Capítulo 10: En el bosque de Ela.

Anuncio
Capítulo 10: En el bosque de Ela.
_ Tú… _ Ana lo miró con lágrimas en los ojos. Él bajó la cabeza.
Un grito desgarró el cielo, haciendo estremecer la tierra. Ana alzó la
mirada.
_ Lo sabe. _susurró Goran.
Ella tiró de las riendas de Aura y dio la vuelta. Salió del camino en
dirección al bosque de Ela. Espoleó a la yegua y comenzó a cabalgar a
campo traviesa. Oyó cómo Goran la seguía. Ana espoleó todavía más a
Aura. Quería alejarse de él. Ahora sabía que realmente estaba en peligro.
Raygar sabía que estaba allí. Y todo por culpa de Goran. A Ana se le
empañó la vista por las lágrimas. La había vuelto a engañar. Pero lo peor de
todo era que se lo había advertido. Le había dicho mil y una veces que no
confiara en él. Y ella había sido una estúpida.
Atravesó los campos cultivados hasta llegar al bosque. La capucha de la
capa se le había resbalado por el pelo. Ahora llovía más fuerte. Entró en él y
tuvo que reducir la velocidad. En aquella parte del bosque, los árboles eran
más altos y estaban más juntos. Ana se dio cuenta de que el terreno era más
accidentado. Oyó que Goran entraba en el bosque, en pos de ella. Tiró de las
riendas obligando a Aura a girar a la derecha. La espoleó un poco, pero no
pudo avanzar más rápido. Tendría que ir al paso. Los árboles se juntaban
más conforme avanzaban. Goran iba a la grupa. Llegaron a un claro. Ana
bajó de su yegua y caminó hasta el centro, pensando qué podría hacer. Se
hallaba completamente perdida. Recorrió el lugar con la mirada, hasta
terminar observándose las manos. El chico bajó también de Carboncillo y se
acercó ella.
_ Ana, escucha…
Ella se tapó los oídos rápidamente.
_ ¡No, no quiero volver a oírte, maldito embustero! ¡No quiero volver a
verte! ¡Vete! ¡Déjame en paz!
Ana corrió hacia su yegua y le abrazó el cuello. Comenzó a llorar.
_ No le entiendes, Ana. _ ella cerró los ojos _ Por lo menos déjame que te
lo explique.
Ana no contestó. El chico continuó hablando.
_ Todo es por Selennya.
Ana sollozó. Encima de todo, aquello era por otra chica.
_ ¡No, no es lo que piensas! Selennya es mi hermana _ Ana abrió los ojos_
No te mentí al decirte que soy de La Rebelión, o al menos lo era. Los dos lo
éramos.
_ ¡Ibas a entregarme! _le gritó ella, sin volverse.
_ Nunca hubiese dejado que te tocaran, te lo prometo_ le aseguró,
acercándose a ella.
_ No sé cómo pretendes que ahora confíe en ti.
Goran bajó la cabeza.
_Al menos deja que te lo explique. Después, podrás juzgarme.
Ana pegó un bote. Era cierto que lo estaba juzgando. Y ella había tenido
una discusión con él por lo mismo. Se obligó a prestar atención. Como no
contestó, el chico empezó a relatar.
_ Nuestros padres también pertenecieron a La Rebelión. Vivíamos en la
cabaña del bosque. Los cuatro. Mi hermana y yo somos mellizos. Cuando
estalló la invasión, mis padres pronto se unieron a La Rebelión. Mi madre
era una gran maga y mi padre manejaba la espada como ninguno. Pero no
fue suficiente _ permaneció callado un momento. Ana esperó_ Solo
teníamos cinco años. Desde entonces, nos criamos con La Rebelión, en La
Frontera. Nos enseñaron a luchar, a atacar. Éramos rápidos y silenciosos.
Éramos un buen equipo, al igual que mi padre y mi madre lo fueron en su
día. Yo me apoyaba en Selennya, y ella en mi. No pasábamos separados ni
un minuto.
Goran suspiró. Ana se secó las lágrimas con la manga de la capa, aunque
con ello solo logró mojarse todavía más la cara. Goran continuó hablando.
_ Estábamos atacando un puesto de mando. Había hombres y slaps. Parecía
que íbamos ganando. Los hombres empezaban a caer y los slaps huían. Pero
a Selennya le dieron. Yo no podía dejarla atrás así que volví a por ella. Pero
los slaps nos cogieron. No nos querían muertos, si no nos habrían matado en
cuanto nos tuvieron entre sus manos. No. Tenían órdenes. Ordenes de
llevarnos a la capital, junto a Raygar. Y así lo hicieron. Nos arrastraron por
todo Erimund sin siquiera darnos de comer hasta que llegamos a Prha´det.
Allí nos encerraron, cada uno en una celda. No sé cuanto tiempo estuve
encerrado, pero te aseguro que se me hizo eterno. Tiempo después de
haberme encerrado, me llevaron ante Raygar. Era la primera vez que lo veía.
Me sorprendió, sobre todo su estatura. Es bajito y calvo. Por él me enteré de
que tenía intención de cogernos a los dos desde el principio. Quería que yo
le hiciese un trabajo. Me amenazó con matar a Selennya. Me la mostró.
Estaba en un calabozo y no tenía buen aspecto. Parecía no haber comido
nada desde que nos secuestraron. Estaba fatal. Él me explicó que tan solo
tenía que ir a por ti, de lo contrario, la maltrataría, la torturaría o, incluso le
haría cosas peores: podía llegar a matarla. No tuve más remedio que aceptar.
No podía permitir que eso le pasara a Selennya. Pero entonces me dijo quién
eras y lo que tenías en tu poder. Y me negué a hacerlo. Él se puso furioso.
