La Cuenca del Río Paraná: nucleo central de la producción mundial

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La Cuenca del Río Paraná:
núcleo central de la producción mundial de soja
Federico Zuberman
Instituto del Conurbano – Área de Ecología
Universidad Nacional de General Sarmiento
J.M. Gutiérrez 1150, Los Polvorines, Pcia. de Buenos Aires - CP 1613
[email protected]
4469-7773 / 15-5656-8660
Código eje temático: 02
Eje temático: Ambiente y producción agropecuaria
Introducción: La cuenca del Paraná. Apuntes de su metabolismo social.
El Río Paraná tiene una longitud de unos 4.700 km y su cuenca abarca una
superficie de avenamiento de unos 2.800.000 km2. Dicha cuenca incluye
además a la subcuenca del Río Paraguay y forma parte, junto al Río Uruguay
de la Cuenca del Plata, conformando así el segundo sistema hídrico más
grande de Sudamérica y el quinto del mundo. El territorio en cuestión abarca
territorios de Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina, y de considerarse el sistema
hídrico completo, también la R.O. del Uruguay. Es sin dudas la zona más
poblada y más industrializada de todo el continente: se calculan unos 75
millones de habitantes en la cuenca del Paraná y unos 90 millones en el
complejo hídrico del Plata. En efecto, en su recorrido encontramos el Estado de
San Pablo -el más poblado de Brasil, responsable de un tercio del Producto
Bruto Interno brasilero y cuya capital homónima es la segunda ciudad más
grande del mundo - y el eje fluvial industrial Santa Fe-La plata, el cual también
concentra la mayor actividad industrial de la Argentina.
La caracterización que suele hacerse del Río Paraná nos permite dividir su
tramo en tres o cuatro segmentos: Alto Paraná, Paraná Superior, Paraná Medio
y Paraná Inferior. (Bonetto, 1989). De modo similar, la clasificación de la
cuenca en el marco de la Hoya hidrográfica del Plata suele hacerse entre Delta
Interior Superior, Planicie de inundación y Delta Costero Inferior (Welcomme,
1985). Estas clasificaciones resultan fundamentales pues nos permiten
entender qué tipo de modificaciones y aprovechamientos se hacen del río a lo
largo de su curso. Fácilmente se podría concluir en que los dos primeros
tramos son los más modificados por el hombre. La gran cantidad de represas y
embalses que se han hecho en el tramo brasilero (más de 30 en todo el
trayecto), además de las de Itapú y Yaciretá, no solamente han modificado el
cauce del río, sino que lo han vuelto navegable en zonas donde antiguamente
los numerosos saltos que había lo imposiblitaban y han hecho desaparecer el
valle de inundación bajo estos embalses. Esto no ha implicado cambios
solamente en dichas zonas, sino que las consecuencias de estas
intervenciones han aparecido en toda la cuenca, aguas abajo y aguas arriba. A
los cambios en la concentración de nutrientes o de oxígeno disuelto en el agua,
las modificaciones en la composición florística y en la fauna, se le suman
problemas sanitarios como ser eventos de enfermedades no frecuentes o no
conocidas anteriormente tanto en la fauna ictícola como en seres humanos
(Wais et al, 1997; Wais 2009). Se puede agregar también que hay un serio
efecto a nivel social que complementa el drástico cambio de ambientes y de
dinámica poblacional con el advenimiento y el crecimiento de nuevos polos
industriales. En Brasil, por ejemplo esta problemática social y ambiental desde
hace más de dos décadas que ha anclado en un movimiento de resistencia, el
Movimento Dos Atingidos por Barragens, organización que lucha por una
política energética justa, democrática y que atienda la voz de aquellas
poblaciones afectadas por los embalases y su vínculo con el medio ambiente
(MAB, 2011). Aún con esta problemática social y ambiental, esta cuestionable
combinación de hidrovías y represas hidroeléctricas ha sido de vital importancia
para la integración del Mercosur, como se detallará más adelante. Con
respecto a la producción energética presente en la cuenca también se puede
destacar que a orillas del Paraná se encuentran dos centrales nucleares, a la
altura del partido de Zárate.
