Las miradas del retorno

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Migraciones y Exilios, 5-2004, pp. 51-62
Las miradas del retorno
Teresa Fèrriz Roure
RESUMEN:
El tema del retorno ocupó un lugar preferente en el discurso exílico legitimador
del exilio republicano de 1939. Su articulación, de todas formas, no fue unívoca, ni sincrónica ni diacrónicamente. Desde la primera década de los cuarenta, empezaron a
simultanearse muchas formas de entender (y aceptar o rechazar) los retornos simbólicos y/o físicos, formando un complejo entramado discursivo que llega hasta los primeros años de la transición, una vez concluido oficialmente el exilio político. Este artículo
propone un primer acercamiento a esta polifonía discursiva, a partir de diferentes tipologías documentales: textos literarios y críticos, entrevistas, cuestionarios, etcétera.
Palabras clave: exilio, retorno, discurso, textos literarios.
ABSTRACT:
The subject of return has occupied a main place in the discourse of the Spanish
Exile of 1939. Its construction, in any case, was not unique, nor synchronic or diachronic. From the very beginning, speeches about symbolic and/or physical returns began to
coexist. This article proposes a preliminary approach to them, using different documents:
literary texts, critical texts, interviews, questionnaires, etc.
Key words: exile, return, speech, literary texts.
Gracias a una bibliografía sobre el exilio republicano cada vez de mayor calidad,
nos estamos acercando con garantías a la complejidad de todo ese conjunto de bienes simbólicos y representaciones colectivas compartidas por la comunidad desterrada desde 1939 hasta 1977 que denominamos la cultura de exilio.
Un conocimiento directo de las fuentes, el análisis de “casos” en la mejor tradición de la microhistoria y unas excelentes monografías sustentadas en un cotejo riguroso de datos y materiales de todo tipo han contribuido a afinar la mirada, empezando a cuestionar todas esas medias verdades que, a fuerza de su reiteración, se habían
ido convirtiendo en definitorias de la cultura exílica.
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Una de las aproximaciones que se han revelado más productivas es el ánalisis de
su dimensión discursiva1. Esta “intramemoria”, en palabras de Naharro Calderón
(1999)2, junto a las múltiples narraciones del pasado relatadas por los mismos protagonistas (la “memoria viva”, por tanto), ha servido para obtener perfiles más complejos de los exiliados y su cultura, donde se ponen en evidencia los innumerables claroscuros que habían permanecido escondidos tras esa simplificadora fotografía en
blanco y negro con que solía explicarse el exilio.
Uno de los muchos conceptos que han empezado a discutirse es el del retorno,
de innegable valor simbólico para dar y mantener la legitimidad del exilio republicano de 1939. La imposibilidad de consumarlo es el elemento constitutivo de cualquier
destierro y el final de éste suele hacerse coincidir con el final de los elementos objetivos que impedían la vuelta al país de origen, aunque quienes han vivido una situación de destierro suelen referirse a su permanente “ser en el exilio” como una manera de entender y actuar en el mundo que no abandonan nunca3.
Una relectura del concepto del retorno, pues, nos muestra cómo nunca fue unívoco, sino que se fue articulando mediante procesos de construcción complejos
donde intervinieron elementos endógenos y exógenos diversos, como la evolución de
la política del exilio o el cambio social y económico que los exiliados iban protagonizando conforme transcurrían los años.
Como hipótesis de trabajo, y con el único propósito de propiciar la discusión,
quiero plantear la existencia de dos grandes tipologías de discursos sobre el retorno: el discurso oficial republicano y los discursos periféricos
EL DISCURSO OFICIAL REPUBLICANO
El primero, el oficial, es el consensuado entre todos los grupos políticos con
representación parlamentaria antes de la salida al exilio y —dado el amplio espectro
ideológico que representa y la amenaza siempre latente de conflicto en el seno del
grupo— elude la disensión, se mantiene en un nivel emocional, no resulta ni innovador ni polémico, y adopta un patrón de conducta similar al de cualquier exilio, como
el dibujado por Bertold Brecht en sus Meditaciones sobre la duración del exilio:
No pongas ningún clavo en la pared
tira sobre una silla tu chaqueta.
