Burlesque: el poderío de la carne - Wiki

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Burlesque: el poderío de la carne
“Burlesque” suena a cachondeo, alcoholazo, sudor y tías desnudas. Hoy además, la palabra está
asociada al fetisch y el látex; los más jóvenes mentarán a Dita von Teese y los más avispados a
Bettie Page. En cualquier caso, siempre hay tetas. Porque burlesque es el espectáculo máximo
del poder femenino a través de la carne y el deseo.
Baretos y rubias inglesas
El nacimiento del burlesque, como cosa bien terrenal que es, está atado al bar donde nació. No es
un género de larga tradición secular: nace a raíz de la creación de los music-halls (locales de
copas con escenario) cuya presencia se dispara en 1840 cuando la Theatre Regulation Act
prohibe en Estados Unidos beber y fumar en cualquier establecimiento que no sean music-Halls.
Los dueños de las tabernas deciden reconvertir sus negocios en este tipo de garitos.
Sobre estos escenarios y como en las novelas de épica yankee tipo 'Al este del Eden', nacen dos
hermanos, uno bueno y otro “malo”: el vodevil y el burlesque. El primero es espectáculo apto para
toda la familia, pero el segundo es mucho más cáustico: es un show satírico, crítico con los
convencionalismos sociales.
En origen, el espectáculo burlesque se representaba en Estados Unidos e Inglaterra. Cada
función incluía un amplio abanico de sketches de humor y musicales interpretados por hombres y
mujeres. El burlesque (igual que el teatro kabuki japonés, con el que comparte sorprendentes
paralelismos que ya desgranaré en otra ocasión) estaba destinado a entretener a la clase
baja/media: era una forma teatral de escapismo, chocarrera y medio zafia, contrapuesta a la ópera
consumida por las clases adineradas. El burlesque en su origen implica una burla – de ahí su
nombre – hacia los ricos y la alta sociedad, y por eso parodia a las expresiones de la alta cultura.
Dramas de Shakespeare o fragmentos de ópera eran caricaturizados sin rubor. El burlesque, a
través de la comedia, el humor y la música daba la vuelta al mundo establecido.
Hasta aquí todo más o menos bien. Pero no fue sino hasta que la super empresaria inglesa Lydia
Thompson desembarca en Broadway cuando la mujer toma el control de esta popular expresión. En
Inglaterra, las chicas del burlesque, por una interpretación del nudismo como oposición a la represión
victoriana, actuaban bastante más ligericas de ropa que en EEUU. Por eso representación de la
compañía de Lydia, las British Blondes en 1968, se convierte en un auténtico hito de la historia de
la cultura del entretenimiento yankee. La obra abordaba el mito griego de Ixion y estaba
íntegramente interpretada por mujeres que hacían también los papeles de hombre. 'Ixion' incluía,
pues, chicas semidesnudas interpretando a violadores, rubias oxigenadas luchando, bailes
sensuales, y todo en una producción escrita y dirigida por una mujer. El principal golpe de impacto
del burlesque como forma cultural de género se produce ahora, en la desintegración del estrecho
corsé moral y social impuesto a la mujer basado en la sumisión, el recato y la respetabilidad, y en
la presentación de una mujer libre y poderosa. Además, el burlesque también estaba ofreciendo
un impactante contramodelo en el ámbito económico y profesional, ya que la mayoría de los
empresarios de burlesque en los primeros tiempos eran mujeres.
En este momento en el que las mujeres llevan las riendas del negocio, surgen las troupes de
hombres que actuan como coristas medio en porretas, al estilo los chicos de Susana Estrada,
una de las variadas relecturas ibéricas del burlesque de las que hablaremos más adelante. La
actriz que inaugura esta variedad es Mabel Saintley que interpreta en 1880 el espectáculo 'Mme.
Rintz's Female Minstrels' (algo así como 'La trovadora Mme. Rintz'). Mabel trabajaba la tradición
minstrel, que es como se denomina a los cantares de trova. (la palabra minstrel se deriva de
menestere que desemboca en mester de juglaría en el contexto castellano). Trovas hechas por
una mujer rodeada de tios ligeros de ropa. Toma nota, José Luís Moreno.
