Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni

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Texto
Arte
CommediaCommedia
dell’Adell’rte
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Adaptación de
La criada amorosa, de
Carlo Goldoni
Joan Casas y Doina
Septiembre 2011
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Joan Casas
Escritor, traductor y profesor de
Teoría e Historia de las Artes
Escénicas en el Institut del Teatre
de Barcelona.
Joan Casas, versión reducida.
Doina, traducción castellana.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Personajes
Octavio
Beatriz
Florindo
Lelio
Pantalone dei
Bisognosi
Rosaura
Coralina
Briguella
Arlequín
El licenciado
Agapito
Comerciante de edad avanzada
Su segunda esposa
Hijo de Octavio y de su primera esposa
Hijo de Beatriz habido en otro matrimonio
Rico comerciante veneciano
Hija de Pantalone
Viuda; sirvienta nacida y criada en casa de Octavio
Criado de Pantalone
Criado de Octavio
Notario
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
En el fondo del escenario Octavio, Beatriz, Lelio, Coralina,
Florindo, Pantalone, Rosaura y el licenciado Agapito, este último
con la vestimenta característica del dottore. En primer término,
Arlequín y Brighella.
Brighella
(, al público). -Nos hallamos en la ciudad de Verona.
Arlequín
(, al público). -La ciudad de la historia de Julián y Rometa.
Brighella
-De Romeo y Julieta.
Arlequín
-¿Y qué he dicho yo?
Brighella
-Tanto da. Y esos de ahí son los personajes de la comedia La criada
amorosa.
Arlequín
-Y también nosotros.
Brighella
-También, ¿qué?
Arlequín
-También somos personajes de esa comedia. ¿O no?
Brighella
-Este es el señor Octavio (avanza y saluda) un hombre mayor,
rico comerciante, viudo de una primera esposa de la que le queda
un hijo, Florindo (el mencionado saluda). El señor Octavio está
casado en segundas nupcias con Beatriz (la mencionada saluda),
que no es tan mayor, pero también es viuda y tiene otro hijo, Lelio
(el mencionado saluda).
Arlequín
-Te has olvidado de decir algo del señor Octavio.
Brighella
-¿Cuál?
Arlequín
-Que es mi amo.
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Commedia dell’Arte
Brighella
-En efecto, tú eres el más inepto de los criados del señor Octavio.
Ahora di a los espectadores cómo te llamas.
Arlequín
-Arlequín, para serviros.
Brighella
-No os lo creáis. No os servirá en nada. Continuemos. La de en
medio, esa mujer tan guapa, se llama Coralina y también es sirvienta del señor Octavio. Ella y Florindo, el hijo del señor Octavio, tienen la misma edad, con pocos días de diferencia. Los dos
nacieron en la casa: él en las habitaciones de arriba; ella, en las
de abajo, en las del servicio. Pero así como Florindo nunca se ha
casado, Coralina se casó siendo muy jovencita con otro criado, que
murió hace un par de años.
Arlequín
-De manera que Coralina también es viuda. ¡Y ya van tres!
Brighella
-El otro es el señor Pantalone dei Bisognosi, comerciante veneciano establecido en la ciudad de Verona, vecino y amigo del señor
Octavio. (Pantalone saluda). El señor Pantalone...
Arlequín
-También es viudo. En Verona, parece ser una epidemia.
Brighella
-El señor Pantalone es mi amo.
Arlequín
-Ah, ¿sí?
Brighella
-Brighella, para servirles.
Arlequín
-Es un engreído, Brighella.
Brighella
-El señor Pantalone tiene una hija muy bella, que se llama Rosaura. (La mencionada saluda). Y sólo nos falta presentar a ese señor
del traje negro y el cuello blanco, el licenciado Agapito de los
Etcétera, que es notario. (El mencionado saluda).
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Commedia dell’Arte
Arlequín
-¿Tiene hijos, el señor notario?
Brighella
-No lo sé.
Arlequín
-¿Y es viudo?
Brighella
-Me parece que no.
Arlequín
-Qué cosa más rara. Porque aquí todos son viudos...
Salen de la escena Pantalone, Rosaura y Agapito.
Brighella
-Vayamos al asunto.
Arlequín
-Vayamos.
Brighella
-Beatriz, con el pretexto de que le ha faltado al respeto, ha conseguido que Octavio eche de casa a su hijo Florindo con una paga de
miseria que no le llega ni para comer. (Pantomima al fondo. Beatriz logra que Octavio expulse a su hijo, Florindo. Este, desesperado, sale de la escena.) Coralina, compadecida de la miseria de su
joven señor, se ha marchado de casa de Octavio y se ha ido a vivir
con Florindo, para ayudarlo, desafiando la maledicencia de la gente. Ya me entendéis: un hombre joven y una mujer joven, viviendo
solos bajo el mismo techo... (Pantomima al fondo. Coralina se saca
el delantal, se lo da a Octavio y sale de la escena, por donde se ha
ido Florindo. Octavio, con el delantal en la mano, sale por el otro
lado, y Lelio detrás de él. Queda en escena sólo Beatriz.) Beatriz,
ahora, quiere obligar a su anciano marido a desheredar a Florindo
y a hacer testamento a su favor y al de Lelio, el hijo de su primer
matrimonio. Lelio es un buen muchacho, puede que un poco duro
de entendederas. ¡Arlequín!
Arlequín
-¿Qué?
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Brighella
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-Vámonos, que molestamos.
Salen Arlequín y Brighella y vuelve a entrar Lelio.
Lelio
-Señora, mi señor padre me manda que venga a ver si aún estáis
enojada. Querida señora madre, ¿quién os hace enfadar?
Beatriz
-Aquel impertinente de Pantalone dei Bisognosi.
Lelio
-Y ¿qué os ha hecho?
Beatriz
-Ha venido a hablar en favor de Florindo, y me ha dirigido palabras insolentes.
Lelio
-Me sabe muy mal.
Beatriz
-Hala, hijo mío, reuníos con aquel viejo veneciano. Decidle que
sea juicioso; y si persiste en su actitud, amenazadle con malas
maneras.
Lelio
-Querida señora madre, me sabe mal deciros que no me podré
enojar mucho, con el señor Pantalone.
Beatriz
-¿Por qué?
Lelio
-Porque tiene una hija muy hermosa, que me gusta infinitamente.
Beatriz
-De mujeres no faltan, en la ciudad. No os liéis con esa gente.
Lelio
-Rosaura posee una buena dote; su padre es rico, ella es hija única
y sería para mí el mejor negocio del mundo.
Beatriz
-El señor Pantalone me ha provocado y confieso que yo, a continuación, le he injuriado: no querrá como yerno a mi hijo.
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Commedia dell’Arte
Lelio
-En cuanto al señor Pantalone, ya me encargaré yo de ganármelo
con mis palabras, con mis maneras; y como su hija me ama, ya
saldré del aprieto.
Beatriz
-¿Con qué fundamento podéis decir que os ama?
Lelio
-Si no estuviera seguro, no diría nada.
Beatriz
-¿Habéis hablado con ella?
Lelio
-He hablado con ella y ella ha hablado conmigo. Se lo he dicho, y
ella me lo ha dicho... etcétera...
Beatriz
-No quisiera que te equivocaras. Te ilusionas con demasiada
facilidad, hijo mío. No sería la primera vez que te enamoras sin ser
correspondido. No tienes demasiada fortuna con las muchachas y
ya me has puesto en un brete otras veces.
Lelio
-Os quiero contar toda la historia, y ya me diréis, madre, si hay motivo o no para decir lo que digo. Hace seis días, cuando pasaba por
la Vía Nueva, vi una silueta que, por detrás, me pareció interesante. Corrí para adelantarla, me giré y ella se tapó la cara con el velo.
En seguida pensé: esta tiene ganas de darme cuerda. Yo que me
paro, la dejo adelantarme y después corro, corro, la rebaso y vuelvo
a girarme, y ella en seguida se tapa; yo, entonces, cuando estaba
ya seguro de que me había visto, me detuve, y cuando pasó cerca
de mí, suspiré. ¿Qué hizo ella? ¿Lo adivináis? Se echó a reír. Con
aquella carcajada vi claro que tenía alguna inclinación hacia mi
persona. La seguí, diez o doce pasos atrás, siempre vacilando entre
el sí y el no; pensado: ¿me ama o no me ama? ¡Era que sí! Me aseguré al máximo. Su criada se giró dos veces para ver si las seguía;
se lo dijo a su ama, y las dos se reían, tranquilizadas. Yo no sabía
quién era aquella belleza, porque iba tapada; finalmente, al llegar
a la casa del señor Pantalone, la criada abrió el portal. Entonces
entendí que era Rosaura; aceleré el paso, y llegué a tiempo de que
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me dieran con la puerta en las narices. ¡Gran modestia!, pensé
para mis adentros. Pero el amor no se puede mantener escondido.
En seguida corrió a la ventana para volver a verme. Yo la miré, me
saqué el sombrero, y ella se rió tan fuerte que a mí también me
entraron ganas de reír. Se retiró, aquella vez, pero yo paso por allí
siete u ocho veces cada día. Una o dos veces, la veo, y cuando ella
me ve a mí siempre se ríe, hace muecas, menea la cabeza, y mirándome habla con su criada, y me señala con el dedo a sus vecinas;
en suma, señora madre, que no puede estar más enamorada de mí.
(Sale.)
Beatriz
(Dirigiéndose al sitio por donde ha salido Lelio.) -¡Buena razón
para decir que está enamorada de vos! (A los espectadores.) Este
hijo mío es tonto.
Entra Florindo.
Florindo
(entra llevando en las manos el delantal que antes se había sacado
Coralina.) -¡Oh, bendita Coralina! Tú eres mi único consuelo.
El cielo te me ha dado para confortar mis desgracias. ¿Dónde se
habrá visto una mujer con más buen corazón? ¡Ah, padre bárbaro!
Miraos en esa mujer de bien y avergonzaos de que una sirvienta
tenga, comparada con su amo, aquella piedad que vos no tenéis
hacia un hijo.
Arlequín
(, desde dentro.) -¿Hay alguien en casa?
Florindo
-Este es el criado de mi padre. ¿Qué querrá?
Arlequín
(, desde dentro.) -¿Se puede pasar?
Florindo
-Sí, pasad.
Arlequín
-Vuestro muy humilde servidor. ¿Está Coralina?
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Commedia dell’Arte
Florindo
-No está. ¿Qué queréis?
Arlequín
-Hace muchos días que no la veo. He venido a hacerle una visita.
Florindo
-¿Cómo está mi padre?
Arlequín
-¡Pobre! Lloraba hace un rato.
Florindo
-¿Lloraba? Y, ¿por qué?
Arlequín
-Porque su mujer estaba enojada y no quería atenderle.
Florindo
-¡Ah, viejo chocho!
Arlequín
-Y ahora, en cambio, estaban la mar de contentos: se reían, se hacían carantoñas, parecían dos novios de quince años.
Florindo
-Aquella sabe cuál es su debilidad, y le trae de cabeza.
Arlequín
-Estaban en la sala, y ella me ha enviado a hacer un encargo.
Florindo
-¿Adónde os han dicho que fuerais?
Arlequín
-Me han mandado a buscar un entierravivos.
Florindo
-¿Qué es eso de un entierravivos?
Arlequín
-Es lo contrario de un enterrador.
Florindo
-No os entiendo.
Arlequín
-El sepulturero hace su trabajo cuando el hombre se muere, y este,
el entierravivos, cuando el hombre todavía vive.