01 Por dimensión discursiva entiendo las distintas mediaciones lingüísticas e ideológicas entre la
“historia real” y la construcción de la historia, que se expresan fundamentalmente a través del ensayo (en
la prensa periódica y en formato libro), y la creación literaria (especialmente, narración, pero también
epistolarios, dietarios, diarios -donde coinciden la historia contada con el tiempo de la enunciación) y
memorias o biografías, donde la historia contada se construye gracias a la evocación y el recuerdo; es
decir, el tiempo de la enunciación es posterior a la vivencia relatada.
02 NAHARRO-CALDERON, J. M.: “Cuando España iba mal: aviso para navegantes desmemoriados”,
Ínsula, 627 (marzo 1999), pp. 25-28.
03 SÁNCHEZ VÁZQUEZ, A.: “Fin del exilio, exilio sin fin”, en Del exilio en México. Recuerdos y reflexiones, Grijalbo, México: 1997.
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¿Vale la pena preocuparse para cuatro días?
Mañana volverás.
No te molestes en regar el arbolillo.
¿Para qué vas a plantar otro árbol?
Antes de que llegue a la altura de un escalón
Alegre partirás de aquí.
Cálate el gorro si te cruzas con gente.
¿Para qué hojear una gramática extranjera?
La noticia que te llame a tu casa
Vendrá escrita en idioma conocido.
Del mismo modo que la cal cae de las vigas
(no te esfuerces por impedirlo)
caerá también la alambrada de la violencia
erigida en la frontera
contra la injusticia4.
Este es el mismo discurso reproducido en tantas historias que hemos oído de los
protagonistas del exilio de 1939: la de quien no compraba muebles, la de quienes
esperaban con la maleta preparada debajo de la cama, la de quienes decían aquello de
este año, sí empuñando el pulgar contra la mesa —y haciéndoselo, como ilustraba un
caricaturista mexicano, cada vez más pequeño. Incluso el convencimiento generalizado de que una vaga justicia histórica acabaría prevaleciendo y sería el detonante del
regreso coincide tanto en Brecht como en los republicanos que esperaban el triunfo
de los aliados en la Segunda Guerra Mundial.
Los elementos constitutivos de este discurso oficial podemos encontrarlos ya en
el diario de a bordo del Sinaia, precisamente en la transcripción del discurso de
Antonio Zozaya leído en el momento en que se divisa por última vez la Península
Ibérica. En su Pero tú, España, resurgirás, la vocación del retorno, aunque teñida de la
tristeza y la nostalgia del momento, aparece en la base del proyecto personal y colectivo que ha de dar su razón de ser al exilio:
¿Cuantos de nosotros volveremos a pisar su suelo sagrado? ¿Quienes tornarán a sus valles
risueños, a sus enhiestas montañas heróicas, a sus selvas geórgicas, a las riberas de sus fecundadores y plácidos ríos? ¿Cuántos podrán encontrarla redenta, emancipada, gozando de las venturas de una verdadera Democracia, en que todos los hombres sean hermanos y en que todos comulguen en las ideas de paz, de progreso y de libertad?5.
Del libro Ültimo período (1947-1956). Citamos por la edición en español de Poemas y canciones,
Alianza Editorial, Madrid: 1972.
05 “¡Pero tú, España, resurgirás...”. Sinaia. Diario de la primera expedición de republicanos españoles a México, 2 (27 de mayo de 1939), p. 2.
