SERÁN MIS TESTIGOS ITINERARIO DE FE PARA ADULTOS 3 FELICES LOS QUE... (PURIFICACIÓN E ILUMINACIÓN) OBJETIVO DE LA ETAPA: Ahondar en la experiencia cristiana, en la oración y el seguimiento de Jesús como camino para vivir el compromiso bautismal. PRESENTACIÓN La Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica, y su Departamento Ejecutivo, ofrecen con gran esperanza a los Catequistas de Adultos, Sacerdotes y demás Agentes de Pastoral los textos de Iniciación Cristiana para adultos. El termino Iniciación significa aquí, entrar dentro de un proceso realizado por etapas para que alguien se convierta en un verdadero cristiano. Proceso que lleva al descubrimiento, antes o después del bautismo, del ser cristiano y del ser Iglesia. A seguir un camino en el que se abandona el estilo de vida presente para comenzar a vivir algo nuevo. A la apropiación de un sistema de valores, principios y actitudes que manifiestan ser discípulo en la escuela de Cristo. El itinerario se llama “SERÁN MIS TESTIGOS”, título que expresa la finalidad del proceso de Iniciación Cristiana. Ahora se presenta la 3a etapa, que corresponde al período de purificación e iluminación o de catequesis bautismal, y que lleva por nombre “FELICES LOS QUE... “. El itinerario de fe para los adultos, abre una nueva etapa en la catequesis de nuestro país, al comienzo del Tercer Milenio, en el momento histórico en que se realiza el Concilio Plenario de Venezuela. Es el fruto de un esfuerzo sostenido durante varios años en los cuales los Directores Diocesanos de Catequesis fueron dando sus valiosos aportes. Gracias muy sinceras a ellos y al equipo que elaboró los temas. Hoy, día de San José, quien desde el silencio que acompañó los primeros años de vida de Jesús y su gradual inserción en la vida religiosa del pueblo judío, le pido a él por los que ahora viven este tiempo de preparación inmediata a la celebración de la Iniciación Cristiana. Y que María, con su maternal intercesión, disponga a los adultos católicos a recibir, o a reavivar, el don del Agua y del Espíritu que los transformará en testigos del Señor. Caracas, 19 de marzo de 2002 Solemnidad de San José + Diego Padrón Obispo de Maturín Presidente de la Comisión Episcopal de Catequesis y Pastoral Bíblica INTRODUCCIÓN La renovación que anima el Directorio General para la Catequesis, y que se ofrece en la Propuesta Nacional para los Itinerarios Catequísticos de Iniciación Cristiana, (ICIC), tiene una expresión concreta en “Serán mis Testigos” (Hch 1, 8), el itinerario para los adultos. Este itinerario se inspira en dicho Directorio, y se estructura, según las etapas del catecumenado bautismal, como lo propone en el N° 88. Las cuatro etapas son: El pre-catecumenado, en el que se presenta el primer anuncio, como llamada a la fe e invitación a la conversión (texto: “Una Buena Noticia”). El catecumenado propiamente dicho, período de catequesis integral, en el que se busca profundizar la fe inicial, nacida de la respuesta a la llamada de la conversión (texto: “Luz para todos los Pueblos”). El tiempo de purificación e iluminación, catequesis centrada en los sacramentos de iniciación, en particular del bautismo (y de la reconciliación para los que renuevan su iniciación); es el momento del compromiso bautismal y de la vivencia cristiana (texto: “Felices los que...”). El tiempo de la mistagogía, o catequesis de la comunidad, implica la profundización de la vida creyente en la comunidad cristiana por la vivencia sacramental sobre todo a partir de la eucaristía y el testimonio (“Un Solo Corazón”). Con este itinerario se quiere ofrecer a los adultos las orientaciones, ámbitos y medios que favorecen la conversión y la adhesión a Cristo, el crecimiento y maduración de la fe, la participación en la comunidad eclesial y la opción por un proyecto cristiano de vida, según el Evangelio (ICIC, pág. 17). El presente texto, “FELICES LOS QUE...”, corresponde a la tercera etapa del Itinerario, etapa de la purificación e iluminación, tiempo después de la catequesis integral en la que los que han profundizado en su fe se preparan a vivir según el camino que les ofrece Jesús en el evangelio. El objetivo de este tiempo es: ahondar en la experiencia cristiana, en la oración y el seguimiento de Jesús como camino para vivir el compromiso bautismal. El tiempo apropiado de esta etapa es el tiempo de Cuaresma; por lo tanto se ha de programar el itinerario de tal manera que entre el Miércoles de Ceniza y el 1° Domingo de Cuaresma se tenga la celebración de paso: petición de los sacramentos o inscripción del nombre. En la Vigilia Pascual se celebra, con toda la solemnidad posible, el bautismo de los adultos y la renovación de las promesas bautismales de aquellos que han hecho este itinerario como “reiniciación cristiana”. En cuanto a este texto, es necesario dejar en claro que no se trata ni de un texto de catequesis ni de una guía para el catequista. El libro “FELICES LOS QUE...” es complementario a la experiencia de fe que supone cada encuentro catequístico con adultos. No es, por tanto, un “texto de estudio”, ni una “guía práctica”, ni mucho menos sirve para hacer una “lectura guiada” o “comentada”, por el catequista. Ofrece elementos de reflexión, de cuestionamiento, que apoyan el diálogo generado por el catequista y el grupo de adultos con “el Interlocutor”, que es Cristo mismo, con su palabra y con el testimonio creyente de la comunidad. Para que su utilización sea realmente de provecho es conveniente que después de cada encuentro, se lea detenidamente el tema. Que el lector/a se deje interpelar por los hechos de vida que se proponen, y sobre todo que sea motivo para ahondar en la propia experiencia (“Partimos de la realidad”). El mensaje cristiano (“Nos abrimos al mensaje cristiano”) es una síntesis que conjuga textos bíblicos y explicaciones sencillas que dan cuerpo a lo que creemos los cristianos, y nos enseña la Iglesia. Lo fundamental es completar lo descubierto en el encuentro catequístico, con la lectura y la profundización en la propia vida. A esto ayudan las preguntas que se proponen en “Respondemos con la vida”. Las respuestas pueden dar lugar a un intercambio de experiencias en el encuentro siguiente, o pueden ser un recurso para el catequista, para animar al grupo a dar respuestas de fe. Cada tema finaliza con una celebración, (“Celebramos nuestra fe”) que puede hacerse con el grupo. La catequesis ha de ser iniciación en la vida de oración y celebración de la comunidad. De ahí la importancia de “celebrar” la experiencia de fe con los participantes en el grupo de catequesis. Cada tema sugiere unos textos “Para continuar profundizando”. Están puestos, ante todo, para el catequista, para que tenga citas de la Palabra y el magisterio que apoyen su propuesta de fe. También está destinado al lector/a, al que está haciendo el “camino de fe”, para que, en el momento que lo considere necesario, pueda profundizar su encuentro con el Dios vivo que se revela en la Escritura y conocer mejor el contenido de su fe mediante los textos del Catecismo de la Iglesia Católica. En la elaboración, los redactores han tenido en cuenta que cada tema “conecte con la vida concreta, teniendo presente sus inquietudes y sus interrogantes, sus hechos y sus esperanzas”. Por medio del texto escrito se espera producir en los interlocutores de la catequesis “un conocimiento mayor de los misterios de Cristo en orden a una verdadera conversión y a una vida más conforme con el querer de Dios” (CT 19). La renovación eclesial impulsada por el Concilio Plenario de Venezuela, encuentra en el Itinerario “SERAN MIS TESTIGOS”, un camino de fe para que los adultos vivan a plenitud su compromiso bautismal y su pertenencia a la Iglesia. Que sea el mismo Espíritu que anima a la comunidad cristiana, quien guíe y oriente este camino. Caracas, 25 de marzo de 2002 Lunes Santo María Irene Nesi, fma Directora del Departamento de Catequesis SPEV “VOY A HACER ALGO NUEVO, YA ESTÁ BROTANDO, ¿NO LO NOTAN?” (Is 43, 19) Objetivo del área: Descubrir en la vida el dinamismo transformador de la salvación en Cristo. 1. El verdadero cambio 1. EL VERDADERO CAMBIO A. Partimos de la realidad Hoy inicias la 3 etapa del camino de renovación de tu fe. Has dado un paso muy importante. Con la “renuncia a los ídolos”, has dado una prueba de querer comenzar una vida nueva siguiendo a Jesús, y dejar todo lo que te aparta de él... Has dado el paso de querer vivir plenamente tu vida cristiana, por la renovación o la celebración de la gracia bautismal. Este tiempo será de gran intensidad para alcanzar esa renovación, y por lo tanto vas a encontrarte con el significado de ser cristiano por el bautismo. Ser cristiano es ser “nueva criatura”, comenzar a vivir una nueva vida. Eso significa renunciar a los ídolos e inscribir tu nombre en el libro de los que van a renovar su compromiso bautismal, o de los que se van a bautizar. Por eso te invito a que te hagas esta pregunta: ¿Qué cambia si yo cambio? ¿Qué novedad aparecerá en ti? ¿Cómo afecta este cambio la relación con tu familia, con tus amigos, con tus compañeros? Existe una frase sabia que retrata muy bien esta realidad: “No me trates igual que ayer porque he cambiado”. ¿Es esto en tu vida una realidad? ¿Qué pasa cuando tú cambias? B. Nos abrimos al mensaje cristiano Te invito a leer Lc 19, 1-10. Es el relato de la experiencia de Zaqueo y de su encuentro con Jesús. Zaqueo quiso ver a Jesús y él se invitó a comer... Y fúe tal el impacto de esta visita que su vida cambió. Y su cambio personal transformó su vida, su entorno, su relación con los demás. De corrupto y explotador se convirtió en solidario, reconociendo sus errores: lo que había quitado injustamente, lo que había robado. “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”, es la expresión de gozo de Jesús ante esta reacción (y. 9). El entorno inmediato, su casa, su familia, los allegados son los primeros que reciben la influencia positiva de la transformación pero, antes es la propia persona quien recibe los beneficios. Zaqueo ha cambiado y todo a su alrededor ha cambiado. Sus ojos, su corazón, han recibido la luz de la fe transformadora de Jesús, que lo hace ver todo con ojos nuevos. Lc 11, 33-36: “Cuando tu ojo está sano, todo tu cuerpo está iluminado”, y todo tu cuerpo, quiere decir todo tu... “Mirar la vida con los ojos nuevos” dice una canción, todo se ve de manera diferente, iluminados por la luz que es Cristo Jesús: “Yo soy la luz del mundo, el que me siga no caminará a oscuras” (Jn 8, 12), y vivir en la luz es vivir en contante transformación. En la Biblia te encuentras varios relatos de cambios profundos en la gente: la Samaritana (Jn 4, 1-42), la mujer pecadora (Lc 7, 37-38.48), Mateo (Mt 9, 9-10), Pedro, Pablo, convertido de perseguidor en apóstol de los gentiles (Hch 9, 1-19), todos los que se han encontrado con Jesús cambiaron su vida. Más cerca de nosotros, Mons. Oscar Romero, Martin Luther King, la beata María de San José, el doctor José Gregorio Hernández y tantos otros que se encontraron con Jesús y ya no pudieron ser los mismos. “Por nuestra parte no podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20). No se puede hablar de fe sin conversión, sin transformación, sin cambio. Y en todos los hombres y mujeres, que a lo largo de la historia se han encontrado con Jesucristo, se realiza una conversión, una transformación. El encuentro con Jesús cambia sus vidas y con ello se redimensiona toda su historia. El que ha nacido de lo alto (cf. Jn 3, 7), es una persona nueva conducida por el Espíritu de Dios. Este cambio se manifiesta en la forma de relacionarse con su familia, sus amigos, en la forma de conversar, en la forma de afrontar los problemas que se le presentan. Hay que nacer de nuevo (cf. Jn 3,3). Todo cambio implica un nuevo nacimiento, volviendo no ya al seno materno sino al interior de uno mismo y darse cuenta de los aspectos de la vida que necesitan crecer y desarrollarse para salir a la luz. Todo nacimiento tiene un período de gestación y éste se realiza siempre en el interior, pero se hace explícito en el exterior. Nadie puede decir que Jesucristo ha entrado en su vida si no se manifiesta la transformación externa que se traduce en nuevas relaciones consigo mismo, con los demás, con la naturaleza, con Dios. Si tu ojo está iluminado, todo tú estás iluminado (cf. Lc 11, 34), y la salvación ha llegado a tu casa (cf. Lc 19, 9). C. Respondemos con nuestra vida Durante este tiempo vas a ir profundizando las consecuencias, de la aceptación de Jesús en tu vida. Será un tiempo para irte preparando al encuentro personal con él. Por eso, sería, bueno preguntarte: ¿Qué cosas han cambiado en tu vida desde tu encuentro con Jesús y su Buena Noticia? ¿Puedes decir que ha llegado la salvación a tu casa? