Domingo V Tiempo Ordinario (B)

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Contiene:
ARL V Tiempo Ordinario B
PAGOLA 5 Tiempo Ordinario B
Domingo V Tiempo Ordinario
Semana del 8 al 14 de febrero de 2015
ARL V Tiempo Ordinario B
Las desconsoladas palabras de Job frente al dolor que le aprieta: “me han tocado en herencia
meses vacíos, me han sido asignadas noches de dolor…”, son palabras que la escritura pone en la
boca de este hombre fiel a Dios aún en la prueba más dura. El tema del dolor se hace presente en la
liturgia de la palabra de este domingo, desde la primera lectura tomada precisamente del libro de
Job, el hombre que encarna el tormento del sufrimiento, físico, debido a la enfermedad, y moral,
que nace de la pérdida de los afectos más queridos, de los bienes, y de toda seguridad económica,
hasta la soledad por el abandono de los amigos. Job es como el icono del hombre justo que sufre sin
rebelarse, no es un estoico sino un hombre de fe: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo
volveré, -son sus palabras ante la noticia de la muerte de sus hijos-, el Señor ha dado, el señor ha
quitado. Sea bendito el nombre del Señor” (Jb 1, 21).
Job no es insensible al dolor, al contrario, experimenta toda su amargura, aquella amargura que
ofusca profundamente el sentido de la existencia y la hace semejante a una pesada secuencia de
ilusiones; y, no obstante eso, queda en él, aún en el dolor más amargo, un sutil pero firme hilo de
esperanza en la presencia providente de un Dios que recoge en sus manos las lágrimas del hombre
para después transformarlas en alegría y bendición.
Si, las manos de Dios, si así podemos decir, están abiertas para recoger el dolor del hombre, abiertas
para recoger todas sus lágrimas, para enjugarlas y para transformar la oscuridad del dolor en luz. Y
de estas manos divinas que sanan el dolor humano, nos habla hoy el Evangelio en el breve pasaje
que nos relata una jornada de Jesús en Cafarnaúm. Jesús deja la sinagoga, donde había enseñado y
donde había liberado al hombre poseído por el demonio, y se dirige con Santiago y Juan a la casa de
Pedro; seguramente era necesario algún momento de reposo, y también de comer algo; y es así que
Pedro ofrece su hospitalidad.
En la casa, la anciana suegra del discípulo estaba en cama con fiebre; podría parecer poca cosa, pero
el detalle que señala el evangelista hace pensar en algo más serio y preocupante pues los rabinos de
ese tiempo definían el estado febril como “el fuego que consume la energía de las personas”; Jesús
se acerca a la mujer, la toma de la mano como para ayudarla a levantarse, y la fiebre desaparece; ni
una palabra, solamente un simple gesto: el gesto de las manos que ayudan a la mujer a levantarse y
la curan: “la levantó tomándola de la mano y la fiebre la dejó”. El poder de las manos del Hijo de
Dios es un poder divino y solo le pertenece a él; pero su gesto es una invitación a pensar en nuestras
manos, a través de las cuales, él, hoy, actúa entre los hombres para confortar y sanar.
Nuestras manos prestadas al Señor son manos que levantan, manos que guían, mandos que dan
seguridad, manos que acarician, manos que, cuando el dolor parece insoportable y faltan las
palabras, aprietan con fuerza las manos del que sufre, como diciendo: “este dolor lo llevo contigo,
no estás solo”. Y también, manos que en el momento extremo, acompañando al que se va, son la
señal tangible de una presencia hecha de amor silencioso y fuerte: el amor que no abandona sino
que acompaña y consuela hasta el final. Así nuestras manos hacen presentes hoy las de Cristo que
han vencido definitivamente el mal y la muerte pues han sido clavadas en la cruz por amor.
El gesto de Cristo que sana a la suegra de Pedro y luego curan a aquella innumerable multitud de
enfermos que se habían reunido ante la puerta de la casa, como dice el texto: “Toda la ciudad estaba
reunida ante la puerta.”, ese gesto, es la señal de que Dios, en Cristo, está cercano al dolor del
hombre, lo sana, lo atraviesa en todo su espesor, en toda su amargura, en toda su oscuridad, es más,
él lo asume en sí mismo, hasta la muerte, para vencerlo con su resurrección. El verbo que san
Marcos utiliza para describir el gesto de Jesús ante la suegra de Pedro, la levantó, es el mismo verbo
griego usado para la resurrección de Cristo; ser sanados por él, entonces, es mucho más que una
curación física, que también es importante, es, en su realidad más profunda, como la resurrección a
una vida que se renueva en él, para seguirlo, en el don de sí y en el servicio desinteresado al
prójimo.
La jornada de Jesús que san Marcos describe, es una jornada muy intensa: desde la presencia en la
sinagoga enseñando, al encuentro con la multitud de enfermos, tantos que sufren y a los que hay
que sanar y volver a una vida normal; y todavía, a pesar de estar envuelto en la muchedumbre que
pide un gesto o una palabra suya, Jesús se hace un espacio para la oración: el encuentro, el diálogo
personal con el Padre, “cuando ya era oscuro, saliendo de la casa, se retiró a un lugar solitario a
orar”.
De este modo, la jornada de Jesús se hace reclamo e invitación para nuestras jornadas, jornadas
intensas, llenas de muchos quehaceres, los comunes y de cada día, los del trabajo que absorbe tantas
de nuestras energías; sin embargo, también en nuestras jornadas no puede y no debe faltar una
pausa para la oración, para el encuentro personal, aún silencioso, con Dios; un encuentro que
reserva para él un espacio de tiempo privilegiado, un encuentro que se prolonga después en la
oración interior, que dirige a él un pensamiento y una invocación aún en medio de las normales y
necesarias ocupaciones. Y con la oración, en nuestras jornadas, es necesario tener presente el deber
de la caridad: la dedicación a los demás, familiares y no, privilegiando a aquellos que en especial,
sufren en el cuerpo y en el espíritu: enfermos, ancianos, pobres, personas solas, personas que tienen
necesidad de ser escuchadas, de sentirse acogidas y confortadas, que están en crisis o se sienten
marginadas; estas deben ser el objeto de nuestra caridad como lo fueron para Cristo: a ellos
debemos hacer percibir la presencia del Salvador que actúa todavía en el mundo, sirviéndose de los
hombres.
Nuestras jornadas, teniendo como modelo la jornada de Cristo, serán siempre jornadas llenas,
jornadas fatigosas pero, seguramente, jornadas serenas, iluminadas por la gracia, sostenidas por el
Espíritu, serán lugar de evangelización, con la palabra y con el testimonio de la vida; una vida que
como enseña san Pablo en la carta a los Corintios, en la lectura de hoy, tiene el deber de la
evangelización. "... Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una
necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!"; "... Y me hice débil con los débiles,
para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier
precio....".
Fr. Arturo Ríos Lara, OFM
Roma, 8 de febrero de 2015
PAGOLA 5 Tiempo Ordinario – B
RETIRARSE A ORAR
José Antonio Pagola
En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con
Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya
que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar.
El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La
víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». El éxito había sido
muy grande. Cafarnaúm estaba conmocionada: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús.
Todo el mundo hablaba de él.
Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin
avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su
Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el
camino que ha de recorrer.
Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir
su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja
programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su
camino.
No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el
entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos…
para predicar también allí».
Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la
necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. Los cristianos más
lúcidos y responsables quieren arrastrar a la Iglesia de hoy a vivir de manera más contemplativa.
Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los teólogos,
predicadores y catequistas hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. La costumbre de
Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero
no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz.
Cada vez somos menos para hacer más cosas. Nuestro riesgo es caer en el activismo, el desgaste y
el vacío interior. Sin embargo, nuestro problema no es tener muchos problemas, sino no tener la
fuerza espiritual necesaria para enfrentarnos a ellos.
Domingo V Tiempo Ordinario (B)
(Domingo 8 de febrero de 2015)
LECTURAS
Soy presa de la inquietud hasta la aurora
Lectura del libro de Job 7, 1-4. 6-7
Job habló diciendo:
¿No es una servidumbre la vida del hombre sobre la tierra?
¿No son sus jornadas las de un asalariado? Como un esclavo que suspira por la sombra,como
un asalariado que espera su jornal, así me han tocado en herencia meses vacíos,me han sido
asignadas noches de dolor.
Al acostarme, pienso: «¿Cuándo me levantaré?» Pero la noche se hace muy larga
y soy presa de la inquietud hasta la aurora. Mis días corrieron más veloces que una
lanzadera: al terminarse el hilo, llegaron a su fin.
Recuerda que mi vida es un soploy que mis ojos no verán más la felicidad.
Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 146, 1-6
R. Alaben al Señor, que sana a los afligidos.
O bien:
Aleluia.
¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel. R.
Sana a los que están afligidos
y les venda las heridas.
Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre. R.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo. R.
Lectura de la primera carta del Apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 9, 16-19. 22-23
Hermanos:
Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad
imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!
Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por
necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión.
¿Cuál es, entonces, mi recompensa? Predicar gratuitamente el Evangelio, renunciando al
derecho que esa Buena Noticia me confiere.
En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible. Y me
hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo
menos a algunos, a cualquier precio.
Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes.
Palabra de Dios.
ALELUIA
Aleluia.
Cristo tomó nuestras debilidades
y cargó sobre sí nuestras enfermedades
Aleluia.
Mt 8, 17
EVANGELIO
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 1, 29-39
Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama
con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar.
Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la
ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos
males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo
orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: «Todos te
andan buscando».
Él les respondió: «Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque
para eso he salido».
Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios.
Palabra del Señor.
Guión para la Santa Misa
DOMINGO V TPO ORDINARIO
Ciclo B-2015
ENTRADA:
En esta Santa Misa subamos junto con Jesús, la Víctima divina, al altar del sacrificio, pidiendo la
gracia de ser aceptados en nuestras pequeñas entregas diarias, para poder un día consumarlos en
inmolación perfecta.
