Juan Silva Meza. Revista Pro Homine. El Control de

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Control de Convencionalidad y diálogo jurisprudencial. Una nota
Juan N. Silva Meza1
Introducción
Agradeciendo la invitación formulada por los editores de la Revista Pro Homine,
tengo el agrado de realizar esta contribución para el primer ejemplar de esta
publicación, a la que auguro un largo camino. El tema que han elegido para el
amanecer de Pro Homine es de gran relevancia y en él convergen varios de los
tópicos que dieron origen al surgimiento de la Décima Época del Semanario
Judicial de la Federación.
Ciertamente, en
ésta
época
histórica, el denominado
control
de
convencionalidad se ha interiorizado en buena parte del quehacer jurídico de
nuestro país, como muestra tangible de un nuevo paradigma, al alcance de todo
juzgador.
No es nuestro propósito llevar a cabo un análisis exhaustivo acerca de esta
figura jurídica, pero no podemos tampoco dejar de lado la —obligadamente
somera— referencia a los hitos que dan forma y contenido al control de
convencionalidad, lo que a su vez nos dará la pauta para ver algunos ejemplos de
aplicación práctica reciente, por una parte, y destacar la relevancia de este
mecanismo de control para un sano dialogo jurisprudencial, por otra
El control de convencionalidad y su recepción inicial en México
Existe consenso en afirmar que el control de convencionalidad tiene sus orígenes
conceptuales y prácticos en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte
IDH). Como alborada de este concepto, suele identificarse al Voto Concurrente
1
Ministro Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y del Consejo de la Judicatura
Federal.
1
razonado del Juez García Ramírez en el Caso Tibi vs. Ecuador (7 de septiembre
de 2004), recuperado en el Caso Almonacid Arellano y otros v. Chile (26 de
septiembre de 2006), que a su vez, tuvo eco en otros como: Trabajadores
Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú (24 de noviembre de
2006), La Cantuta vs Perú (29 de noviembre de 2006), Fermín Ramírez y Raxcacó
Reyes vs. Guatemala (9 de mayo de 2008), y en Cabrera García y Montiel Flores
vs. México (26 de noviembre de 2010), caso que amplió el estándar de control de
convencionalidad al sostener en el párrafo 225 de la sentencia:
“…cuando un Estado es Parte de un tratado internacional como la Convención
Americana, todos sus órganos, incluidos sus jueces, también están sometidos a
aquél, lo cual les obliga a velar por que los efectos de las disposiciones de la
Convención no se vean mermados por la aplicación de normas contrarias a su
objeto y fin. Los jueces y órganos vinculados a la administración de justicia en
todos los niveles están en la obligación de ejercer ex officio un “control de
convencionalidad” entre las normas internas y la Convención Americana,
evidentemente en el marco de sus respectivas competencias y de las
regulaciones procesales correspondientes. En esta tarea, los jueces y órganos
vinculados a la administración de justicia deben tener en cuenta no solamente el
tratado, sino también la interpretación que del mismo ha hecho la Corte
Interamericana, intérprete última de la Convención Americana”.
En el ámbito nacional, en enero de 2010, el Cuarto Tribunal Colegiado en
Materia Administrativa del Primer Circuito, al resolver el Amparo directo 505/2009,
resolvió por unanimidad de sus integrantes que el control de convencionalidad
debe ser ejercido por los jueces del Estado mexicano en los asuntos sometidos a
su consideración, a fin de verificar que la legislación interna no contravenga el
objeto y finalidad de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
El anterior se trata, sin lugar a dudas de un antecedente importante hecho
durante la Novena Época, pero el verdadero Big Bang del control de
convencionalidad en México se dio cuando la Suprema Corte de Justicia de la
Nación resolvió el Expediente Varios 912/2010, el Caso Radilla.
Al resolver este Caso, la Corte determinó la obligación de las autoridades
de realizar un control de constitucionalidad y de convencionalidad ex officio,
entendidos como la facultad y obligación de considerar las normas de derechos
2
humanos reconocidas tanto por la Constitución como por los instrumentos
internacionales ratificados por México. La trascendencia de esto radica en
reconocer a los derechos humanos definidos por las fuentes jurídicas de derecho
internacional, como parte del sistema constitucional mexicano. Esto no significa,
en modo alguno, el desplazamiento de las normas constitucionales por las del
derecho internacional, sino la ampliación del marco normativo interno en materia
de derechos humanos y el permanente diálogo entre sus distintas fuentes,
teniendo siempre como criterio de ponderación de normas, el principio pro persona
que, como sabemos, determina que la norma que mejor protege y da contenido a
un derecho reconocido, debe ser tomada como base para la interpretación judicial
en el caso específico.
