LOS ANTIGUOS MÉDICOS DEL ALMA

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LOS ANTIGUOS MÉDICOS DÉL ALMA
Montse Martí Linares
Abstract
La filosofía helenística (estoicos y epicúreos), por la naturaleza de su origen, resulta un
recurso extraordinariamente rico para el trabajo del asesoramiento. Los antiguos griegos eran
auténticos médicos del alma y así lo manifiesta su pensamiento. Para ellos, la filosofía se entendía
como un arte de vida, lo cual implica que su filosofía está construida para dar solución a los
conflictos que pueden afectarnos cotidianamente. Sus filosofías no son meras teorías, sino, sobre
todo, formas de vida. Este compromiso de la filosofía helenística con la vida es analizada por
autores contemporáneos, como Hadot o Nussbaum y nos ofrecen una mirada a estos pensadores
que ayuda a recuperar este sentido original de la filosofía que puede inspirar nuestro trabajo.
Los antiguos médicos del alma
“Los remedios del alma los hallaron los antiguos, pero
indagar cómo y cuándo se han de aplicar es nuestro cometido.
Mucho han conseguido nuestros predecesores, pero no lo han
conseguido todo”
(Séneca)
Comparto la idea de Séneca sobre la función que “los antiguos” pueden desempeñar en
nuestra tarea de asesoramiento. Ellos nos proporcionan remedios (ya hablaron de los problemas
que trataremos nosotros), pero al fin y al cabo, es responsabilidad del asesor/a saber aplicar con
acierto esa sabiduría, o generar a partir de ella nuevas perspectivas.
Así pues, podemos concluir que toda la historia de la filosofía puede inspirar nuestro
trabajo, pero aquí me dedicaré a analizar el potencial “terapéutico” de la filosofía que nos han
legado las escuelas helenísticas. Hay algo en esas filosofías, en su origen, que las hace
inseparables de la dimensión orientadora que caracteriza el asesoramiento filosófico. Podría
exponer un listado de citas de los principales autores helenísticos que justificarían mi afirmación,
pero sería poco honrado no ir más allá y no mostrar cómo puede aplicarse de forma práctica a
nuestros conflictos actuales. Por esta razón voy a indicar aquellos aspectos que hacen que estas
filosofías sean susceptibles de aplicarse en el trabajo del asesor/a.
Podríamos partir de la idea conocida por todos de que la filosofía griega nació como un arte
y una forma de vida. Esta es la tesis fundamental que defiende Hadot en su libro Philosophy as a
way of life. La filosofía era un modo de vivir que debía practicarse en cada momento y debía
transformar la vida del individuo. Esta esencia de la filosofía griega se mantuvo intacta durante
todo el periodo clásico y el periodo helenístico.
La razón por la cual se ha ido olvidando este carácter vivencial de la filosofía se halla en el
hecho de que, con el tiempo, la idea de filosofía y la idea de discurso filosófico se han ido
diferenciando. Antes de la filosofía helenística esta distinción no era explícita, por lo tanto, los
primeros filósofos entendían que la filosofía era esencialmente vida, forma de vida. La evolución
posterior de la filosofía ha dado prioridad al discurso sobre el aspecto vivencial de la misma.
Hadot expone diversas razones que justificarían este cambio. Una sería la satisfacción que
proporciona el discurso, ya que es lo que permanece. Pero, sobre todo, hay una razón sociológica:
la llegada de la enseñanza de la filosofía a la Universidad. Los profesores universitarios forman a
otros profesores que serán especialistas, profesionales, y la filosofía se transforma en eso, una
especialidad.
