Un fantasma recorre Europa

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Fecha: 07/01/2014
Sección: OPINION
Páginas: 71
Bai
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Un fantasma recorre Europa
EN PRIMER PLANO
Francisco
Cabrillo
L
a víspera del día de fin de año un
grupo terrorista disparó con armas
automáticas contra la residencia
del embajador de Alemania en Atenas.
Las noticias de prensa afirman que a gran
parte de la población griega no le ha sorprendido el atentado. Parece que, aunque
estén en contra de estas acciones violentas, “entienden” que haya personas que
ataquen a los representantes diplomáticos de Alemania, ya que, en su opinión, su
gobierno es responsable de las dificultades económicas –graves dificultades,
ciertamente– que tiene que soportar cada
día el hombre de la calle.
La historia no es nueva. Ha transcurrido ya bastante tiempo desde que Grecia
tuvo que empezar a hacer frente a una
crisis muy grave; y no parece que se hayan
conseguido grandes avances en el camino
de reformar su economía y sentar las bases para su recuperación. Son ya seis años
de recesión, en los que los diversos gobiernos que se han sucedido en Atenas
han aplicado las reformas que les ha impuesto la Unión Europea sin convicción,
oponiendo, en muchos casos, resistencia
y –lo que es más importante- sin tener en
ningún momento un proyecto sensato
para la economía griega en el medio y largo plazo.
Es cierto que no sólo el gobierno griego
hizo mal las cosas; pero la idea de mantener el país en el euro, no asumir desde el
primer momento su empobrecimiento y
no realizar los cambios que su economía y
su administración pública exigen han hecho imposible que el país salga adelante,
como ya lo está haciendo, por ejemplo, Irlanda.
Como tantas veces ha sucedido a lo largo de la historia, cuando una nación tiene
problemas internos, lo más fácil es no
asumir las propias responsabilidades y
echar la culpa a un tercero. Si el gobierno
venezolano, por ejemplo, no puede controlar una inflación galopante y la economía del país avanza con paso firme hacia
un precipicio, los culpables no son sus políticas económicas, sino los especuladores
capitalistas y el imperialismo. Si Grecia se
ha endeudado, tiene una economía ineficiente y un sector público insostenible,
los culpables no son, en ningún caso, los
S
griegos, sino algún enemigo exterior; en
este caso, los alemanes. Y, en estas circunstancias, siempre hay gente dispuesta
a emprender el camino de la irracionalidad y el nacionalismo.
Me temo que buena parte de la población europea no es consciente de los peligros que suponen las actitudes antialemanas que han cobrado fuerza en los últimos años no sólo en Grecia, sino también
en otros países. No se trata meramente de
esa estúpida frase, de acuerdo con la cual,
si en 1939 y 1940 Alemania derrotó a casi
toda Europa con sus tanques, ahora lo hace con su política económica y sus medidas de austeridad; o del hecho de disfrazar de nazis a algunos manifestantes para
recibir a la señora Merkel. Lo más preocupante es que haya gente que piense que
Alemania es la principal responsable tanto de sus problemas particulares como de
la actual crisis de la Unión Europea, que
ésta funcionaría mejor sin Alemania y
que los Estados Unidos nos muestran el
camino a seguir cuando incrementan una
y otra vez su nivel de deuda pública y su
banco central sigue comprando de forma
masiva bonos del estado.
Lo peor que nos podría suceder en estos momentos es que en Alemania se extendiera la idea de que quienes estarían
mejor fuera de una Unión Europea desnortada serían los propios alemanes. Tal
cosa no la cree hoy, afortunadamente, ni
un gran número de alemanes ni sus políticos más relevantes. Pero es evidente que
nos les gusta nada desempeñar el papel
de malos de la película, sobre todo cuan-
do han sido ellos quienes más dinero han
puesto para reforzar Europa y paliar los
efectos de la crisis. No se ha prestado entre nosotros mucha atención a ese pequeño partido, fundado el pasado mes de
abril de 2013, que se llama Alternativa para Alemania.
Aquí, y en otros países, los medios de
comunicación se han limitado a hablar de
un nuevo partido euroescéptico. Pero me
gustaría recordar que sus fundadores no
son nacionalistas enfervorizados, sino
profesionales destacados, algunos de los
cuales son catedráticos de Economía de
universidades prestigiosas, que saben de
lo que hablan, por ejemplo, cuando afirman que el euro ha sido un error histórico
y que la Unión –y, por tanto, los contribuyentes alemanes, en buena medida– no
tendrían por qué seguir financiando los
rescates de algunas naciones del sur de
Europa.
Estoy convencido de que los problemas de Europa tienen solución si las cosas
se hacen con sentido común; pero creo
también que éste no está demasiado extendido entre los ciudadanos y los políticos de algunas naciones. Las elecciones
europeas del próximo mes de mayo no influirán, seguramente, gran cosa en la forma en la que se gobierna la Unión. Pero
pueden darnos algunas indicaciones interesantes de lo que piensa la gente en los
países miembros. Y no olvidemos un
punto importante: el gran problema de
Europa en el medio plazo no es Grecia, ni
Italia, ni España. Se llama Francia.
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