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Contenidos en esa retórica a todas luces heredera del discurso bélico, aparecen
algunos de los elementos centrales del discurso oficial del retorno, que se irán amplificando en la prensa y en el foro público durante los años siguientes, fundamentalmente la elisión del término retorno, que aparece siempre de forma indirecta con un
propósito aparentemente tranquilizador y, sobre todo, la idealización del país/paraíso perdido/Arcadia/España republicana unida a la apelación a la responsabilidad
moral colectiva, con un propósito reforzador de la creencia de que sólo se podría volver cuando se hubiera vencido la Dictadura.
Todo ello desde una convicción nunca verbalizada del todo, pero latente siempre, de que la elección de trasladarse a América no hacía más que alejar las posibilidades de retorno a corto plazo: aunque este viaje transatlántico se presentaba como
el único camino posible para muchos refugiados, la huida hacia delante que implicaba cambiar de continente cortaba las amarras emocionales que la cercanía espacial
facilitaba si se continuaba en Francia, eliminando de raíz cualquier posibilidad de realizar una acción directa —ser parte activa de la resistencia, por tanto— contra la dictadura franquista.
Pero, a pesar de esta anticipación, fue Paulino Masip el encargado de recoger el
testigo de la legitimación moral de los emigrados en América gracias a un libro titulado Cartas a un emigrado español que la Junta de Cultura Española imprimió en 19396.
Con un carácter programático, Masip se dedicó a contestar, una a una, las grandes
preguntas que cualquier exiliado se estaba haciendo y, al referirse al tema del retorno,
reconoció que existía una remota posibilidad de una vuelta a sangre y fuego, engendrando
si es preciso otra guerra civil, pero —reiteraba— esa no era la posición que correspondía
a un luchador por la causa de la justicia y la democracia. Apelando de nuevo a esa responsabilidad colectiva, Masip recomendaba muy encarecidamente, en la línea de la
institución oficial que le respaldaba, continuar en América hasta que se pudiera hacer
realidad un regreso en paz. Masip (con un tono conciliador y liberado intencionalmente del tono un tanto mesiánico característico de la publicación portavoz de la
Junta: la revista España Peregrina) reforzaba así el discurso oficial político republicano
y apuntaba nuevos elementos del topos del retorno que, sumados a los enunciados por
Zozaya, se repetirían, de forma más o menos explícita, durante los años siguientes:
— los exiliados tenían la responsabilidad compartida de conseguir crear las condiciones de paz y justicia en España para poder retornar con garantías; y uno
de los elementos imprescindibles era mantener la unión que redundaría en un
gobierno republicano representativo,
— debía de evitarse a toda costa una nueva confrontación bélica, aunque ello
supusiera posponer la vuelta —entre volver a España el año próximo con guerra
triunfadora o el exilio eterno —dice Masip— prefiero el exilio.
— resultaba imposible pactar ninguna vuelta en las condiciones políticas del
momento: Si esa gente decretara, mañana, una amnistía, por amplia y digna de crédito
que fuera y aunque con ella me restituyeran el bienestar de que disfrutaba antes de la guerra, yo no volvería a España. Mientras ellos estén yo no volveré jamás7.
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MASIP, P.: Cartas a un emigrado español, Junta de Cultura Española, México: 1939.
Ibídem, pp. 47-48.
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A pesar de la coincidencia de planteamientos, entre las primeras palabras del exilio americano pronunciadas en el momento mismo en que el Sinaia dejaba atrás la
Península y el texto de Masip escrito en México, se evidenciaba ya un cambio sustancial, muy significativo por la distinta percepción que los exiliados iban adquiriendo de
sí mismos.
Zozaya hablaba continuamente en tercera persona del plural, la única posible
durante la guerra y aún durante la estancia en los campos de concentración franceses.
Masip, ya no. Masip habla desde la primera persona y se dirige a un destinatario concreto, a un “tú” continuamente interpelado en el libro; un “tú” que exige, ante sus
nuevas condiciones vitales, el comentario cómplice y el consejo amigo, pero huye de
las proclamas oficiales y el discurso grandilocuente propio de la retórica de guerra.
