CIPOST-11-Cristianismo-Indigena-Yekuana-Molina

Anuncio
Sabiduría Ye´kuana y Cristianismo. Dos trazos en la vida de Watakadi
Honegger Molina*
-Si desea conocer otros Artículos, Audios y Videos de Religión,
entre en la siguiente URL: http://ciscuve.org/?cat=53
-Si desea conocer los otros Artículos del Dossier “Diversidad de lo religioso en la
actualidad”, entre en la siguiente URL: http://ciscuve.org/?cat=6641
Resumen
Artículo que ofrece la teorización de una experiencia religiosa donde el autor pone por escrito lo
que descubre junto al indígena Watakadi, de la familia Ye´kuana, en su intento por hacerse
religioso jesuita (desde el Noviciado Jesuita de Barquisimeto), introyectando las marcas de Jesús
de Nazaret, con lo específico de la espiritualidad ignaciana, pero sin abandonar los principios de
su religación ancestral. Es una mirada sobre la cosmogonía y la mitología del primer Ye´kuana
que se esfuerza por integrar y reinterpretar lo que trae de su etnia a los 40 años de cabalgadura
selvática por la Amazonía internándose en un convento estructurado para formar religiosos con
las coordenadas occidentales de la iglesia renacentista. Aquí se revelan las proximidades entre la
vida de los místicos cristianos y la contemplación de los sabios ye´kuanas y, por otra parte, se
muestran las distancias entre los principios doctrinales del cristianismo católico y los relatos
mitológicos del Watunna Yekuana.
Palabras clave: Mito, Mitología, Ye´kuana, Makiritare, Indígena, Cosmogonía, Dios, Wanadi.
Abstract
Article offers a theory of religious experience where the author explains what he discovered along
the Indian Watakadi, from a Ye'kuana’s family, in his attempt to become a Jesuit religious (from
the Barquisimeto’s Jesuit Novitiate) putting himself Jesus of Nazareth’s marks, with the specificity
of Ignatian spirituality, but without leaving the principles of his ancient ties. Look on the cosmology
and mythology of a Ye'kuana that strives to integrate and reinterpret what brings his race to 40
years in the Amazon jungle beast, entering a convent for formal religious training with the
coordinates of the Western Church of the sixteenth century. Here is revealed the proximity
between the lives of Christian mystics and contemplation of the Wise Ye'kuana and, moreover,
shows the gap between the doctrinal principles of the Catholic Christianity and Watunna
Yekuana’s mythological stories.
Keywords: Myth, Mythology, Ye'kuana, Makiritare, Indian, Cosmology, God, Wanadi.
Introducción
Los Ye´kuana de hoy son los mismos Makiritare;1 pueblo de la selva del Alto Orinoco al
que la conquista le llegó tarde. Este trabajo intenta estudiar el relato de Watakadi, indígena
exjesuita, que penetró el misterio de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, con la
sabia del Amazonas, y que ahora posibilita una primera reinterpretación del mundo mítico de sus
ancestros y las analogías y discordancias con el cristianismo.
El arribo de españoles al Alto Orinoco puede fijarse con exactitud en el año 1756, fecha en
que la Comisión de Límites de Don José Solano, se interna aguas arriba de los raudales de
Atures y Maipures y fundan dos campamentos: San José de Maipures y San Fernando de
Atabapo.2 Más tarde, Francisco Fernández Bobadilla, realiza en 1759 la primera penetración a
territorio Makiritare navegando los ríos Cunucunuma y Padamo, como parte de la expedición por
descubrir las fuentes del río Orinoco y la legendaria Laguna Parimé, a la orilla de la cual se
pensaba que estaba el dorado.
En 1765 los españoles deciden extender sus misiones al Alto Orinoco y envían a cuatro de
los capuchinos andaluces de las Misiones de los Llanos. Su recorrido comprende: Caura,
Erebato, Sierra Maigualida, Manapiare, Ventuari, Cunucunuma y Esmeralda. Época en que les
hablan de la crucifixión, pero ellos la interpretan de la manera siguiente: estos religiosos (aliados
de los soldados españoles-Fañuru) habían tratado de matar a Wanadi, su dios, en Caracas. Lo
crucifican y ahora se vanaglorian de su muerte. Rechazan esta versión de los enemigos, pues no
podía ser cierta la muerte de Wanadi. El poder y la inmortalidad de Wanadi es el símbolo de la
resistencia de los Ye’kuana. Los españoles mentían cuando decían que Wanadi había muerto en
un madero. Para ellos solo querían justificar la invasión, alegando que el Dios de los Ye’kuanaMakiritare no era verdadero, sino un engaño, una especie de demonio, y por eso pretendían
convencerlos de que había muerto. Aquí se observa el escaso resultado y para nada amistoso
encuentro con el catolicismo.
