n ú m . 251-1/6/74-20 ptas. R E V IS T A Q U IN C E N A L DE D IV U L G A C IÓ N C IE N T ÍF IC A , T É C N IC A Y C U L T U Pronto será tan popular como el clavel, la rosa o el tulipán LA ORQUIDEA, «ESTRELLA» DE LAS FLORES, SE DEMOCRATIZA Un déspota audaz y sorprendente del siglo XVI LAS GESTAS DE IVAN EL TERRIBLE Reflejan la situación interna del soñador y su problemática NUEVAS TEORIAS SOBRE EL SUEÑO Prim eros resultados después de su exploración por el «M ariner X » HABITUALES SECCIONES FOTOGRAFIA y ASTRONOMIA oe MERCURIO SE PARECE MUCHO A LA LUI Un rosario m aravilloso al norte del círculo Polar Artico LAS ISLAS LOFOTEN HEREDEROS DE IA TIERRA CUADROS CELEBRES «COMBATE ENTRE EL GIAOUR Y EL PACHA » de Eugène Delacroix E L siglo X IX en Francia es un período m uy com ­ plejo, tanto en aconte­ cim ientos políticos (el p aís pasa p o r el Im pe­ rio Napoleónico, la R estauración, la ’ Mo­ n arq u ía de Julio, la segunda R epública, el segundo Im perio y ia tercera R epública), como en m ovim ientos literario s y a r­ tísticos (clasicism o, rom anticis­ mo, realism o, sim bolism o, im ­ presionism o). La o b ra que tene­ mos hoy se sitú a en ese com ­ plejo p anoram a bajo u n a ban­ dera: la del rom anticism o. E n tre 1820 y 1840 son dos los m ovim ientos pictóricos que po­ larizan la atención: la corriente de tendencia clásica, que da p rio rid ad al dibujo, a la com po­ sición estable y equilibrada, a lo escultórico, y la corriente rom ántica, que d a p riorid ad a la m usicalidad del color, al movi­ m iento, a la expresión. El p rin ­ cipal representante de la p rim e­ ra tendencia es Ingres, el de la segunda, es E ugène Delacroix. Eugène D elacroix (1798-1863) se inició en la p in tu ra en sus fre­ cuentes paseos p o r el Museo del Louvre (que p o r cierto, no hacía m ucho tiem po que se ha­ b ía abierto al público), y a llí se despertó su adm iración hacia Tiziano, Veronés y Rubens, a los que m ás tard e Se añ ad iría n los 2 - ( 402) p in to res ingleses y Goya. E stu ­ dió, como e ra costum bre, en la Academia de B ellas A rtes y. en 1822, hace su d ebut en el «Salón» —exposición que se c o n v o c a anualm ente—, con «Dante y Virgilio», que es ya u n a gran obra. Dos años des­ pués exponen en P arís los p in ­ to res ingleses y, dado que desde las guerras napoleónicas las re­ laciones entre F ran cia e Ingla­ te rra habían estado -rotas, la exposición de los ingleses resu l­ tó un verdadero acontecim iento; Delacroix, com o m uchos pin to ­ res de entonces, quedó in teresa­ do p o r las obras de C onstable y T urner y realizó incluso un viaje a Londres al año siguien­ te. Poco después, en el Salón de 1827 p resen ta Delacroix, en­ tre o tras obras, «Combate entre el G iaour y el Pacha». El cuadro que reproducim os hoy es. pues, de las prim eras obras de D elacroix, pero está en la línea m uy personal del p in ­ to r y p re se n ta uno de sus te­ m as m ás significativos y prefe­ ridos: el com bate. E fectivam en­ te, son m uchas las o bras que tra ta n este tem a: unas veces son com bates en tre anim ales, o tra s veces son escenas de ca­ za, o bien escenas de guerra. Todas ellas le dan píe p a ra re p resen tar el m om ento en que se enfrentan dos figuras an ta­ gónicas con u n coraje desespe­ rado. E l «Combate entre el G iaour y el Pachá» presen ta, com o ve­ rem os, facetas m uy caracterís­ ticas del rom anticism o. E l tem a está inspirado en u n poem a, de lord Byron, dedicado a la Gre­ cia op rim id a —G recia e ra un tem a de actualidad, ya que en 1821 se h ab ía levantado contra la dom inación tu rc a y en 1826 conseguía su independencia—. E l tem a de las luchas naciona­ les es uno de los p redilectos de los rom ánticos; la m uerte, que planea sobre la escena, es tam ­ bién ca racterística de esta co­ rrien te; el exotism o oriental, el color, la expresión, el dinam is­ mo, son o tra s ta n ta s caracte­ rístic a s que hay que destacar. E n el com bate en cu en tra Dela­ croix la posibilidad de desple­ gar la energía y la exaltación pro p ia de los rom ánticos. E l cuadro propone o tras fa­ cetas que hay que notar, u n a se refiere a la m an era de com po­ ner: en la escena de la batalla, D elacroix h a individualizado en el p rim e r plano al h éroe y al antihéroe, de esta fo rm a im pli­ ca al espectador p a ra que, en cierta form a, tom e p artid o p o r uno de los dos. E s éste u n p ro ­ cedim iento que todos conoce­ m os muy bien, pues el cine lo h a explotado en infinidad de p e­ lículas. Pero, sobre todo, hay que sab er ap reciar el valor m ás propio de Delacroix: el color. Si nos fijam os en la técnica, a p esar de que las pinceladas son sueltas y rápidas —pensem os que la m ayoría de los pintores im