cómo hacerse mago

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CÓMO HACERSE MAGO
Los anormales: Entrevista a Liliana Bodoc
Entrevista: Isabel D´Amico, Josefina Bravo, Sibel Pagano,
Karina Caputo, Lourdes Landeira, Víctor Dupont, Gabriela
Stoppelman
Edición: Gabriela Stoppleman, Josefina Bravo
Nacidos al borde de la muerte, lúcidos por elección o
atrevimiento, devenidos o advenidos, los mundos de Liliana
Bodoc son una gran constelación de crisoles, que juegan a
cambiar los regímenes del fuego. Pone azufre, pone mercurio,
pero siempre agrega un condimento más para esquivar los
dualismos.
Y nunca puede detener la metamorfosis. Porque, con la magia,
sucede como con la poesía: nadie tiene la vaca atada. Ser mago
o ser poeta constituye más bien un horizonte, una direcciónsiempre mutante- por donde busca orientación la palabra. Ella
tiene que sortear los desvíos y andar con mucho cuidado. Es
sabido que, por las grietas de todo atanor, pueden colarse
las chances del deseo y los entreveros del poder.
Dicen que, en una rajadura de un antiquísimo horno de
alquimista, nació una maledicencia. Repitió y repitió entre
los antepasados de las redes sociales, hasta lograr instalar
el error. Así, el alquimista quedó atascado en un sentido tan
lejano a su oficio como a su arte. En las tramposas zancadas
del sentido común, aquel hombre que buscaba trasmutar su alma
se transformó en un simple buscador de oro; en una especie de
pirata sofisticado que, sin valentía para los mares, se
encerraba entre cuevas y destilaciones. Ciertas versiones
asocian este malentendido con el origen de otro desatino: el
del escritor que se ancla a su nombre y a su obra, como si la
propiedad fuera la columna vertebral de todo arte y no su
enemiga.
Es en estos puntos confusos de la trama, donde la escritura de
Liliana Bodoc pone en evidencia la magia negra trenzada por el
mal. Echa luz en el confín de la frase, donde la gramática se
hace trazo, dibujo infantil y tarareo. Retuerce la tela de la
cronología y reconduce los pliegues hacia el origen del verbo,
incluso mucho antes de la etimología.
Alquimia: verter juntos, echar juntos, según una de las
acepciones del término. Juntos, lo singular y lo colectivo,
para que las flemas disciplinarias del fuego no se atrevan a
imponernos su marcha triunfal, sus aristas rectas y dóciles.
Para que la intuición sea una alternativa central de la
inteligencia y no el patio de atrás, donde recalan los
fracasos de la lógica.
Alquimia: término asociado a la
tierra negra de Egipto, en otra
de las acepciones que marca el
diccionario. Tierra negra, no
terminal. Como ocurre en la fase
del
nigredo,
del
proceso
alquímico. El fuego insiste
debajo del crisol y los humos
negros, mal leídos, se vuelven
emisarios de la Gran Sombra. Pero las flemas indisciplinadaslas flemas curvas del fuego- no se rinden. Y, al tiempo, entre
los vahos negros, comienzan a aparecer humos de colores. Y
ahí, en esa danza de vapores entrecruzados, se inscriben las
huellas de la pregunta: ¿cómo hacerse mago? Un punto de la
trama contesta: fuego y fuego sobre la materia oscura. Fuego y
fuego sobre el desamor.
UNA GRIETA EN EL ATANOR
“Cuando las Grandes Leyes fueron desobedecidas se abrió una
herida. Y el Odio eterno, encontró la fisura.”
Primero, gracias por todos estos años de lectura. Al volver
sobre los subrayados, pensaba en la aparición de las grietas
en tus libros, ¿qué sentido tienen las grietas, las ventanas,
las fisuras?
No había pensado en la recurrencia de las grietas. Me parece
que son el modo de trabajar el límite, el espacio de lo
liminar, el lugar donde termina un cuerpo, un corpus o un
concepto, donde termina una sociedad y empieza otra. Es ese un
lugar de ida y vuelta, de traspaso y, habitualmente, doloroso.
Un lugar que puede ser una chance de un hundimiento… Y sin
eso, ¿podría haber escritura?
Me parece que no. Uno escribe desde ahí: uno cuenta ese
lugar. Lo cuenta con distintos personajes, en distintos
espacios. A mí me interesa contar ese lugar, porque es donde
uno también se piensa y piensa al otro; donde uno se elige.