La importancia de la Cuenca sin embargo no radica única y específicamente en
lo que hace al curso del Río Paraná, como se detalló anteriormente. La zona
alberga y es fuente de muchos recursos y servicios ambientales que tienen un
valor fundamental en la región, en el continente y en el mundo. Allí se
encuentran diversos biomas o ecorregiones, según el caso, con características
muy particulares, algunos ya severamente transformados o degradados y otros
en vías de degradación: la Selva Paranaense, El Pantanal, las Yungas, el
Altiplano, El Chaco, los Esteros del Iberá, el Pastizal Pampeano, el Delta, etc.
son ecosistemas únicos en el mundo y de importante valor ecológico. Allí se
encuentra el sistema de humedales tal vez más grande del mundo,
comprendiendo también las zonas de carga y descarga del acuífero Guaraní.
Gran parte de estas condiciones permiten que la región sea el sustrato edáfico
de un sector de la producción agropecuaria con mayor importancia mundial. Al
igual que las actividades industriales y de producción de energía la actividad
agropecuaria viene generando hace varias décadas una serie de impactos que
se agravan día a día.
Tal como se describe, la región resulta de una importancia fundamental en
términos productivos, habitacionales y ambientales a la vez queda expuesta a
la combinación de problemáticas que son la expresión de ese crecimiento
industrial, poblacional, y agropecuario. He aquí dos cuestiones cruciales. Por
un lado, son estos conflictos ambientales los que nos colocan en la encrucijada
de poder discernir la oportunidad que representa el crecimiento de la región y
la gravedad que conlleva el riesgo de degradar esos ecosistemas cancelando
los servicios ambientales presentes. Por el otro, teniendo en cuenta que los
ríos que forman parte de la cuenca, los ecosistemas que alberga, los servicios
ambientales que genera y las oportunidades productivas que posee son en
todos los casos transfronterizos, resulta, no aconsejable, sino evidentemente
necesario pensar en soluciones integradas entre los países de la región.
El presente trabajo apuntará a estas dos cuestiones tomando como eje de
estudio el problema que representa el modelo productivo agropecuario actual.
En primer lugar se describirá la importancia mundial que tiene el complejo
sojero-oleaginoso de la región. En segundo lugar se pretenderá demostrar que
los países de la región, si bien con algunas diferencias particulares, han llegado
al mismo punto en cuanto al modelo establecido de producción, con idénticas
problemáticas ambientales, económicas, sociales generadas por ese mismo
modelo. Por último se plantearán algunos interrogantes que permitan idear un
modelo de salida.
La producción de soja en el Paraná y en el mundo. Expresión de
conflictos ambientales y sociales
El crecimiento, tanto en importancia económica como en expansión territorial,
que ha tenido el cultivo de soja en los últimos años ha anclado fuertemente en
la región y ha transformado en gran medida su economía, su ambiente, sus
actividades agropecuarias y el perfil de sus productores.
