Signos y significación El surgimiento de la semiótica contemporánea1 Edgar Sandoval2 Charles S. Peirce: semiótica y filosofía de la significación La semiótica contemporánea ha trazado una tradición que va de Peirce a Morris y de éste a Sebeok, Merrel, Deely, entre otros. En esta tradición la calidad lógica del signo, su relación, su temporalidad, su división, así como su naturaleza son los elementos relevantes en la semiótica. Bajo estas características del signo, la semiótica se fundamentó en una teoría fenomenológica que permitió la elaboración de los signos en pensamientos. También se relacionó con el pragmatismo, una filosofía que retomó los principios del idealismo alemán y con ello formuló una idea sugerente sobre los efectos prácticos que los signos crean. La relación entre semiótica, fenomenología y pragmatismo es ineludible: signos, pensamientos y acción forman una triada que permite un acercamiento a una teoría inacabada de los signos, elaborada con tropiezos por parte de Charles Sanders Peirce. Su semiótica pronto se diseminó bajo los trabajos de Morris y de Sebeok. Su abordaje fue con la psicología conductista y con el cognitivismo, ambos en boga para estos dos últimos autores, perdiéndose así su inscripción a la fenomenología y al pragmatismo. Es hasta finales del siglo XX cuando se empieza a dar esta semiótica, en donde lo relevante es la relación que hay entre los signos. Esta relación se da entre tres, un representamen, un objeto y un interpretante. Es decir, el signo (también llamado por Peirce un “representamen”) ocupa el lugar de un objeto a partir de una cualidad de éste para un interpretante. Esta semiótica evidencia que los signos nos comunican los objetos, los sustituyen, los trasladan bajo una cualidad de éstos. También los signos invierten el sentido de los objetos. De allí que los principales signos sean de tres tipos: íconos, índices y símbolos. La 1 Ponencia, Primeras Jornadas Peirceanas, Abril de 2008 Investigador visitante en la Universidad Nacional Autónoma de México. 2 calidad de éstos aparece en relación con el grado del objeto frente al interpretante. Dicho grado establece una relación potencial, existente y legal del signo frente al interpretante. El objeto que es el representado es lo que Peirce llama “fundamento”. La calidad de los objetos son también de distintos tipos: reales, ficticios, imaginarios. Estos tipos definen los diferentes interpretantes: inmediato, dinámico y final. La relación entre estos tres “elementos”, que a su vez se dividen en tres cada uno de ellos, es una relación que está en movimiento; así, el representamen puede ocupar el lugar del objeto y éste el del interpretante. La relación es dinámica, es un movimiento. Pero no es esa su única característica, también hay una más que hace que la relación sea de tres tipos. Una relación de primeridad, una de segundidad y una de terceridad. Estas tres relaciones son categoriales. En la primeridad aparecen tres tipos de signos: cualisigno, sinsigno y legisigno; en la segundidad hay otros tres: ícono, índice y símbolo; en la terceridad están: rema, dicente y argumento. Estos signos están relacionados bajo cada una de estas tres categorías, en la primeridad se establece una sensación, en la segundidad una reacción y en la terceridad una ley. Sensación, reacción y ley sitúan las relaciones de los signos en una cadena que los lleva a un recorrido lógico que Peirce llama semiosis. La semiosis marca los grados de ser de los signos, logra que éstos en un encadenamiento construyan significación. De allí que para la semiótica peirceana lo más importante sea la semiosis y no el signo en sí mismo. La semiosis es una ley mental, establece que los signos y sus relaciones se rigen por una ley de la mente que convierte la relación sígnica en una relación de temporalidad. Dota a los signos de temporalidad, así los signos además de sustituir a los objetos o bien de comunicarlos, los preserva. La temporalidad de los signos son la conservación de los objetos y de sus relaciones sígnicas. Son al mismo tiempo su negación, su destrucción, su eliminación. Marcan la presencia de los signos en sus ausencias. Determinan el curso de los signos no por ellos mismos sino por sus creencias, sus continuidades. Desprenden pensamientos que rigen el curso de los objetos, así advierten de una realidad que sin ellos no sería posible. Fenomenológicamente los signos aparecen bajo la forma de ideas provisionales sobre la realidad. Los signos expresan las ideas que la mente ha creado en torno a ellos. La mente, en esta semiótica, es fundamental porque es ella la que aparece como intermediaría, así la relación de la que hemos hablado es una relación mental. Esta semiótica se