Si la salida al exilio se había configurado como un fenómeno colectivo —el último gran episodio de la guerra civil, en realidad—, poco a poco, la suerte tan distinta
de los refugiados iba poniendo en evidencia una realidad muy distinta: la vivencia del
exilio (la supervivencia, en realidad) ya dependía de cada individuo, de sus capacidades, de sus contactos, de su situacion familiar o de la misma suerte. Masip, muy acertado, había reconocido esta individualidad desde la misma estructura formal del libro
y, gracias a esta suerte de epistolario ficticio, se había dirigido al lector en estos términos: la vuelta “se trata de una acción individual, que llega a ser colectiva por la coincidencia... [pero que] es cosa que cada uno debe hacer por sí y ante sí”8.
Pero aunque la Junta de Cultura Española de manera indirecta reconocía la
imposibilidad de trazar consignas válidas para todos, entre iniciar un debate público
sobre las posibles formas de propiciar el retorno o mantenerse en ese nivel emocional acrítico, optó por lo segundo. El discurso oficial republicano, aunque debía reconocer su existencia, no toleraba una pluralidad de voces disonantes ya que estas podían afectar seriamente su viabilidad y, naturalmente, la capacidad de liderazgo de las
organizaciones oficiales republicanas.
Por ello, el discurso de la vuelta (“volveremos a un país en libertad”; “nos habremos hecho merecederos de ello con nuestra conducta ética republicana”) se mantuvo en esa generalidad propia de cualquier exilio, y fue abonándose de forma indirecta (o no tanto) gracias a la reiterada cita de la España de ayer, la invocación de la tradición cultural y política republicana, la descripción continuada de la desesperante
situación en la España franquista y la propuesta de una ética republicana común que
tuvo gran éxito con la acuñación de términos como el de “transtierro” —el cual proponía la conveniencia del arraigo instantáneo, en ese intento de liberar al desterrado
de la obsesión de la vuelta, inevitablemente ligada a la ceguera del presente, la idealización del pasado y la fijación obsesiva y limitante en el futuro.
Un cotejo de los ensayos impresos en las revistas culturales más importantes de
la primera década del exilio en México —las que tenían medios para expresarse, es
decir, las que ejercían como portavoces de las instituciones culturales y políticas de
mayor peso— nos muestra cómo no se discute públicamente sobre el “retorno”: en
ninguno de los títulos de los artículos de las 14 publicaciones culturales que he indizado exhaustivamente se utiliza el término, ni tampoco suelen aparecer otros propios
08
Ibídem, p. 44.
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del mismo campo semántico. Sólo he encontrado una vez la utilización de la palabra
“vuelta”; y esta aparece en Sala de Espera —una revista de autor, al margen de los grupos hegemónicos de la “institución” republicana: me refiero a “La vuelta” de Max
Aub (1948), una pieza teatral que posteriormente se incluiría en uno de los pocos
libros de creación que contienen el término, Las vueltas (1965). Por el contrario, la
palabra “España” es, sin ningún género de dudas, una de las más reiteradas, y abunda, incluso, en el título de algunas de las revistas culturales emblemáticas como
España Peregrina o Las Españas. Esta palpable ausencia de textos sobre el retorno
resulta extremadamente significativa en un exilio tan discursivo como el republicano,
un exilio que fue “voz y letra” ante todo, y revela los dobleces y las incertidumbres
que, de manera muy obvia, la disociación entre la vuelta imaginaria y la no vuelta tangible contenían.
