La filosofía positiva como tipo de conocimiento propio del

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La filosofía positiva como tipo de conocimiento propio del último estado de la
sociedad, se define por oposición a la filosofía negativa y crítica del siglo XVIII
Rousseau y Voltaire a la que Comte atribuye los males de la anarquía y la
inseguridad
social
que
caracterizan
al
período
post-revolucionario.
El término positivo hace referencia a lo real, es decir, lo fenoménico dado al
sujeto. Lo real se opone a todo tipo de esencialismo. Desechando la
búsqueda de propiedades ocultas características de los primeros estados o
estadios.
Lo positivo tiene como características el ser útil, cierto, preciso, constructivo
y relativo (no relativista) en el sentido de no aceptar ningún absoluto.
Clasificación de las ciencias
Si la aparición del estado positivo se correlaciona con la mayoría de edad
social e intelectual de la humanidad, esto se debe a la desaparición del
espíritu metafísico como una evolución natural hacia el estado idóneo de la
razón que traerá consigo el orden y la reorganización social. Se trata de una
total "regeneración" que viene determinada por el progresivo desarrollo de
las ciencias que, según Comte, han seguido cursos y ritmos distintos, siendo
la más retrasada la física social.
La filosofía positiva hace un intento de clasificación de las ciencias,
concebidas unitariamente como ramas de un tronco común que,
evolutivamente, forman un continuo en el que el desarrollo de cada una
establece las bases de la ciencia siguiente.
Comte clasifica las ciencias en cinco disciplinas fundamentales: astronomía, física,
química, fisiología y física social o sociología. Rechaza como ciencia a la
psicología y a la economía y concibe a las matemáticas más como un
método e instrumento previo que como ciencia teórica.
La finalidad de las ciencias es el control y el dominio de la naturaleza y la
sociedad. La búsqueda de relaciones estables entre los fenómenos deriva
en la construcción de leyes que permiten predecir el futuro: paso previo a
todo control.
Derivada de la fisiología, la sociología, como culminación del espíritu
positivo, se dedicará al estudio de los fenómenos sociales y de sus leyes
como camino para explicar la evolución de la humanidad y favorecer un
progreso controlado de la sociedad que excluya todo posible cambio o
revolución incontrolada.
Es en este punto donde aflora con toda su fuerza la intención conservadora
y reaccionaria de la filosofía de Comte. Su apoyo a la dictadura de Napoleón
III, así como sus ideas de control de la opinión pública y de defensa a la
propiedad privada y de concentración del capital que le han convertido en un
adversario de la democracia y en un partidario de los regímenes autoritarios.
La dictadura del mexicano Porfirio Díaz utilizó el positivismo como
justificación teórica de su política. Estos hechos han producido que la
paternidad de Comte respecto a la sociología y el positivismo haya sido
reconocida a regañadientes.
(Bogotá, 1843 - 1909) Político y escritor colombiano, una de las figuras más
singulares de la historia cultural de su país. De formación autodidacta, se inició en
el periodismo en 1871 en el periódico de su propiedad El Tradicionista, que fue la
palestra de sus ideas políticas y religiosas y desde donde luchó contra el
radicalismo y apoyó a la Iglesia católica. Fue fundador, en 1871, de la Academia
Colombiana de la Lengua, primera institución de su tipo en América y reconocida
por la Real Academia Española el mismo año de su fundación. Ideólogo, gestor y
ejecutor de la Regeneración, participó en la redacción de la constitución de 1886 y
ejerció como diputado y presidente del consejo de Estado. Fue presidente de la
República de 1892 a 1898 y gobernó, según un biógrafo, más con honor que con
éxito.
Consagró lo mejor de su talento a las letras: traductor de la Eneida, gramático en
el Tratado del participio (1870), defensor de la lengua viva en su estudio Del uso
en sus relaciones con el lenguaje (1881), erudito en su Virgilio en España, agudo
crítico en numerosos ensayos en los que trató de la literatura castellana y uno de
los más destacados escritores colombianos e hispanoamericanos. Como latinista
compuso, en colaboración con Rufino José Cuervo, una notable Gramática latina
(1867). Polemista por naturaleza, en sus juicios literarios abunda la agresividad; a
este espíritu combativo se debe, en el fondo, el renacimiento cultural de su país.