Mandó llamar a Selennya. La empezaron a torturar delante de mí. No pude
hacer otra cosa que decir que sí. No podía dejar que Selennya sufriera. Me
enseñó todo cuanto tenía que saber de ti y de tu mundo y me envió a la
Tierra. El resto ya lo sabes.
Ana no habló hasta pasado un momento.
_ No, todo no _ le susurró la chica_ ¿Por qué fuiste a Inglaterra?
_ Porque me dijo que tenía que ponerme en contacto con él cada cierto
tiempo. Allí era muy fácil. Es una antigua tierra de magos. Yo le dije que no
sabías nada, que era imposible que volvieses. Pero él se dio cuenta de cuál
era el problema _ permaneció un rato en silencio _ Se dio cuenta de que para
mí empezabas a ser importante. No quería que ese sentimiento se
acrecentase en mí y me tuvo allí mucho tiempo, en una especie de trance. Al
final me convencí a mí mismo de que no podía ser, me disfracé de algo que
no era en realidad e intenté reprimir lo que sentía. Pero me fue imposible.
El chico guardó silencio un momento, dejando la última frase en el aire.
_Hace casi un año que la tienen prisionera _ continuó, con voz
entrecortada_ Tenía que hacer algo.
Ana cayó. Notó que el chico se acercaba más a ella. Se encogió en sí
misma.
_ No habría dejado que te tocaran. De verdad _ le dio la vuelta para verle la
cara _ Eres importante para mí, lo sabes. No podría haberlo soportado.
Ana volvió a derramar lágrimas. Negó con la cabeza y cerró los ojos.
Goran la abrazó. Ana dejó que lo hiciera. En el fondo, sabía que le había
dicho la verdad y le había resultado menos dolorosa de lo que había creído.
El chico la apretó fuertemente contra sí, pero ella no respondió al abrazo. Se
quedó quieta, con los brazos colgando a ambos lados del cuerpo, mientras
lloraba. Él parecía estar esperando una respuesta. Ana tomó aire.
_ ¿Qué vamos a hacer ahora?
Goran la abrazó más fuerte y le besó la cabeza. Ana cerró los ojos y lloró
en silencio. Pasaron un rato así. Luego el chico se separó y la miró a los
ojos.
_ Tendremos que seguir avanzando hacia el sur, por el bosque. Él lo
controla todo. Lo ve todo. Es posible que si estamos en el bosque le sea más
difícil. Este bosque es propiedad de las hadas, estaremos más seguros que en
cualquier otra parte.
_ ¿Ahora mismo nos está viendo?
_ No, lo más probable es que no. Puede ver las tierras que están bajo su
dominio, pero las que pertenecen a La Rebelión no, espero _ Ana lo miró a
los ojos. Goran estaba muy serio _ Solo por nuestro bien, espero que así sea
_ Añadió para sí.
Ana se encogió.
_ Entonces puede estar viéndonos _ insistió la chica.
El chico no contestó.
_ De todas maneras sabe que iremos al sur, hacia La Rebelión.
Él asintió.
_ Intentaremos despistarle, pero no dudes que terminará por encontrarnos.
_ ¿Qué pasa con tu hermana?
Él cerró los ojos.
_ Selennya tendrá que esperar.
Ana asintió. El chico parecía muy apenado. Le posó la mano en el brazo.
_ Estará bien.
_ Espero que así sea.
Goran se giró. Ana lo observó un momento, mientras el chico montaba a
Carboncillo. En realidad todo aquello lo había hecho por ella. Iba a dejar a
su hermana bajo el poder de Raygar, por ella. Sonrió sin alegría. Tomó las
riendas de su yegua y montó. Se puso de nuevo la capucha. Goran se colocó
a su lado.
_ Más al centro, los árboles se separan. Sigamos el río hasta que llegue a la
cordillera de Pidel. Allí ya veremos qué hacer. Otra cosa. _ le dijo _ Será
mejor que guardes el colgante, o lo camufles. La guardia de Raygar solo te
reconocerá por él.
Ana pronunció un hechizo y el colgante se transformó en un pequeño hada.
El brillo que emitía se apagó. Sonrió, contemplando su obra.
_ Perfecto _ le susurró Goran.
Torcieron hacia la izquierda y penetraron más en el bosque. La lluvia
seguía cayendo, cada vez más fuerte. Ana no habló mucho con Goran ese
día. En cierto modo aún estaba resentida por todo lo que había pasado, pero
se sentía culpable. Por su culpa, Goran había dejado a su hermana. Era
verdad que no podían hacer nada para rescatarla. No sin ayuda. Pero por
culpa de lo que sentía por ella, no la había entregado. Le estaba agradecida,
pero no podía evitar sentirse culpable.
Al terminar ese día, la lluvia había cesado. Continuaron un rato más
cabalgando. Estaba oscureciendo, pero las flores de los elans no se abrieron,
ya que las nubes cubrían a Ela. Cuando llegaron a la orilla del río Gran,
Goran se paró.
_ Será mejor pasar la noche aquí.
_ Pero no podemos pararnos. Pueden encontrarnos.
_ No te preocupes. Es de noche. Ahora mismo no saben dónde estamos y
Raygar no puede indicarles. Además, los slaps le temen al agua.
Manteniéndonos cerca del río y estando el cielo nublado, no se atreverán a
atacar.
_ ¿Y qué te hace pensar que mandará slaps y no hombres?
Él chico le sonrió, sin alegría.
_ Son bajos y, en su mayoría, delgados. Correrán más fácilmente entre los
árboles que un hombre. Tendrán más ventaja que los hombres aquí, entre los
árboles. Al igual que tendrán más ventaja que nosotros.
