Los estudios del periodismo de nota roja

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Estudios de Periodismo
Los estudios del periodismo de nota roja
Resumen
La presente ponencia tiene como objetivo exponer el panorama actual sobre el
estudio de la nota roja en México. Es así como se presenta un contexto sobre las cuestiones
delictivas en nuestro país y lo que se ha investigado al respecto para luego presentar la
forma en que esta situación ha hecho que este tipo de noticias nutran y caractericen a este
tipo de periodismo.
Palabras clave: Periodismo, nota roja, prensa, periódicos, delincuencia
Efrén Giribeth Alfaro Víquez
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Los estudios del periodismo de nota roja
Efrén Giribeth Alfaro Víquez
El contexto
Fernando Escalante Gonzalbo, sociólogo e investigador del Colegio de México, afirma en su ensayo El crimen como realidad
y representación (2012) que una de las claves para entender el presente en México es el estudio del crimen, pero sobre todo de su
representación social, a partir de las imágenes y el lenguaje con que se habla de lo criminal.
El surgimiento de nuevas palabras para referirse a la delincuencia y a ciertos delitos, como el homicidio o la privación ilegal de
la libertad que ahora se denominan con mayor frecuencia -en la jerga policiaca, el argot periodístico y el caló- como “ejecuciones” y
“levantones”; el incremento en la divulgación pública del delito, tanto en la prensa escrita, la radio, la televisión e Internet como a través
de nuevas formas de dar a conocer un mensaje por medio de mantas con amenazas o avisos y cuerpos colgados en puentes, mediante
cadáveres abandonados en parajes o vehículos y acompañados con mensajes escritos en cartulinas, de videos subidos a Internet, donde
se muestra la barbarie y el exceso; así como la preocupación y la sensación de inseguridad que priva en miles de mexicanos, algunos de
los cuales han salido a las calles para protestar por la situación y exigir al Estado medidas más eficaces para combatir a la delincuencia,
mientras otros se han organizado en “autodefensas” comunitarias, en estados como Michoacán y Guerrero, se han convertido en una
constante y en un tema de discusión, tanto en la esfera pública como en el espacio privado.
El cambio de siglo en nuestro país se ha vivido en parte como una crisis de seguridad que parece ser más grave cada día que pasa.
Hay quienes incluso se han atrevido a afirmar que en México existe un Estado “fallido” (Friedman, 2008) o un Estado “al borde del colapso”
(Kurtzman, 2009).
Otros (Arriaga, 2002), se han aventurado a comparar la situación de violencia en México con la de Colombia en la segunda mitad
de la década de los 80’s, sin que exista comparación posible (Escalante, 2009; Durán, 2010; Palacios y Serrano, 2012) y han acuñado
o utilizado un nuevo término para referirse a la problemática de seguridad en el país: la colombianización de México (Palacios, 1999;
2001).
De igual forma, periódicos, revistas, semanarios, noticiarios de radio y televisión, portales de información y blogs en Internet se han
encargado de reforzar esta imagen de un incremento de la violencia que, como dice Escalante (2009: 13), se asocia a la imagen del país,
como uno sus rasgos más característicos, y de una delincuencia cada vez mejor organizada.
Sin embargo, este escenario de la delincuencia y la violencia actual en México es más representativo que real, y no porque no se
haya dado un incremento del fenómeno delictivo en los últimos años, sino porque está bastante descontextualizado en relación con lo
ocurrido y forma parte de una construcción política y mediática más que de una realidad, como el mismo Escalante (2009) lo demuestra
en su estudio sobre el homicidio doloso en México entre 1990 y 2007.
El investigador del Colegio de México encontró que el homicidio doloso -delito que sirve para demostrar si la violencia se ha
incrementado en un país- lejos de aumentar disminuyó más de un tercio de 1992 a 2007. No obstante, la idea que en ese mismo periodo
difundían los medios y repetían algunos expertos era que la violencia iba en aumento (Escalante, 2009: 117), cuando en realidad lo que
se incrementó fue la exposición pública de la violencia, que se relaciona incluso con el cambio en los perfiles del homicidio en los últimos
años, acompañado en muchos casos del descuartizamiento y la tortura con fines propagandísticos (Martínez, 2012).