'Ixion' es la cima de la montaña por la que la reputación del burlesque empezaría a rodar a partir
de entonces. Aunque la prensa respaldó al principio este tipo de espectáculo, pronto comenzó a
condenarlo, ya que el éxito del fenómeno 'Ixión' provocó que el burlesque añadiera a su retórica
mordaz, números de chicas semi desnudas. Es entonces cuando se produce el confinamiento
definitivo del burlesque a los circuitos off de los que no ha salido jamás.
Y llegó el hombre
Hacia 1880 los empresarios masculinos, alentados por el éxito y los muslos de las chicas, saltan
sobre el control del formato. Comienza la etapa más negra del burlesque, en la que el ingenio
femenino se ve substituido gradualmente por una determinación para desnudar el cuerpo
femenino hasta el límite que las leyes locales permitian. El burlesque se somete a la mirada del
hombre.
Cruzamos el umbral del siglo y vemos que el burlesque ya disfruta de circuito amplio y estable de
exhibición, las llamadas wheels, recorridos de teatro en teatro que cruzaban los Estados Unidos
de este a oeste. En estas giras se producen algunos intercambios con el circuito de sideshow
circus, o sea, los circos de freaks. El nomadismo y su condición de forma límite de
entretenimiento hace que surja una gran afinidad entre ambos compañeros de viaje, y los circos
itinerantes incluyen números de bailarinas burlesque. Habréis visto la serie Carnival ¿no? Pues
eso.
El compadreo con el sideshow circus le vale al burlesque una muesca más en su poco respetable
reputación como forma de espectáculo. Incluso los actores de vodevil, cuando tenían que actuar
en burlesque para ganar dinero fácil, se cambiaban el nombre o salían disfrazados para que el
escarceo no les costara la carrera. Los escándalos sonados y las detenciones policiales de la
flipante bailarina Millie DeLeon, (ojo al artículo de Anne Fliotsos “Gotta get a gimmick: The
Burlesque Career of Millie De Leon”) afeaban aún más su imagen.
Mlle. DeLeon, aka Millie DeLeon o Millie Zonga es una de las primeras bailarinas burlesque que
plantaron cara a su papel de objeto sexual en esta etapa en la que el dominio ideológico y
empresarial del hombre ahogaba la dignidad de la mujer. Millie hacía un uso consciente de su
poder sexual. Rebelde, se negaba a salir al escenario con ropa interior y medias: actuaba a pelo,
interpretando un personaje que ella misma había creado: una especie de mujer fatal afrancesada
vestida de azul. Más tarde integraría en su representación resabios orientales. Millie jugaba con
los límites de su público y con los legales dependiendo la ciudad donde actuara. Era lo que hoy
consideraríamos una auténtica provocadora y una gran performer.
Henry Miller recuerda a Millie DeLeon. En un capítulo de 'Books in my life' evoca: “En la larga
cola de sábado noche, empujones y apretones alrededor de la pequeña traviesa Mlle. De Leon, a
la que nostros llamábamos Millie DeLeon: la muchacha que arrojaba el liguero a los marineros en
cada función”. El burlesque fue un tema sobre el que digresaron ampliamente los escritores de
vanguardia norteamericanos, como el propio Miller, el poeta Hart Crane o John Dos Passos.
Miller confesaría que la primera vez que vió una mujer desnuda en su vida fue en 1909, con 17
añitos, en un show burlesque: “No lo olvidaré nunca – escribe - Desde el momento en que se
levantó el telón, yo no paraba de temblar de entusiasmo. Hasta entonces nunca había visto una
mujer desnuda en público." Mola que fuera el burlesque quien le descubriera las formas de la
mujer a un sátiro como Miller, quien visionariamente reivindicó, no sólo el burlesque, sino todas
aquellas formas de entretenimiento popular como sustrato de vital importancia para la
modernidad, en un momento en el que se postulaba el maniqueísmo alta/baja cultura.
Crane, por otro lado, interpretaba el burlesque en términos de redención y purificación. Sostenía
que el burlesque provocaba una situación de shock en el espectador, obligado a observar la
exhibición cruda del cuerpo de la mujer ardiendo en deseo, al borde del éxtasis. El éxtasis como
sentimiento religioso, convertía esta práctica degradada en una experiencia de redención colectiva
somatizada en la carne de la mujer. El burlesque inspiraba en Crane un mecanismo repulsión-
atracción que le arrastraba como la muerte.