Florindo
-Pero ¿quién es ése que decís?
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Arlequín
-El notario.
Florindo
-¡Cómo! ¿Os han mandado a buscar a un notario? ¿Para hacer qué?
Arlequín
-Me parece a mí que es para enterrar a mi amo.
Florindo
-¿Es posible que quieran obligarlo a hacer testamento?
Arlequín
-Me parece que esta palabra, testamento, he oído que la decían.
Florindo
-¿A quién se la habéis oído?
Arlequín
-A la señora.
Florindo
(Aparte) -¡Oh, pobre de mí, desgraciado! ¡Esa mujer seducirá a mi
padre para dejarme sin nada! (A Arlequín) Dime, dime, ¿vos qué
habéis oído?
Arlequín
-No sé decir exactamente por dónde lo ha enhebrado. Primero, mi
amo lloraba. Y después ha llegado la señora. Con cuatro carantoñas lo ha dejado bien consolado. Y entonces el amo ha dicho: oh,
qué rabia me da, soy viejo, no tardaré en morirme. La señora... no
he entendido bien qué le contestaba, pero he visto que le decía no
sé qué al oído, que parecía que le regañaba. Y después, de repente,
alegres y contentos, me han dicho que fuera a buscar al entierravivos, quiero decir el notario.
Florindo
(Aparte) -Ya lo he entendido. Lo ha cogido en el momento justo, y
le hace hacer testamento. ¿Cómo poner remedio a este desastre?
Arlequín
-¿Coralina regresará pronto a casa?
Florindo
-¿Lo habéis encontrado, al notario?
Arlequín
-No le he encontrado, pero le he dejado el encargo de que venga.
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Florindo
-Y ¿quién es ese notario que has buscado?
Arlequín
-El licenciado Agapito de los Etcétera.
Florindo
-¿Dónde debe haber ido Coralina?
Arlequín
-¿Dónde está Coralina? Le tengo que dar una cosa.
Florindo
-¿Qué le queréis dar?
Arlequín
-Una tontería.
Florindo
-Venga, decidme, ¿qué tontería?
Arlequín
-Me da vergüenza.
Florindo
-Va, decídmelo.
Arlequín
(,sacándola.) -Una longaniza.
Florindo
-La debéis haber robado a mi padre.
Arlequín
-Todos afanan, pues yo también.
Florindo
-Y yo paso penas, y no tengo ni lo más necesario para vivir. +
Arlequín
-Désela vos. (Le da la longaniza.)
Florindo
-Sois un granuja. Está muy feo robar.
Arlequín
-La verdad es que no la he robado.
Florindo
-Pues, de dónde la habéis sacado.
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Commedia dell’Arte
Arlequín
-El señor Lelio, que ha robado un capazo entero, y ésta me la ha
dado porque yo le alumbraba mientras robaba.
Florindo
-Aquel imbécil, aquel necio, se come mi patrimonio. ¡Ah, si supiera
cuándo volverá Coralina!
Arlequín
-Yo también quisiera verla. Porque la amo, y todavía me ronda por
la cabeza hacer un despropósito.
Florindo
-¿Qué despropósito?
Arlequín
-Casarme con ella.
Florindo
-¡Barbarote! ¡Estúpido! ¡Ignorante! ¡Feliz seríais, si tuvierais esa
fortuna! Vos no sois digno de ella. Coralina se merece un mejor
partido. Yo la conozco, yo sé cuánto vale su espíritu, su buen corazón, su bondad. Me voy. No aguanto vuestra presencia, asno, que
sois un asno. (Sale.)
Arlequín
-Ya lo he entendido. La quiere para él. Y Brighella sé que también
la querría. Pero no será ni para Brighella ni para mí, si la quiere el
amo. Entre amo y criado, no hay nada a hacer.
Sale. Por el otro lado del escenario entra Brighella, con un par de
medias en las manos, y avanza hacia el proscenio.
Brighella
-Hace un momento nadie sabía dónde estaba Coralina. Yo sí.
Había ido a casa del señor Pantalone para hablar con Rosaura,
su hija. (Entran Coralina y Rosaura y se queden en el fondo del
escenario.) Le ofrecía estas medias, que ella misma ha tejido con
sus manos, por si se las quería comprar, para resolver de ese modo
los agobios económicos de Florindo. Rosaura me ha hecho ir, con
las medias, a ver a una vecina, experta en mercería, para que le
preguntara qué precio se podía pagar por ellas. Ahora salgo a hacer
el encargo. (Sale.)
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Rosaura
-Vos sois la criada del señor Florindo.
Coralina
-Sí, señora, y os juro, como mujer honrada que soy, que no creo que
nunca haya habido en este mundo otra criatura que se le parezca.
Rosaura
-¿En qué consiste su bondad?
Coralina
-En todo. Nunca grita. Esté bien o mal hecho, se contenta con
todo. No tiene vicio alguno: no juega, no acude a la taberna, no
sale con otros jóvenes. Si hay otro como él, me dejo cortar la nariz.
¡Afortunada la mujer a quien toque un marido como ése!
Rosaura
-¿Piensa casarse, quizá?
Coralina
-Por fuerza habrá de pensar en ello. Es hijo único, su padre es viejo
y rico; la casa no debe extinguirse.
Rosaura
-¡Pero si su padre lo ha echado de casa!
Coralina
-Oh, no se puede decir que lo haya sacado de casa. El joven tiene
ganas de casarse; la madrastra tiene ganas de estar sola. Él dice: si
me quedo en casa, no haré nada. ¿Me entendéis, ilustrísima señora? A veces la gente habla, y la gente cree... ¡Y no! El señor Florindo es la niña de los ojos de su padre.
Rosaura
-Pues a mí me habían dicho que el señor Octavio le pasaba muy
poco dinero para su manutención.
Coralina
-Sí, señora, es verdad; pero lo hace expresamente, para que vuelva
a casa.
Rosaura
-¿Y por qué no regresa? Si es tan bueno como decís, debería resignarse a lo que quiere su padre.
Coralina
-¡Ah! Él ya lo haría, ya, pero...
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Rosaura
-Debe haber alguna razón.
Coralina
-No hay ningún motivo concreto, no es eso. Es un no sé qué que
no se lo permite... Pero, de hecho... nada más, por ahora no puedo
decir más. Él os lo podría decir, pero no se atreve.
Rosaura
-¿Él me lo tiene que decir?
Coralina
-Sí, señora, y no tardará mucho en hacerlo. Estoy segura de ello.
Rosaura
-Todavía despertáis más mi curiosidad. Estimada Coralina, no me
dejéis así. Escuchad, si tenéis miedo de que yo hable, no existe
peligro alguno.
Coralina
-Pero si el amo sabe que he hablado, ¡pobre de mí!
Rosaura
-Si es tan bueno como decís, no os reñirá.
Coralina
-Pero pasará vergüenza, ¡pobrecito! ¡Si supierais cómo es! Afortunada aquella que la tendrá, esa joya.
Rosaura
-Sí que me parece que se trata de un joven sensato y bueno.
Coralina
-Siempre espiando vuestra ventana...
Rosaura
-¿Mi ventana?
Coralina
-No hagáis ver que no...
Rosaura
-Queréis decir que él... que yo...
Coralina
-Maldita sea, ya me habéis hecho hablar más de la cuenta.
Rosaura
(, avergonzada.) -No me digáis estas cosas.
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Commedia dell’Arte
Coralina
-¡Basta! ¡Hablemos claro! ¿No lo veis, que os adora, que no aparta
sus ojos de vos, que languidece, que se muere?
Rosaura
-¿Por mí? Yo quiero ser sincera. Siempre había creído que estaba
enamorado de vos.
Coralina
-Si estuviera enamorado de mí, ¡apañados estaríamos! Para empezar, es un joven prudente, siente muy hondo el honor de su casa y
no se rebajaría a enamorarse de una criada. Y además, no tengo por
qué deciros una cosa por otra: está locamente enamorado de vos.
Rosaura
-Me dejáis de piedra. Nunca ha dado ningún signo de estar interesado en mí.
Coralina
-Es tímido. No se arriesga.
Rosaura
-Y ¿qué quiere, de mí?
Coralina
-Hacer aquello por lo que ha salido de casa de su padre. Casarse y
tener una familia. +
Rosaura
-¿Y su madrastra?
Coralina
-El señor Octavio es viejo, y se ha vuelto medio loco. Cuando su
hijo esté casado, la señora Beatriz o bien se irá de casa o renunciará a sus planes.
Rosaura
-Si fuera como decís, convendría que Florindo hablara con mi padre.
Coralina
-Lo hará, os lo aseguro. El punto clave es este, señora Rosaura. En
confianza, ¿os gusta el señor Florindo? ¿Lo tomaríais como marido?
Rosaura
-Si las cosas fueran bien..., para decirlo de alguna forma..., no puedo
decir que me desagrade.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-No hace falta más. Hagámoslo así. Escuchad qué os digo. Debemos buscar...
Brighella
(, entra con las medias en la mano, interrumpiendo el diálogo.) -Ya
tengo la respuesta.
Rosaura
(, a Brighella.) -¿Qué os ha dicho, la vecina?
Brighella
-Las ha estimado en dos ducados y medio.
Rosaura
-Pues bien, Coralina, os daré los dos ducados y medio. ¿Estáis
contenta?
Coralina
-Contentísima.
Rosaura
-Volvamos a lo que hablábamos. (A Brighella) Puedes irte, no hace
falta nada más.
Brighella
(, a Rosaura.) - Es que el amo os quiere ver, señorita.
Rosaura
-¿Mi padre?... Y ¿qué quiere?
Brighella
-No lo sé. Os busca, y tiene cierta urgencia en hablar con vos.
Rosaura
-Debo acudir, Coralina, ya nos veremos. Volved otro rato, cuando
no esté mi padre.
Coralina
-Sí, señora, volveré.
Rosaura
-Y os pagaré las medias.
Coralina
(, fríamente.) -Como mandéis.
Brighella
-Señora, perdonadme. Pagádselas ahora mismo, las medias.
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Commedia dell’Arte
Rosaura
-¿Tanta prisa tenéis, Coralina?
Coralina
(, fríamente.) -No. Tanto da.
Brighella
(, a Rosaura.) -Lo dice por modestia. Pero ¿quién sabe si no lo
necesita, este dinero?
Coralina
-¿Qué os pensáis?, ¿que he de ir a comprar el pan, con este dinero?
Me dejáis de una pieza. En casa de mi amo no me falta nada.
Rosaura
(, abre el monedero.) -Tened. Tenía dinero en la bolsa y no había
reparado en ello. Mirad, un cequí, y cincuenta céntimos.
Coralina
-No había prisa; sólo los cojo para no desairaros.
Rosaura
-Hasta luego. Más tarde hablamos. (Coralina sale. Aparte) Florindo siempre me ha gustado, y con lo de hoy ha terminado enamorándome. (Se va.)
Brighella
(, a los espectadores.) -Al señor Pantalone no le ha gustado nada
esta visita de Coralina a nuestra casa. Le ha gustado tan poco, que
rápidamente se ha ido a casa del señor Florindo, un muchacho
que en principio gozaba de su simpatía, y al cual ayer mismo había
intentado defender ante su padre.
Se oye una campanilla que llama, Brighella se va. El escenario
queda vacío un momento. Por el otro lateral, aparece Coralina.
Coralina
-¡Ya voy, ya voy! ¡Qué insistencia! (Abre la puerta) ¡Ah, señor
Pantalone!
Pantalone
-¡Oh, esa joven! A vos os buscaba.
