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EUROPA SE HACE
CRISTIANA
SIGLO V
INTRODUCCIÓN
El siglo es el siglo de los grandes Padres de la Iglesia, obispos y sacerdotes,
hombres santos y bien preparados que supieron defender y explicar la fe al
pueblo, centrándose sobre todo en la meditación y comentario de la Sagrada
Escritura, enriquecida con la cultura antigua, a la que ellos cristianizaron. Se
expresaron unos en latín y otros en griego.
Entre los santos Padres de lengua griega sobresalieron: san Atanasio, san
Basilio, san Gregorio Nacianceno, san Gregorio de Nisa, san Juan Crisóstomo,
san Cirilio de Jerusalén y san Cirilo de Alejandría.
Entre los santos Padres de lengua latina sobresalieron: san Ambrosio, san
Jerónimo, san Agustín, san León Magno y san Gregorio Magno.
I. SUCESOS
El siglo V está caracterizado por el incontenible avance de los bárbaros que
derrumbaron al Imperio Romano y, también, por las luchas teológicas que
rompieron la unidad cristiana. Alarico, godo, en 410, y Genserico, vándalo, en
456, cayeron sobre Roma. Odoacro, jefe de los hérulos, destituyó en 476 a
Rómulo Augústulo, que fue el último emperador romano en occidente.
Europa quedó hecha un desastre. Estos pueblos bárbaros dieron el empujón
final a un árbol que ya estaba carcomido. Estaba todo en ruinas. Los ricos,
ociosos y corrompidos se entregaban a la corrupción y el pueblo humilde
soportaba impuestos excesivos, tantos que, según Salviano, algunas
poblaciones suplicaban que llegaran los bárbaros para quedar liberados. La
parte oriental del imperio siguió subsistiendo con el nombre de Imperio
Bizantino. Estos bárbaros crearon sus reinos:
a) Los suevos, que arribaron en el año 400, los visigodos y los alanos, tomaron
España.
b) Los vándalos, atravesaron esta península, permanecieron en el sur (en
Vandalucía, hoy Andalucía) y prosiguieron hacia África.
c) Los hérulos, llegados en el 400 también, permanecieron en Italia, que les fue
arrebatada por los ostrogodos en el 493.
d) Los burgundios y los francos se instalaron en Francia.
e) Los sajones y los anglos invadieron Gran Bretaña y se mezclaron con sus
pobladores, los bretones.
En este siglo surgieron las siguientes herejías:
a) El monofisismo decía que Cristo no tenía dos naturalezas, sino una sola en
la que se habían unido la divinidad y la humanidad. Eutiques, monje bien
intencionado de Constantinopla, comandó esta escuela con el deseo de
combatir a Nestorio.
b) El nestorianismo enseñaba que en Cristo hay dos personas, una divina y
otra humana. Nestorio, patriarca de Constantinopla, fue quien inició esta
herejía. Además decía que la Virgen María no es la madre de Dios; sólo es la
madre de Jesús.
c) El pelagianismo. Pelagio, monje nacido en la actual Inglaterra, enseñaba
que el hombre puede evitar el pecado sin ayuda de la gracia divina. Por tanto,
exaltaba la eficacia del esfuerzo humano en la práctica de la virtud. Rechazaba
también los efectos del pecado original, reduciendo este pecado a un mal
ejemplo dado a la humanidad por Adán y Eva. Además, y como consecuencia
de lo anterior, el bautismo sólo perdonaba los pecados personales; por tanto,
no era necesario bautizar a los niños.
II. RESPUESTA DE LA IGLESIA
Ante los bárbaros, la Iglesia seguía su misión evangelizadora, logrando incluso
la conversión de muchos de ellos. Los godos fueron los primeros convertidos al
cristianismo (fueron arrianos), más tarde los francos (convertidos al cristianismo
ortodoxo) y después los borgoñones, los suevos y los visigodos.
Irlanda fue convertida al cristianismo por san Patricio (461) a quien los isleños
conservan todavía una profunda veneración y agradecimiento. Él inició el
movimiento monástico en aquella tierra. El caos de los bárbaros favoreció al
cristianismo, pues el imperio romano, al resquebrajarse, buscó apoyo en la
Iglesia. Fue enorme la influencia de la Iglesia en esta época. Había ya
penetrado en todos los estratos de la sociedad, también en los directivos. La
Iglesia era la única autoridad ante el desorden.
Los grandes obispos ponían freno a los déspotas: san Ambrosio, al emperador
Teodosio; el papa san León Magno enfrentó a las hordas de Atila, quien
abandonó sus planes de devastación. Es el primer Papa que recibe el nombre
de Grande. El evangelio penetraba en los pueblos; mientras el emperador
perdía influencia, el Papa, obispo de Roma, la ganaba. “Sólo la Iglesia
conserva y sostiene todo”, escribió el historiador Lactancio.
