1 EL DERECHO A LA INTIMIDAD DENTRO DE LA ERA DE LA

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EL DERECHO A LA INTIMIDAD DENTRO DE LA ERA DE LA INFORMÁTICA
Autor: M.D. Jorge Fuentes Morales
Introducción
La revolución de la información que han propiciado las diversas tecnologías en
materia de comunicaciones, como el teléfono, la radio, la televisión, los satélites, el
fax, el teléfono móvil y sobre todo la Internet, sin duda alguna han modificado los
patrones de conducta de la sociedad moderna, y la mexicana no ha sido la
excepción.
Las nuevas tecnologías han venido a poner al alcance de un gran número de
personas información de todo tipo a un bajo costo e inclusive han rebasado las
fronteras; hoy cualquiera puede acceder a información de otros países sin salir de
su casa, oficina o escuela y relacionarse con ciudadanos de otras latitudes como
nunca antes. En este sentido, como lo refiere el jurista norteamericano Rodney A.
Smolls1, “Una generación entera de personas de todo el mundo ya ha empezado a
pensar que la facilidad de acceder a la información a través de la Internet es
virtualmente un derecho tan natural como respirar el aire circundante”.
En nuestra sociedad pareciera que hay un apetito desenfrenado por todo tipo
información, ya sea para fines académicos, culturales, políticos o simplemente por
diversión o morbo. Así por ejemplo, cada día es más común que las personas
exijan conocer sobre los asuntos del gobierno, pero al mismo tiempo demandan
tener acceso a aspectos de la vida privada de las figuras públicas o de otras no
tan conocidas; sin duda ello ha influido inclusive en la manera de hacer televisión.
Quien se hubiera imaginado hace apenas unos años que uno de los programas
con mayor audiencia versaría sobre la privacidad de un grupo de concursantes
(Big Brother), o que uno de los libros más populares se refiriera a cuestiones
1
Profesor de Derecho de la Universidad de Richmond.
1
estrictamente personales de un personaje de la vida pública de nuestro país (La
Jefa).
El acceso a la información es una tendencia a la que también se han sumado las
instituciones públicas y privadas, especialmente en lo relativo a la información
sobre aspectos personales de los ciudadanos; las primeras, bajo el argumento de
requerirla para la aplicación de la ley (por ejemplo, con fines electorales) o con
fines de seguridad; y las segundas, para fines que van desde los laborales hasta
cuestiones relacionadas con el otorgamiento de créditos. Es por ello, que ante la
irreversible y en muchos casos positiva tendencia de la apertura de la información
pública y privada, surge la ineludible interrogante de ¿Cuáles son los límites del
derecho a la información? Sin duda, la respuesta va relacionada con el derecho de
los ciudadanos a preservar su intimidad; en esta tesitura, el presente trabajo, por
su brevedad, aspira a marcar algunos lineamientos generales del derecho a la
información en México y cómo consideramos que debería ser tutelado por nuestro
sistema jurídico el derecho a la intimidad de las personas.
La informática y la intimidad. Un tema de actualidad
El tema de la intimidad ha cobrado mayor relevancia en nuestro país a partir de la
modernización de las comunicaciones -especialmente las relacionadas con la
informática- y el avance democrático; empero, en algunos caso pareciera una
paradoja, pues por un lado existe una mayor libertad de expresión y facilidad para
acceder a la información, pero por el otro, el uso indiscriminado e irresponsable de
esas libertades también ha menoscabado el derecho de los individuos a que se
respete su privacidad, por ello nos atrevemos a afirmar que hoy día tenemos
menos privacidad de la que tuvieron nuestros abuelos.
Es por todos conocido que una amplia variedad de nuestros datos personales se
encuentran en poder de diversas agencias gubernamentales, ya sean nacionales
2
e incluso extranjeras o entre particulares. Así por ejemplo, cuando solicitamos una
licencia de conducir, un visado, una tarjeta de crédito o simplemente acudimos al
médico, proporcionamos información cuyo manejo posterior desconocemos.