Coralina
-¡Qué se le ofrece, señor Pantalone!
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Commedia dell’Arte
Pantalone
-¿No sois vos quien ha vendido un par de medias a mi hija?
Coralina
-Sí, señor. ¿Puede que creáis que las ha pagado demasiado caras?
Pantalone
-No digo que las haya pagado ni caras ni baratas. No soy hombre
que me entretenga en estas pequeñeces, y dejo que en estas cosas mi hija esté satisfecha. Sólo quiero deciros que, a mi casa, me
haréis el favor de no volver.
Coralina
-¿Por qué, señor Pantalone? ¿No he sido lo bastante educada?
Pantalone
-No. Pero no me gusta que vengáis, a mi casa.
Coralina
-Perfecto: seréis servido. Vos sois el amo en vuestra casa. Podéis
recibir a quien queráis, y echar de ella a quien os parezca: sois un
señor de lo más prudente, no sois capaz de algo sin fundamento,
no os dejáis cegar por la pasión; debéis tener, pues, vuestros justos motivos. ¿Que no me queréis en vuestra casa? Paciencia, no
debo ser digna de ella, y no volveré a ella jamás. No me atrevería a
disgustaros ni por todo el oro de este mundo. ¿Yo disgustar al señor
Pantalone dei Bisognosi, que, con tanto amor, con tanta caridad,
se ha interesado en favor de mi amo? ¿Yo disgustarlo? ¡Dios no lo
quiera! No, señor Pantalone, no tengáis ninguna duda, os lo aseguro: a vuestra casa no volveré nunca más.
Pantalone
-De todas formas, si necesitáis algo, avisadme o venid a mi despacho: venid a la tienda, que allá os serviré con mucho gusto.
Coralina
-Como veo que tenéis tanta bondad conmigo, os suplicaré una
gracia.
Pantalone
-Decidme que, si puedo, os serviré.
Coralina
-Perdonadme si soy demasiado atrevida...
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Pantalone
-Hablad, hija mía, decidme qué queréis.
Coralina
-Querría que por fineza, por gracia, me dijerais el motivo por el
que no queréis que yo venga a vuestra casa.
Pantalone
-Os lo diré claramente. He sacado tan poco gusto y tan mala fortuna de haber querido hablar en favor del señor Florindo, que, con
él, no quiero tener nada que ver nunca más; y no quiero tener trato
con nadie que dependa de aquella casa.
Coralina
-De acuerdo, me habéis convencido, entiendo vuestra conducta
y no tengo ningún motivo para lamentarme. Me preocupaba que
tuvierais un mal concepto de mí.
Pantalone
-Oh no, hija mía.
Coralina
-Ya debéis saber que yo soy una mujer honrada.
Pantalone
-No digo lo contrario...
Coralina
-Que en casa del señor Octavio, donde nací, crecí, donde me casé
y me quedé viuda, nunca di pie a las murmuraciones.
Pantalone
-Eso es una gran verdad...
Coralina
-Y que, si me he venido a vivir con el señor Florindo, lo he hecho
por amistad, por compasión, por caridad.
Pantalone
-Aquí no todos creen que la cosa sea así.
Coralina
-Y ¿qué creen? ¿Qué soy una desvergonzada, una perdida? Yo sé
que el señor Pantalone no se lo cree, yo sé que sois un hombre
honrado, un gentilhombre, que no sois capaz de pensar mal de los
demás. Pero juro al cielo que cualquier persona que se atreviera a
manchar mi reputación con la más pequeña peca, aunque yo sea
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Commedia dell’Arte
una mujer, tendría valor para saltarle a la yugular, arañarle la cara,
cortarle la lengua, arrancarle el corazón.
Pantalone
(Aparte) -¡Atiza! (A Coralina) -Hija mía, creo que sois una mujer
honradísima y nunca os he criticado.
Coralina
-Pero en vuestra casa, no me queréis.
Pantalone
-¿No os he dicho por qué?
Coralina
-Y me desairáis.
Pantalone
-Ya os lo he dicho.
Coralina
-Pues yo me juego lo que sea que ese no quererme en vuestra
casa deriva de pensar que soy una mala mujer. Señor Pantalone...
(enojada.)
Pantalone
-Ya os he dicho que no. Ya os he dicho el porqué. (Aparte) Eso es
una fiera, parece una mosquita muerta, pero cuando se calienta da
miedo.
Coralina
-Tenéis que perdonarme, señor Pantalone, vos sois un hombre virtuoso y prudente, pero esta vez os engañáis. Una venganza honesta
a veces es algo loable. Para resarciros de las impertinencias de la
señora Beatriz, deberíais ayudar y favorecer al pobre señor Florindo. De esta forma, haríais una obra de piedad; y esa obra de piedad
retornaría en provecho del inocente y en daño para la madrastra, y
en gloria del señor Pantalone, que, como es un hombre inteligente
y de buen corazón, habría encontrado la manera de vengarse con
grandeza, tal como es propio por ser quien es.
Pantalone
-Habéis dicho bien, y me gusta la máxima, y yo mismo también lo
había pensado. Pero ¿qué puedo hacer yo, por este muchacho? No
soy pariente suyo, no tengo ningún título para favorecerlo. Entre el
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Commedia dell’Arte
uno que es un pobre de espíritu y la mujer aquella que es un demonio, no sé cómo poner remedio a la situación.
Coralina
-Ya lo encontraría yo, el remedio, si estuviera en los zapatos del
señor Pantalone.
Pantalone
-Y ¿cómo?, decidme.
Coralina
-Es echar agua al mar, querer aconsejar a un hombre de vuestra
calidad.
Pantalone
-Hablad, que me hacéis favor.
Coralina
-Para obedeceros, hablaré: ¿queréis tener un título sobre el señor
Florindo que os permita favorecerle a cara descubierta, y poner
en su lugar al padre, a la madrastra, al hermanastro y a todos sus
enemigos?
Pantalone
-Venga, decid, ¿cómo?
Coralina
-Acogedlo en vuestra casa, dadle por mujer a la señora Rosaura...
Pantalone
-Despacio, despacio... Que lo que decís no es ninguna bagatela...
Coralina
-¿Lo sabéis que el señor Florindo es hijo único?, ¿que su padre
tiene cuatro o cinco mil escudos de renta? ¿Que si el mundo es
mundo, ha de ser todo para él?
Pantalone
-Eso es verdad, pero...
Coralina
-¿Que no lo veis que el señor Octavio es viejo, está enfermo y chochea; que no vivirá mucho tiempo y que su hijo pronto será amo y
señor de la casa?
Pantalone
-Pero mientras...
22
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Y además, aquel temperamento adorable del señor Florindo ¿no
es una joya? ¿No es un tesoro? ¿No es adorable?
Pantalone
-Todo eso está muy bien. Mi hija también es hija única, ella también
tendrá su renta, pero yo no quiero casarla, con todos esos enredos.
Coralina
-Hacedme el favor: hagamos como si habláramos por hablar, para
pasar el rato. Si el señor Florindo estuviera en su casa, si fuera el
heredero, si todo fuera como tiene que ser, ¿tendríais alguna dificultad para darle la mano de vuestra hija?
Pantalone
-Ninguna. Es una buena casa y el muchacho me gusta.
Coralina
-Pues mirad qué os dice tal mujercita, señoría. ¿Qué os jugáis que
no pasa de mañana que el señor Florindo vuelve a estar en su casa,
amo y señor, y que la señora Beatriz tiene que batirse en retirada?
Pantalone
-¡Ojalá! Ya me gustaría.
Coralina
-¿Y entonces le daríais la mano de la señora Rosaura?
Pantalone
-Ya os digo que sí.
Coralina
-Pero quién sabe si entonces al señor Florindo le interesaría. Por
eso yo quería que el señor Pantalone tuviera algún mérito en su
reacomodación, y así mi amo aceptaría con los ojos cerrados a la
señora Rosaura como esposa.
Pantalone
-Pero, ¿por qué tanta urgencia? ¿Qué interés tenéis por mí y por
Rosaura, mi hija?
Coralina
-Confieso la verdad: me saco la máscara. Todo lo hago por mi amo.
Conozco a la señora Rosaura, sé que es una buena hija, sé que para
él sería un partido magnífico. Temo, si entra en grandezas, que los
amigos y parientes lo empujen a algún matrimonio ventajoso en
23
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
apariencia, pero perjudicial en sustancia. Que le toque cualquier
presumida, cualquier coqueta de estos tiempos actuales, porque
existe una gran falta de mujeres sabias, morigeradas, como vuestra
hija, que el cielo os la bendiga. Por ello, la querría asegurar para el
señor Florindo, y ya he hablado con él, y él estaría contento con el
trato; y ella a lo mejor no diría que no, y sería un matrimonio que
haría explotar de envidia a la mitad de la ciudad; y la otra mitad
encendería cohetes de alegría. Pero si vuestra señoría tiene sus
planes, si no quiere, si no le parece bien, yo no sabría qué decir.
Si el señor Florindo vuelve a su casa, será adulado, será seducido
y, quizá entonces, ya no me escuchará. Me sabe mal, pero ya no
habrá remedio.
Pantalone
-Querida Coralina, no llevéis las cosas a la desesperación. Dejad
que me lo piense. Esos negocios no se hacen con precipitación.
La idea me gusta, me parece loable, encuentro en ella dificultades,
pero también aspectos buenos. Dadme tiempo, y es posible que
me decida.
Coralina
-¿Y si pasara cualquier cosa?
Pantalone
-Avisadme.
Coralina
-No, que a vuestra casa ya no puedo acudir.
Pantalone
-No, no; venid cuando queráis, os doy licencia para ello. Veo que
sois una mujer a carta cabal y que me puedo fiar de vos.
Coralina
-Basta; tampoco querría...
Pantalone
-Además, si intentáis casar al señor Florindo, eso es señal de que
entre él y vos no ha habido nada.
Coralina
-Yo también busco a alguien con quien casarme.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Pantalone
-Haréis bien; todavía sois joven.
Coralina
-El problema es que no tengo ninguna dote.
Pantalone
-Pero vos ya estuvisteis casada. ¿Qué hicisteis con vuestra dote?
Coralina
-La dote que entonces tenía desapareció.
Pantalone
-Con vuestro ingenio, no os faltará un buen partido.
Coralina
-¡Ay, señor Pantalone, no es suficiente con el ingenio!
Pantalone
-Si sois una buena mujer, el cielo proveerá.
Coralina
-Escuchadme, os hablaré claro. Hago tantas cosas por el señor
Florindo, que espero que alguna hará él por mí. Si a él le va bien,
yo también tengo la esperanza que a mí no me irá mal; y si llega
a ser amo de lo que es suyo, estoy segura de que un poco de dote
me dará. Conozco su buen corazón, sé que es un hijo agradecido y
honrado, pero aunque me engañara y fuera desagradecido conmigo, nunca me arrepentiría de lo que he hecho por él, porque tengo
la absoluta certeza de que el bien siempre es el bien; y que todo
el bien que hacemos nos es recompensado por el cielo; sí, señor,
sí, por el cielo, que conoce el corazón de las personas y premia y
remunera las buenas obras y las buenas intenciones. Señor Pantalone, soy vuestra devota servidora. (Sale. Pantalone abre los brazos
y miral al cielo, y sale por el otro lado.)
Brighella
(, asoma la cabeza por un lateral.) -Mi amo, saliendo de aquella
casa, se ha encontrado con Lelio, el hijo de Beatriz. El joven le ha
dicho no sé qué, que no ha entendido, porque ese muchacho habla
de una manera muy rara, y el señor Pantalone, le ha respondido
cualquier cosa para sacárselo de encima. Pero el señor Lelio ha
quedado convencido de que le había concedido la mano de su hija
Rosaura. (Se vuelve a esconder.)
