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ANDALU
EL PAÍS, domingo 19 de junio de 2005
Un centro comercial de Málaga. / ÁLEX ZEA
Evitar peleas y hurtos
JAVIER MARTÍN-ARROYO
tro comercial y los informativos de las televisiones le dieron cobertura
nacional.
“Queríamos que dejaran de dañar la imagen del centro”. Su gerente, Rafael Perea, lo
tiene claro: “Desde que el nivel
de delitos creció, vimos que la
medida podría disuadir a otros
jóvenes. Nos interesa el efecto
práctico por el que esos jóvenes
deciden no reincidir en los incidentes graves cometidos”. De cara a que sus demandas ante los
jueces tengan más peso, Perea dice que el argumento de las grabaciones resulta decisivo: “El comportamiento conflictivo y antisocial está perfectamente acreditado por nuestras 70 cámaras de
grabación continua”, dice satisfecho.
“Para los hurtos no nos planteamos solicitar el alejamiento,
por la sencilla razón de que la
incidencia es relativa, y el perjudicado es cada negocio”. Perea
cuenta que la imagen de vulnerabilidad del centro no queda afectada en el caso de los hurtos, y sí
la del negocio, que es quien debería reaccionar ante las pérdidas
que los pequeños pero constantes robos les producen.
El abogado que representa al
centro comercial, Juan Fernández, explica que las medidas que
han solicitado están contempladas en el artículo 96 del código
penal como medidas de seguridad referidas a la “prohibición
de acudir a determinados lugares”. “Durante el año pasado solicitamos alrededor de una decena, cuyo perfil habitual eran altercados y peleas de fin de semana”, afirma Fernández.
Dependiendo de las sentencias que recaigan sobre los inculpados en las reyertas, el juez estimará conveniente que además de
cárcel, o como mal menor y para
evitar la reincidencia, estas órdenes de alejamiento deban ser
cumplidas por los jóvenes. Será
entonces cuando los guardas de
seguridad deberán memorizar
las caras de ciertos jóvenes conflictivos. Avisarán a la policía para que los agentes acudan raudos ante la infracción de estas
medidas y estos jóvenes eviten
considerarlo un reto para jugar
al escondite con los guardas de
seguridad.
Jueces dictan órdenes de
alejamiento de tiendas y centros
comerciales contra jóvenes
Málaga
La violencia y los comportamientos antisociales de los jóvenes han
suscitado
reacciones
muy diversas. Los colegios e institutos intentan atajar como pueden el acoso
escolar, los padres educan o maleducan en el peor de los casos a
los adolescentes, que a veces resultan ingobernables, y la policía
toma cartas en los asuntos más
feos. Ahora ha sido el turno de
los centros comerciales que la sociedad frecuenta cada vez más
(sus ventas crecieron un 8,4% en
Andalucía durante abril). Estos
centros consideran que no tienen
por qué seguir soportando que
pandillas de jóvenes descontrolados provoquen peleas con consecuencias negativas para la imagen del centro y la pérdida de
clientes que acarrea. A los centros comerciales se les sumaron
en 2004 ciertas tiendas y comercios que veían cómo sus negocios
eran visitados por cleptómanos,
que sin ningún pudor regresaban
para robar más y más artículos.
Cansados, decidieron pedir poner tierra de por medio.
Desde el año pasado en Málaga estos negocios solicitaron a
los jueces que dictaran contra estos jóvenes la prohibición de acudir a sus negocios. Y fueron escuchados. “Yo mismo dicté dos órdenes el año pasado. Una contra
un joven por causar lesiones y
otra contra una chica que cometía hurtos de manera continuada
en una tienda”. El juez decano
de Málaga, Manuel Caballero
Bonald, ejemplifica las decisiones tomadas por los jueces para
mantener alejados a estos jóvenes, nunca menores de edad, alejados de la tentación de reincidir.
“Entiendo que sí son efectivas,
porque estos negocios suelen tener un servicio de vigilancia eficaz cuyo procedimiento habitual
es avisar a la policía”, comenta.
Caballero Bonald avisa de la imposición de estas medidas, que él
considera debe ser excepcional.
“No se pueden dictar con carácter generalizado, sino sólo por la
alteración de orden público o
hurtos, pero sólo cuando son
muy reiterados, cuando lo que es
falta se convierte en delito por la
reiteración”, aclara.
El centro comercial Plaza Ma-
yor, a las afueras de Málaga, recibe unos seis millones y medio de
visitas anuales y combina la oferta diurna de cines y tiendas con
la nocturna de bares y discotecas, cuyo cierre se prolonga de
madrugada. Ante las peleas y la
gravedad que éstas alcanzaron el
año pasado, sus responsables solicitaron diez órdenes de alejamiento para estos jóvenes violentos, de las cuales cuatro están
ahora en proceso de instrucción
por la demora habitual que los
procesos judiciales conllevan. Algunas de estas reyertas fueron filmadas por las cámaras del cen-
Irene no
puede dejarlo
“No puedes insistir mucho en
las mismas tiendas porque se
fijan en ti. Va por rachas, como todo, pero de momento no
lo dejo, no puedo”. Irene empezó a robar en los supermercados con 16 años, pero pronto se dio cuenta de “lo fácil
que era” y ahora entra y sale
de las tiendas mientras acaricia el cuter para llevarse una
media de 200 euros a la semana en ropa.
En su ciudad, Granada,
acostumbra a robar sola para
concentrarse, ser sigilosa y no
despertar las habituales sospechas que provocan estas “caras travesuras” para los grandes almacenes. Irene sabe que
la regla número uno al entrar
en un establecimiento es fijarse en el número de cámaras y
dependientes, situar bien los
probadores y localizar un hueco donde dejar las placas después de separarlas de sus prendas. A pesar de todas sus precauciones la han detenido en
un par de ocasiones, pero fue
un mal trago breve. Acudió a
un juicio rápido, confesó su
culpabilidad y nunca llegaron
a avisar a sus padres.
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