LITURGIA DE LA PALABRA
1-LECTURA: Job 7,1-4.6-7
Job suplica el auxilio divino en su angustia.
2-LECTURA: I Cor.9,16-19.22-23
El gran apóstol San Pablo predica el Evangelio por amor a Cristo, el Señor.
EVANGELIO: Mc.1,29-39
Jesús pasó haciendo el bien, enseñándonos la primacía de la oración y curando a los enfermos.
PRECES:
Oremos al Padre de quien desciende todo don perfecto, pidiendo por las necesidades de la
iglesia y de todo el mundo.
A cada intención respondemos cantando….
- Por las intenciones del Santo Padre, y para que el mensaje de salvación que predica sea recibido
por todos los hombres que buscan a Dios con sincero corazón. Oremos.
- Por los que mueren víctimas de la violencia, de la guerra y, para que el Señor conceda al mundo la
verdadera paz. Oremos.
- Por las necesidades espirituales y materiales de nuestra Familia Religiosa, especialmente por el
aumento y santificación de las vocaciones para nuestros Institutos. Oremos
- Por las necesidades de nuestra Patria, la unidad y paz en las familias, para que iluminados por
Dios sepamos discernir y llevar a la práctica las decisiones convenientes para vivir según el
Evangelio. Oremos.
Escucha Padre, nuestra oración y protege a tu Iglesia que confía plenamente en tu bondadosa
providencia. Por Jesucristo nuestro Señor.
LITURGIA DE LA EUCARISTÍA (OFERTORIO) Juntamente con los dones nos ofrecemos al
amor del Señor y presentamos:
Flores, a la Virgen Ssma. como prenda de nuestro amor filial.
Pan y Vino, que serán transformados en Cristo Jesús, Pan vivo y alimento de nuestras almas.
COMUNIÓN:
Acerquémonos al Señor Sacramentado, que como verdadero Dios saciará el hambre y la sed de
nuestra alma.
SALIDA:
Que María Santísima, “Mujer de las Bienaventuranzas”, nos alcance la gracia de responder con
magnanimidad al llamamiento del Señor, a vivir según el espíritu de las Bienaventuranzas.
Exégesis
P. José María Solé Roma, O. F. M.
Sobre la Primera Lectura (Job 7, 1-4. 6-7)
El misterio del 'Dolor', tan audaz y crudamente expuesto en el Libro de Job, seguirá impenetrable
para filósofos y teólogos. El Evangelio, con el misterio aún mayor de Cristo-CrucificadoResucitado, nos da luz y esperanza. Sólo en el cielo se nos abrirán los secretos de este misterio:
- Este fragmento del discurso de Job por la belleza de su estilo y sobre todo porque sus expresiones
son un eco de todos los corazones humanos, pasará a ser patrimonio de todas las literaturas. En el
pasaje de la Liturgia de hoy, Job nos describe, con imágenes sumamente expresivas, el dolor y la
brevedad de la vida humana:
- Vida de dolor: Cual la del soldado en servicio, sujeto a trato duro y riesgos continuos. Cual la del
mercenario que se fatiga de la mañana a la noche en provecho de otros. Cual la del esclavo a quien
se exigen los más duros servicios, sin reconocérsele otro derecho que el de trabajar y desentrañarse.
Cual la del jornalero que vive de un salario ganado cada día con afán y sudores. Y para todos ésos
la hora del descanso es la hora de las tinieblas. Así a la vida humana, tras los sufrimientos y pesares,
le sucede la muerte.
- Vida breve: Los días corren más raudos que la lanzadera del telar. La vida humana es un soplo. La
revelación posterior (Sabiduría, Daniel, Macabeos), y sobre todo la luz del Nuevo Testamento, irá
iluminando los misterios de ultratumba; y con ello obtendrán respuesta optimista los interrogantes
que atormentan a Job. De modo especial el misterio del dolor quedará iluminado por la doctrina de
Cristo y sobre todo por su Pasión y Muerte.
Sobre la Segunda Lectura (1 Corintios 9, 16-19. 22-23)
San Pablo nos habla de las renuncias que ha hecho muy a gusto en aras de la caridad; y para que el
Evangelio por él predicado pudiera ser mejor aceptado por los evangelizados. En unos preciosos
datos biográficos nos descubre la conciencia que él tiene de la vocación al apostolado:
- El predicar el Evangelio es para él urgente obligación. Cumple con un deber que Cristo le ha
impuesto: el deber que fluye de su vocación o elección. La voz acuciante de este deber resuena aún
en la conciencia de todos los misioneros: '¡Ay de mí si no evangelizare!'.
- Al cumplimiento de este deber Pablo aporta algo de su generosidad. Es la gratuidad en la
predicación (v. 18). Tendría derecho a vivir del Evangelio. Pero en bien del Evangelio renuncia
generoso a este derecho. Ha hecho norma inviolable de su ministerio ejercerlo sin remuneración
alguna.
- A la vez se ha impuesto cuantas renuncias puedan ser un mejor camino para el Evangelio. 'Me he
hecho todo para todos para ganarlos a todos' (v. 22). Con los judíos, judío; con los gentiles, gentil;
con los débiles, débil... Mucha de la problemática que hoy nos ahoga hallaría solución fácil si
aplicáramos estas normas del gran Apóstol: Conciencia del deber urgente de predicar el Evangelio.
Desinterés total en el ministerio. Sensibilidad para captar lo que puede escandalizar y hacer enojoso
el mensaje evangélico. Si cada uno nos hiciéramos 'todo para todos' cesarían muchos escándalos; el
mensaje evangélico sería escuchado, valorizado, aceptado y vivido por los fieles y aun por los
incrédulos.
Sobre el Evangelio (Marcos 1, 29 39)
En este pasaje evangélico el modelo del apostolado va a ser Jesús mismo. San Marcos traza un
cuadro maravilloso de Jesús-Misionero:
- Jesús-Misionero que antes de comenzar la jornada de predicación y atención a los enfermos va a
buscar un lugar recogido y a orar (v. 35). Muchas veces nos habla el Evangelio de la oración de
Jesús. No debemos dar a su oración sólo un sentido ejemplarizante, como si orara para dar ejemplo
solamente. Cierto que en Jesús todo Él es ejemplo, pero no por una conducta afectada, sino por la
autenticidad de su ser y de su actuar. Su oración es, pues, auténtica. El Hijo Encarnado ora, porque
precisamente así vive su auténtica dimensión filial, en constante relación y dependencia del Padre.
Para Él, como para nosotros, la problemática de la vida, con sus incertidumbres y congojas,
quedaba en manos del Padre. Y la oración era para Jesús luz y vigor, encuentro y aceptación de la
voluntad del Padre.
- Jesús Misionero que gasta el día en jornadas agotadoras de apostolado. Recorre todas las
poblaciones, entra en todas las sinagogas (v. 39). Deja la paz de Cafarnaum, el calor de un hogar
amigo (30). Su consigna de misionero es: 'Vamos a otra parte; a las poblaciones vecinas, para
predicar también en ellas, pues para eso he venido' (30). Las gentes sencillas le corresponden con su
docilidad y su amor: 'Todos te buscan' (37).
- Los Doce recordarán a Jesús-Misionero cuando propondrán: 'Nosotros, empero, nos
consagraremos a la oración y al ministerio de la predicación' (Act 6, 4). Especialmente a la oración
o celebración litúrgica: Concede nobis, quaesumus, Domine, haec digne frequentaremysteria, quia,
quotieshuiushostiaecommemoratiocelebratur, opus nostraeredemptionisexercetur(Super oblataDom III)
(SOLÉ ROMA, J. M., Ministros de la Palabra, ciclo "B", Herder, Barcelona 1979)
Comentario Teológico
P. Leonardo Castellani
LOS MILAGROS
En estos comentarios se ha visto –y basta leer los Evangelios– que Cristo pone sus milagros
en un segundo plano. Para El son solamente ilustraciones y confirmaciones de su doctrina,
manejadas con parsimonia y con gran precaución; dado que para las turbas, el milagro tiende a
volverse todo. Dios hace milagros de mala gana.
Cristo acepta por lo tanto el Destino: y cuando lo quiebra introduciendo excepciones, lo
hace con su cuenta y razón. Los paganos creían que Júpiter estaba por debajo del Destino; Cristo
muestra que Dios está por encima del Destino; pero que el Destino existe.
“Si Cristo tuvo realmente poder para salvar los enfermos y resucitar muertos –si fue Dios– y
no sanó a todos los enfermos del mundo, es un criminal”.
Estas palabras de un impío inglés, me recuerdan las del otro paisano: “Virgen de Itatí, si
sanaste a mi chancho y si sanaste a mi burro ¿por qué no me sanás también a mí, que también soy
correntino?”.
El primer acto del sentido común es aceptar la realidad. Cristo acepta la realidad humana tal
como existe, y sobre ello promete la “Salvación”, el reino de los Cielos. Los milagros son como
vislumbres o relámpagos de ese Reino; pero no profesan ser la abolición del Destino; y la inmediata
recuperación del Jardín del Edén al golpe de una varita mágica.
El Destino existe; está construido por las leyes naturales, la herencia, el lugar donde nací, la
educación que recibí, la nación donde actué, la época en que vivo, los pecados que he hecho; y todo
lo que he hecho en realidad, que si al hacerlo pudo ser libre, después de hecho se volvió necesario.
Si tengo una enfermedad que contraje o heredé, ella forma parte de mi Destino, y con ella y por ella
debo conseguir mi salvación. Si viene un taumaturgo y me la sana, buena suerte; si no, tengo que
tirar adelante con ella. Ya sanará... si yo me salvo.
Si Cristo aceptó el Destino de la Humanidad con sus males y miserias, es evidentemente
porque no podía hacer otra cosa, aun siendo Dios; exactamente por ser Dios. Hay allí una realidad
inquebrantable, una realidad que tiene sus propias leyes, que para los judíos y cristianos se llama el
Pecado Original. Las religiones orientales, como el budismo, la reconocen sin intentar explicarla...
