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ALIANZA DE DIOS CON ALBERIONE
PACTO O SECRETO DE FELIZ ÉXITO
Introducción
En el libro del Éxodo encontramos los relatos relacionados con la alianza, el libro en sí es un
conjunto complejo que alcanza evidentemente su cima en la teofanía del Sinaí.
La ley que el pueblo de Dios debe observar tiene su fundamento en la alianza, que hace de él un
pueblo único sobre la tierra, con una identidad y una misión especiales. La ley será su sabiduría y su
prudencia a los ojos de los demás pueblos.
Dios es el Dios de todos los hombres y el salvador de todos, Él ha decidido reorientar la historia
y hacerla madurar desde dentro, o sea desde un pueblo suyo, que será su propiedad, el único rey de
Israel es Yahveh, los israelitas son hombres y mujeres que pertenecen a Dios; por eso no se dejarán
contaminar por los ídolos, aunque muchas veces caían en la idolatría y rompían la alianza con Dios.
“Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Jr 7,23) esta es la alianza pactada con el pueblo de Israel.
Jesús recordó esta alianza durante la última Cena con sus apóstoles (Mc 14,24), en la oración
que siguió pidió por que los creyentes fueran el nuevo pueblo santo, consagrado a Dios, sacerdotes de
Dios para todas las naciones.
La carta a los Hebreos habla de “una alianza nueva, lo que significa que la primera ha quedado
anticuada; y lo que es anticuado y viejo está a punto de desaparecer” (8,13), el autor de este texto va
más allá, renueva el concepto de alianza o pacto, asegura que Dios pondrá las leyes en nuestra mente y
en el corazón y que Él será nuestro Dios y nosotros su pueblo.
En relación a la alianza o pacto el P. Alberione desde 1914, tuvo siempre presente y claro el
sentido de la “confianza en Dios” de un total abandono a la Divina Providencia.
Él era consciente de la enorme responsabilidad y trascendencia de la misión que el Señor le
confiaba: el apostolado de la buena prensa, un apostolado novedoso para aquel tiempo, percibió con
gran fuerza la necesidad de llevar adelante un acto de total abandono en las manos de Dios, esto es un
pacto o alianza con el Señor, en el que se obligaban a buscar siempre y en todo únicamente la gloria de
Dios y la paz de los hombres.
Dios por su parte se comprometería a dar a la naciente congregación todo lo necesario para
realizar la misión. Las condiciones para que el pacto se llevase a cabo eran las de reconocer la propia
nulidad y la confianza en Dios, o sea una confianza extrema en Dios.
Alianza o pacto en el Antiguo Testamento
El sentido de la alianza en la biblia, queda resumido en las palabras “yo seré su Dios y ellos serán mi
pueblo” esta frase nos habla de una pertenencia mutua, Dios entra en relación especial con hombres y
mujeres. Él se compromete a proteger a su pueblo, y en retorno espera de ellos o nosotros una
1 Millard A., Wootton C. R. W y otros, Diccionario bíblico abreviado, Verbo Divino – Ediciones Paulinas, Estella (Navarra), 1989, 19-20.
2 Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo divino, Barañain (Navarra), 1990, 40-41.
3 Quesnel Michel, Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1980, 52.
4 Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1982, 53.
5 Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, 306-311.
obediencia. Cabe señalar que la mayoría de las “alianzas” (“pactos”) mencionados en la biblia son
alianzas entre Dios y el hombre, pero hay también en el AntiguoTestamento alianzas entre un hombre y
otro.
La antigua alianza se hizo con Moisés en el monte Sinaí, cuando el pueblo de Dios recibió los
diez mandamientos como reglas fundamentales para su vida. Esta alianza constituye la base de la
religión de Israel.
Tenemos también noticias de otras alianzas. La alianza concertada con Noé después del diluvio,
cuando Dios prometió que jamás volvería a destruir con un diluvio la faz de la tierra. Es una alianza
universal que Dios establece con todas las gentes.