Esto que los chamanes problematizan tanto: dónde termino,
dónde empieza mi hermano, mi hermana, mi hermano árbol… Ese
lugar, tan ambiguo siempre.
¿Y por qué el género de fantasía? Un género tradicionalmente
tan “conserva”…?
Cuando uno piensa en la épica anglosajona, o en el mismo
Tolkien, encuentra ahí un espacio de posibilidad para impugnar
el modelo conocido como el “único posible”, el “único serio”;
de impugnar los carriles culturales por donde transitamos. Me
parece que es el lugar donde se puede cambiar el pasado. “La
saga de los confines” logra cambiar el pasado, porque los
pueblos originarios se reúnen en un concilio y logran
enfrentar al conquistador. Eso, el género realista no me lo
hubiera permitido.
Y la lucha en ese límite, en los
confines. Los confines son una
grieta, un límite. Hablabas de
la épica anglosajona ¿Cómo
evitar el maniqueísmo que ahí se
evidencia y aun así escribir
fantasía?, ¿con qué recursos?
Para pensar en una nueva épica, “Tiempo de dragones”, hice
una mirada retrospectiva. Creo que en “La saga de los
confines” había un pensamiento dual, muy patriarcal de mi
parte. Haber usado la palabra “hombre” como genérico… ¡Me
quiero matar! Pero, bueno, es lo que pude hacer, hasta ahí vi.
Sencillamente, no lo identifiqué antes. De hecho, ahora los
sarayés son estos personajitos que no entienden lo dual, no
entienden el día y la noche, sin el abanico de la luz. Ahí hay
una mutación de mi propio pensamiento.
Aparte, en “Tiempo de dragones”, hay tres grupos.
Yo alcanzo a ver ciertas cosas que se van desdibujando desde
“Los días del venado” a la “Los días de la sombra”, y de “Los
días de la sombra” al “Los días del fuego”. En el fuego todo
es más mezclado, más gris… Pero, claramente, había una
construcción muy dualista y maniquea en mi pensamiento. La
gestioné en mi escritura, desaprendiendo para aprender otra
cosa.
Por ejemplo, en “La saga de los confines”, cuando designan a
los elegidos para la resistencia, los nombres marcan primero
la carne; después, el espíritu. Aunque aclarás que no hay
predomino de carne sobre espíritu ni viceversa.
Eso pasa en la “Los días de la sombra” o en
“Los días del
fuego”… Mi hija se está recibiendo de antropóloga. Y, con la
lectura de la antropología, yo desestimé conceptos que para mí
eran clarísimos: el concepto de “cultura”, “raza”. La verdad
es que la antropología me interpeló y me obligó a
problematizar.
Sin embargo, ya en el nacimiento del mal, de Misáianes, hay
una contradicción: uno tiende a admirar a la madre de
Misáianes- a la Muerte-. Ella se rebela contra el castigo de
no poder tener hijos. Entonces, tenía una pulsión de libertad
y de vida. Por eso, ¿no estaba ya el maniqueísmo disuelto de
entrada en “La saga de los confines”? ¿Cuánto aporta el
lenguaje poético en esa disolución?
Bueno, están estas dos cosas: el “qué” y el “cómo”… Pero,
¡otra vez el dualismo! ¡Ahhhhh! Bueno, claramente, el lenguaje
poético me parece una diagonal para evitar la obviedad, para
evitar el panfleto, para engrosar el contenido, para engrosar
la semántica del texto. Después, está el uso técnico del
asunto: que lo lírico no empaste la acción. Para mí, es un
lugar de mucho cuidado.
Vos contás mucha aventura, pero con dosis poéticas.
El relato plano de lo que ocurre no me interesa ni como
escritura ni como lectura.
¿No hay algo de “plano” en Tolkien?
Lo que le pasa a Tolkien es que divide, segmenta. Cuenta de
una manera muy despojada y, de repente, corta. No están
imbricados los planos. Una acción, tac, corta. Hace
descripciones muy largas – a veces me harta – y después, tac,
vuelve a la acción. No es la búsqueda que más me interesa. A
mí me interesa tejer y mechar. Que lo poético transforme la
acción, no que la adjetive. Que transforme la acción en otra
acción. El “qué” en otro “qué”.
También lo poético transforma la prosa. Le das condensación,
otra rítmica al texto.
Exacto. Le das totalmente otra rítmica.
EL NIGREDO DEL LENGUAJE
“Porque aprendió, de tanto andar la tierra, que el Odio
retrocede cuando los hombres cantan.”