Platón hace lo mismo, probablemente por influjo oriental, cosiendo encima de ella uno de sus mitos.
La mitología de todos los pueblos contiene mitos que son vestigios de ese misterio.
Es una realidad divina, que tiene relación con Dios; por eso es misterio y sobrepuja la razón
humana; pero la realidad está allí.
Cristo acepta el Destino de la Humanidad, y acepta su propio Destino como hombre. Ahí
está el hecho capital. Si Cristo hubiese hecho sus milagros en favor de sí mismo –exceptuándose
por tanto del Destino común–la objeción de Buttler y Tomás Payne sería válida. Si “el médico se
curó a sí mismo”, tendría obligación de haber curado a todos los demás, para llevar el nombre de
Salvador. Pero Cristo no hizo en pro de sí mismo, sino el milagro que hizo en pro de todos los
demás: la Resurrección. El enfermo Kirkegor dice con amargura: “las peores enfermedades son las
que están situadas en la confluencia del cuerpo y el espíritu, como la melancolía; y Cristo tuvo esa
enfermedad”. Añadamos que en su Pasión tuvo todas las enfermedades juntas, “leproso”, “varón de
dolores”, “sabedor de la enfermedad”, como lo llamó el Profeta.
Es claro, los impíos tienen juego fácil, porque suprimen la realidad del Pecado. Si el pecado
es una cosa irreal, imaginaria, una relación del hombre con las leyes sociales inventadas por otros
hombres, es claro que tienen razón. La existencia del mal físico se vuelve escandalosa y la
existencia de un Dios todopoderoso y paterno se vuelve inconciliable.
Pero el mal físico es el resultado, el reflejo y la imagen del mal moral. Y la extrema
resistencia del hombre a él es reflejo del origen divino del alma.
Bernard Shaw puso la objeción del correntino en una comedia llamada Maior Bárbara; una
de sus comedias flojas como obra de arte, aunque no como panfleto, que es lo que a Shaw más
interesa. Es un panfleto socialista sobre la religión; sus personajes más que seres vivos son títeres
dialécticos. Escandalizado ante los males del mundo, que él resume en la pobreza, llama a las
religiones a reformarse para eliminarla del mundo; y manifiesta su decepción ante el Ejército de
Salvación, que al principio le pareció iba por buen camino. Bárbara, la protagonista, es una
muchacha valerosa que es “mayor” del Ejército de Salvación; y que aburrida de su ejército “que no
ha salvado nada”, al final se vuelve capitalista.
“Malaventurados los pobres...”. La pobreza es el sumo mal. Hay que contar con el dinero...
y contar con dinero. Pero las Iglesias, todas ellas, cuentan con el dinero mal ganado de los “ricos”.
Hay un verdadero cristianismo, cristianity, basado sobre el perdón y la renuncia a la venganza... y a
la justicia. Hay un falso cristianismo, crosstianity, basado sobre la adoración de un patíbulo. La
solución es tener dinero –Shaw lo tuvo– bien ganado –Shaw lo ganó envenenando al público inglés
con sus ingeniosidades sofísticas de seudoprofeta– y más o menos moralmente distribuido: “yo
salvo un alma con un salario de 38 chelines semanales”, dice el fabricante de cañones. Y finalmente
aunque el dinero sea mal ganado, siempre es dinero; y como la pobreza es el sumo mal,
lógicamente...”. Esta es la teoría del bufo inglés.
Todo socialista es un capitalista que no tiene capital... todavía. Nativamente religioso
(irlandés) el socialista Shaw está pasando en esta obra de juventud del agnosticismo religioso al
vago modernismo de su madurez.
Lo interesante de esta comedia panfleto es que ostenta ingenuamente la actitud del impío
ante la creación: el impío se apodera del mundo y lo hace suyo; y después quiere arreglarlo, para lo
cual llama en su auxilio a la religión –a una nueva religión–. Pero el mundo es de Dios y no mío, yo
no soy el Creador.
Shaw se siente ingenuamente el Creador del mundo. No empieza por someterse a la
realidad, sino que se cree dueño de la realidad.
La primera realidad es la limitación del hombre; pero la razón del hombre es en cierto modo
ilimitada, y así puede endiosarse. La primera realidad con que topa el hombre es el destino; pero el
hombre está destinado en el fondo a hacerse dueño del Destino; y el mal paso de la razón,
ensoberbecida, es sentirse ya dueña del Destino. Sobre la base de que el hombre ve cómo deberían
ser las cosas –según su gusto y comodidad– se pone a hacerle la lección a los hados. Pero los hados
se ríen de su lección... Si yo quiero volverme de golpe capitalista como la Mayora Bárbara de la
comedia, no puedo; los Hados se ríen de mí. Eso es fácil en las comedias y en las novelas; y en la
Argentina, es posible solamente a los escritores sofísticos o deshonestos. Yo tengo experiencia de
que a mí no me es posible.
Someterse a la realidad es someterse a Dios. El impío se des somete a la realidad, y por tanto
se hace Dios. Una vez hecho Dios, arreglar el mundo sobre el papel es fácil: se puede salvar las
almas con un salario de 38 chelines semanales.
A los salvadores de almas aumentadores de salarios, ya los conocemos.
La blasfemia de los que exigen de Dios la instauración inmediata del milagro total en el
orden del mundo (es decir, el máximo desorden) cristalizó en la frase conocida de Stendhal, que
hacía las delicias de Nietzsche: “Suerte que Dios no existe; porque si existiera, habría que fusilarlo
“.
Ya lo fusilaron. Eso es lo gracioso. Dios se hizo hombre y fue fusilado por todo lo alto y con
todas las de la ley; de la Ley Romana nada menos, por el representante del orden público del
Imperio más legista y jurídico que ha existido. ¿Qué más pueden pedir? Cristo existió y fue
fusilado. Tutticontenti.
La blasfemia de Stendhal es una imbecilidad y haber aceptado Dios el ser fusilado –o
crucificado que es peor– es el milagro más grande de Cristo. Se quejan de que adoremos su
patíbulo: ese Patíbulo es el Milagro Universal que ellos piden.
Santos Padres
San Jerónimo
“Y al instante, la fiebre la dejó”
Luego, saliendo de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan . Había
instruido el Señor a su cuadriga y era ensalzado por encima de los querubines. Y entra en la casa de
Pedro. Digna era su alma para recibir a un huésped tan grande. «Vinieron—dice el Evangelio—a
casa de Simón y Andrés».
La suegra de Simón estaba acostada con fiebre . ¡Ojalá venga y entre el Señor en nuestra casa y con
un mandato suyo cure las fiebres de nuestros pecados! Porque todos nosotros tenemos fiebre. Tengo
fiebre, por ejemplo, cuando me dejo llevar por la ira. Existen tantas fiebres como vicios. Por ello,
pidamos a los apóstoles que intercedan ante Jesús, para que venga a nosotros y nos tome de la
mano, pues si él toma nuestra mano, la fiebre huye al instante. Él es un médico egregio, el
verdadero protomédico. Médico fue Moisés, médico Isaías, médicos todos los santos, mas éste es el
protomédico. Sabe tocar sabiamente las venas y escrutar los secretos de las enfermedades. No toca
el oído, no toca la frente, no toca ninguna otra parte del cuerpo, sino la mano. Tenía la fiebre,
porque no poseía obras buenas. En primer lugar, por tanto, hay que sanar las obras , y luego quitar
la fiebre. No puede huir la fiebre, si no son sanadas las obras. Cuando nuestra mano posee obras
malas, yacemos en el lecho, sin podernos levantar, sin poder andar, pue sestamos sumidos
totalmente en la enfermedad. Y acercándose a aquella, que estaba enferma... Ella misma no pudo
levantarse, pues yacía en el lecho, y no pudo, por tanto, salirle al encuentro al que venía. Más, este
médico misericordioso acude él mismo junto al lecho; el que había llevado sobre sus hombros a la
ovejita enferma, él mismo va junto al lecho. «Y acercándose... » Encima se acerca, y lo hace
además para curarla. «Y acercándose... » Fíjate en lo que dice. Es como decir: hubieras debido
salirme al encuentro, llegarte a la puerta, y recibirme, para que tu salud no fuera sólo obra de mi
misericordia, sino también de tu voluntad. Pero, ya que te encuentras oprimida por la magnitud de
las fiebres y no puedes levantarte, yo mismo vengo. Y acercándose, la levantó. Ya que ella misma
no podía levantarse, es tomada por el Señor. Y la levantó, tomándola de la mano . La tomó
precisamente de la mano. También Pedro, cuando peligraba en el mar y se hundía, fue cogido de la
mano y levantado. «Y la levantó tomándola de la mano». Con su mano tomó el Señor la mano de
ella. ¡Oh feliz amistad, oh hermosa caricia! La levantó tomándola de la mano: con su mano sanó la
mano de ella. Cogió su mano como un médico, le tomó el pulso, comprobó la magnitud de las
fiebres, él mismo, que es médico y medicina al mismo tiempo. La toca Jesús y huye la fiebre. Que
toque también nuestra mano, para que sean purificadas nuestras obras, que entre en nuestra casa:
levantémonos por fin del lecho, no permanezcamos tumbados. Está Jesús de pie ante nuestro lecho,
¿y nosotros yacemos? Levantémonos y estemos de pie: es para nosotros una vergüenza que estemos
acostados ante Jesús. Alguien podrá decir: ¿dónde está Jesús? Jesús está ahora aquí. «En medio de
vosotros—dice el Evangelio—está uno a quien no conocéis» . «El reino de Dios está entre
vosotros» . Creamos y veamos que Jesús está presente. Si no podemos tocar su mano, postrémonos
a sus pies. Si no podemos llegar a su cabeza, al menos lavemos sus pies con nuestras lágrimas.
Nuestra penitencia es ungüento del Salvador. Mira cuán grande es su misericordia. Nuestros
pecados huelen, son podredumbre y, sin embargo, si hacemos penitencia por los pecados, si los
lloramos, nuestros pútridos pecados se convierten en ungüento del Señor. Pidamos, por tanto, al
Señor que nos tome de la mano.