caracteriza por esa relación que lejos de unir, como se pensaría de una relación, la relación aquí es creación. En esta creación el tiempo es fundamental, la sensación se sitúa bajo el pasado, lo que ha sido; la reacción bajo la temporalidad presente, lo que es; mientras que la ley en una temporalidad futura: lo que será. En esta semiótica, los signos nos permiten conocer, con ayuda de esta temporalidad, la realidad; no para describirla, más bien para prescribirla. La semiótica se convierte en una lógica que crea un conocimiento que no nos dice qué es el mundo, nos dice más bien qué debería de ser el mundo. Es una lógica normativa y al mismo tiempo dinámica. ¿Una norma dinámica? La idea de una norma dinámica parece, al principio, extraña, pero no lo es si consideramos que esta lógica está en relación directa con la ética y con la estética, que para Peirce son las tres ciencias normativas. La relevancia de esta semiótica está en articular estas ciencias. Esta semiótica permite un nuevo tipo de ciencia que va de los efectos a las causas y no de las causas a los efectos. Es un nuevo tipo de ciencia que busca la comprensión y no la explicación. Esta ciencia crea un conocimiento hipotético, abierto, posible. Así, los signos y sus relaciones se convierten en indicios, en huellas o bien en rastros que señalan efectos y no causas, éstas se encontrarán a partir de indagar lo que indican los signos ¿Qué dicen, qué preservan, qué señalan, qué comunican los signos? Tal vez, por eso la semiótica es imprescindible en la ciencia, pero también en el conocimiento cotidiano. Para conocer nos valemos de la semiótica, cuando ceñimos a los signos en leyes que establecen tres momentos temporales. Pero, la semiótica no sólo permite construir conocimiento, también hace posible trazar una diferencia entre el conocimiento, el saber y el pensar. Rescata a través de los trabajos de Peirce la diferencia establecida por Kant en sus “Críticas”. La semiótica observa que lo más valioso es el pensamiento porque éste es creación colectiva. Es esta creatividad de la semiótica la que ha sido explorada en diferentes ámbitos disciplinarios. Sin embargo, esta exploración ha sido la mayor de las veces apresurada, han obviado la semiótica de Peirce, cuando éste no trazó una semiótica como una teoría de los signos. Más bien, actualizó la semiótica como parte de su arquitectura filosófica. Peirce no elaboró una teoría acabada de la semiótica y dejó claro en muchos de sus escritos que la semiótica tenía que relacionarse con la lógica, la fenomenología y el pragmatismo, así que hablar de semiótica peirceana necesariamente lleva a abordar otras filosofías que él elaboró. La semiótica de Peirce al estar relacionada con otras filosofías ha dado lugar a semióticas interpretativas, cognitivas, lógicas, pragmatistas y fenomenológicas, entre otras. Se ha propuesto, también, ver en Peirce una semiótica negativa. Los signos que elaboró han dado lugar a estas múltiples semióticas. En estas diferentes recepciones y abordajes de la semiótica el signo es lo que dio origen a muchas de estas orientaciones. El signo es en su negación, es en sus grados de darse, es en su interpretación, es en su conocimiento, es en sus efectos prácticos, es en tanto categoría. Estas son algunas maneras de concebirlo y caracterizarlo por estas recepciones y desarrollos de la semiótica contemporánea. Sin embargo, el signo no es lo más importante en la semiótica peirceana. Quizá lo que si es fundamental es su colindancia con la significación. Hay una diferencia clara entre el signo y la significación, el signo es formal y relacional; en cambio, la significación es un proceso dinámico, es decir, es acción. Por tanto, la significación es material, concreta, observable. Cumple no sólo lo propio de una filosofía, también lo necesario para una ciencia. Bajo este afán de hacer de la semiótica una ciencia están los primeros estudios escritos por Ogden y Richards: El significado del significado, 1923; Morris: Fundamento de la teoría de los signos, 1937; Apel: La semiótica de Peirce, 1970; Deledalle: Leer a Peirce hoy, 1996, entre otros. Recientemente los estudios y escritos sobre la semiótica de Peirce se han multiplicado en lengua castellana, entre éstos están los escritos por Wenceslao: La semiótica de Peirce, por Herón Pérez, En Pos del signo. Introducción a la semiótica; Deely: Fundamentos de semiótica; Beuchot, Introducción a la semiótica. Signos y relaciones: La semiótica formal Los signos han sido objeto de estudio desde la antigüedad con los oráculos y la medicina en el mundo griego. La atención que hay en los signos desde ese momento hasta el nuestro ha enriquecido el estudio de éstos. Lo mismo lo ha estudiado la