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El incremento de la violencia en México se dio a partir de 2008 y hasta 2011, como producto de “La Guerra contra el Narcotráfico”
declarada por el ex Presidente Felipe Calderón en 2006, aunque estuvo concentrado en ciertas regiones, estados y ciudades del Noroeste y Pacífico del país, donde tradicionalmente la tasa de homicidios ha sido mayor a la media nacional, las actividades de siembra,
trasiego y tráfico de drogas son una práctica común y las migraciones de población han aumentado, al igual que el crecimiento urbano,
como sucede en Ciudad Juárez y Tijuana, las dos ciudades con el mayor índice de homicidios entre 1990 y 2007. Mientras que ha ido
disminuyendo gradualmente desde hace dos décadas en la zona centro del país, la más violenta en la década de los 80’s, con algunos de
los municipios conurbados de la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, como Naucalpan, con los índices más altos de homicidio a
nivel nacional en esa época.
El estudio realizado por Escalante (2009) sobre el homicidio doloso en México demuestra que la violencia es un fenómeno social que
no sólo se construye y representa, sino que su representación no necesariamente corresponde con los vaivenes de la realidad, y advierte
sobre la necesidad de estudiar esta representación social de la delincuencia desde ópticas distintas y más allá de la estadística delictiva,
vinculada con la experiencia directa con el delito.
Desde la criminología, la psicología, la sociología, el urbanismo, la antropología y la comunicación diversos investigadores y estudiantes de posgrado en México (Ramos, 1994; López Portillo, 2004; Levario, 2005; Barata, 2006, 2007, 2008a y 2008b; González Placencia,
Arce y Álvarez, 2007; Medina-Mora, 2011; Valenzuela, 2011; Kala y González Placencia, 2012; Vilalta, 2012; Martínez Sánchez, 2012) han
comenzado a explorar nuevas formas de aproximación al estudio de la delincuencia, su representación, su percepción y significación.
El punto de partida de todos estos estudios es que la inseguridad frente a la criminalidad es producto de un compleja construcción
social dentro de la cual el riesgo efectivo del crimen tiene un papel relativamente marginal.
Una cosa es la inseguridad, la violencia, la delincuencia y otra su percepción, su representación, su imaginario. En el mismo sentido,
las encuestas nacionales sobre victimización y percepción de inseguridad (ENSI, 2002-2010; ENVIPE, 2010-2013) han descubierto que la
preocupación y la sensación de inseguridad de miles de mexicanos no corresponden con su experiencia como víctimas de la delincuencia.
La última Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2013, aplicada por el Instituto Nacional
de Estadística y Geografía (INEGI), en 95 mil 810 viviendas, revela que la principal preocupación de los mexicanos en la actualidad es el
tema de la inseguridad.
La ENVIPE 2013 encontró que el 57.8 por ciento de los mexicanos mayores de 18 años están preocupados por la inseguridad,
mientras que al 46.5 por ciento le preocupa el desempleo y al 33.7 por ciento la pobreza.
Pero a los mexicanos no sólo les preocupa la delincuencia, sino que se sienten cada vez más inseguros e incluso su sensación de
inseguridad es mayor a su preocupación: el 72.3 por ciento de los encuestados por la ENVIPE 2013 aseguró sentirse inseguro. Y lo más
contrastante es que sólo 27.3 por ciento dijo haber sido víctima de la delincuencia en algún momento durante 2012.
Esta situación ha conducido a los investigadores a preguntarse ¿qué mecanismos están mediando la percepción de la ciudadanía en
torno a la inseguridad pública y qué es lo que hace que unas personas se sientan más inseguras que otras?
Las respuestas que se han dado al problema han sido múltiples: desde la persistencia de comportamientos antisociales, por
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ejemplo, riñas entre vecinos, consumo de alcohol en la calle, pandillerismo, hasta la baja confianza en la policía, los ministerios públicos
y las autoridades, sobre todo, locales, pasando por el estatus de haber sido víctima directa o indirecta de la delincuencia, la condición de
género y otros factores (Vilalta, 2012).
Aunque para fines de esta investigación nos interesa en particular la respuesta que da el investigador español Francesc Barata, quien
desde hace más de dos décadas estudia el tratamiento periodístico de la información sobre seguridad pública y justicia penal en España
y México, el cual considera que el problema debe estudiarse desde tres ámbitos distintos: el contacto directo con el delito, la experiencia
trasmitida por personas próximas y las informaciones y relatos que suministran los medios de comunicación y las industrias culturales
(Barata, 2007: 26).
