renacimiento - Colegio Salesiano San Juan Bosco

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Institución Educativa Salesiana
“S A N J U A N B O S C O”
ÁREA DE COMUNICACIÓN
LITERATURA medieval renacimiento
ALUMNO: _____________________________________
GRADO Y SECCIÓN: ______
Autor: Prof. Luis A. Del Solar R.
AYACUCHO - PERÚ
2 016
1
Prof. Luis A. Del Solar R.
CRITERIOS
ESTUDIANTE
2
TOTAL
Es producto de una
adecuada investigación y
ampliación del tema. (4 – 1)
Demuestra capacidad de
síntesis de las ideas
principales (4 – 1)
TEMA:
TOTAL
Motivación
permanente (4 – 1)
Expresión corporal /
gestual (4 – 1)
Claridad discursiva
(4 – 1)
Orden y coherencia
expositiva (4 – 1)
TEMA:
Tiene impacto visual
(creatividad: imágenes y
organizadores) (4 – 1)
ESTUDIANTE
Dominio del tema
(4 – 1)
CRITERIOS
Las ideas guardan orden y
coherencia lógica
(4 – 1)
Utiliza correctamente la
ortografía y caligrafía
(4 – 1)
FICHA DE CALIFICACIÓN DE UNA EXPOSICIÓN ORAL
GRADO Y SECCIÓN:
FICHA DE CALIFICACIÓN DE MATERIAL DE EXPOSICIÓN
GRADO Y SECCIÓN:
Prof. Luis A. Del Solar R.
A mis queridos estudiantes
de la Promoción 2016:
del Colegio Salesiano “San Juan Bosco”.
solo quisiera recordarte…
3
A esta altura de tu vida,
Prof. Luis A. Del Solar R.
LITERATURA EUROPEA MEDIEVAL
(S. V – S. XV)
DE LO QUE SUCEDIÓ A UNA MUJER LLAMADA TRUHANA
(Cuento extraído de la obra “El Conde Lucanor” de Juan Manuel)
Otra vez habló el conde Lucanor con Patronio, su consejero, del siguiente modo:
- Patronio, un hombre me ha aconsejado que haga una cosa, y aun me ha dicho como podría hacerla, y
os aseguro que es tan ventajosa que, si Dios quisiera que saliera con él lo dijo, me convendría mucho,
pues los beneficios se encadenan unos con otros de tal manera que al final son muy grandes.
Entonces refirió a su consejero en qué consistía. Cuando hubo terminado, Patronio respondió:
-señor conde Lucanor, siempre oí decir que era prudente atenerse a la realidad y no a la que
imaginamos, pues muchas veces sucede a los que confían en su imaginación lo mismo que sucedió a
doña Truhana.
El conde le preguntó qué le había sucedido.
- Señor conde –dijo Patronio-, Hubo una mujer llamada doña truhana, más pobre que rica, que un día iba
al mercado llevando sobre su cabeza una olla de miel.
Yendo por el camino, empezó a pensar que vendería aquella olla de miel y que compraría con el dinero
una partida de huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero en que vendería las
gallinas compraría ovejas, y así fue comprando con las ganancias hasta que se vio más rica que ninguna
de sus vecinas. Luego pensó que con aquella riqueza que pensaba tener casaría a sus hijos e hijas e iría
acompañada por la calle de yernos y nueras, oyendo a la gente celebrar su buena ventura, que la había
traído a tanta prosperidad desde la pobreza en que antes vivía. Pensando en esto se empezó a reír con la
alegría que le bullía en el cuerpo, y, al reírse, se dio con la mano un golpe en la frente, con lo que cayó la
olla en tierra y se partió en pedazos.
Cuando vivió la olla rota, empezó a lamentarse como si hubiera perdido lo que pensaba haber logrado si
no se rompiera. De modo que, por poner su confianza en lo que imaginaba, no logró nada lo que quería.
Vos, señor conde Lucanor, si queréis que las cosas que os dicen y las que pensáis sean un día realidad,
fijaos bien en que sean posibles y no fantásticas, dudosas y vanas; y, si quisiereis intentar algo,
guardaos muy bien de aventurar nada que estiméis por la incierta esperanza de un galardón de que no
estéis seguro.
Al conde agradó mucho lo que dijo Patronio, hízolo así y le salió muy bien. Y como do Juan gustó de
este ejemplo, lo madó poner en este libro y escribió estos versos:
En las cosas ciertas confiad
y las fantásticas evitad.
4
Prof. Luis A. Del Solar R.
ACTIVIDADES
1. Explica ¿cuál es la duda que el conde Lucanor plantea a su consejero?
2. ¿Quién es doña Truhana? ¿En qué situación se encuentra?
3. ¿Por qué se le cae el recipiente de miel? ¿Qué simboliza que se rompa la olla?
4. ¿En qué consiste el consejo que Patronio le da a don Juan Manuel?
5. ¿Qué piensas de este consejo? Justifica las razones que sustentan tu opinión.
CREATIVIDAD.
1. escribe un breve relato que contenga la siguiente moraleja:
No hagas caso al que critica lo ajeno
sin pensar antes si es malo o bueno.
5
Prof. Luis A. Del Solar R.
CONTEXTO HISTÓRICO – CULTURAL.
La Edad Media se inicia en el año 476 d.C. cuando el Imperio Romano de Occidente, ya entonces en
decadencia, es destruido por las invasiones bárbaras. Se prolonga hasta finales del siglo XV, cuando cobra fuerza
el fenómeno del Renacimiento y Europa inicia su expansión mundial con el descubrimiento de América.
En esta segunda edad de la historia empezó un nuevo orden económico y social: el feudalismo. Los reyes
concedían tierras a los nobles (señores feudales) para que las defendieran, y estos sometían a los campesinos
(siervos) a cambio de protección.
Por otro lado cabe resaltar que durante todo el Medioevo la Iglesia Católica jugó un papel importante, fue la
única institución que realmente unificó al mundo occidental, rigió la cultura y hasta la vida de los hombres de
aquella época, tenía un solo ideal: la salvación del alma.
DIVISIÓN Y MANIFESTACIONES
PERIODO
ALTA
EDAD
MEDIA
S. V - S. VII
CONTEXTO
476 d.C.: Caída de Roma
Occidente.
711 d.C.: Invasión árabe
en España.
ES PAÑA
ETAPA HISTÓRICA POCO PROPICIA A LA CREACIÓN
LITERARIA. FUE UNA EDAD DE RETÓ RIC A Y
ESCOLASTICISMO QUE VIVÍA DE ABSTRACCIONES Y
FÓRMULAS.
I. Lí ri c a : La s J a rch a s
Mozárabes (S. XI)
Feudalismo
MEDIOEVO
S. VIII S. XIII
Cruzadas
BAJA
EDAD
MEDIA
S. XIV - S. XV
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Afianzamiento de las
burguesías y monarquías.
Irrupción del
Humanismo.
Caída de Constantinopla
(1453).
Descubrimiento de
América (1492).
RES TO DE EUROPA
II. É p i c a : M e s t e r d e
Juglaria, Los Cantares de
Gesta: Poem a del Mio
Cid (S. XII)
III. Mester de Clerecia :
Gonzalo de Berceo
(S. XIII)
IV. Narrativa : El infante
Juan Manuel (S. XIV).
V. Lírica : Jorge Manrique
(S. XV).
I. Lírica :
a) Tradicional en lengua
vulgar.
b) Cortés, culta en lengua
vernácula:
Los trovadores (lírica
provenzal).
II. Épica :
La canción de Roldán
(Francia S. XIII)
Los Nibelungos
(Alemania S. XIII)
III. P re rre n a c i m i e n t o :
Humanismo Italiano
(S. XIV)
Dante Alighieri
Franccesco Petrarca
Giovanni Bocaccio
VI. H u m a n i s m o : E li o
Antonio de Nebrija
(S. XV).
Prof. Luis A. Del Solar R.
LOS CANTARES DE GESTA
Los Cantares de Gesta existieron entre los siglos XI y XII.
Eran poemas épicos de carácter anónimo y se transmitían de manera oral.
Tratan de dar a conocer la gesta o formación de las naciones europeas medievales.
Hablan sobre la lucha por conquistar nuevos territorios o recuperar los perdidos.
Los componían los trovadores y los recitaban los juglares ante un público.
Estos cantares relataban la historia de un caballero noble, muy valiente y virtuoso, que realizaba verdaderas
hazañas para mantener su honor, defender al rey o vengarse de quien lo injurió.
o Todos estos relatos se basaban en circunstancias y personajes históricos, pero eran idealizados y
modificados por la fantasía de cada juglar.
o Los juglares acompañaban sus relatos con música.
PRINCIPALES CANTARES DE GESTA:
ESPAÑA
: “El cantar del Mío Cid”
FRANCIA
: “La canción de Rolando”
ALEMANIA : “El cantar de los Nibelungos”
o
o
o
o
o
o
CANTAR DE ROLANDO
Fue compuesta a fines del S. XI (1085), probablemente en Normandía (Francia). El nombre que figura como el
autor es Turoldo que, sin embargo, fue sólo un copista.
La obra está inspirada en las guerras de Carlomagno, conocido como “El Emperador de la barba Florida”. Es el
cantar de gesta más antiguo escrito en lengua romance en Europa (alrededor de 1170). Consta de 4.002 versos
decasílabos, distribuidos en 291 estrofas.
La canción se funda en un incidente histórico: La expedición de Carlomagno a España y su fallido intento de
tomar Zaragoza (en los hechos reales, esto ocurrió en el S. VIII d.C.)
Después de conquistar, Carlomagno, a España, con la expedición de Zaragoza, Marsilio, rey moro de esta ciudad,
ofrece su rendición al emperador. Este le acepta a pesar de la opinión en contra expresada claramente por su
sobrino Rolando (sobrino del emperador Carlomagno). Así, el emperador envía a Ganelón ante el monarca
sarraceno Marsilio para negociar la paz. El pérfido padrastro del héroe se siente ofendido porque Rolando fue
quien lo propuso para esta empresa y por ello comienza a desarrollar un plan de venganza.
En la retirada a Francia, la retaguardia del ejército franco que comanda Rolando sufre una emboscada en el
estrecho de Roncesvalles.
En las peores condiciones, Rolando sopla un Olifante (cuerno de marfil que figuraba entre las arreas
militares de los caballeros medievales. Particularmente el cuerno de Rolando) y lo hace con tal fuerza que el sonido
alcanza a ser escuchado por el emperador a treinta leguas de distancia; pero tanto esfuerzo revienta las sienes del
héroe. En tanto su fiel amigo Oliver muere a causa de las numerosas heridas que ha recibido.
Al prudente arzobispo Turpín, de un tajo, le han abierto el abdomen y apenas puede sostener los intestinos
con su capa, sin embargo, todavía se da tiempo para bendecir los cuerpos de sus compañeros, Rolando y Oliver
ahora muertos.
Todo ello debido a la traición de Ganelón que por odio al valiente joven, se hizo cómplice de los sarracenos.
Descubierta la traición, Ganelón es enjuiciado bajo el cargo de traición al emperador. Finalmente Ganelón fue
colgado, descuartizado y sus restos abandonados a las aves de rapiña.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
CANTAR DE LOS NIBELUNGOS
Se le conoce también con el título de “El anillo de los
Nibelungos”. Este poema germano fue compuesto en 1204 d.C. (S.
XIII). Sin embargo, al igual que el tema de “La Canción de Rolando”,
este cantar de Gesta también se retrotrae a épocas anteriores.
Los nibelungos, en realidad, son los hijos de la niebla, que según la
mitología germánica vivían en el submundo, es decir, debajo de la
tierra. Eran enanos dotados de fuerzas mágicas y propietarios de un
tesoro hechizado. Sigfrido les arrebató ese tesoro y sus guerreros
llevarían a partir de entonces, ese nombre. El poema épico se divide en
dos partes:
1. Muerte de Sigfrido. Sigfrido, nació en Xaten, a la orilla de Rhin, en
los países bajos. Es un príncipe cazador de dragones. Sigfrido llega a
la corte de Worms con la intención de cortejar a la princesa
Krimhilda, hermana del rey Gunther. Allí Hagen, servidor del rey
Gunther, aparentemente reconoce a Sigfrido y hace una breve reseña de sus hazañas. Sigfrido reta al rey
Gunther pero todo se calma.
Sin embargo, el príncipe lanza palabras violentas contra Hagen pero luego se reconcilian. Sigfrido se queda a vivir
un tiempo prudencial en la corte.
Poco tiempo después, los daneses y sajones declaran la guerra a Worms. Sigfrido se ofrece a conducir al
ejército Burgundio de Gunther y obtiene la victoria. De esta manera el príncipe va teniendo mayor respeto y
ascendencia en la corte de Worms y galantea constantemente a Krimhilda quien también comienza a amarlo.
Por otras noticias se sabe que de otro lado del mar gobierna una reina llamada Brunhilda. Su belleza y su fuerza no
tiene paralelo pero quien la venza podrá pedir su mano.
Gunther anhela ir pero es alertado por Sigfrido del peligro si acaso saliera derrotado. Sigfrido lo ayudará a
condición de recibir como esposa a Krimhilda.
Ante la Doncella del Norte, Brunhilda, Sigfrido no se presenta como pretendiente sino como vasallo de Gunther. El
rey Gunther aparenta combatir pero Sigfrido cubierta con el manto de la invisibilidad lo ayuda. Brunhilda es
derrotada y cree que Gunther la ha vencido y por ello acepta casarse con él. Más adelante Sigfrido y Krimhilda
también se casan. Un día, tanto Krimhilda como Brunhilda conversan, la primera le revela a su cuñada el truco de
que fue víctima, ocasionando la decepción y luego la respuesta violenta de Brunhilda. En esos momentos Hagen
saldrá a defender el honor de Brunhilda y planeará la venganza. Se gana la confianza de Krimhilda, a tal grado que
ella le revela el punto vulnerable de Sigfrido (que estaba en la espalda del príncipe) ya que cuando se bañó con la
sangre de dragón, una hoja caída impidió que esa parte se mojara. Así, Hagen a traición, hiere a muerte a Sigfrido
mientras éste estaba inclinado para beber agua, disparándole una flecha mortal.
El cuerpo de Sigfrido es objeto de grandes funerales. En tanto Krimhilda guarda rencor a Gunther y a
Hagen. La reina Krimhilda lleva los tesoros del muerto Sigfrido a la corte de Worms donde lo reparte. Temeroso de
esta generosidad y de la influencia que Krimilda pueda ganar, Hagen en la primera oportunidad, arroja el tesoro
de los Nibelungos al Rhin. “Esta es la historia de cómo el amor termina en desgracia”
2. Venganza de Krimhilda. Atila (Etzel), rey de los Hunos, envía mensajeros a Worms para solicitar la mano de
la viuda Krimhilda. Gunther considera conveniente esta alianza, mas Hagen pretende evitarla. Krimhilda, sin
embargo, acepta el matrimonio porque ve una posibilidad para concretizar su venganza. Después de varios años,
Krimhilda viviendo en la casa de Atila, invita a la comitiva de los burgundos, y con él a Gunther y a Hagen, a su
corte. La comitiva de los burgundos cruza el Danubio y cuando llegan a su destino, se hace manifiesto el plan de
reina Krimilda quien había preparado una fiesta. Al final se entabla una lucha en la que caen muertos los
borgoñones (burgundos) en manos de los Hunos. Asimismo, con su propia mano corta la cabeza de Hagen, al
rehusarse éste a revelar el sitio donde estaba escondido el tesoro de los Nibelungos.
Finalmente, Hildebrando (de la corte de los Hunos) acompañando a su amo Teodorico el Grande, da muerte a
Krimhilda. “Esta es la historia de la destrucción de los Nibelungos” son las palabras finales del poema.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
LITERATURA ESPAÑOLA MEDIEVAL
I. ÉPOCA PRE LITERARIA.
Se denomina así a la época anterior al siglo XII. Se puede apreciar la evolución
y formación del castellano. Se destaca lo siguiente:
SIGLO X. LAS GLOSAS. Son las primeras manifestaciones lingüísticas. Eran anotaciones hechas al margen de un
texto que estaba redactado en latín. Destacan dos tipos de glosas:
A. Las Glosas Silences, encontrados en el monasterio de Silos.
B. Las Glosas Emilianenses, encontrados en el Monasterio de San Millán de la Cogolla.
SIGLO XI. LAS JARCHAS. Son las primeras manifestaciones literarias. Las Jarchas son composiciones líricas
populares realizadas por los mozárabes (árabes convertidos al cristianismo). Las Jarchas son estribillos de dos a
cuatro versos que finalizan un poema escrito en árabe o hebreo llamado Moaxaja.
Las primeras Jarchas datan de 1042, estas composiciones se consideran las primeras manifestaciones
literarias de la lírica medieval en Europa.
He aquí algunas muestras:
"Garid vos, ay yermanellas,
¿cóm' contener a meu male?
Sin el habib non vivreyo:
¿ad ob l'iréi demandare?"
Decidme, hermanitas,
¿Cómo soportaré mis penas?
Sin el amado no podré vivir:
¿Adónde iré a buscarlo?
II. ÉPOCA DE LOS ORÍGENES. (SIGLO XII – XV)
Estamos en presencia del castellano primitivo
existiendo gran cantidad de lo que hoy se conoce como arcaísmos. Desde el siglo XII el romance castellano se
halla en condiciones de convertirse en un lenguaje literario.
En esta etapa de la literatura española encontramos los siguientes tipos de literatura:


La poesía épica: El Mester de Juglaría (siglo XII)
La poesía culta: El Mester de Clerecía (siglo XIII – XV)
EL MESTER DE JUGLARÍA
Mester de juglaría significa literalmente “oficio o profesión de los juglares (poetas del pueblo)”.
Los juglares eran personas que recorrían los pueblos y villas cantando y recitando poemas épicos propios
y ajenos. Solían acompañarse de instrumentos musicales y realizaban también juegos acrobáticos para entretener
al público.
Los relatos épicos que difundían los juglares se denominan Cantares de Gesta.
PRINCIPALES OBRAS DEL MESTER DE JUGLARÍA.
Tenemos las siguientes:




“El Cantar del Mío Cid”
“El Cantar de Rodrigo”
“Los siete infante de Lara”
“El poema de Bernardo del Carpio”
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Prof. Luis A. Del Solar R.
CANTAR DEL MÍO CID
Se trata del primer Cantar de gesta en castellano, por lo
tanto, la primera joya de la literatura española. El filólogo
español Menéndez Pidal lo sitúa alrededor de 1140.
Autor: Anónimo
Género: Épico
Especie: Cantar de Gesta
Contiene tres partes:
- Primer Cantar: El Destierro
- Segundo Cantar: Las bodas de las hijas del Cid
- Tercer Cantar: La afrenta de Corpes
Compuesta en versos libres, rima asonante y escrito hacia 1140.
Se ha conservado en un códice la copia original, hecha en 1307 por el Padre Pedro Abad.
Personajes:
–
Rodrigo Díaz de Vivar : Servidor del Rey
– Alfonso VI
: El Rey
– García Ordóñez
: Conde Castellano
– Jimena
: Esposa del Cid
– Elvira y Sol
: Hijas del Cid
– Martín Antolínez
: Vasallo del Cid
– Pedro Bermúdez
: Vasallo del Cid
– Infantes del Carrión
:Esposos de las hijas del Cid
– Infantes de Navarra y Aragón: Nuevos pretendientes
– Almudafar
: Rey de Granada
– Almutamiz
: Rey de Sevilla
- Espadas (Colada y Tizona)
Argumento
Primer Cantar: El destierro
El Cid es desterrado por Alfonso VI a consecuencia de cierta acusación. La ciudad de Burgos, por orden
del rey, le niega todo auxilio. El Cid se encuentra sin recursos, pero de esta situación viene a sacarle la
astucia de Martín Antolínez, el "burgalés de pro" quien consigue un préstamo de los judíos Raquel y Vidas,
dándoles en garantía dos arcas llenas de hipotéticas monedas de oro.
Llega al monasterio de Cerdeña para despedirse de su familia. Allí se le juntan nuevos hombres de
armas, deseosos de correr su misma suerte.
Tiene que separarse de su mujer e hijas. Traspasa la frontera de Castilla. La noche anterior ha
tenido un sueño premonitorio en el que "el ángel Gabriel" predice su buena fortuna. Diversas acciones
militares van a sucederse. Toma el castillo de Castejón por sorpresa, mientras parte de sus tropas, saquea
otras tierras de moros. No desea tener un encuentro armado con el rey Alfonso y marcha al territorio de
Zaragoza. Mediante un ardid conquista Alcocer. Gana una gran batalla al pie de esa fortaleza dividiendo el
botín, parte de lo que le corresponde lo envía como regalo al rey. Vende Alcocer a sus propios moradores y
prosigue sus correrías. Se enfrenta con el conde de Barcelona, aunque ha preferido rehuir al combate. Le
gana la espada Colada, lo aprisiona y le concede luego la libertad.
Segundo Cantar: Las bodas de las hijas del Cid.
Realiza, el Cid sus incursiones por tierras valencianas. Conquistar fortalezas, gana batallas. Asedia
Valencia y después de nueve meses se le entrega la ciudad. Vence a "Un rey de Sevilla". Llega "de la parte
de Oriente - Francia" un clérigo llamado Jerónimo que a propuesta del Cid, es aclamado como obispo.
Por segunda vez ha salido Minaya al encuentro del rey con un nuevo regalo y la petición de que permita
la familia del Cid reunirse con él. Accede el rey. Viajan doña Ximena, sus hijas y damas de Valencia. El Cid
las recibe con gran solemnidad, Yusuf, rey de Marruecos, acampa con sus tropas junto a la ciudad. El Cid
obtiene la victoria en presencia de su familia, que contempla el combate desde lo alto del Alcázar. Se
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Prof. Luis A. Del Solar R.
reparte el cuantioso botín. Por tercera vez recibe el rey el presente del Campeador. Los infantes de Carrión
solicitan al rey Alfonso en matrimonio a las hijas del Cid. El rey concede al desterrado un encuentro. A
orillas del Tajo, Rodrigo se postra ante Alfonso, que le perdona. Consiente la boda de sus hijas. Regresa a
Valencia con los infantes y se celebran los matrimonios.
Tercer Cantar: La afrenta de Corpes
Los infantes, educados en la corte lejos de las batallas, van a portarse en Valencia de una manera
cobarde, huyendo ante los moros y escondiéndose en una ocasión en el rincón más sucio del palacio al ser
acosados por unos leones que el Cid tenía domesticados.
Mientras Pedro Bermúdez salva a Fernando de Carrión, que huía, matando al perseguidor; el Cid mata al
rey Búcar después de una persecución personal, ganándole la espada Tizona.
Los infantes, objeto de burlas por su cobardía ante el león y ante los moros, deciden marchar a tierras de
Carrión, en compañía de sus mujeres con el propósito de afrentarlas. Su primo Félez Muñoz las acompaña.
Después de un viaje acelerado, cuando están solos los esposos en un monte (Robledal de Corpes),
golpean los infantes a sus mujeres, semidesnudas, con espuelas y cinchas. Socorridas por su primo van a
San Esteban a reponerse. El padre las recibe en Valencia y determina vengarse, solicita del rey la
convocatoria de corte y éste la reúne en Toledo.
Se reúnen Cortes en Toledo y el Cid reclama, primero sus espadas Colada y Tizona, que había dado a
los infantes. Exige después la devolución de la dote y, por último los reta; acusándolos de "menos valer" lo
que equivale a humillarlos. Pedro Bermúdez reta a Fernando, Martín Antolínez reta a Diego.
Los del Cid vencen a los infantes. En este momento, se presentan emisarios de los infantes de Navarra y
Aragón pidiendo la mano de las hijas del Cid. Por lo cual, al final del poema, el juglar afirma: Ahora los reyes
de España todos sus parientes son.
TEMA: La pérdida y el recobro del honor del Cid.
EL MESTER DE CLERECÍA
(Siglo XIII – XIV)
El Mester de Clerecía aparece en el siglo XIII, como una consecuencia de la evolución cultural de
España (se crean universidades, se fundan monasterios).
El Mester de Clerecía es llamado “el oficio o forma de escribir de los clérigos”. Se le llama así porque
en este periodo la literatura es cultivada por los miembros del clero o las personas instruidas en un
monasterio.
Cultivan una poesía erudita que, derivando del latín, crean obras escritas en romance castellano donde
los temas predominantes son los religiosos y moralizadores.
En la edad Media se llamaba Clérigo a la persona culta que sabía latín, y su mester u oficio consistía en
difundir los conocimientos adquiridos a las personas del pueblo.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
PRINCIPALES REPRESENTANTES.
1. GONZALO DE BERCEO. (1180 – 1246)
Es considerado como “El padre del verso
castellano”, por ser el primer poeta de nombre
conocido de la literatura castellana, también se
destaca por ser el creador de la CUADERNA VÍA
(estrofa de cuatro versos alejandrinos que riman
entre sí):
“La verdura del prado, la olor de las flores,
las sombras de árboles de tempranos sabores
refrescáronme todo, e perdí los sudores
prodíe vivirle omne con aquellos olores”
M
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14
14
14
R
A
A
A
A
OBRAS: “Milagros de nuestra señora” - “Loores de nuestra señora”
2. ALFONSO X “EL SABIO”. (1221 – 1284)
Es considerado “El padre de la prosa castellana” y “El padre del idioma
castellano” por oficializar el castellano para toda España el año 1260.
OBRA: “Primera crónica general de España”
3. DON JUAN MANUEL. (1282 – 1347)
Cuya obra cumbre es “El Conde Lucanor”. Esta obra constituye la prosa
novelesca más antigua de las letras castellanas. Es con el “Decamerón” de
Bocaccio, una de las primeras fuentes de la narrativa europea. Consta de 51
apólogos, cuentos o ejemplos con una moraleja en verso al final, que el
criado Patronio refiere a su señor, El Conde Lucanor, cada vez que éste se
encuentra en un apuro.
4. JUAN RUIZ, EL ARCIPRESTE DE HITA. Su única obra se titula “El libro de buen amor” que es
considerada como la obra cumbre del Mester de Clerecía, escrita en el siglo XIV. En el argumento se
mezcla lo profano con lo religioso donde el poeta se pone como ejemplo y cuenta con gran libertad
sus aventuras amorosas.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
Ficha de Composición literaria
I.
Imagínate que tú eres un trovador o juglar y crea una composición donde describas o cantes las hazañas de un
“Caballero noble”.
Ten en cuenta las siguientes recomendaciones:

La composición debe ser en verso.

Los versos pueden ser irregulares.
13


Utiliza todo el espacio que tienes.
Ponle un título a tu composición.
Prof. Luis A. Del Solar R.
EL HALCÓN
De cómo puede ser tan grande el amor de un hombre por una mujer.
Hace ya tiempo vivía en Florencia un joven llamado
Federico Alberighi, hijo de micer Felipe Alberighi, con el
que ningún otro doncel de la nobleza toscana podía
rivalizar en porte gentil y cortesía. El cual, como suele
ocurrir con los jóvenes de su edad y condición, se
enamoró de una noble dama llamada Juana, que por
esos tiempos era tenida por una de las mujeres más
hermosas y amables de Florencia. Todo lo que
Federico podía hacer para conquistar el amor de ella, lo
hizo; en fiestas, en torneos, en magníficos regalos
gastó sus recursos sin moderación; pero Juana, que no
era menos honesta que bella, no se dio por enterada
de tales agasajos ni prestó por eso mayor atención a
quien los hacía. Continuó Federico gastando su fortuna
sin conseguir nada, hasta el punto de que pronto las
riquezas escasearon y él se volvió pobre, sin otro bien
que una pequeña alquería cuyas rentas apenas si le
alcanzaban para vivir, y un espléndido halcón que era
el único legado de sus fastos pasados; por lo cual, más
enamorado que nunca y viendo que ya no podía
desempeñar dignamente el papel de ciudadano de
Florencia, fuese a Campi, donde se hallaba su alquería.
Allí, sin pedir nada a nadie, se entretenía cazando
pájaros con su halcón, y soportaba su indigencia del
mejor modo posible. Sucedió un día, entonces, cuando
Federico ya tocaba la pobreza más extrema, que el
marido de monna Juana enfermó y viéndose en trance
de morir, hizo testamento; riquísimo como era, nombró
heredero suyo a su hijo, ya grandecito, dejando
constancia, además, que su bienamada esposa se
convertiría, a su vez, en heredera, si el muchacho
muriese sin dejar descendencia. Ya viuda monna
Juana se retiró al campo durante el verano, como era
costumbre, a una propiedad muy cercana a la de
Federico, por lo cual sucedió que el muchacho trabó
amistad con Federico; y no tardó en jugar con los
perros y pájaros de éste; y como veía a menudo volar
el halcón de Federico, se prendó del ave, y le entraron
deseos de poseerla, aunque no se atreviese a
pedírsela a su nuevo amigo debido a la estimación que
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éste le demostraba. Tanto inquietó al muchacho que
terminó por enfermarse, con lo cual su madre quedó
muy preocupada, pues no lo tenía más que a él, y se
pasaba el día rondando en torno a su cama; sin
alcanzar a confortarlo, no cesaba de preguntarle qué
era lo que le causaba su mal, y le rogaba que le dijese
cuál era el objeto o cosa que deseaba, que ella se lo
procuraría de cualquier manera. El muchacho, luego de
haber oído repetidas veces esos ofrecimientos dijo:
"Querida mamá, si usted consigue para mí el halcón
de Federico, creo que podré curar en seguida". La
dama en cuanto hubo oído esto, comenzó a reflexionar
sobre la actitud que habría de tomar. Sabía que
Federico la había amado por mucho tiempo, sin que
ella le hiciese la menor concesión; por eso, se decía:
"¿Cómo podré pedirle ese halcón que, si me atengo
a lo oído, es el mejor de cuantos volaron jamás, y que,
por lo demás, es su único sostén? ¿Y cómo podré yo
privar a ese caballero del único motivo de gozo que le
queda en el mundo?" Y así quedó muy perpleja, con la
convicción de que lo obtendría si llegaba a pedirlo; y
como no sabía qué decir ni decidir, nada le contestó al
hijo. Finalmente, el amor maternal triunfó de todas sus
vacilaciones, y terminó por prometer al muchacho, que
no había cesado de insistir en que el halcón habría de
ser su único medio de curación que ella misma iría a
buscarle el pájaro diciendo:
"Hijo mío, tranquilízate y piensa solo en recobrar la
salud, pues te prometo que lo primero que haré
mañana es ir yo misma a buscar el halcón y a
traértelo". Con lo cual el niño se alegró y mostró
inmediatamente señales de restablecimiento.
Al día siguiente la señora, acompañada sólo por
otra mujer, se dirigió, como si pasease, hacia la casita
de Federico, a quien hizo llamar a su llegada. En aquel
momento el joven, como no era día para salir de caza
con el halcón, se encontraba en su jardín haciendo
algunos trabajos menudos; y, en cuanto oyó que
monna Juana llamaba a su puerta, se asombró de ello,
y corrió entusiasmado hacia la entrada, donde estaba
la dama; la cual, viéndolo venir, lo saludó de modo muy
gracioso y femenino, luego de que él le hubiese dirigido
una respetuosa reverencia, y tras las cortesías de rigor,
le dijo:
"Señor Federico, he venido a resarcirte de los
perjuicios que has tenido por mi causa, debido a que
me amaste más probablemente, de lo necesario; por lo
cual la recompensa que te ofrezco es que nos invites, a
esta dama que me acompaña y a mí, a comer contigo".