Hablando de rítmicas, está la canción, el poder de la
canción, poder celebratorio o admonitorio. En tus textos,
aparece siempre antes de una desgracia o después de un gran
momento. Nosotros pensamos si en la canción no habrá un límite
de lo poético: cuando la poesía ya no alcanza, la canción….
Eso tiene que ver con el pensamiento de los pueblos
originarios. Está un poco escrito al comienzo de “Los días del
fuego”, cuando el personaje
habla de la alquimia, de la
memoria. No le alcanzaban las palabras, el círculo, los
colores. La música. Ellos pensaron y lo dijeron en un libro de
un mejicano, León Cortilla. Él reconstruye la poética de los
pueblos aztecas y ellos hablan del canto, de la forma circular
y de la música.
¿Y los dibujos? Los personajes que
dibujan en la tierra, todo el
tiempo…
Como
si
fuera
presemiológico, un trazo antes de la
palabra.
Creo mucho en la intuición. En esto que se sabe sin
concientizar que se sabe. La intuición canaliza la sabiduría
colectiva, por fuera de la causa efecto. Por fuera de la
lógica y muy por fuera del sentido común… Sentido común al que
le debemos, bueno, el último triunfo político en nuestro país.
El sentido común sería el capítulo más triste de la lógica.
¡Exacto! ¡El capítulo más triste de la lógica! La intuición es
la manera en que el saber colectivo y milenario se cuela en
nuestras vidas. Yo, honradamente, y sin pretender una
asociación con los chamanes, lo percibo hasta en la
construcción de la infancia. Esto estaba en la abuela. ¿Cómo
caminó hasta ahí si nadie se lo dijo? La genética no alcanza.
Y, entonces, me parece que en estos dibujos de mis textos
había una intuición de la oscuridad del lenguaje. Yo nunca me
creí esto de que la palabra es siempre transparente, que con
decirlo alcanza…
La fantasía de la simple comunicación…
Claro. El lenguaje está lleno de veladuras. Por eso, apelo al
dibujo y, sobre todo, a la danza, la danza en “Tiempos de
dragones” es muy fuerte.
¿Cómo se enseña a intuir?
Se me ocurren dos cosas. Se enseña a intuir intuyendo. Con la
praxis. Pero se puede enseñar, también, al niño, a través de
lo que se llama la aestesis. Es una palabra que usa Cati
Amandó. Y ella la usa en el sentido opuesto a la anestesis, lo
anestesiado. Ella dice que la aestesis es el contacto con el
otro natural, comprender la hermandad profunda con la
naturaleza. Es el encantamiento. Es decir, “¡pero, mira, la
puta que te parió, mira esa enredadera, esa flor!” (Risas.) Yo
creo que en el replanteo que nos tenemos que hacer, incluso en
la cuestión política, tiene que estar la construcción de un
hombre sensible, aestésico. Falta esa pata. La militancia
tiene que incorporar la intuición, el pensamiento poético.
Incorporar lo sensible. Muchos se nos han ido porque son seres
despojados de la aestesis. Están en una construcción
pragmática, incapaz de poetizar.
Barco en carozo de aceituna.
China,1737, Tzen Tsu- Chang
Lo poético sería, también, una posición política.
¡Absolutamente!
No
entiendo
la
vida,
no
entiendo
la
pastaflora sin una posición política.
RABIA, RABIA, CONTRA LA AGONÍA DE LA LUZ
“Más allá y muy lejos de la vida de cada uno, podremos
preservarnos si preservamos la hermandad de la creación. (…)
En los trabajos hermanados es donde está nuestra esperanza.”
En tus textos, la cuestión política aparece mucha en la
oscilación entre lo singular y el grupo. En esa tensión
difícil de evitar disolverse en los demás y no dejar de estar
con los demás. Como en “En el oficio del búho”, cuando los
personajes hablan con máscaras. Cada uno decía una parte de la
frase y, entre todos, armaban el discurso. ¿Cómo maneja tu
escritura esa tensión?
Todo esto es materia de pensamiento y de escritura. Está el
individuo y está la tribu.
Aparte, escribir requiere de
mucha soledad. Mucha soledad
para recoger voces. Porque si
no, ¿de dónde?… La última
adquisición que he hecho, en
este sentido, son los muertos.
Los muertitos, les digo yo, cariñosamente. De verdad, ellos
también están; ellos necesitan y reclaman, fuertemente, que
cambiemos el mundo. Lo siento en el cuerpo, en mis decisiones.
Creo que les seguimos adeudando. Reclaman de nosotros que
sigamos siendo dignos hasta el final.