Ana calló, pensando que era lógico. Descabalgaron. El suelo estaba
mojado, así que se guarecieron bajo un gran árbol. Allí la humedad había
penetrado menos. Goran encendió un fuego. Ana se quitó la capa y la colgó
para que se secara. El chico la imitó. Se acostaron pronto, tras una cena a
base de pan duro y queso. Ana se encogió bajo su manta. Tenía frío. Cerró
los ojos, tiritando. Se había alejado de Goran. Estar cerca de él la hacía
sentirse incómoda y, como él se había pegado al fuego, no tenía la
protección de su calor. Tembló un poco bajo la manta. Se abrigó más.
Finalmente se durmió, con frío en los pies, a pesar de llevar puestas las botas
de piel.
Los días pasaron y el tiempo comenzó a empeorar por momentos. No
volvió a llover, pero el aire era frío. Ana seguía sin hablar mucho con Goran,
y él parecía apenado. El chico comprendió el problema de por qué ella no
dormía cerca del fuego; ahora se alejaba de él. Ana no quería que fuese así,
pero se sentía incapaz de volver a la relación de antes. Necesitaba tiempo.
Pasaba todo el día pensando en eso, o mirando a su alrededor en busca de
alguien sospechoso. Cabalgaban a la orilla del río. En ese tramo era más
ancho, por lo menos diez metros, y comenzaba a ser más bravo. Erosionaba
la tierra y comenzaba a penetrar en la tierra. Los árboles crecían altos y
fuertes. Las flores eran más grandes e iluminaban más por la noche.
Avanzaban con el temor de ser descubiertos.
Cinco días después de que Goran le confesara la verdad, llegaron a una
curva del río. Se movía hacia la derecha y se perdía entre los árboles. La
corriente era más fuerte que nunca y Ana pudo divisar unos rápidos antes de
que se perdiera de vista. No se podía cabalgar junto al río, ya que los árboles
crecían en su orilla.
_ Vayamos hacia adelante _ dijo Goran.
Ana lo siguió. Entraron del nuevo al bosque, dejando la protección del agua
del río. Goran pareció estar más alerta que los últimos días. Sabía que
estando lejos del agua, los podían atacar más fácilmente. Estaba tenso y Ana
lo notó. Ella movió las manos sobre las riendas, nerviosa. Si él estaba tenso,
era que algo iba realmente mal.
De repente, Goran tiró de las riendas y paró a Carboncillo. Ana le iba a
preguntar qué pasaba, pero él alzó la mano mandándola callar. Parecía estar
escuchando. Ana se inclinó hacia un lado y agudizó el oído, pero no oyó
nada. Entonces, el chico desenvainó su espada y le gritó:
_ ¡Corre hacia el río!
Ella espoleó a Aura. Y entonces lo oyó. Eran unos gritos agudos,
mezclados con lo que parecía madera al romperse. Avanzaban arrasando
hacia ellos. Ana espoleó todavía más a la yegua. Goran la seguía.
_ ¡El arco, Ana! _le apremió _ ¡Saca el arco!
Ella luchó por mantener a Aura dominada con una sola mano. Se irguió y
cogió el arco que tenía atado a la grupa. Sacó una flecha del carcaj y la
colocó como pudo. Cuando hubo terminado, ya se hallaba a la orilla del río.
Aura trotó nerviosa y se paró. No quería entrar en el agua. Ana la espoleó
desesperada. Carboncillo pasó a su lado como una flecha. Goran le dio la
vuelta y se colocó al lado de Ana. Ella entrevió una horda de lo que debían
ser los slaps. Seres verdes, llenos de babas, y con pústulas rosas. Gritaban
desesperados por haber descubierto el agua. Ana intentó que su yegua diese
la vuelta, pero no lo consiguió. Aura tenía las orejas hacia atrás. Retrocedía,
pero no terminaba por meterse en el agua. Carboncillo hacía tiempo que lo
había hecho. Goran le tendió la mano a Ana para que le diera las riendas.
Pero entonces los slaps comenzaron a disparar flechas. Aura se encabritó
cuando una le pasó al lado de la oreja. Ana trató de mantenerse en la silla,
pero le fue imposible. Sintió cómo se separaba de la montura y entonces se
aferró a la mano de Goran. Se arrepintió enseguida de haberlo hecho. Goran
no estaba preparado para aquel tirón, así que, lo arrastró consigo. Ambos
cayeron al agua y la corriente los arrastró de inmediato al centro del río. Ana
agarró el arco para que no se le fuera de la mano. Con la otra, apretaba la
mano del chico para no soltarse. De repente hubo una elevación. Cuando
volvieron a caer con un chapoteo y se hundieron, sus manos se separaron.
Ana tragó agua mientras se hundía de nuevo en una nueva corriente. Luchó
por salir a la superficie. Cuando lo logró, buscó a Goran con la mirada. No
lo vio. Volvió a ser arrastrada al fondo del río. La corriente la aplastó contra
las rocas, que la arañaron. Nadó ya cansada y logró salir. Volvió a buscar a
su amigo. Esta vez lo encontró. Estaba a tres metros de ella. Ana se preparó
para llamarlo, pero volvió a hundirse. Esta vez dio un revolcón. Una roca le
arañó en la mejilla. Cuando hubo parado de dar vueltas, localizó la
superficie. Salió. Goran estaba ahora a más de cinco metros, pero la había
visto. Intentó nadar hacia ella. Ana hizo lo mismo. En ese momento, no
había tantos altibajos en el río, aunque la velocidad era la misma. Consiguió
llegar hasta Goran, que le cogió la mano. Juntos intentaron nadar hacia la
orilla más cercana, pero de nuevo empezaron los rápidos. Ana se asió al
brazo de su amigo. Se hundieron. Ana intentó salir, pero las fuerzas
comenzaron a fallarle. Estaba cansada. Goran tiró de ella. Aspiró una gran
bocanada de aire. Se volvió a Goran. Él estaba como ella. Sabía que no
durarían mucho. La orilla más cercana estaba a más de siete metros.
