El Éxodo Un día una señora, una mujer vieja, sirve el desayuno a su hijo y mientras lo hace dice: –Tengo el presentimiento de que algo grave va a ocurrir hoy. El hijo, un joven de unos diecisiete años, le dice a su vez: –No creo que hoy ocurra nada importante en este pueblo. El joven, después de desayunar, sale y se va al billar. Estando allí, y mientras se prepara para tirar una carambola bastante sencilla, el hombre que juega con él le dice: –Te apuesto un peso a que no haces esa carambola. –Acepto–, dice el joven y lanza la bola, pero falla. –¿Te sucede algo?–, le pregunta el hombre. –En verdad no sé –responde–, pero desde esta mañana estoy muy preocupado, pues mi madre dijo que tenía el presentimiento de que algo muy grave iba a pasar hoy en el pueblo. El joven se marcha a casa y encuentra allí a una prima y a la amiga de ésta y les cuenta todo cuanto le ha ocurrido esa mañana. La amiga se marcha, va a la carnicería y le dice al carnicero: –Deme una libra de carne... o mejor deme dos, pues por ahí andan diciendo que hoy va a ocurrir algo muy malo y lo mejor es estar preparada. Una señora que entra en la carnicería en el momento en que la muchacha sale, dice al carnicero: –Deme una libra de carne. El carnicero le responde: –Señora, lo mejor es que lleve dos, ya que todas las personas que han venido esta mañana me han señalado que algo muy grave va a ocurrir hoy en este pueblo. La señora compra cuatro libras y se marcha. Al finalizar la mañana, toda la carne ha sido vendida en la carnicería. Por la tarde, los hombres que conversan en los corredores de las casas se sienten acalorados, y uno de ellos exclama: –¿Se han dado cuenta que hoy hace mucho calor? Otro dice: –Es el mismo calor de siempre. –No –dice el que habló–, creo que hay algo extraño en este calor. Y fíjense –continúa– se ha parado un pajarito solitario en medio de la plaza... Eso me parece muy extraño. De pronto un hombre dice: –Si va a ocurrir algo, no me agarrará aquí. Yo me voy. Recoge todos sus bienes, sus muebles, sus animales y, montándolos en una carreta, se marcha a las afueras del pueblo. Los otros que lo observan piensan que si él se marcha ellos también lo harán. Así comienza la caravana, el éxodo de carretas con todos los enseres de los habitantes del pueblo. Uno de los hombres, al salir de su casa decide quemarla para que lo que ha de suceder en el pueblo no dañe todo cuanto él ha construido, y así comienza un gran incendio del pueblo. Al final del cortejo, la madre del joven de diecisiete años dice: –Yo dije esta mañana que tenía el presentimiento de que algo muy grave iba a pasar hoy en el pueblo. GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