medicina, la teología, la filosofía y las matemáticas. Ninguna de ellas lo estudió en sí mismo, más bien fue un instrumento que les sirvió para el diagnóstico de las enfermedades, la interpretación del lenguaje de Dios, la solución de disputas en torno a la calidad del mundo, así como para la construcción de un lenguaje simbólico, respectivamente. Su estudio, sin esas aplicaciones o derivaciones, se hace hacia finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la formulación de los trabajos de Charles Sanders Peirce bajo la actualización de la semiótica, ciencia que toma como objeto el estudio del signo en sus relaciones, su forma de darse, sus divisiones, su temporalidad. La semiótica, con este filósofo norteamericano, entra en una formulación histórica que permite el rescate del signo en términos lógicos y con ello recupera su riqueza, que está presente con los lógicos antiguos, escolásticos y modernos. De estos últimos lógicos, en especial de Kant, recupera el nombre de semiótica. Su incorporación de la semiótica en la lógica marca el trayecto de esta ciencia que se ocupará del estudio de las relaciones signicas. No estudia a los signos en separado, el interés es la relación que hace posible a los signos, de allí que su lógica sea formal y tenga un carácter temporal. La semiótica contemporánea exige una condición relacional que se despliega siempre en tres. Peirce deja claro que el signo sólo existe por sus relaciones. El signo es relacional. Una relación entre un representamen, un objeto y un interpretante. Tres relaciones y no tres elementos. Está relación esta presente en las lógicas que mencionamos, la antigua, la escolástica y la moderna. La erudición con la que Peirce maneja estas lógicas le permite reconstruir los diversos debates que han acompañado al estudio del signo, también le permite extraer la riqueza de los signos y sus relaciones. Así sitúa a la semiótica en términos universales, ontológicos y realistas. El tema de los particulares frente a los universales, la disputa entre metafísica y ontología, así como la separación entre nominalismo y realismo, los tiene presentes Peirce en su semiótica. Las relaciones sígnicas establecen estas tres modalidades: su carácter universal, ontológico y realista. Los signos en esta semiótica construyen un conocimiento universal; sitúa a los signos en grados de ser y los coloca como la evidencia de un mundo externo al sujeto. Estos tres aspectos están en la lógica antigua y en la escolástica. Peirce los reelabora y los actualiza. También toma un elemento más, propio de la lógica moderna, a saber: la mente. Una semiótica mentalista será el resultado de esta herencia que está presente en Kant, Leibniz, Reid, entre otros. Una semiótica que no se reduce entonces al estudio de la relación del signo bajo sus divisiones o bien bajo su naturaleza. Aporta, por el contrario, una dimensión vasta sobre la relación signica. Esta vastedad de la relación signica Peirce la contiene reduciendo la relación en tres, que se puede expresar de la siguiente manera: un algo que está en lugar de algo más para alguien. Esta simpleza en los planteamientos de Peirce hace que su semiótica tenga equívocos profundos. A esta triadicidad la llama bajo los siguientes términos: un representamen, un objeto y un interpretante. El primer equívoco hasta hoy preservado es tomar la triadicidad por separado, es decir, dotarle de una calidad específica al representamen, al objeto y al interpretante, cuando no la tienen. Éstos existen en relación y sólo en relación el uno con el otro. De allí que pronto se separe de los lógicos y elabore una teoría propia sobre las relaciones que le permite afirmar la inexistencia de relaciones monádicas y diádicas. Sólo existen relaciones triádicas, es decir, el representamen aparece como efecto del objeto y éste aparece como efecto del interpretante, pero bajo el efecto triádico y no diádico. Es una relación marcada en principio por efectos y no par causas. Estos efectos son emocionales, físicos y lógicos. Además de esta característica, los efectos señalan las distintas dimensiones del representamen, del objeto y del interpretante. Con lo cual Peirce divide en tres a cada uno de ellos. El representamen en esta relación es un efecto primero, el objeto un efecto segundo y el interpretante un efecto tercero. Quizá, un equívoco más es pensar esta relación en un orden inverso. Esta relación tríadica o de tres formula una manera singular de mirar a los signos. Los signos se muestran bajo el representamen, bajo el objeto y bajo el interpretante. Los tres son signos pero en una relación diferente. Estos signos y sus relaciones permiten desprender de cada uno de ellos más signos. De allí que