Es en este último ámbito donde se sitúa la presente investigación: en la relación entre la representación social de la delincuencia
construida y difundida a través de las informaciones y los relatos periodísticos y la representación social de la delincuencia que construyen
sus receptores, audiencias, lectores o usuarios, como se les conoce a quienes consumen los mensajes de los medios de comunicación en
los Estudios Culturales de Audiencia, Recepción e Interpretación, campo y línea de investigación donde se ubica este proyecto.
Una representación social es una manera de interpretar y de pensar la realidad cotidiana, una forma de conocimiento social,
elaborada y compartida socialmente por individuos y grupos con el propósito de fijar su posición en relación con situaciones, acontecimientos, objetos y fenómenos sociales (Jodelet, 1986: 473), la cual se presenta en formas variadas: imágenes, sistemas de referencia,
categorías o teorías.
Se trata de una forma de conocimiento específica: un conocimiento del sentido común construido a partir del intercambio de
informaciones, conocimientos, experiencias y modelos de pensamiento, que son recibidos y transmitidos mediante la educación, la
tradición y la comunicación social.
La comunicación es una noción importante a lo largo del desarrollo del concepto y la teoría de las representaciones sociales, aunque
no ha sido un tema prioritario en la investigación empírica (Rodríguez Salazar, 2009: 12).
No obstante, Rodríguez Salazar (2009) identifica un creciente interés por parte de investigadores europeos y latinoamericanos,
así como de estudiantes de licenciatura y posgrado, por establecer vínculos entre el estudio de las representaciones sociales y la
comunicación, en particular por explorar el potencial teórico de las representaciones sociales para estudiar los mensajes o contenidos
transmitidos por los medios.
Ha sido esta relación entre la teoría de las representaciones sociales y el estudio de los mensajes de los medios la más explorada,
sobre todo, en estudios de género (Ascencio, 2009; Fernández Díaz, 2003).
Otras investigaciones han analizado la representación audiovisual, cinematográfica o simplemente la representación de diversos
fenómenos sociales en distintos medios, pero sin referirse directamente al concepto o la teoría de la representación social.
La mayoría de estudios sobre representaciones sociales y comunicación se han centrado en el análisis del discurso, de los mensajes
o contenidos transmitidos por los medios. Aunque algunos autores (Yépez, 2004) han encontrado que esta teoría también puede ser útil
en los estudios sobre recepción.
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La teoría de las representaciones sociales puede ser de utilidad para los estudios sobre recepción debido a que destaca las capacidades de los actores sociales para pensar y construir realidades dentro de un grupo social específico, visión que coincide con la de los
teóricos de la recepción que han mostrado cómo la comunicación interpersonal, los grupos de referencia, las estructuras mediadoras o
las comunidades interpretativas generan categorías para dar sentido propio a los mensajes mediáticos.
Y es que la relación entre los mensajes de los medios y sus audiencias nunca está aislada de un contexto sociocultural ni de las
relaciones sociales que establecen entre sí los individuos y los grupos, tampoco de la parte subjetiva de cada individuo. Es así como la
teoría de las representaciones sociales puede servir a los estudios de recepción, al considerarse como un punto donde se interceptan lo
psicológico y lo social (Jodelet, 1986).
El concepto y la teoría de las representaciones sociales, además, se relaciona con las teorías de la construcción social de la realidad
(Berger y Luckmann, 2008 [1968]) y la teoría de los medios como constructores de realidad (Tuchman, 1983; Gomis, 1991, Rodrigo
Alsina, 1999; Romero, 2006), dos planteamientos teóricos que sitúan la mirada que se tiene de la realidad y de los mensajes de los
medios en esta investigación como construcciones sociales.
Los medios construyen una representación de la realidad a partir de un método de interpretación sucesiva de la realidad, conocido
como periodismo (Gomis, 2008).
Gracias a este método de interpretación, la realidad se representa como un periodo consistente y objetivado, como una referencia
general de hechos, que generan comentarios (Gomis, 1991: 189) y cuyo sentido termina de construirse en la conversación, en los dimes
y diretes alrededor de lo presentado por los medios.
Si bien todos los medios informan sobre la delincuencia, no todos le dan la misma importancia en sus espacios, ni el mismo
tratamiento periodístico.
Los periódicos populares son los que mayor espacio y cobertura le otorgan a la información sobre la delincuencia en México, a
partir de lo que se conoce como nota roja, que es un término popular utilizado en nuestro país para calificar el tratamiento periodístico
superficial, alarmista y sensacionalista de los sucesos delictivos, los accidentes y las catástrofes naturales (Lara y Barata, 2009: 23-53).