LOS DISCURSOS PERIFÉRICOS
Estos podemos definirlos como poco estables al mostrar una gran capacidad de
adaptación a los acontecimientos históricos y al cambio social y económico del
grupo. Nacen de los partidos políticos, la prensa cultural de las distintas nacionalidades históricas o de un individuo o un grupo determinado. Se oponen por lo general
al inmovilismo oficial y expresan, mucho antes que lo reconozcan las instituciones
republicanas, el fracaso político de la emigración y, por tanto, la imposibilidad de
retornar colectivamente. Son discursos —sobre todo en el caso de los acuñados por
ciertos partidos políticos— más pragmáticos y conducen, en ocasiones, a la acción
directa; es decir, al retorno real: algunos exiliados tuvieron que volver a España por
imposición de su partido; otros decidieron hacerlo por voluntad propia con el propósito de formar parte de la resistencia armada y luchar activamente, conscientes de
que las potencias mundiales no tenían, ni habían tenido, interés en acabar con la dictadura franquista. Geneviève Dreyfus ha recogido numerosos testimonios en su libro
sobre los refugiados en Francia que muestran como, antes de 1945, muchos colectivos republicanos no creían que las potencias extranjeras intervendrían en la liberación
de España, invalidando así el lugar común de que se regresaría al acabar la Segunda
Guerra Mundial9.
Como ejemplo de algunos de esos discursos periféricos —a medio camino entre
las publicaciones políticas y el discurso oficial a que me he referido antes— voy a
referirme a las revistas culturales catalanas. Estas son de talante conservador al ser
creadas y consumidas por la élite intelectual catalana, pero están suficientemente alejadas del discurso oficial republicano en tanto defienden un discurso político federalista o independentista: no abogan por la restitución de una República que se había
opuesto a una concepción federalista del estado español, ni comulgan con conceptos
como transtierro.
Antes de hablar de la dimensión discursiva, citaré un solo dato que revela la posición de sus hacedores ante el retorno: de las 12 revistas escogidas por su carácter
09 DREYFUS-ARMAND, G.: El exilio de los republicanos españoles en Francia: de la guerra civil a la muerte de
Franco, Crítica, Barcelona: 2000.
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representativo y su calidad (descontando las dos de marcado carácter oficial, en tanto
que subvencionadas directamente por la Generalitat en el exilio —Revista dels Catalans
d’Amèrica y Revista de Catalunya— y de La Gaceta Literària y La Nostra Revista, cuyo
director, Avelí Artís Balaguer murió en 1954, en México), los impulsores de Full
Català, Quaderns de l’Exili (Sales y otros), La Nova Revista (Tísner), Pont Blau (RieraLlorca), Fascicles Literaris (Calders) i Lletres (Bartra) regresaron antes de la muerte de
Franco. Tan sólo el director de Xaloc, Ramon Fabregat, no llegó a instalarse nunca en
Catalunya, aunque realizó numerosas estancias provisionales.
Como muestra, he seleccionado 41 artículos publicados entre 1945 y 1976 (ensayos o notas), que me permiten establecer una secuencia provisional de los motivos y
formas que van conformando los múltiples discursos del retorno que se superponen,
se cruzan, se interpelan y se cuestionan continuamente.
1947
M., “El drama dels repatriats”, La Nostra Revista, 24, diciembre 1947, 498.
“Fragments de cartes d’allà baix”, La Nostra Revista, 22, octubre 1947, 414-415.
1948
“Represa”, Lletres, 10, enero 1948, 1.
1949
“Un advertiment cordialíssim”, La Nostra Revista, 37, enero 1949, 38.
“Noticiari general de l’interior”, La Nostra Revista, 43-44, julio-agosto 1949,
271-272.
1952
[Editorial], Pont Blau, 1, 1952, 1.
1954
[Editorial], Pont Blau, 34, 1954, 1.
1956
BLADÉ DESUMVILA, Artur, “Aires de la Rambla. Impressions d’un viatge a
Catalunya”, Pont Blau, 49-50, noviembre-diciembre 1956, 338-343.
1957
BLADÉ DESUMVILA, Artur, “Retorn al poble natal”, Pont Blau, 57, julio 1957,
206-210.
1959
FERRER SANXÍS, Miquel, “L’exili i el retorn de Carles Riba. Carles Riba, símbol i cabdill”, Pont Blau, 81, julio 1959, 225-227.