Desde su aparición en el mercado mundial, a mediados de los años 60, el
cultivo de soja ha venido expendiéndose en el mundo de manera pareja casi a
un nivel exponencial (Gráfico 1). En ese momento eran China y Estados
Unidos los dos países productores destacados. Sin embargo, es recién a
mediados de los 70 cuando los países de Sudamérica comienzan a aparecer
como grandes productores y exportadores de esta oleaginosa (Gráfico 2) No
fue un hecho aislado el posicionamiento de estos países como grandes
productores de soja. La revolución verde, originada algunos años antes en los
laboratorios y ya difundida en varias partes del mundo agrícola con los nuevos
cultivares de trigo y arroz, estaba dispuesta a anclar en una de las zonas más
productivas del globo. El proceso de libre movilidad de capitales que se inició
en los 70 con la caída de Bretton Woods y la liberación de las barreras al
comercio internacional y a los movimientos financieros (Teubal, 2001), potenció
la difusión de esta nueva forma de agricultura que pretendía lapidar la
tradicional agricultura de tracción a sangre donde el agricultor era quien
seleccionaba y mejoraba la dotación genética de sus cultivos para dar paso a
una agricultura totalmente mecanizada y de altos rendimientos donde las
semillas fueran proveídas año tras año por compañías privadas y donde para
obtener los rendimientos esperados se debería aplicar masivamente un
paquete de fertilizantes, pesticidas y herbicidas (Pengue, 2005). De esta
manera grandes empresas de capitales trasnacionales, desde laboratorios
químicos, semilleras, industrias motrices hasta comercializadoras exportadoras
se adueñaron de la mayor parte de este nuevo mercado internacional. Este
proceso originado en los 70 sería la base del actual, que todavía tendría un
nuevo empujón en la última etapa neoliberal de los países de América del Sur.
Gráfico 1
SOJA: Evolución de la Superficie Cosechada y la Producción Mundial
Superficie (has)
Producción (Tn)
250.000.000,00
200.000.000,00
150.000.000,00
100.000.000,00
50.000.000,00
09
06
20
03
20
00
20
97
20
94
19
91
19
88
19
85
19
82
19
79
19
76
19
73
19
70
19
67
19
64
19
19
19
61
0,00
Elaboración propia en base a datos de FAO (Faostat, 2011)
Gráfico 2
SOJA Evolución de la superficie cosechada por paises
45.000.000,00
40.000.000,00
35.000.000,00
30.000.000,00
25.000.000,00
20.000.000,00
15.000.000,00
10.000.000,00
5.000.000,00
Canadá
China
EUA
Rusia
India
09
20
06
20
03
20
00
20
97
19
94
19
91
19
88
19
85
19
82
19
79
19
76
19
73
19
70
19
67
19
64
19
19
61
0,00
Paises Paraná
Fuente: Elaboración propia en base a datos de FAO (Faostat 2011)
Actualmente el mayor productor de granos de soja sigue siendo Estados,
secundado por Brasil, mientras que la Argentina se encuentra en tercer lugar.
Sin embargo, tal como se intenta ilustrar en el Gráfico 2, los países
pertenecientes a la Cuenca del Paraná, es decir Brasil, Argentina, Paraguay y
Bolivia en forma conjunta, conforman el aglomerado mayor de producción de
soja a nivel mundial desde hace casi una década1. Según estimaciones del
Departamento de Agricultura de Estados Unidos la campaña de soja 2010/11
producirá cerca de 263 millones de toneladas en todo el mundo. Poco más de
la mitad de esta cifra será aportada solamente por Brasil, Argentina y Paraguay
(USDA, 2011). En cuanto a productos derivados o industrializados como ser el
aceite o harinas de soja la situación no difiere demasiado. Si bien China y
Estados Unidos encabezan la lista por países de productores mundiales de
aceite de soja con un 22% de la producción cada uno, no se tiene en cuenta
que la integración de los países del Cono Sur la supera ampliamente con más
de un tercio de la producción mundial. (Gráfico 3)
Gráfico 3
Fuente: Elaboración propia en base a USDA 2011 y FAOSTAT 2011
Además de estos datos que muestran la importancia productiva de la región a
nivel mundial, el gráfico 2 nos ofrece otro dato relevante: Los otros grandes
productores, China y Estados Unidos, parecen haber estabilizado la superficie
productiva destinada a la soja. Por el contrario, en nuestros países la tendencia
no parece tener freno alguno y más allá de las diferencias en la regulación y en
la legislación ambiental de cada país los datos para sendos casos son
notables: En 10 años Brasil tuvo un incremento de superficie destinada a soja
del 70%, Argentina del 120%, Bolivia de un 66% y Paraguay del 125%. Estos
incrementos pueden explicarse por reemplazo de otros cultivos y de ganadería
pero fundamentalmente por anexión de tierras que anteriormente no eran de
1
Hay que hacer algunas aclaraciones importantes al respecto: Tanto en Bolivia como en
Paraguay la totalidad de la soja producida se da en terrenos pertenecientes a la cuenca del
Paraná. No ocurre lo mismo en Brasil y en Argentina. En Brasil, los Cerrados constituyen una
importante zona de expansión actual de la agricultura así como también lo es un sector de la
Amazonía, los cuales no pertenecen a la Cuenca. En la Argentina queda excluido un sector de
la Pampa Arenosa y el Sudeste Bonaerense. De todas maneras, las principales zonas sojeras
sí quedan comprendidas. Si ampliáramos la mirada regional y tomásemos el sistema hídrico
que integra el Paraná, es decir la Cuenca del Plata, las zonas de la Argentina quedarían
enteramente comprendidas, así como también las de Uruguay y una porción del estado
brasilero de Rio Grande do Sul que no estaba quedando dentro de la Cuenca.