¿Ese será el vínculo entre la escritura y los muertos? En el
número anterior entrevistamos a Estela de Carlotto. Y hablamos
de la escritura y de los ausentes. Concretamente, ella
descubre que la escritura tenía un valor profético. Una
profecía de después…,¿tendrá que ver con la orfandad hablarle
a los muertos?
Es probable. El otro día leía a Olga Orozco. Ella tiene un
largo poema a su madre y recuerdo algunos versos. Le habla y
le dice: “Y aunque cumplas la terrible condena de no poder
estar cuando te llamo”… Y dije: claro. Es saber que ellos
están ahí… O acá. Porque es lo mismo. Si yo siento que mi
vieja sufre porque no puede estar cuando lo llamo, está. En
algún lugar que entiendo o no entiendo. Y, aunque no la veo,
está. Esa mamá muerta me funcionó en la escritura.
¿No está vinculado el género de la fantasía con la
posibilidad de diversas temporalidades?
Sí. Tratar de unir los tiempos y trabajarlos como grietas. Uno
va de la vida a la muerte, del atrás al ahora… Y, en esto que
me decían de la idea de la comunidad y de lo singular, uno de
los logros más implacables del imperialismo es dejarnos solos.
Condenarnos a nuestra individualidad. Arrancarnos de la tribu.
Es esencial reconstruir la tribu. Lo padecemos. Y lo elegimos.
Eso es un logro. Hacernos elegir lo que padecemos…
Hacernos elegir que somos cuatro hermanas, con cuatro bebés,
y las cuatro vivimos como “la miércoles”. No poder decir: a
ver, ¿vos a qué hora laburas? A ver, ¿cómo hacemos? No. ¡Las
cuatro nos matamos! Y ni siquiera para lo cotidiano podemos
resolverlo. Nos hacen sentir y nos ponen en soledad. Y todo es
infinitamente más difícil: vivir, morir, enfermarse.
Y la red nos hace ver hilos enlazados. Pero, a su vez, hilos
para pensar lo colectivo y lo individual al mismo tiempo.
Como un tejido común posible, sin caer “en la masa”,
temporalidades diferentes en una trama, ahora mismo…
Por supuesto. Hay cronologías impuestas y usufructuadas. Creo
que, también, podemos impugnar la construcción del tiempo. Esa
construcción la han usado para controlar el trabajo. Para
decirte también que tenés que usar crema, porque el tiempo lo
dice. Y hasta el tiempo libre te lo venden. Y esa manipulación
imperialista del tiempo nos obliga a reconstruirla en la
ficción.
YO ES OTRO
“Era un ave absurda, un pájaro sin cielo, una criatura
repartida entre dos mundos: estaba aquí y veía allá,
atravesaba en vuelo el continente y seguía encorvado en su
nido de tierra.”
Tenemos una pregunta muy directa, ¿vos sos Wilkilén?
Siempre tuve esa dualidad. Desde chica. Yo era la menos
inteligente de mis hermanos. El prefacio de “Memorias impuras”
lo dice: mi abuelo me dio el trabajo de escribir porque no
servía para nada. No me lo dijeron explícitamente, pero lo
entendí. Así es que es probable que haya algo de eso. Yo nunca
la terminé de ver como mi alter ego, la quiero mucho como
personaje. Me fue muy útil. Era la única muerte que tenía
clara… Ni siquiera la de Dulkancellin, que la suponía, sobre
todo, para correrme de esta cosa inverosímil de un héroe que
va adelante y no muere nunca. Pero, desde que apareció La
Sombra, dije: bueno, en algún momento, a esta señora alguien
la va a tener que enternecer ¿Y quién puede ser? Una niña…
Wilkilèn. Nació para eso. Y se murió la inocencia del mundo.
Liliana, con respecto a tu obra
para jóvenes, veníamos hablando
en el auto sobre “El Espejo
africano”. Yo soy narradora
oral. Cuando trabajé con
texto, tuve la necesidad
tu
de
tener este espejo en la mano. Y,
bueno, te lo quería traer… Tiene
bolsita, no es la de cuero del
cuento, pero está hecha con cartapesta…
¡Muy bello espejo! ¡Es muy hermoso!
Mirá, mirá… tiene la firma. Muchas gracias, muchas gracias.
Qué hermoso. Aparte me lo re imagino así al de Atima Imaoma.
Atima Imaoma: su nombre nace cuando lee al revés en el espejo:
Amo a mi amita.