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Lelio
(, entra por un lado.) -¡Oh, qué felicidad! ¡Con cuánta facilidad el
señor Pantalone me ha concedido la mano de su hija! No se podía
hacer con menos palabras un trato de matrimonio.
Arlequín
(, entra por el otro lado.) -¿Dónde demonios os habíais metido? La
señora os busca.
Lelio
-Arlequín, te tengo que dar una buena noticia.
Arlequín
-Venga.
Lelio
-Me he prometido.
Arlequín
-¿De verdad?
Lelio
-No veo la hora en que lo sepa mi señora madre.
Arlequín
-¿Y quién es la prometida?
Lelio
-Adivínalo. Si lo aciertas, te doy dos sueldos.
Arlequín
-Puede ser, puede ser...
Lelio
-No, señor.
Arlequín
-Pues, puede ser...
Lelio
-Tampoco.
Arlequín
-Pero dejádmelo decir. Me parece que tiene que ser...
Lelio
-No lo puedes acertar.
Arlequín
-Pues, decídmelo vos.
26
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Lelio
-Es la hija del señor Pantalone.
Arlequín
-¡Pero si el señor Pantalone y la señora Beatriz están peleados!
Lelio
-Mi señora madre me ha dado licencia.
Arlequín
-Y ¿qué opina, el señor Pantalone?
Lelio
-Está contentísimo. Aquí mismo, hace un momento, le he pedido
la mano de su hija, y él me ha respondido: hecho.
Arlequín
-Muy bien, bravo, lo encuentro magnífico. ¡Lo que hay que ver!
Lelio
-Venga, vamos a decírselo a mi señora madre.
Arlequín
-Id vos, que yo todavía tengo que ir al notario.
Lelio
-Ah, sí, al notario, que hará la escritura de mi contrato.
Arlequín
-¿Ya habéis hablado con la novia?
Lelio
-Todavía no.
Arlequín
-Pues todo se juega en el primer encuentro. Caer en gracia el primer día es tener medio trabajo hecho.
Lelio
-¿Tú qué crees que le podría decir, cuando hable con ella por
vez primera?
Arlequín
-Le podéis decir, por ejemplo: hace tanto tiempo que suspiro por
la crin de la nuca de vuestra belleza...
Lelio
-Ay, ay, ay, ay, pero si el pelo no se lo he visto nunca...
Arlequín
-Pues le podéis decir que suspiráis por las pupilas de sus farolas...
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Lelio
-Tampoco le he visto nunca los ojos.
Arlequín
-Pues, ¿qué le habéis visto? ¿Los bigotes?
Lelio
-Sí, pero tapados por el velo.
Arlequín
-Ya lo he entendido. Pues le podéis decir eso: hace tanto tiempo
que estoy enamorado de vuestro velo...
Lelio
-¡Animal! El velo no enamora.
Arlequín
-¡El animal sois vos! Si no le habéis visto nada más.
Lelio
-He visto y no he visto.
Arlequín
-Pues... le podéis decir eso: estando enamorado de vuestra belleza
imaginaria...
Lelio
-No quiero que parezca que lo pongo en duda.
Arlequín
-Pero si no tenéis ninguna certeza de nada.
Lelio
-¿Qué significa ninguna certeza de nada? El señor Pantalone me
ha asegurado que quedaba hecho y dicho.
Arlequín
-Pues podéis empezar así: Bellísima hecha y dicha...
Lelio
-Eres un asno.
Arlequín
-Sois un ignorante.
Lelio
-A mí no me faltan términos equivalentes al mérito de la belleza;
y le diré de improviso que Amor e Himeneo son aquellos dos
hermanos que, adoptando como a hermana la belleza de ella, han
estimulado mi corazón a inmiscuirse en su parentesco. No se puede hablar más claro. Se lo voy a decir a mi señora madre. (Sale.)
28
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Arlequín
-Pues yo me voy al notario. (Sale.)
Brighella
(, vuelve a asomar la cabeza por un lateral, mientras hace sonar la
campanilla.) -¡Ah, de la casa! ¿Hay alguien?
Coralina
(,entra por el otro lateral.) -¡Oh! ¡Señor Brighella! Pasad, pasad.
Brighella
-¿Está vuestro amo?
Coralina
-No, no está. ¿Deseáis hablar con él?
Brighella
-¿Con él? Para nada. Casi prefiero que no esté. Mi señora querría
acudir aquí a vuestra casa, secretamente, para deciros una cosa
urgente.
Coralina
-¿Rosaura? Que venga cuando quiera. Y si lo prefiere, iré yo a su
casa.
Brighella
-No, ella desea venir aquí para hablar con más libertad. Pero no
quisiera que estuviera el señor Florindo.
Coralina
-Ahora mismo no está y tardará un rato.
Brighella
-Voy a decírselo.
Coralina
-El señor Pantalone, ¿está en casa?
Brighella
-Duerme, y tardará un par de horas en despertarse.
Coralina
-Es la hora de la siesta. Rosaura puede venir sin que la vea nadie.
Brighella
-Bien tapada con el velo, además, no la conoce nadie. ¿Sabéis ya la
noticia?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¿Cuál?
Brighella
-Que el señor Lelio ha pedido su mano al amo.
Coralina
-¡Oh, diablos! Y el amo, ¿qué le ha dicho?
Brighella
-Lelio cuenta que le ha dicho que sí.
Coralina
-¿Es posible?
Brighella
-Voy a dar vuestra respuesta a la señora Rosaura, y luego ya os diré
qué pienso de ello.
Coralina
-Estoy atónita.
Brighella
-También quiero hablaros de otra cosa.
Coralina
-¿De qué asunto?
Brighella
-De vos y de mí. A solas.
Coralina
-¿Con qué propósito?
Brighella
-Me haréis sonrojar. A vuestros pies, a vuestros pies, ya lo aclararemos. (Se va por donde ha venido.)
Coralina
-Mira, mira... Si tuviera que volver a casarme, Brighella sería para
mí un buen partido. Es un hombre formal, posee unos pequeños
ahorros... Pero ¿cómo irán las cosas del señor Florindo? Espero
que bien, pero también pueden ir mal. Esta última nueva me desconcierta, y habrá que buscarle un remedio.
Florindo
(, entra por el mismo lateral por el que antes ha entrado Coralina.)
-¿Qué tal, Coralina?
30
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¡Oh, estabais en casa! ¿Habéis visto a Brighella?
Florindo
-No, estaba haciendo la siesta.
Coralina
-Yo que creía que estabais fuera. Deprisa, deprisa, tomad la espada
y el sombrero e id a dar un largo paseo.
Florindo
-¿Por qué?
Coralina
-Os lo diré. La señora Rosaura quiere venir a verme, y no le apetece que vos estéis.
Florindo
-¿Qué debe querer la señora Rosaura?
Coralina
-¿No os lo he dicho, que os tiene afecto? ¿Que espero cerrar este
buen negocio para vos?
Florindo
-Si lo mío no mejora, es inútil hacer tratos.
Coralina
-No tengáis ninguna duda de que todo irá bien.
Florindo
-Y si mejora, mi Coralina, me va por la cabeza otra idea.
Coralina
-¿Y eso, señor Florindo? ¿Tenéis algún amor escondido?
Florindo
-No soy persona de amores escondidos. Soy un hombre honrado,
un gentilhombre; pobre, sí, pero agradecido.
Coralina
-Todo ello os hace merecedor de un buen partido, y el de la señora
Rosaura no es para dejarlo pasar.
Florindo
-De momento detened estos tratos.
Coralina
-¡No puede ser! Ahora vendrá a verme, y continuando con la conversación de esta mañana, a lo mejor me pondrá en la necesidad
de decirle algo positivo.
31
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Florindo
-Vuestro ingenio sabrá encontrar pretextos.
Coralina
-Decidme, por favor. ¿Qué os disgusta de la señora Rosaura? ¿No
es hermosa?
Florindo
-Sí, es muy bella.
Coralina
-¿No es de buena familia?
Florindo
-Ciertamente.
Coralina
-¿No es rica?
Florindo
-No digo lo contrario.
Coralina
-Pues ¿qué problema tenéis?
Florindo
-Coralina, de momento no me obliguéis a deciros nada más.
Coralina
-Muy bien. ¡Bonita gratitud me demostráis hacia el amor que os
tengo! Me negáis, pérfido, la confidencia de vuestro corazón. ¡Paciencia! Tanto que he hecho y no he hecho nada. Ya os veo enamorado de una fresca, y que todos los planes que con tanto estudio he
urdido a vuestro favor se irán en humo.
Florindo
-Ah, Coralina, no soy capaz, de eso. Sé muy bien lo que hacéis, no
soy ningún ingrato... Ya lo veréis... No soy ingrato.
Coralina
-Pues si sois agradecido, habladme con sinceridad, y que sea una
recompensa del amor que os tengo la confesión de vuestros pensamientos ocultos.
Florindo
-Vos me obligáis, y yo hablaré. Mi Coralina, si Dios quiere que se
me haga justicia, si vuelvo a poseer mis bienes, será justo que me
case, pero también será justo que en premio del mérito de vuestro
amor, os escoja a vos como esposa.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¿Yo, señor, vuestra esposa? ¿Lo habéis pensado bien?
Florindo
-No pienso en nada más.
Coralina
-¡Hala!
Florindo
-Os lo juro por lo más sagrado...
Coralina
-Callad. Antes de comprometeros con juramentos, pensad mejor
en lo que sois y en lo que soy yo. Os conozco, señor Florindo, desde que llevábamos pañales, porque juntos hemos crecido, y os amo
como a una especie de hermano. He tenido compasión de vos,
expulsado por vuestro padre, maltratado por vuestra madrastra,
oprimido por la fortuna; y, abandonando mi pan, mi estado y mis
conveniencias, he venido a ayudaros, y perdonad que os lo diga, he
venido a alimentaros con mis recursos. He superado el miedo, he
disimulado las murmuraciones, he soportado incomodidades y, a
veces, hasta la falta de pan. Todo ello merece algo y vuestra gratitud está obligada a recompensarme. Pero si me premiarais con el
matrimonio, el amor inocente parecería interesado, y la gente que
critica pensaría que tenía razón. A mí, por encima de todo, me interesa mi honor, y a vos os debe importar el vuestro. Una modesta
dote que quisierais extraer para mí de vuestros bienes sería bastante recompensa para los servicios que os he prestado; y gozando, sin
remordimientos en el corazón, de la fortuna que a mí me convenga, seré siempre vuestra amiga, siempre a vuestro servicio, seré
siempre vuestra amorosísima Coralina.
Florindo
-Ah, me enternecéis de una manera...
Coralina
-Falta lo mejor del trabajo, señor Florindo. Lo que he hecho hasta
ahora no vale nada, si la maquinación no llega al final.
Florindo
-¿Es posible que no queráis?...
33
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-He hablado con el notario. Está decidido a favoreceros dentro
de los límites de la honestidad. Sabed que es un hombre más bien
fácil, pero tenía alguna dificultad. Hemos quedado que esta noche
irá a casa del señor Octavio. Y tenemos un plan.
Florindo
-¿Estáis segura de que mi padre hará testamento?
Coralina
-El notario y yo tenemos un plan... Oigo gente; llega la señora
Rosaura. Escondeos.
Florindo
-¿Por qué?
Coralina
-Hacedme este favor. Escondeos.