A lo cual Federico respondió humildemente: "No
recuerdo, señora, haber sufrido daño alguno por
vuestra culpa; por el contrario, creo que si en cierta
oportunidad hice cosas de mérito, ello lo debo al amor
que supisteis despertar en mí; y, por cierto, la gracia
Prof. Luis A. Del Solar R.
que me hacéis al venir me es tan cara que no la
cambiaría por todos los bienes que, pobre ahora, he
perdido".
Y mientras esto decía, la hizo entrar a su casa, y la
condujo hasta el jardín, y como no encontrara a otra
persona que la jardinera para hacerle compañía, le dijo:
"Noble señora, os dejo con esta mujer, esposa de
un trabajador que es de mi confianza, en tanto voy a
poner la mesa".
Federico pese a lo extremo de su pobreza, nunca
como aquel día había lamentado haber dilapidado sus
riquezas, y no poder agasajar dignamente a la mujer
amada. Rabiaba ahora contra sí mismo, maldecía su
fortuna y, ya completamente fuera de sí, recorría todos
los cuartos en busca de algún dinero u objeto para
empeñar, sin hallar nada en ninguna parte. Como ya la
hora de comer se acercaba, y su deseo de honrar a la
dama querida era grande, sin que se le pasase por las
mentes pedir alguna cosa a su jardinero, fijó de pronto
sus miradas en el apreciado halcón, que descansaba
en su jaula; y como no le quedaba otra alternativa, lo
tomó, lo sopesó y, encontrándolo carnoso, dedujo que
sería adecuada merienda para una dama como la que
allí esperaba. Entonces, sin pensarlo dos veces, le
retorció el cuello, lo desplumó y rápidamente lo puso a
asar; y puesta la mesa con blanquísimos manteles, que
aún conservaba, volvió con alegre expresión al jardín,
donde la dama lo esperaba, y la invitó a que pasara al
comedor junto con su compañera. A lo cual se
levantaron las dos señoras, entraron en la casa y se
sentaron en la mesa, y sin saber qué comían y
mientras Federico las servía diligentemente, se
almorzaron el excelente halcón.
Concluido el ágape, y mientras se entretenían en
amable charla, a la dama le pareció que había llegado
el momento de explicar el verdadero motivo de su
venida, y habló así:
"Federico, si recuerdas tu vida pretérita y mi
honestidad, a la que tal vez consideraste crueldad y
dureza, indudablemente te maravillarás al enterarte del
propósito que me trae aquí; pero si tuvieras hijos, o los
hubieses tenido alguna vez, y supieras hasta donde
llega el amor paternal, estoy segura que sabrías
excusarme. Y así como tú no los tienes, yo tengo uno,
y no puedo eludir las leyes comunes entre las madres;
todo lo cual me obliga, aun contra mi voluntad y
violentándome mucho, pedirte un don que sé te es
íntimamente caro, porque la naturaleza no te ha dejado
ningún otro consuelo; y ese don es tu halcón dilecto,
del que mi hijo se ha encaprichado de tal manera, que
si no se lo llevo la enfermedad que sufre puede
agravarse hasta quitarle la vida. Y por esto te ruego, no
por tu amistad, que jamás la he merecido, sino por tu
noble y cortés carácter, que hace que sobresalgas
entre los demás hombres, que me des el halcón, para
que yo pueda conservar la vida de mi hijo, y te quede
eternamente agradecida".
15
Federico, al escuchar el pedido y dándose cuenta
de que no lo podía satisfacer puesto que acababan de
comerse el halcón, se echó a llorar antes de poder
articular palabra. La dama creyó primero que este llanto
obedecía a la pena que causaría al caballero el
desprenderse del halcón, y estuvo tentada de retirar su
pedido; pero en seguida se contuvo y esperó, después
del llanto, la respuesta de Federico. El cual le habló de
esta manera:
"Señora, sabe Dios que desde que en vos puse mi
amor los hechos de mi fortuna me han sido adversos
en todos los órdenes; sin embargo, todas mis penurias
pasadas son leves comparadas con las que atravieso
ahora, cuando me visitáis en mi humilde casita —sin
que nunca me hayáis visitado antes, en mis ricas
mansiones— y me pedís un menudo don, que no
puedo concederos de ninguna manera, por el motivo
que sigue: en cuanto escuché que queríais almorzar en
mi casa, y teniendo en cuenta vuestra excelencia y
vuestra nobleza, estimé que sería digno y conveniente
que os agasajara, de acuerdo con mis posibilidades, de
la mejor manera y por encima de lo que uno hace con
los huéspedes comunes. Por ello, recordé que poseía
el halcón que ahora me solicitáis, y juzgué que era para
vos alimento adecuado; y en el almuerzo lo habéis
comido, convenientemente asado, y yo supuse haberle
dado el mejor de los usos posibles; pero ahora veo que
lo deseabais en otra forma, y siento un dolor
inexpresable por no tenerlo ya, y creo que nunca la paz
volverá a mí."
Y cuando terminó de decir esto, mandó traer las
plumas, las garras y el pico del ave, para demostrar
que no mentía. La señora, que lo veía y escuchaba
todo, le reconvino primero por la ocurrencia de haberle
servido en la mesa un ave tan valiosa; pero en lo
interior de sí misma le agradeció su generosidad y
grandeza de alma, que la pobreza no había conseguido
desterrar; después, desaparecidas ya las esperanzas
de poseer el halcón, y acordándose de la enfermedad
de su hijo, resolvió volver a su casa. El hijo, sea porque
la noticia de que nunca tendría el halcón agravase su
estado, sea porque la propia enfermedad no tuviese
cura, no pudo sobrevivir mucho tiempo y, días más
tarde, con gran dolor de su madre, dejó este mundo.
La señora, luego de mucho tiempo de lágrimas y
amargura, recibió de sus hermanos el consejo de
volver a casarse, pues era riquísima y todavía joven; y
aunque no pareciese ella misma en disposición de
hacerlo, pensó en Federico, en su valor y en su última
magnificencia, la de haber dado muerte a un halcón tan
preciado para honrarla, y terminó por decir a sus
hermanos:
"Con mucho gusto quedaría viuda, si esto os
agradase; pero si estimáis que debo casarme por cierto
que no tomaré otro marido que no sea Federico
Alberighi." Ante lo cual los hermanos, burlándose de
ella, le respondieron:
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"¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puedes querer a un
hombre que nada tiene?" "Lo sé, hermanos míos",
repuso ella, "es así como decís; pero antes bien quiero
a un hombre carente de riquezas, que a unas riquezas
sin hombre." Los hermanos, al oírla, y conociendo
como conocían a Federico, por más pobre que éste
fuese, consintieron en dársela por esposa, junto con
todas las riquezas que el primer marido le había
dejado; y Federico, que así se convertía por fin en
marido de la mujer que amaba, y en poder de una
fortuna tan grande como la que las desventuras le
habían quitado, vivió con alegría, esposo feliz y
administrador más prudente, hasta el fin de sus días.
ACTIVIDADES DE LECTURA
Redacta un resumen del cuento.
Da una apreciación crítica del cuento.
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EL PRERRENACIMIENTO
 Se conoce como Prerrenacimiento al periodo de transición entre la Edad media y la Edad Moderna.
 Aunque la ideología y la visión del mundo tienen todavía muchos rasgos medievales, los cambios en las
estructuras de la sociedad van a generar una nueva forma de ver el mundo, donde se dará más importancia al
hombre.
 En esta etapa podemos apreciar la aparición de las lenguas Neolatinas (consideradas en estos tiempos
dialectos vulgares: castellano, italiano, portugués, francés, italiano, etc.).
 Se consolidan las primeras universidades que inicialmente funcionan en los monasterios.
 También observamos el nacimiento y desarrollo de la burguesía que adquiere poder económico y político
EL TRECENTO ITALIANO
(SIGLO XIV)
IL DOLCE STIL NUOVO
Fue una escuela literaria que se
desarrolló en Italia en el siglo XIV.
2. Recreó el tema del amor cortés
(entre nobles).
3. Renovaron el concepto del amor
(platónico).
4. Idealización de la mujer, quien es
la creación perfecta y divina.
1.
EXPONENTES
Dante: La Comedia
Petrarca: Cancionero
Bocaccio: El Decamerón
DANTE ALIGHIERI
(Florencia 1265 - Ravena 1321)
VIDA
Nació en Florencia en mayo de 1265. Era de familia noble,
perteneciente al Partido Güelfo (Partidario del Papa).
El nombre de Dante es abreviación de durante (el “constante”).
Los padres de Dante murieron cuando él todavía era un niño; otros
familiares tomaron a su cargo al huérfano y le proporcionaron
excelente educación.
El hecho más notable durante su juventud es su amor por Beatriz
Portinari. Beatriz era una joven florentina, amable y bella. Tenía la
misma edad que Dante, quien la ve por segunda vez nueve años
después y se enamoró de ella. Pero, en 1285, quizá por motivos
políticos Beatriz fue dada en matrimonio a Simone de Bardi y en junio
de 1290 murió cuando apenas tenía 24 años de edad. Dante, para
recuperarse del duro golpe por la muerte de su amada se sumergió en sus estudios de los artistas clásicos en
especial de Virgilio.
Pasado los treinta años de edad, se casó con una dama florentina, Gemma Donati; con la cual tuvo cuatro
hijos. Hacia esta época, Dante tomó parte activa en la vida política de su patria, con tal éxito que, en 1300, con
35 años fue elegido uno de los seis regidores que gobernaban la república.
En Florencia andaban muy agitados los tiempos. Los “negros” (Gibelinos) se revolvían contra los “blancos”
(Güelfos). Dante pertenecía al partido de los blancos. Después de dos años de lucha triunfaron los “negros”
siendo desterrados todos los jefes “blancos”, entre ellos Dante, quien no volvería a ver jamás a su mujer y a su
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patria. El más ilustre hijo de Florencia fue también desposeído de su casa, de su honor y de sus bienes; su hogar
fue devastado y hubo que comer del “pan de la caridad”.
Muere, en Ravena el año 1321 a la edad de 56 años.
OBRAS
• “La Comedia” (su obra capital)
• “Vida nueva” (donde refiere el nacimiento de su amor por Beatriz)
• “La Monarquía” (Tratado Político en lengua latina)
• “De vulgar elocuencia” (Tratado lingüístico: Defiende la validez del italiano como lengua de creación literaria)
• “El Convivio” (Estudia los problemas más profundos que preocupan el pensamiento medieval)
LA COMEDIA
(TÍTULO ORIGINAL DE LA OBRA)
En el siglo XIV, Giovanni Bocaccio le une el calificativo de Divina a la Comedia de Dante.
Dante dio a su mejor obra poética el nombre de “Comedia”,
porque su desenlace es feliz aunque con un comienzo sombrío.
Refleja la cosmovisión de la Edad Media.
Intención: ser moralizante e intentar al hombre a salvarse, no a
perderse.
1. Género
: Épico
2. Especie
: Epopeya Religiosa
3. Estructura : 14,233
VERSOS
escritos
en
endecasílabos en lengua toscana.
presenta 100 cantos.
tercetos
La obra
PARTES
INFIERNO
(3 4 CANTOS )
PURGATORIO
(3 3 CANTOS )
PARAÍS O
(3 3 CANTOS )
10 COMPARTIMIENTOS:
- Un vestíbulo.
- Nueve Círculos
10 COMPARTIMIENTOS:
- Playa
- Ante purgatorio
- Siete cornisa s
- Pa raíso Terrena l
10 COMPARTIMIENTOS:
- 9 Cielos móviles
- Una esfera inmóvil
(empireo )
DURACIÓN DEL VIAJE
7 días (aunque es un viaje imaginario, soñado por Dante)
TEMA
El viaje de un cristiano pecador hacia los tres reinos de ultratumba.
18
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PERSONAJES
• Dante
: Simboliza al hombre extraviado
• Beatriz
: Simboliza la fe y la teología
• Virgilio
: Simboliza la sabiduría
• Las fieras
: Símbolo de las pasiones (León: soberbia, Pantera: lujuria, Loba: avaricia).
• Caronte
: Barquero que transporta a los condenados.
• Minos
: Legendario rey de Creta, juez del infierno.
• Cerbero
: Perro guardián del infierno
• Catón
: Guardián del Purgatorio
• San Bernardo: El último guía de Dante
ARGUMENTO
Dante inicia la composición de La Divina Comedia, en 1307, año en que fue desterrado de Florencia por problemas
políticos. Dicha composición se prolongó hasta 1319; prácticamente, doce años se dedicó Dante a escribir esta
obra, de allí que Jorge Luis Borges haya considerado a esta epopeya religiosa como la obra más perfecta de la
humanidad.
El primer punto que debemos destacar es el carácter alegórico de la composición. Por ejemplo la presencia del
número 3, que simboliza la Santísima Trinidad (tres son los reinos que visita Dante, tres las fieras que se aparecen
en la Selva oscura, tres los rostros de Lucifer, la estrofa utilizada es el terceto) Otro punto que debemos señalar es
la finalidad religiosa de la obra: Dante escribe La Divina Comedia para inducir a la humanidad a apartarse del
pecado y optar por el camino de la virtud, el fin trascendental de esta epopeya es orientar a los cristianos para
conducirlos por el camino del bien.
En la obra, Dante finge hacer un viaje imaginario, que se inicia la noche del viernes santo del 8 de abril de
1300 (cuando el poeta tiene 35 años), comenzando su peregrinación por el infierno, el Purgatorio y el Paraíso.
INFIERNO
Tiene el poeta 35 años cuando finge encontrarse perdido en medio de una selva oscura (pecado), llena de
tupidos árboles que le hacen perder la ruta, aquella de la virtud y la fe. El primer terceto con que se inicia la obra
es el siguiente:
“En medio del camino de la vida.
errante me encontré por selva oscura,
en que la recta vía era perdida” .
19
Prof. Luis A. Del Solar R.
Después de muchas horas de angustia, ve a lo lejos la primera luz del alba sobre una colina cercana que
representa la vida virtuosa. Se dirige hacia ella, pero le obstruyen el camino tres bestias feroces, un león
(soberbia), una loba (avaricia) y una pantera (lujuria). Estos vicios le impiden al hombre salir del pecado y tomar el
camino de la virtud. Sin embargo, se le presenta la sombra de Virgilio (enviado por Beatriz), el poeta latino que
simboliza la razón humana, y le comunica que le va a servir de guía, pero que para salir de esta selva oscura
(pecado), primero tiene que atravesar el infierno, después el purgatorio para finalmente llegar al paraíso. Y es así
como inician su viaje por los reinos de ultratumba. El primer reino que visitan es el infierno, que Dante imagina
como un inmenso cono invertido, que va desde la superficie del hemisferio septentrional hasta tocar con el vértice
del centro de la tierra donde se encuentra Lucifer. Al ingresar Dante al infierno, lee sobre las puertas de este
primer reino la siguiente inscripción:
“Por mí, se va a la ciudad doliente
por mí se va al eterno tormento:
por mí se va tras la perdida gente”
El infierno consta de un ante infierno y posteriormente de 9 círculos; el primero de ellos es el limbo, en los cuatro
siguientes se castigan a los incontinentes (lujuriosos, golosos; avaros y pródigos; iracundos, indolentes, soberbios
y envidiosos). Al otro lado de la laguna del Estigia, se encuentra la ciudad del Dite, donde son castigados los
maliciosos (herejes, violentos, fraudulentos y traidores) en los siguientes cuatro círculos del infierno y en el centro
de la tierra se encuentra Lucifer, considerado el más grande traidor de la historia.
1.
Ante infierno
Llamado “el vestíbulo de los cobardes”. Aquí se encuentran los cobardes; aquellas personas que no se
dignaron a hacer el bien ni tampoco el mal. Los cobardes están condenados a correr eternamente tras una
bandera que no tiene ningún significado, hostigados incesantemente por tábanos y avispas. Atravesando el anteinfierno, Dante llega a orillas del Aqueronte (alimentado por las lágrimas del género humano). Para cruzar este río,
solicitan los servicios de Caronte, “el barquero de la muerte”, que transporta a las almas pecadoras a la otra orilla
del Aqueronte.
2.
Círculo Primero: Limbo
Después de atravesar el Aqueronte, Dante se encuentra en el primer círculo del infierno, el Limbo, donde
se hallan los muertos sin bautismo (uno de ellos es Virgilio). No son sometidos a ninguna pena material; pero
están privados eternamente de la Beatitud.
3.
Círculo Segundo: Lujuriosos
En el umbral del segundo círculo está Minos, juez infernal, que escucha la confesión de las almas
pecadoras y señala el círculo a donde irán a parar, de acuerdo al pecado cometido, envolviendo la cola a su cuerpo
cuantas veces sean los círculos que debe descender el alma penitente. Minos quiere impedir el ingreso a Dante,
pero Virgilio le advierte que el poeta es enviado por mandato divino.
Entre los lujuriosos que observa Dante están Cleopatra, Helena, Dido, Aquiles, Paris y Tristán. Ellos son empujados
por un viento impetuoso de aquí para allá; representación magistral del instinto que domina y arrastra la voluntad
del hombre, haciéndoles perder todo dominio sobre sí mismos. Este viento los empuja y revuelve; percutiéndolos
unos contra otros.
4. Círculo Tercero: Golosos
El guardián del tercer círculo es Cerbero, el perro de las tres fauces siempre hambrientas. El pecado que se
castiga en este tercer círculo es la gula (exceso en el comer y beber). Los golosos están condenados a engullir por
toda la eternidad una mixtura repugnante, formada por la lluvia negra que ellos reciben y el fango producido por la
tierra.
5. Círculo Cuarto: Avaros y Pródigos
El guardián del cuarto círculo es Plutón, quien al divisar a Dante, intenta con vano esfuerzo detenerlo. Los
avaros y los pródigos durante la vida no pensaron sino en acumular dinero los unos y en gastarlo
desordenadamente los otros, ahora ambos están condenados a empujarse recíprocamente enormes pesos con el
pecho, gritando cada uno de ellos: “¿por qué agarras?”, “¿por qué sueltas?".
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6. Círculo Quinto: Iracundos e Indolentes, Soberbios y Envidiosos
La laguna de Estigia que circunda la ciudad de Dite a modo de defensa, es el lugar de pena reservado a los
iracundos, que, continuamente, se golpean a sí mismos ensangrentándose, y a los indolentes que, como en la vida
fueron contrarios a todo trabajo útil, tristes y tediosos, así ahora no hacen más que suspirar bajo aguas de la
laguna. Más allá, cerca de la ciudad de Dite, se encuentran los soberbios y los envidiosos, cuyos castigos son
parecidos a aquellos de los iracundos. Posteriormente Dante y Virgilio cruzan la laguna Estigia gracias el barquero
Flegias. Llegan a las puertas de la ciudad de Dite, las cuales son abiertas por un ángel de Dios.
7. Círculo Sexto: Herejes
Una vez en la ciudad de Dite, Dante y Virgilio contemplan el sexto círculo donde son castigados los
herejes, quienes están dentro de sepulcros ardientes, con las tapas levantadas, formando una corona de fuego
alrededor de las murallas internas de la ciudad.
8. Círculo Séptimo: Violentos
El guardián del séptimo círculo es el Minotauro, monstruo con cuerpo humano y cabeza de toro. Este
séptimo círculo está dividido en tres jirones. En el primer jirón, se encuentran los violentos contra el prójimo
(homicidas, devastadores de países, corsarios y ladrones de caminos), quienes se hallan sumergidos en el
Flegelonte, río de sangre hirviente, vigilados y flechados por los centauros. En el segundo jirón, se encuentran los
violentos contra sí mismos (suicidas) quienes están convertidos en árboles que son mordidos por negras perras
hambrientas, provocándoles agudos gritos de dolor. En el tercer jirón se encuentran los violentos contra Dios
(blasfemadores), quienes son expuestos a una continua lluvia de fuego.
9. Círculo Octavo: Fraudulentos
El guardián del octavo círculo es Gerión, verdadera imagen del fraudulento; tiene la cara de hombre justo y
honesto pero el cuerpo de serpiente. El octavo círculo está divido en diez fosas concéntricas, llamadas “Bolges” o
sacos, donde son castigados los fraudulentos.
10. Círculo Noveno: Traidores
En el noveno se encuentran aquellos que despreciaron el calor del cariño: los traidores. Este círculo está
divido en cuatro fosas:
a) Fosa Caína, donde se encuentran los que traicionaron a su sangre (parientes), quienes están congelados
desde los pies a la cabeza en la laguna Cocito.
b) Fosa Antenora, donde están los traidores a la patria, quienes también se hallan congelados de los pies a la
cabeza.
c) Fosa Tolomea, que alberga a los traidores a la amistad, los cuales, al igual que los anteriores pecadores,
también están sumergidos en el Cocito.
d) Fosa Judeca, en donde se encuentran los traidores a su amo y señor. En el centro de esta fosa se encuentra
Lucifer, quien tiene la mayor parte del cuerpo congelado; en vez de brazos tiene alas de murciélago, su cabeza
tiene tres rostros: uno de color rojo, que representa el odio, en el cual mastica la cabeza de judas; el otro color
amarillo, que representa la impotencia, en donde mastica el cuerpo de Bruto, y un último, color negro, que
representa la ignorancia, en el cual mastica el cuerpo de Casio.
Cuando Dante observa a Lucifer no puede soportar tan horrible espectáculo y está a punto de desfallecer,
Virgilio aprovecha que Lucifer extiende las alas para cruzar hacia el otro lado. A lo lejos, distinguen una montaña
que emerge sobre el mar, representación alegórica del purgatorio.
Debe tenerse en cuenta que el recorrido de Dante por el infierno es en forma descendente, desde el pecado más
leve hasta el pecado más grave, simbolización magistral de la degradación del hombre.
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EL PURGATORIO
Dante y Virgilio han logrado salir de las entrañas del infierno y ahora contemplan el Purgatorio, reino que Dante
coloca en una isla situada en las antípodas de Jerusalén.
Una isla en forma de montaña, en la cual se pueden distinguir los círculos o colinas de los pecadores, en donde las
almas penitentes purifican sus espíritus a través del arrepentimiento. Este segundo reino está también dividido
como el infierno en nueve partes: Antepurgatorio, los siete círculos y el Paraíso terrenal. El guardián del Purgatorio
es Marco Poncio Catón.
1. Antepurgatorio
El primer lugar que Dante y Virgilio visitan es el antepurgatorio, donde las almas llegan en una barca impulsada
por el ángel Nauta que viene desde el Tíber. Las almas del Antepurgatorio pertenecen a aquellos que se
arrepintieron del pecado a última hora y su castigo consiste en tener que quedarse esperando al pie del Monte por
un tiempo más o menos largo. Después de haber atravesado el Antepurgatorio, Dante y Virgilio se encuentran ante
la Puerta del Purgatorio, delante de esta puerta el poeta observa tres escalones que representan los grados
teologales de la penitencia, el primero de mármol blanco (arrepentimiento), el segundo, color rosa (confesión) y el
tercero, color rojo vivo (el ardor de la caridad y el amor después de la confesión). Sobre el tercer escalón, está
sentado el Ángel Portero delante del cual Dante, postrándose y golpeándose el pecho, pide misericordia para que
le abra la puerta. Al ingresar al Purgatorio, un ángel dibuja en la frente de Dante siete letras “p” (siete pecados
capitales).
2. Círculo primero : Soberbios
3. Círculo segundo : Envidiosos
4. Círculo Tercero : Iracundos
5. Círculo Cuarto : Perezosos
6. Círculo Quinto : Avaros y Pródigos
7. Círculo Sexto : Golosos
8. Círculo Séptimo : Lujuriosos
9. Paraíso Terrenal
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EL PARAÍSO
Dante imagina el Paraíso según el sistema cósmico de Ptolomeo, con un planeta al centro y nueve planetas más
girando a su alrededor.
Dante, junto a Beatriz, va a visitar estos nueve planetas o cielos, en los cuales habitan los ángeles de Dios, quienes
gozan de la paz y beatitud que le otorga el Creador. Los diez planetas que visita Dante son los siguientes:
1. Primer Planeta : Luna.
2. Segundo Planeta : Mercurio.
3. Tercer Planeta : Venus.
4. Cuarto Planeta : Sol.
5. Quinto Planeta : Marte.
6. Sexto Planeta : Júpiter.
7. Séptimo Planeta : Saturno.
8. Octavo Planeta : Cielo Estelar9. Noveno Planeta : Cristalino (Aquí Beatriz lo abandona y acude en su ayuda San Bernardo, quien lo guía al
Empíreo).
10. Décimo Planeta : Empíreo.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
Cabe señalar que el objeto de esta obra fue el inducir a la humanidad a meditar más seriamente sobre el pecado y
sobre el modo de librarse de él, a fin de poder gozar de la paz del alma en la tierra y ser digno de la beatitud en el
cielo. Este epopeya fue denominada “Comedia” por su autor, porque, como en las comedias, todo llega a feliz
término: el encuentro de Dante con Beatriz, y posteriormente, con Dios.
APRECIACIÓN CRÍTICA:
La obra monumental de Dante resume el pensamiento medieval.
Literalmente, se trata del viaje que realiza el autor por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, donde puede
observar la fealdad del mal y el poder del bien. Comprende que una vez purificado, puede acercarse a Dios,
comprenderlo y salvarse.
Alegóricamente, es la vicisitud del alma humana que, extraviada se salva con ayuda de la razón (Virgilio) y la fe
(Beatriz).
Moralmente, enseña qué fácil es perderse en el pecado (la Selva), qué difícil es salir de él por el peso de las
pasiones (las Fieras), y cuán necesaria es la ayuda del esfuerzo (Virgilio) y la confianza en lo divino (Beatriz).
Análogamente, muestra las difíciles condiciones de vida y señala la necesidad que tenemos de recibir ayuda de
Dios y de la iglesia.
ACTIVIDADES
1. Utiliza tu creatividad y realiza una infografía de los reinos que visita Dante. Presentarlo en una hoja bond A3.
2. Alegóricamente, el número 3, qué simbologías posee para Dante.
3. Qué representan cada una de las fieras.
4. Qué finalidad religiosa tiene la Obra.
5. Menciona las fechas de inicio y final del viaje de Dante.
6. Qué simboliza la selva. ¿Por qué?
7. Qué simboliza Virgilio. ¿Por qué?
8. Según la obra, describe personalmente cómo es el Infierno.
9. Menciona qué clase de pecadores se encuentran en el Limbo. Refiere a algunos.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
10. Qué es el pecado de la Gula. Cómo sufren estos pecadores.
11. Quién se encuentra en el centro de la Fosa Judeca. Descríbelo detalladamente.
12. Bajo qué ciudad se encuentra el Purgatorio y cómo lo describe Dante.
13. Menciona los siete pecados capitales que aparecen en la obra y en qué consisten.
14. Cómo imagina Dante, el sistema Cósmico, descríbelo.
15. Cómo describe Dante el Empíreo.
16. Menciona cuáles serían los mensajes de la obra.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
FRANCISCO PETRARCA
(1304-1374)
Nació en Arezzo, su familia era florentina, pero tuvo que huir por las
disputas entre Güelfos y Gibelinos. Al igual que Dante iba a ser sacerdote,
pero conoció a Laura de Noves, una mujer casada a la que idealiza y a la que
no se acerca para no destruir la imagen que creó. La utiliza como símbolo
religioso, como Dante a Beatriz.
En italiano escribió “LOS TRIUNFO” y sobre todo “CANCIONERO”, es
su obra maestra, que reúne más de 300 poemas amorosos, en los que figura
su amada Laura.
En latín, idioma al que considera perfecto, escribió “ÁFRICA”, extenso
poema donde canta las hazañas de Escipión El Africano y que quedó
inconclusa.
CARACTERÍSTICAS.
 Padre del soneto (estrofa de 14 versos endecasílabos).
 Gran perfección en sus sonetos los que serían imitados por los escritores posteriores.
 Gran culto a la amada, simbolizando su religiosidad pero con un tono sensual.
BENDITO SEA EL AÑO
Bendito sea el año, el punto, el día,
la estación, el lugar, el mes, la hora
y el país, en el cual su encantadora
mirada encadenose al alma mía.
Bendita la dulcísima porfía
de entregarme a ese amor que en mi alma mora,
y el arco y las saetas, de que ahora
las llagas siento abiertas todavía.
Benditas las palabras con que canto
el nombre de mi amada; y mi tormento,
mis ansias, mis suspiros, y mi llanto.
Y benditos mis versos y mi arte
pues la ensalzan, y, en fin, mi pensamiento,
puesto que ella tan solo lo comparte.
ACTIVIDADES
1. Determina la métrica y la rima del poema.
2. Menciona los temas del soneto.
3. Investiga y responde qué es un SONETO.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
GIOVANNI BOCCACCIO
(París, 1313-Florencia, 1375)
Es el fundador de la prosa narrativa italiana y el primer maestro de la
narración realista.
Su intensa e infortunada relación amorosa con MARÍA DE AQUINO, hija
natural del rey Roberto de Nápoles, llenó toda su vida e inspiró la mayor parte
de sus obras poéticas.
Fue el primer gran prosista italiano, entre sus obras está “El Decamerón”
(conjunto de cien cuentos censurados en su época)
EL DECAMERÓN
Primera gran obra en prosa de la literatura italiana. El Decamerón es un libro constituido por cien cuentos,
terminado por Giovanni Boccaccio en 1351 y gira alrededor de tres temas: el amor, la inteligencia humana y la
fortuna.
La obra comienza con una descripción de la peste negra que golpeó a Florencia en 1348, lo que da motivo a
que un grupo de diez jóvenes, siete mujeres y tres varones que huyen de la plaga, se refugien en una villa en las
afueras de Florencia. Con el fin de entretenerse, cada miembro del grupo cuenta una historia por cada una de las
diez noches que pasan en la villa.
Los temas son casi siempre profanos, a tono con la mentalidad burguesa que empezaba a fraguarse en
Florencia. Van desde «historias de mala suerte que inesperadamente cambian hacia felicidad», hasta historias más
interesantes de «mujeres que juegan engaños con sus maridos».
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Prof. Luis A. Del Solar R.
ALIBECH
Meter el diablo en el infierno.