La nota roja se caracteriza, entre otros aspectos, por la difusión de imágenes y titulares impactantes; la dramatización de los
sucesos; la exaltación de la violencia; la descontextualización y simplificación de lo ocurrido; la difusión y reforzamiento de estereotipos,
prejuicios y estigmas alrededor de personas y lugares; la utilización de un lenguaje popular y una jerga policíaca; la exposición del
dolor y la tragedia de las víctimas; la legitimación del actuar policíaco, y la exhibición y enjuiciamiento público de cientos de detenidos
presentados como delincuentes o presuntos delincuentes sin haber sido aún juzgados o, peor aún, presentados ante una autoridad
judicial (Lara y Barata, 2009: 50-58).
Esa manera de representar los sucesos delictivos debe influir, en mayor o menor medida, en la representación social de sus audiencias, lectores o usuarios sobre la delincuencia, o al menos corresponder y reforzar algunas de sus creencias, opiniones, actitudes y
prejuicios respecto de ese tema.
Más aún si consideramos que en la actualidad gran parte de lo que las personas saben o se imaginan sobre la delincuencia proviene
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de las imágenes, los relatos y la información que les proporcionan los medios de comunicación y las industrias culturales (Barata, 2007:
29).
No todos los días las personas entran en contacto directo con el delito, como víctimas o conocidos de las víctimas, pero sí pueden
hacerlo a través de los medios, que a diario transforman lo sucedido en ámbitos más reducidos de la colectividad en acontecimientos
públicos (Rodrigo Alsina, 1999).
El estudio de la representación de la delincuencia en los medios ha sido escasamente abordado desde la teoría de las representaciones sociales (Ascencio, 2009), en cambio ha sido más analizado desde los estereotipos y la ideología, mediante el análisis del discurso
(Castelli, 2010; Torres-Mazuera, 2005; Fernández, 2003) o el narratológico (Canales, 2012; Conde, 2003), a través de su representación
fotográfica (Rivera, 2011; Rosales, 2010; Escutia, 2004), o cinematográfica (Aviña, 1996), del imaginario (Armenta, 2008) o de la
violencia como acto significativo (Martínez, 2012).
En relación con el estudio de la recepción de la nota roja en México existen investigaciones sobre el impacto (Lara, Aguilar y Mendoza,
2013; Huerta Torres, 2003); la percepción social de la violencia (García Dueñas, 2008; Soto, 2005); la recepción (Sunkel, 2002; Orellana,
1997) y los efectos, usos y gratificaciones (Guevara, 1983), pero no hay una investigación desde la teoría de las representaciones sociales.
La teoría de las representaciones sociales resulta, por lo tanto, novedosa para estudiar la representación de la delincuencia en los
medios a través de la nota roja y su recepción en un grupo de lectores de un periódico popular.
La elección de un periódico popular se justifica por ser éstos lo que mayor espacio y cobertura le dedican a la información sobre
delincuencia, además, el tratamiento periodístico que le dan a este fenómeno social ha servido para caracterizar y ubicar lo policiaco
como nota roja.
Asimismo, la nota roja en México tiene un alcance importante entre la población, con programas de televisión abierta y periódicos
populares que la explotan como una manera de incrementar ratings y lectores.
Levario Turcott (2004) asegura que los medios no generan violencia, pues hasta ahora no existe una investigación que pruebe esta
hipótesis, pero la violencia si genera un buen negocio.
En México han existido distintos diarios, semanarios y programas de televisión de nota roja, sobre todo a mediados de la década de
los 90’s, cuando Televisa y TV Azteca crearon programas como Fuera de La Ley, Ciudad Desnuda, Duro y Directo, Metrópolis, A través del
video, Primer Impacto, Cerezo Rojo, A sangre fría, Expediente 13/22:30, Historias de la calle y Cámara y Delito, la mayoría de los cuales
desaparecieron entre 1997 y 2000 por la presión de la asociación civil A favor de lo mejor en los medios, formada por las principales
empresas anunciantes en televisión, las cuales amenazaron con retirar su publicidad si no dejaban de transmitirse ese tipo de programas.
