LA FLORA INTESTINAL y LA SALUD. Joaquín Teherán Lora. El intestino y el sistema inmunológico. El intestino y las intolerancias alimentarias. El intestino y las alergias. El intestino y las enfermedades degenerativas. El intestino y el autismo. Las alergias, las intolerancias a los alimentos y las enfermedades autoinmunes son anormalidades del sistema inmunológico, que por lo regular se presentan como consecuencia de una pobre salud intestinal debido a la mala alimentación o a la exposición a sustancias tóxicas que alteran la microflora intestinal. Lo anterior se debe a que existe una profunda interacción dinámica, comprobada entre el intestino y el sistema inmunológico. La pared digestiva del intestino es el órgano inmunológico más importante del cuerpo. Dentro del sistema digestivo intestinal vive una cantidad de microorganismos (unos buenos otros malos que conviven formando un solo ecosistema). Entre esa flora intestinal (microorganismos) y el sistema defensivo del cuerpo hay una relación continua y una permanente y ajustada comunicación. En consecuencia, la flora intestinal, el estado de la misma y la composición de los microbios en el intestino tienen un efecto profundo en el comportamiento del sistema inmunológico. Para hablar de esta interconexión debemos comenzar diciendo que en el sistema inmune tenemos los linfocitos T (madurados en el Timo, central del sistema inmune), que se diferencian en dos poblaciones con funciones distintas (los Th1 y los Th2) responsables de «coordinar» qué tipo de respuestas, de las dos que tiene el sistema inmune, se dará ante una influencia. Es que el sistema inmunológico tiene dos maneras de responder o reaccionar: 1) Respuesta o reacciones normales ante el entorno, como las respuestas que se dan ante cualquier cosa o sustancia con la que se entre en contacto externo desde el polen hasta la caspa animal, los ácaros, los productos químicos, alimentos . Este tipo de respuesta se conoce como «inmunidad Th1». El sistema Th1 depende del estado de la flora intestinal, ya que mientras la microflora intestinal SEA NORMAL, no se presentarán síntomas adversos al exponernos a este tipo de influencias ambientales, pero por el contrario, si la flora intestinal es anormal, el sistema Th1 se deteriorá. Queda claro que el sistema Th1 está para defendernos de los agentes externos al cuerpo. 2) El sistema conocido como «Inmunidad Th2,» está diseñado para atender las defensas al interior del cuerpo, pero si el Th1 se deteriora trata de compensarlo y se sobrecarga de trabajo. Desgraciadamente, el Th2 no está lo suficientemente equipado para esta labor extra de «compensador» y termina haciéndole frente de una manera inadecuada a las influencias ambientales como el polen o los alimentos (que debían ser atendidas por el Th1) con el resultado final de que sus respuestas se convierten en alergias e intolerancias. Es conveniente enfatizar que las alergias e intolerancias alimentarias causadas por discapacidad del sistema Th1 (debido a la flora intestinal anormal), son muy diferentes a las alergias «corrientes». Las reacciones provocadas por las intolerancias alimentarias se pueden manifestar en horas, días o incluso semanas después, haciendo difícil de identificar los alimentos que desencadenan las alergias. Además, las reacciones se pueden superponer unas sobre otras de tal manera que en un día cualquiera, la persona no tendrá idea de qué es exactamente lo que está causando la reacción. Ahora bien, cuáles son los síntomas de las intolerancias alimenticias? Estas intolerancias pueden dar lugar a todo tipo de reacciones, desde dolor de cabeza, hasta irritaciones o dolores abdominales, inflamaciones de las articulaciones, psoriasis, eczemas, episodios de depresión, ansiedad o también ataques de pánico. Las bacterias benéficas que habitan en el intestino se encargan de que las células que revisten el tracto digestivo gocen de buena salud, que estén bien alimentadas y protegidas de la química o de los ataques de patógenos. Cuando faltan las bacterias benéficas el revestimiento del intestino se deteriora de tal manera que las uniones entre las células se abren, lo cual hace que el intestino se haga «poroso» o se «agujeree». El intestino termina convertido en un colador en donde los alimentos son absorbidos y digeridos de forma inadecuada y con esa mala condición pasan al torrente sanguíneo. Cuando el sistema inmunológico los detecta en esta condición inadecuada para el organismo, no los reconoce como un alimento y reacciona ante ellos como si estuviera ante una sustancia impropia para el cuerpo. El sistema inmunológico, entonces crea complejos inmunes que atacan a las proteínas inadecuadamente digeridas, como resultado de lo cual se presentará una amplia variedad de síntomas en el cuerpo. Ahora, ¿cuál es la solución a todo esto? La solución no está en determinar cuáles son los alimentos ante los cuales presentamos intolerancia con el fin de evitarlos. La solución se encuentra en centrarnos en la curación y el cierre del recubrimiento intestinal, ya que con seguridad ésta es la raíz de