la principal característica de los signos sea su degeneramiento. Peirce elabora una teoría temprana sobre los signos y sus degeneramientos en diversos tipos y logra reducirlos a un número mínimo de 66, que después los reducirá aun más, a un número de diez. ¿Por qué cada signo puesto en una relación tríadica degenera en más signos? La respuesta es quizá polémica, pero en principio el signo se formula bajo la idea de una dependencia y a la vez de una negación de un signo frente a otro signo. Los signos son el resultado de una negación de una relación frente a otra relación. Esta negación, como lo veremos después, es una negación temporal. Bajo este presupuesto la semiótica de Peirce es una semiótica negativa. La negación y no la oposición es lo que marca a los signos. Los signos niegan otros signos, está manera de concebir al signo es un rescate de la lógica hegeliana, presente en esta lógica moderna. Desde el representamen mismo la negatividad está presente. El representamen expresa la negación del objeto con ayuda del interpretante. El representamen no es el objeto, es lo que comunica este pero no en su confirmación, sino en su ausencia. Cuando decimos que el representamen o signo es lo que está en lugar de un objeto para su interpretante no estamos diciendo que el representamen sea el objeto. Nada más equívoco que esa interpretación. El representamen es la negación del objeto. En el signo está esta negación y en la relación también lo está. En este trayecto lógico que Peirce recorre, su semiótica supera el carácter universal, ontológico y realista y adquiere un carácter negativo. Si hay un nombre con el cual caracterizar su semiótica es el de “semiótica negativa”. Sin embargo, esta semiótica negativa pronto será desplazada por una semiótica fenomenológica. La primera rescata la lógica hegeliana, la segunda rescata la fenomenología kantiana. Saber qué tipo de semiótica elaboró Peirce resulta una tarea estéril. Los diversos autores que abordó, las múltiples tradiciones que siguió, las reflexiones biológicas, matemáticas y químicas con las que enfrentó al signo hacen que su semiótica tenga diversos nombres y recepciones. Entonces es más útil explorar una semiótica en términos de una filosofía de la significación, más que una filosofía del signo. En esta filosofía la semiosis es lo que guía la forma en que opera el signo al interior de un proceso lógico, dinámico y energético. Semiosis: relaciones dinámicas y categoriales La semiótica es, como lo señala el propio Peirce, en diferentes trabajos, un nuevo nombre para designar a un tipo peculiar de lógica, pero también es una nueva filosofía, una filosofía de la significación. La relación entre tres categorías, presente en la lógica peirceana, está regida por una modalidad dinámica. La forma que tiene Peirce de mirar a los signos, en esta herencia lógica, lo lleva a formular una nueva lista de categorías que es la que da inicio a una nueva filosofía e inscribirá a la semiótica en ésta. En “Una nueva lista de categorías”, publicado en 1897, Peirce señala tres tipos de categorías: primeridad, segundidad y terceridad. Pero advierte que se trata de tres relaciones. Así establece que existe una relación de primeridad, una relación de segundidad y una relación de terceridad. Aquí, la relación es categorial. En cada una de ellas está presente el aspecto ontológico que mencionábamos arriba, es decir, las relaciones marcan los modos de ser de los signos y establecen tres modos de ser genéricos de los signos. En la relación de primeridad se encuentra la sensación, en la relación de segundidad está presente la reacción y en la relación de terceridad aparece la ley. Sensación, reacción y ley son las tres principales relaciones. También estas relaciones categoriales van a contener modos peculiares de ser. Con ello, se establece que hay tres modos de sensación, tres modos de reacción y tres modos de ley. Los primeros tres modos se dan bajo las siguientes características: cualisigno, sinsigno y legisigno. El cualisigno expresa una cualidad, el sinsigno una singularidad y el legisigno una ley. Cualidad, singularidad y ley son formas graduales de la sensación. La sensación es primordial en Peirce, toma de los modernos esta noción y la separa del empirismo en la cual se encontraba para adjudicarla a un efecto de percepción. La sensación se relaciona con la percepción, pero la desborda cuando señala a los cinco sentidos como los que permiten aprehender los distintos modos de la sensación. Un criterio común y quizá equívoco es pensar a la sensación como parte de la mente, más bien la sensación forma parte de un estímulo externo a la mente, por eso también la sensación se le conoce con otros nombres, entre