uso agropecuario. No resulta sorprendente entonces que las problemáticas
ambientales y sociales sean similares a ambos lado de la frontera.
En el Gran Chaco Americano entre Paraguay, Bolivia, Argentina y Brasil se
vienen deforestando cerca de 250 mil por año. (Guayra, 2010). Sin embargo si
se amplía el análisis los números resultan más drásticos. Según los datos por
países que emite la FAO, entre 1990 y el 2005 Argentina ha perdido 150 mil
Ha/ año, Bolivia 270 mil, Paraguay 179 mil y Brasil cerca de 3 millones de
hectáreas por año. (FRA 2005). En Paraguay, de las 8.000.000 de hectáreas
que tenía el Bosque Atlántico del Alto Paraná en su región Oriental antes de la
llegada de la agricultura industrial hoy solo quedan 700.00 has (Base IS, 2010).
En Argentina, por citar otro ejemplo, de las 800 mil Has cuña boscosa
santafesina que había a fines de los años 70, hoy queda menos de la mitad
(Carnevale et al, 2009). Estos procesos de deforestación están ocurriendo en
ecosistemas de gran importancia para la región y para el mundo y con ellos se
pierden valiosísimos servicios ambientales. Los problemas de erosión hídrica y
eólica no tardan en llegar. Se altera el ciclo hídrico en estas zonas de extensos
humedales haciendo peligrar su conservación así como también la del Acuífero
Guaraní. En materia de biodiversidad se está generando un proceso de
defaunación, el cual no solo altera a la diversidad biológica y procesos
ecológicos importantes (dispersión y prelación de semillas, herbivoría y
prelación en general) sino que también se alteran los procesos evolutivos a
partir de los cuales se genera dicha diversidad y sus consecuencias pueden
abracar periodos evolutivos de varios millones de años. Solamente en el Chaco
argentino se contabilizaron 97 vertebrados tetrápodos que han declinado o
desaparecido, casi todos por pérdida de su hábitat (Giraudo, 2009).
