JOSÉ MARÍA HINOJOSA Aunque nació en Campillos, va a ser en otro pueblo malagueño, Alameda, donde va a transcurrir gran parte de su infancia y adolescencia. Es en este pueblo donde su familia posee grandes propiedades agrícolas, y es aquí donde inicia sus vivencias poéticas, haciéndose eco de todo cuanto le rodea: almendros, cerezos, granados, almóradujs, jaras, etc., paisaje agreste, en fin, propenso a todo género de aventuras tal como la que le aconteció a su padre, D. Salvador Hinojosa, quien fue asaltado en su finca "Los Jarales" por el Pernales, uno de los más célebres bandoleros andaluces, quien le arrebató seis mil reales. Y será precisamente este paisaje el que cante en su primer libro Poemas del Campo, escrito en 1924 y publicado al año siguiente en una edición particular de 125 ejemplares: Almendros en flor la primavera se acerca. Cerezos en flor la primavera esta plena. Granados en flor ya se aleja la primavera. Sobre este libro, auténtica lírica paisajística, Juan Ramón Jiménez calificó a su autor como "El vivido, gráfico poeta agreste". Estudió el bachillerato con los jesuítas del popular barrio malagueño de El Palo, aprovechando los veranos para regresar a Alameda, donde se comportaba como un chico atípico a los de su edad, prefiriendo la soledad, la lectura y las excavaciones arqueológicas. Una vez acabados los estudios de bachillerato, se marcha a Madrid donde inicia la carrera de Derecho, regresando a Málaga durante las vacaciones estivales y tomando contacto e intimando con dos de los más importantes poetas de lo que, posteriormente, será la generación del 27: Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, fundando con este último y con José María Souvirón la revista Ambos en 1923, de la que se publicarían sólo tres números. Tres años más tarde Prados y Altolaguirre fundan la célebre revista Litoral (de la que llegaría a ser director en 1929 nuestro poeta), en cuya primer número se recogen unos versos inéditos de José María Hinojosa. Estos estarán incluídos en su obra La rosa de los vientos, que será publicada en 1927 como suplemento de la citada revista, y que supone el prólogo de su posterior proceso surrealista. Aquí su poesía es más ambiciosa y cerebral que sus poemas campesinos. JOSÉ MARÍA HINOJOSA: Poeta surrealista andaluz de la generación del 27. Nació en Campillos (Málaga) en 1904 y murió en Málaga el 22 de agosto de 1936 La Osa Mayor no será nunca blanca porque ha olvidado su pasión mimética En Madrid traba amistad con García Lorca, Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez, Vicente Aleixandre y José Bello. Asimismo intenta ingresar en la Residencia del Pinar, sede de la Asociación Libre de Enseñanza, no lográndolo por la fuerte oposición de sus padres, quienes, impregnados de un hondo sentimiento religioso, desconfían bastante de la enseñanza que se impartía en dicho centro. Marcha a París a aprender francés, con la excusa de querer ser diplomático. Allí va a encontrarse con Cossío, Peinado y Bores sus mejores amigos parisinos, intimando en el ambiente de las tertulias literarias. Vivió la vida bohemia de Montparnasse, asistiendo a los cursos de La Sorbona, pero nunca le faltó el giro abundante y repetido de su padre. Gracias a esta desahogada situación económica va a poder escribir y publicar su segundo libro llamado Poesía de perfil (1927). Un año más tarde aparece Orillas de la luz con dibujos de Benjamín 29 Extracto de la Revista Jábega nº 34, año 1981. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com) José María Hinojosa y Emilio Prados en la Imprenta Sur. 1926 Palencia. De este libro podemos destacar el poema ¿Por qué no?, que por su fantasía onírica, es digno de figurar en una antología del surrealismo. ¿Por qué no? Bañándose en la playa, sin corazón y sin el velo de la desposada. Y tenía su cuerpo, sin corazón, por la arena salada recubierto. Tendida sobre el aire, sin corazón, comenzó a despojarse de su carne. ¿Y el corazón? Los peces lo llevaban mar adentro, colgado de sus alas. También en 1928 publica su principal obra La flor de California en plena madurez surrealista y que recoge unos textos escritos en París entre 1926 y 1928. Este libro aparece dentro de la colección Nuevos novelistas españoles con una Carta al autor de José Moreno Villa, quien curiosamente, después será su principal detractor, e ilustraciones del también malagueño Joaquín Peinado. No se trata de un libro de poemas, propiamente dicho, sino de relatos breves, los últimos aparecidos bajo el título de Textos oníricos. En esta obra la profusión de imágenes oníricas llega, a veces, a ahogar el texto. Es en 1931 cuando va a publicar su última obra: La sangre en libertad. Durante la II República intervino activamente en política, interesándose, sobre todo, en los temas agrarios, tomando una postura ultraconservador. En las elecciones de febrero del 36 se presenta como candidato a diputado a Cortes, en las filas del ultraderechista Partido Agrario. Unos meses más tarde, iniciada la sublevación franquista, es detenido y encarcelado junto a su padre y hermano. A los pocos días es fusilado con éstos en la puerta del cementerio de San Rafael de Málaga. Para estudiar a nuestro poeta no lo podemos aislar del contexto cultural del que bebió su poesía. La revolución surrealista tiene una triple dimensión: lingüística, moral y existencial. Frente al lenguaje tradicional, esta corriente busca nuevos niveles en la palabra y en la forma de hilvanarse para formar la frase. No se puede aislar el surrealismo de los hallazgos psicoanalistas de Freud. El descubrimiento del lenguaje de los sueños, de los intrincados significados de las