Y al instante—dice—la fiebre la dejó . Apenas la toma de la mano, huye la fiebre. Fijaos en lo que
sigue. «Al instante la fiebre la dejó». Ten esperanza, pecador, con tal de que te levantes del lecho.
Esto mismo ocurrió con el santo David, que había pecado, yaciendo en la cama con Betsabé, la
mujer de Urías el hitita y sintiendo la fiebre del adulterio, después que el Señor le sanó, después
que había dicho: «Ten piedad de mí, oh Dios por tu gran misericordia» , así como: «Contra ti,
contra ti sólo he pecado, lo malo a tus ojos cometí» . «Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios mío...»
Pues él había derramado la sangre de Urías, al haber ordenado derramarla. «Líbrame, dice, de la
sangre, oh Dios, Dios mío, y un espíritu firme renueva dentro de mí» . Fíjate en lo que dice:
«renueva». Porque en el tiempo en que cometí el adulterio y perpetré el adulterio y perpetré el
homicidio, el Espíritu Santo envejeció en mí. ¿Y qué más dice? «Lávame y quedaré más blanco que
la nieve» . Porque me has lavado con mis lágrimas. Mis lágrimas y mi penitencia han sido para mí
como el bautismo. Fijaos, por tanto, de penitente en qué se convierte. Hizo penitencia y lloró, por
ello fue purificado. ¿Qué sigue inmediatamente después? «Enseñaré a los inicuos tus caminos y los
pecadores volverán a ti» . De penitente se convirtió en maestro.
¿Por qué dije todo esto? Porque aquí está escrito: Y al instante la fiebre la dejó y se puso aservirles .
No basta con que la fiebre la dejase, sino que se levanta para el servicio de Cristo. «Y se puso a
servirles». Les servía con los pies, con las manos, corría de un sitio a otro, veneraba al que le había
curado. Sirvamos también nosotros a Jesús. Él acoge con gusto nuestro servicio, aunque tengamos
las manos manchadas: él se digna mirar lo que sanó, porque él mismo lo sanó. A él la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
SAN JERÓNIMO, Comentario al evangelio de San Marcos, Ciudad Nueva Madrid 1988, pág. 44-47
Aplicación
P. Alfredo Sáenz, S.J.
EL PRIMADO DE LO SOBRENATURAL
(…) El domingo de hoy clausura lo que antes se llamaba el tiempo de Epifanía. Como ya
hemos señalado repetidamente, la palabra "epifanía" significa "manifestación". A los misterios de la
Navidad de Jesús siguieron, así, los misterios de su Epifanía. Porque Cristo no nació sino para
mostrarse como hombre y como Dios, en orden a nuestra salvación. Lo hemos visto manifestándose
a los Magos quienes, al reconocerlo como Salvador, le obsequiaron oro, incienso y mirra. Lo hemos
visto manifestándose en el Jordán cuando, luego de haber sido bautizado por Juan, fue glorificado
por la voz de su Padre: Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto. Y así los distintos evangelios de estos
domingos de Epifanía nos han presentado al Señor en sus diversas manifestaciones, como vencedor
del demonio, como profeta, etc. El evangelio del domingo de hoy resume toda la obra manifestativa
de Jesús y explica su sentido.
Nos señala el texto que Jesús, después de salir de la sinagoga de Cafarnaúm, se dirigió con
Santiago y Juan a la casa de Simón, o sea de Pedro. Los últimos descubrimientos arqueológicos
ubican la casa de Pedro aproximadamente a unos veinte metros de la puerta de la sinagoga de aquel
pueblo. Ni bien el Señor franqueó la entrada de la casa, le contaron que la suegra de Pedro estaba en
cama con fiebre. Jesús no vaciló. Se dirigió enseguida al cuarto de la enferma y la sanó...
suponemos que para alegría de Pedro! Animados por ese milagro, al anochecer los del pueblo le
llevaron una cantidad de enfermos y de endemoniados, y el Señor curó a muchos de ellos. Así es
Jesús. Tiene entrañas de madre. Es capaz de sentir conmiseración, sabe compadecer, padecer-con. Y
ese Jesús es el mismo que está ahora en el ciclo. Al ascender a las alturas no se ha despojado de sus
entrañas de misericordia, de su corazón compasivo. Quiere seguir ayudando. Si le decimos cuán
grande es nuestro sufrimiento será capaz de comprendernos. Hay un texto conmovedor en la
Escritura que siempre me ha impresionado: Si tu madre te olvidare, yo no me olvidaré de ti, dice el
Señor.
A la madrugada siguiente, continúa relatando el evangelio, Jesús se levantó temprano y se dirigió al
descampado, poniéndose allí a orar. Pedro y sus compañeros, afectados todavía por los milagros de
la víspera, fueron a su encuentro y lo instaron: "Todos te andan buscando". Pero Jesús, aun siendo
tan bondadoso como acabamos de ver, no accedió al pedido. Quizás lo que pretendía era destacar la
importancia de la contemplación. Hoy no faltan quienes afirman que ya no hay que hacer más
oración; que lo importante es estar con los demás, volcarse a las necesidades de los demás. Lo otro
es una evasión. Pues. bien, Jesús nos enseña lo contrario. "Todos te andan buscando". Y sin
embargo persiste en la oración. Como los monjes contemplativos que viven en la soledad, alabando
y adorando al Señor: esa es su manera de acudir al prójimo. Porque el que se une a Dios, en El
encuentra a su prójimo. El que ama verdaderamente a Dios, no puede no amar entrañablemente a su
prójimo. Son dos amores, el de Dios y el del prójimo, que no se excluyen sino que se exigen. Pero
con jerarquía: primero es Dios.
Señor, le dice Pedro, "todos te andan buscando". Y El le respondió: "Vayamos a otra parte, a
predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he venido". Como si dijera: No he
venido para ser un demagogo. No he venido para ser un curandero. No he venido para aliviar las
enfermedades del cuerpo. Las aliviaré en algunos casos, sí, pero más que todo para ofrecer un signo
visible a los ojos de los hombres carnales, un signo de la verdadera curación que he venido a
procurar, la de las almas. Se nos dice hoy con insistencia que la Iglesia debe estar atenta a lo que le
pide el mundo, que debe satisfacer las esperanzas de los hombres. Esto puede ser exacto. Pero para
que la Iglesia se pueda dar fructuosamente al mundo, para que la Iglesia se pueda dar
satisfactoriamente a los hombres, es necesario que primero el mundo, que primero los hombres,
experimenten la necesidad de ser salvados. Lo que la Iglesia está llamada a dar al mundo no es ante
todo la felicidad terrena, el fin de las injusticias. El diálogo que la Iglesia debe entablar con el
mundo es primordialmente el diálogo de la salvación, aquel que se ha hecho ritual en el bautismo:
¿Qué esperas de la Iglesia? La fe. ¿Qué esperas de la Iglesia? Las palabras de vida eterna. ¿Qué
esperas de la Iglesia? Los sacramentos de la salvación. Esta es la espera legítima del mundo a la que
la Iglesia está en condiciones de satisfacer.
Y no otras esperas, expectativas falsas a veces, o al menos expectativas puramente terrenas, como
hoy algunos propugnan, queriendo instaurar un nuevo tipo de diálogo, de apertura al mundo, de
prescindencia del cielo: ¿Qué esperas de la Iglesia? Que solucione los problemas económicos. ¿Qué
esperas de la Iglesia? Que acabe con el hambre y la ignorancia. ¿Qué esperas de la Iglesia? Que
colabore en la alfabetización. No es esto lo que el mundo debe esperar de la Iglesia. No es esto lo
que la Iglesia debe dar al mundo. Es cierto que siempre la Iglesia se ha preocupado de las
necesidades materiales de los hombres, es verdad que la Iglesia, especialmente en los últimos
tiempos, propugna insistentemente una doctrina social, e impele a los cristianos a practicar las obras
de misericordia, tanto corporales como espirituales, pero el fin primordial y específico, el fin
intransferible de la Iglesia es sobrenatural, la salvación eterna de los hombres.
Quizás sea algo semejante lo que Cristo quiso dejar sobre-entendido al responder a la invitación de
Pedro: "Todos te andan buscando". "Vayamos a otra parte —le contestó—, a predicar, también en
las poblaciones vecinas, porque para eso he venido". Así se nos revela Jesús en este evangelio, el
último de Epifanía.
Pronto nos vamos a acercar a recibir el Cuerpo del Señor. Cristo penetrará en nuestra alma, como
antaño ingresara en la morada de Pedro, aunque somos del todo indignos de que acceda a nuestra
casa. Pidámosle que sane todo lo que en ella encuentre de enfermo. Que nos enseñe a apreciar la
plegaria, la oración silenciosa, en el descampado del corazón, ante el sagrario abandonado. Y que
grabe en nosotros la importancia de las cosas sobrenaturales, el primado de las cosas eternas.
SÁENZ, A., Palabra y Vida, Homilías dominicales y festivas, Ciclo B, Ediciones Gladius, Bs. As.,
1993, p. 77 - 80
Benedicto XVI
Queridos hermanos y hermanas: El evangelio que acabamos de escuchar comienza con un episodio
muy simpático, muy hermoso, pero también lleno de significado. El Señor va a casa de Simón
Pedro y Andrés, y encuentra enferma con fiebre a la suegra de Pedro; la toma de la mano, la levanta
y la mujer se cura y se pone a servir. En este episodio aparece simbólicamente toda la misión de
Jesús. Jesús, viniendo del Padre, llega a la casa de la humanidad, a nuestra tierra, y encuentra una
humanidad enferma, enferma de fiebre, de la fiebre de las ideologías, las idolatrías, el olvido de
Dios. El Señor nos da su mano, nos levanta y nos cura. Y lo hace en todos los siglos; nos toma de la
mano con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos toma de la mano
en los sacramentos, nos cura de la fiebre de nuestras pasiones y de nuestros pecados mediante la
absolución en el sacramento de la Reconciliación. Nos da la capacidad de levantarnos, de estar de
pie delante de Dios y delante de los hombres. Y precisamente con este contenido de la liturgia
dominical el Señor se encuentra con nosotros, nos toma de la mano, nos levanta y nos cura siempre
de nuevo con el don de su palabra, con el don de sí mismo.