todos los problemas. Cuando esto se hace, las alergias y las intolerancias alimentarias desaparecen a tal grado que la persona será capaz de comer alimentos que antes no podía tolerar. LA AUTOINMUNIDAD. La autoinmunidad es una condición en la que el sistema inmunitario ataca las células del propio organismo, el sistema inmune es entonces un agresor que ataca al propio cuerpo en vez de protegerlo. Casi todas las condiciones degenerativas del cuerpo tienen un componente de autoinmunidad. Esto se debe a que el sistema inmunológico no funciona adecuadamente debido a un mal estado de la flora intestinal, que como hemos dicho ya, tiene un efecto directo y muy profundo en la manera cómo funciona el sistema inmunológico. Las personas con la flora intestinal anormal no digieren ni absorben los alimentos adecuadamente. En estas condiciones, un torrente de toxicidad fluye desde el intestino hasta la sangre. Esta toxicidad también llega al sistema inmunológico, el cual como consecuencia, se debilita, se desequilibra y por supuesto, no puede funcionar apropiadamente ni tampoco puede reaccionar adecuadamente a varias cosas lo que al final termina en autoinmunidad. Cuando la flora intestinal es anormal en ese microsistema se presenta un crecimiento excesivo de bacterias patógenas, virus, hongos, parásitos y protozoos que deterioran las paredes o recubrimientos del intestino. Con el intestino deteriorado estos agentes, todos patógenos, pasan fácilmente al torrente sanguíneo y circulan por todo el cuerpo, como Pedro por su casa. Algunos de estos patógenos tienen afinidad a ciertas proteínas a las que se adhieren y les cambian la forma por otra forma extraña para el cuerpo. Cuando el sistema inmunológico se encuentra con estas proteínas de aspectos extraños, las atacará y producirá anticuerpos contra ellas. Un ejemplo muy elocuente con el cual podremos ilustrar este tipo de mecanismo del sistema inmune, es el que se presenta en los casos de esclerosis múltiple, en los cuales el sistema nervioso es destruido por el sistema inmunológico. Los metales tóxicos como el plomo y especialmente el mercurio (el inefable mercurio!!) cuando hacen presencia en el cuerpo agravan la situación ya que tienen la propensión muy particular por cierto para hospedarse en los tejidos ricos en grasa como el cerebro y el resto del sistema nervioso, sobre todo en la vaina de mielina que recubre los nervios. Allí en los tejidos nerviosos, estos metales especialmente el mercurio, se adhieren a las proteínas de su mielina, cambian su estructura tridimensional con lo cual obligan al sistema inmunológico a que desarrolle anticuerpos contra la mielina y su proteína (Esclerosis múltiple). En esta enfermedad (esclerosis múltiple), sencillamente hablando, lo que el sistema inmunológico intenta es limpiar al sistema nervioso, liberarlo de los metales tóxicos acumulados allí. ¿Dónde se originaron estos tóxicos? Todos los tóxicos en el cuerpo salen del sistema digestivo. TODO COMIENZA CON EL NACIMIENTO. Es de todos conocido que nuestro planeta tierra tiene un ecosistema equilibrado, en donde cada especie contribuye a la vida de otra en un ambiente que apoya el crecimiento y la vitalidad. Así mismo, nosotros también tenemos un ecosistema dentro del cuerpo que le da soporte al crecimiento y a la vitalidad Está comprobado por la ciencia que el bebé que se encuentra dentro del vientre de la madre es estéril (carece de microorganismos) durante los nueve meses del embarazo. Cuando nace el bebé, cuando pasa a través del canal de parto de la madre es cuando adquiere los microorganismos que viven en ese canal o vagina de la madre (flora vaginal) para convertirse en la flora intestinal del niño. La flora vaginal de la madre viene desde el intestino. Así que si ella tiene una flora intestinal anormal, tendrá en consecuencia flora anormal en el canal de parto Un canal de parto de una madre sana está lleno de bacterias beneficiosas o microflora, tal como lactobacillus y bifidus. Estas bacterias beneficiosas o saludables son conocidas como «probióticos» que constituyen la base para un sistema inmunológico saludable. Probiótico significa «para la vida», a diferencia de los antibióticos que significa «contra la vida». Pues bien, cuando el bebé atraviesa el canal de parto, recoge todas las bacterias que allí habitan hasta cuando sale al mundo exterior. Pero el 85% aproximadamente de las mujeres embarazadas tienen ahora dentro de su canal de parto bacterias patógenas en lugar de las bacterias saludables que el bebé necesita para su protección. De esta manera comienza una vida prácticamente sin protección, carente de inmunidad. Ya en el mundo exterior, si el bebé es amamantado con el calostro secretado por los pechos de su madre mejora su inmunidad porque el calostro está lleno de anticuerpos, proteínas, péptidos y los factores de transferencia que entran al cuerpo del bebé y de inmediato son absorbidos a través de los intestinos permeables aun para permitir que ocurra este evento. A medida que el bebé continúa tomando leche de la madre desarrolla un ecosistema en pleno