FACULTAD DE CIENCIAS ECONÓMICAS (UBA) TEORÍA Y TÉCNICA IMPOSITIVA I CURSO DEL DR. GUSTAVO DIEZ PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES INTERPRETACIÓN DE LAS LEYES TRIBUTARIAS PROFESOR: GERMÁN JOSÉ RUETTI MATERIAL DE ESTUDIO 1 1. Principios constitucionales 1.1. Principio de legalidad y de reserva de ley tributaria 1.1.1. Principio de legalidad El principio de legalidad se puede encuadrar en las dos secciones del Derecho Constitucional: en el de la libertad como límite en el ejercicio del poder tributario y como asignación de una competencia en el Derecho Constitucional del poder. En su enunciación más sencilla, éste dice que no puede haber tributo sin ley o sólo por ley deben crearse tributos. En nuestro país, el órgano que tiene la competencia exclusiva para crear tributos es el Congreso. El Poder Ejecutivo tiene prohibido crear tributos. Dentro de la doctrina nacional, Segundo Linares Quintana habla de la legalidad fiscal. Jarach se refiere a la legalidad como la partida de nacimiento del derecho tributario moderno. Giuliani Fonrouge dice que la primera limitación al poder tributario es dar satisfacción al principio de legalidad. Este autor es el único que basa el principio de legalidad en la parte dogmática de la Constitución (art. 19). Giuliani Fonrouge sostiene que la raíz del principio de legalidad tributaria lo constituye el art. 19 de la C.N. con arreglo al cual “nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda ni privado de hacer lo que aquella no prohibe”. De esta forma, la regla es la libertad y no la prohibición, por lo que la realización de determinados actos no se convierten en hechos jurídicos que generan la obligación de pagar un tributo sino que se genera porque una ley así lo establece expresamente. El art. 19 se refiere a la reserva de ley en sentido material, es decir norma jurídica obligatoria cualquiera fuera la fuente a partir de la cual se genera, y no hace distinción de fuentes y al no hacer la distinción de fuentes se debe respetar desde la C.N. hasta el acto administrativo de alcance general del último funcionario que puede dictar actos administrativos con contenido normativo. Para otros autores, el principio de legalidad se encuentra en una serie de disposiciones de la C.N., como por ejemplo el art. 4 (rentas que integran el Tesoro Nacional) que hace referencia entre otras cosas a las demás contribuciones que equitativa y proporcionalmente a la población establece el Congreso. Así, en materia de contribuciones, se afirma la competencia del Congreso. 2 Hay otras disposiciones que incidentalmente se refieren al principio de legalidad como el art. 9 que dice que en todo el territorio nacional no habrá más aduanas que las nacionales en las cuales regirán las tarifas que fije el Congreso; el tercer enunciado del art. 17 expresa que sólo el Congreso impone las contribuciones del art. 4 asignando de esta forma una competencia al Congreso con exclusión de cualquier otro poder del Estado para establecer contribuciones (tributos). El principio de legalidad se puede afirmar positiva o negativamente. Se afirma positivamente cuando se asigna la competencia de crear tributos en el Congreso y, negativamente, cuando se excluye la competencia de otros órganos. El art. 17 cuando dice “sólo el Congreso” afirma el principio positivo y negativamente. El art. 29 de la C.N. lo afirma en sentido negativo al establecer que “el Congreso no puede conceder al Ejecutivo Nacional ni las legislaturas provinciales a los gobernadores de provincia, facultades extraordinarias ni la suma del poder público ni otorgarles sumisiones o supremacías por las que la vida, el honor o la fortuna de los argentinos queden a merced del gobierno o persona alguna. Se entiende que esta norma tiene una afirmación negativa del principio de legalidad porque excluye la posibilidad de la competencia por conducto de la delegación. En los artículos 36 y siguientes de la C.N., tras la reforma constitucional del año 1994, tenemos disposiciones que tienen que ver con las fuentes del derecho tributario y explícitamente en el art. 39 el tema se define con relación a la iniciativa popular que es una forma de implementación de la democracia semidirecta. El tercer párrafo aclara que no son objeto de iniciativa popular los proyectos de ley referidos a tributos. En lo que hace al trámite parlamentario, el art. 52 da el carácter de cámara de origen para la creación de tributos a la Cámara de Diputados, ya que en este órgano está representada (en mayor medida que la Cámara de Senadores) la voluntad popular mientras que en el Senado está la representación institucional de las provincias. En cambio, en materia de coparticipación de impuestos, la cámara de origen será el Senado por estar involucrada la distribución de renta federal y también en lo referente a la cláusula del progreso, del bienestar o de la prosperidad que trata sobre las iniciativas que tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones (art. 75 inciso 2 y 19). El art. 76 prohíbe la delegación legislativa; sin embargo, admite la delegación impropia condicionándola a materia administrativa y emergencia pública 3 siempre que sea por tiempo determinado y que tenga en cuenta una ley de bases en la que se defina la política legislativa. El art. 99 se refiere a las atribuciones del Poder Ejecutivo en el cual la afirmación negativa del principio de legalidad está en el inciso 2 que prohíbe la creación de nuevos hechos imponibles por vía reglamentaria y el inciso 3 prohibe los reglamentos de necesidad y urgencia en materia tributaria, penal, electoral y de partidos políticos. La prohibición para el ejecutivo no solamente se vincula con la creación del tributo (impuesto, tasa o contribución), sino con cualquier modificación que se intente de la norma tributaria vigente. 1.1.2. Legalidad tributaria como principio en la faz aplicativa de los tributos Es importante distinguir como juega este principio en la faz normativa y en la faz aplicativa de la ley tributaria. La faz normativa apunta a la creación de la norma jurídico tributaria en ejercicio de la potestad tributaria normativa y la faz aplicativa alude al obrar de la administración fiscal en el marco de expresa legalidad. Simón Acosta y Eusebio González García sostienen que desde el punto de vista de la esfera normativa, cuando se atiende a la fuente del Derecho Tributario sustantivo, corresponde hablar de “reserva de ley”, es decir, que sólo las leyes dictadas por el Congreso pueden ser fuente (formal y material) del Derecho Tributario sustantivo, mientras que hablar de legalidad no apunta a la esfera de gestación normativa del Derecho Tributario sustantivo, sino a la esfera aplicativa vinculando a la administración en la gestión recaudatoria con el bloque de legalidad. Predicar “legalidad” es predicar la legalidad de la administración frente a la C.N., del Estado frente a la C.N., del poder legislativo frente a la C.N., del juez frente al derecho y en definitiva de la administración frente al derecho. El principio de legalidad, así concebido, predica que un acto es acto del Estado administración si una norma con forma de ley interpretada de cierta manera le atribuye facultades para interferir en la libertad jurídica del individuo. El acto estatal debe ser aplicado mediante interpretación efectiva de una ley del congreso o de reglamentos y ordenanzas que sean de aplicación válida mediata o inmediata de aquella ley. Esto es la legalidad en la faz netamente aplicativa. 4 El vínculo de legalidad marca la relación entre la norma y la administración. En la faz aplicativa se predica la legalidad en el acto de la administración en la medida en que la administración obre con competencia. Y aquí es sabido que la capacidad de obrar de la administración no emana de la regla contenida en el art. 19 C.N. (por el cual todas las personas pueden actuar libremente en tanto no exista una ley que lo prohíba) sino que la administración sólo puede hacer (y en consecuencia obrar) en aquello que le fue expresamente autorizado. En tanto no se halle autorizada, no puede interferir, con sus actos, la libertad jurídica de las personas. En suma, la noción del principio como “legalidad” queda precisado para aludir a la subordinación del obrar de la administración a la ley, de modo que la administración sólo puede desempeñarse en las materias para las que cuenta con autorización en forma inmediata e incluso mediata por habilitación de la ley. 1.1.3. Reserva de ley tributaria El principio de reserva de ley tributaria constituye una regla de Derecho Constitucional Tributario universalmente adoptada por los ordenamientos jurídicos contemporáneos. Por él se requiere que para la sanción de leyes tributarias tomen necesaria intervención los órganos depositarios de la voluntad general, cualquiera que sea su denominación y modo de funcionamiento, lo que vendrá dado por la tradición institucional y el tipo de organización política adoptada (Parlamento, Asamblea General, Congreso, Legislatura, etc.). Este principio de reserva se vincula con el “consentimiento” brindado por los súbditos a los monarcas para el establecimiento de impuestos extraordinarios a partir de los albores de la Baja Edad Media, siendo un lugar común establecer su origen en la Carta Magna del 15 de junio de 1215, arrancada por los barones de Inglaterra al Rey Juan Sin Tierra. La doctrina especializada (por todos, José Casás) se inclina por la denominación “reserva de ley”, en lugar de “legalidad” (antes tratado), ya que sólo el órgano depositario de la voluntad general (el órgano legislativo) se encuentra habilitado para instituir tributos, revistiendo, en la esfera de creación del derecho, el carácter de “norma de normación”. Es decir, el término “reserva de ley” queda limitado a la faz de creación o faz normativa. Desde el punto de vista tributario, la ley tiene que ser en sentido formal y material. 5 A) Ley en sentido formal: porque requiere de una norma jurídica sancionada por el Congreso. Un reglamento o un decreto si bien son leyes, lo son en sentido material porque no es el órgano constitucionalmente investido del poder tributario el que los dicta. Solamente uno de los poderes del Estado (Poder Legislativo) es el que está investido de la facultad de crear tributos y a través de la historia del principio este órgano es el depositario de la voluntad general. Sobre la base de la noción de división de poderes solamente uno de los poderes es el investido del poder tributario, el poder exigir prestaciones patrimoniales coactivas. Con arreglo al principio de legalidad en su dimensión formal (art. 4 y art. 17, 3° enunciado de la C.N.) solamente el Congreso es titular del poder tributario, en este sentido los actos emanados del Congreso con forma de ley o bajo la fórmula de ley son ley en sentido formal y el contenido material se lo da la forma de estructuración a través de una enunciación impersonal, universal y abstracta de la definición de los antecedentes a cuya verificación se le enlazará como consecuente la obligación del pago del tributo. B) Ley en sentido material: sabido es que las normas tributarias describen en términos genéricos, abstractos e impersonales hechos imponibles a los cuales enlazan –verificada su comprobación en el campo de la realidad– la obligación de pagar el tributo y este es el contenido material de la ley. Luqui sostiene que la ley debe contener el hecho imponible, los sujetos obligados al pago, el método o sistema de determinación, determinar la base de cálculo en sus lineamientos esenciales, las alícuotas que se aplicarán para fijar el monto del tributo, las exenciones, los supuestos de infracciones, las sanciones correspondientes, el órgano administrativo con competencia para recibir el pago y el tiempo por el que se paga el tributo. Alberto Xavier sostiene que la hipótesis de incidencia tributaria se enlaza con la teoría del tipo penal, es decir que describiendo determinadas situaciones que van a tener una dimensión material, personal, temporal, espacial y además un componente cuantitativo en términos de base y de tarifa para establecer la obligación tributaria. Dar satisfacción a este requisito de tipicidad pero en términos abstractos, universales e impersonales también es dar satisfacción al principio de legalidad en su contenido material. Existen distintas posiciones doctrinales sobre el alcance de la reserva de ley en materia tributaria, distinguiéndose teoría ortodoxa de legalidad, y otra atenuada o flexible. 6 La reserva de ley ortodoxa, rígida o absoluta implica la existencia de ley en sentido formal y material que contenga todos los elementos esenciales del tributo, como ser el hecho imponible, sujetos, objeto, base imponible, alícuotas, mecanismo determinativo y exenciones; requiriendo, además, que no quede librada la caracterización de los componentes relativos a la identidad y entidad de los gravámenes a la acción del Poder Ejecutivo. Para la teoría flexible, la ley se exige siempre para la creación del tributo, debiéndose definir en ella sólo los elementos esenciales que sirven para individualizarlo, como ser: sujetos activo y pasivo y hecho imponible, no siendo absolutamente precisa la regulación de los otros elementos, cuya regulación se delegan en general al órgano ejecutivo. A este último criterio adscriben Italia y España, mientras que repasando nuestro texto constitucional, podríamos aseverar que se adhiere al sistema ortodoxo, aunque con algunas morigeraciones introducidas por una flexibilización de sus límites, que condujo a un aumento de las facultades de la administración en la materia. En la actualidad, se admite que el Congreso delegue al Poder Ejecutivo, por razones técnicas o de celeridad, dentro de bases determinadas, el aumento o disminución de la alícuota impositiva, lo que no implica el abandono del criterio ortodoxo que se vino imponiendo inclusive antes de la reforma constitucional, a través de conocidos precedentes judiciales. 