Intentaban nadar hacia allí. Hubo otro revolcón. Cuando salieron, Ana se dio
cuenta de que Goran estaba sangrando. Una piedra le había dado en la
cabeza. Él la miró, y Ana supo enseguida que iba a perder el sentido. Los
ojos se le fueron cerrando. Ana intentó cargárselo en el hombro y nadar
hacia la orilla, pero no le quedaban fuerzas. Comenzó a hundirse a causa del
peso de su amigo. Ahora no podía respirar. Tragó agua y pataleó para
elevarse, pero no pudo. Sintió la presión en los pulmones y pudo ver cómo
todo se empezaba a nublar. Se abrazó a Goran. Antes de que todo se volviera
negro, sintió que tiraban de ella.
Respiraba. Estaba respirando. Ni ella misma se lo creía, pero era real. Fue
de lo primero que tomó conciencia. El aire que entraba en su cuerpo era real,
y el dolor al sentir los pulmones hincharse también lo era. Tosió. Tenía la
garganta áspera y la cabeza le dolía muchísimo. Intentó levantarse y se dio
cuenta de que estaba en un lugar seco, sobre hierba. Abrió los ojos. El río
quedaba a más de un metro de ella. Ahora era calmado y no había rápidos.
Se llevó la mano a los ojos y se los frotó. Luego se tendió boca arriba y
comprobó que estaba amaneciendo. Se tocó los pantalones y se dio cuenta de
que estaba totalmente seca. Se incorporó con dificultad. A su derecha, atados
a una rama, estaban Carboncillo y Aura. También había otro caballo blanco.
Dirigió su mirada hacia la izquierda. Alguien había encendido un fuego, que
ya comenzaba a apagarse. Siguió mirando alrededor. No se veía a nadie más.
Algo se movió detrás de ella. Se volvió y descubrió, tendido también sobre
la hierba, a Goran. Estaba todavía inconsciente. Se levantó y se acercó a él,
con dificultad. Tenía una manta echada por encima del cuerpo. Alguien le
había vendado la cabeza. Ana le puso la mano en la frente y comprobó,
aliviada, que no tenía fiebre. Le tapó mejor con la manta y dio una vuelta
sobre sus talones. Quienquiera que los hubiera salvado, debía de estar de su
parte. Se acercó a su yegua y la examinó. Parecía estar en buen estado.
Carboncillo y ella relincharon al reconocerla. Ana los acarició. Luego se
volvió al otro caballo. Era un macho tordo, de grandes dimensiones. Parecía
estar hecho para correr grandes distancias. Se acercó a las riendas, pero no
había nombre alguno grabado en ellas. Le pasó la mano por las crines,
recientemente peinadas.
_ Le gustas a Plata.
Ana se volvió, con la mano en alto, dispuesta a usar su magia cuando
hiciera falta. De entre los árboles salió un muchacho, no mucho más grande
que ella, tal vez uno o dos años. Él se acercó, sonriente.
_ Así que maga, ¿eh?
Ana bajó la mano, incómoda. El chico continuó allí, observándola. Era alto,
con el pelo castaño y unos ojos oscuros penetrantes. Su mano derecha estaba
envuelta con cintas de color negro, tapando la palma, el dorso y el principio
de los dedos. Ana se movió, sin dejar de mirarlo, hacia Goran.
_ ¿Cómo está?
Él se dirigió a la hoguera y echó parte de la leña que traía consigo.
_ Bien. Mejor. Ha estado con fiebre hasta esta mañana.
_ ¿Cuántos días hemos estado inconscientes?
_ Tú, uno _ le dijo, y su sonrisa se hizo más amplia _ Él, te lo diré cuando
se despierte.
Ana se sonrojó. Él rio entre dientes.
_ Si tienes hambre, puedes comer. Ten, está caliente.
El chico le tendió un cuenco. Ana estrechó los ojos. Olía bien y ella estaba
hambrienta, pero no sabía si confiar en él. Finalmente, y con un leve suspiro,
tomó el cuenco. Bebió un sorbo del caldo. Le abrasó la garganta. Ana volvió
a toser.
_Te hará bien para la garganta. Estuviste mucho tiempo sin respirar.
Ana asintió y le agradeció el caldo. Comenzó a beber de nuevo. El caldo
estaba caliente y enseguida se sintió mejor. El chico seguía mirándola. Ana
se removió, incómoda.
_ ¿Qué es lo que te brilla en el pecho?
A Ana le dio un vuelco al corazón. Se había olvidado del colgante. Por
suerte había permanecido bajo su ropa. Susurró rápidamente el conjuro para
camuflarlo mientras se llevaba la mano a la cadena y lo sacaba. Por suerte, él
pareció no darse cuenta.
_ Aquí solo tengo este colgante.
El chico lo miró.
_ Habría jurado que brillaba.
Goran gimió detrás de ella. Ana se volvió, aliviada de cortar la
conversación. El chico había abierto los ojos y se estaba frotando la cabeza
dolida. Se precipitó hacia él con el cuenco de caldo en la mano. Antes de que
se incorporara, ella llegó a su lado.
_ ¿Cómo estás?
Él la miró, incorporándose.
_ Menudo revolcón, ¿eh?
Los dos se sonrieron.
_ ¿Qué pasó?
_ Bajabais por el río a mucha velocidad _ intervino el muchacho. Goran lo
miró por primera vez, ceñudo _ Por suerte, Plata es rápido y no soy del todo
malo con el arco. Logré sacaros justo cuando ella se desmayó. No fue fácil.
