DERECHO DE SEGUROS

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Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013 • ISSN 1666-8987 • Nº 13.274 • AÑO LI • ED 253
Director:
Guillermo F. Peyrano
Consejo de Redacción:
Gabriel Fernando Limodio
Daniel Alejandro Herrera
Nelson G. A. Cossari
Luis Alfredo Anaya
D i a r i o
d e
D o c t r i n a
y
J u r i s p r u d e n c i a
DERECHO DE SEGUROS
Las llamadas “condiciones de cobertura” en el contrato
de seguro
por ALEJANDRO KOZACZYSZYN
Sumario: I. INTRODUCCIÓN. – II. LA CADUCIDAD DE LOS DERECHOS DEL ASEGURADO.
SEGURO).
– IV. LA
NES DE COBERTURA.
– III. LA
EXCLUSIÓN DE COBERTURA (NO
AGRAVACIÓN DEL RIESGO.
– V. LAS CONDICIONATURALEZA JURÍDICA. – VI. CONCLUSIONES.
I
Introducción
En algunas pólizas de seguro encontramos ciertas cláusulas que exigen el cumplimiento de determinadas medidas por parte del asegurado para que, en caso de ocurrencia del hecho previsto en el contrato, la compañía de seguros cumpla con la prestación a su cargo.
Podemos encontrar diversas clases de condiciones de
cobertura en las pólizas de robo, en las del seguro combinado familiar e incluso en las del seguro automotor. En tal
sentido, en la cobertura del seguro combinado familiar es
habitual que se incluya una cláusula que requiere el cumplimiento de medidas de seguridad, calificadas como condición del seguro, como por ejemplo: que las puertas de acceso a la vivienda cuenten con cerraduras especiales, que
cuente con rejas de protección, que tenga sistemas de alarmas en determinados casos, entre otras. Entre las cláusulas
adicionales del seguro automotor aprobadas por la Superintendencia de Seguros de la Nación, a las que puede accederse en su página de Internet, podemos encontrar la cláu-
NOTA DE REDACCIÓN: Sobre el tema ver, además, los siguientes trabajos publicados en EL DERECHO: Contrato de seguro. Aceptación tácita
de la cobertura, por GUSTAVO RAÚL MEILIJ, ED, 187-515; El contrato de
seguro de vida colectivo y las cláusulas limitativas de cobertura, por
MARIANO P. CAIA, ED, 236-1093; La exclusión de cobertura por exceso
de ocupantes en el seguro automotor. Causalidad, por JOSÉ MARÍA BIELSA y MARÍA FABIANA COMPIANI, ED, 238-1267; La validez de las exclusiones de cobertura en los fallos de las Cortes provinciales. Doctrina legal acertada que los tribunales inferiores no deberían ignorar, por DANIEL BAUTISTA GUFFANTI, ED, 246-920; Exclusión de cobertura por
estado de ebriedad del conductor de un automotor en el supuesto de negativa a someterse al examen de alcoholemia, por EDUARDO GONZÁLEZ,
ED, 248-1282. Todos los artículos citados pueden consultarse en
www.elderecho.com.ar.
sula de la cobertura de robo y hurto que exige la colocación
de un sistema de rastreo (CA-RH 02.01, 03.01). En las
cláusulas mencionadas es posible advertir que existen diferencias en cuanto a la calificación jurídica de la medida requerida y las eventuales consecuencias ante el incumplimiento, si bien, en líneas generales y desde un punto de
vista práctico, la falta de cumplimiento suele traer aparejada la inexistencia de prestación por parte de la aseguradora.
En consecuencia, cabe preguntarse cuál es la naturaleza
jurídica de las “condiciones de cobertura”, si pueden ser
calificadas como exclusiones (riesgos no asegurados) o
como cláusulas de caducidad de los derechos del asegurado o si forman parte de una categoría diferente de las mencionadas. Asimismo, resulta relevante determinar si encuentran su fundamento en la normativa legal y cuáles serían sus efectos en el contrato de seguro.
Para intentar dilucidar estos interrogantes efectuaremos
un breve repaso de los conceptos de caducidad de los derechos del asegurado, de exclusión de la cobertura de seguro y de agravación del riesgo.
II
La caducidad de los derechos del asegurado
STIGLITZ y STIGLITZ dicen que la caducidad legal o convencional siempre es una sanción. La primera es operativa
por la sola inejecución de la carga, mientras que la caducidad convencional se halla subordinada a un presupuesto
subjetivo, la culpa del asegurado, y a uno objetivo, como
es la influencia que el incumplimiento tuvo en la extensión
de la obligación asumida por el asegurador(1).
El efecto de la caducidad es que el asegurado pierde el
derecho a la garantía estipulada con relación al siniestro
respecto del cual no observó la carga a la que se hallaba
condicionado el ejercicio de su derecho(2).
(1) STIGLITZ, RUBÉN S. - STIGLITZ, GABRIEL A., Seguro contra la responsabilidad civil, 2ª ed. actualizada, págs. 338/339.
(2) Ibídem, pág. 339.
SERIE ESPECIAL
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DIRECTOR:
CARLOS A. ESTEBENET
SECRETARIO DE REDACCIÓN:
MARIANO P. CAIA
En estos casos, si bien existe un contrato de seguro vigente entre las partes, la aseguradora se exime de cumplir
con su prestación debido al incumplimiento del asegurado
con respecto a una conducta exigible, prevista en la ley o,
en su caso, en la póliza, sin perjuicio de que el asegurado
debe cumplir con el pago del premio pactado.
Su fundamento legal se encuentra en el art. 36 de la ley
17.418 que dispone: “Cuando por esta ley no se ha determinado el efecto del incumplimiento de una carga u obligación impuesta al asegurado, las partes pueden convenir
la caducidad de los derechos del asegurado, si el incumplimiento obedece a su culpa o negligencia...”.
Como señala LÓPEZ SAAVEDRA, las consecuencias del
incumplimiento por parte del asegurado de las cargas u
obligaciones impuestas por la Ley de Seguros son las que
resultan de la norma respectiva pero, si en la ley no se han
establecido expresamente los efectos del incumplimiento
de una carga u obligación por parte del asegurado, las partes pueden convenir la caducidad de los derechos del asegurado si el incumplimiento obedece a su culpa o negligencia(3).
Las cláusulas de caducidad deben expresar claramente
las circunstancias de hecho que comprenden.
Como vemos y se ha dicho en reiteradas oportunidades,
la caducidad es una sanción ante el incumplimiento del
asegurado a ciertas exigencias previstas en la ley o en la
póliza.
III
La exclusión de cobertura (no seguro)
El contrato de seguro cubre ciertos riesgos determinados, descriptos específicamente en el frente de la póliza.
Allí encontramos el nombre y domicilio de las partes, el
interés asegurado, los riesgos asumidos, la fecha de inicio
(3) LÓPEZ SAAVEDRA, DOMINGO M., Ley de Seguros comentada y
anotada, 1ª ed., La Ley, 2007, págs. 202/203.
CONTENIDO
DOCTRINA
Las llamadas “condiciones de cobertura” en el contrato de seguro, por Alejandro Kozaczyszyn ......................................................................................................................
1
JURISPRUDENCIA
CIVIL
Accidentes de Automotores: Colisión plural de automotores en movimiento: vehículo embistiente; responsabilidad; art. 1113 del cód. civil; daños y perjuicios; resarcimiento.
Daño Moral: Concepto: reparación. Intereses: Tasa aplicable (CNCiv., sala E, marzo 11-2013) ..................................................................................................................
3
CUENTA Nº 13.547
COMERCIAL
Seguro: Colectivo de vida: prescripción; plazo; cómputo; aseguradora; omisión de pronunciarse; siniestro; aceptación tácita; indemnización; cálculo (CNCom., sala C,
diciembre 4-2012).............................................................................................................................................................................................................................
5
Seguro: Colectivo de vida: siniestro; aceptación tácita; procedencia; pretensión indemnizatoria; aseguradora; omisión de pronunciarse; efectos (CNCom., sala C, diciembre
4-2012) ............................................................................................................................................................................................................................................
7
Seguro: Contrato de seguro: asegurado; culpa grave; oponibilidad; requisitos; ponderación; no configuración; uso de teléfono móvil en oportunidad de cruzar las vías
del ferrocarril y ocurrir el evento dañoso (CNCom., sala F, diciembre 6-2012) .......................................................................................................................................... 10
Seguros: Contrato de seguro: cumplimiento; interés asegurable; vehículo asegurado; condominio; efectos respecto del pago de la indemnización derivada del siniestro (CNCom.,
sala F, diciembre 7-2012)................................................................................................................................................................................................................... 14
CO
ARGE
CASA C
2
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
y fin de vigencia, la prima, la suma asegurada y las franquicias, en caso de existir, entre otros, conforme requiere
la reglamentación del art. 25 de la ley 20.091. Además, la
resolución 21.523 de la Superintendencia de Seguros de la
Nación exige que en el Anexo I de la póliza se consignen
en forma clara y destacada todas las exclusiones que se estipulen a la cobertura, haciendo expresa referencia en el
frente de la póliza.
Esto implica que los riesgos no incluidos en el objeto
de seguro como los excluidos expresamente no cuentan
con cobertura. En ambos casos, la compañía de seguros no
ha fijado ni ha percibido prima alguna por tales riesgos.
Señala MEILIJ que la determinación del riesgo se realiza
en dos etapas: en la primera se individualiza el riesgo y en
la otra se lo delimita (individualización y delimitación).
La individualización es la aclaración genérica del riesgo
que se va a asegurar, por ejemplo, riesgo de robo, incendio, daño. La delimitación del riesgo es la determinación
particularizada de las circunstancias que van a quedar
comprendidas o excluidas de la cobertura(4).
El riesgo debe ser individualizado, precisión que puede
resultar en forma positiva, por las limitaciones del riesgo
asumido, o en forma negativa, por las exclusiones enumeradas, sea en las condiciones generales o en las particulares de la póliza(5).
HALPERÍN distingue claramente la exclusión de ciertos
riesgos o no seguro de la caducidad. Con respecto a la exclusión de riesgos o no seguro, entiende que se trata de un
riesgo fuera de la garantía, es decir, es una falta de derecho. Para determinarlo no juegan para nada las nociones
de pena, sanción, culpa o mala fe, sino que es un problema
de extensión del contrato. Con respecto a la caducidad, señala que se refiere a un riesgo aceptado y en consideración
del cual se fijó la prima; el riesgo que se realiza es el asumido por el asegurador, pero que no se indemniza o no se
indemniza en la medida pactada, por la infracción del asegurado. Es decir, su efecto es la pérdida de un derecho, total o parcial(6).
Cabe señalar que, en algunos casos, la aseguradora no
acepta otorgar cobertura sobre ciertos riesgos, por normas
de suscripción de la compañía de seguros, redactadas dentro del margen de discrecionalidad necesario que debe
existir en toda actividad comercial.
En otros casos, es la Superintendencia de Seguros de la
Nación la que regula la cuestión a través de sus resoluciones generales.
Es decir, en el caso de las exclusiones de cobertura, se
trata de riesgos no cubiertos desde el inicio de la vigencia
del contrato de seguro, por los que la aseguradora no ha
percibido prima alguna.
IV
La agravación del riesgo
Para completar el análisis de este tema es relevante hacer una breve referencia a la agravación del riesgo asegurado.
Es evidente que el riesgo cubierto en el contrato de seguro puede variar a lo largo de la vigencia del contrato,
por diferentes circunstancias. Es por ello que reviste importancia que se mantenga el estado del riesgo tal cual se
encontraba en oportunidad de la contratación y, en caso de
agravación, se exige al tomador que informe al asegurador
(art. 38, ley 17.418).
Incluso el art. 37 de la Ley de Seguros dispone que
toda agravación del riesgo asumido que, si hubiese existido al tiempo de la celebración del contrato y que a juicio de peritos “hubiera impedido el contrato o modificado sus condiciones, es causa especial de rescisión del
mismo”.
Es que la prima se fija en función del riesgo, de ahí que
deba tenerse en cuenta la probabilidad del siniestro, la intensidad de éste, las variaciones del riesgo en el curso del
contrato(7).
En tal sentido, el art. 26 de la ley 20.091 dispone que
“las primas deben resultar suficientes para el cumplimiento de las obligaciones del asegurador y su permanente capacitación económico-financiera”.
(4) MEILIJ, GUSTAVO R., Manual de Seguros, 2ª ed. actualizada, Depalma, pág. 12.
(5) HALPERÍN, ISAAC, Seguros, 2ª ed. actualizada por Juan Carlos Félix Morandi, Depalma, t. II, pág. 542.
(6) Ibídem, t. I, pág. 383.
(7) Ibídem, t. I, pág. 393.
Es decir que, si por determinadas circunstancias aumentara la probabilidad de ocurrencia del siniestro o su intensidad, la prima debería incrementarse, a efectos de adecuarse al nuevo estado del riesgo. De este modo, la aseguradora podría ajustar sus reservas y preservar su solvencia
frente a eventuales siniestros.
Es evidente que el eje de la cuestión se encuentra en
mantener el equilibrio entre el riesgo asegurado desde el
inicio del contrato y la prima fijada como precio de la cobertura de seguro contratada.
Cabe mencionar que la agravación de riesgo, como indica BULLÓ, siempre implica un incremento en la probabilidad o en la intensidad de la producción del siniestro(8).
Es relevante señalar la diferencia entre la agravación de
riesgo, definida previamente, y la exclusión de cobertura.
La exclusión implica la voluntad cierta del asegurador de
no cubrir ese riesgo determinado(9).
De todos modos, si bien existe una diferencia conceptual entre ambos, es posible que supuestos de agravaciones de riesgo sean previstos en la póliza como cláusulas
de exclusión de cobertura. Por ejemplo, si una persona
contrata un seguro de responsabilidad civil con respecto a
un auto y afirma en la solicitud que el uso será particular
pero, posteriormente, lo utiliza con un uso comercial, es
evidente que existe una agravación del riesgo. Sin embargo, el cambio de uso también configura una exclusión de
cobertura. En efecto, las condiciones generales del seguro
automotor mencionan la siguiente exclusión: “Cuando el
vehículo sea destinado a un uso distinto al indicado en el
frente de póliza y/o certificado de cobertura sin que
medie comunicación fehaciente al asegurador en contrario, o cuando sufrieran daños terceros transportados en el
vehículo asegurado en oportunidad de ser trasladados en
virtud de un contrato oneroso de transporte, sin haberse
consignado tal uso o destino en el frente de póliza o certificado de cobertura”.
En tal sentido, la sala B de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Comercial dispuso el rechazo de la demanda de cobro de la suma asegurada en virtud del contrato de seguro automotor celebrado, iniciado como consecuencia del robo de una camioneta del actor, porque se
acreditó en autos que había sido utilizada como flete, pese
a que la cobertura había sido contratada considerando el
uso particular del rodado. La sala B señaló que el actor
agravó el riesgo al destinar el automóvil a un uso expresamente prohibido en la póliza e incurrió en un riesgo no
cubierto(10).
Por otro lado, desde un punto de vista probatorio, resulta más simple probar la ocurrencia de la exclusión de cobertura que acreditar la agravación del riesgo. En efecto,
tengamos en cuenta que el art. 37 de la Ley de Seguros requiere el juicio de peritos que, en principio, no resulta necesario en el supuesto de la exclusión de cobertura.
V
Las condiciones de cobertura. Naturaleza jurídica
Efectuada la distinción entre la caducidad del contrato
de seguro, la exclusión de cobertura o “no seguro” y la
agravación del riesgo, analizaremos las llamadas “condiciones de cobertura”.
El contrato de seguro puede incluir ciertos requerimientos expuestos expresamente en la póliza que deben ser
cumplidos para que la aseguradora cumpla con su prestación, en caso de ocurrencia del hecho previsto en el contrato. A modo de ejemplo, como hemos adelantado previamente, podemos citar la exigencia del cumplimiento de
medidas de seguridad en el seguro combinado familiar y
en el seguro de robo.
LÓPEZ SAAVEDRA opina que esta categoría no se encuentra prevista en la Ley de Seguros, que es similar a las
denominadas precedent conditions del derecho inglés y
que implica que no cumplidas tales condiciones precedentes el asegurador puede quedar liberado de responsabilidad en caso de que ocurra un evento siniestral que sea la
consecuencia del incumplimiento de tales condiciones(11).
Las llamadas “condiciones de cobertura”, ¿pueden ser
calificadas como cláusulas que contemplan la caducidad
(8) BULLÓ, EMILIO H., El derecho de seguros y de otros negocios vinculados, Ábaco, 1999, t. 1, pág. 198.
(9) Ibídem, pág. 199.
(10) CNCom., sala B, “Barila, Gregorio c. Seguros Bernardino Rivadavia Cooperativa Ltda. s/ordinario”, 17-9-08.
(11) LÓPEZ SAAVEDRA, DOMINGO M., Ley de Seguros..., cit., pág. 203.
de los derechos del asegurado o se trata de cláusulas de
exclusión de cobertura?
En la cobertura de robo de bienes mientras son transportados se suele exigir la colocación de un sistema de localización y de custodia armada, entre otras medidas.
En estas cláusulas, como en otras mencionadas previamente, se suele especificar cuáles serían las consecuencias
de la falta de cumplimiento de las medidas previstas. En
caso de incumplimiento, el asegurador quedará liberado
del pago de la indemnización.
Se ha dicho que debe rechazarse la pretensión contra el
asegurador por cobro de la indemnización por el robo de
mercadería ocurrido durante un transporte terrestre, aseguradas bajo una póliza que contenía una cláusula de custodia mediante seguimiento, incluida como condición de
emisión de la póliza, si al producirse el siniestro el vehículo transportador carecía de la custodia de dos personas armadas debidamente autorizadas conforme lo imponía la
citada cláusula(12).
Según LÓPEZ SAAVEDRA, se podría pensar que, en estos
casos, se está frente a una condición suspensiva en los términos del art. 545 del cód. civil. Es decir que, en caso de
que no se cumpliera con la condición, no habría cobertura
y por ende el asegurado carecería de derecho a ser indemnizado en el supuesto de ocurrir el siniestro(13). Para el
autor citado, se trata de un tema opinable, pero estima que
una condición de cobertura, sea que se la considere como
una condición suspensiva o como una exclusión de cobertura, parece presentar las características propias de una
carga u obligación convencionalmente pactada en los términos del art. 36 de la Ley de Seguros(14). En el derecho
civil se dice que una obligación es condicional cuando su
existencia depende de la ocurrencia de un hecho futuro e
incierto. La condición implica la subordinación de la
existencia de la obligación a un acontecimiento futuro e
incierto(15).
Según ALTERINI, AMEAL y LÓPEZ CABANA, la condición
reúne los siguientes caracteres: 1) es accesoria de la obligación o acto jurídico porque no es independiente sino que
su razón de ser es la obligación o acto de que se trate; 2) es
accidental del acto jurídico del que forma parte, ya que
normalmente no se encuentra en él; 3) es excepcional, por
lo que no se presume la existencia de la obligación sino
que debe ser probada por quien la alega y, en caso de duda, se reputa que el acto jurídico es puro y simple; 4) no es
coercible, porque en sí no constituye una obligación ni un
deber jurídico(16).
La condición puede tener funciones suspensiva o resolutoria. Es suspensiva cuando el nacimiento de la obligación está supeditado al acaecimiento de un hecho futuro e
incierto, conforme dispone el art. 545 del cód. civil(17).
Es decir, si la condición no se cumple, la obligación no
nace.
¿Es aplicable esta modalidad de las obligaciones al
contrato de seguro? Veamos.
La prestación de la aseguradora consiste en otorgar una
cobertura de seguro, con respecto al interés asegurado, cuya contraprestación es el premio. Es decir, el asegurado
paga el premio para contar con una cobertura de seguro
sobre ciertos riesgos, independientemente de que se produzca el siniestro o no. Como señala HALPERÍN, citando a
BRUCK, la obligación del asegurador tampoco es la prestación de la indemnización o pago del beneficio, porque
vendría a carecer de causa toda vez que el siniestro no se
produce o que el contrato se rescinde por cualquier causa.
Agrega que la obligación principal del asegurador consiste
en la asunción del riesgo, de la que resulta la secundaria de
indemnizar cuando se realiza(18).
En efecto, el asegurado contrata una cobertura de seguro para, en términos simples, tener la tranquilidad de que
ante la eventualidad de la ocurrencia del hecho previsto en
el contrato, el nivel del perjuicio sufrido quedará dentro de
los límites por él aceptados.
(12) CNCom., sala D, 26-6-02, “Las Bayas S.A. c. Cigna Cía. de Seguros”, RCyS, 2003-556, citado por LÓPEZ SAAVEDRA, DOMINGO M.,
Ley de Seguros..., cit., pág. 205.
(13) LÓPEZ SAAVEDRA, DOMINGO M., Ley de Seguros..., cit., págs.
203/204.
(14) Ibídem, pág. 204.
(15) ALTERINI, ATILIO - AMEAL, OSCAR - LÓPEZ CABANA, ROBERTO,
Derecho de obligaciones civiles y comerciales, Abeledo-Perrot, pág.
407.
(16) Ibídem, pág. 408.
(17) Ibídem, pág. 409.
(18) HALPERÍN, ISAAC, Seguros, cit., t. II, págs. 500 y 501.
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
Es decir, la prestación de la aseguradora consiste en
otorgar la “cobertura del riesgo” aun en el supuesto de que
el siniestro nunca se produzca.
Si bien la ocurrencia de un siniestro es un hecho futuro
e incierto, la obligación de la aseguradora no es condicional porque, si no se cumple la condición, la obligación es
considerada como si nunca hubiera existido.
Si la obligación del asegurador fuera condicional, ante
el incumplimiento de la condición la obligación no habría
nacido, por ende, tampoco habría nacido para el asegurado
la obligación de pagar la prima. En este caso, si el asegurado pagara la prima, se podría considerar que se trata de
un pago sin causa.
Señala BORDA que, mientras la condición suspensiva no
se ha cumplido, la obligación en rigor no ha tenido nacimiento. Agrega que si la condición no se cumple, la obligación es considerada como si nunca se hubiera formado
(art. 548, cód. civil)(19).
Podemos decir entonces que esta modalidad de los actos jurídicos no resulta aplicable a las llamadas condiciones de cobertura porque el contrato de seguro no es condicional; la compañía de seguros otorga la cobertura sobre
un riesgo determinado, emite la póliza y efectúa la reserva
correspondiente, mientras que el asegurado tiene la obligación de pagar la prima para contar con ella, independientemente de la ocurrencia del hecho previsto.
La existencia de las llamadas “condiciones” de cobertura en la póliza no convierte a la obligación de la aseguradora en “condicional”.
En efecto, el asegurado conoce desde el inicio de la cobertura cuál es el riesgo objeto del contrato así como las
exclusiones, condiciones y límites previstos en la póliza.
Nos inclinamos a pensar que la llamada condición de
cobertura describe ciertos presupuestos de hecho que delimitan el riesgo, objeto de la cobertura en el contrato de
seguro.
El incumplimiento por parte del asegurado de las condiciones pactadas implica la inexistencia de cobertura de
seguro.
Es decir, la obligación de la aseguradora está sujeta a
ciertos límites temporales, exclusiones, condiciones y delimitado por la descripción del riesgo asegurado, pero ello,
en nuestra opinión, no implica que la obligación sea condicional, considerando la normativa civil.
Señala BULLÓ que las obligaciones generadas por el
contrato de seguro no pertenecen, según nuestro derecho,
al terreno de las condicionales, pues el acontecimiento futuro e incierto que de producirse o no puede provocar el
pago de la indemnización o de la suma pactada, es típicamente un alea y no una condición. Agrega BULLÓ que el
seguro es un contrato aleatorio(20).
En caso de producirse la ocurrencia del hecho previsto
(siniestro) nacerá la obligación del asegurador de pagar la
indemnización.
Si bien una condición de cobertura puede ser redactada como una carga a cumplir por el asegurado, no por
ello pierde su carácter de cláusula que limita el riesgo cubierto.
Entiendo que la palabra “condición” en estas pólizas es
utilizada como “requisito” o “exigencia”, es decir, con un
sentido diferente del contemplado en la normativa civil al
regular las obligaciones sujetas a esta modalidad.
En consecuencia, el incumplimiento de la condición
por parte del asegurado implica una mayor exposición al
riesgo, porque aumenta la probabilidad de ocurrencia de
un evento generador de daño (agravación del riesgo) y, por
lo tanto, la compañía aseguradora debería haber percibido
una prima superior a la originalmente fijada o incluso, como hemos señalado, se podría tratar de un riesgo “no asegurable” de acuerdo a las políticas de suscripción de la
aseguradora.
En las condiciones de cobertura se describen los presupuestos requeridos para que el riesgo sea objeto de la cobertura. Si bien, como hemos señalado, el modo en que
suelen estar redactadas las condiciones de cobertura puede
dar lugar a pensar que estamos ante cargas a cumplir por
el asegurado, entendemos que se trata de limitaciones al
riesgo. Es más, aun en la hipótesis de considerar que se
trate de cargas a cumplir por el asegurado, el objeto de las
mencionadas cargas consiste en colocar el riesgo en el
(19) BORDA, GUILLERMO A., Tratado de derecho civil, parte general,
11ª ed. actualizada, Perrot, t. II, págs. 273 y 280.
(20) BULLÓ, EMILIO H., El derecho..., cit., t. 1, pág. 117.
marco de la cobertura contratada. Ante el incumplimiento,
el riesgo no estará cubierto.
Podemos ver que el sustento, tanto en la exclusión de
cobertura como en las condiciones de cobertura, se encuentra en que, en ambos casos, se delimita el riesgo cubierto.