En la ciudad de Cafsa, en Berbería, hubo hace tiempo primeramente con muchas palabras le mostró cuán
un hombre riquísimo que, entre otros hijos, tenía una enemigo de Nuestro Señor era el diablo, y luego le dio
hijita hermosa y donosa cuyo nombre era Alibech; la a entender que el servicio que más grato podía ser a
cual, no siendo cristiana y oyendo a muchos cristianos Dios era meter al demonio en el infierno, adonde
que en la ciudad había alabar mucho la fe cristiana y el Nuestro Señor lo había condenado. La jovencita le
servicio de Dios, un día preguntó a uno de ellos en qué preguntó cómo se hacía aquello; Rústico le dijo:
materia y con menos impedimentos pudiese servir a -Pronto lo sabrás, y para ello harás lo que a mí me
Dios. El cual le repuso que servían mejor a Dios veas hacer. Y empezó a desnudarse de los pocos
aquellos que más huían de las cosas del mundo, como vestidos que tenía, y se quedó completamente
hacían quienes en las soledades de los desiertos de la desnudo, y lo mismo hizo la muchacha; y se puso de
Tebaida se habían retirado. La joven, que simplicísima rodillas a guisa de quien rezar quisiese y contra él la
era y de edad de unos catorce años, no por consciente hizo ponerse a ella. Y estando así, sintiéndose Rústico
deseo sino por un impulso pueril, sin decir nada a más que nunca inflamado en su deseo al verla tan
nadie, a la mañana siguiente hacia el desierto de hermosa, sucedió la resurrección de la carne; y
Tebaida, ocultamente, sola, se encaminó; y con gran mirándola Alibech, y maravillándose, dijo:
trabajo suyo, continuando sus deseos, después de -Rústico, ¿qué es esa cosa que te veo que así se te
algunos días a aquellas soledades llegó, y vista desde sale hacia afuera y yo no la tengo?
lejos una casita, se fue a ella, donde a un santo varón -Oh, hija mía -dijo Rústico-, es el diablo de que te he
encontró en la puerta, el cual, maravillándose de verla hablado; ya ves, me causa grandísima molestia, tanto
allí, le preguntó qué es lo que andaba buscando. La que apenas puedo soportarlo.
cual repuso que, inspirada por Dios, estaba buscando Entonces dijo la joven:
ponerse a su servicio, y también quién le enseñara -Oh, alabado sea Dios, que veo que estoy mejor que tú,
cómo se le debía servir. El honrado varón, viéndola que no tengo yo ese diablo.
joven y muy hermosa, temiendo que el demonio, si la Dijo Rústico:
retenía, lo engañara, le alabó su buena disposición y, -Dices bien, pero tienes otra cosa que yo no tengo, y la
dándole de comer algunas raíces de hierbas y frutas tienes en lugar de esto.
silvestres y dátiles, y agua a beber, le dijo:
Dijo Alibech:
-Hija mía, no muy lejos de aquí hay un santo varón que -¿El qué?
en lo que vas buscando es mucho mejor maestro de lo Rústico le dijo:
que soy yo: irás a él.
-Tienes el infierno, y te digo que creo que Dios te haya
Y le enseñó el camino; y ella, llegada a él y oídas de mandado aquí para la salvación de mi alma, porque si
éste estas mismas palabras, yendo más adelante, llegó ese diablo me va a dar este tormento, si tú quieres
a la celda de un ermitaño joven, muy devota persona y tener de mí tanta piedad y sufrir que lo meta en el
bueno, cuyo nombre era Rústico, y la petición le hizo infierno, me darás a mí grandísimo consuelo y darás a
que a los otros les había hecho. El cual, por querer Dios gran placer y servicio, si para ello has venido a
poner su firmeza a una fuerte prueba, no como los estos lugares, como dices.
demás la mandó irse, o seguir más adelante, sino que La joven, de buena fe, repuso:
la retuvo en su celda; y llegada la noche, una yacija de -Oh, padre mío, puesto que yo tengo el infierno, sea
hojas de palmera le hizo en un lugar, y sobre ella le dijo como queréis.
que se acostase. Hecho esto, no tardaron nada las Dijo entonces Rústico:
tentaciones en luchar contra las fuerzas de éste, el -Hija mía, bendita seas. Vamos y metámoslo, que luego
cual, encontrándose muy engañado sobre ellas, sin me deje estar tranquilo.
demasiados asaltos volvió las espaldas y se entregó Y dicho esto, llevada la joven encima de una de sus
como vencido; y dejando a un lado los pensamientos yacijas, le enseñó cómo debía ponerse para poder
santos y las oraciones y las disciplinas, a traerse a la encarcelar a aquel maldito de Dios. La joven, que
memoria la juventud y la hermosura de ésta comenzó, nunca había puesto en el infierno a ningún diablo, la
y además de esto, a pensar en qué vía y en qué modo primera vez sintió un poco de dolor, por lo que dijo a
debiese comportarse con ella, para que no se Rústico:
apercibiese que él, como hombre disoluto, quería llegar -Por cierto, padre mío, mala cosa debe ser este diablo,
a aquello que deseaba de ella.
y verdaderamente enemigo de Dios, que aun en el
Y probando primero con ciertas preguntas que no había infierno, y no en otra parte, duele cuando se mete
nunca conocido a hombre averiguó, y que tan simple dentro.
era como parecía, por lo que pensó cómo, bajo especie Dijo Rústico:
de servir a Dios, debía traerla a su voluntad. Y -Hija, no sucederá siempre así.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
Y para hacer que aquello no sucediese, seis veces
antes de que se moviesen de la yacija lo metieron allí,
tanto que por aquella vez le arrancaron tan bien la
soberbia de la cabeza que de buena gana se quedó
tranquilo. Pero volviéndole luego muchas veces en el
tiempo que siguió, y disponiéndose la joven siempre
obediente a quitársela, sucedió que el juego comenzó a
gustarle, y comenzó a decir a Rústico:
-Bien veo que la verdad decían aquellos sabios
hombres de Cafsa, que el servir a Dios era cosa tan
dulce; y en verdad no recuerdo que nunca cosa alguna
hiciera yo que tanto deleite y placer me diese como es
el meter al diablo en el infierno; y por ello me parece
que cualquier persona que en otra cosa que en servir a
Dios se ocupa es un animal.
Por la cual cosa, muchas veces iba a Rústico y le
decía:
-Padre mío, yo he venido aquí para servir a Dios, y no
para estar ociosa; vamos a meter el diablo en el
infierno.
Haciendo lo cual, decía alguna vez:
-Rústico, no sé por qué el diablo se escapa del infierno;
que si estuviera allí de tan buena gana como el infierno
lo recibe y lo tiene, no se saldría nunca.
Así, tan frecuentemente invitando la joven a Rústico y
consolándolo al servicio de Dios, tanto le había quitado
la lana del jubón que en tales ocasiones sentía frío en
que otro hubiera sudado; y por ello comenzó a decir a
la joven que al diablo no había que castigarlo y meterlo
en el infierno más que cuando él, por soberbia,
levantase la cabeza:
-Y nosotros, por la gracia de Dios, tanto lo hemos
desganado, que ruega a Dios quedarse en paz.
Y así impuso algún silencio a la joven, la cual, después
de que vio que Rústico no le pedía más meter el diablo
en el infierno, le dijo un día:
-Rústico, si tu diablo está castigado y ya no te molesta,
a mí mi infierno no me deja tranquila; por lo que bien
harás si con tu diablo me ayudas a calmar la rabia de
mi infierno, como yo con mi infierno te he ayudado a
quitarle la soberbia a tu diablo.
Rústico, que de raíces de hierbas y agua vivía, mal
podía responder a los envites; y le dijo que muchos
diablos querrían poder tranquilizar al infierno, pero que
él haría lo que pudiese; y así alguna vez la satisfacía,
pero era tan raramente que no era sino arrojar un haba
en la boca de un león; de lo que la joven, no
pareciéndole servir a Dios cuanto quería, mucho
rezongaba. Pero mientras que entre el diablo de
Rústico y el infierno de Alibech había, por el demasiado
deseo y por el menor poder, esta cuestión, sucedió que
hubo un fuego en Cafsa en el que en la propia casa
ardió el padre de Alibech con cuántos hijos y demás
familia tenía; por la cual cosa Alibech de todos sus
bienes quedó heredera. Por lo que un joven llamado
Neerbale, habiendo en magnificencias gastado todos
sus haberes, oyendo que ésta estaba viva, poniéndose
a buscarla y encontrándola antes de que el fisco se
apropiase de los bienes que habían sido del padre,
como de hombre muerto sin herederos, con gran placer
de Rústico y contra la voluntad de ella, la volvió a llevar
a Cafsa y la tomó por mujer, y con ella de su gran
patrimonio fue heredero. Pero preguntándole las
mujeres que en qué servía a Dios en el desierto, no
habiéndose todavía Neerbale acostado con ella, repuso
que le servía metiendo al diablo en el infierno y que
Neerbale había cometido un gran pecado con haberla
arrancado a tal servicio. Las mujeres preguntaron:
-¿Cómo se mete al diablo en el infierno?
La joven, entre palabras y gestos, se los mostró; de lo
que tanto se rieron que todavía se ríen, y dijeron:
-No estés triste, hija, no, que eso también se hace bien
aquí, Neerbale bien servirá contigo a Dios Nuestro
Señor en eso.
Luego, diciéndoselo una a otra por toda la ciudad,
hicieron famoso el dicho de que el más agradable
servicio que a Dios pudiera hacerse era meter al diablo
en el infierno; el cual dicho, pasado a este lado del mar,
todavía se oye. Y por ello vosotras, jóvenes damas,
que necesitáis la gracia de Dios, aprended a meter al
diablo en el infierno, porque ello es cosa muy grata a
Dios y agradable para las partes, y mucho bien puede
nacer de ello y seguirse.
ACTIVIDAD DE LECTURA
Escribe de manera secuencial CINCO hechos importantes que suceden en todo el cuento.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EL VELO DE LA ABADESA
Existe en Lombardía un monasterio, famoso por su
santidad y la austera regla que en él se observa. Una
mujer, llamada Isabel, bella y de elevada estirpe, lo
habitaba algún tiempo hacía, cuando cierto día fue a
verla, desde la reja del locutorio, un pariente suyo,
acompañado de un amigo, joven y arrogante mozo. Al
verlo, la monjita se enamoró perdidamente de él,
sucediendo otro tanto al joven; mas durante mucho
tiempo no obtuvieron otro fruto de su mutuo amor que
los tormentos de la privación. No obstante, como
ambos amantes sólo pensaban en el modo de verse y
estar juntos, el joven, más fecundo en inventiva,
encontró un expediente infalible para deslizarse
furtivamente en la celda de su querida. Contentísimos
entrambos de tan afortunado descubrimiento, se
resarcieron del pasado ayuno, disfrutando largo tiempo
de su felicidad, sin contratiempo. Al fin y al cabo, la
fortuna les volvió la espalda; muy grandes eran los
encantos de Isabel, y demasiada la gallardía de su
amante, para que aquélla no estuviese expuesta a los
celos de las otras religiosas. Varias espiaban todos sus
actos, y, sospechando lo que había, apenas la perdían
de vista. Cierta noche, una de las religiosas vio salir a
su amante de la celda, y en el acto participa su
descubrimiento a algunas de sus compañeras, las
cuales resolvieron poner el hecho en conocimiento de
la abadesa, llamada Usimbalda, y que a los ojos de sus
monjas y de cuantos la conocían pasaba por las
mismas bondad y santidad. A fin de que se creyera su
acusación y de que Isabel no pudiese negarla,
concertáronse de modo que la abadesa cogiese a la
monja en brazos de su amante. Adoptado el plan, todas
se pusieron en acecho para sorprender a la pobre
paloma, que vivía enteramente descuidada. Una noche
que había citado a su galán, las pérfidas centinelas
venle entrar en la celda, y convienen en que vale más
dejarlo gozar de los placeres del amor, antes de mover
el alboroto; luego forman dos secciones, una de las
cuales vigila la celda, y la otra corre en busca de la
abadesa. Llaman a la puerta de su celda, y le dicen.
estáticos; pero las furiosas monjas se apoderan de su
hermana y, por orden de la abadesa, la conducen al
capítulo. El joven se quedó en la celda, se vistió y se
propuso aguardar el desenlace de la aventura, bien
resuelto a vengarse sobre las monjas que cayesen en
sus manos de los malos tratamientos de que fuese
víctima su querida, si no se la respetaba, y hasta
robarla y huir con ella.
—Venid, señora; venid pronto: hermana Isabel está
encerrada con un joven en su dormitorio.
Tan extraña súplica, repetida con énfasis, atrajo todos
los ojos sobre la superiora, al propio tiempo que impelió
a ésta a llevar la mano a su cabeza. Entonces se
comprendió por qué Isabel se había expresado de tal
suerte. Desconcertada la abadesa, y conociendo que
era imposible disfrazar su aventura, cambió de tono,
concluyendo por demostrar cuán difícil era oponer
continua resistencia al aguijón de la carne. Tan dulce
en aquellos momentos como severa pareciera ha poco,
permitió a sus ovejas que siguieran divirtiéndose en
secreto (lo cual no había dejado de hacerse ni un
momento), cuando se les presentara la ocasión, y,
después de perdonar a Isabel, se volvió a su celda. Se
reunió la monjita con su amigo, y le introdujo otras
veces en su habitación, sin que la envidia la impidiera
ser dichosa.
Al oír tal gritería, la abadesa, toda atemorizada, y para
evitar que, en su precipitación, las monjas echasen
abajo la puerta y encontrasen en su lecho a un clérigo
que con ella le compartía, y que la buena señora
introducía en el convento dentro de un cofre, levántase
apresuradamente, vístese lo mejor que puede, y,
pensando cubrir su cabeza con velo monjil,
encasquétase los calzones del cura. En tan grotesco
equipo, que en su precipitación no notaron las monjas,
y gritando la abadesa: “¿Dónde está esa hija maldita de
Dios?”, llegan a la celda de Isabel, derriban la puerta y
encuentran a los dos amantes acariciándose. Ante
aquella invasión, la sorpresa y el encogimiento los deja
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La superiora llega al capítulo y ocupa su asiento; los
ojos de todas las monjas están fijos en la pobre Isabel.
Empieza la madre abadesa su reprimenda,
sazonándola con las injurias más picantes; trata a la
infeliz culpable como a una mujer que en sus actos
abominables ha manchado y empañado la reputación y
santidad de que gozaba el convento. Isabel,
avergonzada y tímida, no osa hablar ni levantar los
ojos, y su conmovedor embarazo mueve a compasión
hasta a sus mismas enemigas. La abadesa prosigue
sus invectivas, y la monja, cual si recobrara el ánimo
ante las intemperancias de la superiora, se atreve a
levantar los ojos, fíjalos en la cabeza de aquella que le
está reprimiendo, y ve los calzones del cura, que le
sirven de toca, lo cual la serena un tanto.
—Señora, que Dios os asista; libre sois de decirme
cuánto queráis; pero, por favor, componeos vuestro
tocado.
La abadesa, que no entendió el significado de estas
palabras.
—¿De qué tocado estás hablando, descaradilla?
¿Llega tu audacia al extremo de querer chancearte
conmigo? ¿Te parece que tus hechos son cosa de
risa?
—Señora, os repito que sois libre de decirme cuanto
queráis; pero, por favor, componed vuestro tocado.
Prof. Luis A. Del Solar R.
ROMEO Y
JULIETA
(Fragmento: ESCENA II)
EL JARDÍN DE CAPULETO
(Entra Romeo)
ROMEO: Aquel que nunca tuvo herida alguna
se burla alegre de la llaga ajena.
(Julieta se asoma a una ventana)
¡Calla! Qué luz es la que allí despunta
ese balcón es el balcón de oriente
y Julieta es el Sol. Sube radiante
¡Oh hermoso Sol! y con tus rayos mata
a la envidiosa Luna, quien de pena
pálida y triste está, porque una ninfa
de su coro la vence en hermosura.
Por envidiosa de servirle deja:
Tristes y amarillentas son tus galas
y necios lo que de ellas se revisten
deséchalas mi bien. ¡Ella es mi vida!
¡Es mi amor que se asoma! ¡Qué no diera
porque supiese que es de mi alma dueña!
Habla, más nada dice. Mas ¡Qué importa!
Hablan sus ojos; les daré respuesta.
Muy osado soy; no habló conmigo.
Del cielo dos de los más bellos astros,
teniendo que alejarse de sus puestos,
por merced solicitan de sus ojos
que ocupen su lugar en la alta esfera.
Mientras estén ausentes, si por dicha
estuvieran sus ojos en el cielo,
dos astros en sus órbitas clavados,
el vivo resplandor de sus mejillas
oscureciera el brillo de esos astros,
como la luz del sol la de una tea:
Sus ojos desde el cielo derramaran
tal torrente de luz, que a medianoche
las aves despertaran, y a la aurora
saludarían con su voz canora.
¡Ahora en la mano apoya su mejilla!
¡Quién fuera el guante que esa mano cubre,
para poder tocar esa mejilla!
JULIETA: ¡Ay! ¡Ay de mí!
ROMEO: ¡Habló! ¡Habla de nuevo,
Ángel divino! estando tú allá arriba,
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JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
radiante te pareces a la noche
cual mensajero alado de los cielos
a los abiertos, deslumbrados, ojos
de los mortales, que ávidos le miran
echando atrás el cuerpo, cuando raudo
huella las tardas, perezosas nubes,
y flota sobre el seno de los aires.
¡Romeo! ¡Romeo! ¿Por qué, eres tú Romeo?
Reniega de tu padre y de tu nombre:
Si a tanto no te atreves, sé mi amante,
y ya no me tendré por Capuleto.
¿Qué hacer? ¿Sigo escuchando, o le hablo
ahora?
No tú, tu nombre es sólo mi enemigo;
el mismo fueras aunque no un Montesco
¿Montesco qué es? A fe no es pie, ni mano,
ni brazo rostro, ni otra parte alguna
del ser humano. ¡Oh, sé tú de otro nombre!
¿Qué importa el nombre? Lo que llaman rosa,
con otro nombre aroma igual tuviera
del mismo modo mi gentil Romeo,
aunque Romeo nunca se llamara,
los raros dotes conservara todos
que suyos son sin título ninguno,
desecha, pues, tu nombre, mi Romeo;
y en cambio de ese nombre que no es parte
de tu persona alguna, toma, ¡Oh toma
todo mi ser!
Te tomo la palabra:
Dame de amante tuyo el dulce nombre;
¡Me juzgaré de nuevo bautizado!
De hoy más, mi bien, no quiero ser Romeo...
¿Quién eres tú, que así envuelto en la noche,
sorprendes de tal manera mis secretos.
¡No sé cómo expresarte con un nombre quién soy!
Mi nombre santa adorada, me es odioso, por ser
para ti un enemigo. De tenerla escrita rasgaría esa
palabra.
Prof. Luis A. Del Solar R.
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
viesen
ROMEO:
Todavía no he escuchado cien palabras de esa
lengua y conozco ya el acento. ¿No eres tú Romeo
y Montesco?
Ni uno ni otro, hermosa doncella, si los dos te
desagradan.
Y dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y para
qué? Las tapias del jardín son altas y difíciles de
escalar, y el sitio, de muerte, considerando quién
eres, si alguno de mis parientes te descubriera.
Con ligeras alas de amor franqueé estos muros,
pues no hay cerca de piedra capaz de atajar el
amor; y lo que el amor puede hacer, aquello el
amor se atreve a intentar. Por tanto, tus parientes
no me importan.
¡Te asesinarán si te encuentran!
¡Ay! ¡Más peligro hallo en tus ojos que en veinte
espadas de ellos! Mírame tan solo con agrado y
quedo a prueba de su enemistad.
¡Por cuánto vale el mundo, no quisiera que te
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
ROMEO:
JULIETA:
aquí!
El manto de la noche me oculta a sus miradas;
pero, si no me quieres , déjalo que me hallen aquí.
¡Es mejor que termine mi vida víctima de su odio,
que se retrase mi muerte falto de tu amor!
¿Quién fue tu guía para descubrir este sitio?
Amor que fue el primero que me incitó a indagar;
me prestó consejo y yo, mis ojos. No soy piloto; sin
embargo, aunque te hallaras tan lejos como la más
extensa ribera que baña el más lejano mar, me
aventuraría por mercancía semejante.
Tú sabes que el velo de la noche cubre mi rostro;
si así no fuera, un rubor virginal verías teñir mis
mejillas por lo que me oíste pronunciar esta noche.
¿Me amas? Sé que dirás: sí, yo te creeré bajo tu
palabra (…)
Júrote, amada mía, por los rayos de la luna que
dibujan las copas de los árboles…
No jures por la Luna, que en su rápido movimiento
cambia de aspecto cada mes. No vayas a imitar su
inconstancia.
¿Pues por quién juraré?
No hagas ningún juramento. Si acaso, jura por ti
mismo, por tu persona que es el dios que adoro y
en quien he de creer. (…)
ACTIVIDADES
1. ¿Describe el amor que Romeo siente por Julieta?
2. ¿Cuál es el obstáculo que impide el amor entre ambos personajes?
3. ¿Cómo reacciona Julieta ante los galanteos de Romeo?
4. ¿Julieta tiene algún temor por la presencia de Romeo? ¿Por qué?
5. ¿Tienen derecho dos familias rivales a separar a sus hijos enamorados? ¿Por qué?
6. Menciona cómo es el estilo o lenguaje que utiliza Shakespeare en el fragmento.
7. Ahora escribe tú un mínimo de diez versos amorosos dirigidos a Julieta.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EL RENACIMIENTO
(Siglo XVI – XVII)
CONTEXTO
HISTÓRICO,
SOCIAL Y
CULTURAL.
El Renacimiento fue una corriente cultural que se inició en Italia a finales de la Edad Media y de ahí se
extendió al resto de Europa.
La palabra Renacimiento se refiere a la “Resurrección de la cultura grecolatina”, cuya sabiduría había dormido
en las bibliotecas de los monasterios durante la Edad Media.
El Renacimiento adopta los temas y conocimientos de la cultura grecolatina, es decir, hay una profunda
investigación de la cultura clásica. Así desde fines del siglo XV e inicios del XVI surge en Europa Occidental una
afición y ardor por las ciencias, letras y artes clásicas o antiguas. Parecía que el saber antiguo de los griegos y
romanos “volvía a nacer” y por eso se llamó Renacimiento a ese despertar de los pueblos y a esa renovación de
los espíritus.
Cabe destacar también la labor de los Humanistas en el Renacimiento, quienes eran eruditos amantes de las
letras clásicas que planteaban que el hombre debería ser el centro del pensamiento e interés de todas las artes y
ciencias. Por ello podemos decir que el Renacimiento es un movimiento cultural humanista de inspiración clásica.
En el Renacimiento se da una nueva manera de religiosidad más individual e intimista y una nueva concepción
del mundo espiritualista e idealista, con tendencia al análisis, contemplación y disfrute de lo real. El nuevo ideal del
hombre aparece así como la encarnación de un ser creado a la imagen y semejanza de Dios.
Fue Italia la cuna del Renacimiento y los papas y príncipes sus más decididos protectores. Entre estos últimos
sobresalieron los Médicis (poderosa e influyente familia florentina) quienes protegían celosamente a los artistas y sus
obras.
Los hechos que trajeron consigo el Renacimiento son:
 La invención de la primera imprenta por Juan Gutemberg en 1455.
 El descubrimiento y conquista de América en 1492.
 La consolidación política de las naciones europeas: Alemania, Francia,
Inglaterra y España.
 La caída de Constantinopla en mano de los turcos otomanos (1453).
 La migración de los griegos a Italia, quienes huían de los otomanos
cargados de libros y obras antiguas.
 La burguesía como nueva clase social dominante financia a los artistas
para difusión de la cultura clásica.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
CARACTERÍSTICAS.
1. Antropocentrismo. El hombre es el centro del pensamiento europeo.
2. Resurgimiento y adopción del pensamiento y las tradiciones literarias clásicas grecolatinas.
3. Culto a la belleza. Dan mucha importancia a la forma, el estilo y la armonía de la obra literaria.
4. Renovación del espíritu cultural europeo.
5. Propugnan el desarrollo integral del hombre.
6. Reacciona contra las formas culturales de la Edad Media.
7. Amor por la naturaleza, la vida y el arte.
PRINCIPALES REPRESENTANTES.
ITALIA. (Cuna del Renacimiento)
 NICOLAS MAQUIAVELO
 LUDOVICO ARIOSTO
 TORCUATO TASSO
FRANCIA.
 MIGUEL DE MONTAIGNE
 FRANCISCO DE RABELÁIS
INGLATERRA.
 JOHN MILTON
 WILLIAM SHAKESPEARE
ESPAÑA.
 GARCILASO DE LA VEGA
 FRAY LUIS DE LEÓN
PORTUGAL.
 LUIS VAZ DE CAMOENS
HOLANDA
 ERASMO DE ROTTERDAM
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: “El Príncipe”
: “Orlando Furioso”
: “Jerusalén libertada”
: “Ensayos” (Considerado como el creador del ensayo)
: “Gargantúa y Pantagruel”
: “El Paraíso perdido”
: “Hámlet”, “Romeo y Julieta”, etc.
: “Églogas”
: “Oda a la vida retirada”
: “Las Lusiadas”
: “Elogio de la Locura”
Prof. Luis A. Del Solar R.
RENACIMIENTO EN ITALIA
(Cuna del Renacimiento)
A. NICOLAS MAQUIAVELO
- Nace en Florencia en 1469.
- Célebre tratadista político e historiador florentino. Su mayor obra, El Príncipe
(1531), inaugura una nueva terminología. En El Príncipe, Macchiavello expone la
manera en la que el soberano debe llegar al poder y cómo mantenerse en él,
utilizando en algunos casos la mentira, la astucia y la crueldad, porque en
política "el fin justifica los medios" (frase que sintetiza la filosofía política de
Macchiavello en El Príncipe).
B. LUDOVICO ARIOSTO
- Nace en Reggio en 1474.
- El más alto representante de la épica renacentista en Italia. Su mayor obra
lleva el nombre de “Orlando furioso”. En ella, Ariosto presenta la historia
de Orlando; sobrino de Carlomagno, enamorado de la pagana Angélica y
que después pierde la razón al enterarse de que Angélica ama
verdaderamente a Medoro, joven pagano a quien ella ha cuidado. Sin
embargo, recobra la razón que Astolfo le trae de la luna. Cabe señalar que
esta obra se presenta como una continuación del Orlando Enamorado
(1459) de Boyardo.
- Muere en Ferrara en 1533.
C. TORCUATO TASSO
- Nace en Ferrara en 1544.
- Célebre por su poema épico “Jerusalén Libertada”, (1575 - 1581), obra
en 20 cantos escrita en octavas, integrada por más de quince mil versos:
El asunto central de este poema es el cerco de Jerusalén por Godofredo
de Bouillón en la primera cruzada (1099). A este asunto, se agregan los
episodios de la maga Armida, la tierna Herminia y la guerrera Clorinda, tres
paganas que ejercen diversas seducciones sobre los héroes cristianos.
Todo ello impregnado de ensueño y fantasía que hacen de esta obra uno
de los mejores poemas épicos escrito en el Renacimiento
RENACIMIENTO EN FRANCIA
A. FRANCISCO RABELAIS
Nace en Chinon en 1490. Fue frayle, sacerdote y médico. Es el
célebre autor de Gargantúa y Pantagruel, en realidad esta obra
consta de cinco libros. La trama de la novela constituye las
aventuras del rey gigante Gargantúa, de su hijo Pantagruel y de
sus amigos servidores, como el robusto valeroso hermano Juan y
sobre todo, Panurgo. En esta obra Rabeláis, haciendo uso de
verdaderas orgías verbales y retóricas, hace víctimas de la sátira
a la iglesia, la religión, los teólogos, los sabios ridículos, los
juristas y leguleyos. La obra plantea todos los problemas de la
época con un estilo serio, y a la vez cómico, haciendo de su autor
un resultado ambiguo, mezcla de lo grave y lo trivial.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
B. MIGUEL DE MONTAIGNE
- Nace en el año 1533. Su verdadero nombre fue Michel Eyquen,
de Montaigne.
- Se le considera el creador del ensayo y con ese nombre se
conoce su más grande obra Ensayos, terminada de publicar
1595. Los ciento siete capítulos que integran la obra conforman
reflexiones apuntadas en todas las direcciones: política,
filosofía, literatura, pedagogía, costumbres de los pueblos,
caracteres de los hombres y opiniones del autor. Su obra
constituye una de las más grandes reflexiones del
Renacimiento europeo, una fusión del Clasicismo y el
Humanismo.
señor
en
RENACIMIENTO EN PORTUGAL
LUIS VAZ DE CAMOENS
- Nace en Lisboa en 1524.
- Es la máxima figura del Renacimiento portugués. Su más grande obra es una
epopeya, "Las Lusiadas" (lusitanos=portugueses), dividida en 10 cantos. En
ella, cuenta la expedición de Vasco de Gama al Cabo de Buena Esperanza y a
Las Indias, acontecimiento reciente (1497) y nacional.
- Muere en la miseria en 1580.
RENACIMIENTO EN ESPAÑA
A. GARCILASO DE LA VEGA
- Nace en Toledo en 1501.
- Notable poeta renacentista que luchó por la corte de Carlos V. Es el
máximo exponente de la Escuela Italiana. Por la influencia de las
reformas italianas en su poesía se le consideró El Petrarca Español.
máxima creación son
Su
Las Églogas constituidas por 3 poemas
campestres, la más importante es "Salicio y Nemoroso".
- Muere en Provenza en el año 1536.
B. FRAY LUIS DE LEÓN
- Nace en Belmonte en 1527.
- Se ordena de sacerdote Agustino. Es en este tiempo que traduce
del latín al castellano "El Cantar de los Cantares", contraviniendo la
prohibición del Concilio de Trento, lo que le valió cuatro años de
cárcel en Valladolid. Al retornar a su cátedra en la Universidad de
Salamanca pronunció la célebre frase "Como decíamos ayer....",
olvidando con ella todo rencor contra sus enemigos.
- Es el máximo representante de la Escuela Salmantina. Autor de
las famosas "Oda a la vida retirada" y "Oda a Francisco Salinas".
Escribe también La Perfecta Casada.
- Muere en el año 1591.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
 Inmortalizado como el genial autor de la primera novela moderna titulada “ El ingenioso hidalgo Don Quijote de
la Mancha”.
 Miguel de Cervantes Saavedra es el escritor más influyente y universal de las letras castellanas.
 Nació probablemente el veintinueve de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares.
 Luchó heroicamente en la decisiva batalla contra los turcos en Lepanto y perdió en ella el uso del brazo
izquierdo, lo que le valdría el sobrenombre de «El manco de Lepanto».
 Muere un veintitrés de abril de 1616. En esta fecha también fallecieron los insignes escritores William
Sakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega.
Otras obras: “Novelas ejemplares”, “La Galatea”, “Los trabajos de Persiles y Segismundo”
LAS AVENTURAS DEL INGENIOSO HIDALGO DON QUIJOTE DE LA MANCHA
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, como se nominó la primera parte de esta obra llamada a erigirse
en uno de los monumentos imperecederos de la literatura universal, nació durante una temporada que Cervantes
pasó en prisión. El libro fue publicado en 1605 y, poco después, ya era reeditado y traducido a varias lenguas
europeas. Desde entonces hasta el presente, no ha dejado de ser leído y disfrutado por toda clase de públicos. Su
segunda parte, dada a la imprenta en 1615 tras la aparición de un Quijote falso, debido al mediocre imitador
Alonso Fernández de Avellaneda, fue titulada El ingenioso caballero Don Quijote de la Mancha.
Breve síntesis de la novela.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
Alonso Quijano es un hidalgo -es decir, un noble empobrecido de escala social baja-, de unos cincuenta años, que
vive en una aldea de la región La Mancha a comienzos del siglo XVII. Su afición es leer libros de caballería donde
se narran aventuras fantásticas de caballeros, princesas, magos, castillos encantados… Se dedica a estos libros
con tanta pasión que acaba perdiendo el contacto con la realidad y decide que él también puede emular a sus
héroes de ficción.
Recupera una armadura de sus antepasados y saca del establo a su viejo caballo, al que da el nombre
de Rocinante. Como todo caballero necesita una dama, convierte el recuerdo de una campesina de la que estuvo
enamorado en la hermosa Dulcinea del Toboso. Y a sí mismo se pone el nombre de Don Quijote, como el famoso
caballero Lanzarote (Lancelot).
Sale así al campo, con un aspecto ridículo, con la idea de realizar hazañas heroicas. Pero pronto comienzan los
malentendidos con la realidad. Ve una posada y cree que es un castillo. Exige al dueño que lo arme caballero en
una escena cómica e intenta rescatar a un joven pastor que está siendo azotado por su dueño. Ataca a unos
mercaderes que se burlan de él pero es derribado y herido.