1.1.4. Fundamentos del principio de reserva de ley tributaria Para Casás, las diversas doctrinas que se han expuesto para fundar el principio, sólo brindan una justificación adecuada para cada uno de los distintos tiempos históricos que fueron atravesando las prácticas financieras, mostrándose por ello en forma parcialmente incompleta, débil o pasible de refutación. Por ello, el citado autor sostiene que el fundamento del principio de reserva de ley en materia tributaria debe entenderse como resultante de la conjunción del mecanismo de autoimposición, de la organización política basada en la separación de órganos y funciones, en la garantía de los derechos individuales y generales, y en el medio eficaz para el perfeccionamiento del derecho. Las tesis legitimantes del principio de legalidad pueden sintetizarse de la siguiente manera: a) El consentimiento de los impuestos: es una modalidad de autonormación que la sociedad se dicta a través de sus representantes, lo que permite, más allá de las limitaciones de los regímenes políticos y de las deformaciones institucionales, sostener categóricamente que en el Estado Social y Democrático de Derecho, la autoimposición es una realidad difícilmente 7 refutable, fruto de la participación deliberada y responsable de ciudadanos libres, constituidos en cuerpo electoral, que no sólo elige a sus representantes en los órganos legislativos, sino que al seleccionarlos por sus propuestas, los habilita para votar los recursos necesarios para el sostenimiento de la comunidad políticamente organizada, conforme a sus aspiraciones de equidad y justicia. b) La separación de órganos y funciones: constituye un elemento que reafirma el principio de reserva de ley en materia tributaria, evitando la tendencia al desborde y al exceso del Departamento Ejecutivo en general, y de la Administración fiscal en particular. c) La función garantística de la libertad y de la propiedad: la salvaguarda del derecho de propiedad bien entendido, con el significado y alcance de su contemporánea dimensión y función social, se convierte en un imperativo, si se desea evitar la pugna de los excesos del Ejecutivo. d) La intervención de los órganos más genuinamente representativos de la voluntad general: constituyen igualmente una garantía de una acción legislativa comprometida en la búsqueda del bienestar general, del afianzamiento de la seguridad jurídica, y del perfeccionamiento del derecho, esto último, como consecuencia de la publicidad del trámite parlamentario y la consiguiente difusión pública. 1.1.5. Jurisprudencia “DOÑA SARA DONCEL DE COOK CONTRA LA PROVINCIA DE SAN JUAN SOBRE REPETICIÓN DE PAGO”: 06/09/1929, Fallos 155:290. El caso: la actora entabló demanda contra la Provincia de San Juan por repetición de la suma pagada en las siguientes circunstancias: la Ley 18 de Febrero de 1925 fue modificada la Ley de Patentes, elevando su importe. Con la excusa de reglamentar aquella disposición legal, el Poder Ejecutivo de la Provincia dictó un decreto reglamentando, en realidad, las operaciones de préstamo de dinero, sobre las que no existía ley alguna. Así, alegó que el decreto era ilegal por cuanto la Ley de Patentes no la obligaba, desde el momento que no ha realizado ninguna de las operaciones que determinaba el gravamen bajo su vigencia. Sentencia de la Corte: reafirmó que nuestra Constitución, en sus arts. 4, 17, consagra la máxima de que sólo el Congreso impone las contribuciones nacionales, y estas disposiciones han de entenderse como bases inmutables 8 para los gobiernos de provincia. Así, en la Provincia de San Juan no pueden hacerse efectivo otros impuestos locales que los creados por las leyes u ordenanzas, sin que le sea posible al Poder Ejecutivo establecer otros o extender los existentes a distintos objetos que los expresamente previstos en aquellas leyes. El Decreto del Poder Ejecutivo de la Provincia de San Juan, en cuanto crea un impuesto nuevo, es violatorio del régimen representativo republicano garantido por la Constitución Nacional y de los principios consagrados en los arts. 4, 5, 17, 31, 33 y 106. “LA MARTONA S.A. V/PROVINCIA DE BUENOS AIRES S/REPETICIÓN DE UNA SUMA DE DINERO”: 07/12/1938, Fallos 182:411. El caso: la actora promovió demanda contra la provincia por repetición de una suma de dinero que pagó bajo protesta en concepto de servicios de inspección veterinaria, creado por el decreto reglamentario de la ley 4070 de ejercicio de la medicina veterinaria, ley que no obliga a los establecimientos industriales a soportar una inspección especial ni crea impuesto alguno o autoriza a hacerlo. Sentencia de la Corte: afirmó que la ley de la Provincia de Buenos Aires Nº 4070 no tenía precepto alguno que estableciera impuesto, tasa, retribución de servicios o cualquier clase de gravamen y así, el decreto reglamentario instituye un gravamen fiscal al margen de la ley. El Poder Ejecutivo de la Provincia carece de facultades constitucionales para crear por decreto un gravamen no establecido en la ley 4070 en concepto de servicios de inspección veterinaria. “FLEISCHMANN ARGENTINA INC.”: 13/06/1989, Fallos 312:912. El caso: La oficina química del Estado determinó que la “Royalina”, si bien no esta contemplado en el Código Alimentario Nacional, es un producto que puede considerarse un refresco a la luz de las definiciones y exigencias de dicho Código, por lo cual entendió que es un “polvo deshidratado mezclado o no con sustancias de uso permitido, u obtenido artificialmente por mezcla de sus componentes, que por disolución en agua potable, origina una bebida refrescante”. Ello en razón de la finalidad del artículo 69 de la ley de Impuestos Internos que dice que los refrescos estarán gravados con un impuesto interno del 25%. Sentencia de la Corte: sentenció que “La Royalina” no es strictu sensu un refresco, un jarabe, ni un extracto o concentrado, en el estado que presenta al momento de su expendio y además, que el uso posterior que le da el consumidor implica un último proceso que se encuentra fuera del ámbito impositivo. Por otra parte, no todos los impuestos al consumo tienen un 9 régimen legal idéntico, toda vez que comprenden hechos imponibles que difieren entre sí, por las operaciones alcanzadas, por la base imponible y la alícuota. Y así, con cita a “Frigorífico Bancalari” sostuvo que no cabe aceptar la analogía en la interpretación de las normas tributarias materiales, para extender el derecho más allá de lo previsto por el legislador. 1.2. Derecho de propiedad 1.2.1. Derecho de propiedad Nuestra Constitución consagra una verdadera protección en su art. 17 al derecho de propiedad, el cual, en palabras de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, comprende todos los intereses apreciables que un hombre pueda poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad. De nada valdría que la Constitución garantizara la propiedad privada, su uso y disposición mientras, por vía indirecta, la tributación vaciara de contenido efectivo el apuntado derecho. Esto ha permitido a nuestro Alto Tribunal descalificar aquellos gravámenes con efectos o alcances confiscatorios que absorban una parte sustancial de la renta o del capital, más allá que la prohibición de la confiscación de bienes a que se refiere la Constitución, se halle vinculada únicamente a las sanciones de tipo penal que persigan tales fines. El derecho constitucional de propiedad, que en la doctrina judicial de la Corte Suprema de la Nación se identifica con todos los intereses apreciables que un hombre pueda tener fuera de sí mismo, de su vida y de su libertad, se encuentra consagrado y fuertemente protegido por la Constitución que proclama su inviolabilidad y enfatiza que nadie puede ser privado de ella sino en virtud de sentencia fundada en ley, subrayando que la expropiación por causa de utilidad publica, debe ser calificada por ley y previamente indemnizada (art. 17). La Corte Suprema de la Nación, al definir el alcance del derecho de propiedad, ha señalado que el principio de la inviolabilidad de la propiedad, asegurado en términos amplios por el citado art. 17, protege con igual fuerza y eficacia tanto los derechos emergentes de los contratos como los constituidos por el dominio y sus desmembramientos. 1.2.2. Deber de contribuir al sostenimiento del Estado 10 El poder tributario tiene fundamento constitucional pues, dentro de la teoría del Estado, no basta afirmar que el Estado es una forma de organización política de la sociedad, sino que la existencia del poder implica, como presupuesto, la existencia de recursos. Sin renta no hay gobierno. Algunos sostienen que el impuesto es el precio que debemos pagar por vivir en una sociedad organizada a través de un Estado garante de los derechos de sus integrantes. El elemento básico para el desarrollo de la actividad financiera, más allá de que existan otros medios de financiamiento del Estado (el endeudamiento), es el tributo. El impuesto debemos comprenderlo sin la tensión entre tributo y propiedad, pues los impuestos son presupuestos esenciales del Estado, que a su vez es garante de la propiedad como de los demás derechos. Ello en modo alguno implica desconocer la existencia de límites, los cuales si se traspasan el tributo deja de ser contribución común para convertirse en despojo por vaciamiento efectivo del derecho de propiedad. 1.2.3. Principio de Generalidad La generalidad o universalidad del impuesto se refiere a la forma de distribución entre todos los habitantes, que como tales están obligados en la medida que les corresponda, a contribuir con los gastos del Estado, en compensación por los beneficios de orden colectivo y particular que del mismo reciben. Por su parte, la uniformidad se refiere a la forma de determinación o aplicación del impuesto a cada uno de los obligados, y debe entenderse como referida a cada clase de categoría de contribuyente El principio de generalidad en materia tributaria puede resumirse como aquél en virtud del cuál todos los integrantes de la sociedad deben contribuir al sostenimiento del Estado conforme su capacidad contributiva. Cabe distinguir entre los principios constitucionales tributarios y los principios tributarios constitucionalizados. Los primeros son aquellos principios de aplicación a todo el ordenamiento jurídico e incluso al tributario, como por ejemplo el principio de igualdad. Mientras que los segundos, como el de capacidad contributiva, son principios eminentemente tributarios que han ido logrando su constitucionalización, haciéndose presentes a la fecha en Estatutos fundamentales de diversos países. La generalidad es un principio tributario “constitucionalizado”. Villegas sostiene que los principios de igualdad y generalidad se encuentran asociados. El principio de generalidad no se trata solamente de que todos 11 deban pagar tributos según la generalidad, sino que nadie debe ser eximido por privilegios personales, de clase, de linaje o de casta. La Corte Suprema entiende que la uniformidad y generalidad de los impuestos son condiciones esenciales para que se cumpla la regla de igualdad, no siendo admisible que se grave a una parte de la población en beneficio de otra o que se efectúen distinciones arbitrarias, inspiradas en propósitos manifiestos de favor o de hostilidad para determinadas personas, instituciones o clases. 1.2.4. La equidad y la proporcionalidad Siendo que los impuestos constituyen uno de los principales recursos para la formación del Tesoro Nacional, es lógico que el texto constitucional establezca normas a su respecto. Al efecto, enuncia su art. 4º que “las contribuciones que imponga el Congreso deben ser equitativas y proporcionales a la población”. En el mismo sentido el art. 75 inc. 2, al referirse a las contribuciones directas que puede imponer el Congreso en ciertas circunstancias, establece que ellas deben ser “proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación”. La idea de igualdad trae aparejada la de proporcionalidad. A diferentes riquezas, impuestos o cargas diferentes en proporción invariable a aquellas, pero siempre en un criterio de estricta igualdad dentro de cada categoría o clase de riqueza y de igual proporción entre todas ellas. La proporcionalidad a la población de que habla el art. 4º, complementado con el principio del art. 16, no debe entenderse como relativa al numero de habitantes del país, sino que debe interpretarse como referida a la riqueza de la población, de tal manera que el gravamen guarde una proporción con la riqueza del contribuyente, expresada a través de cualquiera de los hechos imponibles que la ley grava. Dentro de la idea de proporcionalidad –y por lo tanto del concepto de igualdad– se encuentra el principio o sistema de la progresividad como base del impuesto: A mayor riqueza, mayor impuesto. Parte de una base de justicia social que exime de las cargas a los contribuyentes menores, aumentando las tasas en proporción variable al aumento de la riqueza imponible. La equidad como base del impuesto va mas allá del orden positivo, representando el fundamento filosófico, deontológico o de justicia de las contribuciones. La equidad viene a confundirse con la idea de justicia. Como base de los impuestos, la equidad no significa mas que la justicia de los mismos; el fin justo e ideal que debe regir su imposición y distribución siendo en este sentido base y fin de todo el derecho positivo. 12 Dentro del principio de igualdad han tenido cabida los principios de proporcionalidad y progresividad del impuesto La proporcionalidad de las contribuciones tiene por principio fundamental la igualdad tributaria, y es indudable que no hay igualdad ahí donde la proporcionalidad es un concepto puramente formal y no real. Es decir, que la proporcionalidad formal que no asegure el principio de gravar en idénticas circunstancias y condiciones (reales y no formales) con idénticos impuestos, no puede asegurar la garantía de igualdad, ni los conceptos de generalidad y uniformidad de los impuestos que son sus corolarios y que constituyen la esencia de un buen sistema impositivo. La aparición del principio de capacidad contributiva (como fundamento de la obligación de pago del tributo) trajo aparejado que se admitiera un más amplio reconocimiento de las exenciones impositivas a favor de aquellos individuos de escasos recursos, extendiendo las franquicias del impuesto a la renta a otros impuestos directos, así como también a los indirectos mediante una valoración selectiva de los consumos gravados y de las tasas aplicables. 