una historia de dos países

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LATERCERA Domingo 10 de abril de 2016
UNA HISTORIA
DE DOS PAÍSES
POR BARRY
EICHENGREEN
U
n reciente viaje a Santiago me hizo reflexionar sobre una paradoja. Uno esperaría que
los habitantes de un
país cuya economía se
ha desempeñado positivamente según estándares regionales se encuentren satisfechos con sus vidas y con
sus líderes. Sin embargo, el sentimiento predominante no es de satisfacción, sino de
enojo, y presenta considerables índices de
baja aprobación tanto del Presidente como
de otros líderes.
Lo curioso es que no estoy hablando de Chile, sino de mi propio país, Estados Unidos.
Durante más de una década, hasta 2005, el
crecimiento de la productividad fue rápido.
Este período llegó a su fin con la crisis financiera y la Gran Recesión. Pero la economía ya
había tocado fondo en junio de 2009. En tres
meses más, la actual recuperación económi-
ca va a cumplir siete años, una extraordinaria y duradera expansión para estándares
históricos.
Sin embargo, existe un profundo desencanto con la clase política. Liderando como candidato presidencial republicano tenemos no
a otro, sino a Donald Trump, que se parece
más al populista latinoamericano tipo Juan
Domingo Perón o Hugo Chávez, que a un experimentado político.
Los factores tras el desencanto del electorado estadounidense probablemente suenen
familiares para el público chileno. De partida, existe un problema de inequidad. No se
trata sólo del creciente ingreso del 1% más rico;
toda la clase trabajadora ha sido dejada atrás
y los sueldos están estancados desde hace
décadas. Trump y sus rivales para la nominación republicana insisten en que más inversión empresarial hará levantar todo.
Por el lado demócrata, tanto Bernie Sanders
como Hillary Clinton están enfocados en el
aumento de impuestos y en la redistribución. Ningún partido ofrece un plan convincente sobre cómo lograr crecimiento con
equidad. Más complicado aún es que contrario a lo que ocurría antes de la crisis financiera, Estados Unidos tiene un problema de
productividad. El factor de crecimiento de la
productividad total ha disminuido a sólo la
mitad de ritmo de 1996-2005. Esta caída no
es exclusiva de Estados Unidos y la disminución en la tasa de productividad total de los
factores (TFP) es evidente en toda la Ocde. En
Chile, la productividad ha caído en la última
década, reflejando especiales dificultades de
aumentarla en la minería, donde la falta del
recurso es un problema. Sin embargo, cualquiera sea la causa, el resultado es el mismo:
el tamaño de la torta no se está expandiendo
como antes, aumentando la dificultad de reconciliar crecimiento con equidad, aumentando la ira con la clase política.
Luego están los problemas en educación.
Donde yo vivo, la educación superior se proporcionaba prácticamente gratis para los residentes, financiada por un gobierno estatal
que tenía a la Universidad de California como
la joya de la corona en su corona económica.
Pero con los ingresos tributarios aumentando más lentamente, la gratuidad ya no es
algo que el gobierno pueda solventar. Puede
que Estados Unidos tenga una sana competencia entre las universidades públicas y privadas, pero también hay universidades privadas inescrupulosas interesadas sólo en los
beneficios económicos y no en impartir conocimiento. Por lo tanto, cómo lidiar con las
deudas impuestas a estudiantes poco informados por parte de empresarios educacionales oscuros se ha transformado en un tema
importante en el actual debate político.
Y aunque Estados Unidos continúe proporcionando educación superior de excelencia,
no se puede decir lo mismo de su educación
en escuelas de educación primaria y secundaria. El estatus socioeconómico continúa
moldeando y obstaculizando el rendimiento
de los estudiantes, al igual que en Chile. Siendo que el énfasis debiera estar puesto en preparar buenos profesores y dejarlos hacer clases, Estados Unidos está empantanado en un
debate no productivo sobre un programa
muy costoso de evaluación de estudiantes
conocido como Common Core, que determina qué colegios reciben financiamiento y
qué profesores son promovidos, pero falla en
la medición de lo que los estudiantes están
efectivamente aprendiendo.
De igual forma, las perspectivas de la reforma a la salud son inciertas. El Obamacare ha aumentado la cantidad de estadounidenses con seguro de salud, pero no ha hecho mucho para contener el crecimiento de
los costos. Estados Unidos continúa gastando el doble en salud como porcentaje del
PIB que el país promedio de la Ocde, sin resultados visiblemente superiores. Y los opositores al Obamacare ven el mandato individual que requiere que los trabajadores compren un seguro o paguen una sanción
tributaria como una infracción a la libertad
individual. Todos los candidatos presidenciales republicanos han prometido que eliminarán el programa en su primer día de gobierno. Todo lo que se nos ha ofrecido en su re-
El tamaño de la torta no se está
expandiendo como antes,
aumentando la dificultad de
reconciliar crecimiento con
equidad, aumentando la ira
con la clase política.
Los factores tras el desencanto
del electorado estadounidense
probablemente suenen
familiares para el público
chileno. De partida, existe un
problema de inequidad.
emplazo es propaganda.
Finalmente, están las pensiones. El Seguro Social, el principal programa de pensiones
de Estados Unidos, cubre a la amplia mayoría de jubilados, pero proporciona apenas lo
suficiente para sobrevivir. Su solvencia a largo plazo está en duda. Hacer que los trabajadores con ingresos altos paguen más impuestos al sueldo para Seguro Social ayudaría a
cuadrar el círculo, pero el 1% de mayores ingresos es políticamente muy poderoso como
para que esto ocurra.
No es coincidencia tener los mismos temas
en la agenda política de Estados Unidos y Chile. Aumentar la productividad, equilibrar el
crecimiento con la equidad, proporcionar
cuidado de la salud y educación eficientemente y reformar a las pensiones son desafíos económicos esenciales en toda la Ocde. Los políticos del establishment necesitan hacer un
mejor trabajo en estos temas. De lo contrario,
más países se verán enfrentados a su propia
versión de Donald Trump.
Académico U. de California (Berkeley) y
Clapes UC.
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