¡Striptease!
Cuando Miller habla de mujeres desnudas, sobreentendemos que se refiere a prácticamente
desnudas. Hasta finales de los años 20, las mujeres bailaban y se quedaban en tanga y galletas
en los pezones. Pero con la desintegración del circuito de locales que nutrían las wheels en plena
Gran Depresión, los dueños de los pequeños teatros pensaron que si hacían que las chicas se
quitaran más ropa, los parroquianos seguirían concurriendo. Fueron los Minsky Brothers (4
hermanos de armas tomar) los promotores que sacaron el desnudo integral al escenario. Con el
desnudo de la mujer, el burlesque toca fondo, llegando a ser perseguido como una práctica infecta
y perniciosa. Cuando en 1937 se precintan todos los tugurios del ramo en Nueva York, el
burlesque se vuelve un entretenimiento clandestino. Por eso, las décadas de los 30 y 40 son
bastante estancas en cuanto a la evolución del burlesque estructuralmente. Los estudios más
seriotes consideran la llegada del striptease como el fin del burlesque como forma teatral.
El cuerpo de mujer es ahora el gran protagonista. Varias bailarinas reelaborían su protagonismo a
través de la seducción inteligente de su audiencia, reinventándose en divas exóticas y diosas del
deseo. Se genera ahora un auténtico star-system de burlesque queens. La estrella que más brilla
es la intelectual Gypsy Rose Lee. Niña prodigio, nominada al óscar y conductora de un show
propio en la tv de los 70, Gypsy dibujaría en 1941 de manera fiel, marrana y de primera mano el
ambiente de los camerinos y el staff burlesque en su pulp 'The G-string murders' ('Los crímenes
del tanga'). Gypsy demuestra escribiendo esta más que aceptable novela que podéis encontrar
en la editorial Women write pulp, su conciencia de trabajar la puesta en escena burlesque como
un ritual de seducción colectiva a través del baile. Para esta época, el burlesque había
desarrollado un delicioso léxico propio, un argot de backstage para definir cosas como “vueltas
completas con la pelvis” (grind), “mover el culo” (shimmy) o “mover las tetas” (quiver), con el que
Gypsy hila su impagable novela. 'The G-string murders' nos da muchas claves sobre el papel de
la mujer en el burlesque más negro (el de los años 30 y 40) y deja claro que no tenía nada que ver
con el de víctima. Para la mujer, el burlesque era entendido como un modo de realización y no como
una cuneta donde sacarse cuatro perras.
Queda patente que el burlesque en esencia es sexual y no sexista: es la representación absoluta
del poderío de la carne de la hembra. En el burlesque reside la raíz del modelo de sensualidad
femenina, en positivo y en negativo, que el cine se encargaría de construir y fijar en el imaginario:
si la vertiente recatada eran las Ziegfeld Follies (mostración aceptable de la femineidad sexual
que encajaba con la ideología de consumo burgués), la perversa era la femme fatale, cuya
representación se reelaboraría mucho, desde Mae West en los 30 a Jane Mansfield en los 50,
pasando por Betty Boo. Pero a parte de estas aportaciones, el burlesque como espectáculo no
encontraría su acomodo en Hollywood ni en los grandes estudios. Era demasiado vicioso.
Burlesque, exploitation...y Bettie
En los 40 la industria del cine ya había generado una contraindustria estable. Dentro del
explotation, las bailarinas de burlesque siempre habían tenido un hueco en el subgénero de las
películas de modelos; 'Secrets of a model' (1938), 'Confessions of a model' (1940) o 'Models Inc.'
(1952) entre muchas otras narraban la degeneración de inocentes chicas en su camino hacia la
fama, y advertían que modelaje y puterío eran prácticamente lo mismo. El explotation, como
sabréis, se movía con chulesca doble moral, ya que, con todo el morro, adoptaba un tono
panfletario y represor como parapeto legal para mostrar lo que en realidad quería: sexo y visio.