presionistas ad m ira rá n m u­ cho a este p in to r—, el color produce unos efectos de armpnía y contraste que parecen m uy pensados. La a rm o n ía p ro ­ viene de que to d a la gam a de m atices que p a sa ría del m arrón oscuro, casi negro, al blancobeige están en la obra; tam bién hay u n a gran gam a de grises y, como notas de contraste, los rojos y los azules. E l m etal es tra ta d o de fo rm a m agistral y, finalm ente, hay que hacer notar que el cielo y los fondos reve­ lan la influencia de los pintores ingleses. El tem a del «Combate entre el G iaour y el Pachá» fue repe­ tido varias veces p o r Delacroix; éste, de 1827, es de su época ju ­ venil, pero en él D elacroix po­ see ya todo el dom inio y la m a e stría que le caracterizan y le definen com o el p rim er pin­ to r del rom anticism o. GUILLEMONA GONELLA «Combate entre el Giaour y el Pachá». Oleo sobre tela. 1827. Instituto de Arte, de Chicago. LOS INSECTOS: HEREDEROS DE LA TIERRA ¿Qué ocurriría en nuestro planeta si, de repente, un gran cataclismo nuclear o natural acabara con la especie hu­ mana? ¿Qué podría ocurrir si se alterase el equilibrio ecológico a favor de otras especies terrestres? ¿Podría esto significar el final de la especie humana? Una pelí­ cula recientemente estrenada nos pone sobre aviso de tales posibilidades, con argumentos dignos de tomar en cuenta. ACE dos años, en el es­ tren o m undial de una película cuyo títu lo o ri­ ginal e ra «The Hellstrom chronicle» y co­ nocida en E spaña como «Los herederos de la Tierra», quienes tuvim os ocasión de ver tal film quedam os viva­ m ente im presionados. P o r lo co­ rriente, los que tenem os cierta form ación científica hem os esta­ do acostum brados a ver pocos film s de calidad científica en las salas de proyección. N or­ m alm ente ( a excepción de ca­ sos como los de «2001: una odi­ sea en el espacio», «La amenaza de Andróm eda», o alguna pelícu­ la <Je C ousteau) nos hem os teni- H «Los herederos de la Tierra» ha sido la cinta que mejor ha re­ latado plásticamente la vida de los insectos. En esta fotografía podemos ver que también se cui­ dó del sonido original para am­ bientar la filmación. do que co n fo rm ar con m onstruito s de plástico, laboratorios tan heterogéneos com o ab su rd o s y científicos inexistentes e n unas películas que, p o r si fu era poco, son trem endam ente detestables desde el p u n to de vista cinem a­ tográfico. Q uizá con u n a idea preconce­ bida en ese aspecto, fuim os a la proyección de «Los herederos de la Tierra»; sin em bargo, n u e stra so rp resa fue m ayúscula al co m p ro b ar que, a p a rte de u n a estupenda calidad desde el pu n to de v ista cinem atográfico, el aspecto científico e ra rig u ro ­ sam ente trata d o , h a sta el punto que en la m ism a se reu n ían u n a serie de teo rías provenientes de los m ás destacados científicos en m ateria de insectos (lo s en­ tom ólogos) que esperam os que n unca se com prueben. ¿P o r qué? M uy sencillo: p o rq u e de resul­ ta r ciertas las predicciones de los entom ólogos, el h om bre se v ería exterm inado; sí, exterm i­ nado del plan eta en que h a sta a h o ra se h a sentido dueño y señor, y todo p o r unos vulga­ res insectos. ¿Qué hechos son los que h a n servido p a ra hacer p en sar que ta l cosa p u ed a ocu­ rrir? Lo verem os a continuación. EL ORIGEN DE TODO N aturalm ente, no está en n u e stro ánim o h ac er de crítico s cinem atográficos, p o r dos buenas razones: la p rim era , p orque la calidad fílm ica de la película no h a sido p u e sta en entredicho ni p o r el público n i p o r la c rí­ tica, y lo segundo, p orque éste es u n a rtícu lo d estinado a una revista de divulgación científica y no de crítica del Séptim o A rte. El p ro d u c to r y d irecto r del film es W alon G reen, cineasta de p ro fesió n y n a tu ra lista de vocación. Se h a especializado en cine científico, tan to p a ra tele­ visión com o p a ra las salas de proyección. G reen h a expuesto pública e intem acionalm ente, apoyado en unos docum entos gráficos que ta rd ó dos años en rodar, u n a . te o ría ya apuntada a finales de la p asad a década. Q uien p rim ero expuso científi­ cam ente la teo ría de que los in­ sectos se p o d ría n ad u eñ ar de n u estro planeta en u n m om ento determ inado fue el sabio nor­ team ericano d o cto r H. Bently G lass. D u ran te u n congreso científico en Nueva Y ork, ante u nos dos m il asistentes, el doc­ to r G lass dijo textualm ente: «En caso de u n a guerra nuclear, el am biente biológico quedarla d estruido y el hom bre cedería su p rim acía a las horm igas, a las abejas, a las avispas, resis­ ten tes a las cargas radiactivas y tran sform adas en m onstruos La macrofotografía, empleando grandes lentes de acercamiento permitió ver aumentados consi derablemente a los insectos qu< aparecen en «Los herederos d< la Tierra». 