ción conceptual, de personajes que tenían una función metafórica. Son obras que pueden ser clasificadas como un espectáculo hablado, como la puesta en escena de un discurso y que, a menudo, remiten a una personificación de realidades abstractas. La alegoría clásica exigía un conocimiento intelectual y literario para poder ser descifrada. Hoy en día podemos considerarla como un código perdido pero, durante la Guerra de la Independencia y el periodo Romántico, este lenguaje, para nosotros hoy desconocido, era algo vivo y universal, conocido por todos. En la quinta sección se habla de las consecuencias políticas de la Guerra y se conmemoran las Cortes de Cádiz de 1810 y la Constitución de 1812, que intentan instaurar el Estado Liberal en la Nación Española. La Constitución estableció una Monarquía liberal y parlamentaría, basada en los principios de la Vicente López (atrib), Unión de Inglaterra y España contra Napoleón soberanía nacional y en la separación de poderes. El poder legislativo alcanzaba una preeminencia, una hegemonía con respecto al ejecutivo, cuyas atribuciones se restringían considerablemente, sobre todo para que el rey no fuese un obstáculo al desarrollo de las Cortes. Con el texto constitucional se producirán múltiples avances sociales: se aprueba la libertad de prensa, se suprime el tormento en el procedimiento penal, se excluyen las José Aparicio Anglada, Desembarco del S.M. el Rey Fernando VII pruebas de nobleza para en el Puerto de Santa María (Cádiz) el 1º de octubre de 1823 el desempeño de cargos públicos o profesionales, se establece la libertad de industria, con lo que se quiebra la obligatoriedad de los gremios, se reconoce la propiedad intelectual, se prohíben los mayorazgos, etc.. Aunque la guerra se había hecho en nombre del Rey, todos sus logros se debían realmente a la ausencia de éste. La vida de Duplessi Bertaux, Edme Bovinet (g), Lejeune (d), “la Pepa” fue breve, ya El modo de viajar en España que fue abolida cuando Fernando VII subió de nuevo al trono tras finalizar la Guerra en 1814, instaurando de nuevo la monarquía absoluta. Durante el Trienio Liberal (1820-1823), vuelve a jurar la Constitución de Cádiz, el 9 de marzo de 1820. Pero este sueño liberal dura bien poco: el maravilloso cuadro de José Aparicio, el “Desembarco de Fernando VII en el puerto de Santa María en 1823”, nos recuerda el abrupto despertar y el desencanto que supone la vuelta -otra vez plagada de engaños- de la memoria conservadora del Antiguo Régimen. En el último bloque, el más extenso, vamos a pasar revista a la forma en la que se desenvuelve la vida cotidiana, diferenciando siempre entre las clases sociales nobles y populares, entre el mundo masculino y femenino. Describiremos a los tipos y estereotipos: el petimetre, el afrancesado, los majos, el bandolero; las costumbres y los trajes; las relaciones amorosas y las bodas; las diversiones: juegos, charlas, tabernas, bailes y toros y el mundo de las creencias: la Inquisición, la religión y la muerte. Por lo que se refiere a la forma de vida, constatamos que, realmente, apenas había cambiado nada en España desde 1808: seguía siendo un país roto físicamente por la Guerra y doblemente fracasado en su proyecto de modernización política y económica, donde todavía reinaba un Antiguo Régimen que no acababa de desaparecer, la terrible Inquisición, la “barbarie” de las costumbres, la tradición católica, la pluralidad de nacionalidades, el retraso en la industrialización, etc. Eugenio Lucas Velázquez, Escena de la Inquisición Begoña Torres Comisaria de la Exposición LA GUERRA UNA VISIÓN DE LA INDEPENDENCIA DESDE EL ROMANTICISMO Torreón de Lozoya. Salas del Palacio Pl. de San Martín nº 5. 40001 Segovia Horario: Laborables excepto lunes de 17,00 a 21,00 horas Sábados y festivos de 12,00 a 14,00 y de 17,00 a 21,00 horas Lunes cerrado Visitas guiadas para grupos Días laborables, excepto lunes, de 10,30 a 14,00 horas previa reserva de horario en el tlfno. 921.46.34.18 Visitas guiadas sin cita previa: LA GUERRA UNA VISIÓN DE LA INDEPENDENCIA DESDE EL ROMANTICISMO Todos los días, excepto lunes a las 20,00 horas. i www.cajasegovia.es TORREÓN DE LOZOYA Del 19 de septiembre al 23 de noviembre de 2008 LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA UNA VISIÓN DESDE EL ROMANTICISMO Esta exposición, fruto de la complicidad del Ministerio de Cultura y de la Obra Social y Cultural de Caja Segovia, supone una ocasión única para mostrar al público- como anticipo a la próxima inauguración del Museo Románticouna buena parte de las importantes colecciones que alberga este centro. A través de ellas, queremos sumarnos a la conmemoración del Bicentenario de la Guerra de la Independencia, pero de una forma completamente nueva: la guerra vista a través de los ojos de la generación posterior -la de los románticos-. El Romanticismo fue un movimiento estético y cultural que contribuyó, de manera definitiva, a crear todo el mito que rodeó a este acontecimiento patriótico, para ellos relativamente reciente, que dejó una huella profunda en la historia de España y que tenía un valor de enseñanza para el futuro. Para ilustrar esta idea ha sido necesario acudir a una gran diversidad de piezas: pintura, escultura, libros, documentos, estampas, dibujos e impresos, así como un amplio repertorio de artes decorativas: mobiliario, figuritas de plomo, porcelanas, barros, medallas, utensilios de tabaco, objetos de tocador, armas y otras piezas alegóricas, como los abanicos conmemorativos de la Constitución de 1812. Foto portada: Manuel Castellano, Estudio para la muerte de Velarde Abanico con la alegoría de la Constitución de 1812 La exposición proporciona una magnífica