El círculo dinámico verdad-libertad en la Fides et Ratio

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El círculo dinámico verdad-libertad en la Fides et Ratio
Juan José Sanguineti
Comunicación presentada en la XXIV Semana Tomista, Verdad y libertad, Buenos Aires 6-10
de septiembre de 1999.
Parece evidente que el núcleo argumentativo fundamental de la Encíclica Fides et Ratio (FR) de
Juan Pablo II es el concepto de verdad. Sobre él se apoyan las argumentaciones que conducen a
plantear de un modo peculiar las relaciones fe/razón y teología/filosofía. El planteamiento de la
temática es, sin embargo, antropológico y metafísico y no exclusivamente gnoseológico. En
pocas palabras, podríamos decir que el punto de partida de todo el desarrollo doctrinal de la
Encíclica es la búsqueda de la verdad que anima por dentro la actividad de todo ser humano1 .
Esta búsqueda no se restringe a la curiosidad científica que mira a la explicación de los
fenómenos naturales, si bien no la excluye, al situarse en un cuadro mucho más amplio, en
relación con los grandes interrogantes que se pone el hombre en torno a la verdad del mundo y
al significado de su propia existencia. En este sentido, la pregunta por el ser es inseparable de la
pregunta por el ser que somos nosotros mismos. En ella se cifra la dignidad humana (en el
contexto de la creación material, el hombre se distingue por su autoconciencia2 ). El documento
del Papa comienza mencionando precisamente el deseo de conocer la verdad junto al
autoconocimiento3 . Se trata en definitiva de llegar a la verdad sobre nuestro propio ser. La
Encíclica proyecta, de este modo, un dinamismo profundo en todo ser humano, especialmente
tematizado por la filosofía pero presente en el corazón de todo hombre y en las grandes
manifestaciones de la cultura. El "deseo natural de conocer la verdad" tiene que ver, entonces,
con el deseo de la felicidad -es más, lo especifica de algún modo- y así muestra que cualquier
hallazgo parcial de verdades en el ámbito cosmológico o antropológico no es más que una etapa
de este camino4 , que en última instancia es camino y llamada al conocimiento y al amor de la
Verdad última que es Dios5 .
Esta notable introducción de la FR, filosófica y teológica a la vez, nos muestra la gran
proyección que se le está dando al tema de la verdad. El interés del pensamiento del Papa por la
verdad no se reduce a una llamada de atención de rigor sobre el valor de la verdad absoluta en
un mundo inclinado al relativismo. La cuestión de la verdad se relaciona con el destino mismo
de la existencia humana y con su entero dinamismo hacia Dios. Por eso la fe y la razón se ven,
2
en el magnífico exordio del documento, como las "dos alas" que conducen juntamente, sin
posibilidad de separación, al destino definitivo del ser humano que es el conocimiento y el amor
de Dios, esto es, a la salvación misma del ser humano.
El objetivo de la FR es situar a la filosofía, como ejercicio de la razón, en el contexto de la
Revelación y de la investigación teológica. Pero lo que acabo de exponer es claramente el
presupuesto antropológico del documento. Junto con las abundantes referencias bíblicas y otras
tomadas de la tradición de la Iglesia, destacándose especialmente la figura de San Anselmo, el
esquema antropológico mencionado corresponde sin duda a la perspectiva de Santo Tomás de
Aquino6 .
La filosofía en la concepción clásica es la búsqueda de la sabiduría, es decir, la búsqueda del
conocimiento de la verdad en todas sus dimensiones, como verdad que llena de plenitud el
corazón del hombre. Así lo entendieron los grandes filósofos clásicos y los libros sapienciales
del Antiguo Testamento, ampliamente citados por la Encíclica, en los que se subraya el aspecto
teológico trascendente de esa búsqueda7 . La búsqueda de la verdad es emprendida en el ámbito
clásico griego por los filósofos8 , no en el sentido especializado y parcial con que hoy suele
afrontarse el conocimiento científico, sino de una manera más profunda y abarcante, en la que
se pone en juego el sentido de la vida, y precisamente por eso merece el calificativo de
sapiencial. Los filósofos antiguos, entrando algunas veces en contextos religiosos, buscaban la
verdad sapiencial como una tarea propia del hombre9 y no como una opción escolar entre otras
posibles. Ellos veían en esa búsqueda una exigencia de la dignidad humana potencialmente
universal, aunque de hecho fueran pocos los que la elegían como una forma de vida. Es ésta la
concepción de la filosofía apreciada por el Papa en la FR, o mejor aún, la que él pretende
reproponer10 en un ambiente filosófico contemporáneo caracterizado por el excesivo sentido de
las limitaciones de la razón humana ante el conocimiento de la verdad11 , o peor todavía por el
naufragio completo de la convicción de verdad, con consecuencias negativas para la vida
humana.