La falta de cumplimiento del asegurado de una condición de cobertura no parece que pueda ser calificada como
“sanción”, como en un supuesto de caducidad derivado
del incumplimiento a una cláusula que impone una carga,
sino que directamente no existe cobertura porque el incumplimiento agrava el riesgo originalmente asegurado y
lo coloca fuera de la cobertura, en los términos de la cláusula correspondiente.
Según el Diccionario de la Real Academia Española
(22ª ed.), la palabra “sanción”, entre otras acepciones, remite a “pena que una ley o un reglamento establece para
sus infractores” así como “mal dimanado de una culpa o
yerro y que es como su castigo o pena”. Vemos que los requisitos exigibles para que un riesgo se encuentre dentro
de la cobertura, no pueden ser vinculados con estos conceptos, sino que estamos ante una situación objetiva; si se
cumple el requerimiento, el riesgo tendrá cobertura; en caso contrario, carecerá de ella y será un riesgo excluido.
Es decir, el incumplimiento de la condición implica la
ruptura del equilibrio previsto desde el inicio de la vigencia del contrato entre el riesgo asegurado y la prima.
Así como puede ocurrir con algunas cláusulas de exclusión, las condiciones de cobertura también pueden comprender expresamente, ante su incumplimiento, supuestos
de riesgos agravados, que no forman parte del objeto de
seguro y con respecto a los cuales la aseguradora no ha fijado prima alguna.
La aseguradora se exime de cumplir con su prestación
ante la falta de cumplimiento de determinadas medidas
por parte del asegurado, tendientes a mantener el estado
del riesgo del modo comprometido en oportunidad de celebrar el contrato.
Otra coincidencia importante que existe entre las cláusulas de exclusión de cobertura y las que disponen condiciones de cobertura está en que, en ambos casos, son oponibles a terceros en el seguro de responsabilidad civil, toda
vez que se trata de defensas anteriores a la ocurrencia del
hecho generador del daño (art. 118, Ley de Seguros).
En consecuencia, las condiciones de cobertura se asimilan a las exclusiones de cobertura porque en ambos casos: 1) se delimita el riesgo cubierto; 2) se preserva la
equivalencia requerida entre el riesgo asegurado y la prima, en los términos previstos por el art. 26 de la ley
20.091; 3) ante la falta de cumplimiento de la condición
por parte del asegurado se estará ante un riesgo no cubierto, sin que resulte relevante la buena o mala fe del asegurado; 4) la falta de prestación por parte de la aseguradora
ante el incumplimiento de la llamada condición no puede
ser calificada como sanción; 5) la exclusión de la cobertura y el incumplimiento a una condición fijada en el contrato son defensas oponibles al tercero en el seguro de
responsabilidad civil.
Como diferencia entre la exclusión de cobertura y la
condición podemos destacar que suele ocurrir que las
cláusulas de exclusión de cobertura se encuentran redactadas en términos negativos, por ejemplo: “No se cubre tal
riesgo”, mientras que las cláusulas que prevén condiciones
de cobertura suelen estar redactadas en términos imperativos, por ejemplo: “El asegurado deberá cumplir con tal
condición”.
Sin embargo, esta diferencia no parece sustancial ya
que no modifica la naturaleza de la cláusula porque se trata de una forma de redactar lo que en esencia son limitaciones a la cobertura. Una exclusión puede ser redactada
como condición así como una condición puede ser redactada como una exclusión.
VI
Conclusiones
Si bien la ocurrencia de un siniestro es un hecho futuro
e incierto, la obligación de la aseguradora no es condicional porque en ésta, si no se cumple la condición, la obligación es considerada como si nunca hubiera existido. Si la
obligación del asegurador fuera condicional, ante el incumplimiento de la condición tampoco habría nacido para
el asegurado la obligación de pagar la prima.
Las llamadas “condiciones de cobertura” participan de
la naturaleza de la exclusión de cobertura o “no seguro”
3
porque implican una delimitación del riesgo asegurado y
tienden a preservar el equilibrio necesario entre prima y
riesgo.
La consecuencia del incumplimiento del contratante del
seguro a la llamada condición de cobertura consistirá en la
inexistencia de una obligación por parte de la aseguradora,
porque se trata de un riesgo no cubierto.
El concepto de sanción no resulta aplicable ante un incumplimiento a una medida de seguridad o condición de
cobertura por parte del asegurado, toda vez que se trata de
un riesgo no cubierto.
La eventual buena o mala fe del asegurado resulta irrelevante al analizar su incumplimiento con respecto a las
condiciones de la cobertura del contrato.
Si bien una condición de cobertura puede ser redactada
como una carga a cumplir por el asegurado, no por ello
pierde su carácter de limitación al riesgo cubierto.
La aseguradora no fija prima alguna por el riesgo agravado que resulte del incumplimiento a la condición de cobertura.
En el caso del seguro de responsabilidad civil, el incumplimiento de la condición de cobertura como, por
ejemplo, una medida de seguridad, es oponible al tercero
reclamante porque se trata de una defensa anterior a la
ocurrencia del hecho generador del daño (art. 118, Ley de
Seguros).
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JURISPRUDENCIA
Accidentes de Automotores:
Colisión plural de automotores en movimiento: vehículo embistiente; responsabilidad;
art. 1113 del cód. civil; daños y perjuicios;
resarcimiento. Daño Moral: Concepto:
reparación. Intereses: Tasa aplicable.
1 – En la hipótesis de colisión entre rodados, la responsabilidad del dueño o guardián emergente de accidentes de tránsito producidos como consecuencia de una colisión plural de
automotores en movimiento no debe encuadrarse en la órbita
del art. 1109 del cód. civil. Quedando en pie la presunción de
responsabilidad que consagra el art. 1113 del cód. civil, incumbe a cada parte demostrar los eximentes que pudiera invocar, sea acreditando la culpa de la víctima o de un tercero
por quien no deba responder.
2 – La incapacidad transitoria, si impide el ejercicio de las tareas laborales, debe indemnizarse a través del lucro cesante,
en la medida en que este se acredite, pues se ha dicho que la
incapacidad permanente –sea para las actividades laborales
o de otra índole– debe ser resarcida aunque la víctima no
haya dejado de ganar, pues la integridad física perdida tiene
en sí misma un valor indemnizable. El lucro cesante, en cambio, conjuga las pérdidas experimentadas durante el tiempo
de inactividad o disminución de la actividad laboral, es decir
que responde a la incapacidad –total o parcial–, pero transitoria. En cambio, la incapacidad permanente absorbe al lucro cesante.
3 – La indemnización por daño moral, a los fines de su fijación, deberá tener en cuenta diversos factores, entre los que
merecen señalarse la gravedad de la culpa del autor del hecho, la existencia de perjuicios materiales, las condiciones
personales de aquel y de la víctima, etc., quedando también
todos ellos librados al prudente arbitrio judicial.
4 – En lo atinente a los gastos de farmacia, asistencia médica
y movilidad, la jurisprudencia ha prescindido de la exigencia
de la prueba concreta y documentada de este tipo de gastos
que, como los de farmacia, son necesarios para el tratamiento y recuperación de la víctima, dejando librado a la apreciación judicial la fijación de su monto, siempre que la acreditación del perjuicio esté debidamente comprobada y tengan adecuada relación con la importancia del tratamiento.
5 – Se ha establecido como doctrina legal obligatoria la tasa
activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a
treinta días del Banco de la Nación Argentina, la que debe
4
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
computarse desde el inicio de la mora hasta el cumplimiento
de la sentencia, salvo que su aplicación en el período transcurrido hasta el dictado de la sentencia implique una alteración del significado económico del capital de condena que
configure un enriquecimiento indebido. Se configura esa salvedad si la tasa activa mencionada se devengara desde el
momento mismo de producido el evento dañoso y hasta el del
efectivo pago, en la medida en que coexista con indemnizaciones fijadas a valores actuales, puesto que tal proceder representaría lisa y llanamente un enriquecimiento indebido a
favor del acreedor y en detrimento del deudor, que la justicia
no puede convalidar. S.M.C.
207 – CNCiv., sala E, marzo 11-2013. – B., R. O. y otro c. DOTA S.A.
línea de colectivo 44 y otros s/daños y perjuicios.
Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los
11 días del mes de marzo de dos mil trece reunidos en
acuerdo los Sres. Jueces de la Excma. Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Civil, Sala “E”, para conocer en el recurso interpuesto en los autos caratulados: “B. R. O. y otro
c/ DOTA S.A. línea de colectivo 44 y otros s/daños y perjuicios” respecto de la sentencia corriente a fs. 323/330 el
Tribunal estableció la siguiente cuestión a resolver:
¿La sentencia apelada es arreglada a derecho?
Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el siguiente orden: Sres. Jueces de Cámara Dres.
Dupuis - Racimo - Calatayud.
A la cuestión planteada el Dr. Dupuis dijo:
I. La sentencia de fs. 323/330, hizo lugar a la demanda
deducida por R. O. B. y M. E. B. y condenó a “Dota S.A.,
línea de colectivo 44, interno 231” a abonarles $ 24.400
con más los intereses a la tasa activa y las costas del proceso. Hizo extensiva la condena a “Argos Mutual de Seguros del Transporte Público de Pasajeros”.
De dicho pronunciamiento se agravian ambas partes.
La demandada y su aseguradora lo hacen de la responsabilidad y de la tasa de interés fijada, como así también de la
procedencia y monto de la condena, que consideran elevado, a la par que la actora se queja por sostener que son exiguos. La aseguradora cuestiona, además, lo decidido acerca de la inoponibilidad de la franquicia. Obvias razones de
método imponen el tratamiento, en primer lugar, de lo atinente a la responsabilidad.
II. A mi modo de ver, las manifestaciones vertidas en la
presentación de fs. 349/72, sólo contienen una simple disconformidad con el fallo apelado, sin que importen la crítica concreta y razonada de las partes que se atacan, ni
tampoco se demuestra las equivocaciones en que pudo haber incurrido el anterior sentenciante, por lo que, en definitiva, no cumplen con los recaudos que exige el artículo
265 del Código Procesal.
Es que dicha crítica, como se ha sostenido reiteradamente, debe consistir en la indicación detallada de los pretendidos errores, omisiones y demás deficiencias de hecho
y de derecho en que fundó el juez su decisión (conf. esta
Sala, L.16.580 del 19-6-85; ídem, c.17.143 del 29-9-85;
ídem, c.13.777 del 19-4-85; nº 12.543 del 2-5-85; nº
44.428 del 15-5-89; etc.).
De todos modos, y en aras al derecho de defensa, habré
de aplicar un criterio amplio en la valoración de la pretendida queja que, igualmente, lleva a desestimarla.
Aun cuando existía jurisprudencia encontrada en torno
a la normativa aplicable en la hipótesis de colisión entre
rodados, lo cierto es que esta Cámara en pleno, con fecha
10 de noviembre de l994 in re “Valdez, Estanislao Francisco c. El Puente S.A.T. y otro s/daños y perjuicios” resolvió
que “la responsabilidad del dueño o guardián emergente
de accidentes de tránsito producidos como consecuencia
de una colisión plural de automotores en movimiento, no
debe encuadrarse en la órbita del art. 1109 del Código Civil”. Esta interpretación es obligatoria tanto para la Cámara como para los jueces de primera instancia (art. 303 del
Código Procesal), por lo que frente a dicha doctrina legal,
nada más cuadra argumentar. Queda en pie la presunción
de responsabilidad que consagra el art. 1113 del Código
Civil, por lo que incumbe a cada parte demostrar los eximentes que pudiera invocar, sea acreditando la culpa de la
víctima o de un tercero por quien no deba responder. Y en
el caso, las apelantes no demuestran ninguna de estas situaciones, circunstancia ésta que sería más que suficiente
como para desestimar la queja.
Frente a las señaladas circunstancias, en particular la
localización de los daños, recobra vigencia el principio ju-
risprudencial sostenido por esta Sala, conforme al cual debe presumirse la culpa del conductor que, con la parte delantera de su rodado, embiste el lateral o la trasera de otro
que lo precedía (conf. CNCiv., Sala “A”, LL 117-691; Sala
“D”, ED, 25-416; sala “F”, en JA l965-VI-255, esta Sala,
causas 52.967 del 4-8-89, 56.914 del 20-11-89, 97.294 del
18-10-91 y 110.140 del 8-7-92, entre otras), como así también que pesa sobre dicho conductor la carga de la prueba
tendiente a destruir dicha presunción (conf. CNCiv., Sala
“A”, en ED 27-l00, esta Sala, causas nº 49.274 del 21-989, 57.242 del 16-11-89, 82.058 del 27-12-90 y 97.294 del
18-10-91).
Vale decir, que por aplicación de este principio, quedaba a cargo del demandado la demostración de la culpa de
la víctima o de un tercero por quien no debía responder
civilmente (conf. CNCiv., Sala “F” en LL l977-A-556, nº
34.007-S; esta Sala, causa nº 66.946 del 18-5-90, además
de las tres últimas citadas, entre otros), lo que aquí no sucedió.
Por lo demás, el conductor cuyo vehículo marcha detrás
de otro debe mantener el pleno dominio de su rodado y
conservar la distancia prudencial a fin de evitar el daño
producido por su imprudente conducción, por distracción
o por exceso de velocidad, que le impide detener a tiempo
su vehículo ante la disminución de la marcha en forma imprevista por el automóvil que lo precede (Sala “F”, ED,
44-880, nº 423; Sala “D”, ED, 44-880, nº 422; Sala “F”,
LL, 131-1016, etc.). Y en el caso, admitido como está que
fue el colectivo demandado quien con la parte delantera de
su vehículo embistió al rodado de la actora, sumado a que
el perito ingeniero sostuvo que el accidente se produjo
cuando el vehículo de la demandada embiste la parte trasera del vehículo del actor, concluyendo como muy probable
que aquél no haya mantenido una distancia tal que le hubiera permitido reducir su velocidad o frenar para evitar el
impacto y que no hay datos objetivos para justificar el relato efectuado por la parte demandada, sólo cabe concluir
en la improcedencia de la queja.
III. La pericia médica de fs. 264/65, luego del examen
de ambos actores, en cuanto a B. concluyó que éste sufrió, como consecuencia del accidente, esguince de región
cervical por hiperextensión (Grado I de la clasificación de
la QTF/1995) por las que fue atendido en el Hospital Bernardo Houssay de Vicente López, donde se efectúa estudio radiográfico que no evidencia lesiones, siendo medicado con analgésicos antiflogísticos y que en la actualidad no presenta secuelas valorables. Y en cuanto a M. E.
B., quien fuera atendida en el Sanatorio de la Trinidad,
donde conforme al estudio radiográfico, no evidencia lesiones, siendo también medicada de igual modo que el
anterior, sufrió esguince de región cervical por hiperextensión (Grado I de la clasificación de la QTF/1995), sin
que en la actualidad presente secuelas valorables y no tiene que efectuar tratamiento.
Frente a las conclusiones señaladas, parece claro que
ninguno de los actores presenta secuelas físicas que les hubieran producido alguna incapacidad permanente. Ello es
suficiente para desestimar la presente queja, máxime cuando esta Sala tiene dicho que la incapacidad transitoria, si
impide el ejercicio de las tareas laborales debe indemnizarse a través del lucro cesante, en la medida que éste se
acredite. Bien se ha dicho que la incapacidad permanente
(sea para las actividades laborales o de otra índole) debe
ser resarcida aunque la víctima no haya dejado de “ganar”,
pues la integridad física perdida tiene en sí misma un valor
indemnizable.
El lucro cesante, en cambio, conjuga las pérdidas experimentadas durante el tiempo de inactividad o disminución
de la actividad laboral, es decir, que responde a la incapacidad total o parcial, pero transitoria. En cambio, la incapacidad permanente absorbe al lucro cesante (ver Kemelmajer de Carlucci en Belluscio, Código Civil, coment. art.
l086, nº 12, c, pág. 218). Y si no hubiera pérdidas, sólo
queda el resarcimiento en caso de ser susceptible de producir daño moral y a través de este rubro.
En lo que hace al plano psicológico, la pericia de fs.
182/224, concluyó que R. O. B., pese a que poseía una
patología preexistente en una personalidad predispuesta,
como consecuencia del accidente porta una incapacidad
del 10%, conforme al baremo de Castex y Silva, siendo
necesario una psicoterapia para recuperar su equilibrio anterior que no era óptimo, pero que le permitía afrontar sus
obligaciones con normalidad. El costo de una sesión individual lo estimó en $ 100 y si bien la duración del proceso
terapéutico no se puede determinar a priori, parecería
equitativo que el actor recibiera los recursos necesarios
para cubrir 6 meses de psicoterapia y que luego se haga
cargo él mismo de sufragarla.
En cuanto a M. E. B. no hay indicios de que el accidente le haya ocasionado cambios que produjeran algún
tipo de desmedro en su vida personal, familiar, laboral y
social, ya que su separación no fue motivada por el accidente. Afirmó, además, que no corresponde indicar psicoterapia.
De lo hasta aquí expuesto, cuadra analizar la procedencia y monto de la incapacidad psíquica de B.
En esta inteligencia, habré de aplicar al caso el criterio
constante de la Sala, en el sentido de destacar como principio que el concepto de “incapacidad sobreviniente”
comprende toda disminución física o psíquica que afecte
tanto la capacidad productiva del individuo como aquella
que se traduce en un menoscabo en cualquier tipo de actividad que desarrollaba con la debida amplitud y libertad
(conf. votos del Dr. Calatayud en cc. 24.116 del 20-10-86,
43.169 del 18-4-89, 74.429 del 4-10-90, 82.214 del 18-291 y citas que formula de Kemelmajer de Carlucci en
Belluscio, “Código Civil...”, t. 5, pág. 219, núm. 13;
Llambías, “Tratado...”, “Obligaciones”, t. IV-A, pág. 120
y jurispr. cit. en nota 217; Cazeaux-Trigo Represas, “Derecho de las obligaciones”, 2ª ed., t. 4, pág. 272 y jurispr.
cit. en nota 93; votos del Dr. Mirás en las cc. 105.898 del
9-6-92 y 111.446 del 26-6-92).
Es que la integridad corporal de la persona tiene, por lo
común, un valor económico instrumental, como capital
destinado a ser fuente de beneficios, tanto económicos como de otra índole. Por ello, su afectación se proyecta necesariamente al futuro, cercenando o menoscabando probabilidades de desenvolvimiento, éxito e inserción en el
mundo de relación (conf. Zavala de González, “Daños a
las personas - Integridad sicofísica”, t. 2 a, pág. 41; esta
Sala, causa 124.883 del 22-3-93).
Para graduar la cuantía por este rubro debe apreciarse
un cúmulo de circunstancias, entre las cuales, si bien asume relevancia lo que la incapacidad impide presuntivamente percibir durante el lapso de vida útil, también es
preciso meritar la disminución de las posibilidades, edad
de la víctima, cultura, estado físico, profesión, sexo; es decir que el aspecto laboral es sólo un ingrediente a computar, pues el daño también se trasunta en la totalidad de la
vida de relación de aquélla (conf. esta Sala, mi voto en c.
45.623 del 22-5-89 y sus citas; voto del Dr. Mirás en c.
61.903 del 12-3-90 y sus menciones; voto del Dr. Calatayud en c. 45.086 del 10-5-89, entre muchos otros).
Se habrá de computar especialmente la incidencia en
las actividades que concretamente desarrollaba; su estado
civil; nivel socioeconómico; el hecho de que el resarcimiento contempla la totalidad de los aspectos del ser humano y su incidencia en él (ver L. nº 61.903, con voto del
Dr. Mirás, del 12-3-90; L. nº 45.086 del 10-5-89, con voto
del Dr. Calatayud; mi voto en L. nº 45.623 del 22-5-89,
entre varias otras).
En base a ello, y computando que el actor se encuentra
separado de su ex pareja, tiene un pequeño hijo, que a esa
época tenía unos pocos meses de vida, que su actividad
era efectuar cobranzas, lo que hacía con la moto en mensajería (fs. 169), 37 años de edad, situación económica y
social que resulta de los dichos de los testigos del beneficio de litigar sin gastos y demás circunstancias de autos,
es que habré de propiciar que se confirme la indemnización fijada, por considerarla equitativa (art. 165 del Código Procesal).
V. [sic] En cuanto a la indemnización por daño moral,
que la sentencia fijó en $ 5.000 para B. y $ 2.000 para B.,
esta sala en numerosos precedentes sostuvo que, a los fines de su fijación deben ponderarse diversos factores, entre los que merecen señalarse la gravedad de la culpa del
autor del hecho, la existencia de perjuicios materiales, las
condiciones personales de aquél y de la víctima, etc., quedando también todos ellos librados al prudente arbitrio judicial (conforme causas nº 43.169 del l8-4-89; 81.134 del
24-12-90 y 81.236 del 25-4-91; Sala “B”, ED, 57-455; Sala “D”, ED, 43-740; Sala “F”, ED, 46-564; etc.).
En base a tales pautas, teniendo en cuenta la entidad de
los hechos, falta de secuelas comprobadas; al menos en la
medida que se pretende; el sufrimiento que les produjo y
demás circunstancias de autos, es que considero que deberán confirmarse los importes fijados que resultan equitativos (art. 165 del Código Procesal).
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
VI. En lo atinente a los gastos de farmacia, asistencia
médica y movilidad, cuyo monto también se cuestiona, como bien recuerda la juez, la jurisprudencia ha prescindido
de la exigencia de la prueba concreta y documentada de
este tipo de gastos que, como los de farmacia, son necesarios para el tratamiento y recuperación de la víctima, dejando librado a la apreciación judicial la fijación de su
monto, siempre que la acreditación del perjuicio esté debidamente comprobada y tengan adecuada relación con la
importancia del tratamiento (conf. esta Sala, L. nº 7356 del
29-8-84 y sus citas; L. nº 51.594 del 20-9-86; L. nº 41.431
del 3-3-89; ídem, L. nº 64.814 del 26-4-90; Sala “C”, ED,
98-508 y sus citas; entre muchos otros).
No obsta a la admisión de la partida la pertenencia de la
víctima a una obra social, adhesión a su sistema de salud
prepago o su atención en hospital público, pues existe
siempre una serie de gastos que se encuentra a cargo de
los afiliados o parientes y que aquellos no cubren, sin perjuicio de que, cuando existe total o parcial orfandad de
prueba documental, en el monto a fijarse deben ser consideradas tales circunstancias (conf. esta Sala, causas nº
107.157 del 30-4-92, 113.652 del 24-8-92 y 127.547 del
19-4-93, nº 119.174 del 15-12-92 y 146.808 del 18-5-94,
con votos del Dr. Calatayud; causas nº 154.150 del 6-1094 y 164.495 del 23-3-95; Sala “M”, c. 61.766 del 27-391; Sala “C”, c. 129.891 del 2-11-93; etc.).
De allí, que en base a la importancia de las lesiones, es
que también habré de propiciar que se confirme el importe
fijado.
VII. La sentencia apelada fijó los intereses desde la fecha del hecho y hasta el momento del efectivo pago a la
tasa activa cartera general de préstamos –nominal anual
vencida a treinta días del Banco de la Nación Argentina– a
excepción de los rubros que mencionó, conforme al Plenario “Samudio”. De ello se agravia la demandada y su aseguradora, por considerar que las indemnizaciones se fijaron a valores actuales, por lo que dicha tasa recién deberá
aplicarse a partir de la sentencia. Y a mi juicio, les asiste
razón.
Con fecha 20 de abril de 2009 el Tribunal en pleno dejó sin efecto la doctrina fijada en los fallos “Vázquez,
Claudia Angélica c. Bilbao, Walter y otros s/daños y perjuicios” del 2/8/93 y “Alaniz, Ramona Evelia y otro c.
Transportes 123 SACI interno 200 s/daños y perjuicios”
del 23-3-04, que lo ratificó, estableciendo como doctrina
legal obligatoria la tasa activa cartera general (préstamos) nominal anual vencida a treinta días del Banco de
la Nación Argentina, la que debe computarse desde el
inicio de la mora hasta el cumplimiento de la sentencia,
salvo que su aplicación en el período transcurrido hasta
el dictado de dicha sentencia implique una alteración del
significado económico del capital de condena que configure un enriquecimiento indebido (“Samudio de Martínez Ladislaa c. Transportes Doscientos Setenta S.A. s/daños y perjuicios”).
La Sala considera que se configura esa salvedad si la tasa activa mencionada se devengara desde el momento mismo de producido el evento dañoso y hasta el del efectivo
pago, en la medida que coexista con indemnizaciones fijadas a valores actuales, puesto que tal proceder representaría lisa y llanamente un enriquecimiento indebido en favor
del acreedor y en detrimento del deudor, que la Justicia no
puede convalidar. Es que, sin lugar a dudas, en tal caso se
estaría computando dos veces la pérdida del valor adquisitivo de la moneda operado entre el hecho y la sentencia,
cuando en esta se contemplan valores a la época de su dictado; en tanto la referida tasa capta, en cierta medida y entre otros elementos, la depreciación de la moneda. Esta es
la doctrina que en forma reiterada aplicó la Sala, vigente la
anterior doctrina plenaria, que había receptado la tasa pasiva. Dicho enriquecimiento, en mayor medida se configura con la activa, cuya aplicación ahora se recepta (ver fallos de esta Sala en causas 146.971 del 16-6-94, 144.844
del 27-6-94 y 148.184 del 2-8-94, 463.934 del 1-11-06 y
492.251 del 19-11-07, entre muchas otras; Borda, Tratado
de Derecho Civil - Obligaciones, 8ª ed., t. I, pág. 338, nº
493; Casiello, Los intereses y la deuda de valor [Doctrinas encontradas y una saludable evolución de la jurisprudencia], en LL, 151-864, en especial, pág. 873, cap. V;
Durañona y Vedia y Quintana Terán, La depreciación de la
moneda y los intereses, en JA, 1970-7-332, en especial,
cap. V; esta Sala voto del Dr. Calatayud en c. 522.330 del
21-4-09). Y en el caso, según surge de la sentencia, los rubros se fijaron al tiempo del anterior pronunciamiento, por
lo que –si mi criterio fuera compartido– deberá aplicarse
la tasa del 6% anual.