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué cosas crees que van a cambiar de ahora en adelante? D. Celebramos nuestra fe Guía: Hoy se repite para nosotros la experiencia de Zaqueo. ¿Cuáles motivaciones tuvimos para comenzar el itinerario de renovación de la fe? ¿No somos un poco como Zaqueo, que quería ver a Jesús... por curiosidad? (breve tiempo de silencio) Canto: “Siento que estás cerca”. Lectura de la Palabra de Dios: Lc 19, 1-10 Canto: “Mirar la vida con los ojos nuevos”. Para que nunca comience un día inútil, un día más. Para quien no esté conforme con que la vida es sólo pasar. Para aquellos que sentados están buscando su libertad. Para ti que has descubierto que. este es el tiempo de comenzar. Mirar la vida con los ojos nuevos, romper barreras sin mirar atrás, borrar palabras, hacer versos nuevos. Decir “te quiero”, empezar a amar. Sencillamente, ponerse a andar. Para que jamás los días sean un peso que soportar, para quien busca en silencio el nombre exacto de la verdad, para aquellos que perdieron la esperanza de luchar. Para ti que con tus años has descubierto la realidad. Mirar la vida... De la mañana ser el pionero. Pintar el cielo, descubrir el mar, que no se escape una pieza del juego sin que tú sepas en dónde está. Sencillamente saber buscar. Leer la siguiente reflexión en silencio y repetir decir aquella frase que más le haya llamado la atención: Si yo cambiara mi manera d pensar hacia los otros, me sentiría sereno. Si yo cambiara mi manera de actuar ante los demás, los haría felices. Si yo aceptara a todos como son, sufriría menos. Si yo me aceptara tal como soy, quitándome mis defectos, cuánto mejoraría mi hogar, mi ambiente. Si yo comprendiera plenamente mis errores, sería humilde. Si yo deseara siempre el bienestar de los demás, sería feliz. Si yo encontrara lo positivo en todos, la vida sería digna de ser vivida. Si yo amara al mundo, lo cambiaría. Si yo me diera cuenta de que al lastimar, ¡el primer lastimado soy yo! Si yo criticara menos y amara más... Si yo cambiara... cambiaría el mundo. E. Para seguir profundizando De la Biblia Jesús y Nicodemo, nacer de nuevo: Jn 3,1-8 Un cambio radical, Zaqueo: Lc 19,1-10 Otras lecturas: Del Diario del Papa Juan XXIII: SÓLO POR HOY... … seré feliz. Expulsaré de mi espíritu todo pensamiento triste. Me sentiré más alegre qu nunca. Hoy agradeceré a Dios la alegría y la felicidad que me regala. ... trataré de ajustarme a la vida. Aceptaré al mundo como es y procuraré encajar en ese mundo. Si algo me desagrada, no me molestaré, agradeceré que haya sucedido, porque así se puso a prueba mi voluntad de ser feliz. Seré dueño de mis nervios, pensamientos e impulsos y tendré dominio de mí mismo. … seré agradable, no criticaré a ninguna persona; si comienzo a hacerlo, cambiaré la crítica por elogios. Toda persona tiene sus defectos y virtudes, olvidaré los defectos y me concentraré en sus virtudes. … evitaré las discusiones y conversaciones, desagradables. … trabajaré alegremente, con entusiasmo y pasión, haré de mi trabajo una diversión. Comprobaré mis pequeños triunfos y no pensaré en los fracasos. … voy a eliminar dos plagas: la prisa y la indecisión. Viviré con calma y afrontaré los problemas con decisión y valentía. … no tendré miedo, actuaré valientemente, el futuro me pertenece. Tendré confianza en que Dios ayuda a los que luchan y trabajan. … no envidiaré a los adinerados, a los que tienen más belleza o salud. Contaré mis bienes y no mis ‘males. Compararé mi vida con la de otros que sufren más. … trataré de resolver mis problemas hoy, el futuro se resuelve a sí mismo. El futuro le pertenece a los que luchan y trabajan. … tendré un programa que cumplir, si algo queda sin hacer, no me desesperaré: lo haré mañana. … practicaré la ley del perdón. Asumiré mis responsabilidades y no echaré la culpa de mis problemas a otras personas. Hoy comprobaré que Dios me ama y me premia con su amor. … haré un bien a alguien, ¿A quién? Buscaré a una persona para hacerlo sin que lo descubra. Seré cortés y generoso, trataré de pagar el mal por bien. Al llegar la noche, comprobaré que DIOS ME PREMIO CON UN DÍA DE PLENA FELICIDAD y mañana será otro día como el de HOY. “YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD Y. LA VIDA” (Jn 14, 6) Objetivo del área: Asumir en la propia vida el seguimiento de Jesús. 2. Las pruebas del camino 3. El aliento para caminar. 2. LAS PRUEBAS DEL CAMINO A. Partimos de la realidad A este punto del camino que vienes recorriendo te habrás dado cuenta que, a pesar de todo tu entusiasmo, no es fácil seguir a Jesús. Hay muchas cosas que te atraen y que sin embargo te alejan de tus opciones como cristiana o como cristiano. A tu alrededor muchas atracciones nada tienen que ver con la fidelidad a Jesús, con la solidaridad, con el amor incondicional a todos... con la honestidad y la justicia Puedes pensar en tus experiencias pasadas... y anotar todo aquello que es contrario a la vida nueva que vas comenzando. Y no sólo en tu vida personal suceden estas cosas. Ves a tu alrededor, a tu familia, a tu comunidad,, al país. ¡Cuántos proyectos para una nueva sociedad, un nuevo país...! ¡Cuánto anhelo por combatir. la corrupción, el tráfico de influencias, la mentira, la delincuencia! ¡Cuánto anhelas el bienestar para todos!... Y una y otra vez viene la experiencia del fracaso, del desencanto, de la desesperanza. B. Nos abrimos al mensaje cristiano San Agustín, que llegó a ser santo después de una vida vacía y sin sentido, cuando se encontró con la verdad y bondad de Dios en Jesús, escribió: “Nuestra vida, en efecto, mientras dura esta peregrinación, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer si no ha luchado, ni puede luchar si carece de enemigo y de tentaciones”. La vida de cada uno de nosotros no es una línea recta, alcanzando, todo el tiempo, un alto grado de felicidad. Estamos sometidos a la prueba. De esto también nos habla la Biblia. Entre los textos más significativos, encontramos la prueba que sufrió el pueblo de Dios en el desierto, antes de llegar a la tierra prometida. Si recuerdas, ya viste como, a pesar de la bondad fidelidad de Dios, desde los orígenes el ser humano se dejó vencer por la atracción del mal y fue infiel. En el libro del Éxodo se lee que el pueblo de Dios fue liberado de Egipto con gran poder por Dios. Sin embargo durante los cuarenta años que duró la travesía por el desierto, probó muchas veces la tentación de rechazar al Dios liberador y volver a la esclavitud de Egipto. Te invito a leer algunos textos: Ex 16, 1-8: los israelitas se quejan por la falta de comida y se lamentan de haber dejado Egipto donde al menos tenían qué comer. Quieren volver a la esclavitud. Ex 32, 1-14: la idolatría de los israelitas. Ellos fundieron un becerro de oro que adoraron. El pueblo estaba cansado de esperar la vuelta de Moisés que había ido al monte Sinaí para hablar con Dios y recibir las tablas de la Ley. Is 5, 1-7: el profeta describe poéticamente la fragilidad e inconstancia del pueblo de Israel, que se aleja una y otra vez de Dios a pesar de sus cuidados amorosos para con él. Jesús se hizo hombre, semejante en todo a nosotros menos en el pecado. Él también tuvo tentaciones: Lc 4, 1-13. Como ves las tentaciones de Jesús ocurren en el “desierto”, porque para el pueblo de Israel, el desierto quedó en su memoria como el lugar de la prueba, el lugar de la tentación. Donde el pueblo fracasó, Jesús venció en nombre de toda la humanidad. El espíritu del mal, Satanás, tienta a Jesús tres veces “tratando de poner a prueba su actitud filial hacia Dios. Jesús rechaza estos ataques que recapitulan las tentaciones de Adán en el Paraíso y las de Israel en el desierto” (CIC, 538). En el Catecismo de la Iglesia encontramos el sentido dé este relato evangélico: “La tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene de ser Mesías el Hijo de Dios, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres (cf Mt 16, 21-23) le quieren atribuir. Es por eso por lo que Cristo venció al Tentador a favor nuestro: «Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado» (Hb 4, 15)” (CIC, 540). En la oración del Padrenuestro, terminas diciendo: “No nos dejes caer en la tentación...” Jesús, que ha pasado por esa experiencia, sabe que es difícil, que la atracción es fuerte, que para vencer se necesita la fuerza de Dios en nosotros: su gracia. La tentación es invitación a ser infiel, es atracción a lo prohibido, es incitación a alejarse del camino del bien. Puede ser un amigo que invita a unas copas; o un compañero de trabajo que te dice: “total para qué, todos hacen lo mismo”, y te muestra como quedarte con el dinero que no es tuyo;... cuando sientes que podrías pagar menos del salario mínimo... O... tú sabes muy bien qué. Todos experimentamos la tentación. Siempre tiene un particular atractivo. Es como un gancho que nos quiere atrapar. En sí misma no es mala, no es pecado. Es más, es una oportunidad para crecer en fidelidad... Sólo cuando consientes, apruebas, te dejas llevar, entonces optas por el mal, por alejarte del camino de fidelidad a Dios y del seguimiento de Jesús. Esto es el pecado, hacer el mal, consciente y libremente. El pecado es la ruptura con Dios, es la negación de su amor. Un hermoso texto de un documento del Concilio Vaticano II describe la lucha que has de enfrentar y la posibilidad que está en ti para vencer: “El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado y que pueden aplastarlo o salvarlo. Por ello se interroga a sí mismo.... Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre. Como creatura, el hombre experimenta múltiples limitaciones, se siente, sin embargo, ilimitado en sus deseos y llamado a una vida superior” (GS 9). Y afirma: “Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos, da al hombre su luz y su fuerza por el Espíritu Santo, a fin de que pueda responder a su máxima vocación, y que no ha sido dado bajo el cielo a la humanidad otro nombre en el que haya de encontrar la salvación” (GS, 10). C. Respondemos con nuestra vida En nuestro mundo contemporáneo no es fácil hablar de tentación... o si se lo hace es con referencia a la sociedad de consumo... pero no a la realidad más honda de la tentación que aleja a la persona de su vocación cristiana, de su proyecto de vida. Más aún, tiene que ver con la posibilidad de rechazar o perjudicar la relación personal con Dios. ¿Qué tentaciones aparecen en tu vida? ¿Qué personas, circunstancias, lugares... te atraen alejándote de tu nueva vida? ¿Cómo crees que puedes reaccionar de ahora en adelante? D. Celebramos nuestra fe Los salmos son oraciones del Antiguo Testamento, que expresan con palabras cargadas de sentimiento y hondura distintas situaciones humanas. La tentación es una de esas situaciones. La oración de este tema puede ser meditar el salmo 25 (24): Muéstrame, Señor, tus caminos. Canto: “Tú me sondeas y me conoces” (Salmo 139). Momento de silencio para interiorizar el sentido del canto: somos “transparentes” ante el Señor. Él nos hizo y nos conoce mejor que nosotros mismos porque sabe de qué estamos hechos. Lectura del Salmo 25: se lee en forma pausada, puede ponerse una música muy suave, de fondo. Momentos de silencio. Repetir interiormente las frases que expresan los sentimientos más hondos en este momento. Después de un tiempo suficiente, se puede compartir la frase que más ha impactado, completándola con palabras propias: (Por ejemplo: “Quién es el hombre que honra al Señor?”, ¿cómo puedo serte fiel si siento tantas veces el deseo de seguir mi propia comodidad?...) Se concluye con la siguiente oración (tomada del Prefacio de Cuaresma II). Todos: Gracias, Padre de amor, “porque misericordiosamente estableciste este tiempo especial de gracia para que tus hijos busquen de nuevo la pureza del corazón y así, libres de todo afecto desordenado, de tal manera se apliquen a las realidades transitorias, que más bien pongan su corazón en las que duran para siempre.” Continúa asistiéndonos con la presencia de tu Hijo Jesús para que nos preparemos dignamente al encuentro contigo en la fiesta de la Pascua. Por Cristo, nuestro Señor. Amén E. Para seguir profundizando De la Biblia Conversión y esperanza: Os 14, 2-10 Las tentaciones de Israel: Dt 8,2-3; 6, 10-13; Confianza en Dios que libera de toda tentación: Salmo 91(90) Las tentaciones de Jesús: Lc 4, 1-13 Las tentaciones del cristiano: 1 Co 10, 1-13 Del Catecismo de la Iglesia Católica “No nos dejes caer en la tentación”: 2846-2849 3. EL ALIENTO PARA CAMINAR A. Partimos de la realidad A tu alrededor vives circunstancias que te llenan de esperanzas, y otras que te oprimen el corazón. El clima político, la situación económica, los cambios culturales, por un lado. Y la vivencia de tu familia, de tus amigos, de tu círculo social... Todos pueden ser momentos de esperanza y crecimiento. Espacios en los que puedes vivir la opción de seguimiento a Jesús. Sin embargo veíamos que también estos mismos espacios pueden ser, como ya lo has experimentado, ocasión de contraposición, de alejamiento del camino elegido. ¿Dónde encontrar la fuerza para resistir y perseverar? B. Nos abrimos al mensaje cristiano En este tiempo especial que vives, de profundización de tu opción por la vida cristiana, encontramos un texto del Evangelio que te ofrece esta esperanza. Los apóstoles, que han acompañado a Jesús durante el tiempo de su predicación, esperan de él una revolución y la liberación de la opresión de los romanos... Sin embargo la vida de Jesús se acerca a su trágico final. Es en esta coyuntura que Jesús quiere darles una señal que les dé valor y fortaleza. Es la “transfiguración” que encontramos en los evangelios. Puedes leerla en Mc 9, 210. Te invito a meditar este texto leído a partir del comentario que nace uno de los “padres” de la Iglesia, San León Magno: “Sin duda esta transfiguración tenía sobre todo la finalidad de quitar del corazón de los discípulos el escándalo de la cruz, a fin de que la humillación de la pasión voluntariamente aceptada no perturbara la fe de aquellos a quieres había sido revelada la excelencia de la dignidad oculta. Mas, con igual providencia, daba al mismo tiempo un fundamento a la esperanza de la Iglesia, ya que todo el cuerpo de Cristo pudo conocer la transformación con que el también sería enriquecido, y todos sus miembros cobraron la esperanza de participar en el honor que había resplandecido en la cabeza”. Y más adelante dice: “Nadie, por tanto, tema el sufrimiento por causa de la justicia, nadie dude que recibirá la recompensa prometida, ya que a través del esfuerzo es como se llega al reposo y a través de la muerte a la vida; el Señor ha asumido toda la debilidad propia de nuestra pobre condición, y, si nosotros perseveramos en su confesión y en su amor, vencemos lo que él ha vencido y recibimos lo que ha prometido”. El testimonio de la voz del Padre sobre Jesús, en la transfiguración: “Este es mi Hijo amado; escúchenlo”, es una invitación a poner la confianza en él. El comentario de la Biblia de América a este texto, completa lo que vienes descubriendo: “Este episodio de la transfiguración se orienta a que los discípulos recobren fuerzas y entusiasmo ante las duras y desconcertantes palabras de Jesús sobre el camino doloroso del Mesías, camino que ha de ser compartido por sus seguidores. Iluminados acerca de la verdadera identidad de Jesús y de su destino último, los discípulos podrán recorrer animosos el mismo camino que su Maestro” (Comentario a Mc 9, 2-13). El bautismo que has recibido, o que vas a recibir, te asocia a la muerte y resurrección de Jesús. Por el pecado y la idolatría (los nuevos ídolos que esclavizan hoy), estabas muerto, estabas muerta, para Dios. Al recibir el bautismo, participas de la vida nueva que inaugura la resurrección de Jesús. He aquí la fuerza para el camino. No estás solo, no estás sola en la lucha contra los enemigos del proyecto de Jesús, del Reino. La victoria de Cristo es tu fuerza. En tu corazón está (estará después del bautismo) la presencia del Espíritu de Jesús. ¿Cómo se vive esta experiencia? La oración, la celebración de los sacramentos de reconciliación y eucaristía, la revisión de vida... son algunos de los recursos que tendrás a tu disposición. A veces se han presentado los sacramentos como ritos que se cumplen y ya está. Sin embargo, no es así. El sacramento es la fuerza y la presencia de Jesús en tu vida para ser fiel y poder ser parte de su proyecto: la presencia del Reino de Dios entre nosotros. C. Respondemos con nuestra vida La nueva vida que vas a recibir es un compromiso muy serio de participar en el proyecto de Jesús. Su persona, su gracia, su fuerza están contigo para vivir según este proyecto. ¿Qué llamada para participar descubres al ir profundizando tu conocimiento del proyecto de Jesús? ¿Cómo puedes acercarte a Jesús para sentir su fuerza y su gracia para vivir en la nueva realidad del Reino de Dios? D. Celebramos nuestra fe Motivación: A medida que vamos avanzando en el itinerario de fe, vamos constatando que en el seguimiento de. Jesús se encuentran obstáculos, a veces muy difíciles de superar, por eso Jesús mismo nos quiere dar la certeza de que contamos con él, que no nos pide nada superior a nuestras fuerzas. Vamos a orar con lo que vamos descubriendo. Canto: “A dónde voy” (Caminando voy...). Guía: Encontramos una expresión clara de lo que nos pide nuestra vida cristiana, en el texto de Pablo a su discípulo Timoteo: Lectura de la Palabra de Dios: 2 Tim 1, 8-10 (En silencio dejar que el texto cuestione la vida de cada uno...) Intercambio sobre la lectura: qué me pide el seguimiento de Jesús y los “trabajos por d Evangelio “. Guía: Volvamos a escuchar el texto de la transfiguración, y dejemos que la presencia de Jesús nos llene de esperanza. Lectura del Evangelio: Mc 9, 2-12 Alabanza: Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado tu Gloria, oh Cristo Dios, a fin de que cuando te vieran crucificado comprendiesen que tu Pasión era voluntaria y anunciasen al mundo que tú eres verdaderamente la irradiación del Padre (Liturgia bizantina — CIC 555 b) Todos: Alabanzas a ti, Señor Jesús. Expresar los sentimientos despertados por este momento de encuentro con Jesús, en forma de oración espontánea. Oración final: (tomada del Prefacio del Domingo II de Cuaresma) Padre Santo, te damos gracias porque Jesús, “después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el esplendor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección”. Animados por este testimonio de tu Hijo, te pedimos nos concedas el don de su Espíritu para continuar con valor el camino que hemos empezado. Por Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén. Canto final: “Sólo tú” E. Para seguir profundizando De la Biblia El testimonio de Pedro: 2 Pe 1, 12-19 Para participar en el Reino hay que luchar: Hch 14, 21-22 Para vivir hay que morir: Jn 12, 23-26. Del Catecismo de la Iglesia La transfiguración del Señor: 554-556 “HAY QUE NACER DE NUEVO” (Cf. Jn 3,7) Objetivo del área: Vivenciar la acción transformadora del bautismo. 4. Hijos de Dios por el Bautismo 4. HIJOS DE DIOS POR EL BAUTISMO A. Partimos de la realidad ¿Quién no ha tenido la dicha de saber del nacimiento de alguien muy cercano? Un hijo... una hija.., O un hermano, hermana... sobrino, sobrina... ¡La vida que nace! Desde que tienes noticia de que ha comenzado una vida nueva... los meses de espera... el nacimiento... hasta que tomas en tus brazos esa criaturita que es ¡una persona humana completa! Precisamente porque estás ante un auténtico “milagro de la vida”, es tan duro y golpea tanto el saber que alguien aborta, o rechaza al hijo de sus entrañas, o una vez nacido, lo abandona... El nacimiento es siempre un acontecimiento gozoso. De ahí el rechazo, la indignación, el dolor que produce cuando una mujer no puede vivir esta experiencia con toda la dignidad y respeto que merece. De ahí que es incomprensible que un hombre se desentienda del hijo que engendró. Porque todo hijo nace de un hombre y una mujer a los que tiene el pleno derecho de llamar: papá y mamá. ¿Cuál es tu experiencia? ¿Cómo te sientes frente a tus hijos? ¿Te das cuenta que han nacido de ti...? Y que dependen de ti... hasta alcanzar la madurez. B. Nos abrimos al mensaje cristiano El mismo Jesús se conmueve ante el misterio de la maternidad. En su discurso de despedida recuerda la alegría de la mujer que da a luz un hijo y que hace que olvide los dolores del parto “por haber traído un niño al mundo” (cf. Jn 16, 21). Y se compadece de una madre viuda que acompaña el cadáver de su hijo único, y se lo devuelve vivo... (Lc 7, 11-15). Si el surgir de la vida natural es un acontecimiento tan maravilloso, piensa ahora qué significa cuando estás llamado a un nuevo nacimiento, a la vida de Dios. Escucha el diálogo de Jesús con Nicodemo: Jn 3, 1-8. Fíjate en las siguientes afirmaciones y piensa en tu vida... ¿qué te dice Jesús?: “El que no nazca de lo alto no puede ver el Reino de Dios” (v. 3). “Nadie puede entrar en el reino de Dios, si no nace del agua y del Espíritu” (v. 5). “Para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (v. 16). “El que cree en él no será condenado” (v. 18). Como ves, por el bautismo entras en la vida misma de Dios, pasas a ser hijo de Dios. Por el bautismo recibes la salvación, es decir, la vida nueva y definitiva, la vida divina o vida de la “gracia” de Dios. San Pablo describe las consecuencias del bautismo en el capítulo 6 de la carta a los Romanos, te invito a leerla detenidamente: Rm 6, 1-11. ¿Qué es lo que más te llama la atención? Te sugiero algunos textos para reflexionar sobre ellos: “Si hemos muerto al pecado...” (v. 2). “El bautismo nos ha vinculado a Cristo” (v. 3). “Llevemos una vida nueva” (v. 4). “Sepan que nuestra antigua condición pecadora...” (v. 6). “Viviremos con él...” (v. 8). “Murió al pecado de una vez para siempre...” (v. 10). “... vivos para Dios, en unión con Cristo Jesús” (v. 11). Estás ante la realidad de tu vida cristiana: el bautismo recibido, o que te preparas a recibir, es el fundamento de toda vida cristiana. Desde el comienzo la Iglesia ha celebrado y administrado el Bautismo a los que se convierten a Jesús y proclaman su fe en él. Después de escuchar a Pedro que les anuncia la resurrección de Jesús, al que habían visto muerto en la cruz, los oyentes le preguntan qué tienen que hacer, y él responde: “Conviértanse y háganse bautizar cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo, para que queden perdonados su pecados. Entonces recibirán el don del Espíritu Santo” (Hch 2, 38). Este es el camino que tú has realizado hasta ahora: al anuncio de que Jesús es nuestra vida y salvación has respondido con la conversión y la adhesión de la fe. Durante este tiempo has revisado y experimentado qué es seguir a Jesús, porque de esto se trata la vida cristiana. Ha llegado el momento de la