En esta década, las traslaciones literales de espectáculos burlesque al soporte cinematográfico
eran frecuentes en el circuito exploitation. Eran películas fragmentarias (concatenaciones de
números de striptease y sketches) y aún estaban atadas al set teatral: las bailarinas actuaban en
un escenario con un telón detrás a pesar de estar siendo filmadas en cine. Y es que el burlesque
es un género, insisto, venéreo, terrenal, muy dependiente del espacio físico y emocional que
ocupa. En estas peliculitas el texto humorístico es más abrasivo con la imagen femenina
(continuos apelativos a la chicas tipo naughty, juegos de palabras como “Fátima? No!: Fat Enma!”
sólo porque la bailarina es cuarentona), pero aún así, sigue habiendo parodias geniales como la
de Ginger Rogers ejecutada por una bailarina que se hace llamar Ginger Britton y que baila un
desnortado vals mientras se despelota.
El exploitation fue la plataforma ideal para que, en los 50, el burlesque viviera una nueva mutación
en su representación de la mano de una morena de fotogenia descomunal. Bettie Page saltó a la
palestra primero como pin-up y después como burlesque performer. Así que Bettie es ya una
modelo renombrada cuando conoce en 1951 a los hermanos Irving y Paula Klaw, director de
cine y fotógrafa. Con ellos realiza una serie de sesiones fotográficas de bondage y spanking
(azotes), un subgénero del universo burlesque que no era precisamente el que más brillo daría a
la exitosa carrera de Bettie. Sin embargo, estas fotografías junto con los altísimos tacones de
aguja y el flequillo corto y negro conformarían las nuevas señas de identidad de la celebración de
la sexualidad femenina. Bettie devendría un icono que inauguraría el burlesque contemporáneo.
Si ya lo digo yo: hay que arriesgarse.
Bettie asomaría en el cine primeramente en los cortos 'Bettie and her high heel shoes' y 'Bettie
gets bound and kidnapped' destinados a la venta por correo. Tras ellos, Klaw rueda los
largometrajes 'Strip-O-Rama' (junto a Lily St. Cyr), 'Varietease' y 'Teaserama' (con Tempest
Storm). Como en los films burlesque de los 40, se respeta el set teatral y la estructura en base a
episodios, pero las coreografías son más procaces y mucho más carnales debido a que son
filmadas en rabioso Eastman Color.
Detengámonos en uno de los episodios de 'Teaserama' en el que intervienen Bettie y Tempest
Storm juntas, que es donde se encuentra el quiz de la cuestión. Vemos a Tempest levantándose
de la cama, poniéndose, espatarrada, las medias; entonces aparece Bettie, que en su papel de
sirvienta pícara, va vistiendo a la señora poco a poco, ajustándole las medias, atándole el corsé,
encanjándole el liguero. Las diferencias entre otros burlesque films y este episodio reside primero
en el set: no se recrea un escenario con telón al fondo, sino, un espacio nuevo íntimo, en este
caso, el dormitorio de Tempest Storm. Se afianza así las bases del imaginario escópico, que sí se
había trabajado en fofografía, pero no tanto en cine. Este es un avance importante que desvincula
al nuevo burlesque de su escenario, que lo estetiza definitivamente y lo coloca como fantasía de
un imaginario voyeurístico. Por otro lado, la proximidad taimada entre las dos divas acrecienta la
excitación sensual, y conduce la imaginación hacia atrevidos episodios lésbicos que
deliciosamente no culminan. Y eso es lo que calienta.
Respecto al estilo de Bettie en concreto, se define por una construcción irresistible que combina
inocencia y maldad, la pugna de dos antagonistas. Su baile es especialmente cadencioso,
acompasado pero sin coreografía, haciendo mohines a cámara, como si se hubiera fumado un
porro y se sintiera la mujer más libre y más sexy del mundo.
Apuntar de paso que 'Teaserama' también cuenta con la participación del transformista Vickie
Lynn como estilizada bailarina. Bajo los focos del burlesque, aunque no es muy común, se
encuentran, como perlas, posturas valiosas dentro de la aún en construcción queer culture.