_ Muchísimas gracias _ dijo Ana.
Él le dirigió una gran sonrisa. Goran miró al muchacho y a Ana alternativa
mente. Su rostro se endureció. Se puso en pie y le tendió la mano a su
salvador.
_ Gracias.
El muchacho la tomó y se presentó.
_ Soy Roy de Puerto Grande.
_ Yo soy Goran. Ella es Ana. Somos de Dielt. Vamos hacia Puerto Grande.
_ Podré acompañaros, si queréis. Yo vuelvo de la granja de mi tío a mi
casa.
_ Claro que puedes acompañarnos _ intervino Ana.
Goran la miró, ceñudo. Dirigiéndole una amable sonrisa al muchacho, se la
llevó aparte.
_ Podríamos ponerlo en peligro. Te recuerdo que todo el imperio te está
buscando.
_ No pasará nada. Nos acaba de salvar la vida. ¿Qué clase de persona
seríamos si ni siquiera le dejamos acompañarnos?
Goran lo meditó. Al final, asintió.
_ No nos vendría mal. Están buscando a dos personas, si vamos con él,
podremos despistarlos. Será una forma de camuflarse. Por cierto ¿el
colgante…?
_ Todo controlado.
Goran se volvió hacia él y le sonrió.
_No veo por que no. ¿Cuándo tienes pensado partir?
_ Lo antes posible. Llevo algo de prisa.
Goran miró a Ana, que se encogió de hombros.
_ Por mí, vale. Pero tú, ¿cómo estás?
Recogió la manta y se la echó al hombro, por toda respuesta.
_Pues, ¡vámonos entonces! _ intervino Roy.
Recogieron las cosas. Ana se fijó en que Roy tenía unas alforjas grandes.
Parecía llevar muchos días de viaje. Bajo las alforjas, pudo apreciar las
empuñaduras de dos dagas gemelas. Le pareció extraño. Terminaba de
recoger las cosas cuando Ana le preguntó dónde estaba la granja de su tío. Él
la miró, seriamente.
_ Al noreste de Brins. ¿Por qué lo preguntas?
Ana se sonrojó. Había metido las narices donde no la llamaban.
_ Bueno, llevas mucho equipaje y, bueno…
Roy se acercó, sonriente. Le quitó de las manos las alforjas y la ayudó a
cargarlas sobre Aura.
_ Eres observadora.
Ella le agradeció la ayuda, todavía con las mejillas sonrosadas. El chico
acarició a Aura.
_ Es una buena yegua.
_ Sí, pero le da miedo el agua. Por su culpa acabamos medio muertos.
Roy se rió.
_ No creo que fuera el agua. Debió asustarla algo más. ¿No es así?
Ana estrechó los ojos. Él la miró, suspicaz. Parecía saber más de lo que
aparentaba. Iba a contestar, pero entonces Goran intervino.
_ ¿Nos vamos ya?
Roy dirigió una última mirada a la chica y desapareció tras la yegua. Ana la
montó, pensativa. Estaba claro que Roy sabía algo más. Se removió inquieta
en la silla. Una vez estuvieron todos montados, espolearon a sus respectivos
caballos y comenzaron la marcha hacia el sur, de nuevo a la orilla del río.
Al principio no hablaron mucho. Roy era un tipo amable y reservado. Era
muy cortés, sobre todo con Ana. Tenía tan solo dos años más que ella y
siempre le estaba prestando atención. Ella seguía rumiando su conversación
y aquella mirada suspicaz. Se sentía reacia a contarle cosas, por miedo a que
de repente se enterara de que no era como esperaba. Ya había tenido
experiencia en ello y no quería que volviera a repetirse. Pero al final, el buen
humor del chico y sus historias graciosas, hicieron que entablara buena
amistad. Comenzaron a pasar la mayor parte del día juntos, hablando. Roy le
contaba graciosas historias sobre la granja y la hacía reír a menudo. Goran se
mantenía al margen de todo aquello. Parecía sentir cierto recelo hacia Roy, a
pesar de que le había salvado la vida. Ana llegó a pasar más tiempo con Roy
que con Goran. El chico se comportaba de una forma cada vez más extraña.
Con el paso del tiempo, había comenzado a dejar de hablar y de reír, y
pasaba el día pensando. Se portaba como aquella vez cuando volvió de
Inglaterra, y eso a Ana no le gustaba nada, pero no podía hacer nada por
solucionarlo. No sabía que era lo qué le pasaba esta vez. No la miraba, ni le
hablaba, ni le sonreía. Parecía que estuviera de nuevo enfadado con ella por
algo. Así que, inevitablemente, poco a poco, se distanciaron. Goran pasaba
el tiempo, solo, pensando y ella lo pasaba con Roy.
Goran echaba de menos a la chica. No hablaba apenas con ella. No
intervenía en las animadas conversaciones que tenían Ana y Roy. Se
limitaba a observarlos, sobre todo a la chica. Antes de que Roy apareciese,
parecía ser desgraciada. Ahora reía a manudo con las historias y ni siquiera a
él le prestaba atención. Se preguntó si sería mejor así. Él parecía estimarla.
La protegía y ayudaba y además era dos años mayor que ella. Seguramente
sería mejor partido. Sacudió la cabeza. Se encontraba tomando un cuenco de
gachas que ya se habían enfriado. Cerca de la hoguera que habían
encendido, Roy, acompañado por Ana, contaba una historia. Ella reía. Hacía
ya tiempo que habían terminado de cenar y sin embargo, se quedaban allí,
hablando. Inspiró hondo. Se había acostumbrado a aquello. Ellos hablaban,
pero él se acostaba y se dormía oyendo a la voz de Roy y las exclamaciones
o risas de su amiga. Se terminó las gachas y lavó el cuenco en el río. Aquella
noche hacía especialmente frío. El vaho salía de su boca y de las de sus
compañeros, que estaban bien abrigados en sus mantas. Goran dejó el
cuenco cerca del suelo y se dirigió a ellos, diciendo:
_Me voy a acostar.
