La pesadilla de un hombre, Anthon Obeso

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LA PE SADILLA
DE UN HOMBRE
En la vida de M itxelena no faltan ingredientes para que,
sobre sus circunstancias y azares, se pueda escribir un prolongado relato o expresarlo en las imágenes de una película.
Com prom etido políticamente desde su juventud con el Partido Nacionalista Vasco, no du da en tom ar las armas cuando
surge el conflicto. Lucha. Y es cogido prisionero y condenado
a muerte. En esta penosa circunstancia se dedica al estudio y
conoce a la que habría de ser la mujer de su vida.
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ANTHON O BESO
Después, K oldo M itxelena ha sido una constante en la vida intelectual, no sólo del País Vasco, ni del Estado Español,
sino del m undo de la cultura. Conocido internacionalmente
en el ámbito de la lingüística, ejerció su profesión de C atedrático en diversas Universidades, principalmente en S alam an ca y Vitoria.
Aunque encum brado por una aureola de prestigio, avalado por premios y reconocida a todo nivel su labor intelectual,
M itxelena era hom bre sencillo y llano, dispuesto a conversar
con cualquiera que a él se le acercara. Por lo tanto, cuando
surgía la ocasión, fue siempre de lo más grato h ablar con él,
pues era hom bre que sabía apearse de su nivel de conocimientos y ponerse a la altura de su interlocutor haciendo posible que el trato fuera natural y espontáneo.
Estoy en la cárcel. N o sé absolutamente nada de
m i proceso. pero tengo miedo de saber y prefiero no
enterarme. Posteriormente. quiero saber ...; la situación se está prolongando. Llevo tiempo y tiem po en la
cárcel y no hay ninguna p o sib ilid a d de s a lir ...
Dispuesto siempre a c o lab o rare n toda actividad cultural,
nunca se negaba al menor requerimiento, sin regatear esfuerzos, cualquiera que fuera la entidad organizadora, aún la más
modesta.
K oldo M itxelena es. por lo tanto, un hom bre que interesa
a la sociedad y, cualquier información sobre su persona, sobre su pensamiento o sobre su obra, tiene su trascendencia.
Tal es su biografía, «Koldo Mitxelena». escrita por Eugenio
Ibarzábal, en que, en una prolongada interviú (así es el libro
en cuestión) realizada a M itxelena . éste nos habla de su vida,
de su ideología política, de su peripecia como soldado en la
G uerra Civil, de su tiempo como prisionero, de su angustiosa
situación com o condenado a muerte. Nos habla tam bién de
su posterior libertad, de su continuación en actividades políticas. de sus estudios de Filosofía y Letras, de su trabajo como
contable en una empresa industrial, y de la consecución, por
oposición, de la Cátedra de Lingüista en la Universidad. T oda u na vida de trabajo y lucha, de inquietud intelectual, de
afán de superación.
Desgarbado, alto, flaco, gesticulante, no pudo menos que
llamarme la atención aquel don quijote que conversaba anim adam ente con otra persona en la Alameda, una m a ñ a n a de
domingo, ya lejos en el tiempo, allí por los años cuarenta. Todavía era yo niño, quizá, atisbándose en mí indicios de pubertad, y no puedo precisar la fecha. Pudo haber sido el año
46, o el 47, acaso antes. De todas formas, pienso que este detalle no tiene mayor importancia. El hecho es que aquel h o m bre singular estaba allí, en la soleada m añan a del domingo,
paseando con un contertulio, en la concurrida Alameda.
C u and o mi amigo con quien yo estaba se dió cuenta de mi
atención curiosa hacia aquella persona, me dió a entender
que se trataba de un hom bre excepcional, muy inteligente y
culto, que había luchado en la guerra contra Franco y que,
por ello, había estado prisionero y condenado a muerte.
Aquella declaración de mi amigo me impresionó. Se me hacía difícil pensar que aquel hom bre tan frágil, tan aparentemente desamparado, hubiera podido ser culpable de algo que
le hiciera ser condenado a muerte. Aquella evidencia me hacía más patente lo absurdo y cruel de la guerra. No podía ser
justo. Además, siendo, como era, un hom bre inteligente y culto y que, como me estaba explicando mi amigo, había estudiado una carrera universitaria mientras estuvo encarcelado.