La vigorosa personalidad de Miguel Antonio Caro se perfila con más claros
contornos en las disciplinas más gratas a su espíritu y a su temperamento (la
filosofía, la oratoria parlamentaria, la crítica literaria, la traducción y el ensayo) que
en la poesía. Caro fue un poeta de tendencias clasicistas, pero más que artista era
un virtuoso del verso, frío y abstruso en más de una ocasión. Afluye a sus versos
el reiterado recuerdo de formas y expresiones, hábilmente modificadas, de las
Odas de Fray Luis de León y de Horacio o de las poesías líricas de Góngora o de
Lope de Vega. En las descripciones del paisaje nativo, el símil, de clara estirpe
virgiliana, acude, irresistible, a trazar una extraña pincelada de égloga romana en
el cuadro de tonalidades tropicales, produciendo en el conjunto un ingrato
contraste artificioso.
La fría severidad clásica que caracteriza la producción poética de Caro puede
explicarse como una personal reacción contra los abusos y exageraciones del
romanticismo decadente, que por entonces ejercía su anárquica vigencia en los
dominios de la poesía sudamericana, y a la cual ni siquiera pudo sustraerse el
mismo José Eusebio Caro, padre del insigne traductor de Virgilio. De todas sus
composiciones, la única que alcanzó un éxito sin reservas fue A la estatua del
Libertador.
Comte:
Isidoro Augusto María Francisco Javier Comte nació en Montpellier en 1798. En
1814 ingresa en la elitista Escuela Politécnica, de la que será expulsado en 1816,
acusado de republicanismo e indisciplina. En esta época comienza a estudiar a los
pensadores del siglo XVIII y conoce a Saint- Simon, para el que trabaja como
secretario desde 1818, hecho que le permitió publicar artículos en diversas
revistas: La Politique, L’ Industrie, L’ Organisateur.
La colaboración entre estos dos autores se irá deteriorando hasta su definitiva
ruptura en 1822, fecha que inicia las dos etapas fundamentales del pensamiento
de A. Comte:
La primera (1826-1845), de un marcado carácter positivista, queda sintetizada en
sus dos grandes obras: Curso de filosofía positiva (1830- 1842) y el Discurso
sobre el espíritu positivo (1844), escrito que apareció como introducción preliminar
al Tratado filosófico de astronomía popular.
La segunda etapa del pensamiento de Comte viene marcada por un hecho
personal que le afectó hondamente: la muerte en 1846 de Clotilde de Vaux, a
quien conoció en 1845 y de la que estaba profundamente enamorado. A partir de
entonces el pensamiento de Comte se tiñe de un carácter romántico y místico que
derivará hacia posturas cada vez más conservadoras, convirtiendo el positivismo
en una religión de la que él se autoproclama Sumo Sacerdote.
De esta época datan sus obras Sistema de política positiva (1851-1854),
Catecismo positivista (1852) y el primer volumen de Síntesis subjetiva (1856), obra
que quedó incompleta debido a su muerte, acaecida el 5 de septiembre de 1857.
El pensamiento de A. Comte,
La filosofía entronca con la revuelta moderna contra los antiguos
que inició Francis Bacon y extendió enciclopédie francesa y que consistió,
a grandes rasgos, en la asunción de la razón y la ciencia como únicas guías
de la humanidad capaces de instaurar el orden social sin apelar a
oscurantismos teológicos o metafísicos.
La evidente intención de reforma social de su filosofía se adhiere, sin
embargo, a una postura conservadora y contrarrevolucionaria en claro
enfrentamiento con las propuestas ilustradas de Voltaire y Rousseau.
Tomando como trasfondo la Revolución Francesa, Comte acusa a éstos dos
autores de generar utopías metafísicas irresponsables e incapaces de
otorgar
un
orden
social
y
moral
a
la
humanidad.
Los problemas sociales y morales han de ser analizados desde una
perspectiva científica positiva que se fundamente en la observación empírica.