funcionamiento, que establece a su vez un sistema inmunológico saludable a temprana edad. Esta es la manera en que la naturaleza vacuna a nuestros hijos. En un «mundo ideal», el niño debería comer alimentos ricos en probióticos para que se siga protegiendo de los patógenos nocivos que se encuentran normalmente en la vida cotidiana. Pero actualmente estos alimentos están en gran parte ausentes de la dieta moderna, lo cual es lamentable porque se rompe el equilibro de nuestro ecosistema en donde el 85% de la microflora debe ser de probióticos. En realidad podríamos decir que los microorganismos de la microflora son unos auténticos alquimistas y seres muy inteligentes en contacto estrecho y permanente con el sistema nervioso de los intestinos. Desde la antigüedad se ha afirmado que en el tracto gastrointestinal se aloja un segundo cerebro muy similar al que tenemos en la cabeza. De hecho este segundo cerebro es el que está en últimas controlando al cerebro de la cabeza. CÓMO CURAR. La única manera de curar todos los problemas de salud derivados del estado anormal de la flora intestinal es volver a establecer en el cuerpo un ecosistema interno saludable. Y esto se consigue tomando alimentos fermentados que son quelantes (desintoxicantes). Estos alimentos fermentados contienen cantidades más grandes de bacterias benéficas (probióticos) que los suplementos probióticos, siendo así ideales para el mantenimiento optimo de la flora intestinal. Si la persona nunca ha comido alimentos fermentados, es posible que al comer una gran cantidad de ellos tenga lo que se conoce como «crisis curativa» que es lo que sucede cuando los probióticos matan los patógenos del intestino y entonces éstos emiten toxinas potentes. En ese caso se debe comenzar consumiéndolos cuidadosa y gradualmente. Los alimentos fermentados más conocidos son el Yogurt y el kéfir, pero existen otros muchos que actualmente ya se consumen de manera habitual. Es importante, por lo tanto, «volver a sembrar» el intestino con alimentos fermentados sobre todo cuando la persona utiliza o ha utilizado antibióticos o consume muchos alimentos procesados. Cohabitando con los microbios benéficos dentro de un intestino saludable, los científicos han descubierto miles de especies de patógenos (bacterias, virus, hongos) que causan enfermedades, pero si dentro del mismo intestino predominan los microbios benéficos estos se encargan de controlar a los patógenos, los mantiene en colonias pequeñas y no permiten que proliferen. En cambio los antibióticos eliminan las bacterias benéficas lo cual da oportunidad a los patógenos para proliferar, crecer sin control y ocupar todos los espacios del intestino. Afortunadamente las bacterias benéficas se pueden recuperar. A algunas especies les toma entre dos semanas y dos meses recuperarse y es allí donde los patógenos se aprovechan y crecen. EL AUTISMO: El autismo está originado por la presencia de tóxicos en el cerebro de los niños víctimas de este mal, siendo el sistema digestivo (especialmente intestinos) la principal fuente de toxicidad. Los microbios patógenos que se encuentran en el tracto digestivo de estos niños dañan la integridad de la pared intestinal, por lo que toda clase de toxinas y microbios van directo a la sangre. Por lo general, eso sucede al segundo año de vida de los niños que fueron amamantados, ya que la lactancia materna brinda una protección en contra de la flora intestinal anormal. En cambio Los niños que no fueron amamantados, desarrollan los síntomas de autismo durante el primer año de vida. Es sabido que los niños en sus primeros dos años pasan por una etapa fundamental de aprendizaje; durante este tiempo recopilan información del entorno utilizando sus órganos sensoriales de donde pasa al cerebro para ser procesada. Sin embargo, en los niños que nacen con una flora intestinal anormal, la toxicidad del intestino se riega en el todo cuerpo hasta llegar al cerebro, obstruyéndolo en sus funciones normales de procesar la información sensorial. Cuando el cerebro del niño está obstruido por toxinas, toda la información sensorial que llega a él se convierte en un «ruido» y con este ruido el niño no puede aprender. No puede descifrar nada útil. Esa es la razón por la cual no aprenden cómo comunicarse, ni aprenden cómo entender el lenguaje, como desarrollar todos los comportamientos instintivos y los comportamientos que los niños normales desarrollan. En el segundo año de vida del niño es cuando se desarrollan las habilidades de comunicación y las conductas de afrontamiento. Pero si el cerebro a esa edad ya está saturado de tóxicos, el niño pierde la oportunidad de aprender y comienza a desarrollar autismo. La flora intestinal anormal (FIA) se puede manifestar como un conglomerado o conjunto de síntomas que pueden fácilmente entrar dentro del diagnostico del autismo como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), trastorno por déficit de atención (TDA), dislexia (trastornos del lenguaje), dispraxia (disfunción motriz) o trastorno obsesivocompulsivo. Cartagena, Colombia, septiembre 28 de 2012.