Cuando nos referimos al modelo del agronegocio y de la agricultura industrial
como modelo productivo agropecuario predominante, estamos hablando de un
modelo de producción a gran escala, con alto componente de insumos
energéticos y químicos, centrado en la exportación de commodities y de baja
generación de empleo. Esto implica que en estas áreas por donde se extiende
el desmonte y la agricultura aumenta la utilización de todo tipo de biocidas. En
Paraguay, un estudio de RAPAL estimó en 24 millones de litros el uso de
agrotóxicos en el país. En la Argentina el uso tan solo de glifosato ronda los
200 millones de litros. Por su parte, Brasil según estudios de la Fundación
Oswaldo Cruz (fundación que depende del ministerio de salud), se ubica como
el país que más utiliza agro tóxicos en todo el mundo. En efecto los casos por
intoxicaciones crónicas o agudas en seres humanos, aumentan sin distinción a
ambos lados de la frontera. La única distinción que suele aparecer es que la
mayor parte de los casos se da en zonas rurales, territorios de comunidades
campesinas o comunidades indígenas, donde la exoderiva proviene de la gran
escala que manejan aviones fumigadores o de mosquitos (Domínguez y
Sabatino, 2010). Éste puede considerarse un motivo más, a la par del
desempleo que genera este tipo de agricultura, que explique la migración y el
despoblamiento de las zonas rurales. No debe dejar de mencionarse que la
utilización sin control de los herbicidas puede traer problemas estrictamente
ligados a lo productivo. En varios lugaraes de la Argentina, han comenzado a
notificarse casos de aparición de nuevas malezas resistentes a los herbicidas
utilizados (Pengue, 2009)
Los beneficiarios y los dueños del Agronegocio
Es sabido que aun siendo los mayores productores mundiales, ni los granos de
soja, ni el aceite y sus derivados son consumidos por las economías locales.
Los granos de soja son importados sobretodo por China que acapara el 50%
del mercado mundial y viene creciendo año tras año y a la Unión Europea que
se ha estabilizado en un 15% de la demanda mundial. A ellos le siguen una
heterogénea cantidad de países importadores entre los que se encuentran
México, Japón, Tailandia y Taiwan como los más destacados.
Aproximadamente un 40% del volumen producido es exportado sin pasar por
ningún proceso de industrialización ni generación de valor agregado. En el
caso de los aceites de soja la región contribuye con más del 70% de las
exportaciones globales de aceite de soja (siendo Argentina el principal). Casi
todo el aceite de soja producido por nuestros países es exportado siendo los
principales destinos China, India, la Unión Europea y algunos países asiáticos
que se han incorporado a la demanda recientemente2 (Gráficos 3 y 4). Aun con
el grado de industrialización que han adquirido Argentina y Brasil, el complejo
oleaginoso no genera hasta el momento una demanda de mano de obra que
absorba aquella que el modelo de agricultura industrial hoy está dejando
desocupada (Rodríguez, 2010)
Gráfico 4
Fuente: elaboración propia en base a USDA 2011 y Faostat 2011
En gran medida el impulso que tuvo la demanda China y también la de India,
hizo que los precios internacionales de la soja se eleven, traccionando de esta
manera las economías locales. Pero esto no hubiese sido posible si las
economías nacionales no hubiesen tenido un proceso de desregulación y
apertura económica de tipo neoliberal. Con algunas diferencias en políticas
internas, en el grado y en la velocidad de estas medidas neoliberales, este
proceso fue bastante generalizado en la región durante la década de los 90. En
2
En los últimos años el proceso de consolidación de la industria oleaginosa viene tomando
mucha velocidad en Argentina. De hecho la relación producción/consumo mejoró en casi un
70%. Sin embargo se sigue exportando casi un 70% de lo producido en el país. Para el caso de
Brasil el porcentaje es favorable, se exporta casi un 25%. Bolivia y Paraguay exportan casi la
totalidad de su producción.
la Argentina, por ejemplo, se disolvió la Junta Nacional de Granos, que era
quien centralizaba la venta de granos al exterior regulando los volúmenes y
controlando la fluctuación de precios. En Paraguay, si bien ya regía una
economía abierta para la exportación de commodities, se redujeron
drásticamente los aranceles, a niveles casi nulos. En Brasil, con un proceso y
una herencia algo diferentes, las exportaciones también aumentaron de
manera explosiva.