Conservadirismo:: Desde 1917, Ideología opuesta al cambio y a la innovación, de
carácter contrarrevolucionario, que intenta “conservar” valores, ideas y un orden
social establecidos. Si bien este pensamiento surgió en respuesta a la Revolución
Francesa (1789), se afianzó como réplica ante la expansión del marxismo y el
anarquismo de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
Los conservadores defendían por entonces la fe sobre la razón, la tradición sobre
la experiencia, la jerarquía sobre la igualdad, los valores colectivos sobre los
individuales y la ley divina ante la ley secular.
A partir de la Revolución bolchevique (1917), la tenue frontera entre liberales y
conservadores se diluyó, ya que aquello que ambos intentaban conservar, en
esencia, era lo mismo. Dentro del pensamiento conservador posterior a 1917, se
manifestaron cuatro corrientes ideológicas divergentes:
• Autoritaria: eminentemente política y estatista, nacionalista, religiosa y cultural.
Tuvo sus inicios en Europa, sobre todo en ámbitos culturales predominantemente
católicos y luteranos.
• Liberal: corriente de pensamiento económico y antiestatista, desarrollada por la
Escuela
de
Austria,
que
tuvo
gran
influencia en pensadores de todo el mundo (por ejemplo, en los de la Chicago
School of Economics).
• Neoconservadurismo: fenómeno ideológico relativo a algunos intelectuales
norteamericanos que en la posguerra invocaron la tesis del fin de las ideologías.
Sus temas prioritarios fueron la expansión soviética, la estrategia militar global, la
lucha antiterrorista y un Estado no intervencionista.
• Nueva derecha: es la extrema derecha europea fundamentalista (o radical en los
Estados Unidos), que lucha contra el aborto, la homosexualidad y la pornografía, y
promueve la oración en las escuelas y la libertad de tenencia de armas, entre
otros temas. Adopta la forma de frente nacional con características neofascistas
poniendo énfasis en la ley, el orden, la religión y las formas autoritarias.
Darwín
Charles Robert Darwin. nació en Sherewsbury el 12 de febrero de 1809. Fue el
segundo hijo varón de Robert Waring Darwin, médico de fama en la localidad, y de
Susannah Wedgwood, hija de un célebre ceramista del Staffordshire, Josiah
Wedgwood, promotor de la construcción de un canal para unir la región con las
costas y miembro de la Royal Society. Su abuelo paterno, Erasmus Darwin, fue
también un conocido médico e importante naturalista, autor de un extenso poema
en pareados heroicos que presentaba una alegoría del sistema linneano de
clasificación sexual de las plantas, el cual fue un éxito literario del momento; por lo
demás, sus teorías acerca de la herencia de los caracteres adquiridos estaban
destinadas a caer en descrédito por obra, precisamente, de su nieto. Además de
su hermano, cinco años mayor que él, Charles tuvo tres hermanas también
mayores y una hermana menor. Tras la muerte de su madre en 1817, su
educación transcurrió en una escuela local y en su vejez recordó su experiencia
allí como lo peor que pudo sucederle a su desarrollo intelectual. Ya desde la
infancia dio muestras de un gusto por la historia natural que él consideró innato y,
en especial, de una gran afición por coleccionar cosas (conchas, sellos, monedas,
minerales) el tipo de pasión «que le lleva a uno a convertirse en un naturalista
sistemático, en un experto, o en un avaro».
En octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo para estudiar
medicina por decisión de su padre, al que siempre recordó con cariño y
admiración (y con un respeto no exento de connotaciones psicoanalíticas); la
hipocondría de su edad adulta combinó la desconfianza en los médicos con la fe
ilimitada en el instinto y los métodos de tratamiento paternos. Sin embargo Darwin
no consiguió interesarse por la carrera; a la repugnancia por las operaciones
quirúrgicas y a la incapacidad del profesorado para captar su atención, vino a
sumarse el creciente convencimiento de que la herencia de su padre le iba a
permitir una confortable subsistencia sin necesidad de ejercer una profesión como
la de médico. De modo que, al cabo de dos cursos, su padre, dispuesto a impedir
que se convirtiera en un ocioso hijo de familia, le propuso una carrera eclesiástica.
Tras resolver los propios escrúpulos acerca de su fe, Darwin aceptó con gusto la
idea de llegar a ser un clérigo rural y, a principios de 1828, después de haber
refrescado su formación clásica, ingresó en el Christ's College de Cambridge.
