como
parte de su carrera académica: es investigador y profesor en el Centro de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Cambridge. Antes de su traslado, escribió y
presentó (también con la
ayuda de Piglia), en la editorial Anagrama, el manuscrito de su primera novela, Coronel Lágrimas. Ahora está
embarcado en otro proyecto: “Estoy trabajando en una
segunda novela que espero
terminar pronto, una novela sobre las fantasías políticas que el extranjero proyecta sobre Latinoamérica”.
Como desafío formal,
como artefacto, Coronel Lá-
grimas es ambiciosa. Pretende narrar un solo día en
la vida de un extraño anciano, sabio y ermitaño, que
lleva algunos años viviendo
en los Pirineos, dedicado a
una tarea no menos extraña:
hacer la “gran historia” con
“hechos mínimos”. Escribe
un proyecto autobiográfico
mediante un catálogo de vidas ajenas. También ha realizado una labor de archivo,
que recuerda a la de Bouvard y Pécuchet: un “almanaque de postales, diccionario de disparates”, titulado Los Vértigos del Siglo,
cuyo propósito es “fijar la
memoria universal en códigos numéricos”.
Como cuenta en una nota
al final del libro, Fonseca se
ha basado libremente en la
vida del matemático Alexander Grothendieck, quien
también se retiró a la soledad
del eremita y, de hecho, la
fórmula que aparece destacada en el libro, es de él.
En el trasfondo de la vida
del Coronel se deja ver la
historia europea del siglo
XX: la Revolución rusa, la
Guerra Civil española, Mayo
del 68. Para darle una dimensión latinoamericana,
aparece México: allí nace el
Coronel y de allí es un segui-
R Discípulo de Ricardo Piglia, la
semana pasada presentó su libro
en Chile, editado por Anagrama.
dor con quien mantiene una
relación epistolar. ¿Por qué
México?: “Quería narrar
desde un lugar que no conociera, desde un lugar que
sólo conociera por enciclopedias y libros de historia. La
historia de México me pareció un punto de partida fascinante”, señala Fonseca.
En realidad, no es lo único
latinoamericano, pues también figura el recuerdo afligido de una antigua amante caribeña abandonada que
asoma un lamento personal
de su autor: “La amante mulata es un poco mi propia
añoranza del Caribe, la culpa de todavía no haber vuelto”, señala.
Fonseca no siente la angustia de las influencias:
“Escribo desde las influencias, muy a gusto con ellas.
Mi autor favorito es
Faulkner, pero creo que la
novela trabaja más con tres
autores que me parecen fundamentales: Italo Calvino,
Georges Perec y Borges”.
Es probable que también
figuren en su panteón los
autores del estilo madarín
estadounidense (Donald
Barthelme, Thomas Pynchon o Don Delillo), pues la
novela roza el vértigo del
abigarramiento: se acumu-
lan en ella inteligencia, datos científicos (el Coronel
sufre de prosopagnosia, una
rara enfermedad que le dificulta reconocer rostros),
anécdotas históricas recónditas, símbolos que se escurren, referencias de cultura
popular y no tanto (desde
Nino Bravo a François
Truffaut), trucos de perspectiva, detalles extravagantes (el protagonista lee
un libro sobre toreros enanos y soñó con proezas de
funambulista).
Recordando a Marx (mencionado como “algún barbudo”), el narrador plural
(un nosotros) de Coronel Lágrimas, que vigila de cerca al
protagonista, dice que la historia se repite primero como
tragedia, y luego como farsa. La vida del personaje, señala, requiere un nuevo género, “una especie de farsa
trágica que anula las distinciones entre lo cómico y lo
trágico”. La historia es trágica, sin duda, un día en la
vida de un anciano solitario, que ha renunciado al
mundo, pero más apropiada
parece la idea de John Mortimer, el abogado y escritor
inglés: “La farsa es tragedia
interpretada a mil revoluciones por minuto”. b
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