Por supuesto, más allá de los problemas sociales y ambientales mencionados
que genera el agronoegocio y la agricultura industrial este modelo no deja de
otorgarle importantes beneficios económicos a las economías nacionales, en la
generación de divisas y en sostener positivas sus balanzas de pagos. Sin
embargo, no son las economías nacionales quienes obtienen los mayores
réditos. En la Argentina las cinco mayores exportadoras de granos, Cargill,
Toepfer, Dreyfus, ADM y Nidera exportan casi el 80% de los volúmenes de
granos. En el rubro aceites y pellets las que lideran las exportaciones son
Bunge, Cargill, AGD, Vicentin y Louis Dreyfus, manejando el 82% de las
exportaciones. En Paraguay, las principales exportadoras de soja y derivados
fueron en 2008 por orden de importancia Cargil, ADM, Bunge, Noble, Louis
Dreyfus y Vicentin. En Brasil las empresas del agronegocio que encabezan las
exportaciones son Bunge y Cargill y unos lugares abajo ADM y Louis Dreyfus.
(Ver Tabla 1) Como se advierte, los grandes beneficiarios se repiten en los
países de más exportación de la zona. Vale aclarar que todas estas empresas
acopiadoras y comercializadoras se ubican entre las empresas que mayor
facturación tienen en cada país aun siendo firmas multinacionales con sede
matriz en Estados Unidos y en algunos países de Europa.
Tabla 1. Facturación de las más importantes comercializadoras agrícolas en
cada país3
Argentina
Cargill
Bunge Argentina
Louis Dreyfus
Nidera
ADM
2008
Brasil 2008
4.193 Bunge
2.433 Cargill
2.123 ADM
1.169 Louis Dreyfus
1.113
Paraguay
4.300 Cargill
3.020 ADM
2.630 Bunge
1.750 LDC
Vicentín
2008
1.268
487
262
187
152
Fuente: Elaboración propia en base a CERA 2009, portalbrasil 2009 y Base IS
2010)
Así como ya se mencionaron las altas cifras en producción y exportación es
interesante en este caso revisar lo que sucede con los stocks disponibles de
granos de soja que tienen nuestros países y que son los que están
almacenando estas compañías. Casi el 70% del stock disponible (ver Gráfico 5)
está en nuestros países pero manejado por estas firmas, las cuales acceden a
los mercados con una posición más que privilegiada
Gráfico 5
3
Se sabe que muchos de los valores declarados de facturación son significativamente inferiores a los
reales. Ha habido numerosas denuncias en la AFIP en los últimos 3 años. Entre las más destacadas
figuran Cargil y Bunge, esta última aparentemente con 13mil millones de facturación en 2009. (Beristain,
2010; Dellatorre, 2010; Krakowiak 2009)
Fuente: elaboración propia en base a datos de USDA 2011
Por supuesto, no son solo las comercializadoras las que más ganan en este
escenario. Las multinacionales Monsanto, Syngenta (fusión de Novartis y Astra
Zeneca), Dow Agro Sciences (fusión de Dow Chemicals y Cargill), Du Pont
(Pioneer), Bayer Crop Sciences y Basf controlan el 100% del mercado mundial
de semillas modificadas genéticamente y el 80% del mercado mundial de
agroquímicos (Bisang y Varela, 2006). Todas estas empresas semilleras,
productoras de insumos químicos o sanitarios y también productoras
agropecuarias son líderes en el agronegocio y se encuentran sin distinción de
rubro entre las empresas que más dólares facturan en la región (Pengue 2004)
Hacia un modelo de salida conjunta
El escenario caracterizado hasta aquí nos ha mostrado que la región abarcada
por la Cuenca del Río Paraná se ha transformado en las útlimas décadas con
el avance de la frontera agrícola y la creciente producción de la soja como
cultivo principal. Este proceso de agriculturización se ha hecho bajo la
modalidad de la agricultura industrial y el agronegocio generando severos
impactos ambientales y sociales a la vez que enormes beneficios para un
conjunto de empresas multinacionales que dominan el sector y un considerable
ascenso de las economías de los países que integran la Cuenca.