¿Sabés? Víctor había marcado en tus textos el poder de
nombrar…
Creo que lo único que importa en relación con el colectivo
la identidad, más que el individualismo. Y sí, bueno,
nombre, el nombre de bautismo humano es un poner un ser
el mundo. Bueno, te nombro, te pongo ahí para que juegues
juego.
es
el
en
el
Sería lo contrario a un nombre propio.
Claro, exactamente.
Y pensaba, también y hablando de espejos, en la idea de lo
especular en toda tu obra. Cómo los personajes se miran
deformándose y transformándose, incluso entre diferentes
libros. ¿Vos ves un diálogo entre los personajes de los
distintos textos?
Yo creo que sí, porque me parece que hay algunos temas que
son muy recurrentes. Sobre todo, la marginalidad de los
personajes. Yo te diría que un altísimo porcentaje de los
personajes, de una manera o de otra, están en los bordes,
están en los confines, están afuera del círculo de luz. Hay
muy poquitos exitosos, si es que hay alguno. Esto tiene que
ver tanto con mi pensamiento como con mi experiencia concreta
de vida. Y me parece que en eso hay un diálogo. Hay un diálogo
entre gente que está como olvidada, marginada. Yo creo que hay
un diálogo y hay una solidaridad entre ellos. Sabino Colque
dialoga con Wilkilén o el diablo, con los baguales…
EL CRISOL ES MÍO, MÍO, MÍO
“No hay nada grande que no sea el resultado de incontables
fragmentos reunidos con el mismo propósito.”
En un momento hablás de la tergiversación del oficio en
relación a estas cuestiones que venimos hablando. ¿Cómo te
llevás con un mundo de tantas vanidades, como el de los
escritores?
Mal. Me llevo mal. Por suerte hay amigos, esto no hace falta
ni aclararlo. Pero la verdad es que existe una cosa de
egocentrismo, de idolatría. ¡MI obra! Esa prepotencia de que
alguien pueda creer que es “SU” obra. Y es imposible. Lo estás
haciendo con el lenguaje y vos no inventaste ni el punto de la
i, hermano.
No hay nada menos individual que el lenguaje.
No hay nada menos individual que el lenguaje. Necesitás al
lector para que tu obra se complete, sirva, valga, se
simbolice. Hay una pedantería extrema en ese punto. Si le
sumamos a eso, lo impiadoso del mercado, al que –y me toca
decirlo porque lo vivo-, lo literario le importa prácticamente
un rábano… El choque entre arte y mercado es terrible. Porque,
además, uno piensa que la obra de arte es la relación de plena
libertad entre el creador y su obra, ¿no? A diferencia de la
línea de montaje, que es la producción absolutamente
condicionada. Entonces, tal libertad no existe, por lo menos,
si hablamos del mercado editorial, del establecido, de las
multinacionales…
Sería, como en la escritura, lo contrario a la profecía.
Claro. Exactamente lo contrario. Y, si sumás a eso esta cosa
a veces engolada, de los que tienen la enorme fortuna de vivir
de contar cuentos, de vivir escribiendo lo que tenemos ganas
de escribir; si a eso le sumás la prepotencia y la petulancia
y el hablar desde arriba a alguien…. Bueno, a mí me parece que
es de locos, me parece demencial.
Para hacer eso podés hacer tantas cosas, ser empresario…
Claro… justo escritor y justo no entendiendo que tu arcillatu materia prima- le corresponde al pueblo. Al pueblo tiene
que volver y al pueblo le costó sangre. Entonces, ¿qué es
esto? Además, ojo, a veces tiene su réplica, estilísticamente
hablando, ¿no? Esa cosa, que a mí no me convoca, críptica,
post-moderna extrema. Yo le escuché decir a Beatriz Sarlo que
si a un libro lo entienden más de mil quinientas personas es
malo. Entonces, vos decís, claro. Si lo entienden, es malo.
EL MATRIMONIO MÍSTICO DE LA PROFECÍA Y EL DESEO
“No hay que correr tras los presentimientos, más bien al
revés. Que los presentimientos nos corran y nos tiren de la
ropa hasta demostrarnos que son atendibles.”
Tiene que ver con lo que vos en algún
momento decís de que te conmueve la
escritura vinculada a una singularidad
de la emoción.
En este sentido, lo puedo visualizar como una constante que
me hace atravesar de una determinada manera la escritura y de
una determinada manera la vida. Quizá fue a causa de que mi
papá creyera todo esto de que mis demás hermanos eran más
inteligentes. Digamos, esta cosa de ir pudiendo hacer o no
hacer, mal y bien, pero muy desde la pulsión emocional. Sí, la
pulsión que a mí me hace sentarme a escribir, es la pulsión
que me hizo decirle a un sacerdote, hace dos años atrás… ¿por
qué estoy contando esto? ¡No sé! Esa pulsión hizo que me
acercara y le dijera: yo me quiero acostar con usted. Pero
esto venía a que esa cosa emotiva, en mí, no tiene filtro.