Anteriormente había mayor control de nuestros datos personales, quizás porque
éstos se registraban en documentos, lo que hacía que estuvieran un poco más
seguros, pero ahora con el uso de la informática existe la posibilidad de que
cualquier persona tenga acceso a ellos y que los usos que se le den puedan
afectarnos directamente. Es un hecho que el 34% de las personas que utilizan la
Internet en nuestro país desconfían de dar su número de tarjeta de crédito para
realizar compras en línea2.
Con la revolución de la Internet se ha abierto la posibilidad de que desde cualquier
parte del mundo alguien pueda tener acceso a nuestra información. Es más,
aunque ni siquiera tengamos una computadora o hayamos utilizado una, con toda
seguridad nuestro nombre y diversos datos personales ya forman parte de alguna
base de datos.
Muchos de nosotros hemos recibido llamadas telefónicas de promotores
comerciales, que conocen cada uno de los detalles de nuestra vida, como la
actividad profesional, ingresos, domicilio, estado civil, número de hijos, etc., sin
que se los hubiéramos proporcionado previamente, lo que nos permite inferir que
de alguna otra parte los obtuvieron y muy probablemente sin nuestro
consentimiento.
Hoy día nuestra intimidad se ve afectada como nunca antes. Las agencias
gubernamentales en casos justificados la requieren para conformar el padrón
electoral o el censo de población, en otros resulta cuestionable. También diversas
2
Al respecto véase el “Estudio de Hábitos del Mercado en Línea en México 2003”, que realizó la
Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI), visible en la página http://www.amipci.org.mx
3
empresas privadas desarrollan bases de datos con nuestra información, como los
buroes de crédito, los bancos, las aseguradoras, las compañías de cable, las
empresas de renta de videos, etc. En otros casos desconfiamos de la privacidad
que puedan brindarnos los sistemas de comunicación como el teléfono, el celular,
el correo electrónico y la Internet.
Actualmente existen compañías en todo el mundo que se dedican a recabar
nuestra información personal para comercializarla y obtener con ella un beneficio
económico, cuantas veces no hemos recibido correos electrónicos no deseados e
incluso inapropiados, sin saber de donde vienen, inclusive hay empresas que
ofrecen el servicio de distribución de publicidad a través del correo postal o
electrónico y en donde desde luego se incluye nuestra dirección, pero ¿Se nos ha
hecho participes de las ganancias?, ¿Se nos pidió nuestro consentimiento? En
nuestro concepto, si la información que hoy en día se comercializa se refiere a
nosotros, entonces es nuestra y por consiguiente nos corresponde dar nuestro
consentimiento para ello, y por qué no hasta ser partícipes de las ganancias.
A nadie le es ajeno el hecho de que la intimidad ya no es lo que era antes, lo que
incluso ha modificado nuestros hábitos de conducta y en cierta forma estamos
más alertas y renuentes a facilitar nuestra información, hoy casi todos sabemos
que una llamada telefónica puede ser intervenida o que proporcionar el número de
la tarjeta de crédito a un desconocido nos puede acarrear consecuencias
económicas.
Si bien es cierto que el acceso a la información, especialmente la pública, abre
una nueva arista para el desarrollo de nuestra democracia, dado que nos permitirá
advertir el desempeño de un significativo número de instituciones de la
administración pública, y quizás, como lo refiere Peter Eigen3, ésta sea la principal
herramienta en la lucha contra la corrupción, también es cierto que en este
3
Director de Trasparencia Internacional.
4
ejercicio el Estado debe de establecer límites, a fin de que, por una parte se
garantice el derecho de los ciudadanos a conocer los asuntos que se han
depositado en el gobierno, pero al mismo tiempo, cuidar que no se trastoquen los
derechos de otros ciudadanos, como lo es el derecho a la intimidad.
Estamos convencidos de que, por la naturaleza del derecho a la información, el
Estado y la sociedad deben cooperar conjuntamente para consolidarlo, pero al
mismo tiempo privilegiando la privacidad de las personas. Ante este panorama
surge la necesidad de que se tutele nuestro derecho a la intimidad en todos los
aspectos, para lo cual primeramente se debería establecer con claridad en que
consiste este derecho para así estar en aptitud de preservarlo.
