Curso Práctico de INTELIGENCIA EMOCIONAL en la Educación Primaria Módulo 3 Lectura de Profundización INTIMO CONTACTO DE LA PERSONA CON SUS PROPIOS SENTIMIENTOS, RASGO DISTINTIVO DE LA APERTURA Los sentimientos constituyen una parte considerable de nuestro caudal de experiencias. Todo lo que en el campo de las percepciones o sensaciones tiene importancia para nosotros está teñido de sentimiento. Los sentimientos sirven, en cierto modo, de indicador general, de antena, de calibrador de nuestro organismo. Hay estímulos no conscientes que actúan sobre ellos, hechos del que, en parte, podemos tener conocimiento gracias a nuestros sentimiento. Una sensación de malestar nos advierte cuándo los virus amenazan nuestro organismo y nuestra salud. De muchos de estos estímulos no podemos tener una percepción directa, pero sí podemos, por así decirlo, escudriñar en nuestro interior y buscar un conocimiento claro de lo que sentimos, de lo que pasa en nosotros, de lo que no anda bien en nuestro interior. Sucesos, experiencias o personas provocan en nosotros un determinado sentimiento, que está en relación con el significado que para nosotros tiene la percepción de tales personas o acontecimientos. Podemos utilizar provechosamente nuestros sentimientos y nuestra percepción emocional a modo de referencia, indicador o brújula de nuestro organismo. RAZONES DE LA FALTA DE APERTURA Y DE ENFRENTAMIENTO DE LA PERSONA A SU PROPIA VIVENCIA. La mayoría de las veces estriban en el tipo de educación y enseñanza recibidas. Dentro de las personas se dan, además, algunos procesos o condiciones que dificultan la apertura a la propia vivencia. He aquí algunas consideraciones: • En la familia, la escuela y la universidad muchas personas cuya influencia incita a otras a no tener en cuenta sus sentimientos, a desatenderlos y a desconfiar de ellos. Pocas veces se le recomienda, por ejemplo, a un niño pequeño que preste atención a sus sentimientos; se le recomienda más bien, que desconfíe de ellos, que se ‘domine’. En la escuela, incluso desde los primeros años, la introspección no forma parte del plan de estudios, sino todo lo contrario: está mal vista. Si en clase de química un alumno dijera, por ejemplo: ‘Siento que esta materia tiene, en cierto modo, más cohesión y claridad interna que otra’ o ‘tengo la sensación de que en esta disolución hay algo que no está del todo bien’, la reacción probable de muchos profesores sería: ‘Deja en paz tus sentimientos y sensaciones, aquí lo que tienes que hacer es pensar!’. O el alumno no recibiría más que una sonrisita despectiva por parte del profesor e –incluso’ de algunos compañeros. • Durante sus estudios, escolares y universitarios, reprimen sus sentimientos: su aburrimiento, su enojo, sus sensaciones de angustia o inseguridad ante el profesor, las calificaciones, sus propias insuficiencias. El aprender les produce, a menudo, una sensación de cansancio, falta de sentido y tensión interior. Muchos procuran, entonces, ignorar, no prestar atención a esos sentimientos, no enfrentarse a ellos, pensando que, libres de sentimientos, podrán salir adelante en sus estudios. A causa de este prolongado desdén hacia los propios sentimientos, las personas sufren una amputación emocional; tal es el caso de muchos intelectuales, quienes tienen atrofiada una parte tan importante de su vida, como son los sentimientos y el enfrentarse a su propia vivencia. Se podría decir que esas personas sólo viven del cuello para arriba. Emocionalmente están devastadas, vacías, muertas. • Muchos padres, educadores, profesores y maestros no han tenido ocasión de comprobar que los sentimientos, la apertura a la propia vivencia y el enfrentarse abiertamente a ella son un medio seguro para la creación independiente de escala de valores. Para muchos sólo existe la adopción de valores ajenos y, si acaso, la discusión intelectual sobre ellos. Muchos son los adultos que confunden la independencia en la formación de criterios, basada en el enfrentamiento abierto con la propia vivencia, con una creación caprichosa y egocéntrica. • Muchas experiencias y percepciones concernientes a la propia persona son desagradables o provocan ansiedad. Amenazan el yo profundo de la persona y su propia estimación. Percibirlas como amenazadoras y enfrentarse abiertamente a los aspectos desagradables de uno mismo es un proceso y un requisito necesario para llegar a ser una auténtica persona. Muchas personas desarrollan un aprendizaje en torno a cómo evitar la confrontación con el propio yo. Temen no poder aceptar una imagen de sí mismas modificada por sus experiencias desagradables y prefieren eludir el enfrentamiento con esos aspectos suyos. Tienen miedo a toparse, en su propio interior, con la incertidumbre. No desean el contacto con esa parte de su yo.