decisión. Es el momento de renovar la gracia del bautismo en ti, haciendo conscientemente tu renuncia y promesa de fe. Cuando fuiste bautizado, tus padres y padrinos lo hicieron por ti... Es el momento de prepararte para tu bautismo el día de la Vigilia Pascual, la noche en que la Iglesia renueva el paso de la muerte a la vida de Jesús. El día en que somos asociados al misterio pascual. Por el bautismo, o la renovación del bautismo, esa noche “morimos con Cristo, para resucitar con él”. ¿Cuáles son los efectos del bautismo en tu vida? Ante todo, la remisión total de los pecados. “En los que han sido regenerados no permanece nada que les impida entrar en el reino de Dios, ni el pecado de Adán (pecado original), ni el pecado personal, ni las consecuencias del pecado, la más grave de las cuales es la separación de Dios” (CIC, 1623). En segundo lugar, por el bautismo eres una “criatura nueva” naces de nuevo: eres un hijo adoptivo, una hija adoptiva de Dios. Eres partícipe de la naturaleza divina, miembro de Cristo, coheredero con él y templo del Espíritu Santo. En el bautismo recibes la gracia santificante, la vida de Dios en ti: recibes la capacidad de creer, esperar y amar a Dios; puedes vivir y obrar con la ayuda del Espíritu Santo, tienes la fortaleza para crecer en el bien. En tercer lugar, por el bautismo pasas a ser miembro de la Iglesia, pueblo de Dios y cuerpo de Cristo. Eres miembro activo de la comunidad que te recibe y te hace partícipe de su misión. Por último, el bautismo marca en ti un “sello indeleble” llamado carácter, por el que eres reconocido como hijo de Dios y miembro de la Iglesia. Por este sello quedas consagrado a Dios, y participas del único “sacerdocio” de Cristo, por lo que toda tu vida se transforma en alabanza a Dios, unida a la alabanza de Jesús. Se llama “carácter” porque es un sello espiritual que no se borra; por eso el bautismo, como la confirmación, no se pueden repetir. El bautismo se recibe por el baño del agua y las palabras: “Yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Unido al bautismo,, está el sacramento de la Confirmación. Materialmente, porque serás confirmado después del bautismo. Espiritualmente, porque, aunque se reciba años después (en el caso de los que se han bautizado de niños), la Confirmación completa la gracia bautismal con la plenitud del don del Espíritu Santo. Mediante la confirmación recibes, de manera extraordinaria, el Espíritu Santo, te unes más estrechamente a Dios y a la Iglesia y te imprime la fuerza para ser testigo del Evangelio. Este sacramento se recibe por la imposición de las manos ‘del obispo y la unción con el Santo Crisma acompañada de las palabras: “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. C. Respondemos con nuestra vida Has llegado a uno de los momentos decisivos del itinerario de fe. Se trata de dar una respuesta personal. En la etapa anterior has hecho una especie de revisión general de lo qué es ser y vivir como cristiano, como cristiana. Se acerca ya el final del camino (ya está próxima la Vigilia Pascual) es la hora de las decisiones. Una sola pregunta: ¿Quieres recibir el bautismo? ¿Quieres renovar el bautismo? D. Celebramos nuestra fe El tema del bautismo está estrechamente ligado al simbolismo del agua. En el momento de celebración se puede hacer una oración en torno al agua. Ambientar el lugar de celebración con imágenes de sequía y de ríos caudalosos... Poner una jarra con agua en el centro y la frase: “Si conocieras el don de Dios”. Colocar alrededor tantos vasos como participantes en el grupo. Monición: Tenemos experiencia de sequía, de racionamiento de agua, de sed... Con razón decimos: “el agua es vida...” Este signo del agua lo escogió Jesús para que recibamos la vida nueva por el bautismo. Oremos a partir del texto de la samaritana. Lectura del Evangelio: Jn 4, 1-26 Después de proclamado el texto, cada uno puede volver a leer en silencio este pasaje y detenerse en aquella frase qüe más le llegue al corazón y dialogar con Jesús, poniéndose en lugar de la mujer... Ambientar con música suave. Finalizado este momento, se invita a acercarse a la jarra de agua, y expresar en forma de oración aquello que más le ha impresionado, mientras el catequista le sirve un vaso con agua y se lo entrega. Si no hay catecúmenos, el catequista puede decir la siguiente oración sobre los participantes: 1 Oh, Padre de las misericordias, que por medio de tu Hijo te compadeciste benignamente de la samaritana y movido por la misma paterna solicitud ofreciste la salvación a todos los pecadores, mira con tan extraordinario amor a estos elegidos, que desean renovar la gracia de la adopción de los hijos por los sacramentos: desátalos de la esclavitud del pecado y del pesado yugo de Satanás, para que tomen el suave yugo de Jesús; protégelos en todos los peligros, para que sirviéndote fielmente a ti, llenos de paz y de alegría, puedan ofrendarte también su gratitud durante toda la eternidad. Por Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén Canto final: “Samaritana” (también sirve “Hombres nuevos”) Nota litúrgica: para ‘los catecúmenos, el 3° domingo de Cuaresma se celebran los primeros escrutinios. Para esto se sigue el ritual de Iniciación Cristiana de Adultos o del Bautismo con adultos. A ser posible se leerá el evangelio de la Samaritana si no es el ciclo A. Después de la homilía se tiene la oración sobre los catecúmenos y la oración de exorcismo. Luego se les despide y continúa la Eucaristía. E. Para continuar profundizando De la Biblia: El paso del Mar Rojo, símbolo del bautismo: Ex 14, 10-31 Por el bautismo somos partícipes de la naturaleza divina: 1Pe 1, 3-8 El agua que salta hasta la vida eterna: Jn 7, 37-39 Del Catecismo de la Iglesia Católica El sacramento del Bautismo: 1213 La celebración del sacramento del bautismo: 1229; 1234-1245 El bautismo de adultos: 1247-1248 Fe y bautismo: 1253-1255 “EL SEÑOR HACÍA CRECER LA COMUNIDAD CON EL NÚMERO DE LOS QUE IBA LLAMANDO” (Hch 2,47) Objetivo del área: Confesar la fe de la Iglesia. 5. La luz de la fe: el Credo 5. LA LUZ DE LA FE: EL CREDO A. Partimos de la realidad Pronto recibirás los sacramentos de la iniciación cristiana, o harás la renovación solemne de tu bautismo. Con este paso, te comprometes a vivir según la fe de la Iglesia y a dar testimonio de Cristo en tu familia, en tu trabajo, en todas partes. Entras a formar parte de la Iglesia, como miembro activo y comprometido. Tu experiencia en algún grupo es que para participar hay que compartir las creencias, los principios, los valores que mueven a ese grupo. ¿Puedes recordar algunos casos concretos? El partido político, o el club. El gremio o el sindicato. Incluso tu círculo de amigos. Aparte de los lazos afectivos o prácticos que te unen a ellos hay unos valores, unos principios, unos modos de hacer con los que estás de acuerdo, los cuales compartes... B. Nos abrimos al mensaje cristiano Nuestra pertenencia a la familia de Dios, nuestro ser hijos de Dios, que se vive en la Iglesia, también nos vincula a una comunidad que tiene una fe, que vive unos valores, unas actitudes y expresados en unos modos de conducta. Tenemos nuestras celebraciones, nuestro modo de encontrarnos con Dios, de orar... El bautismo te abre a esta nueva realidad. Es verdad que muchas vece no se ha planteado de esta manera el compromiso bautismal. Se piensa que es un rito para proteger a los niños o un requisito para casarse por la Iglesia. El ingreso a la comunidad cristiana no es algo accidental o exterior a tu nueva realidad. De hecho, la comunidad cristiana es el lugar donde se anuncia, se celebra, se vive la fe. La comunidad, a través de sus miembros, especialmente de los catequistas, es la encargada de transmitir su fe a los nuevos miembros. En los Hechos de los Apóstoles, se encuentra esta realidad desde el comienzo mismo de la predicación, el día de Pentecostés: al escuchar. el anuncio de que Jesús, el que había muerto en la cruz, está vivo porque ha resucitado, los oyentes piden a los apóstoles, que les digan “qué tienen que hacer”... Y después de contarnos que ese día se bautizaron “tres mil personas”, dice “el Señor cada día agregaba al grupo de los creyentes aquellos que aceptaban la salvación” (Hch 2, 47) No basta la profesión de fe. Por la fe confesada entramos a compartir la fe de toda la comunidad. Un rito que realizarás en estos días tiene mucho sentido y te ayudará a comprender lo que venimos afirmando: la Entrega del Credo (o Símbolo de los Apóstoles). Esta celebración tiene lugar en la 4 semana de Cuaresma, inaugurada con la lectura del evangelio del ciego de nacimiento (Domingo IV de Cuaresma del Ciclo A). Es bueno volver sobre ese texto que encuentras en Jn 9, 1-41. El encuentro con Jesús devuelve la vista al ciego de nacimiento. La ceguera es un mal terrible, y si es de nacimiento, peor, ya que quien la padece no tiene idea de lo que es la luz, el color, el paisaje... el rostro de las personas... El ciego ni siquiera pide ver.., no tiene idea de que frente a él está quien es “la luz del mundo” (cf. Jn 8, 12). Seguirle es caminar en la luz de la vida. Jesús toma la iniciativa y, escupiendo en tierra hace barro y le unta los ojos y manda al ciego a lavarse en una fuente cercana. El agua bautismal es la que abre los ojos a la luz... Después. de la discusión con los fariseos, cuando es expulsado por estos, Jesús le sale al paso de nuevo: “Crees en el Hijo del Hombre?”... “Ya lo has visto, es el que habla contigo” (cf. vv. 35-37). Ponte en lugar del ciego... ¿Qué le respondes a Jesús? Ha llegado la hora en que después de haber ido conociendo la persona de Jesús, su vida, su mensaje, su misterio.., te decidas a seguirlo y a confesar la fe en Jesús y en el Dios revelado por Jesús: que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. En un gesto muy significativo, la comunidad cristiana, representada en el párroco (o en tu catequista) te hará “entrega” del Credo. Se quiere poner de manifiesto que la fe es un don gratuito que recibes de Dios. La confesión de esa fe, su contenido, lo recibes por “tradición”, o sea, de los que ya la tienen y la comparten contigo. Por eso afirmamos que la Iglesia es “apostólica”, porque la fe que predicaron los apóstoles, nos llega a nosotros a través de una cadena ininterrumpida. El Credo es el resumen de lo que creemos cuando decimos: “yo creo”. En su forma más simple, expresa nuestra fe en Dios que es Padre creador; que es Hijo, hecho hombre por nosotros, murió y resucitó para salvarnos; que es Espíritu Santo, dador de vida. También expresa nuestra fe en la Iglesia, en el bautismo, en el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Aceptar el Credo es aceptar la fe de la comunidad y ser parte de ella. C. Respondemos con nuestra vida La “entrega” de la fe de la comunidad pide la “respuesta” de cada uno. El ser creyente, miembro de la Iglesia, implica confesar esa fe delante de todos. Es el momento de preguntarte qué consecuencias trae para tu vida aceptar la fe cristiana. ¿A qué te comprometes al aceptar la fe de la Iglesia? La fe es incompatible con otras “pequeñas fe”... en dioses minúsculos, que quieren competir con el Dios revelado por Jesús. Es dejar de apoyarse en falsas creencias, en supersticiones y engaños. En dejar de confiar en las propias fuerzas como absoluto. ¿A qué renuncias al aceptar la fe de la Iglesia? D. Celebramos nuestra fe Esta celebración servirá a los catecúmenos para prepararse a la “entrega del Símbolo” ya los catequizados a hacer su propio acto de fe. Ambientar el salón de tal manera que esté todo oscuro. En el centro se pone un cirio y un letrero que dice: “Creo, Señor”. Hojas en blanco (si se cree conveniente puede ser una tarjeta con un pensamiento sobre la fe) para cada participante. Canto: “Señor, tú eres nuestra luz” Mientras cantan, el catequista enciende la luz del cirio. Motivación: Aquí estamos para dar nuestra respuesta... como al ciego de nacimiento, el agua de la fuente bautismal nos ha devuelto la vista. Oremos con el Salmo de la luz: Salmo 36 (35). Un/a lector/a lee pausadamente el salmo. A cada estrofa repiten todos: Por tu luz, vemos la luz. Al terminar se encienden las luces. Lectura del Evangelio: Jn 9,35-39 Esta pregunta de Jesús es para nosotros... para cada uno y cada una. Ahora te toca a ti dar tu respuesta (entrega la hoja en blanco o la tarjeta). Después de un momento de silencio, cada uno escribe su “credo” con el que responde a la pregunta de Jesús. Luego se acercan al cirio y lo van colocando alrededor, después de leerlo en voz alta. Canto final: “Creo” (Larrañaga) o también Credo nicaragüense. Nota litúrgica: El 4° Domingo de Cuaresma se celebra el segundo escrutinio, y durante la semana, en un día previamente establecido, en la Eucaristía de la comunidad, se realiza la “entrega del Símbolo” a los catecúmenos, siguiendo el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, o el del Bautismo. E. Para seguir profundizando De la Biblia El plan salvador de Dios: Ef 1,3-12 La salvación viene por la fe: Ga 2, 15-21 Del Catecismo de la Iglesia Católica La confesión de fe: 1270 La respuesta del hombre a Dios: 142-143 La obediencia de la fe: 144-149 Creer sólo en Dios: 150 Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios: 151 Creer en el Espíritu Santo: 152 “LO QUE IMPORTA ES SER UNA CRIATURA NUEVA” (Ga 6, 15) Objetivo del área: Descubrir el sentido del “nuevo nacimiento” realizado en el Bautismo. 