La Esquina

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El Clarí-n de Chile
La Esquina
autor Jordi Lloret
2010-06-05 17:51:51
VenÃ-a de pagar algunos diezmos: el teléfono que te lo cortan en nombre de San Expedito y la señal de Internet, que
cada vez se parece + a una especie de carnet de identidad inalámbrico.
Entonces apareció su amigo Javier Maldonado que no dudó en saludar pero se quedó parado en la equina
aguardando de que levantara la mirada del suelo.
  Actor y lector permanente, de grata sonrisa tras bigotes ya semiblancos como los de Charly GarcÃ-a y gordo y feliz
como su amigo Raoul RuÃ-z.
  Gusto de verte, mira vengo llegando de México. Tengo un hijo en DF.
DOS
 Bueno y pongamos que el capitán Suárez pasara con cuatro camiones hacia Estados Unidos y luego de vuelta a unos
galpones donde le esperan los del cartel de los zopilotes.
Maldonado me hablaba a mÃ- pero también a un señor con casco metido en la vereda, como los que soplan en las
obras de teatro.
También de bigote y bueno para conversar en una esquina.
A ratos se hablaba a sÃ- mismo y a una pareja de jóvenes que se pusieron piola, agazapados al aguaite del chileno.
 Detrás de Maldonado.
Enarbolando un libro sobre un situacionista francés que RR desde su punto de vista les decÃ-a a Maldonado que ya se
habÃ-a sentado en una silla que le prestara una señorita de Salco Brand.
 Una esquina soleada después de un frÃ-o invierno y la peste hin1 habÃ-a quedado rápidamente atrás porque el ojolector
ahora recuerda esa esquina con Pacheco y Maldonado conversando un poco ajenos al mundo y con el señor que
parecÃ-a soplador de teatro les miraba con agrado por lo insólito para él que ya llevaba dos dÃ-as arreglando los claves,
esos nervios frágiles de las ciudades y por cierto la esquina que nos atañe.
Maldonado parecÃ-a mayor a ratos. Le mostraba un libro de un tal Guy del ParÃ-s del 1968.
-Un situacionista.
-Como nosotros dijo sorpresivamente el hombre del casco.
TRES
A Pacheco a ratos le parecÃ-a que todos hubieran salido a tomar sol al patio.
Como si hubieran estado varios dÃ-as en sus casas o depas y de pronto hubieran dicho voy a comprar las marraquetas
del dÃ-a.
Maldonado le habÃ-a preguntado a la pasada por la hermana.
Pacheco sobre que las gotas sintientes en esa esquina con sombras y movimiento de personas por una de las veredas
del puerto de Constantine.
A veces segundos de silencio y uno enciende un Nevada y el otro mira a una señora con un perro y a dos avestruces
que se quedaron mirando lo que sucedÃ-a en la esquina.
La señorita de Salco Brand habÃ-a visto o reconoció a Maldonado en Palomita Blanca yo vÃ- esa pelÃ-cula le dijo
mientras RR conversaba sobre el hielo en una pelÃ-cula de WH.
Dos personas en una esquina y detrás de cada uno de ellos sus sombras alegres del viejo arte de la conversación.
TRES Y MEDIO
Y el hombre que nos miraba desde debajo de la vereda le gustó eso que comentó Maldonado sobre que se parecÃ-a a
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El Clarí-n de Chile
los que soplaban los textos en las viejas obras de teatro.
Como si hubiera descubierto un papel que no conocÃ-a el hombre les preguntó por el próximo temblor.
 Entonces Maldonado le dijo que el mejor papel de su carrera de actor era el de perdedor.
No me estará hueveando le dijo el hombre que se habÃ-a quedado mudo porque el otro parado en la vereda le habÃ-a
dicho lo mismo.
  Pese al terremoto la situación de la esquina se habÃ-a vuelto mucho más excitante,delirante por el hombre que
parecÃ-a de los que soplaban los textos a los actores de teatro.
Por Quintero y Kon Kon nuevamente las gasolineras llenas de gentes.
El lector nuevamente escriviviendo. Arriba de un bus en una cola enorme para entrar a los altos de Viña.
Cuatro temblores al hilo.
Maldonado se despertó a la tercera réplica.
El lector querÃ-a dar por terminado el cuento por cosa de la naturaleza inestable de su mente y de la realidad de este
paÃ-s colgante.
Cada vez que habÃ-a un telúrico de esa extensión de tiempo y territorio el dÃ-a se acortaba unas décimas y la tierra se
quejaba cual clavo en la mano del rezador.
Decidieron bajar por el agujero aceptando la invitación del obrero que parecÃ-a soplador de teatro.
Pero el lector no quiso bajar y enrumbó hacia el taller “Palabras de La Boca―.
AllÃ- debÃ-a leer la tarea y escuchar los haikus de Legov y la novela Valdivia de la dama Pile y se volvió a cortar la luz.
Jordi Lloret
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