Se presenta una tarea de recuperación de la solidaridad

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Abril 2006 En lucha
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ENTREVISTA >> IÑAKI GIL DE SANT VICENTE, MIEMBRO DE BATASUNA
presenta una tarea de recuperación de la
“Sesolidaridad
y la confianza que hubo en
Euskal Herria”
La decisión de ETA de
declarar un alto el fuego es
una de las noticias de mayor
impacto desde hace mucho
tiempo respecto al conflicto
político que hay actualmente
en Euskadi. Para analizar el
nuevo escenario, abrimos
las páginas de EN LUCHA
a distintos sectores que
pueden dar su opinión sobre
el nuevo escenario. Este mes
Iñaki Gil de San Vicente,
miembro de Batasuna, nos
explica su visión sobre la
nueva situación.
Amaya Zabalo
¿Cómo valoras el alto el fuego
de ETA?
Antes de nada os agradezco la posibilidad que me habéis brindado
de exponer mis ideas al respecto
de la situación vasca.
La valoración del alto el fuego
permanente de ETA motiva dos
reflexiones: una, que este paso
adelante confirma una vez más la
capacidad teórico-política de ETA
para analizar los avances en la
sociedad vasca, la agudización de
las contradicciones en los Estados
español y francés, los cambios en
la perspectiva política dentro de la
UE, etc. Desde su origen, ETA ha
sido menospreciada en lo relativo
a su capacidad teórico-política. Sin
embargo, su larga existencia sólo
se comprende si, además de otras
razones, también se tienen en cuenta sus análisis políticos y teóricos.
Mientras el resto de izquierdas de
la misma “edad”, o más “viejas”
incluso, han desaparecido o han
sido absorbidas por el sistema, ETA
sigue existiendo y estando más
cerca que nunca de sus objetivos
permanentes.
Partiendo de aquí, la acumulación de fuerzas revolucionarias,
progresistas y democráticas que
se está dando en nuestro pueblo
permite saltar a un nivel más amplio
de práctica de masas, de organizaciones, colectivos, sindicatos,
partidos, etc., que anteriormente
tenían dudas o miedos o resistencias a implicarse directamente en
la lucha por la soberanía vasca.
Algunos de éstos ponían la excusa
de la lucha armada para no dar ese
paso, pero la tendencia al alza de las
movilizaciones ha desbloqueado
ese miedo, paso favorecido por la
decisión de ETA. Estos grupos ya
no tienen excusas y veremos, en
la práctica, su verdadera decisión.
Lo decisivo es que otros muchos
colectivos ya se estaban implicando
cada vez más antes del alto el fuego,
y que la amplia militancia abertzale ha vuelto a demostrar que las
represiones no le echan para atrás,
al contrario, le motivan a mejorar
su militancia diaria. Teniendo en
cuenta esto, ETA ha dicho: Nos
toca a todos mover ficha. Y ella
ha sido la primera en dar ejemplo,
como siempre.
¿Qué pasos deberían darse a
partir de ahora?
Básicamente tres pasos. El primero, impulsar con más fuerza el
avance de las instituciones sociales y de los grupos de encuentro
y debate colectivo que ya existen, que han sido fuerzas que han
confirmado algo esencial para el
avance de cualquier lucha: la autoconfianza popular en el sentido
de demostrar en la práctica que
se pueden hacer muchas cosas al
“
La acumulación de
fuerzas revolucionarias,
progresistas y
democráticas permite
saltar a un nivel más
amplio de práctica de
masas
”
“
Apostamos por
una Mesa de Partidos
sin delimitaciones de
ningún tipo, incluyente
y no excluyente, sin
vetos y sin dependencias
con el poder actual
”
margen de las instituciones del
poder. La autoconfianza colectiva se ha reforzado mediante el
trabajo de estas instituciones populares que, democráticamente,
elaboran planes de intervención
en los problemas que tiene nuestro pueblo, empezando por el de
la paz justa, pasando por otros
muchos y terminando por los de
la política deportiva. El segundo,
avanzar en los derechos urgentes
como el de la amnistía, es decir,
la salida de las prisioneras y los
prisioneros, la vuelta de los refugiados y la recuperación (normal
y cotidiana) de la memoria histórica de nuestro pueblo, aplastada bajo la memoria oficial española con su manipulación del
concepto excluyente y exclusivo
de “víctimas”, y todo ello unido
a la reinstauración de la predemocracia, de la legalización de
Herri Batasuna y de los derechos
básicos de la izquierda abertzale.