11 - (41 Una oruga procurándose alimen­ to. Estos insectos, m al llamados del «género inferior», tienen reac_ ciones, piensan e incluso llegan á comunicarse con sus congeneres. gigantescos». No, no se tra ta b a de un a ch arlatan ería p o r p arte del doctor G lass. Los científicos, los verdaderos científicos de hoy en día, no suelen h a b la r p o r hablar. L a época de los dicta­ toriales discursos de C uvier ha pasado —afortunadam ente— a la historia. ¿En qué se basaba, pues, el doctor G lass p a ra po­ d e r convencer a su auditorio, e n tre el que se encontraban científicos m uy serios y cono­ cedores de la m ateria como p a­ ra p o d er d e stru ir las teorías del doctor G lass, de enco n trar en ellas la m ás m ínim a fisura en su construcción, en su base o en sus conclusiones? El doc­ to r G lass, m iem bro de la Co­ m isión Consultiva de la Sección de B iología y M edicina del Co­ m ité de E nergía A tóm ica de la Jo h n H opkins U niversity, h a expuesto que au n en el caso de no producirse u na confrontación nuclear, la penetración en nu es­ tra atm ósfera de cantidades im ­ p o rtan tes de radiactividad por m edio de los «agujeros» que se producen en los cinturones Van Alien que rodean n u estro p la­ neta, el m ayor uso de la energía atóm ica, au n con u n alto grado de seguridad, y las pruebas de arm as atóm icas pueden pro d u ­ cir a largo plazo resultados tan nocivos en la H um anidad como los de u n a g u erra atóm ica. De esta m anera, el hom bre se ve­ ría terriblem ente dism inuido en su s facultades, m ien tras que los insectos p ro liferarían acabando con la vida del ser hum ano. TJna inmensa nube de volátiles llegan a cubrir el cielo. Este es un importante fotograma del film «Los herederos de la Tie­ rra». 12 - ( 4 1 2 ) E l p rim e r «pero» que m uchos p o d rían p o n er a tales asevera­ ciones e s el de que esos anim a­ les carecen de inteligencia, m ientras que el hom bre la ha d esarrollado ju n to con u n a p u ­ ja n te tecnología. Sin em bargo, quienes dicen eso n o conocen algunos de los aspectos sociales e n la vida de los insectos y que, p recisam ente, son p resentados en la p elícula a que hacem os referencia. U n caso concreto es el de las horm igas. P a ra explicar este ca­ so tom em os la s p a lab ras del científico fran cés Lucien Berland: «Los insectos son nues­ tro s enem igos m ás terrib les... Si no h a n prevalecido todavía —dice—, se debe a la n a tu ra ­ leza benigna que creó innum e­ rables defensas co n tra ellos. Pero, ¿y s i se alterase el equilibrio de la n aturaleza? Tom em os, p o r ejem plo, a las horm igas. De no se r d estru id as p o r o tro s anim a­ les. o si no se destruyen entre sí, se h a calculado que b asta­ ría n cinco generaciones de h o r­ m igas (y no debe olvidarse que son únicam ente las reinas las que p ro crean, ya que las obre­ ra s son estériles), p a ra obtener cinco m ü m illones de descen­ dientes. E n u n solo año —con­ cluye el sabio francés—, la faz de la T ierra se c u b rirla con u n a cap a de horm igas.» Como todos sabem os, las h o r­ m igas están organizadas de tal m an era que cada cual cum ple con su m isión, no im p o rta lo que cueste. Las horm igas, des­ de que nacen, ya llevan u n a in­ form ación genética que les obli­ ga a se r de una m an era d u ran te toda su vida. Un ejem plo de lo a n te rio r­ m ente dicho lo tenem os en un caso que se nos p resen ta en el film de Green. E n u n a p arte de la p elícula se ve cóm o unas horm igas «rojas» atacan a otras «negras». E n cuanto se avista el ataq u e, las o b reras co rren a p ro teg er a la reina, m ientras que los «soldados» salen de las g alerías a com batir al enemigo. E n to n ces se produce u n com ba­ te feroz, sin cuartel. L as h o r­ m igas de uno y o tro bando se d estru y en en tre sí, atacándose de ta l m an era que su p era a cualquier cuadro de salvajism o que hayam os podido presenciar El rey de) mimetismo, la man tis solitaria, un insecto que pue­ de confundirse con un junquillo. entre anim ales llam ados «supe­ riores» (los vertebrados). Las atacantes llegan «e todas p ar­ tes, a centenares, e n m iríadas. Atacan sin piedad, n o im porta quien caiga. Las defensoras se aprestan a prole'-^r sus «tierras» con total entrega. Se d istrib u ­ yen m etódicam ente p o r todas partes, y si un a sola de ellas h a de enfrentarse con diez o v e in te . enem igos se lanza a la lucha sin d ar u n paso atrás. Los com bates, a veces d u ran m edia hora, u n a h o ra o quizá m ás. Después de term inados, lo que fue cam po de b a talla se