En la actualidad sólo dos programas en televisión abierta incluyen a la nota roja como parte central de sus contenidos: Al Extremo
de TV Azteca y Primer Impacto transmitido por Televisa, pero producido y realizado en Estados Unidos por Univisión, los cuales dan
a conocer videos impactantes, la mayoría grabados en el extranjero, por lo tanto alejados de la realidad nacional, y vinculados con
accidentes y catástrofes antes que con delitos.
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En la prensa escrita la situación es totalmente diferente. Los diarios de mayor tiraje en el Distrito Federal son los periódicos populares
que destacan en sus portadas y contraportadas a la nota roja y los deportivos.
Los periódicos El Gráfico y Metro alcanzan tirajes superiores a los 138 mil ejemplares diarios y La Prensa supera los 250 mil, de
acuerdo con el Padrón Nacional de Medios Impresos de la Dirección General de Medios Impresos de la Secretaría de Gobernación.
La Prensa es el periódico de mayor tiraje en el país, seguido del diario deportivo Esto y de los rotativos populares El Gráfico y Metro,
y también el más leído, con cuatro lectores en promedio por ejemplar. Es decir, que La Prensa podría ser leída por un millón de personas
diario.
Los lectores de La Prensa son principalmente empleados y comerciantes, de clase baja y media baja, con la secundaria o la preparatoria como máximo nivel de estudios, tan sólo cuatro por ciento de sus lectores tiene estudios universitarios, según el perfil de lector
elaborado por Informática y Marketing S.C. (Inmark) entre septiembre y noviembre de 2011.
Otros dos datos importantes que revela este perfil es que 3 de cada 4 lectores son hombres y el 97 por ciento tiene entre 26 y 55 años
de edad, lo que coincide con el perfil de las víctimas de la delincuencia en México elaborado por el Instituto Ciudadano de Estudios Sobre
Inseguridad (ICESI, 2009). De acuerdo con el ICESI, los hombres son más propensos que las mujeres a ser víctimas de la delincuencia y
una de cada tres víctimas tendrían entre 30 y 44 años de edad.
De igual forma, la agresividad y la violencia están históricamente más asociadas a los hombres que las mujeres (Muchembled,
2010). En Europa –donde se ha estudiado de manera sistemática la violencia desde el siglo XIII hasta nuestros días- se encontró que la
criminalidad registra algunas constantes dignas de estudio en cuanto al sexo y la edad: las mujeres son responsables del 10 por ciento
de los delitos, con pocas variaciones desde la Edad Media; mientras que la mayoría de implicados son varones, sobre todo jóvenes, entre
los 20 y 30 años de edad.
En México no existen este tipo de estudios, pero Escalante (2009) en su análisis del homicidio en México entre 1990 y 2007 encontró
que el porcentaje de mujeres víctimas del homicidio es relativamente estable a lo largo del periodo: oscila entre el 11 y el 15 por ciento.
La mayoría de víctimas nuevamente fueron hombres entre los 15 y 29 años de edad de 1990 a 2000 y entre los 30 y 49 años de 2000
a 2007, lo que le llevó a inferir dos aspectos: que conforme disminuye la tasa de homicidios aumenta la edad de las víctimas y que en
México la generación nacida en los 70’s resultó más violenta que los nacidos en los 80’s.
Si bien el porcentaje de mujeres víctimas de la delincuencia y lectoras de nota roja es mucho menor al de los hombres, esta investigación procurará estudiar tanto lectores como lectoras de nota roja, debido a que los estudios de recepción han encontrado que la forma
leer los mensajes de los medios varía de acuerdo con el género.
El periódico cuyos lectores serán estudiados es La Prensa debido a que, como ya se señaló, es uno de los rotativos populares que
otorga mayor espacio a la información sobre el delito, con ocho páginas en promedio por edición (Alfaro, 2011), además de ser el diario
de mayor tiraje y lectura en el Distrito Federal.
La Prensa es un periódico dirigido a los sectores populares que, según el sociólogo chileno Guillermo Sunkel (2002), quien ha
analizado la práctica de la lectura en este sector de la población, conecta su lectura del diario con ciertas experiencias de vida en el
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mundo popular, lo que hace más interesante una investigación sobre las representaciones sociales de la delincuencia, puesto que se trata
de un conjunto de la población que vive de cerca el delito.
Para los lectores populares, afirma Sunkel, el delito es una dimensión fundamental y omnipresente (2002: 115) porque la violencia
intrafamiliar, la violencia sexual, los crímenes pasionales, entre otros, son todas formas delictivas que el lector conoce de cerca.
