16 V I DA E L NORT E - Domingo 30 de Diciembre del 2012 perfIlesehIstorIAs Editora: Rosa Linda González [email protected] María Luisa Medellín de Maricú Desde pequeña, María Guadalupe Llaguno Farías, mejor conocida como Maricú, ha hecho de la pastelería y la cocina sus grandes amores tas, preparando comida o pasteles de boda. “Entonces los matrimonios eran en la mañana y mamá dejaba hechos los pasteles en la noche. Les ponía flores hermosas de merengue y azúcar que íbamos a recoger con la señora Castañeda. “Luego, con el pan ya embetunado, se le introducían unos listoncitos con figuras, que significaban suerte, dinero, y a quien le tocaba el anillo se iba a casar pronto”. Pese a que la clientela aumentaba, don Rubén no aceptaba que su esposa iniciara un negocio en forma, por lo menos hasta que los hijos crecieran un poco más. Fue cuando Patricia tenía 20 años y Maricú 18 que pusieron en marcha la pastelería por Vasconcelos, en una casa que les prestó su abuelo, y con dos pequeñas estufas para empezar. “Es que ya teníamos muchos pedidos, y en diciembre nos desvelábamos haciendo galletas, eclairs, pasteles”. Maricú relata que a los dos años fueron con el chef Diego Ortiz, del Hotel Ambassador, a ofrecer los postres que elaboraban, y al leer uno de los artículos de una revista que tenía ahí se enteró de que las panaderías La Baguette buscaban socios para plazas fuera de la Ciudad de México. Su esposo contactó al dueño y él se interesó. Vino a Monterrey y le asombró la cantidad de gente que les compraba. “Nos dieron asesoría para hacer el pan dulce, la baguette, el croissant. Le dije que el público ya conocía nuestros pasteles y queríamos seguir con eso también, y no tuvo inconveniente, pero yo temía que no hubiera respuesta porque los nuevos productos resultaban más caros. Afortunadamente no fue así”, refiere Maricú abriendo los brazos. Les enviaron a un panadero y pastelero francés de mal genio, que hablaba poco español. “Un día no sé por qué se enojó y con un cuchillo andaba amenazando a una de las muchachas. Entonces, mi marido habló a México para que se fuera. “Me acuerdo que una señora había encargado para Navidad un crocquembouche que se arma por dentro en un cono. Se ponen los choux (bolitas rellenas de crema y caramelo), le quitas el cono y queda. Él se había comprometido a hacerlo. A mí se me caía y la señora muy linda me dijo: ‘Déjale el cono’, y se lo llevó, pero me mortificó mucho”. Al poco tiempo llegó otro pastelero francés que permaneció en “Yo la acompañaba a las pastelerías a vender, cobrar y atender en vacaciones, después me dediqué a hacer pasteles, y toPara dar abasto a la cadena de pastelerías, en los 80 in- davía me siguen pidiendo el Mil hojas, de los favoritos en La Baauguraron un gran centro de producción en San Pedro, don- guette”. Enseguida, Patricia comparte de elaboraban el pan dulce, el saalgunas anécdotas en Marycú. lado, los pasteles, chocolatiers y “Un Día de las Madres unas galletas, y de ahí los distribuían. Contaban con maquinaria es- señoras acabaron peleándose por pecial para elaborar las baguettes, un pastel, jaloneándose, y una decía: ‘Es mío’, y la otra: ‘No, yo lo vi que debían quedar crujientes por primero’, y una se lo llevó, pero fuera y suaves por dentro. nos quedamos en shock”. Al principio, Maricú, Patricia También cuenta que una vez y Maricú hija se encargaban de iban a enviar los panes de muerlas pastelerías. Luego las jóvenes fueron a estudiar a Europa, regre- to a las sucursales y se le ocurrió probar un “huesito” que quedó saron, pero Maricú se mudó a la en la charola. Estaba Ciudad de México, donVIDEO salado y tuvieron que de abrió una pastelería y, elNorte.CoM “limpiar” la sal y azucamás tarde, un instituto de rarlos. artes culinarias. Además Ángela Valdés, quien conode publicar recientemente el lice a Maricú desde niña, sabe de bro “Cocinando Dulce”. su pasión por la cocina desde enEn algún tiempo el resto de tonces. las hermanas, Catalina, Mónica y “Hacía guisos, galletas. SiemLorena, también participaron, y pre fue muy trabajadora, y ya tanto Rubén padre como el hijo se integraron al área administra- cuando puso su negocio trajo un equipo especial de Francia para tiva. Ignacio fue el único que no hacer las baguettes, algo que no tomó parte en el negocio. había aquí, y qué decir de sus pasLa pastelería ha sido la vida teles, eran muy populares, aunde