Florindo
-Lo haré para complaceros.
Coralina
-Y quedaos escondido hasta que yo os llame.
Florindo
-Pero, Coralina, pensad bien lo que os he dicho: no rechacéis...
Coralina
-Si decís una palabra más, me enfadaré mucho. (Lo empuja para
que salga.)
Florindo
-Vale. Vale. (Sale.)
Coralina
Rosaura
-¡Pobre señor! Si yo fuera una de aquellas mujeres ambiciosas, me
aprovecharía de él. Ahora se casaría conmigo por gratitud, pero
con el tiempo se arrepentiría. Estoy segura.
-Coralina, ¿hay alguien?
Coralina
-Entrad, señora, no hay nadie.
Rosaura
-Como no habéis vuelto por casa, he venido yo a veros.
34
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Es un honor que no merezco. Si me lo hubierais ordenado, habría
ido a visitaros: sentaos, por favor.
Rosaura
-Ahora mi padre duerme. Puedo tomarme esa pequeña libertad.
Coralina
-Somos tan vecinas... ¿Qué desea de mí, señora Rosaura?
Rosaura
-¿Ya sabéis la gran noticia?
Coralina
-¿En qué sentido?
Rosaura
-Aquel majadero de Lelio ha tenido el atrevimiento de presentarse
a mi padre y de pedir mi mano.
Coralina
-¿Y qué le ha contestado el señor Pantalone?
Rosaura
-Ya os lo podéis imaginar. Mi señor padre no me quiere tan mal.
Todavía nos reímos.
Coralina
-Yo también me he reído alguna vez a su costa.
Rosaura
-Pero también es verdad que Lelio ha hecho lo que el señor Florindo no hace. Ha hablado con mi padre.
Coralina
-Hoy había decidido hacerlo.
Rosaura
-Mirad, mi Coralina, permitidme que os hable francamente. Yo
quiero con locura al señor Florindo, y, una vez sus cosas estén
arregladas, me gustaría que mi padre me lo propusiera por marido.
Pero si él no me ama de verdad, todavía estoy a tiempo de sacármelo del corazón y evitar la infelicidad de los dos.
Coralina
-Habláis como una mujer juiciosa y no como la jovencita que sois.
Pero podéis estar tranquila. Los mismos sentimientos que tenéis
vos los tiene el señor Florindo.
35
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Rosaura
-¿Pero como podríamos hacer para que el señor Florindo me viera
y hablara conmigo? Yo lo veo difícil. En mi casa no entrará hasta
que no sea mi prometido. Mi padre no lo permitiría.
Coralina
¿Y no podríais venir vos una mañana, o un mediodía, aquí, a mi
casa, a escondidas, y veros aquí con el señor Florindo?
Rosaura
-¡No, no, no! Dios no lo quiera. Si el señor Florindo estuviera, no
habría venido por nada del mundo. Por ello he mandado antes a
Brighella, para asegurarme. Es más, tengo que irme enseguida...
Coralina
-Tranquila, que todavía no va a volver.
Rosaura
-¿Adónde ha ido?
Coralina
-Creo que ha ido a ver a su padre.
Rosaura
-¿Hacen las paces?
Coralina
-Espero que esta noche las habrán hecho.
Rosaura
-Y entonces... ¿por qué no viene a hablar con mi padre?
Coralina
-Porque él, creo, antes querría hablar con vos.
Rosaura
-¡Si supiera cómo!
Coralina
Rosaura
-La única forma es que vos vinierais aquí.
-¿Y si se sabe?
Coralina
-No lo sabrá ni el aire. Vos dejadme hacer a mí. Sólo tenéis que
darme vuestra palabra de que vendréis a hablar con él cuando yo
os avise.
Rosaura
-Si está en mi poder, vendré en seguida.
36
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¿Me dais vuestra palabra?
Rosaura
-Os la doy.
Coralina
-Pues si es así, os invito ahora.
Rosaura
-¿A hacer qué?
Coralina
-A hablar con el señor Florindo.
Rosaura
-¿Dónde?
Coralina
-Aquí, en esta casa.
Rosaura
-No puedo esperar a que vuelva.
Coralina
-Ya ha vuelto.
Rosaura
-¿Cómo?
Coralina
-Señora Rosaura, perdonadme y no os enfadéis. Está en aquella
trasalcoba.
Rosaura
-Eso es una traición.
Coralina
-¿Traición? ¿Os he ido a buscar, quizá?
Rosaura
-Habéis dicho a Brighella que no estaba.
Coralina
-Y entonces no estaba.
Rosaura
-Y ahora...
Coralina
-Ahora está.
37
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Rosaura
-Me voy.
Coralina
-¿Y vuestra palabra?
Rosaura
-¿Qué palabra?
Coralina
-¿No me habéis prometido que cuando os avisara vendríais?
Rosaura
-He dicho si podía.
Coralina
-¿Y cómo puede ser que no podáis si ya estáis aquí?
Rosaura
- Coralina, dejadme marchar.
Coralina
-Faltaréis a vuestra palabra.
Rosaura
-Me la habéis extorsionado, sois una mujer astuta.
Coralina
-Oh, si es así, no volváis más a mi casa.
Rosaura
-Tened compasión de mí, no os enfadéis.
Coralina
-Ya voy, ya voy (haciendo ver que la llaman por el lateral por donde
ha salido Florindo).
Rosaura
-¿Adónde vais, Coralina?
Coralina
-¿Que no lo oís? Me llaman.
Rosaura
-¿Quién os llama?
Coralina
-El señor Florindo, mi amo.
Rosaura
-¿Me ha visto?
38
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Si no es ciego.
Rosaura
-¿Y qué dirá de mi debilidad?
Coralina
-Si huís dirá que hacéis como las niñas cuando juegan.
Rosaura
-¿O sea?
Coralina
-Que asoman la cabeza, echan una ojeada, y salen corriendo. ¡Sí!
Ya voy, ya voy (igual que antes).
Rosaura
-Otra vez, si me avisáis con tiempo, vendré.
Coralina
-¡Basta! ¿Qué son todos esos melindres? ¿Quién soy yo? ¿Una
inútil en quien no podéis confiar? ¿Soy una chismosa que irá
con el cuento a la plaza? ¿No soy aquella en la que habéis dicho
que confiabais? La timidez y el sonrojo os favorecen hasta cierto
punto, pero la cobardía no es digna de vos. Si tenéis la intención
de hablar con el señor Florindo, ¿qué importa hoy o mañana? ¿No
es lo mismo? Hay cosas que no las puedo soportar. Ya que estáis
aquí, quedaos. El señor Florindo está allá, le hago venir; lo veis, os
explicáis y volvéis a vuestra casa con un poco más de propósito y
de conveniencia. (Sale por el lateral donde está Florindo).
Rosaura
-¡Oh, Dios! ¿Qué hago? ¿Me quedo o me voy? Coralina me ha
dejado confundida, me ha dejado aturdida.
Coralina
-Por favor, salid. ¿Ahora vos también me haréis el vergonzoso?
(empuja a Florindo hacia Rosaura).
Florindo
-No quisiera que ella creyera...
Coralina
-¿Qué tiene que creer? Mientras crea que la amáis un poco, ya
tiene suficiente.
39
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Rosaura
-De medias como aquellas, ¿tenéis otras?
Coralina
-Oh, sí, señora, de medias tendré tantas como queráis, pero de
señor sólo tengo este.
Florindo
-A vuestros pies, señora.
Rosaura
-Yo beso los vuestros.
Coralina
-Muy bien, muy bien, vayamos al grano.
Rosaura
-Adiós, Coralina (haciendo el gesto de marcharse).
Coralina
-¿Ya os vais?
Rosaura
-Mi padre duerme.
Florindo
-Si duerme, puede esperar.
Rosaura
-Puede que ya se haya despertado.
Coralina
-Tenemos casi una hora. Cuando se levante, le veré por la ventana.
Florindo
-Hoy tengo ganas de hablar con el señor Pantalone.
Rosaura
-¿Tenéis algún negocio con él?
Florindo
-Sí, señora, uno pequeño.
Rosaura
-¿Un negocio pequeño?
Florindo
-Quiero decir...
Coralina
-Así y así.
40
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Florindo
(, aparte.) -¡Es mucho más bella de cerca que de lejos!
Rosaura
(, aparte.) -Estoy sudando de pies a cabeza.
Coralina
-Me imagino, señor Florindo, que debéis tener prisa por ver al
señor Pantalone, para hablar con él de la señora Rosaura.
Florindo
-Exactamente.
Rosaura
-¿De mí, señor?
Florindo
-Ah, si fuera digno...
Rosaura
-No sé dónde esconderme.
Coralina
-¡Pobres! No habláis demasiado, pero vuestros ojos dicen muchas
cosas. +
Florindo
-Señora Rosaura, superaré la vergüenza y os diré que os amo.
Coralina
-¡Bravo!
Rosaura
-No merezco vuestras gracias, pero...
Coralina
-Venga, venga, ¿qué más queréis decir?...
Rosaura
-Pero podéis estar seguro de que os tengo cariño.
Coralina
-¿Qué más queréis? Os tiene cariño.
Florindo
-Demasiada bondad, señora mía.
Rosaura
-Es vuestro mérito.
41
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Florindo
-Con la ayuda del cielo, daré los pasos convenientes y que vengan
al caso para obteneros.
Rosaura
-Estoy confusa.
Florindo
-Pero ¿estaréis contenta si el señor Pantalone me honra con su
consentimiento?
Rosaura
-¿Por qué no?
Florindo
-¿Podré asegurarme vuestra fe?
Rosaura
-Sí, señor.
Florindo
-Dadme una prenda de ello con vuestra mano.
Coralina
(, poniéndose en medio.) -Oh, hasta aquí y basta. No vayáis más
allá con las ceremonias. Teníais que saber si vuestro sentir estaba
de acuerdo; ahora que ya estáis seguro de ello, hay que hacer las
cosas como Dios manda y el señor Pantalone debe saberlo antes
de que os toquéis la mano. Yo soy una mujer honesta, y no permitiré que así, a escondidas...
Rosaura
-Callad, Coralina, no me hagáis sonrojar más. Con Dios. (Se va.)
Florindo
-¿Adónde vais? (la quiere seguir.)
Coralina
-Vos, quieto aquí.
Florindo
-La habéis disgustado.
Coralina
-¡Qué majo! Os habéis despabilado de repente.
Florindo
-¡Oh, Dios del cielo! No soy de piedra. Ya sabéis lo que os he dicho. Os he ofrecido mi mano con todo el corazón; pero si la recha-
42
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
záis, si vos me dais la espalda, lo vuelvo a repetir: no soy de piedra.
(Se va.)
Coralina
-Y yo estoy contenta de que no seáis de piedra. Ninguno de los
dos. Espero que pronto quedéis consolados, si mis proyectos salen
bien. (Sale.)
El escenario queda vacío. Algún cambio, mínimo, nos indica que
en adelante, y hasta el final de la comedia, estamos en casa del
señor Octavio. Entran en escena Octavio y Beatriz. Se oyen golpes en la puerta. Al rato entra el licenciado Agapito con Coralina,
disfrazada de pasante de notario.
Agapito
-Buenas noches tengáis, señores.
Octavio
-Buenas noches, señor notario.
Beatriz
(, señalando a Coralina.) -Licenciado Agapito, ¿quién es aquel
joven?
Agapito
-Un pasante de mi despacho que suele acompañarme. Hace las
minutas siguiendo mi dictado; escribe las copias, me sirve de testigo y aprende la profesión.