convierte en uno de los lugares m ás espantosos jam ás im agina­ dos, cuando se puede observar con lentes de aproxim ación. D esperdicios de horm igas de uno y otro bando p o r todas partes. Cabezas que aún m ue­ ven sus antenas, resto s de cuer­ pos adheridos a horm igas m u ­ tiladas durante el com bate y que m o rirán poco después. A veces advertim os alguna horm i­ ga viva, com pleta. Sin em bargo, su destino e stá sellado, ya que las obreras taponaro n bien las entradas de sus «casas», con lo que el reto m o será ya im posi­ ble. La m u erte p a ra las héroes supervivientes es segura. Luego, la calm a vuelve a la m adrigue­ ra, en donde el tra b a jo com ien­ za de nuevo, a m enos que el atacante haya tenido éxito en su em presa. O tros aspectos no m enos no­ tab les de las horm igas es el de que poseen u n a g ran resisten ­ cia, fuerza y capacidad de tr a ­ bajo. T odos conocem os el he­ cho de que u n a horm iiga es ca­ paz de lev an tar varías veces pesos equivalentes al de su cuerpo y a lo largo de gigan­ tescas distancias p a ra estos p e­ queños seres. Su sociedad ha sido capaz de servirse de escla­ vos, de crear u n a verdadera clase esclava p a ra su propio beneficio. Así c rían a o tro s in ­ sectos p a ra que les provean de u n a especial secreción azucara­ da. E n su s incursiones al exte­ rio r atacan a o tro s, llam ém os­ les «poblados» de horm igas, p a ­ ra o btener de ellas el alim ento necesario. OTRAS CARACTERISTICAS INSOSPECHADAS Las horm igas están provistas de o tra s propiedades que nos hacen p en sa r que n o son tan «inferiores» com o parecen. E s­ tos artró p o d o s e stá n capacita­ dos p a ra com unicarse e n tre sí. Al igual que m uchos o tro s in ­ sectos, están provistos d e la capacidad de u tilizar u n a verda­ d e ra telegrafía in alám b rica de u n radio de varios kilóm etros. En el film a que hem os estado haciendo referencia, se nos m uestra, o m ejo r dicho, se nos d em uestra, q ue ta l cosa es cier­ ta. P resentan el caso concreto de ciertas m ariposas de vida nocturna, que p a ra p o d er en­ contrarse m achos y hem bras utilizan un sistem a com o el an- Las principales dificultades de filmación de «Los herederos de la Tierra», consistieron en cap­ tar a los insectos en su medio ambiente. Aquí vemos unas to­ mas de la conducta de las hor­ migas. 13 - ( 4 1 3 ) Dos insectos* voladores liban en Cuando creen que es m enes­ te r, esas horm igas salen, en m i­ ría d a s con u n cam ino, u n a d i­ rección determ inada. M ientras la colum na avanza, m uchas de ellas se sitú a n a los lados del cam ino p a ra serv ir de p ro tec­ ción y ev itar asi que la colum na pueda se r in terru m p id a en su m archa. T ales «protectoras» se m antienen al acecho, con su s an ten as p restas a recibir la m e­ n o r vibración que indique peli­ g ro ... o u n a posible presa. La colum na, que ya está con stitu id a p o r m illones de h o r­ m igas, cam in a a velocidades in­ creíb les p a ra el tam añ o de es­ to s anim ales. P o r u n m om ento pensam os que se tr a ta de u n a aceleración en la proyección de la película, p ero no hay tal. El Más de dos años se invirtieron en el rodaje del rilm «Los here­ deros de la Tierra». Aquí vemos al equipo de rodaje en pleno tra­ bajo. teriorm ente m encionado. Los sonidos em itidos p o r estos an i­ m ales fu eron recogidos en. la película p o r medio de un m icró­ fono especial que aparece en una de las fotografías que ilus­ tra n el presente texto. E n el caso concreto de las horm igas, el doctor Raignier, quien ha estudiado su lenguaje d urante m uchos anos, dice que el «lenguaje» de las m ism as es una especie de m úsica estrid u ­ la, es decir, desagradable y es­ tridente, lo que no es obstáculo p ara que u n oído hum ano ejer­ citado p u eda acostum brarse a dicha m úsica. Dice el d octor R aignier que las m odulaciones de estos sonidos v arían según las sensaciones de la s horm igas. Asimismo asegura que poseen un prodigioso sentido d e la 14 - ( 4 1 4 ) orientación, lo que les perm ite reg resar al horm iguero aun después de h a b er reco rrid o la r­ gas distancias, atravesando te­ rren o s desconocidos, y ev itar los peligros. Quizá m uchos acepten lo an­ terio rm en te dicho, p ero digan que sólo son capacidades utili­ zadas p o r sim ple im pulso mecanicista. Quizá les so rp ren d a a m uchos la capacidad que esas m ism as horm igas tienen p a ra c o n stru ir h asta puentes, a base de h o jas (o de ellas m ism as), p a ra poder cru zar charcos o riachuelos. H acia el final del film se nos p resen tan u n as escenas real­ m ente sobrecogedoras. Se tra ta de ciertas horm igas gigantes tropicales. Lucha a muerte entre dos esca­ rabajos. Esta es otra