Este ideal de la filosofía como arte de vida entronca perfectamente con la importancia que
daban los griegos a un precepto esencial en su cultura: “conócete a ti mismo”. Este ideal estaba
profundamente vinculado al “ocuparse de sí mismo”y, según defiende Foucault el primer
prepcepto no era el principal, sino que más bien, resultaba necesario ocuparse de uno mismo
antes de iniciar la tarea del conocimiento de sí mismo.La idea de ocuparse de sí mismo nos remite
a la función que los griegos atribuían al arte médico. Esta consideración pone de manifiesto la
íntima relación que podemos establecer entre la filosofía y la medicina, un paralelismo bien
conocido que diversos autores helenísticos han destacado en sus reflexiones:
“Existe, os lo aseguro, un arte médico para el alma. Es la filosofía, cuyo auxilio
no ha de buscarse, como en las otras enfermedades del cuerpo, fuera de nosotros
mismos. Hemos de procurar con todos nuestros recursos y todas nuestras fuerzas
ser capaces de ejercer de médicos de nosotros mismos”
(Cicerón)
La filósofa norteamericana Martha Nussbaum defiende en su libro “La terapia del deseo” la
tesis de que podemos hallar una analogía casi perfecta entre la filosofía helenística y la medicina,
ya que las dos son artes de la vida cuyo principal objetivo es erradicar el sufrimiento humano. Para
demostrar esta analogía, Nussbaum investiga detenidamente si las filosofías helenísticas se
ajustan a lo que ella denomina “argumentos médicos”. A lo largo de su trabajo va constatando que
estas filosofías cumplen estas características, entre las cuales, destacamos:
- Los argumentos tienen finalidad práctica.
- El objetivo es hacer mejor al discípulo o al paciente.
- Responden al caso particular.
- Los argumentos desarrollados pretenden responder a las necesidades del discípulo.
- Los tratamientos tienen por objeto la salud del individuo, no de la comunidad ni del
individuo respecto a la comunidad (algo diferente de lo que era en la filosofía clásica).
- Hay cierta asimetría entre la autoridad experta (maestro o médico) y el sujeto
tratado (discípulo o paciente).
- El maestro no propone concepciones alternativas, igual que no lo hace el médico.
- El tratamiento lo prescribe el médico y no hay opción de discutirlo.
- El maestro tampoco da opción al pluralismo cognoscitivo.
- Las respuestas se integran en un sistema global y fuera de él no tienen sentido.
- Aceptar una escuela es hacerlo de manera dogmática.
Tal vez algunas de estas características serían discutibles como idóneas para el
asesoramiento (el caso de las dos últimas, por ejemplo), pero lo que nos aporta esta reflexión es
la indiscutible relación entre la filosofía helenística y la voluntad de curar el alma. Este objetivo
último de las filosofías clásicas hace que sus planteamientos sean fácilmente transportables a
nuestra práctica profesional.
Esta concepción general de la filosofía que comparten los pensadores griegos, se aborda
bajo unas condiciones formales específicas que garantizan y consolidan la dimensión práctica de
su pensamiento. Algunas de estas serían las que indico a continuación:
- Dimensión oral de la filosofía antigua.
El discurso filosófico griego es oral porque no pretende solamente transmitir
información, sino que busca producir un efecto psíquico en el oyente. Por lo tanto es un
discurso que pretende formar, no sólo informar. En este sentido, los trabajos escritos sólo
eran un complemento de la enseñanza oral. De aquí la importancia del diálogo, una de las
herencias más útiles para el asesoramiento filosófico. Lo más importante no es solucionar el
problema, sino el camino que se construye conjuntamente para llegar a la solución. Este
diálogo permite que el discípulo descubra la verdad por sí mismo y el maestro se adapta a las
necesidades del discípulo (como lo haría el/la asesor/a).
- La filosofía como entrenamiento del alma.
Con el diálogo filosófico, los filósofos pretendían orientar a sus discípulos en el
pensamiento, en la vida de la ciudad o en el mundo. El filósofo era entrenado en saber hablar y
también en saber vivir. Así pues, vemos cómo la filosofía se ponía al servicio de la práctica y se
presentaba como un arte de vivir que nos cura las enfermedades enseñándonos una nueva
forma de vida. En el caso de las escuelas helenísticas podemos hablar incluso de “terapias”
para asimilar las filosofías propuestas por cada escuela. Los epicúreos, por ejemplo, proponen
la memorización de determinados principios para disponer de las respuestas necesarias, que
les puedan ayudar en los distintos momentos de su vida.
- Relación entre teoría y praxis.
Las teorías intentan justificar la actitud existencial. Cada actitud existencial implica una
representación del mundo que debe ser expresada en un discurso. Así pues, la sabiduría no es
sólo una visión de las cosas como son a la luz de la razón, sino que es, además, un modo de
vivir que corresponde a esta visión. Para los filósofos griegos, la vida filosófica implica un
esfuerzo para vivir de acuerdo a la norma de la sabiduría. Cada escuela representa una forma
de vida definida por un ideal de sabiduría y cada uno de ellos implica una actitud determinada.
