Meteorología popular TÉMPORAS y PRONÓSTICOS

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Nº 17 - Enero del 2004
Meteorología popular
TÉMPORAS y PRONÓSTICOS
Una tradición viva en Cantabria
Carmen Gozalo de Andrés
Licenciada en Historia
Las cuatro estaciones. Ángel Martín
Tempora es palabra latina, plural de tempus, con significados de ‘tiempo’ y ‘estación’, que, castellanizada,
siempre se usó en plural, témporas. Hasta hace pocos años, las Cuatro Témporas figuraban en el calendario
litúrgico de la Iglesia católica. Cada una de ellas correspondía a tres días de ayuno (miércoles, viernes y
sábado) anteriores al inicio de la primavera, verano, otoño e invierno de cada año. El precepto del ayuno en
aquellos días fue establecido por la Iglesia a comienzos del siglo III, pero no se cumplió en Occidente hasta el
siglo XII y nunca fue aceptado por los cristianos de Oriente. Las Quatrotemporas anuales, que es como se
llamaron inicialmente, fueron instituidas por el Obispo de Roma y Sumo Pontífice Calixto I, que murió
martirizado el 14 de octubre del año 222, el mismo año en que el emperador romano Alejandro Severo, último
de su dinastía, subía al trono.
Las témporas y los pronósticos del tiempo
En cuanto a la relación que las fechas de témporas pueden tener con la persistencia de tiempos atmosféricos
dominantes durante una determinada estación, no se conocen estudios documentados que la avalen.
Simplemente es una tradición que ha perdurado durante siglos. Son muchas las personas que se hacen
portavoces del axioma de que un tiempo perdurable – el que sea- es la lógica consecuencia de haber quedado
“así” las témporas… Los aficionados a realizar este tipo de vaticinios, normalmente adquieren alguno de los
calendarios tradicionales, que publican las fechas variables de estos carismáticos días. Después, observan el
tiempo- sobre todo la dirección que trae el viento- en las fechas de témporas que se indican en el almanaque.
Curiosamente, este pronóstico ha hecho fortuna y desde hace siglos viene justificándose el tiempo atmosférico
persistente en una zona, en función del viento en que quedaron sus últimas témporas. La memoria colectiva
del pueblo ha establecido este pronóstico, aunque, paradójicamente, las personas que tal cosa ratifican,
normalmente desconocen las fechas de témporas que acaban de citar y se limitan a repetir algo que han oído
en cualquier sitio y lo redicen, como un tópico, sin más conocimiento de causa. Hay escasas excepciones,
como la de quienes hacen coincidir la posición de los astros en equinoccios y solsticios con las fechas de
témporas y consideran que el tiempo atmosférico dominante en estos días de cambio de estación es
premonitorio del que va a acontecer durante la correspondiente primavera, verano, otoño e invierno de cada
año.
No es difícil localizar documentación de estos tradicionales pronósticos en obras literarias de distintos géneros
y suelen comentarse también en la prensa y otros medios de comunicación. En INTERNET pueden encontrarse
variados ejemplos.
Cuando este último año se comentaba la permanencia de altas temperaturas veraniegas en 2003, en contraste
con las pertinaces lluvias del verano del año anterior, en el reportaje traducido del euskera al castellano “Todo
el mundo quiere previsiones a largo plazo”, se hablaba de los pronósticos radiofónicos de Pello Zabala,
franciscano del Monasterio de Aránzazu. Este religioso, aficionado a hacer pronósticos de tiempo, que es
también compositor e intérprete de música sacra y estudioso de las variantes de la lengua vasca, comentaba
así sus comienzos como predictor meteorológico radiofónico y la utilización que hace de las témporas:
“Al principio no pronosticaba, simplemente informaba de la temperatura. Al poco, me pidieron que
pronosticara una vez al mes. Y como no me suponía ningún compromiso, asentí. Le solía preguntar a José
Ignacio Usabiaga* y elaboraba el pronóstico, partiendo de sus datos. Paulatinamente, lo que empezó siendo
mensual, pasó a ser semanal y más tarde, diario. Evidentemente, tuve que leer libros y aprender a interpretar
mapas […] Ahora mismo, no pronostico. Volveré a hacerlo en otoño, aunque he decidido tomarme un descanso
porque el pronosticar tantas veces al día, en Euskadi Irradia y en Radio Euskadi, supone mucho trabajo […] Al
principio yo tampoco creía demasiado en ellas (se refiere a las témporas), pero quería profundizar y me puse a
estudiarlas. Y resulta que, ahora, me llaman de muchos medios de comunicación para que les informe de cómo
han sido las témporas.”