Actualmente los ye’kuanas siguen hablando con orgullo de su rechazo a todo lo que
proviene -impositivamente- desde afuera, y se resisten con mayor aliento cuando consideran que
se trata de un enemigo que pretende esclavizarlos.
Mirada trascendental al mundo occidental
Saliendo de Barquisimeto en el Estado Lara por la carretera vieja hacia Carora se
encuentra Pavia. Es un barrio con una población de unos 18 mil habitantes. Lo rodea un
ambiente geográfico semidesértico. Los habitantes se mueven por sus calles bañados en polvo,
por el verano, y en invierno, los arropa el barro. Allí la gente experimenta diversas penalidades,
principalmente la escasez de agua. Contexto donde trabajé dos años con el indígena Ye’kuana
Watakadi.3 Fue el primer indígena jesuita venezolano, aunque el año 2008 se retiró de la
Compañía de Jesús. Eran los tiempos de nuestra formación religiosa en el Noviciado. Vivimos
como pobres y con los pobres del lugar.
Un sábado, estando de visita a las casas, ya cerca del medio día, nos separamos para ir a
pedir almuerzo. Y acordamos reencontrarnos a las cuatro de la tarde en el Colegio de Fe y
Alegría para reunirnos con los jóvenes. Cada uno tomó su propio camino, en direcciones
opuestas, con la esperanza de encontrar algo de comer en medio de tanta pobreza. La gente
nunca fallaba. Pero ese día a Watakadi no le acompañó la suerte. No encontró gente en las
casas que solían brindarle su almuerzo. Entonces regresó al sitio donde nos despedimos y desde
allí, con toda precisión, se fue a buscarme. Cuando lo vi llegar me sorprendió porque no era ese
el acuerdo. Tampoco sabía dónde encontrarme. Al preguntarle cómo se había enterado,
respondió: “muy fácil, por las huella de tus zapatos”. Y agregó: “lo que pasa es que tú no sabes
mirar”.
Entre sus múltiples cualidades, Watakadi, se distinguía por su capacidad de admiración, su
apertura a lo novedoso y su actitud de contemplación de todas las cosas que le circundaban.
Desde su oración por la mañana entraba en una especie de sumersión en el follaje del árbol que
le cobijaba, bajo el cielo abierto, hasta extasiarse contemplando los pasos que deban las
hormigas sobre las piedras del jardín. Para quienes viven en la ciudad, una montaña no es más
que una formación elevada y natural. Para un indígena puede llegar a ser el lugar de la vida, con
sus misterios, sus fuerzas y sus bellezas. Su misma sencillez los hace portadores de una
exquisita sabiduría que les permite captar la huella de los zapatos y memorizarlas hasta tal punto
que, entre centenares de marcas, logre señalar la conocida.
La imposibilidad del diálogo intercultural desde la estructura del pensamiento occidental
pasa por lo que es más básico, la incapacidad de sorprenderse por lo que es, lo que comprende
y lo que hace el otro. Desarrollar esta actitud, profundamente humana, es muy importante para
que se vaya caminando hacia esa sociedad de iguales, multicultural y de misterios que se
encuentran en el Misterio Absoluto. Los medios tecnológicos modernos causan sorpresa y
admiración, pero también las habilidades humanas que descuellan en ambientes que no son de
tecnología avanzada, pueden concitar admiración, producir conocimientos e inspirar respeto. Nos
urge contribuir, desde la academia, al encuentro de los pueblos y al descubrimiento de unas
coordenadas integradoras para universalizar la humanización del mundo actual.
Un ejemplo sencillo y que puede sonar “herético”: una ceremonia en cualquiera de los
templos del mundo presidida por un líder religioso suele llamársele “Solemne Ceremonia
Litúrgica”. Sus cantos en lenguas clásicas con unas acaudaladas voces y mucho incienso, la
hace acreedora de elogios hasta en los medios de comunicación. Se habla de la prodigiosa
intercesión del Dios todopoderoso. Mientras que el ceremonial indígena para la “Inauguración de
una Churuata” con sus cantos y bailes siempre será vista como algo supersticioso e irracional. 4
Festividad que puede durar hasta cinco días. Los días previos almacenan suficientes alimentos
para el ritual. Comienzan con el toque del bambú y del tambor. Luego viene la ceremonia con los
cantos. Un anciano canta y los jóvenes bailan y al mismo tiempo a coro responden el canto.