Vuelve a su casa y esta vez consigue convencer con promesas de fama y riqueza a un labrador, Sancho Panza,
para que sea su escudero. Sancho, al contrario que Don Quijote, es un hombre ignorante y práctico. Pero poco a
poco quedará contagiado por los sueños de su señor.
Nada más salir con Sancho, encuentran unos molinos de viento que Don Quijote ataca creyendo que
son gigantes. Viven otras muchas otras aventuras: ataca un rebaño de ovejas creyendo que es un ejército, tiene
un duelo a espada con un vizcaíno, libera a unos reclusos que después le atacan, encuentra una palangana de
barbero y cree que es un yelmo mágico y vive situaciones cómicas en una posada. Incluso en una
ocasión, Rocinante persigue unas yeguas. Don Quijote decide, además, irse a vivir a lo alto de una montaña como
penitencia para merecer el amor de su dama. Sus mejores amigos - un cura y un barbero- lo logran engañar y lo
llevan a su aldea dentro de una jaula.
En la segunda parte de la novela, Don Quijote sale de nuevo con Sancho. En esta parte es la preferida de muchos
críticos. Don Quijote es ahora un personaje tratado con más respeto por el autor: a veces logra tener éxito en sus
aventuras y es más reflexivo y consciente de sí mismo. Sancho, por el contrario, se ha vuelto un soñador. Sin
embargo, los personajes con los que se encuentran ya los conocen porque han leído el primer libro, así que
intentan aprovecharse de Don Quijote y Sancho. Unos duques los acogen en su palacio para reírse de ellos.
Hacen creer a Don Quijote que Dulcinea y él están bajo un hechizo de Merlín y hacen a Sancho “gobernador” para
cumplir una promesa que le había hecho su señor. Sin embargo, Sancho resulta ser un gobernante sabio.
Don Quijote y Sancho llegan a Barcelona, en cuya playa Don Quijote es derrotado por el Caballero de la Blanca
Luna -en realidad uno de sus amigos disfrazados. Don Quijote, desengañado, vuelve a su aldea a pesar de que
Sancho le pide que vayan a vivir nuevas aventuras. Llega enfermo y, justo antes de morir, recupera la razón y
muere pidiendo perdón a todos por sus locuras.
Tema: La lucha entre el idealismo del Quijote y el pragmatismo de Sancho Panza.
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WILLIAM SHAKESPEARE ARDEN
CALIFICATIVO
IMPORTANCIA
(Stratford-Upon-Avon, 1564 –1616)
: El Cisne de Avon
: Padre del teatro inglés.
Nació en Stratford-Upon-Avon, Inglaterra en 1564. Considerado el mayor dramaturgo de todos los tiempos y el
principal escritor en lengua inglesa.
No se sabe gran cosa de su juventud, en torno a él se han creado innumerables leyendas, lo cierto es que fue hijo
de un comerciante dedicado al negocio de artículos agrícolas, sólo recibió educación elemental.
A los 18 años contrae matrimonio con Ana Hathaway. Dos años después se dirige a Londres con su esposa y
sus tres hijos sin dinero y sin amigos, no se le ocurrió nada mejor que dedicarse a ser actor y escribir obras
teatrales. Pasaron muchos años para ser reconocido como actor y luego como escritor.
Su primer poema se titula “Venus y Adonis” (1593). Recién en 1600 inicia la composición de sus grandes obras
teatrales, contándose unas 36 piezas dramáticas.
Por causas desconocidas, a los 48 años abandonó la actividad artística y se retiró a su ciudad natal, donde
muere un 23 de abril de 1616, día mes y año en que fallecen también Cervantes y El Inca Garcilaso de la Vega.
PRODUCCIÓN LITERARIA.
A. TRAGEDIAS.
 “Romeo y Julieta”
: El amor juvenil
 “Hamlet”
: La duda
 “El Rey Lear”
: El amor paternal
 “Otelo”
: Los celos
 “Julio César”
: La traición
 “Macbeth
: La ambición
 “Antonio y Cleopatra” : La infidelidad
B. COMEDIAS.
 “El mercader de Venecia”
: La avaricia
 “La tempestad”
: El ideal educativo
 “Las alegres comadres de Windsor” : El arribismo
 “La fierecilla domada”
: El machismo
 “Sueño de una noche de verano”
: La hechicería
C. DRAMAS HISTÓRICOS. Basados en Crónicas nacionales.
 “Ricardo II”
 “Ricardo III”
 “Enrique V”
 “Enrique VI”
 “Enrique VII”
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Prof. Luis A. Del Solar R.
CARACTERÍSTICAS DE SUS OBRAS.
 Fue un creador de caracteres que se han convertido en arquetipos humanos universales, por ejemplo
Hamlet es representante de la duda que paraliza.
 El lenguaje de sus obras posee un vigor y una belleza excepcionales, con metáforas deslumbrantes e
hipérboles rotundas de desmesurada grandeza.
 Por otro lado, señalaremos que a Shakespeare no le preocupó mucho la originalidad. Más que un creador es
un recreador de obras ya existentes; sin embargo en ello radica su genio creador, convirtiendo estas
historias mediocres en grandes joyas de la literatura, para decirlo metafóricamente “convirtió el plomo en
oro”.
 La muy amplia y variada obra de Shakespeare, llevó a Alejandro Dumas padre a afirmar que “después de
Dios, Shakespeare era el que más había creado”.
EN SÍNTESIS:
 Es el creador del teatro nacional inglés.
 Está considerado como el más grande autor dramático del Renacimiento y es uno de los cuatro genios de la
literatura universal.
El debate sobre Shakespeare.
Resulta curioso que todo el conocimiento que se tiene sobre el más grande dramaturgo inglés, esté formado
con las más diversas especulaciones. Se ha discutido incluso si Shakespeare es el verdadero autor de sus obras,
atribuidas por algunos a Francis Bacon, a Christopher Marlowe (quien, como espía, habría fingido su propia
muerte) o a varios ingenios; la realidad es que todas esas imaginaciones derivan del simple hecho de que los
datos de que se dispone sobre el autor son muy pocos y contrastan con la desmesura de su obra genial, que
fecunda y da pábulo a las más retorcidas interpretaciones.
El Teatro Isabelino (1558-1625).
Es una denominación que se refiere a las obras dramáticas escritas e interpretadas durante el reinado de
Isabel I de Inglaterra (reina desde 1558 hasta1603).
Durante este periodo, la literatura inglesa vive una época con una rica tradición teatral; el progresivo esplendor
de autores y obras será coronado por la gigantesca figura de William Shakespeare. Otras figuras sobresalientes
son Christopher Marlowe y Ben Jonson.
ROMEO Y JULIETA
Los Montescos y los Capuletos son dos familias de Verona que se
tienen odio ancestral, a tanto han llegado sus desavenencias que hasta
los criados de ambas familias discuten apoyando cada uno a sus amos.
Para apaciguar la ciudad, el Príncipe Escalus decide condenar a pena de
muerte a quien sea protagonista de otra camorra más.
EL joven Romeo Montesco está prendado de Rosalía, quien lo
desdeña. Romeo es convencido por su primo Benvolio para asistir a una
fiesta de disfraces que darán los Capuleto y en la cual tendrá la
oportunidad de ver a Rosalía y compararla con otras bellezas.
Romeo acude a la fiesta con sus amigos Benvolio y Mercucio. Romeo
se queda impresionado ante la belleza de Julieta: Teobaldo, primo de
Julieta, reconoce la voz de Romeo y se dirige al señor Capuleto para que
ordene echar al intruso. Este le dice que no tiene intención de propiciar un
escándalo en su fiesta y que además no está haciendo nada malo, ante la
insistencia de Teobaldo, el señor Capuleto le recuerda quien es el dueño
de la casa, Teobaldo se marcha de la fiesta indignado con la promesa de vengarse de Romeo.
Romeo y Julieta se enamoran, y después de varias conversaciones deciden casarse y solicitan a Fray Lorenzo
la bendición de Dios, al principio Fray Lorenzo no quiere; pero después, accede y los casa en secreto. El mismo
día de la boda, Romeo es desterrado a Mantua a cambio de la pena de muerte, por haber matado a Teobaldo,
quien antes había herido mortalmente a Mercucio.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
Durante la ausencia de Romeo, Julieta es obligada a aceptar el matrimonio con París, pero la noche previa a
la boda, la joven bebe un brebaje que le proporcionó Fray Lorenzo, el cual la sumirá en un profundo sueño y
aparentará estar muerta. Por la mañana, todos piensan que está muerta y es sepultada en el Mausoleo de la
familia.
Fray Lorenzo había enviado a Fray Juan para que avise a Romeo que su amada no había muerto, y que debía
ir a recogerla del mausoleo para llevarla a Mantua, pero Fray Juan no puede entregar el mensaje, porque le
prohíben ingresar a la ciudad a consecuencia de una peste.
Baltasar, un criado de Romeo, Llegó a Mantua y le comunicó que su amada Julieta había muerto. Entonces
Romeo viajó a Verona y llegó al mausoleo. Allí se tropieza con Paris que llevaba flores a la tumba de Julieta e
insultado por él, se ve obligado a darle muerte, y se dirige enseguida al lugar en que estaba depositado el cuerpo
de Julieta; creyéndola privada de vida, toma sin vacilar el veneno y muere a su lado.
A los pocos momentos, pasado el efecto del narcótico, recobra Julieta el sentido, y al ver el cadáver de su
adorado y la copa que tiene en la mano, adivina el fatal error de que había sido víctima y desesperada, bebe los
residuos del tóxico que quedaban en los labios de Romeo y muere junto a él.
Cuando llegaba Fray Lorenzo en busca de Romeo para ponerle al corriente de la simulada muerte de Julieta,
se encontró con la doble tragedia.
El príncipe reprochó a los padres por las querellas entre familias, que habían sido la causa de la muerte de los
dos amantes.
Montesco erigió una estatua de oro a la "Fiel y cándida Julieta" y Capuleto tributó a Romeo el mismo honor; así
acabó el odio y la rivalidad entre las dos familias.
TEMA. El amor imposible entre dos jóvenes amantes.
HAMLET
Representada por primera vez en 1600 y publicada en 1603, esta obra de gran éxito en su día es uno de los
clásicos del canon occidental y quizá la pieza más afamada de las letras inglesas y del teatro universal. Su
protagonista se ha convertido en uno de los mayores mitos literarios y en un enigma para la psicología (“Ser o no
ser, ésa es la cuestión”). Hámlet, príncipe de Dinamarca se basa en un relato inspirado en textos medievales
escandinavos.
El argumento cuenta la historia de la venganza que el príncipe Hámlet debe consumar contra su madre
Gertrudis y su tío Claudio, quien se ha casado con ella poco después de la muerte del rey. Tras la aparición del
fantasma de su padre, que asegura haber sido envenenado por su hermano Claudio, Hámlet cae en la melancolía
y la incertidumbre. Los miembros de la corte piensan que está volviéndose loco, circunstancia que él aprovecha
para acercarse a su destino. Después, para probar las reacciones de los regicidas, hace que una compañía de
actores represente ante Gertrudis y Claudio una historia semejante a la del asesinato del monarca, el príncipe
confronta a su madre con su descubrimiento y mata en medio de su confusión a Polonio, quien espía el encuentro
detrás de una cortina. Hámlet es entonces enviado a Inglaterra con Rosencrantz y Guildenstern, portadores en
secreto de la sentencia de muerte de éste, que astutamente revierte la situación para que los letales mensajeros
sean las víctimas en su lugar. De regreso a Dinamarca, Hámlet encuentra que la hija de Polonio, Ofelia, su novia,
se ha suicidado y que el hermano de ella, Laertes, busca vengar esta muerte y la de su padre. El príncipe Hámlet
y Laertes, entonces, se baten en duelo y mueren heridos por la espada envenenada que Claudio había destinado
a la carne de Hámlet. El príncipe agonizante mata al rey usurpador, la reina Gertrudis se suicida y Horacio, amigo
de Hámlet, sobrevive como depositario de la trágica historia.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
OTELO: EL MORO DE VENECIA
Representada por primera vez en 1604 y publicada en 1622, esta tragedia de William Shakespeare cuenta en
cinco actos la historia de Otelo, un general moro de la Armada veneciana íntegro y valiente, pero atormentado por
los celos, pasión que se sobrepone a su razón llevándolo a matar a su fiel esposa Desdémona, a quien ama
profundamente. Los celos de Otelo han sido inducidos por su compañero de luchas Yago, quien, víctima de la
envidia ante la prosperidad del moro y celoso del nombramiento con que éste ha honrado a Cassio, inventa que
Desdémona y Cassio son amantes. Yago prueba sus rumores haciendo que un pañuelo que Otelo había regalado
a Desdémona aparezca entre las pertenencias de Cassio. El moro, tras matar enceguecido a Desdémona, se da
cuenta de la inocencia de ésta y se suicida tras un brillante lamento. Esta tragedia, es una de las piezas del teatro
inglés más adaptadas y representadas en la actualidad.
FICHA DE ANÁLISIS FÍLMICO: “EL MERCADER DE VENECIA”
I.- INFORMACIÓN GENERAL
1.1. Ficha técnica y artística:
Título original
País
Dirección
Producción
Duración
Género
1.2.
Personajes por orden de importancia:
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II. DESCRIPCIÓN:
2.1. Parámetros contextuales:
Contexto de
la
producción
Situación
socio cultural.
Situación
socio político.
Argumento
2.2. Análisis textual:
43
Prof. Luis A. Del Solar R.
2.3. Recursos narrativos:
Temas
Escenarios
III. INTERPRETACIÓN:
Mensaje
Apreciación
personal
44
Prof. Luis A. Del Solar R.
SONETOS DE SHAKESPEARE:
El pecado de amarme se apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.
Pienso que es el más bello mi semblante,
mi forma, entre las puras, la ideal;
y mi valor tan alto conceptúo
que para mí domina a todo mérito.
Pero cuando el espejo me presenta,
tal cual soy, agrietado por los años,
en sentido contrario mi amor leo
Estrofa 1:
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 2:
---------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 3:
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 4:
que amarse siendo así sería inicuo.
Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio,
pintando mi vejez con tu hermosura.
TEMA:
LXXI
Cuando haya muerto, llórame tan sólo
mientras escuches la campana triste,
anunciadora al mundo de mi fuga
del mundo vil hacia el gusano infame.
Estrofa 1:
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 2:
Y no evoques, si lees esta rima,
la mano que la escribe, pues te quiero
tanto que hasta tu olvido prefiriera
a saber que te amarga mi memoria.
---------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 3:
Pero si acaso miras estos versos
cuando del barro nada me separe,
ni siquiera mi pobre nombre digas
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 4:
y que tu amor conmigo se marchite,
para que el sabio en tu llorar no indague
y se burle de ti por el ausente.
TEMA:
XCIV
Tu capricho y tu edad, según se mire,
provocan tus defectos o tu encanto;
y te aman por tu encanto o tus defectos,
pues tus defectos en encanto mudas.
Estrofa 1:
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 2:
Lo mismo que a la joya más humilde
valor se da en los dedos de una reina,
se truecan tus errores en verdades
y por cosa legítima se tienen.
---------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 3:
¡Cómo engañara el lobo a los corderos,
si en cordero pudiera transformarse!
Y ¡a cuánto admirador extraviarías,
----------------------------------------------------------------------------------------------------Estrofa 4:
si usaras plenamente tu prestigio!
Mas no lo hagas, pues te quiero tanto
que si es mío tu amor, mía es tu fama.
TEMA:
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EL
BARROCO
(Siglo XVII)
Fue una corriente artística caracterizada por la exageración y el mal gusto. En la literatura el barroco usa un
excesivo de figuras literarias como el hipérbaton, metáfora, hipérbole que lo convirtieron en un arte poco
comprendido, pero con gran profundidad reflexiva. Fue conocido como un arte de decadencia, es la última etapa
de la literatura renacentista.
El término Barroco procede del francés baroque (“extravagante”); en portugués quiere decir “Perla de forma
averrugada”
El barroquismo fue reflejo del desengaño del hombre ante los problemas de su época. El escritor se refugió en
un lenguaje, individual y egoísta. Si bien es verdad, que el barroquismo mostró un lenguaje sublime, exquisito,
alturado, también es verdad, que marginó a un gran sector de lectores, los cuales calificaron al Barroco de ser una
literatura oscura, excesiva, difícil y complicada.
VARIANTES DEL BARROQUISMO.
El Barroquismo, por el desorden que originó debido a su expresión, produjo una serie de tendencias:
EUFEMISMO
CARACTERÍSTICAS.
1. Visión pesimista de la vida.
2. Lenguaje oscuro y complicado.
3. Buscan neologismos (nuevas formas de expresión).
4. Predominio de la forma sobre el fondo.
5. Tendencia a la exageración en temas mitológicos.
PRINCIPALES AUTORES.
A. ITALIA.
- Juan Bautista Marino
B. ESPAÑA.
- Luis de Góngora
(Culteranismo)
- Francisco de Quevedo
(Conceptismo)
: “Adom”, El rapto de Europa”
: “Soledades”, “Fábula de Polifemo y Galatea”
: “El Buscón”, Los sueños”
- Miguel de Cervantes S. : “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”
Tema: La lucha del idealismo del Quijote contra el pragmatismo de Sancho.
- Pedro Calderón de la Barca : “La vida es sueño”
C. HISPANOAMÉRICA.
- Sor Juana Inés de la Cruz : “Primero sueño”
- Juan de Espinosa Medrano : “Apologético a favor de Góngora”
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EJEMPLO: TEXTO BARRROCO
Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso, caían en hidromurias, en salvajes ambonios,
en sústalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado
quejumbroso y tenían que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo como poco a poco las anillas se
espejunaban, se iban apeltronando, redupliendo hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al
que se le han dejado caer unas fílulas de cariconcia.
Sin embargo, era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios,
consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un
ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía.
De pronto, era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio,
los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡EVOHÉ! ¡EVOHÉ! Valposados en la cresta
del murelio, se sentían balparamar, pérlinos y márulos.
Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en profundo pínice, en niolamas de
argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.
Julio Cortázar, Rayuela.
ACTIVIDAD
Realiza una paráfrasis del texto anterior.
POESÍA BARROCA
1. Lee el poema de Góngora. Utiliza el diccionario si no entiendes alguna palabra.
EL FORZADO (Luis de Góngora)
Amarrado al duro banco
las lágrimas y suspiros
de una galera turquesa,
que me dice por sus letras;
ambas manos en el remo
porque si es verdad que llora
y ambos ojos en la tierra,
mi cautiverio en tu arena,
un forzado de Dragut
bien puedes al mar del Sur
en la playa de Marbella
vencer en lucientes perlas.
se quejaba al ronco son
Dame ya, sagrado mar,
del remo y de la cadena:
a mis demandas respuesta,
"¡Oh sagrado mar de España,
que bien puedes, si es verdad
famosa playa serena,
que las aguas tienen lengua;
teatro donde se han hecho
pero, pues no me respondes
cien mil navales tragedias!
sin duda alguna que es muerta,
Pues eres tú el mismo mar
aunque no lo debe ser,
que con tus crecientes besas
pues que vivo yo en su ausencia".
las murallas de mi patria,
En esto se descubrieron
coronadas y soberbias,
de la Religión seis velas,
tráeme nuevas de mi esposa,
y el cómitre mandó usar
y dime si han sido ciertas
al forzado de su fuerza.
1. Resume con tus palabras el poema.
47
Prof. Luis A. Del Solar R.
2. Completa las oraciones que van a continuación.
A. El forzado le pide al mar ………………………………………………………………………………..
B. El forzado, al no recibir respuesta, sospecha …………………………………………………………..
C. Sin embargo, el forzado, al ver que él vive, confía …………………………………………………….
3. Escribe el nombre de los recursos estilísticos empleados en las expresiones.
A. cien mil navales tragedias
………………………………………………………………………
B. mar que con tus crecientes besas
……………………………………………………………………
P R Á C T I C A: E L R E N A C I M I E N T O
MARCA LA RESPUESTA CORRECTA.
01. El Renacimiento surge en.......... durante el siglo............
a) Italia – XVI.
b) Francia – XVII.
c) España – XVIII. d) Alemania – XIX.
e) Holanda – XX.
02. Son características del Renacimiento, excepto:
a) Desarrollo integral del hombre.
b) Antropocentrismo.
c) Revolución Cultural.
d) Culto a la belleza.
e) Dogmatismo medieval.
03. No corresponde al Renacimiento:
a) Garcilaso.
b) Tasso.
c) Ariosto.
d) Camoens.
e) Bécquer.
04. Elogio de la Locura es obra de:
a) Ariosto.
b) Maquiavello.
c) Tasso .
d) Montaigne.
e) Erasmo.
05. El fin justifica los medios, sintetiza el pensamiento de
la obra:
a) Orlando, el furioso.
b) El Príncipe.
c) Elogio de la locura.
d) Los Lusiadas.
e) Jerusalén libertada.
06. Rabelais escribió:
a) Ensayos.
b) Los Lusiadas.
c) El Príncipe.
d) Gargantúa y Pantagruel.
e) Jerusalén Libertada.
07. “Orlando, el furioso” es obra de un autor:
a) Italiano.
b) Francés.
c) Alemán.
d) Inglés.
e) Holandés.
08. El género que creó Montaigne es:
a) Novela.
b) Cuento.
c) Ensayo.
d) Tragedia.
e) Comedia.
09. El viaje de Vasco de Gama se relata en:
a) Las Lusiadas.
b) Jerusalén Libertada.
c) Orlando, el furioso.
d) Ensayos.
e) Salicio y Nemoroso.
10. El máximo exponente del Renacimiento inglés es:
a) Bacón.
b) Moro.
c) Marlowe.
d) Milton.
e) Shakespeare.
11. El género en el cual destacó Shakespeare es el:
a) Épico
b) Lírico.
c) Dramático.
d) Narrativo.
e) Expositivo.
12. El tema de los celos se aborda en:
a) Hamlet.
b) Otelo.
c) Macbeth.
d) El Rey Lear.
e) Romeo y Julieta.
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13. La primera víctima en Romeo y Julieta:
a) Mercucio.
b) Benvolio.
c) Paris.
d) Romeo.
e) Julieta.
14. El sacerdote que casó en secreto a los protagonistas de
Romeo y Julieta es:
a) Fray Luis.
b) Fray Juan.
c) Fray Lorenzo.
d) Fray Jerónimo.
e) Fray Vicente.
15. El Rey Hamlet es muerto por Gertrudis en acuerdo con:
a) Polonio.
b) Laertes.
c) Horacio.
d) Claudio.
e) Ofelia.
16. El sobreviviente de la tragedia Hamlet es:
a) Polonio.
b) Laertes.
c) Hamlet.
d) Horacio.
e) Claudio.
17. El asunto central de Jerusalén Libertada es:
a) Relatar la pasión y muerte de Jesucristo.
b) Una actualización de una obra de Lope de Vega.
c) El cerco de Jerusalén por Godofredo de Bouillón.
d) Narrar la última de las cruzadas.
e) Relatar la expulsión de los moros.
18. Francois Rabelais representa el Renacimiento ............. y
es autor de ......................
a) italiano – Ensayos.
b) holandés – Elogio de la locura.
c) holandés – Gargantúa y pantagruel.
d) francés – Elogio de la locura.
e) francés – Gargantúa y pantagruel.
19. No es personaje de Hamlet de Shakespeare:
a) Laertes.
b) Polonio.
c) Fortimbrás.
d) Fray Lorenzo.
e) Más de una es correcta.
20. Sobre William Shakespeare, señale lo correcto:
a) Creó formidables arquetipos sociales.
b) No le preocupó la originalidad argumental.
c) Sólo cultivó el género dramático.
d) Su verdadero nombre fue Francis Bacon.
e) Tres son correctas.
21. Alternativa formada sólo por obras de Shakespeare.
a) Enrique V, Macbeth, La Fierecilla domada.
b) Como gustéis, el Príncipe, Otelo.
c) El Rey Lear, Oda a Francisco Salinas, Venus y
Adonis.
d) Elogio de la Locura, Hamlet, La Tempestad.
e) Sueño de una noche de verano, Macheth, Vuelva
usted mañana.
22. Obra de Shakespeare que simboliza la ambición
desmedida por el poder:
a) Otelo.
b) El Mercader de Venecia.
c) La Tempestad.
d) El Rey Lear.
e) Macbeth.
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23. Desdémona, Yago y Casio son personajes de la
tragedia de William Shakespeare:
a) Otelo.
b) Macbeth.
c) El Rey Lear.
d) El Mercader de Venecia.
e) Enrique V.
24. La literatura se orienta a las formas clásicas. Este
movimiento fue una consecuencia del humanismo:
a) Barroco.
b) Modernismo.
c) Neoclasicismo.
d) Renacimiento.
e) Manierismo.
25. Se dan cinco afirmaciones con respecto al
Renacimiento, ¿cuántas son correctas?
I. El Renacimiento centró su interés en el hombre.
II. Se rindió culto a la inteligencia.
III. Se usa exageradamente la metáfora y la imagen,
como también, referencias mitológicas.
IV. Las formas clásicas son tomadas como orientación.
V. El Renacimiento tuvo su origen en España.
a) Cuatro.
b) Cinco.
c) Tres.
d) Todos.
e) Dos.
26. El Renacimiento inglés:
I. Tuvo como fondo político, el reinado de Isabel, la
Grande.
II. Tuvo grandes autores como Bacon y Johnson,
William Shakespeare.
III. Destacó fundamentalmente en la poesía lírica
quedando el teatro en segundo plano.
IV. Se desarrolló entre los siglos XIII y XIV.
Son correctas:
a) I, II
b) III, IV
c) Todas
d) I, III
e) I, IV
27. Romeo y Julieta, expone el tema siguiente:
a) La muerte de dos jóvenes amantes.
b) La rivalidad entre dos nobles familias.
c) El triunfo del amor sobre el odio.
d) La lucha apasionada por la reconciliación.
e) El amor truncado por la muerte.
28. Señale la alternativa que no contenga obra de William
Shakespeare:
a) Otelo – Elogio de la locura – Gargantúa y Pantagruel.
b) Ensayos – Hamlet – La Galatea.
c) Noche Serena – La Tempestad – La Celestina.
d) Coplas – Retablo de las Maravillas – El Rey Lear.
e) El Quijote – La vida es Sueño – El Buscón.
29. El padre de Hamlet muere:
a) Envenenado.
b) En combate.
c) Apuñalado.
d) Asesinado por Laertes.
e) Accidentalmente.
30. La obra lírica más importante de Shakespeare se titula:
a) Romeo y Julieta. b) Venus.
c) Sonetos.
d) Adonis.
e) Afrodita.
31. Señale una comedia shakesperiana:
a) Otelo.
b) Hamlet.
c) El Rey Lear .
d) Sueño de una noche de verano.
e) Macbeth.
32. El movimiento que se caracteriza por su confianza en el
progreso y en las posibilidades liberadoras de la razón
se denomina:
a) Romanticismo. b) Barroco.
c) Ilustración.
d) Renacimiento.
e) Realismo.
33. No corresponde al Renacimiento:
a) Resurgimiento de la literatura grecolatina.
b) Culto a la belleza.
c) Búsqueda de la perfección.
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34.
35.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.
d) Antropocentrismo.
e) Literatura compleja y oscura.
Descarte la relación que no corresponde al
Renacimiento:
a) Maquiavello: Italia.
b) Rabelais: Francia.
c) Erasmo: Holanda.
d) Molíere: Alemania.
e) Camoens: Portugal.
Constituye un tratado de política:
a) Jerusalén libertada.
b) Gargantúa y Pantagruel.
c) El príncipe.
d) Orlando el furioso.
e) Elogio de la locura.
Miguel de Montaigne inaugura un género literario en:
a) Gargantúa y Pantagruel. b) Ensayos.
c) El príncipe.
d) Orlando el furioso.
e) Las Lusiadas.
Son obras que corresponden al Renacimiento europeo,
excepto:
a) El Príncipe.
b) Orlando el furioso.
c) El sí de las niñas.
d) Gargantúa y Pantagruel
e) Las Lusiadas.
No pertenece al Renacimiento inglés:
a) Tomás Moro.
b) Francis Bacon.
c) Cristopher Marlowe.
d) Francois Rabelais.
e) William Shakespeare.
Una de las siguientes no es tragedia de Shakespeare:
a) Romeo y Julieta.
b) Hamlet.
c) Otelo.
d) Macbeth.
e) El mercader de Venecia.
"Ser o no ser " pertenece al monólogo de la obra:
a) Romeo y Julieta.
b) Hamlet.
c) Otelo.
d) Macbeth.
e) El mercader de Venecia.
Personaje de Shakespeare que encarna la ambición:
a) Romeo.
b) Otelo.
c) Macbeth.
d) Hamlet.
e) El rey Lear.
En qué comedia de Shakespeare hallamos un tacaño
usurero de nombre Shylok:
a) Como gustéis.
b) Mucho ruido para pocas nueces.
c) La tempestad.
d) El mercader de Venecia.
e) Sueño de una noche de verano.
Primera obra de Shakespeare:
a) Macbeth.
b) Venus y Adonis.
c) Hamlet.
d) Mucho ruido y pocas nueces.
e) Romeo y Julieta.
No es una característica de la obra de Wiliam
Shakespeare:
a) Más que un creador es un recreador de historias ya
existentes.
b) Su obra es muy variada (tragedia, comedia, drama,
poesía).
c) Creador de arquetipos humanos universales.
d) Sus versos revelan un profundo sentimiento lírico.
e) Sobresalió fundamentalmente en poesía.
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MIS
LECTURAS
INMORTALES
En esta oportunidad tenemos la fortuna de leer
los cuentos del gran escritor Óscar Wilde…
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EL GIGANTE EGOÍSTA
TODAS las tardes, a la salida de la escuela, los niños se habían acostumbrado a ir a jugar al jardín del gigante.
Era un jardín grande y hermoso, cubierto de verde y suave césped. Dispersas sobre la hierba brillaban bellas flores
como estrellas, y había una docena de melocotones que, en primavera, se cubrían de delicados capullos rosados, y
en otoño daban sabroso fruto.
Los pájaros se posaban en los árboles y cantaban tan deliciosamente que los niños interrumpían sus juegos
para escucharlos.
— ¡Qué felices somos aquí!- se gritaban unos a otros.
Un día el gigante regresó. Había ido a visitar a su amigo, el ogro de Cornualles, y permaneció con él durante
siete años. Transcurridos los siete años, había dicho todo lo que tenía que decir, pues su conversación era
limitada, y decidió volver a su castillo. Al llegar vio a los niños jugando en el jardín.
— ¿Qué estáis haciendo aquí?- les gritó con voz agria. Y los niños salieron corriendo.
— Mi jardín es mi jardín- dijo el gigante. –Ya es hora de que lo entendáis, y no voy a permitir que nadie más que
yo juegue en él.
Entonces construyó un alto muro alrededor y puso este cartel:
PROHIBIDA LA ENTRADA.
LOS TRANSGRESORES SERÁN
PROCESADOS
JUDICIALMENTE.
Era un gigante muy egoísta.
Los pobres niños no tenían ahora donde jugar.
Trataron de hacerlo en la carretera, pero la carretera estaba llena de polvo y agudas piedras, y no les gustó.
Se acostumbraron a vagar, una vez terminadas sus lecciones, alrededor del alto muro, para hablar del hermoso
jardín que había al otro lado.
— ¡Qué felices éramos allí!- se decían unos a otros.