Entonces, tengo que obligarme al filtro. Me parece que en la
escritura y en la vida me pasa eso. Me conmueve cómo es el ser
humano desde la inocencia, en el mejor de los sentidos, el de
la emoción.
Es que estás experimentando…
Y no sabés cómo te va a salir. Y esto es permanente:
entender la política, en la crianza de los hijos- con todo
que significa en hallazgos, en errores y en desaciertos-.
idas y vueltas. En todo caso, es lo que me tocó, porque es
potencia que siento que tengo, es el lugar en el que yo
siento más fortalecida.
en
lo
En
la
me
¿Y cómo se vincula eso con la profecía? Porque la profecía es
una palabra con muchos sentidos en tus textos. Salvo el de
predestinar, cualquiera.
Salvo el de predestinar, cualquiera.
Incluso en la invención de profecías… Es genial cuando, en
“Tiempo de dragones”, se juntan para escribir una profecía
trucha. “Y que parezca antigua”, se dicen…
Esa me divirtió escribirla. Bueno, a mí me alegra que les
guste, porque tiene que ver con esto de estar en el presente,
de construir el presente, pero también de visualizar el
espacio que tenemos por delante, estemos o no estemos nosotros
en él. El espacio de visualización hacia adelante es a lo que
yo le llamo profecía.
Aunque le erremos…
Aunque le erremos, claro. Eso nos impulsa a construir. Uno
está, en algún sentido, profetizando. Yo creo, contra toda la
evidencia, que el mundo puede ser justo. Porque si no
profetizáramos eso, no haríamos más nada.
Pero parece una herramienta para combatir dos cosas: la
causalidad y el determinismo.
Sí, exactamente.
Muy parecido al deseo, ¿no? Una especie de prepotencia del
deseo.
Sí, ustedes lo decían en el adjunto con sus lecturas que me
enviaron y me pareció divino eso. Es como eso, tal cual. Como
empecinarse en el deseo. Quizá al deseo lo transforme en una
profecía verdadera.
¿Y cuando viene de desgracia?
No, está bien. En general, las profecías con las que yo
convivo y trabajo son profecías que traen el bien, aunque
dependa de nosotros que ocurra. Hasta donde yo me acuerdo, a
lo mejor ustedes me dicen lo contrario, en general no hay casi
profecías condenatorias.
No. Acá leo algo que viene justo en este momento: “la
profecía es una dirección con el condimento de la
incertidumbre”
Claro. Acá vamos a tener que construir un elegido. El ser
humano tiene una parte de trabajo ahí. Porque, digo, en “La
Saga de los Confines”, la profecía: van a venir unas naves y
vamos a tener que juntarnos para enfrentarlas. No se sabe si
son el mal o si venció el bien en las otras tierras. No se
sabe. Me parece un espacio para traerse la profecía para uno.
Remarla, en todo caso.
LA ÚLTIMA ORFANDAD
“Aquella vieja mujer no reparaba en el perro, ni siquiera en
el hombre que lo traía porque para ella solamente existía el
pasado.”
¿Y “tus viejitos”?
Ah, a los viejitos los quiero mucho. Creo que es una de las
partes de la población que más me duele. Obviamente, también
los niños. Pero creo que a los niños, por razones humanitarias
y no humanitarias, la sociedad los necesita. Entonces, a
algunos niños los cuida y los protege. De otra forma, yo creo
que, a medida de que el tiempo va transcurriendo y uno va
empezando a acercarse a la vejez y a la muerte, claramente
esto toma otro peso. Y esto de llegar al fin de la vida siendo
un lastre y una carga- para todo lo que uno hizo y hasta para
lo que uno crió- es un dolor, para mí, indecible. Estás
llegando al final ¿y no construiste siquiera alguien que te
acune?