Beatriz
-Muy bien. Aquí tenéis al señor Octavio; desea hacer su testamento.
Octavio
-Tampoco lo deseo tanto. Gracias al cielo, todavía no estoy decrépito. Estoy saludable, y todavía puedo pensármelo.
Beatriz
-Pero, señor Octavio, os estáis volviendo peor que una criatura.
A cada momento cambiáis de opinión. Ahora sí, ahora no. Ahora
quiero, ahora no quiero. Si queréis que os lo diga, estoy escandalizada con vos, Y creo que lo hacéis para marearme o para burlaros
de mí.
43
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Octavio
-Pero ¡qué pensamientos os rondan por la cabeza! Licenciado
Agapito, aquí estoy, quiero hacer testamento.
Agapito
-Muy bien, yo os lo redactaré. ¿Habéis avanzado algo por vuestra
cuenta? ¿Habéis preparado vuestras disposiciones por escrito?
Octavio
-No he hecho nada.
Agapito
-Tanto da. La señora Beatriz, ¿hará el favor de dejarnos solos?
Beatriz
-¿Por qué? ¿No puedo quedarme?
Agapito
- La persona que testa debe hablar libremente. Perdonadme, pero
tengo por costumbre hacerlo así.
Beatriz
-Decidme, señor Octavio, ¿os acordáis de todo lo vuestro? ¿De
todo lo que poseéis? ¿De las disposiciones que habéis dicho que
queríais tomar?
Octavio
-Si hay que decir la verdad, ahora tengo la cabeza hecha un lío. No
me acuerdo de nada.
Beatriz
-Pues lo haremos de esta otra forma, si os parece bien. Iremos a mi
cuarto con el licenciado Agapito, y haremos un sumario de todo:
después él os lo leerá; pensaréis si os parece bien o no, y, en cuanto
a las disposiciones, os aconsejaréis con él, y haréis todo lo que el
cielo os inspire. ¿Estáis de acuerdo?
Octavio
-Completamente.
Beatriz
-¿Estáis conforme con ello, licenciado Agapito?
Agapito
-Espléndidamente.
Beatriz
-Pues vamos.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Agapito
-Adelante, señora. (A Coralina) Señor Narciso, quedaos a hacer
compañía al señor Octavio hasta que yo vuelva.
Coralina
(Hace una reverencia desde el lugar donde se encuentra.)
Beatriz
(, al licenciado Agapito.) -¿Es mudo?
Agapito
-Es tímido.
Salen Beatriz y el licenciado Agapito.
Octavio
(, aparte.) -No veo la hora de sacarme de encima ese estorbo. Estoy como si me hubiera caído una montaña encima.
Coralina, que hasta ahora estaba en un rincón, se acerca al señor
Octavio.
Octavio
-Señor, ¿no queréis sentaros?
Coralina
-Os doy las gracias, pero estoy bien.
Octavio
-¿Vos también queréis ejercer como notario?
Coralina
-Sí señor.
Octavio
-¿De qué pueblo sois?
Coralina
-De esta ciudad.
Octavio
-¿De quién sois hijo?
Coralina
-Señor, ¿no me conocéis?
Octavio
-No. ¿Tendría que conoceros? ¿Vos me conocéis, a mí?
45
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¡Claro!
Octavio
-¿Dónde me habéis visto?
Coralina
-En esta misma casa.
Octavio
(, se pone las gafas y la mira bien.) -Pues yo no sé quién sois.
Coralina
-Me parece a mí que sí.
Octavio
-Tenéis una fisonomía que no me es desconocida, pero no recuerdo
quien sois.
Coralina
-¿No os recuerda a alguien esta voz femenina?
Octavio
-Perdonadme... ¿Quizá sois músico?
Coralina
-No señor; si acaso, música.
Octavio
-¡Cómo! ¿Una mujer?
Coralina
-¿Todavía no me habéis conocido?
Octavio
-No. Decidme, hija mía, ¿cuál es vuestro nombre?
Coralina
-Me llamo Coralina.
Octavio
-¿Qué?... ¡Oh, diablos!... ¿Coralina?... (se limpia las gafas y vuelve a
ponérselas.)
Coralina
-Se nota que es verdad, que os habéis olvidado de mí.
Octavio
-Erais la última persona en quien podría haber pensado. Con este
vestido, a estas horas, ¿quién se lo podía imaginar? Además, ya sabéis que no veo mucho. ¿Qué hacéis aquí? ¿Por qué motivo estáis?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Aquí me tenéis, dispuesta hasta a perder la vida por vuestro amor.
Octavio
-¿Y entonces? ¿Qué pasa?
Coralina
-Mi señor, os quieren asesinar. +
Octavio
-¿Quién?
Coralina
-Vuestra esposa.
Octavio
-¡Hala! Siempre con la misma canción. Todos contra aquella pobre
mujer. Basta. Llamaré a la señora Beatriz.
Coralina
-Tranquilizaos, señor; por el amor del cielo, no os alteréis. Dejadme
que os bese la mano.
Octavio
-Apreciada Coralina mía, yo siempre os he querido bien, y vos me
habéis abandonado, en mi vejez, y ahora venís con esas historias.
Coralina
-Si me marché lo hice por compasión hacia vuestro hijo.
Octavio
-Él se lo buscó. Debía ser menos grosero con mi esposa.
Coralina
-Pero, en plena juventud, ¡le toca pasar grandes sufrimientos!
Octavio
-¿De qué padece?
Coralina
-De escasez de pan, de necesidad de todo, de la vergüenza de
verse lejos de casa y, sobre todo, llora amargamente la privación de
ver a su amado padre...
Octavio
-No me entristezcáis. A esta edad, no me convienen lágrimas.
Coralina
-Es verdad, he sido una desconsiderada. Perdonadme, y hablemos
de cosas alegres. Señor, mi amo, yo querría volver a casarme.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Octavio
-Bien hecho. Aún sois joven; y si debo deciros la verdad: viviendo
con mi hijo no hacéis un buen papel.
Coralina
-Tenéis razón, yo también lo pienso. Me preocupa mi reputación y
no quiero estar más allí, con vuestro hijo. Al fin y al cabo, Florindo
no es de mi sangre. Que vista con andrajos, que huela mal, que
se coma en un sólo día lo que le dais para todo un mes, ¿qué me
importa? Que termine por hacer maldades, ¿qué más me da? Yo
no soy su madre. Hasta ahora he procurado asistirlo, gobernarlo,
ayudarlo con mis fatigas, con mi trabajo. Pero ya me he cansado,
quiero pensar en mí. Que se arruine, que caiga en el precipicio. Él
lo ha querido. Señor, mi amo, hablemos de cosas alegres.
Octavio
-Pero ¿por qué tiene que arruinarse? ¿No tiene suficiente con seis
escudos al mes? ¿No es bastante para comer con veinte céntimos
al día?
Coralina
-Tiene que ser suficiente, sí. Que despabile. Para vestirse, ya
encontrará la manera. Y para pagar el alquiler. Que se tire al juego,
que haga lo que hacen otros desesperados como él.
Octavio
-¡Cómo! ¿Querrías que terminara como los golfillos de la calle?
Coralina
-Escuchadme: un joven ocioso, lejos de casa, sin dinero y necesitado de todo no puede hacer nada más que lanzarse a la mala vida.
Yo hasta ahora lo he refrenado. Pero estoy cansada de hacerlo;
quiero casarme, señor, mi amo, quiero disfrutar del mundo, quiero
estar alegre, no quiero pensar en desgracias. Quiero hacer como
vos. Con alegría, con alegría.
Octavio
-Me estáis diciendo cosas muy serias de este hijo mío.
Coralina
-¡No pensemos en ello! Yo intento divertiros, y vos parece que
queráis poneros triste. Yo no tengo la culpa. Hablemos de cosas
alegres.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Octavio
-No sé que es eso que me roe por dentro. Vuestras palabras me
han hecho entristecer.
Coralina
-Señor, mi amo, no han sido mis palabras las que os han desconcertado.
Octavio
-Pues entonces, ¿qué?
Coralina
-Vuestra conciencia.
Octavio
-¿Qué mal he hecho, yo? ¿En qué he faltado?
Coralina
-¿Os parece poco haber arruinado a un hijo para secundar la avaricia de su madrastra? ¿No sabéis que la inocencia maltratada del
pobre señor Florindo clama venganza al cielo en contra de ella, en
vuestra contra? Si por desesperación termina lanzándose a la mala
vida, ¿quién será la causa de su despeño? ¿Quién será el culpable
de sus vicios? ¿Quién merecerá la pena por sus culpas? Vos, señor,
mi amo, vos. Y después de haber vivido tantos años como un
hombre de pro, por culpa de vuestra esposa moriréis lleno de remordimientos, de vergüenza y de dolor de corazón. Pero no quiero
afligiros más: hablemos de cosas alegres.
Octavio
-No. Ahora no busco alegrías. Querida Coralina, ahora siento una
espina en mi corazón. Soy viejo, estoy cerca de la muerte. ¡Ay de
mí! Tiemblo. Iluminadme, por caridad.
Coralina
-¿Vos conocéis a la señora Beatriz?
Octavio
-Claro que la conozco.
Coralina
-¿Qué os jugáis, que no la conocéis?
Octavio
-Es mi esposa, la conozco.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¿Cuánto tiempo hace, que es vuestra esposa?
Octavio
-¿No lo sabéis? Un año.
Coralina
-Para conocer a una mujer no es suficiente ni con diez años. Vos no
la conocéis.
Octavio
-¿Por qué decís eso?
Coralina
-Porque si la conocierais no os dejaríais arrastrar a sus maquinaciones.
Octavio
-Callad: sabéis que yo la amo, que estoy contento. No me inquietéis más.
Coralina
-Tenéis razón. Hablemos de cosas alegres. Al fin y al cabo no tengo
por qué meterme. Es verdad que he nacido en vuestra casa, que os
he querido y que os quiero como un padre; pero, al final, soy una
pobre criada. ¿Qué me importa que mi amo se deje engañar por una
mujer falsa? ¿Que le hace carantoñas por delante y lo maldice a sus
espaldas? ¿Que hace ver que lo ama, y que no ve la hora que reviente? ¿Que le hacer sacar de casa al propio hijo, para enriquecer al hijastro? ¿Que quiere que haga testamento para asegurar su fortuna, y
después acelerar la muerte del pobre viejo benefactor? Finalmente, a
mí, esas cosas no me hacen ni bien ni mal; no quiero pensar en ellas,
no quiero cavilar. Señor, mi amo, hablemos de cosas alegres.
Octavio
-Ah, Coralina... No son cosas alegres; sino tétricas, miserables...
¡Cómo! ¿Quiere que haga testamento para dejarme morir después?
Coralina
-Esa es la pura verdad. Pero no os quiero molestar más. Cambiemos de tema.
Octavio
-Ah, si pudiera estar seguro, de eso que me decís... Antes de morir
tomaría una buena resolución.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Señor, mi amo, hablemos tranquilamente, sin aturdirnos; ¿qué
mal le hacéis, a la señora Beatriz, si dudáis de ella sólo un rato...?
Escuchadme... Pero, ¿quién llega ahora?
Arlequín
(, entra, tímidamente, por el lateral por donde han salido Beatriz y
el notario.) -¿Con permiso?
Octavio
-¿Qué pasa? ¿Qué quieres?
Arlequín
-El señor notario me ha dicho que vuestra señoría le tenía que
buscar...
Octavio
-¿Qué cosa?
Arlequín
-... que le tenía que buscar...