Después tenemos la alianza con Abrahán, en la que Dios promete a los descendientes de
Abrahán que les dará una tierra propia, y les insta a que compartan sus bendiciones con las demás
naciones de la tierra. Es la alianza de Dios con su pueblo en particular, que quedó renovada en la
alianza hecha con Moisés en el monte Sinaí.1
La palabra “alianza” que encontramos en el Antiguo Testamento y la palabra hebrea Berit no
dicen exactamente lo mismo. Sí la palabra castellana evoca un compromiso mutuo de dos personas en
principio iguales, la palabra hebrea remite de ordinario a la intervención unilateral de una persona (o de
un grupo) respecto a otro, o a una iniciativa que está esperando una respuesta. Estas concepciones
tienen como trasfondo en parte los tratados internacionales de la época, especialmente los que los
grandes imperios pactaban con los pequeños estados vecinos.
Para decir “pactar” se emplea el verbo “cortar” que alude a la costumbre de partir un animal en
dos trozos y pasar a través de ellos. (cfr. Jr 34,18)
El libro del Éxodo emplea Berit 13 veces, 3 de ellas para prohibir las alianzas con los pueblos
extranjeros (Ex 23, 32; 34, 12. 15), Otros 3 empleos se refieren a la alianza que Yahveh había
“establecido” con los patriarcas, y de la que se “acuerda” a favor de sus descendientes (Ex 2, 24 ; 6, 45) en otro texto se define al sábado como “alianza perpetua” (Ex 31, 16), relacionada esta vez con el
recuerdo de la creación.
El decálogo forma parte de la alianza de Yahveh con su pueblo, la iniciativa es siempre de Dios,
pero la parte humana tiene su responsabilidad propia.
El rito de la sangre, asperjada sobre el altar por un lado y sobre el pueblo por otro, parece
significar una comunidad de vida entre el Señor y “todo Israel”.2
Alianza/pacto en el Nuevo Testamento
Los escritores del Nuevo Testamento muestran que la nueva alianza entre Dios y los hombres,
se asienta en la muerte de Jesús. Jesús mismo habló de esa alianza en la última cena: “Esta copa es la
nueva alianza de Dios, sellada con mi sangre”.
En cuanto al sentido del gesto de Jesús, sólo puede comprenderse plenamente en relación con el
Antiguo Testamento. En el libro del Éxodo (Ex 24,3-8), después del don de la ley en el Sinaí, Moisés
baja de la montaña y refiere al pueblo todas las palabras que Dios le ha transmitido. El pueblo acepta
entonces el pacto que Dios le propone y firma esta alianza con un rito sacrificial: se inmolan unos
novillos, se esparce parte de su sangre sobre el pueblo y el gesto de Moisés va acompañado de estas
palabras: “Esta es sangre de la alianza que Yahveh ha hecho con ustedes, según todas estas palabras”
(Ex 24,8).
A esta antigua alianza, basada en el don de la ley por Dios y en su aceptación por el pueblo y
sellada por la sangre de los novillos, corresponde la alianza nueva anunciada por el profeta Jeremías
(31,31-34) y sellada ahora por la sangre de Cristo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre”. Las
1 Millard A., Wootton C. R. W y otros, Diccionario bíblico abreviado, Verbo Divino – Ediciones Paulinas, Estella (Navarra), 1989, 19-20.
2 Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo divino, Barañain (Navarra), 1990, 40-41.
3 Quesnel Michel, Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1980, 52.
4 Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1982, 53.
5 Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, 306-311.
palabras de Jesús sobre el pan: “mi cuerpo que se da por ustedes”, tiene este mismo sentido: anuncian
la crucifixión del día siguiente.
Al cumplir para sus apóstoles el rito del pan y del cáliz Jesús les da los signos de su muerte. Y
este es el significado que recoge el apóstol san Pablo en el versículo 26, de la primera carta a los
Corintios (1Cor 11, 26) con el que comenta el relato de la institución de la Eucaristía: “Pues cada vez
que coman este pan y beban este cáliz, anuncian la muerte del Señor, hasta que venga”. 3
La carta a los Hebreos hace una comparación entre la antigua alianza y la nueva. La nueva
alianza ofrece algo que la antigua alianza nunca pudo prometer: la liberación del poder del pecado, y la
libertad para obedecer a Dios.