Entonces llegó la primavera y todo el país se llenó de capullos y pajaritos. Sólo en el jardín del gigante egoísta
continuaba el invierno.
Los pájaros no se preocupaban de cantar en él desde que no había niños, y los árboles se olvidaban de
florecer. Sólo una bonita flor levantó su cabeza entre el césped, pero cuando vio el cartel se entristeció tanto,
pensando en los niños, que se dejó caer otra vez en tierra y se echó a dormir.
Los únicos complacidos eran la Nieve y el Hielo.
— La primavera se ha olvidado de este jardín- gritaban. –Podremos vivir aquí durante todo el año.
La Nieve cubrió todo el césped con su manto blanco y el Hielo pintó de plata todos los árboles. Entonces
invitaron al viento del Norte a pasar una temporada con ellos, y el Viento aceptó.
Llegó envuelto en pieles y aullaba todo el día por el jardín, derribando los capuchones de las chimeneas.
— Este es un sitio delicioso- decía. –Tendremos que invitar al Granizo a visitarnos.
Y llegó el Granizo. Cada día durante tres horas tocaba el tambor sobre el tejado del castillo, hasta que rompió
la mayoría de las pizarras, y entonces se puso a dar vueltas alrededor del jardín corriendo lo más veloz que pudo.
Vestía de gris y su aliento era como el hielo.
— No puedo comprender como la primavera tarda tanto en llegar –decía el gigante egoísta, al asomarse a la
ventana y ver su jardín blanco y frío.
— ¡Espero que este tiempo cambiará!
Pero la primavera no llegó, y el verano tampoco. El otoño dio dorados frutos a todos los jardines, pero al jardín del
gigante no le dio ninguno.
— Es demasiado egoísta- se dijo.
Así pues, siempre era invierno en casa del gigante, y el Viento del Norte, el Hielo, el Granizo y la Nieve
danzaban entre los árboles.
Una mañana el gigante yacía despierto en su cama, cuando oyó una música deliciosa. Sonaba tan dulcemente en
sus oídos que creyó sería el rey de los músicos que pasaba por allí. En realidad sólo era un jilguerillo que cantaba
ante su ventana, pero hacía tanto tiempo que no oía cantar un pájaro en su jardín, que le pareció la música más
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bella del mundo. Entonces el Granizo dejó de bailar sobre su cabeza, el Viento del Norte dejó de rugir, y un
delicado perfume llegó hasta él, a través de la ventana abierta.
— Creo que, por fin, ha llegado la primavera- dijo el gigante; y saltando de la cama miró el exterior. ¿Qué es lo
que vio? Vio un espectáculo maravilloso. Por una brecha abierta en el muro los niños habían penetrado en el
jardín, habían subido a los árboles y estaban sentados en sus ramas. En todos los árboles que estaban al alcance
de su vista, había un niño. Y los árboles se sentían tan dichosos de volver a tener consigo a los niños, que se
habían cubierto de capullos y agitaban suavemente sus brazos sobre las cabezas de los pequeños.
Los pájaros revoloteaban y parloteaban con deleite, y las flores reían irguiendo sus cabezas sobre el césped.
Era una escena encantadora. Sólo en un rincón continuaba siendo invierno. Era el rincón más apartado del jardín,
y allí se encontraba un niño muy pequeño. Tan pequeño era, no podía alcanzar las ramas del árbol, y daba vueltas
a su alrededor llorando amargamente. El pobre árbol seguía aún cubierto de hielo y nieve, y el Viento del Norte
soplaba y rugía en torno a él.
— ¡Sube, pequeño!- decía el árbol, y le tendía sus ramas tan bajo como podía; pero el niño era demasiado
pequeño. El corazón del gigante se enterneció al contemplar ese espectáculo.
— ¡Qué egoísta he sido- se dijo. –Ahora comprendo por qué la primavera no ha venido hasta aquí. Voy a colocar al
pobre pequeño sobre la copa del árbol, derribaré el muro y mi jardín será el parque de recreo de los niños para
siempre.
Estaba verdaderamente apenado por lo que había hecho.
Se precipitó escaleras abajo, abrió la puerta principal con toda suavidad y salió al jardín.
Pero los niños quedaron tan asustados cuando lo vieron, que huyeron corriendo, y en el jardín volvió a ser
invierno.
Sólo el niño pequeño no corrió, pues sus ojos estaban tan llenos de lágrimas, que no vio acercarse al gigante. Y el
gigante se deslizó por su espalda, lo cogió cariñosamente en su mano y lo colocó sobre el árbol. El árbol floreció
inmediatamente, los pájaros fueron a cantar en él, y el niño extendió sus bracitos, rodeó con ellos el cuello del
gigante y le besó.
Cuando los otros niños vieron que el gigante ya no era malo, volvieron corriendo y la primavera volvió con
ellos.
— Desde ahora, este es vuestro jardín, queridos niños- dijo el gigante, y cogiendo una gran hacha derribó el muro.
Y cuando al mediodía pasó la gente, yendo al mercado, encontraron al gigante jugando con los niños en el más
hermoso de los jardines que jamás habían visto.
Durante todo el día estuvieron jugando y al atardecer fueron a despedirse del gigante.
— Pero, ¿dónde está vuestro pequeño compañero, el niño que subí al árbol?- preguntó.
El gigante era a éste al que más quería, porque
lo había besado.
— No sabemos, contestaron los niños- se ha
marchado.
— Debéis decirle que venga mañana sin falta- dijo
el gigante.
Pero los niños dijeron que no sabían dónde
vivía y nunca antes lo habían visto. El gigante se
quedó muy triste.
Todas las tardes, cuando terminaba la escuela,
los niños iban y jugaban con el gigante. Pero al
niño pequeño, que tanto quería el gigante, no se
le volvió a ver. El gigante era muy bondadoso con
todos los niños pero echaba de menos a su primer
amiguito y a menudo hablaba de él.
— ¡Cuánto me gustaría verlo!- solía decir.
Los años transcurrieron y el gigante envejeció mucho y cada vez estaba más débil. Ya no podía tomar parte en
los juegos; sentado en un gran sillón veía jugar a los niños y admiraba su jardín.
— Tengo muchas flores hermosas- decía, pero los niños son las flores más bellas.
Una mañana invernal miró por la ventana, mientras se estaba vistiendo. Ya no detestaba el invierno, pues sabía
que no es sino la primavera adormecida y el reposo de las flores.
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De pronto se frotó los ojos atónito y miró y remiró. Verdaderamente era una visión maravillosa. En el más
alejado rincón del jardín había un árbol completamente cubierto de hermosos capullos blancos. Sus ramas eran
doradas, frutos de plata colgaban de ellas y debajo, de pie, estaba el pequeño al que tanto quiso.
El gigante corrió escaleras abajo con gran alegría y salió al jardín. Corrió precipitadamente por el césped y llegó
cerca del niño. Cuando estuvo junto a él, su cara enrojeció de cólera y exclamó:
— ¿Quién se atrevió a herirte?- Pues en las palmas de sus manos se veían las señales de dos clavos, y las mismas
señales se veían en los piececitos.
— ¿Quién se ha atrevido a herirte?- gritó el gigante. –Dímelo para que pueda coger mi espada y matarlo.
— No- replicó el niño, pues éstas son las heridas del amor.
— ¿Quién eres?- dijo el gigante; y un extraño temor lo invadió, haciéndole caer de rodillas ante el pequeño.
Y el niño sonrió al gigante y le dijo:
— Una vez me dejaste jugar en tu jardín, hoy vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso.
Y cuando llegaron los niños aquella tarde, encontraron al gigante tendido, muerto, bajo el árbol, todo cubierto
de capullos blancos.
ACTIVIDAD
EXPLICA EL VERDAERO PROPÓSITO QUE TUVO EL AUTOR PARA CREAR ESTE CUENTO.
EL MEJOR AMIGO
UNA
mañana, la vieja rata de agua sacó la cabeza por su agujero. Tenía unos ojos redondos muy
vivarachos y unos tupidos bigotes grises. Su cola parecía un largo elástico negro.
Unos patitos nadaban en el estanque semejantes a una bandada de canarios amarillos, y su madre, toda
blanca con patas rojas, esforzábase en enseñarles a hundir la cabeza en el agua.
-No podréis ir nunca a la buena sociedad si no aprendéis a meter la cabeza -les decía.
Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna atención a sus
lecciones. Eran tan jóvenes que no sabían las ventajas que reporta la vida de sociedad.
-¡Qué criaturas más desobedientes! -exclamó la rata de agua- ¡Merecían ahogarse verdaderamente!
-¡No lo quiera Dios! -replicó la pata-. Todo tiene sus comienzos y nunca es demasiada la paciencia de los padres.
-¡Ah! No tengo la menor idea de los sentimientos paternos -dijo la rata de agua- No soy padre de familia. Jamás
me he casado, ni he pensado en hacerlo. Indudablemente el amor es una buena cosa a su manera; pero la
amistad vale más. Le aseguro que no conozco en el mundo nada más noble o más raro que una fiel amistad.
-Y, dígame, se lo ruego, ¿qué idea se forma usted de los deberes de un amigo fiel? -preguntó un pardillo verde
que había escuchado la conversación posado sobre un sauce retorcido.
-Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber -dijo la pata, y nadando hacia el extremo del estanque, hundió su
cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.
-¡Necia pregunta! -gritó la rata de agua-. ¡Cómo es natural, entiendo por amigo fiel al que me demuestra fidelidad!
-¿Y qué hará usted en cambio? -dijo la avecilla columpiándose sobre una ramita plateada y moviendo sus alitas.
-No le comprendo a usted -respondió la rata de agua.
-Permitidme que les cuente una historia sobre el asunto -dijo el pardillo.
-¿Se refiere a mí esa historia? -preguntó la rata de agua- Si es así, la escucharé gustosa, porque a mí me vuelven
loca los cuentos.
-Puede aplicarse a usted -respondió el pardillo.
Y abriendo las alas, se posó en la orilla del estanque y contó la historia del amigo fiel.
-Había una vez -empezó el pardillo- un honrado mozo llamado Hans.
-¿Era un hombre verdaderamente distinguido? -preguntó la rata de agua.
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-No -respondió el pardillo-. No creo que fuese nada distinguido, excepto por su buen corazón y por su redonda
cara morena y afable.
Vivía en una pobre casita de campo y todos los días trabajaba en su jardín.
En toda la comarca no había jardín tan hermoso como el suyo. Crecían en él claveles, alelíes, capselas,
saxífragas, así como rosas de Damasco y rosas amarillas, azafranadas, lilas y oro y alelíes rojos y blancos.
Y según los meses y por su orden florecían agavanzos y cardaminas, mejoranas y albahacas silvestres,
velloritas e iris de Alemania, asfódelos y claveros.
Una flor sustituía a otra. Por lo cual había siempre cosas bonitas a la vista y olores agradables que respirar.
El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más allegado a él era el gran Hugo, el molinero. Realmente, el
rico molinero era tan allegado al pequeño Hans, que no visitaba nunca su jardín sin inclinarse sobre los macizos y
coger un gran ramo de flores o un buen puñado de lechugas suculentas o sin llenarse los bolsillos de ciruelas y de
cerezas, según la estación.
-Los amigos verdaderos lo comparten todo entre sí -acostumbraba decir el molinero.
Y el pequeño Hans asentía con la cabeza, sonriente, sintiéndose orgulloso de tener un amigo que pensaba tan
noblemente.
Algunas veces, sin embargo, el vecindario encontraba raro que el rico molinero no diese nunca nada en
cambio al pequeño Hans, aunque tuviera cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un
gran número de ganado lanar; pero Hans no se preocupó nunca por semejante cosa.
Nada le encantaba tanto como oír las bellas cosas que el molinero acostumbraba decir sobre la solidaridad de
los verdaderos amigos.
Así, pues, el pequeño Hans cultivaba su jardín. En primavera, en verano y en otoño, sentíase muy feliz; pero
cuando llegaba el invierno y no tenía ni frutos ni flores que llevar al mercado, padecía mucho frío y mucha hambre,
acostándose con frecuencia sin haber comido más que unas peras secas y algunas nueces rancias.
Además, en invierno, encontrábase muy solo, porque el molinero no iba nunca a verle durante aquella
estación.
-No está bien que vaya a ver al pequeño Hans mientras duren las nieves -decía muchas veces el molinero a su
mujer-. Cuando las personas pasan apuros hay que dejarlas solas y no atormentarlas con visitas. Ésa es por lo
menos mi opinión sobre la amistad, y estoy seguro de que es acertada. Por eso esperaré la primavera y entonces
iré a verle; podrá darme un gran cesto de velloritas y eso le alegrará.
-Eres realmente solícito con los demás -le respondía su mujer, sentada en un cómodo sillón junto a un buen fuego
de leña-. Resulta un verdadero placer oírte hablar de la amistad. Estoy segura de que el cura no diría sobre ella tan
bellas cosas como tú, aunque viva en una casa de tres pisos y lleve un anillo de oro en el meñique.
-¿Y no podríamos invitar al pequeño Hans a venir aquí? -preguntaba el hijo del molinero- Si el pobre Hans pasa
apuros, le daré la mitad de mi sopa y le enseñaré mis conejos blancos.
-¡Qué bobo eres! -exclamó el molinero-. Verdaderamente, no sé para qué sirve mandarte a la escuela. Parece que
no aprendes nada. Si el pequeño Hans viniese aquí, ¡pardiez!, y viera nuestro buen fuego, nuestra excelente cena
y nuestra gran barrica de vino tinto, podría sentir envidia. Y la envidia es una cosa terrible que estropea los
mejores caracteres. Realmente, no podría yo sufrir que el carácter de Hans se estropeara. Soy su mejor amigo,
velaré siempre por él y tendré buen cuidado de no exponerle a ninguna tentación. Además, si Hans viniese aquí,
podría pedirme que le diese un poco de harina fiada, lo cual no puedo hacer. La harina es una cosa y la amistad es
otra, y no deben confundirse. Esas dos palabras se escriben de un modo diferente y significan cosas muy distintas,
como todo el mundo sabe.
-¡Qué bien hablas! -dijo la mujer del molinero sirviéndose un gran vaso de cerveza caliente. Me siento
verdaderamente como adormecida, lo mismo que en la iglesia.
-Muchos obran bien -replicó el molinero-, pero pocos saben hablar bien, lo que prueba que hablar es, con mucho,
la cosa más difícil, así como la más hermosa de las dos.
Y miró severamente por encima de la mesa a su hijo, que sintió tal vergüenza de sí mismo, que bajó la cabeza,
se puso casi escarlata y empezó a llorar encima de su té.
¡Era tan joven, que bien pueden ustedes dispensarle!
-¿Ése es el final de la historia? -preguntó la rata de agua.
-Nada de eso -contestó el pardillo-. Ése es el comienzo.
-Entonces está usted muy atrasado con relación a su tiempo -Repuso la rata de agua- Hoy día todo buen cuentista
empieza por el final, prosigue por el comienzo y termina por la mitad. Es el nuevo método. Lo he oído así de labios
de un crítico que se paseaba alrededor del estanque con un joven. Trataba el asunto magistralmente y estoy
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segura de que tenía razón, porque llevaba unas gafas azules y era calvo; y cuando el joven le hacía alguna
observación contestaba siempre: «¡Psé!» Pero continúe usted su historia, se lo ruego. Me agrada mucho el
molinero. Yo también encierro toda clase de bellos sentimientos: por eso hay una gran simpatía entre él y yo.
-¡Bien! -dijo el pardillo brincando sobre sus dos patitas-.
No bien pasó el invierno, en cuanto las velloritas empezaron a abrir sus estrellas amarillas pálidas, el molinero
dijo a su mujer que iba a salir y visitar al pequeño Hans.
-¡Ah, qué buen corazón tienes! -le gritó su mujer-. Piensas siempre en los demás. No te olvides de llevar el cesto
grande para traer las flores.
Entonces el molinero ató unas con otras las aspas del molino con una fuerte cadena de hierro y bajó la colina
con la cesta al brazo.
-Buenos días, pequeño Hans -dijo el molinero.
-Buenos días -contestó Hans, apoyándose en su azadón y sonriendo con toda su boca.
-¿Cómo has pasado el invierno? -preguntó el molinero.
-¡Bien, bien! -repuso Hans- Muchas gracias por tu interés. He pasado mis malos ratos, pero ahora ha vuelto la
primavera y me siento casi feliz... Además, mis flores van muy bien.
-Hemos hablado de ti con mucha frecuencia este invierno, Hans -prosiguió el molinero-, preguntándonos qué sería
de ti.
-¡Qué amable eres! -dijo Hans-. Temí que me hubieras olvidado.
-Hans, me sorprende oírte hablar de ese modo -dijo el molinero-. La amistad no olvida nunca. Eso es lo que tiene
de admirable, aunque me temo que no comprendas la poesía de la amistad... Y entre paréntesis, ¡qué bellas están
tus velloritas!
-Sí, verdaderamente están muy bellas -dijo Hans-, y es para mí una gran suerte tener tantas. Voy a llevarlas al
mercado, donde las venderé a la hija del burgomaestre y con ese dinero compraré otra vez mi carretilla.
-¿Qué comprarás otra vez tu carretilla? ¿Quieres decir entonces que la has vendido? Es un acto bien necio.
-Con toda seguridad, pero el hecho es -replicó Hans- que me vi obligado a ello. Como sabes, el invierno es una
estación mala para mí y no tenía ningún dinero para comprar pan. Así es que vendí primero los botones de plata
de mi traje de los domingos; luego vendí mi cadena de plata y después mi flauta. Por último vendí mi carretilla.
Pero ahora voy a rescatarlo todo.
-Hans -dijo el molinero-, te daré mi carretilla. No está en muy buen estado. Uno de los lados se ha roto y están
algo torcidos los radios de la rueda, pero a pesar de esto te la daré. Sé que es muy generoso por mi parte y a
mucha gente le parecerá una locura que me desprenda de ella, pero yo no soy como el resto del mundo. Creo que
la generosidad es la esencia de la amistad, y además, me he comprado una carretilla nueva. Sí, puedes estar
tranquilo... Te daré mi carretilla.
-Gracias, eres muy generoso -dijo el pequeño Hans. Y su afable cara redonda resplandeció de placer-. Puedo
arreglarla fácilmente porque tengo una tabla en mi casa.
-¡Una tabla! -exclamó el molinero-. ¡Muy bien! Eso es precisamente lo que necesito para la techumbre de mi
granero. Hay una gran brecha y se me mojará todo el trigo si no la tapo. ¡Qué oportuno has estado! Realmente es
de notar que una buena acción engendra otra siempre. Te he dado mi carretilla y ahora tú vas a darme tu tabla.
Claro es que la carretilla vale mucho más que la tabla, pero la amistad sincera no repara nunca en esas cosas.
Dame en seguida la tabla y hoy mismo me pondré a la obra para arreglar mi granero.
-¡Ya lo creo! -replicó el pequeño Hans.
Fue corriendo a su vivienda y sacó la tabla.
-No es una tabla muy grande -dijo el molinero examinándola- y me temo que una vez hecho el arreglo de la
techumbre del granero no quedará madera suficiente para el arreglo de la carretilla, pero claro es que no tengo la
culpa de eso.... Y ahora, en vista de que te he dado mi carretilla, estoy seguro de que accederás a darme en
cambio unas flores ... Aquí tienes el cesto; procura llenarlo casi por completo.
-¿Casi por completo? -dijo el pequeño Hans, bastante afligido porque el cesto era de grandes dimensiones y
comprendía que si lo llenaba, no tendría ya flores para llevar al mercado y estaba deseando rescatar sus botones
de plata.
-A fe mía -respondió el molinero-, una vez que te doy mi carretilla no creí que fuese mucho pedirte unas cuantas
flores. Podré estar equivocado, pero yo me figuré que la amistad, la verdadera amistad, estaba exenta de toda
clase de egoísmo.
-Mi querido amigo, mi mejor amigo -protestó el pequeño Hans-, todas las flores de mi jardín están a tu disposición,
porque me importa mucho más tu estimación que mis botones de plata.
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Y corrió a coger las lindas velloritas y a llenar el cesto del molinero.
-¡Adiós, pequeño Hans! -dijo el molinero subiendo de nuevo la colina con su tabla al hombro y su gran cesto al
brazo.
-¡Adiós! -dijo el pequeño Hans.
Y se puso a cavar alegremente: ¡estaba tan contento de tener una carretilla!
A la mañana siguiente, cuando estaba sujetando unas madreselvas sobre su puerta, oyó la voz del molinero que le
llamaba desde el camino. Entonces saltó de su escalera y corriendo al final del jardín miró por encima del muro.
Era el molinero con un gran saco de harina a su espalda.
-Pequeño Hans -dijo el molinero-, ¿querrías llevarme este saco de harina al mercado?
-¡Oh, lo siento mucho! -dijo Hans-; pero verdaderamente me encuentro hoy ocupadísimo. Tengo que sujetar todas
mis enredaderas, que regar todas mis flores y que segar todo el césped.
-¡Pardiez! -replicó el molinero-; creí que en consideración a que te he dado mi carretilla no te negarías a
complacerme.
-¡Oh, si no me niego! -protestó el pequeño Hans-. Por nada del mundo dejaría yo de obrar como amigo tratándose
de ti.
Y fue a coger su gorra y partió con el gran saco sobre el hombro.
Era un día muy caluroso y la carretera estaba terriblemente polvorienta. Antes de que Hans llegara al mojón
que marcaba la sexta milla, hallábase tan fatigado que tuvo que sentarse a descansar. Sin embargo, no tardó
mucho en continuar animosamente su camino, llegando por fin al mercado.
Después de esperar un rato, vendió el saco de harina a un buen precio y regresó a su casa de un tirón, porque
temía encontrarse a algún salteador en el camino si se retrasaba mucho.
-¡Qué día más duro! -se dijo Hans al meterse en la cama- Pero me alegra mucho no haberme negado, porque el
molinero es mi mejor amigo y, además, va a darme su carretilla.
A la mañana siguiente, muy temprano, el molinero llegó por el dinero de su saco de harina, pero el pequeño
Hans estaba tan rendido, que no se había levantado aún de la cama.
-¡Palabra! -exclamó el molinero-. Eres muy perezoso. Cuando pienso que acabo de darte mi carretilla, creo que
podrías trabajar con más ardor. La pereza es un gran vicio y no quisiera yo que ninguno de mis amigos fuera
perezoso o apático. No creas que te hablo sin miramientos. Claro es que no te hablaría así si no fuese amigo tuyo.
Pero, ¿de qué serviría la amistad sino pudiera uno decir claramente lo que piensa? Todo el mundo puede decir
cosas amables y esforzarse en ser agradable y en halagar, pero un amigo sincero dice cosas molestas y no teme
causar pesadumbre. Por el contrario, si es un amigo verdadero, lo prefiere, porque sabe que así hace bien.
-Lo siento mucho -respondió el pequeño Hans, restregándose los ojos y quitándose el gorro de dormir-. Pero
estaba tan rendido, que creía haberme acostado hace poco y escuchaba cantar a los pájaros. ¿No sabes que
trabajo siempre mejor cuando he oído cantar a los pájaros?
-¡Bueno, tanto mejor! -replicó el molinero dándole una palmada en el hombro-; porque necesito que arregles la
techumbre de mi granero.
El pequeño Hans tenía gran necesidad de ir a trabajar a su jardín porque hacía dos días que no regaba sus
flores, pero no quiso decir que no al molinero, que era un buen amigo para él.
-¿Crees que no sería amistoso decirte que tengo que hacer? -preguntó con voz humilde y tímida.
-No creí nunca, a fe mía -contestó el molinero-, que fuese mucho pedirte, teniendo en cuenta que acabo de
regalarte mi carretilla, pero claro es que lo haré yo mismo si te niegas.
-¡Oh, de ningún modo! -exclamó el pequeño Hans, saltando de su cama. Se vistió y fue al granero.
Trabajó allí durante todo el día hasta el anochecer, y al ponerse el sol, vino el molinero a ver hasta dónde
había llegado.
-¿Has tapado el boquete del techo, pequeño Hans? -gritó el molinero con tono alegre.
-Está casi terminado -respondió Hans, bajando de la escalera.
-¡Ah! -dijo el molinero- No hay trabajo tan delicioso como el que se hace por otro.
-¡Es un encanto oírte hablar! -respondió el pequeño Hans, que descansaba secándose la frente. Es un encanto,
pero temo no tener yo nunca ideas tan hermosas como tú.
-¡Oh, ya las tendrás! -dijo el molinero-; pero habrás de tomarte más trabajo. Por ahora no posees más que la
práctica de la amistad. Algún día poseerás también la teoría.
-¿Crees eso de verdad? -preguntó el pequeño Hans.
-Indudablemente -contestó el molinero-. Pero ahora que has arreglado el techo, mejor harás en volverte a tu casa
a descansar, pues mañana necesito que lleves mis carneros a la montaña.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
El pobre Hans no se atrevió a protestar, y al día siguiente, al amanecer, el molinero condujo sus carneros
hasta cerca de su casita y Hans se marchó con ellos a la montaña. Entre ir y volver se le fue el día, y cuando
regresó estaba tan cansado, que se durmió en su silla y no se despertó hasta entrada la mañana.
-¡Qué tiempo más delicioso tendrá mi jardín! -se dijo, e iba a ponerse a trabajar; pero por un motivo u otro no
tuvo tiempo de echar un vistazo a sus flores; llegaba su amigo el molinero y le mandaba muy lejos a recados o le
pedía que fuese a ayudar en el molino. Algunas veces el pequeño Hans se apuraba grandemente al pensar que sus
flores creerían que las había olvidado; pero se consolaba pensando que el molinero era su mejor amigo.
-Además -acostumbraba a decirse- va a darme su carretilla, lo cual es un acto de puro desprendimiento.
Y el pequeño Hans trabajaba para el molinero, y éste decía muchas cosas bellas sobre la amistad, cosas que
Hans copiaba en su libro verde y que releía por la noche, pues era culto.
Ahora bien; sucedió que una noche, estando el pequeño Hans sentado junto al fuego, dieron un aldabonazo
en la puerta.
La noche era negrísima. El viento soplaba y rugía en torno de la casa de un modo tan terrible, que Hans pensó
al principio si sería el huracán el que sacudía la puerta. Pero sonó un segundo golpe y después un tercero más
violento que los otros.
-Será de algún pobre viajero -se dijo el pequeño Hans y corrió a la puerta.
El molinero estaba en el umbral con una linterna en una mano y un grueso garrote en la otra.
-Querido Hans -gritó el molinero-, me aflige un gran pesar, mi chico se ha caído de una escalera, hiriéndose. Voy a
buscar al médico. Pero vive lejos de aquí y la noche es tan mala, que he pensado que fueses tú en mi lugar. Ya
sabes que te doy mi carretilla. Por eso estaría muy bien que hicieses algo por mí en cambio.
-Seguramente -exclamó el pequeño Hans-; me alegra mucho que se te haya ocurrido venir. Iré enseguida. Pero
debías dejarme tu linterna, porque la noche es tan oscura, que temo caer en alguna zanja.
-Lo siento muchísimo -respondió el molinero-, pero es mi linterna nueva y sería una gran pérdida que le ocurriese
algo.
-¡Bueno, no hablemos más! Me pasaré sin ella -dijo el pequeño Hans.
Se puso su gran capa de pieles, su gorro encarnado de gran abrigo, se enrolló su tapabocas alrededor del
cuello y partió.
¡Qué terrible tempestad se desencadenaba!
La noche era tan negra, que el pequeño Hans no veía apenas, y el viento tan fuerte, que le costaba gran
trabajo andar. Sin embargo, él era muy animoso, y después de caminar cerca de tres horas, llegó a casa del
médico y llamó a su puerta.
-¿Quién es? -gritó el doctor, asomando la cabeza a la ventana de su habitación.
-¡El pequeño Hans, doctor!
-¿Y qué deseas, pequeño Hans?
-El hijo del molinero se ha caído de una escalera y se ha herido y es necesario que vaya usted en seguida.
-¡Muy bien! -replicó el doctor.
Enjaezó en el acto su caballo, se calzó sus grandes botas, y, cogiendo su linterna, bajó la escalera. Se dirigió a
casa del molinero, llevando al pequeño Hans a pie, detrás de él.
Pero la tormenta arreció. Llovía a torrentes y el pequeño Hans no podía ni ver por dónde iba, ni seguir al caballo.
Finalmente, perdió su camino, estuvo vagando por el páramo, que era un paraje peligroso lleno de hoyos
profundos, cayó en tino de ellos el pobre Hans y se ahogó.
A la mañana siguiente, unos pastores encontraron su cuerpo flotando en una gran charca y le llevaron a su casita.
Todo el mundo asistió al entierro del pequeño Hans porque era muy querido. Y el molinero figuró a la cabeza
del duelo.
-Era yo su mejor amigo -decía el molinero-; justo es que ocupe el sitio de honor.
Así es que fue a la cabeza del cortejo con una larga capa negra; de cuando en cuando se enjugaba los ojos
con un gran pañuelo de hierbas.
-El pequeño Hans representa ciertamente una gran pérdida para todos nosotros -dijo el hojalatero una vez
terminados los funerales y cuando el acompañamiento estuvo cómodamente instalado en la posada, bebiendo vino
dulce y comiendo buenos pasteles.
-Es una gran pérdida, sobre todo para mí -contestó el molinero-. A fe mía que fui lo bastante bueno para
comprometerme a darle mi carretilla y ahora no sé qué hacer de ella. Me estorba en casa, y está en tal mal estado,
que si la vendiera no sacaría nada. Os aseguro que de aquí en adelante no daré nada a nadie. Se pagan siempre
las consecuencias de haber sido generoso.
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-Y es verdad -replicó la rata de agua después de una larga pausa.
-¡Bueno! Pues nada más -dijo el pardillo.
-¿Y qué fue del molinero? -dijo la rata de agua.
-¡Oh! No lo sé a punto fijo -contesto el pardillo y verdaderamente me da igual.
-Es evidente que su carácter de usted no es nada simpático -dijo la rata de agua.
-Temo que no haya usted comprendido la moraleja de la historia -replicó el pardillo.
-¿La qué? -gritó la rata de agua.
-La moraleja.
-¿Quiere eso decir que la historia tiene una moraleja?
-¡Claro que sí! -afirmó el pardillo.
-¡Caramba! -dijo la rata con tono iracundo- Podía usted habérmelo dicho antes de empezar. De ser así no le
hubiera escuchado, con toda seguridad. Le hubiese dicho indudablemente: «¡Psé!», como el crítico. Pero aún estoy
a tiempo de hacerlo.
Gritó su «¡Psé!» a toda voz, y dando un coletazo, se volvió a su agujero.
-¿Qué le parece a usted la rata de agua? -preguntó la pata, que llegó chapoteando algunos minutos despuésTiene muchas buenas cualidades, pero yo, por mi parte, tengo sentimientos de madre y no puedo ver a un
solterón empedernido sin que se me salten las lágrimas.
-Temo haberle molestado -respondió el pardillo-. El hecho es que le he contado una historia que tiene su moraleja.
-¡Ah, eso es siempre una cosa peligrosísima! -dijo la pata.
-Y yo comparto su opinión en absoluto.
ACTIVIDAD
EXPLICA EL VERDAERO PROPÓSITO QUE TUVO EL AUTOR PARA CREAR ESTE CUENTO.
EL FAMOSO COHETE
El
hijo del rey estaba en vísperas de casarse. Con este
motivo el regocijo era general.
Estuvo esperando un año entero a su prometida, y al fin llegó
ésta.