Pero también la segunda parte de este episodio es importante; esta mujer, recién curada, se pone a
servirlos, dice el evangelio. Inmediatamente comienza a trabajar, a estar a disposición de los demás,
y así se convierte en representación de tantas buenas mujeres, madres, abuelas, mujeres de diversas
profesiones, que están disponibles, se levantan y sirven, y son el alma de la familia, el alma de la
parroquia.
Como se ve en el cuadro pintado sobre el altar, no sólo prestan servicios exteriores. Santa Ana
introduce a su gran hija, la Virgen, en las sagradas Escrituras, en la esperanza de Israel, en la que
ella sería precisamente el lugar del cumplimiento. Las mujeres son también las primeras portadoras
de la palabra de Dios del evangelio, son verdaderas evangelistas. Y me parece que este episodio del
evangelio, aparentemente tan modesto, precisamente aquí, en la iglesia de Santa Ana, nos brinda la
ocasión de expresar sinceramente nuestra gratitud a todas las mujeres que animan esta parroquia, a
las mujeres que sirven en todas las dimensiones, que nos ayudan siempre de nuevo a conocer la
palabra de Dios, no sólo con el intelecto, sino también con el corazón.
Volvamos al evangelio: Jesús duerme en casa de Pedro, pero a primeras horas de la mañana, cuando
todavía reina la oscuridad, se levanta, sale, busca un lugar desierto y se pone a orar. Aquí aparece el
verdadero centro del misterio de Jesús. Jesús está en coloquio con el Padre y eleva su alma humana
en comunión con la persona del Hijo, de modo que la humanidad del Hijo, unida a él, habla en el
diálogo trinitario con el Padre; y así hace posible también para nosotros la verdadera oración. En la
liturgia, Jesús ora con nosotros, nosotros oramos con Jesús, y así entramos en contacto real con
Dios, entramos en el misterio del amor eterno de la santísima Trinidad.
Jesús habla con el Padre; esta es la fuente y el centro de todas las actividades de Jesús; vemos cómo
su predicación, las curaciones, los milagros y, por último, la Pasión salen de este centro, de su ser
con el Padre. Y así este evangelio nos enseña el centro de la fe y de nuestra vida, es decir, la
primacía de Dios. Donde no hay Dios, tampoco se respeta al hombre. Sólo si el esplendor de Dios
se refleja en el rostro del hombre, el hombre, imagen de Dios, está protegido con una dignidad que
luego nadie puede violar.
La primacía de Dios. Las tres primeras peticiones del "Padre nuestro" se refieren precisamente a
esta primacía de Dios: pedimos que sea santificado el nombre de Dios; que el respeto del misterio
divino sea vivo y anime toda nuestra vida; que "venga el reino de Dios" y "se haga su voluntad" son
las dos caras diferentes de la misma medalla; donde se hace la voluntad de Dios, es ya el cielo,
comienza también en la tierra algo del cielo, y donde se hace la voluntad de Dios está presente el
reino de Dios; porque el reino de Dios no es una serie de cosas; el reino de Dios es la presencia de
Dios, la unión del hombre con Dios. Y Dios quiere guiarnos a este objetivo.
El centro de su anuncio es el reino de Dios, o sea, Dios como fuente y centro de nuestra vida, y nos
dice: sólo Dios es la redención del hombre. Y la historia del siglo pasado nos muestra cómo en los
Estados donde se suprimió a Dios, no sólo se destruyó la economía, sino que se destruyeron sobre
todo las almas. Las destrucciones morales, las destrucciones de la dignidad del hombre son las
destrucciones fundamentales, y la renovación sólo puede venir de la vuelta a Dios, o sea, del
reconocimiento de la centralidad de Dios.
En estos días, un obispo del Congo en visita ad limina me dijo: los europeos nos dan generosamente
muchas cosas para el desarrollo, pero no quieren ayudarnos en la pastoral; parece que consideran
inútil la pastoral, creen que sólo importa el desarrollo técnico-material. Pero es verdad lo contrario
—dijo—, donde no hay palabra de Dios el desarrollo no funciona, y no da resultados positivos. Sólo
si hay antes palabra de Dios, sólo si el hombre se reconcilia con Dios, también las cosas materiales
pueden ir bien.
El texto evangélico, con su continuación, confirma esto con fuerza. Los Apóstoles dicen a Jesús:
vuelve, todos te buscan. Y él dice: no, debo ir a las otras aldeas para anunciar a Dios y expulsar los
demonios, las fuerzas del mal; para eso he venido. Jesús no vino —el texto griego dice: "salí del
Padre"— para traer las comodidades de la vida, sino para traer la condición fundamental de nuestra
dignidad, para traernos el anuncio de Dios, la presencia de Dios, y para vencer así a las fuerzas del
mal. Con gran claridad nos indica esta prioridad: no he venido para curar —aunque lo hago, pero
como signo—; he venido para reconciliaros con Dios. Dios es nuestro creador, Dios nos ha dado la
vida, nuestra dignidad: a él, sobre todo, debemos dirigirnos.
Y, como dijo el padre Gioele, la Iglesia celebra hoy en Italia la Jornada por la vida. Los obispos
italianos han querido recordar en su mensaje el deber prioritario de "respetar la vida", al tratarse de
un bien del que no se puede disponer: el hombre no es el dueño de la vida; es, más bien, su custodio
y administrador. Y bajo la primacía de Dios automáticamente nace esta prioridad de administrar, de
custodiar la vida del hombre, creada por Dios. Esta verdad de que el hombre es custodio y
administrador de la vida constituye un punto fundamental de la ley natural, plenamente iluminado
por la revelación bíblica. Se presenta hoy como "signo de contradicción" con respecto a la
mentalidad dominante. En efecto, constatamos que, a pesar de que existe en general una amplia
convergencia sobre el valor de la vida, cuando se llega a este punto —es decir, si se puede, o no,
disponer de la vida—, dos mentalidades se oponen de manera irreconciliable.
De una forma más sencilla podríamos decir: la primera de esas dos mentalidades considera que la
vida humana está en las manos del hombre; la segunda reconoce que está en las manos de Dios. La
cultura moderna ha enfatizado legítimamente la autonomía del hombre y de las realidades terrenas,
desarrollando así una perspectiva propia del cristianismo, la de la encarnación de Dios. Pero, como
afirmó claramente el concilio Vaticano II, si esta autonomía lleva a pensar que "las cosas creadas no
dependen de Dios y que el hombre puede utilizarlas sin referirlas al Creador", entonces se origina
un profundo desequilibrio, porque "sin el Creador la criatura se diluye" (Gaudium et spes, 36). Es
significativo que el documento conciliar, en el pasaje citado, afirme que esta capacidad de
reconocer la voz y la manifestación de Dios en la belleza de la creación es propia de todos los
creyentes, independientemente de la religión a la que pertenezcan.
Podemos concluir que el pleno respeto de la vida está vinculado al sentido religioso, a la actitud
interior con la que el hombre afronta la realidad, actitud de dueño o de custodio. Por lo demás, la
palabra "respeto" deriva del verbo latino respicere (mirar), e indica un modo de mirar las cosas y las
personas que lleva a reconocer su realidad, a no apropiarse de ellas, sino a tratarlas con
consideración, con cuidado. En definitiva, si se quita a las criaturas su referencia a Dios, como
fundamento trascendente, corren el riesgo de quedar a merced del arbitrio del hombre, que, como
vemos, puede hacer un uso indebido de ellas.
Queridos hermanos y hermanas, invoquemos juntos la intercesión de santa Ana en favor de vuestra
comunidad parroquial, a la que saludo con afecto. Que sobre todos vele santa Ana, vuestra patrona
celestial, y os obtenga a cada uno el don de ser testigos del Dios de la vida y del amor.
(Homilía durante la misa celebrada en la parroquia de Santa Ana, El Vaticano, domingo 5 de
febrero de 2006)
San Juan Pablo II
“Él sanó a muchos que estaban afligidos de varias enfermedades” (Mc 1, 34).
1. Queridos hermanos y hermanas, el relato evangélico de hoy presenta numerosas multitudes de
personas enfermas y sufrientes que se reúnen alrededor de Jesús. Él los conforta con la palabra y,
con gestos simples pero elocuentes, los cura y los salva.
Vino del Padre para anunciar y realizar la salvación de todo el hombre y de todos los hombres.
Jesús muestran una particular predilección por aquellos que están heridos en el cuerpo y en el alma:
los pobres, los pecadores, los endemoniados, los enfermos, los marginados. Él se revela como
“médico de los cuerpos y de las almas” (San Ignacio de Antioquía a los Efesios, 7,2), buen
Samaritano del hombre, único Salvador de la humanidad.
En el encuentro con la suegra de Pedro, la actitud y el gesto de Jesús son emblemáticos: “Él se
acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar”, señala el evangelista. Significativas las
consecuencias: “la fiebre la dejó y comenzó a servirlos”, para indicar por una parte que la curación
es superación del mal y salida del aislamiento; y, por otro lado, restitución a una vida “llena” que
coloca al que es sanado en la posibilidad de servir a los demás y de seguir a Cristo como discípulo.
2. Mas la obra salvadora de Cristo no se agota con su persona y en el marco de su vida terrena;
continúa en la Iglesia y a través de la Iglesia, sacramento del amor y la ternura de Dios hacia el
hombre. Al enviar a la misión a sus discípulos Jesús les da un doble mandato: aquel de proclamar el
Evangelio de la salvación y de la paz, y aquel de “sanar a los enfermos” (cf. Mc 6,3; Mt 10,1; Lc
9,1.6; 10, 9).