VIII. La sentencia apelada declaró inoponible a la víctima la franquicia de $ 40.000 pactada, de lo que se agravia
la aseguradora.
Esta Sala ha descartado la aplicación del mencionado
plenario en la causa c. 502.145 caratulada “Del Águila,
Sonia Karen y otro c. Expreso General Sarmiento SAT y
otro s/daños y perjuicios” del 29-5-08 (ver LL, 2008-D,
254) que a la fortísima obligación moral de los fallos de
nuestro máximo tribunal con un grado de exposición
creciente en la definición de la doctrina correcta desde
sus orígenes en “Nieto”, pasando por “Cuello” y arribando al trío “Villarrreal” y los aludidos “Obarrio” y “Gauna”, se unen la desaparición de la obligatoriedad legal del
plenario por la descalificación de su fundamento y la
convicción en el sentido de que es correcto el criterio expresado por la minoría en el plenario del 13 de diciembre
de 2006.
Es por ello que ha decidido que la revocación de la doctrina establecida en la reunión plenaria por las decisiones
de nuestro más alto tribunal en la causas O.166.XLIII
(“Obarrio María Pía c. Microómnibus Norte S.A.”) y
G.327.XLIII (“Gauna Agustín c. La Economía Comercial
S.A. de Seguros Generales y otro”), ha hecho caer en este
particular tipo de casos la obligatoriedad de dicha decisión
de esta Cámara que impone el art. 303 del Cód. Procesal,
al considerarla que no es una razonable derivación del derecho vigente e impuesto como doctrina que la franquicia
del contrato de seguro es oponible a la víctima.
En tales condiciones y toda vez que tal es el criterio que
el tribunal comparte en este tipo de procesos (ver votos del
Dr. Racimo en la c. 509.349 del 19-8-08 y c. 550.693 del
5-7-10), corresponde hacer lugar al planteo efectuado por
la aseguradora y modificar la decisión apelada, debiéndose
liquidar el seguro en la medida contratada (art. 118 de la
ley 17.418).
En suma, si mi criterio fuera compartido, deberá confirmarse la sentencia apelada en todo cuanto fue materia
de queja, salvo en lo relativo a los intereses que se liquidarán en la forma dispuesta en el considerando VII y la
franquicia, que se declara oponible a la actora. Las costas
de Alzada se impondrán, de todos modos a la demandada
y su aseguradora, vencidas en lo principal, máxime cuando lo atinente al quantum indemnizatorio queda librado al
prudente arbitrio judicial y lo referido a la tasa de interés
y a la franquicia, se trata de cuestiones sobre las que no
existe criterio jurisprudencial uniforme (art. 68 del Código Procesal).
Los Sres. Jueces de Cámara Dres. Racimo y Calatayud
por análogas razones a las expuestas por el Dr. Dupuis votaron en el mismo sentido.
Y Vistos:
En virtud de lo que resulta de la votación de que ilustra
el acuerdo que antecede, se confirma la sentencia apelada
en todo cuanto fue materia de queja, salvo en lo relativo a
los intereses que se liquidarán en la forma dispuesta en el
considerando VII y la franquicia, que se declara oponible
a la actora. Las costas de Alzada se imponen a la demandada y su aseguradora. Los honorarios se regularán una
vez que se fijen los de la anterior instancia. Notifíquese y
devuélvase. – Juan C. G. Dupuis. – Fernando M. Racimo.
– Mario P. Calatayud.
Seguro:
Colectivo de vida: prescripción; plazo; cómputo; aseguradora; omisión de pronunciarse; siniestro; aceptación tácita; indemnización;
cálculo.
1 – Al seguro colectivo de vida motivo de autos le es aplicable
el plazo de prescripción trienal de la ley 24.240, pues se encuentra acreditado –y no controvertido– el vínculo jurídico
entre el proveedor –la aseguradora demandada– y el consumidor o usuario –el beneficiario actor– en los términos de
dicha ley, cuyo régimen protectivo tiene base constitucional.
Sin embargo, dado que el art. 3º de la ley citada establece
que sus normas deben integrarse con las normas generales y
especiales a las relaciones de consumo, cabe concluir que el
mencionado plazo de tres años debe computarse “desde que
5
la correspondiente obligación es exigible” (cfr. art. 58, inc.
1º, de la Ley de Seguros, aplicable como norma especial según lo previsto por el art. 3º, inc. 2º, de la ley 24.240).
2 – Siendo que, en el caso, la aseguradora se pronunció estando ampliamente vencido no ya el plazo del art. 49 de la
LS, sino que, en el mejor de los casos, el establecido por el
art. 56 de la LS computados desde la comunicación del siniestro, sin haber oportunamente ejercido su derecho de requerir información a los fines de verificar el siniestro, y en
su caso, determinar la eventual extensión de la indemnización, y sin haberse pronunciado sobre la procedencia de la
indemnización solicitada, cabe tener por configurada la
aceptación tácita de la indemnización pretendida por omisión de pronunciarse.
3 – Puesto que de la pericia realizada sobre los libros de la
aseguradora y del informe de la ex empleadora de la actora
sobre su propia contabilidad, resulta que el mejor sueldo informado por esta última a la aseguradora es inferior a la
mejor remuneración realmente percibida por el accionante,
cabe considerar que esta irregularidad, que redundó en una
reducción ilegítima de capital asegurado, no puede pesar en
el asegurado, por lo cual, la aseguradora no podrá limitar
su responsabilidad sobre la base de tal capital reducido, sin
perjuicio de los reclamos que oportunamente podrá efectuar
por las diferencias de capital informado.
4 – Dado que, en el caso, no fue probada la incapacidad alegada por el actor, cabe concluir que, ante la inexistencia del
siniestro, el mismo no puede considerarse tácitamente aceptado, pues la aceptación tácita no presupone el reconocimiento del siniestro reclamado, sino que es menester verificar previamente el nivel de invalidez alegado, a fin de determinar si efectivamente el actor se hallaba cubierto por la
póliza de seguro de vida colectivo objeto de autos (del voto
en disidencia del doctor GARIBOTTO). R.C.
208 – CNCom., sala C, diciembre 4-2012. – A., J. A. c. Caja de Seguros S.A. s/ordinario.
En Buenos Aires a los 4 días del mes de diciembre de
dos mil doce, hallándose reunidos los Señores Jueces de
Cámara en la Sala de Acuerdos, fueron traídos para conocer los autos seguidos por “A. J. A. c. Caja de Seguros
S.A. s/ ordinario” (expediente nº 109105.01), en los que,
al practicarse la desinsaculación que ordena el artículo 268
del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, resultó que la votación debía tener lugar en el siguiente orden:
Doctores Eduardo R. Machin (7), Julia Villanueva (9)
Juan Roberto Garibotto (8).
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente
cuestión a resolver.
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada a fs.
1092/1097?
El Señor Juez de Cámara Doctor Eduardo Roberto Machin dice:
I. La sentencia de fs. 1092/1097 declaró prescripta la
acción entablada por J. A. A. contra Caja de Seguros S.A.
y, en consecuencia, rechazó la demanda promovida por incumplimiento de contrato de seguro de vida colectivo.
Para resolver del modo en que lo hizo, refirió en primer
término, que el plazo de prescripción aplicable para las acciones fundadas en contratos de seguro, era el anual que
dispone el art. 58 de la ley 17.418.
En esa inteligencia, destacó que el curso del cómputo
podía iniciarse según el caso: (a) cuando el beneficiario
hubiese obtenido la jubilación por invalidez; (b) cuando
cesara la relación laboral; o (c) desde que tomara conocimiento cierto de la invalidez total y permanente.
Sobre esa base, merituó que atento a las constancias de
la causa cabía interpretar que, en el caso, el lapso determinante de la prescripción había comenzado a partir del cese
de la relación laboral, concluyendo entonces que al momento de iniciarse el procedimiento obligatorio de mediación –11.07.01– la acción se hallaba prescripta.
Por lo demás, en relación con la presentación de la solicitud del beneficio de incapacidad total y permanente ante
Celulosa Argentina S.A., ponderó que no cabía considerarlas pues, habiéndose desvinculado el actor de la empresa
en la que trabajaba, la denuncia de siniestro debió efectuarse ante la compañía de seguros.
II. De esa sentencia apeló el Sr. A. en fs. 1100. Fundó
su recurso en fs. 1109/1126, el que fue contestado por Caja
de Seguros S.A. en fs. 1128/1136.
6
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
Sus críticas pueden resumirse de la siguiente manera:
(a) cuestiona la interpretación que hizo la magistrado de
grado al considerar que la solicitud del beneficio de incapacidad total y permanente debió haberse presentado ante
la aseguradora y no ante su ex empleadora como lo hizo,
(b) dice que en tanto la denuncia resultó plenamente eficaz
y que la aseguradora no se pronunció en tiempo y forma,
por aplicación del art. 56 de la ley de seguros cabía tener
por operada la aceptación tácita del siniestro; (c) objeta la
fecha tomada por la a quo para el cómputo del plazo prescriptivo. Cita jurisprudencia aplicable al caso y señala que
no debió tomarse la fecha de finalización de la relación laboral, sino cuando el médico intervino, que fue cuando tomó efectivo conocimiento del grado definitivo de su dolencia, las causas laborales que la determinaron y su irreversibilidad; (d) juzga errónea la aplicación del art. 58 de
la ley de seguros con fundamento en que si la ley 17.418
prevé un plazo menor de prescripción al que dispone la ley
24.240, debe aplicarse el de esta última normativa –plazo
trienal–; (e) indica que en caso de revocarse la sentencia
de grado, el capital a percibir debe fijarse en treinta (30)
sueldos de $738,29, reclamando también la reparación por
el daño moral que habría padecido como consecuencia del
incumplimiento en el pago por una década de una indemnización que es alimentaria y propia del régimen consumista; (f) por fin, plantea la inconstitucionalidad del art.
10 de la ley 23.928, de la ley 25.561 y del art. 5 del decley 214/02 advirtiendo que no fue introducido en su demanda por haber sido iniciada con anterioridad al dictado
de las normas en cuestión.
III. Cursada vista en esta instancia a la Sra. Fiscal de
Cámara, ésta se pronunció en el sentido de rechazar el
planteo de inconstitucionalidad (v. fs. 1138/1139).
IV. (i) Trazado del modo expuesto el cuadro de situación de la controversia, entiendo que de entre las distintas
cuestiones sometidas a juzgamiento, la primera que resulta
dirimente definir es la concerniente al régimen de prescripción aplicable a casos como el de autos.
Una vez definido aquel interrogante, habré de examinar si conforme las pautas aplicables, la acción se halla
prescripta, para luego, en su caso, analizar la cuestión de
fondo.
(ii) Ahora bien, en torno a la prescripción del seguro
colectivo de vida, diré que contrariamente a lo merituado
por la sentenciante de grado, a mi juicio, el presente caso
debe ser encuadrado en el marco de la ley 24.240. Y el
fundamento de ello se basa en que la aplicación de dicho
ordenamiento se encuentra subordinada a la concurrencia
de un solo presupuesto, cual es, que se verifique lo que esa
misma ley denomina “relación de consumo”. Lo que en la
especie se identifica, pues, se encuentra acreditado –y no
controvertido– el vínculo jurídico entre el proveedor –en
el caso la demandada (aseguradora)– y el consumidor o
usuario –el actor (beneficiario)– en los términos de los
arts. 1, 2 y 3 de la L.D.C.
En tal sentido, es del caso recordar, que los derechos
del consumidor son una especie del género “derechos humanos”, derechos que reconocidos en la constitución y
tratados internacionales han sido llamados fundamentales, deviniendo tal denominación de su derivación constitucional.
Tal derecho de carácter protectorio constitucional, encuentra su validación en la circunstancia de vulnerabilidad
objetiva del consumidor, razón por la que el régimen legal
aplicable resulta ser de orden público, sustentándose la
efectividad de esos derechos en las siguientes notas: a) mínimo inderogable, por cuanto un contrato o una ley pueden reconocerlos de manera adicional, pero no ignorarlos
o reducirlos; b) operatividad, porque permiten en su caso
al juez aplicar el principio protectorio constitucional si está suficientemente especificado; c) inconstitucionalidad,
en caso de norma que se le oponga en grado de implicar la
derogación de la protección; y d) ineficacia contractual,
en relación a la cláusula abusiva, es decir, que restringe los
derechos de los consumidores.
En este marco, es de aplicación el art. 42 de la CN
“...Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho en la relación de consumo, a la protección de
su [...] seguridad e intereses económicos” conforme el denominado derecho a posiciones jurídicas, que ha de entenderse se aplica en relación a la regulación institucional del
mercado con finalidad protectoria de la posición jurídica
del consumidor.
Estas mismas consideraciones echan por tierra la posibilidad de argumentar que, por su carácter especial, el
plazo de prescripción de la ley de seguros debe prevalecer
por sobre el trienal de la ley 24.240 que es de carácter general.
Y esto, porque el derecho de los consumidores es un
microsistema que gira dentro del sistema de derecho privado, con base en el derecho constitucional. Por lo tanto,
las soluciones deben buscarse en primer lugar dentro del
propio sistema, pues como se refirió en el sub lite, ninguna
ley puede ignorar o reducir los derechos reconocidos por
esta ley al consumidor. Lo que además, el mismo legislador se encargó de resolver disponiendo que ante ese supuesto conflicto de leyes, sería aplicable el plazo de tres
años previsto en el art. 50, salvo que “...otras leyes generales o especiales...” fijaran uno más extenso.
Esta interpretación no prescinde de lo dispuesto en el
art. 3 de la L.D.C. en cuanto establece que las normas de
esa ley deben integrarse con las normas generales y especiales a las relaciones de consumo, sino que por el contrario, importa cumplir con tal mandato.
Y esto pues, como es obvio, esa “integración” no puede
sino conducir a una de estas dos consecuencias que no vienen impuestas por exigencias de lógica-jurídica: a) o ambas normas mantienen subsistencia por no tratarse de normas incompatibles; o b) una desplaza a la otra, lo cual sucederá cuando tal incompatibilidad sí se verifique, deberá
ser resuelto a la luz de la consigna que esa misma norma
–el citado art. 3º– establece en su tercer párrafo, esto es,
haciendo prevalecer la solución que sea más favorable al
consumidor.
En síntesis, la prescripción de las acciones fundadas en
el contrato de seguro es, en principio, de tres años, plazo
que debe computarse “desde que la correspondiente obligación es exigible” (cfr. art. 58, inc. 1º, de la ley de seguros, aplicable como norma especial según lo previsto por
el art. 3º, inc. 2º, de la ley 24.240).
(iii) En torno a la fecha a partir de la cual debe computarse el plazo, en el caso, Sr. A. pretende valerse del día en
que se presentó ante su médico de cabecera, para decir
que fue en ese entonces que conoció su dolencia, y no antes. Pues bien, cabe resaltar que fue el propio actor quien
al relatar los hechos en su demanda explicó que había tomado conocimiento de su incapacidad con el cese de la relación laboral. De manera que no es dable ahora que invoque un momento distinto para señalar el día en que se tornó exigible la obligación de la demandada. Además,
tampoco obran en la causa otros elementos que permitan
apartarse de aquella hipótesis, pues, el único documento a
través del cual es posible establecer la fecha del inicio de
la enfermedad es el formulario de “Solicitud del Beneficio
de Incapacidad Total y Permanente”, del que surge “fecha
indeterminada” (v. copia de formulario reservada bajo sobre nº 42.629).
Por consiguiente, no puede sino tomarse la fecha del fin
del vínculo laboral para el inicio del plazo de prescripción
(11.02.00), y concluir que habiéndose iniciado el proceso
de mediación el 11.07.01, la acción no se hallaba prescripta.
(iv) Sentado ello, corresponde ingresar sobre la procedencia del reclamo de indemnización previsto en la póliza
de seguros que unía a las partes.
Pues bien, en lo relativo a la denuncia efectuada ante
Celulosa Argentina S.A. es del caso resaltar que fue la propia aseguradora quien designó a la empleadora para que
actuara como intermediaria entre ella y el asegurado (v.
art. 15 de las Condiciones Generales de la Póliza, fs.
190/191). Por lo tanto, si de los términos de la póliza cabe
inferir que el actor sólo debía entregar la denuncia del siniestro al principal, no es dable pretender que actúe de un
modo distinto al diseñado por ella misma. Es por lo que la
denuncia efectuada resultó plenamente eficaz para el comienzo del cómputo de los plazos previstos por los arts.
46, 49 y 56 de la ley de seguros.
En el caso, tratándose de un supuesto de seguro de persona, resulta aplicable el párrafo segundo del art. 49 L.S.
en cuanto establece expresamente que el pago se hará dentro de los quince días de notificado el siniestro, o de acompañada, si procediera, la información complementaría del
art. 46, en sus párrafos segundo y tercero; es decir, el asegurador debe dentro del plazo señalado pagar la indemnización pretendida o declinar la responsabilidad si así lo
considera.
Es así que los seguros de personas y los seguros de daños patrimoniales se diferencian, en punto al cómputo del
plazo para la exigibilidad del pago, en que mientras los
primeros su cómputo es a partir de los quince días de la
notificación del siniestro; en los segundos, su cómputo es
vencido el plazo del art. 56, a los quince días de fijado el
monto de la indemnización o de la aceptación de la indemnización ofrecida.
En ambos casos de seguros, a partir de la denuncia, nace para el asegurador el derecho de requerir –y la carga
del asegurado de suministrar– toda la información necesaria para verificar el siniestro y determinar la extensión
de la eventual indemnización a su cargo permitiéndole
llevar a cabo todas las indagaciones que fueran del caso
conforme párrafos segundo y tercero del art. 46 L.S. y
consecuentemente, la obligación legal de expedirse –art.
56 L.S.– bajo la sanción de interpretarse –la omisión– como lisa y llana aceptación de la pretensión indemnizatoria
del asegurado.
Por lo que puede decirse, a modo de resumen, que si
bien los seguros de personas y de daños patrimoniales,
presentan en líneas generales soluciones similares, difieren esencialmente: a) en que el plazo para el pago no es el
de quince días una vez vencido el plazo del art. 56 (quince
días, desde la notificación del siniestro); y b) que no se
aplica el plazo de treinta días del art. 56 de la L.S. para
pronunciarse sobre la indemnización pretendida (dentro
del mismo plazo fijado para el pago, es que debe pronunciarse sobre la procedencia de la indemnización).
En esa línea, siendo que, en el caso, la aseguradora se
pronunció mediante CD 402737409 AR el 22.06.01 (v. documentación reservada en sobre nº 42629), esto es, ampliamente vencido no ya el plazo del art. 49 de L.S., sino
que en el mejor de los casos el establecido por el art. 56
L.S. computados desde la comunicación del siniestro, sin
que hubiese en tiempo oportuno ejercido su derecho de requerir información alguna –a los fines de verificar el siniestro, y en su caso, de corresponder determinar la eventual extensión de la indemnización– ni se hubiese pronunciado sobre la procedencia de la indemnización solicitada
que procede a tenor del juego armónico de los arts. 46
–párrafos segundo y tercero–, 49 –párrafo segundo– y 56
de L.S. cabe tener por configurada la aceptación tácita de
la indemnización pretendida por omisión de pronunciarse.
Este deber de pronunciarse tiene el carácter de una carga, ya que la ley castiga el silencio de la compañía durante el plazo legal con la presunción iuris et de iure de aceptación de las consecuencias del siniestro por parte de esta
última.
Es así que en nuestro régimen legal la sola omisión de
pronunciarse temporáneamente resulta por sí misma relevante como productora de efectos jurídicos, y su sola configuración obsta a toda posible consideración de los argumentos que con posterioridad al vencimiento del plazo pudiera invocar la compañía para excusar su responsabilidad,
incluso aún cuando aquellos pudieran haber sido justificados o hubieran podido liberar al asegurador en caso de haber sido esgrimidos en término.
Pues bien, analizados los antecedentes de autos a la luz
de las precisiones conceptuales precedentemente efectuadas, no puede sino concluirse, cualquiera fuese el prisma
desde el cual la cuestión sea interpretada, que la compañía
de seguros demandada no se pronunció en tiempo oportuno en relación al derecho del asegurado (cfr. arts. 46, 49 y
56 de la L.S) por lo que la solución del juez ha de ser modificada.
En síntesis, he de concluir que ante el silencio de la aseguradora –art. 56 de la ley 17.418– hubo aceptación tácita
de la pretensión de indemnización formulada, procediendo
en consecuencia la acción promovida por el actor.
v) Establecida la exigibilidad del pago al asegurado por
parte de la Cía. Aseguradora en razón del siniestro corresponde establecer el capital a percibir, por el asegurado.
(a) No sin antes, dejar sentado, que el momento para
determinar la eventual extensión del daño quedó agotado
en la oportunidad prevista por el juego armónico de los
arts. 46, 49 y 56 de la L.S. como en el apartado precedente
se estableciera. Cabe señalar, que en el presente caso, teniendo la demandada la posibilidad de haber ejercido el
derecho de requerir la información necesaria para verificar
el siniestro, y en su caso determinar el eventual grado de
incapacidad del asegurado, nada realizó en tal sentido. Es
por lo que no corresponde en esta instancia judicial, reabrir una cuestión zanjada al producirse la aceptación tácita. Esto, por cuanto lo aceptado tácitamente no puede escindirse en lo concreto, sin desdibujar la finalidad de la
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
norma. De modo que la misma abarca en forma integral,
sin cortapisa, a la totalidad de la pretensión de indemnización, con la única limitación que naturalmente surge de la
propia formulación por parte del asegurado de la comunicación del siniestro.
(b) Ingresando al tema, solicitó el actor se calcule el capital asegurado en base al mejor sueldo percibido para calcular la indemnización de la póliza en cuestión.
Al respecto, el perito contador (fs. 764/765), dictaminó
que los capitales asegurados individuales deben calcularse
sobre la base de un múltiplo de 30 sueldos básicos, según
surge del art. 7 de las condiciones especiales de la póliza
(v. respuesta h de los puntos periciales de la parte actora).
Agregando que “Para el cálculo del capital asegurado se
debe computar los sueldos informados por el Principal, y
dicho capital asegurado quedará automáticamente modificado cada vez que se produzca un incremento de sueldos
y/o salarios...y en los casos de disminución de sueldos se
mantendrá el último capital asegurado, salvo que el interesado solicitare por escrito su reducción que se operará
al término del periodo por el cual se hubieran cubierto
primas...” (v. respuesta j de los puntos periciales de la parte actora) y estableciendo, en base a la contabilidad de la
aseguradora, que el mejor sueldo del actor es el denunciado por el principal al mes de enero de 2000, que ascendió
a $ 507,85 (v. respuesta c de los puntos periciales de la
parte demandada).
Por su lado, Celulosa Argentina S.A., informa a fs. 854
como mejor remuneración la percibida por el actor en el
mes de diciembre de 1995 en la suma de $ 738,29.
Es así, que frente a la disminución del capital asegurado, conforme resulta de las diferencias de sueldos que da
cuenta la pericia realizada sobre los libros de la aseguradora y el informe de la ex empleadora de la actora sobre su
propia contabilidad, va de suyo que el capital asegurado
fue disminuido sin que se haya exhibido la conformidad
del asegurado prevista en la póliza de seguros que da
cuenta el perito en el punto j de su experticia. Por lo que
debió mantenerse este mejor sueldo referido como último
capital asegurado.
Tal irregularidad –reducción ilegítima de capital asegurado– no puede pesar en el asegurado, y la aseguradora no
podrá limitar su responsabilidad sobre la base de tal capital reducido, sin perjuicio que de corresponder podrá efectuar –la aseguradora– los reclamos que correspondiese por
las diferencias de capital informado.
Así las cosas, considero que el salario que debe tomarse
para el cálculo de la indemnización será el de $ 738,29
conforme lo informado por Celulosa Argentina S.A. a fs.
854, por lo que multiplicado por 30 corresponde establecer el capital asegurado en la suma de $ 22.148,70.
Que habiendo la accionada incurrido en mora automática por falta de pago del siniestro en los términos del art.
51, L.S. corresponde establecer el pago de intereses sobre
el capital desde la fecha de mora –16/10/00– y hasta su
efectivo pago, calculados según la tasa activa BNA sin capitalizar (cfr. C.N.Com., en pleno, in re: “Calle Guevara
Raúl s/ revisión de plenario”, 25/08/03 y C.N.Com. en pleno, in re “Sociedad Anónima La Razón s/ quiebra s/ inc.
pago profesionales” del 27/10/94).
(c) En cuanto al daño moral reclamado por el asegurado
sobre la base de que la falta de cumplimiento de la aseguradora le produjo un padecimiento influyendo desfavorablemente en su carácter, comportamiento personal y estado anímico dado que una incapacidad total como la suya
le imposibilita trabajar y por lo tanto obtener ingresos económicos.