1.2.5. Principio de no confiscatoriedad de los tributos Como hemos dicho, si la potestad tributaria no tuviera límites, la propiedad privada quedaría aniquilada. Es por ello que la Corte ha reconocido el principio de “no conficatoriedad” de los tributos como una consecuencia necesaria del derecho de propiedad. Equiparado por Jarach con el de equidad, se vincula con la protección constitucional del derecho de propiedad, el que, sin desmedro de su función social, no resulta viable destruirlo a través de impuestos destructivos del capital fuente. La jurisprudencia tradicional de la Corte ha considerado confiscatorios aquellos impuestos que absorben más del 33 % de la renta (en materia de enriquecimientos gratuitos originados en herencias u otras transmisiones gratuitas; o bien más del 33 % de la renta potencial de inmuebles racionalmente explotados en materia de impuestos inmobiliarios, en especial rurales). La referencia al 33% del “capital” es considerara exorbitante por la doctrina nacional (García Belsunce, Villegas, Navarro, Spisso) con base en que los impuestos patrimoniales resultan complementarios de aquellos que gravan rentas, y están ordinariamente diseñados a fin de ser cancelados con éstas y no con exacciones a su capital fuente. En el diseño de ese principio la reiterada jurisprudencia de la Corte Suprema ha señalado de manera invariable que para que se configure la 13 confiscatoriedad se debe producir una absorción por parte del Estado de una porción sustancial de la renta o del capital, agregando que a los efectos de su apreciación cuantitativa se debe estar al valor real de los bienes y no a su valuación fiscal, y considerar su productividad posible, esto es, su capacidad productiva potencial. Una cuestión que en los últimos años concitó el interés de la doctrina es la impugnación global del régimen tributario por confiscatorio. La doctrina de la Corte Suprema ha respondido afirmativamente a la posibilidad de demandar la declaración de inconstitucionalidad por confiscatorios de tributos nacionales, provinciales y municipales en forma simultanea. En caso que se demande conjuntamente a la Nación y a una o varias provincias, la Corte Suprema ha reconocido expresamente que el juicio es de competencia originaria de la Corte, como la única forma de conciliar lo preceptuado por el art. 117 de la Constitución nacional, con la prerrogativa jurisdiccional que le asiste al Estado nacional al fuero federal sobre la base de lo dispuesto en el art. 116. En forma genérica, la Corte Suprema ha dicho que para que la inconstitucionalidad de un tributo –por confiscatorio– opere, es necesario que se demuestre que dicho pago excede la capacidad económica del contribuyente; la premisa de tal conclusión está constituida, obviamente, por la existencia de una manifestación de riqueza o de capacidad contributiva como indispensable requisito de validez de todo gravamen, la cual se verifica aun en los casos en que no se exige de aquélla que guarde estricta proporción con la cuantía de la materia imponible. La Corte Suprema ha desarrollado con amplitud la teoría de que las contribuciones no pueden ser confiscatorias, lo son cuando absorben una parte sustancial de la propiedad o de la renta. Así, históricamente en el año 1911 la Corte Suprema declaró inconstitucional el impuesto sobre los legados establecido por una ley provincial, el cual establecía un gravamen del 50% sobre el total del legado, puntualizando que: el poder de crear impuestos está sujeto a ciertos principios que se encuentran en su base misma, y entre otros al de que ellos se distribuyan con justicia habiéndose observado con fundamento que las imposiciones que prescindan de aquellos no serían impuestos sino despojo (“Rosa Melo de Cane c. Provincia de Buenos Aires”). Cuarenta años después, la Corte Suprema mantuvo su postura al declarar inconstitucional una contribución sobre legados por abarcar el 36,60% del mismo (“Gobierno de Italia c. Consejo Nacional de Educación”). 14 La Corte Suprema ha querido establecer el quántum de dicha teoría fijando un porcentaje del 33% como tope de validez constitucional de ciertos tributos, exceptuando otros (Impuesto a la Renta) según los fallos que se refieren al Impuesto Inmobiliario, el cual no puede superar el 33% de la renta –y no del capital como erróneamente se ha querido conceptuar– calculada según el rendimiento normal medio de una correcta y adecuada explotación, salvo en el caso de aquellos propietarios radicados en el extranjero, de inmuebles ubicados dentro del territorio argentino, en que se admitió que el tributo podía ascender hasta el cincuenta por ciento del rendimiento normal de un inmueble. En materia de contribución territorial la Corte Suprema tuvo en cuenta el “rendimiento normal y medio de una correcta explotación del fundo afectado”, con prescindencia de la supresión o disminución de utilidades provenientes de circunstancias eventuales o de la inadecuada administración del contribuyente, siendo el rendimiento normal del inmueble, la “administración realizada en forma racional y eficiente”, sin gastos desmedidos y conforme a las condiciones y posibilidades del contribuyente (“Genaro García c. Provincia de Córdoba”). Para la Corte Suprema de Justicia de la Nación, si bien todo impuesto tiene que responder a una capacidad contributiva, la determinación de las diversas categorías de contribuyentes puede hacerse por motivos distintos de la sola medida de su capacidad económica. Aquí entra en análisis la finalidad extrafiscal de los tributos. Admitido que los impuestos trascienden en las sociedades modernas los fines exclusivamente fiscales en su determinación, puede considerarse no sólo la mayor o menor capacidad contributiva de cada uno, sino también un mayor o menor deber de contribuir, que no sólo tiene como razón de ser la capacidad económica de quien contribuye. Por las características de los bienes, por el modo de poseerlos o explotarlos, por la mayor o menor vinculación del dueño con el país en que la riqueza gravada tiene su asiento o su fuente, por la clase de actividad que con ella se realiza, etc., ese deber puede ser mayor habiendo de por medio valores económicos iguales a los de otros contribuyentes a quienes se cobra menos y viceversa; y este principio es el que esta Corte ha utilizado para fundamentar su reconocimiento de sobretasas o recargos al ausentismo o al latifundio. Es oportuno recordar también que “si bien la inconstitucionalidad de los impuestos por su monto procedería cuando aniquilasen la propiedad o su renta en su sustancia, el control de constitucionalidad en el punto, aunque debe preservar el derecho de propiedad en el sentido lato que le ha 15 adjudicado esta Corte, encuentra fundamento en la relación en que tal derecho -cuya función social se ha de tener presente- se halla con la medida de la obligación de contribuir a las necesidades comunes que puede imponerse a sus titulares por el hecho de serlo. El límite admisible de la carga fiscal no es absoluto sino variable en el tiempo y en las circunstancias y sólo encuentra óbice en lo que una tradicional jurisprudencia del Tribunal ha fijado (“Gomez Alzaga, Martín Bosco c. Buenos Aires, Provincia de s/Inconstitucionalidad”, 21/12/99). 1.2.6. Jurisprudencia “DOLORES COBO DE MACCHI DI CELLERE V/PROVINCIA DE CÓRDOBA”: 21/07/1941, Fallos 190:231. El caso: la actora promovió demanda contra la provincia por devolución de sumas de dinero pagadas en concepto de contribución territorial por los campos de su propiedad por el año 1938 que ya habían sido pagadas. La Dirección de Rentas persistió en hacer figurar como impagas las cuotas correspondientes a 1938 y liquidó, además de ese año y 1939, un impuesto por ausentismo por los años 1934 a 1939 y con multa del quíntuplo por el año 1934. Alega la actora que la ley de contribución territorial de Córdoba (que en su art. 12 establece una tasa progresiva que alcanza el 50%) viola el principio de igualdad, por habérselo dictado a fin de perseguir la acumulación de grandes fortunas en una sola mano, función económica reguladora que es privativa del Congreso; además es confiscatorio por el elevadísimo porcentaje que de la renta absorbe la tasa progresiva. Sentencia de la Corte: La Corte sentenció que no es valedera la tacha de inconstitucionalidad fundada en la desigualdad del impuesto territorial pues es legítima la facultad del Congreso y de las legislaturas provinciales para establecer categorías que no sean arbitrarias. Nada se opone a que se haga distingos entre propiedades urbanas y rurales. Ahora bien, puede ser inconstitucional la ley cordobesa si en algunas de las categorías se llega a la exacción o a la confiscación de la propiedad o de la renta por acción de la tasa del impuesto o de la tasación arbitraria. La Corte concluyó que el mismo, que absorbe más del 50% de las utilidades que produce el inmueble rural gravado, es confiscatorio y violatorio del art. 17 de la C.N. 16 “DOÑA ROSA MELO DE CANÉ, SU TESTAMENTARIA; SOBRE INCONSTITUCIONALIDAD DE IMPUESTO A LAS SUCESIONES EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES”: 16/12/1911, Fallos 115:111. El caso: en los autos testamentarios de la señora se promovió incidente entre el representante del consejo general de educación, el albacea de la testamentaria y el fiscal eclesiástico, sosteniendo éstos últimos que la intervención del primero era indebida (había solicitado el pago del 50% sobre el importe de dichos legados), por cuanto el legado hecho por la testadora de la mitad de sus bienes a la iglesia parroquial del Pilar y la otra mitad a la iglesia de San Antonio de Areco, no están comprendidos en la disposición del inciso 3º del artículo 62 de la ley de educación común, que establece que el fondo permanente de las escuelas se formará, entre otros, con el 50% de toda institución a favor del alma o de establecimiento religioso. Así, dicha normativa sería inconstitucional. Sentencia de la Corte: en primer lugar, hay que señalar que en varios fallos anteriores la Corte admitió la constitucionalidad en general de los impuestos provinciales a las herencias. La igualdad de los impuestos requerida por el art. 16 no se opone a la clasificación en tres categorías de contribuyentes del inciso 3º del art. 62 de la ley cuestionada, porque respecto de los establecimientos religiosos, el legislador no estaba inhabilitado para distinguir entre ellos y las personas particulares. Por otra parte, el art. 2 de la carta fundamental no impide que la iglesia pueda ser sometida al pago de contribuciones comunes sobre los bienes que posea o reciba como persona jurídica y no con ocasión o motivos de actos de culto. No obstante, en el caso, el impuesto del 50% es una verdadera exacción o confiscación que ha venido a restringir los derechos de propiedad y de testar que la Constitución consagra en sus arts. 17 y 20 en favor de ciudadanos y extranjeros, toda vez que alcanza a una parte substancial de la propiedad o a la renta de varios años de capital gravado. “MARCELO A. MONTARCE V. DIRECCIÓN NACIONAL DE ADUANAS”, 17/09/1974, Fallos 289:443. El caso: la cuestión radicaba en determinar si los tributos objeto de repetición, abonados por el contribuyente con motivo de la importación de discos clásicos para uso propio, afectaban los arts. 4, 17 y 67 inciso 16 de la C.N. por exceder las alícuotas aplicables, en su conjunto, el 33% del valor de los mismos. 17 Sentencia de la Corte: sostuvo que en el caso no es aplicable la jurisprudencia del Tribunal que tiene declarado que determinados impuestos, en la medida que exceden el 33% de su base imponible, afectan la garantía de la propiedad por confiscatorios, ya que se trata de tributos que gravan la importación de mercaderías dentro de un marco de finalidades disuasivas (donde el gravamen representa uno o más veces el valor de la mercadería objeto de importación) que el Estado utiliza para la promoción de los intereses económicos de la comunidad. Así, el poder impositivo constituye un valioso instrumento de regulación económica en la medida que corresponde a las exigencias del bien general. 1.3. Principio de igualdad 1.3.1. El principio de igualdad El principio de igualdad en materia tributaria se fundamenta, nuclearmente, en el art. 16 de la Constitución Nacional que reza: “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento, no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”. La igualdad tributaria se vincula con la riqueza de los potenciales contribuyentes, entendiendo por la misma las distintas manifestaciones de capacidad contributiva que ellos poseen (los ingresos, patrimonio, la circulación y el consumo). Dicho principio se desgaja en dos planos (conforme autorizada doctrina de la materia), un plano horizontal y otro vertical. En el primero (plano horizontal) el principio se identifica con el de generalidad, esto es, que a igualdad de capacidad contributiva el impuesto debe ser igual y por tanto, dada una determinada manifestación de riqueza, todos aquellos que ostentan un mismo nivel de ella –dentro sí de los diferentes grupos en los que se pueden categorizar a los contribuyentes– deben pagar una misma cantidad de impuesto. Sobre dicha base, todos aquellos sujetos que se hallen en la misma categoría deberán pagar cuantía idéntica de impuesto. La igualdad en el plano vertical se identifica con la proporcionalidad, consagrada en el artículo 4º de la Constitución Nacional al decir que “El Gobierno Federal provee a los gastos de la Nación con los fondos del Tesoro Nacional formado del producto de derechos de importación y exportación, de 18 la venta o locación de tierras de propiedad nacional, de la renta de Correos, de las demás contribuciones que equitativa y proporcionalmente a la población imponga el Congreso General, y de los empréstitos y operaciones de crédito que decrete el mismo Congreso para urgencias de la Nación, o para empresas de utilidad nacional”, y ésta con la capacidad contributiva, constituyendo un plexo armónico de principios que no pueden ser tomados por separado sin con ello desnaturalizar la finalidad que los inspira. La Constitución se refiere a la igualdad no sólo cuando habla de tributos. De la frase “todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos” puede entenderse que a todas las personas se le atribuyen iguales derechos, es decir es la igualdad referida a los derechos que se le atribuyen a las personas. Lo importante es la igualdad entre las personas y la igualdad en los derechos que se le atribuyen. Esto es importante para entender qué es el tratamiento tributario igual, esto significa que las personas deben ser tratadas de forma igual por los tributos porque tienen atribuidos iguales derechos y son iguales personas. Es necesario entender la frase constitucional “la igualdad es la base de las cargas públicas” a partir de la no discriminación. Las personas son discriminadas en la tributación cuando al crearse un tributo se consideran, para su discriminación, un conjunto de criterios que son el sexo, la etnia, la religión, el pensamiento, la raza, etc. Entonces puede considerarse que las personas son discriminadas si son tratadas de forma diferente por alguno de estos motivos. La Corte Suprema lo ha sostenido de esa forma en el fallo “Unanue Ignacio” al decir que la garantía constitucional de la igualdad no se propone erigir una regla férrea en materia impositiva sino impedir que se establezcan distinciones con el fin de optimizar o favorecer arbitrariamente a determinadas personas o clases como sería si quisieran depender de diferencias de color, raza, nacionalidad, religión, opinión política u otras consideraciones que no tengan relación posible con los deberes de los ciudadanos como contribuyentes, esto significa que tratar a los individuos de manera igual implica que esta prohibido hacer distinciones que impliquen tratar de manera hostil a los individuos. Ahora bien, hay coincidencia en que en ciertas situaciones, para respetar la igualdad hay que distinguir porque sino la estaríamos violando. La igualdad es igual tratamiento en igual capacidad contributiva. Se introduce así la capacidad contributiva pero no como principio aparte de la igualdad sino como el criterio que se debe respetar para tratar de manera igual a las personas. Un tributo es igualitario si y solo si trata de manera igual a las 19 personas que están en idéntica situación respecto a su capacidad contributiva. Entonces tenemos prohibido distinguir a las personas de acuerdo a su pensamiento pero estamos obligados a distinguirlas de acuerdo a su capacidad contributiva. Como sostiene Casás, hay una correlación entre los derechos individuales y los recursos que los individuos poseen. Un individuo empieza a tener capacidad contributiva cuando posee más recursos de los que se necesitan para ejercer de una manera media los derechos que tiene reconocidos. Cuantos más recursos tiene menos es afectado el individuo en el ejercicio de sus derechos. Se logra reemplazar la cuestión del sacrificio porque el ejercicio de un derecho puede ser cuantificado, saber cuál es su costo. Desde este punto de vista resulta razonable que aquellos individuos que tienen mayor cantidad de recursos tributen más porque tienen que estar en mejores condiciones para ejercer los derechos. La no discriminación suele llamarse igualdad ante la ley, la progresividad como igualdad por la ley y que los individuos deban ser tratados de manera igual en igualdad de circunstancias distinguidas por su capacidad contributiva se denomina igualdad en la ley. 1.3.2. Igualdad ante la ley La igualdad ante la ley es la resultante de las postulaciones impulsadas por la Revolución Francesa y derivación del “principio de universalidad de la ley”, a través de un sistema de normas que tiene como destinatarios el conjunto de la sociedad, como reacción a las diferencias y privilegios hasta ese entonces vigente. Se la denomina también “igualdad formal” o “igualdad jurídica” y se convierte en una noción útil para proscribir determinadas discriminaciones fundadas en razones de raza, lengua, sexo, religión, ideas políticas u origen social, pero, de todos modos, perpetúa las profundas disparidades reales en una sociedad no homogénea con clases marcadamente diferenciadas. En la causa “Criminal c. Don Guillermo Olivar, por complicidad en delito de rebelión” (Fallos: 16:118, 01/05/1875) la Corte sostuvo que el principio de igualdad ante la ley no es otra cosa que el derecho a que no se establezcan excepciones o privilegios que excluyan a unos de lo que se concede a otros en iguales circunstancias, aplicando a los casos ocurrentes la ley según las diferencias constitutivas de ellos. 