N° 012 / 15 de noviembre de 2004 ⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯⎯ EL DIÁLOGO SOCIAL EN POLONIA de Tadeusz Pieronek Introducción El obispo polaco Tadeusz Pieronek pronunció un discurso fascinante sobre el diálogo social en Polonia el 9 de enero de 2004 durante un seminario de EZA. Monseñor Pieronek es una institución reconocida en su país. Durante muchos años fue secretario general de la conferencia de obispos polaca. En 1992 fue ordenado obispo y actualmente es rector de la Academia Pontificia de Teología (PAT) de Cracovia. Hace algunos años el Papa expresó el deseo personal de que el obispado polaco abogara por la adhesión de Polonia a la Unión Europea. Propuso la Academia Pontificia de Teología de Cracovia como centro de este proceso pro europeo y el obispo Pieronek fue designado personalmente por el Papa como inspirador y responsable de una serie de iniciativas concretas. Las tres conferencias organizadas en Cracovia por Monseñor Pieronek levantaron mucho polvo tanto entre aquéllos que están a favor de la entrada a la Unión Europea como entre aquéllos que están en contra. En el discurso que pronunció para EZA en enero en Cracovia, Monseñor Pieronek traza de forma muy plástica cómo consiguió Solidarność romper con el régimen comunista inspirándose en la doctrina social cristiana. Esboza el papel personal que desempeñó el Papa y también el profesor Jozef Tischner, consejero ideológico de Solidarność. Además describe cómo tuvo que luchar contra multitud de dificultades tras el primer impulso del proceso democrático y social. Se trata de un interesante documento de un obispo que está en contacto directo con la realidad social de su país. Leo Pauwels Presidente de EZA 2 EL DIÁLOGO SOCIAL EN POLONIA Los valores éticos han sido siempre importantes para los trabajadores, pero las condiciones del mercado laboral han ejercido una gran influencia sobre su contenido, no solo en lo que respecta a las circunstancias económicas, sino también a todo el complejo de los factores sociales, culturales, políticos e incluso ideológicos. Se puede considerar a Polonia como ejemplo de una situación completamente distinta si observamos la llamada “democracia del pueblo“ que tenían antes y la situación actual. El gran abismo que separa estos dos sistemas fue fruto del movimiento político-social y sindicalista llamado ‘Solidarność’. La primera situación se caracterizó por el mantenimiento del poder por parte del Estado, gobernado por un solo partido, donde no existían los derechos fundamentales para los trabajadores. Visto desde la perspectiva ética, la cuestión más importante era obtener la libertad. Para el movimiento sindicalista la libertad significaba defender los derechos de los trabajadores a un trabajo y unas condiciones de vida dignos. La segunda situación tiene su propia historia. El sindicato era consciente del hecho de que no sería posible conseguir el diálogo con los comunistas sin el amplio apoyo del pueblo, lo que se concretizó en manifestaciones masivas y huelgas. El proceso de regularización de los derechos de los trabajadores se extiende desde el final del comunismo en 1989 hasta hoy, ahora bajo la influencia del libre mercado y la adhesión de Polonia a la Unión Europea. Sería un error pensar que Polonia se adaptó en el año 1989 a todos estándares y métodos de la Europa Occidental. Todo sucedió dentro de un proceso, paso a paso, teniendo en cuenta que no todo lo que es bueno para el Oeste lo es también para Polonia. Un elemento bastante específico de la situación polaca lo constituye el fuerte compromiso político de los sindicatos. El OPZZ, íntimamente ligado al partido poscomunista, opinaba que los sindicatos deberían actuar como traductores de las decisiones gubernamentales para el mundo de los trabajadores. Sin embargo, NSZZ ‚Solidarność’, un sindicato del ala derecha que representaba los puntos de vista ético-sociales de la Iglesia, estaba convencido de que deberían usar el poder político obtenido en el proceso de transformación para desempeñar un papel político. El papel político de los sindicatos en Polonia fue seguramente el