Es así como esta investigación busca identificar la representación social de la delincuencia en el Distrito Federal en un sector de la
población que conoce de cerca a la delincuencia, en una zona además donde existe una incidencia delictiva importante, como sucede en
el barrio de La Merced, donde se ubica el Mercado del mismo nombre.
La Merced, de acuerdo con un estudio publicado por el Colegio de México (Alvarado, 2012), conjuga todas la vulnerabilidades
propias de barrio popular con un centro histórico rico en infraestructura y servicios, donde el comercio es la actividad dominante y el
Mercado de la Merced el espacio más importante, rodeado de otros espacios comerciales formales como Mixcalco, Sonora y Tepito, así
como de algunos tianguis ambulantes los fines de semana.
La Merced muestra además un entrelazamiento de actividades legales, regulares, informales e ilegales. “Es el ejemplo mejor
logrado de la distribución espacial, las rutas y dinámica del crimen urbano” (Alvarado, 2012: 486), es decir, es un espacio idóneo para
conocer cómo es construida la representación social de la delincuencia en el Distrito Federal.
El Mercado de la Merced, además, con sus 3,205 puestos de fruta, verdura y legumbres en su nave mayor; 496 expendios de abarrotes, carnes y pescados en su nave menor; su paso a desnivel destinado a la cestería, la cordelería y el arte popular; y un anexo con 179
locales para la talabartería y la jarciaría, y otras secciones para dulces, juguetes, flores y plantas de ornato, lonchería y refresquerías, es el
lugar ideal para ubicar un número importante de lectores potenciales del periódico La Prensa y la nota roja, de acuerdo con el perfil del
lector del diario, según el cual uno de cada tres de sus lectores son comerciantes.
Por todo lo anterior, esta investigación pretende estudiar las representaciones sociales de la delincuencia en el Distrito Federal entre
los lectores de nota roja del periódico La Prensa en el Mercado de la Merced, uno de los espacios más emblemáticos del comercio en la
capital del país y donde además se vive de cerca la violencia, la inseguridad y delincuencia, que caracterizan a la nota roja y a los sectores
populares que la leen.
Los estudiantes de licenciatura han sido los más interesados en estudiar a la nota roja en México, aunque en los últimos cuatro años
se ha incrementado el número de tesis de maestría que tratan este tipo de periodismo.
En una revisión por las bibliotecas, centros de documentación, catálogos y bases de datos de las facultades e institutos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Universidad Iberoamericana, la Escuela
de Periodismo Carlos Septién, el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), el Instituto Tecnológico de Estudios
Superiores de Occidente (ITESO), la Universidad de Guadalajara, el Colegio de México, la Escuela de Antropología e Historia (ENAH) y el
Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) se encontraron 106 publicaciones relacionadas con nota roja, de las cuales 47 fueron
tesis de licenciatura, es decir un 44 por ciento.
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Tipo de trabajo
Tesis de
Licenciatura
Tesis de
Maestría
Tesis de
Doctorado
Libro
Artículo
académico
Reporte de
investigación
Ensayo
Otro
47
9
1
25
8
9
5
2
La mayoría de tesis de licenciatura fueron realizadas por estudiantes de la UNAM y de la Escuela de Periodismo Carlos Septién
García: 29 en la UNAM y 13 en la Carlos Septién, lo que equivale al 89 por ciento de las tesis.
La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y la Facultad de Estudios Superiores Aragón son las instituciones de la UNAM con más
tesis de licenciatura sobre nota roja, sensacionalismo o amarillismo: con 10 cada una. La Facultad de Estudios Superiores Acatlán aporta
otras 7, la Facultad de Letras, una y la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) otra.
Después de las tesis de licenciatura el tipo de publicación que más se encuentra sobre nota roja son libros, en particular de crónicas
que recuperan los casos más emblemáticos de la nota roja.
Desde El Libro rojo (1870), escrito por Vicente Riva Palacio y Manuel Payno, hasta Los mil y un velorios (2010) de Carlos Monsiváis,
varios escritores y periodistas han rescatado, recreado y analizado algunos de los sucesos sangrientos y delictivos, así como de los
personajes más famosos de la delincuencia, que han marcado distintas épocas en México y se han convertido en parte de la historia
popular, como Jesús Arriaga, Chucho El Roto, Gregorio Cárdenas, Goyo Cárdenas, o Joaquín Guzmán Loera, El Chapo.