Una nueva vida
Pero en Cambridge, como antes en Edimburgo y en la escuela, Darwin perdió el
tiempo por lo que al estudio se refiere, a menudo descuidado para dar satisfacción
a su pasión por la caza y por montar a caballo, actividades que ocasionalmente
culminaban en cenas con amigos de las que Darwin conservó un recuerdo posiblemente exagerado- como de auténticas francachelas. Con todo, su
indolencia quedó temperada por la adquisición de sendos gustos por la pintura y la
música, de los que él mismo se sorprendió más tarde, dada su absoluta carencia
de oído musical y su incapacidad para el dibujo (un «mal irremediable», junto con
su desconocimiento práctico de la disección, que representó una desventaja para
sus trabajos posteriores).
Más que de los estudios académicos que se vio obligado a cursar, Darwin extrajo
provecho en Cambridge de su asistencia voluntaria a las clases del botánico y
entomólogo reverendo John Henslow, cuya amistad le reportó «un beneficio
inestimable» y que tuvo una intervención directa en dos acontecimientos que
determinaron su futuro: por una parte, al término de sus estudios en abril de 1831,
Henslow le convenció de que se interesase por la geología, materia por la que las
clases recibidas en Edimburgo le habían hecho concebir verdadera aversión, y le
presentó a Adam Sedgwick, fundador del sistema cambriano, quien inició
precisamente sus estudios sobre el mismo en una expedición al norte de Gales
realizada en abril de ese mismo año en compañía de Darwin (treinta años más
tarde, Henslow se vería obligado a defender al discípulo común ante las violentas
críticas dirigidas por Sedgwick a las ideas evolucionistas); por otra parte, lo que es
aún más importante, fue Henslow quien le proporcionó a Darwin la oportunidad de
embarcarse como naturalista con el capitán Robert Fitzroy y acompañarle en el
viaje que éste se proponía realizar a bordo del Beagle alrededor del mundo.
El evolucionismo sociaológico
El evolucionismo sociológico constituye uno de los principales paradigmas,
esquemas o «modelos de inteligibilidad» utilizados por las ciencias sociales
durante los últimos ciento cincuenta años con vistas a disponer de un «cuadro
teórico formal» para interpretar el cambio social. Su primera y más rotunda
formulación se debe a Herbert Spencer, quien le dio la forma de darwinismo
social.
Bajo la forma que le dio Spencer, el darwinismo social constituye una teoría
estrictamente metafísica —una ideología—, que incurre en el más abierto realismo
metodológico, al no resultar refutable, como observaría Karl Popper. Sin embargo,
no por ello perdió eficacia práctica. Además, a la larga, el paradigma
experimentaría una profunda evolución —casi una mutación— hasta su propuesta
sociológica definitiva elaborada por el último Talcote Parsons, formulándola bajo la
forma de un criterio evolucionista universal para las ciencias sociales, bajo el cual
los principios de adaptación, diferenciación y especialización funcional terminarían
incardinándose dentro de una teoría general en la que el hombre es el único sujeto
de la acción social y el protagonista de la historia, lo que resulta incompatible, per
se, con la existencia de una ley natural determinista.
La ley de los tres estados y la idea de progreso
La humanidad en su conjunto y el individuo como parte constitutiva, está
determinado a pasar por tres estados sociales diferentes que se
corresponden con distintos grados de desarrollo intelectual: el estado
teológico o ficticio, el estado metafísico o abstracto y el estado científico o
positivo.
Este tránsito de un estado a otro constituye una ley del progreso de la
sociedad, necesaria y universal porque emana de la naturaleza propia del
espíritu humano. Según dicha ley, en el estado teológico el hombre busca
las causas últimas y explicativas de la naturaleza en fuerzas sobrenaturales
o divinas, primero a través del fetichismo y, más tarde, del politeísmo y el
monoteísmo. A este tipo de conocimientos le corresponde una sociedad de
tipo militar sustentada en las ideas de autoridad y jerarquía.