La Décima Época del tribunal constitucional coincide también con una
nueva época en las relaciones recíprocas entre el sistema interamericano de
derechos humanos y el Poder Judicial de la Federación. La Suprema Corte de
Justicia de la Nación. El Caso Radilla habrá de ser recordado como la piedra de
toque que marca una nueva manera de impartir justicia en el país, en virtud de la
cual, todos los jueces del Estado mexicano, en acatamiento a las obligaciones que
nos comprometen en el sistema interamericano, debemos hacer valer los
derechos humanos de todas las personas, en el ámbito de nuestras respectivas
competencias.
Tras Radilla, la Suprema Corte dejó muy en claro que no puede haber
pronunciamiento que cuestione la validez de lo resuelto por la Corte IDH, ya que
para el Estado Mexicano dichas sentencias constituyen cosa juzgada. En
consecuencia, lo único procedente es acatar y reconocer la totalidad de la
sentencia en sus términos, y por tanto, las resoluciones pronunciadas por aquella
instancia internacional son obligatorias para todos los órganos del Estado
Mexicano al haber figurado como parte en un litigio concreto, siendo vinculantes
para el Poder Judicial no sólo los puntos de resolución concretos de la sentencia,
sino la totalidad de los criterios contenidos en ella.
Radilla fue la obertura de una sucesión de movimientos armónicos en los
que el tribunal constitucional, mediante diversas tesis aisladas, definió:
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a) Pasos a seguir en el control de constitucionalidad y convencionalidad ex
officio en materia de derechos humanos (P. LXIX/2011 (9ª).
b) Parámetro para el control de convencionalidad ex officio en materia de
derechos humanos (P. LXVIII/2011 (9ª).
c) Control de convencionalidad ex officio en un modelo de control difuso de
constitucionalidad (P. LXVII/2011 (9ª).
Y de manera primordial, atendiendo al canon interpretativo dispuesto por el
segundo párrafo del artículo primero constitucional: Las normas relativas a los
derechos humanos se interpretarán de conformidad con esta Constitución y con
los tratados internacionales de la materia favoreciendo en todo tiempo a las
personas la protección más amplia.
A pesar de tratarse de una figura de reciente llegada formal al ordenamiento
jurídico mexicano, es posible aseverar que el control de convencionalidad goza de
cabal salud, como se desprende de la Resolución de la Corte IDH de 14 de mayo
de 2013, Caso Radilla Pacheco vs. México. Supervisión de Cumplimiento de
Sentencia:
(…)
26. La Corte reitera que la decisión de la SCJN de 14 de junio de 2011 contribuye
de manera positiva a la protección y promoción de los derechos humanos dentro
del Estado mexicano, entre otros, al exigir la realización, por parte de todos los
miembros del poder judicial, de un control de convencionalidad ex officio en los
términos establecidos en la Sentencia emitida por la Corte Interamericana en
este caso”.
El control de convencionalidad, Vivat, crescat, floreat
La Suprema Corte de Justicia de la Nación, al resolver el Caso Radilla, esclareció
también varios asuntos que despertaban un interés apremiante de la sociedad
mexicana, entre los que se encuentran: destacadamente, los relacionados con el
llamado fuero militar, en los cuales, el Pleno del Alto Tribunal: 1) Estableció
interpretaciones restrictivas al fuero militar; 2) Declaró la inconstitucionalidad y la
inconvencionalidad del artículo 57, fracción II, inciso a) del Código de Justicia
4
Militar; 3) Reconoció la legitimación del ofendido y sus familiares para promover
amparo; 4) Restringió el fuero militar aun cuando la calidad de los sujetos fuera la
de militares, y 5) Definió con mayor precisión los alcances del fuero de guerra.
La relevancia de estos asuntos estriba, no sólo en el reconocimiento que las
resoluciones han recibido tanto en México como en el extranjero, sino en que han
generado ya, una orientación precisa hacia los tribunales federales encargados de
resolver el resto de los asuntos pendientes y futuros en la materia y representan,
sin duda, uno de los mejores ejemplos del cambio de paradigma al que nos hemos
referido inicialmente.
De manera complementaria, en febrero de 2013, al resolver diversos
amparos en revisión, el Tribunal Pleno aprobó, con el número VI/2013 (10a.), la
siguiente tesis aislada:
FUERO MILITAR. EL ARTÍCULO 57, FRACCIÓN II, INCISO A), DEL CÓDIGO DE
JUSTICIA MILITAR CONTRAVIENE LA CONVENCIÓN AMERICANA SOBRE
DERECHOS HUMANOS.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, al resolver el caso Radilla Pacheco vs.