secuencia del film producido y dirigido por Walon Green. una flor. Once países han sido recorridos por los técnicos cine­ matográficos de «Los herederos de la Tierra», para poder conse­ guir escenas como la que ilus­ tra esta fotografía. film está tom ado a velocidad norm al, sin tru co alguno. Como an tes hem os apuntado, todo obstáculo es salvado de cualquier m anera. Si inclusive se llega a u n a pequeña co rrien ­ te de agua, m uchas se ahogan voluntariam ente m ie n tra s se en­ lazan e n tre s í p a ra serv ir de puente a las dem ás. La expedi­ ción sigue su rum bo h a sta que, de repente, tom an posiciones en Una oruga deslizándose con su peculiar sistem a por la rama de un árbol. Este insecto reptador puede recorrer distancias larguí­ simas sin desfallecer. u n lugar determ inado. P or una extraña naturaleza, en la condi­ ción anim al de o tro s seres que se encuentran en dicha zona en el m om ento de la llegada de las horm igas, em piezan a p rese n tir el m iedo, llegando inclusive a verse escenas de pánico. ¡Al ataque!... parece advertirse este grito entre las horm igas, cuando comienza un terrorífico ataque. Las p rim eras víctim as son otros insectos, que m ueren en cues­ tión de segundos y em piezan a se r llevados al «cuartel gene­ ral» de estas horm igas tropica­ les. Luego caerán presas m ás grandes. E l m im ético cam aleón es atacado y en m enos de un m inuto es m uerto y llevado des­ de el árbol donde se encontra­ ba, hasta el suelo, p a ra ser de­ vorado, pero esto s e r á ’ sólo un preludio de la escena m ás terro ­ rífica. U na gigantesca iguana de m etro y medio de longitud ap ro ­ xim adam ente, en un m om ento de pánico, tratan d o de h u ir de las tem ibles horm igas, va a pa­ r a r a la m ism ísim a m adriguera de ellas. Cientos, m iles de es­ tas horm igas le atacan, se le introducen en eí in terio r del cuerpo p o r m edio de la boca, la nariz, el ano..., las dem ás com ienzan a co rroer la gruesa y ásp era piel del reptil h asta a b rir u n gigantesco agujero que les perm ite com unicarse con Jas que ya se intro d u jero n en el cuerpo del anim al p o r otros m edios. M ientras, otras y a es­ tán acabando con las p artes m ás débiles y m enos p rotegi­ das del cuerpo de la iguana. Los o jo s han sido casi devora­ dos p o r com pleto. Las que a ta ­ cab an las visceras del anim al, com ienzan a llevarse grandes trozos de las en trañ as del m is­ m o. carn e a ú n viva, h a sta el «cuartel general», en donde se re p a rtirá el alim ento en tre las dem ás del grupo. Al final p o ­ dem os v er cóm o el cuerpo del rep til se en cu en tra com pleta­ m ente desollado, a p esar de lo cual aú n m u estra convulsivos m ovim ientos. E l ataq u e h a sido ta n rápido y b ru ta l que no ha dado tiem po de m o rir al an i­ m al. D espués de todo esto, el «cuerpo expedicionario» regresa a casa cargado d e trozos de carne, insectos y o tro s alim en­ tos cap tu rad o s d u ran te la ope­ ración. Q uerem os hacer co n star que no estam os haciendo ciencia ficción n i m ucho m enos. E sto sucede en realidad en m uchos lugares del m undo hoy en día. Se sabe con certeza que m ás de u n se r hum ano h a sido v íctim a de u n ataque de estos insectos. ¿Qué se intenta, pues, con el relato de estas escenas? Senci­ llam ente, d a r u n a id ea de lo que sucedería si se alterase el equi­ librio que actualm ente e stá es- tablecido en la n atu raleza y que tan to beneficia al hom bre. PERO LAS HORMIGAS NO SON LOS UNICOS ENEMIGOS C iertam ente, las horm igas no sería n los únicos enem igos de la ra z a hum an a, de p ro d u cirse u n desequilibrio a favor de los insectos en la balanza de n u estro planeta, salir las ab ejas beneficiadas tam bién de u n desequilibrio de esta naturaleza? P robablem ente sí. Las abejas poseen ta n ta s o m ás capacidades que la s horm i­ gas como p a ra enseñorearse de la faz de n u e stro planeta, pues están constituidas en socieda­ des perfectam ente organizadas, poseen u n fantástico lenguaje de com unicación a distancia, y adem ás, vuelan y tienen una La mariposa es uno de ios espe­ cím enes catalogados en una de las fam ilias que operan en me­ tamorfosis. Este es un bello ejemplar de mariposa «reina». 