ocasión para reflexionar, siguiendo sus seis apartados, sobre los mitos creados durante y posteriormente a la guerra ya que, una vez terminada, hubo un interés por mantener en la memoria colectiva –con el fin de afianzar el poder absolutista- los “horrores” cometidos por los franceses. El conflicto no sólo suscitó el primer brote de nacionalismo español, sino que dio lugar a una verdadera guerra civil, que acabó con el proceso de la Ilustración del XVIII, marcando con ello vivamente todo nuestro siglo XIX. Con ella se generó un dilema de difícil solución: la modernidad y el progreso de los “afrancesados” o la tradición y el patriotismo; el triunfo de esta última vía marcó vivamente el descontento romántico: a mediados del siglo, el filósofo Jaime Balmes describía ya la escisión entre las dos Españas: la del pasado y la del porvenir, la de Mesonero Romanos y la de Larra. La memoria épica de la Guerra contribuye también a definir las características políticas de la España Romántica: las insurrecciones, pronunciamientos, las revoluciones y todas las convulsiones de la cultura que estaban, más que en ninguna otra época, relacionadas con los vaivenes de la política. La memoria creará un mito en el que se olvida que, la España de 1808, tuvo la posibilidad de llevar a cabo una verdadera revolución, y Agustina de Aragón. Ilustración de La Iberiada. Poema épico a la gloriosa defensa de Zaragoza bloqueada por los franceses Francisco Lacoma y Fontanet (atrib), Retrato de Fernando VII Antonio Carnicero, Retrato de Manuel Godoy, Príncipe de la Paz en su lugar se subraya la idea de nación indomable. De otro lado, es un hecho que la imagen romántica de España -ese arquetipo que los europeos fabricaron de nuestro país- se consolidó con esta la guerra, considerada posteriormente por toda Europa como una lucha contra el poder tiránico de Napoleón. El recorrido de la exposición comienza con la presentación de los retratos de los protagonistas. Tanto la familia real española como los prohombres y militares. La finalidad fundamental de estos retratos era la de dar a conocer, de forma más cercana, el rostro de los protagonistas, en un claro intento de difundir su imagen entre las clases populares, con el fin primordial de reforzar el gobierno o la rebelión militar. También el bando francés e inglés difundió la imagen de sus políticos -incluido el Emperador Napoleón- y militares -como Wellington-. El segundo bloque de la exposición pasará revista a la guerra y a la táctica de la guerrilla. El propio Napoleón esta- ba convencido de que la guerra contra los españoles sería fácil y rápida. El Dos de Mayo, la batalla de Bailén o el primer sitio de Zaragoza adquieren rápidamente la condición de mitos referenciales. La victoria de Bailén demostró que los franceses no eran indestructibles y aumentó las esperanzas de la resistencia. Las tropas imperiales se retiraron hacia los Pirineos y, José Bonaparte, se vio obligado a abandonar Madrid. Con ello comienza la segunda fase -de ocupación- de la Guerra de la Independencia: Napoleón viaja personalmente a España y vuelve instalar a José en Madrid; las tropas inglesas permanecen en Portugal, los franceses ocupan Aragón, Cataluña, Valencia y prácticamente toda Andalucía -Cádiz resistió gracias a la ayuda inglesa, que la abastecía por mar. En 1812 Napoleón tiene que ausentarse de la Península, reclamado por la Campaña de Rusia. El recién nombrado duque de Wellington aprovecha esta ausencia para atacar a los franceses. En José Aparicio (p), Antonio Raffaele Calliano (g), El hambre de Madrid Manuel Barrón y Carrillo, La Batalla de Bailén junio de 1813, Wellington, al mando de las tropas británicas, españolas y portuguesas, vence definitivamente a los franceses en la batalla de Vitoria (también llamada "del Equipaje", porque por ese camino José Bonaparte pensaba retirarse a Francia, llevándose consigo, además de sus efectos personales, buena parte de nuestro patrimonio artístico). La guerrilla se caracterizó por el ataque por sorpresa, gracias a su conocimiento del terreno y a la colaboración de la población civil, logrando ocasionar grandes bajas a los invasores. Su actividad era desbaratar las líneas de comunicación y el suministro del ejército francés, interceptando correos y mensajes del enemigo y apresando caravanas de víveres, dinero, armas, etc. Como suele suceder en todos los Jarra con la figura del General Palarea conflictos, hubo quienes supieron aprovecharse de la situación y aparecieron bandidos que acechaban y merodeaban bajo la apariencia de guerrilleros, desmitificando la imagen de resistencia y lucha del pueblo español. Fue precisamente la generación romántica quien los encumbró como héroes (iconográficamente muchas de sus características fueron asimiladas por el tipo de bandolero y contrabandista). Leonardo Alenza y Nieto, La muerte de Daoíz en el Parque de Artillería de Monteleón La reinvención romántica del mito, los héroes y heroínas, ocupará el tercer bloque. La concepción nacionalista de la historia centró su interés en remarcar las peculiaridades de cada nación, dentro de los conceptos idealistas de la patria, el honor y el heroísmo. La gloria se obtenía a través de la muerte ejemplar en la lucha. El culto al héroe popular y las ceremonias civiles en las que se le recor- daba y veneraba, fue un fenómeno nuevo que se desarrolló a lo largo de todo el siglo. En sus representaciones lo teatral se combina con lo trágico para marcar los tintes oscuros de la descripción de la batalla o de la muerte individual. En el cuarto bloque veremos como, la pintura de historia, característica de estos momentos, hizo un uso ingente de la alegoría: se saturó de una significa-