Estados Unidos Mexicanos, con base en los artículos 2 y 8.1 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, determinó que las conductas cometidas por
militares que puedan vulnerar derechos humanos de civiles no pueden ser competencia
de la jurisdicción militar, porque en ese supuesto los tribunales militares ejercen
jurisdicción no solamente respecto del imputado, sino también sobre la víctima civil, quien
tiene derecho a participar en el proceso penal tanto para efectos de la reparación del
daño, como para hacer efectivos sus derechos a la verdad y a la justicia. En este
contexto, el artículo 57, fracción II, inciso a), del Código de Justicia Militar, al dar lugar a
que la jurisdicción militar conozca de las causas penales seguidas contra militares
respecto de delitos del orden común o federal que, cometidos por aquéllos al estar en
servicio o con motivo de éste, puedan afectar los derechos humanos de personas civiles,
contraviene la Convención Americana sobre Derechos Humanos y la sentencia emitida
por la Corte Interamericana en el caso citado, máxime que de lo previsto en el artículo 13
de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos no se colige que la
jurisdicción militar deba conocer de los juicios seguidos contra militares por delitos que
puedan implicar violación de derechos humanos de víctimas civiles, como lo determinó el
Tribunal Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación al resolver el expediente
varios 912/2010.
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Los operadores jurídicos al servicio del tribunal constitucional de la nación
han sugerido diversos métodos pare el ejercicio del control difuso de
convencionalidad, partiendo siempre, de la plena identificación de los derechos
humanos en juego, hasta resolver acerca del marco normativo, interno o
internacional que resulte el más favorable para extender la protección de las
personas y sus derechos humanos para el caso concreto que conocen. Y
paulatinamente, con exquisita precisión, se van precisando los contornos del
control de convencionalidad, de lo que son testimonio las tesis recientes que
llevan por rubro:

CONTROL DIFUSO DE CONVENCIONALIDAD. LA INAPLICACIÓN DE LA NORMA CUYA
INCONVENCIONALIDAD
SE
DECLARA
SÓLO
TRASCIENDE
A
UNA
INCONSTITUCIONALIDAD INDIRECTA DEL ACTO RECLAMADO AL NO EXISTIR LA
DECLARATORIA RELATIVA (P. V/2013 (10a.).

REVISIÓN EN AMPARO DIRECTO. ES IMPROCEDENTE DICHO RECURSO CUANDO
EN LA SENTENCIA RECURRIDA SE REALIZÓ EL CONTROL DE CONVENCIONALIDAD
EX OFFICIO O SE ATRIBUYE AL TRIBUNAL COLEGIADO DE CIRCUITO LA OMISIÓN
DE REALIZARLO (2a./J. 5/2013 (10a.)

CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD Y DE CONVENCIONALIDAD (REFORMA
CONSTITUCIONAL DE 10 DE JUNIO DE 2011) (1a./J. 18/2012 (10a.).
En los albores de la Décima Época, no hay duda de que la justicia federal está
haciendo un buen control de convencionalidad, y eso nutre el diálogo
jurisprudencial.
Al respecto, en noviembre de 2012, la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
en coordinación con la OACNUDH, organizó y fungió como sede de la “Cumbre de
Presidentes de Cortes Supremas, Constitucionales y Regionales”. La Suprema
Corte lideró este espacio multinacional de diálogo jurisdiccional en el que el tema
central fue la instrumentación de los derechos humanos en el proceso de
interpretación constitucional. Los participantes coincidimos en la necesidad de un
diálogo respetuoso entre las jurisdicciones. Un diálogo que reconozca las
fortalezas de los sistemas de protección internos y permita resolver sus
debilidades por medio de la aplicación directa de los tratados internacionales.
6
Coincidimos
también
en
que
la
aplicación
doméstica
de
los
tratados
internacionales garantiza de manera más efectiva el acceso a la justicia, dado lo
largo de los procesos en las jurisdicciones regionales o internacionales. En ese
tenor, el diálogo exige una aplicación armoniosa de las normas internacionales
con el derecho interno, buscando no la exclusión sino la complementariedad.
Como consecuencia de la reforma constitucional de 2011 y de las sentencias
de la SCJN relativas al control de convencionalidad, los jueces nacionales de
todos los ámbitos (empezando por los de primer contacto con el ciudadano),
hemos adquirido conjuntamente el carácter de juzgadores interamericanos en
diálogo.
Y el mencionado diálogo no se produce sólo de los Tribunales nacionales hacia
los regionales. La magnitud del reto que implica esta operación interpretativa
también permea al interior de nuestros sistemas judiciales domésticos. Quienes
desde ahora asumimos la tarea de controlar la convencionalidad de leyes y actos
ya no somos solo las instancias superiores; lo son antes que nadie los jueces de
primer contacto con el ciudadano.