6. Llamados a ser una Humanidad nueva 7. La oración dé los hijos. 6. LLAMADOS A SER UNA HUMANIDAD NUEVA A. Partimos de la realidad Hay personas que, aunque son jóvenes, parecen ancianos; se sienten sin fuerza para emprender algo, con ganas de dejarlo todo. ¿Cómo te sientes en este momento de tu vida? ¿Por qué te sientes así? Has ido descubriendo como Jesús te abre un camino de esperanza, una posibilidad de encontrar Ta verdadera felicidad en una forma “nueva” de vida. Cada mañana, al levantarte, con el nuevo día, tienes la oportunidad de comenzar de nuevo, con nuevos ánimos. El descanso de la noche se asemeja a una muerte y el levantarse, a una resurrección; de alguna manera estás naciendo de nuevo. ¿Cómo vives cada día? ¿Sientes que renaces, que es una oportunidad de comenzar de nuevo? ¿En cuántas oportunidades te has sentido que has nacido de nuevo? B. Nos abrimos al mensaje cristiano El anhelo de una nueva vida se corresponde con el plan de Dios que nos creó para ser felices y vivir para siempre. Sin embargo, por el pecado entró el mal y la muerte en la historia y experiencia humanas. Tú también lo experimentas en ti y en los que te rodean. Jesús, con su muerte y resurrección venció sobre el pecado y su última consecuencia, la muerte. Estás llamado a participar de esa salvación, y es por el bautismo que recibes los frutos que él nos ha dado. Así comienza una nueva situación en la que todos somos “nuevas criaturas”. De los muchos textos del evangelio que nos descubren a Jesús como VIDA, la liturgia de Cuaresma, 5° Domingo del ciclo A, trata de la resurrección de Lázaro. Te invito a leer detenidamente: Jn 11, 1-44. Aquí te presento algunos puntos relevantes: “... para que así tengan un motivo más para creer” (y. 15). “Marta salió a su encuentro...” (y. 20). “Señor, si hubieras estado aquí...” (y. 21). “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí,’ aunque hay muerto, vivirá” (y. 25). “El Maestro está aquí y te llama” (y. 28). “No te he dicho que, si tienes fe, verás la gloria de Dios? (y. 40). “Lázaro, sal fuera” (y. 43). “No son fáciles de admitir, de creer las palabras de Jesús sobre la vida, la muerte y la resurrección. Con todo, la aceptación o el rechazo de estas palabras define la actitud del creyente o del no creyente. De una parte, la vida es para el hombre el don más precioso y apreciado, porque es frágil y porque su contrario es la muerte. De ahí las ganas de vivir y el frenesí de la vida. Pero está cercada por la muerte; junto a las manifestaciones de vida hay siempre síntomas de muerte. Nunca dominamos la vida; se nos escapa”2 La vida que nos da Jesús la recibimos en el bautismo, porque nos asocia a su misterio de vida y muerte, como nos lo dice Pablo en la carta a los Romanos (cap. 6, 4-11). Por el bautismo somos sepultados con Cristo, morimos al pecado, a lo viejo, a esa vida que nos hace vivir arrastrando los pies; compartimos su muerte para poder resucitar con Cristo. Algo nuestro fue crucificado. En este sentido, morir es liberarse del pecado. Por el bautismo aceptas un cambio radical de vida; comienzas a ser una criatura nueva. Sin embargo, te puedes preguntar: “Por qué no veo un cambio? ¿Por qué el pecado?”. El mal sigue dominando. Pablo tuvo la misma experiencia: “El querer hacer el bien está a mi alcance, pero el hacerlo no. Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco” (Rm 7, 18-19). Él explica bien la lucha que vive cada uno dentro de sí mismo: ve el bien pero hace el mal, aun sabiendo que es malo. Sin embargo hay una esperanza: el ser conducidos por el Espíritu: “Porque los que viven según sus apetitos, a ellos subordinan sus criterios; pero los que viven según el Espíritu, tienen criterios propios del Espíritu. (...) Pero ustedes no viven entregados a tales apetitos, sino que viven según el Espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes” (Rm 8, 5.9). Por el bautismo cada uno ha renacido del agua y del Espíritu. Esto ¿qué quiere decir? Que se da un nuevo nacimiento de lo alto, tal como Jesús le anunció a Nicodemo: “Yo te aseguro que el que no nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios” (Jn 3, 3). En la carta a los Efesios se lee: “En cuanto a ustedes, estaban muertos a causa de sus delitos y pecados.., Pero Dios, que es rico en misericordia y nos tiene un inmenso amor, aunque estábamos muertos por nuestros pecados, nos volvió a la vida junto con “Cristo ¡por pura gracia han sido salvados!-, nos resucitó y nos sentó junto a Cristo Jesús en el cielo” (Ef 2, 1. 4-6). Jesús hace de cada uno de los que se asocian a su muerte y resurrección un hombre, una mujer nuevos. Como Lázaro, el amigo de Jesús, que estando en la tumba, después de cuatro días, volvió a la vida por la palabra’ eficaz del Señor: “Lázaro, ¡sal fuera!” (cf. Jn 11, 28-44). ¿Cuánto tiempo has estado en la tumba? ¿Qué piedra impide que puedas moverte? Eres, (serás, el día de tu bautismo) un hombre nuevo, una mujer nueva, colaborador/a del Reino de Dios que ya está entre nosotros. El cristiano es una criatura vuelta a la vida, que vive según el Espíritu, desde lo espiritual, pero no entendiendo lo espiritual como privado, sin relación con las acciones de cada día. Vivir según lo espiritual es poner vida, vitalidad en todo lo que piensas, dices y haces. No hay nada más concreto que el Espíritu. Así lo dice Pablo, 1 Co 13, 1-13: el amor se manifiesta en lo concreto. Las actitudes del hombre y la mujer nueva se concretizan en las relaciones ordinarias de cada día, en su familia, en las relaciones con los vecinos, en el trabajo, en la calle; somos buen olor de Cristo, alabanza de su gloria (cf. 2 Co 2,15). La vida del hombre nuevo y la mujer nueva debe manifestar en todo momento la salvación que se ha operado en su interior, y ser para los demás signo de salvación, dispensadores de la vida nueva de la que el mundo está necesitado. C. Respondemos con nuestra vida ¿Dónde se manifiesta en tu vida el hombre viejo? ¿En qué aspectos de tu vida sientes que te guía el Espíritu? Cómo vives la tensión interna entre el bien y el mal? ¿Cuáles son las características de tu vida como hombre nuevo, como mujer nueva? D. Celebramos nuestra fe Se entrega una hoja tamaño ficha a cada uno. Se prepara un recipiente para quemar los papeles que se han entregado, y se coloca delante de la Biblia que se ha adornado con flores y velas. Al lado se coloca un recipiente con aceite perfumado. Tiempo de silencio y. reflexión - Música suave de fondo. Cada uno va pensando cuáles son los aspectos de su vida en los cuales se manifiesta la acción del renacimiento en Cristo como hombre nuevo, mujer nueva y anotarlos en el papel que recibió. Guía: Presentemos a Dios, por su Hijo Jesús, los signos de vid nueva que vamos descubriendo en nosotros. Como signo de ofrenda cada uno pasa y quema su papel delante de la Biblia signo de la presencia del Señor en medio de nosotros. Guía: Escuchemos a Pablo que nos recuerda que, con nuestra vida, nueva hacemos presente a Cristo: Lector: 2 Co 2, 14-16 Momentos de silencio para interiorizar la palabra recibida. Luego, de forma espontánea, pueden compartir la resonancia que ha despertado el texto. Guía: Recibamos la unción de nuestras manos con el aceite perfumado expresando nuestro deseo de querer derramar el perfume de Cristo a nuestro alrededor. Catequista: hace la señal de la cruz con el dedo untado de aceite en las manos de cada uno. Canto: “Hombres nuevos”. Guía: Expresemos nuestra fe en la salvación recibida, recitando el himno que se encuentra en Ef 1, 3-14 Canto final: “No se cómo alabarte”. Nota litúrgica: el 5° Domingo de Cuaresma se celebra el tercer escrutinio, con los textos del Ritual y el evangelio del Ciclo A. E. Para continuar profundizando De la Biblia La vida en el Espíritu: Rm 8, 5-17 El premio que esperamos: Rm 8, 21-39 Vivir según el Espíritu: Ga 5, 16-26 Hombres y mujeres nuevos en Cristo: Col 3, 5-17 Del Catecismo de la Iglesia Una criatura nueva: 1265-1266 El hombre nuevo: 2475 7. LA ORACIÓN DE LOS HIJOS A. Partimos de la realidad En nuestro mundo, tan pragmatizado y quizá por reacción, hay una revalorización de la oración. O, por lo menos, una búsqueda de la dimensión mística. En muchas partes se encuentran experiencias que revalorizan la oración: grupos de oración de la renovación carismática; meditación en torno a un icono, Rosario, adoración al Santísimo Sacramento; las Celebraciones de la Palabra, la Liturgia de las Horas... Son, todas, expresiones de un despertar de la oración. También, cada día gana más terreno la llamada “New Age”, con resabios de mística oriental y, a veces, con una espiritualidad sin Dios, pero llena de ángeles y de fuerzas positivas y negativas... Está de moda la espiritualidad del “sentirse bien”. Por esto, sé cultiva la meditación trascendental, la bioenergética, la macrobiótica, se lee la Carta Astral, se practica el Tai Chi, la curación, a través de las esencias florales, se descubre el poder sedante del canto gregoriano, se imponen las manos... y crece el deseo de entrar en lo desconocido... En cierto tipo de creyentes “piadosos” hay una inflación de devociones (ya la Rosa Mística desplazó al Divino Niño), junto con la necesidad de revelaciones particulares (con lágrimas de sangre o escarcha). Se busca lo sobrenatural, lo extraordinario. Se necesita que la Virgen abandone su silencio y se transforme en una catarata de palabras con cartas llenas de mensajes y revelaciones. Estos fenómenos, tan dispares, tienen algo en común: una búsqueda de trascendencia, de provocar momentos de intimidad espiritual, de oración. ¿Será, acaso, por reacción a estos tiempos de exagerado horizontalismo? ¿Será una reacción al pragmatismo reinante? ¿Serán tendencias evasivas ante los problemas tan grandes que vivimos? Y para ti, ¿qué es Ia oración? ¿Sientes necesidad de ella? B. Nos abrimos al mensaje cristiano Jesús nos enseña la verdadera oración: Contemplarlo orando, desde el Evangelio, es aproximarnos a lo que es oración (cf. CIC 258). El Evangelio de San Lucas subraya el sentido de la oración en la vida de Jesús. El ora antes de los momentos decisivos de su misión: antes de que el Padre dé testimonio de él en su Bautismo (cf. Lc 3, 21), en su Transfiguración (cf. Lc 9, 28), y antes de dar cumplimiento con su pasión al designio de amor del Padre (cf. Lc 22, 41-44). También, Jesús ora ante