Por tanto el esquema seguido por Tomás de Aquino corresponde substancialmente a esta
presentación de la temática de la verdad. A la búsqueda fatigosa y llena de oscuridades de la
verdad completa12 y a pesar de todo irrenunciable13 , llevada adelante con mejores o peores
resultados por los filósofos, corresponde la Revelación de la Verdad misma, que se encarna en
la persona de Jesucristo14 . Cristo es la misma Verdad15 . Hay pues un doble movimiento: un
movimiento ascensional del hombre hacia la verdad, válido de iure en el sentido de que todo
hombre está estructuralmente hecho para llegar al conocimiento de la verdad completa, pero de
facto obstaculizado por una serie de motivos16 que, a la postre, se reconducen a una dificultad
ínsita del hombre para acoger la verdad, como consecuencia del pecado, que ya de por sí
entraña una posición errada, con engaño y mentira. Por el pecado habitual se produce un
3
oscurecimiento de la capacidad sapiencial del hombre17 y se pasa así al decaimiento de la
sabiduría "divina" en una sabiduría "humana" vana18 , que incluso tratando de Dios como objeto
no llega a amarlo y por tanto es incapaz de producir la amistad con Dios, requisito para
conocerlo y para ser conocido por El19 .
Y aquí entra, con toda su profundidad, la dimensión de la libertad humana en relación con la
búsqueda de la verdad. De nuevo se da en este punto una continuidad completa entre la Sagrada
Escritura (en particular, San Juan), la tradición cristiana (Santo Tomás claramente) y el
documento que comentamos. No podía ser de otro modo y diría que son dos los aspectos en
que se traduce tal relación dinámica verdad-libertad: I. La verdad es raíz de libertad20 .- II. Sólo
la libertad permite acoger la verdad21
I. El primer punto corresponde al conocido texto de Juan 8, 32: veritas liberavit vos. El
apartamiento de la verdad sapiencial es una consecuencia del pecado22 . La voluntad humana se
tuerce respecto al valor supremo al que está llamada y así se produce un debilitamiento de la
misma inteligencia, que ya no capta con facilidad y gusto la presencia del Creador en las
criaturas23 . Penetra en el hombre la ignorancia habitual ante ciertas verdades fundamentales que
él debería tener presentes de modo constante para poder así orientar su existencia y descansar en
la verdadera contemplación. Esta ignorancia (compatible con un conocimiento actual de tipo
informativo, o con un conocimiento abstracto sin amor, que puede darse incluso en los
demonios24 ) es la stultitia o necedad, o la ceguera del corazón25 , que puede darse incluso en
medio de una amplia erudición26 y capacidad investigativa científica, como señala el libro de la
Sabiduría27 y la Epístola paulina a los Romanos28 . Podríamos añadir que aquí está precisamente
el misterio del ateísmo. De este modo el ateísmo no se ve como un mero desconocimiento
oscuramente achacable a la responsabilidad personal o cultural, sino más bien como cierta
incapacidad del hombre de elevarse a Dios que se identifica con la misma necedad29 . En la
situación de "ignorancia", tomada en este sentido, el hombre pierde la brújula de su vida y así
su libertad no puede emplearse bien, es más, pierde fuerza y hace que el hombre se esclavize
fácilmente en los múltiples condicionamientos de su libertad en el mundo. El hombre vive así
fuera de la verdad, no está connaturalizado con ella y por tanto, si ahonda en esta línea, realiza
elecciones que van poco a poco disminuyendo su misma libertad.
En los sectores de la filosofía moderna ajenos al realismo metafísico30 se exalta aparentemente la
libertad humana. Esta exaltación no conecta con la verdad tal como la estamos presentando, a
veces porque se centra exclusivamente en la libertad tomada como independencia formal
respecto a otras instancias, y otras veces porque se busca un ejercicio de la libertad fundante o
creativo de la misma verdad. Es decir, la verdad sería un producto de la libertad humana. De
aquí nace una peculiar tensión dialéctica (por ej., entre la libertad del individuo y la de la
4
sociedad o humanidad tomada como un todo), tensión debida a la inestabilidad y frustración
propias de la libertad que pretende ser creadora en la esfera de la verdad. En su forma liberal,
más débil que en las formas extremas del idealismo, la primacía de la libertad se traduce en el
temor de que la verdad conduzca al autoritarismo o a la intolerancia31 . Este temor pertenece a la
dialéctica que se desencadena con la separación del vínculo verdad-libertad. Una libertad sólo
formal (independencia) ve en la verdad transmitida por los demás un peligro potencial de
dependencia. Al contrario, la libertad concebida como creadora de la verdad tiende a trasmitirse
abusivamente a los demás32 . La terminología para expresar lo que estoy diciendo es compleja en
los distintos sistemas y naturalmente elude la claridad de los términos aquí empleados, por
ejemplo cambiando la semántica de la verdad o evitando el uso de este término. Una
manifestación del último aspecto señalado es la “ideología de la sospecha” que fácilmente ve en
el lenguaje ajeno el resultado pragmático de un proyecto de imposición. En el caso extremo de la
deconstrucción de la verdad y su reducción a mecanismo de poder tenemos el nihilismo
indicado por la FR33 como el punto muerto de llegada de la concepción que separa la verdad de
la libertad.
