nuestra época respetar a los demás… no es cosa fácil

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NUESTRA ÉPOCA
Por: Noé Aguilar Tinajero
RESPETAR A LOS DEMÁS… NO ES COSA FÁCIL
“Vosotros veis la paja en el ojo de vuestro
hermano, pero no la viga en el propio”
Jesús de Nazaret
Este mantra dicho por Jesús hace más de dos mil años, sigue teniendo vigencia en nuestra
época actual, pero la segunda parte del mismo es todavía más contundente porque dice:
“Cuando hayáis quitado la viga de vuestro ojo, entonces veréis claramente para poder
quitar la paja del ojo de vuestro hermano”. Tal vez todos entendamos inicialmente lo que
esto significa en nuestras propias vidas, pero si analizamos con mayor detenimiento las
palabras de Jesús, encontramos una sabiduría infinita que nos cuesta trabajo entender y
sobretodo poner en práctica.
Desde mi óptica, la frase tiene mucho que ver con el respeto hacia los demás, tiene que
ver también, si la entendemos y la practicamos adecuadamente, con el amor por los
demás seres humanos. Porque respetar es amar, es aceptar tal y como son a nuestros
compañeros de trabajo, a nuestros familiares, a nuestros amigos, a nuestros jefes y
subordinados, y a todas las mujeres y hombres con los que convivimos diariamente o no
convivimos. No criticar, no chismear, no juzgar, ser más tolerantes, comprensivos,
conscientes, nos hará sentir mejor, porque de otra manera estaríamos ofendiendo a
nuestros congéneres sin saber las condiciones particulares de cada uno de ellos, sin
conocer sus problemas y necesidades, sin conocer el tipo de vida que han llevado. Por eso
el hablar mal de los demás, creyendo que le hacemos un bien a él, a nosotros mismos o a
alguien más, sólo nos llevará al sufrimiento, al dolor. Porque el resentimiento, el rencor,
el odio, la mentira, la diatriba, la calumnia, y la crítica destructiva provocan que nos
hagamos daño a nosotros mismos, nos amarga la vida.
El mantra del proemio mucho tiene que ver con otro, dicho también por Jesús, que dice:
“quien esté limpio de culpa, que arroje la primera piedra”. Efectivamente, muchas veces
proferimos palabras en contra de otra persona, sobretodo cuando esa persona está
ausente, sin antes revisar nuestros propios comportamientos. Y a veces atacamos
inmisericordemente a alguien que ni siquiera nos ha hecho daño a nosotros directamente,
o que tal vez ni conocemos lo suficiente, porque solamente repetimos lo dicho por otros,
dando por sentado que lo que nos dijeron de tal o cual persona es verdad.
En alguna ocasión alguien que había hablado mal de otra persona, le preguntó a Jesús,
qué debía hacer para lavar la ofensa proferida en contra de su hermano, y Jesús le dijo:
sube a la montaña llevando contigo una gallina, cuando estés en la cima despluma el ave
y deja que el viento esparza las plumas por el valle. Esas plumas llevadas por el aire
Respetar a los demás… no es cosa fácil – Nuestra Época--
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significan las ofensas que has hecho a tu hermano al criticarle, hablar mal de él o
juzgarle. Si quieres limpiar la ofensa y devolverle su honor, entonces recoge todas y cada
una de las plumas y colócalas nuevamente en el ave exactamente en el lugar del cual las
arrancaste y entonces, tal vez, serás perdonado.
Esta historia, cierta o no, tiene un gran significado y refleja en gran medida, que una vez
que abrimos la boca para insultar a otra persona hablando mal de ella, es muy difícil
corregir el error, porque necesitaríamos acudir con todas las personas ante las cuales
proferimos las injurias, y no sólo eso, también tendríamos que acudir con las que
acudieron éstas, y así recorrer toda la cadena hasta habernos comunicado con todas para
retirar lo dicho. No basta acudir con la persona ofendida para disculparnos, el mal
continúa, propalado ahora por otros.
A veces queremos forzosamente cambiar al otro, porque pensamos que el otro es el que
está equivocado, y no nos ponemos a pensar que nosotros también podemos estar
equivocados, no somos santos, ni tenemos la validez moral suficiente para entrometernos
en la vida de los demás. La viga en nuestro ojo se convierte en niebla, en humo. Es una
nube en el ojo, que no nos deja ver claramente, cuando logremos quitarla, entonces
hagamos lo mismo con los demás, antes no.
Cuando hablamos mal de los demás, no es por naturaleza, muchas cosas están
involucradas, queremos impresionar al otro, tratamos de cambiarlo sin que él lo esté
pidiendo, queremos manipular, controlar, dominar a los demás. A veces lo hacemos para
aparecer ante los ojos de los demás como personas de conocimiento, queremos dar esa
impresión, y lo único que hacemos es alimentar nuestro ego. El mundo sería mejor si
hubiera menos personas maliciosas que andan por ahí entrometiéndose en lo que no les
incumbe, tratando de dar consejos y queriendo cambiar a los demás a su propia imagen,
desconociendo como ha sido realmente la vida de los demás, desconociendo cual ha sido
su formación, los problemas por los que tuvo que pasar para estar en la posición que
ocupa actualmente.
La palabra hablada o escrita, es como una espada de doble filo, tiene mucho más poder
del que uno se imagina, utilizada positivamente es una fuerza porque puedes expresar tu
poder creativo, lo que sueñas y anhelas, comunicas tus sentimientos, expresas buenos
deseos y amistad; pero utilizada en forma negativa la palabra, destruye, afecta, lastima.
Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian, para bien o para
mal, nuestras creencias, nuestros conceptos de algo o de alguien. A veces hacemos de la
mentira un habito sin ponernos a pensar en el mal que nos causamos a nosotros mismos,
y por supuesto a los demás. Quien juzga, ofende y habla mal de los demás, no se acepta
asimismo, no se respeta, tiene una imagen falsa de sí mismo, está en su contra, no se
quiere.
“Lo que realmente daña al ser humano no es lo que entra por su boca, sino lo que sale de
ella”, tengamos cuidado y tratemos de hacernos la vida más llevadera, respetemos la
eminente dignidad de la persona humana, hablando bien de todos, y si no podemos,
entonces, es mejor quedarse callado.
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