Aun cuando se sostuviera que dentro de la órbita de la
responsabilidad contractual –como la presente– prima un
criterio restrictivo en materia de reparación del daño
moral (cfr. Llambías, J. J., “Tratado de Derecho CivilObligaciones”, T. I, p. 353; Cazeaux-Trigo Represas,
“Derecho de las Obligaciones”, 2da. ed., T. I, p. 382; Cichero, “La reparación del daño moral en la reforma de
1968”, ED, 66-157; Borda, “Tratado de Derecho CivilObligaciones”, T. I, p. 195, nro. 175, ed. 1979) no puede
dejar de valorarse que en casos como el presente se pretende la satisfacción de la obligación proveniente de un
contrato de seguro colectivo de vida e incapacidad llamado a cumplir una función asistencial. Es por lo que debe
considerarse que lo que está en juego son los sentimientos de las personas y no la suerte del negocio; es decir, no
la angustia propia del mundo de los negocios, por lo que
no puede aplicarse el mismo criterio de estrictez que rige
para el comerciante (conf. C.N.Com., Sala A, in re: “Rodríguez, Víctor Arilio c/ Caja de Seguros de Vida S.A.”
del 6.4.10).
Es por lo que tengo para mí que el actor debió sufrir padecimientos, por la falta de contar con la indemnización
debida, que habrán de haber afectado sus más profundos
sentimientos. Es en este contexto que cabe tener por acreditado el daño y la relación de causalidad con el hecho en
cuestión. Ahora bien, no puedo dejar de advertir las faltas
de mayores elementos en la causa para establecer un quantum como el peticionado por el actor. Es así que habré de
establecer el ítem en cuestión conforme lo prescribe el art.
165 del CPCC en la suma de pesos dos mil ($ 2.000) a la
fecha del dictado de la presente sentencia, suma a la que
deberá adicionarse intereses calculados a la tasa establecida en el acápite precedente y desde la fecha de la sentencia
hasta su efectivo pago.
(d) En lo que respecta al agravio formulado en relación
a la moneda de pago –dólares estadounidenses– el mismo
corresponde ser desestimado por la falta de seriedad del
planteo formulado.
En efecto, mal puede haber pensado el actor que por
cobrar su remuneración en una moneda convertible, que
tal remuneración era en dólares, y que por tal circunstancia, el capital asegurado fuera en moneda extranjera.
Igual suerte ha de correr el pedido de actualización, por
cuanto el pedido de inconstitucionalidad formulado carece
de argumento que conmuevan la legalidad y razonabilidad
de las normas atacadas. Por lo que corresponde desestimar
el pedido de actualización de la deuda reclamada, a tenor
de lo dispuesto por la ley 23.928, cuya vigencia ha sido
mantenida conforme la ley 25.565.
V. Por los argumentos expuestos, si mi criterio fuera
compartido por mis distinguidos colegas, corresponderá
estimar parcialmente los agravios del actor, y en consecuencia, revocar la sentencia de grado haciendo lugar a la
demanda promovida por la suma de $ 22.148,70, en concepto de capital asegurado y la suma de $ 2.000 en concepto de daño moral, en ambos casos con más sus intereses, conforme la pauta fijada en los acápites IV (v) b) y c)
respectivamente. Desestimar los agravios por la moneda
de pago y desvalorización y rechazar la inconstitucionalidad planteada. En cuanto a las costas de Alzada, habida
cuenta el resultado del recurso estimo conveniente imponérselas a la demandada vencida (cfr. Art. 68 del CPCCN).
Así voto.
Por análogas razones, la Señora Juez de Cámara Doctora Julia Villanueva adhiere al voto anterior.
El Dr. Garibotto dice:
Si bien comparto la solución propuesta por el sr. vocal
preopinante en lo que concierne al régimen de prescripción aplicable y a lo dispuesto respecto del LS 56, considero que la sentencia de grado debe ser confirmada por los
motivos que paso a exponer.
Es claro, como fue señalado por el Dr. Machin que la
aseguradora se pronunció encontrándose vencido el plazo
de 30 días fijado en el art. 56 de la ley citada.
Empero, y tal como lo sostuvo esta Sala en anterior integración in re “Martínez Bernardo Francisco c/ Caja de
Seguros”, del 23.4.10, para que el siniestro pueda considerarse tácitamente aceptado, debe haber habido siniestro.
Pues la aceptación tácita no presupone el reconocimiento del siniestro reclamado, ya que es menester verificar previamente el nivel de invalidez alegado a fin de determinar si efectivamente el actor se hallaba cubierto por
la póliza.
En el caso, el accionante, a fin de acreditar su dolencia,
sólo acompañó el formulario de “Solicitud del Beneficio
de Incapacidad Total y Permanente” (fs. 8) que no contiene más que determinadas afecciones pero ningún porcentaje de incapacidad.
Asimismo, habiendo ofrecido prueba pericial médica y
psicológica, no sólo no se presentó ante las reiteradas citaciones (ver fs. 514, 516, 523 y 534) sino que tampoco se
realizó los estudios ordenados por el médico designado ni
acompañó exámenes previos (fs. 943/4 y 1029). Pero aún
más, desistió de la prueba pericial médica en fs. 862.
Agréguese a ello que tanto el médico clínico como el
Servicio de Psicología del Cuerpo Médico Forense respondieron que les era imposible determinar si el actor presentaba o no patologías con las constancias de autos, debido a su incomparecencia ante las citaciones efectuadas (fs.
608/9 y 611).
7
Como consecuencia de ello, considero que no fue probado en autos la incapacidad alegada por el actor, encontrándonos en consecuencia con inexistencia del siniestro,
por lo que corresponde confirmar –por los argumentos expuestos– la sentencia apelada y rechazar la demanda.
Así voto.
Con lo que terminó este acuerdo que firmaron los señores Jueces de Cámara doctores: Eduardo R. Machin, Juan
R. Garibotto (en disidencia), Julia Villanueva. Ante mí:
Rafael F. Bruno. Es copia de su original que corre a fs. del
libro de acuerdos Nº Excma. Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial de la Capital Federal Sala “C”.
Buenos Aires, 4 de diciembre de 2012
Y Vistos:
Por los fundamentos del acuerdo que antecede se resuelve modificar parcialmente la sentencia de grado y, en
consecuencia, condenar a la Caja de Seguros S.A. a pagar
al actor $ 24.383,60 como indemnización y $ 2.000 por
daño moral. A ambas sumas se le adicionarán los intereses
según lo que surge del Consid. (ii) b y c. Las costas de ambas instancias se imponen a la demandada que ha resultado vencida.
Notifíquese por Secretaría. – Eduardo R. Machin. – Julia Villanueva. – Juan R. Garibotto (en disidencia) (Sec.:
Rafael F. Bruno).
Seguro:
Colectivo de vida: siniestro; aceptación tácita; procedencia; pretensión indemnizatoria; aseguradora; omisión de pronunciarse;
efectos.
1 – Siendo que, en el caso, la aseguradora se pronunció estando ampliamente vencido no ya el plazo del art. 49 de la LS,
sino, en el mejor de los casos, el establecido por el art. 56 de
la LS computados desde la comunicación del siniestro, sin
haber oportunamente ejercido su derecho de requerir información a los fines de verificar el siniestro y, en su caso, determinar la eventual extensión de la indemnización, y sin haberse pronunciado sobre la procedencia de la indemnización
solicitada, cabe tener por configurada la aceptación tácita
de la indemnización pretendida por omisión de pronunciarse.
2 – El deber de pronunciarse sobre la pretensión indemnizatoria del asegurado tiene el carácter de una carga, ya que la
ley castiga el silencio de la compañía de seguros durante el
plazo legal con la presunción iuris et de iure de aceptación
de las consecuencias del siniestro por parte de esta última,
de modo que la sola omisión de pronunciarse temporáneamente obsta a toda posible consideración de los argumentos
que con posterioridad al vencimiento del plazo pudiera invocar la compañía para excusar su responsabilidad, incluso
cuando aquellos pudieran haber sido justificados o hubieran
podido liberar al asegurador en caso de haber sido esgrimidos en término. Por lo cual, dado que en el caso la aseguradora demandada no se pronunció en tiempo oportuno con relación al derecho del asegurado (cfr. arts. 46, 49 y 56, LS),
cabe concluir que hubo aceptación tácita de la pretensión de
indemnización formulada, por lo que procede, en consecuencia, la acción promovida por el actor.
3 – Por no haber sido probada la minusvalía que el demandante dijo portar, cabe concluir que la ocurrencia del siniestro tampoco lo fue, por lo cual, no puede sostenerse que la
aseguradora hubiere aceptado tácitamente un siniestro que
no se probó haber existido (del voto en disidencia del doctor
GARIBOTTO).
4 – La vigencia del contrato de seguro colectivo se halla subordinada a la duración del contrato básico, cual es el contrato de trabajo, por lo cual, si desde que se produjo el cese
del vínculo laboral el actor dejó correr casi ocho meses para
luego presentar su denuncia ante su ex empleadora, cabe
concluir que esa tardía denuncia no produjo efecto alguno
ante la aseguradora, toda vez que la cobertura cesó cuando
el demandante dejó de prestar sus servicios a la tomadora
del seguro y, por lo tanto, no fue operativo el reconocimiento
tácito del siniestro previsto por el art. 56 de la la ley 17.418,
puesto que la obligación de pronunciarse acerca del derecho
del asegurado que recae sobre la compañía de seguros encuentra una excepción en los casos en que el evento se pro-
8
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
duce luego de que el contrato se ha extinguido (del voto en
disidencia del doctor GARIBOTTO).
5 – El incumplimiento de la carga prevista en el art. 56 de la ley
17.418 no es invocable cuando –como en el sub lite– se trata
de situaciones de no seguro, puesto que en los casos de seguros colectivos el deber en cabeza de la aseguradora de pronunciarse presupone, como condición sine qua non, la existencia de un contrato de seguro que lo vincule al destinatario
de ese pronunciamiento, es decir, de un contrato de seguro vigente (del voto en disidencia del doctor GARIBOTTO). R.C.
209 – CNCom., sala C, diciembre 4-2012. – B., A. M. c. Caja de Seguros S.A. s/ordinario.
En Buenos Aires a los 4 días del mes de diciembre de
dos mil doce, reunidos los Señores Jueces de Cámara en la
Sala de Acuerdos fueron traídos para conocer los autos:
“B., A. M. c. Caja de Seguros S.A. s/ordinario” (expte. nº
35.529/00 Com. 15 Sec. 29), en los que al practicarse la
desinsaculación que ordena el artículo 268 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación debía tener lugar en el siguiente orden: doctores
Garibotto, Machin y Villanueva.
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente
cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs.
732/40?
El Señor Juez de Cámara, doctor Juan Roberto Garibotto dice:
I. LA LITIS Y LA SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA
i. A. M. B., que adujo haber sido empleado de Siderca
S.A. y beneficiario de sendos contratos de seguro de vida
colectivo instrumentados en las pólizas nº 13.071 y
9.873.397, demandó a Caja de Seguros S.A. por cobro de
$ 51.480 e intereses.
Dijo ser portador de una incapacidad absoluta y permanente, haber denunciado el siniestro ante su empleadora a
quien calificó como mandataria de la compañía de seguros, y afirmó que ésta guardó silencio y, por ende, que el
siniestro fue tácitamente admitido.
Con ese sustento, una vez reseñadas las afecciones que
indicó padecer, demandó el resarcimiento tarifado en sendos contratos y, también, ser indemnizado del daño moral,
todo ello con más intereses sancionatorios.
ii. Caja de Seguros S.A. resistió la pretensión.
Opuso al progreso de la acción la excepción de prescripción, que basó en el desconocimiento de la fecha en
que se produjo el cese del vínculo laboral del demandante
con su empleadora, y en la ignorancia acerca de si el actor
se halló o no incluido en la póliza contratada por Siderca
S.A. Afirmó que en el caso había corrido el plazo anual
previsto por la ley 17.418: 58.
En subsidio respondió la demanda cuyo rechazo solicitó, luego de desconocida la documentación aportada al expediente y de negada la veracidad de los hechos expuestos
por su contradictor.
iii. El sr. juez a quo receptó parcialmente la pretensión.
Basado en la pericia contable incorporada a las actuaciones y en un informe producido por Siderca S.A., luego
de señalar la escasa colaboración brindada por Caja de Seguros S.A. en orden al esclarecimiento de la relación existente entre las partes, el primer sentenciante señaló que si
bien la primera había contratado dos pólizas con la segunda, aquella nº 9.873.397 era ajena al caso de autos.
En lo que concierne a la restante –nº 13.071– cuya cobertura reputó vigente hasta el 30.4.99, basado en lo previsto en la cláusula 15ª de las Condiciones Generales de la
póliza, el magistrado consideró probado que el siniestro
había sido denunciado mediante la recepción por Siderca
S.A., el 3.12.99, de la solicitud de beneficio; y agregó que
el actor había conocido su incapacidad por medio de un
informe médico, el 18.4.99 y, por ende, dentro del plazo
de vigencia del contrato.
Sustentado en los arts. 46, 49 2º párrafo y 56 de la Ley
de Seguros, en las cláusulas del contrato que mencionó, en
los precedentes a los que remitió y en la ausencia de pronunciamiento por parte de la aseguradora, juzgó el a quo
que el siniestro resultó tácitamente aceptado, y fijó la indemnización correspondiente en la suma de $ 12.487 equivalente a 20 salarios base según lo informado por Siderca
S.A. a la compañía de seguros. Asimismo hizo lugar al
curso de los intereses, que mandó computar a la tasa activa, desde el 20.12.99, fecha esta que consideró aceptado
tácitamente el siniestro.
Empero, por ausencia de prueba corroborante del extremo, el sr. juez rechazó el pretendido resarcimiento del daño moral.
Finalmente, distribuyó las costas del modo siguiente: el
65% a cargo del actor y el resto las impuso a la defendida,
y reguló los honorarios de los profesionales actuantes en el
expediente.
II. LOS RECURSOS
Apelaron ambas partes: la actora, en fs. 755; la demandada, en fs. 750.
El actor expresó los agravios de fs. 788/96, que fueron
respondidos por la defensa en fs. 818/9; de su lado la última hizo lo propio en fs. 806/9, y ese memorial de agravios
fue respondido por el primero en fs. 811/6.
Fueron también recurridos los honorarios fijados, según
da cuenta la nota de elevación de fs. 783/4.
i. Agravios del actor
Tres son las quejas que el demandante expresó.
(i) Sostuvo que la suma fijada como indemnización no
equivale a los 20 mejores sueldos, y basado en los precedentes y doctrina cuya fuente individualizó, afirmó que
para su cálculo cupo considerar las remuneraciones percibidas por todo concepto y multiplicarlas por el múltiplo
correspondiente a la póliza de autos.
(ii) Quejóse de la inadmisión del rubro daño moral.
También apoyó esta porción de lo recurrido con cita de
precedentes y doctrina.
(iii) Reclamó que las sumas de condena sean repotenciadas y, por esto, impugnó la constitucionalidad de lo
dispuesto por las leyes 23.928: 10 y 25.561 y por el dec.
214/02.
Basó la articulación con suficiente argumentación, citas
legales, doctrina y jurisprudencia, y adujo que los intereses fijados en la sentencia no alcanzan para morigerar los
efectos de la inflación.
ii. Agravios de la demandada
Principió Caja de Seguros S.A. por negar haber entorpecido el trámite de la causa, y luego expresó dos agravios.
(i) Se quejó de que se considerara aceptado tácitamente
el siniestro.
Dijo que los formularios remitidos por correo por el actor se hallaban incompletos, que intencionadamente fueron enviados a cualquier sector de la compañía sin seguir
el procedimiento correspondiente, y que por esto recién
tomó conocimiento del siniestro en la etapa de mediación.
A ello agregó que cuando esos formularios fueron enviados, hacía nueve meses que el accionante habíase desvinculado de su empleadora y, basado en los precedentes y
doctrina que citó, sostuvo que no hubo seguro y, por ende,
que no cupo interpretar esta cuestión según la preceptiva
del art. 56 de la ley de la materia.
(ii) Se agravió de que no se tratara en la sentencia lo
que concierne a la incapacitación del actor.
III. LA SOLUCIÓN
Señalo inicialmente que lo juzgado respecto del resarcimiento pretendido por el actor con base en lo contratado en la póliza nº 9.873.397, que el sentenciante rechazó,
es cuestión que no suscitó agravio y, por ende, adquirió
firmeza.
Y veo que, dado el contenido de los agravios vertidos
por la defensa corresponde su liminar tratamiento pues, en
caso de prosperar, abstracto será considerar las quejas vertidas por el iniciante.
i. Según surge del informe producido por Siderca S.A.,
el sello puesto al pie de los formularios denominados solicitud del beneficio de incapacidad total y permanente copiados en fs. 5 y 6 (los originales, que tengo a la vista, se
hallan reservados en el sobre de documentación correspondiente a estos obrados), es “extrínsecamente similar al
utilizado en uno de los sectores (de esa empresa) denominado ‘Servicios Administrativos’” (fs. 231-b).
Ergo, hemos de juzgar que esos formularios, una vez
parcialmente completados el 25.11.99 –seguidamente se
verá la razón de esta aserción– fueron recibidos por Siderca S.A. lo cual, de su lado, fue corroborado por el informe
de la empresa de correo que allí los entregó, el 3.12.99
(fs. 187).
Dije recién parcialmente completados, pues en ellos sólo fueron volcados los datos del solicitante del beneficio y
en su dorso informados por el médico Ingino lo referido a
la incapacidad del actor, sin que en su frente se completara
el campo correspondiente a la certificación del empleador.
Mas es obvio que esa omisión de llenado de sendos formularios no es oponible al actor, de modo que sobre esta
particular cuestión nada más cabe considerar.
ii. De conformidad con lo dispuesto en la cláusula 15ª
de la póliza nº 13.071 en la que se estableció que “a fin de
facilitar la comprobación de la incapacidad, el asegurado o sus representantes deberán: a) denunciar por escrito la existencia de la incapacidad por intermedio del
principal” (v. fs. 590), resulta que la recta interpretación
de tal estipulación no puede sino conducir a otorgar validez a la denuncia del siniestro efectuada ante la empleadora del demandante, que fue designada intermediaria
con ese objeto.
En efecto, reiteradamente fue juzgado y la doctrina se
halla conteste, que cuando se reclama el cobro de la indemnización por incapacidad total y permanente con base
en un seguro de vida colectivo, resulta válida la denuncia
del siniestro efectuada por el asegurado, por escrito y por
intermedio de la tomadora del seguro (en el caso Siderca
S.A.), remitida a la aseguradora por vía postal junto con
el informe médico descriptivo de la incapacidad. Ello es
así, toda vez que la ley no establece forma específica alguna para la ejecución de tal carga ni requiere un texto sacramental, en tanto se cumpla con la finalidad de poner en
conocimiento de la compañía de seguros el acaecimiento
del hecho generador del derecho (esta sala, “Saitún, Hugo
c. Caja de Seguros de Vida S.A.”, 15.10.04; íd., “García,
Ricardo c. Aseguradora Industrales S.A. Cía. de Seguros”, 2.11.04; íd., “Martínez, Bernardo F. c. Caja de Seguros S.A.”, 23.4.10; CNCom., sala A, “Lares, Alberto c.
Caja de Seguros de Vida S.A.”, 8.6.05; íd., “Flores, Esteban c. Caja de Seguros S.A.”, 2.5.06; íd., “Cespi, Alberto
c. Caja de Seguros de Vida S.A.”, 26.10.06; sala D, “Benítez, Juan Carlos c. Caja de Seguros de Vida S.A.”,
20.4.06; íd., “Rodríguez, Román c. Caja de Seguros de
Vida S.A.”, 2.10.07; íd., “Debello, Carlos c. Caja de Seguros S.A.”, 30.10.08; sala E, “Junco, Patricia c. Caja de
Seguros de Vida S.A.”, 17.8.04; íd., “Berón, Mariano c.
Caja de Seguros de Vida S.A.”, 6.9.07, entre muchos; cfr.
Meilij y Barbato, en “Tratado de Derecho de Seguros”,
pág. 139 y sig., ed. Zeus, Buenos Aires, 1975; Stiglitz, en
“Derecho de Seguros”, tº. II, pág. 213, ed. La Ley, Buenos Aires, 2004).
iii. Al hilo de lo expuesto correspondería (así, en potencial) considerar aceptado tácitamente el siniestro, y así lo
decidió el sentenciante de grado (y en casos parecidos esta
sala, en autos “Crochet S.A. c. S.A. Cía. de Seguros Los
Andes”, el 28.3.95, y en la causa “Plaquimet S.A. y otro c.
Suizo Argentina Cía. de Seguros S.A.”, el 27.4.98).
Empero, para que el siniestro pueda considerarse tácitamente aceptado, debe haber habido siniestro.
Es precisamente esto, el acaecimiento del siniestro, lo
que no fue probado.
Lo explico.
(i) Entre otras, el actor ofreció la producción de prueba
pericial médica para demostrar, de tal modo, la existencia
y grado de la incapacidad de la que adujo ser portador
(demanda, fs. 22, C.I.), e igual cosa hizo la defensa (fs.
483 vta.).
Pues bien. Más allá de cierto comportamiento errático
que sobre este asunto mostró la propia parte actora (en fs.
301, ap. 2, donde negó haber ofertado la producción de
esa misma prueba, contrariando así aquel liminar ofrecimiento y cuanto había manifestado en fs. 176 y 185), lo
cierto y concreto es que B. jamás se presentó ante el médico legista para que éste produjera el dictamen que le fue
encomendado.
Sobre esto, elocuentes son las constancias de fs. 150,
297/8, 333, 346, 348/9, 350, 351, 354, 357, 361/2, 377,
384, 397, 401, 405, 416, 419, 420, 422, 424/5, 426, 428,
439, 442, 443, 448, 450, 455, 458, 464 y 469.
Todo lo cual llevó a que, finalmente, el médico legista
informara al Tribunal de grado de la imposibilidad de emitir dictamen, por cuanto el actor “no se presentó a las innumerables citaciones –no se hicieron los estudios pedidos– no se adjuntaron informaciones suficientes con las
cuales hacer el informe pericial respecto a las dolencias
por las que demanda” (sic, fs. 478).
Conclusión lógica, en tanto es la consecuencia que derivó de lo dicho por el actor en fs. 424/5, donde expresamente hizo saber a la sra. juez de la primera instancia entonces a cargo del Juzgado de trámite del expediente, que
él no se sometería a la pericia médica por entender que
“sus derechos se encuentran consolidados por el silencio
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
de la aseguradora, esto es, la aceptación tácita del siniestro” (sic, párrafo 1º).
Mas hete aquí que esa articulación fue rechazada y ordenado al actor someterse a la revisión médica en las fechas antes fijadas, lo que –quedó dicho– el pretensor no
hizo pese a las muchas citaciones que con ese objeto le habían sido cursadas antes, y fueron reiteradas después de
ordenada tal cosa, según arriba referí.
Restó ausente, de tal manera, la prueba del acaecimiento del evento sobre el que la demanda se sustentó.
(ii) Y por cierto que esa omisión de probar no aparece
suplida por lo que el médico asistente –el Dr. Ingino, antes
mencionado– informó al completar el dorso de los formularios de fs. 5 y 6: allí ese galeno informó que el diagnóstico principal determinante de la incapacidad permanente
del actor es “alcoholismo crónico con alteraciones de conducta” desde el año 1996, que Borisso es portador de “un
cuadro depresivo con episodios de exitación psicomotriz”
y “EPOC por tabaquismo”, y por ello es que describió las
anomalías halladas como “grave alteración de conducta
con cuadro depresivo”.
Así lo sostengo, porque lo que correspondió probar es
que esas patologías devinieron como consecuencia de las
actividades desarrolladas por el actor para su empleadora,
y ya se vio que voluntariamente el demandante no quiso
hacerlo.
(iii) En síntesis, de todo esto resulta que por no haber
sido probada la minusvalía que el demandante dijo portar,
ofreció demostrar y por propia decisión no lo hizo, la ocurrencia del siniestro tampoco lo fue y, por consecuencia,
hallo procedencia al recurso interpuesto por Caja de Seguros S.A. respecto de quien no puede sostenerse que hubiere aceptado tácitamente un siniestro que no se probó
haber existido (esta sala, “Carchini, Liria Teresita c. Instituto Asegurador Mercantil Compañía de Seguros S.A.”,
21.7.06; íd., “Martínez, Bernardo F. c. Caja de Seguros
S.A.”, 23.4.10).
Según la estructura plasmada hasta aquí, fatal es la procedencia del recurso introducido por la defensa y, por derivación, la revocación del pronunciamiento de grado.
iv. Y aun si lo anterior no fuera compartido, así y todo
la suerte del actor no mejoraría desde que por diversa argumentación, arribo a igual resultado.
(i) Surge de lo informado por Siderca S.A. que el actor
egresó de esa empresa el 8 de abril de 1999 (fs. 204, al
pie).
Despréndese de la pericia contable de fs. 212/7 practicada sobre los libros de contabilidad llevados por Caja de
Seguros S.A. que a partir del mes de mayo de 1999 Siderca S.A. informó tal cosa y, por ello, B. fue dado de baja de
la póliza colectiva nº 13.071 (fs. 213, punto 1.3.3.) y, también, que el último pago de la prima correspondiente a ese
contrato por parte del actor mediante descuento sobre sus
haberes, lo fue en marzo de 1999 con vigencia a abril de
ese mismo año (fs. 216, punto 2.4.).
(ii) Cual es sabido, la vigencia del contrato de seguro
colectivo se halla subordinada a la duración del contrato
básico, cual es el contrato de trabajo (cfr. Stiglitz, en “Seguro colectivo o de grupo”, publ. en La Ley 2003-E1220).
De lo anterior surge, sin duda alguna, que desde que se
produjo el cese del vínculo laboral el actor dejó correr casi
ocho meses para luego presentar su denuncia ante su exempleadora.