ellos: afección, sentimiento, emoción. Los elementos que están en la mente son: atención, precisión, abstracción, discriminación, pero éstos entran en juego una vez que hay un afuera de la mente. Esa calidad externa se presenta bajo la forma de sensación y es lo primero que tenemos, de allí su nombre y lugar de primeridad. En la relación de segundidad está la reacción, también conocida bajo los términos de hecho o existencia. Esta relación categorial de segundidad establece tres modalidades de categorías: ícono, índice y símbolo. El icono tiene la característica de semejanza o imagen, también de metáfora y de diagrama. Estas son sus tres divisiones. El índice tiene como característica la huella, el indicio o el registro. Por último el símbolo contiene una ley o regla general que es convencional y arbitraria, señala una forma peculiar del ser del signo. En la relación categorial de terceridad están: el rema, el dicente y el argumento, las cuales son tres tipos diferentes de leyes. El rema también conocido como término señala una modalidad de los conceptos que hacen aparecer a los objetos en su generalidad; en el caso del dicente conocido como proposición expresa un atributo o un predicado, también general, que se conecta sin estar derivado a un sujeto, es decir, este predicado no deriva de los sujetos, es una relación de agregación; el argumento contiene una conclusión o también eso que Peirce llama significación, es decir, una ley sobre la calidad de las relaciones sígnicas. Estas tres relaciones, primeridad, segundidad y terceridad que contienen cada una de ellas tres categorías, señalan el desencadenamiento secuencial de las categorías o también llamados signos. Es un efecto categorial de continuidad en donde los signos niegan en una consecuencia lógica a otros signos para así crear conocimiento. Este tipo de conocimiento tiene mucho que ver con relaciones en donde los signos han depositado una huella, con ello han dejado la posibilidad de una manera de incidir en la realidad. En efecto, la semiosis logra este desencadenamiento a la vez lógico, secuencial y temporal. La semiosis es entonces el interés de la semiótica. Es bien sabido que la semiótica peirceana elabora una forma de relacionar los signos a través de una ley general que gobierna la relación entre primeridad, segundidad y terceridad. En esta ley la terceridad juega un papel fundamental porque entre otras cosas se sitúa como una mediación entre la segundidad y la primeridad. “Semiosis” es un nombre que Peirce adopta para llamar a su lógica formal, una lógica que es dinámica y hace que las categorías se sucedan una con otra en un plano temporal que conecta los elementos externos con los internos. Producto de esta relación es como esta lógica dinámica crea pensamientos. La semiosis al ser una lógica dinámica establece que los signos tienen como finalidad conocer el mundo, pero no en su calidad descriptiva, sino en su modalidad prescriptiva. La semiosis se crea en un ambiente en donde la lógica se reformula por diferentes planteamientos, entre ellos el de dejar de ser una regla para el pensar correcto y ser una regla para la creación de verdad. El tema de la verdad constitutivo a esta semiótica deja ver que las relaciones entre signos y categorías no permiten más que la creación de pensamientos. El tema de la verdad en sí mismo aparece como una consecuencia de esta nueva lógica. ¿De qué trata está lógica dinámica que Peirce llama “semiosis”? En términos muy generales trata de una serie de aspectos normativos que tienen como propósito la creación de un tipo peculiar de conocimiento que atraviesa por el saber y llega al pensamiento. En esta semiosis lo importante no es el conocimiento o el saber, más bien lo relevante es el pensamiento. Por esa razón es equívoco sostener que la semiótica de Peirce es una epistemología. La apuesta no es cómo conocemos o hasta dónde conocemos. Más bien la apuesta es la pregunta por cómo pensamos. Esa pregunta la resuelve la semiosis. Pensamos a través de signos, sólo partiendo de ellos. Decíamos en el apartado anterior que la semiótica es mentalista y ahora sostenemos que no es una epistemología. Entonces, ¿la relación entre pensamiento y epistemología no es equivalente? No lo es. Lo que si es equivalente es la relación entre pensamiento y fenomenología. La semiosis en Peirce tiene una estrecha relación con la fenomenología, ésta fundamenta su lógica dinámica. ¿Qué entender por dinamismo? En principio se puede entender el dinamismo como un proceso o bien como un movimiento, es decir, las categorías no son fijas, se mueven. Lo que habíamos sostenido para los signos, lo sostenemos para las categorías. Las categorías de primeridad, segundidad y