*Usabiaga: Dirección del Centro Meteorológico del INM en San Sebastián
Otro personaje famoso en los medios, cuyo método básico de predicción estaba basado en la observación del
tiempo durante los días de témporas, fue El pastor del Gorbea, hoy jubilado. Su nombre real es Jacinto
Sagarna. Pronosticaba cada trimestre el tiempo de cada estación, partiendo de lo sucedido el miércoles,
viernes y sábado previos a los equinoccios y a los solsticios, incorporando detalles del comportamiento de los
animales, observación de plantas, humos, nubes…Colaboró en El Correo Español, en Deia, Radio Vitoria… De
los vaticinios trimestrales del pastor del Gorbea, que contaron con gran aceptación popular, opinaba el Director
del Planetario de Pamplona en la prensa local, lo siguiente:
-“Todo el mundo entiende que las predicciones del Pastor del Gorbea sobre el tiempo que tendremos son
cultura popular, tradición… y nadie llama a esto “meteorología alternativa”, sencillamente porque no utiliza
métodos científicos”.
Últimamente, un nuevo predictor, pastor de un centenar de ovejas, el navarro Miguel Sukuntza, el 28 de
setiembre último, facilitaba a Diario de Noticias su pronóstico de témporas, válido para el otoño de 2003 en su
Comunidad. Según él, el otoño iba a resultar cálido y seco, con predominio de vientos del Sur. Lo justificaba
diciendo que las témporas de los días 17, 19 y 20 de setiembre, el viento Sur había sido el dominante. Añadía
que la expectación que han creado sus predicciones últimamente, ha tenido lugar por el pleno acierto de sus
pronósticos del último verano. Aquilataba, además, que tiene comprobado que el nivel de acierto en cuanto a
resultados, suele alcanzar “en torno al 80 por ciento de los días”.
Entre los numerosos ejemplos que podrían citarse, en relación con los pronósticos de témporas en obras
literarias, hemos seleccionado el que sigue. Está tomado de la novela costumbrista El sabor de la Tierruca
(capítulo II) del escritor cántabro José María de Pereda:
“…Las témporas de San Mateo habían quedado al Sur; y, según el almanaque montañés, así debía seguir el
tiempo hasta las de Navidad, lo cual vendría de perlas para secar el maíz y las castañas y asegurar una
excelente’pación’ a los ganados, al derrotarse las mieses. Y el pronóstico se iba cumpliendo hasta entonces.
Estaba, pues, el día como de Sur en calma: bochornoso y pesado…”
Las témporas del ayuno
El ayuno es una práctica religiosa vigente en muchas civilizaciones, que ha ido perdiendo valor y tiene en
nuestra cultura un gran arraigo. Procede del mundo clásico de griegos y romanos, pero también está muy
vinculado al pueblo judío, nuestro más próximo antepasado religioso. Además del ayuno general, en Atenas se
celebraba el gran día del ayuno el 10 de noviembre, que era el segundo día de los cinco dedicados a festejar a
Deméter, hermana de Zeus y diosa de la agricultura. En Roma, el ayuno era también práctica religiosa y se
dedicaba a la diosa Ceres, hermana de Júpiter, que había enseñado la agricultura a todos los hombres. En
español, la palabra ayuno procede del latín, pero la significación y práctica son totalmente hebraicas. En el
calendario de los numerosos días de ayuno, que prescribían desde los 21 años a los católicos, estaban
incluidos los de las cuatro témporas, a los que también llamaban de las cuatro estaciones.
La Iglesia de Roma había ordenado que el ayuno se hiciera en una semana durante tres días, antes del inicio
de cada estación, lo que equivalía a un día por cada mes del año. Los días elegidos al efecto habían sido
miércoles, viernes y sábado. Así se había establecido porque tales jornadas eran las más luctuosas de la
Pasión de Cristo: “el miércoles, porque Judas vendió a Nuestro Redentor; el viernes, fue Nuestro Señor
crucificado, y el sábado, porque fue su santo cuerpo sepultado”. Además, argumentaba que “los apóstoles y
los otros discípulos también ayunaron y estuvieron tristes por la muerte de Nuestro Señor Jesucristo”. Son las
palabras textuales con que lo hacía constar el Astrólogo y Cosmógrafo Jerónimo de Chaves, en su Cronografía
o Reportorio de Tiempos a finales del siglo XVI.