En el estado metafísico se cuestiona la racionalidad teológica y lo
sobrenatural es reemplazado por entidades abstractas radicadas en las
cosas mismas (formas, esencias, entre otras.) que explican su por qué y
determinan su naturaleza. La sociedad de los legistas es propia de este estado
que es considerado por Comte como una época de tránsito entre la infancia del
espíritu y su madurez, correspondiente ya al estado positivo. En este
estado el hombre no busca saber qué son las cosas, sino que mediante la
experiencia y la observación trata de explicar cómo se comportan,
describiéndolas fenoménicamente e intentando deducir sus leyes generales,
útiles para prever, controlar y dominar la naturaleza (y la sociedad) en
provecho de la humanidad. A este estado de conocimientos le corresponde
la sociedad industrial, capitaneada por científicos y sabios expertos que
asegurarán el orden social. Características de la filosofía positiva. La filosofía
positiva como tipo de conocimiento propio del último estado de la
sociedad, se define por oposición a la filosofía negativa y crítica de la metafísica.
Maurice Cranston
El liberalismo es el conjunto de doctrinas políticas que sostienen que la libertad
individual es el fin político más importante. Aunque las diversas doctrinas de la
familia liberal llegan a diferir considerablemente, todas ellas están de acuerdo en
la primacía de la libertad como fin político. Los liberales piensan que la libertad es
el estado natural del hombre, y que todo aquel que desee limitar la libertad del
hombre debe proveer una justificación adecuada para tal limitación. Maurice
Cranston.
El liberalismo clásico
El liberalismo clásico sostiene para que una persona sea libre de coerción, la
misma debe disponer de ciertos derechos inviolables. En particular, sostiene que a
todo ser humano se le debe respetar su vida (no debe ser sujeto de asesinato), su
libertad (no debe ser sujeto de esclavitud o coerción), y su propiedad (no debe
ser sujeto de robo). Así, el liberalismo clásico está íntimamente ligado a la idea de
los derechos naturales, es decir, la idea que toda persona tiene derechos (vida,
libertad y propiedad) que le corresponden por el simple hecho de ser persona, y
que dichos derechos no pueden ser violados sin cometer una gran injusticia. En la
idea de derechos naturales está implícito el supuesto de que existe una base
moral universal para asignar a cada persona dichos derechos. De esta manera, el
liberalismo clásico es una doctrina universalista: supone que la maximización de la
libertad y los derechos naturales son aplicables a los individuos en toda sociedad.
El liberalismo clásico es también una doctrina igualitaria., no porque los liberales
clásicos consideren que todos los seres humanos sean iguales en sus
capacidades e inclinaciones, ni que deban tener la misma riqueza, sino porque
consideran que todos los seres humanos, independientemente de su origen u
otras características, son poseedores de iguales derechos, simplemente por ser
miembros de la humanidad. En este sentido, el liberalismo clásico rechaza la
existencia de castas o clases sociales con derechos preferentes, con lo cual
rechaza la esclavitud, la servidumbre y otras formas de subordinación. De la
misma manera, rechaza la doctrina del derecho divino de los reyes. Por estos
motivos, la aparición de las doctrinas liberales está asociada a la eliminación de
los sistemas feudales y de las monarquías absolutas. Los liberales consideran que
un gobierno es legítimo en la medida que es aceptado por los gobernados: la
base de legitimidad de los gobiernos es el consentimiento de los
gobernados, de la misma manera que la base de la sociedad es la aceptación de
las normas de convivencia social por parte de los individuos, con el fin de obtener
los beneficios que otorga vivir en sociedad (mayores oportunidades, mayor
protección a la vida y la propiedad). Esta visión, es decir, la idea de que la base de
la sociedad y del gobierno es el acuerdo voluntario de individuos libres se conoce
por el nombre de liberalismo político, y es uno de los componentes clave del
liberalismo clásico.
De acuerdo con lo anterior, para los liberales clásicos el objetivo fundamental
del estado es la protección de los derechos naturales (vida, libertad,
propiedad) de los individuos. El liberalismo clásico reconoce que los derechos de
un individuo pueden ser amenazados por otro individuo, por un grupo de
individuos, por el estado o las autoridades políticas, o incluso por la sociedad en
general. Por lo tanto, busca diseñar instituciones que permitan proteger los
derechos de los individuos de los ataques de otros individuos o grupos, y que al
mismo tiempo minimicen las violaciones a los derechos individuales por parte del
estado, de las autoridades políticas o de la sociedad en general.