terceridad se mueven de tal forma que la segundidad puede ocupar el lugar de primeridad y la terceridad el lugar de segundidad. Con ello, la primeridad ocupa el lugar de terceridad. Si las categorías se mueven permiten entender que la semiótica es un proceso creativo en donde interviene la imaginación. Está lógica hace intervenir la imaginación, la cual estuvo separada de la lógica clásica por ser un elemento que entorpecía las conclusiones correctas. En esta semiótica que se detiene en la semiosis y sus reglas generales o leyes relacionales, la imaginación es parte fundamental, sin ella no habría pensamientos, sólo habría conocimiento y saber. Pero, ¿por qué es tan importante el pensamiento? ¿Por qué está por encima el pensamiento del conocimiento y del saber? Esas interrogantes Peirce parece heredarlas de Kant. Este filósofo alemán del siglo XVIII dejó un libro con el título: “Cómo orientarse en el pensamiento”, en él estableció la diferencia entre estos tres modos de aprehensión de la realidad, pero Peirce va más lejos al sostener que el pensamiento no aprehende la realidad, por el contrario la crea. Es una creación extraña, no es una invención o ficción, como se pudiese pensar en un primer momento. El pensamiento crea la realidad porque la norma. La relación que sostiene Peirce entre pensamiento y norma es fundamental, permite vislumbrar la continuidad y la permanencia de una realidad que no se ve en su totalidad y sin embargo se prevé. La norma o normatividad es la que sostiene el criterio de la realidad no como es, sino como debería de ser. Esta semiosis permite esta relación, pero su conexión no es gratuita. Hay un fundamento fenomenológico que permite sostener una continuidad de la realidad. Entonces, la relación entre realidad y norma se desplaza a una relación general entre semiosis y fenomenología o como Peirce también llama a la fenomenología: “faneroscopía”. Así, la semiosis no sólo legisla las relaciones categoriales, también regula los procesos de los fanerones o ideas. Esta relación entre semiosis y faneroscopía va a permitir el establecimiento de tres tipos de ciencias que Peirce llama ciencias normativas: lógica, ética y estética. Este impulso rector estaba presente en Kant, pero de manera más clara y explícita está presente en Schiller, de quien la semiótica también se nutre. Estas ciencias normativas permiten ver que las categorías de primeridad, segundidad y terceridad atraviesan tres ciencias que se desencadenan en un impulso puro, práctico y sublime. La noción de lógica se relaciona con la noción de pureza, es decir, no hay mezcla; la noción de práctico se relaciona con lo práctico en términos de hecho; y la noción de sublime se relaciona con la noción de ideal. Estas tres formas de nombrar al impulso de las categorías las toma Peirce de Kant, quizá es una resonancia de las tres “Críticas” de Kant: “Crítica de la razón pura”, “Crítica de la razón práctica” y “Crítica del juicio”. La elaboración de Kant en torno al conocimiento sobre lo puro, lo práctico y lo sublime es dejada atrás por Peirce cuando elabora una teoría semiótica sobre la pureza, lo práctico y lo sublime en donde estos son sólo nombres para llamar el grado de pureza y abstracción de los signos y su paso a su modalidad práctica y a la legislación de un ideal. Además, Peirce establece que en esta gradación no interviene mezcla en la primeridad. La mezcla se encuentra en el producto de la relación entre un primero y un segundo y de un segundo con un tercero. Mezcla que no equivale en términos estrictos a unión, equivale quizá a una relación en donde el primero deja de ser primero para convertirse en segundo y éste deja de ser segundo para convertirse en tercero, cuya finalidad es significar los objetos. La semiosis ve que la significación es un pensamiento, que pone en juego el tema de la temporalidad. Las tres relaciones categoriales que habíamos nombrado como sensación, reacción y ley, consecutivamente, contienen modos temporales. La sensación trae el pasado, la reacción el presente y la ley el futuro. Estas tres temporalidades hacen ver que los signos no son permanentes y eternos. Los signos desplazan a otros signos, los sustituyen, bajo la eliminación y exterminio propios de una temporalidad que advierte su paso, su vida, su duración. Esta temporalidad sitúa a los signos en una fugacidad y perennidad extraña. Los signos nacen para ser exterminados por otros signos en un encadenamiento lógico, es decir, conservan su aspecto principal y lo depositan en otro signo que aun sin tenerlo de forma intrínseca cargará con él. La semiosis es una lógica dinámica, es un proceso, es una dimensión temporal en donde la relación entre pasado, presente y futuro es