1.3.3. Igualdad por la ley 20 La igualdad por la ley atiende a reclamar un mayor aporte de quienes más tienen, para luego, a través del gasto público, poner especial empeño en los requerimientos de aquellos sectores con necesidades insatisfechas. También adquiere relevancia en relación a las distintas regiones del país en conexión con el principio de solidaridad federal que reconoce apoyatura en la Constitución Nacional. 1.3.4. Igualdad en la ley La igualdad en la ley obliga a que la ley trate en forma igual a los iguales y en forma desigual a los desiguales, clasificando a los contribuyentes y a la materia imponible sobre la base de criterios razonables esencialmente influidos por la capacidad contributiva de los sujetos llamados a atender las cargas. Lo expresado en el párrafo precedente, sin dejar de asumir que en la tributación extrafiscal podrán ponderarse circunstancias ajenas a la capacidad económica de los contribuyentes siempre y cuando el tratamiento dispar atienda a la consecución de fines y objetivos acordes con el programa y los valores constitucionales. La vinculación entre el principio de igualdad y de capacidad contributiva es que los individuos deben ser tratados de manera igual por la tributación ante la igualdad de capacidad contributiva. Hay que analizar que significa tratar de manera igual a los individuos que tienen distinta capacidad contributiva. Una posibilidad sería el tratamiento proporcional, es decir que hay una alícuota constante ante la variación de la capacidad contributiva, todos ingresan en la misma proporción de acuerdo a su capacidad contributiva. Otra posibilidad es el tratamiento progresivo, es decir que varía la alícuota a medida que varía la capacidad contributiva. La progresividad y proporcionalidad son dos maneras de darle forma a la igualdad frente a diferentes capacidades contributivas. El límite a la progresividad está dado por la no confiscatoriedad. Decir que los individuos deben ser tratados de manera igual cuando revelan igual capacidad contributiva se denomina generalidad. Algunos autores consideran a la generalidad como una dimensión de la igualdad y otros la consideran de manera autónoma, como si existiera un principio de generalidad. El principio de generalidad implica referirse a la vinculación entre el principio de igualdad y el de capacidad contributiva. 1.3.6. Jurisprudencia 21 “LORENZO LARRALDE Y OTROS”: 02/03/1959. El caso: los actores pidieron a la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires que declarase inconstitucional las normas del impuesto inmobiliario correspondiente al año 1947 por sus campos; ello por no haberse tenido en cuenta la existencia del condominio (es decir, se consideró a fin de gravar con el tributo como si se tratara de un único propietario) aplicándose en cada caso la escala sobre la valuación total de los inmuebles y no sobre las respectivas porciones indivisas. La Corte de Buenos Aires rechazó el planteo por entender que el impuesto cuya inconstitucionalidad se pedía era real y por tanto, innecesario era la investigación sobre el número de condóminos o titulares de dominio a efectos de hacer una división de la carga impositiva. Sentencia de la Corte: cita sus propios precedentes en los cuales el hecho de gravar al condómino con un por ciento correspondiente al valor total del inmueble (y no solamente de su parte indivisa) importaba una alteración del régimen jurídico del condominio establecido por el Código Civil. No obstante, en el caso traído a debate, reafirmó que las provincias conservan todas las facultades no delegadas a la Nación y así, pueden libremente establecer impuestos sobre todas las cosas que forman parte de su riqueza general y determinar los medios de distribuirlos, sin otras limitaciones que las que resulten de la Constitución Nacional. No se hallaba en el caso alterado el régimen del Código Civil relativo al condominio, porque, en efecto, si bien cada condómino goza de una indudable individualidad con respecto a la porción ideal de su derecho, carece totalmente de ella cuando no se trata del derecho, sino de la cosa: en todas sus relaciones con ésta, no cuenta cada condómino, sino que es solamente la totalidad de ellos la que integra la única voluntad común necesaria para la realización de actos. Tratándose, como en el caso, de un impuesto que por definición, afecta la riqueza con independencia de la consideración de la capacidad contributiva personal del contribuyente, es arbitrario fundar la cuestión en el ataque al principio constitucional de igualdad. Por último, la división de los copropietarios es interna y relativa al derecho, no a la cosa, por lo que el Fisco de la Provincia ha podido prescindir de esa división interna del derecho para atenerse a la indivisión de la cosa. Confirmó así la sentencia apelada. “DON IGNACIO UNANUE Y OTROS CONTRA LA MUNICIPALIDAD DE LA CAPITAL, SOBRE DEVOLUCIÓN DE DINERO PROVENIENTE DEL IMPUESTO A LOS STUDS”: 21/09/1922, Fallos 138:313. El caso: los actores pidieron la repetición de las sumas pagadas por el 22 impuesto a los studs alegando la ilegalidad de la Ordenanza Municipal que gravaba con un derecho de inspección los locales para stud. Fundaron su demanda en que: a) el impuesto de inspección establecido por la Municipalidad de la Capital sobre los locales para stud era ilegal pues en realidad constituía un impuesto sobre los caballos, vulnerando de esa manera el art. 67, inciso 27 de la C.N. por el cual sólo el Congreso es competente para legislar en la Capital Federal; b) era violatorio del art. 16 de la C.N. desde que no se aplicaba a todas las caballerizas o locales en que se alojan caballos, sino exclusivamente a los destinados a caballos de carrera. Rechazada en Primera instancia y en Cámara, con base en que tal ordenanza impugnada gravaba el local, la cuadra, sitio o lugar destinado a alojar y cuidar los animales, facultad legal conforme a su estatuto, pues no se trataba de una patente de caballo por el hecho de tomar como base cada caballo. Sentencia de la Corte: la primera cuestión a dilucidar es la de la oposición de la ordenanza con las disposiciones de la ley Orgánica que determina las facultades impositivas de la Municipalidad y así, por erróneas que fueren la interpretación o aplicación de una ley destinada a regir solamente en la capital Federal, no pueden ser revisadas por la Corte Suprema en el recurso extraordinario, mientras no afecten o envuelvan cuestiones especialmente regidas por la Constitución. La alegación de que resulta violatorio del art. 67, inciso 27 no es tal, ya que es evidente que la validez o nulidad de la ordenanza no puede depender de la inteligencia que se atribuya a dicha cláusula, sino de la interpretación que corresponda dar a la Ley Orgánica sancionada por el congreso en virtud de la facultad recordada. Consecuentemente, la ilegalidad del impuesto no puede ser revisada. Con relación al agravio de igualdad, la Constitución establece que en condiciones análogas deberán imponerse gravámenes idénticos, por lo que el impuesto de inspección sobre los locales de studs no es inconstitucional, desde que todas las caballerizas comprendidas en la dominación de studs son gravadas con una base uniforme y la distinción de los locales destinados a cuidar caballos de carreras es razonable. Confirmó la sentencia. “DOLORES COBO DE MACCHI DI CELLERE V/PROVINCIA DE CÓRDOBA”: 21/07/1941, Fallos 190:231. El caso: la actora promovió demanda contra la provincia por devolución de sumas de dinero pagadas en concepto de contribución territorial por los campos de su propiedad por el año 1938 que ya habían sido pagadas. La Dirección de Rentas persistió en hacer figurar como impagas las cuotas correspondientes a 1938 y liquidó, además de ese año y 1939, un impuesto por ausentismo por los años 1934 a 1939 y con multa del quíntuplo por el año 1934. 23 Alegó la actora que la ley de contribución territorial de Córdoba (que en su art. 12 establece una tasa progresiva que alcanza el 50%) viola el principio de igualdad, por habérselo dictado a fin de perseguir la acumulación de grandes fortunas en una sola mano, función económica reguladora que es privativa del Congreso; además es confiscatorio por el elevadísimo porcentaje que de la renta absorve la tasa progresiva. Sentencia de la Corte: dijo que no es valedera la tacha de inconstitucionalidad fundada en la desigualdad del impuesto territorial pues ese mismo Tribunal ha reconocido en copiosa jurisprudencia, la facultad del Congreso y de las legislaturas provinciales para establecer categorías que no sean arbitrarias y nada se opone dentro del espíritu de esa jurisprudencia a que se haga distingos entre propiedades urbanas y rurales. El propósito no sólo fiscal sino de justicia social perseguido por el Gobierno de Córdoba mediante el impuesto de contribución territorial no se halla al margen de las normas de la Constitución Nacional. Dicha Ley, en cuanto fija categorías de bienes inmuebles a los fines del impuesto territorial para hacerlo progresivo, no ha reglamentado la propiedad substituyéndose al Código Civil ni viola el principio de igualdad establecido en el art. 16 de la C.N.. Ahora bien, la ley cordobesa si es inconstitucional si en algunas de las categorías se llega a la exacción o a la confiscación de la propiedad o de la renta por acción de la tasa del impuesto o de la tasación arbitraria. La Corte concluyó que el mismo, que absorbe más del 50% de las utilidades que produce el inmueble rural gravado, es confiscatorio y violatorio del art. 17 de la C.N. 1.4. Principio de capacidad contributiva 1.4.1. El principio de capacidad contributiva Este principio se encuentra estrechamente ligado al principio de igualdad y proporcionalidad, y es por ello que un sector de la doctrina especializada ha sostenido que más que un principio tributario autónomo es una forma de entender la generalidad y la igualdad de las cargas fiscales. Adam Smith lo introdujo en sus ideas económicas al afirmar que “... Los súbditos de todo Estado deberían contribuir al sostenimiento del gobierno tanto como sea posible, en proporción a sus respectivas posibilidades...; esto es en proporción a las rentas que disfrutan bajo la protección del Estado ...”. “... El gasto del gobierno para los individuos de una gran nación es análogo al gasto de administración para los copropietarios de una gran finca en la que 24 están todos obligados a contribuir en proporción a sus respectivas participaciones en la finca ...” y “... En la observancia o inobservancia de este principio consiste lo que se llama la igualdad de la imposición ...”. La capacidad contributiva (también denominada capacidad económica) se exterioriza a través de parámetros o manifestaciones inmediatas o directas (renta y patrimonio) como también a través de manifestaciones mediatas o indirectas (producción, circulación y consumo). La capacidad contributiva no es una medida exacta y absoluta, sino que es una apreciación política que hace el legislador respecto de la situación de distintos contribuyentes. Jarach ha dicho que la capacidad contributiva es la aptitud del contribuyente para ser sujeto pasivo de obligaciones tributarias, aptitud que viene establecida por la presencia de hechos reveladores de riqueza (capacidad económica), que luego de ser sometidos a la valoración del legislador y conciliados con los fines de naturaleza política, social y económicas son elevados al rango de categoría de imponible. “Es decir, que el concepto de capacidad contributiva denota una aptitud de las personas para pagar los tributos que es la posesión de riqueza en medida suficiente para hacer frente a la obligación fiscal, pues no toda situación económica posee aptitud para ser gravada con tributos, sino sólo aquellas que ponen de manifiesto la existencia de recursos útiles y escasos que están disponibles a título definitivo”. 1.4.2. “Constitucionalización” del principio El principio, si bien es negado como fundamental del derecho tributario por un sector minoritario de la doctrina por conceptuarlo prejurídico y ajeno a la Constitución Nacional (Giuliani Fonrouge – Norberto Godoy), es aceptado como constitucionalmente implícito por Jarach, Villegas, Casás, Spisso, y otros. Está consagrado por la Constitución Nacional y ha sido receptado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en la apreciación de los impuestos por ser inherente a la esencia del tributo. Tarsitano ha señalado que “la capacidad contributiva constituye un principio constitucional implícito que sirve a un doble propósito, de un lado, como presupuesto legitimador del gasto público; de otro, como límite material al ejercicio de la potestad tributaria” (El principio constitucional de capacidad contributiva, en “Estudios de Derecho Constitucional Tributario”). Así entendida, la capacidad contributiva es una regla decididamente incorporada a la Constitución Nacional como norma jurídica operativa y cuya 25 infracción trae aparejada la invalidación de las leyes que prescinden de ella (conf. Spisso; Derecho Constitucional Tributario). Arístides Horacio Corti sostuvo que “Se trata, en suma, de un principio, con origen en la economía política clásica, constitucionalizado por nuestros constituyentes de la Constitución histórica de 1853/60 bajo el rótulo de 'proporcionalidad (o de igualdad en cuanto ésta lo subsume) y que se identifica en el lenguaje propio de las finanzas públicas y derecho constitucional económico contemporáneos con la expresión 'capacidad contributiva”. “La capacidad contributiva debe ser real, efectiva y actual, por encima de ficciones o presunciones no consistentes con la realidad jurídica y económica inherente al aspecto material u objetivo del hecho imponible, entendido como hecho jurídico de contenido económico generador de las obligaciones tributarias, ya que -frente al principio constitucional en trato- resulta jurídicamente inconcebible suponer impuestos válidos que graven realidades exentas de capacidad contributiva con las notas antedichas de sustantividad y actualidad (Estudios de Derecho Constitucional Tributario; capítulo “De los principios de justicia que gobiernan la tributación”). En cuanto a su rol de límite material al ejercicio de la potestad tributaria, Spisso ha remarcado que el principio de capacidad contributiva exige una exteriorización de riqueza o renta real o potencial que legitime la imposición, y prosigue señalando que la capacidad económica real, o, en su caso, potencial, en el sujeto pasivo, en gravámenes que toman en consideración el capital como hecho generador de la obligación tributaria, constituye un presupuesto inexcusable del tributo. Más allá del amplio consenso doctrinario que existe en cuanto a reconocerle rango constitucional al principio de capacidad contributiva y su función de limite material al ejercicio de poder tributario por parte del Estado, lo cierto es que también la Corte Suprema de Justicia de la Nación le ha reconocido al principio dicho carácter. En efecto, en la causa “Navarro Viola de Herrera Vegas, Marta” terminó de configurar los alcances del mismo, exigiendo “la existencia de una manifestación de riqueza o capacidad contributiva como indispensable requisito de validez de todo gravamen” (considerando 8º). 