Fiel a esta enseñanza, la Iglesia ha escrito páginas maravillosas y ha ejercido una presencia
significativa en el mundo del sufrimiento, especialmente a través de los innumerables Santos de la
caridad y las instituciones y las obras que suscitó. La asistencia a los enfermos es una parte integral
de su misión. Los pobres y los que sufren los tendréis siempre con vosotros, amonesta Jesús (cf. Mt
26,11), y la Iglesia continuamente los encuentra en su camino, considerando al hombre enfermo
“camino privilegiado” para encontrar a Cristo.
Esto también es verdadero para nuestro tiempo, en el cual, no obstante los muchos avances de la
ciencia y de la tecnología, permanecen aún antiguas enfermedades y aparecen nuevas. La condición
del hombre en la tierra, el sufrimiento interior, la lucha de la cual hemos hecho eco en la confesión
del justo y paciente Job, en la primera lectura de esta liturgia, plantea interrogantes inquietantes
sobre el “por qué” de la vida y la muerte, sobre el significado de la enfermedad y del sufrimiento, y
no pocas veces, sobre la paternidad de Dios y el destino trascendente de sus hijos.
Se trata de verdaderas “laceraciones” interiores que plantean cuestiones existenciales, a las cuales la
acción pastoral de la Iglesia debe responder a la luz de la fe, teniendo ante nuestros ojos el
Crucifijo, donde aparece todo el misterio salvífico de Dios Padre, que por amor hacia todos los
hombres no perdonó a su propio hijo (cf. Rm 8,32).
3. La celebración del Sínodo pastoral diocesano y el proyecto de una “nueva evangelización” que
deberá surgir de él para los años futuros de la Iglesia de Roma, no puede pasar por alto una zona tan
delicada y urgente como el servicio a los enfermos y a los que sufren, que son porción electa del
pueblo de Dios.
Cada comunidad eclesial debe sentirse “a cargo” de esta pastoral. No son concebibles delegaciones
a pocos individuos o grupos especiales. Todos y cada uno, según los dones y posibilidades, están
llamados a llevar la carga, llevando la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia a aquellos que
sufren y a los que cuidan de su asistencia, ya sean familiares, o médicos, enfermeras, personal
administrativo y técnico. Y siempre con la humanidad, con entrega generosa, con amor evangélico.
Muchos son los aspectos y las implicancias de este compromiso. La comunidad cristiana, de hecho,
está llamada a luchar con todas sus fuerzas contra cualquier forma de enfermedad, favoreciendo la
investigación y el sano desarrollo; velando siempre para que todo favorezca la salud integral del
hombre, la defensa y la promoción de los derechos fundamentales de la persona, primero que todos
aquel de la vida. Esto implica un esfuerzo de humanización, especialmente en ambientes de
asistencia médica, que se conjuga con la propuesta de los valores éticos, humanos y sobrenaturales,
especialmente allí donde hay renegados o ignorantes.
En conexión con esto se encuentra el empeño de la evangelización verdadera y propia, dirigida ya
sea a los enfermos, de modo que vivan su experiencia a la luz de la enseñanza y el ejemplo de
Cristo Redentor, ya sea para aquellos que los atienden, a fin de que lo hagan con competencia, con
coherencia, con inspiración evangélica.
4. La petición recién recordada debe encontrar aplicación también en su comunidad parroquial.
Incluíos, a través de la ayuda voluntaria, en el servicio de asistencia; expandid vuestro corazón a
todos los enfermos del barrio, para que a nadie falte el consuelo y la esperanza.
(Homilía durante la misa celebrada en la parroquia Santa María en Traspontina;Roma, 10 de febrero
de 1991)
P. Gustavo Pascual, I.V.E.
Los signos de Jesús
Jesús pudiendo ser popular, pudiendo ser conocido, prefiere ocultarse.
Impone el secreto mesiánico a los demonios y se retira a orar dando gracias al Padre por las
obras que le permite realizar.
Muchas posibilidades tuvo Jesús de hacerse popular y conocido, de hacerse seguir y de que
lo proclamarán rey o al menos el Mesías esperado por los judíos[1] pero Jesús se ocultaba y no
quería ser el Mesías que ellos pensaban, su mesianismo era de otra índole, según el querer del Padre
para cumplir toda justicia.
El hombre, todo hombre, ambiciona ser conocido y popular, que es una especie de
vanagloria. Jesús nos enseña a buscar voluntariamente el anonadamiento, el ocultamiento, el
desconocimiento de nuestra persona. ¿Por qué? Por qué es el camino rápido para alcanzar la
humildad. Y el pueblo, la plebe busca exaltar a sus bienhechores, sin discernir mucho los
verdaderos bienes de los aparentes o de jerarquizar los bienes. La famosa frase pan y circo es muy
elocuente respecto de la felicidad buscada por las masas.
Las curaciones físicas de Jesús son buenas y señalan la presencia del Mesías, pero
comparadas con los verdaderos bienes que nos trae son sólo “signos”. Jesús viene a curarnos
interiormente, a liberarnos de la verdadera esclavitud del pecado y a darnos el Reino eterno.
Si alguna vez tenemos éxitos clamorosos, si llegásemos a ser populares y famosos,
tendríamos que imitar a Jesús: retirarnos a la oración para dar gracias a Dios por darnos la
posibilidad de ser instrumentos útiles para su gloria y darle gracias también por los beneficios que
dispensa entre los hombres, pidiéndole la humildad para seguir siendo instrumentos dóciles por los
que El actúe.
Hoy el mundo reclama pan, salud, bienestar, lo cual está muy bien, pero no sabe discernir
todavía los verdaderos bienes de los aparentes. No sabe valorizar los bienes jerárquicamente.
El valor de la salud es importante, lo mismo el de la alimentación y el del bienestar
temporal, el vestido, la vivienda, el dinero, etc., sin embargo, el valor de estos bienes se subordina
al valor de otros más importantes que son los bienes del espíritu, así como el cuerpo se subordina al
alma. Es necesario el bienestar del cuerpo para el alma, pero el cuerpo es secundario respecto de
ella, pues el cuerpo es por el alma.
Jesús, el Mesías, realiza “signos” en el orden físico en vistas a la fe, que es un bien espiritual
y en definitiva para la salvación del alma que se alcanza por la fe en Él.
Jesús imponía el secreto mesiánico para evitar que los hombres se quedaran en los “signos”
y glorificaran a un Mesías temporal y humano.
A lo largo de la historia los hombres han glorificado a falsos mesías que le dieron o sólo le
prometieron, la mayoría de las veces, el bienestar temporal y como eran falsos mesías y sólo
buscaban la gloria humana sin trascender a un plano superior fracasaron como también sus
seguidores.
Hoy el mundo está en suspenso, con una ansiedad tremenda de bienes temporales
valorizados como el máximo anhelo. Ese anhelo esta oscurecido por la decepción. A nivel
planetario hay una crisis de bienes temporales. Sólo falta un hombre, un falso mesías, que colme
este anhelo temporal. Y puede un hombre solucionarlo con su ingenio y ayudado por medios
modernos, puede porque son bienes temporales. Sólo falta que tome el poder y arregle el
desbarajuste caótico del mundo. Será el anticristo.
Las tentaciones que rechazó el Mesías en el desierto las aceptará este mesías y las llevará a
las últimas consecuencias: pan, popularidad, idolatría.
Cuando Jesús multiplicó los panes y dio de comer a una multitud lo quisieron hacer rey[2],
rey del pan, pero Él huyó de ese reinado porque venía a reinar sobre todos los hombres y sobre todo
hombre, no sólo sobre su estómago sino principalmente sobre su corazón.
Todo tiene su tiempo. Para que haya revelación se requiere en algunos casos disposición,
maduración. Para la penetración de la verdad, para saber ciertas doctrinas se necesitan condiciones.
¿Para qué? Para que el fruto sea mayor, para que se aproveche más y no se produzcan confusiones.
Hay que tener paciencia en la vida espiritual. Nuestra santidad es obra de Dios. Saber el
misterio de la redención vendrá cuando el Señor lo disponga.
¿Por qué el secreto mesiánico? Porque el pueblo de Israel tenía una falsa concepción del
Mesías. Esperaban un Mesías caudillo político y liberador.
La revelación del mesianismo antes de tiempo podría producir disturbios políticos. Se
necesitaba corregir la concepción mesiánica. Había que acentuar la índole divina del Mesías y su
redención de cruz. Ambas cosas fueron piedra de tropiezo para los judíos y llevaron a Jesús a la
muerte.
Esta sigue siendo la piedra de tropiezo para saber al Cristo. Piedra que se resume en aceptar
la divinidad y la redención por la cruz. Cuando aceptemos plenamente estas dos cosas en nuestra
vida sabremos al Mesías y desaparecerá el secreto mesiánico en nuestra vida. En nosotros, por más
que nos ha sido revelado el verdadero mesianismo, puede permanecer el secreto porque todavía no
estamos dispuestos para llegar a saberlo. Jesús quiere una disposición para hacer que su secreto se
imprima en nuestra alma y deje de serlo.
Jesús permanece secreto a algunos y se manifiesta a otros, se revela. ¿De qué depende que
siga el secreto o la manifestación de la verdad? Depende de nuestra entrega a Jesús, a su palabra.
No se da una disposición de un día para otro, aunque puede darse, sino que es un
crecimiento paulatino. El contacto con Jesús nos va disponiendo como sucedió con los apóstoles.
Ellos, poco a poco, fueron disponiéndose a la revelación del verdadero mesianismo y en Pentecostés
supieron el secreto con perfección y lo testimoniaron en su vida y con su muerte.
En el Evangelio de hoy Jesús prohíbe a los demonios revelar su divinidad. Para los israelitas
era una blasfemia hablar de otro dios fuera del único revelado a los patriarcas y a los profetas.