Cuando Jerónimo de Chaves, trata el tema de las Quatrotemporas, aporta abundante información y curiosas
noticias sobre vivencias de las témporas en la España del Siglo de Oro. Concreta explícitamente los días en
que había obligación de realizarlo y refiere que, entre las muchas razones que justifican el ayuno expiatorio al
inicio de las estaciones, tuvieron gran aceptación las aducidas por el teólogo griego San Juan Damasceno,
Doctor de la Iglesia nacido en Damasco, capital de la Siria, que había sido un extraordinario poeta y elocuente
orador en la primera mitad del siglo VIII de nuestra era.
San Juan Damasceno (675-749)
De esta curiosa y original forma razonaba San Juan Damasceno la necesidad del ayuno en los días de
témporas:
“Como éste nuestro cuerpo sea compuesto de cuatro elementos y de sus cualidades, está sujeto al movimiento
e influencia de los Cielos, de lo cual procede que en el Verano* predomine y reine la sangre; en el estío la
cólera; la melancolía en el Otoño, y en el Invierno la flema. Pues ayunase en el Verano*, porque se disminuya
en nosotros la sangre y la vanagloria del siglo, porque los sanguinos naturalmente son alegres e inclinados al
vicio de la carne. Ayunamos en el estío* porque se deshaga en nosotros el crecimiento de la cólera, del
engaño y de la ira: porque naturalmente se engañan recio los coléricos, y se inclinan a engañar a los otros.
Ayunase en el Otoño, porque se adelgace en nosotros la melancolía de la tristeza y de la codicia: porque
naturalmente los melancólicos son tristes y avaros. Ayunamos en el Invierno, porque no crezca en nosotros la
flema de la pereza y embotamiento: porque naturalmente los flemáticos son rudos, torpes y perezosos”
* verano. Se llamaba así el tiempo de la estación que hoy conocemos como primavera
* estío: hoy, verano
El texto en que Chaves enumeraba las fechas en que tenían lugar las témporas del año tiene la siguiente
transcripción:
-
Las
Las
Las
Las
primeras Cuatro Témporas son, Miércoles, Viernes y Sábado de la segunda semana de Cuaresma
segundas son Miércoles, Viernes y Sábado de la semana primera, después del día de Pentecostés
terceras son Miércoles y Viernes y Sábado siguientes a Santa Cruz, que cae a catorce de Septiembre
últimas son el Miércoles, Viernes y Sábado siguientes a Santa Lucía, que es a trece de Diciembre
Hace la salvedad de que, cuando las fiestas de la Santa Cruz o de Santa Lucía coinciden en miércoles, las
témporas de setiembre y diciembre pasan a la semana siguiente.
Cronografía. Jerónimo de Chaves. (1588)
Los ayunos en los días de las cuatro témporas estuvieron en vigor en la liturgia católica hasta el Concilio
Vaticano II. Las fechas variables en que debía cumplirse con este precepto figuraban en los calendarios y
almanaques y los sacerdotes solían recordarlas a los fieles en las misas dominicales.
Parece lógico que, al comentar la persistencia inusual de un tiempo atmosférico cualquiera, sobre todo la gente
del campo, recordara y comentara que aquel tiempo seco, lluvioso, muy frío, bonancible, etc. se había iniciado,
precisamente en las témporas…fechas muy fáciles de recordar, por lo penoso de aquellos tres días de ayuno y
penitencia. Es muy posible que este hecho, reiterado en el tiempo, tal vez magnificado en cuanto a su
frecuencia, haya sido el origen de estos populares pronósticos.
Es curioso comprobar en los pocos diccionarios que citan en nuestro tiempo las fechas de estas témporas
trimestrales, éstas se corresponden exactamente con las que figuraban en los textos antiguos de que hemos
hablado. Coinciden, pero ahora aparecen citadas en forma más sencilla y reconocible. El Diccionario
Enciclopédico SALVAT, por ejemplo, las resume diciendo que los miércoles, viernes y sábados de témporas
siempre “coinciden con la primera semana de Cuaresma, la semana de Pentecostés, la tercera semana de
septiembre y la tercera semana de diciembre”.
