Pequeñas cosas que pueden ser mortales.Maria

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Pequeñas cosas que pueden ser mortales.Maria Pérez
Era un día cotidiano en el edificio de apartamentos. Don Andrés, un anciano de alrededor de 75
años, de figura espigada, tez blanca y ojos azules, se disponía a lavar su ropa cuando junto al
cuarto de lavandería vio a María, una joven que podría ser su hija, de ojos claros y mirada
placentera, la que le robó el alma.
Sin perder tiempo, se dirigió a su apartamento. Tomó una silla y su guitarra para comenzar a
tocar frente a la ventana de la joven aquella canción italiana que le recordaba las campiñas de
uvas de su natal Italia. Fumando cigarillos y cantando se pasó la siguiente media hora. María
se reía de aquella serenata improvisada y se incomodaba con el olor del cigarrillo esparcido por
el aire. Con gran disimulo cerró la ventana para sólo escuchar la música y contrarrestar el
desagradable olor a tabaco.
Después de una hora, don Andrés terminó de lavar y secar su ropa. Recogió su guita-rra y la
silla y se marchó a su apartameto. Tirando la ropa sobre la cama miró con desconfianza la butaca que siempre mantenía al pie de la cama, pues le parecía muy pequeña y frágil para
soportar el peso de su cuerpo de dos metros de alto. Aún así se sentó en ella para doblar la
ropa.
Después, como de costumbre, comenzó o a tomar cerveza hasta embriagarse por completo.
Pero antes de caer dormido y en medio de su borrachera, se acordó de la vecina a quien le
había dedicado su canción. Buscando como un Don Juan conquistar a la joven y más mareado
que un trompo, tomó un florero que contenía un ramo de flores artificiales amarillas, rojas y
rosadas, con unas cuantas rosas color lavanda. Las tenía como reserva para cortejar a quien
se convirtiera en la dueña de su corazón. Después de sacu-dirlea el polvo por varios
segundos, caminó decidido hacia el apartamento de María.
Una vez en la puerta golpeó tres veces. La muchacha, quien por lo general no recibía visitas a
las nueve de la noche, se sorprendió que alguien estuviese tocando a su puerta a esa hora.
Con precaución abrió una de las persianas y vio la figura esbelta de don Andrés, pero no pudo
ver las flores, ya que las sostenía a un costado de su cuerpo.
María medio abrió la puerta y inmediatamente el ramo de flores apareció enfrente de su cara.
Naturalmente, María se sorprendió pero guardó la compostura. Entonces escuchó la voz de
don Andrés diciendole - "Esto es para tí".- Acto seguido, se marchó precipitadamente. Ella se
moría de la risa por la osadía del hombre, mientras al mismo tiempo admiraba el color de
aquellas flores, que se aproximaban mucho a su color natural. Con cuidado, colocó el florero
sobre la mesa de la sala.
Dos días después de la entrega de las rosas volvió don Andrés a tocar la puerta de María, pero
esta vez ella no le abrió. Después de unos minutos frente a la puerta, y tambaleándose de
adelante para atrás, don Andrés se marchó a su apartamento.
Al cumplirse alrededor de un mes de estos acontecimientos, María llegaba de la escuela y pasó
por la sala de espera del edificio. El conserje, que se encontraba en el lugar, le preguntó:
-"¿Sabe usted lo que pasó esta mañana? don Andrés murió". Atónita, María le dijo -"No puede
ser, si hace algunos días lo vi tocando su guitarra y fumando en las escaleras". "Sí", agregó el
conserje- "pero esta mañana estaba tomando licor con Víctor, su vecino, y sacó una butaca
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para sentarse y la puso adelante de lasilla de metal donde estaba sentado Víctor. Ambos
estaban viendo un partido de fútbol y bebiendo como locos. De repente don Andrés, completamente ebrio, comenzó a buscar la botella de cerveza que había dejado detrás de la
butaca.
Dio un giro brusco hacia atrás para alcanzar la botella, perdiendo el equilibrio por el peso de su
cuerpo y el estado de embriaguez en el que se encontraba. Al caer, la parte izquierda de la
cara de don Andrés se estrelló bruscamente con la pata de metal de la silla de Víctor, produciendo un ruido extraño. Inmediatamente Víctor trató de reanimarle para ver si don
Andrés le respondía, pero no lo hizo. Estaba inconciente.
Lleno de pánico, Víctor corrió a la oficina del conserje para llamar al 911 y decirle lo que había
pasado. El conseje llamó al 911 e inmediatamente se dirigió con Víctor a ver a don Andrés, que
yacía en el suelo sin sentido".
Una vez que los paramédicos llegaron y lo examinaron, les tomó un minuto saber que estaba
muerto y dos días para saber de qué había muerto.
De acuerdo al reporte forense, al estrellarse la cara de don Andrés con la pata metálica de la
silla se le quebró el cuello, produciéndole una muerte instantánea. María no daba crédito a lo
sucedido. De regreso a su apartamento, se sentó en un sillón y contemplando las flores que
don Andrés le había regalado, pensó que algunas veces no sólo el alcohol, sino una simple
pata de silla, pueden ser cosas mortales. 2/2
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