1.4.3. Capacidad contributiva real 26 Hemos visto que la capacidad contributiva debe ser actual y real. Ello implica que el tributo actúe sobre capacidades contributivas actuales y no pretéritas, que aunque de hecho pudieron haber existido, al no estar contempladas expresamente en una norma, no eran antes de entrar en vigor la nueva ley relevantes a los efectos de la tributación. Además, de ser retroactiva se viola la igualdad ante las cargas públicas, pues sujetos con idéntica capacidad contributiva actual pueden ser llamados a contribuir en distinta medida porque en cierto momento del pasado ostentaron una situación económica diversa. El Dr. Casás hace alusión a este principio en su dictamen en el fallo “Insúa”. Un leading case en la materia lo constituye la ya citada causa “Navarro Viola de Herrera Vegas, Marta”. La actora era poseedora al 31/12/81 de acciones de Sucesores S.A. y de Cautela S.A., parte de los cuales donó a la Fundación Navarro Viola el 5/4/82. El 9/6/82 se sancionó la ley 22.604 Impuesto de Emergencia que gravaba por única vez activos financieros existentes al 31/12/81. La Corte dijo que para que prospere la confiscatoriedad debe demostrarse que el tributo cuestionado excede la capacidad económica del contribuyente. Agregó que la capacidad contributiva es un requisito indispensable de todo tributo. Y por último, tachó de inconstitucional la ley mencionada, pues es necesario que los bienes objeto del gravamen permanecieran en el patrimonio del sujeto pasivo al sancionarse la ley. La afectación del derecho de propiedad resulta palmaria cuando la disposición toma como hecho imponible manifestaciones de riqueza agotadas antes de su sanción. 1.4.4. Capacidad contributiva y el concepto de tributo. Especial referencia al problema de las tasas y contribuciones especiales En el caso del impuesto, la capacidad contributiva integra el aspecto material u objetivo del hecho imponible, a la par que es su principio legitimador sustantivo. En el caso de las especies tributarias “tasas” y “contribuciones”, no integra el aspecto material u objetivo, pero es el fundamento constitucional y legitimador de tales especies. En los “empréstitos forzosos” (ahorro obligatorio) su principio legitimador es la capacidad contributiva especificada en su capacidad de ahorro, real, efectiva y actual, que el legislador puede válidamente presumir a partir de parámetros (base de cálculo) históricos (rentas, capitales y patrimonios netos de un año base anterior) en la suposición de que al vencimiento general para su constitución, el contribuyente mantendrá inalterada dicha capacidad de ahorro histórica. Tal presunción sólo podrá operar como relativa (“juris tantum”) cabiéndole siempre al contribuyente aparente demostrar la inexistencia de capacidad de ahorro, en términos de realidad económica actual. 27 Es en la especie “tasa” en donde se han presentado las discusiones doctrinarias sobre la presencia o no de la capacidad contributiva. De la ciencia de la Hacienda proviene la distinción entre impuesto y tasas según la divisibilidad o indivisibilidad del servicio que se pretenda cubrir con el recurso. Si el servicio es divisible, se financiará a través de tasas, por el contrario, si es indivisible, corresponde cubrirlo con impuestos. El problema financiero, por tanto, de la distinción de los tributos, en impuestos, tasas y contribuciones, se coloca esencialmente como un problema de repartición del costo de los servicios públicos. Pero la distinción no debe buscarse en las necesidades financieras del servicio, sino dentro de la estructura jurídica, en la naturaleza del presupuesto, en la diferente configuración del hecho imponible y hasta en la mayor o menor recepción del principio de capacidad contributiva. En las tasas, el elemento objetivo del hecho imponible consiste en una actividad por parte de la Administración dirigida directamente, que está referida o que afecta al sujeto pasivo. Dicha actividad administrativa tiene que referirse o afectar de modo particular al obligado al pago, pero no es necesario que de ella derive una ventaja o utilidad al sujeto pasivo, sino que es suficiente con que se refiera a él, con que le afecte En segundo lugar, la realización de la actividad administrativa es un elemento esencial en la configuración del hecho imponible de la tasa y si dicha actividad no se produce, no hay hecho imponible ni obligación tributaria válida. La prestación del servicio debe realizarse de forma efectiva y no meramente potencial. No basta que el servicio exista, es necesario que se preste efectivamente, que se desarrolle la actividad administrativa. Que dicha prestación sea utilizada o no por el particular no afecta el nacimiento de la obligación, porque la voluntad del sujeto obligado no tiene la entidad suficiente para hacer nacer una obligación tributaria. La característica definitoria de la especie tasa reside, entonces, en la efectiva prestación de un servicio público que se refiere de modo particular al obligado. Una parte de la doctrina sostiene que la tasa debe graduarse por el costo del servicio en relación por cada contribuyente. La Corte Suprema expreso que la tasa debe considerarse correcta en cuanto a su monto si existe una razonable y discreta relación entre el costo del servicio publico prestado y la tasa recaudada para financiarla. 28 En un primer análisis, el coste del servicio podría aparecer como enfrentado o alternativo al principio de capacidad contributiva, pero no es así, ambos principios no se excluyen. Se ha dicho que la capacidad contributiva es idónea para cuantificar y operar como límite al legislador en materia de impuestos, y no en las tasas, donde el costo global del servicio cumple acabadamente dicha función porque concilia mejor con la relación de prestación y contraprestación propia de la especie. El coste del servicio al que se refiere la doctrina es el coste global o total, y lo que se destaca es que el legislador no podrá exceder dicho costo al establecer el monto de las tasas, porque dicho límite opera como parámetro para apreciar la razonabilidad de los criterios utilizados por el legislador y no para fijar la cuota en cada caso concreto. La doctrina clásica habla del coste riguroso del servicio. En la actualidad se habla del costo del servicio entendiendo por costo a un costo amplio del servicio. Esto significa que el costo del servicio, que es toda la infraestructura, debe guardar una razonable relación con lo que se cobre por la tasa. El primer problema es determinar cuanto cuesta el servicio y el segundo cómo se prorratea el costo entre la comunidad y cómo se solventa. 1.4.5. Presunciones y ficciones de capacidad económica: el caso del Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta Con fecha 30 de diciembre de 1998 apareció publicada en el Boletín Oficial la Ley 25.063, que aprobó –entre otros– el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta. El artículo 1º del texto aprobado en el Título V de esa ley describe el hecho jurídico de contenido económico que da lugar a la imposición del tributo. Dice: “Establécese un impuesto a la ganancia mínima presunta aplicable en todo el territorio de la Nación, que se determinará sobre la base de activos, valuados de acuerdo con las disposiciones de la presente ley, que regirá por el término de diez (10) ejercicios anuales”. Es decir, este impuesto tiene como hecho generador de la obligación tributaria una presunción-ficción consistente en la generación, por parte del sujeto pasivo, de una ganancia mínima, la que está presumida por el legislador tomando como parámetro de dicha presunción el total de activos que el sujeto posea (sin tomar en cuenta pasivos), pues los mismos equivalen a un patrimonio y éstos –presume la ley – generan rentas. A su vez, el artículo 13, además de fijar una alícuota calculada sobre la base 29 imponible determinada según lo prescripto en el artículo 4 de la ley, establece una serie de vinculaciones entre este impuesto y el Impuesto a las Ganancias. El problema que se presentó con la instauración de este gravamen fue que, tal como se encontraba estructuralmente regulado, no tomaba en cuenta casos de sujetos que carecían de capacidad contributiva real y actual para hacer frente al impuesto. Por ejemplo, los activos de una empresa sana pero sin utilidades por haber acumulado quebrantos impositivos compensables con ganancias futuras, las empresas concursadas, etc. Se presumió entonces la existencia de una capacidad contributiva donde ésta no existía, siendo entonces inadecuada la utilización del parámetro seleccionado por la ley para la fijación de la materia imponible dada su endeble configuración en la valoración de la riqueza que se pretendía gravar. Aparece entonces el problema de la ausencia o no de capacidad contributiva, lo que llevó a muchos contribuyentes a pedir en sede judicial la inconstitucionalidad del tributo por gravar manifestaciones de riqueza inexistentes o, lo que es lo mismo, establecer un tributo totalmente desvinculado de la capacidad contributiva del sujeto pasivo del impuesto. Ello así, pues como vimos, el citado impuesto no toma en cuenta la renta real del sujeto pasivo empresa sino que, por el contrario, recurriendo a un parámetro ajeno a la renta (consistente en el total de activos del contribuyente) presume que un contribuyente con una cierta cantidad de activos tiene la posibilidad de generar una cierta cantidad de renta gravada y, por lo tanto, anticipa el pago de la obligación tributaria que se generaría por la renta gravada de dicho contribuyente, estableciendo un impuesto que presume la existencia de una ganancia mínima en función de la importancia de los activos del sujeto pasivo. La íntima vinculación entre el Impuesto a las Ganancias y el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta no sólo surge del hecho que ambos tomen en consideración la misma manifestación de capacidad contributiva del sujeto pasivo, sino además porque de lo establecido en el artículo 13 de la ley surge claro que el Impuesto a las Ganancias determinado para el mismo ejercicio fiscal por el cual corresponde liquidar el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta puede computarse como pago a cuenta de ese impuesto. Pero además, en los casos en los que el impuesto a las ganancias oblado por el contribuyente no fuese suficiente como para tener por cancelado el importe liquidado en concepto de impuesto a la ganancia mínima presunta, el importe pagado en concepto de este último podrá ser considerado como pago a cuenta 30 del impuesto a las ganancias de períodos fiscales posteriores, siempre que el impuesto a las ganancias a ingresar lo sea por un período fiscal que no vaya más allá de los 10 ejercicios (antes 4) inmediatos siguientes a aquel en el cual se pagó el impuesto a la ganancia mínima presunta. El artículo 13 de la ley del Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta establece entonces una estrecha correlación entre el Impuesto a las Ganancias y dicho tributo, y ello no podría ser de otra manera porque lo que el legislador ha tomado en cuenta para establecer ambos tributos es, en ambos casos, el concepto renta como manifestación de la capacidad contributiva del sujeto pasivo, pero, mientras en un caso se trata de la renta real del contribuyente (Impuesto a las Ganancias), en el otro se limita a presumir la existencia de dicha renta (Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta) con base en la consideración del total de los activos del sujeto pasivo. La Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, por sentencia del 13/2/2002 en autos “Hermitage S.A. c/ AFIP-DGI”, acogió una acción declarativa promovida con la finalidad de que cesara el estado de incertidumbre respecto de la posible pretensión del Fisco de gravarla con el Impuesto a la Ganancia Mínima Presunta no obstante que, de acuerdo con la realidad económica, la actora carecía de capacidad para generarlas. En la oportunidad la Cámara Federal estableció: “no debe confundirse la decisión referida a la elección de manifestaciones de riqueza imponibles en donde el legislador ejerce su ámbito de reserva y que en principio no es revisable judicialmente, en tanto no resulte irrazonable y manifiestamente arbitrario, con el control que pueden ejercer los jueces con el propósito de establecer la vinculación del presupuesto generador de la obligación y la existencia efectiva de capacidad económica que le atribuye contenido”. Sobre estas bases, el fallo concluyó (sustentado en los precedentes de Fallos 207:271 y 312:2467) que “no es dudoso que habiéndose acreditado la ausencia de capacidad contributiva, que, como se recordara, es soporte inexcusable de la validez de todo gravamen, la demanda debe prosperar”. 