¿Una tradición supersticiosa?
Hace siglos que la Iglesia, al advertir la difusión de la creencia generalizada de que el tiempo atmosférico
existente al finalizar cada una de las témporas iba a ser el dominante hasta la témpora siguiente, declaró
supersticiosa esta convicción popular.
Seguramente, el documento más explícito sobre el controvertido pronóstico, fue el aportado por el benedictino
gallego Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro, renombrado filósofo español del siglo XVIII, al que se considera
introductor del ensayo filosófico en lengua castellana. Su propósito, bien cumplido, fue el de escribir “sobre
todo género de materias para desengaño de errores comunes”, y combatió todo tipo de abusos, yerros y
supersticiones. Dotado de gran espíritu liberal y de singular agudeza, jamás rebasó los límites del dogma,
pero, dentro de ellos, su actitud fue nueva y atrevida. Tuvo incomprensiones de bulto al enjuiciar la obra de
Ramón Llull y la de Descartes, que hoy no se podrían justificar, aunque su valía y personalidad fue reconocida
en su tiempo por todo el mundo culto.
En una de sus obras más importantes, Teatro Crítico Universal, Feijoo aborda el tema de los pronósticos de
tiempo vinculados a las témporas. Como se puede apreciar en las líneas que siguen, el brillante erudito
benedictino no tenía la menor duda de que aquellos pronósticos carecían de toda razón de ser y fueron
considerados por él como de gran superchería. De todas las formas, el hecho de haberles dedicado un capítulo
en su obra nos induce a pensar que las predicciones de témporas debieron gozar de considerable
predicamento y credibilidad en el siglo XVIII.
“La observación de las mudanzas de temporal*, arreglada a los cuatro ternarios* de días de ayuno
establecidos por la Iglesia, que vulgarmente llaman Cuatro Témporas, no tiene fundamento alguno ni en la
razón ni en la experiencia; antes, la razón y la experiencia militan contra ella. Dícese que el aire que queda
levantado al expirar cada témpora, domina habitualmente hasta la témpora siguiente. Mil veces que lo he
notado vi falsificado este rústico axioma. La razón también convence su falsedad; porque aquellos ternarios*
no tienen conexión con alguna causa física, capaz de establecer ese dominio habitual del aire. Aunque se
quiere decir que hay alguna constitución en Astros, que determina el temporal* para los tres meses siguientes
(lo que es una quimera) de nada servirá para el propósito; pues la disposición de la Iglesia no liga esos
ternarios* a tal determinada constitución de Astros; y así en distintos años caen debajo de aspectos muy
diferentes”.
Benito Jerónimo Feijoo y Montenegro (1676-1764)
“Cítase a favor de aquella regla la autoridad de los Labradores, como de gran peso en esta materia, por ser los
que con continua solicitud están atendiendo la duración y mudanza del temporal*. A esto respondo, que así los
Labradores, como todo el resto de la Plebe, dan más asenso a las patrañas que heredaron de sus mayores,
que a los desengañados que les ministran sus propios sentidos. El juicio del Vulgo, en todos los pleitos
movidos sobre la verdad de las cosas, decide por la posesión, nunca por la propiedad”.
* temporal: tiempo atmosférico
* ternarios: tres días
Pronósticos de témporas en Cantabria
En cuanto a la práctica de esta tradición, se observa que han surgido diversas interpretaciones sobre cuál es
exactamente el tiempo que debe observarse antes de hacer cada pronóstico. Unos opinan que el dicho
“quedaron las témporas al Sur, del Norte… etc.) presupone que el viento existente al finalizar el último día, el
sábado de témporas, es el que va a marcar la pauta hasta las siguientes témporas. Otros, observan la
evolución del viento en cada uno de los tres días de témporas y luego adjudican el tiempo, que han examinado
día por día, a cada uno de los tres meses venideros, en el mismo orden correlativo. Hay quienes han sustituido
los tradicionales miércoles, viernes y sábado por las tres fechas anteriores a la entrada de cada una de las
estaciones astronómicas y después pronostican para el primer mes de la siguiente estación, el mismo tiempo
que observaron en la primera de aquellas tres jornadas, previas a los equinoccios y solsticios. También son
frecuentes los casos en que los días que marcarán la pauta son precisamente el miércoles, viernes y sábado
inmediatamente anteriores a las fechas del comienzo de las estaciones. Hemos comprobado que en Cantabria
las variantes son muchas y que quienes las utilizan aseguran que ellos hacen lo que vieron hacer a sus
ascendientes y que observan el tiempo en los días de témporas por conservar la tradición. Todos ellos dicen
estar satisfechos de los resultados obtenidos.