Cabe concluir, entonces, que esa tardía denuncia no
produjo efecto alguno ante la aseguradora, toda vez que la
cobertura cesó cuando el demandante dejó de prestar sus
servicios a la tomadora del seguro y, por lo tanto, no fue
operativo el reconocimiento tácito del siniestro previsto
por la ley 17.418: 56, puesto que la obligación de pronunciarse acerca del derecho del asegurado que recae sobre la
compañía de seguros encuentra una excepción en los casos
en que el evento se produce luego de que el contrato se ha
extinguido.
En términos llanos, el incumplimiento de la carga prevista en la norma mencionada no es invocable cuando –como en el caso– se trata de situaciones de no seguro; puesto
que en los casos de seguros colectivos el deber en cabeza
de la aseguradora de pronunciarse presupone, como condición sine qua non, la existencia de un contrato de seguro
que lo vincule al destinatario de ese pronunciamiento, es
decir, de un contrato de seguro vigente (esta sala, “Barbieri de Morán, Angélica c. Meprín S.A. y otra”, 5.4.05; íd.,
“Carchini, Liria Teresita c. Instituto Asegurador Mercantil
Compañía de Seguros S.A.”, 21.7.06; CNCom., sala A,
“Ully, Eduardo c. Sur Seguros de Vida S.A.”, 8.9.04; íd.,
“Gordillo, Antonio c. Caja de Seguros S.A.”, 6.12.07; íd.,
sala D, “Giordano, Carlos Alberto c. Caja de Seguros de
Vida S.A.”, 30.12.04; v. Meilij-Barbato, en “Tratado de
Derecho de Seguros”, pág. 186 y sig. ed. Astrea, Buenos
Aires, 1987).
Aun, pues, así considerada la cuestión traída al Acuerdo, arribo a igual solución.
v. Si lo dicho es compartido por mis distinguidos colegas, será innecesario atender el recurso introducido por el
actor, la sentencia habrá de revocarse y, por ende, corresponderá dejar sin efecto la regulación de los honorarios
por haber sido discernida sobre supuesto diverso.
IV. LA CONCLUSIÓN
Propongo, entonces, al Acuerdo que estamos celebrando, admitir el recurso interpuesto por Caja de Seguros
S.A., por consecuencia, revocar la sentencia de grado con
costas de ambas instancias al actor por resultar vencido, y
dejar sin efecto el auto regulatorio de los honorarios.
Así voto.
Dr. Machin dice:
En el presente caso, he de disentir con la solución propuesta por mi distinguido colega preopinante Dr. Garibotto, esto por cuanto a mi modo de ver la sentencia en crisis
aplica correctamente los arts. 49, 46 y 56 de la Ley de Seguros, correspondiendo con dicho basamento legal ante la
omisión de la aseguradora de pronunciarse sobre la procedencia de la pretensión indemnizatoria del asegurado, tener por operada la aceptación tácita del siniestro.
(i) En autos ha quedado establecido que las partes se
encontraban vinculadas a través de la póliza de seguros
Nro. 13071, y que en el marco de la misma es que la actora efectúa la comunicación del siniestro ante Siderca S.A.
–ex empleadora del actor– en virtud de que la propia aseguradora fuera designada por ésta para que actuara como
intermediaria entre ella y el asegurado (v. art. 15 de las
Condiciones Generales de la Póliza, fs. 590).
Por lo tanto, si de los términos de la póliza cabe inferir
que el actor sólo debía entregar la denuncia del siniestro al
principal, no es dable pretender que actúe de un modo distinto al diseñado por ella misma. Es por lo que la denuncia
efectuada resultó plenamente eficaz para el comienzo del
cómputo de los plazos previstos por los arts. 46, 49 y 56
de la ley de seguros.
En el caso, tratándose de un supuesto de seguro de persona, resulta aplicable el párrafo segundo del art. 49 L.S.
en cuanto establece expresamente que el pago se hará dentro de los quince días de notificado el siniestro, o de acompañada, si procediera, la información complementaria del
art. 46, en sus párrafos segundo y tercero; es decir, el asegurador debe dentro del plazo señalado pagar la indemnización pretendida o declinar la responsabilidad si así lo
considera.
Es así que los seguros de personas y los seguros de daños patrimoniales se diferencian, en punto al cómputo del
plazo para la exigibilidad del pago, en que mientras los
primeros su cómputo es a partir de los quince días de la
notificación del siniestro; en los segundos, su cómputo es
vencido el plazo del art. 56, a los quince días de fijado el
monto de la indemnización o de la aceptación de la indemnización ofrecida.
En ambos casos de seguros, a partir de la denuncia, nace para el asegurador el derecho de requerir –y la carga
del asegurado de suministrar– toda la información necesaria para verificar el siniestro y determinar la extensión
de la eventual indemnización a su cargo permitiéndole
llevar a cabo todas las indagaciones que fueran del caso
conforme párrafos segundo y tercero del art. 46, L.S. y
consecuentemente, la obligación legal de expedirse –art.
56, L.S.– bajo la sanción de interpretarse –la omisión–
como lisa y llana aceptación de la pretensión indemnizatoria del asegurado.
Por lo que puede decirse, a modo de resumen, que si
bien los seguros de personas y de daños patrimoniales,
presentan en líneas generales soluciones similares, difieren esencialmente: a) en que el plazo para el pago no es el
de quince días una vez vencido el plazo del art. 56 (quince
días, desde la notificación del siniestro); y b) que no se
aplica el plazo de treinta días del art. 56 de la L.S. para
pronunciarse sobre la indemnización pretendida (dentro
del mismo plazo fijado para el pago, es que debe pronunciarse sobre la procedencia de la indemnización).
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En esa línea, siendo que, en el caso, la aseguradora no
se pronunció, encontrándose ampliamente vencido no ya
el plazo del art. 49 de L.S., sino que en el mejor de los casos el establecido por el art. 56, L.S. computados desde la
comunicación del siniestro, sin que hubiese en tiempo
oportuno ejercido su derecho de requerir información alguna –a los fines de verificar el siniestro, y en su caso, de
corresponder determinar la eventual extensión de la indemnización– ni se hubiese pronunciado sobre la procedencia de la indemnización solicitada que procede a tenor
del juego armónico de los arts. 46 –párrafo segundo y tercero–, 49 –párrafo segundo– y 56 de L.S. cabe tener por
configurada la aceptación tácita de la indemnización pretendida por omisión de pronunciarse.
Este deber de pronunciarse tiene el carácter de una carga, ya que la ley castiga el silencio de la compañía durante
el plazo legal con la presunción iuris et de iure de aceptación de las consecuencias del siniestro por parte de esta
última.
Es así que en nuestro régimen legal la sola omisión de
pronunciarse temporáneamente resulta por sí misma relevante como productora de efectos jurídicos, y su sola configuración obsta a toda posible consideración de los argumentos que con posterioridad al vencimiento del plazo pudiera invocar la compañía para excusar su responsabilidad,
incluso aun cuando aquellos pudieran haber sido justificados o hubieran podido liberar al asegurador en caso de haber sido esgrimidos en término.
Pues bien, analizados los antecedentes de autos a la luz
de las precisiones conceptuales precedentemente efectuadas, no puede sino concluirse, cualquiera fuese el prisma
desde el cual la cuestión sea interpretada, que la compañía
de seguros demandada no se pronunció en tiempo oportuno en relación al derecho del asegurado (cfr. arts. 46, 49 y
56 de la L.S) por lo que la solución del juez ha de ser en
este punto confirmada.
En síntesis, he de concluir que ante el silencio de la aseguradora –art. 56 de la ley 17.418– hubo aceptación tácita
de la pretensión de indemnización formulada, procediendo
en consecuencia la acción promovida por el actor.
(ii) Establecida la exigibilidad del pago al asegurado
por parte de la Cía. Aseguradora en razón del siniestro, corresponde establecer el capital a percibir por el asegurado.
(a) No sin antes, dejar sentado, que el momento para
determinar la eventual extensión del daño quedó agotado
en la oportunidad prevista por el juego armónico de los
arts. 46, 49 y 56 de la L.S. como en el apartado precedente
se estableciera. Cabe señalar, que en el presente caso, teniendo la demandada la posibilidad de haber ejercido el
derecho de requerir la información necesaria para verificar
el siniestro, y en su caso determinar el eventual grado de
incapacidad del asegurado, nada realizó en tal sentido. Es
por lo que no corresponde en esta instancia judicial, reabrir una cuestión zanjada al producirse la aceptación tácita. Esto, por cuanto lo aceptado tácitamente no puede escindirse en lo concreto, sin desdibujar la finalidad de la
norma. De modo que la misma abarca en forma integral,
sin cortapisa, a la totalidad de la pretensión de indemnización, con la única limitación que naturalmente surge de la
propia formulación por parte del asegurado de la comunicación del siniestro.
(b) Ingresando al tema, solicitó el actor se tome, para
calcular la indemnización de la póliza en cuestión, el capital asegurado en base al mejor sueldo percibido.
Al respecto, el perito contador (fs. 212/217), dictaminó
que los capitales asegurados individuales deben calcularse
sobre la base de un múltiplo de 20 sueldos básicos, según
surge del Endoso 59 –emitido el 26/12/79 y cuya vigencia
dispone a partir del 01/08/79–, en el acápite que versa sobre capitales asegurados segundo párrafo (v. fs. 214).
Agregando que “los incrementos de capitales que se produzcan como consecuencia de aumentos de sueldos y/o salarios generales y/o individuales deben ser comunicados a
la Caja dentro del plazo máximo de 60 días de su vigencia
y comenzarán a regir a partir del día 1º del mes siguiente
a su comunicación (...) En los casos de disminución de
sueldos y/o salarios, se mantendrá el último capital asegurado, salvo que el asegurado solicitare por escrito su
reducción, que se operará al término del período por el
cual se hubieren cubierto primas...” (v. fs. 215). A su vez
estableció, en base a la contabilidad de la aseguradora, que
el mejor sueldo del actor denunciado por el principal, ascendió a $ 624,35 en los siguientes términos: “Tal como
surge del art. 28 de las Condiciones Generales, los lista-
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Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
dos con la nómina del personal asegurado que emite Siderca y envía a Caja de Seguros de Vida forman parte integrante del contrato de póliza y de acuerdo con el endoso
59, el Principal deberá suministrar estos listados analíticos mensuales, que constituyen la cartera de asegurados
de la póliza. En dichos listados Siderca informa mensualmente sueldo por sueldo a considerar, los capitales asegurados y la prima por mil que corresponde aplicar; en función de estos datos calcula la prima descontada para cada asegurado, la cual también es incluida en los
mencionados listados. En función de los listados suministrados por el tomador –lo subrayado me pertenece– y de
las condiciones de la póliza, se obtienen los capitales asegurados por los cuales se descontó la prima correspondiente, tal como se detalla a continuación: Sueldo informado en los listados $ 624,35 x 20 = Capitales asegurados $ 12.487...”. (v. fs. 216).
Pero al contestar el perito el pto. 1.6 de los puntos solicitados por la actora referente al “Cálculo de demanda en
caso de prosperar la misma” informa en el pto 1.6.1:
“Monto de indemnización conforme la mejor remuneración que surge de la informativa contestada por Siderca
S.A. en el cuaderno de la prueba actora: Sueldo percibido
$ 1.219,18. Póliza 13071: 20 x $ 1.219,18 = $ 24.383,60”
(v. fs. 214).
En este mismo sentido, Siderca S. A. informa a fs. 204
como mejor remuneración la percibida por el actor en el
mes de mayo de 1998 en la suma de $1.219,18.
Es así, que frente a la disminución del capital asegurado, conforme resulta de las diferencias de sueldos que da
cuenta la pericia realizada sobre los libros de la aseguradora y el informe de la ex empleadora de la actora sobre su
propia contabilidad, va de suyo que el capital asegurado
fue disminuido sin que se haya exhibido la conformidad
del asegurado prevista en la póliza de seguros que da
cuenta el perito en el punto 2.2 de su experticia. Por lo que
debió mantenerse este mejor sueldo referido como último
capital asegurado.
Tal irregularidad –reducción ilegítima de capital asegurado– no puede pesar en el asegurado, y la aseguradora no
podrá limitar su responsabilidad sobre la base de tal capital reducido, sin perjuicio que de corresponder podrá efectuar –la aseguradora– los reclamos que correspondiese por
las diferencias de capital informado.
Así las cosas, considero que el salario que debe tomarse
para el cálculo de la indemnización de la póliza 13071 será el de $ 1.219,18 conforme lo dictaminado por el perito
contador en el pto. 1.6.1 de su pericia (v. fs. 214) y lo informado por Siderca S.A. a fs. 204, por lo que multiplicado por 20 corresponde establecer el capital asegurado en la
suma de $ 24.383,60.
Que habiendo la accionada incurrido en mora automática por falta de pago del siniestro en los términos del art.
51, L.S. corresponde establecer el pago de intereses sobre
el capital desde la fecha de mora –20/12/99– y hasta su
efectivo pago, calculados según la tasa activa BNA sin capitalizar (cfr. C.N.Com., en pleno, in re: “Calle Guevara
Raúl s/ revisión de plenario”, 25/08/03 y C.N.Com., en
pleno, in re “Sociedad Anónima La Razón s/ quiebra s/
inc. pago profesionales” del 27/10/94).
(c) En cuanto al daño moral reclama el asegurado que
la falta de cumplimiento de la aseguradora le produjo un
padecimiento influyendo desfavorablemente en su carácter, comportamiento personal y estado anímico dado que
una incapacidad como la suya le imposibilita trabajar y
por lo tanto obtener ingresos económicos.
Aun cuando se sostuviera que dentro de la órbita de la
responsabilidad contractual –como la presente– prima un
criterio restrictivo en materia de reparación del daño moral (cfr. Llambías, J. J., “Tratado de Derecho Civil-Obligaciones”, t. I, p. 353; Cazeaux-Trigo Represas, “Derecho de las Obligaciones”, 2ª ed. t. I., pág. 382; Cichero,
“La reparación del daño moral en la reforma de 1968”,
ED, 66-157; Borda, “Tratado de Derecho Civil-Obligaciones”, t. I, pág. 195, nº 175, ed. 1979) no puede dejar
de valorarse que en casos como el presente se pretende la
satisfacción de la obligación proveniente de un contrato
de seguro colectivo de vida e incapacidad llamado a cumplir una función asistencial. Es por lo que debe considerarse que lo que está en juego son los sentimientos de
las personas y no la suerte del negocio; es decir, no la angustia propia del mundo de los negocios, por lo que no
puede aplicarse el mismo criterio de estrictez que rige para el comerciante (conf. CNCom., sala A, in re: “Rodrí-
guez, Víctor Arilio c. Caja de Seguros de Vida S.A.” del
6.4.10).
Es por lo que tengo para mí que el actor debió sufrir padecimientos, por la falta de contar con la indemnización
debida, que habrán de haber afectado sus más profundos
sentimientos. Es en este contexto que cabe tener por acreditado el daño y la relación de causalidad con el hecho en
cuestión. Ahora bien, no puedo dejar de advertir las faltas
de mayores elementos en la causa para establecer un quantum como el peticionado por el actor. Es así que habré de
establecer el ítem en cuestión conforme lo prescribe el art.
165 del CPCC en la suma de pesos dos mil ($ 2.000) a la
fecha del dictado de la presente sentencia, suma a la que
deberán adicionarse intereses calculados a la tasa establecida en el acápite precedente y desde la fecha de la sentencia hasta su efectivo pago.
(d) En lo que respecta al agravio formulado por el actor
en relación a la desvalorización monetaria, el mismo corresponde ser desestimado.
Esto por cuanto el pedido de inconstitucionalidad formulado carece de argumento que conmuevan la legalidad
y razonabilidad de las normas atacadas. Por lo que corresponde desestimar el pedido de actualización de la deuda
reclamada, a tenor de lo dispuesto por la ley 23.928, cuya
vigencia ha sido mantenida conforme la ley 25.565.
(e) Asimismo, he de estimar el agravio del actor en relación a la distribución de las costas del proceso formulado por el anterior sentenciante. Esto en razón a que conforme se resuelve en la presente resulta la actora sustancialmente vencedora, por lo que las costas de la primer
instancia, al igual que las de esta Alzada, han de imponerse a la demandada vencida, a tenor de lo dispuesto por el
art. 68, CPCC.
Así voto.
Por análogas razones, la señora juez de cámara, doctora
Julia Villanueva adhiere al voto anterior.
Buenos Aires, 4 de diciembre de 2012
Y Vistos:
Por los fundamentos del acuerdo que antecede se resuelve modificar parcialmente la sentencia de grado y, en
consecuencia, condenar a la Caja de Seguros S.A. a pagar
al actor $ 24.383,60 como indemnización y $ 2.000 por
daño moral. A ambas sumas se le adicionarán los intereses
según lo que surge del Consid. (ii) b y c. Las costas de ambas instancias se imponen a la demandada que ha resultado vencida.
Notifíquese por Secretaría. – Juan R. Garibotto (en disidencia). – Eduardo R. Machin. – Julia Villanueva (Sec.:
Rafael F. Bruno).
Seguro:
Contrato de seguro: asegurado; culpa grave;
oponibilidad; requisitos; ponderación; no
configuración; uso de teléfono móvil en oportunidad de cruzar las vías del ferrocarril y
ocurrir el evento dañoso.
1 – La obligación principal del asegurador consiste en la
asunción del riesgo, de la que ciertamente resulta secundaria
la de indemnizar si ocurre el siniestro, ya que el fin perseguido con el seguro es la traslación de un riesgo a un tercero,
para que sus eventuales consecuencias graviten sobre éste,
que lo asume mediante el pago de una prima, bajo la condición de que exista un interés asegurable y de que no se invoquen causales de exoneración.
2 – En razón de que es necesario que el siniestro sea extraño
a la voluntad del asegurado, caducará cualquier derecho
cuando el asegurado provoque el siniestro, ya que al eliminar el riesgo se afecta la esencia misma del contrato de seguro.
3 – Cuando el siniestro es provocado por el asegurado, estamos en presencia de un riesgo o un no seguro, porque desaparece la incertidumbre que es la esencia misma del riesgo.
Por consiguiente, si el asegurado asume una conducta que
potencializa en grado sumo la probabilidad de que el riesgo
se produzca, el riesgo no quedará amparado por el seguro;
aunque, paralelamente, la aseguradora le impone a esta parte la invocación y prueba de que el fallecimiento –en este ca-
so concreto– se produjo por efecto de un acto doloso o producido con culpa grave.
4 – El criterio que lleva a eximir de responsabilidad al asegurador, cuando se trata de ponderar la culpa del asegurado,
debe apreciarse con criterio restrictivo y con relación a las
circunstancias y particularidades de cada situación, configurándose sólo cuando media una manifiesta y grave despreocupación.
5 – La culpa grave del asegurado debe ponderarse con rigor y
con relación a las particularidades de cada situación, configurándose solo cuando media una manifiesta y grave despreocupación, en la que no se hubiera incurrido de no existir
seguro e identificándose más con la voluntad consciente que
con el simple descuido, al punto de que pueda decirse que la
víctima ocasionó voluntariamente el siniestro. (En el caso, se
descartó que la accidentada hubiera estado haciendo uso de
su teléfono móvil en oportunidad de cruzar las vías y ocurrir
el evento dañoso, lo que no configuró culpa grave y la eximición de la aseguradora de responder por el siniestro).
6 – Debiendo ser probada por el asegurador la provocación
del siniestro por dolo o culpa grave, pues un mero descuido
del asegurado o una mera negligencia no constituye la culpa
grave, liberatoria del asegurador, conforme al art. 70 de la
ley 17.418, que requiere negligencia grosera, una conducta
culposa que aquel no habría observado si no estuviera asegurado y, por lo tanto, imputar culpa grave a toda negligencia o mero descuido del asegurado equivale a limitar la garantía del seguro y las normas de la ley 17.418. S.M.C.
210 – CNCom., sala F, diciembre 6-2012. – S., V. H. c. Metlife Seguros de Vida S.A. s/ordinario.
En Buenos Aires a los 6 días del mes de diciembre de
dos mil doce, reunidos los Señores Jueces de Cámara en la
Sala de Acuerdos fueron traídos para conocer los autos “S.
V. H. c/Metlife Seguros de Vida SA s/ordinario” (Expediente Nº 067663/06 del Registro de esta Cámara, y Nº
050971 del Juzgado Comercial Nº 24 Secretaría Nº 48) y
los autos “S. G. B. c/Trenes de Buenos Aires SA s/daños y
perjuicios” (Expediente Nº 008892/12 del Registro de esta
Cámara, y Nº 054292 del Juzgado Comercial Nº 24 Secretaría Nº 48), en los que al practicarse la desinsaculación
que ordena el art. 268 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación resultó que la votación debía tener lugar
en el siguiente orden: Doctores Barreiro, Tevez y Ojea
Quintana.
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente
cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs.
306/315?
El Sr. Juez de Cámara Dr. Rafael F. Barreiro dice:
I. LOS ANTECEDENTES
A) “S. V. H. c/Metlife Seguros de Vida SA s/ordinario”
1) G. B. S. interpuso demanda por cumplimiento de
contrato contra Siembra Seguros de Vida S.A. (Metlife)
por la suma de $ 104.210 con más sus intereses –que liquidó a la tasa pasiva que aplica el BCRA–, costos y costas
(v. fs. 19/21).
Explicó que era la única hija nacida de la pareja de los
señores V. H. S. y M. B. C.
Relató que su madre falleció el 14 de febrero de 2006
como consecuencia de un accidente ocurrido en el paso a
nivel situado en la calle Estomba, entre las estaciones Drago y Belgrano R del ramal Retiro-Suárez del Ferrocarril ex
General Mitre.
Indicó que en virtud de los hechos acaecidos, se llevó a
cabo una investigación en sede penal ante el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional
Federal Nº 10, Secretaría Nº 20, donde se resolvió que se
trató de un accidente y se procedió al archivo de las actuaciones.
Adujo que, a raíz de posteriores investigaciones, se enteró que la occisa había contratado un seguro de vida con
la aquí demandada por el monto de US$ 100.000, bajo póliza MAP 3-8/031445, certificado Nº 9/006281 del cual resultaba ser la única beneficiaria. Por tal motivo, promovió
el presente litigio.
Explicó que la aseguradora rechazó el siniestro argumentado básicamente que “...de las constancias de la Causa Penal aportada resulta que el accidente que determinó
su deceso fue provocado por culpa grave de la asegurada”.
Calificó como temerarias y maliciosas las afirmaciones de
la demandada.
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
Fundó en derecho y ofreció prueba.
2) A fs. 73/83 contestó demanda Siembra Seguros de
Vida SA, solicitando el rechazo de la acción incoada con
costas.
Negó, genérica y detalladamente los hechos descriptos
en el escrito de inicio.
Aclaró que la alusión a Metlife resulta errónea, toda
vez que Metropolitan Life Seguros de Vida SA y Siembra
son dos personas jurídicas distintas con operaciones diferentes.
Reconoció que en marzo de 2001 la Sra. M. B. C. contrató con Siembra un seguro de vida por accidentes personales mediante póliza MAP 3-8/031445.
Afirmó que, según los términos y condiciones del contrato de seguro, la aseguradora debía pagar la indemnización pactada en el caso de que ocurriera algún accidente
que resultara en la muerte o invalidez del contratante,
siempre y cuando no mediare culpa grave de la víctima.
Alegó que en virtud de lo establecido en el Anexo I que
integra las Condiciones Generales de la Póliza y lo dispuesto en el art. 152 de la LS procedió a rechazar la cobertura del siniestro mediante CD del 20/03/2006, cuyo texto
transcribió.
Destacó que conforme surge de la causa penal, al momento del accidente la víctima estaba hablando por teléfono celular, motivo por el cual no advirtió la llegada del
ferrocarril. Asimismo, indicó que este hecho puede ser
observado en la filmación obtenida por las cámaras del
tren.
Citó las disposiciones legales y contractuales que sustentan su posición y diferenció los conceptos de culpa grave y dolo eventual.
Explicó el concepto de culpa grave en relación a la pauta de la conducta media del hombre común, y subrayó que
la actitud asumida por la asegurada al momento del siniestro no encuadró dentro de dicho parámetro.
Ofreció prueba y se opuso a la prueba testimonial.
Finalmente manifestó que resulta de aplicación al contrato de seguro objeto del presente litigio, lo dispuesto por
la Ley 25561 en su art. 11, por el Decreto 214/02 en sus
arts. 1 y 8, y por el Decreto 320/02 arts. 1 y 2.
3) A fs. 175 la demandada denunció fusión y cambio
de denominación social por la de Metlife Seguros de Vida SA.
B) “S. G. B. c/Trenes de Buenos Aires SA s/daños y perjuicios”
1) G. B. S. promovió demanda por daños y perjuicios
ante el Juzgado Nacional en lo Civil Nº 36, contra Trenes
de Buenos Aires SA (Línea Ex General Mitre) por la suma
de $ 300.000 o lo que en más o en menos resulte de la
prueba a producirse, con más los intereses –calculados a la
tasa pasiva– y las costas.
Relató, al igual que en el expediente contra Metlife, que
era hija de los Sres. V. H. S. y M. B. C., el accidente padecido por esta última y el procedimiento penal iniciado.
Aclaró que ella vivía solamente con su madre –desde la
separación de hecho de ésta con su otro progenitor– quien
era el único sustento económico de la familia, se desempeñaba como enfermera matriculada con un ingreso mensual
promedio de $ 4.000.
Reclamó indemnización por los daños sufridos en concepto de daño psicológico, moral y material.