Maricú, y aunque en su época no había escuelas donde apren- que lo que más admiro es que a der, se documentaba en revistas, esta edad tenga ánimos para secursos y preguntando en los es- guir dando clases y amar lo que hace, es impresionante. Es alegre, tablecimientos de la Ciudad de México cuando un postre le en- cariñosa y positiva”. cantaba. El cierre de Marycú La BaLorena, su hija menor, dice guette ocurrió a mediados que su mamá es incansable. Desde los 90, tras la crisis ecode pequeña la recuerda trabajando y sin descuidar a su fami- nómica que azotó el País y la llelia, como hasta hoy, que consien- gada de supermercados que integraron panadería y pastelería en te también a sus 27 nietos y una sus locales. bisnieta. Marycú casi 20 años, y ahora regresa a dar clases a Roccatti. 2 3 d A sus 81 años, Maricú sigue transmitiendo sus conocimientos de pastelería a nuevas generaciones. La gente les sigue preguntando por qué se retiraron, si sus productos eran de muy buena calidad y gozaban de una amplia clientela, echan de menos las baguettes, porque aun hoy sólo es posible encontrar tan buen pan en un par de lugares. “Todo tiene su momento”, suele contestar Maricú, encogiéndose de hombros. Aunque no tardó en sumarse a otro proyecto, el de su hija Patricia, quien abrió una escuela, primero en su casa, y desde el 2005 como Centro de Estudios Culinarios Roccatti, pionero en alta repostería y cocina. “Los alumnos respetan y admiran a mi mamá”, expresa ella. “A sus 81 años no cualquiera tiene esa energía, porque su clase de pastelería son cuatro horas de pie, yendo de un lugar a otro, atenta a los equipos que están trabajando en las mesas”. Edna Alanís, directora de la licenciatura en artes culinarias de Roccatti, comparte que Maricú es inspiradora, que tiene la virtud de la paciencia y la capacidad de saber transmitir sus conocimientos con sencillez y alegría. “Tengo 13 años siendo su ayudante en el curso de menús navideños y estábamos con la clase del pavo, lo estábamos trasladando de la charola de horno a la de montaje y se nos cayó en la mesa, calientísimo, y se nos partió a la mitad. “Lo que me encantó fue que ella ni se enojó ni se puso nerviosa; nos botamos de la risa, hicimos unos trucos para arreglarlo, quedó maravilloso y todo mundo aplaudió” Maricú ríe al recordar el episodio, y antes de despedirse cuenta que en estos días seguirá horneando galletas y polvorones para sus seres queridos. A Rubén, su esposo, le hará el pastel mil hojas que tanto disfruta, y ella se consentirá con algún panqué, porque no le gustan los pasteles muy cremosos o azucarados. Quién lo dijera. Hallan en Cholula osamentas de 800 años d Expertos aún estudian los restos encontrados de 12 niños y adultos para saber la cultura a la que pertenecieron CHOLULA.– Las osamentas de 12 niños y adultos que pudieron haber sido enterrados hace 800 años fueron localizadas por arqueólogos cuando supervisaban la introducción de un drenaje en un antiguo barrio de Cholula, informó el Instituto Nacional de Antropología e Historia. “Detectamos esta área de entierros prehispánicos, estamos ha- blando inicialmente de un área de 10 metros cuadrados”, explicó Ashuni Romero Butrón, arqueólogo responsable de campo del INAH. El entierro, detalló el especialista, fue encontrado a unos 50 centímetros de la cinta asfáltica en una calle de San Andrés Cholula. La pavimentación, indicó, está a unos centímetros del lugar, lo que significa que 800 años de historia afortunadamente no fueron dañados por la erosión antes de la pavimentación”, añadió. Los cuerpos fueron encontrados en posición de cúbito dorsal, es decir, con las extremidades inferiores flexionadas. “La mayoría están completas, tenemos adultos e infantes. El sexo se determinará por labora- torio, pero notamos que hay varones, mujeres, aún es difícil saberlo”, explicó el antropólogo. Romero dijo que en la época en esta zona habitaban poblaciones de las culturas Tolteca-Chichimeca y Olmeca-Xicalanca, pero los expertos aún tendrán que hacer investigaciones para determinar su procedencia. El primer cráneo fue encontrado en el lugar el 8 de diciembre y el jueves pasado determinaron que se hallaban los restos de 12 personas en la zona en estudio. En abril pasado en la misma zona fue encontrado otro entierro de 17 osamentas, con unos 700 años de antigüedad, según los expertos. AFP Adriana Castillo