1.4.6. Los efectos de la inflación en la medición de la capacidad económica Durante un proceso inflacionario como el vivido en nuestro país, especialmente durante el primer semestre del año 2002, la moneda pierde confiabilidad y deja de tener vigencia su capacidad para medir el valor de las transacciones económicas, perdiendo así la función de comparabilidad para la información de dos períodos diferentes. Es decir, el problema principal que ocasiona la inflación en cuanto a su impacto sobre la información económica 31 de un determinado ente (estados contables) es la distorsión de la moneda como Unidad de Medida, por lo que es imperativo, en tales casos, corregir los datos históricos para hacerlos nuevamente comparables entre sí. ¿Como tributan el Impuesto a las Ganancias los sujetos empresa? Una simplificación muy básica indica que, para las sociedades, la ley grava todo aumento patrimonial acontecido en un determinado período de tiempo. Para apreciar la existencia o no de una variación patrimonial se requiere contar con una unidad de medida que, para servir realmente como tal, tenga dimensión constante. De esta forma, se expresa el patrimonio en términos de moneda de igual poder adquisitivo o, lo que es lo mismo, en unidades de moneda ajustadas en función de la variación de su poder de compra. Podemos decir que en un período fiscal existe ganancia impositiva cuando se posee más riqueza –medida en unidades de moneda constante– al final, que al comienzo del período. La Ley 20.628 grava esas ganancias, pero, si no se comparasen valores expresados en moneda constante, se gravaría más allá de la ganancia, lo cual se traduce en hacer recaer el tributo sobre una parte del capital. El problema generado por la inflación en el año 2002 consistió en que el mecanismo de ajuste por inflación impositivo como las actualizaciones previstas en la ley del gravamen estaban vigentes, pero simplemente no estaban funcionando porque la Ley 24.073 dispuso, en el año 1992, que el coeficiente de actualización es uno (1). Ello llevó a numerosos planteos judiciales por parte de las empresas a fin de que la justicia se expidiera sobre el conflicto entre el artículo 39 de la Ley 24.073 y el Título VI de la Ley del Impuesto a las Ganancias. El primero, por estar totalmente divorciado de la realidad económica, y el segundo, por cuanto su aplicación es imprescindible a fin de evitar gravar con el mentado tributo, ganancias ficticias de la empresa que represento. Ello así, por cuanto la tributación del Impuesto a las Ganancias que no contemple el ajuste por inflación –siendo de público y notorio conocimiento que la inflación regresó en el año 2002– viola el principio de capacidad contributiva, que es la base y fundamento jurídico de cualquier tributo. 1.4.7. Ajuste por inflación: El fallo de la CSJN en el caso "Candy" 32 Entrando a la doctrina en sí del fallo, podemos efectuar las siguientes puntualizaciones: 1) El considerando 3°, con remisión al precedente "Santiago Dugan Trocello SRL" (Fallos 328:2567 —LA LEY, 2005-E, 640—) apuntó "que resultaba indudable la competencia del legislador para dictar la ley 23.928 y que, a partir de este acto, no sólo habían quedado derogadas las disposiciones legales si no que, además, debían ser revisadas las soluciones de origen pretoriano que admitían el ajuste por depreciación monetaria". 2) El criterio de la CSJN parte del supuesto de que el ajuste impositivo por inflación se encuentra por principio prohibido salvo que se demuestre que su no aplicación conduce a un resultado confiscatorio. En tales condiciones, convalida implícitamente la Nota Externa (AFIP) 10/02 del 24/10/02, suscripta por su Administrador Federal, quien de consuno con el dictamen de la Procuración del Tesoro de la Nación 375 del 04/10/02, consideró que el ajuste por inflación se mantenía suspendido. Este criterio impositivo importó disponer de créditos fiscales no disponibles respecto de aquellos contribuyentes cuyas ganancias reales fueron superiores a las nominales (caso de las empresas con pasivos en dólares que devinieron pesificados con el cese de la ley de convertibilidad), acto de disposición que la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, por su Sala III, calificó de ilegítima en una reiterada línea jurisprudencial iniciada con el precedente "Christensen Roder Argentina SA", del 26/09/08 (IMP, Rev. 23/2008, p. 2001), al señalar que "la Nota Externa (AFIP) N° 10/02 en cuanto dispone la no aplicación del ajuste impositivo por inflación, se exhibe notoriamente ilegítima en cuanto excede la competencia propia del ente fiscal. Ello es así, habida cuenta que la AFIP, en tanto administración fiscal, carece de competencia para renunciar a los créditos impositivos del Fisco (art. s/n° a cont. art. 113, ley 11.683, texto según ley 25.678, art. 1°); y el carácter indisponible de las obligaciones tributarias para los órganos administrativos del gobierno impedidos de renunciar al cobro de los derechos patrimoniales en los que está interesado el orden público ("Fallos" 290:195, en especial pág. 200, considerando 14 in fine; art. 872, Código Civil). Dicha doctrina, por lo demás, es la que mejor armoniza con la jurisprudencia de la CSJN ("Fallos" 263:453): `el tribunal estima necesario agregar que comparte la creencia de que es requisito de una economía de expansión exitosa el completo cumplimiento de las obligaciones tributarias en que media exacción patrimonial indudable, auque lícita´". 3) Señala también la CSJN que no es función del Poder Judicial juzgar el mérito de las políticas económicas decididas por otros poderes del estado (considerando 6°, primer párrafo), no siendo de su competencia apreciar si las 33 leyes en su contenido puramente económico o financiero pueden ser benéficas o perjudiciales para el país (considerando 6°, segundo párrafo), con especial referencia sobre la conveniencia o equidad de los impuestos o contribuciones creados por el Congreso nacional o las legislaturas provinciales (considerando 6°, también segundo párrafo) "ya que sólo le incumbe declarar si le repugna o no a los principios y garantías contenidos en la Constitución Nacional" (tercer párrafo del mismo considerando). En este aspecto, la CSJN juzgó que de acuerdo con las circunstancias comprobadas de la causa el impuesto a las ganancias, en el caso, al absorber el 62% del resultado impositivo ajustado correspondiente al ejercicio 2002 ó el 55% de las utilidades —también ajustadas— obtenidas por la actora durante el ejercicio de ese mismo año, afectaba el derecho de propiedad, excedía los límites razonables de imposición y resultaba confiscatorio. Es de señalar que no son los únicos límites fijados por la Constitución. También lo son: a) los demás principios constitucionales que gobiernan la tributación (legalidad, igualdad, capacidad contributiva, solidaridad) b) los principios dogmáticos del derecho tributario: interpretar los términos de sus disposiciones con arreglo a su significación económica y los hechos generadores de las obligaciones tributarias con arreglo a la consistencia económica de sus materias imponibles; y también c) los principios constitucionales económicos y sociales (progreso económico con justicia social, igualdad de oportunidades y de trato y equivalentes). En el caso, juzgó que afectaba el derecho de propiedad de la actora y los principios de razonabilidad y no confiscatoriedad una alícuota excedente del 35% sobre la ganancia real ajustada impositivamente por inflación. 4) Finalmente, la CSJN relativizó el porcentaje de confiscatoriedad del 33% "de la renta o el capital" (cfr. considerando 7°, cuarto párrafo) señalando en el mismo considerando séptimo, quinto párrafo, que dicho límite no es absoluto sino relativo, y variable según las cambiantes circunstancias del país —e incluso bajo las mismas circunstancias— y la diversa relación de determinada especie de impuestos con el bienestar general derivada de la clase de riqueza o actividad gravada, entre otros factores. En este aspecto coincidimos con la sentencia, ya que el principio de no confiscatoriedad, por regla, no opera tratándose de impuestos indirectos en la medida de su traslación, o mediando impuestos que cumplen funciones extra-fiscales (v.g. impuestos disuasivos de determinadas actividades perjudiciales para el progreso económico con justicia social; o bien, virtualmente prohibitivos, como recurso legítimo para proteger la industria nacional, contener los procesos inflacionarios, etc.). 34 1.4.8. Jurisprudencia “ANA MASOTTI DE BUSSO Y OTROS c/PROVINCIA DE BUENOS AIRES”: 07/04/1947, Fallos 207:270. El caso: los actores demandaron a la provincia por repetición de la suma pagada en concepto de adicional al impuesto inmobiliario según lo establecido por la ley local Nº 4204 respecto del campo que los actores poseían a título de condominio. Alegaron que la provincia les cobró el impuesto inmobiliario de 1943 y 1944 aplicando el adicional sobre la valuación total como si el inmueble perteneciera a un solo dueño. Así, impugnaron el artículo 1º de la ley 4204 como violatorio del principio de igualdad consagrado en el artículo 16 de la Constitución Nacional, en cuanto grava de modo igual situaciones diferentes, equiparando un bien en condominio a un bien de propiedad exclusiva de una persona Es decir, se le cobró el impuesto sin tener en cuenta que la capacidad contributiva de cada condómino no puede medirse por el valor total del condominio del cual participe, sino únicamente por la porción que en él le corresponda. Sentencia de la Corte: La contribución territorial se mide por el valor de la propiedad inmobiliaria en razón de la cual se lo establece, pero el objeto del gravamen no es el inmueble considerado en sí mismo sino la capacidad tributaria que comporta el ser alguien propietario de él, esto es, titular de la riqueza que dicho inmueble constituye. La igualdad, que es la base del impuesto (art. 16) no se puede juzgar adecuadamente si ante todo no se considera la condición de las personas que lo soportan en orden al carácter y magnitud de la riqueza tenida en vista por el gravamen. La Corte concluyó entonces que gravar al condómino de un inmueble con un porciento correspondiente a su valor total importa regular dicho impuesto en consideración a lo que podría llamarse integridad material del bien, con prescindencia de la realidad jurídica del dominio que a ese bien se refiere (quien sólo es dueño de 100 soporta un impuesto calculado con el porciento de la riqueza de 1000). Por tanto, el adicional a la contribución territorial establecido por la ley 4204 de la Provincia de Buenos Aires era violatorio de los arts. 4 y 16 de la C.N. en cuanto se cobraba a los condóminos atendiendo al valor total del inmueble con prescindencia del valor de la parte ideal perteneciente a cada uno de ellos. “JUAN PEDRO INSÚA”: 01/10/1987, Fallos 310:1961. 35 El caso: con motivo de una demanda de repetición incoada por el actor por importes abonados en concepto de Impuesto de Emergencia a los Activos Financieros (9 de junio de 1982), con fundamento en que el gravamen, al volver retroactivamente sobre un ejercicio fiscal vencido (31 de diciembre de 1981) generaba un menoscabo a los derechos adquiridos por el contribuyente, en razón de haber éste satisfechos todas sus obligaciones tributarias de acuerdo a la legislación vigente a la fecha a que pretendía retrotraerse el nuevo tributo. La Cámara, partiendo de la base en que ambas partes aceptaban el carácter retroactivo de la imposición de que se trata, discutiendo tan sólo las consecuencias que de tal hecho se derivaban, puntualizó que, si bien la propia Corte admitió la existencia de impuestos retroactivos, tal modalidad fue limitada en los supuestos en que el contribuyente hubiese oblado el gravamen de conformidad a la ley vigente al momento en que se realizó el pago. Decidió ese Tribunal que no cabe asimilar la incidencia de un nuevo tributo sobre aspectos no sujetos con anterioridad al impuesto, con la eliminación de una exención que ya había utilizado el contribuyente, al computar para declarar y liquidar el gravamen regulado por la ley 21.282, ya que en éste último supuesto, el sujeto pagó de conformidad con la ley vigente al momento en que realizó dicho pago y así, quedó amparado por la doctrina de la Corte que impide rever su tratamiento tributario por una norma posterior. Contra la sentencia de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal, el Fisco interpuso recurso extraordinario. Dictamen del Procurador: En su dictamen, el Procurador José Osvaldo Casás analiza, en primer término, el efecto económico de la “fuga ante impuesto” y su paliativo producido por una limitada retroactividad mediante las leyes “candado”. Posteriormente, hace un repaso de la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación sobre la retroactividad de las leyes, en general y la retroactividad de las leyes tributarias en particular. En éste último caso y tras un repaso de la evolución histórica de la jurisprudencia del Tribunal, casos en que se admitió y no se admitió la retroactividad de leyes impositivas y los principios constitucionales en pugna con la cuestión debatida, concluyó en la confirmación de la sentencia apelada con base en lo siguiente: a) existe correspondencia sustancial entre los activos financieros a que se refiere la ley 22.604, con los bienes exentos de la carga tributaria establecida por la ley 21.282 de impuesto al patrimonio neto. b) de tal manera, la exención del impuesto al patrimonio neto al 31 de diciembre de 1981, con referencia a los bienes que en el caso pretende el organismo recaudador mantener gravados con el impuesto de emergencia a los activos financieros, se tornaría inoperante, incidiendo el tributo sobre una situación jurídica consumada y extinguida bajo el imperio de la ley 21.282. 36 c) quien realizó un acto lícito al amparo de un beneficio legal y teniéndolo probablemente en cuanto en el cálculo de sus legítimas ganancias, no puede ser privado del mismo por una ley posterior, sin afectar con ello el derecho de propiedad que la Constitución garantiza. d) el principio de reserva de ley tributaria no se agota en que una norma jurídica con la naturaleza de ley formal tipifique el hecho que se considerará imponible, sino que se requiere, además, que esa ley sea anterior al momento de la consumación de la hipótesis de incidencia tributaria, entendida la garantía constitucional como una limitación, tanto para la creación de nuevas contribuciones fiscales, cuanto para el agravamiento de las existentes. Sentencia de la Corte: adhiriendo al dictamen del procurador y dado qué no medió observación al pago del impuesto al patrimonio neto de la ley 21.282, el contribuyente adquirió un derecho inalterable con respecto a la obligación tributaria, que goza del amparo constitucional, por lo que no puede aplicársele el gravamen de emergencia sobre los activos financieros establecidos, con posterioridad a dicho pago, por la ley 22.604, en tanto alcanza bienes exentos del tributo creado por la ley 21.282, confirmó la sentencia de Cámara. “MARTA NAVARRO VIOLA DE HERRERA VEGAS c/NACIÓN ARGENTINA (DIRECCIÓN GENERAL IMPOSITIVA)”: 19/12/1989, Fallos 312:2467. El caso: la ley 22.604 estableció un impuesto de emergencia que debía aplicarse en todo el territorio de la Nación, por única vez, sobre los activos financieros existentes al 31 de diciembre de 1981. La actora poseía al 31 de diciembre de 1981 acciones de dos empresas, parte de las cuales donó a la Fundación Navarro Viola el 5 de abril de 1982, esto es, antes de sancionarse el impuesto de emergencia, por lo que inició demanda de repetición pues había pagado el tributo. Contra la sentencia de Cámara que admitió la demanda de repetición, el Fisco interpuso recurso extraordinario. Sentencia de la Corte: la existencia de una manifestación de riqueza o capacidad contributiva es indispensable como requisito de validez de todo gravamen. Con base en ello, la afectación del derecho de propiedad resulta palmaria cuando la ley toma como hecho imponible una exteriorización de riqueza agotada antes de su sanción sin que se invoque, siquiera, la presunción de que los efectos económicos de aquella manifestación permanece, a tal fecha, en la esfera patrimonial del sujeto obligado. En el considerando 7º del fallo en cuestión se establece la siguiente doctrina: “Que una constante jurisprudencia de este Tribunal ha definido la tutela que el Estado Constitucional hace de la propiedad, al establecer que ella no se limita a una garantía formal sino que tiende a impedir que se prive de contenido real a ese derecho. En este orden de ideas ha señalado que, para 37 que la tacha de confiscatoriedad pueda prosperar, es necesaria la demostración de que el gravamen cuestionado excede la capacidad económica o financiera del contribuyente (Fallos 227:7, considerando 10 y su cita)”. En suma, la Corte declaró la ilegitimidad del impuesto a los activos financieros al acreditarse que los mismos habían devenido inexistentes en cabeza del sujeto pasivo de la obligación tributaria, ya que éste había dispuesto de sus activos en favor de un tercero con anterioridad a la sanción del tributo (de alcance retroactivo) con la consecuente falta de capacidad contributiva real, efectiva y actual que toda ley creadora de tributos debe siempre respetar. 