II. El segundo aspecto consiste en que el acogimiento humano de la verdad es obra de la
libertad. He preferido mencionarlo en segundo término porque si no se entendiera el primer
punto (“la verdad es liberadora y no fuente de sometimiento”) el que ahora señalo podría
malentenderse. La idea es, en su expresión más sencilla, que nadie llega a la verdad si no
quiere, o si carece de las disposiciones subjetivas, ordinariamente habituales, que posibilitan a
cada uno la captación de la verdad34 . Con otras palabras, a la verdad no se llega
automáticamente, sólo con recursos lógicos y evidencias más o menos claras. Naturalmente este
punto no se refiere a la captación intelectual de los primeros principios, sino a todo lo que puede
derivarse desde allí. La precedencia genética corresponde a la inteligencia en su constitutiva
apertura al ser. La Encíclica se centra en todo lo posterior a este punto de partida35 , es decir, en
la progresiva búsqueda de la verdad sapiencial durante el tiempo de la existencia humana. La
tesis es que esa búsqueda supone un empeño de la libertad o una intervención de la voluntad en
estrecha unión con la inteligencia, no sólo para “moverla” sino para que, moviéndola, ésta
madure en su capacidad perceptiva de lo verdadero. Viene así a crearse un “círculo de
retroacción” positivo: si la ignorancia necia (stultitia) fue provocada por un desapego del
Creador, es evidente que la buena disposición de la voluntad antes los bienes fundamentales -en
otras palabras, el amor- produce o dispone para la sabiduría, fortificando la capacidad de
comprensión. Es un círculo dinámico, en el que en definitiva la persona humana se encamina
con más fuerza y eficacia a su destino -la contemplación amorosa de Dios- tanto más cuanto más
ama, y así más conoce, y así más ama, etc36 . El amor aquí alimenta el deseo de conocimiento y
el mayor conocimiento suscita un mayor amor. En sintonía con Santo Tomás y la tradición
agustiniana, la FR subraya en particular el hecho de que, al estar la inteligencia humana
5
inicialmente limitada y debilitada para conocer las cosas que se refieren a Dios, la voluntad o la
libertad tienen la iniciativa en el mencionado dinamismo y hacen que la razón se trascienda a sí
misma y se encamine hacia el infinito, sin contentarse nunca con las metas ya alcanzadas37 .
En el contexto de este círculo dinámico verdad/libertad la FR introduce el papel que juega la fe
en el interior de una razón deseosa de contemplar lo más alto pero muchas veces debilitada para
hacerlo y para desearlo con eficacia. La inteligencia adormecida del hombre no se despierta sino
por el requerimiento que le viene de fuera, concretamente de la Revelación Divina38 . La
aceptación de la verdad enseñada desde lo alto presupone en el hombre la búsqueda sincera de la
verdad39 . La verdad revelada se le entrega no al modo de una demostración racional, sino como
testimonio de una persona en el contexto de la amistad y la confianza40 en un magisterio de
verdad (reconocimiento de Cristo como Maestro, como portador de Verdad). La libertad aquí
entra en juego de modo delicado y variado: mantiene al hombre en situación de apertura y
escucha; promueve la adhesión o el consentimiento a una verdad no demostrada sino
testimoniada; al poner a la inteligencia en ejercicio, amplía y refuerza la luz intelectual que
comienza a operar en el creyente la doble relación de “creer para entender” y “entender para
creer”; lleva a cabo en el hombre la “decisión de vivir en la verdad”, que puede llegar incluso al
testimonio máximo del martirio41 , señal de firmeza incondicional a una verdad de vida
irrenunciable (que de otro modo sería sólo hipótesis de trabajo u opinión susceptible de
ulteriores confirmaciones); ante la arrogancia o la hipocresía de la falsa verdad de las “sabidurías
mundanas” (ciencia que infla), introduce la “sabiduría de la cruz”42 , don de sí mismo que a los
ojos de la pseudo-ciencia parece necedad.