Aunque había alusiones veladas en el Antiguo Testamento de la Trinidad Jesús tenía que ir
manifestando su condición divina a través de las obras y trasmitirla por su doctrina, sin embargo,
esto produjo desde un principio en los judíos un rechazo que se mantuvo obstinadamente hasta que
le dieron muerte. A pesar de la pedagogía divina y su condescendencia en la revelación de la
Trinidad estos espíritus obtusos rechazaron el mensaje.
Jesús al prohibir la revelación de su verdadero mesianismo al comienzo de su vida pública,
quería dar tiempo a que los espíritus bien dispuestos aceptaran su mesianismo divino y de cruz.
Parte de la semilla se perdió y parte cayó en tierra buena[3] dependiendo de la disposición del
corazón. La disposición del corazón se da como aceptación plena al mensaje de Jesús, a su Persona
más bien, y esto es la fe. “Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti el único Dios verdadero y al
que tú has enviado, Jesucristo”[4].
Jesús en este Evangelio también nos da ejemplo de vida de oración. Es necesario orar
siempre sin desfallecer, pero a veces, la actividad no nos permite retirarnos a orar. A veces la
caridad nos impera a darnos al prójimo, sin embargo, no debemos descuidar la oración. Jesús va a
orar de madrugada, a pesar, de la actividad y el cansancio busca la soledad y el recogimiento para
dirigirse a su Padre en la oración.
La necesidad de nuestros hermanos puede llevarnos a dejar la oración pero hay que saber
que sin ella nuestras actividades apostólicas perderán su eficacia y no pasarán, muchas veces, de ser
obras humanas con el consiguiente detrimento de nuestra vida interior.
Tenemos que tener cuidado de no engreírnos por nuestras buenas obras. En ocasiones nos
buscamos a nosotros mismos en ellas o buscamos sólo el aplauso de los hombres. Nuestras buenas
obras deben quedar en lo escondido como holocausto para la gloria de Dios y presentárselas
humildemente en la oración.
La ambición de honor, la búsqueda de popularidad, suele ser la causa de división en las
comunidades porque no se busca un fin común que es, definitivamente, la gloria de Dios y al no
buscarlo se pierde la paz porque cuando no se busca la gloria de Dios como único fin cada uno
busca sus propios intereses, su propio prestigio, su reconocimiento, su estimación, la popularidad.
Esto sucede con frecuencia, disminuyendo los frutos que tal o cual comunidad podría dar.
El hecho de que Jesús quiera irse a predicar a otras ciudades denota la misión de redención
universal en su germen, aunque la predicación primero debía ser a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel, predicación acompañada de “signos” para que creyesen en El, pero también denota, por otra
parte, la voluntad de Jesús de que no se produjese una explosión mesiánica tergiversada. La
multitud de signos en un lugar particular podía producir una maduración prematura de su mensaje
con el consecuente perjuicio en sus seguidores.
Jesús nos da ejemplo de compasión. Ayuda a todos sin acepción de personas. Todos los
necesitados lo buscaban y El los atendía, a pesar de la fatiga, a pesar del hambre, pues a veces ni
tenían tiempo para comer[5]. Aprendamos de Jesús a ser compasivos, a ayudar en la medida de
nuestra posibilidad al prójimo necesitado.
Ejemplos Predicables
NADA SUCEDE PORQUE SÍ
Un día un muchacho muy escaso de recursos económicos vendía mercadería de puerta en puerta
para pagar sus estudios, ese día no le había ido bien ya que no había vendido nada, tenía mucha
hambre y revisó sus bolsillos y se dio cuenta que solamente tenía una moneda la cual no le ayudaría
mucho para calmar el hambre, decidió que pediría comida en la próxima casa. Sin embargo los
nervios lo traicionaron cuándo una encantadora joven muchacha le abrió la puerta.
En vez de comida, él le pidió un vaso con agua, ella pensó este pobre muchacho debe de tener
mucha hambre y en vez de agua decidió regalarle un gran vaso con leche.
El muy feliz se tomó despacito su leche y luego le preguntó
-¿Cuánto le debo?
- no me debes nada respondió ella, mi madre nos ha enseñado a no aceptar pago por un pequeño
favor.
Pues te agradezco de todo corazón y te aseguro que Dios te pagará este favor con creces.
Cuando Alexander Brooks salió de aquella casa no sólo se sintió más fuerte físicamente sino que
también su fe en Dios y en los hombres fue mucho más fuerte.
Él ya estaba resignado a rendirse y dejar todo pero la actitud de aquella joven le hizo pensar que
tenía que seguir luchando para conseguir su sueño anhelado de ser Doctor.
Años después esa joven mujer se enfermó gravemente, los médicos de su pueblo estaban
confundidos por la extraña enfermedad de aquella paciente, finalmente decidieron enviarla a la
ciudad más cercana ya que ellos sabían que en ese lugar vivía un especialista el cual podía conocer
de aquella enfermedad.
Llamaron al Doctor Alexander Brooks para que estudiara aquel extraño caso, el al escuchar el
nombre del pueblo de donde ella residía una extraña luz llenó sus ojos.
Inmediatamente vestido con su bata de médico fue a ver a la paciente, su sorpresa fue encontrar
aquella mujer que un día calmó su hambre. Se determinó hacer lo mejor para salvar aquella vida,
dedicó especial atención por aquella paciente. Después de una gran lucha por la vida de la enferma,
se ganó la batalla.
El Dr. Brooks pidió a la administración del Hospital que le enviara la factura total de los gastos, él
la pagó, después escribió algo y pidió que se lo entregaran a la paciente.
Ella tenía miedo de abrir aquel papel ya que ella sabía que tenía que trabajar el resto de su vida para
pagar todos esos gastos. Finalmente abrió la factura, la cual le llamó mucho la atención ya que no
tenía ninguna cantidad solamente decía lo siguiente:
"Totalmente pagó esta factura hace muchos años con un vaso de leche".
Atte. Dr. Alexander Brooks.
Lágrimas de alegría corrieron por las mejillas de aquella mujer y su corazón feliz rezó: “Gracias
Dios porque tu amor se manifestó en las manos y en los corazones humanos”.
En la vida nada sucede porque sí, lo que haces hoy puede hacer la diferencia en tu vida mañana,
recuerda uno cosecha lo que siembra.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959, p. 486)
Semana del 8 al 14 de Febrero de 2015
Ciclo B
Domingo quinto del tiempo ordinario
Domingo 8 de febrero de 2015
Domingo quinto del tiempo ordinario
Jerónimo, Emiliano
Job 7,1-4.6-7: Me harto de dolores hasta la noche
Salmo responsorial 146: Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados.
1Cor 9,16-19.22-23: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!
Mc 1,29-39: Jesús cura a la suegra de Pedro y a otros enfermos
Hoy el libro de Job nos o presenta sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos
desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden
comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor. El grito de Job está
presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que
enfrentan una vida de lucha y dificultad. Job compara su existencia con la vida de un «mercenario»;
mercenario es quien vende su lucha, que libra por dinero causas que no son suyas y se fatiga por
empresas que no ama.
El libro de Job, como sabemos, es una joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está
tomado nuestro «Primer Testamento»). Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble,
o mejor, sobre ese misterio eterno que es «el mal». El misterio del mal, su presencia injustificada en
el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia
del mal. A Dios, en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de
mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como expresa la etimología
misma de la palabra–.
Lo importante del libro de Job no son sus «datos históricos» (que no existen, pues no es un
libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que
estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.
En efecto, la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica en la obra de
Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia su obra está hoy
enteramente sobrepasada. En cambio, no avanzamos cada día en sabiduría –que no está en el mismo
plano de la ciencia–, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como
Confucio, Buda, Sócrates, Jesús... En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría
fundamental adquirida hace ya tres mil años... Esa constatación nos permite escuchar y leer el libro
de Job.
Pablo, de manera parecida a Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus
interlocutores, en la comunidad de Corinto, en la que grupos fracciones que critican y cuestionan
su autoridad (v.3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta
libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o
representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el
imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en
patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que
no está vendido a ningún “cliente”, ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta
libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las
condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella,
débiles. Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el
juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia
y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.
Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio de Marcos: entrar en la vida de las
personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un
endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar
íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de
Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y
tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su
capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús
continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o
poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a
ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.
La práctica de curación, la lucha contra el mal, es decir, la praxis liberación del ser humano...
es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal, y luchar contra
él: dar la vida en la tarea de procurar la paz, la salud, el bienestar, la felicidad... a todos aquellos que
la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de
brazos cruzados, o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras
escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.
«Anunciar hoy el Reino» no es cuestión de sólo palabras; exige simultáneamente construirlo.
La «evangelización», la nuestra, ha de ser como la de Jesús. Su «anunciar» la buena noticia no es
cuestión de simplemente transmitir información... sino de hacer, de construir, de luchar contra el
mal, de sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la
vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios.
Para la revisión de vida
¿Cómo me afectan los momentos bajos de la vida, los momentos de cansancio, de depresión,
cuando el tiempo se hace largo y uno echa en falta el entusiasmo del vivir?
¿En qué momentos de mi vida la imagen lejana que tenía de Dios se ha tornado más cercana y
presente en la vida?
¿Cómo he alimentado en mí la verdadera libertad de los hijos de Dios?
¿Me acerco a las personas valorando su condición o juzgo y rechazo a quienes son diferentes a mí?
Para la reunión de grupo
- ¿Qué está viviendo Job que le hace decir las palabras que escuchamos de su boca?
- Ante el dolor y lo problemas, ¿somos capaces de acompañar y respetar a los otros o simplemente
respondemos con frases aprendidas frías e indiferentes?
- ¿Cómo se observa en nuestro entorno la manipulación que se hace del mensaje de Jesús en
beneficio de personas o grupos?
- ¿Cómo podemos desarrollar en nuestro grupo la libertad de anunciar el Evangelio, sin
manipulaciones ni intereses egoístas?
- ¿En qué gestos concretos nos hacemos cercanos a los hermanos que sufren o están marginados
de la sociedad?