Después viene el gran baile. El mismo se hace primeramente alrededor de la churuata.
Posteriormente pasan al interior de la misma; siempre guiados por los maestros del ceremonial.
Finalmente, suelen dar inicio a la bebida del Yarake. Toman en abundancia y sin parar. Asimismo
acuden a sus destrezas para no emborracharse; escupen buena parte del licor en la tierra seca.
Legado ancestral de Watakadi
Wadatajiyu, el sabio de la familia.
El nombre indígena de su papá es Wadatajiyu, y su nombre criollo es José Antonio. 5 Es
uno de los sabios del pueblo Ye’kuana. Conocido por sus cualidades intelectuales y de liderazgo
entre sus paisanos. Destaca por su habilidad para la artesanía, la caza, la pesca, la fabricación
de curiaras y de chozas. Es un curandero gracias a la información recibida de sus ancestros.
Todo aquel que es mordido por una culebra acude a sus oficios. Los niños que son poseídos por
un mal espíritu se los llevan a él para su purificación. Salva al que ha de vivir, y quien se muere
es porque su presencia ha sido requerida por Wanadi; ante el designio divino ya no queda nada
humano por hacer.
Sara Hernández y su consagración al trabajo.6
Es la encargada de la administración de los alimentos y quien vela para que no falte la
carne de la cacería. Es la tarea que le ocupa más tiempo. También se dedica a convocar a la
familia en los días de ir a trabajar al conuco. Cosechan yuca dulce y amarga, cambur, plátano,
piña, caña, ocumo, batata, ají picante, ñame y maíz. Cuando Watakadi tenía que hacer alusión a
su mamá, lo oprimía una profunda tristeza, se cortaba y poco expresaba sobre ella. Por algunas
de sus expresiones se infería que la quería muchísimo, y sufría por la dureza del trabajo agrícola
con su frágil estado de salud. En dos oportunidades se le bañaron los ojos de lágrimas cuando
recordaba a su madre.
Nacido a orillas del río.
El día 22 de julio del año 19697, Sara Hernández en compañía de su mamá, y su hijo Yoel,
se encontraban pescando. Faena que los hizo retirarse varias leguas 8 de su comunidad.
Atravesaron una montaña para llegar hasta un caño, brazo del río Ventuari. En aquel paraje
amazónico Sara comenzó a sentir los dolores de parto. Sufrió durante toda la noche, y el día 23
de julio, al amanecer, nació Sedujiyanadi, que significa “buen amanecer”. Esta es la razón de su
nombre de nacimiento. Su primer nombre no es público.9 Sara dio a luz sobre una piedra que a
su vez estaba cubierta con hoja de platanillo; cambur silvestre. Lo salvó la sabiduría de su
abuela, una veterana partera. En Yekuana se dice: wennui; madre sabia que curaba a los niños y
atendía a las mujeres cuando iban a dar a luz. Después del nacimiento se quedaron dos días
acampándose en las rocas del río. Comían pescado y palmito, aderezados con líquidos extraídos
de los bejucos. El día 25 emprendieron su regreso para la comunidad, trayecto que les llevó dos
días. Este nacimiento, abrigado por la abuela, hizo que ella le tomara un cariño especial. Lo llevó
a su churuata y lo formó hasta su adolescencia. Cuando ella murió, no logró precisar la fecha,
debió regresar con sus padres.10
Cosmogonía y Escatología Ye’kuana
El Ye’kuana tiene algo importante que enseñarnos sobre la fenomenología religiosa en
general y los procesos arcaicos fundamentales de la mente humana. El nahualismo es una
noción mágico-religiosa bien conocida en mesoamerindia.11 Por ejemplo, la conciencia de la
reencarnación, no existe en otra tribu amerindia, por lo que merecen particular atención. Para
Civrieux (1970), en la tradición Ye’kuana-makiritare, existe en la raíz del universo un poder
personal supremo inaccesible, inactivo de por sí, que no se manifiesta directamente en la
creación porque la trasciende. Poder que se conoce como “el otro Wanadi”. Se manifiesta en los
dos aspectos celeste y terrestre de la creación por medio de sus damodede, proyecciones. Ellos
descienden a la tierra y actúan como personajes en el mundo visible; son los creadores del
hombre. Esos damodede, una vez concluido su tiempo (ciclo de la creación) en la tierra, se
retiran para vivir eternamente en Kahuña, el mundo visible en donde no existe la muerte.