los momentos decisivos que van a comprometer la misión de sus apóstoles: antes de elegir y de llamar a “los Doce” (cf. Lc 6, 12), antes de que Pedro lo confiese como “el Cristo de Dios” (Lc 9, 18-20) y para que la fe de Pedro no desfallezca ante la tentación (cf: Lc 22, 32). La oración de Jesús, ante los acontecimientos de salvación que el Padre le pide que cumpla, es una entrega humilde y confiada, a través de la oración, a la voluntad amorosa del Padre (cf. CIC 2600). “Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: - Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos” (Lc 11, 1). Contemplando y escuchando al Hijo, los hijos aprenden a orar al Padre (cf. CIC 2601). ¿Qué nos enseña Jesús? Fíjate en el siguiente texto: Mt 6, 5-8 La oración, aún la más sencilla, es encuentro, es don, es misterio. Para entrar en ese encuentro cuentas con esta Palabra del Señor: “Tú, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta. y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 6). El que logra encontrarse a solas con el Padre, llega a la más profunda intimidad de sí mismo, pues nunca la persona es más persona que cuando se mide ante Dios. Ante él quedamos en la verdad original de nosotros mismos. Si estamos hablando de la habitación del corazón, estamos hablando de la “oración del corazón” y oración “desde el corazón”: entendimiento, voluntad y afecto, todo junto, como uno pueda y Dios lo inspire. El “amarás a Dios con todo tu corazón” es amarlo con todo lo que somos. Jesús habla de lo secreto: “tu Padre, que está en lo secreto”, en la intimidad, en el corazón. Por aquí va la oración que Jesús enseña: una persona que entra en su habitación, cierra la puerta y allí a solas, sin más compañía que la verdad de sí mismo, ora al Padre. En la oración Jesús nos revela el secreto profundo de Dios: es Padre. Su Padre y nuestro Padre. La palabra, “Padre”, es literalmente “inagotable”, contiene en sí toda la revelación del Génesis al Apocalipsis. La tradición judía es sumamente discreta con esta invocación. Jesús introduce un estilo nuevo: cercanía, familiaridad, intimidad, confianza... Lo nuevo no es la palabra sino su contenido. Y el contenido se lo da Jesús, no nosotros. Es una palabra trinitaria, pues no puede entenderse lo que significa “padre” si no se pone la invocación en referencia con el Hijo y el Espíritu Santo. Jesús enseña la confianza ilimitada en el Padre: “Pidan, y Dios les dará; busquen y encontrarán; llamen, y Dios les abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra, y al que llama, Dios le abre” (Lc 11, 9-10). Sobre todo, Jesús nos enseña la oración con la que de ahora en adelante nos podemos dirigir al Padre. Lee el texto del Evangelio: Lc 11, 1-4 (Mt 6, 9-13). Se ha afirmado que el Padrenuestro es un resumen de todo el Evangelio. Efectivamente es así. Con sus pocas palabras ofrece una síntesis de las relaciones entre Dios y el ser humano, sin separar la causa de Dios de la causa del hombre. Olvidar a Dios por los problemas de la tierra, es quitarle su último sentido a esos problemas por los que decimos preocuparnos. Y creer que adoramos a Dios, dejando de lado lo que el cristianismo tiene de esfuerzo, sería adorar a un ídolo que poco tiene que ver con el Dios verdadero. Algo más: el Padrenuestro es la prueba de que la oración no es una fuga, una excusa para huir de las realidades del mundo, aún con su sesgó trágico. Al contrario, es una plegaria de un realismo total, que resume el dramatismo de la condición humana y, a la vez, nos abre las puertas a la esperanza y a la alegría. Pedimos el pan, imploramos el perdón, suplicamos contra las tentaciones, gritamos que nos libre del mal... Y todo este contenido lo rezamos en un encuentro con el “Padre”... Jesús llamó “Padre” a Dios y esta palabra es la verdadera explicación del Padrenuestro, es la clave y el secreto de la oración de Jesús, es el ámbito infinito de la oración de los cristianos de todos los siglos. Jesús nos enseña que Dios es nuestro Padre, nuestro papá querido. Él vivió como nadie esta paternidad y esta filiación. Él nos comunicó esa vida del Padre. Nos indicó que esa paternidad es de todos, pues nadie puede acaparar a Dios. Nos enseñó hasta qué punto somos hermanos. Él, venido desde Dios nos mostró qué cerca están el cielo y la tierra. Él firmó el acta de defunción de los pequeños dioses, que sólo eran tierra, y acercó a la humanidad al Dios verdadero de los cielos. Él dedicó su vida a santificar el nombre de Dios. Nos enseñó su verdadero nombre: “Padre”. Con él vino el reino de Dios. Él era el reino y nos enseñó cómo también nosotros formamos parte de ese Reino. Su vida no fue otra cosa que el cumplimiento de la voluntad del Padre. Realizarla era su alimento, anunciarla fue su mensaje. Cumplirla en el cielo y en la tierra no será más que vivirla como él la vivió. Él es nuestro pan. Suyo es el que sustenta nuestro cuerpo y él es quien alimenta nuestras almas. Hoy el pan de la Eucaristía de su Cuerpo y Sangre es ya anuncio y un comienzo del pan de la eternidad que nunca se acabará. Por su redención se perdonan nuestros pecados. Él es el Cordero que quita el pecado del mundo, su Sangre derramada fue el gran rescate. Él es el perdonador el verdadero reconciliador. Él, que quiso ser tentado, nos enseñó a vencer la tentación. Él es nuestra fuerza. No se limitó a darnos consejos. Fue abriendo camino con su ejemplo. Y él es nuestro escudo contra el maligno. Nos libró de sus manos, recortó su poder; puso en las nuestras las armas con qué derrotarlo. Él es el liberador del mal. Por eso, esta oración sólo la podemos rezar porque él nos la enseñó y en nombre suyo. Por Cristo, con Cristo y en Cristo, como dice la Liturgia. Así lo rezaron los primeros cristianos. Así lo hemos seguido rezando las diversas generaciones. C. Respondemos con nuestra vida La oración es una dimensión esencial en la vida del seguidor de Jesús, porque es el espacio en que puede dialogar con él, y vivir la filiación en el encuentro con el Padre, animado por el Espíritu Santo. ¿Es la oración una necesidad sentida, la expresión de una de las dimensiones de tu ser cristiano? A la luz de Jesús, hombre de oración, ¿cómo es tu oración? ¿Qué vas a cambiar? ¿En qué momentos del día crees que puedes tener algún espacio para orar? Además de la oración personal, ¿cómo y cuándo puedes orar en común? ¿Qué formas dé oración utilizas y cuál te enriquece más? D. Celebramos nuestra fe La oración ha de hacerse con toda la persona, no sólo con la mente y el corazón, El cuerpo, también toma parte, ya que es nuestro “medio de comunicación “. En este momento de oración se invita a expresar con todo el ser la alabanza, la acción de gracias, la súplica con Jesús al Padre. Guía: Cuando el corazón rebosa de alegría, emplea no sólo la voz, sino el lenguaje de todo el cuerpo. Escuchemos el salmo 47 (46): Dios reina sobre las naciones. A cada estrofa respondemos diciendo: Todo mi ser aplaude al Señor (acompañado de aplausos). Todos: Todo mi ser aplaude al Séñor. Guía: Escuchemos ahora la palabra de Dios. Lectura de la Palabra de Dios: Rm 8, 26-27 Guía: Dejemos que el Espíritu hable en nuestro corazón.., en silencio, escuchemos... (Después de un tiempo suficiente) Dirijamos nuestra oración al Señor Jesús, movidos por el Espíritu, y dejemos que los gestos corporales acompañen el sentido de nuestra oración (manos alzadas, inclinados, etc.). Guía: Esta semana los catecúmenos recibirán (o han recibido) la oración del Señor: el Padrenuestro. Ahora, sintiéndonos hijos, unamos nuestras manos, en gesto de fraternidad y juntos cantemos la oración que Jesús nos enseñó. Canto: Padre nuestro Guía: Con el gozo de sentirnos miembros de la familia de Dios, podemos ir en paz. Todos: Demos gracias a Dios. Nota litúrgica: en un día elegido de la 50 semana de Cuaresma, se celebra la “entrega” del Padre Nuestro a los catecúmenos, según el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos, o del Bautismo (de adultos) E. Para continuar profundizando De la Biblia Enseñanza sobre la oración: Mt 6, 5-15 Sobre la confianza en el Padre: Mt 7, 7-11 Invitación a la oración: Ef 6, 18-20 Del Catecismo de la Iglesia Católica Qué es la oración: 2559-2565 “FELICES LOS QUE...” (Mt 5, 2) Objetivo del área: Vivir el compromiso bautismal del cristiano. 8. La vida en Cristo: las bienaventuranzas 8. LA VIDA EN CRISTO: LAS BIENAVENTURANZAS A. Partimos de la realidad Al finalizar la 3a etapa de este camino, puedes ahora volver a la pregunta que te hacías cuando empezamos este tiempo de “purificación e iluminación”, ¿qué ha cambiado en mí después de este encuentro con él? Mira a tu alrededor, a tu familia, a tus amigos, a los compañeros de trabajo. También mira tu entorno más amplio, la comunidad donde vives, la ciudad, el país... Y, también, pon tu atención en lo que diariamente encuentras a través de los medios de comunicación social: la prensa, la radio, la televisión, internet. Puedes correr el riesgo de sentirte extraño en nuestro mundo: son tan distintos los valores que se te ofrecen y los que tú buscas. ¿Vale la pena todo esto? Pregúntate sin miedo: ¿he encontrado la felicidad que todos buscan? Este camino ¿me lleva de veras a ser feliz o son los otros los que han encontrado esta felicidad? B. Nos abrimos al mensaje cristiano Los que seguían a Jesús, los discípulos, y también las grandes multitudes, muchas veces se quedaron desconcertados. Era un discurso el suyo que fascinaba, tenía una autoridad propia para decir las cosas... pero contrastaban tanto con el pensamiento común y con la “opinión pública”. Vas a reflexionar hoy sobre un tema que es el corazón de su mensaje: las bienaventuranzas. Ante todo, ¿qué significa la palabra “bienaventuranza”, “bienaventurados”? Es lo mismo que “felicidad” y “felices”. O sea que el discurso, el mensaje central de Jesús tiene que ver con el más profundo anhelo del corazón humano: la felicidad. Escucha a Jesús, deja que su palabra cale dentro del corazón: Mt 5, 1-12. Muchos siglos antes de que Jesús pronunciara las palabras que acabas de leer, Dios había reunido en el Monte Sinaí a su pueblo y le había dado a conocer su ley, el código de la alianza: los mandamientos, llevando al pueblo a comprender que allí se establecía una Alianza de amor en la que Dios prometía su presencia y esperaba del pueblo fidelidad a sus mandatos. Jesús reúne de nuevo a una multitud en un monte, lugar de encuentro entre Dios y el hombre, y le anuncia n programa de vida, para explicar la gran noticia que vino a traer: “El Reino de Dios está cerca”. Jesús pronuncia las bienaventuranzas como el “nuevo código de la alianza”. Por eso el lugar, el escenario recuerda el “otro código”, el de la alianza del Sinaí. Pero hay un cambio esencial. La ley mosaica insistía en el “hacer” o dejar de hacer... Las bienaventuranzas se refieren a otro orden, lo que importa es el SER. Por eso no dice: “Felices los que hacen...”, sino “Felices los pobres, los humildes, los limpios...”. De hecho, las bienaventuranzas anuncian la cercanía del Reino de Dios y expresan el contenido y el modo de entrar, de participar de este Reino y muestran también cómo Dios ejerce su poder. Pero el poder del Rey no es precisamente lo que comúnmente el mundo espera de un todopoderoso: el pobre, el perseguido, el que está abajó, estos son los hombres del Reino de Dios, estos son los que más cerca del Rey están. 