Los peligros de la ambición

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Los peligros de la ambición
N. Sri Ram
“Quien es ambicioso jamás será feliz, porque lo que él quiere está siempre en el
futuro, y así está permanentemente en la sensación de que algo le está faltando”
La ambición es un mal primario, mas en general es considerada como una cualidad positiva. El
hombre ambicioso es admirado y sus superiores tienen de él un buen concepto, porque realiza el
esfuerzo necesario para obtener una promoción. Sin embargo, desde el punto de vista espiritual, la
ambición es destructiva y debe ser extirpada. La ambición torna a la persona insensible a los
sentimientos y a las necesidades de los demás. Toda su atención está fijada en el objetivo que
desea alcanzar; esa concentración excluye todo, hasta incluso el sufrimiento ajeno. Por eso Mabel
Collins aconseja, en el libro Luz en el Sendero: Mata a la ambición.
Aunque comprendamos la naturaleza de ese mal, no conseguimos reconocerlo en nosotros
mismos. Mas es verdad que las faltas que notamos en los demás probablemente están presentes,
por lo menos en germen, en nosotros mismos.
El libro Luz en el Sendero cita la ambición como “la primera maldición”, y advierte que la ambición
adopta formas sutiles en el camino oculto. Comúnmente pensamos que destruimos la ambición en
nosotros mismos, mas puede aparecer con distintos ropajes, pues podemos ambicionar mucho,
incluso cuando estamos trillando el camino espiritual. Podemos despreocuparnos con el elogio de
la “masa ignorante”, descartándolo como algo sin valor, mas es bastante probable que seamos
sutilmente presuntuosos, aunque nos parezca no preocuparnos por la apreciación de los demás.
Aún podemos estar imbuidos de vanidad y orgullosos de nuestras supuestas habilidades y de
nuestro valor en el camino espiritual.
Podemos, también, desear estar por delante de otros que no están dedicados al mismo maestro, o
de algún modo pensar que dimos un paso que otros no dieron. Incluso que los demás no sepan que
dimos un paso, el hecho pensar que lo dimos es ya suficiente para que nos sintamos superiores y
satisfechos. Esto puede ser tan sutil que, a no ser que estemos muy atentos a nuestros
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pensamientos, sentimientos y reales motivaciones, será imposible evitarlo. Podemos continuar
meditando sobre la virtud de la humildad que supuestamente queremos poseer, y al mismo tiempo
estamos repletos de ese egoísmo tan profundamente enraizado en todos nosotros.
El comentario de la autora sobre la ambición dice:
“Su resultado se transforma en polvo y cenizas en la boca; como la muerte y la alienación, la
ambición muestra al hombre que trabajar para el yo es trabajar para la decepción”
El que es ambicioso jamás es feliz porque lo que quiere es estar siempre en el futuro, y así existe
permanentemente una sensación de que algo le está faltando. Cuando finalmente alcanza su meta,
la persona ambiciosa no está satisfecha; permanece decepcionada y frustrada. “La distancia presta
encantamiento a la visión”; cuando verdaderamente llegamos a la escena, descubrimos que la
hierba no es tan verde como la imaginábamos. La satisfacción cesa y entonces queremos algo más.
Finalmente, todas nuestras ambiciones resultan agrias, pues “trabajar para el yo es trabajar para la
decepción”. Es muy importante comprender ese hecho e identificar en nosotros mismos la
búsqueda de elogios y de reconocimiento.
El libro prosigue: “Aunque esa primera regla parezca tan fácil y sencilla, no la descarte muy
rápidamente.” Podemos pensar que estamos libres de la ambición, mas es muy poco probable que
esto sea verdadero. Trabajamos para el yo en razón de nuestros apegos, que actúan en diferentes
niveles – físico, astral y mental. Por tanto, podemos estar apegados a una persona, a nuestras
propiedades o a nuestras ideas. Cualquiera que sea la naturaleza del apego, su centro es el yo, y
trabajar para el yo, es generar insatisfacción porque el yo es insaciable.
El artista que ama su arte simplemente le gusta practicarla. Mas, raramente encontramos alguien
así. Ciertos artistas son egocéntricos, intolerantes y envidian a otros que alcanzan notoriedad.
Ciertamente existen aquellos que pintan o componen desinteresadamente y no para gloria de su
yo. Mas nos podemos engañar al pensar que estamos haciendo todo para la gloria de Dios,
sugiriendo que lo que quiera que hagamos tenga Su aprobación; o podemos pensar que lo hacemos
en nombre del maestro, estampando así nuestras acciones con su nombre.
La mente es capaz de crear muchas ilusiones. Debemos estar conscientes de todas esas sutilezas y
de los varios procesos de auto decepción, antes de que podamos afirmar que somos
verdaderamente sinceros.
N. Sri Ram. – Filósofo y conferenciante. Ex presidente internacional de la S. T.
Sophia. Brasil. (Ene. – Mar. 2.012)
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