Para 1969, la pornografía dura era asequible y los espectáculos burlesque en vivo reciben una
atención residual. El espíritu burlesque se mantiene vivo a través del circuito de cine de serie B,
que bajo la categorización específica de sexplotation ofrece un producto de tono softcore y a
menudo camp. El striptease y el desnudo se humorizan ahora muchísimo. No es un humor a costa
de la mujer como en los 40, sino que parte de ella misma. Un artículo en el Esquire de Julio de
1964 comentaba que Blaze Starr hacía su striptease para hacer reír; la crónica hablaba de un
número en el que a la Starr “accidentalmente” se le sale un pecho... Se acerca al micrófono y
mirándolo dice: “¿Que haces aquí fuera, preciosidad?” Y se lo guarda, dirigiéndose al público:
“Tenéis que decirles que son bonitos... Eso les hace crecer”. Este tipo de actitud increpante es a
día de hoy cultivada por el mundo drag; curiosamente, son pocas las mujeres que la siguen
practicando.
Quien entiende a la perfección este nuevo humorismo de la mujer en relación a su dominación a
través de la sexualidad es Russ Meyer en sus maravillosas pelis de tias buenas en tetas que
todos conocéis, en las que una de las grandes divas del burlesque, Tempest Storm, encontró su
merecido podio.
Burlesque ibérico
El burlesque en sus diferentes formas y transformaciones siempre es tremendamente divertido. En
cualquier época, en cualquier lugar. Incluso en la España Franquista, donde el burlesque mutado
en la llama Revista supuso el nodo de diversión y liberación de varias generaciones de
españolitos castrados por el régimen.
Los espectáculos de variedades (también llamado acertadamente de miusic jol) venian dándose
en España de manera más o menos camuflada en garitos de Madrid y Barcelona. Éstas funciones
eran muy castizas, mezclando ingredientes arnichescos con números de música cercanos a la
zarzuela y, ocasionalmente, incluso sketches y gags heredados del burlesque clásico, que a estas
alturas eran ya universales (por ejemplo, el recurso cómico del que pisa una cáscara de plátano y
resbala se acuña en el escenario burlesque). Destaca una burlesque queen particular, con perfil
más comico que stripper. Su poco agraciado físico la sitúa dentro de la menos poblada tradición
de speaking women de burlesque. "La Reina del Paralelo", la gran Mary Santpere, era capaz de
bailar, cantar u hacer humor en una sociedad a la que le costaba reír con la mujer en vez de reirse
de ella.
Tras la muerte de Franco se produce de manera tardía la traslación más compacta del burlesque:
la Revista, una lectura bisutera y especialmente grasienta que encaja mejor que las
representaciones anteriores con la tradición burlesque, incluso en estructura como forma teatral.
Tendría tal aceptación popular que tuvo hasta programa de televisión en prime time, 'Ven al
paralelo', conducido por una especie de la muñeca de cera con resaca llamada Sara Montiel. Si
el Molino de Barcelona venía siendo el epicentro del burlesque ibérico, en los 80 este tv show deja
fijado en el imaginario del español su papel referencial. La pena es que la Montiel nada tenía de
burlesque queen: ritmo, sensualidad, gracia, flexibilidad = 0.
Con el cine de destape y la asequibilidad del porno, la Revista decae. Como ocurrió en EEUU,
también fueron algunas de las bailainas que venían de este ámbito (Bárbara Rey, Norma Duval,
Susana Estrada) quienes saltaron a esa suerte de sexploitation español. El desnudismo sigue
vivo, así, en las películas del destape y ocasionalmente bajo algunas tramas – como ocurria con el
primer burlesque ibérico - que combinaban costumbrismo y sexualidad, bizarradas tales como 'La
insólita y gloriosa hazaña del Cipote de Archidona' (1978), cuyo responsable era el ínclito Camilo
José Cela, 'La lozana andaluza' (1976) y especialmente 'El virgo de Visanteta' (1979), donde
Vicente Escrivá hizo confluir el humor del sainete con el espíritu del destape y una cierta sorna
hacia temas religiosos. El experimento de mezclar tradición satírica valenciana con erotismo se
repitió el mismo año con 'Visanteta estáte quieta', que en su versión en castellano se tituló 'La
gata caliente'.
Bienvenidos al burlesque contemporáneo
A mediados de los 70, ya estamos metidos de lleno en el burlesque contemporáneo estrenado por
Bettie Page. Ha sido tal el poder icónico de Bettie que el universo burlesque reposa desde
entonces en este referente estético.