resultado del sistema comunista, pero éste no cambió ni durante el primer período de legislatura de la coalición "solidarność” de 1990-1993 ni durante la coalición poscomunista de la SLD, PSL y UP en los años 1993-1997. El papel más activo del sindicato se pudo observar durante el período de 1997-2002, cuando Akcja Wyborcza Solidarność (AWS) llegó al poder. En otras palabras, cuando el sindicato llegó al poder, corrió el riesgo de perder su identidad y desencadenar problemas internos, lo cual podía provocar conflictos de intereses entre el gobierno del Estado y el sindicato1. El profesor Leszek Balcerowicz, vice primero en el gobierno AWS y líder del partido de la coalición Unia Wolności (UW) observó esta situación en la que fracciones sindicales de ambos partidos, gobierno y oposición, desempeñaron un papel importante como anomalía, perjudicial para el desarrollo del país2. Hay dos personas que tuvieron una influencia relevante en la creación de una nueva conciencia ética de los empresarios y de los trabajadores. La primera fue sin lugar a dudas Juan Pablo II quien conocía muy bien la situación polaca. La segunda fue Józef Tischner, filósofo y profesor de la Academia pontificia de Teología de Cracovia, un pensador muy conocido y popular que desempeñó un papel activo en la creación del movimiento Solidarność y señaló la necesidad de aceptar la ética social cristiana3. En mi opinión, el papel del Papa 3 debería ser considerado como un papel discreto pero muy importante. Él tenía una excelente sensibilidad para saber lo que podía y lo que debería hacer. Con su experiencia en Polonia, tenía claro que, incluso gozando de una posición representativa e internacional no podía interferir directamente en la sociedad polaca. Pero también sabía que tenía el derecho y el deber de mostrar a la sociedad polaca sus derechos humanos fundamentales, incluyendo los derechos de los trabajadores, que existen en toda sociedad independientemente de su sistema político y de quién esté en el poder. La sociedad polaca fue la víctima de un sistema de violencia de estado a principios de los años ochenta. Esta violencia no era ni abstracta ni teórica: todo acto de independencia en cualquier parte de la vida social era considerado una traición y castigado con la pérdida del trabajo o incluso con la prisión. El Papa instó a la población a no tener miedo y a exigir los derechos que todo ser humano merece. Esto no solo lo hizo en Roma sino también en su visita a Polonia en 1979. El gran logro de Juan Pablo II fue que utilizó un lenguaje de reconciliación, lo que impedía acusarle de ser parcial o de hacer propaganda política. La población era capaz de „leer entre líneas“ y aplicar sus palabras a la actual situación social, política y cultural. El Papa era capaz de mostrar a los polacos sus derechos y les animó a usarlos durante los primeros años del movimiento Solidarność. Además siguió apoyando estos progresos en sus publicaciones, especialmente en ‚Laborem exercens’ (1981), ‚Sollicitudo rei socialis’ (1987) y ‚Centesimus annus’ (1991). Todos estos documentos papales tuvieron una gran influencia en Polonia, fueron el tema de los debates públicos y –me atrevería a decir- construyeron la doctrina eclesiástica, según la cual se estructuraron sindicatos, empresarios y trabajadores y la vida política y económica del Estado, aunque no siempre estuvieran en conformidad con ellos. El profesor Józef Tischner era una de las pocas personas en aquellos años que era capaz de definir los principios teóricos de ‘Solidarność’ en el marco de la doctrina social de la Iglesia Católica. El mismo ‚Solidarność’ se refirió a esta doctrina de una forma más bien instintiva, a veces sin saber lo que era realmente ni cómo obedecerla. No creo que la doctrina social de la Iglesia Católica represente la única elección para Solidarność, como se muestra mediante el destino de esta doctrina en los estadios posteriores del desarrollo. No obstante, al inicio, teniendo en cuenta el papel de la Iglesia en la abolición del comunismo y los cambios de 1989, así como la posición de la Iglesia en la población, era natural profesar