Para la oración de los fieles
- Por quienes sufren el hambre, la guerra y el abandono para que encuentren en los cristianos
personas capaces de acompañar y comprometerse en el mejoramiento de su vida.
- Por las Iglesias de Jesús para que defiendan cada día la libertad ante cualquier forma de poder o
manipulación para que puedan ser autenticas servidoras de la vida.
- Para que en las Iglesias se supere toda forma de exclusión, dominio, o alejamiento de la vida y
las necesidades de las personas.
- Para que la evangelización, la catequesis, el servicio pastoral, el apostolado... sea siempre, en la
Iglesia de Jesús, algo que brota del entusiasmo y se hace por vocación generosa, y no por oficios
pastorales remunerados apetecibles económicamente.
Oración comunitaria
- Padre creador, que escuchas y atiendes los clamores de la humanidad, y que en Jesús nos
mostraste el proyecto de Bondad y libertad para tus hijos e hijas. Haz de nosotros creyentes
audaces, que libres de todo afán de dominio o ganancia, sepamos ser servidores de todos,
especialmente de tus hijos solos y abandonados. Que seamos constructores de un mundo sin
exclusiones en el que todos y todas quepamos con igual dignidad e iguales oportunidades, para que
la humanidad y la creación que sufre pueda también un día levantarse, y realizarse plenamente en
paz y bienestar. Tú que vives y amas por los siglos de los siglos.
Lunes 9 de febrero de 2015
Miguel Febres Cordero, Rebeca
Gn 1,1-19: Frase
Salmo 103: Frase
Mc 6,53-56: Frase
Nuevamente el evangelista Marcos presenta a Jesús frente a esa multitud que en cuanto lo
reconoce quiere acercarse a él para ser sanada, sin comprender todavía el misterio profundo que hay
en el Maestro y la necesitad de reconocerlo primero como el Mesías. El mal tiempo parece
estropear los planes de Jesús y sus discípulos, obligándoles a modificar la ruta inicial. El objetivo
previsto era llegar a Betsaida, en la parte oriental de lago (Mc 6,45). Después de una noche de
travesía desembarcan, sin embargo, en Genesaret, es decir, en la misma orilla de la que habían
partido.
Reconocido por la gente, Jesús aparece una vez más como el médico de los enfermos y
atribulados, de quien emana una fuerza prodigiosa. Es un cuadro familiar, que concluye y remata
los dos episodios precedentes, mucho más espectaculares y asombrosos. Pero a la luz de ellos, éste
resulta no menos revelador.
Las muchedumbres siguen sin percibir este misterio de su persona, por más que le reconozcan
externamente y le toquen con sus manos. Los lectores cristianos deben aprender que es necesario
entrar en contacto con Jesús de un modo mucho más profundo, como lo hicieron los discípulos.
Martes 10 de febrero de 2015
Escolástica
Gn 1,20–2,4a: Hagamos al hombre a nuestra imagen
Salmo 8: Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Mc 7,1-13: Bien profetizó Isaías de la hipocresía de ustedes
Jesús continúa formando a sus discípulos. Les ha instruido en su tarea misionera, les ha
revelado su poder sobre el mal, les ha abierto al universalismo. Los discípulos comprenden que los
marcos de la antigua religión no son capaces de responder a las exigencias misioneras y
universalistas de la nueva. La discusión de Jesús con los fariseos afecta a dos puntos concretos: las
abluciones o lavatorios rituales antes de las comidas, sobre las que Marcos proporciona detalles a
los lectores no judíos (vv. 3-4), y sobre la ofrenda sagrada de los bienes que dispensa de sostener a
los familiares (vv. 10-11). Pero no hay que perderse en los detalles de esas costumbres; no existen
más que para hacer comprender el alcance del v. 8, curiosamente repetido en el v. 9: las tradiciones
humanas matan la Palabra de Dios. El drama del fariseo es el de toda una humanidad que se
atribuye un conocimiento que viene de Dios, puesto que define el bien y el mal y juzga a los seres
humanos, pero al final se queda sin el Dios de quien procede. Jesús es el primer hombre que ha
podido poner su conocimiento del bien y del mal al servicio absoluto de su Padre, y esto le
permite ser muy libre frente a las leyes y tradiciones humanas.
Miércoles 11 de febrero de 2015
Ntra. Sra. de Lourdes
Gn 2,4b-9.15-17: Lo colocó en el jardín de Edén
Salmo 103: Bendice, alma mía, al Señor
Mc 7,14-23: Lo que sale del hombre es lo que lo contamina
La crítica establecida por Jesús contra las prescripciones de la ley no recae precisamente sobre
la ley en sí, que seguramente hubiera llegado, en virtud de su dinamismo interno, a la
espiritualización deseada por él. Pero los judíos, y más especialmente los fariseos, bloquearon ese
dinamismo por efecto de una mentalidad demasiado material. La polémica de Jesús contra el
fariseísmo ha terminado por configurar este término, originariamente sinónimo de piedad y de
perfección, como el símbolo mismo de la hipocresía.
Jesús fundamentaba la religión sobre la persona más que sobre la ley; se orientaba claramente
hacía un mesianismo puro y atribuía más importancia a los gestos de fraternidad que a las prácticas
cultuales; debía chocar necesariamente con la intolerancia y el integrismo de los fariseos. Predicó
abiertamente contra ellos una vuelta bien justificada al espíritu de la ley primitiva. Primero rompió
el inmovilismo de ley, con el fin de espiritualizarla; y de ahí redujo y desenmascaró al fariseísmo
como un movimiento hipócrita.
Conforme a esta pedagogía popular del Maestro, no hay forma alguna de ritualismo que pueda
contaminar al ser humano; es el actuar de éste el que puede contaminarlo si no reconoce a los
demás dentro de una fraternidad basada en la fe.
Jueves 12 de febrero de 2015
Eulalia , Pamela
Gn 2,18-25: Serán los dos una sola carne
Salmo 127: Dichosos los que temen al Señor
Mc 7,24-30: El demonio ha salido de tu hija
La intención de Marcos está clara: también los paganos tienen derecho al pan de la salvación,
porque también ellos se benefician de la piedad del Señor.
Hasta el momento de su encuentro con la mujer pagana, probablemente Jesús no tenía aún
plena conciencia de su misión universal: como judío que era, seguía aún las normas de la educación
e instrucción de sus compatriotas. Fue precisa la irrupción inesperada (más inesperada, por cierto,
en la versión de Mateo que en la de Marcos) de una pagana, para impulsar a Jesús a abrir el
horizonte de la conciencia que tenía de su misión e incorporar a su función una perspectiva
verdaderamente misionera. Sería precisa una circunstancia aparentemente fortuita para que el
apóstol Pedro se decidiera, a su vez, en la persona del pagano Cornelio, a salir del reducido círculo
de la simple presidencia de la comunidad judeo-cristiana para llegar hasta los paganos. Hechos
como el de la cananea y el de Cornelio ponen de manifiesto que la misión no es tan sólo centrífuga:
la vocación misionera no procede de una afición a la propaganda o a la irradiación, sino del
encuentro entre el cristiano y el incrédulo, entre la Iglesia y el mundo; de la acogida que los
primeros dispensan a los segundos, y de la actitud de escucha en que se colocan para recibir antes
de dar.
Viernes 13 de febrero de 2015
Benigno, Beatriz
Gn 3,1-8: Conocerán como Dios el bien y el mal
Salmo 31: Dichoso el que está absuelto de su culpa
Mc 7,31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Volvemos aquí, a propósito del aspecto particular de las sanaciones de mudos en la Biblia, al
tema de la fe, que es el punto principal de este pasaje. La mayoría de los relatos que tratan de la
vocación de profetas, es decir, de personajes que han de ser portadores de la Palabra de Dios,
refieren al mismo tiempo sanaciones de mudos o tartamudos (Éx 4,10-17; Jr 1). Se trata de un
procedimiento literario cuya finalidad es dar a entender que el profeta apoyado tan sólo en sus
facultades naturales no es capaz siquiera de comenzar a hablar, sino que recibe de “Otro” una
palabra que hay que transmitir. Por eso la sanación de un mudo que proclama la Palabra es
considerada como un signo evidente de lo que es la fe: una virtud infusa que no depende de las
cualidades humanas.
La sanación de un mudo quiere darnos, a entender que debemos tomar conciencia de que la fe
es un bien mesiánico. Mas, al relatar esta sanación, Marcos quiere hacer suyo el tema del Antiguo
Testamento que relaciona mutismo y falta de fe. El evangelista subraya repetidas veces que la
multitud tiene oídos y no oye, tiene ojos y no ve.
Somos llamados a profetizar y evangelizar, y sólo de Dios proceden nuestras capacidades.
Sábado 14 de febrero de 2015
Valentín, Cirilo, Metodio
Gn 3,9-24: Lo expulsó del jardín de Edén
Salmo 89: Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación
Mc 8,1-10: La gente comió hasta quedar satisfecha
Señalemos de entrada que los dos relatos evangélicos de multiplicación utilizan en buena
parte un vocabulario tomado de la liturgia de la época; por consiguiente, el lector no podía
equivocarse respecto al significado de un milagro realizado en el “desierto” (v. 4), lo que muestra
claramente que el pan venía a ser como el maná. Pero el autor no se detiene en los dos ritos de la
Eucaristía (v. 6); recoge igualmente una serie de datos destinados a hacer de la Eucaristía el
sacramento de la fe y de la misión. La primera de las dimensiones aparece, por una parte, en el
diálogo de Jesús con sus discípulos (vv. 4-5), en el que resalta la falta de inteligencia de éstos
últimos; y por otra parte, en el contexto de esta multiplicación, en la que todo concurre a explicar
que no se puede participar de la Eucaristía sino tras haberse operado de los sentidos. La segunda
característica de la Eucaristía es la de ser el sacramento de la misión.
Esta dimensión la encontramos en primer lugar en la mención de los restos sobrantes (v. 8),
que son la prueba de que los invitados previstos por Jesús no estaban todos presentes.
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