Para proteger los derechos de los individuos de los ataques de otros individuos o
grupos, el liberalismo clásico considera que la responsabilidad fundamental del
estado es la administración de servicios de seguridad, tanto interna (es decir,
policía, sistema judicial), como externa (defensa).
Para proteger los derechos individuales de ataques por parte del estado o de los
gobernantes, el liberalismo clásico busca el establecimiento de un estado de
derecho, es decir, de un gobierno en los que las decisiones se tomen con base a
leyes y no con base a los designios arbitrarios de un gobernante: En palabras de
John Locke “Donde termina la ley empieza la tiranía”. Similarmente, el liberalismo
clásico suscribe la idea que el gobierno debe ser limitado, es decir, que las
responsabilidades del gobierno deben ser cuidadosamente delimitadas y
controladas a fin de evitar que viole los derechos de los individuos. En otras
palabras, los liberales clásicos favorecen el establecimiento de limitaciones
constitucionales al poder del estado. Esta opinión implica el reconocimiento de
que el poder de compulsión del estado es especialmente peligroso, en el sentido
que fácilmente puede ser usado para violar los derechos de los individuos.
Adicionalmente, reconoce el hecho, evidente pero no por ello muchas veces
ignorado, que cualquier gobernante, independientemente de su origen o
comportamiento anterior, puede comportarse de manera tiránica si tiene la
oportunidad para ello, pues como lo dijo Lord Acton “el poder corrompe, y el poder
absoluto corrompe absolutamente”. De esta manera, el liberal clásico busca crear
instituciones que controlen a los gobernantes, de forma de evitar sus abusos en la
medida de lo posible. También para proteger al individuo de los abusos del
gobierno, los liberales clásicos favorecen el establecimiento y protección de
libertades civiles: libertad de asociación, libertad de reunión, libertad de religión,
libertad de expresión, derecho al debido proceso, a un juicio justo, a poseer
propiedad, y a su privacidad.
Hoy en día es fácil de aceptar la idea de que los gobernantes pueden violar los
derechos de los ciudadanos y que por tanto es necesario controlar el poder de
dichos gobernantes. Más difícil de aceptar es la idea, reconocida por el liberalismo
clásico, que los derechos de los individuos pueden ser violados por la sociedad en
general, o más bien, por la mayoría de la sociedad. Así, un objetivo del liberalismo
clásico es evitar la ‘tiranía de la mayoría’. Por ejemplo, los habitantes de una
comunidad pueden decidir, con base en su opinión mayoritaria, linchar o robar los
bienes de los miembros de cualquier minoría étnica, nacional, religiosa, de género
o de orientación sexual. Para evitar ese tipo de abusos, el liberalismo clásico
establece que “el único fin por el cual la sociedad puede interferir, de manera
individual o colectiva, con la acción de cualquier individuo, es la autoprotección. En
palabras de John Stuart Mill “El único propósito por el cual el poder puede ser
legítimamente ejercido sobre cualquier miembro de la comunidad en contra
de su voluntad es para prevenir daño a los demás. El bien, físico o moral del
propio individuo no es un motivo suficiente“. En particular, la sociedad no
puede interferir con las acciones de un individuo para hacer que las opiniones o el
comportamiento de dicho individuo se pliegue a la opinión mayoritaria de la
comunidad. Esta visión comúnmente se denomina liberalismo cultural, y
sostiene que la libertad de los individuos debe cubrir la libertad de conciencia y
estilo de vida, incluyendo los aspectos de libertad sexual, religiosa, cognitiva, y
protección de intrusión gubernamental en la vida privada. El liberalismo cultural
generalmente se opone a la prohibición o regulación por parte del estado de la
literatura, del arte, de los juegos de azar, de la actividad sexual incluyendo la
prostitución, del aborto, del control de la natalidad, del alcohol y de las drogas.