15 - (41 Un bello plano de un arácnido tejiendo su tela. El operador ci­ nematográfico se encuentra tras la tupida tela filmando lo que ha constituido uno de los mejo­ res fotogramas de «Los herede­ ros de la Tierra». capacidad de herencia de cono­ cim ientos p o r m edio de proce­ sos genéticos realm ente increí­ bles. P a ra tener u na clara idea de que esto no es p u ra especu­ lación. direm os que uno de los que m ás h a trab ajad o en este cam po, el científico alem án de la U niversidad de M unich. K arl von F risch, acaba de ser g alar­ donado, ju n to a otros, con el Prem io Nobel de Fisiología y Medicina 1973. Según Von Frisch, las abejas tienen una especial capacidad p a ra ap ren d er m ejor que cier­ ta s especies te rre strs algunas su ertes de astucias. E l to m ar u n atajo p ara llegar al lugar donde se encuentran los alim en­ tos, ev itar peligros, etc., fueron cosas rápidam ente aprendidas p o r estos insectos «pasan estos conocim ientos a sus descen­ dientes». ¿Cómo? «Cuando un a ab eja aprende un tru co —dice el sabio alem án—, al d ía si­ guiente es conocido p o r toda la colm ena. Y a la vuelta de una generación, todas las abejas del m u n d o lo conocen.» A unque es­ pectaculares, no hay por qué d e ja r de tener en cuenta las opiniones de este reciente P re­ m io Nobel. Si p o r u n m om ento, en un estado de declive de la especie hu m an a en la T ierra, las abe­ ja s apren d ieran que el hom bre p u d iera ser bocado apetitoso, ¿qué? No debem os olvidar que las ab eja s poseen un aguijón b astan te m olesto si atacan dos, tres, cu atro , pero, ¿resistiría el hom bre u n ' ataque de cientos de estos anim ales a la vez? ¿Po­ d ría so p o rtar dosis tan a ltas del pequeño veneno de estos insec­ tos? Pero si las ab ejas hoy en d ía no causan la m uerte, sino de unos pocos alérgicos a sus to­ xinas, pensem os un m om ento en las avispas «asesinas» africa­ nas. Tales avispas fueron lleva­ das a S u d am érica hace algunos años p a ra fines com erciales. E s­ taban bien guardadas p a ra evi­ ta r que se escapasen. Sin em ­ b argo, d u ran te un experim ento, hubo u n accidente y centenares de estas avispas volaron con rum bo desconocido... descono­ cido h asta que se em pezó a sa­ b er que ciertos poblados eran atacados p o r ciertos insectos voladores que causaban la m u erte y el pánico p o r donde pasaban. Ya se contabilizan p o r decenas las m uertes causadas p o r estos insectos. Lo que pue­ d a o c u rrir después no lo sabe­ m os. ¿P odrán «aclim atizarse», es decir, ad ap tarse esos insec­ tos a su nuevo am biente? ¿Será este nuevo am biente lo suficien­ tem ente propicio como p a ra que estos insectos se reproduzcan p o r m illones? ¿Qué consecuen­ cias im previsibles puede tra e r este «accidente»? P or desgracia no lo sabem os. Un extraño insecto apoyado en una planta silvestre. 16 - ( 4 1 6 ) ficientes las cantidades del m en­ cionado insecticida p a ra acabar con estos insectos, teniendo que a u m en tar la pro p o rció n del uso del m ism o; pero la capacidad de inm unización de las langos­ ta s parecía ilim itada, y a que hubo u n m om ento que fu e ra la can tid ad de DDT que fuese la que ro ciara a estos insectos, las langostas p erm an ecían in m u ta­ bles, a p e sar de todo. «La técnica salv ará ese p ro ­ blem a», se dijo, y de los labo­ rato rio s salieron nuevas fó rm u ­ las de insecticidas m ás p o ten ­ tes, capaces de acab ar con la plaga; pero el veneno de estos insecticidas te n ía ta l p o d er que ya no sólo acababa con la s lan­ gostas. sino que adem ás, hacía incom estibles la s cosechas que se p re ten d ía p ro teg er, exterm i­ nando, adem ás, aves, ganado, peces y poniendo en serio pe­ ligro la salud y el am biente h u ­ m ano, m ien tras... algunas lan ­ gostas sobrevivían, inm unizadas ante el potente veneno y p restas a tra n sm itir tal in m unidad a su s descendientes. LO QUE ESPERAMOS QUE NUNCA OCURRA Las plagas de insectos siem pre han sido el azote de la hum ani­ dad. En Africa es com ún que se oscurezca el cielo a causa de una nuhe de langostas. ¿PUEDE EL HOMBRE CONTRA EL INSECTO? Quizá m uchos piensen ahora que b a sta ría con u n p a r de ro ­ ciadas de D DT p a ra acab ar con El equipo de «Los herederos de la Tierra», en pleno rodaje. el p ro b lem a de los insectos. E sto es u n a grave ingenuidad. Tom em os, p ó r ejem plo, a las langostas (los 'insectos de ese no m b re), que h an sido u n a de las plagas m ás com batidas p o r el hom bre desde hace tiem po. P ues bien, después de las p ri­ m eras rociadas con DDT, las langostas m orían, p ero o tras sobrevivían, quedando inm uni­ zadas y tran sm itien d o genética­ m ente tal inm unización a su s descendientes, h a sta el pu n to que cuando volvian no eran su­ Un insecto es capaz no sólo de so p o rtar e inm unizarse ante los insecticidas quím icos. Se h a dem ostrado cóm o los escarab a­ jo s pueden asim ilar diez veces la radiactividad que puede so­ p o rta r u n hom bre. Una p areja de seres hum anos n ecesitaría m iles y m iles de años p a ra —d es­ pu és ae u n a hecatom be— res­ tab lecer la actual población m undial. U na p a re ja de insec­ tos se b a sta ría con u n a s cuan­ t a s sem anas p a