La actividad teórica considerada como una forma de vida comporta más satisfacción y felicidad
que la teoría en sí misma. En esa época, filosofar era escoger una escuela, seguir su forma de
vida y aceptar sus dogmas.
EPICURO (341 A.C.- 270 A.C)
“Vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún
sufrimiento humano. Pues de la misma manera que de nada sirve un arte médica
que no erradique la enfermedad, tampoco hay utilidad ninguna en la filosofía si no
erradica el sufrimiento del alma”.
Esta es una cita muy conocida del padre del epicureísmo. Estas palabras dan respuesta a la
cuestión principal alrededor de la cual gira la filosofía de Epicuro. Epicuro se pregunta cómo vivir
bien y qué es lo que tiene que hacer para ser feliz. Es un filósofo que se centra en el cuidado del
alma y esto se ve en todos los aspectos de su filosofía… La filosofía de Epicuro se presenta pues
como una nueva filosofía de vida, en la que el saber teórico está al servicio de la vida feliz.
Este fundamento teórico alrededor del que se organiza el saber práctico se construye a partir
de la observación. Los sentidos constituyen el medio principal a través del cual nos relacionamos
con la realidad, de ahí la importancia de lo corporal para Epicuro. El método que propone para
determinar el camino hacia la felicidad es la observación atenta de nuestros sentidos y deseos.
Esto significa dejarnos llevar y escuchar nuestros deseos sin tener en cuenta las trabas y los
prejuicios sociales, igual que haría un niño que no estuviera aún corrompido por la cultura.
Podríamos resumirlo con la frase: “Lo que nos pida el cuerpo”. Se trata de una propuesta abierta a
todo el mundo porque implica que cualquier persona, aunque no tenga formación o preparación,
puede determinar cuál ha de ser el objetivo de la vida humana. La respuesta a esta cuestión es
sencilla: el ser humano persigue el placer, persigue evitar el dolor tanto del cuerpo como del alma.
Una vez que hemos averiguado cuál es el objetivo de la vida, sólo nos quedará encontrar los
instrumentos necesarios para alcanzarlo y es ahí donde intervienen la razón y el filósofo.
Si nos centramos en el cuerpo, Epicuro nos dice que cuando el dolor es muy fuerte,
acostumbra a ser corto porque éste conlleva la muerte. Por otro lado, si dura mucho, el filósofo
asegura que los sentidos se embotan y, por tanto, deja de sentirse. El problema de aliviar el dolor
físico recordando la inminencia de la muerte es que pone en evidencia uno de los problemas que,
según Epicuro, más inquieta al ser humano y que más le aleja de la posibilidad de ser feliz: el
temor a la muerte. Pero también para esta inquietante cuestión nos ofrece una respuesta: mientras
existimos, la muerte no está presente y cuando la muerte está presente, entonces no existimos.
“La muerte no es mala para nosotros, porque lo que se ha disuelto es insensible”. Epicuro entiende
que la aceptación de la muerte es una parte más de la vida y que, por tanto, debe aceptarse con
naturalidad. Si lo logramos, conseguiremos además la revalorización del tiempo finito. Para el
filósofo la creencia en la inmortalidad podría hacer que nos olvidásemos del mundo e incluso
podría representar un desprecio a la vida.
Cabe destacar que en esta lucha contra el dolor físico, el alma tiene un papel fundamental
también. Epicuro defiende que la predisposición del alma es fundamental para hallar el placer,
incluso llega a afirmar que puede contrarrestar el dolor físico. Una de las razones que utiliza para
sostener esta afirmación es que el alma puede evocar momentos de placer. Epicuro defiende con
vehemencia que el alma es capaz de sufrir dolores mucho mayores que los físicos.
Ahora vamos a abordar la reflexión sobre el sufrimiento espiritual. Igual que debemos evitar
el dolor del cuerpo, debemos luchar contra el malestar del alma. Epicuro considera que el alma
sufre cuando sus deseos no son satisfechos. Estos deseos tienen su fundamento en falsas
creencias, por lo que erradicarlos pasa por el diagnóstico de los errores en nuestras creencias.
Para ello propone:
- Separar buenos y malos deseos Diagnosticar la génesis de los malos deseos
demostrando que se basan en falsas creencias
-Tratar las falsas creencias y eliminar los malos deseos.