El autor de la carta a los Hebreos reconoce el cumplimiento de la nueva alianza (Hbr 10,15-18)
que, según Jeremías, tenía que caracterizarse por una acción de Dios en los corazones.
La historia trágica del Antiguo testamento había hecho tomar conciencia a la vez de la
necesidad de una transformación de los corazones y de la incapacidad de los hombres para cambiar sus
malvados corazones (Jr 18,11-22). Cuando el corazón es malo, las mejores leyes no sirven para nada.
¿Pero cómo formar para el hombre un corazón verdaderamente fiel y generoso, dócil a Dios y abierto al
amor fraterno? Dios había prometido intervenir y “escribir su ley en los corazones” (Jr 31,33; Hbr
10,16)
Para percibir con cuanta profundidad comprende el autor de la carta a los Hebreos la realización
de esta promesa, hemos de recordar aquí la descripción que hizo anteriormente del acontecimiento del
calvario (Hbr 5,7-8; 10,5-9). Cristo Jesús aceptó someterse, en su ser de hombre, a la transformación
necesaria. Se enfrentó con los sufrimientos que esto suponía.
Cumpliendo la voluntad de Dios (Hbr 10,7-9) hasta la inmolación de su propio cuerpo (Hbr
10,10), aprendió para nosotros la obediencia (Hbr 5,8). Así pues en adelante hay un hombre nuevo,
formado en la obediencia perfecta, que tiene la ley de Dios inscrita en lo más profundo de su ser. Existe
un “corazón nuevo” (Ez 36,26), totalmente unido a Dios y a sus hermanos. Este corazón creado para
nosotros (Sal 51,12), está a nuestra disposición. Si nos adherimos a Cristo, es nuestro. Entonces se
realiza para nosotros la profecía de la nueva alianza: tenemos la ley de Dios inscrita en el corazón. 4
Origen del Pacto paulino o “secreto de feliz éxito”
Cabe señalar que desde los inicios (1914) el P. Alberione se remonta a la altura de los grandes
personajes bíblicos, que se vieron envueltos en los desconcertantes llamados y alianzas con Dios y
salieron de ellos marcados por la bondad y misericordia del amor de Dios.
El fundador experimentó profundamente la amistad con Dios, precisamente porque experimentó
en su persona la nulidad, sirviendo de base para la obra que Dios había comenzado en él. Desde 1919
se había empezado a hablar de este “pacto” o “contrato” con el Señor.
El P. Timoteo Giaccardo, primer sacerdote paulino y colaborador incondicional del Fundador,
quien habla de él en sus apuntes personales, en los que nos ha transmitido con toda fidelidad el
pensamiento del P. Alberione (cfr. L. Rolfo, pp. 127-139).
El contexto inmediato de este pacto nació de una sensibilización al estudio, considerado no
como fin a la misión que el Señor había confiado al instituto recién nacido: la de realizar con eficacia el
apostolado de la prensa y, por él, conseguir el fin último para el que hemos sido llamados: “la gloria de
Dios y la salvación de los hombres”.
Y puesto que la salvación de los hombres no es fruto de la ciencia humana o de la habilidad del
hombre, sino de la gracia de Dios, el P. Alberione comprende que la cuestión vital es la de ser santos y
1 Millard A., Wootton C. R. W y otros, Diccionario bíblico abreviado, Verbo Divino – Ediciones Paulinas, Estella (Navarra), 1989, 19-20.
2 Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo divino, Barañain (Navarra), 1990, 40-41.
3 Quesnel Michel, Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1980, 52.
4 Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1982, 53.
5 Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, 306-311.
formar santos apóstoles de la prensa. Era lógico, por tanto, que el “Pacto” que se hacía con vistas al
estudio se extendiese también al empeño de la santidad.