ra tal propósito. No podem os c e rra r lo s ojos a hechos tan contundentem ente expuestos p o r científicos de los cualificados, como los que aquí hem os m encionado tan sólo. No podem os olvidar que el hom bre está acabando con su m edio am ­ biente. está desequilibrando los planes preestablecidos de la N aturaleza. Dicen que el que no conoce la H isto ria está destina­ do a volverla a vivir. No olvi­ dem os, pues, la época de los todopoderosos dinosaurios y de­ m á s reptiles te rre stre s, que fueron dueños y señores del plan eta hace apenas unos cuan­ to s m illones de años. No olvi­ dem os que el H om bre está ju ­ gando con una N aturaleza e n la que él nació y se desarrolló h asta el estado actual, y que él m ism o se rá de los prim ero s en caer si este equilibrio se altera. A trav és de estas breves lí­ neas no hem os querido en nin­ g ún m om ento hacer sensacionalism o, ya que consideram os que ta l cosa no debe se r u tili­ zada si se quiere h acer con un poco de ética u n periodism o de divulgación científica. Sin em ­ b argo, no podem os d e ja r de di­ vulgar aquí algunas de las lla­ m ad as de atención hechas por m uy serios sabios que sólo p re­ ten d en evitar que nos veamos algún d ía bajo el dom inio eco­ lógico de los insectos, unos in­ sectos beneficiados p o r u n de­ sequilibrio n atu ral. Como últim o testim onio de peligro nos basarem o s en un d ato rigurosam ente cierto y en una opinión. La p rim e ra se re­ fiere a que recientem ente se han efectuado experim entos de lab o ratorios som etiendo a las ab ejas a radiaciones de uranio y cobalto, obteniéndose en ta­ les pruebas unos gigantescos y deform es insectos, superiores en horrorífico aspecto al m ejor m o n stru o de plástico que el cine haya creado jam ás y... con redoblado instinto agresivo (ya que a m ayor cuerpo, se necesita m ás alim ento). E n algunos de los experim entos se obtuvieron avispas de... m edio m etro de longitud. D urante la celebración del F estival de Cine de San Sebas­ tián, en donde se presentó «Los h erederos de la T ierra», uno de los periodistas allí destacados p reguntó al productor-director del film, W alon G reen... —¿No cree exagerado afirmar, como parece decirse en la pe­ lícula, que el hom bre tiene rae n os adaptabilidad a los cambios n aturales que los insectos? —No, no creo. Porque el in secto conoce varias generacio­ nes en cuestión de semanas m ientras que el hom bre necesitc m uchos años. Ojalá m e equi­ voque y, efectivam ente, la Hu m anidad no corra peligro; per< he querido lanzar un grito di alarma. El hom bre tiene capa cidad para lograr la conservo ción de la especie, pero no ut: liza en esto suficientem ente s inteligencia. —¿E ntonces cree usted qu en un fu tu ro próxim o en 1 T ierra vivirán solam ente los ii sectos? — Tengo confianza en m i pr pía especie, pero no sé cc exactitud si será así. O jalá se equivoque mist< G reen... -- •' ’ \ -V ’- % -j -j»:. ALDEMARO ROMERO 17 - (41 PRONTO SERA TAN POPOLAR COMO EL CLAVEL, LA ROSA 0 EL TOLIPAN LA ORQUIDEA «ESTIffllfl» DE LAS FLORES. SE DEMOCRAHZA CABA de celebrarse en P a rís un a exposición donde se han reunido las m ás bellas o rq u í­ deas del m undo, expo­ sición que ha tenido un éxito sin preceden­ tes: largas colas de visitantes de to das las edades, fascinados por la belleza y la diversidad de la que está considerada com o la flo r m ás ra ra del m undo. Quizás estas orquídeas se h a ­ yan m ostrado sensibles a los cum plidos y halagos que han re­ cibido. La leyenda dice que las flores a las cuales se les habla larga y tiernam ente crecen m ejo r y florecen m ás bellas que las otras. E n la actualidad tenem os d em ostrado que las p l a n t a s «piensan»; Cleve B ackster —gran especialista del detector de m en­ tiras—- tuvo un d ía la idea de colocar los electrodos de su apa­ rato sobre la planta verde que estaba en su despacho. Ante su sorpresa el galvanóm etro regis­ tró un trazado dem ostrando que estab a su jeta a emociones, espe­ cialm ente c u a n d o alguien se acercaba a ella con ia intención de d estru irla o de arran carle uno hoja. O tros experim entos m ás m inuciosos dem uestran que las p lantas pueden no sólo sen tir em ociones, ¡sino incluso adivinar el pensam iento de quienes se les acercan! Con este asom broso descubrim iento el m undo Vege­ tal que nos rodea tom a induda­ blem ente otra dim ensión... ¡P re ­ cisam ente es p o r esto p o r lo que se puede afirm a r, sin caer en el ridículo, que las orquídeas ex­ p uestas en P arí? han debido sen­ tir u n placer seguro al ser ad ­ m iradas p o r u ne m uchedum bre de visitantes! La orquídea, la m ás suntuosa, la m ás aristocrática, la m ás ca­ ra de las flores, va a d eja r por fin