El resultado de este diagnóstico no deja de ser sorprendente, porque aunque la filosofía de
Epicuro es una filosofía del placer, cabe matizar que él no defenderá una vida dedicada a la “caza y
captura” de los placeres. A esta conclusión llegará analizando la diferencia entre buenos y malos
deseos.
Para hacerlo establecerá una distinción entre

placeres naturales y necesarios,

placeres naturales y no necesarios y

placeres no naturales y no necesarios.
Los primeros son los referidos a la supervivencia y son los más fáciles de satisfacer. Los
naturales y no necesarios, serían los anteriores pero en parte inducidos por la opinión de los que
nos rodean. Consistirían en una satisfacción más elaborada que los naturales y necesarios. Los
deseos no naturales y no necesarios son aquellos que vienen inducidos por la comunidad y la
sociedad en la que vivimos.
Epicuro afirma que sólo hay un tipo de placeres que debemos satisfacer siempre: los
naturales y necesarios…Epicuro considera que la insatisfacción se produce cuando deseamos lo
que no tenemos y el consejo que nos da es desear lo que tenemos y lo que podemos obtener.
Conseguir esto pasa por someter los deseos a la razón, escoger aquéllos que nos proporcionarán
felicidad, y eliminar aquellos otros que nos provocarán dolor y preocupación.
Por el contrario, no hay que satisfacer siempre el segundo tipo de placeres, los naturales y
no necesarios, como por ejemplo, comer bien, porque a veces nos pueden provocar sufrimiento
(beber demasiado, causa borrachera). La razón deberá intervenir para decidir cuáles deben
satisfacerse teniendo en cuenta si pueden provocar un dolor posterior.
Finalmente habrá una última categoría de placeres, los no naturales y no necesarios, que no
deben satisfacerse jamás. Epicuro opina que estos deseos vanos se fundamentan en creencias
falsas acerca del mundo y del valor de las cosas. Los genera la sociedad y nos encaminan a un
proceso de deseos insatisfechos inacabable. Esta concepción de los placeres respondería a la idea
de que no es más rico el que más tiene sino el que menos desea, y éste es, sin duda, un buen
consejo para vivir con más tranquilidad en una sociedad que nos empuja a acumular bienes y a
medirnos más por lo que tenemos que por lo que somos.
Para acabar, quisiera apuntar un último aspecto (más bien formal) de la filosofía de Epicuro,
que también nos puede ser útil en nuestro trabajo de asesoramiento. Como he comentado, su
interés se centra fundamentalmente en modificar las creencias. Aunque esta tarea es complicada,
Epicuro también establece un camino para desarrollarla. Él parte de la idea de que las creencias
penetran en el alma influyendo por debajo del nivel de la consciencia. Si esto es así, lo más
importante es acceder a todas las capas posibles que contiene la mente del discípulo. Para lograrlo
considera que es indispensable que el discípulo exponga claramente sus actos, sus pensamientos,
sus deseos... (lo que denomina confesión), con la finalidad de poder captar en su totalidad al
interlocutor y averiguar cuál es el origen de sus creencias. (---)
ESTOICISMO
El fundador de la escuela fue Zenón de Citio (332-262 a.C) y su pensamiento da lugar al
primer estoicismo o estoicismo antiguo. Algunos discípulos relevantes son Cleantes o Crisipo. Un
segundo periodo sería el estoicismo medio que, tiene como protagonistas a Panecio de Rodas,
Posidonio y Cicerón. Finalmente destacamos de manera especial el llamado estoicismo imperial,
con figuras tan destacadas como Séneca, Epicteto o Marco Aurelio. Esta última escuela es la que se
centra de manera más inequívoca en la reflexión sobre la moral. Las ideas que iré exponiendo son
fundamentalmente de los autores adscritos a este periodo, que es del que nos han llegado más
textos.