En el Watunna (libro sagrado Ye´kuana) parecen confluir varias tradiciones: la dema, la
chamánica, la emanatista, la del hurto primordial y la de la preexistencia de los arquetipos de
todas las cosas.12 Para ellos, Wanadi, es el ser supremo. En el mito cosmogónico de Wanadi
aparece un tema que es motivo fundamental de angustia para el hombre arcaico: el carácter
traicionero y destructible de todas las cosas creadas y el presentimiento del fin del mundo. Los
tres Wanadi históricos: Seruhe wanadi, Nadei’umadi, Attawanadi, representan los avatares
sucesivos y las manifestaciones de una divinidad inasequible. Los Wanadi encarnados vivieron
en la tierra para actuar y crear a los hombres. Luchan contra fuerzas enemigas que se oponen a
sus designios. La actuación de los tres Wanadi corresponde a tres ciclos, a tres mundos, los dos
primeros de los cuales han terminado en catástrofes. El fin violento de cada ciclo fue seguido por
una nueva creación. Cada ciclo tuvo su instructor celeste, su propio Wanadi. Es claramente un
Dios monoteísta que, trascendiendo todo lo que existe, aun los mismos “cielos”, es creador y
vigilante, aunque apenas presenta el rasgo sancionador.13
El mito de la creación
En el comienzo, antes de la emanación del primer damodede, no existía sino un cielo
“bueno” el Kahuña de Wanadi. La tierra no se había diferenciado del cielo y en ella vivían los
primeros seres humanos, los Kahuhana. No se conocía la noche y la gente estaba siempre
alegre, pues la puerta del cielo no se cerraba y Wanadi era como un sol sin ocaso para todos los
buenos. No se trabajaba, pues los alimentos siempre estaban a la mano.
Conciben la formación del mundo en tres etapas,14 cada una regida por un damodede,
emanado de Wanadi, en calidad de un Wanadi secundario o “demiurgo” más bien torpe. La tierra
estaba vacía. Solo había tierra y nada más, y Wanadi dijo: “¡Quiero hacer gente allá abajo!”, y
envió a su primer damodede, “hecho” para edificar “casas y gente buena”. Era el espíritu de
Wanadi, “hecho por el otro Wanadi que vive en Kahuña” para ser el primer Wanadi de la tierra, el
cual “fumando y cantando, hizo la gente antigua, mucho antes que ahora”. Se llamó Seruhe. El
mito, Wanadi-Seruhe Ianadi.15 Había Kahuña (el Cielo). Los Kahuhana vivían allí, como ahora.
Son hombres buenos y sabios. No se morían. No había enfermedad, maldad ni guerra. El mundo
entero era el cielo. Nadie trabajaba ni buscaba comida; la comida estaba siempre lista. Concluye
el texto: “Así nos lo contaron nuestros antepasados. Eso es todo”.16
El mitologema del hermano estúpido es muy frecuente, y por su estupidez, da lugar a los
males. Cada damodede es como si fuera un gemelo de Wanadi, pues es su desdoblamiento, lo
mismo que Agra Mainyu lo es de Spenta Mainyu. El primer damodede falló por su estupidez. El
segundo mató a su madre y el tercero dejó, en otro descuido, que Odo’sha sedujese a una pareja
primordial de jóvenes. Ninguno es capaz de vencer a Odo’sha.
Mientras Attawanadi fue en busca de la yuca y de los demás alimentos, Odo’sha enseña a
fornicar a unos jóvenes; episodio frecuente en otras etnias de la Gran Sabana, que es castigada
a no poder recibir los alimentos que Atawanadi le trae del cielo. Este decide entonces hacer “una
tierra buena para otra nueva humanidad.17 Es la tierra que conocen los makiritare y Atawanadi la
reconoce formando a todos los pueblos conocidos por éstos conforme va visitando sus distintas
zonas.