1960
B. D., “Retorn al millor dels móns”, Pont Blau, 91, mayo 1960, 168-170.
1962
[Editorial], Pont Blau, 118, noviembre 1962, 321.
ALBA, Víctor, “L’apoteosi del senyor Esteve”, Pont Blau, 118, noviembre
1962, 330-334.
CARRERES PALET, Joan, “He sentit com els peus arrelaven”, Pont Blau, 118,
noviembre 1962, 325-330.
CONGOST i PLA, Joan, “Retorn”, Pont Blau, 117, octubre 1962, 309.
HURTADO, Odó, “Retorn provisional”, Pont Blau, 118, noviembre 1962,
322-325.
TASIS i MARCA, Rafael, “Visitants i retorns (Consideracions sobre l’exili en
1962)”, Pont Blau, 118, noviembre 1962, 335-341.
1967
CARNER, Josep, “Retorn a Catalunya”, Revista de Catalunya, 106, septiembre
1967, 8.
1971
CARNER-RIBALTA, Josep, “Brevíssimes impressions d’un brevíssim viatge a
Catalunya. Com veuen Catalunya ara”, Xaloc, 40, enero-febrero 1971, 12-14.
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ROCA, Marian, “Un debat de taula rodona”, Xaloc, 40, enero-febrero 1971,
14-17.
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]”, Xaloc, 41, marzo-abril 1971, 61. [respuesta inicial de Ramon Fabregat,
a la que seguirán 17 más hasta 1976]
1972
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]” [diferentes números]
“Tornem-hi, que no ha estat res”, Xaloc, 46, enero 1972, 14-15.
“Els vint-i-un volums de Riera Llorca”, Xaloc, 48, marzo 1972, 38.
1973
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]”, [diferentes números].
1974
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]”, [diferentes números].
1975
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]”, [diferentes números].
1976
“Els catalans d’Amèrica parlen de... Qüestionari Víctor Castells. [Resposta
de...]”, [diferentes números].
Los textos no parecen muchos, ni en términos absolutos ni relativos dentro de
las mismas publicaciones, pero sí lo son si los comparamos con la práctica inexistencia de artículos sobre el tema del retorno en la prensa cultural en castellano. Esta ya
es una diferencia que nos habla de cómo, aunque no llegaban a concretarse, se planteaban continuamente formas alternativas de repensar y propiciar la vuelta. De otra
forma, los riesgos resultaban grandes, sobre todo el que se derivaba de una cómoda
instalación en el país de asilo, y, por tanto, de la inacción a favor del retorno con
garantías. Claro que todas estas reflexiones se simultanearon con las más ortodoxas
que acusaban a los retornados de débiles o cobardes, y las de quienes no podían
regresar a causa del riesgo de persecución, cárcel y muerte. Las discordancias, de
todas formas, se irían multiplicando y cada vez se volvió más abierto el debate sobre
la viabilidad del retorno.
Bien entrados los cuarenta, la posición de Lletres expresada en “Represa”, el editorial de su décima entrega, no escondía un acercamiento consciente a quienes permanecían en la Península. Aunque esta voluntad no suponía una vuelta física, sí sentaba el camino para futuros intercambios y retornos posteriores, como el que llevó,
en 1956 y de la mano de Antoni Ribera, a impulsar en Barcelona una colección literaria con el mismo nombre de la publicación del exilio. También esta suerte de preretorno, o forma de luchar —cuestionable, como todo— por el retorno, entraba en
contradicción con el discurso oficial republicano, como muestra José Ignacio
Mantecón que escribió en la Revista Mexicana de Cultura:
por primera vez en una revista de refugiados españoles se da paso a la producción del interior de España. No para dar a conocer, siempre con la suficiente discreción, actividades políticas
contrarias al franquismo, sino para publicar ensayitos literarios, versitos tímidos y pobres, que
serían tan inoperantes escritos en el destierro como lo son redactados en Cataluña. Desastrosa y
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detestable posición política, a la que han llegado quienes la mantienen a través de un complejo de
nacionalismo rural que, por otra parte, no les impide ciertas actividades dentro del marco oficial
de la República española. Bajo mal signo reaparece esta revista...10.