En relación al daño psicológico explicó que, luego de la
tragedia y en virtud del dolor que la pérdida ocasionó a la
Srta. S., la damnificada abandonó sus estudios y “en pocos
meses”, aumentó más de 25 kilos. Estimó que la incapacidad en este rubro en un 35% de la TO y solicitó una indemnización de $ 65.000.
Solicitó para reparar el agravio moral padecido la suma
de $ 100.000 e hizo una breve diferenciación entre éste y
el daño psicológico anteriormente mencionado.
Pidió en concepto de daño material por la pérdida de la
única fuente de ingresos en su familia la cantidad $ 90.000.
Practicó liquidación, fundó en el derecho que consideró
aplicable y ofreció prueba.
2) Trenes de Buenos Aires SA contestó la demanda incoada a su respecto en fs. 76/85, oportunidad en la que solicitó el rechazo de la misma.
Realizó una negativa genérica y particular de los hechos enumerados en el libelo inicial.
Adujo que el 14/02/2006 aproximadamente a las 11:55
horas la formación nº 3562 que circulaba en sentido Retiro-Suárez, embistió a una mujer a la altura del paso a nivel
de la calle “Estorba” (Estomba).
Explicó que la persona embestida emprendió el cruce
de las vías a pesar de las medidas de seguridad existentes
(laberintos guarda persona y cruz de San Andrés) y de la
óptima visibilidad en ambas direcciones. En otros términos, obró con negligencia e imprudencia, sin medir los peligros inherentes a la maniobra que iba a realizar.
Refirió a la causa penal, a las conclusiones allí arribadas en cuanto a las condiciones del ferrocarril y del paso
a nivel e hizo hincapié en el hecho de que la formación
activó reiteradamente la bocina, tal como lo indica el reglamento.
Insistió en la negligente e imprudente conducta adoptada por la Sra. C. al momento de cruzar las vías, y le atribuyó la totalidad de la culpa por la producción del accidente.
Para ello, remitió a la videofilmación del hecho.
Respecto de los distintos rubros indemnizatorios reclamados, sostuvo que no existe nexo de causalidad entre los
supuestos daños y el hecho que se ventila en autos.
Impugnó por excesivo el monto reclamado en concepto
de daño moral. Cuestionó la procedencia del daño psicológico señalando que no es un daño autónomo. Negó, asimismo, que la actora deba someterse a un tratamiento
psicológico. Indicó que no puede indemnizarse el daño
psicológico y el respectivo tratamiento, en tanto debe concederse uno u otro cuando la psicoterapia tiene probabilidades serias de remitir las patologías.
En cuanto al daño material aseveró que no existía certeza de que la damnificada fuese a obtener el provecho económico o espiritual que reclama por lo que calificó al perjuicio como eventual o hipotético, y por ende insusceptible de reparación.
Rechazó la liquidación practicada por la accionante y
ofreció prueba.
3) A fs. 152/153 se resolvió la conexidad y acumulación de las actuaciones a estudio.
II. LA SENTENCIA
La Juez de grado en la decisión de fs. 306/315 hizo lugar parcialmente a la pretensión material incoada por G. B.
S. Así: (i) admitió la demanda contra Metlife Seguros de
Vida SA a quien condenó a abonar la suma de $ 100.000
con más los intereses devengados desde el 20.03.2006 y,
(ii) condenó a Trenes de Buenos Aires, al pago de $ 45.000
en concepto de indemnización por daño psicológico y $
100.000 por daño moral. Sobre ambos rubros ordenó liquidar intereses desde la fecha del siniestro –14.02.2006–.
Rechazó, en cambio, el rubro daño material.
En relación a la acción entablada contra la aseguradora
de vida ponderó principalmente que: (a) el único argumento esgrimido por la demandada fue que la accidentada había estado haciendo uso de su teléfono móvil en oportunidad de cruzar las vías lo que configuraba culpa grave y la
eximía de responder por el siniestro; (b) no existió certeza
sobre el hecho que la occisa haya estado hablando por celular al momento de ocurrir el evento dañoso, ya que ello
se desprende solo de forma hipotética de la pericia labrada
por la perito médico legista en base a dichos de terceros no
identificados; y (c) la única prueba aportada por las partes
consistió en la causa penal y su documentación.
Juzgó que la demanda entablada contra Trenes de Buenos Aires debía analizarse a la luz de lo establecido en el
cciv: 1113, 2do. párrafo. Por tanto, correspondía determinar si la accionada logró acreditar la existencia de culpa de
la víctima o de un tercero, que la eximiera de responder.
Refirió al estado general del paso a nivel, la ausencia
de ciertas medidas de seguridad obligatorias (vgr. la cruz
de San Andrés, señalización “pasiva”) y, principalmente,
a la existencia de un “seto” (ubicado del lado en que se
aproximaba la formación) de más de un metro de altura –
teniendo en consideración que la víctima medía tan solo
1,42 metros de altura–, que obstaculizó la visibilidad de
la víctima.
Ponderó, además, que la señal sonora que emitió el ferrocarril (bocina) se accionó con una antelación de tan solo dos segundos del impacto que pusiera fin a la vida de C.
Recordó que conforme surge de las pruebas toxicológicas, no se encontraron en el cuerpo de la víctima sustancias que pudieran alterar los reflejos.
De otro lado, los testimonios del concubino y del hermano de la occisa llevan a descartar la posibilidad de que
la Sra. C. atentara contra su vida.
Concluyó, entonces, que la empresa ferroviaria debía
responder por la falta de mantenimiento del paso a nivel.
Posteriormente, evaluó la medida en que debía responder por los daños. Así: (i) hizo lugar al reclamo incoado en
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concepto de daño moral y fijó la indemnización en la suma de $ 100.000, importe que consideró suficiente para reparar el menoscabo sufrido por la Sra. S. tras la muerte de
su madre, (ii) admitió el rubro daño psicológico con base
en el dictamen elaborado por la perito en la materia hasta
la suma de $ 45.000, cifra que estimó adecuada para hacer
frente a los gastos del tratamiento destinado a la recomposición de la salud de la actora y a saldar el daño que resulte
irreparable.
Rechazó, en cambio, la pretensión enderezada a obtener
la reparación del daño material por considerar que: (a) la
Srta. S. no aportó prueba que permitiera establecer qué actividad desarrollaba la madre y cuáles eran sus ingresos;
(b) la vida en sí misma no tiene un valor que deba ser indemnizado; y (c) para otorgar una indemnización sobre este punto resulta esencial probar la medida del perjuicio sufrido por el hecho dañoso –llamado “valor vida”–.
III. LOS RECURSOS
El pronunciamiento dictado por la Sra. Juez a quo dejó
insatisfechos a todos los contendientes.
1. La parte actora dedujo recurso de apelación en fs.
316 de las actuaciones que iniciara contra Metlife Seguros
de Vida SA. Concedido libremente en el proveído de fs.
317, el incontestado escrito de expresión de agravios fue
glosado en fs. 350/354 de los autos caratulados “S. G. B.
c/ Trenes de Buenos Aires, s/daños y perjuicios” que corren bajo Nº 008892/12 del Registro de esta Cámara.
2. La demandada Metlife Seguros de Vida SA apeló en
fs. 318 de la causa iniciada a su respecto. Las críticas
obran en fs. 329/337 y fueron contestadas por la actora en
fs. 340/343.
3. Trenes de Buenos Aires SA recurrió la sentencia en
fs. 335 del expediente nro. 008892. El memorial fue agregado a fs. 346/347.
1.a. Las críticas de la actora.
Critica por exiguo el monto por el que fue condenada la
empresa TBA. Es que, es insuficiente para reparar en forma integral los daños que hubo padecido.
Cuestiona el rechazo del rubro daño emergente. Sostiene que la juez lo consideró como “valor vida” empero, lo
que en realidad reclamó, fueron los perjuicios económicos
derivados de la muerte de su madre. Además, la magistrada juzgó que no fue acreditado el daño, soslayando las
presunciones –iuris tantum– que emanan de los arts. 1084
y 1085 del Cciv. y la prueba testimonial rendida en la causa que da cuenta de que el sostén económico era su fallecida madre.
Le agravia que la sentenciante acogiera el reclamo no
sólo parcialmente sino, además, por los importes históricos solicitados al momento de promoverse la demanda.
Sostiene que se trata de una obligación de valor y no dineraria como lo interpretó la a quo. Ergo era procedente la
actualización de tales montos al momento de dictarse la
sentencia.
Insiste en que Trenes de Buenos Aires es deudora de
un quid (un valor) y que por tal motivo deben actualizarse
también los restantes rubros (daño psicológico y daño
moral).
Se queja por lo exiguo del monto otorgado en concepto
de daño psicológico máxime porque quedó acreditado mediante la pericia practicada en autos que es portadora de
una incapacidad del 40%.
Finalmente, considera insuficiente la cifra otorgada para reparar el daño moral.
2.a. Los agravios de Metlife Seguros de Vida SA
La aseguradora adujo una incorrecta valoración de la
prueba producida en relación a la mecánica del accidente,
enumeró una serie de datos provenientes de la causa penal,
del material fílmico y ciertos hechos que consideró “verdades inocultables”.
Sostiene que la víctima obró con imprudencia, no sólo
por haber hecho uso del celular, sino también por su actitud desaprensiva y negligente a la hora de emprender el
cruce de las vías ferroviarias. En suma, en tanto incurrió
en culpa grave, fue procedente el rechazo del siniestro.
Asimismo, tachó de arbitraria e infundada la sentencia
dictada en autos por la magistrada de grado. Alegó que la
resolución resultó violatoria de diversos principios y garantías constitucionales, entre otros, los de razonabilidad y
legalidad, por carecer de fundamento fáctico y jurídico.
3.a. La queja de Trenes de Buenos Aires
Se quejó, en sustancia, de la responsabilidad que le fue
atribuida por el fatal accidente acaecido en 2006. Ello
pues, quedó acreditado en la causa que el paso a nivel se
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Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
encontraba en óptimas condiciones y, por ende, que el accidente se produjo por culpa exclusiva de la víctima,
quien obró imprudente y negligentemente al avanzar sobre las vías.
Solicitó, en consecuencia, el rechazo de la demanda en
todas sus partes.
IV. LA SOLUCIÓN
Dado el tenor de las quejas transcriptas en el apartado
precedente, razones de orden lógico imponen atender, con
carácter prioritario, las vertidas por TBA. Ello pues, la
mentada codemandada solicitó la revocación íntegra de la
sentencia dictada por la a quo por considerar que la víctima fue la única responsable del accidente.
1) Con carácter liminar, importa recordar que el encuadre jurídico realizado por la anterior sentenciante, quien
subsumió la cuestión debatida dentro de las previsiones
contenidas en el segundo párrafo del art. 1113 del cciv,
que regula la responsabilidad por el riesgo o vicio de las
cosas, no fue objeto de cuestionamiento.
Tal es, además, la posición que reiteradamente ha sostenido la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Fallos:
311:1018; 312:2412; 315:2517; 320:536; 324:1344, entre
muchos otros).
Ergo –dentro de ese marco–, debía TBA acreditar alguna de las eximentes que la norma consagra, o sea, la culpa
de la víctima o la de un tercero por el que no debía responder o, en opinión doctrinaria o jurisprudencial que comparto, el caso fortuito externo a la cosa (Brebbia, Roberto,
Accidentes de automotores, editorial Astrea, 1983, tomo I,
pág. 134).
Tampoco resultó objetada la operatividad ni el contenido de las disposiciones que regulan la actividad ferroviaria, citadas en la sentencia recurrida.
1.a) Sentado ello, debo señalar que resulta cuanto menos dudoso que la expresión de agravios en estudio contenga una crítica concreta y razonada de los fundamentos
empleados por la “a quo” para hacer lugar a la demanda
contra los accionados. De su lectura se observa que no se
cumplió con las exigencias previstas en el cpr: 265.
Téngase en cuenta que la expresión de agravios es un
acto de petición destinado específicamente a criticar la
sentencia recurrida, con el fin de obtener su revocación o
modificación parcial por el Tribunal. Esta crítica debe ser
concreta y razonada. Crítica concreta se refiere a la precisión de la impugnación, señalándose el agravio; mientras
que razonada alude a los fundamentos, bases y sustanciaciones del recurso, ya que debe tratarse de un razonamiento coherente a la sentencia que se impugna (FenocchiettoArazi, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
Comentado y Concordado”, T. I, págs. 834/39, Astrea, Bs.
As., 1985).
En efecto, el contenido u objeto de la impugnación lo
constituye la crítica precisa de cuáles son los errores que
contiene la resolución; sea en la apreciación de los hechos
o en la aplicación del derecho. Crítica concreta y razonada, que no se sustituye con una mera discrepancia, sino
que implique el estudio de los razonamientos del juzgador,
demostrando a la Cámara las equivocadas deducciones, inducciones y conjeturas sobre las distintas cuestiones resueltas (Fenocchietto-Arazi, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Concordado”, T. I,
págs. 836/37, Astrea, Bs. As., 1985).
Sin perjuicio de ello y a fin de evitar una rigidez hermenéutica que pueda comprometer en algún punto el derecho
de defensa en juicio, de raíz constitucional (CN: 18), procederé a tratarlos (CNCom., Sala B, “Charles Mario, c/ Albergoli, Myltoni V, s/ ordinario”, del 06.07.89 esta Sala,
24.06.2010, “Cots Roberto Jorge c/ La Caja de Seguros
SA, s/ ordinario”).
Pues bien, obsérvese que el recurrente solo hizo referencia a la existencia de un seto vulgarmente denominado
tuya, mas nada dijo respecto del análisis que efectuó la
magistrada (v.gr. las imágenes fílmicas y las consideraciones vertidas por el perito ingeniero) para concluir que el
mencionado arbusto bloqueó la visual de la Sra. C.
Por otra parte, tampoco revirtió cuanto hubo expresado
la sentenciante respecto de los escasos dos segundos que
transcurrieron entre que se accionó la bocina y se produjo
el impacto. Y, fue precisamente ese brevísimo lapso temporal el que impidió cualquier reacción por parte de la
Sra. C.
Sostengo esto último pues, como bien lo indicó el perito en su informe (véase concretamente la respuesta A3
en fs. 260 y las explicaciones que sobre el mismo brindó
en fs. 274 vta.), el accidente se produjo a partir de deficiencia de elementos de infraestructura (falta de puentes,
túneles, barreras, señalización activa, etc.) necesarios para que el sistema mecánico ferroviario resulte compatible, en cuanto a seguridad, con el desarrollo urbano y sus
habitantes.
Es que, la existencia de la tuya de más de un metro de
altura a lo ancho de toda la calle (dato por demás significativo si se tiene en cuenta que la estatura de la Sra. C. era
de 1,42 metros), sin duda atentó contra la visibilidad del
inminente paso del ferrocarril.
No parece irrazonable pensar, en la situación descripta,
que la presencia del arbusto obligaba al peatón a aproximarse demasiado a las vías para cerciorarse de tener el paso franco. Por otra parte, la superficie en mal estado –con
pozos y desniveles– que debió recorrer la víctima, sin duda contribuyó a dificultar el desplazamiento de la Sra. C.
Es por todo ello que comparto las apreciaciones que
efectuó la juez a quo en punto las omisiones en que incurriera la demandada relacionadas con la obligación de seguridad que tiene a cargo.
No puedo soslayar que, la diligencia exigible a la empresa ferroviaria se centra en la preservación de su espacio
exclusivo constituido por las vías, señalizando adecuadamente y manteniendo en debida forma los pasos a nivel,
para que el ingreso a los mismos por automóviles o peatones se haga rodeado de las mayores precauciones. (Conf.
Kemelmajer de Carlucci, en “Código Civil”, BelluscioZannoni, Vol. IV, pág. 555 y ss.; Jorge Mosset Iturraspe,
“Responsabilidad por daños”, T. III págs. 195/199).
En síntesis, corresponde desestimar la queja en examen
y, consecuentemente, confirmar todo cuanto fue juzgado
en punto a la responsabilidad que cupo atribuir a TBA por
el evento dañoso.
2) Las quejas de Metlife Seguros de Vida SA
En sustancia, los agravios de la compañía de seguros
son el producto de un rotundo disenso respecto de la apreciación de la prueba efectuada por la a quo. Tal posición,
entonces, impone revisar las constancias obrantes en autos
y relacionarlas con la concreta actividad procesal desplegada por las partes la que, como es sabido, debe ceñirse a
lo establecido en el cpr: 377.
Mas ello, sin perder de vista que los jueces no tienen el
deber de expresar en sus sentencias la valoración de todas
las pruebas producidas, sino únicamente de aquellas que
fueran esenciales y decisivas para fallar la causa, siendo
soberanos en la selección de las mismas, pudiendo inclusive preferir unas y descartar otras (CSJN, Fallos 308:2172,
310:1835, 2012; 325:350; SC Buenos Aires, 1996/06/14,
“Ugarte y Compañía SA c/ Valente SRL”, DJBA, 1515577).
2.a) Sentado lo anterior, creo útil recordar que en el escrito de responde –glosado en fs. 73/83 del expediente que
en primera instancia fue identificado bajo Registro Nro.
50.971– la compañía adujo –como argumento central de
su defensa– que el 20.3.06 procedió a rechazar el siniestro
por haber incurrido la asegurada en culpa grave, todo lo
cual –según sus dichos– resultó acreditado en la causa penal. Así afirmó que la Sra. C. en el momento en el cual
cruzó las vías férreas, se encontraba hablando por su teléfono celular (v. fs. 75 vta. y fs. 76).
De otro lado –y no puedo soslayarlo pues no es un dato
menor–, en el marco de esas actuaciones la aseguradora
desistió de la prueba testimonial, de la confesional y de la
contable ofrecidas (v. fs. 249); subsistiendo –consecuentemente– como única probanza de la alegada culpa grave la
causa penal.
2.3) [sic] Pues bien, conforme es sabido para el asegurador su obligación principal consiste en la asunción del
riesgo, de la que ciertamente resulta secundaria la de indemnizar si ocurre el siniestro. El fin perseguido con el seguro entonces, es la traslación de un riesgo a un tercero,
para que sus eventuales consecuencias graviten sobre éste,
que lo asume mediante el pago de una prima, bajo la condición que exista un interés asegurable y que no se invoquen causales de exoneración.
Dado que resulta menester que el siniestro sea extraño a
la voluntad del asegurado, caducará cualquier derecho
cuando el asegurado provoque el siniestro, ya que al eliminar el riesgo se afecta la esencia misma del contrato.
Cuando el siniestro es provocado estamos en presencia
de un riesgo excluido o una limitación subjetiva del riesgo
o un ‘no seguro’ porque desaparece la incertidumbre que
es la esencia misma del riesgo. Admitir el seguro en tales
casos importa someter el riesgo a la voluntad potestativa
de una de las partes (Morandi, J. C., La agravación y otras
modificaciones del riesgo, Revista jurídica Argentina del
seguro, la empresa y la responsabilidad, Año III, N. 10/11
y 12, pág. 119).
Por consiguiente, si el asegurado asume una conducta
que potencializa en grado sumo la probabilidad de que el
riesgo se produzca, el riesgo no quedará amparado por el
seguro. Empero, paralelamente, la liberación de la aseguradora, le impone a esta parte la invocación y prueba (cfr.
doctrina del cpr 377) de que el fallecimiento del asegurado
se produjo por efecto de un acto doloso o producido con
culpa grave.
Mas, el criterio que lleva a eximir de responsabilidad al
asegurador –cuando se trata de ponderar la culpa del asegurado– debe ser restrictivo.
En efecto, la culpa grave del asegurado debe ponderarse con rigor y con relación a las particularidades de cada
situación, configurándose solo cuando media una manifiesta y grave despreocupación en la que no se hubiera incurrido de no existir seguro e identificándose más con la
voluntad consciente que con el simple descuido, al punto
de que pueda decirse que la víctima ocasionó voluntariamente el siniestro. La provocación del siniestro por dolo o
culpa grave debe ser probada por el asegurador. Un descuido del asegurado o una mera negligencia no constituye
la culpa grave, liberatoria del asegurador, conforme la ley
17418: 70, que requiere negligencia grosera, una conducta
culposa que aquel no habría observado si no estuviera asegurado y, por tanto, imputar culpa grave a toda negligencia
o mero descuido del asegurado equivale a limitar la garantía del seguro y las normas de la ley 17418.
La culpa, entonces, debe apreciarse con criterio restrictivo y con relación a las circunstancias y particularidades
de cada situación, configurándose sólo cuando media una
manifiesta y grave despreocupación (conf. CNCom., C,
“Salvia, Víctor c/ El Porvenir Coop. de Seg. Ltda.”,
13.12.88; íd., “Balián Sarkis c/ Seguros Bernardino Rivadavia Coop. Ltda.”, 12.3.04; Sala B, “Blengio, Rubén c/
La Equitativa del Plata SA de Seguros, 29.3.85; Sala D,
“Crespo de Tojo, Blanca c/ Fides Cía. de Seguros SA”;
9.11.2004, Juzg. 18, Sec. Nro. 36, “Finocchi de De Santis,
Marta Haydee c/ Fata Seguros SA s/ ordinario”; esta Sala,
28.02.2012, “Andrade Antonio Juan c/ La Nueva Cooperativa de Seguros Ltda. s/ ordinario”).
Partiendo del marco teórico antes referenciado y luego
de analizar con detenimiento los elementos colectados en
la causa penal, no puedo sino concluir en igual sentido que
la juez de la instancia de grado.
Es que, no hay indicios que permitan afirmar con algún
grado de certeza que la Sra. C. hablaba por celular al momento de ser embestida por la formación.
No ignoro que conforme da cuenta el acta labrada el día
del luctuoso hecho en sede policial, el subinspector Corredera Grand declaró que procedió al secuestro de –entre
otros– un teléfono celular marca Motorola B55 que se encontraba a metros de la Sra. C. –tal proceso de incautación
se llevó a cabo con la presencia de dos testigos– (v. fs. 3 y
fs. 5 de la causa penal), ni el hecho de que el hermano de
la difunta reconoció como de propiedad de ésta el celular
en cuestión (v. fs. 16 vta.).
Tampoco paso por alto el contenido del informe que
presentó en fs. 29/31 la médica legista Cristina Bustos.
Allí indicó que: (i) el 14.02.2006 siendo las 14,15 horas se
constituyó en la calle Estomba y las vías del ferrocarril,
(ii) el hecho se desarrolla en el paso peatonal donde una
señora aparentemente hablando por su teléfono celular
cruzó las vías sin advertir la llegada del tren y, (iii) terceros que se encontraban en el lugar aportaron esos datos.
Empero, a mi modo de ver, las constancias antes transcriptas son insuficientes para confirmar el efectivo uso del
teléfono celular en el momento en que la Sra. C. se disponía a cruzar las vías.
Paso de seguido a fundar mi parecer:
(i) la versión de la médica quien, recuérdese, se apersonó al lugar del hecho prácticamente dos horas después
del accidente no es categórica sobre el punto, desde que
señala que “aparentemente” la víctima estaba utilizando
el celular;
(ii) a su vez, esos datos los habrían aportado “terceros”
a los que no se identifica en el informe, ni fueron llamados
a declarar en esa sede;
(iii) por su parte, el oficial Corredera Grand quien debió desplazarse a la zona del accidente a las 12,05 hs.
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
oportunamente declaró que no fue posible obtener la declaración de testigos presenciales del hecho (v. fs. 3).
La contraposición de las versiones antes sintetizadas
surge palmaria y, torna endeble la brindada por la galena.
Es que, no me explico cómo no le fue posible al personal
policial obtener la declaración de algún testigo presencial
inmediatamente de acontecido el accidente y luego de pasadas dos horas aparecieran “terceros” aportando datos a
la médica legista;
(iv) las imágenes fotográficas acompañadas por TBA
(v. fs. 34/35), no muestran el uso del celular al momento
de iniciar la Sra. C. el cruce de las vías;
(v) la aparición del teléfono en cuestión a metros del
cuerpo de la Sra. C. solo pudo obedecer al hecho de que
llevaba el aparato en sus manos (al igual que sus llaves). Y
ello aparece de toda lógica pues no se secuestró en el lugar
del hecho bolso o cartera alguna;
(vi) la compañía de seguros tuvo la posibilidad de probar el uso efectivo del celular mediante otros medios más
idóneos y, sin embargo, no lo hizo. Antes bien, hubo desistido de buena parte de las probanzas que oportunamente
ofreció para acreditar su versión (v. fs. 249) y;
(vii) finalmente no puedo desatender a lo que comúnmente suele acontecer en la vida cotidiana; esto es: el hecho de que es por demás habitual el uso del teléfono celular en la vía pública mientras los peatones se desplazan.
Mas, ese proceder está muy lejos de poder calificarse de
temerario y como definidor de la culpa grave sobre la que
antes me he explayado.
Como corolario de todo lo expuesto, la queja no será.
Consecuentemente, corresponde confirmar el decisorio de
grado en el punto examinado.
2.4) Igual suerte han de correr los argumentos esbozados en punto a la arbitrariedad de la sentencia.
Es que, como es sabido, una sentencia adolece de tal vicio cuando omite el examen o resolución sobre alguna
cuestión oportunamente propuesta y cuya valoración resulta inexcusable para las circunstancias probadas en la
causa y para la posterior aplicación del derecho vigente, o
cuando se prescinde del claro e imperioso mandato de la
ley; siempre que afecte de manera sustancial el derecho
del impugnante y, lo silenciado sea conducente para la
adecuada solución de la causa (Conf. CSJN, “in re”, Villarruel, Jorge c/ CNA y S s/ Sumario, del 17.11.94); o cuando se falla sobre la base de una mera aserción dogmática,
lo que no ocurre en la especie.