Seruhe Ianadi se había vuelto al cielo “impedido de hacer nada en la tierra”, pero Wanadi
había pensado: “Ahora quiero que viva allá buena gente” y envió al segundo damodede, el cual
pensó a su vez: Ahora la gente va a morir porque Odo’sha está aquí. Pero la muerte es un
engaño de Odo’sha, los hombres volverán a reproducirse y por mi poder vivirán. Por lo tanto,
Nadei’umadi quiso dar una señal de poder y soñó que nacía una mujer que era su madre a la que
llamo Kumariawa. Y ahora Wanadi pensó: “Vas a morir” y mato a la madre. Se trata de un mito de
resurrección porque la salvación de Kumariawa del poder maléfico de Odo’sha es causa de la
primera catástrofe cósmica, que genera la noche perpetua. Ella acaba siendo resucitada en el
mítico lago celestial Akú´ena, donde Nadei había arrojado sus huesos, y emerge como “nueva
criatura” para seguir viviendo en el cielo. El destino de esta Madre primordial marginada es
sumamente interesante y enigmático por lo que tiene de apoteosis espiritualista (con un cierto
matiz “mariano”), pero el mitologema chamánico que también aparece en Zósimo: hermetismo de
la Baja Antigüedad del despedazamiento y la palingenesia, a partir de unos restos calcinados, de
un nuevo ser de naturaleza superior.
Parece ser característico de la mitología makiritare la oposición entre una esfera
trascendente y celeste y otra intramundana, además de la constante dialéctica de presencias
trasformativas y de intercambios entre una y otra esfera.
Para remediar la noche perpetua que siguió a la muerte de Kumariawa, perseguida por
Odo’sha, viene el tercer damodede, el más venerado por los makiritare y el más cercano a los
hombres: Attawanadi, Padre Wanadi, o Wanadi. Lo primero que recrea es el sol, la luna y las
estrellas, que originariamente, tuvieron forma humana (“parecían gente”, dicen los informantes).
Alumbraban de nuevo a pesar de la noche absoluta, pero “en el verdadero cielo ya no se veía la
luz verdadera, la luz del otro Wanadi ya no llegaba”. Y ese nuevo cielo formado por Attawanadi
es un “cielo malo”, sólo una apariencia de cielo. Nuestro actual mundo es el “Tercer Ciclo de
Creación”; obra del tercer Wanadi de la Tierra. La catástrofe cósmica que destruirá la Tierra
actual con la presente humanidad, es inevitable.18
Los demiurgos. Son los demás héroes civilizadores. Producen diferentes bienes y razas
humanas “soñando embriagados por el humo del tabaco, cantando y haciendo sonar sus
maracas” viajan por el mundo. Sólo en trance es capaz el indígena de trascender la cotidianidad
y entrar en contacto con los demiurgos. Se les conoce por,
a.) Seruhe Ianadi, dador del conocimiento, de las maracas, del tabaco y de los Wiriki (“piedras del
poder”).
b.) Nadei’umadi, dador del Huahanna y de la nueva vida, y, tras la catastrófica caída primordial,
autor de una segunda humanidad.
c.) Attawandi, autor del sol y de la luna, autor de la luz diurna (lo mismo que el Mundilfari del
Edda escandinavo), que vuelve al cielo para traer el casabe de yuca que obtiene mediante
ruegos a la Dueña de la yuca: Imankave, y lucha encarnizadamente con Odo’sha en diferentes
episodios.
Los espíritus menores
Fuera de Wanadi (Civrieux, 1970) y de sus damodede (desde luego se deja bien claro que
hay “otro Wanadi, el que nunca sale del Kahuña” solo hay espíritus menores, como los “ángeles”
del monoteísmo postexílico y de las tradiciones populares de la Baja Antigüedad cristiana, a
saber:
1º Señores de las especies y de otros elementos: agua, yuca y fuego.
2º Espíritus de los difuntos. Tres damodede o emanaciones demiúrgicas de Wanadi.
3º Piaches, vale decir, brujos dotados de poderes sobrehumanos que pueden engañar incluso a
los habitantes del Kahuña (la luna), cuando se apodera del Huehanna o huevo cósmico, que
contiene los gérmenes del todo.
4º Kuhushawa-Odo’sha: es el oponente a la obra Wanadi, que ni siquiera tiene categoría de
espíritu, sino que es solo un poder maléfico: un engendro, producto de la putrefacción de la
placenta de la que nace el primer damodede, cubierto su rostro de pelo, como un hombre-lobo, y
armado de lanza, que trata de enseñorearse de la tierra y sumir en la irracionalidad a sus
habitantes.
Odo’sha, el demonio Ye´kuana
Existen tres demonios personificados. No es, pues, Odo’sha un principio metafísico del
mal. Es un “accidente” en los planes de Wanadi por un descuido de su primer damodede. No
tiene la grandiosidad épica de Lucifer, pero es más lógico, el “primer damodede” fue un aprendiz
de brujo quien se le escapó el poder de formar nuevos seres y de él salió el “mal”.
Conclusiones
Las historias míticas de los Ye’kuanas para Watakadi, no son cuentos, ni juegos literarios
sin finalidad social específica. Son algo más serio y profundo, considerado sagrado por él y la
sociedad tradicional que lo parió: son vida.