No sé si era cierto lo de la “primera vez” —y, en cualquier caso, otras publicaciones empezarían muy pronto a incorporar textos de la Península, como Las
Españas—, pero lo significativo es que, a partir de ese momento y haciendo caso
omiso de críticas como la de Mantecón, las publicaciones culturales catalanas ya
hablan del “puente” sin miedo, editan con normalidad a autores del interior y empiezan a reproducir los dietarios o cuadernos de viaje que escriben sus colaboradores del
destierro en los muchos retornos provisionales.
En 1952 apareció Pont Blau, de nombre tan significativo, y la invitación a ir más
allá, a realizar una publicación conjunta por los catalanes del interior y los de fuera, se
mostraba como una de las pocas alternativas de lucha que quedaban y, por tanto, se
optaba por sentar las bases para el retorno, aunque fuera en unas condiciones distintas a las planteadas en los cuarenta. La alternativa llegó a presentarse en términos que
evidenciaban el mayor grado de desarraigo de los intelectuales catalanes en México:
retornar o estancarse creativamente a causa de las limitaciones culturales y lingüísticas que el alejamiento propiciaba. Su director, Vicenç Riera Llorca, regresó a
Catalunya en 1969 porque quería —según sus palabras recogidas en la revista TeleExprés— “relacionar-se directament amb el món editorial”11. Aunque había publicado previamente en Catalunya, le parecía imprescindible retornar a su país, a su lengua, para poder desarrollar una obra meditada —así lo expresa en esa entrevista—
durante años. Y, en efecto, su regreso fue extraordinariamente fructífero, publicó
varias novelas de calidad y ganó premios como el Prudenci Bertrana, el San Jordi y el
Crítica de Serra d’Or. Resulta redundante remarcar que la posición declarada de Pont
Blau también despertó muchas suspicacias.
En septiembre de 1952, al aparecer en México el primer número de una revista
que mantuvo su publicación más de once años, en el editorial se señalaba el propósito de que la revista fuera un enlace entre los catalanes del interior y los emigrados, lo
que escandalizó a muchos de los exiliados. Uno de ellos comentó con suspicacia este
propósito desde una publicación editada en Francia diciendo —sobre los editores de
la revista en cuestión y del por qué éstos querían el contacto con el interior—: ‘...no
sabemos lo que buscan...’ No buscaban nada más que lo que declaraban buscar, pero
en ese momento era difícil hacerlo entender. Después, con el curso de los años, la opinión de los exiliados sobre esta cuestión ha venido modificándose, simplemente por
la fuerza de las circunstancias”, recuerda Riera Llorca12.
Pero todos estos acercamientos que reconocían la oportunidad de retornar
seguían moviéndose todavía en un nivel especulativo considerable. No es hasta que
se inician con regularidad los primeros viajes cuando se muestra un cambio cualitati-
MANTECÓN, J. I.: “Revista de revistas”. Revista Mexicana de Cultura. El Nacional, (9 de mayo de
1948), p. 12.
11 “Els vint-i-un volums de Riera Llorca”, Xaloc, 48 (marzo 1972) p. 38.
12 “El problema de l’exiliat català”. Revista de Catalunya, 106 (septiembre 1967), p. 72.