El tercero y último, la puesta en
práctica de la Mesa de los Partidos para dar un salto a partir
de sus conclusiones y de los dos
puntos anteriores.
¿Por qué tipo de mesa de partidos apostáis?
Por una Mesa de Partidos sin
delimitaciones de ningún tipo, incluyente y no excluyente, sin vetos
y sin dependencias para con las
instituciones del poder actual, sean
las de Madrid como las de Irunea
y Gasteiz. Una Mesa de Partidos
que, sin embargo, sea parte de un
debate global en el que intervengan
las fuerzas populares, sociales y
sindicales. Es decir, la Mesa ha
de estar libre de las injerencias
exteriores de los poderes que durante años han oprimido a nuestro
pueblo, han ayudado a oprimirle
o han permanecido pasivos; pero
debe estar estrechamente conectada con problemáticas reales, con
las propuestas populares, sociales
y sindicales que se deben elaborar
en sus respectivas áreas.
¿Cómo debería articularse el
proceso para que la participación de la sociedad civil no
quedara relegada a un plano
simbólico?
Dejando de lado ahora la crítica de
la definición de “sociedad civil”
por cuanto expresión ambigua e
imprecisa que, además, no sirve
—a mi entender— para expresar
las características básicas de las
luchas en la sociedad burguesa
vasca, dejando esto de lado, sí
hay que decir que existe un doble
riesgo de que los movimientos
populares, sociales y sindicales
no lleguen a tener la influencia
que deben tener. Por un lado, obviamente, las fuerzas estatalistas,
regionalistas y autonomistas, en
diversa medida, tienen un interés
preciso para que el proceso sea
esencialmente burocrático, ni siquiera parlamentario, sino llevado
a cabo solo por y dentro de los
partidos políticos que recurrirán
al parlamento únicamente para
dar visos de oficialidad definitiva
a sus pretensiones. Estos partidos
tienen miedo a la iniciativa de las
masas y, peor aún, carecen de bases
militantes capaces de defender
sus ideas en los movimientos, en
la calle, etc. Les quedan pocas,
muy pocas bases activas, y éstas
no saben qué es militar dentro de
la realidad social de las masas.
Por otra parte, sí existen sectores
organizados con militancia sindical
y social, apenas con militancia popular en el sentido que ésta tiene en
Euskal Herria, que por diferentes
motivos se han distanciado de la
militancia abertzale, y el riesgo radica en que el acercamiento mutuo
sea lento, receloso y desconfiado,
cuando es sabido que las luchas
reivindicativas comunes exigen,
entre otras cosas, un determinado
nivel de confianza mutua y solidaridad.
Las formas de superar ambos
riesgos es que, con respecto al
primero, tanto las burocracias
partidistas como sus bases, aunque
sobre todo éstas, aprendan bajo la
presión de las movilizaciones que
es muy contraproducente potenciar
el dirigismo sustitucionista y sus
métodos rastreros. En suma, el
desprecio al pueblo. Estos partidos
tendrán que aprender del pueblo,
hacer esfuerzos por elevarse a su
altura y no seguir hundidos en el
lodazal politiquero. Y con respecto
al segundo, se presenta una tarea
bidireccional, de mutua recuperación de la solidaridad y confianza
que hubo en Euskal Herria hasta
la segunda mitad de los años 70,
hasta antes de que el reformismo
presionara a sus bases para distanciarse de las abertzales. No es
verdad que la lucha armada fuera
la causa de la ruptura; la causa
primera y decisiva fue la enorme
presión de constitucionalistas y
autonomistas para que sus bases
rompieran relaciones prácticas con
las gentes abertzales.
Otros colectivos reformistas de
izquierda también se distanciaron;
pero más tarde y sobre todo por
miedo a la represión. No niego
que hubiera errores tácticos de la
izquierda abertzale que facilitaron
parcialmente esta maniobra; pero la
razón fundamental es la expuesta.
Reconocido esto, también la militancia abertzale ha de tener capacidad de comprensión e integración
mediante la pedagogía del ejemplo
práctico, la mejor de todas —como
afirmaba el Che Guevara— y no
erigirse en único juez, sino hacer
que el veredicto último lo dicte
la propia lucha conjunta por la
recuperación de todos los derechos
para todas las personas.z
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