La ética Ye’kuana-makiritare, que presenta muchos puntos comunes con la cristiana,
aunque se diferencia netamente en este punto: no conoce el perdón.19 Afirma que el crimen
altera el orden cósmico, el equilibrio natural y que, por lo tanto, el castigo restablece la armonía
original al destruir los efectos del crimen. Hay una ecuación venganza-justicia- orden. El
mandamiento dice: “ojo por ojo, diente por diente”. Nada de “la otra mejilla”. Para el hombre
arcaico, el mito es un “Mensaje Sagrado” y significa la realidad por excelencia. El problema de la
historicidad del mito no viene al caso, no tiene sentido. El mito se despliega en “otra dimensión”,
fuera de nuestro tiempo y de nuestro espacio.
El contenido del Watunna no son quimeras pretéritas sino eternamente vigentes y
creadoras. Por la magia de los ritos, cualquier proeza de los Héroes “antiguos” (inmortales),
cualquier gesto creador arquetípico, puede ser, en cualquier momento, reactualizado.
Constituyen la base de toda acción. Si un mito no fuese más que una caprichosa fantasía, dejaría
de corresponder a lo real, y perdería su eficacia, su virtud mágica y su ímpetu no sería capaz de
encauzar en lo profundo del destino colectivo. Son expresión espontánea del alma colectiva, el
mito sobrepasa los límites del hecho psíquico individual y sería vano buscar su autor. Hay un solo
poeta: la comunidad. Las grandes asambleas20 de Watunna son aprovechadas para iniciar a los
jóvenes de la tribu en los misterios del credo particular. Por medio de ellas, los mitos y los ritos
se coordinan para mantener la prosperidad.
En la alternancia diaria del ciclo vital, sueño y vigilia, el Ye´kuana que respira aire puro y
selva virgen, lejos del raciocinio lógico nuestro, presta gran atención a las formas simbólicas del
conocimiento intuitivo. Se adentra en el ir y venir de las hojas de los árboles y dialoga con el
viento y con los mensajes que traen sus movimientos. Observa y trasciende la realidad inminente
que nubla la mente del colectivo “civilizado” occidental.
La muerte viene a constituir el supremo motivo de la angustia humana. Es el núcleo del
misterio iniciático en toda religión arcaica. La muerte considerada por la religión Ye´kuana como
una crisis, un paso entre un modo de ser visible, “terrestre” y otro invisible “celeste”. Dicha muerte
no es definitiva; es la experiencia necesaria para alcanzar otro modo de existencia, para renacer
en Kahuña. “El mundo donde no existe la muerte”, mediante la inmersión simbólica en el celeste
lago de eternidad, llamado Akú’ena (rito de pasaje). La figura alegórica de Kumariawa, su muerte
en la Tierra y su resurrección en el Akú’ena, son motivos que integran el mito iniciático makiritareye´kuana de la vida y de la muerte. Ese mito niega la muerte por ser ilusoria y afirma la
perennidad de la vida. En el esquema cosmogónico makiritare, no existe el equivalente de aquel
“tercer mundo” cristiano que es el infierno. El infierno Ye´kuana es nuestro propio mundo, las
penas terrenas en las que vivimos en estrecho contacto con Odo’sha. Su lógica supera al
enfoque cristiano del más allá. El mundo visible pertenece “de facto” a Odo’sha. Es descrito como
el mundo del perpetuo movimiento, de la agitación y de los cambios, el mundo de las guerras, del
trabajo, de las enfermedades y de la muerte. Coincide con los cristianos al llamarlo; mundo del
engaño.
La idea gnóstica de “caída”, o sea de separación entre Tierra y Cielo, es claramente
expresada en su tradición. Está estrechamente vinculada con Odo’sha, el enemigo de Wanadi, y
con la sexualidad humana. La ruptura de equilibrio cósmico original -la pérdida del paraíso
primordial- se encuentra simbolizada por el episodio de Iarakaru, el mono que desató la noche.
En aquella selva de símbolos que son los mitos makiritare, los animales desempeñan un
papel importantísimo. Sin embargo, no se trata de los animales que ahora conocemos. El mito
nos pone continuamente en presencia de personajes extraños, indefinidos, difíciles de
comprender a cabalidad a causa de su naturaleza mágica huidiza, a la vez humana y animal sin
ser la una de la otra, sino una combinación paradójica de las dos. En realidad, esa raza mágicomítica del principio estaba integrada por seres más sabios y más poderosos que los hombres y
los animales de la actualidad.
