TERAPIA GÉNICA

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BIOMEDICINA
TERAPIA GÉNICA
Tratando de curar el genoma
Fue a principios de los años noventa
cuando en Estados Unidos se comenzaron a desarrollar los primeros ensayos de terapia génica. Este tipo de
terapias se diferencian de las tradicionales en que utilizan material genético, principalmente ADN, para curar
enfermedades o paliar sus síntomas.
Paso a paso: de las enfermedades más
sencillas a las más complejas
La aplicación más sencilla que se
propuso inicialmente para la terapia génica fue la intervención de
enfermedades monogénicas. En
los pacientes de estas enfermedades es un solo gen el que está
alterado de manera que no realiza
correctamente su función. Se dice
entonces que el gen está mutado.
Mediante terapia génica, una nueva copia del gen en su “versión”
correcta podría ser introducida en
el individuo afectado para substituir el gen alterado y realizar así
las funciones cuya falta originan
la enfermedad.
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Pero las enfermedades no son todas monogénicas como la hemofilia o la fibrosis quística, sino que
pueden ser multigénicas (causadas por la mutación de más de un
gen, como el cáncer), infecciosas
(debidas al ataque por un microorganismo) o incluso una combinación de ambas. Actualmente se
desarrollan nuevas aplicaciones
de la terapia génica que pudieran ayudar a paliar los síntomas
específicos de enfermedades muy
complejas y difíciles de curar, así
como para generar las llamadas
vacunas de DNA.
Esperanza para los enfermos de fibrosis quística
Desde la identificación en 1989 del
gen cuya disfunción causa la fibrosis
quística, esta enfermedad ha sido uno
de los objetivos principales de numerosos ensayos clínicos en terapia génica. En los individuos enfermos esta
mutación hace que las células sean
carentes de una proteína que regula
el transporte de cloro y sodio entre el
interior y el exterior de la célula. Esto
es especialmente grave en las células
productoras de secreciones que recubren conductos como los respiratorios
o los digestivos, ya que en ausencia de
esta proteína, dichas secreciones aumentan de viscosidad y pueden incluso obstruir la luz de los mismos. Los
pacientes pueden sufrir entonces, en
los casos más graves, infección de los
conductos y muerte por insuficiencia
respiratoria.
El éxito de ensayos en humanos con
partículas víricas que transportan el
gen sano a células de los conductos respiratorios hace augurar un buen futuro
para los pacientes de esta enfermedad.
Actualmente se trata de obtener los
mismos resultados desarrollando aerosoles que liberen el ADN del gen altamente compactado directamente sobre
las vías respiratorias.
Los virus modificados pueden utilizarse como vectores para el transporte de ADN en
terapia génica.
¿Cómo administramos el gen terapéutico?
El principal problema con el que se enfrentan los científicos que se dedican
a la terapia génica es el método para
administrar a los pacientes el material genético de interés, ya que éste es
muy inestable en sangre y difícilmente puede atravesar la membrana de las
células para llegar a su interior, donde
será efectivo. Por este motivo, muchos
estudios tratan de diseñar transportadores específicos, es decir, vehículos
que dirijan el material genético desde
el lugar de inyección hasta el órgano o
célula diana, y que, además, lo ayuden
en el camino que va desde la membrana celular al núcleo de la célula, donde
se leerá la información que conlleva.
Los virus son pequeñas máquinas moleculares capaces de introducir su propio material genético en el interior de
las células para que éstas lo usen como
si fuera propio. Por eso, existen vectores que se basan en la estructura de
los virus y en emular su mecanismo de
transferencia génica. Son los vectores
víricos, formados por partículas virales inocuas (sin capacidad de infectar
y destruir las células del paciente) modificadas de manera que contienen el
gen terapéutico insertado en el ADN
del virus.
Otros vectores son los llamados no virales, o artificiales, que intentan mimetizar la estructura de los virus y que se
diseñan y fabrican en los laboratorios
a base del material genético de interés
unido a otras moléculas como grasas o
cadenas de aminoácidos, que lo empaquetan y lo dirigen hacia su lugar de
acción.
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Del gen terapéutico a la proteína terapéutica
la barrera de la membrana
celular, viajar por el espacio
intracelular, penetrar en el
interior del núcleo de la
célula y allí, si se trata de un
gen sano que introducimos
para corregir el que está
dañado, debe ser leído y
servir como pauta para la
producción de la proteína
funcional que ayude a curar
o paliar la enfermedad.
© JIM DOWDALLS
Para que la terapia génica
tenga éxito en un paciente, el
fármaco (el gen o el material
genético que se pretende
administrar) debe recorrer
un intricado laberinto no
falto de dificultades: desde
su
administración
(por
inyección, por ejemplo),
pasando por su transporte a
través de la sangre o la linfa,
hasta su llegada al órgano
a tratar. Una vez allí, el
material aún debe atravesar
Un futuro que promete
Aunque la investigación en terapia génica
cuente con una historia de más de quince años, clínica y médicamente hablando
aún se encuentra en una fase muy experimental. Durante los últimos tiempos se
han desarrollado multitud de diseños de
vectores y se han iniciado una gran cantidad de ensayos clínicos de fase I, pero
los ensayos más indicados para evaluar la
eficacia real de estas terapias (los de fase
II y III) aún carecen de confianza y empeño por parte de estamentos médicos y
sociales. La esperanza está puesta en equipos científicos y médicos que trabajan de
forma coordinada y que recientemente
han sacado a la luz consistentes resultados
de aplicaciones ya factibles de la terapia
génica en humanos.
JOAN DURAN / ANTONIO RAMON GARCÍA
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