Debemos tener en cuenta, como lo refieren las autoras Ellen Alderman y Caroline
Kennedy, que el derecho en general y cada uno de nosotros en particular,
tenemos que hacer algunos ajustes fundamentales en la manera en que
concebimos
la
información
personal
y
las
comunicaciones
electrónicas,
haciéndolo, finalmente tendremos que cambiar nuestra idea de lo que
razonablemente podemos esperar que permanezca privado4.
Al reflexionar sobre el derecho a la intimidad con relación a temas de actualidad,
nos surgen diversas preguntas, como las siguientes:
•
¿Hasta qué punto debo proporcionar mi información personal a las
autoridades?
•
¿Es legal que sin un mandamiento expreso, fundado y motivado se me
detenga en la vía pública para revisar mi estado de ebriedad, constituye ello
una violación a mi intimidad?
4
ALDERMAN ELLEN & KENNEDY CAROLINE, The Right to Privacy, 1a Edición, Ed. Alfred A.
Knopf, New York, 1995, p. 332.
5
•
¿Es correcto que para un visado se me exija un examen del VIH?
•
¿Tiene derecho la prensa a acosarme en mi domicilio?
•
¿Es legal que se publiquen mis conversaciones telefónicas?
•
¿Es legal que se escriban biografías de mi persona sin mi consentimiento?
•
¿Tendrá mi jefe derecho a conocer lo que envío y recibo en mi correo
electrónico?
•
¿Será legal que para obtener un trabajo me someta a una prueba del
polígrafo?
•
¿Será legal que se comercialicen mis datos personales sin mi
consentimiento?
•
¿Existe alguna disposición legal que prohíba a la compañía que me renta
videos caseros a proporcionar información sobre cuáles he rentado?
•
¿Habrá alguna disposición legal que sancione al medico que de información
respecto a mi estado de salud, sin mi consentimiento?
•
¿Es correcto que las autoridades judiciales en una comparecencia nos
pregunten sobre nuestro credo?
•
¿Será legal que nuestro número telefónico aparezca en el directorio?
6
Estas y otras interrogantes dan pauta a que busquemos diversas posibilidades
legales para proteger el derecho de los ciudadanos a su intimidad.
El derecho a la información y a la intimidad en México. Ubicación y concepto
Cada sociedad, no importa que sea grande o pequeña, fuerte o débil, ha
desarrollado principios jurídicos para garantizar su propia existencia, ha señalado
lo que se puede hacer y lo que no. El progreso, con su inexplicable rapidez,
siempre se ha basado en la combinación de los intereses y objetivos comunes de
los hombres, ya sea para cazar animales, o simplemente para hacer dinero.5
En este sentido, el derecho consiste en una serie de reglas que regulan el
comportamiento de los hombres y que en cierta medida reflejan las ideas y
preocupaciones de la sociedad en la que éstos se desenvuelven, de manera que
cuando la sociedad cambia, las reglas suelen ser diferentes y es en ese momento
cuando se requiere de normas actualizadas que faciliten la convivencia entre sus
integrantes.
A pesar de que coincidimos con quienes opinan que dividir al derecho en
disciplinas carece de sentido, pues éste es unitario, consideramos prudente que
para efectos didácticos ubiquemos el concepto de derecho a la información como
una rama del derecho público.
Ahora bien, en cuanto a la definición de “derecho a la información” poco se ha
escrito en nuestro país, tal vez por ser de reciente creación, no olvidemos que la
tecnología avanza con gran velocidad y en cambio el derecho no; sin embargo, el
5
MALCOM NATHAN SHAW, International Law, 30va edición, Ed. Cambridge University Press,
Inglaterra, 1994, p. 1.
7
jurista mexicano Ernesto Villanueva Villanueva6 ha aportado una definición que
nos parece adecuada, a saber:
“Rama del derecho público que tiene por objeto el estudio de las normas
jurídicas que regulan, lato sensu, las relaciones entre Estado, medios y
sociedad, así como, stricto sensu, los alcances y los límites del ejercicio
de las libertades de expresión y de información y el derecho a la
información a través de cualquier medio”7.