Era una princesa rusa que había hecho el viaje desde Finlandia en
un trineo tirado por seis renos, que tenía la forma de un gran cisne
de oro; la princesa iba acostada entre las alas del cisne.
Su largo manto de armiño caía recto sobre sus pies. Llevaba en la
cabeza un gorrito de tisú de plata y era pálida como el palacio de
nieve en que había vivido siempre.
Era tan pálida, que al pasar por las calles, se quedaban admiradas
las gentes.
-Parece una rosa blanca -decían.
Y le echaban flores desde los balcones.
A la puerta del castillo estaba el príncipe para recibirla. Tenía los
ojos violetas y soñadores, y sus cabellos eran como oro fino.
Al verla, hincó una rodilla en tierra y besó su mano.
-Tu retrato era bello -murmuró-, pero eres más bella que el
retrato.
Y la princesita se ruborizó.
-Hace un momento parecía una rosa blanca -dijo un pajecillo a su vecino-, pero ahora parece una rosa roja.
Y toda la corte se quedó extasiada.
Durante los tres días siguientes todo el mundo no cesó de repetir:
-¡Rosa blanca, rosa roja! ¡Rosa roja, rosa blanca!
Y el rey ordenó que diesen doble paga al paje.
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Como él no percibía paga alguna, su posición no mejoró mucho por eso; pero todos lo consideraron como un gran
honor y el real decreto fue publicado con todo requisito en la Gaceta de la Corte.
Transcurridos aquellos tres días, se celebraron las bodas.
Fue una ceremonia magnífica.
Los recién casados pasaron cogidos de la mano, bajo un dosel de terciopelo granate, bordado de perlitas.
Luego se celebró un banquete oficial que duró cinco horas.
El príncipe y la princesa, sentados al extremo del gran salón, bebieron en una copa de cristal purísimo. Únicamente
los verdaderos enamorados podían beber en esa copa, porque si la tocaban unos labios falsos, el cristal se
empañaba, quedaba gris y manchoso.
-Es evidente que se aman -dijo el pajecillo-. Resultan tan claros como el cristal.
Y el rey volvió a doblarle la paga.
-¡Qué honor! -exclamaron todos los cortesanos.
Después del banquete hubo baile.
Los recién casados debían bailar juntos la danza de las rosas, y el rey tenía que tocar la flauta.
La tocaba muy mal, pero nadie se había atrevido a decírselo nunca, porque era el rey. La verdad es que no sabía
más que dos piezas y no estaba seguro nunca de la que interpretaba, aunque esto no le preocupase, pues hiciera
lo que hiciera todo el mundo gritaba:
-¡Delicioso! ¡Encantador!
El último número del programa consistía en unos fuegos artificiales que debían empezar exactamente a media
noche.
La princesita no había visto fuegos artificiales en su vida. Por eso el rey encargó al pirotécnico real que pusiera en
juego todos los recursos de su arte el día del casamiento de la princesa.
-¿A qué se parecen los fuegos artificiales? -preguntó ella al príncipe, mientras se paseaban por la terraza.
-Se parecen a la aurora boreal -dijo el rey, que respondía siempre a las preguntas dirigidas a los demás-. Sólo que
son más naturales. Yo los prefiero a las estrellas, porque sabe uno siempre cuándo van a empezar a brillar y son
además tan agradables como la música de mi flauta. Ya verán, ya verán...
Así pues, levantaron un tablado en el fondo del jardín real, y no bien acabó de prepararlo todo el pirotécnico real,
cuando los fuegos artificiales se pusieron a charlar entre sí.
-El mundo es seguramente muy hermoso -dijo un pequeño buscapiés-. Miren esos tulipanes amarillos. ¡A fe mía, ni
aún siendo petardos de verdad, podrían resultar más bonitos! Me alegro mucho de haber viajado. Los viajes
desarrollan el espíritu de una manera asombrosa y acaban con todos los prejuicios que haya podido uno conservar.
-El jardín del rey no es el mundo, joven alocado -dijo una gruesa candela romana-. El mundo es una extensión
enorme y necesitarías tres días para recorrerlo por entero.
-Todo lugar que amamos es para nosotros el mundo -dijo una rueda unida en otro tiempo a una vieja caja de pino
y muy orgullosa de su corazón destrozado- pero el amor no está de moda; los poetas lo han matado. Han escrito
tanto sobre él, que nadie les cree ya, cosa que no me extraña. El verdadero amor sufre y calla... Recuerdo que yo
misma, una vez, pero no se trata de eso aquí. El romanticismo es algo del pasado.
-¡Qué estupidez! -exclamó la candela romana-. La novela no muere nunca. ¡Se parece a la luna: vive siempre!
Realmente, los recién casados se aman tiernamente. He sabido todo lo concerniente a ellos esta mañana por un
cartucho de papel oscuro que estaba en el mismo cajón que yo y que sabe las últimas noticias de la corte.
Pero la rueda meneó la cabeza.
-¡El romanticismo ha muerto! ¡El romanticismo ha muerto! ¡El romanticismo ha muerto! -murmuró.
Era una de esas personas que creen que repitiendo una cosa cierto número de veces, acaba por ser verdad.
De pronto se oyó una tos fuerte y seca y todos miraron a su alrededor. Era un pequeño cohete de altivo continente
atado a la punta de un palo. Tosía siempre antes de hacer una advertencia, como para llamar la atención.
-¡Ejem! ¡Ejem! -exclamó.
Y todo el mundo se dispuso a escucharle, menos la pobre rueda, que seguía moviendo la cabeza y murmurando:
-¡El romanticismo ha muerto!
-¡Orden! ¡Orden! -gritó un petardo.
Tenía algo de político y había tomado siempre parte importante en las elecciones locales. Por eso conocía las
frases empleadas en el Parlamento.
-¡Ha muerto del todo! -suspiró la rueda. Y se volvió a dormir.
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No bien se restableció por completo el silencio, el cohete tosió por la tercera vez y comenzó. Hablaba con una voz
clara y lenta, como si dictase sus memorias, y miraba siempre por encima del hombro a la persona a quien se
dirigía. Realmente, tenía unos modales distinguidísimos.
-¡Qué feliz es el hijo del rey -observó- por casarse el mismo día en que me van a disparar! Ni preparándolo de
antemano podría resultar mejor para él; aunque los príncipes siempre tienen suerte.
-¿Ah, sí? -dijo el pequeño buscapiés-. Yo creí que era precisamente lo contrario y que era usted a quien se
disparaba en honor del príncipe.
-Ése quizás sea su caso -replicó el cohete-. Casi diríase que estoy seguro de ello; pero en cuanto a mí, es ya
diferente. Soy un cohete distinguido y desciendo de padres igualmente distinguidos. Mi madre era la girándula más
célebre de su época. Tenía fama por la gracia de su danza. Cuando hizo su gran aparición en público, dio
diecinueve vueltas antes de apagarse, lanzando por el aire siete estrellas rojas a cada vuelta. Tenía tres pies y
medio de diámetro y estaba fabricada con pólvora de la mejor. Mi padre era cohete como yo y de origen francés.
Volaba tan alto, que la gente temía que no volviese a descender. Descendía, sin embargo, porque era de excelente
constitución e hizo una caída brillantísima, en forma de lluvia, de chispas de oro. Los periódicos se ocuparon de él
en términos muy halagüeños, y hasta la Gaceta de la Corte dijo que "señalaba el triunfo del arte pilotécnico".
-Pirotécnico, pirotécnico querrá decir -interrumpió una bengala-. Sé que es pirotécnico porque he visto la palabra
escrita sobre mi caja de hoja de lata.
-Pues yo digo pilotécnico -replicó el cohete en tono severo.
Y la bengala se quedó tan apabullada, que empezó inmediatamente a mortificar a los buscapiés pequeños para
demostrar que ella también era persona de bastante importancia.
-Decía yo... -prosiguió el cohete-, decía yo... ¿qué es lo que yo decía?
-Hablaba de usted mismo -repuso la candela romana.
-Naturalmente. Sé que hablaba de alguna cosa interesante cuando he sido tan groseramente interrumpido. Odio la
grosería y las malas maneras, porque soy extremadamente sensible. No hay nadie en el mundo tan sensible como
yo, estoy seguro de ello.
-¿Qué es una persona sensible? -preguntó el petardo a la candela romana.
-Una persona que porque tiene callos pisa siempre los pies a los demás -respondió la candela en un débil
murmullo.
Y el petardo casi estalló de risa.
-¡Perdón! ¿De qué se ríe? -preguntó el cohete-. Yo no me río.
-Me río porque soy feliz -replicó el petardo.
-Es un motivo bien egoísta -dijo el cohete con ira-. ¿Qué derecho tiene para ser feliz? Debería pensar en los
demás, debería pensar en mí. Yo pienso siempre en mí y creo que todo el mundo debería hacer lo mismo. Eso es
lo que se llama simpatía. Es una hermosa virtud y yo la poseo en alto grado. Suponga, por ejemplo, que me
sucediese algún percance esta noche. ¡Qué desgracia para todo el mundo! El príncipe y la princesa no podrían ya
ser felices: se habría acabado su vida de matrimonio. En cuanto al rey, creo que no podría soportarlo. Realmente,
cuando empiezo a pensar en la importancia de mi papel, me emociono hasta casi llorar.
-Si quiere agradar a los demás -exclamó la candela romana-, haría mejor en mantenerse en seco.
-¡Ciertamente! -exclamó la bengala, que no estaba de muy buen humor-, eso es sencillamente de sentido común.
-¿Cree que es de sentido común? -replicó el cohete indignado-. Olvida que yo no tengo nada común y que soy muy
distinguido. ¡A fe mía todo el mundo puede tener sentido común con tal de carecer de imaginación! Pero yo tengo
imaginación, porque nunca veo las cosas como son. Las veo siempre muy diferentes de lo que son. En cuanto a
eso de mantenerme en seco, es que no hay aquí, con toda seguridad, nadie que sepa apreciar a fondo un
temperamento delicado. Afortunadamente para mí, no me importa nada. La única cosa que le sostiene a uno en la
vida es el convencimiento de la enorme inferioridad de sus semejantes y éste es un sentimiento que he mantenido
siempre en mí. Pero ninguno de ustedes tiene corazón. Gritan y se regocijan como si el príncipe y la princesa no
estuviesen celebrando sus bodas.
-¡Eh! -exclamó un pequeño globo de fuego-. ¿Y por qué no? Es una alegre ocasión y cuando estalle yo en el aire
pienso comunicárselo a todas las estrellas. Ya verán cómo brillarán cuando las hable de la bella recién casada.
-¡Oh, qué concepto más banal de la vida! -dijo el cohete-, pero no me esperaba yo menos. No hay nada en usted.
Es hueco y vacío. ¡Bah! Quizás el príncipe y la princesa se vayan a vivir en un país en que haya un río profundo,
quizás tengan un solo hijo, un pequeñuelo de pelo rizado y de ojos violeta como los del príncipe. Quizás vaya algún
día a pasearse con su nodriza. Quizás la nodriza se duerma debajo de un gran sauce. Quizás el niño se caiga al río
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y se ahogue. ¡Qué terrible desgracia! ¡Los pobres perder su hijo único! Es terrible, realmente. No podré soportarlo
nunca.
-Pero no han perdido su hijo único -dijo la candela romana-. No les ha sucedido ninguna desgracia.
-No he dicho que les haya sucedido -replicó el cohete-. He dicho que podría sucederles. Si hubiesen perdido a su
hijo único, sería inútil decir nada sobre el suceso. Detesto a las personas que lloran por su cántaro de leche roto.
Pero cuando pienso que han perdido a su hijo único, me siento verdaderamente tristísimo.
-Ya lo veo -exclamó la bengala-. Realmente es usted la persona más afectada que he visto en mi vida.
-Y usted la persona más grosera que he conocido -dijo el cohete-. No puede comprender mi afecto por el príncipe.
-¡Bah! Ni siquiera lo conoce... -chisporroteó la candela romana.
-No, nunca dije que le conociera -respondió el cohete-. Me atrevo a decir que si lo conociese no sería de ningún
modo amigo suyo. Es cosa peligrosa conocer uno a sus amigos.
-Mejor haría en mantenerse en seco -dijo el globo de fuego-. Eso es lo más importante.
-Para usted no dudo que será importantísimo -respondió el cohete-. Pero yo lloraré si me viene en gana.
Y el cohete estalló en lágrimas que corrieron sobre su vara en gotas de lluvia, ahogando casi a dos pequeños
escarabajos que pensaban precisamente en fundar una familia y buscaban un bonito sitio seco para instalarse.
-Debe tener un temperamento verdaderamente romántico, pues llora cuando no hay por qué llorar -dijo la rueda.
Y lanzando un profundo suspiro, se puso a pensar en la caja de madera.
Pero la candela romana y la bengala estaban indignadas. Gritaban con todas sus fuerzas:
-¡Pamplinas! ¡Pamplinas!
Eran muy prácticas, y cuando se oponían a algo lo denominaban pamplinas.
Entonces apareció la luna como un soberbio escudo de plata y las estrellas comenzaron a brillar y llegaron al
palacio los sones de una música.
El príncipe y la princesa dirigían el baile. Bailaban tan bien que los pequeños lirios blancos echaban un vistazo por
la ventana contemplándolos, y las grandes amapolas rojas movían la cabeza, llevando el compás.
En aquel momento sonaron las diez, luego las once y luego las doce, y a la última campanada de media noche,
todo el mundo fue a la terraza y el rey hizo llamar al pirotécnico real.
-Empiecen los fuegos artificiales-dijo el rey. Y el pirotécnico real hizo un profundo saludo y se dirigió al fondo del
jardín. Tenía seis ayudantes. Cada uno llevaba una antorcha encendida sujeta a la punta de una larga pértiga.
Fue realmente una soberbia irradiación de luz.
-¡Ssss! ¡Ssss! -hizo la rueda que empezó a girar.
-¡Bum! ¡Bum! -replicó la candela romana. Entonces los buscapiés entraron en danza y las bengalas colorearon todo
de rojo.
-¡Adiós! -gritó el globo de fuego mientras se elevaba haciendo llover chispitas azules.
-¡Bang! ¡Bang! -respondieron los petardos, que se divertían muchísimo.
Todos tuvieron un gran éxito, menos el cohete. Estaba tan húmedo por haber llorado que no pudo arder. Lo mejor
que había en él era la pólvora y ésta se hallaba tan mojada por las lágrimas que estaba inservible. Toda su pobre
parentela, a la que no se dignaba hablar sin una sonrisa despectiva, produjo un gran alboroto por el cielo, como si
fuesen magníficos ramilletes de oro floreciendo en fuego.
-¡Bravo! ¡Bravo! -gritaba la corte.
Y la princesita reía de placer.
-Creo que me reservan para alguna gran ocasión -dijo el cohete-. Indudablemente es eso.
Y miraba a su alrededor con aire más orgulloso que nunca.
Al día siguiente vinieron los obreros a colocarlo todo de nuevo en su sitio.
-Evidentemente es una comisión -se dijo el cohete-. Los recibiré con una tranquila dignidad.
Y engallándose empezó a fruncir las cejas como si pensase en algo muy importante. Pero los obreros no se dieron
cuenta de su presencia hasta dejarlo atrás.
Entonces uno de ellos lo vio.
-¡Ah! -gritó-. ¡Qué mal cohete!
Y lo tiró al paso por encima del muro.
-¡Mal cohete! ¡Mal cohete! -dijo éste girando por el aire-. ¡Imposible! Famoso cohete, eso es lo que han querido
decir. Mal y famoso suenan para mí casi lo mismo, y a veces ambas cosas son idénticas.
Y cayó en el lodo.
-No es esto muy cómodo -observó-, pero sin duda es algún balneario de moda a donde me han enviado para que
reponga mi salud. Mis nervios están muy desgastados y necesito descanso.
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Entonces una ranita de ojillos brillantes y de traje verde moteado, nadó hacia él.
-Ya veo que es un recién llegado -dijo la rana-. ¡Bueno! Después de todo no hay nada como el fango. Denme un
tiempo lluvioso y un hoyo y soy completamente feliz... ¿Cree que la tarde será calurosa? Así lo espero, porque el
cielo está todo azul y despejado. ¡Qué lástima!
-¡Ejem!, Ejem! -profirió el cohete tosiendo.
-¡Qué voz más deliciosa tiene! -gritó la rana-. Parece el croar de una rana y croar es la cosa más musical del
mundo. Ya oirá nuestros coros esta noche. Nos colocamos en el antiguo estanque de los patos junto a la alquería y
en cuanto aparece la luna, empezamos. El concierto es tan sublime que todo el mundo viene a oírnos. Ayer, sin ir
más lejos, oí a la mujer del colono decir a la madre que no pudo dormir ni un segundo durante la noche por
nuestra causa. Es muy agradable ver lo popular que es una.
-¡Ejem!, Ejem! -dijo el cohete.
Estaba muy molesto de no poder salir de su mutismo.
-¡Sí, una voz deliciosa! -prosiguió la rana-. Espero que venga al estanque de los patos. Voy a echar un vistazo a
mis hijas. Tengo seis hijas soberbias y me inquieta mucho que el sollo tope con ellas... Es un verdadero monstruo
y no sentiría el menor escrúpulo en comérselas. Así es que ¡adiós! Me agrada mucho su conversación, se lo
aseguro.
-¿Y llama conversación a esto? -dijo el cohete-. Ha charlado usted sola todo el rato. Eso no es conversación.
-Alguien tiene que escuchar siempre -replicó la rana-, y a mí me gusta llevar la voz cantante en la conversación.
Así se ahorra tiempo y se evitan disputas.
-Pues a mí me gusta la discusión -dijo el cohete.
-No lo creo -replicó la rana con aire compasivo-. Las discusiones son completamente vulgares, porque en la buena
sociedad todo el mundo tiene exactamente las mismas opiniones. Adiós otra vez. Veo a mis hijas allá abajo.
Y la ranita se puso a nadar nuevamente.
-Es una persona antipática -dijo el cohete-, y mal educada. Detesto a las gentes que hablan de sí mismas como
usted, cuando necesita uno hablar de uno mismo, como en mi caso. Eso es lo que se llama egoísmo y el egoísmo
es una cosa aborrecible, sobre todo para los que son como yo, pues bien conocen todos mi carácter simpático.
Debería tomar ejemplo de mí. No podría encontrar un modelo mejor. Ahora que tiene esa oportunidad,
aprovéchela sin tardanza, porque voy a volver a la corte en seguida. Soy muy estimado en la corte. Ayer, el
príncipe y la princesa se casaron en mi honor. Seguramente no estará enterada de nada de esto, ¡como es
provinciana!
-¡No se moleste en hablarle! -dijo una libélula posada en la punta de una espadaña-. Se ha ido.
-Bueno, ¡ella se lo pierde y no yo! No voy a dejar de hablarle, sólo porque no me escuche. Me gusta oírme hablar.
Es uno de mis mayores placeres. Sostengo a menudo largas conversaciones conmigo mismo y soy tan profundo
que a veces no comprendo ni una palabra de lo que digo.
-Entonces debe ser licenciado en filosofía -dijo la libélula.
Y desplegando sus lindas alas de gasa, se elevó hacia el cielo.
-¡Qué necedad demuestra al no quedarse aquí! -dijo el cohete-. Estoy seguro de que no habrá tenido muy a
menudo la oportunidad de educar su espíritu; aunque después de todo me es igual. Un genio como el mío será
apreciado con toda seguridad algún día.
Y se hundió un poco más en el fango.
Pasado un rato, una gran pata blanca nadó hacia él. Tenía las patas amarillas, los pies palmeados y la
consideraban como una gran belleza por su contoneo.
-¡Cuac!, ¡cuac!, ¡cuac! -dijo-. ¡Qué tipo más raro tiene usted! ¿Puedo preguntarle si ha nacido aquí o si es de
resultas de algún accidente?
-¡Cómo se ve que ha vivido siempre en el campo! De otro modo sabría quién soy. Sin embargo, disculpo su
ignorancia. Sería descabellado querer que los demás fueran tan extraordinarios como uno mismo. Sin duda le
sorprenderá saber que vuelo por el cielo y que caigo en una lluvia de chispas de oro.
-No lo considero muy estimable -dijo la pata-, pues no veo en qué puede ser eso útil a nadie. ¡Ah! Si arara los
campos como un buey; si arrastrase un carro como el caballo; si guardase un rebaño como el perro del ganado,
entonces ya sería otra cosa.
-Buena mujer -dijo el cohete con tono muy altivo-, veo que pertenece a la clase baja. Las personas de mi rango no
sirven nunca para nada. Tenemos un encanto especial y con eso basta. Yo mismo no siento la menor inclinación
por ningún trabajo y menos aún por esa clase de trabajos, que enumera. Además, siempre he sido de opinión que
el trabajo rudo es simplemente el refugio de la gente que no tiene otra cosa que hacer en la vida.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
-¡Bien, bien! -dijo la pata, que era de temperamento pacífico y no reñía nunca con nadie-. Cada cual tiene gustos
diferentes. De todas maneras, deseo que venga a establecer aquí su residencia.
-¡Nada de eso! -exclamó el cohete-. Soy un visitante, un visitante distinguido y nada más. El hecho es que
encuentro este sitio muy aburrido. No hay aquí ni sociedad ni soledad. Resulta completamente de barrio bajo...
Volveré seguramente a la corte, pues estoy destinado a causar sensación en el mundo.
-Yo también pensé en entrar en la vida pública -observó la pata-. ¡Hay tantas cosas que piden reforma! Así pues,
presidí, no hace mucho, un mitin en el que votamos unas proposiciones condenando todo lo que nos desagradaba.
Sin embargo, no parecen haber surtido gran efecto. Ahora me ocupo de cosas domésticas y velo por mi familia.
-Yo he nacido para la vida pública y en ella figuran todos mis parientes, hasta los más humildes. Allí donde
aparecemos, llamamos extraordinariamente la atención. Esta vez no he figurado personalmente, pero cuando lo
hago, resulta un espectáculo magnifico. En cuanto a las cosas domésticas, hacen envejecer y apartan el espíritu de
otras cosas más altas.
-¡Oh, qué bellas son las cosas altas de la vida! -dijo la pata-. ¡Esto me recuerda el hambre que tengo!
Y la pata volvió a nadar por el río, continuando sus ¡cuac... cuac... cuac...!
-¡Vuelva, vuelva! -gritó el cohete-. Tengo muchas cosas que decirle.
Pero la pata no le hacía ningún caso.
-Me alegro de que se haya ido. Tiene realmente un espíritu mediocre.
Y hundiéndose un poco más en el fango, empezaba a reflexionar sobre la belleza del genio, cuando de repente dos
chiquillos con blusas blancas llegaron al borde de la cuneta con un caldero y unos leños.
-Ésta debe ser la comisión -dijo el cohete. Y adoptó una digna compostura.
-¡Oh! -gritó uno de ellos-. Mira este palo viejo. ¡Qué raro que haya venido a parar aquí!
Y sacó el cohete de la cuneta.
-¡Palo viejo! -refunfuñó el cohete-. ¡Imposible! Habrá querido decir palo precioso. Palo precioso es un cumplido. Me
toma por un personaje de la corte.
-¡Echémoslo al fuego! -dijo el otro muchacho-. Así ayudará a que hierva la caldera.
Amontonaron los leños, colocaron el cohete sobre ellos y prendieron fuego.
-¡Magnífico! -gritó el cohete-. Me colocan a plena luz. Así todos me verán.
-¡Ahora vamos a dormir! -dijeron los niños-, y cuando nos despertemos estará ya hirviendo la caldera.
Y acostándose sobre la hierba cerraron los ojos. El cohete estaba muy húmedo. Pasó un buen rato antes de que
ardiese. Sin embargo, al fin, prendió el fuego en él.
-¡Ahora voy a partir! -gritaba.
Y se erguía y se estiraba.
-Sé que voy a subir más alto que las estrellas, más alto que la luna, más alto que el sol. Subiré tan arriba que...
-¡Fisss! ¡Fisss! ¡Fisss!
Y se elevó en el aire.
-¡Delicioso! -gritaba-. Seguiré subiendo así siempre. ¡Qué éxito tengo!
Pero nadie lo veía.
Entonces comenzó a sentir una extraña impresión de hormigueo.
-¡Voy a estallar! -gritaba-. Incendiaré el mundo entero y haré tanto ruido, que no se hablará de otra cosa en un
año.
Y, en efecto, estalló.
-¡Bang! ¡Bang! ¡Bang! -hizo la pólvora. La pólvora no podía hacer otra cosa.
Pero nadie oyó, ni siquiera los dos muchachos que dormían profundamente.
No quedó del cohete más que el palo que cayó sobre la espalda de una oca que daba su paseo alrededor de la
zanja.
-¡Cielos! -exclamó-. ¡Ahora llueven palos!
Y se tiró al agua.
-¡Me parece que he causado una gran sensación! -musitó el cohete.
Y expiró.
ACTIVIDAD
INTERPRETA TODOS LOS DEFECTOS HUMANOS QUE QUISO CRITICAR EL AUTOR A TRAVÉS DE ESTE
CUENTO.
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Prof. Luis A. Del Solar R.
EL FANTASMA DE CANTERVILLE
C A P Í T U L O
I
C CUANDO míster Hiram B. Otis, ministro de los Estados Unidos de América, compró Canterville Chase, todo el
mundo le dijo que cometía una gran locura, porque la finca estaba embrujada.
Hasta el mismo lord Canterville, como hombre de la más escrupulosa honradez, se creyó en el deber de
participárselo a míster Otis, cuando llegaron a discutir las condiciones.
-Nosotros mismos -dijo lord Canterville- nos hemos resistido en absoluto a vivir en ese sitio desde la época en que
mi tía abuela, la duquesa de Bolton, tuvo un ataque de nervios, del que nunca se repuso por completo, motivado
por el espanto que experimentó al sentir que las manos de un esqueleto se posaban sobre sus hombros, estando
vistiéndose para cenar. Me creo en el deber de decirle, míster Otis, que el fantasma ha sido visto por varios
miembros de mi familia, que viven actualmente; así como por el rector de la parroquia, el reverendo Augusto
Dampier, agregado del King’s College de Oxford. Después del trágico accidente ocurrido a la duquesa, ninguna de
las doncellas quiso quedarse en casa, y lady Canterville no pudo ya conciliar el sueño a causa de los ruidos
misteriosos que llegaban del corredor y de la biblioteca.
-Milord -respondió el ministro-, también me quedaré con los muebles y el fantasma bajo inventario. Llego de un
país moderno, en el que podemos tener todo cuanto el dinero es capaz de proporcionar, y esos mozos nuestros,
jóvenes y turbulentos, que recorren el Viejo Continente escandalizándolo, que se llevan los mejores actores de
ustedes, y sus mejores prima donnas, estoy seguro de que si queda todavía un verdadero fantasma en Europa,
vendrán a buscarlo en seguida para colocarle en uno de nuestros museos públicos o para pasearle por los caminos
como un fenómeno.
-El fantasma existe; me lo temo -dijo lord Canterville, sonriendo-, aunque quizá se resista a las ofertas de sus
intrépidos empresarios. Hace más de tres siglos que se le conoce. Data, con precisión, de 1574, y nunca deja de
mostrarse cuando está a punto de ocurrir alguna defunción en la familia.
-¡Bah! Los médicos de cabecera hacen lo mismo, lord Canterville. Amigo mío, un fantasma no puede existir y no
creo que las leyes de la naturaleza admitan excepciones en favor de la aristocracia inglesa.
-Realmente -dijo lord Canterville, que no acababa de comprender la última observación de míster Otis-, ustedes
son muy sencillos en América. Ahora bien, si le gusta a usted tener un fantasma en casa, mejor que mejor.
Acuérdese únicamente que yo le previne.
Algunas semanas después se cerró el trato, y a fines de la estación el ministro y su familia emprendieron el
viaje hacia Canterville Chase.
La señora Otis, que con el nombre de miss Lucrecía R. Táppan, de la calle West 53, había sido una célebre
beldad de Nueva York, era todavía una mujer muy bella, de edad regular, con unos ojos hermosos y un perfil
magnífico.
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Muchas damas americanas, cuando abandonan su país natal, adoptan aires de persona atacada de una
enfermedad crónica y se figuran que eso es uno de los sellos de distinción europea; pero la señora Otis no cayó
nunca en ese error.
Tenía una naturaleza espléndida y una abundancia extraordinaria de vitalidad.
A decir verdad, era completamente inglesa en muchos aspectos y era un ejemplo excelente para sostener la
tesis de que lo tenemos todo en común con América hoy día excepto la lengua, como es de suponer. Su hijo
mayor, bautizado con el nombre de Washington por sus padres, en un momento de patriotismo que él no cesaba
de lamentar, era un muchacho rubio, de bastante buena figura, que había logrado que se le considerase candidato
a la diplomacia, dirigiendo al grupo alemán en los festivales del casino de Newport durante tres temporadas
seguidas, y aun en Londres pasaba por ser un bailarín excepcional.
Sus únicas debilidades eran las gardenias y la nobleza; aparte de eso, era perfectamente sensato.
Miss Virgina E. Otis era una muchachita de quince años, esbelta y graciosa como un cervatillo, con mirada
francamente encantadora en sus grandes ojos azules. Amazona maravillosa, sobre su poni derrotó una vez en
carreras al viejo lord Bilton, dando dos veces la vuelta al parque, ganándole por caballo y medio, precisamente
frente a la estatua de Aquiles, lo cual provocó un entusiasmo tan grande en el joven duque de Cheshire, que le
propuso matrimonio allí mismo, y sus tutores tuvieron que mandarle aquella misma noche a Eton, bañado en
lágrimas. Después de Virginia venían dos gemelos, a quienes llamaban Estrellas y Rayas porque se les encontraba
siempre juntos. Eran unos niños encantadores y, con el ministro, los únicos verdaderos republicanos de la familia.
Como Canterville Chase está a siete millas de Ascot, la estación más próxima, míster Otis telegrafió que fueran
a buscarle en coche descubierto, y emprendieron la marcha en medio de la mayor alegría. Era una noche
encantadora de julio, y el aire estaba impregnado por el aroma de los pinos. De vez en cuando se oía una paloma
arrullándose dulcemente, o se vislumbraba entre los helechos, la pechuga de oro bruñido de algún faisán. Ligeras
ardillas les espiaban desde lo alto de las hayas a su paso; unos conejos corrían como exhalaciones a través de los
matorrales o sobre los collados cubiertos de musgo, levantando su rabo blanco. Sin embargo, no bien entraron en
la avenida de Canterville Chase, el cielo se cubrió repentinamente de nubes. Un extraño silencio pareció invadir
toda la atmósfera, una gran bandada de cornejas cruzó calladamente por encima de sus cabezas, y antes de que
llegasen a la casa ya habían caído algunas gotas de lluvia.
En los escalones se hallaba para recibirles una anciana, pulcramente vestida de seda negra, con cofia y
delantal blancos. Era la señora Umney, el ama de gobierno que la señora Otis, por vehementes requerimientos de
lady Canterville, accedió a conservar en su puesto.
Hizo una profunda reverencia a cada uno de la familia cuando echaron pie a tierra y dijo, con la singular
cortesía de los buenos tiempos antiguos:
-Les doy la bienvenida a Canterville Chase.
La siguieron, atravesando un hermoso hall, de estilo Tudor, hasta la biblioteca, largo salón espacioso con las
paredes cubiertas por madera de roble oscuro que terminaba en un ancho ventanal de cristales. Estaba preparado
el té.