La Iglesia siempre vigilante y en vela...
Ante los errores dogmáticos, la Iglesia supo estar vigilante y atenta. Los
obispos, reunidos en concilios, no sin grandes choques y cismas, supieron
defender la doctrina cristiana.
a) El concilio de Éfeso (431) definió la unidad personal de Cristo, la
maternidad divina de María y condenó al pelagianismo. La nueva herejía de
Nestorio quedó descalificada y se salvó la unidad de la fe, gracias a la audacia
y rapidez de acción de dos hombres: san Cirilo, obispo de Alejandría, y el papa
Celestino I.
b) El concilio de Calcedonia (451) enseñó que Cristo tenía dos naturalezas, la
divina y la humana, unidas sin confusión ni división en una sola Persona. Así
quedó vencida la herejía monofisita, muy peligrosa, pues si Cristo no eran
hombre verdadero, no había podido dar su vida en la cruz y quedaba socavada
la redención. Desgracidamente a este gran concilio no pudieron participar los
obispos que vivían fuera del imperio romano, y esto causó que se separan de
la unidad católica las iglesias anti-calcedonianas: Egipto, Siria (con doscientas
sedes episcopales) y Mesopotamia.
Relaciones entre Roma y Constantinopla
Las relaciones entre ambas registraron a finales del siglo V una primera
ruptura, que no fue definitiva, pero sirvió de anuncio de otras más graves que
se producirían en el futuro. Fue el cisma de Acacio, Patriarca de
Constantinopla desde el año 471 a 489. Acacio se inmiscuyó abiertamente en
asuntos internos de los patriarcados de Antioquía y Alejandría, e instigó al
emperador Zenón para que publicase un edicto dogmático –el Henoticontendente a una conciliación con los monofisitas.
El Papa Félix II excomulgó a Acacio y lo depuso, y éste respondió haciendo
borrar el nombre del Papa de los dípticos de la iglesia de Constantinopla. Así
surgió el primer cisma de la Iglesia de Oriente, que se prolongó durante más de
treinta años. El Papa Hormisdas (514-523), con ayuda de Justiniano, sobrino
del emperador reinante Justino y su futuro sucesor, consiguió poner fin al
cisma. Todos los obispos bizantinos suscribieron el “Libellus Hormisdae”, un
documento en que se definía expresamente el primado romano.
Esta situación se mantuvo en sus líneas fundamentales durante los siglos
siguientes, a pesar de las ulteriores crisis que surgieron entre Roma y la iglesia
bizantina.
Las parroquias rurales
La cristianización de los campos trajo consigo la necesidad de organizar de
modo estable el cuidado espiritual de los campesinos, que constituían además
la mayoría de la población. Para ello fue preciso crear un clero rural que las
atendiese pastoralmente, y edificar por doquier iglesias y oratorios donde se
pudiera administrar los sacramentos y celebrar los actos del culto divino.
Así pues, en este siglo se multiplican las parroquias rurales, que ya habían
comenzado a finales del siglo IV para adaptar la acción pastoral de la primitiva
comunidad urbana a las zonas rurales recién evangelizadas. El catolicismo se
convierte en una religión campesina. Mamerto, obispo de Vienne, instituye las
rogativas, oración itinerante (especie de procesiones) por los frutos de la tierra.
Las parroquias rurales tenían pila bautismal y junto a ellas solía existir un
cementerio. El clero se sustentaba con las aportaciones de los fieles.
Pero no todas las iglesias rurales fueron parroquias; abundaron más los
templos, denominados oratorios, construidos no por los obispos y clérigos, sino
por propietarios privados, dando lugar a lo que se llamó “iglesia propia”. Estas
iglesias propias, si bien daban seguridad social a esas familias reunidas en
torno a dichas iglesias, sin embargo, también dieron lugar a evidentes abusos
por parte de sus propietarios, que se creían dueños absolutos de esa iglesia.
CONCLUSIÓN
Europa en el siglo V era toda del imperio romano y éste iba decayendo,
especialmente por la despoblación, el ocio y la corrupción. Los esclavos se
liberaban, los romanos no trabajaban, los niños no eran instruidos, los
acueductos no eran reparados, el arte y la cultura habían desaparecido. La
Roma orgullosa de los Césares, que habría tenido un millón de habitantes, no
tendría ahora más de cincuenta mil. Miles de extranjeros, mercenarios y
bárbaros suplantaban a los soldados romanos. Los bárbaros no se apropiaron
de ciudades sino de ruinas y de campos abandonados que nadie quería
cultivar. Sólo quedaba en pie y fuerte el papado y el cristianismo.
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