Otra orfandad…
Claro, pero la última, la terminal, la que ya no tiene
vuelta. Mirá, ayer o antes de ayer, en la farmacia había una
señora como de mi edad, con su mamá, ya muy viejita. Entonces,
la viejita que le pedía y la señora que la trataba apenas
bien. “Sí, mamá, sí.” Y una puede entender de dónde viene todo
eso, todos lo entendemos. “Sí, mamá”. Pero, de pronto, me
llamó la atención que la viejita le pidió a la hija un
pañuelito descartable para limpiar sus anteojitos. Yo siempre
veo cómo a los viejitos les cuesta permanecer en el presente,
me parece que se van desmineralizando y se van separando del
presente. Entonces, a esta viejita de la farmacia no le
alcanzó su posibilidad de estar en el presente ni para limpiar
los anteojos, porque hizo esto, mirá… (Liliana toma el
espejito redondo de Atima Imaoma
y, con un pañuelito, hace el
ademán de limpiarlo en círculo.
Pero, cuando el pañuelito
intenta avanzar sobre el espejo,
se detiene. Y levanta la mirada
y el recuerdo.)
…Y se quedó ahí, se quedó ahí. Y yo dije, abuelita, ¿con
quién te fuiste…? No le alcanzó el presente ni para limpiar un
vidrio. Dio media vueltita así y se fue, se fue…
Sin embargo, tus personajes viejos son más bien sabios. La
decadencia no se ve. ¿Cómo pensás a esa potencia de la vejez ?
Realmente creo que, como sociedad, nos perdemos también esa
potencia. Y nos la perdemos porque tampoco hay un colectivo
que sostenga la ancianidad. Estamos solos con nuestros viejos,
con nuestros hijos, con nuestro trabajo, con nuestros perros.
Entonces, todo construye esta soledad. Y nos perdemos la
potencia que tiene la ancianidad, porque tiene otro tiempo,
otra manera de reflexionar; porque se refiere a lo que ya
sabemos, que es la acumulación de experiencias y de virtudes.
Tienen el haber vivido en carne propia otro tiempo histórico.
Nosotros lo contaremos. Sobre todo, ustedes les contarán a sus
nietos este 22 de noviembre, que es histórico. Les contaremos
esto y eso es extraordinario. Claro, la sociedad a veces no
facilita que los viejos tengan ese lugar, esa preponderancia,
¿no?
Y la potencia profética que tienen…del futuro, más que del
pasado. Cuando le preguntamos a Estela cómo organiza su
tiempo, dijo: yo pienso qué voy a hacer mañana.
Bueno, ahí tenés una potencia. Y la luz… la luz que tiene.
Bueno, esa es una vejez… Pero la decadencia es otra cosa…y no
se elige…
No, no, muchas veces no se elige. No, casi nunca se elige.
Está el concepto de ancianidad y, después, están los ancianos.
Con sus cosas y sus problemas, con el dolor de huesos y sus
mentes, a veces, perdidas. Pero al concepto de la ancianidad
yo lo asimilo mucho a la sabiduría y a esta cosa de no tener
ya apuro. Todo lo que nos posibilita el no estar apurados:
pensar las cosas de otra manera, detenernos en cosas que el
apuro nos hace ignorar por completo. Después, están las
tragedias personales y eso también es indiscutible.
MAL DE DESAMORES
“Kupuca amaba a los juncos que crecían cerca del agua. Era
Brujo de la Tierra y sabía que si dejaba de amar a los juncos
luego dejaría de amar a los pájaros, luego a los pumas, luego
a los hombres. Kupuka sabía que quien se permitiera ignorar a
los juncos que crecían cerca del agua iniciaba el camino del
desamor.”
¿Y las sombras?
La sombra…
Hay muchas sombras en tus textos. Hay sombras potentes y
felices. Y hay de las otras. Pero las potentes son las más
llamativas, ¿no?
Ah, dije “La sombra” por la sombra de La Muerte. En ese punto
sí fue una decisión decir, bueno, la muerte por sí misma no es
el mal. Eso es un aprendizaje de muchos pueblos originarios.
El mal es otra cosa.
¿Y qué es el mal?
Y, bueno, te lo voy a decir de una manera extremadamente
sencilla, con una palabra que quizá esté muy gastada. Es el
desamor. No es la muerte, es el desamor y todo lo que
conlleva.
La falta de cuidado, de presencia…
De solidaridad…
El abandono…
Sí, absolutamente. Eso. El desamor… por qué les vas a dar tal
cosa a la gente, si no trabaja. Eso es desamor, digo. Por qué
les vas a hacer Tecnópolis, si no trabajan. Eso es desamor.
Todas las formas del desamor, del desapego…
Claro, la muerte no tiene nada que ver con esto. Incluso
aparece como una gran intensidad en tus textos. Como un
momento de máxima, no de mínima…
Bueno, yo creo que ese momento- y me lo estoy recordando a
cada rato, sobre todo, cuando tengo que tomar decisiones- será
de máxima, si la vida fue de máxima. Un taita, que es un
abuelo, un chamán colombiano, me enseñó cosas maravillosas.