Luego, una vez que se quitaron los abrigos, ya sentados se pusieron a curiosear en torno suyo, mientras la
señora Umney iba de un lado para otro.
De pronto, la mirada de la señora Otis cayó sobre una mancha de un rojo oscuro que había sobre el
pavimento, precisamente al lado de la chimenea, y, sin darse cuenta de sus palabras, dijo a la señora Umney:
-Creo que han vertido algo en ese sitio.
-Sí, señora -contestó la señora Umney en voz baja-. En ese lugar se ha vertido sangre.
-¡Qué horror! -exclamó la señora Otis-. No quiero manchas de sangre en un salón. Es preciso quitar eso
inmediatamente.
La vieja sonrió y con voz misteriosa repuso:
-Es sangre de lady Leonor de Canterville, que fue muerta en ese mismo sitio por su propio marido, sir Simón de
Canterville, en 1565. Sir Simón la sobrevivió nueve años, desapareciendo de repente en circunstancias
misteriosísimas. Su cuerpo no se encontró nunca, pero su alma culpable sigue embrujando la casa. La mancha de
sangre ha sido muy admirada por los turistas y otras personas y no puede quitarse.
-Todo eso son tonterías —exclamó Washington Otis-. El producto quitamanchas, el limpiador incomparable
Campeón, marca Pinkerton, y el detergente Paragon harán desaparecer eso, en un instante.
Y sin dar tiempo a que el ama de gobierno, aterrada, pudiese intervenir, ya se había arrodillado y frotaba
rápidamente el entarimado con una barrita de una sustancia parecida al cosmético negro. A los pocos instantes la
mancha había desaparecido sin dejar rastro.
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-Ya sabía yo que el Pinkerton la borraría -exclamó en tono triunfal, paseando la mirada sobre su familia llena de
admiración.
Pero apenas había pronunciado aquellas palabras cuando un relámpago iluminó la estancia sombría y el
retumbar del trueno levantó a todos, menos a la señora Umney, que se desmayó.
-¡Qué clima más atroz! -dijo tranquilamente el ministro, encendiendo un largo veguero-. Creo que el país de los
abuelos está tan lleno de gente, que no hay buen tiempo bastante para todos. Siempre opiné que lo mejor que
pueden hacer los ingleses es emigrar.
-Querido Hiram -replicó la señora Otis-, ¿qué podemos hacer con una mujer que se desmaya?
-Descontaremos eso de su salario. Así no se volverá a desmayar. En efecto, la señora Umney no tardó en volver en
sí. Sin embargo, veíase que estaba conmovida hondamente, y con voz solemne advirtió a la señora Otis que algún
contratiempo iba a ocurrir en la casa.
-Señores, he visto con mis propios ojos unas cosas... que pondrían los pelos de punta a un cristiano. Y durante
noches y noches no he podido pegar los ojos a causa de las cosas terribles que pasaban aquí.
A pesar de lo cual, míster Otis y su esposa aseguraron a la buena mujer que no tenían miedo ninguno de los
fantasmas.
La vieja ama de llaves, después de haber impetrado la bendición de la Providencia sobre sus nuevos amos y
de discutir la posibilidad de un aumento de salario, se retiró a su habitación renqueando.
C A P Í T U L O
I I
L La tempestad se desencadenó durante toda la noche, pero no produjo nada extraordinario.
Al día siguiente, por la mañana, cuando bajaron a almorzar, encontraron de nuevo la terrible mancha sobre el
entarimado.
-No creo -dijo Washington-, que tenga la culpa el limpiador Paragon; lo he ensayado sobre toda clase de manchas.
Debe ser cosa del fantasma.
En consecuencia, borró la mancha, después de frotar un poco, pero al otro día, por la mañana, había
reaparecido. A la tercera mañana volvió a estar allí, y, sin embargo, la biblioteca permaneció cerrada la noche
anterior, llevándose arriba la llave la señora Otis.
Desde entonces la familia empezó a interesarse por aquello. Míster Otis se hallaba a punto de creer que había
estado demasiado dogmático negando la existencia de los fantasmas.
La señora Otis expresó su intención de afiliarse a la Sociedad Psíquica, y Washington preparó una larga carta a
Myers y Podmore basado en la persistencia de las manchas de sangre cuando provienen de un crimen. Aquella
noche disipó todas las dudas sobre la existencia objetiva de los fantasmas.
La familia había aprovechado la frescura de la tarde para dar un paseo en coche. Regresaron a las nueve,
tomando una ligera cena. La conversación no recayó ni un momento sobre los fantasmas, de manera que faltaban
hasta las condiciones más elementales de espera y de receptibilidad que preceden tan a menudo a los fenómenos
psíquicos.
Los asuntos que discutieron, por lo que luego he sabido por la señora Otis, fueron simplemente los habituales
en la conversación de los americanos cultos que pertenecen a las clases elevadas, como, por ejemplo, la inmensa
superioridad de miss Fanny Davenport sobre Sarah Bernhardt, como actriz; la dificultad para encontrar maíz verde,
galletas de trigo sarraceno y el hominy aun en las mejores casas, inglesas, la importancia de Boston en el
desenvolvimiento del alma universal; las ventajas del sistema que consiste en anotar los equipajes de los viajeros y
la dulzura del acento neoyorquino, comparado con el dejo de Londres.
No se trató para nada de lo sobrenatural, no se hizo ni la menor alusión indirecta a sir Simón de Canterville.
A las once la familia se retiró, y a las once y media estaban apagadas todas las luces.
Poco después, míster Otis se despertó con un ruido singular en el corredor, fuera de su habitación. Parecía un
ruido de hierros viejos, y se acercaba cada vez más.
Se levantó en el acto, encendió una luz y miró la hora. Era la una en punto. Míster Otis estaba perfectamente
‘tranquilo’. Se tomó el pulso y no lo encontró nada alterado.
El ruido extraño continuaba, al mismo tiempo que se oía claramente el sonar de unos pasos. Míster Otis se
puso las zapatillas, cogió una aceitera alargada de su tocador y abrió la puerta, y vio frente a él, en el pálido claro
de luna, a un viejo de aspecto terrible.
Sus ojos parecían carbones encendidos. Una larga cabellera gris caía en mechones revueltos sobre sus
hombros. Sus ropas, de corte anticuado, estaban manchadas y en jirones. De sus muñecas y de sus tobillos
colgaban unas pesadas cadenas y unos grilletes herrumbrosos.
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-Mi distinguido señor -dijo míster Otis-, permítame que le ruegue vivamente que engrase esas cadenas.
Le he traído para ello el engrasador Tammany Sol Naciente. Dicen que es eficacísimo, y que basta una sola
aplicación. En la etiqueta hay varios certificados de nuestros adivinos más ilustres que dan fe de ello. Voy a
dejársela aquí, al lado de las velas, y tendré un verdadero placer en proporcionarle más, si así lo desea.
Dicho lo cual, el ministro de los Estados Unidos dejó la aceitera sobre una mesa de mármol, cerró la puerta y
se volvió a meter en la cama.
El fantasma de Canterville permaneció algunos minutos inmóvil de indignación.
Después tiró, lleno de rabia, la aceitera contra el suelo encerado y huyó por el corredor, lanzando gruñidos
cavernosos y despidiendo una extraña luz verde.
Sin embargo, cuando llegaba a la gran escalera de roble, se abrió de repente una puerta. Aparecieron dos
siluetas infantiles, vestidas de blanco, y una voluminosa almohada le rozó la cabeza. Evidentemente, no había
tiempo que perder, así es que, utilizando como medio de fuga la cuarta dimensión del espacio, se desvaneció a
través del estuco, y la casa, de nuevo, recobró su tranquilidad.
Llegado a un cuartito secreto del ala izquierda, se adosó a un rayo de luna para tomar aliento y se puso a
reflexionar para darse cuenta de su situación. Jamás en toda su brillante carrera, que duraba ya trescientos años,
fue injuriado tan groseramente.
Se acordó de la duquesa viuda, en quien provocó una crisis de terror, cuando estaba mirándose en el espejo,
cubierta de brillantes y de encales; de las cuatro doncellas a quienes había enloquecido, produciéndoles
convulsiones histéricas sólo con hacerles visajes entre las cortinas de una de las habitaciones destinadas a
invitados; del rector de la parroquia, cuya vela apagó de un soplo cuando volvía el buen señor de la biblioteca a
una hora avanzada, y que desde entonces tuvo que estar bajo el cuidado de sir William Guw convertido en mártir
de toda clase de alteraciones nerviosas; de la vieja señora de Tremouillac, que, al despertarse al amanecer y
descubrir un esqueleto sentado en un sillón, al lado de la lumbre, entretenido en leer su diario, tuvo que guardar
cama durante seis meses, víctima de un ataque cerebral. Una vez curada se reconcilió con la Iglesia y rompió sus
relaciones con el señalado escéptico Voltaire. Recordó también la noche terrible en que el bribón de lord Canterville
fue hallado ahogándose en su vestidor, con una sota de espadas hundida en la garganta, viéndose obligado a
confesar antes de morir que por medio de aquella carta había timado la suma de cincuenta mil libras a Jaime Fox,
en casa de Grookford. Y juró que aquella carta se la hizo tragar el fantasma.
Todas sus grandes hazañas le volvían a la memoria.Vio desfilar al mayordomo que se levantó la tapa de los
sesos por haber visto una mano verde tamborilear sobre los cristales; y a la bella lady Steelfield, condenada a
llevar alrededor del cuello un collar de terciopelo negro para tapar la señal de cinco dedos, impresos como con un
hierro candente sobre su blanca piel, y que terminó por ahogarse en el vivero que había al extremo de la Avenida
Real.
Y, lleno del entusiasmo ególatra del verdadero artista, pasó revista a sus creaciones más célebres. Se dedicó
una amarga sonrisa al evocar su última aparición en el papel de «Rubén el Rojo, o el niño estrangulado», su debut
como «Gibeón el Flaco, o el vampiro del páramo de Bexley» y el furor que causó una noche solitaria de junio
jugando a los bolos con sus propios huesos sobre el campo de tenis.
¡Y después de todo para que unos miserables americanos le ofreciesen el engrasador marca Sol Naciente y le
tirasen almohadas a la cabeza! Era realmente intolerable. Además, la historia nos enseña que jamás fue tratado
ningún fantasma de manera semejante. Llegó a la conclusión de que era preciso tomarse la revancha y
permaneció hasta el amanecer en actitud de profunda meditación.
CAPÍTULO III
C Cuando a la mañana siguiente la familia Otis se reunió para el desayuno, la conversación sobre el fantasma fue
extensa.
El ministro de los Estados Unidos estaba, como era natural, un poco ofendido al ver que su ofrecimiento no
había sido aceptado.
-No quisiera en modo alguno injuriar personalmente al fantasma -dijo-, y reconozco que, dada la larga duración de
su estancia en la casa, era correcto tirarle una almohada a la cabeza...
Siento tener que decir que esta observación tan justa provocó una explosión de risa en los gemelos.
-Pero, por otro lado -prosiguió míster Otis-, si se empeña, sin más ni más, en no hacer uso del engrasador marca
Sol Naciente, nos veremos precisados a quitarle las cadenas. No podremos dormir con todo ese ruido a la puerta
de las alcobas.
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Pero, sin embargo, en el resto de la semana no fueron molestados. Lo único que les llamó la atención fue la
reaparición continua de la mancha de sangre sobre el piso de la biblioteca. Era realmente muy extraño, ya que la
señora Otis cerraba la puerta con llave por la noche, y las ventanas permanecían con las rejas cerradas. Los
cambios de color que sufría la mancha, comparables a los de un camaleón, produjeron también frecuentes
comentarios en la familia. Una mañana era de un rojo índigo oscuro, otras veces era bermellón, luego de un
púrpura intenso y un día, cuando bajaron a rezar, según los ritos sencillos de la libre Iglesia episcopal reformada
de América, la encontraron de un hermoso verde esmeralda. Como es natural, estos cambios caleidoscópicos
divirtieron grandemente a la reunión y hacíanse apuestas todas las noches con entera tranquilidad.
La única persona que no tomó parte en la broma fue la joven Virginia. Por razones ignoradas, sentíase siempre
impresionada ante la mancha de sangre y estuvo a punto de llorar la mañana que apareció verde esmeralda.
La segunda aparición del fantasma fue un domingo por la noche. Al poco tiempo de estar todos acostados, les
alarmó un enorme estrépito que se oyó en el hall. Bajaron, apresuradamente y se encontraron con que una
armadura completa se había desprendido de su soporte, cayendo sobre las losas, mientras, sentado en un sillón de
alto respaldo, el fantasma de Canterville se restregaba las rodillas, con una expresión de agudo dolor sobre su
rostro.
Los gemelos, que se habían provisto de sus cerbatanas, le lanzaron inmediatamente dos proyectiles, con esa
seguridad de puntería que sólo se adquiere a fuerza de una larga y cuidadosa práctica sobre un profesor de
caligrafía. Mientras tanto, el ministro de los Estados Unidos mantenía al fantasma bajo la amenaza de su revólver
y, conforme a la etiqueta californiana, le intimaba a levantar los brazos.
El fantasma se alzó bruscamente, lanzando un grito de furor salvaje, y pasó en medio de ellos, como una
nube, apagando de paso la vela de Washington Otis y dejándoles a todos en la mayor oscuridad.
Cuando llegó a lo alto de la escalera, una vez dueño de sí, se decidió a lanzar su célebre repique de carcajadas
satánicas.
Contaba la gente que aquello hizo encanecer en una sola noche el peluquín de lord Raker. Y que tres sucesivas
amas de llaves, francesas, dejaron su empleo antes de terminar el primer mes. Por consiguiente, lanzó su
carcajada más horrible, despertando paulatinamente los ecos en las antiguas bóvedas, pero al extinguirse, se abrió
una puerta y apareció, vestida de azul claro, la señora Otis.
-Me temo -dijo la dama- que esté usted indispuesto y aquí le traigo un frasco de la tintura del doctor Dobell. Si se
trata de una indigestión, podrá comprobar que éste es un remedio excelente.
El fantasma la miró con ojos llameantes de furor y se creyó en el deber de metamorfosearse en un gran perro
negro.
Era un truco que le había dado una reputación merecidísima, y al cual atribuía el médico de la familia la idiotez
incurable del tío de lord Canterville, el honorable Tomás Horton. Pero un ruido de pasos que se acercaba le hizo
vacilar en su cruel determinación y se contentó con volverse un poco fosforescente. En seguida se desvaneció,
después de lanzar un gemido sepulcral, porque los gemelos iban a darle alcance.
Una vez en su habitación sintiose destrozado, presa de la agitación más violenta.
La ordinariez de los gemelos, el grosero materialismo de la señora Otis, todo aquello resultaba realmente
vejatorio; pero lo que más le humillaba era no tener ya fuerzas para llevar una armadura. Contaba con hacer
impresión aun en unos americanos modernos, hacerles estremecer a la vista de un espectro acorazado, si no ya,
por motivos razonables al menos por deferencia hacia su poeta nacional Longfellow, cuyas poesías, delicadas y
atrayentes, le habían ayudado con frecuencia a matar el tiempo mientras los Canterville estaban en Londres.
Además, era su propia armadura. La llevó con éxito en el torneo de Kenilworth, siendo felicitado calurosamente por
la Reina Virgen en persona. Pero cuando quiso ponérsela quedó aplastado por completo con el peso de la enorme
coraza y del yelmo de acero. Y se desplomó pesadamente sobre las losas de piedra, despellejándose las rodillas y
contusionándose la muñeca derecha.
Durante varios días estuvo malísimo y no pudo salir de su morada más que lo necesario para mantener en
buen estado la mancha de sangre.
No obstante, a fuerza de cuidados acabó por restablecerse y decidió hacer una tercera tentativa para
aterrorizar al ministro de los Estados Unidos y a su familia.
Eligió para su reaparición en escena el viernes 17 de agosto, consagrando gran parte del día a pasar revista a
sus trajes.
Su elección recayó al fin en un sombrero de ala levantada por un lado y caída del otro, con una pluma roja; en un
sudario deshilachado en las mangas y el cuello y, por último, en un puñal mohoso.
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Al atardecer estalló una gran tormenta. El viento era tan fuerte que sacudía y cerraba violentamente las
puertas y ventanas de la vetusta casa. Realmente aquél era el tiempo que le convenía. He aquí lo que pensaba
hacer: iría sigilosamente a la habitación de Washington Otis, le musitaría unas frases ininteligibles, quedándose al
pie de la cama, y le hundiría tres veces seguidas el puñal en la garganta, a los sones de una música apagada.
Odiaba sobre todo a Washington, porque sabía perfectamente que era él quien acostumbraba quitar la famosa
mancha de sangre de Canterville, empleando el detergente Paragon de Pinkerton. Después de reducir al temerario
y despreocupado joven a una condición de terror abyecto, entraría en la habitación que ocupaban el ministro de
los Estados Unidos y su mujer. Una vez allí, colocaría una mano viscosa sobre la frente de la señora Otis y al
mismo tiempo murmuraría, con voz sorda, al oído del ministro tembloroso, los secretos terribles del osario.
En cuanto a la pequeña Virginia aún no tenía decidido nada. No le había insultado nunca. Era bonita y
cariñosa. Unos cuantos gruñidos sordos, que saliesen del armario, le parecían más que suficientes, y si no
bastaban para despertarla, llegaría hasta tirarle de la puntita de la nariz con sus dedos rígidos por la parálisis.
A los gemelos estaba resuelto a darles una lección: lo primero que haría sería sentarse sobre sus pechos, con
objeto de producirles la sensación de la pesadilla. Luego, aprovechando que sus camas estaban muy juntas, se
alzaría en el espacio libre entre ellas, con el aspecto de un cadáver verde y frío como el hielo, hasta que se
quedasen paralizados de terror. En seguida, tirando bruscamente su sudario, daría la vuelta al dormitorio en cuatro
patas, como un esqueleto blanqueado por el tiempo, moviendo el globo de un solo ojo en su órbita, como el
personaje de «Daniel el mudo, o el esqueleto del suicida», papel en el cual hizo un gran efecto en varias
ocasiones. Creía estar tan bien en éste, como en su otro papel de «Martín el demente, o el misterio enmascarado».
A las diez y media oyó subir a la familia a acostarse.
Durante algunos instantes le inquietaron las estrepitosas carcajadas de los gemelos, que se divertían
indudablemente, con su loca alegría de colegiales, antes de meterse en la cama.
Pero a las once y cuarto todo quedó nuevamente en silencio, y cuando sonaron las doce se puso en camino.
La lechuza chocaba contra los cristales de la ventana. El cuervo graznaba en el hueco de un tejo centenario y
el viento gemía vagando alrededor de la casa, como un alma en pena; pero la familia Otis dormía, sin sospechar la
suerte que le esperaba. Oía con toda claridad los ronquidos regulares del ministro de los Estados Unidos, que
dominaban el ruido de la lluvia y de la tormenta.
Se deslizó furtivamente a través del estuco. Una sonrisa perversa se dibujaba sobre su boca cruel y arrugada,
y la Luna escondió su rostro tras una nube cuando pasó delante de la gran ventana ojival, sobre la que estaban
representadas, en azul y oro, sus propias armas y las de su esposa asesinada.
Seguía andando siempre, deslizándose como una sombra funesta, que hacía que hasta las tinieblas le
maldijesen a su paso.
Hubo un momento en que le pareció oír que alguien le llamaba; se detuvo, pero era tan sólo un perro, que
ladraba en la Granja Roja. Prosiguió su marcha, mascullando extraños juramentos del siglo XVI, y blandiendo de
vez en cuando el puñal enmohecido en el aire de medianoche. Por fin llegó a la esquina del pasillo que conducía a
la habitación del infortunado Washington.
Allí hizo una breve parada.
El viento agitaba en torno de su cabeza sus largos mechones grises y ceñía en pliegues grotescos y fantásticos
el horror indecible del fúnebre sudario. Sonó entonces el cuarto en el reloj. Comprendió que había llegado el
momento.
Con una risa maligna dio la vuelta al ángulo del corredor. Pero apenas lo hizo, retrocedió lanzando un gemido
lastimero de terror y escondiendo su cara lívida entre sus largas manos huesudas.
Frente a él había un horrible espectro, inmóvil como una estatua, monstruoso como la pesadilla de un
demente. Tenía la cabeza pelada y reluciente; faz redonda, carnosa y blanca; una risa horrorosa parecía retorcer
sus rasgos en una mueca eterna; por los ojos brotaba a oleadas una luz escarlata; la boca semejaba un ancho
pozo de fuego, y una vestidura horrible, como la de él, como la del mismo Simón, envolvía con su nieve silenciosa
aquella forma gigantesca.
Sobre el pecho llevaba colgado un cartel con una inscripción en extraños caracteres antiguos. Quizá era un
rótulo infamante, donde estaban escritos delitos espantosos, una terrible lista de crímenes. Tenía, por último, en
su mano derecha una cimitarra de acero resplandeciente.
Como no había visto nunca fantasmas hasta aquel día, sintió un pánico terrible, y después de lanzar
rápidamente una segunda mirada sobre el espantoso fantasma, regresó a su habitación, enredándose los pies en
el sudario que le envolvía. Cruzó la galería corriendo y acabó por dejar caer el puñal enmohecido en las botas de
montar del ministro, donde lo encontró el mayordomo al día siguiente.
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Una vez refugiado en su retiro, se desplomó sobre un reducido catre de tijera, tapándose la cabeza con las
sábanas. Pero al cabo de un momento el valor indomable de los antiguos Canterville se despertó en él y tomó la
resolución de hablar al otro fantasma en cuanto amaneciese. Por consiguiente, no bien el alba plateó las colinas
con su luz, volvió al sitio en que había visto por primera vez al horroroso fantasma. Pensaba que, después de todo,
dos fantasmas valían más que uno solo y que con ayuda de su nuevo amigo podría contender victoriosamente con
los gemelos. Pero cuando llegó al sitio fue para encontrarse en presencia de un espectáculo terrible.
Algo le sucedía indudablemente al espectro, porque la luz había desaparecido por completo de sus órbitas. La
cimitarra centelleante deslizándose de su mano, estaba recostada sobre la pared en una actitud forzada e
incómoda.
Simón se precipitó hacia adelante y le cogió en sus brazos; pero cuál no sería su terror viendo desprenderse la
cabeza y rodar por el suelo, mientras el cuerpo tomaba la posición supina, y notó que abrazaba una cortina blanca
de algodón grueso y que yacían a sus pies una escoba, un machete de cocina y una calabaza vacía. Sin poder
comprender aquella curiosa transformación, cogió con mano febril el cartel, leyendo a la claridad grisácea de la
mañana estas palabras terribles:
HE AQUÍ EL FANTASMA OTIS
EL ÚNICO ESPÍRITU AUTÉNTICO
Y VERDADERO
¡CUIDADO CON LAS IMITACIONES!
TODOS LOS DEMÁS ESTÁN
FALSIFICADOS
Y la entera verdad se le apareció como un relámpago. ¡Había sido burlado, chasqueado, engañado!
La expresión característica de los Canterville reapareció en sus ojos, apretó las encías desdentadas y,
levantando por encima de su cabeza sus manos amarillas, juró, según la fraseología pintoresca de la antigua
escuela «que cuando el gallo tocase por dos veces el cuerno de su alegre llamada se perpetrarían crímenes
sangrientos y que el asesinato, de callado paso, saldría entonces de su retiro».
No había terminado de formular este juramento terrible criando de una alquería lejana, de tejado de ladrillo
rojo, salió el canto de un gallo. Lanzó una larga risotada, lenta y amarga, y esperó. Esperó una hora y después
otra; pero por alguna razón misteriosa no volvió a cantar el gallo.
Por fin, a eso de las siete y media, la llegada de las criadas le obligó a abandonar su terrible guardia y regresó
a su morada, con altivo paso, pensando en su vana esperanza y proyecto fracasado.
Una vez allí consultó varios libros de caballería, cuya lectura le interesaba extraordinariamente, y pudo
comprobar que el gallo cantó siempre dos veces en cuantas ocasiones se tuvo que recurrir a aquel juramento.
-¡Que el diablo se lleve a ese infame volátil! -murmuró-. En otro tiempo hubiese caído sobre él con mi gran lanza,
atravesándole el gañote y obligándole a cantar otra vez para mí aunque reventara. Y dicho esto se retiró a su
confortable ataúd de plomo y allí permaneció hasta la noche.
C A P Í T U L O
I V
Al día siguiente el fantasma se sintió muy débil y cansado. Las terribles emociones de las cuatro últimas
semanas empezaban a producir su efecto. Tenía el sistema nervioso completamente alterado y temblaba al más
ligero ruido.
No salió de su habitación en cinco días y concluyó por hacer una concesión en lo relativo a la mancha de
sangre del salón de la biblioteca. Puesto que la familia Otis no quería verla, era indudablemente que no la merecía.
Aquella gente estaba colocada a ojos vistas en un plano inferior de vida material y era incapaz de apreciar el valor
simbólico de los fenómenos sensibles.
La cuestión de las apariciones de fantasmas y el desenvolvimiento de los cuerpos astrales eran realmente para
él una cosa muy distinta e indiscutiblemente fuera de su gobierno. Pero, por lo menos, constituía para él un deber
ineludible mostrarse en el corredor una vez a la semana y farfullar por la gran ventana ojival el primero y el tercer
miércoles de cada mes. No veía ningún medio digno de sustraerse a aquella obligación.
Verdad es que su vida estuvo llena de crímenes, pero quitado eso era hombre muy concienzudo en todo
cuanto se relacionaba con lo sobrenatural.
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Así, pues, los tres sábados siguientes atravesó, como de costumbre, el corredor entre doce de la noche y tres
de la madrugada, tomando todas las precauciones posibles para no ser visto ni oído. Se quitaba las botas, pisaba
lo más ligeramente que podía sobre las viejas maderas carcomidas, envolvíase en una gran capa de terciopelo
negro y no dejaba de usar el engrasador Sol Naciente para, engrasar sus cadenas. Me veo precisado a reconocer
que sólo después de muchas vacilaciones se decidió a adoptar esta última forma de protegerse. Pero, al fin, una
noche, mientras cenaba la familia, se deslizó en el dormitorio del señor Otis y se llevó el frasquito. Al principio se
sintió un poco humillado, pero después fue suficientemente razonable para comprender que aquel invento merecía
grandes elogios y que cooperaba, en cierto modo, a la realización de sus proyectos.
A pesar de todo, no se vio cubierto de molestias. No dejaban nunca de tenderle cuerdas de lado a lado del
corredor para hacerle tropezar en la oscuridad, y una vez que se había disfrazado para el papel de «Isaac el Negro,
o el cazador del bosque de Hogsley», cayó de bruces al poner el pie sobre una plancha de maderas enjabonadas
que habían colocado los gemelos desde el umbral del salón de tapices hasta la parte alta de la escalera de roble.
Esta última afrenta le dio tal rabia que decidió hacer un esfuerzo para imponer su dignidad y consolidar su
posición social, y formó el proyecto de visitar a la noche siguiente a los insolentes chicos de Eton, en su célebre
papel de «Ruperto el temerario, o el conde sin cabeza».
No se había mostrado con aquel disfraz desde hacía setenta años, es decir, desde que causó con él tal pavor a
la bella lady Bárbara Modish, que ésta retiró su consentimiento al abuelo del actual lord Canterville y se fugó a
Gretna Green con el arrogante Jack Castletown, jurando que por nada del mundo consentiría en emparentar con
una familia que toleraba los paseos de un fantasma tan horrible por la terraza al atardecer.
El pobre Jack fue al poco tiempo muerto en duelo con arma de fuego por lord Canterville en terrenos de
Wandsworth y lady Bárbara murió de pena en Tumbridge Wells antes de terminar el año; así es que fue un gran
éxito en todo sentido. Sin embargo, fue, permitiéndome emplear un término teatral para aplicarle a uno de los
mayores misterios del mundo sobrenatural o, en lenguaje más científico, del mundo superior a la Naturaleza, una
creación de las más difíciles y necesitó sus tres buenas horas para terminar los preparativos.
Por fin todo estuvo listo y él contentísimo de su disfraz. Las grandes botas de montar, que hacían juego con el
traje, eran, eso sí, un poco holgadas para él, y no pudo encontrar más que una de las dos pistolas de arzón; pero,
en general, quedó satisfechísimo, y a la una y cuarto pasó a través del estuco y bajó al corredor.
Cuando estuvo cerca de la habitación ocupada por los gemelos, y a la que se llamaba el dormitorio azul por el
color de sus cortinajes, se encontró con la puerta entreabierta.
A fin de hacer una entrada efectista, la abrió de par en par con violencia, pero se le vino encima una jarra de
agua que le empapó hasta los huesos, no dándole en el hombro por unos milímetros. Al mismo tiempo oyó unas
risas sofocadas que partían de la doble cama con dosel.
Su sistema nervioso sufrió tal conmoción que regresó a sus habitaciones a toda prisa y al día siguiente tuvo
que permanecer en la cama con un fuerte catarro. El único consuelo que tuvo fue el de no haber llevado su cabeza
sobre los hombros, pues de lo contrario las consecuencias hubieran podido ser más graves.
Desde entonces renunció para siempre a espantar a aquella recia familia de americanos, y se contentó, por
regla general, con vagar por el corredor, en zapatillas de fieltro, envuelto el cuello en una gruesa bufanda, por
temor a las corrientes de aire, y provisto de un pequeño arcabuz, para el caso en que fuese atacado por los
gemelos.
Hacia el 19 de septiembre fue cuando recibió el golpe de gracia. Había bajado por la escalera hasta el
espacioso hall, seguro de que en aquel sitio por lo menos nadie le iba a molestar, y se entretenía en hacer
observaciones satíricas sobre las grandes fotografías del ministro de los Estados Unidos y de su mujer, hechas en
casa por Saroni y que ahora ocupaban el lugar de los retratos de la familia Canterville.
Iba vestido, sencilla pero decentemente, con un largo sudario salpicado de moho de cementerio. Se había
atado la quijada con una tira de tela amarilla y llevaba una linternita y un azadón de sepulturero. En una palabra,
iba disfrazado de «Jonás el desenterrador, o el ladrón de cadáveres de Chertsey Barn». Era una de sus creaciones
más notables y de la que guardaban recuerdo, con más motivo, los Canterville, ya que fue la verdadera causa de
su riña con lord Rufford, vecino suyo.
Serían próximamente las dos y cuarto de la madrugada, y a su juicio, no se movía nadie en la casa. Pero
cuando se dirigía tranquilamente hacia la biblioteca, para ver lo que quedaba de la mancha de sangre, se
abalanzaron hacia él, desde un rincón sombrío, dos siluetas, agitando locamente sus brazos sobre sus cabezas,
mientras gritaban a su oído:
-¡Uu! ¡Uu! ¡Uu!
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Lleno de pánico, cosa muy natural en aquellas circunstancias, se precipitó hacia la escalera, pero entonces se
encontró frente a Washington Otis, que le esperaba armado con la gran regadera del jardín; de tal modo, que
cercado por sus enemigos, casi acorralado, tuvo que evaporarse en la gran estufa de hierro colado, que felizmente
para él, no estaba encendida, y abrirse paso hasta sus habitaciones por entre los cañones de las chimeneas,
llegando a su refugio en el, lamentable estado en que lo pusieron la agitación, el hollín y la desesperación.
Desde aquella noche no volvió a vérsele nunca en expediciones nocturnas. Los gemelos se quedaron muchas
veces en acecho para sorprenderle, sembrando de cáscaras de nuez los corredores todas las noches, con gran
enojo de sus padres y de los criados. Pero fue inútil. Su amor propio estaba profundamente herido sin duda y no
quería mostrarse.