estas doctrinas aunque uno apoyara y diera credibilidad a los actos políticos del nuevo movimiento solidario. El profesor Tischner, al estar en contacto directo con los sucesos de aquellos días, sabía cómo debía consagrar su conocimiento y su talento para mostrar el camino a la resolución que debería llevar a la realización futura del ideal cristiano de una sociedad libre4. Sin embargo, la realidad era, desgraciadamente, diferente al ideal. Una de las razones era el hecho de que mucha gente que intentaba construir una nueva sociedad estaba aún muy ligada a las tendencias de la vieja sociedad, la forma de pensar y el modo de ejecutar el poder. Solo después de años de conflicto con el antiguo sistema fue evidente que éste representaba más o menos conscientemente una parte de la forma de pensar y de actuar de la gente (esto es lo que el padre Tischner llamó síntoma del ‚homo sovieticus’). ¿Pero cómo y con qué ayuda íbamos a eliminar esta manera de pensar y de actuar a la que estábamos acostumbrados durante los años de gobierno totalitario? La doctrina del movimiento de la solidaridad se caracterizó por una cierta porción de heroicidad en la que lo imposible se convertía en posible. Pero la construcción de una sociedad civil y de un nuevo sistema democrático nunca fue fácil. ‚Solidarność’ no consiguió romper con el pasado y cuando llegó al poder adoptó los métodos de los comunistas. La lucha por los intereses y posiciones 4 privados tenía prioridad respecto a los intereses generales y destruía el valor de llevar a cabo reformas necesarias aunque también impopulares. La gran visión de futuro del país que daba esperanza a la población se desvaneció por los conflictos internos en interés de las fracciones y partidos, en cuyo nombre era posible sacrificarlo todo: el bienestar del país y la verdad e incluso la fe. Sino ¿de qué otra manera podemos ver la acción de los partidos, denominados cristianos, pero que no respetaban los principios de la doctrina social cristiana?5. Esto no ayudaba en absoluto al diálogo social. Parece que las experiencias que hubo desde los años noventa hasta ahora hicieron deducir que las reformas solo podrían llevarse a cabo sin los debates públicos6. Las dificultades para construir un diálogo social después de 1989 se debían en parte a la identidad imprecisa de ‚Solidarność’. Desde el principio, Solidarność’ fue un movimiento social y político muy fuerte y al mismo tiempo un sindicato. Pero ¿cómo se podía combinar el papel del sindicato con la necesidad de llevar a cabo reformas que en parte eran contrarias al interés directo de los trabajadores en las grandes empresas estatales?7 No se trataba de una pregunta retórica sino que constituía un problema real para el gobierno de coalición AWS-UW en los años 1997-2002. A pesar de todo existía un diálogo social. Lo que en principio era un diálogo de los trabajadores de Gdańsk, Szczecin y Jastrzębie obligó a las autoridades de la RPP (República del Pueblo Polaco) a huelgas masivas y más tarde a la celebración de reuniones en una „mesa redonda“ en el año 1998, lo que llevó a una transformación política y social en Polonia y, por efecto dominó, en otros países en los que existía "un socialismo real". También como consecuencia de estas huelgas se creó el llamado ‚tratado para las empresas’ de 1994 así como la Comisión tripartita para los Asuntos Económicos y Sociales. Esta Comisión era, sobre todo en los años 1995-1996, un foro para el diálogo y las negociaciones entre el gobierno y los interlocutores sociales. Sin embargo, en 1997 ‘Solidarność’ dejó de formar parte de los trabajos de la Comisión y también la coalición AWS-UW de 1997-2000 ignoró esta institución, ya que creía que solo podría ser una traba para las necesarias reformas. De esta forma, el gobierno de la solidaridad, que quería deshacerse de todas las instituciones socialistas (o de aquéllas que consideraran como tales), llevó a cabo las reformas sin el necesario apoyo de la sociedad. Las dos reformas de Balcerowicz de 1991-1993 (liberalización de los precios y control monetario), la privatización de las compañías estatales así como