Ambos se volvieron. Roy lo miró a través del fuego.
_ ¿Por qué no te quedas un rato con nosotros?
Él negó con la cabeza. Ana lo miró con tristeza. Se levantó, dejando caer la
manta y se acercó a él.
_ Buenas noches _ dijo, y le plantó un beso en la mejilla.
Goran le sonrió, por una vez en mucho tiempo. Ella lo imitó. Se miraron un
momento. Él alzó la mano, vacilante y le acarició la mejilla. Pudo percibir el
inaudible suspiro que se le escapó a la chica de su boca. Su sonrisa se
ensanchó y, sin dudarlo dos veces, la abrazó. Pudo ver a Roy por encima del
hombro de ella. Se había quedado quieto y su rostro no tenía expresión.
Cerró los ojos y apretó más a Ana contra sí, sintiéndose un triunfador.
Después de haberse separado. Ella volvió junto a Roy, con timidez, y el
chico siguió con sus historias como si no hubiese pasado nada. Goran se
acostó con una sonrisa en la boca y se durmió, oyendo a Ana reírse.
Iban corriendo por el bosque. Sabía de qué bosque se trataba. Era el bosque
de los trolls. Ana estaba ya cansada. Se le notaba en la respiración. Él
también lo estaba, pero se obligó a mantenerse con fuerzas. Por él. Por los
dos. Les perseguía una horda tan grande como nuca había visto. También los
perseguían hombres importantes. Ana se tropezó con una raíz y cayó al
suelo. La ayudó a levantarse. Estaba intentando trasladarse. Pero no podía.
Un rayo iluminó la escena. Goran vio, con horror a Ana desplomarse a su
lado. Le habían dado. Se paró y la cogió. La vida se le había ido de sus ojos,
que seguían abiertos. Goran alzó la vista. Esa cara… Le sonaba aquel
hombre de algo, pero ¿de qué? Sintió que caía y entonces…
…Entonces despertó. El sudor frío le recorría la espalda. Sintió un
escalofrío. Estaba todo bien, como debía estar. Donde antes había lucido una
gran hoguera, descansaban unas ascuas rojas. Ela comenzaba a descender
por el sur. Las flores de los elans estaban abiertas y brillaban más que nunca,
después de tres noches sin lucir. Llevaban ya seis días viajando con Roy y la
cordillera de Pidel se alzaba ya imponente a lo lejos. Estaban llegando al sur
y, sin embargo, no hacía más calor. El invierno había entrado fuerte ese año.
Se volvió y vio a Roy tumbado de espaldas a él. Era buen chico, pero había
llegado a odiarle por el tiempo que pasaba junto a Ana. Sabía que,
probablemente, Ana merecía a un chico como Roy, no como él. Él era un
mentiroso que había estado a punto de entregarla a su peor enemigo. Roy,
sin embargo, era atento y considerado. También era apuesto, o por lo menos
eso era lo que parecía pensar Ana. Él la tenía idolatrada. Y Goran sabía que
la hacía sentirse feliz.
Se volvió a la derecha. El corazón le dio un vuelco. Ana no estaba donde se
había acostado. Estaban su mochila y sus alforjas. Aura estaba atada junto a
Carboncillo y a Plata. Sin embargo su manta y ella habían desaparecido. Se
levantó con cuidado de no despertar a Roy. Anduvo un poco por la orilla del
río y se tranquilizó al descubrir a Ana sentada en la orilla, envuelta en su
manta. Se acercó y se sentó a su lado. No hablaron. Ana estaba
contemplando el reflejo de Ela en el río, que ahora estaba calmado y más
ancho todavía. Las flores de los elans se reflejaban también en el agua,
formando un marco precioso. Ana suspiró.
_ Es precioso, ¿verdad?
_ Sí... Precioso.
Pero Goran no miraba hacia delante. La miraba a ella. Ana se dio cuenta y
se ruborizó, bajando la cabeza. El chico sonrió. Le encantaba cuando hacía
eso. Le hizo alzar la cabeza de nuevo, tomándola de la barbilla. La miró a
los ojos, con intensidad y pudo apreciar en su mirada, la urgencia que le
producía el momento. La sonrisa del chico se ensanchó.
_ Ana, yo…
_ Deberíamos acostarnos _ le cortó ella _ Es tarde. Pronto amanecerá y no
he dormido mucho.
Él pareció decepcionado, pero asintió y se levantó. Ella lo imitó. Volvieron
al campamento en silencio. Goran se acostó sin una palabra. La chica lo
sabía, sabía perfectamente cuáles eran sus sentimientos hacia ella y, sin
embargo, no lo dejaba declararse. Cerró los ojos y se tapó con la manta hasta
la cabeza. No sabía qué iba a hacer. Necesitaba contárselo todo a Ana de una
vez por todas. Necesitaba saber si realmente ella le correspondía o por lo
contrario a ella le gustaba otra persona. Otra persona como Roy. Se quitó la
idea de la cabeza. Roy, no. Apenas lo conocía de hacía una semana. Suspiró.
Necesitaba preguntárselo, pero ella no lo dejaba. ¿Por qué? Se durmió,
sintiéndose derrotado.
A Ana seguía latiéndole apresuradamente el corazón incluso después de
que Goran se hubiera dormido. Ella no necesitaba que le dijera nada para
saber lo que él sentía, pero no quería oírlo de su boca. No estaba preparada.