En vista de ello, míster Otis reanudó de nuevo el trabajo en su gran obra sobre la historia del partido
demócrata, obra que había empezado tres años antes.
La señora Otis organizó un almuerzo extraordinario, que dejó muy impresionados a todos los de la comarca.
Los niños se dedicaron a jugar a la barra, al echarte, al póquer y a otros juegos típicos de América.
Virginia dio paseos a caballo por caminos y veredas, en compañía del duque de Cheshire, que se hallaba en
Canterville pasando su última semana de vacaciones.
Todo el mundo se figuraba que el fantasma había desaparecido, y en consecuencia, míster Otis escribió una
carta a lord Canterville para comunicárselo, y recibió en contestación otra carta en la que éste le testimoniaba el
placer que le producía la noticia y enviaba sus más sinceras felicitaciones a la digna esposa del ministro.
Pero los Otis se equivocaban. El fantasma seguía en la casa, y aunque se hallaba muy delicado, no estaba
dispuesto a retirarse, sobre todo después de saber que figuraba entre los invitados el duque de Cheshire, cuyo tío,
lord Francis Stilton, apostó una vez cien guineas con el coronel Carbury a que jugaría a los dados con el fantasma
de Canterville.
A la mañana siguiente se encontraron a lord Stilton tendido sobre el suelo del salón de juego en un estado de
parálisis tal que, a pesar de la edad avanzada que alcanzó, no pudo ya nunca pronunciar más palabra que ésta:
-¡Seis dobles!
Esta historia era muy conocida en su tiempo, aunque, en atención a los sentimientos de las dos nobles
familias, se hiciera todo lo posible por ocultarla, y existe un relato detallado de todo lo referente a ella en el tomo
tercero de las Memorias de lord Tattle sobre el príncipe regente y sus amigos.
Desde entonces el fantasma deseaba vehementemente probar que no había perdido su influencia sobre los
Stilton, con los que además estaba emparentado, pues una prima hermana suya se casó en Secondesnoces con el
señor Bulkeley, del que descienden en línea directa, como todo el mundo sabe, los duques de Cheshire.
Por consiguiente, hizo sus preparativos para mostrarse al joven enamorado de Virginia en su famoso papel del
«Fraile vampiro, o el benedictino sin sangre».
Era un espectáculo tan espantoso que cuando la vieja lady Startup se lo vio representar, es decir, la víspera
del Año Nuevo de 1764, empezó a lanzar chillidos agudos, que le provocaron un fuerte ataque de apoplejía y su
fallecimiento al cabo de tres días, no sin que desheredara antes a los Canterville que eran sus parientes más
cercanos y legase todo su dinero a su farmacéutico de Londres.
Pero, a última hora, el terror que le inspiraban los gemelos le retuvo en su habitación y el joven duque durmió
tranquilo en el gran lecho con dosel coronado de plumas del dormitorio real, soñando con Virginia.
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V
U Unos días después, Virginia y su adorador de cabello rizado dieron un paseo a caballo por los prados de
Brockley, paseo en el que ella se desgarró su vestido de amazona al saltar un seto, y de vuelta a su casa, entró
por la escalera de detrás para que no la viesen.
Al pasar corriendo por delante de la puerta del salón de tapices, que estaba abierta de par en par, le pareció
ver a alguien dentro. Pensó que sería la doncella de su madre, que iba con frecuencia a trabajar a esa habitación.
Asomó la cabeza para encargarle que le cosiese el vestido.
¡Pero con gran sorpresa suya quien estaba allí era el fantasma de Canterville en persona!
Estaba sentado junto a la ventana contemplando las hojas doradas, que danzaban en el aire, desprendidas de
los árboles amarillentos, y las hojas bermejas que bailaban locamente a lo largo de la gran avenida. Tenía la
cabeza apoyada en una mano y toda su actitud revelaba el desaliento más profundo.
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Realmente presentaba un aspecto tan desamparado, tan abatido que la pequeña Virginia, en vez de ceder a su
primer impulso, que fue echar a correr y encerrarse en su cuarto, se sintió llena de compasión y se decidió a ir a
consolarle.
Tenía la muchacha un paso tan ligero y él una melancolía tan honda, que no se dio cuenta de su presencia
hasta que le habló.
-Lo he sentido mucho por usted -dijo-, pero mis hermanos regresan mañana a Eton y entonces, si se porta usted
bien, nadie le atormentará.
-Es absurdo pedirme que me porte bien -le respondió contemplando estupefacto a la jovencita que tenía la audacia
de dirigirle la palabra. Perfectamente inconcebible. Me es necesario arrastrar mis cadenas, gruñir a través de las
cerraduras, y deambular en la noche. Si es a eso a lo que se refiere, le diré que todo ello es la única razón de mi
existencia.
-Ésa no es una razón para vivir molestando a la gente. En sus tiempos fue usted muy malo, ¿sabe? La señora
Umney nos contó el mismo día en que llegamos, que usted mató a su esposa.
-Sí, lo reconozco -respondió petulante el fantasma-. Pero fue un asunto de familia que a nadie le importa.
-Está muy mal eso de matar a alguien -replicó Virginia, que a veces adoptaba una dulce actitud puritana, heredada
posiblemente de alguno de sus antepasados de la vieja Nueva Inglaterra.
-¡Oh, detesto la ramplona severidad de la ética abstracta! Mi esposa era muy poco agraciada y simplona. Nunca
pudo almidonar bien mis puños, y no sabía nada de cocina. Vea usted, un día cacé un magnífico cervatillo en los
bosques de Hogley, un espléndido gamo, ¿y sabe usted cómo me lo sirvió en la mesa?
Bueno..., eso ahora no importa, ya pasó; pero sin embargo, no hallo nada bien que sus hermanos me dejasen
morir de hambre, aunque yo la hubiese matado.
-¡Le dejaron morir de hambre! ¡Ay, señor fantasma! ¡Quiero decir, don Simón! ¿Tiene usted hambre? Tengo un
sandwich en mi costurero, ¿no lo quiere?
-No, gracias, ahora ya no necesito comer; pero de todas maneras, es usted muy amable. Es usted mucho más fina
y atenta que el resto de su familia que es tan ordinaria, horrorosa, vulgar, y que se conducen como bandoleros.
-¡Basta! -exclamó Virginia dando con el pie en el suelo-. El brutal, horrible y ordinario es usted. En cuanto a lo de
bandolero y ladrón, usted bien sabe que me ha robado las pinturas de mi caja para restaurar esa ridícula mancha
de sangre en la biblioteca. Primero me robó todos los rojos, incluyendo el bermellón, y ya no pude seguir pintando
las puestas de sol; después se llevó el verde esmeralda y el amarillo cromo; y por último no me han quedado más
que el azul añil y el blanco de China, de manera que sólo puedo pintar escenas de claro de luna, que siempre son
tristes y nada fáciles de pintar. Nunca lo acusé aunque ello me hacía sentir furiosa, y todo resultaba grotesco,
porque, ¿quién ha oído decir que exista la sangre de color verde esmeralda?
-Bueno, en verdad -dijo el fantasma, con cierta dulzura-, ¿qué iba yo a hacer? Es dificilísimo en los tiempos
actuales agenciarse sangre de verdad, y ya que su hermano empezó todo esto con su detergente Paragon, no veo
por qué no iba yo a usar sus colores para defenderme. En cuanto al tono, es cuestión de gusto.
Así, por ejemplo, los Canterville tienen sangre azul, la sangre más azul que existe en Inglaterra... Aunque ya
sé que ustedes los americanos no hacen el menor caso de esas cosas.
-No sabe usted nada, y lo mejor que puede hacer es emigrar y así se desarrollará su mentalidad. Mi padre tendrá
un verdadero gusto en proporcionarle un pasaje gratuito, y aunque haya derechos arancelarios elevadísimos sobre
toda clase de cosas espirituosas a usted no le pondrán trabas en la aduana. Y una vez en Nueva York puede usted
contar con un gran éxito. Conozco infinidad de personas que darían cien mil dólares por tener antepasados y que
sacrificarían mayor cantidad aún por tener un fantasma en la familia.
-Creo que no me gustaría América.
-Quizá se deba a que allí no tenemos ni ruinas ni curiosidades -dijo burlonamente Virginia.
-¡Qué curiosidades ni qué ruinas! -contestó el fantasma-. Tienen ustedes su marina y sus modales.
-Buenas noches; voy a pedir a papá que conceda a los gemelos una semana más de vacaciones.
-¡No se vaya, miss Virginia, se lo suplico! -exclamó el fantasma-. Estoy tan solo y soy tan desgraciado que no sé
qué hacer. Quisiera irme a dormir y no puedo.
-Es inconcebible: no tiene usted más que meterse en la cama y apagar la vela. Algunas veces es dificilísimo
permanecer despierto, sobre todo en una iglesia, pero, en cambio, dormir es muy sencillo, hasta los niños saben
dormir admirablemente, y no son nada ilustrados.
-Hace trescientos años que no duermo -dijo el anciano tristemente, haciendo que Virginia abriese mucho sus
hermosos ojos azules llenos de asombro-. Hace ya trescientos años que no duermo, y me siento tan cansado....
Virginia adoptó un grave continente y sus finos labios temblaron como pétalos de rosa.
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Se acercó y, arrodillándose al lado del fantasma, contempló su viejo rostro marchito.
-Pobre, pobre fantasma -murmuró-, ¿y no hay ningún lugar donde pueda usted dormir?
-Allá lejos, pasado el pinar -respondió él en voz baja y soñadora-, hay un jardincito. La hierba crece en él alta y
espesa; allí pueden verse las grandes estrellas blancas de la cicuta, allí el ruiseñor canta toda la noche. Canta toda
la noche, y la luna de cristal gélido deja caer su mirada y el tejo extiende sus brazos de gigante sobre los
durmientes.
Los ojos de Virginia se empañaron de lágrimas y ocultó la cara entre sus manos.
-Se refiere usted al jardín de la muerte -murmuró.
-Sí, de la muerte, ¡la muerte debe ser hermosa! ¡Descansar en la blanda tierra oscura, mientras las hierbas se
balancean encima de nuestra cabeza, y escuchar el silencio! No tener ni ayer ni mañana. Olvidarse del tiempo y los
males de la vida, quedar en paz. Usted puede ayudarme; usted puede abrirme el portal de la morada de la muerte,
porque el amor le acompaña a usted siempre, y el amor es más fuerte que la muerte.
Virginia tembló. Un estremecimiento helado recorrió todo su ser y durante unos instantes hubo un gran
silencio.
Parecíale vivir en un sueño terrible.
Entonces el fantasma habló de nuevo con una voz que resonaba como los suspiros del viento:
-¿Ha leído usted alguna vez la antigua profecía que hay sobre las vidrieras de la biblioteca?
-¡Oh, muchas veces! -exclamó la muchacha levantando los ojos-. La conozco muy bien. Está pintada con unas
curiosas letras negras y se lee con dificultad. No tiene más que estos seis versos:
Cuando una joven rubia logre hacer brotar
una oración de los labios del pecador,
cuando el almendro estéril dé fruto
y un pequeño deje correr su llanto,
entonces, toda la casa quedará tranquila
y volverá la paz a Canterville.
Pero no sé lo que significan.
-Significan que tiene usted que llorar conmigo mis pecados, porque no tengo lágrimas, y que tiene usted que rezar
conmigo por mi alma, porque no tengo fe, y entonces, si ha sido usted siempre dulce, buena y cariñosa, el ángel
de la muerte se compadecerá de mí. Verá usted seres terribles en las tinieblas y voces malignas susurrarán en sus
oídos, pero no podrán hacerle ningún daño, porque contra la pureza de una niña no pueden nada las potencias
infernales.
Virginia no contestó y el fantasma retorciose las manos en la violencia de su desesperación, sin dejar de mirar
la rubia cabeza inclinada.
De pronto se irguió la joven, muy pálida, con un fulgor extraño en los ojos.
-No tengo miedo -dijo con voz firme- y rogaré al ángel que se apiade de usted.
El fantasma, levantándose de su asiento y lanzando un débil grito de alegría, tomó su mano, e inclinándose
sobre ella con la gracia de los viejos tiempos, la besó.
Sus dedos estaban fríos como el hielo y sus labios abrasaban como el fuego, pero Virginia no flaqueó; después
la hizo atravesar la estancia sombría.
Sobre el tapiz de un verde apagado estaban bordados unos pequeños cazadores. Soplaban en sus cuernos
adornados con borlas y con sus lindas manos le hacían señas de que retrocediese.
-Vuelve sobre tus pasos, Virginia. No sigas. ¡Vete, vete! -gritaban. Pero el fantasma le apretaba en aquel momento
la mano con más fuerza, y ella cerró los ojos para no verlos.
Horribles alimañas de colas de lagarto y de ojos saltones hacían guiños maliciosos en las esquinas de la
chimenea, mientras le decían en voz baja:
-Ten cuidado, Virginia, ten cuidado. Podríamos no volver a verte. Pero el fantasma apresuró entonces el paso y
Virginia no oyó nada.
Cuando llegaron al extremo de la estancia, el viejo se detuvo, murmurando unas palabras que ella no pudo
comprender. Volvió Virginia a abrir los ojos y vio disiparse el muro lentamente, como una neblina, y abrirse una
negra caverna.
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Un áspero y helado viento les azotó, sintiendo la muchacha que alguien tiraba de su vestido.
-De prisa, de prisa -gritó el fantasma-, o será demasiado tarde. Y en el mismo momento el muro se cerró de nuevo
detrás de ellos y el salón de tapices quedó desierto.
C A P Í T U L O
V I
D Diez minutos después sonó la campana para el té y Virginia no bajó. La señora Otis envió a uno de los criados
a buscarla.
No tardó en volver diciendo que no había podido encontrar a miss Virginia por ninguna parte.
Como la muchacha tenía la costumbre de ir todas las tardes al jardín a coger flores para la cena, la señora Otis
no se preocupó en lo más mínimo. Pero sonaron las seis y Virginia no aparecía. Entonces su madre se sintió
seriamente intranquila y envió a sus hijos en su busca, mientras ella y su marido recorrían todas las habitaciones
de la casa. A las seis y media volvieron los muchachos diciendo que no habían encontrado huellas de su hermana
por parte alguna. Entonces se inquietaron todos extraordinariamente y nadie sabía qué hacer cuando míster Otis
recordó de repente que pocos días antes había permitido acampar en el parque a una tribu de gitanos.
Así pues, salió inmediatamente para Blackfell-Hollow, acompañado de su hijo mayor y de dos criados de la
granja. El joven duque de Cheshire, completamente loco de ansiedad, rogó con insistencia a míster Otis que le
dejase acompañarle, mas éste se negó temiendo que pudiese surgir algún conflicto. Pero cuando llegó al sitio en
cuestión vio que los gitanos se habían marchado, y era evidente que su partida había sido precipitada, pues el
fuego ardía aún y quedaban platos sobre la hierba.
Después de mandar a Washington y a los dos hombres a registrar los alrededores, se apresuraron a regresar y
envió telegramas a todos los inspectores de policía del condado, rogándoles buscasen a una joven raptada por
unos vagabundos o gitanos.
Luego hizo que le trajeran su caballo, y después de insistir para que su mujer y sus tres hijos se sentaran a la
mesa, partió con un caballerango por el camino de Ascot.
Había recorrido dos millas, cuando oyó un galope a su espalda. Se volvió, viendo al joven duque que llegaba
en su poni, con la cara sofocada y la cabeza descubierta.
-Lo siento muchísimo -le dijo el joven con voz entrecortada-, pero me es imposible comer mientras Virginia no
aparezca. Se lo ruego, no se enfade conmigo. Si nos hubiera permitido casarnos el año pasado no habría ocurrido
esto nunca. ¿No me rechaza usted, verdad? ¡No puedo ni quiero irme!
El ministro no pudo menos de dirigir una sonrisa a aquel mozo guapo y atolondrado, conmovidísimo ante la
abnegación que mostraba por Virginia, e inclinándose sobre su caballo, le golpeó el hombro cariñosamente y le
dijo:
-Pues bien, Cecil, ya que insistes en venir, no me queda más remedio que admitirte en mi compañía; pero, eso sí,
tengo que comprarte un sombrero en Ascot.
-¡Al diablo los sombreros! ¡Lo que quiero es encontrar a Virginia! -exclamó el duque riendo.
Y acto seguido galoparon hasta la estación.
Una vez allí, míster Otis preguntó al jefe si no habían visto en el andén a una joven cuyas señas
correspondiesen con las de Virginia, pero no averiguó nada sobre ella. No obstante lo cual el jefe de la estación
expidió telegramas a las estaciones del trayecto, ascendentes y descendentes, y le prometió ejercer una vigilancia
minuciosa.
En seguida, después de comprar un sombrero para el duque en una tienda de novedades que se disponía a
cerrar, míster Otis cabalgó hasta Bexley, pueblo situado cuatro millas más allá, y que, según le dijeron, era muy
frecuentado por los gitanos, ya que cerca de allí había una numerosa comunidad rural.
Hicieron levantarse al guarda del lugar, pero no pudieron conseguir ningún dato de él.
Así es que, después, de atravesar y explorar los contornos, los dos jinetes tomaron otra vez el camino de casa,
llegando a Canterville a eso de las once, rendidos de cansancio y con el corazón desgarrado por la inquietud. Se
encontraron allí con Washington y los gemelos, esperándoles a la puerta con linternas, porque la avenida estaba
muy oscura.
No se había descubierto la menor señal de Virginia. Los gitanos fueron alcanzados en el prado de Brockley,
pero no estaba la joven entre ellos. Explicaron la prisa de su marcha diciendo que habían equivocado el día que
debía celebrarse la feria de Chorton y que el temor de llegar demasiado tarde les obligó a darse prisa.
Además parecieron desconsolados por la desaparición de Virginia, pues estaban agradecidísimos a míster Otis
por haberles permitido acampar en su parque. Cuatro de ellos se quedaron detrás para tomar parte, en las
pesquisas.
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Se hizo vaciar el estanque de las carpas. Registraron la finca en todos sentidos, pero no consiguieron nada.
Era evidente que Virginia estaba perdida, al menos por aquella noche, y fue con un aire de profundo
abatimiento como entraron en casa míster Otis y los jóvenes seguidos del caballerango que llevaba de las bridas
los dos caballos y al poni.
En el vestíbulo se encontraron con el grupo de los criados llenos de terror.
La pobre señora Otis estaba acostada sobre un sofá de la biblioteca, casi loca de terror y de ansiedad, y su
vieja ama de gobierno le humedecía la frente con agua de colonia. En seguida míster Otis instó a su esposa para
que comiese algo, y dio órdenes para que se sirviese la cena. Fue una comida triste, pues casi nadie hablaba, y
hasta los gemelos se veían espantados y sumisos, pues querían entrañablemente a su hermana.
Cuando terminaron, míster Otis, a pesar de los ruegos del joven duque, mandó que todo el mundo se fuese a
la cama diciendo que ya no podía hacerse nada más aquella noche, y que al día siguiente telegrafiaría a Scotland
Yard para que pusieran inmediatamente varios detectives a su disposición.
Pero en el preciso momento en que salían del comedor sonaron las doce en el reloj de la torre.
Apenas acababan de extinguirse las vibraciones de la última campanada cuando oyose un crujido acompañado
de un grito penetrante.
Un trueno estentóreo bamboleó la casa; una melodía, ultraterrena, flotó en el aire. Un lienzo de pared se
desprendió bruscamente en lo alto de la escalera y sobre el rellano, muy pálida, casi blanca, apareció Virginia
llevando en la mano un cofrecillo.
Inmediatamente todos la rodearon.
La señora Otis la estrechó apasionadamente entre sus brazos.
El duque casi la ahogó con sus besos, apasionados, y los gemelos ejecutaron una danza de guerra salvaje
alrededor del grupo.
-¡Por Dios, hija! ¿Dónde estabas? -dijo míster Otis, bastante enfadado, creyendo que les había querido dar una
broma pesada-. Cecil y yo hemos recorrido toda la comarca en busca tuya, y tu madre ha estado a punto de
morirse de espanto. No vuelvas a dar bromas de ese género a nadie.
-¡Menos al fantasma, menos al fantasma! -gritaron los gemelos continuando sus brincos.
-Hija mía querida, gracias a Dios que te hemos encontrado; ya no nos volveremos a separar -murmuraba la señora
Otis besando a la muchacha, toda trémula y acariciando sus cabellos de oro, que se veían despeinados.
-Papá -dijo dulcemente Virginia-, estaba con el fantasma. Ha muerto ya. Es preciso que vayáis a verle.
Fue muy malo, pero se ha arrepentido sinceramente de todo lo que había hecho y antes de morir me ha dado
esta caja de joyas. Toda la familia la contempló muda y asombrada, pero ella tenía un aire muy circunspecto y
muy serio. En seguida, dando media vuelta, les precedió a través del hueco de la pared y bajaron por un corredor
secreto y angosto. Washington les seguía llevando una vela encendida que cogió de la mesa. Por fin, llegaron a
una gran puerta de roble con clavos recios y oxidados.
Virginia la tocó, y entonces la puerta giró sobre sus goznes enormes y se hallaron en una habitación estrecha y
con bajo techo abovedado, y que tenía una ventanita enredada. Junto a una gran argolla de hierro empotrada en
el muro, a la cual estaba encadenado se veía un esqueleto, extendido cuan largo era sobre las losas.
Parecía estirar sus dedos descarnados, como intentando llegar a un plato y a un cántaro, de forma antigua,
colocados de tal forma que no pudiese alcanzarlos. El cántaro había estado lleno de agua indudablemente, pues
tenía su interior tapizado de moho verde. Sobre el plato no quedaba más que polvo.
Virginia, arrodillada junto al esqueleto y, uniendo sus finas manos, comenzó a rezar en silencio, mientras la
familia contemplaba con asombro la horrible tragedia, cuyo secreto se les acababa de revelar.
-¡Oigan! -exclamó de pronto uno de los gemelos, que había ido a mirar por la ventanita, queriendo adivinar hacia
qué lado del edificio caía aquella habitación-. ¡Oigan! El antiguo almendro, que estaba seco, ha florecido. Se ven
admirablemente las flores a la luz de la luna.
-¡Dios le ha perdonado! -dijo gravemente Virginia, levantándose. Y un magnífico resplandor parecía iluminar su
rostro.
-¡Eres un ángel! -exclamó el joven duque rodeándole el cuello con el brazo y besándola.
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V I I
Cuatro días después de estos curiosos sucesos, a eso de las once de la noche, salía un fúnebre cortejo de
Canterville House.
La carroza iba arrastrada por ocho caballos negros, cada uno de los cuales llevaba adornada la cabeza con un
gran penacho de plumas de avestruz, que se inclinaban como saludando.
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La caja de plomo iba cubierta con un rico paño púrpura, sobre el cual estaban bordadas en oro las armas de
los Canterville.
A cada lado del carro y de les coches marchaban los criados, llevando antorchas encendidas. Toda aquella
comitiva tenía un aspecto grandioso e imponente.
Lord Canterville presidía el duelo; había venido del País de Gales expresamente para asistir al entierro y
ocupaba el primer coche con la pequeña Virginia.
Después iban el ministro de los Estados Unidos y su esposa, y detrás Washington y los dos muchachos.
En el último coche iba la señora Umney. Todo el mundo convino en que después de haber sido atemorizada
por el fantasma por espacio de más de cincuenta años, tenía realmente derecho a verle desaparecer para siempre.
Cavaron una profunda fosa en un rincón del cementerio, precisamente bajo el tejo centenario, y dijo las
últimas oraciones, del modo más solemne, el reverendo Augusto Dampier.
Una vez terminada la ceremonia, los criados, siguiendo una antigua costumbre establecida en la familia
Canterville, apagaron sus antorchas.
Luego, al bajar la caja a la fosa, Virginia se adelantó, colocando encima de ella una gran cruz hecha con flores
de almendro, blancas y rosadas.
En aquel momento salió la luna de detrás de una nube e inundó el cementerio con sus rayos de silenciosa
plata, y de un bosquecillo cercano se elevó el canto de un ruiseñor.
Virginia recordó la descripción que le hizo el fantasma del jardín de la muerte; sus ojos se llenaron de lágrimas
y apenas pronunció una palabra durante el regreso a la casa.
A la mañana siguiente, antes que lord Canterville partiese para la ciudad, la señora Otis conferenció con él
respecto de las joyas entregadas por el fantasma a Virginia.
Eran magníficas. Había sobre todo un collar de rubíes, en una antigua montura veneciana, que era un
espléndido trabajo del siglo XVI, y el conjunto representaba tal cantidad que míster Otis sentía grandes escrúpulos
en permitir a su hija el aceptarlas.
-Milord -dijo el ministro-, sé que en este país el concepto de vanos muertas, se aplica lo mismo a los objetos
menudos que a las tierras, y es evidente, evidentísimo para mí, que estas joyas deben quedar en poder de usted
como legado de familia. Le ruego, por lo tanto, que consienta en llevárselas a Londres, considerándolas
simplemente como una parte de su herencia que le fuera restituida en circunstancias extraordinarias. En cuanto a
mi hija, no es más que una chiquilla, y hasta hoy, me complace decirlo, siente poco interés por esas futilezas de
lujo superfluo. He sabido igualmente por la señora Otis, cuya autoridad no es despreciable en cosas de arte, dicho
sea de paso, pues ha tenido la suerte de pasar varios inviernos en Boston cuando era una jovencita, que esas
piedras preciosas tienen un gran valor monetario y que si se pusieran en venta producirían una bonita suma. En
estas circunstancias, lord Canterville, reconocerá usted, indudablemente, que no puedo permitir que queden en
manos de ningún miembro de mi familia. Además de que todas esas baratijas y chucherías y todos esos juguetes,
por muy apropiados y necesarios que sean a la dignidad de la aristocracia británica, estarían fuera de lugar entre
personas educadas de acuerdo con los severos principios, según los inmortales principios, pudiera decirse, de la
sencillez republicana. Quizá me atrevería a decir que Virginia tiene gran interés en que le deja usted la cajita que
encierra esas joyas en recuerdo de las locuras y de los infortunios de su antepasado. Y como esa caja ya es muy
vieja y, por consiguiente, deterioradísima, quizá encuentre usted razonable acoger favorablemente su deseo. En
cuanto a mí, confieso que me sorprende grandemente ver a uno de mis hijos demostrar interés por una cosa de la
Edad Media, y la única explicación que le encuentro es que Virginia nació en un barrio de Londres, a poco de
regresar la señora Otis de una excursión a Atenas.
Lord Canterville escuchó con gran atención y muy serio el discurso del digno ministro, atusándose de vez en
cuando su bigote gris, para ocultar una sonrisa involuntaria.
Una vez que hubo terminado míster Otis, le estrechó cordialmente la mano y contestó:
-Mi querido amigo, su encantadora hija ha prestado un servicio importantísimo a mi desgraciado antecesor, sir
Simón. Mi familia y yo estamos llenos de gratitud hacia ella por su maravilloso valor y por la sangre fría que ha
demostrado. Las joyas le pertenecen, sin duda alguna, y creo que si tuviese yo la suficiente insensibilidad para
quitárselas, el viejo malvado saldría de su tumba al cabo de quince días para hacerme la vida infernal. En cuanto a
que sean joyas de familia, no podrían serlo sino después de estar especificadas como tales en un testamento en
forma legal, y la existencia de estas joyas permaneció siempre ignorada. Le aseguro que son tan mías como de su
mayordomo. Cuando miss Virginia sea mayor, creo que le encantará tener cosas tan lindas para lucir. Además,
míster Otis, olvida usted que adquirió el inmueble y el fantasma bajo inventario. De modo que todo lo que
pertenece al fantasma le pertenece a usted. A pesar de las pruebas de actividad que ha dado sir Simón por el
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corredor, no por eso deja de estar menos muerto, desde el punto de vista legal, y su compra le hace a usted
dueño de lo que le pertenecía a él.
Míster Otis se quedó muy preocupado ante la negativa de lord Canterville, y le rogó que reflexionara
nuevamente su decisión; pero el excelente par se mantuvo firme y terminó por convencer -al ministro de que
aceptase el regalo del fantasma.
Cuando en la primavera de 1890 la duquesa de Cheshire fue presentada por primera vez en la recepción de la
reina, con motivo de su casamiento, sus joyas fueron tema de general comentario y admiración. Porque Virginia
fue agraciada con la diadema que se otorga como recompensa a todas las americanitas de buena conducta, y se
casó con su novio en cuanto éste llegó a la mayoría de edad.
Eran ambos tan simpáticos y agradables, y además se amaban de tal manera, que no hubo quien no estuviese
encantado con aquel matrimonio, menos la anciana marquesa de Dumbleton que había hecho todo lo posible por
«pescar» al joven duque casarle con alguna de sus siete hijas. Para conseguirlo no dio menos de tres comidas
costosísimas; y, cosa extraña de notarse, míster Otis en cierto modo la había ayudado. Míster Otis sentía una viva
simpatía personal por el duque, pero teóricamente era enemigo de los títulos nobiliarios y, según sus propias
palabras: «era de temer que, entre las influencias enervantes de una aristocracia ávida de placeres, llegase a
olvidar su hija los verdaderos principios de la sencillez republicana».
Sus observaciones quedaron olvidadas cuando avanzó por la nave central de la iglesia de San Jorge, en
Hanover Square, llevando a su hija, apoyada en su brazo, hacia el altar. No había en esos momentos un padre más
orgulloso en todo el territorio de Inglaterra.
El duque y la duquesa, pasada ya la luna de miel, regresaron a Canterville Chase; y al día siguiente de su
llegada, por la tarde, fueron a dar una vuelta por el cementerio solitario del atrio de la iglesia próxima al pinar.
Al principio, se había tenido una serie de dificultades acerca de la inscripción que debería figurar en la lápida
de sir Simón, pero al fin se decidió grabar sólo las iniciales del nombre de aquel caballero y los versos que estaban
escritos sobre la ventana de la biblioteca. La duquesa trajo consigo un ramo de rosas precioso y lo dejó sobre la
tumba; y después de permanecer unos momentos de pie, caminaron dirigiéndose hacia el claustro en ruinas de la
vieja abadía; la duquesa se sentó sobre el caído pilar de una columna, mientras que su esposo, descansando a sus
pies, fumaba un cigarrillo contemplando a su esposa y mirando sus bellos ojos. De pronto, tiró el cigarro, le tomó
la mano y le dijo:
-Virginia, una buena esposa nunca debe tener secretos para su esposo.
-¡Querido Cecil! Yo no tengo secretos para ti.
-Sí que los tienes -contestó él sonriendo-. Nunca me has contado lo que te pasó mientras estuviste encerrada con
el fantasma.
-Nunca se lo he contado a nadie, Cecil -dijo Virginia con una actitud reposada y seria.
-Ya lo sé, pero a mí podrías decírmelo.
-Por favor no me preguntes, Cecil; no puedo decírtelo. ¡Pobre sir Simón! Le debo mucho. Sí, no te rías, Cecil, de
veras, mucho le debo. Me hizo ver lo que era la vida, y lo que significa la muerte; y por qué el amor es más fuerte
que ambas.
El duque se levantó inclinándose para besar amorosamente a su esposa.
-Puedes guardarte tu secreto mientras pueda ser yo el dueño de tu corazón -murmuró.
-Ese siempre ha sido tuyo, Cecil.
-Y algún día se lo contarás a nuestros hijos, ¿no es verdad? Virginia se sonrojó.
FIN
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