Es llamativo ver cómo en ambos casos, la mayor parte de la información
recopilada, desde bibliografía especializada a bases de datos, se encuentra
diferenciada o categorizada por cada país. Tanto en materia ambiental como
en materia económica los datos relevados y los diagnósticos elaborados siguen
haciéndose a niveles nacionales. Este trabajo pretende darle énfasis al
carácter regional que conlleva el problema descripto, evitando delimitar el
análisis por fronteras nacionales para conflictos que las trascienden y pensar a
su vez en soluciones integradas a nivel cuenca.
En primer lugar el monitoreo de las problemáticas ambientales, tales como la
deforestación, conservación del recurso hídrico o conservación de la fauna
deberían hacerse respetando las fronteras que imponen los ecosistemas
afectados. Sus resultados serán mucho más eficientes a la hora de pensar en
legislaciones y regulaciones en materia ambiental conjunta.
En segundo lugar, debe comenzar a discutirse entre los países la idea de un
modelo de salida al actual. El cambio no es posible ni deseable realizarlo de la
noche a la mañana, pero a la velocidad que viene expandiéndose el modelo
agrícola industrial actual es urgente y necesario al menos ponerle un freno a la
destrucción de los ecosistemas y de las poblaciones que lo habitan.
Se ha ilustrado cómo la región es el principal productor de granos de soja y de
aceites, con un 50% y un 35% de la producción mundial respectivamente.
Asimismo es responsable de casi un 75% de las exportaciones mundiales y
posee un 70% de los stocks disponibles. Dado este posicionamiento en el
mercado global, la pregunta sería cómo sacar provecho de tal situación frente a
la demanda China o bien frente a la formación de precios en la bolsa de
Chicago. Lógicamente mientras sean un puñado de cinco o seis compañías
comercializadoras multinacionales las que manejen el mercado, a nuestros
países y a los productores y consumidores de nuestros países solo les quedará
aceptar las reglas del juego como son.
Desde hace un tiempo en la Argentina se ha reflotado una vieja polémica sobre
una virtual y posible intervención del Estado recreando la Junta Nacional de
Granos (Colombres, 2011) Algunas organizaciones del agro afines al gobierno
nacional y otras nucleadas en la Federación Agraria vienen instalando el
debate de esta idea de proyecto que pretende una fuerte intervención Estatal y
el otorgamiento de un tercio del negocio a las cooperativas. Como era de
esperar, aquellos sectores que defienden el libre mercado, y que suponen en la
libre competencia el mayor beneficio del productor se han opuesto
radicalmente al proyecto. Desde el punto de vista de los datos expuestos, más
allá de la grado de nostalgia del IAPI y la JNC que pueda suponerse y de las
lamentables declaraciones de aquellos defensores del libre mercado, sería
necesario ampliar la escala de la propuesta. En lugar de formar una Junta
Nacional, se podría pensar en un organismo multilateral que nuclee a este
gran productor mundial: el conjunto de los países integrados en la Cuenca del
Paraná. Es necesario superar el intento del Mercosur como una forma de
simple regionalismo abierto para dar paso a un nuevo orden de regionalismo.
Regionalismo integrador, que logre una mejora del posicionamiento de
nuestros países a la escala del mercado global, que tenga la capacidad de
incidir con mayor peso frente a los avatares del mercado mundial. Si esa
mejora se translada fronteras adentro, se nos estarán brindando nuevas
oportunidades de producción. Así, será más lógico empezar a cambiar el
rumbo del modelo de agricultura industrial, brindándole a a productores y
consumidores otras alternativas a la hora de producir alimentos, de una manera
sana y más sustentable.
Al pensar en este proyecto de integración es inevitable la referencia a cierto
slogan publicitario utilizado años atrás por el laboratorio Syngenta. (figura 1). Si
de visión nostálgica se trata, no habría motivos para pensar a los defensores
de la libre competencia y de el accionar de las multinacionales en el mercado
interna, lo deban considerar como inadmisible.
Figura 1
Mapa con la cuenca hidrografica del plata en el sur de Sudamérica.( arriba) y
publicidad emitida por Syngenta en la que se ilustra el proyecto de generar una
“República Unida de la Soja”
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