No obstante, pensé entonces, el error había sido enm endado
y el hombre aquél vivía ya en libertad. Pero también era verdad que el error habría sido posible, pudiendo dar lugar a un
cruel desenlace. Porque estaba claro que si aquel hom bre estaba en libertad era porque no había cargos contra él. Porque
no era culpable. Estas eran mis conjeturas en aquel m om ento. Y así fue como conocí a Luis Mitxelena.
En una biografía hay m uchas vertientes y meandros por
donde discurrir la atención para profundizar en parcelas que
despierten interés o, sencillamente, curiosidad, y más cuando
la biografía corresponde a un intelectual. Intentar, por lo tan to. adentrarse en la vida de M itxelena sería tocar tantas facetas que daría lugar a muy extensa exposición. Así. sucede
pues, que en esta biografía escrita por Ibarzábal. importantes
asuntos quedan marginados. Algunos, además, por expreso
deseo del mismo biografiado, por estimar, según se explica
Mitxelena. que será mejor ocasión relatarlo en unas m em orias que tenía en perspectiva escribir. Otras cuestiones tam bién están tratadas muy someramente como es, por ejemplo,
su frustrada vocación de novelista, sus apuntadas opiniones
sobre la honradez, la sinceridad y la honestidad de algunos
curas, su criterio sobre otros partidos políticos entre otras
cuestiones. Lo que supone que muchas cosas han quedado en
el tintero y otras simplemente sugeridas, como sucede por
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ejemplo con la pesadilla que todavía atorm entaba al biografiado Mitxelena. Así, c u a n d o M itxelena relata su recuerdo sobre la penosa situación de prisionero condenado a muerte,
No está exento de hum or esta declaración de M itxelena.
desde luego. El que. después de toda una vida entregada al
Partido, de haber combatido en el frente, de haber estado prisionero y condenado a muerte y de haber desarrollado una
acción política en la clandestinidad, después de todo esto,
considera que el haber salido a vender el periódico del Partido (antes de la G uerra Civil, en tiempos además de libertad
política) es lo que, para él, considera de verdadero valor y
que, por ello, es hora de que se decida el Partido «a reconocer» sus «méritos».
Ibarzabal comenta:
Todo esto que cuentas es horroroso y capaz de
h u n d ir psicológicamente a l más fuerte.
Y le pregunta a continuación:
A unque han pasado muchos años, ¿qué recuerdo te queda
de aquello...?
Son palabras estas, que a parte de un cierto humor, parecen también destilar inevitables filtraciones de mordacidad
contenida.
M itxelena contesta:
Tengo una pesadilla que se repite a menudo...
Estoy en la cárcel, pero en una época más reciente. No sé absolutamente nada de m i proceso. pero tengo miedo de saber y preliero no enterarme. Posteriormente, quiero saber...; la
situación se está prolongando. Llevo tiempo y
tiempo en la cárcel, y no hay ninguna p o s ib ilidad de salir...
M itxelena fue una persona tímida. El mismo lo confiesa
al inicio de su biografía cuando Ibarzabal le pregunta:
«¿Cómo era de chaval K oldo Mitxelena?...».
Y M itxelena contesta:
«Era m uy tímido, enormemente tím ido: esa ha
sido m i característica fundamental. M e resultaba m uy penoso relacionarse con los demás.
He sufrido mucho p o r esta razón. ...».
Es realmente curiosa esta pesadilla que todavía atorm entaba a K oldo Mitxelena. Y hasta significativa podría considerarse. Pues es sabido en psicología que el sueño para emerger
del subconsciente utiliza un material. Aquí, en este caso, el
material corresponde a la situación más dura y angustiosa
por la que, con toda seguridad pasó M itxelena en su vida: la
de prisionero de guerra, condenado a muerte. Pero es detrás
de este material donde se esconde el fundamento del sueño y
donde radica el problema de la angustia.