Se puso de lado. Detrás de los restos de hoguera, descansaba Roy. Lo
observó un momento. Le tenía mucho aprecio, pero solo sentía por él
amistad. Pero parecía que él estaba equivocado respecto a eso y Goran
también pensaba lo mismo. Por eso se sentía tan apenado, creía ella. Quería
darle a entender que no sentía nada especial por Roy, por eso le dio un beso
noches atrás. Había esperado que con aquel gesto le hubiese quedado
suficientemente claro a los dos que era lo qué la chica sentía. Pero sabía que
para Goran no era suficiente. Quería que le dijese exactamente lo que sentía
por él y que se alejara de Roy, pero la chica se negaba a hacerlo. Por un
lado, no se atrevía a decirle a Goran lo que sentía por él y segundo, se sentía
cómoda y segura al lado de Roy. Le agradaba su compañía.
Se puso boca arriba. El cielo comenzaba a aclararse. No había dormido
apenas nada y estaba confusa. El tiempo se le pasó mirando el cielo sin
estrellas. Finalmente, los chicos se levantaron al despuntar el sol. Ella
comenzó a preparar el desayuno mientras ellos recogían las cosas y
preparaban a los caballos, como llevaban haciendo desde hacía seis días.
Pero ese día fue diferente. No rio las gracias de Roy ni contestó a las
preguntas de Goran. Se limitó a hacer lo que tenía que hacer, en silencio.
Pronto los dos chicos se sumieron también en él mientras tomaban el
desayuno.
Pasaron la mañana sin hablar. Cabalgaban en silencio, aunque dentro de la
cabeza de Ana, nada se hallaba callado. Se dejó llevar por la pesadumbre,
pensando que quizá si no hablaba con ninguno de los dos, no pensarían
cosas equívocas. Pero ellos solo parecían confusos. Ninguno de los dos le
encontraba explicación al cambio tan radical en el comportamiento de Ana,
pero no hicieron comentario alguno. Se limitaron a fruncir el ceño, mientras
continuaban cabalgando, siempre por la orilla del río.
Cuando el sol estaba alto en el cielo, divisaron un puente de madera que
atravesaba el río, a lo lejos.
_ Tendremos que pasar el puente hacia la otra orilla.
Goran asintió. Ana no dijo nada.
_ Podemos parar aquí para comer _ sugirió Goran.
Roy asintió. Goran se bajó del caballo y entonces se envaró. Roy y Ana lo
miraron, extrañados, todavía sobre sus monturas.
_ ¿Qué pasa? _ preguntó la chica.
Goran no contestó. Se llevó un dedo a los labios y Ana calló al instante.
Parecía oír algo que a los otros dos se les escapaba. De repente, su cara se
tornó blanca como la nieve. Montó de nuevo a su caballo y lo espoleó hasta
ponerlo al galope. Ana y Roy lo imitaron, todavía sin comprender. Pero
entonces pudieron oírlo. Los estridentes gritos comenzaban a inundar el aire,
que pronto se inundó de un terrible olor a putrefacción. Los slaps
aparecieron a menos de ocho metros por detrás de ellos. Corrían como si se
les fuera la vida en ello. Eran rápidos. Iban alejados del agua, pero sus cortas
piernas se movían veloces. Las babas les caían por los pechos desnudos y
unos feos dientes amarillos les sobresalían de la encía inferior. Goran
desenfundó su espada, acercándose cada vez más al puente de madera. Roy
cogió su arco y se giraba, disparando sobre su montura, muy certero. Ana
cogió también el arco y una flecha. Giró el tronco y disparó. Le dio a uno en
una pierna, haciendo que se cayera y tirando a dos de sus compañeros con él.
Se dijo que había sido suerte.
Los monstruos seguían avanzando hacia ellos, liderados por un slaps alto y
de brazos fuertes. Estaban ya a menos de cinco metros. Ana se volvió. Se
acercaban al puente. Goran iba en cabeza, con la espada desenvainada y Roy
iba a su lado, disparando flechas. Goran llegó a la altura del puente. Los tres
chicos entraron en él. El ruido de los cascos sobre la madera tranquilizó a
Ana. Los slaps temían al agua. No se atreverían a cruzar. Pero entonces oyó
cómo, el que parecía ser el líder, daba una orden llena de gritos agudos. La
chica se volvió para ver cómo los slaps se pusieron de rodillas y sacaron
unas ballestas. Ana comprendió que estaban a tiro. Tenía que hacer algo.
Oyó el chasquido de las cuerdas y el zumbido de las flechas. Pudo ver la
nube negra acercarse hacia ellos. Alzó la mano derecha y pronunció un
hechizo. Las flechas se desintegraron, haciéndose astillas. Goran la felicitó
mientras espoleaba más a Carboncillo. Terminaron de cruzar el puente. Ya
no estaban a tiro. Pero entonces vio cómo los condenados slaps comenzaban
a cruzar el puente en pos de ellos.
_ ¡Deben estar desesperados! _ exclamó Roy.
Goran soltó una maldición. Frenó su caballo, cavilando las posibilidades de
escape; eran pocas: tendrían que luchar. Ana y Roy pararon también, tras él.
Una nueva nube de flechas fue disparada. Ana repitió la operación. Sonrió
para sí. No debían temer por las flechas. Pero los primeros slaps habían
conseguido cruzar ya el puente, a gran velocidad.
_ ¡Vuela el puente! _ le gritó Goran a Ana_ ¡Vuela el puente, Ana!
Ana pronunció un hechizo y mandó un rayo hacia el puente. Este estalló en
una lluvia de astillas. Algunos slaps cayeron al agua entre estridentes
chillidos. Otros se quedaron en la otra orilla. Pero al menos diez de ellos
habían conseguido atravesar el puente, entre ellos, el líder. Ana vio cómo
corrían hacia ellos y se les echaban encima. El primero se lanzó contra el
caballo de Goran. Se enganchó a la bota del muchacho y lo tiró del caballo.