A pesar de que los estoicos son tan útiles para el asesoramiento como los epicúreos, nos
hallamos ante dos planteamientos muy diferenciados e incluso, a veces, opuestos. Esto lo vemos,
por ejemplo, en la concepción que tienen de la relación maestro-discípulo. Los epicúreos
defienden una relación asimétrica, basada en la autoridad del maestro que adoctrina a sus
discípulos. Frente a este planteamiento los estoicos consideran fundamental el respeto por el
razonamiento práctico de cada persona. Esto significa que el discípulo debe convertirse en su
propio “médico”. El discípulo ha de ser crítico respecto a cómo ve el mundo, ya que a menudo esta
visión está influida por elementos culturales. La filosofía le ha de proporcionar un análisis de la
cultura y las creencias que le permitan hacerse cargo de su pensamiento y vivir conforme a la
propia razón.
Si bien, tradicionalmente la filosofía estoica se divide en dos ámbitos (teoría: física y lógica y
práctica: ética), Hadot considera errónea esta distinción ya que para él las dos partes son
necesarias en la construcción de una filosofía, entendida como forma de vida. La física y la lógica
sirven para eliminar las creencias falsas y para aprender a vivir sintiéndonos integrados y
formando parte del cosmos. La ética nos muestra qué es actuar éticamente. Teniendo en cuenta la
estrecha relación entre teoría y práctica, vivir según la filosofía propuesta, implica realizar
continuamente ejercicios espirituales para mantener en la mente los principios aprendidos en el
discurso teórico. Esto quedará fijado en las técnicas que proponen los estoicos.
Seguramente el concepto que más directamente asociamos al estoicismo es el de aceptación
o aquiescencia. Cabe destacar, lógicamente, que no es el único concepto que define a esta
escuela. El objetivo de adoptar esta actitud ante la vida es evitar el sufrimiento y el dolor. Para los
estoicos, la idea de aceptación no significa una defensa gratuita del conformismo. Ellos entienden
la resignación como la consecución de la armonía absoluta entre la razón individual y la razón
universal. Los estoicos creen que para evitar el sufrimiento debemos aceptar la ley natural,
“desear” la ley natural (querer que las cosas sean como son). Para adoptar esta actitud ante la vida
y los acontecimientos, el conocimiento juega un papel fundamental, ya que ayuda a comprender
mejor la naturaleza y, por lo tanto, a aceptarla. Es mucho más fácil adoptar esta actitud si tenemos
conciencia de que somos una parte del cosmos y de sus leyes (de las que no podemos escapar) y
si pensamos que el Todo tiene más importancia que uno mismo. En definitiva se trata de enfocar
la vida humana desde una perspectiva cósmica.
El estoicismo afirma que la manera de alcanzar una situación de armonía y de total
aceptación de la realidad es vivir sin depender de lo exterior. La propuesta estoica es la de vivir
dependiendo tan sólo de lo que está en nuestras manos. Ellos parten de la distinción fundamental
entre: las cosas que dependen de nosotros y las cosas que no dependen de nosotros. La idea de
no depender del exterior no significa que no podamos preferir ningún tipo de bien o que
tengamos que renunciar a todo, más bien, la idea es que no lleguemos a ser esclavos de esos
bienes o de esas circunstancias. Todo lo que tenemos o somos puede no ser, por lo tanto es
mejor que nuestra felicidad no dependa de las cosas externas, o de aquello sobre lo que no
podemos ejercer ningún control. Para los estoicos, los bienes externos no son parte de la felicidad
ni necesarios para ella: “Son cosas que no tienen poder alguno para hacernos vivir de manera feliz
o desgraciada”. La virtud tiene en sí misma la ventaja de que es autosuficiente. Los estoicos
defienden esta idea, arguyendo que es más fácil vencerse a sí mismo que vencer a la fortuna. Ellos
entienden que es mejor cambiar los propios deseos que cambiar el orden del mundo, pues una
actitud como ésta nos permitirá acomodar nuestra voluntad a los acontecimientos. La física y la
lógica pueden ser de gran ayuda para lograr que esta idea arraigue en nuestro pensamiento. La
física puede enseñarnos a que nos tomemos con indiferencia aquello que no depende de nosotros,
porque es algo que está sometido a las leyes de la naturaleza y contra eso no podemos luchar. Ser
indiferente implica no hacer ninguna diferencia entre las distintas cosas, es decir significa
quererlas a todas por igual, tal como hace la naturaleza. Por otro lado, la lógica puede ayudarnos a
comprender que el error está en los juicios que elaboramos acerca de las cosas. Cambiando estos
juicios podemos dejar de entender como bueno aquello que no depende de nosotros. La cuestión
es revisar nuestros juicios sobre las cosas y dar valor a aquello que depende de uno mismo.