Flores 1 A Maricú se le quedó ese nombre porque así le decían sus hermanos desde pequeña, pero una de sus hijas y una nieta sí se llaman así. Nació el 17 de septiembre de 1931. Fue la quinta entre 10 hijos del matrimonio formado por Jesús Llaguno Cantú y Virginia Farías García. Cursó la primaria en Labastida y la secundaria y estudios comerciales en el Colegio del Sagrado Corazón. Luego estuvo dos años en Boston para aprender inglés y cursar high school, y regresó a finales de los 40. A su esposo, Rubén Ortiz Álvarez, lo conoció cuando él llegó de Puebla a trabajar en unas fábricas textiles del padre de Maricú; se casaron en noviembre de 1953. Activa como ha sido siempre, combinó los quehaceres de casa y el cuidado de sus siete hijos con la repostería y la cocina. “Desde chiquita me gustó cocinar porque mi mamá me enseñaba. Yo hacía galletas, empanadas, y como iba con la cocinera de mi abuelita, aprendí muchas recetas”, relata Maricú con su sonrisa de dentadura bien alineada. En una de las cocinas del Centro de Estudios Culinarios Roccatti, en la Colonia Del Valle, entre batidoras, moldes, vasijas de aluminio y estantes llenos de ingredientes, narra que al casarse empezó a hacer pasteles de boda, debido a que una tía que los hacía se enfermó y le pasó su clientela. “Luego me pedían unos diseños que con florecitas, puentes, fuentes, y me las veía negras, pero al final todo salía”, comparte entre risas esta señora de cejas delineadas y maquillaje natural. Entonces no había ninguna escuela de repostería, ni la modernidad en los hornos o utensilios de cocina, por lo que se pasaba las noches amasando, batiendo, mezclando. “Con las niñas chiquitas, una vez ya tenía más o menos el pastel y le metieron la mano al betún, y de nuevo a hacer el trabajo. En otra ocasión iban a entregar unos choux para un bautizo y salió el perro y los tumbó, y a prepararlos otra vez, pero al ir creciendo mis hijas fueron de mucho apoyo para mí”, reconoce Maricú, quien viste suéter azul añil, pantalón claro y joyería discreta. La imagen que Patricia guarda de su madre, desde niña, es en la cocina, horneando galle- La pasión César D. Pauli L os frenéticos días de largas filas y clientes en paciente espera para asegurar sus pasteles y el pan suave recién salido de los hornos son recuerdos de otras décadas que Maricú conserva en su memoria en estas fechas. A sus muy bien llevados 81 años, esta mujer menuda, de ojos claros y cabello corto plateado, cuenta que prefería supervisar la producción que permanecer tras el mostrador, porque no faltaba quien intentara comprometerla con pedidos de última hora que rebasaban la capacidad de las sucursales de Marycú La Baguette, que en sus mejores tiempos llegaron a ser 16. Para darse abasto se preparaban desde noviembre con las bases de los pasteles que ponían a congelar, y ya nada más las iban sacando poco a poco para darles el terminado, igual hacían con las baguettes y las roscas de Reyes. Más tardaban en colocarlos en estantes y contenedores, que en desaparecer. “La demanda era muy alta, sobre todo en esta temporada”, dice satisfecha María Guadalupe Llaguno Farías, más conocida como Maricú, pionera de la repostería fina en esta panadería y pastelería que marcó época en la Ciudad, de 1976 a 1994. Confiesa que había gente que se molestaba por tener que hacer fila o porque de pronto se acababa el pan o los pasteles por los que tanto habían esperado, pero en general salían contentos, con dulces delicias para compartir y celebrar. Aun con el cansancio acumulado de aquellas jornadas decembrinas, en fin de año, como en Noche Buena, Maricú y sus hijas llegaban a casa a preparar la cena, porque todas disfrutan hacer platillos especiales para su familia. Patricia, una de ellas, quien encabeza el Centro de Estudios Culinarios Roccatti, que fundó en los 90, donde su mamá imparte el turno matutino de la carrera de pastelería y la clase de menús navideños, se acuerda que en esos días el trabajo era impresionante. “El pan baguette era de los favoritos, pero también los pasteles, los buñuelos, las casitas de jengibre y las braunekuchen, unas galletas estilo alemán”. Otras fechas de mucho ajetreo eran el Día de los Novios y el de las Madres. En verano bajaba el consumo, pero en días lluviosos se acababa todo. d Las 12 osamentas prehispánicas fueron encontradas en calle de San Andrés Cholula, en Puebla.