Como ejemplo de lo anterior, la Corte IDH ha hecho referencia a la Suprema
Corte mexicana en el Caso Atala Riffo y Niñas vs. Chile de 2012, y en el Caso
Gelman vs. Uruguay de 2013. En Atala Riffo vs. Chile se cita a la Suprema Corte
en terno a lo que resolvió sobre el derecho de las parejas del mismo sexo a
adoptar menores de edad, el libre desarrollo de la personalidad y control de
constitucionalidad. En Gelman vs. Uruguay, la Corte IDH también hizo referencia a
la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en torno al control de
convencionalidad. Particularmente, el párrafo 81 de esa resolución es un ejemplo
vivo de diálogo jurisprudencial.
Otra buena noticia para el control de convencionalidad es el desarrollo de un
motor de búsqueda de precedentes jurisprudenciales en materia de derechos
humanos, elaborado conjuntamente por la Suprema Corte y por la Corte IDH, que
servirá a las autoridades judiciales mexicanas y en general a todas las personas
7
del hemisferio, para identificar y aplicar precedentes internacionales derivados de
la interpretación de los estándares internacionales en materia de derechos
humanos. El Buscador Jurídico Avanzado en Materia de Derechos Humanos es
una herramienta que contiene la jurisprudencia contenciosa de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, analizada, a la luz de los primeros 30
artículos del Pacto de San José.
Para la elaboración de este Buscador, han sido analizados 256 casos, así
como 188 instrumentos jurídicos de 4 sistemas, lo que ha generado un total de 30
mil conceptos, y un total acumulado de 150 mil relaciones explícitas e implícitas
entre los casos.
El control de convencionalidad en perspectiva
En septiembre de 2013 el Tribunal Pleno resolvió una contradicción de criterios
entre dos Tribunales colegiados y estableció una interpretación relevante que
aclara algunos de los lineamientos y los contornos más importantes del control de
convencionalidad y del diálogo jurisprudencial. Respecto al primer tema planteado
en la contradicción de tesis 293/2011, relativo al posicionamiento de las normas
sobre derechos humanos contenidos en tratados internacionales en relación con la
Constitución, el Máximo Tribunal, por mayoría de 10 votos, sostuvo que existe un
reconocimiento en conjunto de derechos humanos cuyas fuentes son la
Constitución y los tratados internacionales de los cuales el Estado mexicano es
parte.
Además, se estableció que de la interpretación literal, sistemática y
originalista del contenido de las reformas constitucionales de 6 y 10 de junio de
2011, se desprende que las normas de derechos humanos, independientemente
de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, sin embargo, cuando la
Constitución establezca una restricción expresa al ejercicio de los derechos
humanos, se deberá estar a lo que indica la norma constitucional. En este sentido,
los derechos humanos, con independencia de su fuente, constituyen el parámetro
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de control de regularidad constitucional, conforme al cual debe analizarse la
validez de todas las normas y actos de autoridad que forman parte del
ordenamiento jurídico mexicano.
Por último, en cuanto al valor de la jurisprudencia emitida por la Corte IDH,
el Tribunal Pleno resolvió que la jurisprudencia emitida por la Corte IDH es
vinculante para los todos los órganos jurisdiccionales, siempre que dicho
precedente favorezca en mayor medida a las personas. Así, los criterios
jurisprudenciales de la Corte IDH, son vinculantes con independencia de que el
Estado mexicano haya sido parte en el litigio ante dicho tribunal, pues constituyen
una extensión de los tratados internacionales que interpreta, toda vez que en
dichos criterios se determina el contenido de los derechos humanos previstos en
ellos.
Es importante mencionar que en cumplimiento de este mandato, los
juzgadores deben atender a lo siguiente:
1. Cuando el criterio se haya emitido en un caso en el que el Estado mexicano
haya sido parte, la aplicabilidad del precedente al caso específico debe
determinarse con base en la verificación de la existencia de las mismas razones
que motivaron el pronunciamiento;
2. En todos los casos en que sea posible, debe armonizarse la jurisprudencia
interamericana con la nacional; y
3. De ser imposible la armonización, debe aplicarse el criterio que resulte más
favorecedor para la protección de los derechos humanos de las personas.
De esta manera, como puede apreciarse, se interpretó que la reforma en
materia de derechos humanos, amplía el catálogo constitucional de los mismos,
pues permite armonizar a través del principio pro persona, las normas nacionales
y las internacionales garantizando así la protección más amplia a la persona.
La decisión de la Suprema Corte otorga las herramientas a los juzgadores
para implementar, en toda su amplitud, la reforma constitucional en materia de
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derechos humanos. Esto implica, no solo la construcción por parte de los
juzgadores de los criterios propios de la Décima Época, sino el fortalecimiento, por
un lado, de la reforma en materia de derechos humanos al ampliar, de la misma
manera, el catalogo constitucional de derechos humanos, y la consolidación del
control de convencionalidad perse, por el otro.
El espíritu que rige en el ejercicio del control de convencionalidad es la
convicción plena de que si bien las resoluciones e interpretaciones pueden tener
diferente origen, comparten, en cambio, un mismo destino: la justicia.
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