10
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vo en la percepción personal y colectiva del retorno: la discusión pasa a centrarse
entonces en los acontecimientos concretos vividos y en los elementos percibidos
(tanto sensorial como intelectualmente), con resultados muy distintos, que oscilan
entre el desengaño absoluto (similar al expresado por Max Aub en La gallina ciega) o
todo lo contrario: el reencuentro vivificante con un entorno y unas vivencias que se
habían creído definitivamente perdidos. En los sesenta se han consolidado los contactos permanentes con la Península y se dan con toda normalidad ciclos de conferencias como el de “Impresiones de un viaje a Catalunya”, en el Orfeó Català de
Mèxic, una muestra de cuyas charlas se reproduce en el número 118 de Pont Blau. Los
textos tienden a revelarse desprejuiciados, subjetivos y críticos, con esa mirada propia
del intelectual exílico que tan bien ha caracterizado Edward Said13. La discusión sigue,
con todo, abierta y las voces más ortodoxas siguen negándose a regresar a un país
donde impera la dictadura.
Para concluir este rápido devenir por la percepción del retorno desde la colectividad exiliada catalana, contamos, ya hacia principios de los setenta, con un testimonio
excepcional: un cuestionario impreso en Xaloc a lo largo de cinco años, compuesto por
41 entrevistas, donde el tema del retorno se aborda sin encubrimientos y, aún quienes
expresan que no van a regresar, no se oponen a que cada quien actúe en conciencia.
Muchos entrevistados ya han protagonizado las vueltas provisionales de carácter más
forzado (motivado por la muerte de un familiar cercano o aprovechando las vacaciones). De la misma forma que en ese momento ya se ha vencido la falsa dicotomía entre
catalanes de dentro y de fuera, ha desaparecido también la condena a quienes se prestaban a regresar y, supuestamente, entraban en el juego de un régimen que había vencido a los republicanos en el peor de los campos de batalla posibles: el del tiempo.
A MODO DE CONCLUSIÓN: DISCURSO OFICIAL VERSUS DISCURSOS PERIFÉRICOS
Si hacemos la abstracción de representar estas dos tipologías discursivas en el
tiempo, podemos establecer que el discurso oficial republicano del retorno se mantiene dominante hasta 1945/1946, el momento que cambia el perfil del español en
México y pierde peso el reconocimiento moral a unas instituciones que les habían
ayudado a establecerse en México. Hasta el final de la década de los cuarenta sigue
coexistiendo con otros de carácter periférico, aunque ha perdido ya su carácter de
centralidad —como las mismas instituciones de carácter oficial: en 1947, Llopis cambia el perfil del gobierno en el exilio, reduciendo ministerios que tenían como propósito preparar el retorno: su única función, a partir de ese momento, será la de perpetuarse en el exilio.
Discurso oficial
republicano
Discursos
periféricos
13
hasta 1945/46
Hasta 1949/50
Hasta 1960
Hasta 1977
+++-
++--
+---
+---
+---
++--
++--
++--
Representaciones del intelectual, Paidós, Barcelona: 1996.
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Las razones se han repetido una y otra vez: hasta 1945 se confía en las instituciones republicanas como garantes del retorno y estas tienen unos medios de difusión consolidados, entre los que destacan las revistas culturales y las actividades vinculadas a centros de carácter oficialista. Todo ello va unido al proceso de asentamiento y consolidación profesional y personal de los primeros años, en que resulta
fundamental el apoyo de la comunidad exiliada y sus instituciones. Una vez el proceso de integración se ha consolidado —y Clara Lida ya documentó hace tiempo que,
ya en 1945, el perfil del español en México se parece cada vez más al del emigrado llegado antes de la guerra civil14— , tan sólo los grupos o individuos más cercanos ideológicamente a la política republicana institucionalizada mantienen la misma posición
de espera esperanzada poco realista.
A partir de los cincuenta, el discurso oficial va difuminándose y predominan
cada vez más los periféricos, que van evolucionando según las circunstancias específicas de cada grupo o individuo. La polifonía de voces que se produce a partir de ese
momento pondrá en entredicho que todos los exiliados del 1939 tuvieran idéntica
voluntad de retornar a casa y que estuvieran dispuestos a hacerlo, además, en las mismas condiciones.
14
LIDA, C.: Una inmigración privilegiada, Alianza Editorial, Madrid: 1994.
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