Esa afirmación aparentemente absurda de la tradición arcaica puede recibir una
interpretación lógica a la luz de la psicología de las profundidades. La disociación entre ambas
naturalezas (humana y animal) corresponde simbólicamente a la disociación de lo consciente y
de lo inconsciente, de la razón y de la intuición intuitiva. El nahualismo shamánico Ye´kuana,
donde el jugar desempeña un papel preponderante, y el tonalismo (relación coesencial entre un
hombre y un animal) son otros aspectos del afán de reintegración.
*Sacerdote. Periodista. Miembro de las Revistas Sic y Comunicación de Centro Gumilla.
Bibliografía
-BARANDIARÁN DANIEL: Introducción a la Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makiritare,
Universidad Católica Andrés Bello, 1980.
-CENCILLO LUÍS: Los Mitos, sus mundos y su verdad, B.A.C., Madrid, 1998.
-DE CIVRIEUX MARC: Watunna, Mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, 1970.
-GUÍA PEDAGÓGICA DHE’CWNA/ YE’KWWNA PARA LA EDUCACIÓN INTERCULTURAL
BILINGÜE. Publicada por el Ministerio de Educación Cultura y Deportes, bajo la dirección de
Gabriela Croes Esté. Año 2004.
Notas
1
Desde 1744, con Manuel Román, Superior de las Misiones Jesuíticas de la Orinoquia, aparecen los Makiritari
adscritos a la geografía del Alto Orinoco, con su clara denominación arahuaca con que eran designados por sus
vecinos. Román contactó a los primeros Makiritares, quienes le acompañaron en su periplo Casiquiare, Rio Negro,
Casiquiare. Curiosamente aquellos Jesuitas sí logran entenderse con los Ye’kuana-Makiritare, lamentablemente su
temprana salida de América truncó el proyecto endoculturador. Por otra parte, resulta curioso que no aparezca
ninguna denominación escrita que hable de los Ye’kuanas. Es muy probable que no quisieran autodenominarse
delante de ningún extraño, ellos solían decir: “no me llamo, me llaman… hombres del río”. La primera
interpretación de la palabra arawaka “Makiritari” proviene del investigador francés Joseph Grelier, en 1951. Sus
raíces arawakas: “makidi-t-ari”, que significa: “la gente o los hombres del río, o de los ríos”.
2
Los párrafos de historia que esbozo en el trabajo está fundamentados en las obras de: Marc de Civrieux:
Watunna, Mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, 1970. Y el libro de Daniel Barandiarán: Introducción a la
Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makiritare, publicado por la UCAB, en 1979. Son los dos estudios más
minuciosos que pude encontrar en las bibliotecas de los Jesuitas de Caracas. En cuanto a la Historia el aporte de
Watakadi fue nulo. Cuando lo abordé al respecto me remitió al hermano José María Korta; un jesuita que lleva 30
años internado en la selva viviendo con los indígenas, y viviendo como indígena. Admirable, pero no imitable.
3
Se le conocen cinco nombres, a decir: 1º El nombre familiar y privado, es Sedujiyanadi. Que significa “buen
amanecer”. Esto debido a su nacimiento en la alborada del día 23 de julio. Es de uso exclusivamente familiar. Por
lo general este nombre no se lo dicen a nadie. 2º Posteriormente le asignaron un segundo nombre. Es
Yawanaaduuwe, que significa la aurora de la mañana. Con éste nombre comienza a ser conocido entre sus
coterráneos. Es de uso un poco más amplio. Es la manera de llamarlo en los años de la adolescencia. 3º Más
tarde se le llamará Watakadi. Es el nombre más extendido. Significa personaje bueno y popular. Alguien de
buena reputación y muy conocido entre su gente. Nombre dado por su propia gente debido a su manera de ser;
realmente que es un hombre de un trato fino. 4º Los criollos que visitaban su comunidad, principalmente la gente
de Mariología, comenzaron a llamarlo Pablo. Con éste nombre se le abrieron sus primeros documentos a nivel
civil y legal en el País. Su primera cédula de identidad le llegó como Pablo. Esto debió cambiarlo debido a que no
le gustaba. Sin embargo mucha gente de Puerto Ayacucho, y del pueblo Ye’kuana, lo sigue llamando Pablo.
Algunos no saben del cambio, y a otros les ha costado adaptarse a su último nombre: Paúl. En la cédula de
identidad más reciente aparece como Paúl. Sus variados nombres le hacen sentirse distinguido y habla con mucho
honor de todos ellos, excepto de Sedujiyanadi, que lo reserva para la intimidad familiar.