de se r u n producto de lujo, un sueno inaccesible, pues, estan ­ darizada por u n nuevo sistem a de cultivo, la orquídea se dem o­ cratiza y com petirá p ronto en las floristerías con la rosa, el cla­ vel, el tulipán... La orquídea es u n a de las flo­ res q ue cuenta con m ayor núm e­ ro de especies: 337.000 h an sido localizadas h asta ei m om ento, pero existen todavía innu m era­ bles especies desconocidas en las profundidades de los bos­ ques tropicales y o tra s nacen regularm ente en los laboratorios e invernaderos de los orquideístas. Se las encuentra en estado silvestre en casi todas las regio­ nes del m undo; en las zonas relativam ente fría s com o E uropa y el C anadá, las flores son ge­ neralm ente pequeñas y poco co­ loreadas. Sin em bargo, donde se encuentran las m ás bellas y las más num erosas especies es en los países tropicales, cálidos y húmedos: especialm ente en Amé­ rica C entral, A m érica del S ur, A 18 - ( 4 1 8 ) Asia, India, en el archipiélago malayo, en M adagascar y en A ustralia. Las orquídeas no fu eron im ­ p o rtad as a E uropa p o r los ex­ p loradores h asta finales del si­ glo X V III y sobre todo a p a r­ ti r del siglo X IX . D espués han sido cultivadas, cruzadas y m e­ jo rad as, a trav és de los años, por profesionales o aficionados ap a­ sionados q u e h an conseguido p e r­ feccionar a ú n m ás las fo rm as y los colores de estas flores es­ pléndidas Las o rquídeas son sin duda las flores que p resen tan la vaviedad m ayor de form as y co­ loridos, desde las coloraciones m ás suaves h asta las m ás Vivas, ofreciendo con trastes de colores desconocidos en to d as las de­ m ás flores. A p esar de ello es evidente q u e el g ran público las conoce poco y m al a causa de su precio d e venta m uy elevado que ju stificab a h a sta a h o ra la di­ ficultad de su cultivo. N orm alm ente son necesarios de 6 a 10 añ o s p a ra o b ten er u n a p lan ta de o rquídea adulta. D ebi­ do a que cad a p la n ta tiene su p ro p ia p ersonalidad e ra im posi­ ble h asta hoy rep ro d u cirlas en serie. E n efecto, igual que dos herm anos nacidos d e los m ism os pad res pueden Ser diferentes, dos p lantas de o rquídeas sali­ das del crecim iento de los m is­ m os «padres» p resen tan carac­ terísticas m uy diversas. E s ahí donde los adelantos de la cien­ cia acuden en socorro de los h o r­ ticu lto res. Se sabe, de hecho, que to d a s las células del orga­ nism o, con excepción de la s cé­ lulas rep ro d u cto ras, en cie rran en su base la to talid ad de los cro ­ m osom as q u e com ponen el p a­ trim onio h ereditario. E xtrayendo previam ente las células vivas de u n a p lan ta e in ­ troduciéndolas en u n m edio de cultivo favorable se pueden ob­ ten er, p rácticam ente h asta el in ­ finito, p lan tas qu e d a rá n flores rigurosam ente parecidas. Unos h o rticu lto res franceses, la casa V acherot et Lecoufle, han sido los p rim ero s en p racticar este sistem a, llam ado «meristeme» p a ra o b ten er u n a re p ro ­ d ucción estan d arizad a de o rq u í­ deas. E n su labo rato rio d e Boissy-Saint Leger, donde las fam i­ lias V acherot-Lecoufle practican el cultivo de las orq u íd eas d e s­ de hace tre s cu arto s de siglo, son ex traíd as previam ente cé­ lulas d e u n as determ in ad as p lan ­ ta s seleccionadas e introducidas e n frascos conteniendo u n m e­ dio de cultivo especial. E stos frascos so n a su vez introducidos en u n a m áquina ro tativ a que, b ajo la acción del m ovim iento, del calor y de la exposición a la luz, perm ite o b ten er u n c re ­ cim iento acelerado de los gér­ m enes d e las plantas. E ste sistem a perm ite obtener p lan tas ad u ltas ganando tiem po, u n m argen de uno o dos años, so b re u n crecim iento norm al y sobre todo p erm ite la posibili­ d ad de estandarizar la produc­ ción de las orquídeas. De todos m odos es siem pre gracias a la hibridación trad icio ­ nal, es d ecir al crecim iento de d os p lan tas de variedades dife­ ren tes, que los orquideístas tr a ­ tan de c re a r nuevas especies to ­ davía m ás bellas y m ás resis­ ten tes que las anteriores. E n el caso de la o rq u íd ea el em plazam iento del estigm a y de la m asa de granos de polen h a ­ ce que la fecundación no se pu e­ d a realizar sola. La intervención de u n insecto en el caso de las o rq u íd eas silvestres y de un h o m b re en el caso de las o rq u í­ deas cultivadas resu lta siem pre e inevitablem ente indispensable. Así, p o r ejem plo, en M éjico, país de origen de la orquídea «Vanilla Fragans», de la cual to- Un Centro de investigación de flores y plantas instalado en Tokio. En él se experimenta con las nuevas especies y ha­ ciendo derivar de una familia otras subfamilias.