Hemos recogido un buen número de opiniones y vivencias sobre la práctica de estos pronósticos en tierras
cántabras. Citamos las de una amiga, una vecina de un pueblo pequeño de 180 habitantes, a 200 metros de
altitud, a orillas del Miera, el río que desemboca en la Bahía de Santander. Para ella, las témporas van unidas
al recuerdo de una de sus abuelas, nacida en 1875. Comenta que ya en aquellos tiempos, lo mismo que ahora,
los vecinos de Mirones – que así se llama el pueblo- bajaban a Liérganes a comprar El Reportorio de don
Mariano Castillo y Ocsiero, hoy Calendario Zaragozano. De esta publicación, lo que más les interesaba eran las
fechas de las fases lunares (para tenerlas en cuenta en las labores agrícolas) y los días de las cuatro témporas,
para ver cómo “quedaban” y deducir después el tiempo dominante en cada una de las estaciones del año,
válido en su zona, pronósticos que desde siempre, se consideraron muy fiables. En el Calendario también
aparecía publicado el tiempo previsto para cada uno de los meses y semanas, pero estas últimas predicciones
solían ser objeto de numerosos chistes y chascarrillos. Recuerda una anécdota contada por su abuela, de los
tiempos en que el autor del Zaragozano, era muy anciano y su hijo se encargaba de redactar los pronósticos.
Ante las dudas, solía consultar a D. Mariano, que siempre le daba la misma respuesta:
- ¿Qué pongo?, padre, ¿tiempo bueno, o tiempo malo?
- Pon lo que quieras, hijo, menos nieve en el verano
Plaza de Mirones
En esta zona cántabra siguen conservando la tradición de pronosticar el tiempo “según las témporas” de la
siguiente forma: Comprueban la dirección de donde viene el viento el sábado de témporas, a las doce de la
noche (horario solar) y establecen que esa dirección de viento será la dominante hasta las siguientes
témporas. Es sabido que los habitantes de estos pueblos conocen perfectamente el tiempo atmosférico que
provoca cada viento en su terruño.
Otra particularidad es que las cuatro témporas del año no tienen la misma solvencia en cuanto a su valor
pronosticador. En la Comunidad cántabra son las témporas de San Mateo las que conservan mayor
credibilidad. Llevan el nombre de este evangelista, patrono de Reinosa, por la proximidad de fechas de la
onomástica del Santo (21 de septiembre), con la celebración de estas terceras témporas anuales. Todo el
mundo sabe que si las témporas de San Mateo quedan al Sur, hay muchas posibilidades de contar con un
otoño templado y poco lluvioso, hasta las témporas de Navidad. Al menos, eso dicen…
Témporas de 2004
La Iglesia católica, que instituyó hace casi dos milenios las “Quatrotemporas” de oración y ayuno, previas al
cambio de estación astronómica, casi desaparecidas, ha decidido después del Concilio Vaticano II que, cuando
las circunstancias de un lugar lo aconsejen, las témporas puedan seguir conmemorándose, o no, a juicio de las
Conferencias Episcopales de los distintos países.
Por eso, algunos calendarios tradicionales siguen incluyendo en la información propia de estas publicaciones,
las fechas de témporas anuales. El Calendario Zaragozano, fundado en 1840 por Manuel Castillo y Ocsiero,
indica que, para el año 2004, corresponden a las siguientes fechas:
- Primeras témporas: 3,5 y 6 de marzo de 2004
- Segundas: 2, 4 y 5 de junio
- Terceras: 15, 17 y 18 de septiembre
- Cuartas: 15, 17 y 18 de diciembre
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Carmen Gozalo de Andrés
Santander, diciembre de 2003
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