Los errores en nuestros juicios provienen de que atribuimos los sentimientos que nos
produce determinada situación a las características de la situación. Así pues llegamos a juzgar tal
o cual hecho como bueno o malo, en función del sentimiento que nos produce a nosotros mismos.
Los estoicos insisten en que los acontecimientos no son ni buenos ni malos; el mal o el bien de los
acontecimientos está en nuestra relación con ellos. Ahí es donde debemos poner en práctica la
indiferencia. No debemos irritarnos ni culpar a los demás de nuestras desgracias.
Los estoicos proponen la extirpación total de la pasiones y, teniendo en cuenta que
dependen de nuestras creencias, simplemente debemos cambiar nuestro juicio respecto a los
hechos.
Distinguen cuatro emociones básicas: disfrute, apetito, aflicción y temor. Todas ellas se
manifiestan como dolores y trastornos violentos del organismo. La persona que está sujeta a ellas
se siente débil y cansada; por lo tanto, incluso las emociones positivas aparecen como causantes
de trastornos o perturbación. El sabio es alguien totalmente libre de pasiones, lo contrario sólo lo
hacen los insensatos.
Tal como ocurre con Epicuro, los estoicos (respondiendo al carácter curativo que atribuyen a
la filosofía), también proponen técnicas concretas para el cuidado de uno mismo y para la práctica
activa de su filosofía. Entre estas técnicas cabría destacar el examen de conciencia y la ascesis.
Sobre el examen de conciencia , hay que destacar que los estoicos persiguen con él revisar hasta
qué punto se está actuando según las reglas de conducta que uno mismo se ha propuesto.
Tomando conciencia de los errores que uno comete se puede ver la distancia que hay entre lo que
uno va haciendo y lo que debería haber hecho. Para ejercitar este examen de conciencia, proponen
la escritura como ayuda. A través de la escritura, en cualquiera de sus formas (cartas, tratados..) y
detallando incluso los aspectos más cotidianos, se alcanza un buen nivel de autoconciencia que
favorece ese examen.
Para acabar, nos referiremos también a la práctica de la ascesis. Este concepto se vincula a la
capacidad de desarrollar un alto dominio de sí mismo. Para llegar a este objetivo, los estoicos
proponen ejercicios en los que el sujeto se pone en situaciones especiales para verificar si es
capaz de afrontarlas usando los recursos teóricos de los que dispone. Uno de estos ejercicios
consiste, por ejemplo, en imaginar que va a ocurrir lo peor que puede suceder en relación a
determinada circunstancia. Esto serviría para anticipar la reacción de uno mismo ante esa
hipótesis. El objetivo de un ejercicio como éste, es relativizar aquello que creemos que son
desgracias insuperables.
APLICACIÓN EN LA CONSULTA de la ASESORÍA FILOSÓFICA
Las filosofías que conocemos han de ayudarnos a pensar los conflictos que nos plantean los
asesorados desde perspectivas diferentes a la propia, para evitar caer en el consejo o en la
identificación con nuestros propios problemas y las soluciones que nosotros adoptamos.
La idea es que la filosofía epicúrea y la filosofía estoica, las veo útiles para pensar
determinados conflictos. No son soluciones si no nacen de cada individuo que las piensa y las
pone en práctica. Nosotros debemos conducir a nuestros consultantes a hallar sus propias
actitudes, porque son las únicas que seguirán, son las únicas con las que se comprometerán y
gracias a las cuales darán solución a sus conflictos. Lo que podemos propiciar es ese
desvelamiento de la solución inspirándonos en nuestros conocimientos y ponerlos a disposición
de los asesorados/as para compartir y generar nuevas perspectivas de reflexión.
Epicuro en la consulta
La relación de la filosofía de Epicuro con el placer podría llevarnos a pensar que puede ser
útil para superar cualquier situación de dolor, sea físico o moral…Epicuro puede orientar la
manera de abordar el mal del cuerpo y del alma.