las reformas de 1997-2000 carecían de este apoyo. Estas últimas reformas reducían el papel del estado benefactor en cuatro áreas: administración pública, seguridad social, salud pública y educación8. El diálogo social estructural fue de nuevo actualidad cuando se comprendió que no sería posible resolver los problemas sociales que surgían rápidamente y sobre todo el problema del desempleo sin dicho diálogo. Además sería imposible llevar a cabo las reformas y conseguir que Polonia se adaptase a los requisitos de la Unión Europea sin el apoyo de la sociedad. Por esta razón, el 6 de julio de 2001 el Sejm (el Parlamento polaco) aprobó al final del gobierno AWS-UW y con el apoyo del SLD (partido poscomunista) una ley sobre la Comisión Tripartita para los Asuntos Económicos y Sociales y comisiones regionales para el diálogo social. La comisión debía ser un ‘foro para el diálogo social con el objeto de llegar a un acuerdo entre los intereses de los empresarios y los trabajadores en beneficio de todos’ (art. 1.1). Su objetivo era ‚conseguir y preservar la paz social’ (art. 1.2.). 5 El hecho de que los movimientos políticos opuestos vieran la necesidad de un diálogo social estructural predecía un futuro mejor. Pero las predicciones se cumplen raramente y éste fue el caso del diálogo social polaco entre empresarios y trabajadores después de que la ley entrara en vigor en 2001. Las negociaciones en la comisión tripartita se iniciaban y se cancelaban de nuevo. Esto parece normal. Por desgracia, el llamado diálogo, especialmente entre trabajadores y autoridades como empresarios de empresas estatales, tuvieron lugar en las calles con métodos peligrosos para la salud e incluso la vida de los participantes. Los trabajadores usaban con mucha frecuencia medios de persuasión tan extremos como la huelga de hambre. Siento decir que un diálogo así no tiene nada que ver con la ética cristiana. No quiero defender la posición de las autoridades, ya que debido a las reformas tardías y a veces insuficientes toleraron una situación en la que los trabajadores no tenían ninguna esperanza en el futuro. Pero desde el punto de vista cristiano también es necesario tratar de comprender la otra cara de la monedad y el hecho de que a veces es preciso cerrar compañías que no tienen ningún futuro económico, incluso cuando eso supone la pérdida de puestos de trabajo. La moral es exigente y a veces puede ocurrir que uno tenga que aceptar una situación en la que los propios intereses son menos importantes que los de aquellos que se encuentran en una situación aún peor. Debemos tener siempre presente los principios evangélicos de la solidaridad: “Ayudaos mutuamente a llevar las cargas, y así cumpliréis la ley de Cristo”. Obispo Prof. Tadeusz Pieronek Rector de la Academia Pontificia de Teología (PAT) de Cracovia. Notas 1 Para más información véase: J. Gardawski, Żwiązki zawodowe na rozdrożu, Warszawa 2000, p. 171-175. L. Balcerowicz, Państwo w przebudowie, Kraków 1999, p. 23 3 La conferencia sobre este tema se publicó en: J. Tischner, Etyka solidarnosci oraz Homo sovieticus, Krakóv 1992. 4 Bonowicz, Tischner, Kraków 2001, p. 328-330 describe el compromiso del Padre J. Tischner con la causa de “Solidarność”. El resultado de este compromiso fue un libro titulado Etyka solidarności, publicado por primera vez en “Materiały Homiletyczne”, y más tarde en 1981 por el editor cracoviano “Znak”. Véase también: J. Tischner, Etyka solidarności oraz Homo sovieticus, Kraków 1992 y J. Tischner, Etyka solidarności, Kraków 2000. 5 Un análisis interesante de este período está en: J. Tischner, “Solidarność” po latach, “Gazeta Wyborcza” 26 VIII 1996, en: Spór o Polskę 1989-99. Wybór tekstów prasowych. Wstęp, wybór, układ P. Śpiewak, Warszawa 2000, p. 704-706. 6 B. Gonciarz, W. Pańków, Dialog społeczny po polsku – fikcja czy szansa, Warszawa 2001, p. 32. 7 J. Paradowska, Mit Wałęsy mit “Solidarności”, Wstęp, en: Spór o Polskę, cita en la página 678. 8 L. Kolarska-Bobińska, Utrwalanie zmian poprzez ich zaniechanie, en: L. Kolarska-Bobińska (red.), Cztery reformy. Od koncepcji do realizacji, Warszawa 2000, p. 250. 2 6