3 Y la felicidad radica en que Jesús promete la justicia de Dios Padre a favor de sus hijos: para proteger al pobre, para defender al que no sabe o no puede defenderse, para asegurar la justicia a la viuda y al huérfano, en medio de una sociedad inclinada a perjudicar a los más débiles, Dios garantiza a cada uno que puede disfrutar plenamente de sus derechos. Por eso deben alegrarse los débiles: porque Dios sale en su defensa. ¡Porque de ellos es el Reino de los cielos! Jesús es el mensajero de este anunció gozoso. El plan que Dios tiene con nosotros es un programa de amor. Y Jesús ha venido a anunciarlo. En su anuncio nos invita a tomar conciencia de que, si seguimos a Jesús, estamos expuestos a sufrir persecución; pero ese mismo padecimiento nos une más a Cristo, porque él es el que trae la salvación y la alegría. Las bienaventuranzas son un anuncio de felicidad: a partir de las mismas situaciones de dolor los cristianos nos fortalecemos en la fe, porque estamos seguros de la promesa de Dios, y de su deseo de hacernos felices. Esta promesa es también para nosotros un compromiso de fe. Como cristianos, sabemos que tenemos que afrontar muchas burlas, rechazos, alguna vez persecución o injusticias. Sin embargo, nuestra tarea es ésa: la de anunciar, con Jesús un Reino en el que: se denuncia y combate todos los males, se proclaman y defienden todos los derechos, se ama y se viven todas las virtudes. Este programa de vida te pide un continuo crecimiento. La vida del cristiano no se detiene. Detenerse, confiando en que tu fe ya está bien, sería lo mismo que comenzar a retroceder. Cada día de tu vida es bueno: para preguntarse si has crecido en la fe; para procurar una respuesta cada vez más comprometida y profunda al plan amoroso de Dios; para fortalecer los lazos de unión en una comunidad llamada a proclamar y construir el Reino, según las enseñanzas del apóstol Pablo: “Y fue también él (Cristo) quien constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y doctores. Capacita así a los creyentes para la tarea del ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo” (Ef 4, 11-12). C. Respondemos con nuestra vida Ha llegado el momento de confrontarte con el corazón del mensaje de Jesús: las bienaventuranzas. Su mensaje te enf renta con los valores de tu ambiente, de la sociedad, de la opinión pública. Haz una lista de las “bienaventuranzas” de nuestro medio familiar y social. ¿Qué conclusiones sacas de la comparación del texto evangélico y las “bienaventuranzas de tu ambiente”? Jesús te llama a entrar en el Reino y a vivir los valores que él proclama en las Bienaventuranzas. ¿Cómo puedes ser testimonio de estos valores en tu familia, en el trabajo, entre los amigos, en todas partes? D. Celebramos nuestra fe Los participantes hacen unos letreros con las palabras: POBRES, HAMBRE, LLANTO, PERSECLJCION. Aparte se tiene un letrero bien destacado y con colores: FELICES, que se pondrá en un lugar visible y con espacio para que luego se añadan los otros letreros. Guía: Se ha dicho de las bienaventuranzas que son el programa del Reino. La nueva ley... Las bienaventuranzas son el espejo de la Iglesia, y de cada uno de los que han escogido el camino del seguimiento de Jesús. Hagamos nuestra oración a partir del contraste entre lo que dice Jesús y lo que proclama el “mundo”. Canto: “Hemos conocido el amor”. Guía: Escuchemos una vez más el texto de las bienaventuranzas, en la versión de Lucas que contrasta la felicidad según Jesús con la felicidad que proclaman los “ricos”. Lectura del Evangelio: Lc 6, 20-26 Cada uno reflexiona en la bienaventuranza correspondiente a su letrero, cita algunos ejemplos y los contrasta con las “bienaventuranzas del ambiente” (ricos, satisfechos, risa, halagos) ya elaboradas (Pregunta 1). Al finalizar, pasa y pega el letrero al lado de la palabra FELICES. Finalizar haciendo oración al Señor Jesús para que nos conceda entrar en el espíritu de las bienaventuranzas. Canto: “Felices son los pobres...” E. Para continuar profundizando De la Biblia Las Bienaventuranzas en los evangelios de Mateo y Lucas: Mt 5, 1-12; Lc 6, 17-26 Del Catecismo de la Iglesia Católica Nuestra vocación a la bienaventuranza: 1716-1729 CELEBRACIONES RETIRO PREPARATORIO A LA VIGILIA PASCUAL De acuerdo a las posibilidades pastorales, se organizará una jornada de retiro para los catequizandos y los catecúmenos, entre el Lunes y el Miércoles Santo (en especial para los catequizandos, a fin de poder finalizar con la celebración de la Reconciliación), o el Sábado Santo (en particular, para los que en la Vigilia Pascual serán bautizados). La finalidad de esta jornada de oración r meditación, es recapitular la. etapa vivida de “purificación e iluminación”. Como temas se puede volver sobre: las tentaciones y la fuerza en el camino (catequizandos); sobre la vida nueva en Cristo (catecúmenos), las bienaventuranzas... PROPUESTA DE DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO Mañana Oración de inicio: Puede, ser a partir de los siguientes salmos: Tú me sondeas y me conoces: Sal 139 (138); Muéstrame, Señor tus caminos: Sal 25 (24); El Señor es mi luz y mi salvación: Sal 27 (26). Charla sobre el tema elegido. Reflexión personal sobre textos bíblicos ayudados por una guía de lectura. Descanso - café. Compartir de fe. En grupos, cada uno libremente, comparte con los demás lo que el Señor le sugirió en la reflexión personal. Cuando todos han compartido, se puede hacer una oración común, en la que expresen al Señor Jesús aquello que les ha impactado de la puesta en común, lo que quieren pedirle, lo que le agradecen. Almuerzo y descanso Tarde Charla sobre el segundo tema elegido Reflexión personal. Explicación de la Liturgia de la Vigilia Pascual: partes, símbolos, ritos. Ensayo de la celebración de los sacramentos de la iniciación (catecúmenos) y de la renovación de las promesas bautismales (catequizandos). Con los catequizandos: preparación de la celebración de la Reconciliación. Es conveniente explicar en qué consiste la “Reconciliación de varios penitentes, con confesión y absolución individual” (2a Forma de la celebración del sacramento — Ver el Ritual). Aspectos importantes: sentido de la Reconciliación antes de la re- novación de las promesas bautismales. Encuentro salvador con Jesús que dio la vida por nuestra liberación total. Regreso a la casa paterna y a la comunidad de hermanos. Celebración final Es deseable que se realice en el templo parroquial, alrededor del Sagrario. El lugar se ha preparado con un letrero que diga: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21, 5). Atril con la Biblia, velas, pañuelos para tapar los ojos de todos. Música suave Canto de entrada: “Jesucristo me dejó inquieto” Guía: Con esta jornada de oración y encuentro con Jesús se han preparado ustedes al momento decisivo de ingreso en la familia de Dios por el bautismo (de renovación de su bautismo). Para esto han recorrido todo este camino.., escucharon la voz del Señor que los llamó a seguirle y han respondido “Aquí estoy”. Vamos a representar nuestra condición actual: (unos a otros se van a vendar los ojos) Catequista: (música suave)... ¿Qué experimentan al tener los ojos vendados? Los puede llamar por nombre e invitarlos a caminar… a acercarse. Después que todos han caminado, invitarlos a que traten de buscar un sitio para sentarse... Lectura de la Palabra de Dios: Ap 21, 1-5 Guía: Es hora de dejar lo “viejo” y entrar en la novedad de Dios. Por eso, como respuesta su catequista pasará a quitarles la venda... Momentos de silencio Guía: Reflexionemos sobre lo que acabamos de vivir. ¿Cómo se siente el ciego? ¿Qué produce inseguridad? ¿Cómo se orienta? ¿Qué relación tiene con el pecado en nuestra vida? ¿Qué relación hay entre la Palabra y el volver a ver? ¿Qué relación hay entre el catequista que les quitó la venda y su situación? ¿Qué relación hay con el ministerio del sacerdote en la reconciliación? Estamos en la presencia de Jesús, vivo y personal, en medio de nosotros, para escucharnos, para fortalecernos, para unirnos a él. En forma espontánea le vamos diciendo de cuál ceguera necesitamos ser liberados. Después de cada intervención, podemos repetir: “Haz, Señor, que vea!” Todos: “Haz, Señor, que vea”. Guía: Unidos como hermanos, tomados de la mano, digamos ahora la oración que nos enseñó Jesús. Todos: Padre nuestro... Canto final: “Mientras recorres la vida”. CELEBRACIÓN DE LA RECONCILIACIÓN La celebración se realiza al finalizar el retiro o el Jueves Santo antes de la Eucaristía en “la Cena del Señor”. Es aconsejable que sea en el templo parroquial y, a ser posible, contar con más de un sacerdote, si el grupo es grande. Se puede ambientar el lugar con una imagen del hijo pródigo... u otro afiche alusivo al sacramento. Por otro lado hay que tener en cuenta las normas litúrgicas de la Semana Santa. La celebración la preside el párroco o uno de los sacerdotes que viene a ayudar. Al comenzar la celebración, todos estarán con las manos amarradas... Mientras el que preside, entra con alba y estola morada se canta: Canto de entrada: “Padre, vuelvo a ti” (u otro canto apropiado). Catequista: Después de haber realizado el camino cuaresmal, como camino de conversión y vuelta a la casa paterna, este grupo que se presenta hoy ante el Señor, viene a pedir perdón, a experimentar la misericordia, a vivir el gozo del encuentro y acogida. Las manos atadas quieren expresar la situación de esclavitud a las que los sometió el pecado. Celebrante: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Todos: Amén. C.: La gracia, la misericordia y la paz de Dios Padre y de Jesucristo, nuestro Salvador, estén con todos ustedes. T.: Y con tu espíritu. C.: Hermanos, ya que por nuestros pecados nos hemos olvidado de la gracia bautismal, pidamos ahora que seamos renovados en esta gracia por medio del sacramento del perdón y la reconciliación. Inclinémonos ante el Señor y en silencio presentemos los motivos que nos reúnen. Oremos: Señor, Dios nuestro, que no te dejas vencer por nuestras ofensas, sino que te aplacas con nuestro arrepentimiento, mira a tus siervos, que ante ti se confiesan pecadores, y al celebrar ahora el sacramento de tu misericordia, concédenos que, corregidas nuestras vidas, podamos gozar de las alegrías eternas. Por Jesucristo, nuestro Señor. T.: Amén. Liturgia de la Palabra. 1 Lectura: Ef 5, 1-14 Salmo responsorial: Salmo 12 T: Yo confío en tu misericordia. Evangelio: Lc 13, 11-16 Homilía (brevemente el celebrante actualiza la Palabra de Dios al grupo). Seguidamente se guarda un tiempo de silencio, dedicado al examen de conciencia (en el Apéndice añadimos dos esquemas para este examen). El celebrante o el catequista puede ayudar con breves reflexiones. Liturgia del Sacramento Catequista: Hermanos: confiesen sus pecados y oren unos por otros, para que se salven. T.: Yo confieso... Catequista: Pidamos humildemente a Cristo, nuestro salvador y abogado ante el Padre, que perdone nuestros pecados y nos limpie de toda culpa. Lector: Tú que has sido enviado a anunciar la salvación a los pobres y a sanar los corazones afligidos T.: Señor, ten piedad L.: Tú que viniste a llamar no a los justos, sino a los pecadores. L.: Tú que perdonaste mucho a quien amó mucho. L.: exclamaciones espontáneas, a partir de las “manos atadas”... L.: Tú que estás sentado a la derecha del Padre, para interceder por nosotros. Catequista: Ahora, como el mismo Jesús nos mandó, oremos todos juntos al Padre para que, perdonándonos las ofensas unos a otros, perdone él nuestros pecados. T.: Padre nuestro... C.: Escucha, Señor, a tus siervos, que se reconocen pecadores, y haz que, liberados por tu Iglesia de toda culpa, merezcan darte gracias con un corazón renovado. Por Jesucristo Nuestro Señor. T.: Amén. Confesión y absolución individual: Los penitentes se acercan a los sacerdotes para confesar sus pecados. Cada penitente, individualmente, recibe y acepta la correspondiente penitencia, el sacerdote le desata las manos y le da la absolución, Responde, al terminar el sacerdote la fórmula de la absolución, diciendo Amén. Mientras se espera se puede poner una música suave e invitar a los que esperan a que oren y pidan perdón... Los que ya han recibido la absolución regresan a sus puestos, y dan gracias personalmente por la alegría del perdón recibido y rezan la penitencia que el sacerdote les ha puesto. Acción de gracias por la