Por otro lado, la reivindicación de la contracultura en los 70 hace que el influjo del burlesque se
atomice y trascienda los campos en los que había operado hasta ahora (el mundo del espectáculo
y el cine). Quien abraza con entusiamo la tradición burlesque es el rock'n roll.
Lo cierto es que nude y rock'n roll habian flirteado antes por su afinidad como expresión cultural
de riesgo dentro del marco del explotation, a menudo en películas asociadas a la delincuencia
juvenil y el rollo motard. El sexo está en la raíz tanto del burlesque como del rock'n roll, porque
actúa como válvula de escape contra la represión y las convenciones. La construcción consciente
que hacen la pareja Posion Ivy y Lux Interior de su propia banda, The Cramps, entiende el sexo
vivo como un acto supremo de liberación de un sistema social al que molesta su exhibición
pública. Poison Ivy, además, cumple con empeño y en todos los sentidos las características de
una burlesque queen.
A partir de 1983, los Cramps empiezan a abandonar paulatinamente la parafernalia siniestra que
les caracterizaba en pos de las sensaciones más aterciopeladas del burlesque, como queda
patente con la publicación de 'Smell of Female', un mini album que contiene dos temas ('Faster
Pussycat' y 'I ain't nuthin' but a gorehound') en homenaje a dos de sus realizadores favoritos, Russ
Meyer y Herschell Gordon Lewis.
Los Cramps son una importante clave en la reivindicación y transmisión del burlesque en la
segunda mitad del s.XX (echad un vistazo a 'Bikini girls with machine guns' en el youtube). Su
construcción estética ceremonió el matrimonio oficial del burlesque con las escenas rockabilly y
psychobilly (hoy muy próximas), en cuyos festivales y eventos el espectáculo burlesque
(stripteases en realidad) se perpetua más o menos torpemente. Este encuentro resulta que se ha
vuelto hoy tendencia, y ha encontrado su lugar en las tiendas de ropa y tatuajes.
Es algo triste que el legado burlesque hoy en vigencia se limite casi exclusivamente a una estética
de mercado que, como tal, tiene anulado por completo su potencial ideológico. La mujer más
joven no encuentra rastro de lo que el burlesque supuso para la derrocación de las convenciones
sociales en otros tiempos, no adivina lo poderosa que podía llegar a ser una burlesque dancer.
Hoy es tomada como super diva burlesque Dita von Teese, la ex-mujer de Marilyn Manson. Es
guapa, se curra los números a base de un derroche de pasta espectacular, pero más allá del
rescate oportunista no veo en ella una verdadera performer consciente de estar respaldada por
una tradición. Por otro lado, gracias a Internet sabemos que especialmente en Estados Unidos (su
cuna) hay escuelas de baile burlesque, espectaculares reuniones anuales de antiguas bailarinas,
o representaciones en Las Vegas que respetan las convenciones del burlesque como forma
teatral. En España no hay una reivindicacion del burlesque patrio, más bien todo lo contario: la
oficialidad entierra los restos como si fuera cosa vergonzante.
Por mi parte, estoy investigando actualmente los nombres propios del legado de la tradición
burlesque desde los 80 hasta la actualidad. Hay performers que trabajan esta tradición de
maneras variadas, algunas y algunos de ellos dentro de la órbita artie. Mientras busco, tengo el
placer de compartir escenario con Nandi Striptease Rock'n Roll, quien, en mi opinión es un
auténtico cultivador en masculino de la tradición burlesque. Nandi es hijo del burlesque pasado
por el tamiz de los Cramps y el rock'n roll. En los shows de striptease que lleva realizando desde
hace más de 20 años y con los que colofonea las actuaciones que perpetramos con nuestro
grupo, Crapulesque, Nandi juega con el publico, se desnuda con gracia y desparpajo, buscando
divertir y excitar el deseo. Su condición de hombre hace que su performance sea falocéntrica, lo
que necesariamente le aleja de la lectura del burlesque como la dominación de lo femenino. Sin
embargo mantiene bien alta su esencia y su gran valor: el de ser el espectáculo más absoluto del
poderío sexual y la carne en movimiento.
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