Octavio
-¿Qué? Desembucha.
Arlequín
-¡Ah, sí! ¡El contraste de los novicios!
Octavio
-¿Qué diantre dices? No entiendo nada.
Arlequín
-A mí me parece que lo ha dicho así.
Octavio
-Eres un papanatas; debe haber dicho otra cosa.
Arlequín
-¡Ah, sí! Ahora me acuerdo: que le buscarais la criatura del matrimonio.
Octavio
-¡Vete al diablo, papagayo!
Arlequín
-Es que me ha dicho eso.
Octavio
-¿No lo ves, que no puede ser?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Arlequín
-La señora me lo ha explicado, me ha dicho que le dierais aquella
carta de bote que habíais guardado en el locutorio.
Octavio
-¡Alcornoque! Te refieres a la carta de la dote, que está guardada
en el escritorio.
Arlequín
-Eso es lo que he dicho.
Octavio
-Ya lo he entendido; la tengo en el dormitorio. Vete; ya la haré
llevar al señor notario.
Arlequín
-Me ha dicho que se la llevara ahora...
Octavio
-Reúnete con ellos, y espera, que la haré llevar.
Arlequín
-Me voy, y la hará llevar. (Sale por donde ha entrado.)
Octavio
-¡Quiere hacer confirmar la dote! ¡No tiene suficiente con seis mil
escudos! Ay, Coralina, ¿y si tuvierais razón? Tengo una quemazón
en el estómago que parece que me tenga que morir. Ah, si descubriera un engaño... Pero no debe ser verdad; me parece imposible.
Venid conmigo, iremos a mi cuarto. (Salen Octavio y Coralina por
el lateral opuesto al que ha salido Arlequín).
Arlequín
Beatriz
(, vuelve a aparecer, habla con alguien que le sigue.) -Muy bien, lo
intentaré otra vez. (Buscando por el escenario vacío) Señor amo...
¿Dónde se ha metido? Señor amo... El contraste... la criatura... Señor amo. Ha desaparecido. (Vuelve a hablar dirigiéndose al lateral
por donde ha entrado) Señora, el amo debe haberse ido a dentro
del locutorio, con la criatura.
Beatriz (, entra.) -Pero ¿qué estás diciendo?
Arlequín
-Eso digo...
Beatriz
-¿Dónde está el señor Octavio?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Arlequín
-¿Dónde está el señor Octavio?
Beatriz
-Debe estar en su habitación buscando la escritura.
Arlequín
-Debe estar en su habitación buscando la escritura.
Beatriz
-¿Quieres parar?
Arlequín
-¿Quieres parar?... Ay... Ya paro, ya paro.
Beatriz
(, asoma la cabeza por el lateral por donde ha salido Coralina y
Octavio.) - La puerta está cerrada. (Llama.) Señor Octavio, señor
Octavio. ¡Diantre! ¿Qué es esa novedad? No cierra nunca.
Arlequín
-Quizá ha saltado por la ventana.
Beatriz
-Quizá ha tenido un accidente.
Arlequín
-Quizá, de tanto buscar a la criatura.
Beatriz
-Arlequín, ve a la planta baja. Comprueba que no hubiera bajado;
o si ha venido mi hijo... Temo que hagan las paces. Y aquel joven
que iba con el notario tampoco está. Me preparan alguna treta. De
prisa, despabila.
Arlequín
-En seguida. (Sale por donde ha entrado.)
Beatriz
-Yo entraré en la habitación de mi marido por la otra puerta, tengo
las llaves. ¡Pobre de mí! Estoy angustiada. No querría que este
hombre se pusiera en ningún peligro. Que haga el testamento y
luego que reviente, si tanto le apetece. (Sale.)
Mutación de espacio. La única, en todo el espectáculo, que implica cambios visibles. Aparece un lecho con dosel, cerrado con
cortinaje. Al lado, una mesa y una silla. Encima de la mesa hay un
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
tintero, papel y pluma. Estamos en el dormitorio de Octavio. Octavio y Coralina están al lado de la cama.
Octavio
(, da un papel a Coralina.) -Es el documento que buscaba Arlequín. Guardadlo vos. +
Coralina
-¿Hay alguna salida que dé directamente a la calle?
Octavio
-Sí, por allá.
Coralina
-Voy a buscar a una persona. Ya veréis como esta noche se aclara
todo.
Coralina sale por un lateral, por el otro se oye la voz de Beatriz,
que intenta entrar con su llave: “Esa cerradura se utiliza poco,
cuesta abrirla”. Octavio se esconde dentro del lecho y cierra las
cortinas.
Beatriz
Beatriz (, entra.) -Señor Octavio. Señor Octavio. Aquí tampoco
está. ¡Pobre de mí! ¿Y si se me lo han llevado? Pero me parece que
veo... (se acerca a la cama por un lado). Está en el lecho, y no se ha
desnudado. Debe haberse dormido. Quiero despertarlo; que me
dé aquella carta para terminar el testamento. Señor Octavio, eh.
Señor Octavio, señor Octavio; sí que parece muerto. Debe haber
tenido una apoplejía. ¡Oh, qué golpe! ¡Oh, qué caso! ¡Oh, qué
desgracia! Se ha muerto antes de hacer testamento.
Agapito
(, entra.) -Y qué señora, ¿ya habéis encontrado esa escritura?
Beatriz
-No la encuentro... Pero, ¿no podemos hacerlo sin ella?
Agapito
-Si no se encuentra, lo tendremos que hacer sin. ¿Os acordáis exactamente, vos, de la suma de la dote?
Beatriz
-Sí señor..., seis mil escudos.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Agapito
-Bien, pondremos seis mil escudos; como él tiene la voluntad de
que con el testamento se confirme vuestra dote, así lo haremos;
sólo hará falta que el señor Octavio me lo diga en voz alta.
Beatriz
-El señor Octavio está en la cama.
Agapito
-¿Qué hace? ¿Duerme?
Beatriz
-Temo que no le haya ocurrido algún mal.
Agapito
-¿Algún mal grave?
Beatriz
-Quizá sí; pero para hacer testamento estaremos a tiempo.
Agapito
-¿Ha tenido algún ataque, hasta ahora?
Beatriz
-Yo creo que no. Pero si fuera ese el caso, ¿el testamento ya no se
podría hacer?
Agapito
-Oh, ¿cómo podríamos hablar con un muerto?
Beatriz
-No sería la primera vez.
Agapito
-Os equivocáis, señora...
Beatriz
-Tanto da, el señor Octavio está vivo. Esperaos, que iré a
pedirle si quiere que vuestra señoría le lea su minuta, y que concluyamos (se acerca al lecho).
Agapito
-Muy bien. (Aparte) Esa tiene más conchas que un galápago.
Beatriz
-Ha dicho que no se encuentra muy bien, y que quiere que nos
demos prisa porque teme morirse. Más aún, con sus propias manos
me ha dado estos treinta cequíes, para que vuestra señoría se tome
el chocolate a su salud.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Agapito
-No hace falta nada más. Veo que aquí (señala la mesa) hay papel
y útiles de escribir. Sólo necesito dos testigos.
Beatriz
-¿Dónde los encontraremos? No querría que mis criados intervinieran, en eso.
Agapito
-Vos dejadme a mí. Tengo los testigos que necesitamos. Sé lo que
necesitáis, vos y el señor Octavio; dejadme bajar a la calle, y vuelvo
en un momento.
Beatriz
-¡Bravo, licenciado Agapito! Hagamos las cosas como hay que
hacerlas. Me ha dicho el señor Octavio que habría para vos un
pequeño legado de mil escudos.
Agapito
-Vos dejadme hacer, y quedaréis contenta (sale por donde antes ha
salido Coralina).
Beatriz
-Menos mal que he dado con un hombre comprensivo, práctico en
su oficio y flexible. Me ha entendido a la perfección, y sabrá cómo
resolver ese desorden. Si no llega a ser por él, con ese hombre muerto o a punto de morirse, estaría bien fastidiada. La escritura de la
dote que me hizo después de la boda, temo que no estuviera hecha
como correspondería, y necesito que el testamento la confirme.
Lelio
-Buenas noches, señora madre.
Beatriz
-Hijo mío, ¿dónde has estado hasta ahora?
Lelio
-He estado cortejando a la señora Rosaura.
Beatriz
-¿De verdad has estado con ella?
Lelio
-Sí, señora, con ella.
Beatriz
-¿Dónde?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Lelio
-Bajo sus ventanas.
Beatriz
-¿Y qué te ha dicho, desde la ventana?
Lelio
-En la ventana no estaba, pero yo la oía que se paseaba por la habitación. La criada me ha visto y la ha avisado de que yo estaba en la
calle, suspirando.
Beatriz
-¡Eres tan inocente! No conseguirás nada, con aquella; ya te casaré
yo.
Lelio
-He visto entrar a Florindo en casa del señor Pantalone.
Beatriz
-¡Peor!
Lelio
-Me habría quedado un rato más, pero el azar ha hecho que, regando las flores, me mojaran de pies a cabeza.
Beatriz
-¿No te das cuenta de que te menosprecian? ¿Que se burlan de ti?
Lelio
-¡Que no, señora madre! Quiero dar las buenas noches al señor
padre, e irme a la cama.
Beatriz
-Ya se ha terminado, darle las buenas noches.
Lelio
-¿Por qué?
Beatriz
-Porque el viejo se está muriendo.
Lelio
-Señora madre, cuando alguien se está muriendo, ¿la gente no
llora?
Beatriz
-Tienes razón. Y tendremos también que echarnos a llorar nosotros.
Lelio
-¿Cuándo?
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Beatriz
-Cuando vengan las visitas a dar el pésame.
Lelio
-Cuando tenga que llorar, me avisáis.
Arlquín
(, entra.) -Señor, está aquí el señor notario con unos frailes que no
sé quiénes son.
Beatriz
-¿Frailes? Hazlos pasar.
Arlequín
-Voy a buscarlos.
Lelio
-¿Qué quiere el notario?
Beatriz
-Concluir el testamento del señor Octavio.
Lelio
-¡Si decís que se está muriendo!
Beatriz
-Tú calla. Cuídate de lo tuyo y no digas nada.
Lelio
(Aparte) -Esa la explico mañana a los del café.
Entra el licenciado Agapito acompañado por Coralina, Florindo
y Pantalone, disfrazados con hábitos de fraile y con la capucha
bajada. Arlequín, que los ha introducido, se queda en un rincón.
Beatriz
-Muy bien, licenciado Agapito.
Agapito
-¿Soy un hombre de palabra?
Beatriz
-Lo sois.
Agapito
-Aquí tenemos a los testigos. Señores, seréis testigos de este testamento, que otorga el señor Octavio Panchón.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Beatriz
(, a los testigos.) - Si me hacéis este favor, yo sabré cumplir con mi
deber con vuestro convento.
Agapito
-Señora Beatriz, señor Lelio, haced el favor de apartaros un poco
para que yo pueda interrogar con libertad y confianza al señor
testador, y leer luego a los testigos su voluntad.
Beatriz
-Con mucho gusto, retirémonos (a Lelio).
Lelio
-¡Qué ocurrencia! Quiere interrogar a un moribundo.
Beatriz
-¡Ven aquí, necio! (tira de él hacia un lado).
Agapito
(, se acerca al lecho y abre las cortinas.) - Señor Octavio, cuando
queráis. Os escucho.
Beatriz
(, aparte, bajito.) -Ojalá se haya muerto. Así no dirá nada.
Lelio
(, bajo.) -¡Qué disparate, señora madre! Si está muerto, no podré
casarme.