Spencer
:
Spencer: Filósofo inglés. Inició su carrera como ingeniero civil y desde lainfancia
se sintió atraído por la ciencia y asimiló muchos de los inventos de su época. Su
educación en un ambiente de radicalismo filosófico influyó en sus ideas, que se
oponían a la autoridad en favor del individualismo. En 1848 aceptó la subdirección
del Economist, tarea que desempeñó durante cinco años. En Londres se asoció
con Mill y George Eliot. Sus primeras publicaciones fueron Social Statics (1851) y
Principles of Psycology (1855); posteriormente publicó muchísimos trabajos más
sobre sociología,psicología, biología y filosofía social. Entre sus producciones
sobre asuntos sociales y políticos sobresalen Social Statics, Principles of
Sociology (1876-96) y Man versus the State (1884). La sociedad perfecta ideada
por Spencer es una comunidad que ha conseguido el equilibrio entre el organismo
individual (el hombre) y el medio que le rodea.
El estado es para él un mal necesario; ejerce una función importante en las
comunidades primarias y militares, que representan una etapa primitiva en la
evolución social; pero en una sociedad industrial, que representa el estadio
superior de dicha evolución, el estado no debe poner trabas a la libertad humana.
Frente a todas las formas de legislación social sostiene que toda actividad humana
debe gozar de libre juego. La industria, la religión y la educación no deben
admitir el control del estado. Éste debe cuidar, a lo sumo, de que la libertad
de un individuo no redunde en perjuicio de otro. En su First Principles (1862)
presenta tres normas para explicar la existencia fenoménica: la ley de la
gravitación universal, la teoría nebular y la doctrina de la conservación de la
energía. Funde las tres en su doctrina de la evolución, que aplica a las
transformaciones sufridas por la Tierra desde la nebulosa primitiva hasta la
etapa actual. En su obra Principles of Biology (1864-67) aplicó esta doctrina
a los complejos estructurales y funcionales de la vida animal y vegetal.
Consideró la vida como una adaptación continua del medio interno al externo y
sostuvo que la lucha por la vida tiene lugar en todos los organismos.
Precedió unos seis años a Darwin en sus doctrinas de la selección natural y
la supervivencia de los más aptos. La evolución, para Spencer, es una
progresión desde la homogeneidad indefinida e incoherente hasta la
heterogeneidad definida y coherente. En su obra Principles of Psycology
sustenta las teorías de James Mill y de su escuela. El conocimiento, para él,
alcanza sólo los fenómenos, que son las manifestaciones de lo
incognoscible, cuyo rastro lleva al origen primero de todas las cosas. (1820,
Derby - 1903, Brighton
La doctrina utilitarista es definida por dos elementos: la felicidad y el
consecuencialismo. La felicidad utilitarista, es el componente más grande en el
que todo ser humano investiga. En la doctrina utilitarista todo lo que es útil,
relacionado con el principio de felicidad es bueno y deseable en donde el nombre
de la doctrina: el utilitarismo, se escarole bajo el principio de utilidad. La utilidad,
es todo lo que contribuye a la felicidad de cualquier ser racional. El criterio del bien
y del dolor se encuentra en un equilibrio entre la felicidad del individuo y el de la
comunidad, " cada uno es valor dado de manera igual " (Bentham, Introducción a
los principios de moral y de legislación). El consecuencialismo del utilitarismo se
encuentra en el hecho que una acción debe ser juzgada para sus consecuencias
por la felicidad del número más grande de personas. Es decir, mi principio de
felicidad deja de ser en el momento en que se disminuye la felicidad de otro
individuo o del del número más grande de individuos de una sociedad
o comunidad. Así como la libertad individual se concibe en el respeto de la
libertad de los individuos y de la comunidad, mi libertad deja de ser cuando se
atenta contra la libertad de los individuos o contra el buen funcionamiento de la
sociedad. Podríamos decir que el utilitarismo es la continuación de la legislación
romana, y que su aspecto moderno se encuentra en el hecho que la doctrina
utilitarista añade una dimensión, ya sea económica, legislativa y política hacia un
concepto ético, el de la felicidad y del bienestar. Es esta perspectiva, en dónde se
analiza el componente moderno de la doctrina que evolucionará a lo largo del siglo
XIX, para terminarse con Sidgwick, en el que llega a dar a esta doctrina una
dimensión práctica y racional para nuestra sociedad moderna, ya sea en el
aspecto económico, político y ético.
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