normativa. Las formas temporales de los signos son aquellas que hacen que los signos tengan relevancia, quizá función. Si los signos están allí en un aspecto categorial es porque preservan la memoria de algo que tiene duración. Esta preservación se logra con una fijación que aparece en términos de creencias, de allí una relación primordial de la semiótica con el pragmatismo. Éste es el que regula a partir de una ley mental las creencias. La semiótica peirceana además de estar fundamentada en la fenomenología es una semiótica pragmatista. ¿Cómo interviene el pragmatismo en esta semiótica? Una respuesta muy generalizada es a través de creencias que se sitúan en términos de indagación y de significación. Este aspecto es el que más tarde elaboró Peirce como parte de sus trabajos de principios del siglo XX. La significación es un hecho fundamental en la semiótica peirceana. Un primer equívoco en este tema es confundir la significación con el sentido o con el significado, cuando se trata de tres consecuencias diferentes de las relaciones categoriales. En estas relaciones categoriales estos tres efectos prácticos se dan consecutivamente: en la primeridad está la presencia del sentido, en la segundidad la del significado y en la terceridad la de la significación. Peirce elabora una semiótica como una teoría de la significación, deja atrás una teoría sobre las relaciones signicas y sobre las relaciones categoriales para entrar a una teoría sobre la significación como un efecto más, pero ahora ese efecto es práctico y lleva el nombre de acción. La significación al parecer traza una línea divisoria con respecto a la lógica tradicional. Ésta no había considerado el tema de la significación, lo que había incluido en su estudio son los temas del sentido y del significado; la insistencia sobre estos temas llevó a los escolásticos a elaborar una teoría sobre los significados que se denominó semántica. Ockham es quien se encarga de impulsar esta ciencia. El tema del sentido había sido también tomado por los lógicos modernos, en especial por Leibniz quien hereda el tema a Russell, contemporáneo de Peirce, y lo conecta con una sintaxis. De tal modo que la semántica y la sintaxis habían sido explicadas de forma exhaustiva. No así el tema del pragmatismo o de la pragmática como la nombrará Morris. Este pragmatismo que pone en consideración el estudio de las significaciones en los conceptos y en los efectos prácticos que éstos desprenden, tiene un adelanto en el siglo XIX. Se trata de la ciencia de las significaciones elaborada por Welby. Ella crea una ciencia a la que denomina “signica”. Welby es fundamental en la semiótica pues Peirce mantiene una relación epistolar con ella, que esclarece el tema de la significación. A pesar de que Welby se adelanta en el estudio de la significación deja un hueco importante que es cubierto por Peirce. Éste filósofo elabora su teoría de la significación al margen de la elaboración hecha por Welby y toma el resultado de la semiosis como un conjunto de creencias que formaran hábitos mentales. Así, su elaboración la hace en una serie de conferencias que se denomina “Conferencias Harvard”, también conocidas bajo el nombre de “Lecciones Harvard”. En ellas Peirce teje una elaborada teoría de la significación como un método propio de las ciencias al precisar que éstas trabajan con conceptos y que la mayoría de ellos están envueltos por una serie de equívocos que se tienen que desechar. Así la manera para investigar la significación de los conceptos es a través de la indagación del uso de éstos. La relación entre significación, indagación y acción o uso es fundamental en la semiótica peirceana. Hace de ella un instrumento que convierte los signos y sus partes, así como sus relaciones, en conceptos. Sobre estos conceptos trabaja la significación. Se ha querido ver a la significación como sinónimo de representación y así se han analizado e interpretado los signos. Lo que aquí sostenemos es que se trata de una interpretación de los conceptos y no de los signos, éstos se perdieron en las relaciones y éstas se convirtieron en pensamientos. Una teoría sobre la significación pone en evidencia que los efectos prácticos están cargados de creencias. Lo que estudiamos en las significaciones no son en primer momento los efectos o acciones, son, por el contrario, las creencias. Las creencias se sitúan como una modalidad en constante cambio y tensión entre una duda y una experiencia. Una semiótica pragmatista es el resultado de este proceso entre las creencias que se han formado con los signos y sus relaciones de continuidad temporal, así como las experiencias que actualizan las creencias. El pragmatismo de Peirce tuvo mayor resonancia que