El semanario “Sette”, del “Corriere della sera”, en la actual semana

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El semanario “Sette”, del “Corriere della sera”, en la actual semana, trae un largo artículo titulado: “E
io mi sbattezzo…” (literalmente: Y yo me des-bautizo), presentando en sociedad la “Associazione per
lo sbattezzo” (Asociación para el des-bautizo). Nuevamente recuerdo palabras del Padre Kentenich,
algunas pronunciadas hace más de 70, 60 y 50 años. Hay una “aceleración brutal de la
desacralización”, “hemos entrado en un tiempo profundamente pagano…”, etc. Lo que pasa es que, la
desacralización como la paganización de la sociedad actual, no es solo la pérdida del sentido de lo
sagrado o un vivir sin Dios. La “ausencia” práctica de Dios en la vida produce la desfiguración del
hombre. Solo Dios es garantía de lo verdaderamente humano. La asociación para el “des-bautizo”
pretende la renuncia al bautismo, ser borrado del libro parroquial en el cuál se registra el bautismo, ya
que se trata de “un abuso que cancelar”. Se trata que nuestros padres, al hacernos bautizar, abusaron de
nuestra libertad antes que pudiéramos ejercerla. ¿Entonces?, lo legítimo es que si no quiero el
bautismo, lo anule, opina el presidente de la asociación. El Cardenal Ruíni, Vicario episcopal de Roma,
ha reconocido la validez de esta voluntad de rechazar el bautismo y, quien lo solicite (ya hay un
formulario para ello) logrará que en el registro parroquial se escriba “en el margen” esta decisión. El
Papa hizo referencia al “silencio de Dios”, ya que muchos hombres (muchos dirigentes) no quieren
escucharlo. Lo que acabo de relatar, no es anecdótico, es una manifestación más de un diálogo
quebrado. Quebrado por parte del hombre. En nuestro lenguaje schoenstattiano diríamos que “una de
las partes de la Alianza” ha decidido romper el pacto, pero…la “otra” parte no. Navidad es
precisamente una confirmación de esta voluntad positiva de Dios hacia el hombre. Podrán crecer los
“hijos pródigos”, podrán ser millones, pero el Padre espera siempre, los espera en cada atardecer para
correr a su encuentro, abrazarlos, vestirlos, calzarlos, ponerles el anillo y hacer la fiesta (Lucas, 15, 2024).
Esto me trae a la memoria un diálogo tenido con nuestro Padre, en octubre del año 1966. Fue el día
anterior a las Jornadas de Octubre. El Padre vino a saludarnos tras nuestras primeras vacaciones
europeas y nos preguntó cómo nos había ido, qué experiencias habíamos tenido. Le contamos vivencias
positivas y negativas, éstas últimas se referían al deterioro de la sociedad europea. Le preguntamos al
Padre si él creía que la descomposición de la sociedad iba a acentuarse mucho aún. Él hizo una pausa y
dijo: “Yo creo que falta mucho para llegar al ‘chiquero’ (haciendo referencia a la experiencia del hijo
pródigo); pero cuando el hombre llegue ahí, querrá volver a ‘casa’ y ustedes deberán estas prontos a
mostrarle el camino”. He aquí lo que me impresiona: el Padre Fundador veía en el pecado y la miseria
humana, una misión para nosotros. No se quedaba en el lamento, era capaz de leer en el pecado la
tarea. Que esto fue siempre así en el Padre lo confirman sus palabras a los jóvenes del seminario menor
cuando fue nombrado Director espiritual del mismo: (Quería) “dedicar todo mi tiempo libre y mis
fuerzas a los laicos, especialmente a la conversión de los viejos y empedernidos pecadores. Quería dar
caza a los llamados ‘corderos pascuales’ y mi mayor alegría de sacerdote la sentía cuando venía uno de
ellos agobiado por el peso de una vieja carga, que se había juntado con el correr de los años, de modo
que el confesionario llegaba a crujir” (Pre-acta de fundación, 1912, n° 2)
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