En ambos casos nos servirá la sentencia epicúrea de que no todos los placeres son buenos y
deseables y no debemos rechazar todos los males o sufrimientos. Algunos sufrimientos tienen
valor cuando implican algún tipo de bien (y son más de los que pensamos) y, al revés, algunos
placeres implican dolor y son por ello descartables. Así pues, en algunas ocasiones tendremos que
ayudar a nuestros consultantes a entender la necesidad de tomar medidas dolorosas y difíciles en
aras a conseguir un bien ulterior. Puede ser el caso de una madre o un padre en relación a la
educación de sus hijos, o con una pareja, romper una relación amorosa “improductiva” aunque no
haya un conflicto explícito que evitar, dejar un empleo que daña nuestras relaciones personales o
conyugales...
Veremos en primer lugar, qué provecho podemos sacar de las reflexiones del filósofo de
Samos para abordar la reflexión sobre el dolor físico. Esta reflexión nos conduce lógicamente a
acercarnos a posibles consultantes que padezcan alguna enfermedad que les provoque dolor o
malestar. A menudo, las personas que padecen algún sufrimiento físico continuo son incapaces de
imaginar su vida sin dolor, lo cual les sume en una tristeza que les puede llevar a situaciones de
desesperación… Las reflexiones de Epicuro pueden ayudar a relativizar la importancia del mal
físico y así relajar la ansiedad de la persona afectada para poder abordar nuevas perspectivas de
reflexión y hallar la verdadera naturaleza de sus preocupaciones.
La otra dimensión que abarca la reflexión sobre el dolor y el placer es la referente al alma. El
sufrimiento del alma es el tema que ocupa la parte más importante del trabajo del filósofo de
Samos y el que nos permite abordar otro tipo de problemas, como puede ser el de la insatisfacción
ante la vida.
A menudo nos encontramos con personas que vienen angustiadas a nuestra consulta porque
están insatisfechas con sus vidas y se plantean cuál es el sentido de su existencia. Antes de
abordar la construcción de un nuevo sentido para la vida, es imprescindible el análisis del
fundamento de nuestras creencias. En este sentido, el planteamiento de Epicuro puede ser
enriquecedor, ya que vincula de manera inmediata las creencias y los deseos. En muchas
ocasiones el problema no se resuelve cambiando los deseos, sino que requiere una revisión de las
creencias y , en consecuencia, de los deseos que se les asocian.
A lo mejor es arriesgado afirmar que gran parte de los deseos que causan el sentimiento de
insatisfacción ante la vida, provienen de creencias inducidas por el entorno, pero es lo que he
encontrado más a menudo en la consulta. Si esto es cierto, podemos vincular directamente estos
deseos y creencias a aquellos placeres no naturales y no necesarios, que Epicuro pretende que no
satisfagamos. Estos placeres son los que la mayoría de las veces nos acosan en nuestro mundo y
los que pueden provocar angustia en nuestros clientes. Se trata de las necesidades que nos crea la
misma sociedad: tener poder, riquezas, status social... Querer satisfacer estas necesidades nos
lleva a pensar en el futuro, (cómo lo conseguiré y cómo lo conservaré) y no nos permite disfrutar
de lo que tenemos en el presente, lo cual crea un vacío en nuestras vidas. Esta clase de
preocupación puede aparecer en personas que han pasado por una quiebra económica, que han
perdido su trabajo, o bien en aquéllas que, teniéndolo todo, no encuentran el sentido de su vida.
El trabajo del filósofo/a en este caso, debería consistir en analizar el origen de los deseos que
angustian al consultante para determinar hasta qué punto se fundamentan en creencias
constrastadas e interiorizadas, o más bien son fruto de la inercia a la que nos induce la sociedad y
nuestro entorno. Si fuese el caso de creencias inducidas por el entorno, deberíamos ayudar a
nuestro asesorado/a a crear su propia escala de valores y a generar recursos para poder
desarrollar los nuevos deseos que surgirían a partir de ahí. Si, en cambio, nos encontramos con el
caso de una persona con creencias bien afirmadas e interiorizadas, si éstas causan angustia y
malestar, se deberían abordar de manera crítica para acabar con ellas y generar también un nuevo
sistema de referencias.
Finalmente podríamos referirnos brevemente a la aplicación de las técnicas que nos ofrecían
los epicúreos para abordar la reflexión y el cuidado del alma. La práctica de lo que hemos
denominado confesión, en nuestro caso, nos serviría para plantear preguntas sobre la vida de
nuestro cliente, a través de las cuales podemos ir descubriendo su particular filosofía de vida. A
menudo los hechos nos pueden informar más que las palabras y conocer aspectos concretos de la
biografía del cliente nos pueden ayudar mucho a comprender mejor su situación actual. O
simplemente conocer sus hábitos o sus reacciones ante determinadas situaciones cotidianas...