De los 26 libros encontrados sobre nota roja, 16 son crónicas y uno más (Lara y Barata, 2009) recupera parte de la historia, aunque
no es lo fundamental. La mayoría de crónicas fueran, además, publicadas entre 1990 y 1999, periodo del que datan 12 de los 16 libros.
La historia de la nota roja es el tema que más se ha estudiado, después la relación entre el periodismo y la nota roja: quince trabajos
-entre libros, tesis, artículos académicos y ensayos- tratan este vínculo.
Desde la primera tesis sobre nota roja en México (Fajardo, 1969) hasta algunos de los últimos artículos (Barata, 2010; 2008a y 2008b)
y libros (Lara y Barata, 2009) publicados sobre el tema muestran un interés por la manera de informar sobre los sucesos delictivos, los
accidentes y las catástrofes naturales, las tres grandes temáticas de la nota roja.
De los quinces trabajos sobre periodismo de nota roja destacan dos libros: el primero publicado en México por Marco Lara Klahr
y Francesc Barata, un periodista mexicano de investigación con tres décadas de trayectoria y un académico español de la Universidad
Ramón Llull de Barcelona respectivamente, titulado Nota [N] Roja. La vibrante historia de un género y una nueva manera de informar
(2009), donde se analiza el tratamiento periodístico de la información sobre crímenes, accidentes y catástrofes y se propone una nueva
forma de abordar estos temas desde lo que los autores denominan periodismo de seguridad pública y justicia penal. El libro, además,
incluye una guía mínima de términos legales, conceptos de ética y responsabilidad social de la comunicación que, según los autores,
todo periodista de seguridad debe conocer.
El otro libro fue escrito por la catedrática española Montserrat Quesada, quien da clase en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, con el título Periodismo de sucesos (2007), como parte de la colección de periodismo especializado de Editorial Síntesis. En este
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libro se define al periodismo de sucesos como un tipo de periodismo que requiere de una especialización debido a que trabaja con temas
sensibles para la ciudadanía y que demanda un conocimiento en derecho, criminología, sociología del crimen, métodos de trabajo y
acceso a fuentes especializado.
Estos dos libros, en conjunto, aportan los elementos necesarios para iniciar desde la academia con la profesionalización de la
práctica del periodismo de nota roja y motivan a la reflexión sobre la manera como hasta ahora se ha tratado la información de delitos y
accidentes en los medios de comunicación.
Este interés por la manera de informar del periodismo de nota roja también está presente en los análisis estructurales, de contenido,
de discurso y narratológicos que se han realizado a sus contenidos desde 1964, que Roland Barthes (1967: 225-236) examinó la estructura del suceso o fait divers como se conoce en España y Francia respectivamente a la nota roja.
Barthes fue el primero en señalar como característica principal del suceso o nota roja su estructura cerrada, que no requiere del
lector mayor información que la aparecida en el relato, puesto que no remite formalmente a nada fuera de sí mismo, a diferencia del
resto de la información que demanda saber de más, o al menos tener un seguimiento de la información periodística, para ubicar a los
personajes, sus declaraciones, sus acciones, etc. (Barthes, 1973: 225).
Además del análisis estructural del suceso de Barthes, se han llevado a cabo otro tipo de análisis con los relatos periodísticos sobre
crimen, accidentes y desastres naturales: cuatro tesis lo han estudiado desde el análisis de contenido (Alfaro, 2011; Huerta, 2003; Orellana, 1997, Muñoz, 1990), dos a partir del análisis del discurso (Castelli, 2010; Torres, 2005; Fernández, 2003), dos más desde el análisis
narratológico (Canales, 2012; Conde, 2003), dos mediante el análisis de sus titulares (Martínez, 2013; Salazar, 1990) y uno a partir del
análisis narrativo (Monzón, 2010).
La parte gráfica también ha sido muy importante para el análisis: tres tesis de maestría han estudiado la fotografía de nota roja
(Rivera, 2011; Rosales, 2010; Escutia, 2004), dos más de licenciatura (Calderón, 2008, Bonetti, 1987) y un libro en inglés (Stratmann,
2011), aún no traducido, sobre la manera de ilustrar las noticias de muertes y calamidades entre 1864 y 1938. De igual forma, hay un
estudio sobre el diseño editorial de uno de los periódicos populares que destacan la nota roja en México (Medina, 2007).