Goran se levantó a duras penas del suelo y se vio rodeado de slaps. Empuñó
su espada y comenzó a luchar contra ellos. Roy corrió en su ayuda. Sacó sus
dos dagas gemelas de debajo de sus alforjas y saltó del caballo. Ana
descabalgó también. Estaba cansada. La lucha se libraba a dos metros de ella
y los slaps no parecían tenerle mucho interés. El líder chilló una orden y dos
slaps se separaron del grupo. Fueron hacia ella. Ana volvió a pronunciar un
hechizo y un rayo acabó con uno de ellos. Le vino el olor a carne quemada y
le entraron náuseas. El otro slaps ya estaba sobre ella. Ana sacó de su bota
una navaja y se armó. El slaps desprendía un horrible olor. A Ana le entró
una arcada. Fintó hacia la izquierda y luego se echó cuerpo a tierra hacia la
derecha, clavándole la navaja en una pierna. El slaps se dobló del dolor. Ana
se levantó corriendo y, agarrando la cabeza del slap por su sucio pelo, le dio
un rodillazo en la frente. Luego, lo empujó hacia la orilla. El slaps se clavó
en el suelo y se irguió, antes de caer al río. Se acercó a la chica corriendo y
le pegó un puñetazo en la cara. Ana cayó al suelo. Se llevó la mano a la
dolida mejilla y notó el sabor de la sangre en la boca. Con una desafiante
mirada, se incorporó, pronunciando otro hechizo. Una gran ola de agua
empapó al slaps, que comenzó a chillar. Se calló cuando una flecha le
atravesó el corazón. Al caer hacia atrás, pudo ver a Roy enarbolando el arco.
Goran seguía luchando con el líder de los slaps. Los demás estaban muertos
a su alrededor. El chico intentaba empujar al slaps hacia el agua. Su espada
se hallaba a tres metros de él, en el suelo. De repente, el slaps se apartó y
Goran cayó hacia adelante, boca abajo. Estaba desarmado y su contrario
empuñaba una daga. Se acercó con paso decidido al muchacho, que trataba
de darse la vuelta sobre el suelo. Levantó la daga, pero, entonces Ana dirigió
un hechizó a la espada de Goran, que voló hasta su mano. El slaps bajó el
puñal para clavárselo a Goran en el corazón, al mismo tiempo que el chico
alzaba la espada de su padre y le atravesaba con ella el vientre. El slap pudo
llegar a clavar su puñal en el hombro izquierdo de Goran antes de morir
ensartado. El chico gritó de dolor cuando el metal lo atravesó. Luego, el
slaps cayó encima de él, aplastándole.
Ana intentó levantarse, pero se derrumbó. Fue Roy quien acudió en ayuda
de su amigo. Quitó al slap de encima de
Goran
y
lo
ayudó
a
incorporarse. Ana les gritó que se acercaran. Ellos obedecieron. Goran se
apoyaba en Roy. El mayor parecía no estar herido. Tumbó a Goran al lado
de Ana. El puñal le había atravesado el hombro por completo y la sangre
manaba de la herida como si de una fuente se tratase. El rostro del chico
empezaba a tornarse pálido. Ana comenzó a curarle la herida con su magia.
Sentía que realmente iba a perder toda su energía. Había dormido poco y
realizado mucha magia. Sabía que lo que estaba haciendo era peligroso, pero
no podía abandonar a Goran a su suerte. El tajo se fue cerrando hasta que tan
solo quedó una cicatriz. Goran se incorporó y la miró preocupado. Ella le
sonrió y entonces se mareó. Cayó encima de Goran, con la cabeza apoyada
en el hombro que acababa de curarle. Goran le acarició el pelo.
_Gracias _ le susurró al oído.
Ana cerró los ojos. Entonces Roy soltó una exclamación. Volvió a abrir los
ojos, preocupada, y se dio cuenta del por qué de su asombro. La conocida
luz del colgante brilló frente a sus ojos después de muchos días. Había roto
el hechizo. Al usar la magia para curar a Goran, había descuidado el
camuflaje del colgante dándose así a conocer. Se volvió a Roy.
_Tú… _ susurró el chico, como si la viese por primera vez_ No puede ser.
No… No me perseguían a mí. Los slaps os estaban persiguiendo a vosotros.
¡Te perseguían a ti! _ añadió, señalándola con dedo acusador_ Pero ¿qué te
pasa? ¿Cómo se te ocurre volver con el colgante? ¿Qué…?
_ ¿Por qué creíste que los slaps te perseguían a ti? _ preguntó Goran,
rápidamente y con las dos cejas alzadas.
Él lo miró. Su cara era una mascara de hierro impenetrable. Su voz sonó
inexpresiva, cuando dijo:
_ Dado que ya sé quienes sois _ comenzó a desatarse las cintas de la mano.
Primero de entre los dedos. Luego de la palma y el dorso _ Creo que es justo
que vosotros también sepáis quién soy yo.
Terminó de quitarse las cintas y las tiró al suelo. Alzó la mano. Goran
carraspeó, incomodo. Ana pudo ver un anillo en forma de dragón enroscado
en su dedo corazón. Lo miró con curiosidad. Era bonito. En el nacimiento de
su dedo índice, comenzaba un tatuaje que tenía también forma de dragón que
se extendía por toda la parte izquierda del dorso de la mano. Era de color
azul. Goran se movió, incómodo, pero no dijo nada. Ana no entendía qué
estaba pasando.
_ Soy Enroy de Prha´det _ dijo, con cierta majestuosidad _ Primogénito y
único hijo de Ighbar de Prha´det el Maestro de los Maestros.
Descargar