4
Su inauguración representa un triunfo importantísimo. Es celebrado por todos los habitantes de la comunidad, e
invitados de las comunidades vecinas. Esta cargado de simbolismo religioso por el carácter sagrado de la unión
familiar, la bendición de Wanadi, y la expansión del Pueblo Ye’kuana.
5
Es el padre de Watakadi. Un líder en la comunidad, posee la categoría de sabio entre los suyos. Es bastante
conocido por algunos de los Jesuitas venezolanos y brasileños; particularmente por el Hermano Korta, y por José
Ramón Aguirre, ambos jesuitas. Ha sido entrevistado por varios investigadores, antropólogos y periodistas. Es un
hombre que inspira respeto. Se expresa con solemnidad y con un acento de autoridad.
6
Watakadi, nunca me dijo cual era el nombre indígena de su mamá. En algún momento se lo pregunté, y sobre
éste asunto (el nombre autóctono de su mamá) siempre guardó un solemne silencio.
7
Estas son fechas elaboradas por Watakadi. Con estas fechas pretende dar algún sentido de trascendencia al día
de su nacimiento. Pretende asociarlo a algún fenómeno lunar importante para sus antepasados.
8
Larga distancia: quizá varios kilómetros.
9
Esta es la razón por la cual no es incluido en este trabajo como SU nombre principal.
10
Suele hablar con mucho orgullo de su abuela de quien tampoco me dijo su nombre. Es muy sagrado para
divulgarlo al público fue la respuesta más inmediata. Siente que ella le trasmitió varios conocimientos
importantes. Por otra parte me dijo que la sabiduría principal se la debe a sus ancestros paternos, sin embargo se
potenció con la crianza al abrigo de la abuela materna.
11
Con relación al tema es importante destacar el valioso aporte que me suministró la obra de, Luís Cencillo: Los
Mitos, sus mundos y su verdad, por la B.A.C., Madrid, 1998, Páginas. 199 - 215.
12
Luís Cencillo, en su libro: Los Mitos sus mundos y su verdad, p. 202, sostiene que esta concepción estuvo
muy difundida en la cuenca del Mediterráneo Oriental y domina en Mesopotamia (respecto de los grandes templos
que reproducen un arquetipo celeste), en el judaísmo intertestamentario, en los apócrifos del Antiguo Testamento
(AT), incluso en el Apocalipsis cristiano, a propósito de la nueva Jerusalén, y por supuesto, el Platón, la Stoa y el
neoplatonismo, con ecos en el hermetismo y en la gnosis. Platón erigió esta concepción al sistema filosófico de
altísimo prestigio con sus topos eidétikos.
13
Luís Cencillo: Los Mitos, sus mundos y su verdad, por la B.A.C., Madrid, 1998, p. 200.
14
Daniel de Barandiarán en su libro: Introducción a la Cosmovisión de los Indios Ye’kuana-Makiritare, lo titula:
Los tres avatares de Wanadi, el Ser Supremo., p. 69. de la publicación editada por Universidad Católica Andrés
Bello en 1979.
15
La primera vez que Watakadi accedió a narrarlo fue en junio del año 2004, en un espacio de oración que
acondicionamos en la Iglesia San Francisco en Caracas-Venezuela. No resultó nada fácil convencerlo para que me
recitara el Mito. Para él se trataba de un relato sagrado que amerita un ambiente apropiado. Luego conseguí el
Libro Watunna que recoge todos los mitos Ye’kuana.
16
Expresión que suelen acuñar al final de cada relato; lo equivalente a nuestra frase: “Palabra de Dios”.
17
Mitologema estilizado de las sucesivas humanidades del Popol Vuh.
18
Marc De Civrieux: Watunna, Mitología Makiritare, Monte Ávila Editores, 1970, p. 22. El resto de la información
que he desglosado se encuentra sustentada en el libro de Luís Cencillo; texto básico para el estudio del Mito de la
Creación en los Ye’kuana.
19
Gracias a mi profunda amistad con Watakadi pude constatar que perdonar para un Ye’kuana no resulta tan fácil
como para cualquier mortal cristiano. Gracias a su experiencia de los Ejercicios Espirituales Ignacianos (los realizó
en tres oportunidades) llegó a comprender la necesidad e importancia del perdón.
20
Se ponen al centro de la ASAMBLEA y solemnemente lo van recitando de memoria y sin descansar hasta
culminar todo el mito encomendado.
Descargar