Decía: lo importante es que, cuando la muerte llegue, tenga
muy poco que hacer, que quede una hilachita…
LA MAGA ROJA
“Wilkilén trajo del cielo una mirada pensativa.—Era para saber
si la gente se cansa de ser viento —y bajando los brazos,
agregó: sí, se cansa”
(Milena, la anartistita de 11 años, quedó colgada de una
frase. Qué se va a hacer. Es de familia)
¿Y qué le pasó a la señora?
Qué señora…ah, la viejita de la farmacias…Ja, ja, debe estar
tomando el té en su casa, ahora. Ese día le pasó que estaba
limpiando sus anteojitos y se perdió en su pasado. Y yo me
puse a pensar si estaba pensando en su esposo o en su
infancia.
Hablando de infancia, me llama la atención cómo los chicos,
ante tus textos infantiles, se despiertan y se conmueven con
los tramos más poéticos. En particular, con los colores. Sobre
todo, el rojo.
Lo he relevado, el rojo es el que más les gusta.
Pensaba si le atribuis importancia a las divisiones entre
literatura juvenil, infantil…
Muy relativamente. Hay un plafón que es la literatura como
una búsqueda estética en el lenguaje. En la literatura que uno
llama para jóvenes o niños sucede un espacio que también es
para ellos. No creo que la literatura llamada para niños sea
insustancial, con todo explicitado. Además, los niños- con
menos prejuicios- leen desde lugares muy flasheros. Ellos
pueden tolerar leer sin entender lo conceptual, entienden la
música, la rítmica, la poesía.
Cuando te sentás a escribir, ¿imaginás a un lector niño?
Lo imagino de una manera muy general. Es un niño con ganas de
atravesar dificultades, que se mete en túneles. En todo caso,
imagino un niño valiente.
Un niño Wilkilén…tu escritura y vos se han propuesto no
entrar en la adultez jamás… (risas)
No sé si me lo he propuesto. Les cuento que me hice un
cuaderno grandote, quiero hacer un libro mágico gordo. ¡Lo que
más me gusta hacer es recortar figuritas! Tengo haditas,
stickers, brillantina, pego hojas secas. Si me corto, pongo la
sangre y escribo cosas. Entre nosotros, confieso que he
recortado libros para obtener figuritas. Me vuelvo loca cuando
leo “esta plancha trae 500 stickers”, pero nunca vienen
tantos, muchos son chiquititos y con esos hago guardas
me…falta un montón con ese libro.
¿Nunca te sentís sola?
Sí, muchas veces. Y tiendo a pensar que eso se va a ir
agravando. Me gustaría construirme esa vejez potente y
doméstica: hacer dulces, el libro mágico. Y que vengan todos
los que quieran. Cada vez es más duro volver de la decepción,
a veces uno se asusta, se apena. Tanto autocontrol… no querer
gastar tiempo, no querer gastar plata… No quiero anquilosarme,
quiero animarme a perder cosas, aprender a perder, a
despojarme.
Bueno, esta es una entrevista a Liliana Bodoc y no hablamosdel todo- de la magia en la escritura…
La verdadera magia es la palabra poética, por todo lo que
dice sin decir. Esa es la magia que a mí me importa. La
intuición, la alquimia.
Los personajes más dolidos son los que pasaron por ahí…
Tal vez sea el pasaje. En eso de hacerse mago está el dolor,
el pasaje por la grieta. Usar la palabra poética para
construir una otredad. Tengo muy claro el primer discurso
poético de la vieja Kush: “será mañana que empezarán las
aguas”. Ahí me detuve un largo rato. Tuve la intención de
construir un personaje otro,” será mañana que empezarán las
aguas, otras instancias, otro cantar”. Ahí me interesa la
poesía, cuando construye la otredad o engrosa la semántica del
texto.
Liliana Bodoc se llevó de casa una platito con carozos de
aceitunas, algunos caracoles rotos que le acercó Milena y un
viejo espejito. Puso todo en una bolsa y se lo acercó contra
el pecho. Se fue con los ojos brillantes, como una niña que
acaba de recibir el juguete más preciado.
La magia de los trucos y las manipulaciones perdió la partida.
Quedamos todos, crisol adentro.
Todas las citas de los epígrafes pertenecen a textos de
Liliana Bodoc.
Las imágenes de “El libro mágico” fueron enviadasespecialmente- por Liliana Bodoc para El Anartista.
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