Había una vez un místico que vivía en una pequeña choza. Un día, alrededor de la media noche, llovía a cántaros y el místico y su esposa estaban durmiendo. De repente, alguien llamó a la puerta, alguien necesitaba cobijo. - - Hay alguien ahí fuera: Un viajero, un amigo desconocido. Abre la puerta por favorLe dijo el místico a su esposa. Pero si no hay sitio. Ni siquiera hay sitio para nosotros dos. ¿Cómo va a entrar aquí otra persona?- Respondió su esposa. Vamos, vamos, esto no es el palacio de un hombre rico al que le puede faltar espacio- Replicó el místico-Es la choza de un pobre. En el palacio de un rico siempre falta espacio, sólo con un invitado que llegue. Pero esto es la choza de un pobre. ¿Qué tiene que ver con ser rico o pobre? Sencillamente no tenemos sitio-Exclamó la mujer. El místico contestó: - Si tienes suficiente espacio en tu corazón pensarás que incluso una choza es un palacio- Contestó el místico- Pero si tu corazón es estrecho, incluso un palacio te parecerá demasiado pequeño para acoger a un huésped. Abre la puerta por favor. ¿Cómo vamos a rechazar a alguien que ha llamado a nuestra puerta? Hasta ahora estábamos acostados, aquí no pueden acostarse tres personas, pero sí sentarse. Hay sitio para otra persona si nos sentamos. La mujer tuvo que abrir la puerta. El hombre entró en la choza empapado. Se sentaron y empezaron a charlar. Al cabo de un rato, llegaron otras dos personas y llamaron a la puerta. El místico dijo: - Parece que ha llagado más gente-. Le pidió al invitado que estaba junto a la puerta, que la abriera. ¿Cómo que abra la puerta?, no tenemos sitio- Replicó el invitado. Ese hombre, que se había refugiado en la choza unos momentos antes, olvidaba que no era el amor del místico por él lo que le había brindado su cobijo, sino que se debía a que el místico desbordaba amor. Y al haber llegado otras dos personas, el amor tenía que alojar a los recién llegados. El hombre dijo- No hay que abrir la puerta, ¿No ves lo incómodos que estamos aquí en cuclillas? El místico se echó a reír y dijo: - Querido amigo, ¿acaso no he hecho sitio para ti? Te dejamos entrar porque aquí hay amor. Y aquí sigue estando. No se ha acabado contigo. Abre la puerta, por favor. Ahora estamos sentados, pero podemos acurrucarnos todos juntos. Así habrá suficiente sitio. Además, la noche está fría y nos sentiremos cómodos y calentitos todos juntos. Abrieron la puerta y entraron otras dos personas. Se sentaron todos juntos y empezaron a conocerse. Poco después, llegó un Burro y empujó la puerta con la cabeza. Estaba chorreando y quería cobijo. El místico les pidió a los dos últimos hombres que habían llegado, que estaban junto a la puerta, que le abrieras. - Ha llegado otro amigo desconocido-dijo. Los dos hombres de asomaron y dijeron: - No es un amigo ni nada parecido. No es más que un asno. No hay porqué abrir la puerta. El místico dijo: - Quizá no os deis cuenta de que, a la puerta del rico, se trata a los seres humanos como animales, pero aquí estamos en la choza de un pobre, y nosotros estamos acostumbrados a tratar a los animales como a los seres humanos. Abrir la puerta, por favor. - ¡¡Pero si no tenemos sitio!!- Se lamentaron los hombres al unísono. - Tenemos sitio de sobra. En lugar de estar sentados nos pondremos de pie. Entonces tendremos suficiente espacio, no os preocupéis. Y si hace falta, yo me iré fuera para que haya suficiente espacio.