Ahora bien, en cuanto al derecho a la vida privada, dicho autor lo ha definido de la
siguiente manera:
“Es el derecho fundamental de los individuos que consiste en no ser
interferidos o molestados, por persona o entidad alguna, en el núcleo
esencial de las actividades que legítimamente deciden mantener fuera
del conocimiento público”8.
Por su parte, Ellen Alderman y Caroline Kennedy al referirse al concepto de
“derecho a la privacidad”, refieren que cien años atrás, el Juez Louis D. Brandeis
lo definió simplemente como “el derecho a estar solo”.
El derecho a la intimidad en el sistema jurídico mexicano. Necesidad de una
reforma constitucional
Ciertamente nuestra Constitución Federal no incluye en su texto la palabra
“intimidad”; sin embargo, en su artículo 16 señala de manera genérica que “Nadie
6
Es Doctor en Derecho y especialista en derecho de la información.
VILLANUEVA VILLANUEVA, Ernesto, Derecho mexicano de la información, 1ª edición, Ed.
Oxford University Press, México, 2000, p. 2.
8
VILLANUEVA VILLANUEVA, Ernesto, Derecho mexicano de la información, 1ª edición, Ed.
Oxford University Press, México, 2000, p. 151.
7
8
puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles o posesiones, sino
en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente, que funde y motive
la causa legal del procedimiento”, y en su párrafo noveno precisa que “Las
comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionará penalmente cualquier
acto que atente contra la libertad y privacía de las mismas” .
Conforme a lo anterior, es de advertirse que la Constitución no garantiza
expresamente el derecho de las personas a la intimidad, no obstante si se le
pregunta a cualquiera al respecto, empíricamente contestará que es un derecho
amparado por la ley, es decir, en la lógica colectiva existe una percepción de que
la privacidad es un derecho natural, esto es, que tiene su fundamento en la
naturaleza humana, aunque en realidad no esté garantizado expresamente como
derecho fundamental por nuestra Carta Magna.
En materia penal existe cierta protección a las comunicaciones privadas, como la
que se hace a la correspondencia, así por ejemplo, el artículo 173 del Código
Penal Federal señala que “...se aplicarán de tres a ciento ochenta jornadas de
trabajo a favor de la comunidad... Al que abra indebidamente una comunicación
escrita que no esté dirigida a él...”; sin embargo, aun con ello existen otros
aspectos de nuestra intimidad que la ley no tutela.
No obstante lo anterior, es de resaltarse que la legislación mexicana comienza a
tomar en consideración este derecho natural, y así por ejemplo la Ley Federal de
Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental, publicada en el
Diario Oficial de la Federación el 11 de junio de 2002, ya protege en cierta medida
los datos personales que obren en poder de los sujetos obligados por dicha Ley,
definiéndolos en su artículo 3º como:
“La información concerniente a una persona física, identificada o
identificable, entre otra, la relativa o su origen étnico o racial, o que esté
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referida a las características físicas, morales o emocionales, a su vida
afectiva y familiar, domicilio, número telefónico, patrimonio, ideología y
opiniones políticas, creencias o convicciones religiosas o filosóficas, los
estados de salud físicos o mentales, las preferencias sexuales u otras
análogas que afecten su intimidad”.
Consideramos que aunque la expedición de dicha Ley es un avance, aun falta
mucho por hacer, pues lo ideal sería que el texto constitucional reconociera como
prerrogativa de los ciudadanos su derecho a la intimidad, lo cual traería como
consecuencia el correspondiente ajuste a la legislación secundaria en diversos
ámbitos y materias, de manera que el derecho a la intimidad fuera tutelado con
mayor amplitud y respetado no sólo por los poderes de la Unión y los distintos
órganos federales, sino también por los estados y municipios e incluso por los
propios particulares.
Para concluir nos permitiremos citar una frase de Voltaire, que refleja nuestras
inquietudes en relación al tema del derecho a la intimidad:
“Que un día todo irá bien, es nuestra esperanza.
Que hoy todo va bien, es una ilusión.”
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