1.5. Irretroactividad de la ley tributaria 1.5.1. La retroactividad de las leyes Un principio básico de todo ordenamiento normativo es que las leyes no sean obligatorias sino recién después de su publicación, a fin de garantizar certeza y seguridad jurídica a quienes se hallan sometidos a ellas. Ahora bien, la dinámica del derecho que inspira el cambio de la legislación (con fundamento en el interés público o el bienestar general) ha llevado gradualmente, con la consiguiente convalidación jurisprudencial, a la aplicación de las nuevas leyes, ya no a los hechos, actos, relaciones y situaciones futuras, sino también, a los anteriores a la sanción misma de las disposiciones modificatorias o que pasan a regular una materia no tratada en el ordenamiento positivo vigente hasta ese entonces. La retroactividad implica subsumir situaciones de hecho pasadas, que estaban reguladas por normas vigentes al tiempo de su existencia, al ámbito regulativo de las nuevas normas creadas. El tema de la irretroactividad aparece regulada en el Código Civil en su art. 3. García Belsunce sostiene que, a pesar de su inclusión en el Código Civil, no son exclusivas del derecho privado, sino forma el derecho común que fija principios generales válidos para cualquier rama. La cuestión radica entonces en determinar cuál es el límite del Congreso en su facultad de retrotraer leyes. Es doctrina de la Corte que la irretroactividad de la ley es una garantía constitucional explícita sólo en el limitado campo del derecho penal y como consecuencia de que nuestra C.N. consagra en su art. 18 que “Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley anterior al hecho del proceso...” 38 1.5.2. Teoría de los derechos adquiridos Los precedentes jurisprudenciales han relacionado los derechos adquiridos con la ley fundamental y el derecho de propiedad. En materia tributaria debió precisarse cuándo había derecho adquirido. La jurisprudencia estableció que nace: 1) Por limitación contractual y legal: En la causa “S.A. Ford Motor Arg. v. Dirección Nacional Aduanas” (Fallos 283:360, 15/09/72) la Corte sostuvo que no puede disentirse con la facultad del Estado de derogar una norma anterior por otra posterior de igual jerarquía, sin que constituya cuestión constitucional. Pero dicha facultad sólo puede controvertirse judicialmente de lesionarse derechos amparados por un régimen impositivo anterior. 2) Efectos liberatorios del pago: Rodríguez Use dice que tal tesis se origina en el artículo 505 Código Civil que dispone: “Respecto del deudor el cumplimiento exacto de la obligación le confiere el derecho de obtener la liberación correspondiente”. En los autos “S. Doncel de Cook c. Prov. San Juan s/ repetición”, la Corte afirmó que el efecto retroactivo de la ley encuentra un valladar insorteable en una situación definitiva y creada al amparo de la ley anterior. En la causa “Curini de Demarco c. Prov. Córdoba”, la Corte señaló que el pago regularmente efectuado surte efecto liberatorio de la obligación tributaria dando lugar a un derecho patrimonial que requiere la protección constitucional a la propiedad. En la causa “Moiso, Angel y Cía. SRL” (24/11/81, Fallos 300:1835) la Corte esgrimió los siguientes argumentos: 1) Nadie tiene derecho al mantenimiento de las leyes y reglamentaciones, o a la inalterabilidad de los gravámenes; 2) No cabe reconocer la existencia de un derecho adquirido por el mero acaecimiento del hecho generador de la obligación; 3) Solo cuando el contribuyente ha oblado el impuesto de conformidad con la ley vigente al momento en que se realizó el pago, queda éste por efecto de su fuerza liberatoria al amparo de aquella garantía; 4) Que una prerrogativa tal (el derecho adquirido) no puede nacer entre deudor y el estado, sino mediante una convención especial en virtud de la cual aquélla se haya incorporado al patrimonio del deudor. Tal sería la hipótesis en que se hubiera liberado de impuestos o asegurado el derecho de pagar uno menor durante cierto tiempo, y aun la más frecuente que mediante la intervención del Estado se hubiera aceptado la liquidación presentada por el deudor u otorgado recibo de pago 39 con efecto cancelatorio. Fuera de estos supuestos no existe acuerdo alguno de voluntad entre el estado e individuos. La doctrina del efecto liberatorio del pago exige que éste sea efectuado conforme a la ley vigente, porque no extingue la obligación quien paga mal o de menos. Tanto el pago y la declaración jurada están sujetos a verificación administrativa, el contribuyente al realizar uno u otra no obtiene recibo con efecto liberatorio, sino mera constancia de recepción de la declaración. 1.5.3. La retroactividad de las leyes en la doctrina de la Corte Por un lado se ubican los pronunciamientos en los que se legitima la aplicación retroactiva de las leyes, especialmente en materia de locaciones y de legislación laboral; y en el otro, se encuentran las decisiones que restringen la discrecionalidad legislativa de regular el pasado, al fijar como doctrina por ejemplo, que cuando bajo la vigencia de una ley el particular ha cumplido todos los actos condiciones sustanciales y los requisitos formales previstos en la misma para ser titular de un determinado derecho, debe considerarse que hay derecho adquirido, porque la situación jurídica general creada por esa ley, se transforma en una situación jurídica concreta e individual en cabeza del sujeto que, como tal, se hace inalterable y no puede ser suprimida por una ley posterior sin agravio al derecho de propiedad consagrado por el art. 17 de la Constitución Nacional. En la causa “Horta, José c. Harguindeguy, Ernesto, s/ consignación de alquileres” (21/07/1922) la Corte afirmó que, “En tesis general, el principio de la no retroactividad no es de la Constitución sino de la ley. Es una norma de interpretación que deberá ser tenida en cuenta por los jueces en la aplicación de las leyes, pero que no liga al Poder Legislativo, que puede derogarla en los casos en que el interés general lo exija. Esta facultad de legislar hacia el pasado, no es, sin embargo ilimitada. El legislador podrá hacer que la ley nueva destruya o modifique un mero interés, una simple facultad o un derecho en expectativa ya existentes; los jueces, investigando la intención de aquél, podrán, a su vez atribuir a la ley ese mismo efecto. Pero ni el legislador ni el Juez pueden, en virtud de una ley nueva o de su interpretación arrebatar o alterar un derecho patrimonial adquirido al amparo de la legislación anterior. En ese caso, el principio de la no retroactividad, deja de ser una simple norma legal para confundirse con el principio constitucional de la inviolabilidad de la propiedad”. En los autos: “Avico, Oscar A c. de la Pesa, Saúl G. s/ consignación de intereses” (07/12/1934) descartó la tacha de inconstitucionalidad formulada contra la ley 11.741, de moratoria para el pago del capital y de reducción de 40 intereses de los créditos hipotecarios, a pesar de que la misma operaba retroactivamente sobre los contratos celebrados con anterioridad a su entrada en vigencia, con sustento en el orden público y en las circunstancias de grave y extensa crisis económica en que se implementó la medida legislativa. 1.5.4. La retroactividad de las leyes tributarias Algunos autores sostienen la validez de la retroactividad tributaria. Así, Rafael Bielsa aceptó en sus trabajos la retroactividad en materia tributaria sin condicionamientos, con alcance general pero dentro del ejercicio financiero y por cuestiones presupuestarias. Pero acepta que se afecta la tan mentada certeza del derecho. Norberto Godoy fue quien más defendió la postura comentada, afirmando que la irretroactividad de las normas no es un principio científico axiomático, sino que se trata de una opinión basada en posiciones dogmáticas científicas, juicio axiológico simplemente valorativo, que por ser tal, depende de la persona que lo formule, y al que no puede considerárselo válido para todo sujeto en todo tiempo y lugar. La actividad normativa exige integrar todo tramo de conducta incluso hacia el pasado, retroactividad consistente en regulación de conducta anterior, tema polemizado por la jurisprudencia, que generalmente trató el tema no sobre cuando hay actividad hacia el pasado de la ley, sino cuando dicha actividad no debe disponerse por el legislador basándose en la teoría de derecho adquirido que erróneamente ubica a la investigación en un plano axiológico. Crítica el argumento que sostiene que nuevas leyes son mejores que las anteriores exigiendo aplicación amplia por el interés social. Sin embargo, la postura ampliamente mayoritaria de autores argentinos –con influencia de la doctrina española, italiana y alemana– se pronuncia por la irretroactividad y por ende, por la invalidez de la retroactividad en materia tributaria. La primera garantía formal establecida en la Constitución en favor de los derechos de los contribuyentes, y partida de nacimiento del derecho tributario, es la que se expresa en el aforismo latino “nullum tributum sine lege”. Con base en dicho principio constitucional, Jarach afirmó que “las situaciones jurídicas de los contribuyentes deben ser regidas por la ley, pero no por una ley cualquiera, sino por una ley anterior a los hechos que caen bajo su imperio”. Giuliani Fonrouge adhiere a esta doctrina, pero admite que no hay impedimento en el derecho argentino para las leyes tributarias retroactivas, ello sólo en ocasiones especiales en las que se quiera desbaratar maniobras de 41 evasión fiscal al período transcurrido entre el proyecto de modificación y sanción de la ley, o desde su promulgación hasta la entrada en vigencia por medio de “leyes candado”. Es un tema perteneciente a la economía financiera que analiza el efecto económico de los impuestos, entre ellos el “efecto fuga” consistente en la acción deliberada del contribuyente para sustraerse de la imposición, orientando su obrar una vez anunciado un cambio de la legislación tributaria para no ser alcanzado. El profesor brasileño Gerardo Ataliba efectuó un importante desarrollo de su tesis de interdicción de la retroactividad de la ley tributaria material. Para Ataliba, la premisa en que se asienta su formulación es el principio republicano, que se manifiesta en la actualidad en la tripartición del ejercicio del poder y la periodicidad de los mandatos políticos con la consiguiente responsabilidad de sus temporarios titulares. En consecuencia, una expresión de estos preceptos inherentes al concepto de República, es la anterioridad del tributo, que constituye un infranqueable obstáculo a la acción del Estado. Una familia importante de fallos del tribunal que brindó sustento a las leyes tributarias retroactivas se encuentra referida al impuesto sucesorio a las herencias o a la transmisión gratuita de bienes. Como lo explica Dino Jarach (Curso superior de derecho tributario, Cima, Buenos Aires, 1969), ello obedeció a que gran parte de la riqueza estaba en manos de personas domiciliadas en el exterior, en que no existían registros civiles y en que los propietarios fallecían sin que se conociera la existencia de la sucesión. En el momento de aplicarse el impuesto sucesorio podía haber pasado ya mucho tiempo y el Estado podía no tener la posibilidad de establecer un impuesto adecuado, de acuerdo con la ley que regía en el momento en que la sucesión se había abierto. Asimismo podía ocurrir que en la época en que la sucesión se había verificado no existiera tal impuesto. Las distintas legislaciones que regularon dicho gravamen, a fin de poder aplicar más actuales valuaciones y mayores alícuotas, fijaron como hito temporal determinante de la ley aplicable, no ya la fecha de fallecimiento del causante, sino la del acto de exteriorización de la sucesión. Cuestionada la validez constitucional de esas normas, la Corte tuvo oportunidad de pronunciarse el 20 de mayo de 1913 en los autos “Paz, José C. s/ testamentaría” y señaló que el art. 3º del Cód. Civil, al establecer que las leyes disponen para lo futuro, no tienen efecto retroactivo, ni pueden alterar los derechos ya adquiridos, ha entendido referirse a las relaciones de derecho privado sin comprender propiamente las leyes de orden administrativo. 42 La admisión de la retroactividad en materia de impuesto sucesorio, en forma explícita, o sobre la base de computar como gravado el acto exteriormente, se constituyó a partir del precedente señalado en una constante en la jurisprudencia del tribunal. Existieron supuestos en que no se admitió la retroactividad en materia tributaria. En la causa “Ordoqui, Pedro s/sucesión” (27/04/1928) si bien se admitió que el atribuir efecto retroactivo a una cláusula de la ley de impuesto a la transmisión gratuita de bienes de la Provincia de Buenos Aires del año 1923, que aumentaba el avalúo fiscal en un 40 %, no vulneraba garantías constitucionales, se reiteró la doctrina sentada en la causa “Horta c. Harguindeguy” en el sentido, de que ni el legislador, ni el juez pueden en virtud de una ley nueva o de su interpretación, arrebatar o alterar un derecho patrimonialmente adquirido al amparo de la legislación anterior. La doctrina según la cual el pago es liberatorio, con jerarquía constitucional, cuando es realizado de buena fe por el contribuyente, se fue así consolidando, y con sustento en la misma, la Corte rechazó las reclamaciones ulteriores al cumplimiento de la obligación sustantiva, fundadas, ya en una reforma de los preceptos tributarios por la que se agravaba la situación del sujeto pasivo, ya en la modificación de la interpretación de las normas impositivas, o bien en un error en la determinación de la obligación por los organismos fiscales encargados de la recaudación. En otra familia importante de causas, y como depuración de la doctrina precedente, se descartó los efectos liberatorios del pago cuando no había mediado buena fe de parte del contribuyente; en el supuesto en que los pagos fueron provisorios sujetos a reajuste; en tanto lo abonado fue a cuenta de la obligación fiscal resultante para el ejercicio, o cuando lo oblado quedó sujeto a la revisión posterior de la administración fiscal en base a la documentación presentada. 