La relación de Dios con el alma de los niños jamás debe ser violada VATICANO, 14 Oct. 15 / 05:50 am (ACI).- El Papa Francisco celebró hoy la Audiencia General en la Plaza de San Pedro y dedicó de nuevo su catequesis a la familia, en concreto a “las promesas que hacemos a los niños”. Advirtió de que “la relación tierna y misteriosa de Dios con el alma de los niños jamás debe ser violada” puesto que los niños pueden ser heridos “por un ‘escándalo’ insoportable”. El Obispo de Roma explicó que se trata de “promesas de amor” que ellos esperan sea cumplida desde el inicio de su vida y es protegida por Dios. “La palabra de Jesús es fuerte hoy ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Jesús es realista y dice que es inevitable que vengan los escándalos pero ¡ay del hombre que causa el escándalo”, dijo al iniciar. “Yo quisiera antes de iniciar la catequesis, a nombre de la Iglesia, pedirles perdón por los escándalos que en estos últimos tiempos han ocurrido tanto en Roma como en el Vaticano ¡les pido perdón!”, exclamó. Sobre la promesa explicó que es aquella que “el hombre y la mujer hacen a cada hijo: desde que es concebido en el pensamiento”. “Los niños vienen al mundo y esperan tener confirmación de esta promesa: lo esperan de modo total, confiado, indefenso”, explicó el Papa. “Hablo de las promesas más importantes, decisivas para sus expectativas ante la vida, para su confianza hacia los seres humanos, por su capacidad de concebir el nombre de Dios como una bendición”, dijo a los fieles que lo escuchaban. “Los adultos estamos dispuestos a hablar de los niños como de una promesa de vida y nos es fácil conmovernos, diciendo a los jóvenes que son nuestro futuro”. “Es verdad –agregó– pero me pregunto a veces si somos serios respecto a su futuro”. “Una pregunta que deberíamos hacernos más a menudo es esta: ‘¿Cuán leales somos con las promesas que hacemos a los niños, haciéndoles venir a nuestro mundo?’” porque “nosotros les hacemos venir al mundo y esto es una promesa”. “Les prometemos acogida y cuidado, cercanía y atención, confianza y esperanza”, y estas “son promesas básicas que se pueden resumir en una sola: amor”. “Este es el modo más justo de acoger a un ser humano que viene al mundo, y todos nosotros lo aprendemos, todavía antes de ser conscientes”. El Papa contó entonces que le agrada “cuando veo al padre y la madre al pasar entre ustedes y me hacen llegar un niño o una niña, y pregunto: ‘¿Cuánto tiempo tiene?’ ‘Tres semanas, cuatro semanas’ Y busco que el Señor le bendiga. Esto también se llama amor”. Pero los niños también pueden ser heridos “por un ‘escándalo’ insoportable, tanto más grave en cuanto que no tienen medios para descifrarlo y no pueden entender qué sucede”. El Pontífice explicó que “Dios vela por esta promesa” y advirtió contra aquellos “que traicionan su confianza”. “Su confiado abandono a nuestra promesa, que nos compromete desde el primer instante, nos juzga”. “Su espontánea confianza en Dios no debe ser nunca herida, sobre todo cuando viene por una cierta presunción (más o menos inconsciente) de sustituirle a Él”, advirtió Francisco. Por tanto, “la relación tierna y misteriosa de Dios con el alma de los niños jamás debe ser violada”, “es una relación real que quiere Dios y que Él cuida”. “El niño está listo desde que nace a sentirse amado por Dios” y “tan pronto como se siente amado también siente que hay un Dios que ama a los niños”. Nada más nacer, “comienzan a recibir el don, junto con el alimento y los cuidados, de la confirmación de las cualidades espirituales del amor”, dijo Francisco. “Los hechos del amor pasan ahora a través del don del nombre personal, el compartir el lenguaje, las intenciones de las miradas, las sonrisas iluminadas”. “Aprenden así que la belleza de la unión entre los seres humanos apunta a nuestra alma, busca nuestra libertad, acepta la diversidad del otro, lo reconoce y lo respeta como interlocutor”. Pero existe una segunda promesa: “Nosotros, papá y mamá, nos donamos a ti, para donarte a ti mismo”. “Esto es el amor”, reconoció el Papa, que dijo a los padres: “ustedes son instrumento del amor de Dios y esto es precioso”. En resumen, “solo si vemos a los niños con los ojos de Jesús podemos entender verdaderamente en qué sentido, defendiendo la familia, protegemos a la humanidad”. “El punto de vista de los niños es el punto de vista del Hijo de Dios. La Iglesia misma, en el Bautismo, a los niños hace grandes promesas, con las que se comprometen los padres y la comunidad cristiana”. Al concluir, pidió “que la Santa Madre de Jesús –por medio de la cual el Hijo de Dios llegó a nosotros amado y creado como un niño– haga a la Iglesia capaz de seguir el camino de su maternidad y de su fe”. “Que San José –hombre justo, que le acogió y protegió, honrando con valentía la bendición y la promesa de Dios– nos haga dignos de hospedar a Jesús en cada niño que Dios manda sobre la tierra”, dijo también. A continuación, al saludar a los peregrinos en diversas lenguas, el Santo Padre pidió oraciones por el Sínodo de la familia que se celebra estos días hasta el próximo 25 de octubre. También saludó a los jóvenes, recién casados y enfermos, que en esta ocasión siguieron la audiencia desde el Aula Pablo VI dado que había previsión de lluvias. “Que en este mes de octubre seamos todos llamados a sostener las misiones con la oración y la solidaridad”, pidió. “Queridos jóvenes, acojan con alegría la invitación del Señor a emplear sus mejores energías en el anuncio del Evangelio; queridos enfermos, les doy las gracias porque la ofrenda de vuestro sacrificio es preciosa para todos aquellos que todavía no conocen el amor de Dios; queridos esposos, continúen proclamando con la vida el afecto fiel del Señor”.