Vinculado con este análisis de la estructura, el contenido, el discurso, la narrativa y la fotografía, así como con la manera de informar
hasta ahora, la necesidad de profesionalización y de especialización, el tercer gran tema de estudio del periodismo de nota roja ha
sido el de su producción, mirada tanto desde el trabajo del reportero (Casanova, 2010; Arroyo, 2006, Cruz Leyva, 2004; Álvarez, 2001),
los editores y fotógrafos (Rodríguez Soto, 2012; López Sosa, 2012) como desde los valores noticiosos (Cervantes, 1996), los géneros
periodísticos (Cruz Soberanes, 2002) y los conocimientos básicos y especializados necesarios para cubrir la fuente policiaca (Ocampo,
2007, Espino, 1994).
El tema, además, ha sido estudiado no sólo en la prensa, sino también en la televisión (Lugo, 2004) y la radio (Cadena, Consuelos y
Guzmán, 1996). Asimismo, varios de estos estudios tienen la particularidad de haber sido realizados fuera del Distrito Federal.
Ochenta de las 106 publicaciones sobre nota roja tienen como punto geográfico el Distrito Federal, sólo siete fueron realizadas en
provincia, tres de las cuales son estudios sobre producción (Arroyo, 2006; Álvarez, 2001; Cervantes, 1996), dos estudios de recepción
(Lara, Aguilar y Mendoza, 2013), uno de ellos acompañado de un análisis de contenido (Orellana, 1997), una tesis sobre fotografía
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(Rosales, 2010) y un libro de crónicas (Huerta Vázquez, 2013).
En relación con el estudio de la recepción de la nota roja existen investigaciones sobre el impacto (Lara, Aguilar y Mendoza, 2013;
Huerta Torres, 2003); la percepción social de la violencia (García Dueñas, 2008; Soto, 2005); la recepción (Sunkel, 2002; Orellana, 1997)
y los efectos, usos y gratificaciones (Guevara, 1983).
Como puede observarse la mayoría de estudios sobre nota roja se han centrado en la producción y el mensaje. Han sido muy pocos
los estudios de recepción de la nota roja: sólo se encontraron nueve, tres de los cuales fueron realizados en el extranjero: uno en España
(Soto, 2005), otro en El Salvador (García Dueñas, 2008) y uno más en Chile (Sunkel, 2002).
El enfoque dominante ha sido el de la tradición de los efectos (Jensen y Rosengren, 1997) que procuran determinar el impacto y la
influencia de los medios en sus receptores, audiencias, lectores o usuarios. Sólo dos estudios (García Dueñas, 2008; Sunkel, 2002) utilizan
una teoría y metodología distintas a la de la tradición de los efectos.
García Dueñas emplea sobre todo elementos del análisis literario y de la hermenéutica profunda (Thompson, 1990). Mientras que
Sunkel retoma los planteamientos del enfoque culturalista de la Escuela de Birmingham, donde hizo su tesis de Doctorado.
En ninguna investigación se utiliza la teoría de las representaciones sociales, como se plantea en este proyecto de investigación, que
resulta novedoso en ese sentido.
La teoría de las representaciones sociales sólo ha sido utilizada para estudiar la nota roja en una tesina de la licenciatura de Estudios
Latinoamericanos de la Facultad de Filosofía y Letras (Ascencio, 2009), en la cual se analiza la representación de la violencia doméstica
en la nota roja.
Aunque la teoría de las representaciones sociales ha sido propuesta por Margarita Yépez (2004) para el estudio de la recepción de
los mensajes.
La teoría de las representaciones sociales puede ser de utilidad para los estudios sobre recepción debido a que destaca las capacidades de los actores sociales para pensar y construir realidades dentro de un grupo social específico, visión que coincide con la de los
teóricos de la recepción que han mostrado cómo la comunicación interpersonal, los grupos de referencia, las estructuras mediadoras o
las comunidades interpretativas generan categorías para dar sentido propio a los mensajes mediáticos.
Y es que la relación entre los mensajes de los medios y sus audiencias nunca está aislada de un contexto sociocultural ni de las
relaciones sociales que establecen entre sí los individuos y los grupos, tampoco de la parte subjetiva de cada individuo.
Es así como la teoría de las representaciones sociales puede servir a los estudios de recepción, al considerarse como un punto donde
se interceptan lo psicológico y lo social (Jodelet, 1986). Además de que hasta ahora sólo ha sido utilizada en un análisis de contenido y
no en un estudio de recepción.
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