Toda la tristeza, todas las amarguras que la soledad y el desaliento

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LA TIERRA
NATIVA
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XLVI
Toda la tristeza, todas las amarguras que la
soledad y el desaliento habían acumulado en esa
. alma, volaron como las aves negras de la noche al
destello del día.
Andrés acababa de leer la parte bella de la vida
en el libro de la naturaleza, que él había olvidado.
Su imaginación atormentada, propensa a las negru- '
ras en que caen los espíritus excéntricos, lo había
conducido por un sendero triste, sin una flor, sin
una fuente.
Pero la naturaleza es la verdad y sus leyes sencillas y eternas son las que entrañan la gran sabiduría única en que el hombre puede inspirarse para
la realización de su destino. La desdicha está en la
lucha estéril contra lo natural.
Una irrupción de luz y de amor descendió sobre
el alma de Andrés, como si se hubiera roto de pronto la densa nube que cubría su cielo. Su sentimiento de delicadeza extrema, estaba preparado para
esta transformación que no era sino la vuelta al
camino suyo, de donde inadvertidamente se había
ido alejando, hasta hallarse perdido en un desierto
moral que le comunicó su desolación infinita.
Hélo aquí en la ruta encontrada de nuevo, por
donde iban las huellas de todos los suyos, en peregrinación a la alegría. IAdiós zarzas inextricables •
y punzadoras! IAdiós arenales pesados y al'·
dientes!
En una casa blanca lo espera la dicha, personificada en la amable figura de una mujer joven y
bella. Su amor devolverá la vida a ese corazón ago-
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,
nizante. i Do la frente pensativa desaparecerá el ceño
sombríc, cuando los labios amados borren con un
beso ese surco de angustia!
Allá ha volado presuroso, a buscarla, como si
temiese haberla perdido. ¡, Qué sentimiento dulce es
el que llena· su pecho, cuando la beldad que lo 'espera sale a recibirlo ~
i Oh felicidad única! ¡Cuán bello ha de ser volverte a encontrar!
Cuando de regreso de la montaña llegó a la puerta de la casa de Marta, al golpear en el llamador
.sintió que le latía el corazón de una manera muy
distinta de como lo había sentido palpitar la noche
en que fue a hacor su primera visita, de vuelta a la
patria. EntoÍlecs había ido el poeta; ahora, 01
hombre.
/ Después de llmnar, oyó el frou-frou de un traje
y el paso [,colorado y conocido de la que venía a
abrir.
Era Marta.
---j Andrés!
exclamó al verlo, con el acento de
quien ha languidecido en una ausencia, y ve por fin
a la persona tan ansiosamente esperada. ¡Andrés!
y le tondió las dos manos, elevando la faz como en
una transfiguración.
]j1 tomó entre las suyas esas manos preciosas,
las juntó, las apretó, e inclinándose las llevó a sus
labios. Y allí, en ese primer beso, fue pronunciando el nombre de ella, con voz sorda y trémula, como
un sollozo.
j 1\farta se sintió amada inmensamente, sólo entonces, sólo desde ese instante!
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