No es difícil com prender lo duro que tuvo que ser para
Mitxelena. en su juventud, tom ar un fajo de periódicos bajo
el brazo y salir a la calle a vocear. Pero tam bién se entiende
que, de este modo, disponía de un medio para tratar de vencer
esa timidez que le oprimía. Y era el Partido quien ponía ese
medio en sus manos, una justificación que le permitía elevar
la voz en plena calle, y un motivo para poder relacionarse con
los demás. Puede decirse que, de algún modo, era como para
estar agradecido al Partido.
Llama la atención cómo valora M itxelena un determ inado com portamiento suyo. Asi. casi ya finalizado el libro, después de significar, el biógrafo, cualidades políticas del biografiado: «por lo que la gente de todas las edades siente un
profundo respeto p o r ti...» —comenta seguidamente— «Esta
Hay una cuestión que en esta biografía emerge sin que su
autor. Ibarzábal. se lo proponga. Se ve que Ibarzabal ha tratado de llevar el tema por la vertiente política que caracterizaba
a Mitxelena. Pero, naturalmente, la faceta personalísima de
la propia individualidad de M itxelena. en algún m omento tenía que surgir inevitablemente. M itxelena era un intelectual
y, naturalmente, orgulloso de su propio talento. Así, sucede
que, al com entar sobre las motivaciones de una determinada
actitud política de un joven lingüista, durante la entrevista,
dice:
actitud ha sido enormemente provechosa para el País, pero, si
me permites decirlo, pienso que también para el Partido al
que perteneces...» Y M itxelena analiza este comentario tra-
tando de no mitificar su acción política ni su propia personalidad. M itxelena no era un hom bre político, era un hombre
de ciencia y él lo sabía. Era inteligente y no caía en posturas
de vanidad. No obstante, en este m omento del transcurso de
la conversación sí desea hacer una puntualización. Quiere
que sí se le tome en consideración, y se le valore, una
labor realizada.
«Pero sus razones eran poderosas para que
uno que como yo. se siente hom bre antes
que vasco...».
«Si me permites un momento de ja cta n cia—
dice— te diré que hay un único hecho del que
me siento orgulloso porque todavía me parece
que superaba claramente mis fuerzas».
Palabras fundamentales éstas que ponen de manifiesto la
definitiva filosofía de su pensamiento y que, sin embargo, el
autor de la biografía no ha hecho más que dejar simplemente apuntado.
El hecho al que se refiere fue el mom ento en que se com prometió a vender en la calle el periódico del Partido.
M uchas facetas de la personalidad de K o ldo M itxelena
han quedado m arginadas en esta biografía de Ibarzábal. F a cetas de interés que requieren una mayor atención y estudio.
C om o la pesadilla que se le repetía a menudo.
«De manera que el sábado siguiente salimos, y
salgo yo. con un m ontón de periódicos bajo
el brazo».
«Estoy en la cárcel, pero en una época más regiente. N o sé absolutamente nada de m i proceso. pero tengo miedo de saber y prefiero no enterarme. Posteriormente quiero saber...; la
situación se está prolongando. Llevo tiempo
en la cárcel. y no hay po sib ilid a d de salir... en
un m omento de esos me despierto y tengo una
sensación m uy desagradable».
Y prosigue después:
«Seguía cam inando con la conciencia cada
vez más angustiosa de que tenía que g rita r y no
me atrevía a hacerlo. Por Un. a la segunda
vuelta, a b rí la boca pero no me oyó nadie. Levanté más la voz y no pasó nada: alguno que
otro volvía la cabeza sin m ayor interés. Luego
ya. con la costumbre, se fue haciendo más fácil. aunque todos los sábados p o r la tarde volvía a sentir retorcijones de tripas.
¿En qué mom ento concreto del suceder de la acción del
sueño se despertaba?. ¿Cúal era la cárcel que todavía angustiaba y donde se sentía prisionero K oldo Mitxelena?.
Este es el único hecho p o r el que creo, sin falsa
modestia, que el Partido N acionalista Vasco
tiene una Lleuda conmigo, sólo que no lo saben. A ver si ahora se enteran y se deciden a reconocer mis méritos».
Para indagar en el m undo de los sueños, sólo un investigador de la mente humana, un profesional de la psicología,
podría llegara conclusiones. Conclusiones que. con p ro b a b ilidad. harían más interesante la biografía de la extraordinaria
personalidad de K oldo Mitxelena.
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