El P. Giaccardo anotaba el 5 de enero de 1919: “El querido Padre ha repetido y explicado la
naturaleza del estudio: estudiar la mitad del tiempo y aprender el doble: estudiar una hora y aprender
por cuatro: Él ha hecho el pacto con el Señor”.
El 7 de enero, el clérigo Giaccardo escribía en su Diario: “Ayer por la tarde, el querido Padre
nos invitó a todos a hacer un pacto con el Señor; el mismo que ha hecho él: estudiar una hora y
aprender por cuatro. Esta mañana, en la meditación, nos ha repetido la importancia, los fundamentos,
las condiciones y la invitación.
Su palabra era inflamada, llena de convicción, persuasiva. Los fundamentos son la confianza en
Dios, que ha prometido conocer la sabiduría a quien se la pide…; el agrado de Dios cuando se confía
en él; la voluntad de Dios de que esta Casa exista y prospere… y la imposibilidad nuestra de estudiar
todo lo que ordinariamente es necesario aprender.
La confianza es la que falta en el mundo y la que el querido Padre no ha encontrado todavía en
ninguno de los seminaristas. Pero nosotros, que nos fiamos de todo y de todos, menos de Dios, somos
estúpidos y locos…Así es: Dios nunca falla; así es: lo confirma la experiencia; creamos que es así”.
“Las condiciones
1. La confianza en Dios y aprovechar el tiempo. Quien tiene tanta confianza como para creer
que con uno hará por cuatro, haga el pacto; si no, no lo haga, pero que entonces tampoco estudie en
casa.
2. Aprovechar bien todo el tiempo concedido al estudio, pero prometerlo y cumplirlo, porque si
no el pacto es nulo.
3. Prometer servirnos de todo lo aprendido únicamente para la buena prensa y para la gloria de
Dios. Promesa que habrá que mantener aun a costa de sacrificio y de menores ganancias.
Si no se ponen seriamente estas condiciones, no se haga el pacto, pues sería nulo”
Como se puede advertir, entre estas líneas se vislumbra la figura del auténtico hombre de Dios,
el hombre evangélico, lleno de confianza en la Providencia. Y “cuando el P. Alberione habla de la
confianza en la Divina Providencia refiere también el clérigo Giaccardo no ve la forma de terminar la
plática; lo dice él mismo: las palabras le salen inflamadas, los periodos como se los dicta el corazón, sin
verdadero nexo sintáctico, pero bien persuasivos”.5
Para la reflexión personal
1. ¿Reconozco la propia nada y me apoyo totalmente en Dios? ¿Confío plenamente en Dios?
2. La confianza en Dios, en Jesucristo no se improvisa de la noche a la mañana esta requiere de un
proceso, de continua búsqueda interior a la luz de la oración, ¿Me entrego y pertenezco
totalmente a Dios? ¿Me dejo moldear por Él?
1 Millard A., Wootton C. R. W y otros, Diccionario bíblico abreviado, Verbo Divino – Ediciones Paulinas, Estella (Navarra), 1989, 19-20.
2 Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo divino, Barañain (Navarra), 1990, 40-41.
3 Quesnel Michel, Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1980, 52.
4 Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1982, 53.
5 Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, 306-311.
Bibliografía
Millard A. Wootton C.R.W.F. y otros, Diccionario Bíblico Abreviado, Verbo Divino, Ediciones
Paulinas, Estella, Navarra, 1989
Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo Divino, Barañain, Navarra, 1990
Quesnel Michel, * Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella, Navarra, 1980
Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella, Navarra, 1982
Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989
1 Millard A., Wootton C. R. W y otros, Diccionario bíblico abreviado, Verbo Divino – Ediciones Paulinas, Estella (Navarra), 1989, 19-20.
2 Wiéner Claude, El libro del Éxodo, Verbo divino, Barañain (Navarra), 1990, 40-41.
3 Quesnel Michel, Las cartas a los Corintios, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1980, 52.
4 Vanhoye Albert, El mensaje de la carta a los Hebreos, Verbo Divino, Estella (Navarra), 1982, 53.
5 Equipo de Formación, Catequesis Paulina, Ediciones Paulinas, Madrid, 1989, 306-311.
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