A mi criterio, el fallo es coherente y concreto; está adecuadamente fundado y expone suficientemente las razones
que las circunstancias sustentan. Carece de contradicciones y el criterio de análisis empleado se ajusta a las premisas que sirven de antecedente a sus conclusiones.
Téngase en cuenta que la tacha de arbitrariedad requiere la invocación y demostración de vicios graves en el pronunciamiento, razonamientos ilógicos, o contradictorios, o
aparentes; apartamiento palmario de las circunstancias del
proceso, ya que lo contrario importaría extender la jurisdicción de la Corte para revisar todos los pronunciamientos que se dicten en el país, con menoscabo de los límites
establecidos por la constitución y las leyes (Conf. CSJN,
07.04.92, “De Renzis, Enrique A c/ Aerolíneas Argentinas”, 1993-III, Síntesis, JA).
En virtud de lo expuesto, la arbitrariedad incoada debió
fundarse en un hecho contrario o incompatible con el denunciado o bien, exponer su inverosimilitud. Nada hizo y
ello resta razonabilidad y consistencia a su defensa (arts.
163, inc. 5º in fine y 386, CPr.).
En dicho marco, no advierto irregularidades en el fallo,
toda vez que la primer sentenciante realizó un análisis razonado de las probanzas reunidas y su decisión se fundó
en aquellas.
3) Resta analizar los agravios esbozados por la parte actora los que, en sustancia, se dirigen a obtener la elevación
del quantum indemnizatorio.
3.1) El rechazo del rubro daño material
Bajo este rótulo, en el escrito de demanda la Sra. S. explicó –señalo que a fin de no alongar innecesariamente este decisorio, sólo transcribiré todo cuanto resulte útil para
proveer la solución– : “...el daño está representado por el
ingreso dejado de percibir por su madre a raíz de su muerte...”, “...su madre era el único sustento del grupo familiar...”, “...a la fecha de su muerte la misma contaba con 36
años de edad mientras que la actora contaba apenas con 17
años...”, “...el ingreso mensual promedio de su madre era
de $ 4.000...”.
Luego, estimó en la suma de $ 90.000 o lo que en más o
en menos dependa de la prueba a producirse en autos, el
presente ítem resarcitorio (v. fs. 57 vta., ap. III.B.3).
Pues bien, creo de suma utilidad reiterar la doctrina
sentada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación con
relación al rubro “valor vida”.
El Alto Tribunal ha sostenido que la vida humana no
tiene valor económico per se, sino en consideración a lo
que produce o puede producir, y por ello lo que se mide en
signos económicos no es la vida misma que ha cesado, sino las consecuencias que sobre otros patrimonios acarrea
la interrupción de una actividad creadora, productora de
bienes. Es decir, lo que se llama elípticamente la valoración de una vida humana no es otra cosa que la medición
de la cuantía del perjuicio que sufren aquellos que eran
destinatarios de todos o parte de los bienes económicos
que el extinto producía, desde el instante en que esta fuente de ingresos se extingue (conf. Fallos: 316:912; 317:728,
1006, entre muchos otros).
La reparación por daños y perjuicios intenta de alguna
manera restablecer el estado de cosas al existente con anterioridad al hecho dañoso, vale decir, tratar de colocar a
los damnificados en el mismo estado en el que se encontraban o encontrarían de no haberse producido aquel hecho. La idea de subsistencia que se menciona en el artículo
1084 del cciv debe asemejarse a todo lo que la víctima ha
podido representar para las personas a que se refiere, es
decir a todo lo que la ley supone que la víctima hubiera
podido suministrar como sostén y efectiva ayuda, lo cual,
en definitiva, queda reservado a una adecuada y prudente
apreciación judicial (Fallos: 311:1018).
Sucede que el daño consistente en la privación de lo
necesario para la subsistencia se presume, iuris tantum,
en favor de las personas que la ley menciona, mientras
que los otros daños posibles deben ser probados, y también corresponde acreditar aquel primer perjuicio si el reclamante no es uno de los beneficiarios de la presunción
normativa. Por tal motivo, se ha señalado que si bien ciertos damnificados tienen el derecho a que se les reconozca
la privación de lo necesario para la subsistencia, sin requerirse prueba concreta de ese daño, en modo alguno el
art. 1084 les coarta la posibilidad de acreditar la cuantía
exacta del perjuicio, lo cual les permitirá lograr una reparación mayor o más exacta (Bueres-Highton, Código Civil..., T. 3º, pág. 261 y ss., editorial Hammurabi, Buenos
Aires, 1999).
No obstante lo anterior, enseñan los autores arriba citados, con remisión a una obra del doctor Mosset Iturraspe,
para buena parte de la doctrina la presunción es enervable
a través de la prueba en contrario: “el demandado podrá
intentar la demostración de que el esposo no trabajaba, o
bien que lo hacía con resultados insuficientes para su cónyuge, o finalmente que sus ingresos los invertía en la satisfacción de sus propias necesidades sin contribuir a las del
hogar”.
Frente a ello, para fijar la indemnización por “valor vida” no han de aplicarse fórmulas matemáticas, sino considerar y relacionar las diversas variables relevantes de cada
caso en particular, tanto en relación con la víctima (edad,
condición económica y social, ingresos, expectativa de vida, etc.) como con los damnificados (grado de parentesco,
asistencia recibida, educación, etc.), todo lo cual debe ser
apreciado mediante una comprensión integral de los valores materiales y espirituales (Fallos: 292:428; 303:820; entre otros).
Partiendo entonces del esquema jurisprudencial y doctrinario antes reseñado, fácil es concluir por la admisión
de la queja en examen. Es que, a diferencia de lo sostenido
por la a quo, no hallo obstáculos para proceder a fijar la
indemnización.
Mas, a los fines de proveer una justa cuantificación del
perjuicio, ponderaré los datos que emanan de las causas
acumuladas y del expediente penal traído a esta sede.
Así, tengo presente: (i) que al momento del luctuoso
hecho la Sra. C. tenía 36 años y era el único sostén económico con que contaba la actora (véase el testimonio de la
Sra. B. en fs. 111, la declaración policial del hermano de la
víctima –Sr. M. A. C.– que en copia obra en fs. 22 de la
causa seguida contra TBA), (ii) que conforme los testimonios aludidos la víctima era enfermera y prestaba servicios
para una empresa de Enfermería a Domicilio y, (iii) que el
ex concubino de la Sra. C. explicó en sede policial que la
Sra. M. B. era enfermera y trabajaba en una empresa denominada New Med (v. fs. 9/10 de las actuaciones penales)
13
por ese entonces la actora tenía 17 años de edad y se encontraba cursando sus estudios secundarios.
Ciertamente, con los testimonios colectados en dos de
las tres causas, no puedo sino tener por acreditado que la
víctima del accidente fatal era enfermera y se desempeñaba en relación de dependencia. Y, no hay motivos para
concluir en sentido diverso, pues ninguna actividad desplegaron las requeridas, tendiente a desvirtuar la versión
expuesta en el libelo inaugural.
Ahora bien, la anterior sentenciante señaló que no hay
prueba concreta respecto del real ingreso que percibía la
Sra. C. Mas ello, como lo he venido señalando, no se erige
en escollo para proceder a estimar el perjuicio en el caso.
En efecto, si se requiriera inexorablemente una demostración acabada de lo que efectivamente percibía el difunto,
muchas familias quedarían desprotegidas; piénsese, a modo de ejemplo, en la situación en que se encontraría el hijo
de un desocupado o de quien ejerciera trabajo informal
frente a la desaparición física de su padre.
Y sobre este punto Ghersi explica que el daño presunto
en la norma del art. 1084 queda limitado a un consumo
mínimo necesario para la subsistencia familiar y no requiere prueba alguna aún cuando el fallecido no desarrollare actividad económica alguna o en los casos más extremos de indigencia, pues la existencia de la vida en sí misma supone la ingesta de un mínimo de alimentos, aún
cuando sean procurados mediante la caridad o la limosna.
Agrega el autor que, ello no quita que los damnificados
–cónyuge supérstite e hijos menores– puedan reclamar un
daño económico mayor que excede el daño presunto de
supervivencia, como cuando el extinto aportaba importantes recursos que permitían una vida más holgada, cuya
cuantía debe ser efectivamente probada y cuantificada por
el reclamante conforme variables económicas, sociales y
culturales, tanto en relación a la víctima como a los obligados a la reparación (Ghersi, Carlos A., Tratado de los
daños reparables, parte general, T. 1, pág. 85 y ss., editorial La Ley, Buenos Aires, 2008).
En el caso, si bien no se han acompañado los recibos
del sueldo que percibía la Sra. C., advierto que la cifra denunciada en el escrito de demanda ($ 4.000) es levemente
inferior a la que al mes de agosto del año en curso corresponde a un auxiliar de enfermería ($ 4.169,98), según surge del Convenio Colectivo Nro. 122/75 que oficiosamente
hube consultado.
De modo que tomaré esta última como parámetro pues,
a tenor de los dichos de la testigo B., el lugar o barrio donde la actora vivía con su madre, el nivel educativo que tenía la actora (estudiante secundario en el colegio Hijas de
Jesús, conforme surge del informe psicológico), la profesión desarrollada por la Sra. C., no cabe sino concluir que
su economía excedía la de la mera subsistencia.
Tengo presente asimismo, que reiteradamente ha sido
juzgado que la indemnización por muerte debida al cónyuge y a los hijos del fallecido es de carácter alimentario, por
lo cual debe asegurarles las condiciones de vivienda, salud, educación, y esparcimiento razonablemente esperadas
a partir de la situación económica y expectativas de progreso del fallecido (CNCiv., Sala J, 11.12.1997, “D.G.B.,
c/ Ferrocarriles Metropolitanos SA”, La Ley 1998-E-10;
íd, 30.3.99, “C.J.L. y otro c/ Ferrocarriles Argentinos”, La
Ley 1999-F-522).
A la vez, no soslayo que el deber de asistencia emergente de la patria potestad no se ciñe estrictamente a lo alimentario pues, a diferencia de los alimentos debidos entre
parientes, el concepto de alimento es más amplio y flexible, que no cubre estrictamente el consumo de supervivencia sino que comprende la educación y el esparcimiento
del hijo y, en general, lo necesario para la formación integral del hijo tal como lo señalan los Tratados Internacionales incorporados a la Constitución Nacional.
Tampoco ignoro que la obligación alimentaria emergente de la patria potestad cesa al llegar el hijo a la mayoría de edad, pues lo normal y ordinario es que su subsistencia no dependa del aporte económico de los padres. Sin
embargo –y esto es una consabida realidad– puede suceder que alcanzada la edad de 21 años, si bien existen posibilidades de autosuficiencia de consumos básicos, los jóvenes sigan necesitando la asistencia económica de sus
progenitores.
En virtud de todo ello, la indemnización que otorgaré a
favor de la actora contemplará, por un lado su especial situación hasta alcanzada la mayoría de edad y, por el otro,
los años siguientes donde la contribución de los padres en
14
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
general disminuye de modo que pueda quedar circunscripta a lo necesario para la supervivencia.
Entonces, en uso de las facultades que me confiere el
cpr: 165 y ponderando la edad de la Sra. C. al momento de
producirse el fatal accidente y el hecho de que la edad de
la población económica activa promedio se extiende hasta
los 65 años (trabajadores en relación de dependencia), fijo
–a la fecha de este decisorio– la indemnización que fuera
requerida en concepto de daño material en la suma de $
298.000. Aclárase que de dicho importe la suma de $
130.600 se corresponde a capital y $ 167.400 a intereses
calculados a la Tasa activa que aplica el Banco de la Nación Argentina para sus operaciones comunes de descuento a 30 días, desde la fecha del evento dañoso y hasta el
presente.
Recuerdo a todo evento, que las fórmulas provisionales
de cuantificación del daño realizada en la demanda, en la
especie “lo que en más o en menos resulte de la prueba a
rendirse”, resultan de una adecuada práctica y estrategia
profesional.
Su consecuencia radica en la posibilidad de que se condene al pago de una suma diversa, ya sea superior o inferior de la indicada por la actora, no violándose el principio
de congruencia, toda vez que en su petición estableció una
variabilidad potencial del monto conforme a la prueba a
rendirse. “Entonces, el auténtico contenido de la pretensión no es el vertido interinamente, sino el determinado
por la prueba” (Matilde Zavala de González, El proceso de
daños y estrategias defensivas, Edit. Juris, pág. 65).
En autos, Trenes de Buenos Aires al contestar la demanda en fs. 76/85 se opuso a la procedencia de los daños
e impugnó el quantum pretendido, pero omitió toda réplica respecto de la fórmula utilizada en la demanda. No se
planteó defensa de defecto por libelo oscuro, o violación a
las reglas procesales en la forma de proponer la demanda.
Entonces, dado que la accionante había dejado subordinado el monto resarcitorio definitivo al resultado de la
prueba a rendir a lo que en más o en menos resulte, por
ello así quedó trabada la litis con el carácter interino de la
pretensión y su subordinación a la prueba. Siendo ello así,
la parte demandada estaba en perfectas condiciones para
disentir y acreditar en forma adversa, el monto pretendido.
Finalmente, debo señalar que en casos como el presente, se concluye en que, sobre la base de la misma demanda
que ha abierto el proceso y sin alteración del principio de
congruencia, el juez puede condenar al pago de la suma
mayor que se ha determinado durante el estadio probatorio
(esta Sala, 4.10.2011, “Lizarazu Norma Susana c/ Banco
Itaú Buen Ayre S.A., s/ ordinario”).
3.2) La reparación otorgada en concepto de daño psicológico
Téngase en cuenta que la anterior sentenciante estableció la indemnización en la suma de $ 45.000, importe que
estimó suficiente para atender a los gastos del tratamiento
psicológico y la incapacidad residual.
Ciertamente las conclusiones que emanan de la pericia
psicológica (v. fs. 177/186) y las explicaciones brindadas
por la experta en razón de la impugnación que introdujo
TBA (verlas en fs. 207/218), son contundentes en punto al
grado de incapacidad que presenta la actora.
En la última de las presentaciones la perito indicó que
el mentado porcentual alcanza el 40% y que con el tratamiento psicoterapéutico se puede llegar a aliviar la patología, no obstante sospechar que la situación traumática se
manifestará intermitentemente. Ello pues, las posibilidades de recuperación de la actora dependerán de la evolución del tratamiento, que deberá ser evaluado por los profesionales.
No puedo además soslayar que fue señalado por la perito en su dictamen que la muerte de una madre, es una experiencia especialmente traumática, máxime cuando es en
forma abrupta e inesperada por alguna causa externa, y no
por efectos de enfermedad orgánica.
Es verdad que no es posible conocer en este estadio el
éxito del tratamiento indicado y, consecuentemente, cuál
será la incapacidad residual. Mas, en tanto la establecida
afecta altamente las posibilidades de inserción y desarrollo
social, económico, cultural y afectivo de la actora, estimo
razonable elevar la indemnización a la suma de $ 55.000.
Con ese alcance, la queja será admitida.
3.3) El daño moral
La indemnización concedida por este rubro se aprecia
adecuada y suficiente para paliar lo que una aguda fórmula
ha llamado “modificaciones disvaliosas del espíritu” (Pi-
zarro, Daniel, “Reflexiones en torno al daño moral y su reparación”, JA del 17.09.86, pág. 6 y doctrina allí citada).
De otro lado, la suma que se ordena abonar (tanto por
este rubro cuanto por el daño psicológico), lo ha sido con
más los intereses establecidos en el decisorio. Y, como es
sabido, la incidencia del perjuicio provocado por el envilecimiento del signo monetario puede ser encarada desde
dos perfiles, estos son: la revalorización del capital y la
corrección introducida por vía de intereses (C.S.J.N.,
16.8.77, “Gobierno Nacional c/Rodríguez de Maldes, Ernesto y otro”, Rev. La Ley, t. 148, p. 191; 30.8.72, “La Razón S.A. c/Gobierno Nacional”). De esta manera, se configura un régimen que posibilita –a los fines reparatorios– la
contemplación de intereses en un sistema flexible y dinámico, adaptable a las variaciones circunstanciales de las
políticas económicas, desde que no existe óbice alguno
para que dicha tasa refleje aproximadamente la incidencia
del fenómeno del deterioro monetario.
Es que las tasas de interés real buscan su nivel en consonancia con la incidencia de la inflación que eventualmente se produzca, por lo que la reparación al acreedor ya
puede encontrar adecuada solución también a través de intereses que tengan estos caracteres. El mercado financiero
asume así, una transparencia que permite encontrar dentro
de él una solución adecuada (CNCom., Sala D, 8.8.77,
“Cilinderex S.A.I.C. c/Offset Gramma S.R.L. s/sumario”).
En tal sentido, se aprecia en este estado, que no ha resultado acreditado que la aplicación de la tasa fijada en la
sentencia, no compense la eventual desvalorización de
nuestra moneda.
Por todo ello, los argumentos vertidos en el segundo
agravio, serán desestimados.
V. CONCLUSIÓN
Por todo lo expuesto, si mi criterio fuera compartido
por mis distinguidos colegas propongo al acuerdo: a) desestimar las quejas vertidas por Trenes de Buenos Aires
SA y por Metlife Seguros de Vida SA, b) admitir parcialmente los agravios de la parte actora y, consecuentemente:
(i) condenar a Trenes de Buenos Aires SA a pagar –dentro
de los diez días de quedar firme la presente– a la Sra. G.
B. S. la suma de $ 298.000 en concepto de daño emergente
(v.gr. valor vida). Para el caso de no cumplirse la condena
en el plazo indicado, se devengarán idénticos intereses a
los establecidos en el decisorio recurrido, (ii) elevar la indemnización concedida en concepto de daño psicológico a
la suma de $ 55.000, (iii) confirmar lo demás que decide la
sentencia de fs. 306/315 y, c) imponer las costas de alzada
a las demandadas vencidas.
Así voto.
El doctor Juan Manuel Ojea Quintana adhiere al voto
que antecede.
La doctora Alejandra N. Tevez dice:
Adhiero a la solución propiciada por el distinguido colega preopinante.
Estimo apropiado, no obstante, remitir en punto a las
consideraciones vertidas en el acápite 2.3 –y sin perjuicio
de compartir las apreciaciones y conclusiones del Dr. Barreiro en el supuesto sometido a juzgamiento–, a los fundantes de mi voto en disidencia en los autos “Andrade,
Antonio Juan c/ La Nueva Cooperativa de Seguros Ltda.,
s/ ordinario”, del 28.02.2012, con relación a la culpa grave
del asegurado y su configuración.
Buenos Aires 6 de diciembre de 2012
Y Vistos:
Por los fundamentos expresados en el Acuerdo que antecede, se resuelve: a) desestimar las quejas vertidas por
Trenes de Buenos Aires SA y por Metlife Seguros de Vida
SA, b) admitir parcialmente los agravios de la parte actora
y, consecuentemente: (i) condenar a Trenes de Buenos Aires SA a pagar –dentro de los diez días de quedar firme la
presente– a la Sra. G. B. S. la suma de $ 298.000 en concepto de daño emergente (v.gr. valor vida). Para el caso de
no cumplirse la condena en el plazo indicado, se devengarán idénticos intereses a los establecidos en el decisorio recurrido, (ii) elevar la indemnización concedida en concepto de daño psicológico a la suma de $ 55.000, (iii) confirmar lo demás que decide la sentencia de fs. 306/315 y, c)
imponer las costas de alzada a las demandadas vencidas.
Colóquese copia de la presente en las actuaciones caratuladas “S., G. B. c/ Trenes de Buenos Aires SA, s/daños y
perjuicios” (Expte. Nro. 54.292, del Registro de la Secretaría Nro. 48).
Notifíquese. – Rafael F. Barreiro. – Alejandra N. Tevez.
– Juan M. Ojea Quintana (Prosec.: María J. Morón).
Seguros:
Contrato de seguro: cumplimiento, interés
asegurable; vehículo asegurado; condominio;
efectos respecto del pago de la indemnización derivada del siniestro.
1 – Corresponde confirmar la sentencia apelada y condenar a
la demandada compañía de seguros por cumplimiento de
contrato y daños, pues resulta evidente que el actor ostentaba un interés asegurable sobre el vehículo, derivado del interés económico lícito que poseía por su calidad de condómino, quedando ello evidenciado por la contratación de la cobertura asegurativa, ya que una de las formas que adopta
ese interés no es otra que tomar un seguro que tenga por
efecto evitarle un daño.
2 – La circunstancia de que el accionante no fuera único titular del vehículo no libera a la aseguradora de abonar la indemnización derivada del siniestro, en tanto solo resulta necesario –y conteste con la postura que hubiera adoptado la
aseguradora al tiempo en que el actor requirió la cobertura
asegurativa– poseer un interés asegurable sobre el bien objeto de la contratación.
3 – En un contrato de seguro, las clases de relaciones sobre
el bien asegurado son múltiples, mas no es necesario que
sean jurídicas, de modo tal que el interés económico de la
relación puede no coincidir con la relación jurídica correspondiente. Y precisamente la relación entre el sujeto y un
bien concreto, entendida como el interés asegurable, constituye el presupuesto de legitimidad de los seguros de daños, en los cuales el perjuicio consiste en la lesión de esa
relación. S.M.C.
211 – CNCom., sala F, diciembre 7-2012. – G., R. A. c. Federación
Patronal Seguros S.A. s/ordinario.
En Buenos Aires a los seis días del mes de diciembre
de dos mil doce, reunidos los Señores Jueces de Cámara
en la Sala de Acuerdos fueron traídos para conocer los
autos “G., R. A. c/ Federación Patronal Seguros S.A. s/ordinario” (Registro de Cámara Nº 16.841; Causa Nº
53.272; Juzgado Nº 25, Secretaría Nº 50) en los que al
practicarse la desinsaculación que ordena el art. 286 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación resultó
que la votación debía tener lugar en el siguiente orden:
Doctora Tevez, Doctor Ojea Quintana y Doctor Barreiro.
Estudiados los autos la Cámara plantea la siguiente cuestión a resolver:
¿Es arreglada a derecho la sentencia apelada de fs.
205/217?
La Señora Juez de Cámara Doctora Alejandra N. Tevez
dice:
I. ANTECEDENTES DE LA CAUSA
a. R. A. G. (en adelante, “G.”) inició este pleito contra
Federación Patronal Seguros S.A. (en adelante, “Federación S.A.”) por cumplimiento de contrato y daños, a fin de
obtener el cobro de la suma de pesos treinta y cuatro mil
seiscientos sesenta ($ 34.660) con más intereses y costas.
Relató que se vinculó con la accionada a través de un
contrato de seguro que cubría –entre otros– el riesgo de
robo y hurto sobre su vehículo Renault 18 modelo Break
del año 1991, por una suma asegurada de pesos doce mil
ochocientos ($ 12.800).
Dijo que el 23.09.06 el rodado le fue sustraído y que el
mismo día efectuó la denuncia policial por ante la Comisaría Nro. 48, haciéndolo el 26.09.06 ante la aseguradora.
Manifestó que se contactó con él cierto gestor designado por la compañía –L. H. B.– y le requirió la documentación necesaria para realizar la baja del rodado en el Registro Automotor y en la Dirección General de Rentas del
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Con tal objetivo
–continúo– otorgó al gestor una “autorización de gestión”
el 29.11.06, cuya firma obra certificada por la escribana
Mónica Mangudo.
Denunció que, según le informaron los gestores de la
aseguradora, surgió en el GCBA un juicio por una deuda
de patentes, que había sido cancelada según documentación que tenía en su poder.
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
Expuso que: i) el GCBA rechazó el 09.02.07 la presentación administrativa que hubiera realizado –con el objeto
de que se le reconociera la documentación que acreditaba
el pago– frente a la existencia de un juicio cuya radicación
no lograba determinar; y ii) el 12.04.07 inició la carpeta
nro. 81129 con cierta nota de la mandataria a cargo de la
Sección nro. 81, Dra. María Lidia Trento, a fin de aclarar
las cuestiones no resueltas.
Relató que el 19.04.07 remitió a Federación S.A. una
carta documento requiriendo la suspensión de los plazos
de prescripción ante la imposibilidad de cumplir los requisitos para el pago de la indemnización.
Dijo que, luego de localizar el expediente judicial en el
que se ejecutaba la deuda de patentes –en trámite por ante
el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil nro.
29–, que nunca había aparecido en el registro informático
del sistema judicial, la carpeta nro. 81129 se transformó en
el expediente nro. 39.102/07, en el que se resolvió la baja
de su vehículo el 14.11.08.
Así las cosas, expuso que, con la restante documental
requerida por la aseguradora, se comunicó con el gestor
M. F. y se presentó en las oficinas de Federación S.A.
Añadió que quien estaba a cargo del siniestro, P. E., le manifestó que los plazos para el cobro del seguro estaban
prescriptos, razón por la cual no le sería abonado.
Arguyó que el art. 58 de la LS. establece que los plazos
para el cobro de la indemnización se interrumpen frente a
los procedimientos administrativos para liquidar el daño.
Reclamó el pago de: i) pesos doce mil ochocientos ($
12.800) en concepto de daño material, ii) pesos dos mil
quinientos sesenta ($ 2.560) en concepto de ajuste del
20% pactado en la póliza, iii) pesos seis mil quinientos ($
6.500) por privación de uso, y iv) pesos doce mil ochocientos ($ 12.800) en concepto de “premiun dolores”.
Ofreció pruebas y fundó en derecho su pretensión.
2. [sic] A fs. 50/54 Federación S.A. contestó la demanda. Solicitó el rechazo de la acción con expresa imposición de costas.