misericordia. Al finalizar el celebrante invita a la acción de gracias. Canto: “Gloria a Dios” (No sé como alabarte) o algún Magnificat... C.: Padre Santo, tú nos has reformado a imagen de tu Hijo; concédenos tu misericordia, para que seamos testigos de tu amor en el mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. T.: Amén. Rito de conclusión: C.: El Señor dirija sus corazones en la caridad de Dios en la espera de Cristo. T:: Amén. C.: Para que puedan caminar con una vida nueva y agradar a Dios en todas las cosas. T.: Amén. C.: Y que los bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hija Espíritu Santo. T.: Amén. C.: El Señor ha perdonado sus pecados. Pueden ir en paz. T.: Demos gracias a Dios. CELEBRACIÓN DE LA INICIACIÓN CRISTIANA para los CATECÚMENOS Se celebra en la Vigilia Pascual. Se recomienda que el grupo, junto con sus catequistas y el párroco, preparen la celebración. Es importante que ocupen un lugar destacado en la celebración por los símbolos la participación, la relación con la comunidad cristiana. La liturgia de la Vigilia es sumamente rica, si se sabe aprovechar su valor litúrgicocatequético-sacramental. No se trata de recargar la celebración sino de destacar las partes más significativas. Por ejemplo, entrada de los catecúmenos con el sacerdote, en la procesión con el cirio pascual. Velas apagadas hasta que las enciendan en el Cirio, después del bautismo. Participación en las ofrendas... etc. RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS BAUTISMALES para los CATEQUIZANDOS Se celebra en la Vigilia Pascual. Las mismas recomendaciones anteriores son válidas para los que están haciendo el itinerario y ahora renuevan su bautismo. Su participación puede ser más activa: acompañan el Cirio Pascual, encienden sus velas y ayudan a encender la de los fieles. Hacen las lecturas. Presentación a la comunidad. Al momento de la renovación de las promesas bautismales, se colocan al lado de la pila bautismal, son rociados de primero con el agua bendita. CANTOS CREDO Creo Señor, firmemente, que de tu pródiga mente todo este mundo nació; que de tu mano de artista, de pintor primitivista la belleza floreció. Las estrellas y la luna, las casitas, las lagunas, los barquitos navegando sobre el río rumbo al mar. Los inmensos cafetales, los blancos algodonales y los bosques mutilados por el hacha criminal (bis). Creo en ti, arquitecto, ingeniero, artesano, carpintero albañil y armador. Creo en ti, constructor del pensamiento, de la música y el viento, de la paz y del amor. Yo creo en ti, Cristo obrero, luz de luz y verdadero Unigénito de Dios, que para salvar al mundo en el vientre humilde y puro de María se encarnó. Creo que fuiste golpeado, con escarnio torturado, en la cruz martirizado, siendo Pilatos pretor: el romano imperialista, puñetero y desalmado que lavándose las manos quiso borrar el error (bis). HOMBRES NUEVOS Danos un corazón grande para amar. Danos un corazón fuerte para luchar. Hombres nuevos creadores de la historia, constructores de nueva humanidad, Hombres nuevos que viven la existencia como riesgo de un largo caminar. Hombres nuevos luchando en esperanza, caminantes, sedientos de verdad. Hombres nuevos sin frenos ni cadenas. Hombres libres que exigen libertad. Hombres nuevos amando sin fronteras por encima de razas y lugar. Hombres nuevos al lado de los pobres, compartiendo con ellos techo y pan. SANTA MARÍA DEL CAMINO Mientras recorres la vida tú nunca solo estás; contigo, por el camino, Santa María va. Ven con nosotros al caminar. Santa María, ven (bis). HEMOS CONOCIDO EL AMOR Hemos conocido el Amor, hemos puesto en él nuestro ideal. Y sabemos que, al unirnos en el nombre del Señor, dando fuerza a nuestra vida Dios está. Cristo nos convoca para sér con él, signo de esperanza, signo de unidad. Para hacer presente el amanecer, de una vida nueva que comienza ya. SIENTO QUE ESTÁS CERCA Siento que estás cerca de mi corazón. Quiero darte gracias, eres mi Señor. Toda mi vida ha cambiado desde que yo te conocí. Toda mi vida ha cambiado y ahora sé que soy feliz. Quiero contarle a todo el mundo que eres mi amigo, que estás en mí, quiero contarle a todo el mundo que eres la fuerza para vivir. Seré testigo con mi vida de tu mensaje de amor y paz. Seré testigo con mi vida para servir a los demás. Toda mi vida ha cambiado en ti encontré felicidad Toda mi vida ha cambiado porque te vi en la soledad. A DÓNDE VOY Caminando voy sin saber muy bien qué sendero andar, hacia dónde ir... Hoy me pregunté si sé dónde estoy dónde comencé, cuál será mi fin, para qué vivir. Como el río soy que hacia el mar se va, donde va a morir y resucitar. Quiero hacer el bien en mi caminar, que a mis pasos dé flores el jardín, panes el trigal. En mi corazón luchan sin cesar lo que quiero ser y la realidad. En mi corazón quiso Dios sembrar ansias de vivir, sed, de plenitud y felicidad. PADRE VUELVO A TI Querido Padre, cansado vuelvo a ti. Haz que conozca el don de tu amistad. Vivir por siempre el gozo del perdón, y en tu presencia tu fiesta celebrar. Pongo en tus manos mis culpas, oh Señor. Estoy seguro de que eres siempre fiel. Dame la fuerza para poder andar buscando en todo hacer tu voluntad. Padre yo busco tu amor; Padre vuelvo a ti. Mira que tu hijo soy. Padre, vuelvo a ti. (bis) TÚ ME SONDEAS Tú me sondeas y me conoces, tú me hablas a mí, Señor (bis). ¿A dónde iré yo sin tu Espíritu? ¿Dónde huir de tu Rostro, Yahvé? Tú me proteges y me defiendes y mi alma está viva por ti... Tú me creaste para alabarte, te doy gracias por siempre, Señor. JESUCRISTO ME DEJÓ INQUIETO Jesucristo me dejó inquieto, su palabra me llenó de luz. Nunca más yo pude ver el mundo sin sentir aquello que sintió Jesús. (bis) Yo vivía muy tranquilo y descuidado y pensaba haber cumplido mi deber. Muchas veces yo pensaba equivocado contentarme con la letra de la ley. Mas, después que mi Señor pasó, nunca más mi pensamiento descansó. GLORIA A DIOS No sé como alabarte ni qué decir Señor. Confío en tu mirada que me abre el corazón. Toma mi pobre vida que es sencilla ante ti: Quiere ser alabanza por lo que haces en mí. ¡Gloria, gloria a Dios! (bis) Siento en mí tu presencia, soy como tú me ves, bajas a mi miseria me llenas de tu paz. Indigno de tus dones, más por tu gran amor, tu Espíritu me llena. Gracias te doy, Señor. FELICES SON LOS POBRES Felices son los pobres, los que todo lo han dejado, porque es de ellos el Reino de los Cielos. Felices los que lloran al ver a sus hermanos, porque encontrarán consuelo a su tristeza. Felices seremos si vamos por tus sendas siguiendo tu senda al caminar. ¡Felices seremos, Señor! CREO Creo, aunque todo se oculte a mi fe. Creo, aunque todo me diga que no. Porque he basado mi fe en un Dios inmutable, en un Dios que no cambia, en un Dios que es Amor. Creo, aunque todo subleve mi ser. Creo, aunque sienta muy solo el dolor. Porque he fundado mi vida en palabra sincera, en palabra de amigo, en Palabra de Dios. Creo, pero aumenta mi fe. SAMARITANA La tarde era un puñado de luz y de sudores, el sol pegaba fuerte y Jesús sintió sed. El llegaba cansado de andar por los caminos y a una mujer del pueblo le pidió de beber. Era Samaritana y no sabía dónde estaba el remedio para la sed. Era Samaritana y no sabía que Jesús era el camino hasta la fe. Jesús le dijo a aquella que le negaba el agua: Si tú me conocieras, no tendrías más sed, porque el tiempo se acerca en que todas las gentes para salvar sus ansias beberán de mi sed. SÓLO TÚ Sólo Tú, Señor, puedes ver que mi fe quiere hallar tu luz aunque a veces te busque y no estés yo sé bien que me alumbras Tú. Por la vida voy en tu fe como en un barco entre la bruma si mi rumbo va mal, sálvame vuélveme de nuevo a tu ruta. Sólo Tú, Señor Nos das aliento al caminar: Sólo Tú, Señor. APÉNDICE: EXAMEN DE CONCIENCIA Oración para disponerte a verificar tu vida4: Señor Dios, concédeme a través de tu Palabra conocerte a ti, Padre bueno, y conocerme a mí, hijo tuyo, pecador. Que yo vea, Señor, mi miseria y tu misericordia, mi pecado y tu gracia, mi pobreza y tu riqueza, mi debilidad y tu fuerza, mi necedad y tu sabiduría, mis tinieblas y tu luz, mi infinito y tu Reino. Te lo pido, en la fuerza del Espíritu Santo, por medio de Jesucristo, tu Hijo y nuestro Señor. Amén 1. Amor a Dios ¿Amo a Dios, mi único Señor, con un amor que supera cualquier otro amor? ¿Jesús es realmente para mí el Señor, presente en mi vida, en mi mente, en mi corazón? ¿Estoy empeñado/a en una lucha contra todos los ídolos (poseer, placer, poder)? ¿Dedico una parte de mi tiempo diario a la oración, para un verdadero, diálogo con el Señor, cada día? ¿Escucho, oro, medito la palabra de Dios como fuente de mis deseos, afectos, acciones? 2. Amor al prójimo ¿Amo a quienes están a mi lado, sin importar su posición, su atractivo, su diversidad, y me preocupo por vivir en real comunión con ellos? ¿Soy solidario/a con todos, especialmente con los pobres, los pequeños, los enfermos, los débiles, los ancianos? ¿Perdono las ofensas cometidas en mi contra? ¿Soy paciente, bondadoso/a, humilde y portador/a de paz en mis relaciones con los demás? ¿Vivo en actitud de servicio? ¿Coloco mis conocimientos, habilidades y aptitudes al servicio de los demás? ¿Valoro las posibilidades, aptitudes y capacidades de los demás? ¿Me alegro por sus logros y realizaciones? ¿Respeto a los demás, más allá de sus ideas u opiniones? ¿Estoy realmente preocupado/a por la justicia y la liberación viviendo, en el compartir los bienes y en la lucha contra toda injusticia, este compromiso evangélico? ¿Sospecho fácilmente del prójimo? ¿Vivo la norma del amor “todo lo disculpa, todo lo cree, espera todo, soporta todo”? ¿Tiendo a amar y a exigir amor de forma exclusiva? ¿Tengo cuidado de no ser motivo de dolor y tristeza para mi prójimo con un falso silencio o con palabras o actitudes que puedan herir 3. Amor a la Iglesia Considero a la Iglesia cuerpo de Cristo? ¿Amo la parroquia, la comunidad a la que pertenezco, sabiendo que Cristo ha amado Iglesia y se ha dado a sí mismo por ella? ¿Cultivo en mí actitudes de ecumenismo, respetando a quienes pertenecen a otras iglesias cristianas no católicas? 4. Vida personal ¿Soy consciente de mi realidad de pecador? Vivo con serenidad las observaciones, citicas y correcciones recibidas de otros? ¿Tiendo a ejercer con despotismo la autoridad que me ha sido confiada? Me esfuerzo en superar el egoísmo? Estoy convencido/a de que mi cuerpo es templo del Espíritu Santo y, como tal, lo respeto y cuido? ¿Me permito participar en conversaciones, lecturas y espectáculos que atentan contra mi integridad humana y cristiana? Si soy casado, ¿respeto la vida conyugal? ¿Soy fiel a mi esposa/o? ¿Vivo la unión en el amor, en la mutua ayuda, en a comprensión, en la escucha? ¿Soy celoso/ a? ¿Me siento en competencia con otros? ¿Envidio a los demás? ¿Soy sincero y veraz en mis pensamientos, palabras y acciones? ¿Soy consecuente con mis valores? ¿Acepto mi evolución como persona, en el avanzar de la edad y en la sucesión de las diversas estaciones de la vida? ¿Tengo conciencia de que la caridad es el fin de mi existencia y que, al final de la vida, seré juzgado sobre ella? ¿Confío plenamente en Dios, siendo capaz de abandonarme totalmente a sus manos? Una vez terminado tu examen de conciencia puedes orar con estas o similares palabras Oh, Dios, creador y redentor de todos los creyentes, concédeme la remisión de todos los pecados de modo que obtenga la misericordia que siempre invoco y deseo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amen 1 Oración de exorcismo del Ritual de Iniciación de Adultos. 2 FLORISTÁN, C.: Para comprender el Catecumenado, 1991, Estella, Verbo Divino, pág. 206. 3 DEN BOSCH, F.: ¿Crees esto? Catequesis para adultos, 1996, Buenos Aires, San Pablo, pág. 304. 4 EQUIPO PAULINAS: ¡Preparemos la fiesta! Hacia la Pascua Semana Santa, 2002, Caracas, Paulinas, pág. 70-72