Beatriz
(, bajo.) -¡Ay, hijo mío! Buena descendencia me darás.
Lelio
(, bajo.) Ya lo veréis, señora madre, ¡qué criaturas! La señora Rosaura es bella, yo soy gracioso.
Beatriz
-¿Gracioso? Tú eres majadero. Pero como no tengo ningún otro
hijo, te amo.
-¿Cuándo iremos a cenar? Tengo hambre.
Lelio
Agapito
-Ya está. Aquí tenemos la voluntad del señor Octavio; escuchen,
señores testigos.
Beatriz
-¿Puedo escucharlo yo?
59
Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Agapito
-Por favor. El señor Octavio Panchón, en plena salud de cuerpo
y de mente por la gracia del cielo... y con la conciencia de que los
hombres son mortales, ha otorgado y otorga este presente último
testamento nuncupativo, que se declara sine scriptis...
Lelio
-Sine scriptis; nuncupativo: esas palabras no las entiendo.
Agapito
-Para su sepultura, se remite al abajo firmante heredero universal
de sus bienes.
Lelio
-Que seré yo.
Agapito
-Ítem, por razón de legado...
Beatriz
-Ya dijo que no quería hacer legados. Vayamos a la institución del
heredero.
Agapito
-De todos sus bienes presentes y futuros, muebles, inmuebles y semovientes, acciones, razones, nombre de acreedores, ha instituido
e instituye, ha nombrado y nombra al señor Florindo Panchón, hijo
suyo legítimo y natural...
Beatriz
-¡Cómo!
Agapito
-¿No lo habéis entendido? El señor Florindo Panchón.
Beatriz
-Esta no es la voluntad del señor Octavio.
Agapito
-Y yo le digo que sí, y si no os lo creéis, interrogadlo.
Beatriz
-Eso es una traición. El señor Octavio ha instituido heredera a su
esposa, que soy yo.
Agapito
-Y yo le digo que el heredero es su hijo. Aquí están los testigos.
Beatriz
-¡Testigos falsos! ¡Notario embustero!
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Agapito
-Yo digo la verdad.
Beatriz
-Vos mentís.
Lelio
-¿Quién podría decidir la cuestión?
Octavio
(, abre la cortina y sale de la cama.) - La decidiré yo.
Beatriz
-¡Ay de mí!
Lelio
-¡Bravo! ¡Está vivo! ¡Se ha curado! Eso sí que tengo que ir a explicarlo al café (sale).
Octavio
-Señora Beatriz, os doy las gracias por todo el bien que queréis
para mí.
Beatriz
-Ah, marido mío...
Octavio
-¡Esposa embustera!
Coralina
(, se saca la capucha.) - Alto, alto, señores míos; ahora me toca
hablar a mí. Señora Beatriz, ¿me reconocéis?
Beatriz
-¿Coralina? ¡Oh, cielo! Ah, por el amor de Dios, tened piedad de
mí.
Coralina
-¿Os acordáis de aquella chismosa, aquella impertinente, aquella
criada alocada?
Beatriz
-No me atormentéis más.
Coralina
-¿Os acordáis que echasteis al pobre señor Florindo de casa?
Octavio
-¿Dónde está mi hijo? ¿Dónde está el pobre Florindo mío?...
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-Aquí está, señor amo. Aquí está, que os pide piedad.
Florindo
(, se saca la capucha.) -Ah, padre amado... (se arrodilla).
Octavio
-Ven. Abrázame, hijo de mis entrañas y de mi sangre. Tú eres mi
único heredero. Señor notario, mañana se estipulará el testamento; y vos, señora esposa embustera, señora viuda, que espera para
llorar cuando vengan las visitas a dar el pésame, antes de llorar la
muerte de este vejestorio, lloraréis la causa de vuestros males y el
efecto de vuestros pérfidos engaños.
Beatriz
-Dadme, al menos, mi dote.
Octavio
-¡Qué dote!
Beatriz
-Seis mil escudos.
Octavio
-No es verdad. Suscribí una carta falsa, y la haré revocar.
Pantalone
(, se saca la capucha.) -Señor Octavio...
Octavio
-¡Oh! Señor Pantalone.
Pantalone
-¿Cuántas copias tenéis de esta carta de dote?
Octavio
-Sólo una. La tenía yo, y hace poco se la he dado a la señora
Coralina.
Pantalone
-Que ha venido a mi casa a buscar al señor Florindo, con un papel
en la mano. Un papel que yo he querido leer. Y luego he querido
acompañar también al licenciado Agapito. (Se saca un papel del
bolsillo.) Mirad. Como sólo existe una copia, aquí está. Ha venido
a parar a mis manos, y hago eso (la rompe).
Beatriz
-Deteneos...
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Pantalone
-La carta queda revocada, y así me vengo de vuestras impertinencias.
Beatriz
-¡Oh, maldita fortuna! Todos contra mí. Señor notario, mis treinta
cequíes.
Agapito
-¿No me los habíais dado de parte del señor Octavio?
Beatriz
-Son míos, y los quiero.
Octavio
-Señor notario, son míos, y yo os los doy en premio a vuestra honestidad.
Agapito
-Tenéis que saber que lo que he hecho, lo he hecho como una
ficción honesta, aconsejado y animado por Coralina.
Coralina
-Todo obra mía, todo invenciones mías, todo iniciativa mía, para
iluminaros de una vez, para desengañaros, para haceros conocer la
verdad, para defender a un hijo maltratado, para ayudar a un padre
asesinado, para corregir a una madrastra ingrata.
Octavio
-¡Ah, Coralina mía, me devolvéis la vida! Ahora me haréis llorar de
ternura.
Coralina
-Dejémoslo: hablemos de cosas alegres. Señor, amo mío, las cosas
buenas gustan a todos. ¿Vos volvisteis a casaros? Nosotros también
queremos casarnos. El señor Florindo y yo tenemos necesidad
de matrimonio, y nos encomendamos a vos para que nos hagáis
generosamente de mediador.
Octavio
-Sí, queridos, sí, venid aquí. Los dos os lo merecéis. Florindo, ven
aquí; ven aquí, Coralina. No hay estamentos, no hay desigualdades. Yo os junto, yo me contento con ello. Sois marido y mujer.
Beatriz
-Ved aquí a lo que apuntaban las miras de esa virtuosa heroína.
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
Coralina
-¡Oh, qué bellas palabras! ¡Oh, qué bellos conceptos! Admiro vuestra intrepidez. Vos, en medio de vuestras desgracias, sois ingeniosa
y brillante.
Beatriz
-Ah, no lo aguanto más... (hace como que se va).
Coralina
-Deteneos, que será mejor para vos.
Beatriz
-¿Cómo os atrevéis?
Coralina
-Por favor. El señor Octavio quiere casarme con señor Florindo, y
yo antes de hacerlo quiero darle la dote.
Beatriz
-¿Qué dote?
Coralina
-Ahora lo veréis. Con vuestra licencia, señora (se va).
Beatriz
-¿Y yo soportaré que me insulte, y lo soportaréis vos? ¿Vos que
tanto me amasteis? ¿Ya no os acordáis de aquellas ternuras que
sentíais por mí? Amado señor Octavio, ¿quién os cuidará, quién os
asistirá de día, quién os ayudará por las noches?
Octavio
-¡Ah! Vos... vos me habéis traicionado.
Coralina
(, vuelve a entrar acompañada de Rosaura y de Brighella.) -Señores míos, he aquí mi dote. Aquí, la señora Rosaura, que presento al
señor Florindo.
Octavio
-¡Cómo!
Coralina
-Señor, amo mío, vos, como premio de mi buena servidumbre, me
habéis regalado al señor Florindo; el señor Florindo es mío y puedo hacer de él lo que quiera, ¿verdad? Lo puedo vender, empeñar
y dar. Pues lo doy a la señora Rosaura, digna de él por nacimiento,
por facultades, por costumbres. Lo que me impulsa es el honor de
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
Commedia dell’Arte
vuestra casa, el bien de vuestro hijo, la salvación de mi decoro; y de
esta forma el padre quedará contento, el hijo consolado y la pobre
criada compadecida y amada.
Pantalone
-Señor Octavio, si creéis digna a mi hija, sabed que a mí me
satisface.
Octavio
-Adorable Coralina...
Coralina
-Hablemos de cosas alegres. Los novios, ¿estáis contentos?
Florindo
-Yo estoy contentísimo; amo a la señora Rosaura.
Coralina
-Hablemos de cosas alegres. Señora Rosaura, ¿lo hacéis con buen
ánimo?
Rosaura
-Sí, querida Coralina, vos conocéis mi inclinación. A vos os la he
confiado. Vos tenéis el mérito de haberla alimentado y hecho feliz.
Mi padre lo consiente, el señor Octavio lo aprueba, el señor Florindo me ama, ¿qué más podría desear en este mundo? Sí, deseo
sólo poderos procurar aquella recompensa...
Coralina
-Sí, señora, hablemos un poco de mí. Es justo que yo también
quede contenta. Necesito un marido y una dote. El marido, me lo
buscaré yo; la dote, me la dará el señor Octavio.
Octavio
-Con mucho gusto. Vos encontrad al marido.
Coralina
-Aquí está (señala a Brighella).
Brighella
-Oh, querida (se acerca a Coralina).
Octavio
-Y yo te daré mil escudos. ¿Es suficiente?
Brighella
-Si fueran dos mil...
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Adaptación de La criada amorosa, de Carlo Goldoni
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Pantalone
-Yo le daré mil más de contradote.
Florindo
-Y yo otros mil...
Coralina
-Basta, basta, ya basta, que no merezco tanto.
Brighella
-Dejadlos, que sigan.
Beatriz
-Todos alegres y yo, pobre, llorando.
Octavio
-Vos lo habéis querido: fuera de mi casa, sin nada, igual como
vinisteis.
Beatriz
-¡Ah! ¡Paciencial...
Coralina
-Querido señor Octavio, os suplico una gracia.
Octavio
-La que queráis, querida Coralina.
Coralina
-Para salvación de su decoro, y como sois tan bondadoso conmigo,
tened la bondad de hacer una asignación a la señora Beatriz que le
permita vivir. Todavía es joven, podría hacer alguna barbaridad.
Octavio
-Muy bien, en vuestra gracia le asignaré doscientos escudos al año;
pero fuera de mi casa.
Beatriz
-Ah, Coralina, me haréis sonrojar...
Coralina
-Así me vengo de vuestras persecuciones. Yo nunca os he odiado,
sino que todo lo he hecho por mi pobre señorito. Si no hubiera
sido por mí, se hubiera hundido. Le he socorrido, le he ayudado, lo
he devuelto a la casa y a la gracia de su padre. Lo he casado decentemente, le he asegurado su herencia, le he alejado a sus enemigos. Una criada amorosa, ¿qué más podía hacer? Y ahora que
maldigan, que critiquen a las mujeres; que vengan aquellos señores
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poetas, que parece que no pueden obtener el aplauso si no critican. Yo les haré sonrojar, y mejor que yo lo harán tantas y tantas
nobles y virtuosas mujeres, que superan a los hombres en virtudes,
y nunca llegan a comparárseles en los vicios. Viva nuestro sexo, y
que reviente quien hable mal del mismo.
Salen todos, sólo queda Arlequín en el escenario.
Arlequín
-Y cada oveja con su pareja. Todos contentos menos Lelio, que es
necio, y yo, que soy de Bérgamo. ¡Qué le vamos a hacer!
FINAL
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Adaptación
de La criada
amorosa, de
Carlo Goldoni
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