A la vista de este cuadro, se comprende que la FR afirme en el n. 13 que la unión de la
inteligencia con la voluntad alcanza su máxima expresión en el acto de fe. Esta fe no es la
confianza razonable en una hipótesis. Es un acto de la inteligencia que percibe una luz en el
misterio, con relación personal respecto a la fuente de esa luz. Por tanto, con la fe la persona
humana se abre a la verdad libremente acogida y contemplada en grado creciente, a medida que
crece el don de sabiduría43 y otros hábitos cognoscitivos.
La expresión última de la relación de “circularidad dinámica” entre verdad y libertad, por tanto,
tal como es delienada por la FR, está a mi parecer en la virtud sapiencial44 . Pueden verse en
algunas actitudes humanas ante la ciencia o la comunicación humana ciertos aspectos semejantes
a los que hemos señalado. Así lo hace la Encíclica, por ejemplo, cuando alude a la importancia
de la fe en la vida humana. El hombre es un ser que busca la verdad y que también vive de
creencias45 justamente como resultado de esa búsqueda. La FR hace notar además el rico valor
antropológico de la fe humana, en cuanto supone una interrelación con otras personas a las que
se les concede un crédito de amistad. Podríamos añadir a esto, por poner otro ejemplo, la
6
necesidad de cierta “conversión intelectual” para poder acoger nuevas teorías científicas (Kuhn).
Pero el plano en que la relación verdad-libertad se pone en este documento es mucho más alto.
Los ejemplos indicados, en todo caso, hacen ver que la entrega de la verdad de Dios al hombre
por medio del don de la fe está muy en consonancia con su naturaleza, incluyendo aquí también
su propia debilidad para alcanzar la verdad. Pero la enseñanza que se saca de este documento,
repito, me parece aun más profunda y de paso lleva consigo a la circularidad recíproca entre la
filosofía y la teología46 .
Par concluir, creo que lo que he expuesto podría además arrojar una luz en las relaciones entre
el orden natural y sobrenatural. El dinamismo en juego es en el fondo el mismo: el hombre,
según Tomás de Aquino, desea naturalmente ver a Dios, y consigue cumplir ese deseo sólo con
la gracia47 .
1
Nn. 24, 28.
N. 1
3
Cfr. palabras introductorias y n. 1, con las citas bíblicas del Antiguo y Nuevo Testamento.
4
Cfr. n. 2
5
Cfr. n. 2, con las citas escriturísticas de Juan 14, 6 y I Cor 13, 12: "...conoceré perfectamente, como ahora soy
conocido".
6
Cfr. nn. 25 y 44 y de modo especial las páginas del Aquinate de C. G., I, 1-9, que comienzan con el tema de la
sabiduría, casi en consonancia con el inicio de la Metafísica de Aristóteles, para concluir con la Revelación de la
Sabiduría o del Verbo de Dios al hombre.
7
Cfr. además la nota 28 del n. 33, donde se señala que la religiosidad es la culminación de la racionalidad
humana.
8
Cfr. n. 3.
9
Cfr.n. 3.
10
Cfr. nn. 6, 55, 56, 81, 106.
11
Cfr. n. 5.
12
Cfr. nn. 26, 28.
13
N. 29.
14
Cfr. Juan 1, 9-11; 18, 37, citado en C. G., I, 1.
15
Juan 14, 6.
16
Cfr. C. G. I, 4.
17
Efesios 4, 17-19.
18
I Cor 1, 20; 2, 7.
19
I Juan 4, 7-8.
20
Cfr. nn. 15 y 90.
21
Nn. 13 y 42.
22
N. 18.
23
Nn. 18, 22.
24
Cfr. S. Th., I, q. 64, a.1.
25
Cfr. Ef 4, 17-18; S. Th., II-II, qq. 15 y 46.
26
Cfr. Juan 3, 10.
27
Sabiduría 13, 1.
28
Romanos 1, 18.
29
Salmos 13 (14), 1 y 52 (53), 1.
30
Cfr. nn. 5, 46.
31
N. 92.
2
7
32
Cfr. II Tim, 4, 3.
N. 90.
34
Cfr. Mat 13, 10-16; Juan 12, 37-40.
35
Señalado en el n. 4.
36
Cfr. n. 42.
37
Cfr. nn. 14, 17, 24, 42.
38
N. 56.
39
N. 15.
40
N. 15.
41
N. 32.
42
N. 23.
43
Cfr. n. 92.
44
Cfr. n. 44.
45
N. 31.
46
N. 73.
47
C. G., III, 25 y 50-53.
33
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