Para acabar, propondré de qué manera puede inspirarnos la técnica de la memorización que
propone Epicuro… Usar frases, citas... a los que atribuyamos un contenido significativo para el
consultante. Este sistema se puede usar en momentos de bloqueo y de dificultad para pensar y
discernir las acciones adecuadas. Las frases o pensamientos pueden actuar como “brújula” en
momentos de desorientación y pueden evitar el gasto de energía que supone dar vueltas a un
pensamiento que no sea productivo.
Los estoicos en la consulta
… La perspectiva cósmica que proponen los estoicos ayuda a enmarcar nuestros actos y a
aceptarlos con mayor “apathia”. La adquisición de esta perspectiva requiere un esfuerzo que nos
permite conocer lo más profundamente posible las leyes de la naturaleza.
…A menudo, la superación de una situación difícil, no pasa solamente por la comprensión
de la misma y su amplio conocimiento. Lo que ayuda más es saber encajarla según el contexto de
la manera de ser de cada persona…Lo que nos ocurre, nos afecta más o menos dependiendo de
las características de ese microcosmos que es cada individuo. La posibilidad de aceptar mejor las
circunstancias depende también de la comprensión de ese yo interior y de hallar en qué parte se
produce el desencaje y el malestar, para repararlo y reconstruir ese todo (el yo), integrando
aquella situación que hemos vivido como problemática. En definitiva, se trataría de dar al conflicto
una dimensión cósmica, en relación a la comprensión de la totalidad del yo.
Una filosofía que aconseja tal manera de vivir puede ser especialmente útil para aquellas
personas que han sufrido alguna situación imprevista difícil de aceptar: un accidente, una muerte,
la pérdida de trabajo, una separación o el diagnóstico de una enfermedad. Normalmente,
situaciones como las que he mencionado provocan un rechazo inicial en las personas que las viven
y exigen una adaptación de los esquemas mentales “antiguos” a la nueva situación. Este proceso
de adaptación, que podría orientarse hacia la resignación y aceptación de los hechos, exige la
construcción de nuevos valores que los estoicos nos pueden proporcionar. Mentalizar a nuestros
asesorados/as de la inevitabilidad del sufrimiento, no como algo censurable, sino, más bien, como
algo natural, les puede ayudar a dejar de luchar contra aquello que le conviene acabar aceptando
para poderlo superar y generar una nueva perspectiva de vida.
Para acabar, me referiré también a las técnicas propuestas por los estoicos para garantizar
una vida filosófica. Creo que recurrir a la escritura como herramienta para el examen de
conciencia es, sin duda, algo que podemos aplicar perfectamente. En mi experiencia, esta práctica
me ha sido muy útil para suscitar el compromiso de los asesorados. Una parte difícil de nuestro
trabajo es conseguir que se comprometan a continuar fuera de la consulta el trabajo que se inicia
en ésta. No olvidemos que el asesor/a puede orientar y abrir puertas que inviten a la reflexión,
pero si eso no es correspondido con un compromiso personal, la tarea es más difícil. En relación a
esto la escritura, el diario, nos puede ayudar. A esos escritos se les debería dar un valor en la
consulta, como tema de trabajo en ella, y deberían servirnos para evaluar los avances que se van
realizando y los caminos nuevos que deben emprenderse. Este trabajo se puede hacer con el
asesor/a en un primer momento, pero puede convertirse en un hábito que ayude a los asesorados
a revisar la coherencia de sus actitudes y acciones en el futuro.
Bibliografía
CAPELLETTI, Angel J. Los estoicos antiguos, Madrid, Gredos, 1996
DIÓGENES LAERCIO. Vida de filósofos ilustres, Barcelona, Omega, 2003
FOUCAULT, M. Tecnologías del yo, Barcelona, Paidós Ibérica, 1990
GARCÍA GUAL. Epicuro, Madrid, Alianza Editorial, 1985
HADOT, P. Philosophy as a way of life, Oxford, Blackwell, 1999
NUSSBAUM, M. La terapia del deseo, Barcelona, Paidós, 2003
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