imágenes, incitarán a André Bretón a ver en él una nueva opción a la creación artística. Pero si muchos escritores, pintores y escultores siguieron los pasos y la teoría del francés, no era por mera curiosidad a la renovación que encerraba la teoría freudina, sino porque algo muy importante estaba cambiando. Insatisfechos de la realidad circundante, ansiosos de encontrar en ella nuevos significados, aceptarán el lenguaje de los sueños como una forma de rebelarse ante esa realidad, y como un camino en la búsqueda de un mundo más veraz. El arte surrealista aparece de esta manera como un arte revolucionario, ajeno, en el fondo, a cualquier tipo de alternativa política y terriblemente próximo a una posible opción humana. No se trataba tan sólo de quedarse en la oposición, en la utilización de la burla y la improvisación inesperada como forma de hacer frente a lo instituido, como ocurre en el dadaísmo; sino de una nueva concepción, a veces angustiada y desesperada de una civilización. Naturalmente el surrealismo se halla enormemente impregnado de una problemática existencialista, la que de una forma ambigua e incierta, si se quiere, palpita tras él. José María Hinojosa plantea no sólo a lo largo de su poesía surrealista, sino en su propia vida, una disyuntiva: una ufana reivindicación de la diferencia o una profunda angustia existencial. La dicotomía es, sin embargo, más aparente que real. En la poesía surrealista de Hinojosa late un desden, a veces dramáticamente irónico, y una repulsa hacia el mundo que le tocó vivir. La búsqueda de nuevas formas de expresión adecuadas a la nueva forma de sentir que predominaba por Europa, está patente en nuestro poeta. La flor de California, y, concretamente, sus Textos oníricos están plagados de una enorme sinceridad. Esto nos hace pensar 30 Extracto de la Revista Jábega nº 34, año 1981. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com) Don Fernando Mora, Salvador Hinojosa, José María Hinojosa, Baltasar Peña, Marqués de las Nieves, Infante don Jaime, José C. Luna. 1928. que el trasfondo de su poesía es el mismo que el de los grandes poetas surrealistas, aunque naturalmente existen distancias. Hinojosa no ha mamado como Bretón, Artaud o Elouard la crisis de una sociedad, más bien esa crisis está vista a través de una lente provinciana que se mueve en el nudo de las grandes contradicciones que fluctúan en su ciudad. En todo caso da la impresión que Hinojosa busca ansiosamente su realidad, su realidad personal; esa realidad se resuelve, por tanto, en un campo estrictamente individual. ¿Es extraño acaso que aquel que inconscientemente reivindica su propia individualidad, no reivindique exacerbadamente y hasta puerilmente, aquello que le pueda diferenciar de los demás? Algo de esto hay en nuestro poeta y si no meditemos sobre el texto: "El camino tenía siempre un desnivel y la rampa subía y bajaba con ritmo de montaña rusa, con ritmo de tralla restallada. Los zigzag fueron menudeando hasta hacerse de una violencia tal que el camino llegó a echar un nudo a mis pies y los puntos suspensivos de los pasos se unieron para formar la línea recta del resbalón. Cuando hube llegado a la meta se me ofreció como única salida un túnel recubierto de láminas de sangre. Sobre una placa fotográfica en negativo había escrito a la entrada del túnel la siguiente inscripción: CRISTO PUSO LA PRIMERA PIEDRA EL VIERNES SANTO DEL AÑO 1925. Como el camino con sus restallidos no cesaba de crujirme las piernas me ví obligado a entrar cuanto antes en el túnel a pesar de mi repugnancia. El túnel, muy largo, fue una monotonía insufrible y maloliente, no cruzándome en mi marcha con persona alguna y sólo, ya casi al final, me encontré con un guardia que me dijo imperativamente: — Lleve usted la derecha. Pasé momentos de angustias terribles. Hasta entonces no me había apercibido de la falta de mis dos brazos y sin ellos ¿cómo averiguar cuál era mi derecha? Hice esfuerzos enormes por correr y no pude salir del paso lento; quise ocultarme y no hallé lugar propicio para ello, y al fin, extenuado, aguardé pacientemente a la terminación del túnel. A la salida recuperé los brazos y no bien me hube sentido y encendido un cigarro para fumármelo con tranquilidad, en reposo de mis recientes fatigas, cuando empezaron a agruparse a mi alrededor cuantos transeúntes pasaban por allí. Me lanzaban insultos y me acusaban de llevar una camisa verde con la cual pretendía hacerme pasar por un loro. Era falso lo que me imputaban y cuando llegó el juez le dije con la serenidad que supone la inocencia: — Señor juez, le juro que no he dejado un momento de llevar mi derecha." José María Hinojosa, curiosamente, ha sido un gran olvidado tras su muerte (Luis Cernuda vió en él al primer surrealista, tan sólo aparece incluido en la Antología de poetas españoles contemporáneos (1946) de César González Ruano). Ha sido en la década de los setenta, el primer intento serio de rescatar del olvido a este poeta andaluz: el norteamericano Paul Illie en su obra Los surrealistas españoles (1968, edición española 1972) y el inglés C.C. Morris con Surrealism and Spain (1972) han abierto el camino para el acercamiento a lo poesía de Hinojosa. Juan GARCÍA RODRÍGUEZ BIBLIOGRAFÍA CANO, José Luis, José M.a Hinojosa, un surrealista español, Madrid, 1979. COZAR, Rafael de, Andalucía en la generación del 27, Sevilla, 1978. HINOJOSA, José M.a, Obras Completas, Málaga, 1974. MORENO VILLA, José, Vida en claro, México, 1944. MUSACHIO, David, La revista Mediodía de Sevilla, Sevilla, 1980. 31 Extracto de la Revista Jábega nº 34, año 1981. © Centro de Ediciones de la Diputación de Málaga (www.cedma.com)