su semiótica y su fenomenología. El pragmatismo pronto se convirtió con ayuda de sus contemporáneos y amigos, entre ellos James y Dewey en una filosofía norteamericana que tuvo como propósito las modalidades de los efectos prácticos. Pero, en Peirce ese efecto era secundario, lo primordial era construir un método para esclarecer las ideas, así como para fomentar la indagación, propia del espíritu de una nueva ciencia. Esta ciencia se caracterizaría no por la repetición, o el descubrimiento, sino por la apuesta, la sorpresa, la conjetura. Este método rodeado de una nueva lógica que nació de la lógica dinámica, mencionada atrás, es una forma, por parte de Peirce, que revitaliza la abducción y la sitúa como un mecanismo para un conocimiento conjetural, hipotético que permite que la relación sígnica, planteada en el primer apartado, sea relevante. El interpretante tendrá una consistencia importante y un papel para la significación en la medida en que con el nuevo espíritu de la ciencia se convierta en una interpretante colectivo o comunitario y la indagación sea tarea de todos y no de unos cuantos. Este nuevo espíritu de la ciencia invadió muy pronto otras dimensiones del pensamiento, entre ellos el del arte. Así la significación se relacionó con el quehacer del arte y su modalidad de significación. La dimensión semiótica de los actos se refiere precisamente a la naturaleza del signo, su porvenir, su capacidad de adivinar y crear un mundo siempre por hacerse. Este constante hacer el mundo no es un factor de la experiencia, sino un factor de la semiosis que recoge la imaginación, la creación y la creencia. Esto significa que el actuar está en permanente relación con el futuro, se actúa para el futuro, en relación a él, en condición de él. Por esa razón, actuar significa pensar. Por ello, la semiótica es también una semiótica pragmatista. Esa es la dimensión de la semiótica. Cuando descomponemos al signo en tres es, entre otras cosas, porque encontramos en la terceridad lo inherente al futuro, a saber, la ley. La noción de futuro adquiere una relevancia absoluta cuando vemos en ella la ley en convivencia con el azar. ¿De qué ley se trata? Es una ley que rige los signos y su comportamiento triádico, Es una ley, por tanto, mental. Esta ley es lo que en el pragmatismo y ahora bajo la estela de la semiótica se llamará hábito mental, ello desprende hábitos de acción, es decir, reglas que conducen nuestro comportamiento y nuestras acciones. Al ser reglas las que determinan las acciones, éstas son siempre sociales y comunitarias. "Por pragmatismo -escribe Apel- entendía la concepción básica de una lógica normativa y metódica de la investigación científica" (Apel, 1997: 257). Futuro en términos virtuales y no reales, esta dimensión, lo real, pertenece al tiempo presente. No es este tiempo quien produce el efecto práctico, porque el presente carece de una idea determinante. Esta idea se encuentra en el tiempo futuro bajo una ley que va a determinar los actos y a los actores. Además, la determinación no es algo que escape al actor y sus actuaciones, es por el contrario un elemento que le permite el control de sus actuaciones. Conclusión En la semiótica peirceana estudiamos las relaciones entre los modos existenciales, los modos categoriales y los modos de ser de los signos, con el fin de conocer las leyes que rigen estas relaciones, es decir, comprender el movimiento propio de la semiosis. La semiótica establece una relación triádica y dinámica, las categorías se mueven. Relación de primeridad, relación de segundidad, relación de terceridad. La semiótica de Peirce se relaciona con el pragmatismo y se fundamenta en la fenomenología. Con Scotto la semiótica es realista, los signos están para comunicar, evidenciar, trasladar; en cambio con Ockham los signos son copias, reflejos, imágenes del mundo. Esta herencia realista quizá lleva también con el influjo de Hegel a una semiótica negativa. Aquí, los signos cobran su relevancia en términos categoriales en donde éstos son la negación de uno de ellos y la superación de otro. La característica de la lógica es ser inédita a través de procesos y relaciones dinámicas. No es tradicional o estática, estructural o de reglas. La lógica dinámica se pregunta por la génesis del pensamiento, por la génesis de la proposición. La semiótica peirceana tiene como tema principal el tiempo, éste va a regir a los signos dentro de un proceso de continuidad, aniquilación, destrucción y creación, dentro de la mente. Con ello, hace posible que aparezcan los pensamientos. Pensamientos equivalentes a conjeturas, a adivinación, a una apuesta, sorpresa que descansa en términos, proposiciones y argumentos, éstos son su forma última.