Opuso liminarmente la excepción de prescripción. Así,
adujo que el siniestro ocurrió el 23.09.06 y que la mediación se inició el 24.11.08, es decir, transcurrido el plazo de
un año previsto en el art. 58 de la L.S. Añadió que no obsta a lo anterior la carta documento que le hubieran remitido para suspender la prescripción por un año en los términos del art. 3986 del CCiv., pues, aun cuando se considerara, transcurrió el lapso legalmente previsto.
Dedujo también la excepción de falta de legitimación
activa por no ser el actor titular del rodado o solo serlo en
un 50%.
Adujo que, conforme surge de las condiciones generales de contratación, se obligó frente al siniestro a restituir el valor asegurado del rodado siempre que se cum-
EDICTOS
CIUDADANÍA
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil y Comercial Federal
Nº 8, Secretaría Nº 16, sito en Libertad 731, 7º piso de Capital Federal,
hace saber que MEJIA GARCÍA FLORENTINA, nacida en Villa Altagracia,
República Dominicana el 16-51970, con DNI Nº 94.525.537 ha
peticionado la concesión de la ciudadanía, a fin de que los interesados
hagan saber a este Juzgado las circunstancias que pudiesen obstar a
dicho pedido. Buenos Aires, 14 de
junio de 2013. Silvina A. Bracamonte, sec.
I. 8-7-13. V. 10-7-13
1201
SUCESIONES
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 2, Secretaría única, en Talcahuano 490, 5º, cita y emplaza por el término de treinta días a
herederos y acreedores de CACERES,
CARMEN ANTONIA. Publíquese por
tres días. Buenos Aires, 26 de junio de
2013. Publíquese en El Derecho. Sergio Darío Betchakdjian, sec.
I. 4-7-13. V. 8-7-13
1187
El Juzgado Nacional de 1ª Instancia
en lo Civil Nº 105, cita y emplaza a
herederos y acreedores de don MARIO
RAUL LITVIN por el plazo de treinta
días, a fin de que hagan valer sus derechos. El presente edicto deberá publicarse por tres días en el diario El
Derecho. Buenos Aires, junio 28 de
2013. Santiago Strassera, sec.
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 49, Secretaría
Única, sito en Uruguay 714, Piso 7º
de Capital Federal, cita y emplaza por
el término de treinta días a los herederos y acreedores de Doña ANA MARÍA SALAZAR MENDEZ, a los efectos
de hacer valer sus derechos. El presente edicto debe ser publicado por
tres días en el diario El Derecho. Buenos Aires, 18 de junio de 2013. Viviana Silvia Torello, sec.
El Juzgado Nacional de 1ª Instancia
Civil Nº 49 del Departamento Judicial
de la Capital Federal, cita y emplaza
por treinta días a herederos y acreedores de OSVALDO VALENTIN NIMEROVSKY. Publíquense por tres días en
el diario El Derecho de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Buenos Aires,
20 de marzo de 2013. Viviana Silvia
Torello, sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1197
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1193
1188
plieran los requisitos dispuestos en las resoluciones nro.
22418/26290 y circular nro. 4.368, normativas ambas de
orden público.
Tras ello, arguyó que G. no cumplió con las condiciones de la póliza previstas en la cláusula 16, pues no entregó la documentación requerida y, especialmente, no presentó la cesión de derechos. Así, expuso que, conforme el
art. 1201 del CCiv., se oponía a cumplir con su obligación hasta tanto la actora no hiciera lo propio respecto de
la suya.
Solicitó la entrega de la siguiente documentación: i) baja del automotor inscripta por ante el Registro pertinente,
ii) baja de deudas de patente, iii) libre deudas de faltas de
tránsito, iv) cesión de derechos sobre el rodado a favor de
su representada, y v) llaves del vehículo.
Negó la procedencia de los daños.
Ofreció pruebas y fundó en derecho su pretensión.
c. A fs. 64/66 contestó el actor el traslado de las excepciones. Arguyó que: i) por hechos ajenos a su persona, la
baja de patentes fue presentada recién en noviembre de
2008, ii) es inconducente que la defendida se niegue a
abonar el siniestro por no ser titular del 100% del rodado,
y iii) jamás puso la defendida a disposición el instrumento
de la cesión de derechos.
d. A fs. 68/69 se difirió para el momento de dictar sentencia la resolución de las excepciones interpuestas.
II. LA SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA
Mediante el pronunciamiento de fs. 205/217 el a-quo
admitió parcialmente la demanda y condenó a Federación
S.A. a pagar a G. pesos veintiún mil ochocientos sesenta
($ 21.860) con más intereses desde la mora –que fijó al
05.05.09, fecha en que se notificó la demanda, ante la inexistencia de intimación formal de pago anterior y en virtud
de tratarse de intereses moratorios derivados de un incumplimiento contractual–. Impuso las costas a la defendida
vencida.
Para decidir en el sentido indicado, señaló el primer
sentenciante que reconocieron las partes la existencia del
contrato de seguro que las vinculara así como la producción del siniestro.
Tras ello, analizó las excepciones deducidas y las rechazó.
En relación a la falta de legitimación activa, señaló que
el modo en que fue planteada contradijo la oposición de
las restantes defensas; y que, a todo evento, si la aseguradora contrató el seguro con quien se presentó como poseedor del rodado y percibió la prima, no puede luego supeditar el pago de la indemnización a la existencia de un recaudo que estimó innecesario al tiempo de contratar.
Respecto de la excepción de prescripción, juzgó que
distintos elementos obrantes en la causa (denuncia del siniestro, denuncia policial, autorización de gestión a ciertas
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 54, cita y emplaza
a herederos y acreedores de HOYOS
DELFINA SUSANA s/sucesión ab-intestato por el término de treinta días.
Publíquese por tres días en El Derecho. Buenos Aires, 7 de junio de
2013. Ma. de las Mercedes Domínguez, sec. int.
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1194
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 54, cita y emplaza
a herederos y acreedores de DIONISIA
PRIMITIVA ISLA, por el término de
treinta días. Publíquese por tres días
en El Derecho. Buenos Aires, junio 28
de 2013. Ma. de las Mercedes Domínguez, sec. int.
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1195
El Juzgado Nacional de 1ª Instancia
en lo Civil Nº 105, cita y emplaza a
herederos y acreedores de ESTHER
EMILIA PRADO por el plazo de treinta
días, a fin de que hagan valer sus derechos. El presente edicto deberá publicarse por tres días en el diario El
Derecho. Buenos Aires, mayo 30 de
2013. Santiago Strassera, sec.
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1190
El Juzgado Nacional en lo Civil Nº 71
cita y emplaza por el plazo de treinta
días a herederos y acreedores de
IVONNE ABREA a presentarse en au-
tos a fin de hacer valer sus derechos.
Publíquese por tres días. Buenos Aires, junio 12 de 2013. Inés M. Leyba
Pardo Argerich, sec. int.
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1192
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 61, Secretaría
única, cita y emplaza por treinta días a
herederos y acreedores de VICENTA DI
CORRADO. Publíquese por tres días
en El Derecho. Buenos Aires, 1º de julio de 2013. Juan Hugo Bustamante,
sec.
I. 5-7-13. V. 10-7-13
1191
El Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil Nº 46, Secretaría Única de la Capital Federal, cita y emplaza por el término de 30 días a herederos y acreedores de NIOSI CARLA. Publíquese
por 3 días en El Derecho. Buenos Aires, 6 de junio de 2013. L. Damián
Esteban Ventura, sec.
I. 4-7-13. V. 8-7-13
1185
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 74, sito en Avda.
de los Inmigrantes 1950, PB, cita y
emplaza por treinta días a herederos y
acreedores de JORGE VÍCTOR TANGIR. Publíquese por tres días. Este
edicto se publicará en El Derecho.
Buenos Aires, 26 de junio de 2013.
OS. Graciela Susana Rosetti, sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1198
15
personas que prestan servicios para la aseguradora, gestiones realizadas ante la Dirección General de Rentas para
obtener el certificado de baja de patentes, carta documento
remitida a la defendida, solicitudes cursadas a las Cámaras
Nacionales a fin de obtener informes de ejecución de deudas de patentes) revelan que se verificó el supuesto de interrupción del plazo previsto por la LS: 58. Señaló el magistrado que a partir de la regularización administrativa –
acaecida con la baja fiscal del rodado el 14.11.08– no
había transcurrido el plazo referido.
Por último y en lo tocante a la excepción prevista en el
art. 1201 del CCiv., juzgó el primer sentenciante que no
se verificó una situación de incumplimiento atribuible al
actor, quien, antes bien, habría cumplido con los trámites
a su cargo a fin de percibir el pago del siniestro. Al respecto, añadió que: (i) la apuntada defensa exige para su
procedencia la buena fe de quien la opone, circunstancia
que no podía considerarse presente en la especie; y (ii) no
puso la aseguradora a disposición de su cliente cierto formulario en orden a lo previsto por la cláusula 16 del contrato de seguro.
De seguido, analizó los perjuicios reclamados y otorgó:
(a) en concepto de daño material, pesos quince mil trescientos sesenta ($ 15.360); y (b) por privación de uso, pesos seis mil quinientos ($ 6.500).
III. LOS RECURSOS
La sentencia fue apelada por Federación S.A. a fs. 221.
El recurso fue concedido libremente a fs. 233. Los incontestados agravios corren a fs. 252/55.
A fs. 257 se llamaron autos para dictar sentencia.
Ello así, se encuentran estas actuaciones en condiciones
de emitir pronunciamiento conclusivo.
IV. LOS AGRAVIOS
Se queja la accionada pues el a quo: i) rechazó la excepción de falta de legitimación activa opuesta en base a
la ausencia de titularidad registral del vehículo asegurado; ii) desestimó la excepción prevista en el art. 1201
del CCiv., tras considerar que no habría puesto a disposición del asegurado cierto formulario; iii) rechazó la excepción de prescripción sin computar un lapso de siete
meses que cabría adicionar al plazo reanudado el 14.11.08;
iv) admitió el cómputo de intereses, pese a que no adjuntó G. la documentación necesaria para abonar el siniestro;
y v) otorgó cierta indemnización por privación de uso del
rodado.
V. LA SOLUCIÓN
a. Consideración preliminar
Resulta cuanto menos dudoso que la expresión de agravios en estudio contenga una crítica concreta y razonada
de los fundamentos empleados por el primer sentenciante
para admitir la demanda incoada.
Juzgado Nacional en lo Civil Nº 22,
Secretaría única, cita y emplaza por el
término de treinta días a herederos y
acreedores de HUGO EUGENIO GABRIELLI. Publíquese por tres días en
el diario El Derecho. Buenos Aires, junio 17 de 2013. Dolores Miguens,
sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1199
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 54, cita y emplaza
a herederos y acreedores de ALFREDO
OSCAR LOPEZ ALONSO por el término de treinta días. Publíquese por tres
días en El Derecho. Buenos Aires, 3
de mayo de 2013. Ma. de las Mercedes Domínguez, sec. int.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1200
El Juzgado de Primera Instancia en lo
Civil número 47, Secretaría Única, cita y emplaza por el término de treinta
días a herederos y acreedores de MERCEDES OLEGARIA GOMEZ. Publíquese por tres días en el diario El Derecho. Buenos Aires, 24 de junio de
2013. Silvia R. Rey Daray, sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1196
El Juzgado Nacional en lo Civil Nº 58,
con sede en Av. De los Inmigrantes Nº
1950 piso 5º de la C.A.B.A., cita y
emplaza por 30 días a herederos y
acreedores de Doña FERNANDEZ, AURORA ALIANZA. Publíquese por 3 dí-
as (tres días) en el diario El Derecho.
En Buenos Aires, a los 19 días del
mes de junio de 2013. María Alejandra Morales, sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1204
El Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil Nº 47, Secretaría
Única, sito en Av. De los Inmigrantes
1950, Piso 4º, de esta ciudad, cita y
emplaza por 30 días a herederos y
acreedores de BENITO, LUIS. Publíquese por tres días. Buenos Aires, 2
de julio de 2013. Silvia R. Rey Daray,
sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1202
Juzgado Nacional en lo Civil Nº 31, cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de FEDERICO GASTON MARTINS SERAFIN. Publíquese
por tres días. Buenos Aires, junio 4 de
2013. María Cristina García, sec.
I. 8-7-13. V. 11-7-13
1203
El Juzgado Nacional de 1ª Instancia
en lo Civil Nº 90, Secretaría Única,
cita y emplaza por treinta días a herederos y acreedores de INES CARMEN
CASTAÑEIRA, a efectos de que hagan valer sus derechos. El presente
deberá publicarse por tres días en el
diario El Derecho. Buenos Aires, 25
de junio de 2013. Gustavo Alberto
Alegre, sec.
I. 4-7-13. V. 8-7-13
INTERIOR: Bahía Blanca: Notas Jurídicas: Tel. (0291) 4527524 / La Plata: José Panfili Tel./Fax (0221) 155770480 / Mar del Plata: Jorge Rabini Tel./Fax (0223) 4893109 / Córdoba: Alveroni Libros Jurídicos (0351) 4217842
Mendoza, San Juan, San Luis: José Graffigna Tel. (0261) 1534849616 / S. S. Jujuy: Librería Universitaria Tel./Fax (0388) 4237963 / San Miguel de Tucumán: Bibliotex Tel. (0381) 4217089
Noreste: Jorge Thea Tel. (0343) 1564660335 / Patagonia: Nelson Ramírez Tel. (011) 1564629553
1183
Buenos Aires, lunes 8 de julio de 2013
Nº 13.274
AÑO LI
Primer Director: Jorge S. Fornieles (1961 - 1978)
UNIVERSITAS S.R.L.
Tucumán 1436/38 (C1050AAD) Ciudad de Bs. As.
D i a r i o
d e
D o c t r i n a
De su lectura se observa que no se cumplió con las exigencias previstas en el cpr: 265. En efecto, el contenido u
objeto de la impugnación lo constituye la crítica precisa de
los errores que contiene la resolución; sea en la apreciación de los hechos o en la aplicación del derecho. Crítica
concreta y razonada, que no se sustituye con una mera discrepancia, sino que implica el estudio de los razonamientos del juzgador, demostrando a la Cámara las equivocadas
deducciones, inducciones y conjeturas sobre las distintas
cuestiones resueltas (Fenocchietto-Arazi, “Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Comentado y Concordado”, T. I, págs. 836/37, Astrea, Bs. As., 1985).
Sin perjuicio de ello y a fin de evitar una rigidez hermenéutica que pueda comprometer en algún punto el derecho
de defensa en juicio, de raíz constitucional (CN: 18), procederé a tratar las quejas vertidas (CNCom., Sala B,
“Charles Mario, c/ Albergoli, Myltoni V. s/ ordinario”, del
06.07.89; esta Sala, 24.06.2010, “Cots, Roberto Jorge c/
La Caja de Seguros SA s/ ordinario”).
b. Excepción de falta de legitimación activa
La aseguradora cuestionó que el primer sentenciante desestimara la defensa interpuesta en base a la ausencia de titularidad registral del vehículo asegurado.
El agravio debe ser rechazado.
Así pues el magistrado de grado rechazó la excepción
por reputar improcedente por parte de Federación S.A. denegar la titularidad de la acción y, al propio tiempo, oponer
la defensa de prescripción y la prevista en el art. 1201 del
CCiv. Sólo como argumento adicional sostuvo el sentenciante que, a los efectos de proceder al pago de la indemnización, resultaba innecesario que el tomador del seguro
acreditara revestir la calidad de titular del rodado asegurado (v. fs. 208, último párrafo).
En tal orden de ideas, siendo que la defendida no se
agravió del fundamento central desarrollado para el rechazo de la defensa, corresponderá confirmar la decisión de
grado en cuanto reconoció la legitimación activa del Sr. G.
–volveré, no obstante, sobre la cuestión, infra sub d–.
c. Excepción de prescripción
El a quo rechazó la defensa de prescripción pues meritó
que existían en la causa actos que, de acuerdo al art. 58 de
la L.S., tenían virtualidad suficiente para interrumpir su
curso. Sostuvo, en síntesis, que desde la obtención de la
baja fiscal del rodado el 14.11.08 hasta el inicio de la demanda en abril del 2009, no había transcurrido el término
legal.
Similares consideraciones a las ya expuestas supra (v.
pto. b) imponen desestimar la queja, pues yerra la recurrente en punto al argumento desarrollado para rechazar la
excepción.
En efecto, no fue dicho en la sentencia que las gestiones administrativas llevadas adelante por G. para complementar la documentación que Federación S.A. le requiriera, hubieran suspendido el término prescriptivo; antes
bien, juzgó el a quo que ellas tuvieron, de acuerdo a los
términos del art. 58 de la L.S., efectos interruptivos de su
curso.
Así las cosas, dado que no introdujo Federación S.A.
queja alguna sobre el punto y que la actuación de esta Alzada se encuentra limitada por el contenido de los agravios
de las partes, los endebles argumentos expuestos ninguna
incidencia proyectan respecto de lo decidido en la instancia anterior.
d. Excepción prevista en el art. 1201 del CCiv.
Juzgó el primer sentenciante que la obligación cuyo incumplimiento imputó la defendida al actor (cesión de derechos) tenía como contrapartida un compromiso que debía
aquélla cumplir con anterioridad: la entrega de cierto formulario (nro. 15) al asegurado.
Se quejó Federación S.A. argumentando que la circunstancia de no haber puesto a disposición de su contraparte
aquél formulario resulta irrelevante, dado que “...el actor
jamás ...(lo)... podría haber inscripto (...) ante el registro de
la propiedad automotor, toda vez que no detentaba la titularidad registral sobre el rodado siniestrado...” (sic.; v. fs.
253 vta.).
El agravio debe ser desestimado.
y
J u r i s p r u d e n c i a
Es que la compañía aseguradora debió en todo caso, en
el ejercicio diligente de su profesión, corroborar de modo
previo a la celebración del pacto (c.civ.:901) cuál era el alcance de la titularidad dominial del requirente, si consideraba que tal dato era relevante para otorgar la cobertura.
Como ha dicho esta Sala en un supuesto similar al aquí
planteado –en que el asegurado revestía también la calidad
de condómino del 50% del rodado–, tal como propone el
maestro Halperín las clases de relaciones sobre el bien son
múltiples, mas no es necesario que sean jurídicas, de modo
tal que el interés económico de la relación puede no coincidir con la relación jurídica correspondiente (ver en este
sentido, Halperín-Barbato, Seguros, Bs. As., Lexis Nexis,
2003, pág. 897). Y precisamente la relación entre el sujeto
y un bien concreto, entendida como el interés asegurable,
constituye el presupuesto de legitimidad de los seguros de
daños, en los cuales el perjuicio consiste en la lesión de
esa relación (ibíd., págs. 896/897, nota al pie 15 [a.4] con
cita de Fanelli, esta Sala, “in re”: “Battistin Ángel Ricardo
c/ El Comercio Compañía de Seguros a Prima Fija S.A. s/
ordinario”, del 19/4/2011).
En el caso, es evidente que el actor ostentaba un interés
asegurable sobre el vehículo, derivado del interés económico lícito que poseía por su calidad de condómino (v. informe de dominio obrante a fs. 114). Y ello quedó evidenciado por la contratación de la cobertura asegurativa, pues
una de las formas que adopta ese interés no es otra que tomar un seguro que tenga por efecto evitarle un daño (Stiglitz, Rubén S., Derecho de Seguros, T. VI, Buenos Aires,
La Ley, 2008, pág. 219).
Desde tal perspectiva conceptual, carece de toda gravitación que el actor no fuera el único titular registral del rodado. Así pues en modo alguno tal circunstancia relevó a
la aseguradora de poner a su disposición o hacerle entrega
del formulario nº 15.
Es que, como ya señaló esta Sala, la circunstancia de
que el accionante no fuera único titular del vehículo, no liberaba a la aseguradora de abonar la indemnización derivada del siniestro. Ello así, en tanto solo resulta necesario
–y conteste con la postura que hubiera adoptado la defendida al tiempo en que el actor requirió la cobertura asegurativa– poseer un interés asegurable sobre el bien objeto de
la contratación.
e. Intereses
Se alza Federación S.A. contra el devengamiento de intereses dispuesto por el primer sentenciante. Insiste en que
no cumplió G. con la carga de adjuntar y/o consignar el
formulario de cesión de derechos a su favor.
Lo expuesto supra (v. pto. d) resulta suficiente para desestimar este agravio.
Así pues, reitero, lo cierto es que fue la aseguradora
quien no cumplió con su obligación de poner a disposición
de su adversaria el formulario nº 15; ergo, mal puede concluirse, contrariamente a lo expuesto por Federación S.A.,
que no hubo mora de su parte que viabilice el cómputo de
intereses.
Lo expuesto no será óbice, claro está, para que el actor
realice la pertinente cesión de derechos en cuanto la aseguradora coloque a su disposición el aludido formulario, respecto del porcentual correspondiente a la titularidad dominial que detenta.
f. Privación de uso
Se queja Federación S.A. pues sostiene la suma asegurada constituye el límite de la prestación a cargo del asegurador.
El agravio resulta inadmisible.
Así porque es jurisprudencia reiterada por la mayoría de
las Salas de este Tribunal, que comparto, que la privación
de uso del rodado tiene causa en el obrar antijurídico de la
aseguradora que no paga puntualmente la indemnización
derivada del siniestro (conf. CNCom., Sala B “Koblekovsky c/ Alba Cía. de Seguros S.A. s/ Sumario” del
31/10/86; Sala C, “Suárez, Esteban c/ La Nueva Cooperativa de Seguros Ltda. s/ ordinario”, del 04.12.09; Sala D,
30.12.04, “Flores, Clementina c/ Liderar Cía. General de
Seguros s/ sumario”, del 30.12.04; Sala E, “Federico Francisco c/ El Comercio Cía. de Seguros s/ Ordinario” del
REDACCIÓN, ADMINISTRACIÓN Y VENTAS:
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COLUMNA LEGISLATIVA
Legislación Nacional
Resolución General 620 de junio 26 de 2013 (CNV)
- Comisión Nacional de Valores. Moneda. Títulos Valores. Economía. Bolsas y Mercados. Reglamentación negociación de “Certificado de Depósito para Inversión”. Ley Nº 26.860. Capítulo
XVII. Oferta Pública Secundaria. Normas (N.T.
2001). Modificación (B.O. 27-6-13).
Resolución 62 de junio 26 de 2013 (SCI) - Moneda.
Títulos Valores. Economía. Bolsas y Mercados.
Registro de Proveedores de Materiales para la
Construcción. Inscripción. Canje de los CEDIN
por los depósitos originados en los términos de
la Ley 26.860. Requisitos. Funciones de la Dirección Nacional de Comercio Interior (B.O. 27-6-13).
Próximamente en nuestros boletines EDLA.
21/11/90; esta Sala, 06.06.2010, “Galanes, Carlos Orlando
c/Mapfre Argentina Seguros S.A. s/ Ordinario”, íd.,
09.10.12, “Echalécu Goyeneche Ignacio Matías c/ Caja de
Seguros S.A s/ Ordinario”).
VI. CONCLUSIÓN
En virtud del análisis precedente, si mi criterio fuera
compartido por mis distinguidos colegas, propongo al
Acuerdo confirmar en todas sus partes la sentencia apelada. Sin costas de Alzada atento no mediar contradictor
(conf. arg. art. 68 Cpr.).
Así voto.
Por análogas razones los Señores Jueces de Cámara
doctores Ojea Quintana y Barreiro adhieren al voto que
antecede.
Buenos Aires 6 de diciembre de 2012
Y Vistos:
Por los fundamentos expresados en el Acuerdo que antecede, se resuelve:
1. Confirmar en todas sus partes la sentencia apelada.
Sin costas de Alzada atento no mediar contradictor (conf.
arg. art. 68 Cpr.).
2. Honorarios.
a. Atento el mérito de la labor profesional cumplida,
apreciada por su calidad, eficacia, extensión, así como la
naturaleza y monto del proceso –computándose los intereses como integrantes de la base regulatoria (C.N. Com., en
pleno, in re “Banco del Buen Ayre S.A.”, del 29/12/94)–,
por estar apelados sólo por altos, se confirman en ... pesos
($ ...) los honorarios regulados a favor de la letrada patrocinante de la parte actora, doctora N. G. C. (ley 21.839, t.o.
ley 24.432: 6, 7, 19, 37 y 38).
De acuerdo –en lo pertinente– con las pautas ut supra
consideradas y ponderando la complejidad e importancia
de los trabajos realizados en autos, se confirman en ... pesos ($ ...) los estipendios del perito contador, Patricio
Guillermo Fumagalli (Decreto Ley 16.638/57: art. 3, y
ccdtes.).
En cuanto a los estipendios del mediador, si bien teniendo en cuenta lo establecido en la Ley Nº 26.589, la fecha en que recayó la sentencia, la trascendencia económica de la materia y lo establecido en el art. 1, inc. e), del
Anexo III del decreto 1467/11 (conf. esta Sala, “Ammaturo, Francisco Horacio y otros c/ Darex S.A. y otro s/ ordinario”; “All Music S.R.L. c/ Supermercados Ekono S.A.
s/ ordinario”, ambos del 29.03.12), hubiera correspondido
su modificación, mas por estar apelados sólo por altos, se
confirman en ... pesos ($ ...) los emolumentos del doctor
P. E. G.
b. Finalmente, en cuanto a los estipendios fijados a favor de los letrados de la parte demandada, difiérase su tratamiento hasta tanto sean discriminados.
3. Notifíquese. – Alejandra N. Tevez. – Juan M. Ojea
Quintana. – Rafael F. Barreiro (Prosec.: María Julia
Morón).
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