2. Interpretación de las leyes tributarias 2.1. Los métodos generales de interpretación Los partidarios de los métodos ordinarios sostienen que las normas tributarias son normas comunes como cualquier otra que implican derechos y obligaciones. 43 Los métodos pueden clasificarse en: 1. Excepcionales: “Indubio contra fiscum” y “Indubio pro fiscum” 2. Ordinarios: Generales; Objetivo; Subjetivo; Literal; Histórico; Funcional; Significación económica Pero en general, la doctrina moderna rechaza el carácter de excepcional, de extraordinario de las normas tributarias. Ello así, por cuanto las normas tributarias son, como cualquier otra, normas jurídicas. Y como tales, pueden ser interpretadas conforme la teoría general de interpretación de las normas jurídicas. Para interpretar las leyes tributarias, entonces, deben ser utilizados los métodos generales de interpretación. Así, los denominados subjetivos, de la voluntad del legislador, del espíritu de la ley, de la ratio legis, o del fin de la ley, y en el campo tributario propiamente dicho, el de la realidad o significación económica. La actual tendencia marca el abandono de la subordinación absoluta al texto desnudo de la ley, para afirmar, en la búsqueda de la definición de los conceptos descriptos por la norma, la ponderación del elemento gramatical (de las palabras utilizadas por el precepto); del elemento lógico (que estriba en la descomposición del pensamiento del legislador en la búsqueda del espíritu de la ley); del elemento histórico, (que trata el derecho existente sobre la materia en la época en que la ley ha sido dictada y determinada el modo de acción de esta y los cambios introducidos) y del elemento sistemático (que representa el vinculo íntimo que liga las instituciones y reglas de derecho en su vasta unidad). Carlos M. Giuliani Fonrouge (Derecho Financiero, Depalma, Buenos Aires, 1976, vol. I, p. 84) asevera que “las normas deben interpretarse contemplando la totalidad de sus preceptos, armonizándolas con las demás que integran el ordenamiento jurídico y sin prescindir de la voluntad legislativa; y de la manera más acorde con las disposiciones y garantías constitucionales, sin violencia de su letra y de su espíritu”. La interpretación literal de las normas ha sido descartada pues, en palabras de la Corte Suprema, por encima de lo que las leyes parecen decir literalmente, corresponde indagar lo que dicen jurídicamente, y si bien no cabe prescindir de las palabras, tampoco resulta adecuado ceñirse rigurosamente a ellas cuando así lo requiera la interpretación razonable y sistemática”. “Con arreglo a la jurisprudencia de esta Corte, no es método recomendable, en la interpretación de las leyes, atenerse estrictamente a sus palabras, ya que el 44 espíritu que las informa es lo que debe rastrearse en procura de su aplicación racional y ... para dar pleno efecto a la intención del legislador han de superar los jueces las posibles imperfecciones técnicas de la instrumentación legal”. En suma, la letra de la ley resulta insuficiente cuando de su aplicación mecánica resulta una injusticia, una contradicción de la norma consigo misma, con su finalidad o con el orden jurídico en su conjunto, en especial con la normas constitucionales frente a un resultado así cabe reinterpretar la ley. Por otra parte, es importante recordar que uno de los principios fundamentales del derecho tributario en un sistema republicano, es el principio de legalidad según el cual “no hay tributo sin ley”. Para que dicho principio sea respetado y satisfecho es menester que la legislación aplicable contenga ciertos elementos esenciales e ineludibles para generar la certeza de la obligación. Y el principal que la doctrina y la jurisprudencia mencionan de manera concordante estriba en que el hecho imponible se encuentre definido de manera clara y precisa. Benvenuto Griziotti, en su obra “Impuestos directos y reforma impositiva” sostuvo que el método interpretativo que debe usarse es el de la hermenéutica lógica, que ante todo supone “estudiar la naturaleza de las circunstancias económicas”, la “naturaleza técnica propia” de cada tributo, la “causa jurídica” que lo genera, “la conexión sistemática de la ley con otras leyes” y con la legislación comparada, las normas constitucionales, la doctrina tributaria y los principios generales del derecho fiscal. La interpretación lógica prevalece a la interpretación literal. Así nos encontramos frente al método “funcional”. Este método forma parte de su concepción integral de las Finanzas Públicas. La actividad financiera del Estado está formada por un conjunto de fenómenos financieros, cada uno de los cuales es indivisible, inescindible y complejo, por eso la teoría de Griziotti se llama “teoría de la complejidad, indivisibilidad e inescindibilidad del fenómeno financiero” en los cuales reconoce, no obstante su inescindibilidad y unicidad, por lo menos cinco aspectos que son el político, económico, social, técnico y jurídico. No admite en consecuencia la segregación dentro de su escuela del aspecto jurídico a ser estudiado por una rama del Derecho que es el Derecho Financiero. A esta concepción la complementa con su criterio de la extrajuricidad de la causa de las obligaciones tributarias, que el fundamenta especialmente en dos conceptos, la capacidad contributiva y los beneficios que se derivan para el contribuyente del servicio que presta el Estado. La causa inmediata es la capacidad contributiva y dentro de su concepción la causa más mediata son los beneficios que percibe el contribuyente debido a un servicio que presta el Estado. 45 Dentro de esta unidad conceptual es que para interpretar las normas tributarias deben seguirse los siguientes pasos: 1. Establecer con toda claridad cuál es el fin de la norma tributaria 2. Desmenuzar los aspectos políticos, económicos, sociales, técnicos y jurídicos 3. Determinar la capacidad contributiva afectada como método tácito para interpretar la norma tributaria. 2.2. El fin de la ley El principio de interpretación por antonomasia de la ley es el fin; este último, entendido rectamente, no es otra cosa que el bien común, principio último de legitimidad o justificación del Estado y del Derecho; ahora bien, en el campo tributario, esta finalidad se tiñe de contenido económico en razón de la especialidad material que lo constituye. El segundo gran principio de interpretación -que es asimismo el segundo principio general de legitimidad o justificación- es la Constitución del Estado. En la doctrina jurídico tributaria contemporánea, es clásica la posición de Ezio Vanoni: “En el campo del derecho tributario, quizá más que en otros campos del derecho, se impone, a efectos de una exacta comprensión de la norma, el estudio de los fines que la misma se propone. La dificultad de enmarcar fenómenos que se encuentran en continua evolución, cual los que revisten valor económico, en el marco de la fórmula legal determina el que sólo se pueda atribuir a la norma su verdadero valor cuando se tenga en cuenta la función que la ley pretende desarrollar y los fines que se propone alcanzar”. “Tan solo el conocimiento del espíritu que anima la ley permite superar las dificultades derivadas de la imperfecta formulación de la norma, soslayar las contradicciones determinadas por las contraposiciones verbales existentes entre los diversos preceptos, vencer las dificultades que se producen siempre que se trata de reconducir los siempre diversos y variables fenómenos de la vida bajo el imperio de la norma, cuya expresión permanece inmutable”. “En suma, puede formularse como canon de interpretación de la norma tributaria el principio de que para aplicar un precepto legal, de acuerdo con su propio fin, es preciso proceder a la exacta valoración de la función económica realizada por los hechos sociales a que se refiere la ley impositiva”. Como se ve, del principio general teológico o finalista, como regla central de interpretación de la ley y del Derecho, se llegó a la necesidad de vincular el 46 fin de la norma con la función económica de los hechos o actos regidos por la ley tributaria. Es menester dar pleno efecto a la indudable intención del legislador y es regla de hermenéutica de las leyes atender a la armonía que ellas deben guardar con el orden jurídico restante y con las garantías de la Constitución, y que en casos no expresamente contemplados ha de preferirse la interpretación que favorece y no la que dificulta aquella armonía y los fines perseguidos legislativamente. Por ello, no es siempre método recomendable el atenerse estrictamente a las palabras de la ley, ya que el espíritu que la nutre es lo que debe determinarse en procura de una aplicación racional, que elimine el riesgo de un formalismo paralizante. 2.3. Las normas de exención Todo lo expuesto es aplicable tanto para las normas de imposición como para las normas de exención, pues éstas últimas son, al igual que las normas de imposición, normas jurídicas tributarias y consiguientemente, también a ellas se aplica plenamente la teoría general de interpretación de las normas. Resulta inadmisible, por su total falta de lógica intelectual, sostener que las exenciones deben ser interpretadas con carácter restrictivo, pues ello no es sino resabio de una vieja doctrina auto-contradictoria que sostenía el carácter “odioso” de las normas de imposición y asimismo el carácter excepcional de las normas de exención. Lo dicho se halla en armonía con los reiterados pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación con arreglo a los cuales “(...) las disposiciones que estatuyen beneficios de carácter fiscal no deben interpretarse con el alcance más restringido que su texto admita, sino en forma tal que el propósito de la ley se cumpla, lo que equivale a admitir que las exenciones tributarias pueden resultar del indudable propósito de la norma y de su necesaria implicancia (causa M.120.XXIII, “Multicambio S.A. s/recurso de apelación", fallada el 1º de junio de 1993, considerando 8º y sus citas -IMPUESTOS, t.1993-B, 1767-) (CS, 11/2/97; “Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires c. Hospital Alemán”, Impuestos, t. LV 1997-B, págs. 2511 y ss.). Por su parte, en los autos “Multicambio S.A.” antes citado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo: “...8) Que cabe señalar en orden a lo expuesto que del mismo modo que el principio de legalidad que rige en la materia -confr. arts. 4º, 17 y 67, inc. 2º, de la Constitución Nacional- impide que se exija un tributo en supuestos que no estén contemplados por la ley, 47 también veda la posibilidad de que se excluyan de la norma que concede una exención situaciones que tienen cabida en ella con arreglos a los términos del respectivo precepto. Corresponde añadir al respecto que las disposiciones que estatuyen beneficios de carácter fiscal no deben interpretarse con el alcance más restringido que el texto admita, sino en forma tal que el propósito de la ley se cumpla, lo que equivale admitir que las exenciones tributarias pueden resultar del indudable propósito de la norma y de su necesaria implicancia (confr. C.164.XXIII, "Camarero, Juan Carlos s/recurso de apelación - impuesto a las ganancias", fallo del 10 de marzo de 1992; Fallos: 296:253 y 312:529). 9) Que el propósito de evitar una posible elusión del tributo, que inspira, a su vez, a la decisión apelada, no puede llevar por vía interpretativa a establecer restricciones a los alcances de una exención, que no surgen de los términos de la ley ni pueden considerarse implícitas en ella, pues tal pauta hermenéutica no se ajusta al referido principio de legalidad o reserva”. 2.4. El principio de realidad económica Existe una regla de interpretación propia del Derecho Tributario: el principio de significación o realidad económica. Es un método elaborado por la doctrina suiza y alemana a comienzos del siglo. En ese entonces, la jurisprudencia alemana seguía aferrada a los criterios restrictivos y literales para la interpretación de la norma tributaria; el Derecho Tributario era un derecho intruso en la esfera jurídica de las personas, entonces los criterios que se aplicaban eran siempre restrictivos (en contra del Fisco) y a lo sumo la interpretación literal. Becker quería introducir una norma que permitiera a los jueces dejar de recurrir a los criterios del Derecho Privado y como consecuencia inventó el criterio de la significación económica y finalidad de las normas. El propósito era permitirle a los jueces apartarse del ritualismo conceptual, es decir del análisis lógico y racional de la escuela francesa y permitirle interpretar la norma tributaria prescindiendo de formas o estructuras jurídicas inadecuadas de tal modo que aplicara las mismas de acuerdo a la realidad de los hechos o realidad económica que esa norma pretendió disciplinar, estructurar o expresar. Muchos autores consideran que visto de este punto de vista el criterio adquiere visos jurídicos pero la mayoría de ellos lo condiciona a que no sea el único y a que tampoco sea usado permanentemente en contra del contribuyente. Francisco Martínez, en un trabajo exhaustivo sobre la materia, nos enseñaba que “ lo normal es que las circunstancias económicas que han inspirado la imposición estén presentes en el negocio que la ley tributaria mienta, por lo 48 que asumirlas como presupuestos o vincularlas de alguna manera a él no significa otra cosa, normalmente, que definir la fattispecie por el negocio mismo o vincularla al propio negocio”. Luego agrega: “el art. 12 de la ley 11.683 limita el ámbito de su aplicación a los negocios simulados, fiduciarios e indirectos, dando una solución que no difiere, en lo fundamental, de la que le da el derecho privado”. Y concluye: “... la referencia al significado económico de la ley advierte al intérprete que para una correcta hermenéutica debe tener clara comprensión del contenido o sustancia económica de la relación jurídica (...)” (“El criterio económico” – DF XX – 849 y Estudios de Derecho Fiscal, Buenos Aires, 1973, págs. 205 y 206). El artículo 1º de la Ley 11.683 se refiere al criterio de interpretación de esa ley y de las leyes impositivas, a cuyo efecto se atenderá al fin de ellas y a su significación económica. Se añade a continuación que sólo en subsidio podrá recurrirse al derecho privado. Por su parte, el artículo 2º establece que para determinar la verdadera naturaleza del hecho imponible se atenderá a los actos, situaciones y relaciones económicas. Nuestra Corte Suprema de Justicia de la Nación receptó hace casi dos décadas el criterio de la realidad económica como principio de interpretación de la norma tributaria (leading case “Eduardo Loussinian S.A.” de fecha 20/09/83, Revista Jurídica Argentina LA LEY 1983 D-559), aplicable tanto a favor de la tesis del Fisco Nacional, como a favor de la tesis del contribuyente. Ello así, puesto que la regla de hermenéutica señalada no implica descartar su eficacia en determinados supuestos, sino que es de aplicación siempre que los hechos encuadren en la misma. 49